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TESIS DOCTORAL
PROSTITUCIÓN Y SOCIABILIDAD
El cliente en perspectiva emic
ALMERÍA, 2014
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Doctorado en Estudios Migratorios, Desarrollo e Intervención Social
Universidad de Almería
TESIS DOCTORAL
PROSTITUCIÓN Y SOCIABILIDAD
El cliente en perspectiva emic
ALMERÍA, 2014
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No hemos venido al mundo para vivir,
sino a descifrarlo mientras vivimos.
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A Manuela, por su incontestable apuesta que me llevó hasta aquí.
A Jara, la mejor Tesis que fragüé.
A Mila, por su comprensión y aliento.
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6
AGRADECIMIENTOS
A mi familia y amigos les debo el tiempo que no les dediqué y que espero poder
recuperar. Y finalmente a mi directora de Tesis, Ángeles, le debo su paciencia y apoyo
para moldear mi inexperiencia académica y habilitarme como incipiente investigador; pero
mucho más que por eso, por haber depositado su confianza en mí y abrirme las puertas de
su casa y de su familia, tanto como las de su despacho.
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8
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN 11
PARTE PRIMERA. FUNDAMENTOS 23
1 FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y METODOLÓGICOS 25
1.1 REFERENCIAS EPISTEMOLÓGICAS 27
1.1.1 Interpretativismo en perspectiva crítica 27
1.1.2 Una pista genealógica en el enfoque interpretativista 33
1.1.3 Cristalizaciones contemporáneas de los enfoques interpretativistas 42
1.2 ESTRUCTURA CONCEPTUAL 67
1.2.1 Sobre la sociabilidad 67
1.2.2 Miradas sobre el trabajo sexual 74
1.2.3 Los agentes 102
1.2.4 Cuando el trabajo sexual articula la sociabilidad 113
1.3 RECURSOS METODOLÓGICOS 123
1.3.1 Orientaciones metodológicas 125
1.3.2 Participantes 145
1.3.3 Técnicas e instrumentos 151
1.3.4 Procedimiento 163
1.3.5 Sobre la ética y otros aspectos de la investigación 172
SEGUNDA PARTE. ETNOGRAFÍA 177
2 TRAMAS ETNOGRÁFICAS 179
2.1 EL CONTEXTO ECOLÓGICO-CULTURAL 181
2.1.1 El complejo agro-industrial 182
2.1.2 El marco jurídico-político-ideológico 200
2.2 PANORAMA DEL TRABAJO SEXUAL EN LA PROVINCIA DE ALMERÍA 215
2.2.1 El trabajo y los espacios donde se ejerce 216
2.2.2 El trabajo y cómo se ejerce. Las condiciones laborales de estas mujeres 238
2.2.3 El trabajo y los servicios que se ofrecen. Las relaciones en el desempeño 269
2.2.4 Articulaciones del trabajo sexual 306
TERCERA PARTE. NARRATIVAS 331
3 NARRATIVAS BIOGRÁFICAS 333
3.1 LAS PERSONAS QUE GESTIONAN 335
3.2 MUJERES QUE PRESTAN SERVICIOS 363
3.3 LOS CLIENTES 409
3.4 AGENTES CON DIVERSOS ROLES 427
EPÍTOME 451
REFERENCIAS 462
ANEXOS 506
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INTRODUCCIÓN
Desde una perspectiva sociológica, la prostitución está presente a lo largo del siglo
XX en diversos autores. Simmel (1976) la aborda en su ‘Filosofía del dinero’ editado por
primera vez en 1900, y donde ya encontramos antecedentes de una consideración
asimétrica de la relación entre el hombre y la mujer a consecuencia de la intervención del
dinero como mediador en la relación, así como por las diferencias entre sus respectivas
psicologías.
Kingsley Davis (1937) será quien plantee por primera vez la prostitución como
sujeto de estudio de la sociología, procurando una explicación de la prostitución más allá
de criterios morales, y situándola dentro de la trama social.
Por su parte, Charles Wright Mills (1964) realiza un análisis de la prostitución en la
sociedad norteamericana, que alcanza a diferentes clases sociales y cuyas causas
explicativas desbordan las razones estrictamente económicas o de la pobreza.
Será a partir de los años 70 del S. XX cuando los estudios sobre prostitución se
generalicen dentro de las ciencias sociales, si bien con algo más de retraso en el caso del
Estado español.
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En nuestro país, habremos de tener en cuenta un hecho que ha marcado el sector del
sexo, y también buena parte de la producción científica en la materia, como es la llegada
de inmigrantes que empezó a visualizarse con mayor intensidad a lo largo de la última
década del S. XX y que supuso, en sí mismo, un fenómeno novedoso habida cuenta de que
hasta hacía unos años habíamos sido una sociedad emisora de emigración.
Por tanto, en los últimos años, movimientos migratorios y trabajo sexual parecen
estar conectados, relación tal vez provocada por la confluencia de diferentes
circunstancias: la ocupación, por parte de mujeres que han inmigrado a nuestro país, de
diferentes nichos laborales en el sector de los servicios de cuidados y afectivo sexuales; los
resabios higienistas que perviven en determinadas instituciones y administraciones
públicas; su relación con otros acontecimientos como el tráfico y la trata de seres humanos,
etc. Al menos, así lo presentan los medios de comunicación y aparece en los discursos que
expresan, y alimentan, la ideología oficial al respecto. Sea como fuere, este asunto se ha
convertido en un tema relevante de investigación, en sí mismo, como hecho sociocultural.
Esta aportación poblacional supuso un relevo demográfico en el origen nacional de
las mujeres que se dedicaban a la prostitución. De tal manera que, salvo excepciones
significativas, los trabajos científicos de base empírica que interesan a esta Tesis serán
seleccionados a partir del año 2000; otro efecto que podemos constatar es que buena parte
de tales investigaciones estuvieron vinculadas, con mayor o menor dependencia, a las
Organizaciones No Gubernamentales (en lo sucesivo ONG) que realizaban trabajo social
con personas inmigradas1.
Asimismo, diferentes estudios de carácter académico empiezan a interesarse por
este fenómeno. Algunas Tesis doctorales como las de Regina De Paula (1996), basada en
entrevistas en profundidad, de José López Riopedre (2010), mediante historias de vida, o la
de Mª Francisca Corbalán Herrera (2012), combinando observación etnográfica con
análisis del discurso, han tenido la virtud de contar con material empírico aportado por las
propias trabajadoras. También José Luis Solana Ruíz (2003 y 2012) y Solana y López
(2012) han publicado diversos ensayos elaborados a partir de un sólido trabajo de campo
que aportó materiales emic para la realización del estudio.
La presente investigación pretende, también, construir una aproximación al mundo
de la prostitución dando relevancia a los materiales aportados por los propios agentes
1
Creo merecido este reconocimiento tanto en lo que a esta Tesis concierne, como en general al conjunto de
la producción científica.
12
sociales que suelen estar presentes en esa actividad. Y es esta fundamentación empírica la
que le da el carácter emic a este trabajo, intentando alejarme de constructos basados en
prejuicios morales, prenociones analíticas, a menudo cargadas de dogmatismo esencialista
de dudoso sustento en los datos disponibles, o basados en proyectos sociopolíticos que en
nada consideran a los sujetos que son fuente privilegiada de obtención de datos, y menos
aún les reconocen criterio o agencia.
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políticas que se llevan a cabo, cuando están sostenidas por tal clase de ideas. Este tipo de
políticas terminan causando perjuicios a los diferentes agentes que forman parte de la
industria del sexo, especialmente las mujeres que trabajan en él, pero también al resto de
los agentes involucrados y alcanzan a toda la sociedad, prefigurando un modelo de
relaciones afectivo-sexuales altamente problemático. Por ello, entre las motivaciones
personales para la realización de este trabajo están las relacionadas con la legislación, las
políticas y los constructos ideológicos que las sustentan, en particular la ideología
abolicionista.
Y una de las tareas que espero poder desarrollar es precisamente ésta, mostrar el
carácter ideológico, prejuicioso y esencialista que sustenta las políticas y la legislación en
materia de prostitución en el Estado español, y desentrañar su debilidad teórica por su
escaso sustento empírico.
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expresan las personas que, con diferentes roles o tareas, participan en este sector:
trabajadoras, dueños, clientes, camareros, vigilantes, etc. Especial interés he puesto en
obtener información, juicios y consideraciones acerca de los clientes: posible
caracterización, comportamientos, demandas en diversos órdenes y relaciones que
establecen con las trabajadoras, tanto dentro como fuera del ámbito laboral. Por tanto, esta
investigación aporta una visión del cliente desde el punto de vista del conjunto de los
actores que participan de este comercio, dando prioridad a los materiales emic que
justifican el subtítulo del presente ensayo.
Para intentar alcanzar tales objetivos me he apoyado en el constructivismo social y
en el interaccionismo simbólico, como referencias epistemológicas, precisamente por el
valor que atribuyen a los contextos en que se desenvuelven los actores sociales y a la
relevancia de la perspectiva de las personas en el sentido que dan a su acción social. Partiré
de una concepción de la realidad social básicamente construida, por prácticas culturales
que se pueden concebir de manera holista, sistémica, dinámica y auto-reproductiva, donde
la interacción de los sujetos cobra especial importancia. Asimismo, he utilizado el análisis
dramatúrgico de Goffman para interpretar algunos aspectos de la interacción entre
trabajadoras y clientes, especialmente en los espacios públicos o semi-públicos donde
establecen sus relaciones cara a cara a través del trabajo sexual.
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Otra técnica privilegiada ha sido la entrevista en profundidad con diferentes
personas involucradas; estos encuentros, que han adoptado en algunos casos el formato de
conversación informal entre iguales, ha permitido conocer con bastante aproximación el
relato de las trabajadoras especialmente, pero también de otros agentes, de su itinerario
migratorio en relación al trabajo sexual, permitiéndome una visión articulada en el tiempo
y, por tanto, con mayor perspectiva.
En cualquier caso, he estado atento a los requerimientos que la ética investigadora
me ha exigido en cada ocasión; así, he ocultado los nombres reales de las personas que han
participado en el trabajo de campo o he transmitido otros datos suyos sólo de forma
aproximada. También les he comunicado mi intención investigadora y el uso que haría de
la información suministrada; les he mostrado respeto en todo momento, de acuerdo con el
carácter que la interacción adoptaba en cada circunstancia.
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Emplearé aquí este término de forma ecléctica, para referirme a un grupo social que comparte prácticas que
están fuera del estándar dominante en la sociedad española, en particular en el terreno sexual; cuyos
componentes se sitúan en los márgenes de la sociedad ante determinados comportamientos y están afectados
en diferente grado de un estigma social. En realidad, este concepto representa, en las sociedades modernas
occidentales, cierta manera de expresar una forma diferenciada de compartir la amplia cultura común, o
como dispositivo de adaptación a las pautas estandarizadas consideradas correctas por las instituciones
rectoras de aquella (Giner, Lamo de Espinosa y Torres, 2001).
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prolongado durante años con diferentes ámbitos del sector del sexo así como un trabajo de
campo que considero amplio, diversificado y profundo, permiten transcender en sus
aspectos fundamentales la validez de la investigación, más allá de la provincia de Almería
y de las circunstancias particulares sociopolíticas y económicas que afectan al conjunto del
territorio del Estado español en los momentos actuales.
Tengo que reconocer, en ese sentido, que la presente investigación es deudora, en
primer lugar, de mi trabajo social a través de la Asociación Pro Derechos Humanos de
Andalucía (en adelante APDHA); diversas tareas de mediación me han abierto puertas, me
han permitido conocer de forma cercana a trabajadoras sexuales, así como recabar
importante información inespecífica, en determinados ámbitos donde he desarrollado mi
trabajo de campo; además, aquellas tareas tuvieron como punto de partida la elaboración
de un estudio prospectivo sobre prostitución africana en El Poniente almeriense3 que me
obligó a iniciar mis reflexiones y tener una primera toma de contacto con la producción
académica en relación a la prostitución. En segundo lugar, algunos aspectos del trabajo
sexual en la provincia de Almería ya fueron abordados, a propósito de la realización del
‘Master en estudios e investigación social en inmigración, desarrollo y grupos
vulnerables’, en una investigación sobre prostitución y sociabilidad, cuyo trabajo de campo
llevé a cabo en 2011, y que culminó en la elaboración de un Trabajo Fin de Master4; una
pequeña parte del trabajo de campo realizado y de las conclusiones obtenidas estarán
presentes también en esta Tesis.
3
Acién y Majuelos (2003).
4
Trabajo Fin de Master, inédito, cuyo título responde a ‘Prostitución y sociabilidad. El trabajo sexual de las
mujeres africanas en el Poniente almeriense’.
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La primera parte incluye lo que he llamado ‘FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y
METODOLÓGICOS’. Se trata de exponer, en tres apartados respectivamente, los
contenidos que habitualmente engloban los aspectos teóricos, de revisión bibliográfica y
metodológicos en un trabajo de este tipo. Aunque es lugar común concebir que teoría y
metodología van unidas en los estudios antropológicos, debemos reconocer que esta es una
realidad aproximada; parece claro que no abordarían sus etnografías de la misma manera
un particularista histórico como Franz Boas que un materialista como Marvin Harris, por
poner dos ejemplos evidentes. En mi caso, el hecho de situar diferenciadamente estos tres
aspectos ha perseguido, fundamentalmente, un propósito analítico; dado que encuentro
cierta lógica en que los métodos y aquello que ‘buscas’ en una investigación está
condicionado por tus concepciones acerca del propio carácter del conocimiento humano y
de cómo puedes acceder a él.
De esta manera, el primer capítulo aborda cuestiones que tienen que ver con los
principios epistemológicos en que se funda esta Tesis; y está centrado en aquellos aspectos
que afectan a la caracterización del conocimiento científico; cómo autores prístinos de la
Antropología y la Sociología han abordado el problema del conocimiento socio-
antropológico5 y han intentado resolver los problemas planteados al respecto.
El capítulo segundo, ‘Estructura Conceptual’ intenta situar el objeto de esta
investigación en el conjunto de la tradición teórica que ha abordado los dos temas centrales
objeto de esta tesis: la sociabilidad y el trabajo sexual. Incluye necesariamente una revisión
bibliográfica de sendos aspectos; no obstante, la amplitud de ambas materias he centrado
su análisis al caso de los estudios en el Estado español, en el primer caso y, en el segundo,
he primado las referencias a las producciones que abordan el trabajo sexual en el presente
siglo, cuando ya los contextos socioculturales en que se sitúan se aproximan al que
estructura el objeto de esta Tesis.
Cierra el primer bloque el abordaje de diferentes cuestiones relacionadas con la
metodología —en particular con la etnografía—, la política y la ética de la investigación.
Se denomina ‘Recursos metodológicos’ y en ella expongo los instrumentos y medios que
han permitido la realización del trabajo de campo, pero no sólo eso. He pretendido, ante
5
He tomado esta expresión, de Solana y López (2012), como modesto reconocimiento de la imbricación
tanto metodológica como teórica del campo de la sociología y de la antropología, en numerosas
investigaciones contemporáneas, no obstante de mi descreimiento en que pueda decaer la tradicional
distancia con que se han tratado ambas tradiciones académicas.
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todo, hacer comprensible a cualquier lector mi posición en el campo, las relaciones que en
él he tejido y las problemas que intentado resolver para afrontar el proceso de
investigación.
19
El segundo y tercer bloques o partes componen sendos ejes que se complementan
para la comprensión del trabajo sexual en la provincia de Almería, y cómo a su través se
articula un conjunto de relaciones de carácter sociable, afectivo y emocional entre los
diversos agentes que participan en él.
La siguiente figura muestra las relaciones significativas entre las tres partes.
Esta Tesis se cierra con un epítome en el que, de forma suscinta, se exponen las
principales contribuciones que la presente investigación aporta al conocimiento del trabajo
sexual y la sociabilidad inter-géneros que se articula a través de él, así como de los
vínculos sociables que se establecen entre trabajadoras y clientes. Asimismo, señalo su
20
tributación en lo referente a algunos rasgos especificos de la metodología empleada.
También, apunto varios aspectos que podrían considerarse limitantes en este ensayo, como
su particular localización geográfica, la especificidad del segmento del comercio sexual
elegido, o el hecho de que la crisis económica actual distorsione, en cierta medida,
determinadas manifestaciones del trabajo sexual. Por fin, propongo algunas proyecciones
para futuras investigaciones que doten de una mayor capacidad analítica a las
contribuciones realizadas por este trabajo, especialmente las referidas a algunos rasgos
sociables que se articulan en el sector que analizamos.
Concluyo la investigación con un listado de referencias de distinto origen,
bibliográficas, audiovisuales y webgráficas, que se han citado en el texto en algún
momento. De igual manera, presento una breve webgráfía que contiene páginas
frecuentemente consultadas durante el trabajo de campo u otras fases de la producción de
la presente Tesis.
Cierra el texto una serie de anexos, de diverso carácter, que permiten una mejor
comprensión del proceso de investigación: las guías de entrevistas, observación y registro
utilizadas; relaciones de participantes en diferente grado; o los respectivos índices de los
objetos insertados en el texto, como cuadros, figuras, tablas, etc.
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PARTE PRIMERA. FUNDAMENTOS
23
24
1 FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y METODOLÓGICOS
Los tres capítulos que componen esta primera parte abordan, respectivamente, las
referencias epistemológicos que subyacen a mi elección acerca de la forma de producir
conocimiento científico; las producciones teóricas más relevantes en el campo de las
ciencias sociales relacionadas con el objeto de esta Tesis —trabajo sexual y sociabilidad—
así como la metodología empleada en el proceso de investigación, cuya organización y
articulación describo también.
He optado por separar los tres aspectos en favor de sus requerimientos analíticos y
de su claridad expositiva, sin que ello suponga desconsiderar que en toda investigación del
tipo de la que sustenta esta Tesis —una etnografía construida a partir de copiosos
materiales emic—, los tres aspectos suelen imbricarse en un complejo analítico, conceptual
y metodológico, que se va articulando conforme se elaboran las tramas interpretativas.
25
precedente al respecto en nuestro país, o los realizados en otras latitudes en contextos
similares al se que ubica el presente ensayo.
26
1.1 REFERENCIAS EPISTEMOLÓGICAS
6
Siguiendo a Rodríguez Ibáñez (1989).
27
fundamentales: la estructural, que incluye el positivismo clásico, la teoría de sistemas, el
evolucionismo y el estructural funcionalismo; y la línea intersubjetiva, integrando la teoría
crítica y las corrientes fenomenológicas (Cea D’Ancona, 2001).
Por su parte, Stive J. Taylor y Robert Bogdan, resumen en dos las perspectivas
teóricas principales de las ciencias sociales 7 . La primera sería el positivismo, cuya
genealogía traza desde Auguste Comte hasta Emile Durkheim; la segunda, la
fenomenológica, cuenta entre sus representantes a Edmund Husserl, Alfred Schutz o Peter
L. Berger y Thomas Luckmann (Taylor y Bogdan, 2008).
Un avance supone la presentación crítica que José Padrón (2007) realiza. Este autor
plantea las insuficiencias y las dificultades para sistematizar las variaciones en los
tratamientos epistemológicos mediante los criterios de clasificación y discriminación
habituales hasta ahora: el que distingue entre visiones cualitativa y cuantitativa; el que
separa las ‘Ciencias del Espíritu’ de las ‘Ciencias Materiales’; o las que distinguen entre
Ciencias Empírico-Analíticas, Ciencias Histórico-Hermenéuticas y Ciencias Teórico-
Críticas. Ante ello él adopta la hipótesis de los ‘Enfoques Epistemológicos’, según la cual:
7
Siguiendo a Bruyn (1966) y Deutscher (1973).
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Podemos ver de manera resumida el esquema que propone Padrón en el cuadro 1.
VARIABLE GNOSEOLÓGICA
EMPIRISMO RACIONALISMO
Etnografía, diseños de Interpretaciones libres, lenguajes
IDEALISMO
VARIABLE convivencia, inducción reflexiva... amplios, argumentación reflexiva...
ONTOLÓGICA Mediciones, experimentaciones, Abstracciones, sistemas lógico-ma-
REALISMO
inducción controlada... temáticos, deducción controlada...
Fuente: Padrón, 2007. Elaboración propia.
Por otro lado, Padrón admite la posibilidad de ampliar estas dos variables8 así como
considerar la ‘estructura diacrónica’ “dado que los desarrollos científicos y metacientíficos
(...) van más allá del individuo y, a veces, más allá de generaciones de individuos” (2007:
6). Así, considerando la matriz diacrónica que va desde 1920 hasta 1990
aproximadamente, podemos ubicar, en base a los dos vectores de análisis, las diferentes
tradiciones teóricas que se han ido forjando en ese periodo en las ciencias sociales. De
acuerdo con ello, se emplazan en la matriz empírico realista al Círculo de Viena, el
neopositivismo, el neoconductismo, etc.; el cruce racionalista-realista incluiría a Noam
Chomski y Albert Einstein; la hermenéutica y la Teoría Crítica de Frankfurt quedarían
englobados en las tradiciones del racionalismo idealista; la etnografía, el interaccionismo
simbólico, la etnometodología, etc. quedarían incluidos dentro del cruce empírico-idealista.
8
En atención a las propias consideraciones de Padrón, en lo sucesivo me referiré a estas variables como
vectores, en la medida en que no representan asignaciones discretas, sino más bien tendencias dentro de cada
paradigma.
29
¿existe la realidad (social)?, ¿es cognoscible?, ¿cómo puede ser conocida? En otras
palabras: Esencia, Conocimiento, Método” (Corbetta, 2003: 8).
30
Sea cual sea el esquema de representación que elijamos, no debemos despreciar los
problemas que tal simplificación conlleva, especialmente cuando nos acercamos a teorías
explícitas o al análisis de su genealogía; por lo demás, parece recurrente trazar dos grandes
grupos de enfoques en las ciencias sociales, los positivistas y los interpretativistas; y más
allá de otros antecedentes filosóficos, podemos establecer unos puntos de partida
convencionales, a efectos explicativos, en Durkheim9 y en Weber, respectivamente.
En cualquier caso, los problemas que se han ido planteando respecto a los tres ejes
que hemos citado no han aparecido siempre referidos directamente a las categorías
analíticas con las que los hemos dotado.
9
Corbetta califica a Durkheim como “el primer científico social, el primer sociólogo positivista” (2013:12).
31
diferentes culturas, defendiendo que los comportamientos individuales deberían explicarse
a partir del sistema de valores de cada cultura. Boas desarrolló escuela a través de sus
discípulos Ruth Benedict, Margaret Mead, Alfred Kroeber o Melville Hertscovits, entre los
más conocidos. Las tesis relativistas pasaron al campo de la lingüística mediante Edward
Sapir y Lee Whorf.
“Sapir defendió que las categorías semánticas de cada lengua constituían un modo
de organizar la experiencia (...) Esto plantea un obvio problema de traducción. No
obstante, argumentó Whorf, la dificultad es aún más radical: el hablante de una
lengua asume que la realidad se corresponde con las categorías de su vocabulario
(...) Nuestras categorías semánticas estarían, además, tan profundamente imbricadas
entre sí que no existe manera de referirse de una manera neutral (universal) a la
realidad. Cada lengua vehicula una visión del mundo original e inconmensurable
con las demás” (Álvarez et al. 212).
“Lo que hemos intentado hacer para la clasificación podría ser igualmente ensayado
con las otras funciones o nociones fundamentales del entendimiento. Ya hemos
tenido ocasión de indicar, al hilo de lo dicho, cómo incluso ideas tan abstractas
como las de tiempo o de espacio están, a cada momento de su historia, en estrecha
relación con la organización social correspondiente” (Durkheim y Mauss, 1996:
103).
32
Las controversias del naturalismo con el positivismo
Estas polémicas se han centrado fundamentalmente en la manera de abordar la
investigación social en relación con el conocimiento del objeto de las ciencias sociales.
Como hemos visto, para la ciencia positivista el modelo de investigación social es aquél de
las ciencias naturales, donde las variables son sometidas al control experimental, y los
procedimientos de obtención de datos se remiten a protocolos estandarizados donde el
objeto de investigación quede libre de contaminación por la actividad del investigador.
Esta concepción chocó frontalmente con diferentes elaboraciones que pusieron en el centro
de la investigación científica el respeto a la naturaleza del mundo social y el criterio de que
debía ser estudiado en su estado natural, por medios asépticos, y con fidelidad a los objetos
de estudio y no a los principios metodológicos. Esta naturalización de la investigación se
hace patente en la primera etnografía, por su capacidad para alcanzar la comprensión de los
procesos sociales mediante la descripción de las experiencias de la vida dentro de una
cultura particular. No obstante, tanto el positivismo como el naturalismo comparten
algunos rasgos que han sido criticados por los antirealistas; especialmente su referencia de
las ciencias naturales como modelo que les lleva a considerar los fenómenos sociales y
culturales separados del proceso de investigación, situándolos desde la perspectiva
ontológica en el lado del realismo10. Esta crítica al realismo ha surgido de la filosofía de la
ciencia, y también en el interior de la etnografía (Hammersley y Atkinson, 2004) como
veremos más adelante cuando abordemos el proceso de investigación etnográfico;
asimismo, se hace patente en el seno de las corrientes hermenéuticas-fenomenológicas, en
particular en el interaccionismo simbólico: “la realidad existe en el mundo empírico y no
en los métodos empleados para estudiarlo” (Blumer, 1982: 20).
Pasaré ahora a trazar de manera breve una genealogía de las ideas que han estado
presentes en el enfoque o paradigma interpretativista que cristalizaron en la década de
1960 a partir de la convergencia de diferentes influencias.
10
El problema del realismo tampoco ha estado ausente en las ciencias naturales, en particular en la física.
Una breve, pero clarificadora, discusión de esta controversia la desarrollan Stephen Hawking y Leonard
Mlodinow (2010). También aborda este problema Roger Penrose (2006) aunque más vinculado a la
representación de la naturaleza mediante modelos matemáticos.
33
“La década de los 60 termina con una variante epistemológica que se desplaza
hacia el empirismo (en términos de experiencialismo o vivencialismo),
manteniendo los mismos estándares fenomenológicos, reflexivistas, subjetivistas,
de la Escuela de Frankfurt. Los trabajos de Alfred Schutz y de los antropólogos
americanos de comienzos de siglo fueron unas de las más importantes inspiraciones
de este paradigma, en especial en lo que tiene que ver con nociones empíricas y
metodológicas tales como ‘interacción social’, ‘mundo de la vida’, ‘vida cotidiana,
‘historias de vida’, ‘triangulación’ y otras por el estilo” (Padrón, 2007: 8).
Bajo este enfoque se han desarrollado perspectivas particulares con las que
pretendo orientar epistemológica y teóricamente esta Tesis. Entre ellos, me detendré en
cuatro enfoques: el interaccionismo simbólico, el construccionismo social, el enfoque
dramatúrgico y la etnometodología. Además, trataré el tema de la etnografía en capítulos
posteriores.
Construir la genealogía de una determinada corriente o teoría en ciencias sociales
puede ser agotador, pues son variados y diversos, y a veces hasta contradictorios, los
enfoques que podemos encontrar en los distintos autores, como ya he indicado para el caso
de Durkheim; seguir ese rastro exige seleccionar, y trazar, una línea de cierta coherencia
con la seguridad de que las elecciones dejarán fuera elementos que unos puedan considerar
de importancia y dentro ubicar huellas que parezcan poco relevantes a otros.
Me dispongo a desarrollar un esquema que comienza en Simmel y Weber —
coetáneos y que tuvieron relación personal y académica— para seguir con George Herbert
Mead y Alfred Schutz. Conviene aclarar aquí que, si bien hay autores que consideran a
Mead como el ‘creador’ del interaccionismo simbólico, en este capítulo lo consideraré un
precursor directo, entre otras cosas porque la expresión ‘interaccionismo simbólico’ fue
creación del propio Herbert Blumer como él mismo confiesa (Blumer, 1982); y también
porque es comúnmente admitido que Mead representa un antecedente de otras teorías
sociales como el construccionismo social o la etnometodología que no se acaban en él,
como puede apreciarse en los textos de Roberto Bergalli (1980), de Julio Carabaña y
Emilio Lamo de Espinosa (1978) o de George Ritzer (1993b).
34
sociales son importantes y valiosas. En opinión de Marta Rizo “su obra constituye una
propuesta holística para comprender a la interacción como fundamento de las relaciones
sociales” (Rizo, 2006: 43), de ahí que pueda ser considerado como un antecedente de los
enfoques fenomenológicos e interaccionistas posteriores. Su singularidad estriba en el
carácter impresionista de su sociología, a través del análisis de la interacción entre los
individuos (Giner, Lamo de Espinosa y Torres, 2001). Para Rizo11:
“Fueron cuatro los niveles elementales abordados por Simmel, a saber: sus
suposiciones microscópicas sobre los componentes psicológicos de la vida social;
sus análisis de los componentes sociológicos de las relaciones interpersonales; su
estudio sobre la estructura y los cambios sociales y culturales de su época; y, por
último, sus aportaciones a la teorización de los principios metafísicos de la vida”
(Rizo, 2006: 49).
11
Siguiendo a Bottomore y Frisby (1978).
35
espaciales de la interacción—, temporales —sincronía y diacronía, ritmo— (Beriaín, 2000:
19), o de tamaño del grupo de individuos que interactúa —diada, triada, grupo— (Ritzer,
1993a: 310-312).
Simmel utilizó las categorías de ‘formas’ y ‘tipos’, para analizar las diferentes
interacciones que extraía de la realidad social. Los tipos quedarían caracterizados por sus
relaciones sociales características: el aventurero, el extranjero, el miserable, el noble, el
pobre, etc. Las formas de interacción quedan ancladas en la experiencia social de los
individuos; entre las que estudia podemos citar el conflicto, la dominación, el intercambio,
la lucha, la prostitución, el secreto, o la sociabilidad. En su interaccionismo y, en
particular, en su análisis de tipos y formas, queda de nuevo patente el carácter dual de su
micro-sociología (Ritzer, 1993a).
Para este autor, la sociedad es el resultado del cúmulo de interacciones que se
producen en su seno; sin embargo, no por ello dejó de referirse a la estructura de la
sociedad. Asimismo, conjuga su posición interaccionista con otra de carácter realista:
“En su opinión, las personas producen cultura, pero dada esa capacidad para
reificar la realidad social, el mundo cultural y el mundo social llegan a tener vida
propia, vidas que llegan a dominar de manera creciente a los actores que las crean y
que diariamente las recrean” (Ritzer, 1993a: 316).
12
Volveré sobre las consideraciones de Simmel acerca de la prostitución en un epígrafe posterior de este
mismo capítulo.
36
El primero es tratado en ‘La filosofía del dinero’ donde Simmel (1976) analiza la
relación del dinero con diversos aspectos de la realidad social, su influencia en las
relaciones entre las personas, en los ‘valores humanos’, en definitiva, “la influencia del
dinero en el ´mundo interior´ de los actores y de la cultura en general” (Ritzer, 1993a:
319). “La clave del análisis de Simmel sobre la influencia del dinero en el estilo de vida
descansa en el crecimiento de la cultura objetiva a expensas de la cultura individual”
(Ritzer, 1993a: 323).
La segunda cuestión de interés es la sociabilidad, que está presente en buena parte
de sus escritos, si bien es tratada especialmente y de forma explícita en su obra ‘Cuestiones
fundamentales de sociología’ (Simmel, 2002a), así como en ‘Sobre la individualidad y las
formas sociales’ (Simmel, 2002b).
37
acciones, desde el que construye los otros conceptos fundamentales” (Abellán,
2010: 13).
Weber considera la ciencia social como una ciencia cultural, “una ciencia de la
realidad que tiene por objeto de investigación la comprensión del significado cultural de
los fenómenos de la vida social y la explicación de por qué constituyen fenómenos
individuales, indivisibles, en su singularidad” (Abellán, 2009: 14-15). Define la ciencia
social como una ‘ciencia de la experiencia’: “somos de la opinión de que no es función de
una ciencia de la experiencia investigar ideales y normas obligatorias para poder deducir
desde ahí alguna receta para la práctica” (Weber, 2009: 69);
También como una ‘ciencia empírica’: “una ciencia empírica no puede enseñar a
nadie qué debe hacer, sino sólo qué puede hacer y, en algunos casos, qué es lo que quiere
hacer” (Weber, 2009: 75).
Por otro lado, se trata de una ciencia con aspiración a un conocimiento de
fenómenos individuales de tipo causal pero no por leyes generales, sino por causas
concretas, individuales. Los conceptos con los que operan las ciencias culturales en Weber
son los llamados ‘tipos ideales’, ideales en el sentido de que son construcciones del
investigador, no se trata de la reproducción de un fenómeno histórico, ni de un concepto
genérico que contiene lo común a varios fenómenos —y por tanto sus elementos
38
integrantes se dan en los fenómenos reales— sino una creación intelectual relativa al
significado individual de un fenómeno individual y con el que podremos comparar un
fenómeno real concreto, cuyo significado cultural estamos indagando. Weber advierte
sobre el peligro de convertir el tipo ideal en un ‘ideal’ para la realidad —en un claro
resabio anti esencialista—. Finalmente, Weber explicita el carácter efímero de las
construcciones conceptuales en las ciencias culturales, que mediante su continua
reorganización permiten el progreso de la ciencia (Abellán, 2009).
Finalmente, y a modo de advertencia, debemos decir que “la importancia del tipo
de acción racional instrumental en la sociología weberiana no debe conducir, sin embargo,
al malentendido de que Weber tenga una interpretación racionalista de la realidad”
(Abellán, 2010: 33).
39
característicos de la experiencia social humana” (Giner, Lamo de Espinosa y Torres, 2001:
467).
Siguiendo a Carabaña y Lamo de Espinosa podemos resumir algunas ideas básicas
del pensamiento de Mead, bien entendido que “la idea política que se halla en el trasfondo
del pragmatismo en general es la del liberalismo, y su intención política es la de
fundamentar la armonía del individuo con la sociedad” (Carabaña y Lamo de Espinosa,
1978:159-160).
El individuo y el ambiente mantienen una relación de interdependencia mediante la
acción, siendo el significado de cualquier idea u objeto la conducta que éste mismo
provoca. El hombre y el mundo son concebidos como procesos, no como realidades
sustanciales. El acto está constituido por la acción adaptativa al medio y no como respuesta
a un estímulo; el acto social es una unidad interpretativa en donde los actos individuales
adquieren sentido referencial. En Mead, el pensamiento consiste en una internalización de
la interacción, así que lo que caracteriza a la persona es su reflexividad, la conciencia de
uno mismo a través de los demás (Carabaña y Lamo de Espinosa, 1978). “Lo que
propiamente desarrolla Mead es una teoría de las relaciones entre individuo y sociedad
fuertemente entroncada en la tradición filosófica pragmatista, de la que Mead es eminente
representante” (Carabaña y Lamo de Espinosa, 1978: 169). En otros órdenes, Mead realiza
aportaciones en el terreno de la comunicación al considerar ésta como un elemento
esencial de la sociabilidad humana; o la concepción, como control social, que presenta de
la acción intencional y el orden social; o el papel de la sociabilidad como agencia de los
humanos, en contraposición a los impulsos y las normas (Giner, Lamo de Espinosa y
Torres, 2001: 467-468).
Las ideas de Mead han inspirado, a través de sus discípulos, diversas corrientes
teórico-metodológicas que brevemente voy a citar siguiendo a Carabaña y Lamo de
Espinosa (1978). Por un lado, una tendencia de carácter determinista-cultural que
considera la sociedad como ‘un sistema de interacción’, desarrollada por Talcott Parsons.
En segundo término, la Escuela de Chicago, a través fundamentalmente de Blumer,
contrapone al esquema normativo de Parsons la idea de que la vida del grupo viene dada
por un doble proceso de interpretación de las acciones de uno mismo y de los demás y
recreada por las estructuras de acción de los individuos en un proceso de ajuste recíproco
de sus conductas. En un tercer grupo de herederos de Mead estaría la Escuela de Iowa, con
su pretensión de operacionalizar los conceptos del interaccionismo.
40
Alfred Schutz (1899-1959)
El pensamiento de Alfred Schutz se suele asociar a la fenomenología social; y en él
podemos encontrar diversas influencias de la sociología comprensiva de Max Weber,
como su interés por desarrollar una ciencia subjetiva, no exenta de racionalidad; también
observamos ciertas reminiscencias de los tipos ideales, aunque esta vez ya no lo serían sólo
en el sentido de acciones sino también de actores. Pero el pensamiento que más influyó en
Schutz fue el de Husserl. Schutz heredó de Husserl el rechazo a las técnicas de la ciencia
moderna, los procedimientos estandarizados, las estadísticas, etc.; prefiriendo describir los
fenómenos sociales tal y como son experimentados por la gente en su vida social cotidiana;
también heredó un subjetivismo interesado por las estructuras básicas de los fenómenos
sociales tal y cómo son experimentados por las personas (Ritzer, 1993a). Otras influencias
en Schutz provienen de los filósofos pragmatistas, como John Dewey y de George Herbert
Mead y sus influencias se sentirían en sus concepciones acerca del mundo de la vida, al
cual dota Schutz de un carácter estratificado y de una estructura espacial, temporal y
social, que a su vez, divide en ámbitos de sentido, de tal manera que el individuo está
constantemente confrontado con esos contornos a través de aquella estratificación social
(Dreher, 2012).
“Schutz parte del concepto de acción social acuñado por Max Weber, y aplica a
éste el concepto de significado de Husserl, dándole a la sociología un fundamento
fenomenológico” (Hernández y Galindo, 2007: 231). Para Schutz “la tarea de la sociología
consiste en comprender el modo en que los seres humanos construyen la realidad social, de
manera específica, en el mundo de la vida cotidiana” (Hernández y Galindo, 2007: 233).
Pero la elaboración más relevante de Schutz a los efectos de interés para esta Tesis
está en la ‘intersubjetividad’.
La intersubjetividad para Schutz no tiene tanto que ver con la interacción física
sino el modo en que las personas se comprenden a través de sus conciencias; lo
intersubjetivo consiste en lo social en tres sentidos: en la reciprocidad de perspectivas, que
permite reconocer la existencia de las otras personas; en segundo lugar, en el origen social
del conocimiento, que se adquiere mediante la interacción social durante su proceso de
socialización; y en tercer sentido, en el de que existe una distribución social del
conocimiento de acuerdo con la estructura social. La intersubjetividad tendría lugar en el
‘mundo de la vida’ que, si bien sería un concepto heredado de Husserl, en Schutz
adquiriría diversas caracterizaciones: el mundo del sentido común, la realidad mundana, el
mundo del trabajo cotidiano, etc. (Ritzer, 1993a).
41
Es en el mundo de la vida donde se elaboran los significados con los que se
construye la realidad social; es la intersubjetividad que se desarrolla en el mundo de la vida
lo que diferencia su subjetivismo del transcendentalista de Husserl y de las interpretaciones
psicologistas de la realidad (Hernández y Galindo, 2007).
Schutz dejará notar su influencia en el Interaccionismo simbólico, en la
etnometodología y especialmente en el constructivismo social de sus dos alumnos Peter
Berger y Thomas Luckmann.
A continuación me detendré en cada una de esas teorías.
Presento en este sub-capítulo los cuatro enfoques que guiarán esta Tesis desde el
punto de vista epistemológico y, como quedará recogido en otros lugares de este texto,
pospongo la etnografía para más adelante y de la que me ocuparé en el capítulo de
‘Recursos metodológicos’. Esta elección es pragmática: se trata simplemente de cumplir el
canon que sitúa habitualmente a la etnografía en el apartado de ‘Métodos’ de los manuales.
Los cuatro enfoques que abordo a continuación se agrupan para incidir en la idea de su
proximidad epistemológica y de la presencia en cada uno de ellos de aspectos
fundamentales de los demás, cuando no, de claras influencias más o menos directas de
unos en otros. Las expongo de forma separada en aras de una mayor claridad expositiva y a
pesar de los indudables lazos de parentesco que vinculan las ideas genéticas de tales
enfoques, como se podrá apreciar a lo largo de la exposición.
42
Escuela de Chicago a través de Dewey (Ritzer 1993b). Pero al margen de estas
consideraciones la obra de Blumer es la que parece haberse convertido en el canon
heredado de Mead del interaccionismo simbólico. Blumer, en el capítulo dos de su libro
‘El interaccionismo simbólico’ (1982), analiza la obra de Mead y rescata los que él
considera elementos fundamentales de su pensamiento que, de manera implícita, trazarían
un esquema teórico de la sociedad humana. Blumer inicia tal capítulo indicando: “mi
propósito es describir la naturaleza de la sociedad humana considerada desde el punto de
vista de George Herbet Mead” (Blumer, 1982: 45), para terminarlo con el siguiente
comentario “no he pretendido demostrar la validez de sus análisis, sino señalar la frescura,
fecundidad y revolucionaria transcendencia de su punto de vista” (Blumer, 1982: 57).
Las ‘materias primordiales’ que a criterio de Blumer constituirían la teoría social de
Mead serían: el ‘sí mismo’, un proceso por el que un individuo se convierte en objeto de sí
mismo; el acto, que se forma a través de la interacción del ser humano consigo mismo,
sería una conducta elaborada por el actor y no una respuesta predeterminada por factores
externos; ‘la interacción social’ —no simbólica— en la que el sujeto responde a gestos y
acciones ajenas, y también cómo el actor interpreta los gestos de los otros —interacción
simbólica—, extrae su significado y actúa en consecuencia; los objetos, serían creaciones
humanas, aquello que la gente ‘señala’ o a lo que ‘hace referencia’; y ‘la acción
conjunta’13, una acción colectiva definida por el ‘ensamblaje’ de los actos individuales de
cada participante. Este último aspecto de la concepción social de Mead, en la
interpretación de Blumer, contiene importantes consecuencias, dado que la ‘esencia de la
sociedad’ estaría en el permanente proceso de acción y no en un pretendido sistema de
estructuras que se relacionan; y la fuente para la comprensión de la sociedad humana
estaría en las acciones conjuntas, a las que reconoce un carácter diacrónico en su proceso
de formación, así como un carácter ordenado y repetitivo, base de la ‘definición común’,
que permite el ajuste colectivo (Blumer, 1982).
Con estas mimbres, a juicio de nuestro autor, Mead concibe la sociedad humana
como “un proceso social diversificado en el que las personas se ven obligadas a crear
acciones conjuntas para resolver las situaciones que afrontan” (Blumer, 1982: 53). De tal
manera que centra su enfoque “en el modo en que los seres humanos manipulan y
configuran su mundo y no en respuestas dispares a factores atribuidos” (Blumer, 1982: 54).
13
Blumer reconoce utilizar esta expresión en lugar de ‘acción social’ que es la que emplea Mead (Blumer,
1982: 51).
43
La consecuencia metodológica es que “el estudio de la acción debería hacerse desde la
posición de la gente (...) En suma, habría que asumir el papel del actor y contemplar su
mundo desde su punto de vista” (Blumer, 1982: 54).
“La primera es que el ser humano orienta sus actos hacia las cosas en función de lo
que éstas significan para él (...) La segunda premisa es que el significado de estas
cosas se deriva de, o surge como consecuencia de la interacción social que cada
cual mantiene con el prójimo. La tercera es que los significados se manipulan y
modifican mediante un proceso interpretativo desarrollado por la persona al
enfrentarse con las cosas que va hallando a su paso” (Blumer, 1982: 2).
44
que define los distintos conceptos usualmente utilizados en las ciencias sociales, como
estructura social, estatus o autoridad, y la vida en sociedad no consistiría sino en un
proceso de ensamblaje de las actividades de sus miembros.
En segundo término, la naturaleza de la acción social nos remite a un proceso que
‘forma’ el comportamiento humano y que se sustancia en dos formas o niveles: la de la
interacción no simbólica, resultado de la respuesta de un sujeto al acto no interpretado de
otra, y la de la interacción simbólica, que implica que entre las acciones de otros y la de
cada sujeto media un proceso de interpretación de aquellas; además toda parte implicada
en la interacción ha de ‘asumir’ el papel de cada uno de los sujetos involucrados; de tal
modo que “la vida de todo grupo humano constituye necesariamente un proceso de
formación y no un simple ámbito de expresión de factores preexistentes” (Blumer, 1982:
8).
Respecto a su naturaleza, los objetos, para el interaccionismo simbólico, son
producto de la interacción simbólica; sean estos objetos físicos, sociales o abstractos, su
naturaleza viene dada por el significado que tiene para la persona que, como tal, lo
considera; significado que orientará la acción de dicha persona respecto a tal objeto. Así
pues, los objetos reconocidos por un grupo de seres humanos son ‘creaciones sociales’ y
conforman su entorno o ‘mundo’, de tal manera que:
“Para entender los actos de las personas es necesario conocer los objetos que
componen su mundo (...) La vida de un grupo humano es un proceso a través del
cual los objetos van creándose, afirmándose, transformándose y desechándose. La
vida y los actos de los individuos van modificándose forzosamente a tenor de los
cambios que acaecen en su mundo de objetos” (Blumer, 1982: 9).
45
Por fin, en sexto lugar, la vida social requiere de la interconexión de las acciones
mediante la ‘acción conjunta’; esta consistiría, y se originaría, en la articulación de las
distintas líneas de acción de los diferentes miembros que constituyen el grupo social en
cuestión, de tal manera, que la vida de cualquier grupo humano se basaría en la adaptación
recíproca de las líneas de acción individuales de sus miembros. La acción conjunta
requiere un proceso de formación mediante la designación y la interpretación, a las que
anteriormente nos hemos referido; no obstante, el reconocimiento de una acción conjunta
en una colectividad, una familia, una universidad, no necesita de identificar a cada uno de
sus componentes; y son modelos recurrentes de acción conjunta los que constituyen la
acción social en cualquier colectivo humano, lo cual no quiere decir que:
“La vida de cualquier sociedad humana, en todos sus aspectos, no sea sino una
mera expresión de formas preestablecidas de acción conjunta (...) Es el proceso
social el que crea y sustenta las normas de la vida de grupo y no éstas las que forjan
y sostienen aquélla” (Blumer, 1982: 14).
