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crónica

escribir sin palabras


Escrita por Vivian Cuello Santana, Natalia Cardenas y María José Gómez
basada en la entrevista al Costurero Tejedores de Historias.
/ 29 de Marzo · 2017 · Bogotá - Colombia
_ Ilustraciones por María José Gómez y Eliana Sánchez Aldana1

“La grieta es la posibilidad escondida en la


imposibilidad” 2

“Hay que apelar a lo que la gente ya conoce”,


fue la premisa que impulsó a Ludmila Ferrari
a crear Tejedores de Historias, un proyecto
en Ciudad Bolivar donde las víctimas del
desplazamiento forzado que ahora viven en
este sector del sur de la capital, se encuentran
para escribir su historia a través del hacer
textil y lograr tomar acciones para reivindicar
su pasado y construir un futuro. En la visión
de Ludmila, el arte, así como la grieta, son
poderosos y un camino para la acción política.
Ludmila Ferrari es una artista formada entre
Colombia y Argentina, con grandes preguntas
sobre las potencialidades políticas del arte, su
rol como artista dentro de la realidad política
colombiana y de las posibilidades del arte como
un dispositivo que puede ser usado para el
cambio social. Como dice ella: “hacer vainas en
museos y galerías está muy bien, pero para mí
el arte es mucho más”.

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Todo empezó cuando fue enviada a Ciudad Bolívar a realizar unas


encuestas para un proyecto de la universidad. Y cuando empezó a
diligenciarlas, a caminar los barrios, a conversar con las personas, se dio
cuenta que la gente lo que quería era hablar: contar su historia. Muchas
de las personas con las que habló tenían historias similares, la forma en
las habían desplazado de su tierra, incluso conoció personas que venían
de los mismos lugares del país, pero no se conocían ni se hablaban entre
ellos. “Porque lo que hace el desplazamiento es que rompe todos esos
vínculos de comunicación, la posibilidad de encontrarse con el otro”,
explica. “Imagínate, pasar de vivir en tu propia tierra en el campo, a vivir
en Ciudad Bolívar donde ni siquiera se puede tomar agua”, continúa.
Ludmila entendió esta realidad violenta e invisibilizada - sobre la cual
siente que la mayoría de habitantes de Bogotá son indiferentes - y se
animó a impulsar un espacio que pudiera conectar a las personas de esta
localidad.
Para lograr ese espacio de encuentro intentó muchas formas: primero
una huerta, luego, como ejercicio de memoria, propuso el dibujo y las
narraciones para que las personas contaran sus historias. No obstante,
ninguno de estos espacios generó la participación ni el involucramiento
que estaba buscando. Y ahí entendió: “uno tiene que apelar a lo que
la gente ya sabe, y después sí ir creciendo. Y estas mujeres lo que ya
sabían era coser […] era un fundamento, una base común desde la cual
podemos empezar”, asegura Ludmila.

Y así, en el 2006, empezaron los “Talleres de telas”, un momento para


coser, bordar, conversar y comer. Se reunían donde fuera: en el salón
comunal al lado de la parroquia, en el comedor comunitario, en el
Centro de Perdón y Reconciliación en Caracolí, a veces se turnaban
las casas, a veces en las escuelas. Y aunque al comienzo fue difícil, con
el tiempo corrió la voz y más personas empezaron a llegar, a llevar sus
propios retazos de tela, e incluso a bordar en sus propias casas después
de los talleres. Cada quien, o cada familia, llevaba y compartía los
materiales que estaban en el espacio: retazos de tela, brillantinas, hilos
de colores, pedazos de tela. Algunas personas hicieron mapas contando
la historia de su desplazamiento, otros hicieron piezas para vender.
Ludmila dice que ella no quería tomar el rol de profesora, sino sólo
“facilitar”: quería ver cómo el proceso político crecía y tomaba forma
propia. Le interesaba por ello tener una posición menos protagónica,
y que las mujeres mismas manejaran los talleres. En el costurero se
generaron vínculos terapéuticos, afectivos y potentes entre quienes
participaron, gracias a los cuales luego surgieron sus propias iniciativas
y organizaciones.

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Junto a Ludmila, han estado Yara y Laura, a quienes ella describe con
admiración en su voz como “dos mujeres increíbles y que han sido
motor del proyecto”. Ellas asistieron a los primeros talleres y luego
dieron apertura a otros dos nuevos espacios de costura y memoria,
que permitieron acoger al creciente número de personas que se iban
interesando en el espacio. Actualmente, los talleres del costurero se dan
en distintos lugares de Caracolí, Jerusalén y San Francisco, algunos de
los barrios de la localidad. Y aunque ya hoy en dia Ludmila no hace
parte presente del proyecto, Yara y Laura aún lo lideran. No obstante,
Ludmila no dejó Ciudad Bolívar por su propia voluntad, sino que fue
obligada a salir del territorio por bandas criminales que “no les gustaba
que hubiera reuniones de tanta gente haciendo qué”, comenta. “!pero
lo único que estábamos haciendo era tejer!. Pero se transformó en un
dispositivo o detonante político”, asegura Ludmila.

Pese a las dificultades, a tal vez precisamente por estas, el proyecto


de Tejedores de Historias ha sido reconocido a nivel nacional como
una iniciativa significativa, que se encuentra registrada en el libro
“En la Grieta: Práctica artística en comunidad” (Editorial Javeriana,
2015) Un recuento de la relación entre arte, desplazamiento forzado
y marginalidad. El proyecto que empezó como la tesis de grado
de Ludmila, continuó dos años más de manera independiente con
fondos de la Secretaría de Cultura, y luego, el proyecto ganó el Premio
Nacional de Artes. Con ese dinero se fortalecieron cooperativas locales
en Ciudad Bolívar.

La grieta es la poderosa metáfora con la que Ludmila Ferrari asocia el


trabajo que construyó en conjunto con las y los habitantes de Ciudad
Bolívar, en donde el acto de tejer con hilos y agujas, también refería a
tejer lo social. Por eso, este proyecto que surgió en un lugar que nadie se
esperaba, en un espacio pequeño, insospechado, como una grieta, logró
que a través de la costura las personas escribieran su historia, plasmando
en la tela todo aquello que no podían decir con las palabras y como dice
Ludmila “relatos que quedan desplazados de la historia”.

1 Las ilustraciones que acompañan esta crónica son la unión de recortes de periódicos bogotanos que
se unen, como una colcha de retazos, con puntadas o técnicas textiles para crear narraciones gráficas que
representan el hacer de las iniciativas textiles.

2 Del libro En la grieta: práctica artística en comunidad. Ludmila Ferrari (2004).


http://www.javeriana.edu.co/editorial/libros/grieta
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