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crónica

vestir lo público
Escrita por Alexandra Chocontá, Natalia Cardenas y María José Gómez
basada en la entrevista al colectivo Fulanas.
/ 17 de Marzo · 2017 · Bogotá - Colombia
_ Ilustraciones por María José Gómez y Eliana Sánchez Aldana 1

Caminar por el Parque Nacional en Bogotá es un plan de fin de semana


muy común entre las familias y grupos de amigos y amigas citadinos,
quienes realizan actividades al aire libre, como caminar, montar bicicleta o
patineta, correr, jugar y pasear con las mascotas, entre otras varias. Ahora
imagine que usted es una de estas personas, que camina admirando el verde
de los árboles, tratando de respirar un aire diferente y alejándose de las
ajetreadas rutinas de la semana. De repente usted empieza a ver algunos
árboles hermosamente abrigados y arropados con lanas y tejidos de colores.
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Sigue usted avanzando y se encuentra con un grupo amplio de personas,


mujeres y hombres jóvenes, niños y niñas, personas mayores, sentadas en
círculo hablando y tejiendo para los árboles. Usted tal vez se sorprenda o
mire con incredulidad a estas personas que tejen en espacios públicos para
embellecerlos, no obstante, esto fue lo que sucedió el pasado 10 de junio de
2016 -día mundial del tejido en público- en el cual el Colectivo Fulanas,
conformado por cuatro chicas bogotanas, intervinieron los árboles del
Parque Nacional con tejidos hechos con sus propias manos. Esta práctica,
aunque extraña y poco común a los ojos de un espectador o espectadora
desprevenida, son acciones política que cada vez se hacen más comunes y
conocidas como yarnbombing o hilos en explosión.
El yarnbombing, como nos comentan estas cuatro jóvenes que se
autodenominan como las Fulanas, es una forma de intervención textil

del espacio público que surge en diferentes lugares del mundo como
una forma de protesta contra la guerra, principalmente por mujeres que
como Susana, Vanessa, Liliana y Catalina decidieron relacionar dos de
sus actividades preferidas: tejer y ejercer activismo feminista. A través del
yarnbombing estas jóvenes habitan las calles, los parques, las banquetas,
como espacios que política y socialmente han sido vedado para las mujeres,
y lo alteran, llaman la atención y comunican un mensaje potente a través de
su embellecimiento y cuidado. Sus únicas armas son la lana, las agujas y sus
manos; con ellas crean sus demandas por la reivindicación de los derechos
de las mujeres a habitar y transformar lo público, haciendo llamativas sus
presencias en la calle, con las texturas, el color y el cuidado. En este sentido,
las Fulanas se alejan de las formas tradicionales de hacer protesta pública
como lo son las marchas y los plantones, y se acercan al tejido como una
actividad que ha sido relacionada históricamente con el hogar, lo privado y
lo inútil, y con ello evidencian el potencial político del tejido.
Inicialmente, tejían en espacios públicos por gusto y por la oportunidad de

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encontrarse, sin embargo meses después empezaron a intervenir también el


espacio con sus tejidos, como el pasado 14 de abril de 2016, día en que se
conmemora la sentencia C-355/06 que reconoce el derecho de las mujeres
a abortar libremente. En esta oportunidad se unieron al tejido de úteros
violetas como una apuesta por visibilizar y apoyar el reconocimiento de
los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres en distintos países,
así como el tejido de “pussy hats”, gorros color rosa, que son el símbolo de
protesta mundial de las mujeres y feministas contra la llegada de Donald
Trump a la presidencia en Estados Unidos. De ahí que las Fulanas disfruten
tejer en público, pues les permite expresar sus pensamientos e ideas políticas
con las manos, y aunque han recibido críticas por utilizar el tejido “por ser
concebido tradicionalmente como un oficio femenino sumiso”, esta colectiva
tienen muy claro que en vez de rechazar esta práctica, lo que hacen es darle
un nuevo sentido, interviniendo espacios fríos y hostiles para las mujeres,
como las calles y los parques que se convierten en sitios peligrosos para
ellas, en espacios “abrigados y arropados” donde las mujeres puedan transitar
libremente.

Para estas cuatro fulanas su amistad tejida desde hace muchos años, ha
influido en la manera en que han aprendido a tejer juntas, y aunque sus
profesiones van desde la sociología hasta la ingeniería, afirman estar
enlazadas por una misma causa: el feminismo. Por ello se reúnen a tejer
en sitios abiertos y públicos, invitando a más personas a hacer parte de su
apuesta, pues también es una forma de visibilizar su práctica política y textil.
Para las Fulanas, el sentido colectivo es fundamental, pues en el tejer público
socializan experiencias que aún se siguen considerando del ámbito privado,
como las diferentes violencias que viven las mujeres en la calle, en el hogar,
en el trabajo, en la universidad o escuela. Así mismo, el tejido les ha ayudado
a crear momentos de meditación y distensión para salir de las rutinas
cotidianas, teniendo la oportunidad de relajarse y reflexionar en cualquier
situación cotidiana, incluso en un transmilenio, a través de sus agujas y lana.

1 Las ilustraciones que acompañan esta crónica son la unión de recortes de periódicos bogotanos que
se unen, como una colcha de retazos, con puntadas o técnicas textiles para crear narraciones gráficas que
representan el hacer de las iniciativas textiles.
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