Por otro lado, la acción conjunta, constituida por una extensa conexión de acciones
que forman parte de la vida de un grupo social, da un aire de red al conjunto de acciones de
sus individuos y sugiere cierto carácter de sistema a la vida del grupo humano; no obstante,
habría que advertir que:
En otro sentido, cada acción conjunta se nutre del contexto de la acción conjunta
previa, resaltando así tanto su carácter sincrónico como diacrónico.
No cabe duda de que la consideración de la acción conjunta dota a la ‘realidad
social’ de un carácter netamente construido por los individuos que, mediante el proceso de
interacción, formulan indicaciones e interpretan las de los demás, forman sus objetos, y los
modifican a través de la interacción con otras personas. Este aire construccionista
emparenta inequívocamente el interaccionismo simbólico de Blumer con los enfoques del
constructivismo social que más adelante abordaremos.
46
En otro orden de cosas, para Blumer, el interaccionismo simbólico, como
perspectiva y enfoque de la ciencia social empírica, debe cumplir los ‘requisitos’
metodológicos de la ‘ciencia empírica’ (Blumer, 1982). Esos requisitos serían la
presunción de la existencia de un mundo empírico, susceptible de ser observado, estudiado
y analizado, en el cual ha de buscarse y verificarse ‘la realidad’. Blumer conjuga
posiciones idealistas y realistas; para él el mundo empírico posee una naturaleza ‘real’, si
bien niega que sea de carácter fijo e inmutable a la vez que admite la tesis general del
idealismo, “que el mundo de la realidad sólo existe en la experiencia humana y que surge
exclusivamente en la forma en que los seres humanos lo ven” (Blumer, 1982: 17),
reconociendo de esta manera que:
“El mundo empírico existe siempre en forma de imágenes y conceptos humanos del
mismo. Sin embargo, en contra de lo que muchos suelen deducir, esto no traslada la
‘realidad’ desde el mundo empírico a la esfera de las metáforas y los conceptos. Es
erróneo llegar a la conclusión de que, como el mundo empírico sólo puede existir
para el ser humano en forma de imágenes o conceptos, la realidad hay que buscarla
en dichas imágenes o conceptos prescindiendo del mundo empírico” (Blumer,
1982: 17).
47
interacción social, las formas que adopta, las reglas que sigue y los roles que desarrollan
los sujetos implicados, como un orden social u ‘orden de interacción’ (Mercado y
Zaragoza, 2011). Pero, siguiendo a Juan José Caballero, también encontramos en él un
claro enfoque relativista y construccionista, donde “la realidad social no es sólo construida,
sino también reproducida y mantenida” (Caballero, 1998: 122).
Su obra podemos calificarla de micro-sociológica, por el tamaño de las entidades
que analiza, pero también de antropológica por el carácter etnográfico que marca la
presentación de sus estudios (Caballero, 1998). No obstante, el plano macro-estructural no
está ausente en la obra de Goffman, “ya que éste [el plano macro-estructural] se organiza
mediante las prácticas implicadas en lo que él llama el orden de la interacción” (Caballero,
1998: 143). Y para Ritzer (1993b), una de sus últimas obras, ‘Frame Analysis’ (Goffman,
2006)14, constituye un claro exponente de su giro hacia el estructuralismo. En esta línea se
expresa también Bernabé Sarabia para quien en esa obra “los marcos ya no son un tipo de
convención establecido entre individuos que se comunican: ahora se vuelven
independientes de las interacciones individuales, se articulan entre sí y se pueden engranar
y clasificar” (Sarabia, 2006: 276); y sitúa a Goffman fuera del ámbito del interaccionismo
simbólico.
En cualquier caso, la vida humana aparece en la obra de Goffman como una
escenificación teatral, y la interacción social, expresada en forma de encuentros cara a
cara, aparece como una forma de representación ritual: los sujetos aparecen como actores,
como público o como extraños que pueden en cualquier momento vincularse de manera
explícita a la representación; y el espacio queda determinado por su posición —real o
simbólica— en relación al escenario; espacio donde los actores, configurados como
equipos, sostienen sus encuentros, definen sus comportamientos y resuelven los conflictos
entre sus líneas de acción y su propia cara; conceptos sobre los que más adelante volveré.
Blanca Lozano destaca en Goffman tres unidades básicas para el análisis de la interacción
(Lozano, 2003: 51-52)15:
14
‘Frame Analysis’ se editó en 1974. La Primera edición en castellano tuvo que esperar hasta 2006.
15
Con el fin de mantener la homogeneidad en las citas, remito las de Lozano de Goffman a la edición en
inglés de 1982.
48
encuentran en inmediata presencia física uno de otro y que se extiende a todo el espacio en
el cual semejante control es posible” (Goffman, 1982: 167).
- La ocasión social: “un acontecimiento, por ejemplo una cena, que se espera con
ansiedad y se contempla retrospectivamente como una unidad; tiene un lugar y un tiempo
de desarrollo, y establece el tono de lo que sucede en y durante ella” (Goffman, 1982:
144).
- El encuentro social: “es una ocasión de interacción cara a cara que comienza
cuando los individuos reconocen que se han colocado en presencia inmediata unos de otros
y que termina con una separación aceptada de la participación mutua. Los encuentros
difieren notoriamente en cuanto a sus propósitos, función social, tipo y número de
personas, marcos, etc.” (Goffman, 1982: 91).
Estas tres unidades pueden ser consideradas como microsistemas sociales, con co-
presencia de los actores que se relacionan cara a cara: “el mundo de las relaciones cara a
cara se rige por un sistema articulado y persistente de reglas, normas y rituales” (Herrera y
Soriano, 2004: 61). En la interacción, los actores están en co-presencia: “la interacción (es
decir, la interacción cara a cara) puede ser definida en términos generales, como la
influencia recíproca de un individuo sobre las acciones de otro cuando se encuentran en
presencia física inmediata” (Goffman, 2009: 30). A ese carácter localizado de la
interacción hay que añadir el de su aspecto ‘performativo’: “mientras se encuentra en
presencia de otros, por lo general, el individuo dota a su actividad de signos que destacan y
pintan hechos confirmativos que de otra forma podrían permanecer inadvertidos y oscuros”
(Goffman, 2009: 44-45).
Podemos decir, pues, que se trata de actuaciones en las que están presentes todos
los elementos de una representación y que tienen una función comunicativa primordial
“porque si la actividad del individuo ha de llegar a ser significante para otros, debe
movilizarla de manera que exprese durante la interacción lo que él desea transmitir”
(Goffman, 2009: 45); y esa “dotación expresiva de tipo corriente empleada intencional o
inconscientemente por el individuo” (Goffman, 2009: 36) es lo que llamamos su fachada.
Otro aspecto importante de la interacción consiste en que cada equipo o actor —
considerado como un equipo— debe conducirse durante la interacción de tal forma que
mantenga la cara, la propia y la del resto del equipo, a salvo de amenazas; para ello
“deberá contar con un repertorio de prácticas salvadoras de la cara para cada una de estas
49
posibles relaciones con la amenaza” (Goffman, 1982: 15); será lo que llame ‘trabajos de la
cara’.
Entre las obras de Goffman de interés para esta Tesis destaco, en orden a su
publicación original, las que siguen.
“La sociedad está organizada sobre el principio de que todo individuo que posee
ciertas características sociales tiene un derecho moral a esperar que otros lo valoren
y lo traten de manera apropiada. En conexión con este principio hay un segundo, a
saber: que un individuo que implícita o explícitamente pretende tener ciertas
características sociales deberá ser en la realidad lo que alega ser” (Goffman, 2009:
27).
50
disposición de los actores respecto del escenario, a sus recursos expresivos y
comunicativos, a los roles de cada sujeto en la interacción o a los atributos y prácticas
implicados en la representación16. Y es que “debajo de toda interacción social parece haber
una dialéctica fundamental. Cuando un individuo se encuentra con otros, quiere descubrir
los hechos característicos de la situación” (Goffman, 2009: 279).
“Describir las unidades naturales de interacción que se construye con ellos (...) [y]
el orden normativo que predomina en y entre dichas unidades, es decir, el orden
conductual que se encuentra en todos los lugares poblados, ya sean públicos,
semipúblicos o privados, ya sea bajo los auspicios de una ocasión social organizada
o bajo las imposiciones más chatas simplemente de un marco social rutinario”
(Goffman, 1982: 1-3).
Apela a la etnografía científica como forma de obtener esos objetivos y aboga por
una “sociología de las ocasiones”. De particular interés es su primer capítulo ‘On face-
work’, del que adoptaré la traducción ‘sobre el trabajo de la cara’, donde analiza algunos
aspectos del carácter ritual de la interacción social. Para ello define diversos conceptos
como el de ‘cara’: “el valor social positivo que una persona reclama efectivamente para sí
16
Un resumen de ello se puede ver en Caballero (1998).
51
mismo por la línea que otros asumen que ha tomado durante un contacto en particular. La
cara es una imagen de uno mismo delineada en términos de atributos sociales aprobados”
(Goffman, 1982: 5). Otro concepto básico que aparece en este texto es el de ‘línea’: “un
esquema de actos verbales y no verbales por medio de los cuales expresa su visión de la
situación, y por medio de ella su evaluación de los participantes, en especial de él mismo”
(Goffman, 1982: 5). Con estos dos conceptos articula un análisis de la interacción, cuyo
fundamento está en los trabajos que cada actor ha de realizar para preservar ‘su cara’
mediante el manejo adecuado de su línea de acción durante el flujo de interacción en los
contactos sociales. Es también en este libro donde aparecen las tres unidades básicas de
interacción que cita Lozano (2003): situación social, ocasión social y encuentro social.
De interés para esta Tesis es también la obra ‘Estigma’, publicada por primera vez
en 1963, donde se ocupa de la interacción social de las personas con estigma, es decir de
“la situación del individuo inhabilitado para la plena aceptación social” (Goffman, 2008:
9); se trata de personas con defectos físicos, o delincuentes, prostitutas, etc. En ella,
Goffman formula un esquema conceptual para describir y analizar cómo el individuo
estigmatizado maneja la información que difunde de sí mismo hacia los demás; se trata de
los aspectos que tienen que ver con la información que transmite, con la que oculta, y la
relacionada con su identidad personal. Por el hecho de que las personas relacionadas con la
industria del sexo, especialmente las trabajadoras sexuales, sufran una carga
estigmatizadora en nuestras sociedades más próximas, esta obra nos será de especial
utilidad para interpretar determinadas conductas en ese ámbito social. Trataremos de ella
más adelante cuando abordemos los aspectos teóricos relacionados con el trabajo sexual.
Por fin, y sin detenerme apenas, ya que redunda en aspectos anteriormente tratados
aquí, citaré ‘Relaciones en público’ editada por primera vez en 1971. En ella el autor
aborda los vínculos entre las relaciones sociales —como elementos de la estructura
social— y la vida pública; lo que le interesa “son las normas y las prácticas que emplea
cualquier participante concreto en el cauce de las relaciones mutuas, y no la diferenciación
y la integración de los participantes” (Goffman, 1979: 17); “son las normas y las
ordenaciones conexas de comportamiento relativas a la vida pública, a las personas que
coexisten y a los lugares y las ocasiones sociales en que se produce este contacto. Por lo
tanto, lo que me interesa en especial es el ‘orden público” (Goffman, 1979: 17). Lo
anterior no quita para que sostenga que “los contactos habituales de las personas entre sí
52
crean universalmente sus propias normas” (Lozano, 2003: 55). Goffman estudia el
comportamiento del individuo como ‘unidad vehicular’, de la forma como cuando alguien
se conduce en el flujo de peatones en una calle de cualquier ciudad, y como ‘unidad de
interacción’; entendiendo por unidad de interacción “a la gestión de la co-presencia. A mi
juicio se trata de unidades fundamentales de la vida pública” (Goffman, 1979: 37). En esta
obra Goffman vuelve a suministrarnos una gran cantidad de conceptos para describir las
relaciones en el espacio público –del que por cierto no excluye los establecimientos
cerrados- que resultaría prolijo enumerar aquí, sin embargo sus conceptualizaciones,
relaciones y mecanismos conservan el mismo aire de familia que las que propone en
‘Ritual de interacción’ o en ‘La presentación de la persona en la vida cotidiana’.
En definitiva, la obra de Goffman presenta un interés especial para la línea de
trabajo de esta Tesis por el aporte de recursos que facilitará en la interpretación de la
observación participante, durante el trabajo de campo, y también por su ajuste con el resto
de presupuestos que fundamentan la investigación que aquí presento.
18
Por mi parte, en esta Tesis no distinguiré entre ambos términos, aunque emplearé con prioridad el segundo
cuando ello no contradiga los usos del contexto o del autor a los que me refiera.
53
los debates sobre el esencialismo, o la disyuntiva biología/cultura en la teoría
antropológica.
Así Marsall Sahlins en su libro ‘Cultura y razón práctica’ plantea:
“Este libro propone una razón de otra índole, la razón simbólica o significativa.
Adopta como cualidad distintiva del hombre no el hecho de que deba vivir en un
mundo material, circunstancia que comparte con todos los demás organismos, sino
el que lo haga según un esquema significativo concebido por él mismo, de lo que
sólo la humanidad es capaz” (Sahlins, 1988: 9).
También está presente cierto construccionismo en Margaret Mead, para el caso del
género como construcción cultural, tras su trabajo de campo en Samoa, como refleja Joan
Vendrell (2004).
Hecho este inciso, paso a un breve análisis de las principales ideas de Berger y
Luckmann, principalmente delineadas en su obra ‘La construcción social de la realidad’,
publicada por primera vez en 1967. Este libro tuvo su origen en la pretensión de sus
autores de realizar “un tratado teórico sobre sociología del conocimiento” (Berger y
Luckmann, 2006: 7). Para sus autores, el objeto de la teoría del conocimiento debe ser “lo
que la gente conoce en su vida cotidiana” (Berger y Luckmann, 2006: 29). Sus influencias
y antecedentes, según ellos mismo hay que situarlos en Schutz y sus estudios acerca de la
estructura del mundo de la vida cotidiana. Además:
Por otro lado Berger y Luckmann apelan a las dos ‘consignas más famosas y más
influyentes de la sociología’: “la regla primera y fundamental es: considerar los hechos
54
sociales como cosas”19; y la segunda “tanto para la sociología en su sentido actual, como
para la historia, el objeto del conocimiento es el complejo de significado subjetivo de la
acción”20 (Berger y Luckmann, 2006: 33).
Nuestros autores definen la realidad como “una cualidad propia de los fenómenos
que reconocemos como independientes de nuestra propia volición (...); el conocimiento
como la certidumbre de que los fenómenos son reales y de que poseen características
específicas” (Berger y Luckmann, 2006: 11).
Tres son los apartados que presenta su libro, que se refieren, respectivamente, a los
tres aspectos centrales que conforman su enfoque; los abordo a continuación.
La vida cotidiana
Berger y Luckmann construyen su sociología mediante un conglomerado
conceptual con el que analizan la realidad de la vida cotidiana, el mundo del sentido
común. Para ello toman el análisis que de las interacciones cara a cara hace Schutz, así
como del carácter fenomenológico del conocimiento humano. Tal realidad es ordenada, se
presenta objetivada de antemano, se organiza alrededor del cuerpo y del presente, y se
muestra como un mundo intersubjetivo cuya realidad es fáctica por sí misma y revela una
estructura temporal que se impone sobre la biografía del sujeto. La aprehensión de esa
realidad se realiza mediante tipificaciones, en cuyos términos se reconoce y se trata al otro
en la interacción cara a cara; y queda transcendida gracias a la objetivación de la
expresividad humana, como productos de la actividad humana que son reconocibles más
allá de la situación cara a cara. “La realidad de la vida cotidiana no sólo está llena de
objetivaciones, sino que es posible únicamente por ellas” (Berger y Luckmann, 2006: 51).
Los autores dan especial importancia al lenguaje hablado, considerado como un
tipo particular de producción de signos —de significación— constituidos éstos como un
caso especial de objetivación que tiene por objetivo ‘servir de indicio de significados
subjetivos’. Así pues, las objetivaciones expresan intenciones subjetivas que pueden
aprehenderse objetivamente; en el caso del lenguaje, éste se origina en la interacción cara a
cara pero puede objetivarse, transcender a ella y adquirir valor simbólico —el símbolo
19
Citando a Durkheim (1950).
20
Citando a Weber (1947).
55
como expresión de la transposición de significados de una esfera a otra de la realidad—.
De esta manera “el simbolismo y el lenguaje simbólico llegan a ser constituyentes
esenciales de la realidad de la vida cotidiana y de la aprehensión que tiene de esta realidad
el sentido común” (Berger y Luckmann, 2006: 57).
Otro aspecto remarcable se refiere al carácter del conocimiento de la vida cotidiana:
un conocimiento de ‘receta’ —el conocimiento pragmático mediante rutinas—, la validez
provisional del conocimiento, el acopio social del conocimiento, sus efectos sobre la
interacción, su estructuración en términos de relevancia, o su distribución social.
56
carácter objetivo a la realidad aprendida y carácter subjetivo a la realidad internalizada.
Después vendrán los procesos de sedimentación que, debidamente objetivados mediante el
lenguaje y a través de éste, serán transmitidos como tradición.
Cuando el proceso de objetivación alcanza a un determinado contexto de
conocimiento, común a un grupo de actores, aparecen tipos de actores que llamaremos
roles; por tanto los roles tienen que ver con la institucionalización y objetivación del
comportamiento, produciéndose así la participación social; así pues “los roles representan
el orden institucional” (Berger y Luckmann, 2006: 97). La historicidad en la que se asienta
el orden institucional es también causa de su variación y está relacionada con la
reificación, mediante la cual los productos humanos se aprehenden como si fueran
productos de la naturaleza.
Berger y Luckmann utilizan el término ‘legitimación’:
57
individuo ya socializado en otros sectores del mundo objetivo lo llaman socialización
secundaria y consistiría en nuevas internalizaciones de ‘submundos’ institucionales, que
requerirá de la adquisición de conocimiento de nuevos roles, que conllevarán un alto grado
de anonimato así como de símbolos y rituales. La socialización secundaria consigna menos
carga afectiva que la socialización primaria y presenta mayor artificialidad.
La realidad de la vida cotidiana basa su mantenimiento porque se concreta en
rutinas, reafirmándose continuamente en las interacciones de cada individuo con los
demás. Pero Berger y Luckmann también dan un valor relevante a la interacción hablada
para el mantenimiento de la realidad:
58
el terreno de la ‘dialéctica de la naturaleza’ desarrollada por Friedrich Engels. Para
nuestros autores, si bien nuestra naturaleza animal impone constricciones y limitaciones
con respecto a la construcción social de la realidad, ésta a su vez modifica el
funcionamiento de nuestro organismo: “ciertas funciones biológicas intrínsecas como el
orgasmo y la digestión se estructuran socialmente. La sociedad también determina la
manera en que se usa el organismo en actividad; la expresividad, el porte, y los gestos se
estructuran socialmente” (Berger y Luckmann, 2006: 223). Finalmente exponen toda una
declaración sobre un aspecto que reitero crucial:
Para Berger y Luckmann no existe una naturaleza humana que determine las
formaciones socioculturales, la constitución de tal naturaleza tendría el sentido de:
21
Un desarrollo de estos supuestos lo realiza Eugenia Ramírez Goicoechea (2009).
59
La Etnometodología
Es común y habitual situar el origen de la etnometodología en Harold Garfinkel y
su obra ‘Studies in Ethnomethodology’, editada originalmente en 1968 —la edición en
castellano, ‘Estudios en Etnometodología’, se publicó en 2006—. Para Garfinkel, la
etnometodología consiste en “la investigación de las propiedades racionales de las
expresiones contextuales y de otras acciones prácticas, como logros continuos y
contingentes de las prácticas ingeniosamente organizadas de la vida cotidiana” (2006: 20).
60
Para Caballero22, el programa básico de la etnometodología partiría del enunciado
siguiente: “la persona empieza con ciertos materiales que ponen límites y luego actúa, y, al
actuar, varía esos límites. Estos nuevos límites constituyen el material de otro acto
creativo, y así hasta el infinito” (1991: 91). No parece exagerado rastrear en esta expresión
el aire construccionista de Berger y Luckmann a propósito de lo que ellos llaman procesos
de externalización.
A partir del anterior enunciado identifica Caballero en la etnometodología cinco
perspectivas básicas sobre la naturaleza de la realidad social:
22
Citando a H. Mehan y H. Wood (1975).
61
considera que “los hechos sociales son las realizaciones de los miembros” (Coulon, 2006:
33)23.
La ‘realidad’ se construye también con el lenguaje ordinario, sin embargo los
significados de cada expresión vienen dados por los diferentes contextos en los que se
produce en cada situación particular; este carácter contextual de los significados es lo que
se conoce como ‘indexicalidad’ —o indicialidad—; la indexicabilidad nos remite a una
idea del carácter local del significado.
El ‘principio del etcétera’ está vinculado a la existencia de significaciones comunes
al hablante y al oyente en la interacción verbal, de tal forma que el hablante puede dejar en
manos del oyente el completar la información —con un etcétera, por ejemplo— con el fin
de no interrumpir la interacción facilitando la fluidez en la vida social.
La ‘reflexividad’ hace referencia a un carácter propio de buena parte de la
interacción humana, se trata de la construcción de sentido que acompaña a la expresión de
nuestras descripciones, “las descripciones de lo social se convierten, en el momento de
expresarlas, en partes constitutivas de lo que describen” (Coulon, 2006: 44); así, la
descripción de una situación forma parte constituyente de dicha situación.
Para la etnometodología el mundo social es ‘accountable’, si es inteligible en las
acciones prácticas que realiza la gente.
Así pues, decir que el mundo social es accountable “significa que está disponible,
es decir, que es descriptible, inteligible, relatable y analizable (...) en las acciones prácticas
de la gente” (Coulon, 2005: 48).
El término ‘miembro’ en etnometodología, no remite a una pertenencia común
simplemente; para Coulon (2005) este concepto es cambiante en el propio Garfinkel y su
caracterización tiene que ver con el lenguaje común, con “cómo los actores mismos tratan
23
Citando a Garfinkel y Sacks (1970).
62
su propio saber y el de los demás como socialmente organizado” (Caballero, 1991: 98);
ello facilita el reconocimiento y permite construir el mundo social como real a través del
sentido que le damos.
Como vemos, la etnometodología muestra un aire de familia que la emparenta tanto
con el interaccionismo simbólico como con el construccionismo social, al menos en su
programa básico, reflejando tanto las herencias comunes recibidas como el solapamiento
conceptual de sus construcciones teóricas.
63
- La exhaustividad del tratamiento de los datos, que evite la selección interesada de
ellos.
- La convergencia entre los investigadores y los participantes sobre la visión de los
acontecimientos.
- El análisis ‘interaccional’, que impida, a la vez, la reducción psicológica y la
reificación sociológica.
Por otro lado, la indicación de que los problemas de diverso carácter, detectados en
la investigación, deberían pasar a integrar la investigación, supuso el arranque de la
llamada ‘Etnografía reflexiva’.
La otra aportación que cita Coulon (2005: 94-97)) es el ‘Tracking’, en los términos
de Don H. Zimmerman: “seguir la pista, pisarle los talones a alguien”. Su posición nos
sitúa en el terreno claramente emic de la investigación etnográfica: situarse en la
perspectiva de los actores, pero no sólo eso:
64
Estos cuatro enfoques expuestos en el presente sub-capítulo representan algunas de
las cristalizaciones de una línea epistemológica que se fue constituyendo a través de un
siglo; han abierto florecientes perspectivas a las ciencias sociales y fundamentan una nueva
forma de abordar las investigaciones socio-antropológicas. Su entronque con la etnografía
y el conjunto de la metodología empleada en esta Tesis, que serán abordados en el capítulo
de ‘Recursos metodológicos’, constituyen el armazón del modelo con el que se ha
abordado la presente investigación.
65
66
1.2 ESTRUCTURA CONCEPTUAL
La sociabilidad en Simmel
En Simmel, la sociabilidad adquiere el rango de ‘forma’, principio sintético que
emerge de las diferentes maneras de asociación, que satisface el ‘impulso sociable’ —su
contenido— y que acompaña a cualquier otro motivo que persiga la asociación:
“Se puede hablar de un impulso del hombre hacia la sociabilidad. Sin duda es a
causa de necesidades e intereses especiales que los hombres se unen en
asociaciones económicas o fraternidades de sangre, en sociedades de culto o en
bandas de asaltantes. Pero mucho más allá de su contenido especial, todas estas
asociaciones están acompañadas de un sentimiento y una satisfacción en el puro
hecho de que uno se asocia con otros y de que la soledad del individuo se resuelve
dentro de la unidad: la unión con otros” (Simmel, 2002b: 195-196).
67
El ‘impulso a la sociabilidad’ queda desvinculado de los intereses y problemas de la
vida real, de cualquier fin pragmático que la asociación de individuos pueda perseguir, de
manera que tal potencia queda realizada en el ‘encuentro social’, en la sociedad sin
intenciones: “la sociabilidad es la forma lúdica de la asociación” (Simmel, 2002b: 197) y
también la forma lúdica de las problemas éticos. Resulta así que las diferentes
interacciones y relaciones, que para cualquier otra estructura o institución son meros
medios para conseguir sus fines sociales, “para la sociabilidad constituyen la totalidad del
significado y el contenido del proceso social” (Simmel, 2002b: 198). Por tanto, para
Simmel la sociabilidad resulta de un estímulo propio de la naturaleza humana, que
mediante el proceso de ‘autonomización’, común a otros impulsos y formas, “desprende de
las realidades de la vida social el puro proceso de socialización como un valor y una forma
de felicidad y a partir de ello constituye lo que llamamos sociabilidad en sentido más
estricto” (Simmel, 2002a: 82). Así pues, para él, tanto la sociabilidad como la socialización
proceden de la interacción; ambas van indisolublemente unidas, dado que la sociabilidad
queda definida como la abstracción de la socialización. En este sentido, la sociabilidad se
manifiesta de forma genuina en el juego o en la coquetería, o en la conversación, cuando
ésta se convierte en un fin en sí mismo.
De nuevo surge aquí el dualismo simmeliano, pues:
“La sociabilidad crea, si uno quiere, un mundo sociológico ideal, en el cual (...) el
placer del individuo es siempre contingente según el regocijo de los otros (...) un
mundo artificial hecho por seres que han renunciado tanto a los componentes
objetivos como a los puramente personales de la intensidad y la amplitud de la
vida” (Simmel, 2002b: 200).
68
mundo de la sociabilidad es artificial, “construido de seres que desean crear
exclusivamente esta pura interacción entre ellos que no esté desequilibrada por ningún
acento material” (Simmel, 2002a: 88); Conviene, en este punto, recordar la observación
que hace Alejandro Néstor García al referirse a la deuda de la concepción simmeliana de la
sociabilidad con aquella que emergía en los salones sociales en el Berlín de su época;
gracias a que Simmel participó de esas experiencias sociables, como participante,
organizando veladas con gente distinguida en su propia casa (García, 2011). No obstante,
en él el carácter de la sociabilidad no es superficial sino simbólico, de tal forma que este
simbolismo la conecta con la vida ‘real’.
“Si la sociabilidad corta del todo los hilos que la relacionan con la realidad de la
vida y de las que teje su tela, aunque esta sea estilizada de muy otra manera, su
carácter de juego se convierte en un puro juguetear con formas vacías, en un
esquematismo sin vida y orgulloso de carecer de esta” (Simmel, 2002a).
69
a las relaciones personales —el tratarse— como a los ámbitos en dónde se desarrolla. Para
él:
“La sociabilidad remite pues en la historiografía actual a la aptitud de los hombres
para relacionarse en colectivos más o menos estables, más o menos numerosos, y a
las formas, ámbitos y manifestaciones de vida colectiva que se estructuran con este
objetivo” (Guereña, 2003b: 413).
Podríamos decir con Xavier Motilla que el término sociabilidad ha ido variando su
campo semántico de tal manera “que integra a la vez los aspectos más formalizados, es
decir, la vida asociativa en su conjunto, y aquellos aspectos menos estructurados de la vida
cotidiana o informales, como la calle, el mundo de los cafés, las tabernas, etc.” (Motilla,
2012: 342).
Josepa Cucó24, tras realizar un somero repaso crítico a diferentes concepciones de
la sociabilidad, propone para ésta una definición entendida en sentido amplio que incluiría
“los modos de interacción supra-familiar y los agrupamientos que ocupan el espacio
intermedio entre el nivel de las instituciones altamente formalizadas y el reducido ámbito
de los grupos domésticos” (Cucó, 2008a: 125-126); de tal forma que entre sus rasgos
estarían su carácter histórico, social y dinámico. Esta definición, a mi entender, resuelve
problemas acerca de algunos inconvenientes presentes en la concepción de la sociabilidad,
como la de la dicotomía sociabilidad formal/informal, o la de la confusión entre
sociabilidad y los ámbitos de asociación en los que se expresa; por otro lado, ubica los
ámbitos de sociabilidad de que se dota la modernidad ante la progresiva desaparición de
las formas ritualizadas de interacción propia de sociedades anteriores.
En otro sentido, Pablo Quintero realiza una breve excursión por las tradiciones
filosóficas a lo largo de la historia buscando fundamento para una definición de
sociabilidad, concepto que él sitúa en el contexto de la dicotomía naturaleza-cultura. Para
el referido autor, la definición de la sociabilidad vendría dada por una doble articulación:
como capacidad natural, vinculada al pensamiento inconsciente, y como medio cultural, en
el sentido de formas en que “puede producirse, aprenderse y reproducirse en una sociedad
particular” (Quintero, 2005: 6). La sociabilidad constituiría así, la forma con la que los
24
Citando a Agulhon (1977: 8-10). Procede dejar constancia de la influencia que el concepto manejado por
el historiador francés ha tenido en nuestro país, a pesar del carácter cambiante de su contenido a lo largo de
su obra.
70
hombres se relacionan entre sí, constituyendo “un orden general de existencia (...) en
donde encajan tanto la identidad social como la identidad personal” (Quintero, 2005: 8).
Así, un primer eje vendría marcado por el carácter lúdico de la relación —que
recoge el carácter restringido o ideal de la sociabilidad simmeliana—; de tal forma que la
sociabilidad incluye un conjunto de interacciones propias de la vida social de las personas
que se relacionan socialmente; la composición puede oscilar desde extremos marcados por
la emergencia de aspectos exclusivamente lúdicos, hasta aquéllas mediante las cuales se
satisfacen también intereses sociales concretos de variado carácter.
El segundo tendría que ver con la caracterización de los contextos espaciales en que
esas interacciones se desarrollan, desde espacios privados, o de acceso restringido o
marcado por convenciones, hasta los públicos donde la libre concurrencia deja sin apenas
límites la posibilidad de presencia de las personas.
La tercera articulación tendría que ver con ese continuo al que se refiere Cucó,
expresa el nivel de formalización de los ámbitos en los que se produce, desde la
formalización y estructuración consciente de entidades y asociaciones orientadas a fines
específicos, más o menos permanentes, a los encuentros transitorios, esporádicos o
casuales entre personas en espacios no formalizados.
Por fin, podríamos añadir un cuarto vector que expresara, utilizando la terminología
simmeliana, la geometría de la interacción, en concreto el nivel de proximidad y el interfaz
que media entre los diferentes sujetos y que permite, facilita o filtra la interacción; desde
71
las relaciones cara a cara de las que nos habla Goffman, con contacto físico más o menos
intenso, o sin él, hasta la relación a través de correspondencia, telefonía o Internet, como
las que se da en las llamadas redes sociales.
No se trata de una definición operativa, sino de un conjunto de criterios que pueden
ayudarnos a encuadrar un fenómeno poliédrico que, con distintas intensidades, emerge de
múltiples formas y en diferentes contextos sociales.
Un rasgo que cabe recordar en relación a los estudios de sociabilidad tiene que ver
con la confusión a la que se refiere Motilla, y que hemos citado arriba, entre sociabilidad y
asociacionismo; de tal manera que disponemos de abundantes estudios donde la
sociabilidad aparece, si acaso, en mayor o menor medida, como un subproducto de los
estudios sobre asociacionismo.
Ello ha tenido como efecto, como nos recuerda Jorge Uría (2008), la mayor
presencia del tipo formal en las publicaciones sobre sociabilidad dado el carácter
institucional de estas asociaciones.
Entre ellas no podemos obviar el trabajo, ya clásico en el ámbito de la antropología,
de Isidoro Moreno (1985), sobre las cofradías y hermandades andaluzas, además, están las
sociedades corales que analiza Jaume Carbonell (2003); las logias masónicas que estudia
Luis P. Martín (2003); los clubes deportivos que aparecen en la revisión histórica que
hacen Xavier Pujadas y Carles Santacana (2003); las ‘sociedades’ obreras que estudia
Manuel Morales (2006) y los ateneos liberales o libertarios que examinan Francisco
Villacorta (2003) y Javier Navarro (2003) respectivamente.
72
Otros espacios más orientados a la sociabilidad lúdica, el ocio o el consumo, tienen
que ver con los cafés barceloneses que estudia María de los Ángeles Pérez (2001), las
tabernas (Uría, 2003), los McDonald sobre los que diserta Eloy Martínez (2003), los
burdeles que examina Guereña (2003c), o la mirada sobre los gimnasios que proyecta
Anastasia Téllez (2003), etc.
Por fin, nos referiremos a las nuevas formas de sociabilidad surgidas en entornos de
interacción virtual, sin co-presencia física y que requiere de la mediación de una tecnología
25
Siguiendo a Torres podemos definir el espacio público como un “espacio físico socialmente conformado
para ser accesible a todos, susceptible de diversos usos, y que implica una co-presencia entre desconocidos”
(Torres, 2005b: 243). La calle –cuando no es privatizada- es el espacio público por antonomasia, pero
también los andenes, las paradas de autobuses, las plazas; en general, los espacios exteriores. En todos ellos
se dan las características que concita la sociabilidad: usado de forma individual o colectiva, en familia o en
grupo, regulado por un conjunto convenciones formales o informales, explícitas o implícitas, “que establecen
las formas en que debe desarrollarse la interacción y fijan la ‘normalidad’ de usos y comportamientos”
(Torres, 2005b: 243).
73
de transporte de datos, pudiendo citar al respecto el trabajo de Laura Bautista (2012).
Precisamente los atributos sociables y el carácter de red que podemos encontrar en la
comunicación a través de estas nuevas tecnologías están proporcionando los fundamentos
para una nueva disciplina: la 'webnografía' a la que se aproxima Joan Mayans (2002) y la
antropología virtual o ciber-antropología que aborda Alfonso Vázquez (2008).
En este sub-capítulo trataremos acerca del trabajo sexual, tanto desde la vertiente de
sus aproximaciones conceptuales, como desde el abordaje que sobre él se ha realizado
desde la producción científica y académica contemporánea más actual. Pero antes de tratar
ambos aspectos hay algunos problemas previos que conviene reflejar y que afectan al
estudio de este fenómeno sociocultural a lo largo de la historia y, desde luego, en nuestra
sociedad actual. Se trata de cuestiones que tienen que ver con las conceptualizaciones que
se manejan para referirse a ese ‘hecho’ tanto en la vida cotidiana como en los mismos
estudios en el campo de las ciencias sociales.
26
El termino incrustación proviene del inglés ‘embedded’; usado en la Antropología Económica, afirma para
las sociedades conocidas, con excepción de la sociedad occidental moderna, que “la producción y
distribución de bienes materiales estaba incrustada en las relaciones sociales de tipo no económico de tal
forma que ni existía un sistema económico institucionalmente separado ni una red de instituciones
económicas” (Polanyi, 2009: 117).
74
como para las relaciones que se establecen en el marco de eso que comúnmente —y
teóricamente también— se suele designar como prostitución.
Acerca de este problema encontramos referencias en trabajos de investigación aun
con diferentes enfoques.
Así el Colectivo IOÉ sugiere una aproximación dinámica y con varios componentes
que en diverso grado estarían presentes en el intercambio sexual; situando éste en una línea
de continuidad con los afectos y los cuidados, según el tipo de relación que se establece y
los ámbitos donde se desarrolla.
Relaciones -Correlación de fuerzas existente entre los múltiples agentes que desarrollan estas Espacio
re-distri- actividades da lugar en cada coyuntura histórica a una ‘norma reguladora de los público
butivas afectos y la sexualidad’. político
-‘Dispositivos’ colectivos canalizan los afectos y la sexualidad, construyen normas
sociales y la gestionan.
75
“El ámbito del intercambio sexual, mediado o no por contraprestación económica,
puede ser concebido como un elemento del complejo ‘afectivo-sexual’. Con esta
categoría nos referimos al conjunto de necesidades humanas de atención y cuidado,
acompañamiento y reconocimiento, y a las diversas formas de satisfacerla con el fin
de obtener el bienestar afectivo-emocional, sensual-corporal y erótico-sexual”
(Colectivo IOÉ, 2001: 649).
27
Citando a Tabet (1987).
76
este comercio, en especial a las mujeres que realizan el trabajo sexual, pero también a
clientes, novios, etc.
Aunque volveré más tarde sobre este asunto, interesa ahora aquello que se refiere al
contenido de los términos prostitución, prostituta y puta en el sentido en que lo expresa
Pheterson, para referirse al carácter cultural construido de las asignaciones sociales a
aquellas personas:
“Los roles sociales de puta, cliente y chulo son imágenes culturales comunes, a
menudo dotadas de glamour o denigradas. Las putas son modelos tradicionales
claros de deshonra femenina de igual manera que los clientes y los chulos lo son de
la innobleza masculina” (Pheterson, 2000: 59).
En otro sentido se expresa Dolores Juliano para referirse al papel que representa la
desconsideración social de las prostitutas:
Parece, pues, que todo aquello que se relaciona con lo que comúnmente se entiende
por prostitución presenta una serie de contenidos simbólicos y efectos sociales que poco
tienen que ver con el intercambio sexual remunerado, sino que más bien hacen referencia a
fenómenos vinculados con el control social, los procesos de marginalización, o la
tipificación de conductas desviadas o peligrosas, en un determinado contexto sociocultural.
Todo ello nos pone ante la evidencia de que tal vez los términos prostitución, puta,
prostituta, etc. sean inadecuados para analizar el intercambio comercial de sexo,
necesitando distanciarnos de esas categorías y de los diferentes enfoques para los que son
funcionales. Volveremos más adelante sobre esta cuestión; en cualquier caso, tengamos en
cuenta estas reservas al respecto dado que este problema estará presente a lo largo de toda
la investigación relacionada con esta Tesis.
77
La prostitución en las ciencias sociales
La presencia de ensayos acerca de la prostitución viene de lejos, si bien relacionada
con los estudios históricos generalmente vinculados con las las prácticas asociadas a las
corrientes higienistas presentes en ese ámbito desde el S. XIX.
Francisco Vázquez (1998) resalta dos líneas explicativas para la prostitución en las
ciencias sociales.
La primera situaría el origen de la práctica de la prostitución en el doble estándar
moral que rige el comportamiento sexual en determinadas sociedades. Moral sustentada
por el carácter patriarcal de las relaciones de parentesco, donde la mujer ocupa una
posición de subordinación respecto al varón y representa un bien con valor de cambio para
el grupo familiar al que pertenece. La prostitución sería entonces el recurso que canalizaría
la energía sexual de los varones solteros, impidiendo que se orientara contra las mujeres
del clan, amenazando su cohesión. Se trata, pues, de una explicación a partir de las
relaciones de dominación de género, en las que los hombres ejercen un dominio sobre las
mujeres en diversos ámbitos sociales, y que predice que la prostitución desaparecería si se
desmantelaran las relaciones patriarcales que permiten la dominación androcéntrica de la
mujer (Vázquez, 1998). Ésta sería la explicación preferida por una parte del movimiento
feminista actual, en donde fue unánime hasta hace un par de décadas.
Otra línea explicativa señala la aparición de la prostitución en todos aquellos
entornos sociales en los que la demanda sexual no se encuentra satisfecha por la oferta
matrimonial y se produce un desequilibrio demográfico, social, o temporal. Esta hipótesis
estaría complementada con otra, que hace referencia al mercado laboral femenino: cuando
el mercado laboral femenino es muy rígido y simultáneamente el mercado matrimonial es
restringido, la prostitución tendería a aumentar. Esta línea explicativa, de orientación
liberal, que permite hablar de un mercado del sexo, ha constituido el argumento central de
la sociología de la desviación (Vázquez, 1998).
Por otro lado, siguiendo a Juan José Marín (2001), podemos decir que tres han sido
los enfoques que han mantenido los estudios de historia social respecto a la prostitución: el
de la patología social, según el cual la prostitución respondería a causas individuales
relacionadas con deficiencias de tipo personal que la relacionarían con la delincuencia; el
enfoque desviacionista, que caracteriza a la prostitución como una desviación de las
normas codificadas por la sociedad, considera aquella actividad como peligrosa para el
78
funcionamiento y progreso de la sociedad. El tercer enfoque sería el anómico, que busca el
origen de la prostitución en la incapacidad de la sociedad o de su funcionamiento para
proveer de los medios de vida adecuados a determinados sectores de la población; ello
impelería a muchas mujeres al ejercicio de la prostitución como forma de obtener ingresos
suficientes para encauzar su vida situándolas en posición de inferioridad y víctimas
propiciatorias de la trata y la esclavitud.
Estas concepciones acerca de la etiología de la prostitución y de la actividad de las
prostitutas se manifestará en las tres clásicas actitudes institucionales ante ella; pudiendo
situar en cada uno de los tres enfoques citados por Marín, respectivamente, el
‘prohibicionismo’, el ‘reglamentarismo’ y el ‘abolicionismo’; modelos que analizaré más
adelante.
Sería a partir de la década de 1970 cuando la historia social pusiera en cuestión
estos enfoques, a partir de diferentes trabajos, si bien muchos de ellos analizando aspectos
de la prostitución anclados en las sociedades euroamericanas desde finales del S. XVIII
hasta principios del S. XX.
28
Si bien todas las referencias a esa obra corresponderán a su edición en castellano de 1976.
79
dentro de la institución familiar y al hombre las de fuera de ella–— y la introducción del
dinero como mediador en el intercambio sexual extramarital cómo se libera al hombre de
las obligaciones con la mujer y degrada la posición de ella en esa relación: “honra sexual
femenina y dinero han de encontrarse en relaciones fundamentalmente distintas. Mientras,
para nosotros, la posición de la prostitución se determina en la distancia insalvable y en
inconmensurabilidad completa de aquellos dos valores” (Simmel, 1976: 470).
Simmel concede a la relación en la prostitución un carácter contingente, degradante
para la mujer y reducido al puro acto carnal. Asimismo lo considera una relación
desequilibrada entre el escaso valor del dinero en contraposición a lo que la mujer entrega:
“en el acto carnal en que consiste la prostitución, el hombre entrega un mínimo de su Yo y
la mujer, en cambio, un máximo” (Simmel, 1976: 469); ella entrega ‘lo más íntimo y
personal’ a cambio del dinero del hombre.
Podemos resumir diciendo que para Simmel, el intercambio sexual remunerado
mediante el dinero lleva en su interior la degradación de la mujer, por el propio carácter
que el dinero confiere a las relaciones personales cuando está presente en ellas. Además,
conviene dejar constancia de la presencia en su análisis de elementos problemáticos como
la necesaria fundamentación del intercambio sexual en el ‘amor auténtico’ o el escaso
desarrollo explicativo que ofrece del concepto ‘honra femenina’, que utiliza
reiteradamente.
Una nueva aportación desde las ciencias sociales la representa Kingsley Davis,
quien en 1937 publica un artículo en la Américan Social Review titulado ‘The sociology of
prostitution’. En él, Davis intenta responder a la pregunta de por qué una práctica
desaprobada y desautorizada en Occidente presenta tan enorme vitalidad en la sociedad de
su tiempo. Su respuesta la sitúa explícitamente en el análisis sociológico y la relaciona con
la vinculación de la prostitución a otras instituciones sociales.
30
El término ‘anestro’ no está en el DRAE. Según el Diccionario Médico en Línea, significa ausencia del
ciclo estral en determinados mamíferos superiores, de tal manera que no hay una regulación periódica del
deseo sexual, como ocurre con el resto de animales (Portales médicos.com).
80
humanos— de tal manera que la respuesta sexual puede desconectarse del apetito sexual
para vincularse a otros fines. Este hecho es relevante para Davis ya que constituiría el
“principio básico de la prostitución a saber, el uso de la estimulación sexual en un sistema
de dominio para alcanzar fines no sexuales” (Davis, 1937: 745-746); hecho que no debe
verse como una especie de determinismo biológico, sino como una predisposición bio-
social que las normas culturales se encargarán de encauzar.
31
Cita del original en inglés, traducción propia.
81
Sobre la posibilidad de erradicación de este fenómeno, Davis niega que pueda
realizarse sólo mediante medidas económicas; esa hipotética situación requeriría la
ausencia de control institucional sobre la expresión de la sexualidad y que el deseo sexual
de cada persona debiera ser habitualmente correspondido. La hipotética desaparición del
sexo comercial quedaría vinculada entonces con la de las instituciones reguladoras del
deseo sexual. El descreimiento de Davis al respecto de esta posibilidad es claro:
82
Mills hace referencia a dos tipos de prostitución tradicionales.
En primer lugar se refiere a “la prostituta al viejo estilo (...) que no oculta lo que es:
en la calle, en una casa, o conseguida por un mozo de hotel o un chofer de taxi” (Mills,
1964: 252); cuyos clientes suelen ser gente corriente: viajantes, estudiantes universitarios,
o soldados.
En segundo lugar aprecia “la prostitución de clase alta (...) que fomentan los
hombres ricos y jóvenes acomodados, los millonarios ocupados y los ‘playboys’ o los
ejecutivos” (Mills, 1964: 252); se trata de una forma de desempeño emparentada con las de
las mujeres amantes, mantenidas y con una relación más continuada en el tiempo.
Por fin, Mills nos muestra una tercera forma que él llama la prostitución vinculada
a “la muchacha de la cuenta de gastos” (Mills, 1964: 252).
83
El análisis de Mills, a pesar de su corta extensión, aborda un fenómeno que es
habitualmente desconsiderado en los estudios sobre prostitución pero que aporta elementos
de gran interés analítico para su caracterización conceptual y alcance social; en particular,
el alejamiento de la pobreza como factor motivador para la realización del trabajo sexual, o
la consideración como prostitución de comportamientos y relaciones que, por vincularse a
estamentos de mayor nivel en la estructura social, suelen quedar fuera del objeto de los
estudios acerca del trabajo sexual en las ciencias sociales.
84
El segundo hecho, y relacionado con él, tiene que ver con un fenómeno nuevo, la
conversión de nuestro país en un destino para la emigración que comienza en la década de
1980 y se consolida en los años siguientes, y que producirá una renovación casi total en el
origen nacional de las trabajadoras sexuales como revelan los diferentes informes que la
Guardia Civil viene publicando, al menos, desde el año 2000.
Asociado a este proceso empiezan a manifestarse otros fenómenos contingentes al
trabajo sexual como es el tráfico y la trata de seres humanos, cuyos episodios son relatados
con enorme escándalo y sensacionalismo por diferentes medios de prensa, programas de
televisión e incluso libros con pretendido carácter de investigación que explotan la
sensibilidad de los lectores a partir de trágicas historias particulares.
Estos fenómenos, y su consideración como contingentes al trabajo sexual o como
inherentes a él, profundizan en la fractura que estaba ya presente en torno a las polémicas
sobre el trabajo sexual, en particular, dentro de la doctrina feminista. Este movimiento
estuvo motivado por los análisis sobre prostitución que desde el feminismo habían
comenzado a introducirse en nuestro país de la mano de Raquel Osborne (1988; 1991), de
Dolores Juliano (2002), o de las traducciones de las respectivas obras de Gail Pheterson
(1992; 2000), Carla Corso y Sandra Landi (2000) que, partiendo del reconocimiento de las
iniciativas de las propias prostitutas, se enfrentan a una potente corriente del feminismo
abolicionista que ha ido ejerciendo su influencia en las políticas de las diferentes
administraciones en relación al tratamiento de la prostitución, tal y como lo expone María
Luisa Maqueda (2009).
A este cambio no han sido ajenos los estudios sobre sexualidad que, con mayor o
menor intensidad, han puesto el énfasis en su análisis como construcción cultural. En esta
línea cabe citar las respectivas versiones en castellano de los trabajos de Jeffrey Weeks
(1993) o de Leonore Tiefer (1996). Y más recientemente, desde el campo de la
antropología, los aportes de José Antonio Nieto (2003 y 2011)33.
33
Una suscinta e interesante aproximación a estas cuestiones la encontramos en Acién (2009).
85
los que la prostitución femenina quedaba asociada a la inmigración: el Institut Catalá de la
Dona (Navarro, 2001), el Defensor del Pueblo Andaluz (2002), el Instituto Vasco de la
Mujer (2002), la Dirección General de la Mujer de la Comunidad de Madrid34 (2003) o el
Gobierno del principado de Asturias (Fernández, 2004); a los que sucederían una lista que
se haría interminable citar35.
Asimismo, las entidades sociales que trabajaban con inmigrantes elaboraron sus
propios estudios; entre los pioneros podemos encontrar a la malagueña Asociación Mujer
Emancipada (1998), Médicos del Mundo (2001), ACSUR-Las Segovias (Bonelli y Ulloa,
2001), la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (Acién y Majuelos, 2003) o
APRAM (Meneses, 2003).
34
Trabajo realizado por la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres (CIMTM).
35
Análisis más exhaustivos de las primeras investigaciones de este tipo pueden verse en IOÉ (2001).
86
psicosociales y la calidad de vida de las trabajadoras sexuales; con una perspectiva socio-
antropológica36, además de las ya citadas —Pons (1993), De Paula (1998)37, López (2010)
y Corbalán (2012)—, merece interés la de Carmen Julia Cortés (2009), sobre la identidad
de las trabajadoras sexuales colombianas inmigradas, y la de Javier Tapia (2010), referente
a la voluntariedad en el acceso a la profesión. En línea más cuantitativa, María Jesús
Fernández Ollero (2011) analiza la calidad de vida y salud de las trabajadoras sexuales.
Cabe resaltar el interés para esta Tesis de aquellos estudios que se han elaborado
sobre el contacto con las propias mujeres, y en las que su voz y sus opiniones han
instaurado la materia básica con la que se ha construido la investigación. Además de
algunos de los ya comentados en párrafos anteriores —De Paula (1998 y 2002), Oso
(2000), Rodríguez y Lahbabi (2004), Cortés (2009), López (2010), Tapia (2010) o
Corbalán (2012)—, de este tipo son, también, los trabajos realizados por Cristina
Garaizábal (2004, 2008) a través de las actividades del colectivo Hetaira de defensa de los
derechos de las trabajadoras sexuales; similar fundamento puede atribuirse a las
investigaciones de Acién (2007, 2008, 2012) sustentadas en un amplio trabajo social con
mujeres nigerianas que ejercen la prostitución en el Poniente de Almería; también la de
Solana y López (2012) que, utilizando relatos de vida, presenta una crítica a los
planteamientos abolicionistas sobre el trabajo sexual.
36
Un recuento actualizado de estudios socio-antropológicos sobre el trabajo sexual lo realizan Solana y
López (2012).
37
Tesis inédita cuyo contenido vería la luz en forma libro (De Paula, 2002).
38
Existe un resumen comentado en el nº 26 de la revista Trabajo (OIT, 1998).
87
primer orden a la hora de estudiar este sector. El informe destaca su importancia
económica, por la gran cantidad de personas que dependen de él para vivir.
“En los cuatro países mencionados, se supone que el sector del sexo supone entre el
2 y el 14 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB), y los ingresos que genera son
de la máxima importancia para el sustento y los potenciales recursos de millones de
trabajadores, además de las propias prostitutas. También las autoridades
gubernamentales obtienen importantes sumas en las zonas donde florece la
prostitución: unas ilegales, procedentes de sobornos y corrupción; otras legales,
derivadas de las licencias y los impuestos con que gravan los muchos hoteles,
bares, restaurantes y casas de juego surgidos a la sombra de esa actividad (OIT,
1998: 11).
39
El concepto de transnacionalismo se refiere a las “ocupaciones y actividades que requieren de contactos
sociales habituales y sostenidos a través de las fronteras nacionales para su ejecución (...) el
transnacionalismo involucra a los individuos, sus redes sociales, sus comunidades y estructuras
institucionales más amplias como gobiernos locales y nacionales” (Portes, Guarnizo y Landolt, 2003: 19).
Una discusión de interés sobre el carácter transnacional de las migraciones internacionales actuales lo efectúa
Cristina Blanco (2007).
88
circulan sin límites fronterizos cada vez con mayor facilidad, no se aplica el mismo
criterio al otro elemento principal de la producción, la mano de obra. (…) La gente
del sur se siente atraída por las imágenes de lujo y prosperidad que también
transmiten los medios de comunicación de masas” (Skrobanek, Boonpakdi y
Janthakeero, 1999: 33-35).
40
Raúl Sánchez Molina llama la atención del riesgo de vacuidad de conceptos altamente utilizados como
globalización o 'transnacionalismo' por su utilización para “describir demasiadas actividades y relaciones
imprecisas” ( Sánchez, 2005: 45).
89
con una gran variedad de status tanto desde el punto de vista económico, como del
reconocimiento social” (Acién y Majuelos, 2003: 19).
Y, como expresa Agustín, “es claro que lo que existe no es ’la prostitución’ sino un
montón de distintos trabajos sexuales” (Agustín, 2004a: 28).
La variedad que configura el mercado sexual es enorme desde todos los puntos de
vista, y las dimensiones económicas que representan no dejan de aumentar. Li Lean
describe el sector como:
Siguiendo nuevamente a Lean (2004), podemos decir que las bases económicas de
la prostitución tendrían que ver con:
90
El término industria del sexo, denota también una variedad de espacios, ámbitos y
establecimientos en los que se desarrolla; incluiría burdeles o casas de citas, pisos de
contactos, clubes de alterne, ciertos bares, cervecerías, discotecas, cabarés y salones de
cóctel; asimismo, líneas telefónicas eróticas, sexo virtual por internet, ‘sex shops’ con
cabinas privadas; también incluiría determinadas casas de masaje, establecimientos de
relax, servicios de acompañantes, agencias matrimoniales, negocios relacionados con el
turismo sexual, determinados hoteles, pensiones, etc.; e igualmente anuncios comerciales
en distintos medios de comunicación, cines, revistas pornográficas, la llamada prostitución
callejera, etc. El conjunto de actividades que incluye sería inabordable en estas páginas.
Por otro lado otras ocupaciones, en las que no está presente actividad sexual,
41
sensual o erótica de ningún tipo, son necesarias y concomitantes con tal negocio. Se trata
de labores que formarían parte ese complejo industrial sin el cual el comercio sexual
propiamente dicho no podría existir en la actualidad: proveedores de comida, de bebida,
guías turísticos, servicios médicos, abogados, agencias de viajes, diferentes actividades
inmobiliarias, servicios de seguridad, vigilantes de aparcamientos, taxistas, etc. (Lean,
2004). Incluso negocios orientados fundamentalmente a los servicios sexuales, como
puede ser un club nocturno, requieren de personas cuyas labores no presentan a priori
contenido sexual alguno: camareros, vigilantes o personal de limpieza, proveedores, etc.
El entramado económico que llamamos industria del sexo puede analizarse como
un mercado sexual, en el que junto a la oferta laboral —personas que realizan servicios
sexuales— existe una demanda —numerosa y variada clientela— y un sin fin de agentes
mediadores que movilizan, canalizan y facilitan el encuentro entre demandantes y
oferentes; además de servicios de apoyo a la estructura empresarial de la industria del sexo
—abogados, médicos, contables, etc.—, está la industria auxiliar que produce los
instrumentos necesarios para el desempeño de los trabajos —artículos de peluquería, ropa,
maquillaje, comida, bebida, tabaco, preservativos, etc.— (Agustín, 2004a).
Dicha categoría presenta asimismo la gran dimensión que ha ido adquiriendo tal
mercado en general, su capacidad de generar ingresos y sus interrelaciones con otras
grandes industrias, infraestructuras y proyectos de todo tipo. De tal manera que en tal
41
Pilar Rodríguez alude a la industria del sexo como la “oferta y demanda de servicios sexuales y sensuales”
(Rodríguez, 2007: 73).
91
industria conviven de manera imbricada actividades claramente reguladas legalmente y
fiscalizadas por las instituciones nacionales con otras no reguladas42 y/o fuera de todo
control fiscal e institucional. Elizabeth Pisani (2012) incluye en esta industria lo que ella
denomina ‘negocio del sida’. Y Agustín (2009) alude a la ‘industria del rescate’ para
referirse a aquellos programas de atención, que pretendiendo el socorro o abandono del
trabajo de las trabajadoras sexuales, suponen una fuente de recurso o de prestigio para
determinados profesionales.
42
En mi trabajo de campo he podido comprobar estos aspectos, tanto mediante mis labores de observación
como en las narrativas de los agentes con los que interaccioné, en diferentes establecimientos; todo ello
quedará expuesto en las partes segunda y tercera de esta Tesis.
43
Traducción propia.
92
Tal y como apreciamos desde el principio de este sub-capítulo, el término
prostitución indica muchas más cosas que el simple intercambio de sexo por dinero; y
cómo algunos de sus elementos básicos forman parte también de diferentes instituciones
socio-culturales que gozan de amplia respetabilidad en nuestras sociedades. La industria
del sexo como sector económico incluye múltiples actividades y negocios vinculados a
diferentes establecimientos, servicios o sectores específicos de otros mercados reconocidos
y regulados, como el de las publicaciones, el cine, la moda, la restauración o el turismo,
por ejemplo; estos suelen darse en multitud de ocasiones imbricados con actividades
sumergidas, cuando no ilegales Así pues, tampoco ayuda a clarificar las cosas el hecho
relevante, aunque difícil de explicar, de que, a pesar del volumen económico que
representa la industria del sexo, persista la insistencia en mantener una parte importante de
la actividad en este sector sumergida en el ámbito de la economía informal.
Además de los aspectos vinculados al carácter informal del sector, hay que añadir
tanto la movilidad como la situación de irregularidad administrativa de una parte
importante de las mujeres que trabajan en él, así como la estigmatización que recae sobre
diferentes actividades entre las que incluye este mercado (Agustín, 2004a: 126-127), lo
93
cual dificulta enormemente la detección de las trabajadoras, de los trabajos y el
consiguiente cálculo de sus ajustadas dimensiones.
Estos rasgos de la industria del sexo en el caso español han sido estudiados por
Enric Sanchís e Inmaculada Serra (2011), aplicando44 tres criterios para la diferenciación
de la economía sumergida de la ‘economía oficial’: el económico, el estadístico y el
jurídico. En su investigación ponen de manifiesto las dificultades para la caracterización y
cuantificación del mercado sexual, en la medida en que, si bien la prostitución se ejerce a
cambio de dinero45 y dada la peculiar posición jurídica del trabajo sexual en nuestro país,
es probable que una parte del negocio del trabajo sexual no se declare como tal o
simplemente no se declare. En cualquier caso, para estos autores existen dos ‘buenas
razones’ que justifican el análisis económico de la prostitución:
El estigma
El concepto de ‘estigma’ entró con fuerza en los campos de la sociología y la
antropología a través de la obra de Erving Goffman ‘Estigma’, cuya primera edición se
realizó en 1963. Originalmente utilizado en Grecia, estaba asociado a marcas físicas que se
utilizaban para identificar a individuos afectados de determinados atributos morales o
sociales.
En Goffman, el término “hace referencia a un atributo profundamente
desacreditador” (Goffman, 2008: 13), situando su origen en el común proceso por el que
“la sociedad establece los medios para categorizar a las personas y el complemento de
atributos que se perciben como corrientes y naturales en los miembros de cada una de esas
categorías” (Goffman, 2008: 13-14), construyendo así la identidad social de las personas
44
Citando a Raynieri, 1996.
45
Como veremos más adelante, el trabajo de campo nos ha mostrado cómo esto no es siempre exactamente
así.
94
que viven en ella en forma de ‘expectativas normativas’. En esta obra se reconocen tres
tipos de estigma: los defectos físicos, los defectos del carácter y los estigmas tribales
asociados a determinados colectivos, —como la raza, la nación, la religión, etc.— entre los
que se encuentran el de las prostitutas; y sus caracteres estigmatizantes son “susceptibles
de ser transmitidos por herencia y contaminar a todos los miembros de la familia”
(Goffman, 2008: 16.).
De esta forma, el individuo estigmatizado se ha de enfrentar a situaciones de
individuo desacreditado o ‘desacreditable’, según se conozca o no por los demás su
estigma; de ahí la importancia crucial que, para las personas con estigma, tiene el cómo
manejan la información —y los símbolos que la portan— acerca de su identidad personal
que transfieren a la sociedad en cada situación.
Por ello, estas personas diseñan diferentes estrategias que permiten el
‘ocultamiento’ o el ‘enmascaramiento’ de los símbolos de su estigma; esto tiene especial
importancia dado que “en general, la tendencia del estigma a difundirse desde el individuo
estigmatizado hacia sus relaciones más cercanas explica por qué dichas relaciones tienden
a evitarse o en caso de existir, a no perdurar” (Goffman, 2008: 47).
Este aspecto del estigma asociado al trabajo sexual está bien establecido en la
literatura científica elaborada en los últimos años. Son de particular interés las aportaciones
de Juliano (2002) cuando se refiere a la forma en que las trabajadoras sexuales se enfrentan
la estigmatización de que son objeto; las estrategias de control de la información y de
empoderamiento que ponen en marcha, las he podido documentar suficientemente en mi
trabajo de campo y quedará reflejadas en un epígrafe específico.
95
límites. Su estigmatización y la condena moral que recae sobre ellas son la
expresión del castigo con el que la sociedad responde a la transgresión de estos
mandatos sexuales” (Garaizábal, 2007: 46).
“La hipótesis que mantengo desde trabajos anteriores es que las estigmatizaciones
sociales que afectan a las mujeres están ligadas preferentemente a la construcción
de los roles de género, canalizan la desconfianza y agresividad social hacia la
sexualidad femenina y mantienen su vigencia por la funcionalidad que tienen para
controlar la conducta sexual y social de las mujeres no estigmatizadas, al tiempo
que sirven para neutralizar el potencial cuestionador que puede extraerse de
cualquier práctica marginalizada” (Juliano, 2010: 17).
96
El trabajo sexual y la prostitución como categorías analíticas
Es habitual en las investigaciones socio-antropológicas utilizar de manera
combinada o indistinta los términos prostituta y trabajadora sexual, prostitución y trabajo
sexual; en cualquier caso puede percibirse una cierta polémica en torno a la utilización de
dichos términos, que considero de interés abordar.
El término prostitución sigue utilizándose con mayor o menor profusión o con más
o menos reservas en los estudios de carácter académico y científico. Una definición
comprehensiva la caracterizaría como la “actividad a la que se dedica la persona que, a
cambio de dinero u otros bienes, presta a otras servicios sexuales que implican contacto
carnal” (Solana, 2003: 27). Solana y López (2012) consideran que la prostitución
constituiría un tipo concreto de trabajo sexual, y su carácter conceptual diferencial estaría
precisamente en el contacto carnal que está presente en él. Para la APDHA la prostitución
consistiría en el “intercambio, libre, negociado y consentido, de servicios sexuales a
cambio de dinero, u otra remuneración pactada de antemano entre adultos” (APDHA,
2008: 8); aquí el énfasis estaría en el carácter voluntario y consentido de las relaciones
presentes en esa actividad. En esa línea, Maqueda (2009) apuesta por excluir del concepto
prostitución la que se realiza con carácter forzado.
Desde luego, el uso del término ‘prostitución’ es defendido frente la expresión
‘trabajo sexual’ por sectores ligados al abolicionismo46 o a determinadas expresiones
dentro del feminismo que consideran inaceptable el trabajo sexual como forma de vida o
de trabajo, o niegan diferenciación alguna entre trabajo sexual voluntario o forzado. En
esta línea se expresan Rosario Carracedo y Sara Vicente (2002), o más explícitamente
Amelia Varcálcel y otras cuando manifiestan, a propósito de las conclusiones del informe
propuesto por la Comisión Mixta Congreso-Senado de los Derechos de la Mujer, que les
“parece bastante acertado y prudente que esa Comisión (...) se haya decantado por rechazar
que la prostitución sea un modo de vida deseable y aceptable” (Varcárcel et al, 2007).
Precisamente referido a ese informe, nos alerta Solana de que “reproduce los tópicos de la
dogmática abolicionista (algunos de ellos, además de manera burda y deleznable). La
intención de la mayoría de los ponentes no era estudiar de manera objetiva y ecuánime la
situación actual de la prostitución en España, sino otorgar refrendo político a la ideología
abolicionista previamente asumida por ellas” (Solana, 2008: 138).
46
Cabe advertir que dentro del abolicionismo se dan posiciones contrapuestas y a veces ambivalentes. Una
lectura de interés al respecto es la que presenta Ana Rubio (2008).
97
También muestran esa orientación contraria al reconocimiento del trabajo sexual
los ensayos de Enrique Javier Díez (2009) y Pedro Brufau (2011).
No es de extrañar, en este sentido, la manifiesta presencia del abolicionismo en
diferentes instituciones del Estado y sus expresiones en los medios de creación de opinión
pública.
La reivindicación del término ‘trabajo sexual’ vendría especialmente de la mano de
aquellas entidades, entre las que se encuentran asociaciones que incluyen en su seno a
trabajadoras sexuales, que se mantienen en la línea de la defensa de los derechos de las
prostitutas. Entre ellas estarían las que se agrupan en torno al Proyecto INDOORS47 o la
Fundación TAMPEP 48 quienes consideran que “el trabajo sexual es trabajo y una
profesión; los trabajadores sexuales son trabajadores y deberían ser reconocidos como
tales”; así lo recomendó la ‘Conferencia europea sobre trabajo sexual, derechos humanos,
trabajo e inmigración’ en Bruselas el año 2005 (Sorfleet, 2007: 85-86)49, bajo los auspicios
del ‘Comité internacional sobre derechos humanos de las trabajadoras sexuales en Europa’
(ICRSE, en sus siglas en inglés). La concepción laboral del trabajo sexual por parte del
proyecto INDOORS puede apreciarse en su video ‘Igualdad de Derechos’ (INDOORS, s.
f.).
Según Agustín “se usa el término trabajo sexual por dos motivos: uno, porque las
personas que trabajan en el sector lo prefieren, diciendo que es menos estigmatizador y,
dos, porque hay gran variedad de funciones dentro de esta industria, y muchas no se
pueden llamar prostitución” (Agustín, 2003: 12). Al segundo motivo nos hemos referido ya
anteriormente. Respecto del primero se puede afirmar que está ampliamente documentado
en las investigaciones de corte etnográfico, a través de los testimonios de la propias
mujeres, al caracterizar ellas mismas como trabajo la actividad que realizan (Corbalán,
2012; López, 2010, Majuelos, 2012; Solana y López, 2012) si bien es cierto que también
utilizan el término prostitución de forma recurrente. Por otro lado el término prostitución,
considerado como actividad, presenta un inconveniente añadido y es que “puede
impedirnos el entendimiento de que hay un mercado del sexo, distraernos de la demanda
47
Se puede obtener información de este proyecto y acceder a diversas publicaciónes en la web:
http://indoors-project.eu/
48
Sobre la Fundación TAMPEP y las entidades asociadas puede verse su actividad en la web:
http://tampep.eu/index.asp
49
Traducción propia del original en inglés.
98
—es decir, los deseos diversos de los que buscan servicios sexuales—” (Agustín, 2004a:
28).
Ruth Mestre (2005a) abunda en la preferencia de las mujeres para dejar de hablar
de prostitución, entre otros motivos, porque las propias trabajadoras presentan su actividad
como una estrategia de mejora de sus vidas.
Por su parte, Dolores Juliano (2008), tras un agudo análisis, se decanta por la
consideración del reconocimiento laboral y social del trabajo sexual.
También Santiago Morcillo aporta a esta discusión; a partir del análisis de su
trabajo de campo en diferentes ciudades argentinas, muestra cómo las mujeres dan sentido
al sexo comercial como una táctica frente al estigma: “la concepción de éste [el sexo
comercial] ‘como un trabajo’ supone un proceso paulatino, constante y un esfuerzo por
enfrentar y enfrentarse, o al menos escamotearse, frente al sentido hegemónico
sexualizado, naturalizado y estigmatizante de la prostitución” (Morcillo, 2012: 8).
50
Viene a colación recordar la polémica en torno al lenguaje sexista suscitada por el artículo encabezado por
el académico de la RAE Ignacio Bosque (2012).
99
del alcohol que se suministra en determinados locales, el consumo de estupefacientes
ilegales o los ruidos que puedan sufrir los vecinos que vivan en las inmediaciones de
ciertos establecimientos; igualmente no esperamos que el estigma que rodea al trabajo
sexual, y que sufren especialmente las trabajadoras, vaya a desvanecerse de la noche a la
mañana por el simple cambio de denominación, o por su inscripción en el registro de
actividades de la Seguridad Social en algún epígrafe en el que no aparezca el término
prostitución. Problemas, estos y aquellos que, por cierto, no son ajenos a otros sectores
productivos tal y como algunas agencias de la Organización de las Naciones Unidas ponen
de manifiesto (UNODOC, 2012).
Además de esta conveniente separación de fenómenos, la observación, descripción,
análisis e interpretación del trabajo sexual como hecho social aconseja su disociación de
los aspectos morales, tal y como nos sugiere Pons (2004).
“La confusión entre ambos niveles resta validez al análisis y puede ensombrecer las
posturas morales y el sentido de las acciones que se derivan de ellas. Las
preferencias personales y la ideología social contenida en la cultura ideal suelen
filtrarse como principios indiscutidos y, generalmente, no concienciados” (Pons,
2004:114).
100
video —películas pornográficas—, de internet —sexo virtual—, o papel fotográfico —
revistas eróticas—, o puede no ser visual sino sólo auditivo —sexo telefónico—.
Otra clasificación podría hacerse en virtud del consumidor final. Así, por ejemplo,
la interacción sexual principal puede darse entre la trabajadora y el cliente –servicios
habituales en un club o un piso de contactos— o establecerse entre dos trabajadores, para
realizar una película pornográfica o para un cliente que pretende participar en un
espectáculo ‘voyeur’ montado para su exclusivo disfrute.
Sea como fuere, todos esos trabajos requieren de diferentes habilidades y recursos
una de cuyas finalidades es “dar placer a otros (...) El cliente quiere sentir placer de algún
tipo” (Agustín, 2004a: 30). Para ello se requieren determinadas cualidades y recursos que
las trabajadoras deben tener en cuenta como podemos apreciar en (Agustín, 2004a: 30-34)
101
o en el ‘Manual de profesionalización’ para trabajadoras sexuales editado por la asociación
GENERA (2011)51.
Dada la enorme diversidad de trabajos que incluye la industria del sexo, la variedad
de agentes puede ser casi ilimitada. Como criterio de selección, nos referiremos a aquellos
que tienen que ver con los servicios erótico sexuales y sensuales que se realizan en
espacios donde la interacción entre trabajadora y cliente final es cara a cara, siendo el
contacto físico una posibilidad, se dé efectivamente o no. No obstante en el capítulo
dedicado a ‘Recursos metodológicos’ se precisará más el ámbito del trabajo realizado.
Ese tipo de actividades son las que se han considerado en el trabajo de campo
realizado para esta Tesis, y corresponderían en cierta manera a lo que comúnmente se
entiende por prostitución en sus niveles no de lujo. En ese ámbito los agentes principales
serían la trabajadora sexual, el cliente, los dueños, y otros agentes auxiliares como
camareros, porteros, bailarinas, etc.
La trabajadora sexual
Con este término, en correspondencia con las diferentes definiciones antes
indicadas, podemos identificar a la persona adulta, que presta, de forma voluntaria, el
servicio sexual a cambio de una compensación económica libremente pactada, sea
dineraria o en especie.
Paralela a la dicotomía trabajo sexual/prostitución transcurre la que constituyen los
términos trabajadora sexual/ prostituta, y parecidas apreciaciones se pueden considerar en
ambos casos. Sin embargo, Pheterson, va más allá al considerar que la categoría
‘prostituta’ “se basa más en representaciones sociales simbólicas y legales de las malas
mujeres o putas que en un conjunto real de características que se den dentro de un grupo de
personas” (Pheterson, 2000: 41), cuestionando la validez científica de la categoría
prostituta. No obstante, este debate –que no debiera considerarse simplemente
51
Entre ellos podemos citar: conocer el propio cuerpo, aprender a usarlo y a cuidarlo; capacidad de
negociación con el cliente, de las condiciones del servicio y del precio; aprender a poner límites, controlar las
situaciones; capacidad interpretativa, para presentarse, proyectarse y adaptarse a los diferentes roles que cada
servicio requiere; capacidad empática, hacer que el cliente se sienta deseado y escuchado; capacidad de
agencia, para gestionar el propio negocio, sea cual sea la dimensión de éste; etc.
102
nominalista— no parece estar agotado. Así Pia Covre, líder del Comité para los Derechos
Civiles de las Prostitutas, plantea objeciones al uso del término ‘trabajadora sexual’; pues,
en la medida en que la adquisición de derechos laborales iría vinculada a la ciudadanía, se
produciría una brecha entre las trabajadoras autóctonas y las inmigradas, proporcionándole
un estatus más débil y mayor aislamiento a este último grupo (Covre, 2004). En sentido
contrario, dada la carga peyorativa y estigmatizadora que lleva asociada el término
prostituta, investigadores sociales prefieren el término trabajadora sexual (Solana y López,
2012). Esta carga estigmatizadora que pesa sobre la trabajadora sexual está sobradamente
documentada en diferentes estudios académicos y trabajos científicos a los que ya he
aludido en epígrafes anteriores.
Las trabajadoras sexuales son las que marcan la oferta en el comercio sexual.
Respecto a sus características sociodemográficas, es obligado precisar que las
peculiaridades de este mercado hacen muy difícil una cuantificación del número de
mujeres que trabajan en el sector, ni siquiera en el ámbito más concreto del trabajo cara a
cara con el cliente. Al margen de la mítica cifra de las 300.000 que circula recurrentemente
en prensa e incluso en diferentes informes, se han hecho intentos de recuento en sectores y
ámbitos particulares (IOÉ, 2001: 671 y ss.) sin llegarse a obtener datos concluyentes. Otro
aspecto tiene que ver con el origen nacional de las trabajadoras, que ha adquirido
relevancia desde finales del S. XX, en la medida en que, al margen de los problemas
citados de cuantificación, sí que parece haber consenso en que desde la década de 1980
hasta la actualidad, se ha producido un relevo muy acusado en el origen de las mujeres
como muestran los diferentes investigaciones e informes. En la Tesis de Pons (1993) se
recoge que las extranjeras constituían ya un quinta parte de las trabajadoras en Asturias, la
Guardia Civil52 (2000) estimó el 90% en el año 2000, y en 2008 (Guardia Civil, 2008) ya
constituían el 98%. Entre ellas, las procedentes de países europeos representaban
aproximadamente el 37%; las de origen americano, el 56%; las provenientes de África
alcanzarían el 6,5%; y las originarias de Asia, apenas el 0,2%.
En un intento más ambicioso, el Informe ESCODE (Malgesini, 2006: 83-84),
propuso una aproximación numérica del número de trabajadoras que ofrecían sus servicios
52
Dos precisiones requieren los datos aportados por la Guardia Civil. La primera es que están circunscritos a
los clubes de carretera —con excepción de las provincias de la CAPV, Lleida y Tarragona—. La segunda es
que presentan a todas las trabajadoras como víctimas “por entender que, salvo una minoría, lo hacen por vivir
un estado de necesidad y, denuncien o no, bajo el control más o menos riguroso de organizaciones delictivas”
(Guardia Civil, 2000: 8).
103
en determinados ámbitos laborales, en el conjunto del territorio estatal, con el resultado
que puede apreciarse en la tabla nº1.
Tabla nº 1. Número de trabajadoras sexuales por ámbito de trabajo en todo el territorio español
CLUBES DE CLUBES
LUGAR DE TRABAJO PISOS CALLE TOTAL
CARRETERA URBANOS
Para Solana “la venta de servicios sexuales por parte de mujeres inmigrantes
supone en parte una nueva oferta sexual y una revitalización del mercado del sexo”
(Solana, 2003: 152), de tal forma que la incorporación de estas mujeres al comercio sexual
en nuestro país aumentó la oferta, diversificó los servicios y produjo un rejuvenecimiento
general de la población trabajadora 53 ; y, desde luego, supuso una vía alternativa de
inserción laboral ante las dificultades de acceder a otros sectores del mercado laboral en
determinados contextos y circunstancias (Acién y Majuelos, 2003; Arjona, Checa y Acién,
2005; Majuelos 2012; Solana, 2003).
53
La incorporación de mujeres inmigradas, a determinados segmentos del mercado de trabajo, ha promovido
procesos de sustitución étnica no sólo en el sector del comercio sexual. Gualda y Ruiz (2004 y 2005) nos
ofrecen una discusión al respecto, para el caso de la agricultura y el servicio doméstico en la provincia de
Huelva.
104
(2012); ello ha supuesto un revulsivo en la medida en que ha desplazado la carga de
autoridad de las fuentes de información, en las investigaciones en ciencias sociales, hacia
las experiencias y valoraciones de las propias mujeres que trabajan en la industria del sexo.
El cliente
El cliente en el comercio sexual representa la demanda de servicios, lo que le obliga
a compensar mediante dinero o bienes las prestaciones recibidas. A pesar de ser un actor
de primera magnitud, especialmente en los servicios cara a cara, en la literatura científica
apenas ha existido como categoría analítica, con la sola excepción, tal vez, del término
‘prostituyente’ utilizado en el trabajo de Carmen Imbert (1991)54. Juliano (2002), pone de
manifiesto la persistente invisibilidad, y la tolerancia, cuando no la complicidad, en las
investigaciones acerca de la prostitución; achacando tal efecto a “los patrones normativos
de la doble moral sexual, que considera normal y poco significativa desde el punto de vista
ético la actividad sexual masculina” (Juliano, 2002: 97).
54
Citado por Juliano (2002: 95).
55
Se trata de una forma de señalar el diferencial entre el placer sexual buscado y el efectivamente disfrutado.
105
Las otras fuentes vendrían de la demanda de quienes buscan ‘especialidades sexuales
concretas’ o la búsqueda del ‘sexo instantáneo’, sin exigencia de reciprocidad (Hakim,
2012). No obstante, destaca que “los hombres que compran servicios sexuales no son
degenerados sino personas normales y corrientes” (Hakim, 2012: 182).
Con cierta frecuencia se suele dedicar al cliente algún epígrafe en los trabajos
consagrados al análisis al trabajo sexual, como en el caso Regina De Paula (2002), de
Solana (2003), de Meneses (2003) o incluso del Instituto Nacional de Estadística (2003) en
su ‘Encuesta de salud y hábitos sexuales 2003’. Sólo en los últimos años podemos citar
algunas investigaciones específicas sobre el cliente; de María José Barahona y Luis
Mariano García (2003) sobre el perfil del cliente en la Comunidad de Madrid; la
investigación llevada a cabo en la ciudad de Zaragoza por Rafael López y David Baringo
(2006); o el estudio referido al cliente en la provincia de Bizkaia realizado por la
asociación ASKABIDE (2008); también el trabajo realizado en Galicia por Águeda Gómez
y Silvia Pérez (2009), donde abordan el análisis del discurso de los clientes desde la
perspectiva teórica del Frame Analysis. Por su parte, Meneses (2010) investiga los factores
motivacionales de los clientes para pagar por el sexo.
106
- El hombre con problemas afectivos o dificultades relacionales con las mujeres.
- Los que compran servicios sexuales en ambiente grupal y de salida nocturna.
- El infiel ‘light’, hombre casado que echa una ‘canita al aire’, sin implicaciones
afectivas y escaso conflicto moral.
- Los que compensan su ausencia de sexo o afectividad ante una relación estable que
está en crisis o no funciona.
- Como complemento de las relaciones laborales y comerciales, vinculados al cierre
de acuerdos comerciales, de comidas de negocios, o simplemente de prolongación
recreativa de la jornada laboral.
- Los hombres jóvenes.
Por su parte Gómez y Pérez (2009), realizan una clasificación de los clientes en
base a cuatro paradigmas discursivos; cada paradigma recogería no sólo el discurso
dominante de los clientes sino también el ‘self’ característico de la personalidad del
cliente, los tipos de motivaciones, actitudes hacia los problemas del trabajo sexual, la
caracterización por el cliente del ‘self’ femenino y los agentes causales para la compra de
servicios sexuales. Pues bien estas autoras plantean cuatro tipologías:
56
Traducción propia del original en francés.
107
López Riopedre insiste en su Tesis sobre esta cuestión, poniendo de manifiesto que
“las propias trabajadoras sexuales inciden reiteradamente en el hecho de que sus clientes
son personas normales, de ahí que cualquier intento de encasillamiento en sus múltiples
facetas esté previamente condenado al fracaso” (López, 2010: 279). Más bien lo que se
transluce de los estudios es que los comportamientos son variados y tienen que ver con
determinadas prácticas o costumbres —respecto de la higiene, en cuanto al uso del
preservativo, en relación al consumo de alcohol o estupefacientes, la gestión de los
tiempos, etc.— como puede verse en Pheterson (2000: 73-74), en De Paula (2002: 129-
149) en Solana (2003: 119 y ss.), en Garaizábal (2007: 54) o en López (2012), etc. La
información obtenida de mi trabajo de campo, como mostraré más adelante, abunda en
estas mismas consideraciones.
En cualquier caso, en estas investigaciones se constata también las dificultades de
acceder al cliente y obtener sus opiniones y vivencias, quedando en este sentido un largo
recorrido pendiente aún de cubrir
El prostituidor y la prostituida
Una cuestión que no conviene dejar pasar es el recurso a una nueva categorización
con la que se trata de definir el perfil caracterizador del cliente que los datos empíricos no
permiten, hasta ahora, al menos, obtener; me estoy refiriendo a la figura del prostituidor.
Se trata de una especie conceptual que se cita como un mantra, que a fuerza de repetirse
pretende imponerse como categoría psico-socio-antropológica y que se presenta como el
gran descubrimiento teórico del abolicionismo. Dada la incorrección política que supone
poner en el centro de la culpa a la mujer, como tradicionalmente se venía haciendo en la
historiografía tradicional, es necesario sustituirla por otro agente que cargue con ella.
108
prostituida: “las mujeres prostituidas son las víctimas, como resultado de sus
circunstancias o antecedentes individuales, pero asentadas y promovidas por circunstancias
estructurales” (Barahona, 2003: 428). En este sentido, procede destacar las campañas que
han puesto al cliente en el punto de mira del abolicionismo, especialmente desde la
promulgación de la ley sueca que penaliza a los clientes, y la infiltración de su ideario en
diferentes instituciones, grupos de presión y partidos políticos.
Como ejemplos podemos citar los propios informes de la Guardia Civil 57 , el
documento de la Fundación Alternativas —vinculado al PSOE— para el que “el cliente es
el mayor prostituidor” (Brufau, 2008: 37), o la ‘Guía didáctica para el profesorado’ editada
por el Ayuntamiento de Sevilla que caracteriza la prostitución como “una manifestación
más de violencia contra las mujeres” (Ayuntamiento de Sevilla, s.f.: 37) identificando a los
clientes como prostituidores.
Algunas ordenanzas municipales inciden en esta línea también, como veremos más
adelante. Así como diversas campañas municipales que también siguen esta estela.
57
Ver nota a pie nº 52.
109
La campaña de la Comisión para la Investigación de Malos Tratos a Mujeres (2008)
subvencionada por diferentes instituciones madrileñas, es contundente en sus documentos
de campaña, donde podemos leer:
“El feminismo actual, incorpora al debate de la prostitución una clave nueva que
no versa tanto sobre la figura de la mujer en la prostitución, sino que quiere centrar
el debate en los responsables de la existencia de la prostitución: LOS
PROSTITUIDORES” (CIMTM, 2008: 3).
Pese a estas insistencias, tal construcción adolece de una acusada debilidad teórica
por su carencia de soporte empírico, como los estudios a los que nos hemos referido más
arriba ponen de manifiesto, en particular por la propia visión que las trabajadoras poseen
de sus clientes. En realidad:
“La idea de que todos los hombres buscan denigrar sexualmente a las mujeres y de
que su sexualidad agresiva es la causa de la explotación sexual está en el fondo de
la presunción de las abolicionistas de que ‘todos’ los clientes ven a las prostitutas
como ‘cosas’ a su servicio, que les pertenecen porque han pagado y que las tratan
con brutalidad, humillándolas y agrediéndolas siempre” (Gairazábal, 2007: 54).
Presunción ésta que tiene más de impostura dogmática que de resultado de análisis
verificables de la realidad.
Los mediadores
Bajo esta categoría incluiré diversos actores que han estado presentes en la
literatura sobre prostitución y que han cumplido múltiples papeles y variadas posiciones en
el seno de la industria del sexo.
Se trata de los llamados chulos, rufianes o proxenetas, aquellos que, en el
imaginario social y en la legislación, viven del trabajo de las mujeres, se apropian de sus
ganancias o trafican con ellas o sus beneficios. También podemos acoger bajo esta
categoría los empresarios de clubes, gerentes de casas de citas, directores de hoteles o de
pensiones, etc.
En realidad “cualquier hombre al que se le asocie con una puta puede ser etiquetado
como chulo, ya sea su amante, amigo, hijo o director de hotel” (Pheterson, 2000: 74) y sus
110
relaciones o funciones respecto al trabajo de ella pueden ser variados. “Los chulos, como
los maridos, generalmente son aceptados por las mujeres como compañeros y protectores”
(Pheterson, 2000: 75).
En parecidos términos lo expresa De Paula “los chulos que hoy existen son los
compañeros de algunas prostitutas. Ellos no trabajan y, por lo tanto, dependen
económicamente de ellas. Sin embargo, no parece que ellos posean el dominio total del
dinero, tampoco de su trabajo” (De Paula, 2002: 111).
Por otro lado, Juliano advierte tanto sobre esta dependencia económica del chulo
respecto de su compañera como de que “aceptan explícitamente compartir con otros sus
servicios sexuales, lo que cuestiona la presunta base instintiva de la posesión masculina”
(Juliano, 2002:104).
58
En el caso de Almería se trata de mujeres africanas que regentan casas-bar donde otras mujeres,
generalmente también africanas, ejercen trabajo sexual; ellas se encargan de la gestión general y
coordinación tanto de los aspectos residenciales —que constituyen su fuente principal de ingresos— como de
los laborales de la casa. La primera vez que tuve conocimiento de estas personas fue en mi trabajo de campo
en El Poniente de Almería realizando labores de mediación con mujeres nigerianas.
111
estudio en el que nos situemos. Como muestra vuelvo a citar la intervención de María José
Barahona en la comisión mixta Congreso-Senado:
“Hemos definido a los proxenetas como aquellos que se lucran con la explotación
de las mujeres. En este sentido nos estamos refiriendo a lucro económico, pero si
ampliáramos el concepto a quienes obtienen beneficios de la explotación de las
mujeres, daríamos también cabida a los prostituidores, diferenciándose así a los que
obtienen beneficios económicos frente a los que obtienen beneficio sexual y/o
psicológico; por tanto, los prostituidores no dejan de ser proxenetas” (Barahona,
2003: 3).
Todo ello supone un enorme obstáculo añadido para la aplicación de políticas que
reconozcan derechos a las mujeres que trabajan en este sector (Garaizábal, 2008).
112
Estamos, por tanto, ante problemas de conceptualización que considero graves para
el análisis del sector que nos ocupa. De tal manera que cualquier persona que obtenga un
beneficio, sea económico o no, de cualquier actividad relacionada con el sector del sexo
estaría afectado de una probable acusación de proxenetismo. En capítulos posteriores se
tratará de la forma en que la legislación aborda estas cuestiones.
En este sub-capítulo trataré de enlazar los dos temas centrales de esta Tesis: la
sociabilidad y el trabajo sexual en los diferentes ámbitos donde se desarrolla. Pero no sólo
es la confluencia de estos dos ‘hechos’ sociales la que atrae mi interés, sino que se trata de
explorar aquella sociabilidad que está articulada por, y en torno a, las diferentes prácticas y
espacios en los que se expresa el trabajo sexual.
Si tal comercio produce unos servicios que están accesibles en un mercado, tiene
interés conocer de qué manera las personas involucradas en él se relacionan
cotidianamente a través de esos intercambios; así como en qué medida las interacciones de
carácter sociable forman parte concomitante de los servicios con los que se comercia.
Asimismo parece relevante vislumbrar hasta dónde esos aspectos sociables orientan el
acceso y el mantenimiento del comercio sexual.
“Aunque una lógica del ‘deber ser’ haya podido, durante cierto tiempo, arrojar a
las tinieblas de la barbarie el papel civilizatorio de la prostitución, aunque
naturalmente ésta haya tenido y tenga todavía, como toda institución humana
aspectos poco resplandecientes y manifestaciones mortíferas, no se puede negar que
de las casas griegas a los lupanares medievales, pasando por los baños públicos
romanos, lo que está en juego es también algo de la sociabilidad. La ‘charla’ que
encontramos en los establecimientos orientales, en los baños de vapor del Imperio
romano o en las casas del siglo XIX es al respecto muy instructiva. A veces,
incluso, y cantidad de observadores lo comprueban, la circulación del sexo es
secundaria respecto de la circulación de la palabra, o, más exactamente, ambas
entran en un circuito sin fin donde una impulsa a la otra” (Maffesoli, 1990: 112-
113).
113
Si bien sobre ambas temáticas hay una gran cantidad de literatura producida desde
diferentes enfoques, da la impresión de que la imbricación de ambas materias como un
único objeto de estudio está poco representada en las ciencias sociales, a no ser de manera
subsidiaria o secundaria, como excrecencia de otros objetos de investigación histórica o
social. La sociabilidad en relación a la prostitución aparece de forma indirecta en la
literatura social, costumbrista y también en diversos estudios sobre historia de la
prostitución.
No obstante, hay dos vías ‘clásicas’ por las que el análisis de la sociabilidad ha
penetrado en la ciencia social.
Por un lado, el más reciente, la elevación de la ‘vida cotidiana’ a categoría de
investigación59 cuyo valor explicativo vendría dado en la medida en que “los estudios
sobre sociabilidad y cotidianeidad certifican la riqueza y heterogeneidad de las vivencias
diarias, pues en ese ámbito se fermentan las contradicciones sociales y las estrategias de
sobrevivencia” (Marín, 2001: 31).
Por otro, el gran aporte que de manera indirecta realizaron numerosos trabajos que
“pusieron el énfasis en los discursos sanitarios y las reglamentaciones, las cuales tendían a
proporcionar lujosos detalles de los más diversos aspectos de la sociabilidad que debían
controlar” (Marín, 2001: 40). En ese sentido, las memorias de los médicos higienistas y de
los cuerpos de policía —instituciones relevantes para el control del oficio y de las
mujeres— han resultado una fuente de datos valiosísima para los estudios históricos y para
el análisis de la configuración de las prácticas en ese ámbito60; así como también de su
evolución al ritmo de los cambios sociales (Corbin, 1988; Guereña, 2003a; Moreno y
Vázquez, 2004; Rago, 1993). Asimismo, estos estudios históricos han permitido conocer la
organización de los espacios donde se prestaban los servicios sexuales —el burdel en
particular— así como su conexión con la conformación de la trama urbana (Marín, 2001),
vinculando los burdeles con otros espacios y locales públicos a través de los itinerarios de
sociabilidad y diversión que los diferentes grupos y clases sociales frecuentaban61.
59
El concepto de vida cotidiana ya fue tratado en el capítulo ‘Referencias epistemológicas’. Desde una óptica
marxista también es objeto de estudio en la obra de Ágnes Heller (1994).
60
Como ya he apuntado antes, esta misma Tesis es deudora de mi actividad como mediador en un programa
de atención sociosanitaria en la APDHA que contiene rasgos de claro corte higienista.
61
Marín (2001) aporta diversas referencias de estudios históricos al respecto.
114
Una tercera vía que facilita el análisis de la sociabilidad, en relación al trabajo
sexual, tiene que ver con biografías y autobiografías de mujeres que han ejercido en la
industria del sexo que empiezan a publicarse tanto fuera como dentro de nuestras fronteras;
a través de sus propias experiencias estas obras nos obsequian con valiosa información y
consideraciones que muestran imágenes caleidoscópicas del trabajo sexual ricas en
pormenores para la comprensión del sector.
Es el caso de Corso y Landi (2000), que nos ofrecen numerosos detalles del trabajo
sexual en espacios abiertos, así como de las relaciones entre clientes y trabajadoras y entre
ellas mismas. También el de Nell Kimball (2007), una trabajadora sexual que llegó a
dirigir sus propios burdeles en Estados Unidos de América del Norte. Por su parte,
Grisélidis Réal (2008) brinda un relato de sus experiencias de supervivencia y las
relaciones que estableció con sus clientes entrelazadas al trabajo sexual que ejerció en
Alemania. Ambientada en el Berlín actual, encontramos el relato de Sonia Rossi (2009),
joven italiana que recurrió al trabajo sexual para vivir mientras estudiaba en el país.
Este tipo de trabajos han empezado a germinar igualmente en el Estado español.
Cabe citar a Valerie Tasso (2004), que en su libro autobiográfico ‘Diario de una
ninfómana’ relata diferentes aspectos acerca de la organización laboral y de las relaciones
en una casa de citas de Barcelona donde trabajó. También Julián Peiró (2009), a través de
los testimonios de la Sra. Rius —una trabajadora sexual barcelonesa—, con los que
construye su biografía, analiza el trato que establecían los clientes con las trabajadoras y
éstas entre sí, suministrando detalles sobre diversos aspectos de la interacción en una casa
de citas, de la que fue dueña. Paula Vip (2009) nos narra sus experiencias como
trabajadora sexual ‘de lujo’ en Barcelona. En similar línea Montse Neira (2012), en su
autobiografía ‘Una mala mujer’, nos relata su relación con las otras trabajadoras, con los
clientes y el carácter de las interacciones y vínculos que se establecen entre las mujeres
mismas y con quienes compran sus servicios.
En el campo de los estudios socio-antropológicos, encontramos una cuarta vía para
el acceso al conocimientos de diferentes aspectos relacionados con la sociabilidad; se trata
de aproximaciones, que han abordado cuestiones vinculadas con las identidades62 y el
género en contextos sexuados lúdicos o de recreo, pudiendo estar presente alguna actividad
erótico-sexual cara a cara con diferentes grados de contacto físico, o sin él; estas
62
Un análisis de la bibliografía disponible sobre variados aspectos de esta materia adoptando diversos
enfoques puede verse en Frank (2007).
115
investigaciones utilizaron en ocasiones técnicas y procedimientos vinculados a la
investigación etnográfica.
Así, a nivel internacional encontramos el trabajo de Elizabeth Clement (2005),
quien hace una incursión en el Hell’s Kitchen63 de las décadas de 1910 y 1920, estudiando
el uso de los clubes de esa ciudad como espacios donde establecer relaciones sexuales y
desarrollar una sociabilidad transgresora e interracial.
De igual manera, entre los que abordan las identidades en diferentes ámbitos,
podemos citar la investigación que realiza Davenir da Silva (2008) en los ‘cafés con
piernas’ de Santiago de Chile, acerca de la socialización de la identidad masculina en los
ambientes sexuados que se elabora en esos locales. También la de Patricio Meza, Jaime
Barrientos y Paulina Salinas (s.f.) ‘JUEGO DE HOMBRES, Mujeres y Cervezas.
Etnografía en un Night Club de la ciudad minera de Antofagasta en Chile’ que, analizando
las masculinidades que se expresan en un ‘night club’, nos presenta diferentes aspectos de
la sociabilidad en relación con el trabajo sexual, en esos recintos; esta vez en un contexto
ecológico-cultural específico como es una zona minera en el norte de Chile. En el mismo
contexto, pero en otro tipo de locales, podemos citar a Barrientos, Salinas, Rojas y Meza
(2009) que indagan sobre la sociabilidad en un espacio sexuado, las llamadas ‘shoperías’,
locales de variada configuración donde se expende alcohol y comida.
En parecida línea se sitúa el trabajo Fabio Lopes “Etnografía dos usos sociais do
corpo da garota de programa”, donde el autor explora cómo las trabajadoras utilizan su
cuerpo en situaciones rutinarias durante sus tareas en un cabaret brasileño (Lopes, 2011);
Por su parte, Laura Agustín (2009) nos da pistas sobre la faceta sociable del trabajo
sexual al describirnos ‘un mundo de servicios’ en sus investigaciones en diversos países
del planeta —Australia, Tailandia, México, Colombia, entre otros—.
63
Barrio de Manhattan, Nueva York.
116
Dentro de nuestras fronteras, las indagaciones específicas donde comercio sexual y
sociabilidad aparecen imbricados como un sólo objeto de investigación son escasas en el
ámbito académico de las ciencias sociales, al menos en el contexto actual.
Como precedentes en otras coordenadas históricas, podemos citar el trabajo de
Jordi Luengo (2006) ‘Tazas calientes manchadas de carmín. Mujeres de cafés en la
bipolaridad moral del espacio público (1890-1936)’, donde se muestran los cambios
producidos por el acceso de las mujeres a lo locales públicos bien como clientes, bien
como trabajadoras, en particular en los llamados ‘cafés de camareras’. Más actual es el
artículo de Guereña (2003c), en el que se describe el burdel —como espacio de
sociabilidad masculina y femenina— y las relaciones que allí se establecían entre los
diferentes actores desde dicha óptica, si bien su contextualización sólo alcanza la España
urbana de poco más allá de mitad del siglo XX.
117
donde trabajan mujeres brasileñas. Asimismo contribuye con la descripción de los variados
servicios que se pueden disfrutar en ellas, además de valiosos testimonios sobre la vida
cotidiana de esas mujeres.
Mª Francisca Corbalán (2012), analiza las características del trabajo sexual en
espacios públicos abiertos de Madrid y aborda algunas facetas de los vínculos entre las
mujeres: la competencia, la amistad, etc.
Solana y López (2012) brindan cuantiosa información sobre variados rasgos del
trabajo sexual, a través de los testimonios que ofrecen mediante doce relatos de vida de
trabajadoras sexuales; de los que se pueden extraer abundantes referencias acerca de la
vida cotidiana y los aspectos sociables de su actividad, en diferentes espacios y
circunstancias.
Además de estas obras ya citadas, podemos añadir la de José López Riopedre
‘Redescubriendo la dimensión erótico-afectiva del trabajo sexual’, donde aporta elementos
característicos de la sociabilidad articulados a través del comercio en el sector del sexo:
“Una vez acordado el servicio, la búsqueda del máximo confort al cliente puede
materializarse también en la oferta de otros servicios complementarios como son el
disponer de un lugar cómodo para ducharse, tomarse una copa, ver videos, habitáculos
para masaje y/o spa, etc.” (López, 2013: 11). El autor vincula asimismo el trabajo sexual al
erotismo y a la afectividad, desmitificando así el carácter ‘mecánico’ que le atribuye el
paradigma abolicionista.
118
semipúblicos que frecuentan los nacionales. En medio, una misma casa puede servir de
domicilio a unas horas y en unos espacios, y de bar a otras horas y en las mismas o
diferentes estancias, con una separación difusa, unas veces funcional, y otras simbólica.
- La localización de estos bares se encuentra siempre en diseminado o en la periferia
de la trama urbana, donde se ubican preferentemente las viviendas de los inmigrantes
africanos.
- En cada una de ellas hay un agente organizador que suele ser una mujer, la mami,
que suele coincidir con la titular del negocio, sea su régimen de tenencia en propiedad o de
alquiler.
- En todas podemos encontrar muestras de otras actividades económicas: venta de
bebidas, alquiler de habitaciones, o servicios de restauración.
Estas características fueron confirmadas por Arjona, et al. (2005), para quienes los
locales cumplen funciones de ocio, residencia y trabajo a la vez, formando parte de su
experiencia cotidiana. En dicho trabajo las casas y bares en las que mujeres subsaharianas
trabajan en la prostitución quedan calificados como “espacios alternativos de ocio (...)
lugares de encuentro con co-étnicos y de consumo de tiempo libre, que en otros lugares les
está prohibido” (Arjona et al., 2005: 119).
En ellos se produce una variada oferta de servicios donde los sexuales son una
opción más: hospedaje, comidas, ropa, música, calzado, ocio, etc. Se trata de un comercio
que puede asociarse a una forma de economía étnica (Arjona, 2005 y 2006). Este carácter
étnico y de enclave viene dado por el origen de las personas que interactúan en esos
espacios: mujeres subsaharianas y varones, inmigrantes, africanos, que por diferentes
motivos no tienen acceso a otros espacios de ocio, diversión y encuentro.
Asimismo, subrayan la conexión entre la ubicación de estas instalaciones con el
territorio en que se ubican: “el diseminado entre invernaderos se ha convertido en un lugar
propicio para la práctica de la prostitución, apoyado, por un lado, por la ocupación del
espacio por parte de una población mayoritariamente masculina, que supone el grueso de
la demanda de servicios sexuales y que se encuentra en una situación de invisibilidad y
relativa lejanía de los centros urbanos” (Arjona et al., 2005: 125). Por otro lado, los locales
pueden transformarse en función de la actividad que en ese momento se realiza, existiendo
fronteras físicas —exterior/interior— entre unos espacios y otros, pero también fronteras
simbólicas —público/privado— asociadas al tipo de actividad que en cada momento se
desarrolla en las diferentes estancias.
119
Durante el trabajo de campo que he realizado para esta Tesis, he podido comprobar
cómo en diferentes establecimientos se produce esta articulación entre trabajo sexual y
sociabilidad, en diferentes formas e intensidades, en cuyo detalle entraré en próximos
apartados. Sobre esta vinculación referida a los bares africanos ya formulé algunos avances
en Majuelos (2011).
Aún siendo de enorme valor y utilidad el resto de las obras citadas en este sub-
capítulo —sin sus aportaciones esta Tesis hubiera tenido otro carácter— para la
investigación que me propongo realizar, sólo la obra de Guereña (2003c), la de Arjona et
al. (2005) y la de Majuelos (2011) citadas más arriba mantienen pretensiones específicas
acerca del fenómeno de la sociabilidad en ámbitos de comercio sexual, aunque se refieren
a contextos sociales muy diferentes; por un lado, la primera, a la España urbana pre-
democrática; por otro lado, las dos siguientes, a una zona de la comarca de El Poniente de
Almería caracterizada por su alta concentración de personas inmigradas y su particular
distribución residencial, en una España con democracia consolidada y plenamente
integrada en los circuitos económicos y políticos internacionales. Se trata de dos contextos
sociopolíticos y culturales bien definidos, donde el trabajo sexual aparece con formas,
características, funciones, implicaciones, etc., muy dispares entre sí, aunque manteniendo
determinados elementos organizativos comunes. En ambos casos, aparece como elemento
primordial articulador de una parte importante de la vida social el ejercicio de la
prostitución por unos actores determinados. Siguiendo esa estela, la presente investigación
pretende abundar en la relación comercio sexual-sociabilidad; en el papel del trabajo
sexual cuando aparece incrustado en los espacios y redes relacionales de una parte de la
estructura social, y realizar, por modestos que puedan resultar, aportes tanto analíticos
como metodológicos, al estudio de este tipo de fenómenos sociales, por lo demás, cada vez
más presentes en las sociedades actuales.
120
Una pregunta de interés, por su relación con los objetivos de esta Tesis y que tiene
que ver con lo expresado en párrafos anteriores, es la siguiente: ¿a qué se debe la escasa
presencia de investigaciones en el ámbito académico que, explícitamente, tengan como
objetivo principal el estudio de la vida cotidiana y la sociabilidad en los espacios donde se
realiza trabajo sexual en el Estado español? Confío que a lo largo de esta investigación se
puedan desvelar, de forma explícita o implícita, algunos elementos explicativos o
interpretativos acerca de esta cuestión.
121
122
1.3 RECURSOS METODOLÓGICOS
123
plantearme o replantearme el trabajo de campo, tal escollo lo he ido percibiendo como una
oportunidad que me facilitaba determinados aspectos de mis cometidos, como más
adelante ilustraré; y, a la vez, me ayudaba trazar las vías sobre las que construir nuevos
roles con los que abordar diferentes tareas de investigación, en particular mis interacciones
con los diferentes participantes 64 y los enfoques con los que pude encauzar su
inconmensurable colaboración en esta Tesis.
Esta coexistencia de roles la considero relevante en la medida en que contiene
ciertas dosis de originalidad metodológica, y constituye el fundamento de la auto-
instrumentalización que el etnógrafo incurre consigo mismo en determinadas ocasiones. En
mi caso, ha supuesto un auténtico proceso de inmersión en los segmentos de la industria
del sexo objeto de estudio.
Novedad que no se agota ahí, en la medida en que he tratado de continuar, aunque
sea de forma modesta, la brecha de un enfoque metodológico que, en el ámbito del estudio
del trabajo sexual, empieza a cristalizar; este aspecto espero que haya quedado desvelado
con la elección de las revisiones teóricas que se abordaron en el capítulo anterior. La
presente Tesis supone una aportación que considero de valor para esa acumulación de
materiales que permitan un acercamiento comparativo a la industria del sexo en la sociedad
española y las de nuestro entorno, desde el ámbito de los estudios antropológicos donde la
voz y experiencias de los sujetos implicados constituyan los materiales básicos en el
proceso de investigación.
En otro aspecto, este enfoque se manifiesta, también, en mi relación con los sujetos
que han participado en el revelado de ese cuadro impresionista que compone toda
etnografía. Pero no sólo por sujetos, sino que, desde el conocimiento que de los objetivos
de esta investigación les he transmitido, han podido expresar, aunque haya sido de forma
aproximada, sus propios propósitos en la representación de su mundo, sus problemas y sus
anhelos. Desde tal proceder, su participación ha convertido a este trabajo en una suerte de
diálogo intercultural, a la vez que en un instrumento de expresión del pluralismo cultural
presente en nuestra sociedad; al menos en lo que se refiere al despliegue de la sociabilidad
relacionada con las prácticas afectivo-sexuales.
64
Utilizaré esta expresión para referirme a las personas de las que obtuve información, orientaciones, juicios
etc.; con las que mantuve interacción física y/o emocional en algún grado y que en diferente modo o
profusión participaron en esta investigación. Desecho la expresión ‘informante’ por diversas razones,
especialmente por su reminiscencia del mundo policial y su carácter utilitarista. En este sentido comparto las
observaciones que realiza al respecto Miguel A. Bartolomé (2003).
124
La lógica de ese diálogo nos devuelve nuestra imagen especular en esos ámbitos y
constituye una referencia comparativa de primer orden para entender nuestra propia
sociedad, nuestros comportamientos y abordar las propias limitaciones en el conocimiento
de nuestras concepciones y mecanismos de gestión social del patrimonio sociable y
erótico-sexual disponible en la sociedad de la que formamos parte. Un apunte a este
respecto ya hice en Majuelos (2008).
Finalmente, concederé unas líneas a un último aspecto sobre el que quienes lean
esta tesis tendrán la última palabra; se trata del carácter artesanal del conjunto de la
investigación, en particular, del trabajo de campo. Artesanal en el sentido común moderno
que le solemos conceder: el del sello personal del autor de la obra; pero sobre todo, en el
sentido que le otorga Richard Sennett: “el artesano representa una condición humana
peculiar: la de la persona que se implica a fondo en lo que hace” (Sennett, 2013: 12). Este
aspecto, junto con los requerimientos de reflexividad que todo texto etnográfico exige, es
el motivo por el que buena parte de esta Tesis se expone en primera persona.
Dados los presupuestos epistemológicos de los que hemos partido y el carácter del
objeto que indagamos, era necesario un conjunto de métodos que hiciera auto-consistente
la articulación de los tres pilares sobre los que habría de sostenerse el estudio: los
apriorismos gnoseo-epistemológicos, las referencias teóricas de partida y la metodología
empleada.
125
Para ello, el trabajo de campo realizado para la presente investigación se ha
abordado mediante una metodología cualitativa compatible con los otros dos ejes citados.
Respecto al primer eje, y como vengo reseñando a lo largo del texto, trazará una
perspectiva epistemológica que genéricamente podríamos adscribir a la fenomenología.
Weber ya advertía que,
- Para comprender la vida de las personas es necesario que el investigador vea los
objetos como ellas lo ven.
- La vida del grupo no puede estudiarse sólo como el resultado de factores
determinantes que pueden manifestarse en la interacción de las personas, sino con el
desvelo empírico del tipo de interacción que se está expresando.
126
- El fundamento de la indagación de los hechos sociales no está en las categorías
analíticas que se puedan postular, sino en el análisis de la acción social que las fundamenta
y que se realice de esos hechos.
- El examen de instituciones, grupos y organizaciones debe realizarse en los
significados que las personas que los integran atribuyan a las diferentes situaciones en que
se produce la acción conjunta, además de la contextualización histórica de ésta (Blumer,
1982: 35-44).
127
relaciones de sociabilidad entre los diferentes actores que intervienen en ese comercio en la
provincia de Almería. Así pues, lo que nos interesa indagar son aquellos aspectos de la
interacción que formando parte de los propios servicios dan ese carácter sociable a las
formas de comercio objeto de este estudio. Y lo haremos alejándonos de los enfoques
'trafiquistas', o que victimizan a las mujeres, sea desde el esencialismo de la violencia, de
la explotación o de la pobreza, tal y como sugiere Pons (2004).
Seguiré la estela de algunos de los más recientes estudios socio-antropológicos
sobre trabajo sexual o sobre sociabilidad en los espacios donde se desarrolla aquél
comercio, que se han construido mediante investigaciones que han empleado profusamente
métodos cualitativos: etnografías, historias de vida, observación —participante en diverso
grado—, etc. También en este trabajo la indagación sobre la perspectiva de las trabajadoras
y sobre su universo vital, elaboradas a partir de la interacción en su quehacer cotidiano –
ellas en su mundo y con el propio investigador—, ha formado parte sustancial de las
relaciones de campo. No me extenderé más sobre ello. Abundaré más en el sub-capítulo de
‘Técnicas e instrumentos’.
128
superada por otros aportes que desde la antropología han venido cristalizando en los
últimos años. Michael Angrosino expresa el sentido que aquí adquiere.
En consonancia con estos presupuestos, la metodología elegida para esta Tesis fue
la etnografía66, si bien no se trata de una etnografía clásica, al estilo de los antropólogos de
principios del S. XX, ni su pretensión es, obviamente, la descripción de una sociedad en su
totalidad. La pertinencia de adoptar esta estrategia se sustenta en el objetivo de escrutar
diferentes aspectos del trabajo sexual en determinados espacios, donde se expresa la
sociabilidad que articula, como si fuesen micro sociedades, manteniendo cierta pretensión
holística. Pero también se basa en razones que tienen que ver con el concepto mismo de
etnografía, tal y como Martyn Hammersley y Paul Atkinson la entienden:
La etnografía
La palabra etnografía hace referencia en un mismo término a dos conceptos en
principio diferentes pero que están íntimamente vinculados; por un lado, alude a un
66
Siguiendo a Velasco y Díaz de Rada (2004: 173), la etnografía sería “un relato organizado en torno a
argumentos científicos” que trata de producir, mediante un texto, “una imagen científicamente válida, es
decir, públicamente contrastable” de un modo de vida.
129
método o conjunto de métodos y, de otro, señala un producto, con unos resultados y ciertas
conclusiones. Abordo a continuación ambos aspectos.
El trabajo de campo
El elemento primordial de la etnografía lo constituye el trabajo de campo, que suele
designar el periodo y el modo de la investigación dedicado a la recopilación y registro de
datos, si bien comprende mucho más que una técnica o conjunto de técnicas. “Se trata de
una situación metodológica y también, en sí mismo, de un proceso, una secuencia de
130
acciones, de comportamientos y de acontecimientos” (Velasco y Díaz de Rada, 2004: 18).
Entre ellas hay que citar las formas y estrategias de acceso, las relaciones que se establecen
en virtud de los roles que adoptemos y la aprehensión del sentido en las producciones de
los sujetos, se expresen éstas en forma oral, escrita o figurativa, relacionadas con el objeto
de investigación que nos ocupa. Esta situación en el campo supone un tipo de implicación
integral del antropólogo en la medida en que exige:
“El trabajo de campo deja cierto lastre, ejerce una cierta presión sobre el
investigador y en algún sentido lo transforma (…) Pero, sobre todo, el método
involucra a las personas: las relaciones sociales establecidas a través de esta
situación metodológica implican a la persona como una obligación de humanidad
que contrarresta cualquier exigencia de asepsia metodológica” (Velasco y Díaz de
Rada, 2004: 23).
131
La observación participante
El trabajo de campo etnográfico lleva intrínsecamente asociada la observación
participante, es decir, la presencia en escena del etnógrafo que, sin alterar esencialmente
los acontecimientos, tenga un rol que formará parte de dicha escena como consecuencia de
las relaciones sociales que el investigador ha trenzado en el contexto de observación; el
investigador nunca realiza su tarea sólo como investigador, también lo hace como vecino,
como amigo, como mediador, como cliente, etc. Se trata de seguir la propuesta
metodológica de Blumer (1982), de mirar la realidad social desde el punto de vista del
otro, a través de un transcurso de contacto cultural; de forma que nos permitiría, en
realidad, poder hablar de la inmersión del investigador en el ámbito sociocultural que
investiga, o en términos de Berger y Luckmann, ‘un proceso de socialización secundaria’ o
‘resocialización’ (Berger y Luckmann, 2006: 172-186). La presencia en el campo, en los
escenarios en los que transcurren las acciones, “el estar allí, constituye una posición
estratégica cuando es la cultura lo que se pretende investigar” (Sanmartín, 2003: 55).
Conviene advertir que la observación participante rara vez es totalmente
participante; tan rara como la observación nada participante, ya que no son nuestros
objetivos de estudio los que deciden cuanto modificamos la escena que pretendemos
examinar con nuestra presencia en ella. Por tanto, la participación en la observación
debemos interpretarla situada en un continuo entre nada y totalmente participante, en una
graduación que en ocasiones ni siquiera el investigador puede elegir (figura 3).
67
La idea de representar la variabilidad de la participación en las relaciones de campo mediante algún tipo de
dial la tomé de Hammersley y Atkinson (2004).
132
Otras técnicas y procedimientos pueden acompañar la observación participante:
entrevistas, análisis de conversaciones y de documentos, cuestionarios, relatos con los que
construir historias de vida, etc., dependiendo de cual sea el objeto y el contexto de nuestra
investigación. También el uso y producción de imágenes68 puede facilitar o complementar
nuestras observaciones; volveremos sobre ello más adelante. Como nos recuerdan Pelto y
Pelto: “Los muchos dominios diferentes de fenómenos en nuestro universo exigen cada
uno sus herramientas y técnicas especiales para la recopilación de conocimientos acerca de
ellos” (Pelto y Pelto, 1999: 1)69.
En el caso del presente ensayo, el trabajo de campo ha consistido en la asistencia
periódica a los espacios donde las mujeres realizan sus quehaceres, en estancias específicas
por algún motivo particular o mediante la presencia en los establecimientos donde trabajan,
solo o acompañado de clientes habituales de esos lugares. En esas visitas se ha procedido a
la captación de conductas y opiniones; se han establecido conversaciones, o se han
realizado entrevistas formales o informales, etc., sobre las que más adelante se abundará.
El acceso ha venido dado por la pertenencia del investigador desde el año 2001 a una
asociación en la que desarrolla intervención social con mujeres que ejercen labores
sexuales, en un programa de mediación social y sanitario (APDHA). Aunque esas visitas
también han sido producto de un conjunto de prácticas y relaciones —atención social,
proveedor de servicios, como cliente de clubes y bares, relaciones de amistad incipiente,
etc.— que el investigador ha ido tejiendo en los distintos ámbitos, con diferentes agentes
sociales —asociaciones, líderes grupales, mujeres, clientes de los bares, dueños de clubes,
etc.—. En este sentido, un elemento esencial en las relaciones de campo procede de la
implicación del propio investigador, su auto-instrumentación.
Estos aspectos últimos tienen enorme importancia para la presente investigación y
dan valor a la etnografía, en general, y a la observación participante, en particular, habida
cuenta de las complejidades de orden moral e ideológico que atraviesan todo lo
relacionado con el trabajo sexual y las relaciones erótico-afectivas, en nuestro contexto
68
La utilización de imágenes en los estudios de Antropología ya fue valorada por Franz Boas y, tal como se
considera en la Antropología Visual, asume elementos discursivos que facilitan la dinámica interpretativa
entre la visión cultural del investigador y la visión cultural de los sujetos que forman parte del objetivo del
estudio. Además, “el proceso de toma de la fotografía es simbólicamente distanciador (...) esta distancia o
separación simbólica puede ser una buena aliada para el antropólogo que ha de investigar sobre algunas
cuestiones que las convenciones sociales vigentes hacen difíciles de abordar de forma directa” (Lisón,
1999:30).
69
Traducción propia.
133
cultural. Acerca de ellas ya nos prevenía Weber: “es cierto que, en el terreno de nuestras
ciencias, suelen intervenir en la argumentación científica concepciones del mundo
personales, que enturbian la argumentación continuamente y llevan a evaluar de una
manera distinta el peso de los argumentos científicos” (2009: 75). Sobre el tema que nos
ocupa, también nos llama la atención Vázquez cuando afirma que “en concreto, hay que
evitar los siguientes prejuicios que pueden enturbiar el análisis y perpetúan la
estigmatización”:
70
Para Díaz de Rada (2010: 272), el relativismo metodológico “implica una renuncia profesional al ejercicio
de juicios morales, similar al ejercicio profesional de otros científicos”.
134
El interés por el texto etnográfico recibió un fuerte estímulo a partir de lo que llegó
a denominarse ‘Nueva Etnografía’; tal y como señalan David Kaplan y Robert A. Manners
“el propósito de la nueva etnografía es hacer que la descripción etnográfica sea más precisa
y más reproducible de lo que ha sido en el pasado” (Kaplan y Manners, 2004: 348). No
obstante, cuando el texto etnográfico adquirió su mayor realce y consideración fue a partir
de la denominada ‘crisis de representación’, a raíz de la propuesta interpretativa para el
análisis de las formas culturales, de manera que la etnografía se convirtiera en una forma
de ‘representación de la cultura’, Y si el objetivo de la etnografía consiste en reflejar la
trama cultural, la forma de vida de un colectivo, comunidad, etc., “para construir esa trama
es esencial que el etnógrafo sepa realizar una descripción guiada interpretativamente”
(Velasco y Díaz de Rada, 2004: 219); de tal forma que quede plasmada en el texto tanto
por la prolijidad en la descripción de las acciones, como por el entramado de relaciones
significativas entre hechos, acciones e instituciones. Pero no se trata simplemente de captar
los elementos psicológicos que guían la acción social, la pretensión consiste en que
“captemos, con el mayor detalle y alcance posible, el proceso por el que esos significados e
intenciones acaban construyendo un espacio público, es decir, común, de sentidos y
valores compartidos o negociables” (Velasco y Díaz de Rada, 2004: 220). Estamos, así,
ante el concepto de ‘descripción densa’ que Clifford Geertz (2003) difundió en ‘La
interpretación de las culturas’ y cuyas características podemos formular siguiendo a
Velasco y Díaz de Rada (2004: 219-227). La descripción densa supone:
135
representación de un mundo social depende de cómo lo escribimos” (Hammersley y
Atkinson, 2004: 265). En esa práctica no deja de estar vigente el objetivo de hacer que el
mundo social, que pretendemos presentar, se muestre de la forma más inteligible mediante
el ‘suministro de contexto’; entendiendo éste como el proceso mediante el cual vamos
desvelando y plasmando textualmente el “entramado de relaciones significativas, que se va
construyendo conforme avanza la investigación y la escritura del texto etnográfico”
(Velasco y Díaz de Rada, 2004: 235).
71
Utilizo el concepto de ideología y sus derivados, salvo observación expresa, en el sentido que José Ferrater
Mora (2009) atribuye a Sorel y Pareto. Se trataría de doctrinas de naturaleza no científica, de carácter
justificativo y normativo: “no son descripciones de la realidad social, sino prescripciones para las acciones de
grupos sociales” (Ferrater, 2009: 1749).
136
sexual en el segmento y ámbito objeto de la labor investigadora. De esta manera nos
aproximaremos al conocimiento de cada uno de ellos—en particular al cliente—
proyectando sobre éste los rasgos que tales materiales —de los demás actores— nos han
permitido elicitar.
Ahora bien, las controversias que se vienen desplegando en el campo de la
antropología relativas a esta dicotomía —emic/etic— me obligan a plantear una serie de
reflexiones que presento a continuación.
137
estudio de la cultura como sistema de conocimiento, convertida entonces al efecto
no tanto en Antropología Lingüística sino en Antropología Cognitiva” (Velasco
2005, 366).
“La oposición entre las perspectivas etic y emic en el estudio del comportamiento
ha sido ambigua desde el primer momento porque Pike las caracterizó por pares de
oposiciones, entre ellas “desde fuera/desde dentro” e “inicial/final”, que unas veces
apuntan a trámites sucesivos y otras a enfoques contrapuestos. Esta sería la primera
pregunta: ¿el enfoque etic es permanentemente externo o sólo preliminar?
Seguramente Pike oscila. Así que el enfoque etic sea intercultural, comparativo,
138
parece remitir a externo y continuado, como lo son los esquemas interculturales
creados por el analista. Pero que el análisis etnográfico se inicie con la ayuda de las
unidades y clasificaciones que se aprenden durante el periodo de formación, parece
vincularle más a la idea de preliminar” (González, 2009: 23).
“Los datos etic proporcionan acceso al sistema –el punto inicial del análisis. Dan
resultados tentativos, unidades tentativas. El análisis o presentación finales, sin
embargo, serían en unidades emic. En el análisis total, la descripción etic inicial se
pule gradualmente, y es finalmente —en principio, aunque probablemente nunca a
la práctica— reemplazada por una que es totalmente emic” (Pike, 1971: 38 y ss.).
Respecto al significado del enfoque emic de Pike, González expresa su acuerdo con
él en el sentido siguiente:
“La descripción emic, hecha desde la lógica interna, desde la concepción de quien
conoce el sistema y sabe cómo actuar dentro de él, debe responder a criterios
pertinentes al funcionamiento interno, debe integrar elementos que forman parte de
una estructura más amplia. Pero ¿cómo se llega a la descripción emic?” (González,
2009; 25).
Ahora bien ¿cuales son las concepciones de Harris acerca de esta distinción?
139
Las posiciones de Harris no pueden desligarse de sus intereses generales ni de su
adscripción epistemológica, el Materialismo Cultural. La obsesión de Harris por hacer de
la Antropología una disciplina científica nomotética, le lleva a intentar una ingente tarea
para tratar de operacionalizar los conceptos descriptivos con el fin de elaborar un
vocabulario intersubjetivo para la descripción etnográfica (González, 2009: 45 y ss.). Pero
cuando se fragua lo que podemos denominar la concepción canónica de la dicotomía
emic/etic en Harris, es en su libro, editado por primera vez en 1968, ‘El desarrollo de la
teoría antropológica’. En dicho texto, Harris da la siguiente definición de emic:
Para Díaz de Rada “la clave de la confusión introducida por Marvin Harris se sitúa
en la expresión ‘significativos y apropiados’. Lo que Harris quiere decir con esta expresión
no se corresponde con lo que quiso decir Pike” (Díaz de Rada, 2010: 64). En realidad,
Harris nos está sugiriendo dos perspectivas, y a la vez dos lógicas de análisis de la misma
realidad social, la de los sujetos sociales —nativos— y las de los observadores externos —
el investigador—, tal y como lo expresa en su obra ‘Materialismo cultural’:
140
“Lo que caracteriza a las operaciones de tipo emic es la elevación del informante
nativo al estatus de juez último de la adecuación de las descripciones y análisis del
observador (...) El rasgo distintivo de las operaciones de tipo etic es la elevación de
los observadores al estatus de jueces últimos de las categorías y conceptos
empleados en las descripciones y análisis” (Harris, 1982: 47).
“Con su confusa distinción, Marvin Harris presenta etic y emic, como dos visiones
conscientes del mundo en competencia; como si el plano etic, elaborado por el
lingüista o el antropólogo, tuviera la función de falsar analíticamente al plano emic
producido por los agentes sociales, cuyo comportamiento analizan los lingüistas o
los antropólogos. Al atribuir a todo lo que se encierra en la categoría emic un
estatuto de realidad consciente o ideal, Marvin Harris compone un ficticio
escenario de lucha entre las visiones de los nativos y las visiones de los
antropólogos” (Díaz de Rada, 2010: 65-66).
“Al introducir la conciencia de los nativos como criterio de definición del plano
emic, Marvin Harris opera con una idea enormemente simplificada y
unidimensional del conocimiento que los seres humanos ponemos en juego en
nuestra vida ordinaria. Una vez establecido que las categorías nativas para clasificar
la realidad son conscientes, parece asumirse que el orden emic ha quedado ya fijado
de una vez por todas para cualquier descripción del comportamiento del nativo con
esas categorías” (Díaz de Rada, 2010: 66).
Aún hay un tercer problema que apunta Díaz de Rada y que tiene que ver con la
posición del investigador ante la sociedad o la cultura que estudia: “el mundo de Marvin
Harris se agota en dos únicos planos: un plano emic y un plano etic (...) La cuestión es que
no puede haber jamás un ‘observador’ que no sea también, de un modo u otro,
‘participante’ de algún sistema de acción social” (Díaz de Rada, 2010: 70).
Del análisis del capítulo de Harris (2003) ‘emic, etic y la nueva etnografía’, parece
deducirse que este autor mantiene campos de análisis separados, uno para lo emic y otro
para lo etic: “El enfoque etic, por definición, elude las premisas del enfoque emic. Desde
141
un punto de vista etic, el universo de los sentidos, las intenciones, los objetivos, las
motivaciones, resulta pues inalcanzable” (Harris, 2003: 500). Asimismo, proyecta la
coexistencia de dos posibles modos de etnografías, la emic y la etic: “en teoría, una
etnografía emic no necesita ser ni más ni menos empírica, científica e intersubjetiva que
una etnografía etic” (Harris, 2003: 497).
Me adhiero a la posición de González cuando afirma que “aquí de nuevo la
dicotomía emic/etic se desvanece, puesto que no hay una etnografía etic y otra emic, hay
datos distintos del sistema sociocultural y distintas técnicas para el acceso a esos datos”
(González, 2009: 74). Sin embargo, de donde ella concluye el desvanecimiento de la
oposición emic/etic, mi propia experiencia y lecturas me apuntan que, aunque en el análisis
de los textos teóricos de Harris se puedan encontrar confusiones y ambivalencias y, desde
luego, ciertos desacuerdos en la concepción que transluce de la etnografía —y su relación
con los conceptos emic y etic— creo, sin embargo, que este autor no agota ni la utilidad ni
la pertinencia de la oposición emic/etic.
“Describen las discriminaciones que se hacen en una cultura determinada (lo que
no significa que sean significativas y consideradas apropiadas por los
participantes). ¿En qué ámbitos? En principio, en aquellos incluidos en la
definición de cultura de Goodenough: (...) ‘pautas para percibir, creer, evaluar,
comunicar y actuar’ (...) Los términos etic son los que constituyen el meta-
vocabulario que se va generando para dar cuenta de las discriminaciones nativas en
distintas culturas” (González, 2009: 91).
72
Una de cuyas consecuencias sería la problemática distinción entre etnografía y etnología, sobre la que
volveré más adelante.
142
No obstante, González no admite la existencia de tal vocabulario: “no hay en
Antropología ningún vocabulario descriptivo preciso que sea análogo al vocabulario
fonético del lingüista” (González, 2009: 112), a pesar de los intentos de algunos
antropólogos, entre ellos Harris y Goodenough.
Entonces ¿cual es el sentido de la distinción emic/etic? Ángel Díaz de Rada nos
apunta la dirección:
El problema con las categorías etic y emic se produce, dejan de ser útiles y pierden
sentido, cuando “empezamos a olvidar que cualifican una relación concreta de
investigación, la que se da entre quien trabaja y escribe con voluntad analítica en el seno de
una profesión científica y alguien que vive su vida persiguiendo muchas otras voluntades”
(Díaz de Rada, 2010: 76). Por tanto, ambas categorías no habría que mirarlas como
oposición sino como relación dinámica. Podríamos decir, simplificando al máximo, que los
rasgos significativos (emic) de una determinada cultura conforman los materiales que nos
permiten con nuestras herramientas conceptuales la descripción (etic) de cómo funciona
esa cultura.
Estamos ahora, tal vez, en condiciones de responder, aunque sea de forma parcial a
la pregunta que se hacía Aurora González en la cita de más arriba ¿cómo se llega a la
descripción emic? Díaz de Rada es claro al respecto:
“El texto del investigador se sitúa siempre en relación con su campo, en una
posición etic, y no como sugirió Kennet Pike alguna vez, en una posición emic.
Este texto final producido por el investigador (etic), estará sin duda influido por la
incidencia de las unidades emic inscritas en su material empírico” (Díaz de Rada,
2010: 72).
143
Como sabemos, es labor del científico social extraer y elicitar de tales materiales
emic los elementos de esa cultura con los que construir su texto etnográfico, su
interpretación de dicha cultura. La pretensión de construir un relato expresado únicamente
en unidades emic, situaría al antropólogo en una posición extrema ‘naturalista’, que en la
antropología actual se considera absolutamente imposible. Y que, desde luego, no forma
parte de los supuestos epistemológicos ni metodológicos de los que parte esta Tesis.
Etnografía y comparación
Como he advertido más arriba, la etnografía puede considerarse como un producto,
resultado de un proceso de investigación, obtenido de acuerdo a una estrategia
metodológica de igual nombre que goza de gran tradición en antropología. En ese sentido,
consigna una determinada concepción de una forma de vida, o de cualquier otro hecho
social, construida por el antropólogo. De esta forma, las etnografías pueden considerarse
materiales emic de los que la comunidad científica dispone para lograr sus objetivos de
análisis e interpretación de las culturas mediante la comparación de investigaciones
realizadas por los antropólogos (Díaz de Rada, 2010).
144
implícitamente, hay una teoría que aporta su racionalidad al enfoque” (Kaplan y Manners,
2004: 347).
La posición que adoptaré, al respecto de tales controversias para esta Tesis, parte de
la consideración que hacen esos autores a modo de tentativa: “la antropología, como
cualquier otro campo de investigación sistemática, busca generar un conocimiento público
y confiable acerca de su objeto de estudio” (Kaplan y Manners, 2004: 347). Y entenderé
con Nuria Fernández (2004) que etnografía, etnología y antropología, aluden a aspectos,
etapas o procesos de una misma investigación que no se pueden disociar.
Por mi parte, descartaré el término etnología para señalar los procesos de
comparación como autónomos de la etnografía. De forma aproximativa, concebiré la
Antropología como ciencia general, como disciplina que estudia las regularidades humanas
y la variedad de sus manifestaciones en las diferentes culturas; y la etnografía como el
complejo metodológico que intenta “reproducir una unidad cultural tal y como es
percibida, ordenada y vivida por los miembros de la sociedad” (Kaplan y Manners, 2004:
348).
De acuerdo con esta enunciación, comparto el planteamiento de Miguel A.
Bartolomé, que reivindica la etnografía como un potente “recurso para el diálogo
intercultural en el mundo actual” (Bartolomé, 2003:199). De esta manera, la etnografía que
sustenta esta Tesis se reconoce como fuente para la expresión de la diversidad cultural en
nuestras sociedades en relación al objeto que investigo, y no sólo como producto destinado
a la comunidad científica: “no conozco otra forma de hacer visible a un público cada vez
más vasto, la presencia y contemporaneidad de las múltiples experiencias culturales”
(Bartolomé, 2003: 205).
1.3.2 Participantes
Analizo en este apartado los objetos que han formado parte de nuestro estudio y los
sujetos que han intervenido en él; ambos vienen dados por el entramado del comercio en el
que se insertan; no obstante, el segmento específico de ese comercio sobre el que se ha
indagado —el trabajo sexual cara a cara con posibilidad de contacto físico, íntimo, de
carácter erótico-sexual— restringe los ámbitos de las pesquisas y las personas que
intervienen en las interacciones sociables articuladas por el ejercicio esa actividad.
145
Los objetos
Los espacios donde se realiza el trabajo sexual han sido objeto de atención
preferente en esta Tesis. La observación participante fue la técnica utilizada mediante la
cual se han podido estudiar el tipo de interacciones y los rasgos de la sociabilidad que en
ellos se desarrolla. Se trata de espacios muy diversos en su configuración donde las
mujeres ofrecen servicios sexuales a sus clientes. Esos espacios conforman una variedad
tipológica que presentamos a continuación y que será examinada con mayor detalle en el
capítulo de ‘Tramas etnográficas’. Durante el trabajo de campo se han visitado en
múltiples ocasiones y con diferentes objetivos concretos un buen número de estos espacios.
73
Para Elisa González, se trata de espacios que comparten sus características con los espacios públicos pero
con ciertas diferencias de grado o restricciones de distinto carácter. Así el acceso puede estar limitado, su
utilidad estar orientada a la prestación de servicios, o ser de propiedad privada (González, 2008).
74
Incluyo en este tipo 20 establecimientos que con la apariencia de expender bebidas alcohólicas —a veces
comida también—, poseen habitaciones dedicadas a la realización de servicios sexuales, sin indicación
externa alguna y sin estar legalizados; se trata de los bares africanos que podemos localizar en algunas zonas
altamente etnificadas de la provincia.
146
a menor escala de negocio imitan los bares de copas y los clubes convencionales que
encontramos en nuestras ciudades; sus clientes habituales son, mayoritariamente, hombres
inmigrados que trabajan en la zona.
Tipos Visitados
Total 116
76
En el caso de espacios etnificados los llamo casa-bar para resaltar la ambivalencia explícita que supone su
utilización como espacio residencial y de negocio.
147
frecuentemente, y de forma despectiva a veces, suele ser llamada prostitución callejera. En
ellos, las mujeres situadas en esquinas, aceras, arcenes, o cualquier otro lugar, quedan a la
vista de las personas que circulan, exhibiendo sus atributos físicos y los rasgos eróticos-
sensuales que pueden aportar en el intercambio sexual. Me referiré a este tipo de espacios
cuando no exista, asociado a ellos, un emplazamiento cerrado, privado, donde se realicen
los servicios sexuales; en este caso las mujeres permanecen a la intemperie sin un lugar
concreto donde establecer la prestación del servicio convenido; en el mejor de los casos
puede tratarse de un vehículo —el del cliente o el de ella—, de un portal, o cualquier otro
resguardo, por precario que sea. Este aspecto marca la diferencia de aquellas otras formas
de desempeño en las que las mujeres pueden quedar apostadas en los quicios, puertas o
esquinas próximas a los establecimientos donde ejercen su labor, con el fin de facilitar la
captación de la clientela.
Los sujetos
Se trata de las personas que, con diferentes cometidos, participan en el segmento
del comercio sexual que estamos analizando y que mantienen alguna vinculación con los
establecimientos o espacios donde se realiza. Además de los clientes, estos agentes pueden
desempeñar diferentes funciones: camareros, servicios personales directos, porteros,
servicio de transporte, bailarinas, vigilancia y controladores de los servicios, vendedores y
suministradores externos, reparto de publicidad, encargados, etc. Obviamente varias de
estas funciones pueden coincidir en ocasiones en la misma persona, o no. Como en
cualquier otra empresa, suele depender de la envergadura del negocio que la
diversificación de tareas esté más o menos ligada específicamente a sujetos diferentes o,
por el contrario, se concentre en pocos individuos, o en uno solamente.
De estas personas hemos recabado su punto de vista sobre diferentes aspectos
objeto de esta investigación en diferentes contextos y situaciones. Gracias a sus relatos,
obtenidos mediante entrevistas, conversaciones informales o mediante la interacción en la
observación participante, cada una de ella se ha constituido en fuente primaria de los
materiales emic con los que se ha construido la etnografía que sustenta esta Tesis
Sería una tarea impracticable precisar el número de personas que han participado en
los escenarios de observación, con las que alguna vez se habló o con quienes se coincidió
en alguno de los establecimientos visitados durante el trabajo de campo. No obstante, a lo
largo del capítulo ‘Tramas etnográficas’ se irán precisando algunos de estos aspectos de
carácter cuantitativo.
148
A título de ejemplo se muestran en la tabla 3 algunas de las funciones que se
pueden desarrollar en el trabajo sexual. En ella queda reflejada la función principal
desempeñada por cada una de las personas a las que entrevisté.
Hombre 0 1 1 5 5 1 13
Mujer 20 0 0 4 0 0 24
Total 20 1 1 9 5 1 37
Clientes
Salvo excepciones, se trata de hombres, de cualquier edad, estatus social y nivel
económico. No obstante, cada negocio suele limitar o adoptar una clientela más o menos
específica. Así, hay algún local que impone un precio de entrada con derecho a
consumición, como forma de efectuar una selección económica de su público. En otros
casos, por su ubicación, condiciones y precios, los locales están orientados a clientes
inmigrados o personas de bajos recursos económicos. En algunos, se suele impedir la
entrada a individuos que presenten determinados rasgos fenotípicos, especialmente si
aparentan muestras de descuido en su imagen personal; el caso de los marroquíes es de
77
Este sujeto cumplió diferentes roles, pero su iniciación en esos ambientes vino dada por su labor como
transportador, llevando las mujeres desde sus domicilios al club donde trabajaban.
149
singular significación como veremos en las parte segunda y tercera. Se puede adelantar que
la presencia de los clientes responde a múltiples motivaciones y formas de consumo.
Camareros
Son personas, hombres o mujeres, que atienden a las chicas78 y a sus clientes en lo
relacionado con el consumo de bebidas, habitualmente detrás del mostrador cuando lo hay.
Pueden ser hombres o mujeres, pudiendo también, en este último supuesto, ofrecer
servicios sexuales a la clientela.
Una tarea que a menudo desarrollan en bares y clubes consiste en el registro y
control de los servicios que cada chica realiza, la supervisión de los precios y tiempos
correspondientes y la provisión de los materiales necesarios —sábanas, preservativos,
etc.—. Una función secundaria, pero importante también, que realizan estriba en alentar el
consumo, especialmente las invitaciones a las trabajadoras por parte del cliente.
Porteros
Se trata de hombres que controlan el acceso al local, vigilan sus alrededores y el
interior del establecimiento y abordan los conflictos que puedan generarse dentro del
propio del recinto. En determinados locales realizan la función de transporte de las
trabajadoras desde sus zonas de residencia o puntos de encuentro pactados con el dueño o
el encargado.
Los vigilantes
En los clubes de mayores dimensiones, y más abundante afluencia de público,
puede haber personas con la específica tarea del control de los servicios que en
establecimientos más modestos realizan los propios camareros o encargados. Las tareas de
control y avituallamiento, que suele estar a cargo de una mujer, pueden extenderse a la
supervisión del trabajo de las propias trabajadoras, a los clientes y a la atención a cualquier
sistema de seguridad que se encuentre implantado en la sala, o en las habitaciones
78
Utilizo el término ‘chica’ para referirme a una trabajadora sexual, especialmente si es joven. Aunque en
alguna ocasión alguna colega me llamó la atención por el carácter poco respetuoso que pretendidamente
pudiera contener ese término para con las mujeres, no considero atribuible tal connotación a dicha expresión.
En primer lugar, porque no presenta contenido denigratorio alguno un término que se utiliza profusamente en
el habla coloquial en distintos ámbitos de la vida social; en segundo, y principalmente, porque los diferentes
agentes que intervienen en el comercio sexual —incluidas las propias trabajadoras—se refieren a ellas
mismas con tal vocablo. Parecidas consideraciones expresa Corbalán (2012: 209) al respecto.
150
privadas, donde se realizan los servicios con una interacción más intima. En los clubes
donde no se cuenta con vigilantes, estas tareas de guardia suelen realizarlas los propios
encargados desde sus despachos o los porteros mediante la visualización en monitores de
las grabaciones por las cámaras instaladas en zonas comunes.
Los encargados
Se refiere a la persona que tiene la tarea de supervisar el funcionamiento general
del establecimiento. A veces puede coincidir con el dueño o titular del local; en otras
ocasiones, o intervalos de tiempo, horarios, etc., esta función puede recaer sobre otros
agentes presentes, como el portero, el vigilante, el camarero o, incluso, la chica de más
confianza.
Otros agentes
Pueden encontrarse en esos locales vendedores ambulantes de diversos productos;
se trata, predominantemente, de hombres y mujeres inmigrados que ofrecen sus géneros a
la concurrencia de esos establecimientos, especialmente a las mujeres: ropa, bisutería,
gafas, vídeos o discos musicales, flores, servicios de transporte, etc. Por supuesto,
igualmente están los proveedores de los diferentes productos que forman parte del negocio
del establecimiento: bebidas, aperitivos, etc.; así como quienes suministran los ‘kits’ de
higiene —sábana, toalla y preservativo— con los que se dota a las habitaciones privadas en
cada servicio. También están quienes se encargan del transporte de las chicas al entrar y
salir del trabajo, a sus domicilios o puntos de encuentro convenidos.
151
información (Velasco y Díaz de Rada, 2004: 129). En la actualidad, y como consecuencia
de las técnicas modernas de comunicación, parte de esas tareas se pueden efectuar desde
lugares alejados del espacio físico, utilizando el teléfono o internet, por ejemplo. De gran
ayuda ha sido la confección de una ‘guía de campo’, que me ha permitido orientar la
selección de la información que en cada momento se ha ido considerando necesaria, bien
por su relevancia en sí misma, bien por su valor de contraste. Obviamente, cada tipo de
‘dato’ requiere de sus propias técnicas particulares adecuadas, según se trate de contenidos
procedentes de manifestaciones verbales, expresiones corporales, imágenes visuales,
procesos de interacción, etc.
Observación participante
Una vez que se han seleccionado los emplazamientos donde se va a desarrollar la
observación, se han encontrado los porteros79 y se ha accedido al espacio social que nos
interesa, comienza un proceso que requiere de ciertas pautas; el seguimiento de éstas dota
de sistematicidad a la recogida de datos: descripción del entorno, de los objetos materiales
y de las condiciones ambientales del escenario; enumeración y semblanza de los
participantes; descripción cronológica de la interacción incluyendo los aspectos verbales y
gestuales; etc. (Angrosino, 2012).
Se trata de ver qué se hace, quién lo hace y cómo lo hace en cada momento en el
escenario en el que nos encontramos y en el que participamos con mayor o menor
intensidad. Consiste en mirar en vez de ver, de escuchar, en vez de oír, de manera
intencional y atenta. En la observación, el investigador construye relatos desde sus propias
categorías analíticas; por eso es conveniente contextualizar, en todos los aspectos, la
información recogida, con el fin de, posteriormente, darle sentido al construir la trama
argumental en el texto del informe final de la investigación. “Observar es contemplar y
examinar atentamente algo con el objeto de determinar su naturaleza y funcionamiento”
(Sanmartín, 2003: 52). Pero no solo eso, aquello que reclama nuestra atención es algo que
merece la pena examinarlo. Ello obedece a dos motivos: el primero, porque ese esfuerzo es
condición necesaria para la extrañeza entre lo que se contempla y lo que se conoce
previamente; el segundo, porque ese desajuste debe haber afectado a algo valioso, a algo
79
Un ‘portero’ es alguien o algo que facilita el acceso al campo; puede ser una persona en posición de
autoridad ante el grupo al que nos dirigimos, un objeto o un rol: un programa de mediación en el caso de mi
investigación.
152
que previamente ya poseía un valor asignado en la cultura del observador, bien por la
comunidad científica, bien por el estándar de los ciudadanos o de la cultura folk del
investigador. Así “la observación es intencional. Se despliega con la intención de
reconocer la naturaleza y funcionamiento de aquello que no encajaba en lo esperado”
(Sanmartín, 2003: 53); y que sea el propio investigador quien lleve a cabo por sí mismo la
observación, “es lo que permite que se produzca ese proceso de relativización sin el cual
no cabe la apertura ni la ampliación del horizonte semántico y categorial del observador”
(Sanmartín, 2003: 55).
80
“El relato de vida es un subgénero de la historia de vida, menos amplio y completo” (Arjona y Checa,
1998: 6). A este respecto Daniel Bertaux considera que “hay un relato de vida desde el momento mismo que
un sujeto cuenta a otra persona, investigador o no, un episodio cualquiera de su experiencia vivida” (Bertaux,
2005: 36).
153
sujetos, convirtiendo estos productos en el material analítico con el que desarrollar la
investigación. También puede ser referida como ‘entrevista etnográfica’ (Angrosino, 2012:
66 y ss.) en la medida en que se trata de un acto conversacional entre personas que han
llegado a trabar lazos de confianza de cierta intensidad como consecuencia de la posición
del investigador en el campo, que le hace partícipe de experiencias cotidianas en el seno de
la comunidad o grupo en el que desarrolla sus pesquisas. Sus rasgos diferenciales vienen
dados, además de los ya citados, por su carácter abierto, y por su pretensión de
profundidad, buscando la emergencia de significados.
Hombre 10 1 0 2 13
Mujer 2 11 5 6 24
Total 12 12 5 8 37
Tales entrevistas han seguido un guión tipo, que se ha ido modificando ligeramente
a medida que avanzaba el trabajo de campo, pero siempre dando la opción a la persona
entrevistada para que elaborara su propio hilo discursivo, animándola a que ella misma
construyera los hitos de su relato. De hecho, éste constituye por antonomasia el discurso
desde el punto de vista del sujeto, aunque sin perder de vista que una entrevista no deja de
ser un acontecimiento social, una situación de campo más, y donde el investigador puede
observar comportamientos y reacciones del sujeto entrevistado, en su interacción con el
investigador (Hanmersley y Atkinson, 2004).
154
cuaderno de notas; otras veces se han tomado notas apresuradas, acudiendo al aseo y, en
otras circunstancias, se han registrado con permiso previo de las personas, o sin él cuando
el contenido no afectaba a cuestiones de carácter personal. De mayor o menor complejidad
estos testimonios también componen relatos desde el punto de vista de los sujetos que se
investigan (Bertaux, 2005). Pero además, este tipo de conversaciones informales o
espontáneas pueden considerarse, como hacen Helena Calsamiglia y Amparo Tusón,
“como la forma más característica en que las personas se relacionan y llevan a cabo sus
actividades cotidianas como seres sociales” (Calsamiglia y Tusón, 2002: 32). Estas
narrativas ofrecen datos sobre los objetos que nos interesan, pero también suministran
información sobre los diferentes sujetos que participan en el comercio sexual y las
relaciones que articulan entre ellos a través del trabajo; constituyendo, en ese sentido, una
fuente documental importante sobre esas personas. Estas aportaciones de materiales
sustentan la ‘perspectiva emic’ con la que he abordado la aproximación al cliente en esta
investigación. Como nos muestra Tim Rapley (2014: 101 y ss.), el análisis de estas
conversaciones tiene obviamente interés por su contenido, pero igualmente nos puede dar
pistas sobre otros aspectos interactivos, especialmente acerca de los sujetos que participan
en ella: orden de intervención, conflictos entre individuos, indicaciones sobre sus rutinas
en la vida cotidiana, organización de los roles en un escenario determinado, etc.
155
Respecto a lo segundo, Banks constata dos líneas de análisis social que han venido
usando tradicionalmente las imágenes en ciencias sociales. Una, sería aquella que ha
utilizado materiales visuales elaborados por el propio investigador como fuentes de
documentación: como datos primarios, como ilustraciones, representando síntesis de datos,
etc. El valor de la fotografía ya fue reconocido en la antropología a través de Franz Boas o
de Margaret Mead. Como nos apunta Estrella Gualda, este uso de las imágenes tiene,
también, la ventaja de que a través de ellas “podemos ‘ver’ lo que no puede ser percibido
mediante la palabra escrita o los números”81 (Gualda, 2014). La segunda línea englobaría
las investigaciones que utilizan imágenes producidas o ‘consumidas’ por los propios
agentes que forman parte del estudio, de tal manera que “los sujetos de la investigación
tienen claramente una relación social y personal con las imágenes” (Banks, 2010: 25). Sin
embargo, en los últimos años ha venido desarrollándose una serie de trabajos que
marcarían una tercera línea, que incluye en su seno a las otras dos. Me refiero a “la
creación y el estudio de la imagen colaborativa y se utiliza en los proyectos en los que el
investigador social y los sujetos de estudio laboran juntos, tanto con imágenes pre-
existentes como en la creación de imágenes nuevas” (Banks, 2010: 26).
81
Traducción propia.
156
En primer lugar, las imágenes captadas por el investigador durante su labor en el
campo. Se trata de fotos o representaciones de diferentes elementos que son relevantes por
su contenido informativo; así, por ejemplo, los planos de la zona donde se ubican los
establecimientos, o los escenarios interactivos —a veces, incluyendo a las propia personas
involucradas— en el ámbito espacial que estudiamos: la calle, los edificios, los clubes, etc.
En otras ocasiones se elaboraron croquis, dibujos o anotaciones acerca de la disposición de
objetos y elementos en un determinado emplazamiento.
En segundo término, el registro de imágenes, que ya existían antes de la
investigación o ajenas a la intervención del investigador, obtenidas mediante consultas en
internet; fotos exteriores de locales y mapas de la zona en que se ubican, conseguidas a
través de Google maps, o bien consultando la web del Instituto Andaluz de Cartografía. A
veces se han tomado de la propia prensa escrita o digital. Todo ello ha sido de enorme
valor para el desenvolvimiento, especialmente por la densa trama de caminos en algunas
zonas de diseminado, o para la correcta localización de los lugares donde se ha realizado el
trabajo de campo.
Asimismo, he contemplado imágenes producidas o elaboradas por diferentes
agentes relacionados con el objeto de estudio. Se trata de documentos diversos, bien
originales o bien transformados, mediante fotografía, fotocopia, etc., donde aparecen
diferentes componentes, imágenes y representaciones del comercio sexual; en ocasiones de
las mismas mujeres. Para acceder a ellos se ha procedido a la consulta de anuncios en
prensa y en internet; también he hecho acopio de folletos de propaganda portable,
directamente en locales o en los espacios públicos de tránsito donde se distribuyen.
Podríamos añadir un cuarto tipo de fuentes que combina las técnicas orales a través
de un interfaz audiovisual; se trata de los foros, chats y páginas web de contactos, con
finalidad publicitaria o no. En ellas se reproducen conversaciones e intercambios de
información sobre locales, o sobre los servicios que se ofrecen en determinados
establecimientos o por trabajadoras concretas que se anuncian en otras páginas. En esta
Tesis he visitado con cierta periodicidad el foro ‘Putalocura.com’, donde clientes,
generalmente de pisos de contactos, intercambian información acerca de los precios, tipos,
calidad e higiene de los servicios, así como de otros aspectos relacionados con el
comportamiento profesional de la trabajadora en la prestación de sus labores, etc.
El tratamiento dado a este tipo de fuentes —especialmente a los dos últimos
grupos— tiene que ver no sólo con su utilidad, como surtidora de datos primarios brutos,
sino que permite desvelar gustos, concepciones y motivaciones de los clientes, cuando se
157
realiza un detenido análisis de su contenido; constituyendo claros ejemplos de materiales
emic, desde los que elicitar una cierta concepción acerca de las personas a quienes van
dirigidos, así como de su posición en el mercado del sexo. De igual manera, ha permitido
disponer de una referencia añadida para las operaciones de triangulación de fuentes.
Cuaderno de notas
Se trata de un sencillo y manejable cuaderno donde se registran manualmente datos,
fechas, acontecimientos, croquis, una expresión que se ha escuchado, referencias
significativas a conversaciones, o descripciones de diferente orden, que se realizan lo más
próximo posible a su acontecer. Es el material escrito o gráfico en bruto, el primero, que
cualquier investigador obtiene en su trabajo de campo. Su registro se hace con escritura
manual, ”apuntes recogidos al vuelo en el transcurso de la interacción (...). Es importante
registrar incluso aquellas cosas que no entendemos de inmediato, pues más tarde podrían
ser relevantes” (Hammersley y Atkinson, 2004: 196). En cualquier caso, no hay que perder
de vista que a medida que la investigación avanza se pueden descubrir nuevas
significaciones, o puede cambiar la relevancia de determinadas acciones y, por tanto, el
criterio acerca de lo que conviene o no reflejar en el cuaderno de campo.
En numerosas ocasiones lo he sustituido por un procesador de notas en el teléfono
móvil, cuando hay datos muy volátiles que requieran su registro de forma inminente. Este
método permite tomar brevísimas anotaciones con discreción, cuando no es posible llevar
encima el cuaderno de campo, o cuando no es factible u oportuno el desplazamiento a un
lugar solitario —el aseo, recurrentemente— para registrar las observaciones. En ocasiones,
el cuaderno de notas ha podido ser sustituido por la grabación oral del propio investigador
158
a la salida de los espacios donde se realizaron las pesquisas cuando no había condiciones
para tomar notas escritas; este procedimiento, resulta una forma eficiente de retener datos,
indicaciones y referencias que podrían desvanecerse de la memoria cuando no había
manera de utilizar el cuaderno o el diario de forma inmediata.
Grabadora
Con ella registramos directamente sonidos que se consideran de interés para la
investigación, en un soporte digital —un archivo de sonido portable hasta un ordenador—,
desde un ruido ambiente, hasta una entrevista, pasando por conversaciones informales o
coloquios entre personas. Es el instrumento de recogida privilegiado de datos obtenidos de
forma oral. Actualmente se pueden utilizar grabadoras de diferentes tecnologías: grabadora
de casete, grabadora/reproductora de archivos electrónicos en formatos, mp3 y/o mp4, etc.
Un aparato recurrente para pequeños registros puede ser la grabadora del teléfono móvil,
que por ser un aparato de uso cotidiano, permite grabar con discreción eventos que se
producen sin las interferencias que la presencia de un artefacto más voluminoso podría
provocar en los participantes a los que se está grabando o están presentes durante la
grabación.
159
investigación. Pasamos a continuación a presentar algunas de esas técnicas, bien entendido
que el proceso de construcción de una etnografía no tiene un carácter lineal, sino que
diversos procedimientos pueden reproducirse en diferentes momentos del decurso
analítico.
Transcripciones
Consiste en la transformación en texto de los registros de entrevistas,
conversaciones y otros documentos sonoros. Aunque su destino es inscribirlos de manera
160
reflexiva en el diario de campo, en realidad, constituyen una labor de procesamiento y
transformación de datos con características propias. Al transcribir una entrevista o la
conversación informal debemos interpretar palabras, giros y expresiones, que si no se han
pronunciado en los estándares del idioma del investigador requieren interpretación. Por
otro lado, la propia entrevista debe llevar acompañada notas de campo sobre el contexto de
la conversación y otros aspectos, gestuales, expresivos, etc., que modulan la información
oral registrada, y le dan sentido.
Elaboración de ilustraciones
A partir de mapas, croquis e indicaciones del cuaderno de notas, o datos
procedentes de otras fuentes, he elaborado planos de los espacios, locales, etc.; también
mapas conceptuales o esquemas ideográficos. Se trata de transformaciones que han
permitido analizar y presentar de forma más concisa el proceso de interacción con
diferentes sujetos en un club; por ejemplo, las relaciones en el campo, la disposición de
objetos y personas en determinados escenarios —como la sala principal de un
establecimiento—, la ubicación geográfica de los locales; permiten asimismo expresar
taxonomías, etc. En definitiva, han facilitado el suministro de contexto y han ubicado datos
de la interacción dentro de la narrativa etnográfica. Su realización práctica puede hacerse
de forma manual, con mayor detalle y mejora estética que los perfilados en el cuaderno de
notas, o mediante sistemas informáticos. En la presente investigación nos simplificó ese
proceso la utilización de los propios recursos del procesador de textos Word, del paquete
161
informático Office de Microsoft, así como el programa de diseño gráfico Photoshop de
Adobe, entre otros.
Otras técnicas
Se trata de operaciones que tienen que ver con la transformación de la información
en conocimiento, en materiales analíticos que permitan la interpretación de algún
fenómeno relacionado con el objeto de estudio. Su enumeración sería inabordable, si bien
reseño algunas de las que más visiblemente podrán revelarse a través de la lectura del texto
etnográfico. Determinadas elaboraciones de éstas pueden ir asociadas a procedimientos ya
expuestos como el análisis o la creación de taxonomías, o la confección de cuadros y
gráficos. Esta transformación se produce cuando de los materiales emic construimos
clasificaciones, reelaboramos las ya existentes, o categorizamos algún objeto
adscribiéndolo a una clase; por ejemplo, el proceso de clasificación de locales que se ha
realizado en este trabajo. Asociado al anterior proceso y a otras operaciones podemos
considerar la creación de categorías analíticas o la re-conceptualización de las ya
existentes; esto es lo que ocurre cuando discutimos el concepto de chulo o proxeneta, por
ejemplo. Otra operación consistiría en la aportación de argumentos, mediante el aporte de
datos, indicios, apuntes, etc., debidamente imbricados y ‘textualizados’; se trata en
definitiva de la construcción de una trama argumental convincente, que articulará la
composición del texto etnográfico aportándole su valor científico.
162
1.3.4 Procedimiento
Los dos primeros factores se vinculan con el hecho de que, como he ido
descubriendo a lo largo de mis estancias en el campo, las expresiones de sociabilidad
detectadas en los espacios preferentemente utilizados por los inmigrados, respecto de
aquellos que están normalizados y que comparten —en mucha menor medida— autóctonos
e inmigrados presentan algunas diferencias; estas son percibidas, bien por la intensidad de
algunos factores, bien por algún rasgo distintivo, que impregne en un caso u otro. Ello ha
traído como consecuencia tener que ir modificando mi posición en los diferentes
escenarios y adoptando técnicas desiguales en uno y en otro espacio, en distintos
momentos. Y también, en la medida en que se ha ido gestando el propósito y realización de
esta Tesis, el trabajo de campo ha adquirido dos intervalos de tiempo relevantes de carácter
intensivo y orientado específicamente a los fines de la investigación: el primero durante el
año 2011, cuando encaminé mi labor etnográfica en la comarca de El Poniente, dado que
mi interés estaba centrado entonces en el análisis de la prostitución y sus expresiones de
sociabilidad, desarrollada en espacios etnificados. Se trata de un contexto pluricultural y
con una visible presencia de redes de economía étnica que incluía numerosos
establecimiento dedicados, entre otros, al comercio sexual; en este periodo el principal
método empleado como fuente de información fue la observación participante y las
163
conversaciones informales. El segundo intervalo comprende desde el inicio del año 2012
hasta la finalización de esta tesis, durante el que encaminé las exploraciones en el campo
hacia espacios de comercio sexual más estándar en nuestra sociedad localizados en el resto
del territorio almeriense: clubes, calle, casas de citas, bares de copas, etc. Asimismo,
también realicé algunas incursiones en zonas etnificadas del municipio de Níjar, donde se
reproducen, a menor escala, las formas de comercio sexual de El Poniente.
No obstante, en estos casi cuatro años, los saltos entre unos territorios y otros —
que, por otro lado, no se manifiestan totalmente separados— han sido frecuentes; de tal
forma que el carácter multi-situado que suele caracterizar a algunas investigaciones
etnográficas, adquiere en este caso una forma específica por los cambios de escenario y
contexto sociocultural que ha sido necesario realizar a lo largo de todo el proceso de
exploración y recogida de datos (Marcus, 2001).
Todo lo anterior ha supuesto iniciar esta Tesis con un bagaje de lecturas, estudios y
relaciones; también con algunos materiales obtenidos mediante registro en notas o
entrevistas sobre aspectos relacionados con mis inquietudes en cada momento; ese
conjunto ha resultado a la postre de gran utilidad para los propósitos de la presente
investigación y forman parte del aporte de materiales con los que he confeccionado las
tramas etnográficas desarrolladas en esta investigación.
164
El acceso al campo
Como he expresado más arriba, el acceso a los establecimientos donde se realiza
comercio sexual, y a los diferentes agentes que participan en él, ha sido posible por la
participación del investigador en un programa de mediación social y sanitaria, a través de
la APDHA desde hace más de doce años. El trabajo en la ONG ha permitido una cierta
facilidad en la entrada a determinados espacios, especialmente los de carácter más privado,
y a la información observable; me ha servido como cauce para entablar relaciones, un
papel que representar en aquellos contextos y un rol en la vida de algunas de las personas
que forman parte de los distintos escenarios interactivos que se construyen en el campo.
También ha posibilitado el acceso a un conjunto de información inespecífica que facilitó la
labor investigadora, en la medida en que aporta los hilos de los que tirar para encontrar los
diferentes elementos con los que construir la trama argumental que compongan el texto
etnográfico.
Esta forma de acceso la complementé con el uso de otros porteros como serían
algunos agentes sociales, líderes de asociaciones de inmigrantes, etc. Y, además, mediante
diferentes técnicas de acercamiento, como cliente, dado el carácter público de la entrada a
buena parte de estos establecimientos: clubes, bares de copas, locales africanos. A ellos he
accedido directamente como cliente, o a través de alguna mujer que trabajara allí y que me
ha supuesto un punto de referencia para introducirme y para construir mi rol en ese espacio
concreto. Igualmente los propios sujetos que he ido conociendo, mujeres, clientes,
encargados, etc. contribuyeron al efecto de bola de nieve, que describe gráficamente el
proceso por el cual el investigador incrementa sus relaciones y conocimiento del campo
progresivamente a partir de unos pocos vínculos.
Los roles
Mi posición en el campo al respecto ha sido variada. La pertenencia a una ONG
también ha marcado mis roles, especialmente frente a las trabajadoras y dueños o
encargados en los ámbitos donde realicé tal labor. La movilidad de esas mujeres y la red de
relaciones que trenzan entre ellas, mediante el ejercicio de su profesión en diferentes
lugares, hacen que el papel de mediador, en cierta forma de 'conseguidor', esté presente
con mayor o menor intensidad en otros diferentes momentos y escenarios de la
investigación. No obstante, en otros establecimientos más alejados de mi entorno de
intervención, dicho componente de la representación queda absolutamente diluido. Por lo
demás, con el paso del tiempo, las relaciones trenzadas y las confianzas adquiridas han
165
permitido que, generalmente, esos roles pudieran ser distinguidos dependiendo del
escenario y del contexto. Esas conexiones personales, de incipiente amistad en algunos
casos, han ido impregnando los vínculos que marcaron la interacción con los diversos
sujetos.
Como mediador he hablado, sobre todo, con las mujeres y con las encargadas de
sus inquietudes concretas, referidas a temas de salud, acerca de su relación con la policía,
de sus problemas con los ‘papeles’, etc. De esta forma, he realizado observación en
diferentes localizaciones donde trabajan; también he accedido a sus estancias más
privadas, generalmente por requerimiento suyo. He podido captar sus rutinas, y me han
aportado un flujo de información, tanto de ellas como de sus clientes, de un valor decisivo
para el desarrollo de esta investigación y su carácter emic. En estas ocasiones, tomar
brevemente unos apuntes en presencia de ellas queda justificado por mi rol y permite con
naturalidad el registro de indicaciones en el cuaderno de notas; ello me facilita indagar
directamente sobre aspectos particulares de su labor mientras realizo mis tareas como
agente social. En otro sentido, la constancia de que esa labor es absolutamente voluntaria
por mi parte, sin remuneración económica alguna, facilita la adquisición de confianza
debilitando la posición de autoridad con la que trabajadoras, clientes, dueños y otros
actores del sector, suelen mirar a este tipo de profesionales.
Como cliente he tenido relación con las trabajadoras, con los dueños, con las
camareras, porteros, vigilantes y otros clientes. La estancia en diferentes establecimientos
me ha sido de utilidad para la observación de su estructura y distribución espacial; de la
organización del comercio: formas, precios, espectáculos cuando los había y otros
elementos ambientales que forman parte de la construcción escénica del negocio. Pero,
sobre todo, me ha permitido observar las prácticas y relaciones que se establecen mediante
la interacción observable. De igual manera, la observación participante en alto grado en
este medio, me ha posibilitado captar elementos de las relaciones que difícilmente podría
conocer de otro modo. Mi propia interacción con las trabajadoras, mediante el alterne en la
sala pública o en espacios reservados, ha facilitado el acercamiento a sus propias
estrategias de seducción-teatralización con la que fidelizar la clientela o procurarse
servicios que le aporten mayores ingresos; también ha sido útil para descifrar las claves
que dan sentido a las relaciones entre el cliente y la chica. La conversación con ellas me ha
permitido obtener datos de los locales donde se emplean, así como de otros en los que
166
trabajaron o lo hacen en la actualidad amigas suyas. Todo ello ha permitido tener una
multiplicidad de fuentes de información que ha facilitado no sólo la triangulación a nivel
de datos, sino contrastar la propia fiabilidad de las fuentes y tener una referencia del grado
de confianza que podía esperar de los múltiples agentes con los que me relacioné. En
realidad, la interacción con las mujeres, cuando la relación inicial fue la de cliente, estuvo
generalmente tamizada, en cada ocasión en distinto grado de intensidad, desde luego, por
un juego mutuo de expectativas: ella requiere profundizar la relación como cliente, prestar
más y más caros servicios, yo intento construir escenarios de confianza para poder obtener
información más abundante y fiable. El desenlace fue diferente en cada caso, aunque lo
habitual es que cada parte quedara relativamente satisfecha respecto al nivel de logro de
sus respectivos objetivos.
Con el tiempo, los vínculos forjados, en distinto grado, han supuesto un elemento
transcendental en la construcción de esta etnografía. A partir de la confianza y el respeto
que mutuamente nos hemos manifestado, se ha impulsado el efecto bola de nieve que ha
posibilitado el acceso a lugares y personas que de otra manera habría sido mucho más
dificultoso, cuando no improbable, conseguir. Varias mujeres han permitido que las
entreviste; en algunos casos han comprometido a otras para que lo pudiera hacer; en otros
me han ayudado a localizar establecimientos de difícil acceso, adoptando una actitud
colaborativa que tengo dudas de si sabré agradecer en sus justos términos. Abundando en
estos aspectos, tengo que indicar que el dilatado tiempo de contacto a través de las labores
de mediación y las relaciones de confianza urdidas me han permitido una comunicación
continuada con las mujeres y ha posibilitado la realización de entrevistas en profundidad
en distintos momentos. Todo ello ha enriquecido la perspectiva sobre los cambios en el
ámbito del comercio sexual, ha aportado elementos de fiabilidad a la información extraída
y ha añadido referencias para los procesos de triangulación de fuentes y técnicas.
En sentido diferente, la construcción de estas relaciones con algunas mujeres ha
habilitado espacios y momentos de interacción propios: en una terraza, en el restaurante, en
sus domicilios particulares, con la presencia o no de su familia. Esas situaciones han dado
lugar a conversaciones informales de múltiples contenidos que también han servido de
fuente de datos. De hecho, algunas de las entrevistas que aporto en esta exploración fueron
grabadas en situaciones de cotidianeidad y familiaridad: así una de ellas la realicé en un
restaurante al que invité a una chica para comer, o en el salón de una vivienda particular
antes de la cena a la que me habían invitado; lo genuino de la situación no viene dado por
el lugar —de hecho la mayoría de las entrevistas se realizaron en bares, cafeterías o
167
viviendas particulares— sino la dinámica conversacional donde diferentes aspectos acerca
de los objetivos de esta Tesis, emergieron en el transcurso de la situación, obviamente
orientados por los intereses de la investigación.
Esta exposición de los roles no debe velar la conexión o contaminación que pueda
darse entre ellos. No obstante, son los contextos sociales y los escenarios de interacción los
que los definen y donde queda fijado el comportamiento de cada actor —incluido el
etnógrafo— no teniendo por qué aparecer como incompatibles por sí mismos. En ese
sentido, los requerimientos de algunas mujeres hay que interpretarlos en el contexto en el
que se producen; de tal manera que pueden presentarse asociados a la oferta de un servicio,
cuando coincidimos en un club, bar de copas o local africano fuera del ejercicio de mi
labor social; pero pueden presentarse como ofertas amistosas de relación afectiva cuando
nos encontramos en contextos no comerciales o de mediación; las propias trabajadoras son
consciente de que mi persona exhibe determinados roles que no son intrínsecamente
incompatibles; de la misma manera que quien investiga debe considerar que las personas a
las que trata son portadoras de roles y afanes que cobran su sentido en determinados
contextos y escenarios de interacción. Los requerimientos pueden ser de variado carácter:
económico —pedir un préstamo personal, o a la ONG que represento—, de ocio y
divertimento —tomar un té en su domicilio, ir a tomar unas tapas, pasar un rato en la
playa, etc.—; de atención especial respecto a los criterios de la entidad con la que colaboro
—pedir más condones de los que le corresponden o solicitar provisión de servicios o de
otros materiales que no son suministrados habitualmente por la administración sanitaria—;
o también de carácter afectivo-sexual —una oferta de servicio o una sugerencia de
encuentro sexual amistoso—. En cualquier caso, es el contexto y el escenario de
interacción los que marcan el rol que en cada momento adoptamos las personas que
participan en la investigación y el sujeto que investiga, y ellos ofrecen los marcos que nos
permiten interpretar el sentido de las acciones concretas. Desvelar la condición de esas
acciones es fundamental para la investigación en todos los aspectos, en la medida en que
atañe al sentido de la información que extraemos en esas situaciones y por cómo puede
afectar a las relaciones de campo, o de cómo puede desvirtuar la labor institucional o
investigadora que se lleva a cabo, etc.
En definitiva, esta variedad de roles desempeñados ha supuesto una continua
negociación de la identidad del investigador que refleja también el carácter ‘multilocal’ de
la etnografia que he desarrollado (Marcus, 2001).
168
En general, todas las personas que han aportado información directa mediante
procedimientos estandarizados –entrevistas y observación participante— terminaron
siendo conscientes de que estaba llevando a cabo un estudio y que estaba interesado por su
trabajo y sus puntos de vista. Para algunas personas esa consciencia fue fruto de mi propia
revelación desde un primer momento, como ocurrió en el caso de los dueños de clubes y
bares de copas. Desde luego, los sujetos con los que tengo relación por mis tareas de
mediación tienen conocimiento de que recabar información forma parte de mis labores. En
otros casos revelé el dato de mi dedicación investigadora en el transcurso de la interacción
con la persona, eligiendo el momento en que consideré que el riesgo de rechazo parecía
menor. La ética en la labor investigadora, por tanto, considero que ha sido respetada; más
tarde volveré sobre esta cuestión.
Los desplazamientos
En otro orden de cosas, durante mi investigación he debido realizar diferentes idas
y venidas, en momentos distintos, con el fin de poder observar situaciones diversas. Así,
para conversaciones informales, o recabar datos específicos, o para entrevistar a algún
sujeto, los desplazamientos al campo se han realizado en horarios de poca afluencia a los
locales —primeras horas de la tarde—, o en horas donde las personas puedan encontrarse
en su domicilio —última hora de la mañana—. Contrariamente, para la observación de
aspectos interactivos los momentos más adecuados han sido las horas de mayor afluencia
de personas a esos locales, ya que es en ese horario cuando se produce una mayor y rica
interacción, y, además, el observador puede pasar más desapercibido entre el conjunto de
escenas que se van produciendo en cada lugar; en estos casos, los horarios nocturnos o de
madrugada, se revelan como los más apropiados. Normalmente, se han debido programar
itinerarios de visita a varios establecimientos geográficamente próximos. En otros casos se
han seleccionado uno o dos locales donde permanecer un tiempo prolongado, cuando el
interés se centraba en aspectos interactivos detectables mediante observación, en mayor o
menor medida participante.
La observación
Se ha efectuado en los diferentes espacios que hemos visitado, tomando apuntes
inmediatamente después en el cuaderno de notas. La observación se ha realizado mientras
se hacían labores de mediación social, visitando a alguna persona en ese espacio por algún
motivo concreto, tomando una consumición como un cliente cualquiera, etc. A este
169
respecto la observación no se ha limitado a insertarme en los espacios donde poder
examinar las acciones ajenas visibles; el carácter participativo de la observación realizada
no ha despreciado interacciones de carácter erótico o sensual propias de las que suelen
producirse en esos establecimientos, vinculadas a los consumos de bebidas y al alterne.
De esta forma, se han obtenido datos del espacio físico, de la disposición de los
elementos y de las personas que allí estaban, pero también hemos registrado expresiones
orales, comentarios, indicaciones y acciones que emergieron durante las situaciones de
interacción; de igual manera, dejamos constancia de los modos de relación y comunicación
practicados por los sujetos que allí concurren.
Para facilitar la observación se elaboró una guía, donde quedaban reseñados los
elementos principales que se iban considerando relevantes para los fines de la
investigación y consideré necesario tener en cuenta. Sus orientaciones se materializaron en
varias versiones a medida que el conocimiento del campo sugería considerar otros aspectos
inicialmente no contemplados (anexo I.D).
Como producto de estas tarea se elaboró una ficha (anexo I.E) de cada uno de los
clubes y bares de copas visitados —también de algunos bares africanos—, que contiene
datos textuales y visuales de ubicación, identificación e información de sus características
espaciales y ambientales, así como de los objetos presentes y su disposición en sus
estancias principales. Además elaboré diferentes directrices para entrevistar trabajadoras
(anexo I.A), empresarios (anexo I.B) y clientes (anexo I.C) que utilicé en la realización de
entrevistas. Sus elementos básicos fueron tenidos en cuenta también en la orientación de
las conversaciones informales cuando el contexto lo permitió.
170
Los tiempos
Para el diseño de la investigación se redactó un breve proyecto previo que ayudó a
la organización de las tareas en general, la selección previa de una buena parte de la
bibliografía y de los medios materiales e instrumentos que se iban a necesitar, así como la
temporización de las diferentes tareas que requería la estructuración de todo el proceso,
incluida la fase del trabajo de campo.
T. 4º
T. 1º Reorientación de objetivos
T. 2º Re-planificación
2012
T. 3º Mapa del T. Sexual
T. 4º Confección de Guías
T. 1º Resto de la provincia
Observación Participante
T. 2º Revisión Trabajo de Campo Análisis
2013 Conversación Informal
T. 3º
y Entrevistas
T. 4º Revisión Trabajo de Campo
Análisis;
T. 1º Redacción de la
Etnografía
2014 T. 2º Revisión Trabajo de Campo
T. 3º Preparación lectura
171
1.3.5 Sobre la ética y otros aspectos de la investigación
En este subcapítulo abordaré algunas cuestiones que han estado presentes durante
todo el proceso de investigación y particularmente en la realización del trabajo de campo.
Aunque pueda parecer una obviedad, “el objetivo de la etnografía debía ser la
producción de conocimiento” (Hammersley y Atkinson, 2004: 283); sin embargo, este
objetivo en sí mismo puede tener consecuencias de carácter político y de carácter ético.
172
académica sobre los que la experiencia de los dos últimos siglos nos aporta variados
ejemplos. Desgraciadamente, en el terreno del trabajo sexual, no parece que nuestras
autoridades políticas, ni un sector del entramado social organizado, revisen el silencio
vertido sobre los resultados arrojados por los estudios socio-antropológicos realizados en
los últimos años sobre la materia. En relación a mi actitud al respecto, no desdeciré mis
preferencias acerca del tipo de orientación socio-política en diferentes aspectos
relacionados con el ejercicio de esa profesión; ni negaré que, como investigador, no haya
podido desprenderme en términos absolutos de mis predilecciones ideológicas al respecto;
no obstante, he intentado a lo largo de la elaboración de esta Tesis que permanezcan
visibles pero alejados de los procesos internos de argumentación, o al menos
suficientemente controlados para que la contaminación no llegue a ser relevante.
173
como el destino de la investigación de forma aproximada. En el resto de los casos se ha
obviado esta cuestión, ya que o bien no ha habido registro de datos personales, o se trataba
de interacciones casuales y esporádicas en espacios de acceso público: clubes, bares, calle,
arcenes de carretera, etc.
o Referente a la confidencialidad. Dado el peso del estigma que recae sobre buena
parte de los agentes que desempeñan labores en este sector, el problema de la privacidad
está presente en todo el proceso del estudio. Los miedos expresados al respecto por los
diferentes sujetos, tienen que ver con el desconocimiento que la familia suele tener de sus
roles en este sector, especialmente en el caso de la trabajadora y el cliente; asimismo sobre
la información que puedan transmitir de terceras personas, en particular la trabajadora de
sus clientes, cuando son identificables, en lo relativo a las preferencias sexuales en los
servicios contratados u otros aspectos de la interacción con ellos. Otras áreas de
preocupación vienen dadas por determinadas confidencias acerca de prácticas relacionadas
con el consumo de sustancias estupefacientes, o sobre sus estrategias de captación de
clientes por temor a la competencia de otras chicas. En el caso de esta investigación, he
adoptado criterios dispares: en las pesquisas no he obviado ningún tipo de pregunta por
privada y escabrosa que pudiera resultar a las personas, dejando que ellas decidieran en
cada situación si facilitar o no esa clase de información. En lo que respecta al texto final,
he seguido los procedimientos adecuados para que la información suministrada no pudiera
ser vinculada a personas concretas; para ello, adopté cambios de nombre o deslocalización
de lugares y acontecimientos, cuando éstos no fueran públicos o fehacientemente
reconocibles. Como podrá apreciarse en los capítulos que siguen, seguí el criterio de no
expresar el país de origen de ningún agente, salvo en el caso de los autóctonos.
o Sobre la explotación del texto producido. Este aspecto tiene que ver habitualmente
con la retórica de la exposición del texto y los juicios que pueda contener. No obstante, el
destino y carácter académico de este escrito no debe plantear problemas en tal ámbito de
preocupaciones. Otra cuestión es la explotación posterior mediante artículos u otras formas
de publicación. A ese respecto, conviene tener presente un problema que puede presentarse
cuando se hacen estudios centrados en un determinado sector social, donde la focalización
de los resultados puede dar a entender que prácticas o problemas que les son contingentes,
puedan esencializarse como propios de las personas que forman parte de ese grupo, o
inherentes a sus formas de vida. Este fenómeno suele manifestarse a través de los medios
174
de comunicación mediante la naturalización de acontecimientos presentados en una
investigación como componentes constitutivos de un grupo social, presentándose
descontextualizados y encarnados de forma naturalizada en los miembros de ese colectivo.
Si bien el investigador suele ser ajeno a esta distorsión de sus resultados, debe al menos ser
consciente de ello e intentar evitarlo en la medida de sus posibilidades a la hora de hacer
públicas sus conclusiones.
o Otros aspectos. Tienen que ver con variadas facetas del trabajo de campo, como la
comentada al tratar los roles en el epígrafe correspondiente. Actuar en consecuencia con
los roles que nos han autorizado a desempeñar los sujetos que participaron en la
investigación, debe ser un factor en presencia permanente. Especialmente cuando se trata
de una investigación en la que la intimidad y el contacto corporal están presentes en
diversas situaciones y en variada intensidad. Mantener una congruencia entre el rol que se
adopta en una escena y los comportamientos que los actores esperan del investigador en
relación al papel que en ese momento se le asigna o reconoce, requieren de un celo
escrupuloso, aún admitiendo que la segregación de roles en una persona no puede
producirse a voluntad propia ni de forma absoluta.
En definitiva, tanto los problemas políticos como los éticos de la etnográfía, deben
formar parte de las preocupaciones en todo el proceso de investigación; pero también debe
quedar reflejado, como un aporte de reflexividad en el texto final, la forma en que se han
abordado y los medios empleados para afrontarlos.
175
176
SEGUNDA PARTE. ETNOGRAFÍA
177
178
2 TRAMAS ETNOGRÁFICAS
En esta parte del texto, desarrollo la etnografía construida a partir del trabajo de
campo realizado en el proceso de investigación. En ella abordo la descripción y el análisis
de la industria del sexo en la provincia de Almería en los sectores que conforman el objeto
de la investigación: el trabajo sexual femenino que se realiza cara a cara, con contacto
físico en diferente intensidad con los propios clientes finales, hombres, excluyendo los
segmentos de lujo. Tal pretensión encuentra su fundamento en los planteamientos de
diferentes autores que he reflejado en el sub-capítulo 1.2.2; tal cimentación es puesta de
manifiesto en forma contundente por Lean: “el comercio sexual no se refiere a las
características sociales o psicológicas de una clase de mujeres sino a una actividad que
genera ingresos o a una forma de empleo para muchas mujeres (y hombres)” (Lean, 2004:
73).
Abordo el estudio como un sector comercial específico, que se desarrolla en un
ámbito histórico social determinado. Para ello introduzco, en primer lugar, el análisis del
contexto ecológico-cultural concreto donde se inserta. También considero el tipo de
regulaciones legales y sociales peculiares a las que está sometido ese segmento de la
industria del sexo.
A continuación se examinan los componentes diferenciales más característicos del
ramo: la organización del trabajo, los establecimientos donde se desarrolla, el tipo de
intercambios que se establecen y los agentes que intervienen en las diferentes tareas y
funciones. Asimismo, indago sobre las motivaciones para la oferta y la demanda, y las
relaciones sociables que se articulan alrededor del trabajo sexual en los diversos espacios y
formas en los que se desarrolla, especialmente en el ejercicio del alterne.
Finalmente, dedico un sub-capítulo a diversas cuestiones referentes a los vínculos
sociales que se establecen en torno al sector por los distintos partícipes en ese comercio;
también analizo el papel que desempeña el trabajo sexual en ellas. Especial relevancia doy
a la visión que aportan los agentes involucrados en la contribución de los clientes al
establecimiento de tales vínculos.
A lo largo de las tramas argumentales que se desarrollan en toda esta parte, iré
realizando diversos ejercicios comparativos con otros estudios realizados en contextos más
o menos parecidos, con el fin de ir desvelando tanto los rasgos contingentes como aquellos
179
que se perciben constitutivos del trabajo sexual. Ello permitirá avanzar en la
caracterización de esta actividad, aportándole sustento teórico, empírico y contrastándola
con los aportes provenientes de diferentes constructos doctrinales que la analizan, y que
hoy se manifiestan hegemónicos en determinados ámbitos políticos, sociales o académicos.
Esas mismas tramas facilitarán la emergencia de las miradas que los diferentes
agentes proyectan de ellos mismos y de los demás. Especial relevancia tendrán las de las
trabajadoras sexuales; a través de ellas, especialmente, iremos construyendo una
perspectiva sobre los clientes, que los materiales emic, aportados por ellas mediante sus
relatos, nos permitirán elicitar.
180
2.1 EL CONTEXTO ECOLÓGICO-CULTURAL
Los usos del suelo, las actividades económicas en el territorio, las necesidades y
características de la población, así como de procesos de diferenciación urbana a partir de la
configuración de este enclave socioeconómico que se inscribe en la provincia de Almería,
pueden interpretarse a partir de los supuestos de la Nueva Ecología Humana que inauguró
Hawley (1950). En este modelo, ampliado posteriormente, la disposición de un espacio
socioeconómico es el resultado de la interacción de cuatro variables: población (P),
organización social (O), entorno o medio físico (E) y tecnología (T). La población se
definiría como el agregado de los miembros individuales de una comunidad; la
organización aludiría a corporaciones, empresas, industrias y otras unidades de operación;
el entorno vendría dado por los factores físicos y los recursos que aporta el lugar; y la
cuarta variable vendría fijada por las diferentes unidades de herramientas tecnológicas
disponibles. Este modelo se reconoce con el acrónimo formado por las iniciales de las
cuatro variables —POET—que se combinan para configurar el ecosistema en el que actúan
(Checa, Arjona y Checa, 2007). No entraré empero a ajustar el análisis del contexto en el
181
que se sitúa el presente trabajo a éste u otro modelo explicativo82, ya que no es el objeto de
la presente investigación; no obstante, sí que lo tomaré como referencia para la exposición
de los diferentes elementos que integran el entorno donde se desarrolla la presente
investigación.
Antecedentes
La provincia de Almería se sitúa en el sudeste peninsular, con un litoral al mar
Mediterráneo. Siguiendo a Andrés Sánchez Picón (2005), podemos apreciar en su territorio
tres rasgos físicos a considerar. En primer lugar la aridez, consecuencia de los bajos
índices pluviométricos, que impidió una agricultura de regadío más allá de las vegas de los
ríos. En segundo lugar, la presencia de diferentes cadenas montañosas que impulsaron la
compartimentación del territorio, las dificultades para su articulación y su aislamiento del
resto del territorio andaluz y peninsular. Por último, unas llanuras litorales que facilitaron
82
A este respecto cabe recordar las diferentes revisiones que posteriormente se hicieron al modelo POET de
Duncan aún dentro del paradigma ecológico: POETS —al añadir Lenski la variable ‘Surpluses’
(excedentes)—, el modelo AGIL —Adaptación, satisfacción de objetivos (Goal gratification), Integración y
dirección de modelo Latente— formulado por Talcott Parsons; etc. (Eberts, 1998).
182
enclaves para el desarrollo de la agricultura tradicional, como las vegas de los ríos —Adra,
Andarax y Almanzora— o extensas llanuras litorales —Campo de Dalías y de Níjar—.
Sánchez caracteriza la situación sociopolítica y económica de Almería, desde la conquista
castellana hasta el final del primer tercio del S. XX, como una ‘sociedad de frontera’
(Sánchez, 2005: 49), precisamente por estas marcas de aislamiento y de desconexión en
diferentes órdenes.
Tras la caída del sector minero a principios del siglo pasado, la economía
almeriense estuvo dominada hasta el inicio del último tercio por una agricultura que, a
pesar de su peso en la economía del territorio, adolecía de un atraso considerable; los
rasgos de esta tara vendrían dados por el exceso de fuerza de trabajo, la baja productividad
de las explotaciones y el escaso aporte tecnológico, entre otros. Problemas que no resolvió
el incremento en la producción de uva y de naranja como muestran José Ángel Aznar y
David Uclés (1997).
83
Puede encontrarse una aproximación a este proceso en Checa (1995).
183
El Entorno
La provincia de Almería constituye un territorio de 8.774 Kilómetros cuadrados, y
está situada en el extremo meridional de la Península Ibérica.
Una serie de cadenas montañosas, distribuidas de sur a norte, ha impulsado el
asentamiento de las poblaciones a lo largo de estrechos valles y ha orientado las
comunicaciones preferentemente en dirección este-oeste.
Estos condicionantes del medio físico expresados por Sánchez (2005), son
igualmente apuntados en el mismo sentido por Juan García (2005), quien señala de la
misma manera la importancia de los valles como corredores donde se asienta la población
y emergen actividades agrícolas; así también nos indica la importancia de las llanuras
costeras como espacios de asentamiento y actividad económica (mapa 1).
184
pluviométrico es de lluvias escasas y alta insolación, aunque con diferencias de unas zonas
a otras.
La Organización
El modelo que se desarrolla en la provincia de Almería, a partir de la década de los
años setenta, se basa en el impulso de la economía agraria de carácter intensivo. Este
aspecto es tan distintivo que rompe la tradición explicativa de que los grandes procesos de
cambio económico provenían del desarrollo en el sector industrial. Molina (2005) explica
esta peculiaridad en el desarrollo de Almería y lo desglosa en tres rasgos. El primero sería
el rápido e intenso desarrollo de una actividad económica prácticamente inexistente hasta
entonces. El segundo rasgo consistiría en el carácter sostenido de su crecimiento. Y, el
tercero, la peculiaridad de que esta actividad pertenezca a un sector, el primario, que sigue
una intensa evolución en sentido inverso a la que se produce en el conjunto del territorio
estatal.
Respecto al primer elemento, se considera la conjunción de varios factores: un
proyecto institucional al que ya he aludido, bajo la dirección del INC, el aprovechamiento
de la alta insolación, la existencia de aguas subterráneas y la disponibilidad de tierras libres
con escaso valor económico. A ello hay que unir la disponibilidad de fuerza de trabajo por
el aporte poblacional, que las comarcas del interior y limítrofes realizarían, gracias a los
procesos migratorios, en curso desde la década de 1960, que afectaron a buena parte de
Andalucía. Por fin, el arranque de este proceso no necesitó de elevados aportes financieros
para la puesta en explotación de las tierras. Será el factor trabajo el que determine el
modelo, basado en gran medida en un tipo de explotación mayoritariamente familiar; este
aspecto es también resaltado por Serafín Mateo: “la familia, al constituir el núcleo laboral
y organizativo de todo el fenómeno de la agricultura intensiva almeriense, fue en su
despegue, en especial, y en lo que se refiere a la producción, la institución y organización
base del modelo Almería” (Mateo, 2013: 140).
En cuanto al segundo rasgo —continúo siguiendo a Molina (2005)—, la clave
estaría en un continuo aporte de tecnología de bajo perfil y la mejora de los instrumentos
de comercialización; y también en la continua evolución de las estructuras de producción y
las técnicas de cultivo.
Por fin, las líneas interpretativas acerca de la tercera cuestión vendrían dadas por
tres contribuciones. La primera por su carácter intensivo “en la dotación de trabajo y de
capital, y que demanda muchos ‘inputs’ y es muy permeable a la incorporación de
185
tecnologías en el proceso de producción”; la segunda por su orientación al mercado “por lo
que necesita incorporar valor añadido y servicios para la distribución y venta”; la tercera
por la generación de “actividades y empleos complementarios a los de la agricultura”
(Molina, 2005: 20).
Este sector económico estaría complementado por otros, como el turístico o el de la
extracción, transformación y comercialización del mármol, en la zona interior del Alto
Almanzora principalmente. Ni que decir tiene que el desarrollo de la construcción ha
seguido aproximadamente similares pautas que en otros territorios de Andalucía o del
Estado español, vinculado a la expansión del turismo residencial, los bajos tipos de interés
o el escaso atractivo de los mercados de valores (Molina, 2005).
La Tecnología
El modelo agrícola almeriense se ha caracterizado por un proceso continuo e
intenso de incorporación de tecnología de bajo perfil a los procesos productivos. Algunos
de esos aportes tecnológicos no fueron nuevos aunque con el paso de tiempo se
perfeccionan; es el caso del enarenado para formar los suelos de labor, las estructuras de
invernadero a partir de las del parral que ya se venían usando en el cultivo de la uva, la
evolución de los plásticos que constituyen la cubierta, o las técnicas de extracción de aguas
subterráneas y las redes para su distribución. Tal y como expresa Molina:
La Población
Un rasgo a destacar en el contexto ecológico de Almería ha sido el comportamiento
de su variabilidad poblacional a todo lo largo del S. XX y principios del actual. Como nos
muestra Aznar (2005) la población del conjunto provincial alcanzó un incremento del 58%
186
entre 1900 y 2004, respecto al inicio de ese intervalo, mientras que en Andalucía
representó un incremento del 216% y en el conjunto estatal el 229%, para el mismo
periodo. No obstante buena parte del desarrollo poblacional de Almería se concentró en los
últimos 25 años de ese periodo. De tal manera que entre 1981 y 2004 el acusado
crecimiento de la población provincial “ha hecho que su participación en el conjunto
nacional haya pasado del 1,09 por 100 en 1981 al 1,34 por 100 en 2004, y del 6,38 por 100
del total andaluz al 7,55 por 100, respectivamente” (Aznar, 2005: 126).
Otro elemento de interés tiene que ver con la desigual distribución de los
incrementos poblacionales por comarcas. Una revisión del mapa 2 nos muestra cómo los
aumentos poblacionales se concentran en las comarcas del litoral, coincidentes con
aquellas donde el desarrollo de la agricultura intensiva se dio con mayor profusión, en
particular los municipios orientales del Poniente de Almería, el de Níjar y en menor
medida en los del Bajo Almanzora.
Este proceso se verá reforzado en la década de final de siglo XX con los aportes de
población inmigrada que establece su residencia en las comarcas agrícolas del litoral.
187
Respecto a la estructura poblacional provincial, se detecta un cambio en la forma de
la pirámide de edad pasando de una base preeminente —entre cero y 20 años– en 1981, a
una distribución donde los segmentos de mayor aporte demográfico estarían entre los
veinte y cuarenta años de edad.
Tal cambio no se explica sólo por el efecto del paso del tiempo en las cohortes que
en 1981 eran más numerosas; se trataría de otro fenómeno asociado a ese periodo: la
llegada de personas que inmigraron a nuestro país. Sobre ello incidiré más adelante.
188
menor medida, conforman dos enclaves con características propias debido a que diferentes
fenómenos, ya expresados en este sub-capítulo, se reproducen con especial intensidad
conformando una geografía física y humana de la mayor relevancia para los intereses de
esta Tesis. Estos territorios han venido siendo caracterizados en base a distintos modelos
aplicados a estas comarcas o zonas concretas de ellas. Así, Ubaldo Martínez (2001)
encuadra a El Ejido como un ‘distrito agro-industrial’; Pablo Pumares (2003) los identifica
como ‘espacios de agricultura intensiva en el trabajo’; por su parte Francisco José Ferraro
y José Ángel Aznar (2008) y Aznar (2011), se inclinan por el término ‘cluster’ para
caracterizar al conjunto de actividades industriales y de servicios surgidas en torno a la
agricultura intensiva en Almería.
Sea como fuere, el caso es que nos encontramos ante dos espacios que se han
conformado con características socio-económicas bien precisas, pero también como dos
espacios demográfico-residenciales claramente definidos.
La inmigración
El proceso de aportes humanos, que han dado lugar a la actual estructura de la
población en la provincia de Almería, podemos dividirlo en dos fases, en relación con la
agricultura intensiva y los espacios donde se ha desarrollado con mayor intensidad. En la
primera, la contribución poblacional, para la colonización emprendida por el Estado,
vendrá dada por la inmigración interior; los primeros colonos proceden de Las Alpujarras y
otras comarcas próximas, así como de las provincias circundantes, ante la posibilidad de
“hacerse con una extensión de tierra, lo que, unido a la rápida amortización, facilitó el
acceso a la propiedad de la tierra y, por ende, el pase de jornaleros a propietarios” (Checa
et al., 2007: 81-82). Posteriormente, a partir de la década de los 90, se producirá un
segundo aporte cuando comience la llegada de inmigrantes extranjeros especialmente
africanos y de Europa central que pasarán a engrosar el contingente de jornaleros en la
comarca. Francisco Checa analiza el efecto atractor que la agricultura bajo plástico ejerce
sobre los migrantes africanos, poniendo de relieve su relevante papel en el proyecto
migratorio de estas personas (Checa, 1995). Analizaremos, a continuación, los aspectos
demográficos y residenciales de estos territorios.
189
En primer lugar, se constata un fuerte componente de población nacida en el
extranjero, en el conjunto del territorio provincial, con una significativa contribución al
total por los inmigrados procedentes de África. Los aportes de extranjeros pueden provenir
de la inmigración económica o de población procedente de la Europa Comunitaria
asentada especialmente en el Alto y Bajo Almanzora o en zonas costeras de turismo
residencial (tabla 5).
Población
28.245 54,6 45,4 82.983 52,57 47,43 87.868 51,7 48,3
Total
% Nacidos en
63,7 51,3 48,7 70,34 50,11 49,89 71,09 50,24 49,76
España
% Nacidos en
36,3 60,5 39,5 29,66 58,40 41,60 28,91 55,3 44,7
el extranjero
% Nacidos en
21,7 69,1 30,9 17,00 66,24 33,76 9,63 72,58 27,42
África
% Padrón continuo
Fuente: INE. 2 16 de enero3 de 2013. Elaboración propia.
Nacidos en 1,7 9,1 0,9
África
Se trata de un aporte humano que destaca por su volumen, y porque que se produjo
en un intervalo temporal relativamente corto, contribuyendo de esta forma al rápido
190
aumento de la población en el conjunto de la provincia. El gráfico 2, y los que siguen,
reflejan estos aspectos.
84
El INE no dispone de datos de 1997; los que aparecen en la tabla resultan de la interpolación de los de los
dos años adyacentes. Esta técnica consiste en un procedimiento matemático para obtener valores numéricos
asignables a un conjunto de ellos, que no se pueden conocer por deducción directa o de forma empírica. En
este caso los datos de 1997 se obtuvieron de la media aritmética entre los de los años 1996 y 1998.
191
Gráfico nº 4. Evolución de los aportes poblacionales en el municipio de Roquetas de Mar
192
migratoria, donde se hizo más visible su presencia. No en vano ya a finales de la década de
1990 era frecuente escuchar expresiones como ‘la avalancha’ o el ‘efecto llamada’, que
formó parte del argumentario de diversos sectores sociales llegando a contaminar los
discursos, cuando no las acciones, de buena parte del cuerpo social e institucional
almeriense.
Por fin, podemos observar un último rasgo de enorme importancia para los
intereses de esta Tesis; se trata de la notable masculinización de la composición
poblacional, especialmente significativa entre los extranjeros procedentes de África
(gráfico 6).
Como puede apreciarse en los tres gráficos, estamos ante una distribución de
población claramente desequilibrada en su composición por sexo, si bien se muestran
diferencias entre unos municipios y otros. Esta descompensación procede de la población
extranjera empadronada en los respectivos municipios.
193
Gráfico nº 7. Composición por sexo y grupos en el municipio de Níjar
Esta presencia masculina de población africana joven, en las plazas, los caminos,
las paradas de autobús, los comercios, los centros de salud, etc., tendrá importante
transcendencia simbólica que se tornará patente en los momentos en que los conflictos
étnicos se vuelven explícitos, actuando como elemento justificativo85.
85
El caso del conflicto étnico de El Ejido en el año 2000 fue un ejemplo paradigmático de ello. Diferentes
elementos interpretativos de interés, al respecto, pueden verse en Checa (2001).
194
Gráfico nº 9. Composición por sexo y grupos en el municipio de El Ejido
Sobre este rasgo poblacional apenas si se adoptaron iniciativas por parte de las
instituciones, en lo que se refiere a sus requerimientos específicos —lugares de ocio y
entretenimiento compartidos con la sociedad de acogida, por ejemplo—, o a la
contemplación de la transcendencia simbólica de sus costumbres más visibles —
agrupamientos de hombres solos en lugares públicos: esquinas, etc.86—.
87
Es de interés a este respecto el trabajo de Gonzalo Herranz (2008), al analizar los vínculos entre la
xenofobia y la densidad demográficade la población inmigrada.
195
El contexto laboral
La provincia de Almería, y en particular la comarca de El Poniente, podemos
encuadrarla en lo que Pumares (2003) caracteriza como ‘espacios de agricultura intensiva
en el trabajo’. Dichos espacios surgen como consecuencia de la intensificación de los
fenómenos relacionados con lo que se viene denominando como globalización, y de los
cambios geopolíticos registrados en Europa en las últimas décadas. Los rasgos que
predominan en ellos son el incremento de la producción ante la apertura de nuevos
mercados, baja calidad de las condiciones laborales en un sector poco regulado y
predominio de la mano de obra extranjera.
“De este modo, el sector, y las provincias especializadas en él, se ven sujetas a una
intensa circulación de trabajadores extranjeros que siempre van dejando huecos, los
peores, para nuevos llegados, los que más desesperadamente necesitan trabajar.
Esto supone la llegada continua de nuevos inmigrantes que están en peores
condiciones de integración (…) lo que unido a la precariedad laboral y residencial
favorece la aparición de conflictos” (Pumares, 2003: 11).
88
Arjona (2000) muestra la importancia del trabajo femenino en la agricultura almeriense.
196
Gráfico nº 10. Extranjeros Afiliados, ocupados, a la S.S. por régimen. Provincia de Almería
En otro sentido, si analizamos los datos por sexo, podemos observar la desigual
presencia de mujeres en el mercado laboral, según se trate de residentes no comunitarias o
comunitarias, en el conjunto del territorio almeriense (gráfico 11).
Gráfico nº 11. Extranjeros afiliados, ocupados, a la S.S. por sexo. Provincia de Almería
Ahora bien, al margen de ese mercado formal que es el que aparece en las fuentes
estadísticas oficiales, encontramos en esta zona un importante mercado de trabajo
secundario —que incluye un significativo sector de economía étnica— en el que se
insertan muchas personas inmigradas y en especial las mujeres (Arjona et al., 2005). Ese
sector incluiría comercios de productos propios del país de origen, locutorios, tiendas de
197
telefonía, peluquerías, transporte, venta ambulante, despacho de comida, bares y oferta de
servicios sexuales, entre otros.
“Algunas mujeres han encontrado una estrategia laboral a partir del ejercicio de la
prostitución, aprovechando los nichos que este segmento deja vacíos (…) Los
negocios de mujeres subsaharianas donde se trabaja en prostitución conforman una
realidad compleja que tiene cierta coherencia con el modelo de empresa refugio de
propiedad y/o control étnicos en el sector informal” (Arjona et al., 2005: 135).
El contexto residencial
La vivienda es una necesidad básica de todo ser humano y, como se viene
apuntando, es uno de los tres elementos fundamentales de la inserción de las personas
inmigradas. Siguiendo a Checa y Arjona (2006) y a Checa (2007), podemos considerar dos
aspectos fundamentales: su localización en el espacio y el estado de dichas residencias.
Respecto al primer aspecto, en el terreno de las migraciones internacionales, es
prácticamente una constante histórica la existencia de una segregación residencial basada
en criterios étnicos y raciales. Respecto del segundo, se parte del concepto de residencia
digna, entendida como aquella que posibilita el desarrollo normal y adecuado de sus
moradores y que, asimismo, cumple con una serie de requisitos:
198
ubican en núcleos urbanos —en pedanías del núcleo principal—, pero también en
diseminados; localizando en éstos cortijos tradicionales o restos de ellos, almacenes para
aperos, autoconstrucciones, chabolas, edificaciones de cualquier tipo abandonadas, etc.,
que se encuentran dispersos por el campo o en intersticios sin edificar dentro de la zona
urbana.
No obstante, hay que reseñar las diferencias entre ese conjunto residencial disperso
que se da típicamente en el campo de Dalías —con múltiples cortijos individuales
diseminados por todo el territorio— y el Campo de Níjar, donde la presencia de estos
cortijos es menos intensa, pero en cambio podemos localizar diversas agrupaciones de
mayor o menor tamaño formando unidades residenciales que localmente se denominan
‘cortijadas’ (APDHA, 2005).
Respecto de las viviendas de inmigrantes en las zonas urbanas, podemos decir que
fueron ocupadas una vez que las de diseminado se fueron agotando, que se sitúan en áreas
degradadas y que persiste la segregación espacial de sus ocupantes. Asimismo se
caracteriza a los inmigrantes africanos como los que mayores cifras de segregación
presentan.
Las causas explicativas de esta segregación residencial tendrían que ver con la
discriminación89 por parte de la población autóctona, su menor capacidad económica —
relacionada también de la misma discriminación étnica—, el menor conocimiento del
entorno y la asimilación a él, y las preferencias residenciales de las propias personas
inmigradas, principalmente como forma de protección ante los enfrentamientos
interétnicos (Checa y Arjona, 2006). En esta línea, Rio (2002) mantiene como causa de los
conflictos étnicos de El Ejido las fracturas o grietas que, a medida que se produce una
89
Una aproximación a los enfoques explicativos de la discriminación hacia los inmigrados la aporta Cristina
Blanco (1999).
199
“avalancha” de inmigrantes, estaban apareciendo en el modelo de segregación étnica
multidimensional que prevalecía en el municipio.
En definitiva, estamos hablando de la configuración en distintas zonas del territorio
de Almería de enclaves de inserción residencial muy deficientes, segregados
espacialmente, y afectados de una alta especialización laboral consecuencia de la
fragmentación étnica del mercado de trabajo; todo ello unido a un fuerte discriminación de
carácter étnico. Estos rasgos se presentan claramente problemáticos para la integración
social de los inmigrados, debiendo éstos construir sus propios espacios y redes relacionales
–a veces comerciales también— al margen de la sociedad de acogida. Esto tendrá
implicaciones de importancia en relación con el objeto de esta Tesis, al segregar
étnicamente las redes de sociabilidad y fragmentar el mercado sexual creando a menudo
sus propios circuitos de ocio y entretenimiento, que satisfagan sus requerimientos afectivo-
sexuales (Arjona et al., 2005; Majuelos, 2011).
90
Diversos aspectos de interés acerca de la inmigración femenina son tratados en la obra colectiva ‘Mujeres
en el camino. El fenómeno de la migración femenina en España’ (Checa, 2005).
200
español. A ello hay que añadir las normas emanadas de la Unión Europea y la necesaria
adaptación a ellas de nuestro orden legislativo. No obstante, y como reconoce Ana María
López, “la construcción de la política española de la inmigración ha respondido a multitud
de intereses, en ocasiones en conflicto” (López, 2007: 24).
91
‘Derechos Humanos en la Frontera Sur’, APDHA (2007; 2011; 2014), por citar algunos.
201
no ser que lo valoremos desde el pragmatismo benefactor, dado que sirvió como un
subterfugio para la regularización de inmigrados sin ‘papeles’ que ya estaban entre
nosotros. Así lo expresa el informe del Consejo Económico y Social (en adelante CES)
cuando se refiere al periodo 1993-1999 de aplicación del contingente: “la fijación de un
‘cupo’ de trabajadores extranjeros para cubrir las demandas no atendidas por el mercado
nacional (...) representó en la práctica una vía para la normalización de relaciones laborales
preexistentes” (CES, 2004: 94).
Un tercer aspecto tendría que ver con la volatilidad del estatus de residencia, ya que
la obtención de tal permiso —con el de trabajo— no supone una posición consolidada sino
después de sucesivas renovaciones, dándose la situación de que personas con permiso de
residencia, han vuelto a la situación de irregularidad al no poder conseguir el contrato de
trabajo exigido para su renovación.
Estas dificultades, introducidas por el sistema de acceso, van unidas al carácter
desregulado de la agricultura intensiva y la prevalencia de importantes bolsas de economía
sumergida, que apenas exigen cualificación a los trabajadores que necesitan. Tal
conjunción de factores dificulta el acogimiento a los dos recursos fundamentales de acceso
al mercado de trabajo, favoreciendo la temporalidad y realimentando la economía
sumergida. Y, entre otras consecuencias, podemos apuntar una alta rotación laboral y
residencial así como la pervivencia de una abundante bolsa de personas sin documentación
y con enormes dificultades de integración (Martínez, 2001; Pumares, 2003).
De especial relevancia para el territorio almeriense ha sido la política de control de
la fronteras con el norte de África. Si bien “la gestión de la inmigración irregular ha
constituido y constituye un tema central en los debates sobre inmigración” (Torres, 2011:
247), determinados acontecimientos, como la llegada a la costa almeriense de pateras a lo
largo de varios años, supusieron la omnipresencia en los medios creadores de opinión de
visiones que presentaban la inmigración como problema y amenaza92. Estas percepciones,
presentes en el ámbito estatal, adquieren especial virulencia en el contexto local almeriense
como prueban los contenidos de la prensa local de los últimos años del siglo XX y
principios del XXI. Su relevancia, a los efectos de esta Tesis, viene dada por el hecho que
expresa Olga Cruz: “se asume que el discurso periodístico es parte y reflejo de un orden
social y que, como tal, es susceptible de revelar puntos de vista determinados sobre la
realidad que difunde” (Cruz, 2011: 229).
92
Diferentes aspectos acerca de las representaciones de la inmigración pueden verse en Checa (2008).
202
La legislación española sobre prostitución
Un segundo componente del contexto jurídico-político, en relación con las personas
inmigradas que se dedican al trabajo sexual, tiene que ver con el estatus jurídico que la
legislación española concede a la prostitución. Es habitual en la literatura social,
caracterizar tres marcos jurídicos en los que se sitúa la prostitución: el ‘prohibicionista’, el
abolicionista y el ‘reglamentarista’ (Wijers, 2004). Los tres comparten la condena moral de
la prostitución, que es contemplada, respectivamente, como un mal social que debe
erradicarse, como un mal inevitable, o como un mal necesario que conviene controlar
(Wijers, 2004). Recientemente, se puede considerar un marco más: el laboral o de los
derechos. Sin embargo, respecto al debate teórico y político son los modelos abolicionistas
y pro-legalización, quienes monopolizan la disputa (Rubio, 2008: 76). Siguiendo a Wijers
(2004) se pueden caracterizar dichos marcos jurídicos:
203
o El modelo laboral, de incipiente desarrollo, se sitúa en la perspectiva de las propias
trabajadoras —y trabajadores— del sexo. Sus defensores parten de la reivindicación del
trabajo sexual como una actividad legítima, una actividad laboral normalizada, regulada
por la legislación del trabajo, y la no intromisión de los Estados en la regulación de la
moral sexual. Las ventajas que las propias prostitutas reconocen a este modelo estarían en
su mayor protección frente a la explotación, los abusos y la violencia, y el disfrute de
derechos pasivos, al igual que en otras profesiones.
93
El proxeneta es la persona que se beneficia de la relación sexual remunerada, sin embargo su estatus es
contingente, en la medida de que depende de su consideración penal en cada momento. Frecuentemente se le
suele asociar a la figura de chulo tradicional, figura que aún pervive en el imaginario social (Acién y
Majuelos, 2003).
204
abolicionistas de las que no lo son (Mestre, 2004). Con la Ley Orgánica 11/1999, de 30 de
abril, se introdujo una modificación en el art. 188.1 del Código Penal de 1995, al añadir
una nueva modalidad de proxenetismo: ‘la situación de vulnerabilidad de la víctima’
(Poyatos, 2008). Pero fue con la reforma de 2003, cuando el delito de proxenetismo sufrió
una nueva ampliación de mayor calado, al quedar tipificado como delito, aún en el caso del
ejercicio voluntario por parte de la presunta víctima, quedando redactado el artículo 188.1
en su párrafo primero así:
205
abusando de una situación de superioridad o de necesidad o vulnerabilidad de la
víctima” (Ley Orgánica 10/1995: art. 188.2).
Estamos, por tanto, ante una doble tipificación, una doble causa de persecución, en
la medida en que con aquella redacción se establecen:
206
Española de Municipios y Provincias (en adelante FEMP). Pues bien, en el documento de
conclusiones reconocen que quedan temas esenciales pendientes de discutir; reconocen la
necesidad de abordar la prostitución desde diferentes enfoques; proponen crear espacios de
sensibilización y debates; etc. A pesar de ello realizan dos propuestas de carácter
legislativo concretas: penalización de los proxenetas y penalización para los
clientes/consumidores (FEMP, 2002). Y el mismo año del cambio en el código penal, unos
meses antes de que saliera publicada en el BOE la nueva reforma, el diario El País
publicaba el 8 de febrero de 2003 un anuncio publicitario a media página con un
‘manifiesto político por la abolición de la prostitución’ en cuya cabecera titular rezaba:
“Regular la PROSTITUCIÓN es legitimar la VIOLENCIA contra las MUJERES”; el
documento, publicado a iniciativa de la Plataforma Estatal de Organizaciones de Mujeres
por la Abolición de la Prostitución (2003), aparece firmado por diversas entidades y
asociaciones. No abundaré más en estos aspectos que están a la orden del día, mediante
campañas, anuncios publicitarios y declaraciones públicas. Todas ellas revelan una ingente
tarea de construcción ideológica cuya genealogía y desarrollo puede verse en Maqueda
(2009).
En cualquier caso, la condena del proxenetismo, que el artículo 188 del Código
Penal prevé, lleva a diferentes opciones para sortearla de cara al establecimiento de una
posible regulación. Así, para una parte de empresarios, este es un punto crucial dado que
pretenden eludir la existencia de una posible relación laboral, pero también es un serio
obstáculo para las propias mujeres en su pretensión de que se le reconozcan derechos
laborales. Así, podemos encontrar diferentes situaciones y formas de afrontar esa cuestión.
En primer lugar, que la trabajadora lo haga de forma autónoma; es la vía que
exploró Poyatos al inscribirse en el registro de actividades como tal (Poyatos, 2009). Esta
opción ya tenía cierto sustento jurídico en la sentencia de la Sala de lo Social de la
Audiencia Nacional de 23 de diciembre de 2003, “en la que se reconoce la plena licitud, en
estos momentos, de la prostitución ejercida por cuenta propia” (Gala, 2008). Si bien “con
respecto a la prostitución no forzada (...) cabe destacar que los tribunales laborales se han
pronunciado al respecto en pocas ocasiones y lo han hecho de una forma un tanto tímida”
(Gala, 2008), existiendo diferencias doctrinales entre unas y otras.
Mientras diversas formas de trabajo sexual no estén reguladas legalmente, el
ejercicio en sí mismo de lo que comúnmente se suele designar por prostitución está exento
de sanción penal y asimismo la compra de servicios sexuales, salvo en el espacio público
en numerosas ciudades como más adelante veremos.
207
La segunda opción, vinculada a la anterior, consiste en agruparse mediante la
constitución de cooperativas de trabajo asociado (Francino, 2014) y de la cual hay muy
recientes experiencias (Rivas y Mumbrú, 2014).
La tercera estrategia para evitar la sanción penal consiste en sortear la relación
laboral entre el empresario y la trabajadora mediante el sistema de plaza, que presupone a
la trabajadora como autónoma —esté de alta o no en la Seguridad Social— y
convirtiéndola a su vez en ‘cliente’ del hotel en el que utiliza el salón o la cafetería anexa
como espacio de captación de clientes. Esta opción consiste en que la trabajadora ‘alquila’
una habitación en un hotel durante un periodo de tiempo determinado pudiendo hacer un
uso libre de ella, de tal manera que puede utilizarla para la prestación de servicios sexuales
bajo su hipotética y exclusiva responsabilidad. Los clientes serían captados en la cafetería,
restaurante o salones del hotel; estos serían de libre acceso al público y en ellos clientes y
trabajadoras pueden concertar sus ofertas y demandas. De tal manera que el dueño del
hotel no recibe compensación alguna por el servicio realizado, procediendo sus beneficios
exclusivamente del negocio residencial, mediante el alquiler de habitaciones a las
mujeres94. Similar estrategia de simulación utilizan algunas casas de citas en la ciudad de
Lugo (López, 2010).
La cuarta opción consiste en vincular la relación entre el dueño del local y la
trabajadora exclusivamente a través del ‘alterne’. En este caso la trabajadora acude al local
abierto al público y establece un acuerdo con el dueño por el cual recibe una cantidad por
las consumiciones que realiza. Esta consumición se realiza mediante invitación por el
cliente y, de ella, la trabajadora percibe un porcentaje del valor total del precio de la copa,
una vez detraída una cantidad que el empresario percibe como costo del producto. Si bien
hubo unos años en los que en Almería proliferaron los locales de alterne, hoy apenas
quedan cuatro que claramente puedan catalogarse como tales. El elemento diferenciador
que los caracterizaría consiste en la ausencia de habitaciones privadas para la realización
de los servicios; en cambio sí que poseen reservados95, más o menos ocultos que, dotados
94
En el trabajo de campo hemos podido detectar cómo los empresarios manejan esta estrategia para sortear
una relación que los colocaría como objeto de una posible sanción por proxenetismo. Volveremos a ello más
adelante.
95
Me referiré a un ‘reservado’ como aquel espacio destinado al alterne que permite hacerlo en condiciones
de privacidad. Aunque a veces se utiliza este término para denominar también a las habitaciones privadas, en
lo sucesivo emplearé la expresión ‘privado’ para aludir —en su contexto– a las estancias privadas destinadas
a la prestación de servicios sexuales de carácter íntimo.
208
habitualmente de sofás, permiten una interacción en mayor intimidad, pudiendo a veces
sustituir las propias habitaciones y convertirse en espacios donde establecer contactos
sexuales completos. Asimismo, determinados servicios pueden realizarse fuera del local,
en hoteles o domicilios privados, convirtiéndose el local en el lugar de encuentro y
contacto donde negociar —habitualmente con la mediación del encargado o personal
responsable del negocio— los servicios que se prestarán fuera del establecimiento: hotel,
domicilio particular, etc. No obstante, es corriente que el sistema de plazas y el de alterne
coexistan, sobre todo en clubes de carretera, hoteles o grandes complejos dedicados al
comercio sexual.
En cualquier caso:
“El alterne es admitido como lícito por los tribunales laborales, pudiendo ser
considerado como un trabajo por cuenta ajena sometido a un contrato de trabajo y
regido por el Estatuto de los Trabajadores, o bien como un trabajo por cuenta
propia regulado por el reciente Estatuto del Trabajo Autónomo” (Gala, 2008).
Por otro lado, la Asociación Nacional de Locales de Alterne (en adelante ANELA)
defiende que tal relación laboral no existe en ningún caso y que tanto el alterne como
cualquier otro trabajo sexual son ejercidos de forma independiente por las mujeres;
consecuentemente, su estatus legal debería constituirse a través del reconocimiento como
trabajadoras autónomas (ANELA, 2008). Los empresarios de esta asociación argumentan
que de formalizar contratos — aunque sea para la actividad de alterne— estarían en peligro
de ser acusados de proxenetismo, dado que casi la totalidad de las trabajadoras que realizan
esa actividad también prestan servicios sexuales asociados a la prostitución. De hecho,
antes de la reforma del Código penal en 2003, diferentes asociaciones de empresarios se
atrevieron a solicitar trabajadoras a través del Cupo anual al INEM (Agencia EFE, 2002;
Navarrete, 2002) lo que despertó el recelo y, sobre todo, el escándalo de buena parte de la
sociedad almeriense (Navarrete, 2002; Torregrosa, 2002) y en algunos medios de creación
de opinión de ámbito estatal (Cerdán, 2002).
209
Barcelona fue la pionera aprobando su normativa a finales del 2005, han sido numerosas
las ciudades que han acometido la tarea de expulsar de sus calles no ya el ejercicio de la
prostitución sino simplemente la presencia de trabajadoras en los diferentes espacios
públicos urbanos. Y ha sido en este contexto en el que el cliente se convierte en centro de
señalamiento legal y sujeto de actividades punibles.
En la actualidad, buena parte de las grandes ciudades tienen algún tipo de
normativa; siguiendo la estela de la corporación de Barcelona, numerosas ciudades de todo
el Estado ya han promulgado sus respectivas ordenanzas o han modificado las existentes
para incorporar el trabajo sexual. Es el caso de Sevilla, Bilbao, Valencia, Granada,
Alicante, Málaga, etc. En Madrid está en trámite desde el año pasado, sin embargo, desde
abril de 2004 el Ayuntamiento ya puso en marcha su ‘Plan contra la esclavitud sexual’ que
pretendía acabar con la prostitución en las calles de la ciudad. En Almería, el
Ayuntamiento tiene aparcada la suya desde el 2008, precisamente por no existir consenso
entre los diferentes grupos del consistorio sobre la cuestión (González, 2012; Uroz, 2011).
Lo cual no quiere decir que no exista hostigamiento por parte de la Policía, la Local
especialmente, como se ha puesto de relieve durante el trabajo de campo.
La mayoría de estas reglamentaciones forman parte de ordenanzas que abordan
diferentes aspectos de la vida social y regulan múltiples actividades, comerciales o no,
dentro de los ámbitos de competencia municipal. Así, la mendicidad, los aparcacoches, los
músicos callejeros, el botellón, los mercadillos, etc. suelen convivir con mayor o menor
diferenciación con el trabajo sexual en esas normativas. Carolina Villacampa y Nuria
Torres expresan claramente el carácter de estas ordenanzas:
Estas normativas castigan tanto a las trabajadoras —con alguna excepción como
veremos— como a los clientes, y en algunos casos a los intermediarios.
210
En realidad, las ordenanzas municipales han tenido el claro objetivo de impedir la
visibilización del trabajo y de las propias trabajadoras y, sobre todo, “el barrido de los
trabajadores sexuales de las calles y vías públicas” (Villacampa y Torres, 2013: 36);
frecuentemente a requerimiento de diferentes sectores sociales, para quienes la presencia
de las trabajadoras suponía una molestia (20minutos.es, 2013) o un inconveniente para sus
intereses comerciales o inmobiliarios.
211
Sevilla’, en el primer caso, y ‘sobre el ejercicio de la prostitución en la vía pública’ en el
caso de la valenciana. Ambas tienen en común, a diferencia de las demás, que no penalizan
a la trabajadora.
El caso de la normativa hispalense merece una particular atención por el tipo de
fundamentación que soporta su articulado. En ella el bien a preservar es “el espacio
público como un lugar de convivencia, civismo e igualdad, evitando actividades de
explotación sexual que difunden una imagen del ser humano, muy especialmente de la
mujer, como mero objeto sexual y perturban la convivencia social” (Ordenanza, 2011: 19).
Tal bien parte de la idea de que:
Como vemos, ambos párrafos sintetizan en unas pocas líneas los elementos básicos
de la doctrina del feminismo abolicionista. Pero esta norma va más allá, arrogándose la
persecución de los clientes en la vía pública, en franco paralelismo y natural complemento
al trabajo de las Fuerzas de Seguridad del Estado que “centran su lucha contra los
explotadores sexuales en los establecimientos cerrados” (Ordenanza, 2011: 20). Las
conductas objeto de prohibición serían aquellas que consisten en “solicitar, negociar, o
aceptar, directa o indirectamente, servicios sexuales retribuidos” en diferentes espacios
públicos o privados. Asimismo son objeto de persecución las conductas ‘favorecedoras’ —
acercar a los clientes a donde están las ‘mujeres en situación de prostitución’— o que
‘promuevan’ —cualquier medio de contacto entre clientes y trabajadoras, es decir la
publicidad—. Por último, se les reconoce a los ‘agentes de la autoridad’ y al “personal
municipal autorizado’ la facultad para “investigar, inspeccionar, reconocer y denunciar
todo tipo de actos tipificados como infracción en la presente Ordenanza” (Ordenanza,
2011: 23). Como vemos se trata de todo un programa prohibicionista que, dotado de una
discrecionalidad palmaria, concede a los agentes municipales sevillanos —y no sólo a la
Policía Municipal— instrumentos que fácilmente pueden derivar en hostigamiento (RTVE,
2014). Obviamente, en coherencia con el ideario abolicionista importado de Suecia, la
trabajadora quedaría exenta de sanción y los objetos de persecución serían el cliente y los
múltiples mediadores.
212
La normativa Valenciana está más próxima en su articulado al conjunto de
ordenamientos genéricos, no contiene una elaboración ideológica tan perfilada como la
sevillana, si bien coincide con ella en la no penalización de las mujeres.
El resto de las ordenanzas consultadas copian el argumentario de la norma
barcelonesa, sancionando tanto a la mujer como al cliente en su obsesiva pretensión de
erradicar la presencia de la trabajadora sexual del espacio público y, por ende, degradar su
estatus de ciudadanía y de agente social reconocible.
213
214
2.2 PANORAMA DEL TRABAJO SEXUAL EN LA PROVINCIA DE ALMERÍA
El trabajo sexual, en los segmentos que son objeto de esta Tesis, florece en Almería
al calor del desarrollo de la agricultura intensiva, pero sobre todo en los años de despegue
económico incentivado por la construcción y el sector inmobiliario. Ello, conjugado con
una inmigración autónoma femenina, establece las bases para la proliferación de locales de
alterne, especialmente en El Poniente de la provincia. Así, a principios del presente siglo
llegó a constituirse una asociación de empresarios que reunían 40 locales de ese tipo en la
provincia de Almería (Crónica, 2002). Pero junto con esos locales estándar, en las zonas de
agricultura invernada, se fue produciendo una concentración de inmigrados africanos que,
como hemos visto en epígrafes anteriores, configuraron diversos enclaves de población,
notablemente masculinizada, que ni eran bien recibida en los bares y otros locales de ocio
de la zona, ni tenía capacidad económica para acceder a los clubes y bares de alterne de los
nacionales. De esta manera se fue desarrollando una red de establecimientos de economía
étnica entre los que se encontraban casas particulares, casas-bar y bares que surten a los
inmigrados, africanos especialmente, de espacios de ocio y diversión, en cuya oferta
incluyen también servicios afectivo-sexuales. Esto no quiere decir que personas inmigradas
no acudan a clubes o pisos de contactos; de hecho lo hacen cuando se trata de personas con
recursos suficientes. Lo que distingue a un grupo de establecimientos de los otros es el
hecho de que en los locales africanos se da un tipo de sociabilidad más intensa y
representan prácticamente los únicos espacios de ocio y recreo habituales para los
inmigrados con menores recursos; por otro lado, la clientela no presenta prevención alguna
sobre su estancia en estos locales mostrando ausencia de discreción al respecto96.
Por otro lado, con la irrupción de la crisis, los niveles de consumo descendieron y la
afluencia de clientes a los clubes se redujo considerablemente. Sin embargo, los precios de
los servicios se mantuvieron por lo general casi constantes. Ello produjo que las mujeres
fueran dejando de trabajar en estos locales, muchos de los cuales cerraron, aunque se ha
podido observar un relativo movimiento de cierres y re-aperturas de establecimientos con
nombres o gestores diferentes. La cuestión es que los clubes que han resistido la crisis han
perdido clientela y han reducido considerablemente el número de mujeres que ofrecen sus
servicios en ellos. Todo lo cual ha provocado la creación de un flujo de trabajadoras desde
96
Una descripción más detallada de estos locales y del tipo de sociabilidad que en ellos se desarrolla puede
verse en Majuelos (2011 y 2012).
215
los clubes hacia los pisos de contactos, ofreciendo una gama de servicios que incluyen
desde los estándar hasta los más económicos. De esta forma, la función selectiva de la
clientela que el precio representaba se ha deteriorado apreciablemente, llegando algunas
casas y pisos de contactos a especializarse en inmigrantes de pocos recursos y personas
mayores, con servicios que pueden costar sólo 10 €. Pero este flujo no es único, pues
algunas mujeres expresaron su intención de marcharse a otros países europeos. Además,
durante el trabajo de campo, he podido comprobar cómo mujeres que se empleaban por su
cuenta, en sus domicilios o en clubes estándar de poca categoría, se desplazaron hacia
locales africanos, en el Poniente de Almería, coadyuvando, junto con otros factores, a un
apreciable cambio en la conformación de esta red de establecimientos de economía étnica
donde se ofrecen servicios afectivo-sexuales (Majuelos, 2014). Por supuesto, la crisis ha
incorporado al sector del sexo a mujeres que nunca habían trabajado en él, tanto
inmigradas como nacionales.
Abordo a continuación un panorama sincrónico del trabajo sexual en la provincia
de Almería, desde el punto de vista de su consideración como un sector económico más;
considerando los espacios y establecimientos donde se realiza, describiendo los contenidos
con los que se comercia, identificando los agentes que participan y mostrando las
condiciones en las que desempeñan sus tareas. Asimismo, abordaré las relaciones sociables
y los vínculos sociales que se articulan mediante el trabajo sexual.
216
normalizados; o se aproxima bastante al total, si se trata de los bares africanos en las
comarcas de El Poniente o Níjar; en los otros dos grupos es muy difícil realizar un
recuento exhaustivo, por tratarse de espacios privados. No obstante, este inconveniente no
afecta a los resultados de la presente investigación, dado que las muestras obtenidas son
suficientemente representativas del conjunto de negocios adscritos a sendas categoría; y
también de acuerdo con el carácter cualitativo que ha guiado el trabajo de campo para esta
Tesis.
217
sentido de salida de la ciudad— y por una valla que la separa de las instalaciones
portuarias en el otro lado. Este es un lugar tradicional pues desde antes de su ocupación por
mujeres extranjeras, algunas nacionales ya captaban sus clientes en esa zona.
o La rotonda de Bayyana. Se trata de un tramo de unos 100 metros de la carretera
nacional, que absorbe el tráfico entre Almería y Aguadulce, comprendido entre una
rotonda y un túnel. Frente a la rotonda hay una gasolinera que aporta la única fuente de luz
que ilumina ese área. Las chicas se sitúan en el lado de la circulación hacia Almería, para
llamar la atención de los clientes aprovechando la frenada que impone la rotonda anterior
al tramo de carretera en el que se ubican. Suelen ser mujeres jóvenes, generalmente
rumanas en los últimos tiempos.
Como vemos en el mapa 3 —en trazo negro—, las cuatro zonas son de tránsito, con
escasa presencia de entramado urbano residencial.
En ellas, las chicas permanecen a la intemperie, suelen realizar los servicios en las
proximidades, en el vehículo del cliente, o al resguardo bajo el dintel de alguna puerta, etc.
El número de mujeres es pequeño, no superando la cifra de tres o cuatro en cada uno de las
218
áreas descritas. Suelen ser jóvenes rumanas o africanas salvo en el Ingenio, donde he
encontrado mujeres autóctonas de más edad.
En estos espacios, especialmente cuando están próximos a zonas residenciales, se
reproducen fenómenos de apropiación y uso por parte de las chicas que pueden originar
conflictos, dando lugar a una apreciable presencia policial con claro propósito de
hostigamiento sobre las trabajadoras sexuales. Así ha ocurrido en la carretera de Sierra
Alhamilla o en la zona de El Zapillo y, en menor medida, en el entorno de Oliveros —en
trazo azul en el mapa 3—, donde algunas mujeres que trabajan en sus viviendas salen a las
inmediaciones a captar clientes. Así me lo han transmitido las propias trabajadoras en
numerosas ocasiones y lo he podido comprobar directamente mediante observación.
Esta modalidad en el trabajo representa peores condiciones para las mujeres, tanto
ambientales —viento y frío, especialmente en invierno— y de salubridad —ausencia de
servicios en las proximidades, siendo la ‘toallita’ el producto higiénico por excelencia—,
como de seguridad —poca luz, dependientes de dónde el cliente las lleve y sin nadie a
quien recurrir en caso de necesidad—.
“Sí, cuando trabajaba en la carretera (...) Te metías en el coche con el primero que
venía y si era bueno salía bien, pero si era de esos que te quieren quitar el dinero o
te quieren pegar... Muchas veces [me ocurrió]” (Juana, trabajadora sexual).
También los clientes expresan inseguridad —ante una posible presencia policial—
o desconfianza, cuando no conocen de antemano a la chica.
Así lo reflejaba un cliente en un foro, refiriéndose a las mujeres que trabajan en la
calle en una de las zonas aludidas más arriba. Como se puede apreciar sus expresiones no
están exentas de prejuicios:
219
Los precios suelen oscilar en los niveles inferiores de las tarifas habituales en otras
modalidades. Así, las condiciones que manifiesta una chica española, con la que simulé
estar buscando sexo, son similares a las que expresaron en el resto de los lugares al aire
libre:
220
Los pisos de contactos
Esta es una variedad donde las mujeres ejercen por cuenta propia, agrupadas o
individualmente; en viviendas que son a su vez su residencia habitual o, en otros casos, se
trata de pisos alquilados que utilizan ex-profeso como espacio de trabajo, como estrategia
de discreción para alejarse de sus espacios familiares o vitales habituales, o de la presión
del vecindario. Su número es muy difícil de cuantificar dada la movilidad de las mujeres, y
la discreción con la que suelen comportarse. Su existencia se detecta mediante los anuncios
en prensa y en páginas web. También los contactos pueden circular en foros específicos
donde clientes o clientes y trabajadoras comparten impresiones e información. Si bien ya
Solana (2003) reconocía que el número de chicas que trabajaban en ellos era inferior —en
Córdoba– al de las que lo hacían en los clubes, su número ha ido aumentando en Almería
en los últimos años, a consecuencia de la crisis; ésta produjo un acusado descenso de la
clientela en otros tipos de establecimientos, especialmente en clubes y bares de copas.
Están repartidos por toda la ciudad y en diversas poblaciones de la provincia.
221
estancas pudiendo observarse, incluso, situaciones mixtas en lo que se refiere a los horarios
de trabajo, tiempos de estancia, el régimen económico, etc.
En los pisos de contactos, las mujeres suelen tener cada una sus propios clientes y
pueden negociar los precios directamente sin intermediarios, facilitándose así la selección
y/o fidelización de los usuarios en función de sus necesidades y/o preferencias; además, en
los pisos se confiere mayor discreción a la relación, especialmente importante para los
clientes que prefieren acudir a un lugar sin indicaciones externas de la actividad que allí se
realiza, libre de señalamientos y de reconocimiento por su entorno vital.
Por otro lado, en esta modalidad, las mujeres pueden decidir horarios de trabajo,
pudiendo seguir con su vida cotidiana en los tiempos en que no realizan servicios.
222
“A mí me sienta bien [trabajar] en la casa, porque en tu casa ya trabajas por tu
cuenta y tienes tu horario, trabajas cuando quieres, cuando te da la gana, por el día;
la noche es muy fea, [en un club] puede que te sientes toda la noche para no pillar
nada ¿sabes? hasta las cinco o las seis [y] puede que hagas una entrada” (Farah,
trabajadora sexual).
223
Como ya anticipé, he detectado que hay mujeres que realizan la captación
en bares o en las calles próximas a su vivienda. En Almería ciudad he conocido dos zonas,
ya tradicionales, donde las trabajadoras abordan con mayor o menor discreción a sus
potenciales clientes. Se trata de la zona de Artés de Arcos y de algunas esquinas del barrio
de El Zapillo, próximo al paseo marítimo (ver mapa 3).
“Yo ahora con 44 años ¿me voy a sentar en bar de copas con chicas jóvenes?, [entre
risas] yo parezco la madre para las chicas; y no quiero ahora trabajar, a mí no me
gusta este trabajo, no me gusta, no me gusta” (Sonia, trabajadora sexual).
El número de mujeres que trabajan bajo esta modalidad es difícil de cuantificar por
diferentes motivos: ellas mismas o las casas donde trabajan se publicitan en medios
diversos —prensa, páginas web, etc.— y con múltiples referencias —nombres distintos,
teléfonos diferentes o poblaciones varias a la vez—, o por la movilidad de las propias
mujeres —cambio de zona o de piso—.
224
Las casas de citas
Aunque este nombre ofrece reminiscencias de tiempos pasados, lo he tomado de
una chica que así lo denominó para referirse a un establecimiento de ese tipo en el que
trabajó durante un tiempo. Pueden ubicarse en pisos, casas o chalets. En realidad, lo que
me interesa resaltar es la existencia en estos locales de un agente que se ocupa de la
organización general del negocio, corre con los gastos generales y, además, realiza labores
de mediación, a cambio de beneficiarse de una parte de lo que la chica recauda de los
servicios. Entre las funciones de la dueña-encargada están la de suministrar el material
necesario para el desarrollo del trabajo, proveer la ropa de cama y dotar de productos de
higiene; también se ocupa de la publicidad, atender en primera instancia los clientes,
contestar el teléfono, etc. Así se refería una chica a la titular de una casa de citas:
“Tienen que pensar mucho, eso cuesta mucho trabajo ¿sabes? (...) Organizar la
casa, buscar chicas, poner anuncios, contestar los teléfonos, eso es muchísimo más
trabajo, más difícil; más difícil que venir a una casa que ya está alquilada, ahí entra
alguien, abres las piernas, follas, coges el dinero y te vas” (Pasha, trabajadora
sexual).
Las encargadas suelen ser mujeres que ejercieron anteriormente y que con el
tiempo decidieron dejarlo pero manteniéndose en el sector, como forma de ganarse la vida
en un ámbito que conocen bien. Para referirse a ellas se suelen utilizar términos como
encargada, jefa, mami —en las casa-bar africanas—, etc.; son las proxenetas a las que se
refiere De Paula (2002) y que en la actualidad aún serían objeto de persecución penal por
aprovecharse de los beneficios de la prostitución ajena. Incluso cuando el dueño o titular
del establecimiento es un hombre, suele elegir a una mujer para regentar el negocio y
desempeñar las funciones de encargada.
Este tipo de establecimientos ya no funcionan, en general, como aquél que fue
magníficamente retratado —para la España de la posguerra— en la película La Colmena97,
y que se corresponde con los burdeles clásicos. En la actualidad, los niveles de sociabilidad
en ellos son muy variados siendo habitual que no existan zonas comunes donde realizar
servicios complementarios, como tomar una copa o consumir tiempo y conversación de
forma colectiva.
97
Ágata Films (Productora), Dibildos, J. L. (Guión) y Camus, M. (Director) (1982).
225
“El piso [refiriéndose a una casa de citas] es mejor porque no tienes que hablar
mucho con el cliente, no tienes que hablar” (Ania, trabajadora sexual).
“Él llega, el cliente elige entre cuatro o cinco chicas, te elige a tí; luego tu ya vas
entrando en la conversación con él cuando estás en la habitación, si tienes tiempo
[enfatizando], porque si pagas media hora no tienes tiempo, es llegar, paga y tira”
(Jovita, trabajadora sexual).
Parte de estos locales también poseen una función residencial, tanto para las chicas
como para el resto de los empleados —si las dimensiones del local lo permiten—
especialmente los que se organizan bajo el sistema de ‘plaza’.
98
El sistema ‘de plaza’ se refiere al régimen económico que rige las relaciones entre los dueños del
establecimiento y las trabajadoras. Consiste en pagar una cantidad fija al día en concepto de manutención y
residencia, quedándose la chica con el total de lo cobrado por los servicios prestados.
226
La opinión de las mujeres respecto a su situación suele ser ambivalente dado que a
las ventajas de seguridad y clientela más seleccionada, suelen contraponer el inconveniente
de una jornada más prolongada —hay casas que exigen disponibilidad las 24 horas— y,
sobre todo, lo excesivo de la comisión que se lleva el titular del establecimiento. Algunas
trabajadoras han expresado su disconformidad con el ambiente cerrado de estos
establecimientos y el agobiante control por parte de las encargadas.
“En una habitación está el hombre, después las chicas pasan, una a una, yo voy y
me presento: ‘hola soy Ania’; salgo yo y entra la otra, entra la otra...” (Ania,
trabajadora sexual).
Una vez realizada la elección, el cliente pasa con ella a la habitación donde se
presta el servicio.
Para los hombres, al igual que en los pisos de contactos, estos establecimientos les
garantizan mayor discreción99, cierta garantía de selección de las chicas y posibilidad de
elección. Por otro lado, la movilidad de las mujeres facilita la circulación y renovación de
la oferta, con la consiguiente variedad a lo largo del tiempo, que permite la fidelización del
cliente a la casa.
99
Como veremos más detalladamente una divisa con la que estos locales se publicitan es la ‘discreción’.
227
Para algunos hombres, especialmente los que buscan sólo sexo y no les apetece
alternar, estos establecimientos junto con los pisos de contactos gozan de su preferencia.
“Prefiero ir a las casas porque no es lo mismo llegar a las casas que llegar a un club,
a la barra, te sientas, tómate algo, que vengan las chicas, paseando allí delante, toda
la gente te ve; a mí eso, a mí no me gusta, por eso prefiero ir a las casas. Porque
llegas, entras con la chica que has quedado, entras al cuarto, haces tu servicio, pum
pum, pagas, ‘hasta luego’, te vas, y andando. Lo veo más..., lo otro es demasiado”
(Quintín, cliente habitual).
228
Los clubes100
Representan los espacios de acceso público más típicos donde se pueden obtener
servicios sexuales. Se trata de una diversidad de establecimientos que ofrecen tomar una
copa, charlar, ver algún espectáculo erótico o adquirir servicios sexuales en la más estricta
intimidad.
Responden, por lo general, a una organización más compleja que las casas de citas
y, desde luego, que los pisos de contactos; requieren de diferentes personas con funciones
concretas: seguridad, transporte de las chicas, suministradores varios, camareros,
cocineros, gestión de la publicidad, etc. Aunque, en función de su tamaño, los hay desde
aquellos en los que un camarero puede hacer las veces también de encargado y asumir la
seguridad y el transporte de las chicas, hasta aquellos donde se necesitan personas
específicas que atiendan cada una de las tareas.
100
Me referiré en lo sucesivo con este nombre, salvo indicación expresa o que el contexto lo deje claro, tanto
a clubes —o bares— de alterne, como a clubes —u hoteles— en régimen de plaza —real o simulada—, y
también a clubes convencionales —con porcentaje—, de manera indistinta; asimismo esta categoría incluirá
lo que vengo denominando bares africanos.
229
trabajadora, por la camarera o desde el control de la videovigilancia del local, si lo hay. En
otros casos, una luz, cuyo encendido se controla desde la barra, indica que el tiempo
expiró.
A veces veces nos hallamos ante locales más complejos, que combinan espacios de
alterne con servicios de restauración y residenciales, como suele ocurrir en clubes u hoteles
de plaza101. En este caso, la chica paga una cantidad diaria en concepto de ‘plaza’, que le
da derecho al uso tanto residencial como laboral de la habitación; de esta forma, los
ingresos obtenidos por los servicios prestados suelen estar libres de comisión; también
obtendrá ingresos por las invitaciones a copas que reciba de los clientes, al porcentaje
establecido.
101
Una descripción detallada de esta modalidad en su forma ‘tipica’ nos la ofrece Solana (2003: 49 y ss.) en
el caso de un club de plaza de Córdoba.
230
concepto de manutención si la chica pernocta en el establecimiento, funcionando, por lo
demás, en régimen de porcentaje.
“Melek me explica que vive allí ‘con otra chica rumana’ y que el precio de la plaza
es de 65 €, mientras trabaje, ‘si no trabajo no pago, y al día siguiente borrón y
cuenta nueva” (Extraído del Diario de campo).
“Sí, a veces sí, a veces sí; porque ves uno que juega ahí [en la máquina] y tu te
acercas para mirar o... ¿no? y ya sacas conversación y tal; y ya, a lo mejor ya, te lo
follas y te lo llevas” (Eugenia, trabajadora sexual).
Estos artefactos y mobiliario forman parte del ambiente y del negocio; favorecen el
consumo de tiempo y sirven de entretenimiento a clientes y trabajadoras, a la vez que de
excusa para fomentar la interacción.
231
Fotografía nº 5. Sala principal en un club
Suelen tener portero y algún sistema de seguridad con mayor o menor complejidad.
Estas medidas de seguridad pueden extenderse —especialmente en los clubes grandes— a
las habitaciones privadas donde un timbre sirve de alarma para alertar a los miembros de
seguridad en el caso de que la trabajadora perciba algún tipo de peligro.
Respecto de la gerencia, encontramos diferencias con las casas de citas y pisos de
contactos. Así, del conjunto de clubes estándar existentes en la provincia de Almería,
podemos decir que la titularidad o la dirección suelen estar mayoritariamente en manos de
hombres; lo cual no es óbice para haber localizado algunos establecimientos que tenían a
una mujer por titular.
232
En cuanto a su volatilidad, no conviene despreciarla; aunque es difícil decidir
cuánto de ello responde a su propia dinámica empresarial y cuánto depende de la crisis, lo
cierto es que durante el trabajo de campo he podido verificar numerosos cambios de
titularidad —y de nombre—, nuevas aperturas de establecimientos que permanecían
cerrados y cierres de otros que estaban en funcionamiento cuando inicié la investigación.
La categoría y calidad de las instalaciones suelen exhibir una variada gama en
cuanto a limpieza, higiene, atractivo, complementos, etc. Todo ello, a pesar de una tangible
homogeneidad en los precios de las bebidas y de los servicios sexuales habituales. Los
horarios de funcionamiento también son variados; aquellos que prolongan su apertura más
horas pueden establecer turnos, generalmente flexibles, a las chicas.
Su ubicación es, igualmente, variada. Así, podemos encontrar pequeños locales en
el entramado urbano de los centros de las poblaciones.
233
Fotografía nº 7. Club en el polígono de Sta. Mª del Águila
234
Diferente percepción obtenemos de las versiones africanas de estos
establecimientos a los que venimos haciendo referencia a lo largo de esta investigación.
Podemos encontrarlos mayormente en zonas de diseminado de El Poniente y —en mucha
menor medida— del Campo de Níjar.
Las configuraciones que presentan son muy variadas, pero albergan espacios,
elementos y organización funcionalmente similares a los de los locales homólogos
estándar.
235
Fotografía nº 10. Interior de un bar africano
236
El mapa 4 muestra las zonas de ubicación del conjunto de clubes en el territorio
almeriense. Las cifras que los acompañan se refieren al número de ellos que he visitado
durante el trabajo de campo. Tanto en el caso de los establecimientos estándar como en el
de sus análogos africanos, tales números han reflejado exhaustivamente la totalidad de los
existentes en los espacios indicados durante los respectivos periodos de trabajo de campo
intensivo.
237
2.2.2 El trabajo y cómo se ejerce. Las condiciones laborales de estas mujeres
La captación o contacto
Consiste en la forma en que se produce el primer encuentro cara a cara o mediado,
telefónicamente por ejemplo; se trata del primer contacto que el cliente tiene con la
trabajadora o algún intermediario suyo para la gestión de los servicios. Puede darse a
iniciativa de la trabajadora —ofreciéndose en la calle, acercándose en un club, etc.— o del
cliente —dirigiéndose a la chica desde su coche, llamando a un piso de contactos, etc.—.
238
La publicidad forma parte de ese proceso, pero no lo considero una forma de
contacto ya que no hay una relación bidireccional que permita algún tipo de interacción
por sí misma. Cada espacio tiene sus códigos y cada mujer posee sus propios recursos y
estrategias. Así, en la calle, la iniciativa puede partir del cliente, cuando en un vehículo se
dirige a una zona de tránsito rodado donde las mujeres se ubican, el ceremonial suele ser
similar: paras, bajas la ventanilla y la chica se acerca:
“¿No sabes?, nosotras buscamos al cliente; hay gente que nos buscan a nosotras,
entonces nosotras buscamos a ellos. Y la policía nos busca a todos” (Farah,
trabajadora sexual).
En los clubes el ritual es iterativo, cada chica prueba cuando la anterior se retira:
239
Como ya apunté anteriormente, en las casas de citas el contacto está mediado por la
encargada o dueña del local. Ella recibe al cliente, lo pasa a la estancia destinada a tal fin,
llama a las chicas y las presenta al cliente o ellas mismas lo hacen, etc.
“Hola, hola, me llamo así así’, y me voy; y luego otra chica viene: ’hola hola, me
llamo así’, [y] me voy, y [la chica] se va. Luego viene la dueña y le dice ‘¿qué
chica te gustó? ¿Sabes?, así” (Pasha, trabajadora sexual).
La negociación
Reside en la exposición aproximada o completa de servicios que se ofrecen y sus
precios, o los requerimientos de prestaciones y el costo que se está dispuesto a pagar por
ellas. Entre la captación y la negociación no existe un corte claro, se trata de una forma de
aproximación, de tanteo para hacerse cada actor cierta idea de lo que puede esperar del
otro y desplegar, especialmente la chica, sus diferentes recursos persuasivos, su ‘capital
erótico’102.
“La primera chica que se me acercó dijo llamarse Renata, una mujer joven rumana,
de 1.70 de altura, aproximadamente. Tras la presentación inicial, ritual: ¿hola,
102
He tomado este concepto de Catherine Hakim, quien lo define como “una mezcla nebulosa pero
determinante de belleza, atractivo sexual, cuidado de la imagen y aptitudes sociales, una amalgama de
atractivo físico y social que hace que determinados hombres y mujeres resulten atractivos para todos los
miembros de su sociedad, especialmente los del sexo opuesto” (Hakim 2012: 9).
240
¿cómo te llamas?... etc., ha continuado con cierta insistencia, su actitud ha sido más
bien agresiva: se me acercaba recurrentemente –la música estaba muy alta— y
mientras me hablaba al oído me rozaba con su cuerpo, con su mejilla, con sus
labios, besándome el cuello..., sugiriéndome subir directamente a la habitación”
(Extraído del Diario de campo).
“¿Y te han obligado a hacer algún servicio que tú no hayas querido? Nunca, esas
cosas mejor hablarlas fuera, antes de entrar, para no tener problemas, mejor así”
(Ania, trabajadora sexual).
241
Las mujeres mismas, dependiendo del momento, pueden decidir: si fue un día de
poco trabajo, a última hora se puede regatear más el precio, pues es preferible llevarse
poco dinero a casa que irse de vacío. Algún testimonio interesante referido a esta misma
circunstancia nos aporta Tapia (2010).
A veces estas prestaciones no exigen una negociación explícita, porque forman
parte de la ‘cultura’ o normas del lugar. Así, por ejemplo, durante el trabajo de campo
nunca negocié el tiempo de conversación con ninguna chica, pues se suponía que una
invitación lleva aparejado un tiempo de charla e interacción cuya duración dependerá del
desarrollo del encuentro, y las habilidades de la chica para recabar nuevos servicios, o de la
firmeza del cliente para prolongar el encuentro sin romper la interacción; incluso en
diversas ocasiones me pasé charlando largo tiempo con una mujer sin que mediara
invitación alguna; se trataba de momentos o días de poca afluencia de clientes, entonces las
chicas no están sometidas a la presión de las normas establecidas y pueden manejar los
tiempos con mayor libertad, a su conveniencia y gusto. Por ello, el interés y la capacidad
de empatía entre trabajadora y cliente facilita la prolongación de los tiempos de
interacción, siempre que no perturbe demasiado los intereses de cada una de las partes.
242
Las hay que no lo aceptan nunca o casi nunca; otras acceden a ello a requerimiento
del cliente; están las que lo exponen como parte de sus ofertas de servicios; a menudo lo
hacen selectivamente, dependiendo de la confianza que le inspira cada cliente en
particular. Este es el caso de algunas mujeres que se desplazan a la vivienda de ‘amigos’
con los que mantienen una relación especial; a ellos se refiere también López (2010). En
los bares de alterne típicos, la ausencia de habitaciones privadas, obliga a la salida fuera
del establecimiento para la prestación de servicios íntimos.
“Yo lo que le temía también, a pesar de todo, era a salir a la calle con nadie, porque
siempre he tenido miedo a eso. No, que le tengo miedo; nunca he salido a la calle a
verme con ningún hombre porque me da miedo” (Sacramento, trabajadora sexual).
243
La gestión del trabajo
Me refiero con ello al control de todo lo relacionado con la prestación de los
servicios: qué hacer, cuánto hacer, a qué precios, en qué lugares, bajo qué condiciones, etc.
Así, una mujer que trabaja en su propio domicilio posee un control absoluto de su
desempeño. No ocurre lo mismo en una casa de citas o en un club, donde los precios de los
servicios, o el tiempo dedicado en ellos depende de las condiciones que impone la dueña,
la ‘mami’ o la encargada del establecimiento, aunque a veces las chicas puedan tener un
cierto margen de negociación que la crisis ha tendido a normalizar. De tal manera que, en
un club o en una casa de citas, la trabajadora ha de cumplir, con más o menos rigor, un
horario de estancia establecido, unos procedimientos y determinadas normas respecto al
local y a los clientes; incluso qué servicios se realizan, pueden estar bajo cierto control o
presión de la dirección del negocio, de acuerdo con el principio de ‘satisfacción del
cliente’, por ejemplo.
En esta línea nos revela Briseida G. Olvera cómo los responsables de los ‘table
dance’ de Guadalajara (México), eligen las tareas que debe realizar cada chica que trabaja
en esos establecimientos. Así, en ese tipo de locales, que ella analiza, “para poder subir al
escenario los gerentes quieren que las mujeres sean delgadas y de preferencia con el
cuerpo bien formado, las que no cumplen con ese requisito se dedican a las otras
actividades” (Olvera, 2006: 330).
244
En el siguiente cuadro resumimos los cuatro componentes del trabajo en función
del tipo de espacio o establecimiento considerado.
Cuadro nº 5. Organización del trabajo sexual por tipo de espacios en los que se desarrolla
En los casos en que hay una tercera persona o entidad que media entre la
trabajadora y sus clientes, los pactos siempre son verbales y sujetos a las ‘costumbres’ del
establecimiento o de la zona donde esté ubicado; ello supone un continuo tira y afloja
respecto de diferentes aspectos implicados en el quehacer de las chicas; una continua re-
negociación de determinadas condiciones y, en última instancia, la libertad del empresario
o de la trabajadora de dar por finalizada la relación establecida.
Entre los aspectos organizativos, remarcados más profusamente por las trabajadoras
respecto a sus condiciones de trabajo, están los relacionados con normas o con
características vinculadas a cada establecimiento. Un aspecto puede ser el control de los
tiempos de cada servicio.
“Pues que no se tarde en la habitación, que no se tarde en las copas de los clientes”
(Ginebra, trabajadora sexual).
Así, por ejemplo, los horarios prolongados suelen ser causa de insatisfacciones,
siendo en ocasiones determinantes en la elección del establecimiento dónde trabajar. Así lo
expresaba una chica, en referencia al trabajo en una casa de citas:
245
¿Entonces si alguien llega y pide estar con Ania? Pues te despiertan y ya [risas], sí”
(Ania, trabajadora sexual).
“A veces, hay jefes que son conscientes y que solamente tú le echas sus ocho horas.
Pero hay gente que son inconscientes, que hay que estar ahí hasta que haya gente. Y
encuentro que no debe de ser así, porque debe ser un horario fijo, un horario para
entrar, debe haber un horario fijo para salir” (Sacramento, trabajadora sexual).
“Aquí me siento como en la cárcel ¿sabes? encerrada; y por eso muchas veces me
dan nervios, no me dejan salir. Allí [en el club] hay muchas chicas, música, hablas
con una, hablas con otra, tomando copas tranquilamente ¿sabes? Y aquí todo
cerrado, todo controlado, todo...” (Pasha, trabajadora sexual).
“¿Ayer por qué no querías que te vieran llegar, que yo te llevara? ¿Dónde?
Al club. Porque no quiero que vean que tomo los clientes de ahí” (Andrea,
trabajadora sexual. Extraído del Diario de campo).
En este mismo sentido los dueños o encargados procuran controlar la utilización del
teléfono móvil. La generalización en el uso de este artefacto ha sido, tal vez, una de las
mayores fuentes de autonomía en el trabajo para las chicas, ya que supone un medio fácil y
discreto para el contacto independiente con los clientes.
“Les tengo prohibido, por ejemplo, que cojan el teléfono, aunque puede ser
inevitable, porque si se suben arriba, yo no estoy con ellas. Evidentemente si le dan
246
el teléfono y queda con él [cliente] fuera, ese negocio lo hacen ellas, tú no”
(Reinaldo, dueño de un club).
“La camarera le sirve una copita típica de cóctel y le coloca al lado un cartoncito
oscuro: me explica que se trata de una ficha: ‘luego cuando llega la hora de cobrar
sabemos cuántas copas hemos tomado” (Extraído del Diario de campo).
Sin embargo, algunas mujeres han expresado cómo determinados encargados han
intentado engañarlas al ajustar las cuentas, aprovechándose de su cansancio o de cierto
estado de embriaguez al final de la jornada. Así lo expresa una chica refiriéndose a un
incidente en un club donde trabajó:
“Porque las chicas antes beben mucho, porque las invitan a alcohol y entonces dice
[refiriéndose a los dueños, cuando las chicas le reclaman] ‘tú no puedes decir esa
cosa porque estás borracha’ [pero] yo [puedo] estar borracha pero no estoy
gilipollas ni loca; ese es mi trabajo y yo lo sé, tengo un papel, tengo mis tickets, sé
todo” (Olga, trabajadora sexual).
Respecto del atuendo, las chicas suelen expresar la ausencia de presiones para
portar determinado tipo de indumentaria; no obstante parece obvio que, dadas las
características del trabajo y la imagen visual de sí mismas que tratan de transmitir, tiendan
a adoptar prendas y calzado llamativos, que dejen al descubierto buena parte de su cuerpo,
remarcando sus atributos físicos para mostrar su corporeidad con la que atraer a su
clientela. Este aspecto del proceder de las chicas coincide con las apreciaciones que nos
ofrece Juliano (2002).
Así, los pantalones muy ceñidos, las faldas muy cortas y ajustadas, o las blusas y
suéteres muy escotados o de malla escasamente tupida, forman parte del atrezo habitual.
De tal forma que el vestuario se emplea como un instrumental erótico más. La existencia
247
de vendedores ambulantes, que visitan periódicamente los establecimientos, facilitan la
adquisición de este tipo de vestimenta, así como de calzado, abalorios o perfumes.
“La chica vestía un mono negro de una pieza, imitando piel, muy ajustado, que
cerraba una cremallera en el centro de la parte delantera, no llevaba sujetador; con
esta cremallera ha jugado, bajándola, y subiéndola, insinuando más o menos sus
senos” (Extraído del Diario de campo).
También los zapatos, vistosos y llamativos, con pronunciados tacones, forman parte
de la indumentaria habitual. En alguna ocasión, y en relación a años atrás, alguna chica me
ha referido que le imponían ciertos criterios a la hora de vestir.
“Faldita corta, hay vestidos especiales para eso, que vienen gente y te lo venden ahí
[en el club] o tú vas a la tienda y te lo pides” (Eugenia, trabajadora sexual).
248
Aunque no es frecuente, en algún club he podido observar a camareras sin cubrir el
torso, dejando sus pechos descubiertos mientras sirven bebidas detrás del mostrador.
La higiene
Una fuente recurrente de insatisfacciones entre las chicas, en relación a su trabajo,
tiene que ver con la higiene con la que los clientes acuden a los establecimientos. Es claro
que cuanto mayor contacto físico e intimidad requiere un servicio, más importancia
adquiere este factor.
“Si te digo que me han pasado montones de cosas...; entre los españoles hay unos
que se cuidan mucho, que vienen muy..., me refiero a limpieza, a su higiene, que
vienen de puta madre, como decimos; que te encanta hasta el perfume que llevan y
249
todo. Y vienen algunos que se te revuelve el estómago (...) Que hay tíos que no se
cuidan sus partes, que en el momento que... te sale una peste... y tienen ahí una cosa
que parece que no se ha lavado en meses. Yo me quedo...” (Eugenia, trabajadora
sexual).
Así, éste aspecto suele utilizarse como un criterio para aceptar o rechazar
determinados servicios.
“Tengo que ver una persona, para decidir; si es muy fea para mí, y huele mal, y está
sin duchar o algo” (Pasha, trabajadora sexual).
En este sentido, el ‘lavado” del cliente forma parte de las rutinas habituales en la
prestación de servicios por las mujeres. Al respecto, Cortés (2009) nos brinda diversos
relatos acerca de la higiene de los hombres por parte de las trabajadoras; y De Paula (2002)
muestra cómo algunas mujeres lo utilizaban como forma de excitar a los clientes para que
el servicio se prolongara durante menos tiempo.
“Subimos, primero, los lavamos, con mi toalla; a mí me gusta lavar los hombres,
me gusta que los hombres se laven, porque muchos hombres.... Me gusta lavarlos
yo (...) Si vamos a estar un tiempo largo, sí los duchamos” (Imán, trabajadora
sexual).
“En los clubes [las mujeres] están limpias, saneadas porque tienen sus aseos, sus
jabones, sus toallas bien puestas, sus duchas, están aseadas” (Felipe, encargado de
un club).
250
Para determinados servicios, cuando suponen un tiempo de permanencia largo con
la chica, hay habitaciones dotadas de ducha, bañera o yacusi.
“La habitación pequeña tenía sólo el bidé, la habitación de media hora sí tenía
ducha, el bidé y todo lo necesario; y la de una hora, pues ya tenía el yacusi”
(Eugenia, trabajadora sexual).
Pero esta consideración de la limpieza suele ser recíproca y las propias chicas
consideran que la pulcritud en ellas debe formar parte de las prestaciones de sus servicios.
“Cuando termino me limpio con jabón que compro del DIA” (Amal, trabajadora
sexual).
“Trabajaban dos (...) A una de ellas el cliente la sacó de la habitación porque decía
que olía mal, que apestaba, a sudor, a…¡qué vergüenza de verdad!” (Eugenia,
trabajadora sexual)
251
por una de ellas, por su forma de besarme el cuello, dado el descuidado aspecto de su
dentadura.
Tal vez la crisis y la subsiguiente política de ahorro en gastos, común en estos
tiempos en diferentes sectores económicos, permitan interpretar el deterioro generalizado
que se aprecia en diversos establecimientos que en otros tiempos lucían mejores
infraestructuras y equipamientos.
La salud
A pesar de que los datos disponibles revelan que no son las mujeres los agentes
principales en el contagio de enfermedades de transmisión sexual, la creencia extendida al
respecto es que hay que tener cuidado con ellas. En realidad, salvo alguna rara excepción,
las mujeres son muy conscientes del riesgo que corren y se muestran constantes en sus
pautas preventivas. No obstante, ello no supone que, en ocasiones, no hagan cálculos poco
exigentes con la valoración del riesgo, ni que acepten cierto margen si eso les va a permitir
prestar algún servicio que consideran rentable; sobre todo en momentos de crisis como los
que estamos viviendo. En otro sentido, los bulos que entre ellas mismas hacen circular,
sobre sus compañeras de trabajo de otras nacionalidades, hay que tomarlos con precaución
y no considerarlos más allá del contexto en el que se producen de competencia y de
autoafirmación.
“Porque las hijas de puta follan sin goma con la gente; mira las rumanas; muchas
marroquinas follan sin goma” (Eufemia, encargada de una casa de citas).
“Ahí [en ese club] trabajan dominicanas, latinoamericanas; y esas chicas casi todas
trabajan sin goma y por eso yo no podía [competir con ellas]” (Nadia, trabajadora
sexual)
Cuando mejor se puede percibir el grado de exigencias propia respecto a sus niveles
de protección es en las conversaciones con las chicas respecto a los límites que ponen a los
252
servicios que prestan y sobre los trucos que utilizan para sortear determinados
requerimientos de los clientes.
Rara vez una trabajadora me ha ofertado un servicio que incluyera una penetración
sin protección. En cambio sí han sido frecuentes las chicas que me han ofrecido, o han
reconocido ofrecer, un ‘francés’ natural —es decir, sin goma—. Durante mi trabajo de
campo he escuchado reiteradamente de las propias trabajadoras que determinados
prestaciones tenían un sobreprecio si se realizaba sin condón. Si bien parece claro que uno
de los motivos para trabajar sin protección sea el que se paga más por los servicios, Pisani
(2012) nos revela, de datos obtenidos en investigaciones en Indonesia, que la conciencia
del riesgo —que tengan más que perder— provoca mayores ingresos en las mujeres que se
niegan a trabajar sin profiláctico que en las que lo hacen sin él.
Más generalizado está el testimonio, como problema precisamente, de la presión
que determinados clientes ejercen sobre ellas para realizar servicios sin protección.
“Unos vienen que quieren solo un polvito; otros vienen que quieren hacerlo natural,
sin goma, pero tú te la pones; otros vienen que empiezas a chupar y te dicen ‘¡ay,
no, no, fuera goma!’; otros vienen que quieren hacer el amor sin goma” (Pasha,
trabajadora sexual).
Las escenas que narran conflictos a causa de este tipo de requerimientos desvelan
que la práctica sexual sin protección está lejos de ser un hábito generalizado.
En el ejercicio de mis labores como mediador, siempre las mujeres me han
demandado preservativos y, así como algunas de ellas han despreciado otros productos
profilácticos —como preservativos femeninos o lubricantes—, los condones son
demandados con exigencia. Es habitual que se provean de ellos también en circuitos
comerciales habituales.
No obstante, algunas mujeres me han revelado en sus relatos problemas de salud
relacionados con sus hábitos cotidianos vinculados al desempeño del trabajo; en particular
por sus problemas de cansancio, con el sueño —especialmente cuando trabajan en
clubes—, inadecuada alimentación o por la ausencia de ejercicio físico. Algunos de estos
aspectos han sido confirmados asimismo por Fernández (2004 y 2011).
“Riesgos hay muchos. De hecho este trabajo cansa mucho” (Eugenia, trabajadora
sexual).
253
El tiempo
Como hemos adelantado arriba, el tiempo es un elemento primordial en la gestión
del trabajo y la prestación de los servicios. En realidad es la magnitud que mide el
intercambio, como en cualquier otra actividad remunerada por horas: servicio doméstico,
servicios de taller mecánico, o alquiler de cualquier otro bien de forma temporal.
“Alquilo tiempo, claro, alquilo tiempo; porque el tiempo ahí es oro (...) Si te pagan
media hora y tú no bajas, luego tienes tú que pagar más dinero, entonces el tiempo
ahí es oro” (Sacramento, trabajadora sexual).
Así, el precio de las prestaciones ‘normales’ está determinado por el tiempo que la
chica permanece con el cliente en las habitaciones privadas. Puede haber servicios que
impliquen un coste añadido, pero frecuentemente éste se determina en unidades de tiempo.
“Si te pasas te tocan, [te dicen] ‘oye, que se ha acabado el tiempo ¿quieres más?’ Y
entonces o pagas más o si no, hay que salir” (Bernabé, encargado).
Igualmente ocurre con las invitaciones que se realizan a las chicas, que están
tasadas en tiempo de compañía e interacción.
254
“Imán me ha explicado que el problema no era el dinero, sino que le controlan los
tiempos y le puede generar problemas; es decir, que si está conmigo mucho tiempo
y ven que no consumo o no consume ella, entonces le llaman la atención” (Extraído
del Diario de campo).
Aunque puede haber pequeñas diferencias entre establecimientos, los precios están
estandarizados, salvo en los bares africanos donde, como ya he comentado, se rigen por
tarifas diferentes y son sensiblemente más bajos.
“No, esto está establecido en todo el mundo, eso ya es normal en todo el mundo,
que las entradas duren 20 minutos, 30 minutos...” (Ximena, empresaria).
“Percibí cierta inquietud en Sheyla: uno de los dos clientes se quejaba de que estaba
conmigo, habiéndole él pagado una copa anteriormente. La encargada, en voz alta
255
le espetaba ‘¿crees que porque le has pagado una copa, la chica va a estar contigo
toda la noche?’, y él le contestaba refunfuñando” (Extraído del Diario de campo).
A veces una mala previsión o una inadecuada gestión del tiempo puede suponer una
fuente de conflictos.
Precisamente este problema que revela Eugenia es bastante común y forma parte de
las quejas frecuentes por parte de las chicas que trabajan con marroquíes, usuarios
habituales de servicios rápidos. No descubro nada excepcional si advierto que, como en
toda transacción comercial, también se dan situaciones de picaresca; o dicho de otra
manera, se ponen en juego dinámicas para vender más; y, como se trata de tiempo, algunas
chicas me han descrito cómo pueden utilizar estrategias que alarguen el tiempo de estancia
e interacción con el cliente.
“Hay trucos para entretener al hombre, y para que pague más tiempo, pero todo eso
si tú ves que realmente el hombre tiene; pero si tú no le ves que tiene, tienes que
mandarlo para abajo, porque luego el tiempo te lo cobran a ti” (Sacramento,
trabajadora sexual).
La existencia de estas argucias parece conocida por los empresarios, pues algún
encargado me ha revelado la colocación de relojes en las habitaciones privadas para que el
cliente pudiera controlar el tiempo adquirido para el servicio.
256
reloj; te pueden decir ‘eh, el tiempo’, y te pueden robar lentamente, unos diez o
quince minutos, que son listas (...) O se puede hacer chanchullo entre la chica y la
que está ahí apuntando” (Bernabé, encargado).
“Aquí los hemos fraccionado: de los 40 €, que suele costar normalmente la media
hora, la hemos fraccionado a 10 €, siete minutos, 20 € quince minutos y 40 € la
media hora (...) No han cambiado [los precios], se han fraccionado [los servicios]”
(Delgadina, encargada de un club).
El precio
Como se ha expuesto en apartado anterior, el precio de los servicios viene tasado
fundamentalmente por el tiempo. Es este parámetro el que determina el coste de los
257
servicios más comunes. No pretendo ahora hacer una carta de precios del sector en la
provincia de Almería, pero sí presentar una breve aproximación y acotación de lo que
podríamos llamar ‘la tarifa’.
Si lanzamos una mirada a los anuncios, sea en prensa o internet, podemos llevarnos
la impresión de que los servicios poseen unos precios muy variados y que será muy difícil
acotarlos. Tampoco la tarifa de las consumiciones en los establecimientos estándar son
uniformes. No obstante podemos mostrar ciertas regularidades.
Un sencillo cálculo nos sitúa los extremos de la tarifa, para los servicios cara a cara
con la chica y con posibilidad de contacto íntimo, en 2 € por minuto para el extremo
superior y 1 € por minuto para el extremo inferior. De tal manera que, a nivel indiciario,
caracterizaría el segmento medio del comercio sexual, en contraposición con los estratos
más altos: ‘escorts’, servicios de lujo, etc.
Este intervalo desvela también que los servicios cuyo precio ‘total’ es más elevado,
no son los mayormente tasados. En realidad un inmigrado marroquí o un jubilado español
de bajos ingresos paga el servicio a 2 € por minuto en muchos casos. Yo mismo he
cronometrado, en diferentes oportunidades y establecimientos, los tiempos transcurridos
258
entre la entrada y la salida al reservado, ocurriendo que en la mayoría de las ocasiones no
superaban los cinco minutos.
Obviamente, no entran en consideración aquellos servicios especiales o aquellas
consumiciones que, por extraordinarias, es necesario negociar a parte con la chica.
Tampoco están contemplados los sobreprecios por salidas, o el pago del hotel o la pensión.
Este rango de precios concuerda a grandes rasgos con los que ofrecen López y
Baringo (2006), Pinedo (2008), López (2010) y Fernández (2011). En cambio, la
investigación de Sanchís y Serra (2011), al no contemplar la variable tiempo, no permite
una comparación adecuada, aunque los precios que nos desvelan se aproximan en buena
parte a los obtenidos mediante el trabajo de campo en Almería. En el caso del Informe
ESCODE (Malgesini, 2006) no es posible la comparación.
Donde sí se manifiesta un elevado grado de coincidencia es en que el precio de los
servicios es inferior cuando se realiza en la calle, al menos, en comparación a los locales
estándar.
La publicidad
Como he descrito anteriormente, por parte de las trabajadoras se desarrollan
diferentes estrategias de atracción o contacto de sus clientes. Una parte de la gestión de los
negocios tiene que ver precisamente con la captación de los consumidores de los servicios
que se ofrecen. Para poder difundir la oferta, trabajadoras y empresarios acuden a
diferentes fórmulas que hagan visibles tanto los propios los establecimientos como los
servicios que se ofrecen en ellos.
259
finales del siglo XIX, en favor del sentido de la vista en detrimento del olfativo; y
asimismo, el reflejo en la industria del sexo de la universal presencia de lo visual en
múltiples ámbitos de las sociedades occidentales en la actualidad (Banks, 2010).
Por su parte, Guereña señala a la publicidad en la prensa y via Internet como un
“buen indicador de la importancia del mercado sexual” (2003a: 444) en el Estado español.
Estamos pues, ante un claro ejemplo de utilización del propio cuerpo como forma
de publicidad; del manejo de la imagen corporal para diferenciarse de las demás mujeres y
exhibir sus encantos: ‘su exceso de corporeidad’ al que se refiere Juliano (2002) o la
expresión de su ‘capital erótico’ al que se refiere Hakim (2012). También De Paula (2002)
nos muestra cómo las mujeres que trabajaban en las calles de Barcelona, utilizaban
distintas indumentarias según los espacios en que realicen sus ofrecimientos. En los
260
espacios de tráfico rodado, y con menos luz, los tiempos de exposición ante la vista de los
posibles clientes es menor. Tal vez eso permita interpretar, al menos en parte, por qué en
esas zonas las mujeres se exhiben con menos ropa, que en zonas peatonales. Es lo que he
podido comprobar en mi trabajo de campo y ocurre en la zona de Bayyana en la ciudad de
Almería. Parecidas observaciones nos transmite Corbalán (2012) cuando nos describe el
trabajo en la calle en diferentes zonas de Madrid.
261
diario se editan en color, dando mayor realce visual al reclamo103 y destacando sobre el
conjunto de la información adyacente.
A esta forma de propaganda recurren chicas que ofrecen sus servicios por cuenta
propia, pisos de contactos, casas de citas y algunos clubes.
Otra modalidad publicitaria, usada con menor profusión, desde luego, consiste en la
edición de propaganda portable, por lo general editada en papel con tamaño entre DIN A7
y DIN A5. Podemos disponer de estos folletos en los propios establecimientos,
encontrarlos en los parabrisas de los vehículos o recibirlos por distribución directa en mano
de alguna persona vinculada al negocio que se publicita.
Los impresos de este tipo que aparecen en estas páginas los obtuve mientras
realizaba trabajo de campo.
En la imagen 3 podemos observar un folleto difundiendo los servicios de una casa
de citas que visité. Este impreso lo obtuve directamente de un colaborador de ese
establecimiento que me lo ofreció en mano mientras transitaba la zona donde se ubicaba el
103
No deben sorprendernos estas diferencias relativas ya que, si observamos las cifras del Estudio General de
Medios —segunda ola— del año 2012, el diario La Voz de Almería es el periódico local de mayor tirada:
86.000 lectores, frente a los 13.000 del Diario de Almería o los 16.000 del diario Ideal (Ruiz, 2012)
104
En consecuencia, no es de extrañar que el abolicionismo haya convertido a los anuncios de prensa,
también, en objetivo de sus propuestas de acción prohibidora. Su presión influyó en el gobierno de J. L.
Rodríguez Zapatero que hizo amagos de prohibir la publicidad de servicios sexuales (Agencia EFE, 2010).
262
local. El de la imagen 4, lo obtuve en una de mis visitas a un club que frecuenté durante la
investigación.
Pueden componerse simplemente mediante diferentes tipografías, pero también
combinar texto y figuras, y a veces pueden incorporar imágenes fotográficas; en su
elaboración se utiliza desde un solo color sobre un fondo de contraste, a composiciones
mediante imágenes y textos en varios colores.
En forma similar a la publicidad en cualquier otro sector, sus productos suelen
contener alguno de los siguientes elementos: el precio de los servicios, el tipo o
características de los productos que se ofertan, las condiciones en que se prestan y algún
rasgo de la persona que lo realiza, o del establecimiento en que se brinda; y, también, la
dirección —si el establecimiento es público— o la forma de contacto.
263
elementos que se proponen como excepcionales: ‘novedad’, ‘nuevo’, ‘oferta’, etc.; todos
ellos recursos propios del lenguaje publicitario.
Cada tipo de negocio resalta obviamente los aspectos más relevantes de la oferta
que realizan. Así, mientras que los clubes suelen reflejar en sus folletos y anuncios
aspectos de ocio en grupo —despedidas de solteros, fiestas, eventos, etc.— incluyendo la
localización del establecimiento, las casas de citas reflejan la ‘discreción’ o el carácter
‘selecto’ del establecimiento como elemento relevante en su oferta de servicios.
Durante el trabajo de campo he tenido acceso a varias webs, donde chicas que han
participado en él ubican sus anuncios; en algunas ocasiones ellas mismas me han guiado
264
hasta localizar su propia publicidad. Entre las páginas más utilizadas se encuentran
‘Milanuncios.com’, en su modalidad gratuita o de pago; también ‘RelaxAlmeria.com’,
Almería69.com’ o Mileróticos.com, etc.
265
Algunas de ellas incorporan su propio foro, donde sus clientes y ellas mismas
intercambian opiniones. Es el caso de la web ‘Almería Erótica’, cuya titular responde al
nombre de Marta: http://www.almeriaerotica.com/
“Yo pongo en el anuncio que lo hago todo, pero lo hago para que venga la gente
¿sabes?” (Pasha, trabajadora sexual).
En ocasiones se trata de una táctica para llamar la atención, con la esperanza de que
en el contacto telefónico o, directamente, en el piso se pueda negociar con mayor
concreción los precios y los servicios, con la esperanza de que, una vez el cliente acude al
establecimiento, seguirá adelante con la contratación del servicio que pretende.
“Le comento a Farah por los anuncios y nos va enseñando varios, a la vez que hace
comentarios jocosos. Nos enseña el suyo, donde se ve un poco del rostro y el
266
cuerpo entero de lado y con el culo en primer plano. Dice que ‘a los hombres les
gusta esta postura, el culo así’. Pero realmente no es su cuerpo ni su cara y que eso
no importa. Le pregunto qué ha ocurrido cuando los hombres descubren que no es
realmente la que aparece en la fotografía, a lo que me contesta que ‘no se nota la
diferencia’. Y que ‘algunos se pierden’ [refiriéndose a los clientes] pero que lo
normal es que ‘otros se quedan’ (Extraído del Diario de campo).
“Yo pongo las fotos, pero no pongo mi cara, y las retoco un poco; pongo las mías
pero las retoco un poco (...) Porque yo tengo marcas, entonces como yo tengo
marcas..., entonces las retoco un poquito” (Jovita, trabajadora sexual).
267
Así, los establecimientos situados en polígonos o en vías de comunicación
importantes suelen lucir grandes y fulgurantes anuncios que pretenden hacerse visibles
desde cientos de metros. Advirtiéndonos de su existencia con sus colores de neón.
En cualquier caso, los reconocemos porque imitan, con sus coloridos tubos
fluorescentes, imágenes que simbolizan diversos aspectos relacionados con el sexo, el ocio
o la bebida; o iconos relacionados con el nombre del establecimiento o los servicios que se
pueden esperar encontrar en ellos.
268
específicos, de esta naturaleza, que los identifiquen (Acién, 2010; Arjona et al., 2005;
Majuelos, 2012).
En resumen, podemos decir que los anuncios buscan un contenido de alto impacto
visual y exhiben la oferta erótica y de ocio que, tanto trabajadoras de forma individual
como negocios, ofrecen a sus potenciales clientes. Pero también el contenido publicitario
expresa aquellas expectativas que en materia afectivo-sexual presuponen en los posibles
consumidores; constituyen, por tanto, un medio de conocimiento de primera mano acerca
las expectativas que sus parroquianos buscan satisfacer cuando adquieren sus servicios.
Los límites
Muchas mujeres han expresado límites en el tipo de servicios que realizan,
prefiriendo acotar sus prestaciones a lo que muchas llaman ‘sexo normal’105: follar y
chupar, con protección; es decir, con preservativo. El resto de prestaciones suelen
105
El concepto ‘normal’ no es unívoco. Tiefer (1996) nos muestra cinco acepciones de este término en
relación a la sexualidad.
269
considerarlas cosas ‘extras’, ‘raras’ y frecuentemente conllevan un costo añadido al precio
de las prestaciones habituales.
Cuando las chicas se publicitan, en la prensa, en folletos o mediante distintos
espacios a través de Internet, suelen declarar qué servicios realizan; sin embargo, como
hemos advertido en anterior epígrafe, esta publicidad no garantiza que todo lo que se
expone responda a la realidad.
En cualquier caso, la relación de las mujeres con las prestaciones que ofrecen y las
limitaciones que se autoimponen está mediada por diversos factores.
El primero tiene que ver con sus propias concepciones sobre la sexualidad, la
higiene, etc., propias de la cultura de procedencia donde fue socializada en su infancia y
juventud (Tiefer, 1996); y por su posterior proceso de aprendizaje y experiencias en el
sector —de su proceso de profesionalización o de su socialización secundaria, en términos
de Berger y Luckmann (2006)—.
“Me he negado porque creo que eso no se hizo para eso, se hizo pues para otra
cosa; me he negado porque la verdad que eso es para negarse” (Sacramento,
trabajadora sexual).
270
El caso de Eugenia es también revelador; sus primeras experiencias de trabajo
sexual las había tenido en Turquía. Al cabo de unos años de no ejercer, llegó a nuestro país
y volvió a trabajar en el sector. Su primera experiencia de trabajo consistió en practicar una
felación a un cliente, servicio que para ella era absolutamente novedoso.
“Aquí te piden el sexo oral como algo muy, muy natural aquí. Aquí es muy natural,
o sea que no es nada que digas ‘¡uy madre mía!’. Cuando yo vine de allí [de
Turquía] yo decía madre mía eso es muy fuerte (...) Me encuentro como que me
dicen ‘mira yo no quiero el sexo normal, yo quiero un francés natural pero hasta
terminar, hasta eyacular’; digo ‘¡madre mía!, ¿de qué estás hablando?” (Eugenia,
trabajadora sexual).
“Tengo que ver una persona, para decidir (...) Si está borracho o drogado y quiere
cosas, por ejemplo griego..., o muchas cosas, algunas sí puedo hacer; por ejemplo,
con otra puedo hacer griego tranquilamente, depende del cliente, él tiene que estar
muy tranquilo ¿sabes?” (Pasha, trabajadora sexual).
“¿Pero eso [trabajar sin goma] lo haces con todos? Con todos no (...) Si me pagan
bien; si no, con goma (Amal, trabajadora sexual).
“Sí, he hecho muchos servicios, no porque me lo haya impuesto el dueño del club,
sino por el querer alcanzar algo; el querer mandarle un sustento a mis hijos, el
querer mandarle a mi madre que es una mujer enferma; eso te obliga a ti a hacer a
veces ciertas cosas que tu no quieres hacer y eso es lo que pasa” (Sacramento,
trabajadora sexual).
271
En relación a este factor, Lopes (2011) se refiere también a tal distinción entre sexo
‘normal’ y sexo ‘completo’, según excluya o no la penetración anal; de tal manera que en
el comercio sexual la realización o no de esa práctica —es decir, la ruptura o no de los
límites simbólicos de los usos de su cuerpo— por las mujeres vendría marcada por el
bolsillo del cliente.
Un tercer factor, sea cual fuese la motivación de la chica en cada caso, tiene que ver
con que la limitación de servicios provoca a priori una menor capacidad de oferta, situando
a la trabajadora en peor posición ante la competencia de otras mujeres. En esta línea, De
Paula (2002) nos relata la introducción de la felación en las prácticas habituales de las
trabajadoras barcelonesas, ante la evidencia de que ese servicio proporcionaba mayor
número de clientes a las chicas francesas que trabajaban en los mismos ambientes. Ello
también ayuda a explicar que algunas trabajadoras rompan los límites que ellas mismas se
habían impuesto previamente, respecto a qué hacer o no hacer, especialmente cuando
trabajan en un mismo espacio en concurrencia con otras que pueden competir con ellas.
Esa es precisamente la interpretación que me ofreció una mujer, ante su negativa a besar en
la boca a los hombres en el trabajo.
“Y yo creo que por eso yo ganaba poco dinero ahí, porque a ellos les gustan que los
morreen y a mi no me gusta morrear a nadie” (Sacramento, trabajadora sexual).
272
“Una cubana sí; unas veces lo he hecho pero tampoco es que... Porque no me gusta
ahí meterla [la polla] entre las tetas, como que no” (Ginebra, trabajadora sexual).
En realidad, los precios de los servicios están estandarizados en función del tiempo
que se emplea. En el hipotético caso en que se realicen servicios no ‘normales’, o que
comporten situaciones de riesgo, el valor del sobreprecio está tasado de acuerdo con los
usos y costumbres locales. Un precio usual para la ‘lluvia dorada’ puede estar en 150 €; el
relacionado con la ‘coprofilia’ suele establecerse entre 200 y 250 €.
“¿Y esta vez que consumiste servicios sexuales [íntimos] en qué circunstancias
fuiste? Fui sólo.
¿Tuviste algún motivo especial por ir? No, ninguno, salió así, no fue premeditado”
(Alonso, cliente habitual).
273
En los espacios que estamos analizando, el sexo está presente con menor o mayor
intensidad y en diferentes formas: desde conversaciones cargadas de sensualidad a
relaciones con penetración en la intimidad, pasando por diversos comportamientos
erotizados. Pero también se encuentran en la interacción otros elementos como la
emotividad, el puro entretenimiento, la conversación, etc. En definitiva, podemos decir que
la interacción entre los diferentes actores está claramente articulada por algún tipo de
contacto erótico-sexual demandado por los clientes, pero su contenido es mucho más
variado y complejo.
“La mayoría vienen para eso [tener sexo] claro” (Ania, trabajadora sexual).
“Tú sabes que es tu mujer, la respetas, es la madre de tus hijos, pero ya en el sexo,
ya ha llegado que ya cada vez se lo haces menos. Esos días te quedas con esa gana
de sentirte vivo, como ... y vas y buscas ahí” (Eugenia, trabajadora sexual).
Y también Melek, una trabajadora sexual que conocí en un club y con la que
mantuve una prolongada conversación.
274
“Porque su mujer ‘no les da chocho en quince días” (Extraído del Diario de
campo).
También muestran argumentos relacionados con que la pareja del cliente resida
lejos por cualquier circunstancia, como viajes, etc.
“Yo creo que los que no tienen pareja; me ha pasado mucho, son los que viajan
mucho, de camioneros...” (Eugenia, trabajadora sexual).
En otras ocasiones, la visita al club en busca de prácticas de sexo íntimo tiene que
ver con el que los hombres requieren cambios en su vida sexual, novedades, o
‘especialidades’ concretas (Hakim, 2012).
Meneses (2010), al estudiar las motivaciones de los hombres para recurrir al sexo
de pago, encontró que el primer grupo de motivos englobaba ‘compañía con experiencia’,
‘variedad de prácticas sexuales’ y ‘atracción por lo prohibido’. Y de forma similar lo
desvelan diferentes agentes, especialmente las trabajadoras, que participaron en mi
investigación.
“Hay hombres que están aburridos de las mujeres, que buscan algo nuevo”
(Mirella, trabajadora sexual).
“A los hombres también les gusta mucho cambiar, les gusta cambiar. Estar
comiendo sopa todos los días y que un día que te den de comer pescado, pues se lo
comen todo y ese es el problema” (Sacramento, trabajadora sexual).
“Hay muchos hombres que vienen por eso, porque les da cosa pedirle [a su mujer]
lo que nos pide a nosotras” (Jovita, trabajadora sexual).
275
“Al que viene sólo por el sexo le gusta cambiar. Quiere probar como es una, como
es otra; lo que hace una, lo que hace otra; según como le cae el día que viene y la
hora que elige... eso es...” (Eugenia, trabajadora sexual).
Nos encontramos, por tanto, ante una variada gama de motivaciones que ayudan a
interpretar la búsqueda de sexo de pago por los hombres. A pesar de la obstinación por
obtener perfiles, psicológicos o de otro tipo, que caractericen a los clientes del comercio
sexual, parece claro que no existe ni una motivación determinante ni un perfil grupal que
los distinga (Agustín, 2009). Así, entre los inmigrados varones, jóvenes sin pareja o que
dejaron la esposa en su país de origen, podemos encontrar clientes habituales de diferentes
establecimientos, en función de su poder adquisitivo.
Trabajadoras y clientes coinciden en parecidas apreciaciones al respecto de esa
particular motivación.
“Yo ahora en febrero que viene voy a cumplir tres años sin ir a mi país ¿y tu
piensas que yo puedo quedar tres años sin tener relación con mujer? ¿Y si no
hubiera esos bares, qué hago yo?” (Domingo, cliente de bares africanos).
El sexo ‘raro’
Parece claro que la realización de actos ‘exóticos’ o ‘prohibidos’ son motivaciones
que ayudan a interpretar algunas peticiones sexuales que van más allá del sexo ‘normal’, al
que reiteradamente se refieren las mujeres y sobre las que una parte de ellas suelen mostrar
reticencias para satisfacerlas. Se trata de sexo ‘raro’, el prohibido o el socialmente
reprobable dentro de un grupo cultural o comunidad moral determinada (De Paula, 2002).
276
“Yo estaba sentada aquí [en el salón de su casa, donde trabaja] y me habla que
quiere ir al servicio; se va al servicio, y mira lo que se ha puesto: una peluca,
maquillaje...; me ha entrado un macho al servicio y me ha salido una mujer, con
peluca roja, maquillaje... [carcajadas]. Quería que yo lo folle, el ‘hijoputa’ me ha
traído el material, la polla esa que se pone aquí [señalando el ano] (...) El hombre se
puso a llorar, pues para un árabe eso es muy duro, es muy grande; porque el
hombre era francés, pero era argelino” (Farah, trabajadora sexual).
También algunas mujeres quedan sorprendidas de que haya hombres que pidan ser
penetrados analmente. Es el caso de Eugenia, que me narra su experiencia con un cliente.
“Esta vez era un marroquí; pero claro, un marroquí que se veía no del montón, sino
un poquito de más nivel; sí, por su forma de ser, de hablar, por su forma de vestir,
de todo. Se veía que tenía estudios, se veía; hablaba francés, prácticamente muchos
de ellos lo hablan ¿no? Se me acercó, me pagó una copa y me dijo ‘nos vamos para
adentro, ¿cómo va la cosa?’ Le dije yo los precios y me dijo ‘vale te voy a pagar
una hora ¿está bien?’ En la habitación de una hora había un yacusi, donde el tío se
ha duchado, nos hemos duchado y todo y luego dice ‘¿me quieres dar un masaje?’;
y le digo ‘sí, ¿por qué no?, si con una hora ya hay de sobra’. Y nada, ya me di
cuenta que el tío era como medio maricón, que le gustaba que le dieran por el culo;
pero claro, yo no estaba preparada para eso, que yo no tenía prácticamente nada
para ofrecerle. Y ya está, que le di el masaje, y cuando le tocaba el culo ¡se ponía el
tío...!” (Eugenia, trabajadora sexual).
En cambio, otras mencionan que se trata de una solicitud bastante común entre sus
clientes.
Así, por ejemplo, se manifestaban en una casa de citas durante una conversación
informal, en la que participé aprovechando que no había clientes.
“Eufemia nos habló de los gustos de los hombres; ‘casi no quedan ya’ refiriéndose
a que buena parte de sus clientes les solicitan servicios que contienen actos
atribuidos a prácticas homosexuales: ‘meter por el culo’. Carla, que ya se ha
incorporado a la conversación, dice que tendrá que comprarse un ‘cinturón con
277
106
polla’ —no recuerda su nombre específico —. Eufemia, interviniendo
nuevamente, comentando que se comprará una ‘máquina’, aludiendo a un aparato
para masaje erótico-sexual, de entre los múltiples que existen en el mercado”
(Extraído del Diario de campo).
El griego
Así, entre los servicios ‘raros’ que diversas mujeres excluyen a priori de sus
servicios habituales, podemos incluir ’el griego’ o penetración anal de la mujer.
“Yo, por ejemplo, no follo por el culo, y nadie puede obligarme” (Yenia,
trabajadora sexual).
Numerosas mujeres describen esta petición como ejemplo de los servicios que no
realizan. López (2010) remarca este aspecto tras la encuesta que al respecto realizó con 63
trabajadoras sexuales en Lugo. No obstante, el hecho de que se trate de un servicio cuyo
precio puede incrementarse, respecto de los servicios más convencionales, al negociarlo
directamente la chica con el cliente, lo convierte en atractivo para ella.
“Hay chicas que follan por el culo, haciendo muchas cosas para cobrar su dinero”
(Amal, trabajadora sexual).
Algunas mujeres reconocen que la primera vez que se lo pidieron no sabían de qué
se trataba.
“Antes fui a trabajar a una casa, en internet estaban mis fotos; viene un hombre y
dice ‘un griego’ [entre risas]. Yo no sabía lo que era eso. Yo fui como una niña
pequeña, preguntando a la dueña de la casa ‘¿qué es esto?” (Yenia, trabajadora
sexual).
106
Arnés.
278
Resulta curioso que, en las conversaciones habituales, las chicas no se refieran a ese
tipo de servicios por tal nombre, utilizando expresiones más directas. Así lo hace Melek.
“Yo no follo por el culo [en mi vida privada] pero si a un hombre le gusta yo lo
hago, porque aquí estoy trabajando” (Extraído del Diario de campo).
La lluvia dorada
Es otra de las peticiones ‘raras’ que numerosas mujeres manifiestan excluir de sus
servicios. Unas se refieren a una imposibilidad mental de realizarlo y ni siquiera
consideraron realizar el servicio alguna vez.
“¡Ah! esto sí, esto sí que me lo han pedido; esto a mí me parece muy raro, pero
quien lo pueda hacer que lo haga, pero yo nunca. Hay un hombre que viene al club
que siempre me dice ‘¿cuando me vas a hacer tú esto?’ ‘¡Nunca!, si no puedo, no
puedo’ [risas]. Esto no, porque es cosa de una. Las otras me dicen: ‘tú sí, inténtalo,
inténtalo’. No puedo, me da así como que no sé, no puedo” (Ania, trabajadora
sexual).
Otras lo intentaron pero resultó una experiencia fallida, tal vez por inexperiencia o
tal vez por bloqueo mental.
“Aquí, en el club éste, un español, que lo vi bastante bien; me acerqué una o dos
veces, no quiso nada, pero luego claro, como mi trabajo era eso, acercarme a la
gente, me acerqué y me dijo ‘vamos adentro’; dije ‘vale’; me dejó sorprendida, algo
raro había en él que no... pero bueno, me pagó mi media hora, me pagó una copa.
Antes de que se acabara la media hora me dijo, ‘yo voy a pagarte media hora más si
me haces una cosa’; digo ‘¿qué cosa?’; dijo ‘quiero que me mees encima’ o sea, ‘en
la cara, en el pecho’. Digo ‘uf, yo no sé, la verdad...’; dice ‘lo vamos a intentar’;
digo ‘sí, pero luego no me digas que, que yo..., que si no puedo es que no puedo’. Y
efectivamente yo claro, no pude hacerlo, no pude. Él se enfadó un poco, porque
claro, porque ya había pagado una hora” (Eugenia, trabajadora sexual).
279
“Después se ha tumbado en la bañera y él se ha hecho una paja con la mano y me
ha dicho: ‘mea encima mío’; y yo me he meado encima de él, y yo meando y él se
ha corrido. Ya que ha acabado, nos vestimos y bajamos” (Imán, trabajadora
sexual).
No obstante, alguna mujer se ha referido a él no tanto como rareza sino como una
actividad penosa, en el sentido del esfuerzo que le suponía hacerlo.
“Y también, tenía yo un cliente que él no era español, era de [se para a recordar]
Inglaterra, que venía cada mes; pero que él no hacía nada, a él no le gustaba ni que
le tocara; a él lo que le gustaba era más que meterse en la bañera y que yo le mease,
y el beberse los ‘meaos’ míos; y ya con eso te pagaba él a ti dos horas. O sea que él
me llamaba a mí, y yo cogía botellas de agua e iba tomando agua, antes de que él
viniera, porque eso era lo único que él hacía; él no hacía nada más (...) El se
cansaba, él fumaba puros y se sentaba en la cama y se fumaba un puro, pero no le
gustaba ni que le tocaran. El iba a lo que iba y ya está; se fumaba el puro, mandaba
por champán y se quedaba ahí; y otra vez tenía yo que cargar y comenzar a tomar
agua para eso” (Sacramento, trabajadora sexual).
La coprofilia
Se trata de la atracción fetichista por los excrementos y puede consistir en defecar
sobre el cuerpo del hombre, incluso en la misma boca de él. Sobre este servicio se pueden
hacer consideraciones similares a las que se han anotado sobre la ‘lluvia dorada’.
“A mí me llamó el otro día uno que quería, ¿como se dice?, que cagara en su boca,
yo le dije ‘ay, eso no, imposible” (Eufemia, trabajadora sexual).
280
La mayoría de las mujeres con las que he tratado muestran reservas de diferente
carácter sobre este tipo de trabajos.
“Sí, yo es que primero hay que mirar, para hacer estos servicios, con quien entras,
porque puedes buscarte problemas dentro. Esos los que te piden, los que les gusta el
sado, los que le gusta la lluvia dorada [rie como avergonzada y tengo que animarla
y ayudarle a expresar el nombre de esos servicios], esos que quieren... [hacer
esfínteres para ellos] sí, sí. Y lo he hecho, yo lo he hecho una vez y digo yo ‘mira,
si salí yo peor...” (Jovita, trabajadora sexual).
El sexo rápido
El sexo rápido siempre se ha practicado, más acusadamente en los bares africanos o
en cualquier otro establecimiento que admitiera servicios a precios económicos. No
obstante, con la llegada de la crisis, algunos establecimientos han bajado los tiempos del
servicio y, por tanto, su costo.
“¿Cuanto es lo mínimo que cobras? A un marroquí quince euros, cinco minutos (...)
Rápido, porque el marroquí no folla en dos meses más y cuando viene [se corre]
rápido; si tarda paga más, es otra cosa” (Farah, trabajadora sexual).
“Moros, negros, sólo sexo, ni hablar; y muy rápido” (Lila, encargada en una casa de
citas).
281
“Hay chicas que prefieren no estar al club porque con cinco minutos cobran diez
euros; pero con cinco minutos, ni se quitan la ropa ni nada” (Jovita, trabajadora
sexual).
Familiarmente las chicas suelen referirse a ellos con otras denominaciones más o
menos expresivas:
“Diez es lo mínimo, también rápido; porque los clientes de aquí son moros, son
negros, que lo hacen rápido, en cinco minutos” (Yenia, trabajadora sexual).
“Si, a los negros les gusta que le toquen las tetas; es tocarles las tetas y correrse
rápido” (Amal, trabajadora sexual).
Las fantasías
Muchos de los servicios demandados por clientes tienen que ver con deseos no
cumplidos, experiencias sin realizar o fantasías que anidan en su cabeza.
En las experiencias de su trabajo que las chicas relatan, descubrimos que una parte
de los requerimientos de los clientes tienen que ver con estos antojos.
282
“A unos les gustan locuras, a otros les gusta nada más lo que es mirarte y tocarte a
ti...; hay mucha gente, mucha fantasía” (Jovita, trabajadora sexual).
“Sí, he tenido muchos, bastantes; he tenido gente que iban en ese tiempo, e iban por
verme desnuda solamente, sí. Yo tenía un cliente que iba y me pagaba seis o siete
horas, solamente para verme desnuda y que yo le posara (...) Y ya echarme
champán por arriba para él tomárselo; por aquí debajo [señalando el pubis], y ya
está (...) Se ponía a contarme historias, se ponía a contarme cosas de su familia, y
ahí pasábamos el tiempo” (Sacramento, trabajadora sexual).
“Un muchacho cuando yo estaba en tal club, que yo tenía unos 26 años ó 27. Era un
muchacho un poquito más joven que yo. Y me preguntó los precios y dice ‘te voy a
dar una hora’ y digo ‘bueno, vale’. Pero luego, dentro de la habitación, me dijo
‘mira no quiero que te saques la ropa, no quiero nada, nada, nada. Lo único que
quiero es que, yo tengo mi pareja, no quiero ser infiel a mi pareja, pero hay cosas...;
yo tengo una fantasía, yo tengo una cosa que yo quiero hacer, y no puedo decírselo
a ella porque no sé cómo va a reaccionar; y digo ‘¿qué cosa? [enfatizando], dice
‘mira, yo quiero chuparte los dedos de los pies’, digo ‘pues nada, si ese es tu deseo,
pues nada, vamos a lavarnos los pies’; pues eso, y ya está. Y efectivamente no
quiso sexo para nada, o sea ni hizo falta sacarme la ropa. El tío era..., que tenía eso
y ya está” (Eugenia, trabajadora sexual).
“Porque hay que hacer cosas, a veces, [que] tú nunca las has hecho, solamente por
ganarse algo de dinero para llevarlo a tu casa; como hacer striptease, que nunca yo
lo he hecho, pero había uno para el que había que hacerlo; que iba y había que
283
hacer eso, en su habitación, en el privado, había que hacer eso” (Sacramento,
trabajadora sexual).
“Hay uno que es muy bueno que sólo quiere que me ponga las medias y no me toca
ni nada, sólo toca la media él; y yo con mi pié toco a él con la media y así, ya está,
tres horas me paga” (Basma, trabajadora sexual).
“Muchos hombres quieren acostarse con dos mujeres, con dos mujeres juntas a la
vez, acostarse con dos mujeres. No sé qué esperan, por qué pagar tanto, porque no
hacen nada” (Lila, encargada en una casa de citas).
“Eufemia se ha referido a un cliente de una amiga suya que trabaja en tal ciudad. El
cliente la llama con antelación y le dice que se prepare; entonces ella saca el
uniforme de criada, con su cofia, el plumero, etc. Y cuando va el cliente, él se pone
el uniforme y limpia la casa. Y le paga encima la hora de limpieza a precio de
polvo” (Extraído del Diario de campo).
“Una vez uno lo encuentro en la calle, me dice que se quiere correr aquí, en el pelo”
(Farah, trabajadora sexual).
“Hay clientes que piensan que las chicas somos sus mujeres” (Basma, trabajadora
sexual).
“Hay muchos que quieren que sea su novia, fíjate; que te dicen ‘cariño, quiero que
seas mi novia un rato’; te dan besitos, hacen cariñitos, te abrazan, te dan la mano,
pasean por la casa, como si fueran novios. Y nunca follan, dicen ‘no, la primera vez
284
no follamos ¿vale cariño?, la próxima cita’, como los novios. Y cuando vengan a la
próxima cita, ‘vamos a follar como si fuera un novio’. Eso son fantasías que están
en su cabeza” (Eufemia, trabajadora sexual).
La compañía
Ofrecer compañía parece parte integrante del trabajo sexual. Este aspecto no es
nuevo como elemento constituyente de esta actividad; así, el colectivo IOÉ (2001) nos
remite al conjunto de necesidades humanas de cuidado, atención y reconocimiento, para
obtener bienestar afectivo-emocional, sensual-corporal y erótico-sexual en forma de un
continuo de difícil escisión.
“Hay hombres que yo nunca los vi entrando [al privado], hombres de los que van
ahí, yo nunca los vi entrando; iban, se tomaban su copa, invitaban a las chicas a una
copa, y hablaban con las chicas y se iban para su casa. Y eran muchas chicas, y
nunca entraban, nunca” (Sacramento, trabajadora sexual).
“Hay un hombre que nunca sube; viene a tomar copas y se va. Hay otra pareja de
maricones (...) que van a hablar, invitar, porque con las chicas llevan mucho tiempo
y los conocen, tienen confianza con ellas” (Imán, trabajadora sexual).
285
“Pues la mayoría yo pienso que buscan afecto ¿no?, porque si fuera sexo, yo pienso
que se acostarían con su mujer o tendrían otra clase de relación con otra persona
¿no? —no sé si me entiendes— una amante o otra persona; yo pienso que ahí en los
clubes la mayoría lo que buscan es afecto” (Ximena, empresaria).
“Un día estaba con un español, cuando termina empieza a llorar [ella imita su lloro
en forma de lamento]; me dice que ‘me falta cariño’, y le dije ‘pensaba que estabas
llorando por tener que dejarme los cincuenta euros’ [entre carcajadas]” (Farah,
trabajadora sexual).
“Si alguno está aburrido viene ahí a echar un rato con sus paisanos, solo hablar,
beber. Algunos no tienen tele en los cortijos, vienen a mirar película, futbol. Así, si
alguno no quiere dormir por la noche, porque no tiene trabajo, todo el día
descansado, viene a romper un poco el sueño” (Amal, trabajadora sexual).
La escucha
El tipo de interacción que se da en los establecimientos donde se ofrecen servicios
sexuales se nos va revelando, conforme avanzo en el trabajo de campo y acumulo
testimonios, cada vez menos dependiente de motivaciones sexuales directas o de carácter
explícito. López (2013) plantea con claridad este aspecto cuestionando el estereotipo
‘coitocéntrico’ del trabajo sexual. También lo indica Solana (2003). Quienes pasan más
tiempo con ellos, en público o en la intimidad, nos lo revelan de manera profusa.
“Sí, hay muchos hombres que les gusta subir contigo a la habitación sin mirar, sin
meter, sin hacerte; que no les gusta el sexo ni nada, que le gusta hablar y contarte
cosas, quieren hablarte y que tú lo escuches” (Imán, trabajadora sexual).
286
“La soledad es un mal común en el siglo veintiuno, hay gente que se siente sola y
prefiere hablar con alguien ¿no? Hablar con alguna chica, por dinero, un rato”
(Felipe, camarero y encargado de club).
“A veces es mejor hablar con alguien que no conoces que con un familiar; y sí,
ellos tienen confianza en mí, conociéndome un poco...” (Oleñka, trabajadora
sexual).
“No sé, yo por lo menos hablo por mi misma y son muchas como yo; que viene a lo
mejor no por el sexo, sino para darnos un poco de cariño, para conversar, para
alguno contar sus cosas; sí, porque hay muchos que están aguantando cosas que no
le cuentan ni a su pareja si tiene, o ni a su mejor amigo” (Eugenia, trabajadora
sexual).
“Unos venían por buscar más cariño que nada; querían un poco de compañía, de
cariño; querían que fuese cariñosa, que le hablara, que se desahogara; había mucha
gente así, que viene de una relación que no le va bien, a lo mejor, o en su casa no
recibe lo que él quiere, y viene y lo busca ahí” (Eugenia, trabajadora sexual).
287
“Después de tanto tiempo trabajando puedo llegar a esa conclusión, de que buscan
precisamente afecto” (Toña, trabajadora sexual).
“Eso sí, también tienes que escuchar, tienes que saber qué tienes que contestar;
tienes que saber escuchar, no sólo escuchar” (Pasha, trabajadora sexual).
“Muchos que han venido sólo necesitan cariño y que tú escuches; cuenta su vida
entera, cuenta sus cosas, cuenta sus fantasías, todo. Nosotros somos psicólogas para
ellos ¿vale? Ellos vienen aquí, hablan lo que quieren y saben que no decimos nada
de esto, que nosotras nos nos metemos en su vida particular” (Eufemia,
trabajadoras sexual).
288
en función del grado de satisfacción que el cliente considere que ha recibido, cuando ha
adquirido sus servicios.
“Lo peor en este trabajo es que tienes que aguantar, dar tu opinión como psicólogo;
pero un psicólogo trata la mentalidad de la persona, pero no trata a la persona
practicando [sexo] con ella. Pero estudiar la mentalidad de la persona cuando tienes
que atender a una persona haciendo sexo sin confianza, sin conocerlo sin nada, eso
es lo peor (...) [Tengo que] manejarlo, entenderlo; si no lo entiendes no va a
buscarte nadie más” (Imán, trabajadora sexual).
El espectáculo
En los establecimientos de mayor envergadura, o en los de más afluencia de
público, es habitual que se ofrezcan espectáculos, de diferente tipo, de manera regular o
discrecional.
289
El número más recurrente es el del baile sobre una barra vertical con striptease
final, la ‘barra americana’ que identificó a numerosos establecimientos durante las últimas
décadas del S. XX. En la actualidad se constituye, habitualmente, como un servicio
complementario que el establecimiento ofrece de forma eventual o periódica a lo largo del
horario de apertura o en los momentos de mayor presencia de clientes.
Algunos locales lo publicitan como parte integrante de sus servicios habituales
aunque la realidad de lo ofertado pueda verse devaluada o restringida a determinados días,
horarios o condicionado al volumen de presencia de la clientela.
En realidad, la barra forma parte de la identidad de este tipo de establecimientos; a
veces, sólo está como objeto decorativo, ya que nunca se realizaron espectáculos en ella.
Las bailarinas pueden ser trabajadoras habituales del local, que cumplen esa tarea
de forma ocasional, a demanda del cliente o del establecimiento; en otras ocasiones suelen
ser profesionales que acuerdan la prestación de esos servicios con la dirección del local,
directamente ellas o a través de los representantes que las chicas puedan tener.
“Me comentó que era la bailarina, y que por eso había sido contratada, pero que ella
‘después’ puede hacer lo que quiera, puede tomar copas y entrar con los clientes si
le apetece y quiere” (Extraído del Diario de campo).
290
Este aspecto multifuncional de la trabajadora sexual es constatado también por
Olvera (2006), al analizar el desempeño en los ‘table dance’107 del área metropolitana de
Guadalajara (Mexico). En ellos se reproducen diferentes tareas reconocibles en nuestros
clubes y bares de alterne con espectáculo de baile o sin él. Y supone un ejemplo indiciario
de que el comercio sexual se configura más un complejo de trabajos sexuales y no en el
sentido de ‘estado’ o ‘situación’ de prostitución.
Las actuaciones suelen tener una corta duración, entre tres y cinco minutos, y
deviene en un acontecimiento especial que trata de volcar la atención sobre todo el
auditorio presente en la sala, compuesto, en este caso, por los clientes y el resto del
personal: trabajadoras sexuales, camareras, etc.
Durante mi estancia en diferentes establecimientos, realizando trabajo de campo, he
podido presenciar, en diversas ocasiones, estos espectáculos que se suelen desarrollar en
escenarios específicos dispuestos en zonas del local, fuera o dentro del recinto que delimita
el mostrador.
107
Literalmente ‘baile en la mesa’, pero puede ejecutarse sobre el mostrador o una plataforma, que
frecuentemente llevan incorporada una barra vertical.
291
En esta línea, Gloria Patricia Díaz Barrero expresa con claridad el trabajo de la
striper:
Uno de los locales visitados era un bar de copas un tanto particular; los precios eran
los propios de cualquier pub y, allí las chicas bailaban a demanda del cliente, mediante
invitación —sin sobreprecio— y de manera discrecional, ya que era el único reclamo
erótico-sexual que ofertaban. Había diferentes barras sobre el mostrador y las chicas subían
y realizaban sus bailes de claro de contenido sensual, pero no hacían striptease. Aún así, el
juego erótico de las bailarinas era tan intenso que pude presenciar la experiencia de dos
clientes —sin duda era la primera vez que visitaban ese establecimiento— de unos treinta
años que resultaron extremadamente sorprendidos con lo que estaban viendo.
“Los dos chicos recién llegados, me hacen un gesto de complicidad, así que
aprovecho para acercarme, realizando algunos comentarios; están sorprendidos por
el espectáculo: ‘es que aquí las tienes... ¡mira cómo las tienes! (...) Por ver esto no
me importa pagar lo que sea” (Extraído del Diario de campo).
El alterne
Esta actividad constituye en sí misma una forma de ocio que los clientes buscan en
numerosos locales: clubes, hoteles de plaza, bares de alterne, bares africanos, etc.
292
Obviamente requiere de un consumo de bebida cuyo precio puede oscilar dependiendo de
la categoría del negocio. Aunque en la actualidad es difícil distinguirlos, en Almería hubo
en los primeros años del S. XX numerosos clubes y bares que se autodefinían ‘de alterne’;
se creó, como ya he apuntado, una asociación de empresarios dueños de esos locales, y
numerosas mujeres vinieron de los países de Europa del Este, especialmente de la extinta
Unión Soviética, para trabajar en estos establecimientos.
“Me explica que donde estamos no hay reservados; ‘esto es un club no es un bar de
copas’ y añadió ‘eso, ahí en frente’; ‘todo se hace en los reservados’ refiriéndose un
establecimiento que está en la misma calle” (Interacción con una trabajadora en un
club. Extraído del Diario de campo).
“Mira, es que ‘la cosa como funciona es que tú pagas el alquiler del reservado por
treinta euros, y te invitan a una copa para la chica” (Explicaciones de una camarera.
Extraído del Diario de campo).
Sea como fuere, lo que se infiere del trabajo de campo es que estas distinciones se
manifiestan bastante volátiles, en la medida de que es la voluntad de la chica la que
determina, en alto grado y en cada caso, si realiza servicios sexuales de carácter íntimo o
no, además de los propios del alterne. También, Barrientos et al. (2009) nos lo muestran al
describirnos el funcionamiento de unos típicos establecimientos en una zona minera del
108
Es el caso de los negocios vinculados a ANELA, que describe Solana (2003).
293
norte de Chile. Se trata de las ‘shoperías’109. En ellas, a pesar de que las normas explícitas
impiden una conversación prolongada entre hombres y mujeres, o que éstas consuman
alcohol o compartan mesa con los clientes, los autores nos desvelan todo un juego de
seducción con la finalidad de obtener citas en el exterior del local, fuera de las horas de
trabajo.
“Cuando [el dueño del club] me enseñaba el local iba describiendo brevemente los
usos de cada espacio. Mientras recorríamos la sala principal me llamó la atención
su comentario sobre los reservados: ‘los asientos son así, bajos, para que la chica y
el cliente estén a la vista y no se hagan otras cosas (Extraído del Diario de campo)”.
Pero también depende de la trabajadora, según dónde sitúe ella los límites en cada
servicio, en la intensidad de la interacción con el cliente, o en el cálculo de beneficios en el
ejercicio de su trabajo, tal y como podemos inferir del comportamiento de una trabajadora
sexual en un club, a la que invité a una copa en un reservado.
109
Establecimientos con variada configuración de esparcimiento masculino donde se sirve cerveza en
contextos erotizados.
294
Aunque también fui testigo de declaraciones más directas de esos límites.
“La chica española andaba de allá para acá y en un momento comenzó a jugar con
el joven que estaba al final de la barra; en el juego éste la agarró por detrás y le
cogió los pechos, ella le advirtió: ‘¡para tocar hay que pagar!” (Extraído del Diario
de campo).
“Puedes estar simplemente tomándote una copa y mirar el ambiente y no hablar con
nadie o no invitar a nadie, estar simplemente pasando el rato y disfrutar del
momento; o puedes invitar a una chica, o puedes hablar con un cliente, o con el
jefe, o puedes hablar con una camarera. No hay ninguna obligación ni sobre los
clientes ni sobre las chicas” (Alonso, cliente habitual).
“Si es un club, pues tu vas a tomarte una cerveza, si no te apetece estar con una
chica pues le dices ‘oiga que no te puedo invitar’, siempre tienes una salida si no te
agrada; y si te agrada le invitas a una copita y te descargas hablando con ella, y te
relajas; y ya ahí puedes subir o no subir” (Salvador, cliente habitual).
“Puedes hablar antes de entrar, él te invita a una copa o dos o tres, lo que quiera; y
puedes hablar con él tranquilamente, qué te gusta, qué no te gusta, hablas más con
él, a lo mejor qué no te gusta ¿sabes?” (Pasha, trabajadora sexual).
295
En el segundo caso, el alterne representa un ejercicio de ocio y entretenimiento, de
consumo de tiempo, de compañía, etc. Se trata de prácticas de sociabilidad, en el sentido
simmeliano (Simmel, 2002b), en un contexto erótico sensual que puede incluir contacto
sexual en diferente intensidad; en un espacio ataviado de un ambiente musical y refulgente,
especialmente diseñado para el divertimento y la emergencia de las sensaciones.
En definitiva, estamos hablando de una sociabilidad practicada en espacios
erotizados donde el contacto sexual explícito, e íntimo en mayor o menor medida, puede
ser una posibilidad, tal y como lo muestran (Barrientos et al., 2009; Clement, 2005;
Guereña, 2003c; Réal, 2008; Silva, 2008). En esos establecimientos la combinación de
ocio y placer dan cabida a un conjunto de relaciones de carácter sociable y transitorio
(Vivas et al., 2009), en los que la palabra adquiere una relevancia primordial, tal y como
Maffesoli (1990) lo expresa.
A este respecto los testimonios de las trabajadoras y demás agentes no dejan lugar a
dudas.
“No todos los clientes van a hacer sexo ¿tú me entiendes?; a lo mejor van... y no
todos entran; hay gente que le gusta tener sexo y gente que le gusta irse a tomar una
copa. A mi negocio, a veces, van matrimonios; los sábados va gente a bailar, como
es discoteca, pues van a bailar” (Ximena, empresaria en el sector).
“Mientras estoy hablando con una chica, observo que hay un cliente mayor, de unos
sesenta años, que va y viene, se acerca y aleja de las chicas, juega a las máquinas
tragaperras, a cuyo alrededor acuden una o varias chicas. Él bebe, pero no invita.
Después quedan dos con él, con las que habla, ríe y se tocan; parecen divertirse y
ellas le siguen el juego” (Extraído del Diario de campo).
“Dana, la trabajadora sexual con la que hablo, me comenta señalando con la mirada
‘ese que está ahí al final de la barra, viene todos los días, se toma algo y charla con
la camarera, pero fuera de aquí no tienen ninguna relación” (Extraído del Diario de
campo).
“Me atrae mucho la cantidad de personas que son abiertas, que te hablan de tu vida,
cosa que no veo yo en otros ambientes normales, [donde] las mujeres en concreto
las veo más distantes” (Alonso, cliente habitual).
296
Conviene poner de manifiesto que esta forma de ocio puede disfrutarse de manera
individual o grupal, tal y como he podido observar reiteradamente en diferentes
establecimientos que he visitado.
“Había de todo: gente que hablaba, otro cerca de mí, acariciaba a una chica, le
acariciaba la espalda e intentaba besarla por diferentes partes de su cuerpo; en la
esquina dos chicos bailaban con dos chicas, mientras tomaban copas. Había
actitudes variadas” (Extraído del Diario de campo).
“Que me he juntado con algún amigo, con un compañero y pues hemos dicho
‘hombre, vamos a tomar una copa a tal sitio, que hay un ambiente de chicas”
(Salvador, cliente habitual).
“A mi derecha hay un grupo de tres hombres de entre 30 y 40 años, están con una
chica, joven también, con cara infantil, usa gafas y de complexión robusta. Hablan
con mucha familiaridad; en la parte opuesta hay también arremolinados varios
hombres de esa o menor edad y varias chicas que van y vienen donde están ellos”
(Extraído del Diario de campo).
En el alterne, entre los objetivos del negocio y de la chica está animar al cliente en
el consumo de bebidas utilizando sus atractivos sexuales (Poyatos, 2009). La intensidad en
la relaciones entre las tres variables: consumo de alcohol, sexo y sociabilidad puede ser
diversa según los casos y el tipo de establecimiento, no obstante la constante consiste en la
utilización del cuerpo y su imagen como herramienta principal que articula las tres
componentes. Apoyadas sobre el cliente, bailando entre sus piernas, gesticulando e
invitando a responder a sus carantoñas, halagos y ofrecimientos. De tal manera que
expresiones como ‘sí, toca, toca’, ‘puedes tocar, no pasa nada’, ‘me has puesto caliente,
tengo los pezones duros’ o ‘pasar un rato feliz’, forman parte sustancial de la ejecutoria
durante el rito interactivo.
297
“A partir de un momento, Yesy ha comenzado a insinuarme, cada vez con mayor
insistencia y claridad, que ‘echemos un polvo’, a lo que he respondido con mi
habitual excusa: ‘no estoy en situación’; la respuesta suya fue: ‘la situación la
pongo yo, que para eso estoy aquí” (Extraído del Diario de campo).
“En un momento me sugiere que ‘pasemos un rato’, que ‘hagamos el amor’, que
‘estoy cachonda y muy..., mira’, me dice llevándome la mano sobre sus pechos”
(Extraído del Diario de campo).
Aunque la interacción con las chicas suele construirse cara a cara configurando un
cuadro relativamente aislado del resto de la sala; algunas chicas pueden saltarse esta norma
y provocar la interacción a distancia, enviando señales, haciendo gestos más o menos
discretos o directamente, interpelándote a cierta distancia. Esto mostraría el carácter
cooperativo que caracteriza las rutinas que elaboran el conjunto de actores en un espacio
298
de interacción, así como la capacidad de cada uno de ellos de crear un encuentro social
(Goffman, 1982).
299
A pesar de que el trabajo sexual se pueda realizar en diferentes espacios y
establecimientos, en diferentes estancias dentro de un local, etc. su ejercicio, en cualquier
caso, puede analizarse como una representación dramatúrgica en el sentido en que
Goffman (2009) la contempla.
Ahora considero pertinente una advertencia previa que tiene que ver con la
concepción dramatúrgica de la vida cotidiana: se trata del sentido con el que debemos
utilizar conceptos como sinceridad, falsedad, artificialidad, naturalidad, tratándolos con las
pertinentes reservas para no concebirlos con las caracterizaciones absolutas y esencialistas
que a veces le atribuimos en nuestras elaboraciones intelectuales o morales. La acusación
de que muchas chicas simulan placer u orgasmos, no puede interpretarse en términos muy
diferentes a los de los recursos que se utilizan en otras profesiones: la pulcritud técnica
discursiva del abogado en un juicio; la gravedad del sacerdote en una homilía; la confianza
que proyecta el agente de banca con el que se negocia un crédito o el forzado afecto
expresado por la cuidadora hacia la persona que atiende (Agustín 2009). Precisamente
porque en la gestión y desarrollo de nuestros afanes cotidianos, solemos desarrollar cierta
interpretación de roles y mostramos ‘fachadas’ que nosotros mismos tratamos de construir
y reconstruir a tales efectos, unas veces más conscientemente y otras menos. Y en
cualquier caso utilizamos atributos propios que son funcionales a los intereses
dramatúrgicos en cada momento: no se trata de proyectar nuestra propia personalidad sino
las características del rol que hemos adoptado de nosotros mismos durante la
representación (Goffman, 2009).
En este sentido, la simulación de las chicas forma parte de los cálculos necesarios
que exige el mantenimiento de la fachada durante la actuación, con la que se ha presentado
al cliente y que él espera de ella (Goffman, 2009). La trabajadora simula un orgasmo
porque es lo que el cliente espera de ella y desea obtener. Este aspecto es explícitamente
resaltado por Cortés (2009).
300
tipo de escenario para espectáculos de barra americana, striptease, etc.; reservados más o
menos aislados y habitaciones privadas para la prestación de servicios con mayor
intimidad; también encontramos aseos, vestuarios para las chicas, almacenes, etc. No todos
estos elementos se encuentran en cada establecimiento, pero sí en la mayoría, pudiendo en
algún caso carecer de uno o varios de ellos; tampoco los encontraremos igualmente
distribuidos por el espacio del local.
En las salas podemos contemplar máquinas tragaperras, musicales, billar, futbolín,
etc. Y también diverso mobiliario: banquetas, veladores en alto, sillones o sofás.
Cuando el cliente entra, es probable que los trabajadores que no estén ocupados en
ese momento se pongan en estado de alerta, tanto las chicas como los camareros; el
conjunto de todos ellos componen un equipo del cual el nuevo cliente —o el grupo de
clientes, si entraron varios juntos—, junto con el resto que ya estaban allí, componen su
auditorio.
301
Imagen nº 10. Esquema de interacción en un club
“Al acceder a la sala percibo cambios desde mi última estancia: hay bastantes
chicas, jóvenes buena parte de ellas” (Extraído del Diario de campo).
“Conforme avanzo hacia el fondo creo reconocer a una chica que más tarde
saludaré; sigo y me instalo en una banqueta al fondo del local; inmediatamente
302
llega la camarera y le pido una cerveza (...) Hay movimiento de chicas, algunas se
desplazan por la sala con los móviles; las que permanecen en los asientos laterales
hablan entre ellas, bromean y ríen; unas muestran algo de sus teléfonos a otras”
(Extraído del Diario de campo).
Una vez que el cliente se sitúa en un lugar del mostrador, es atendido por el
camarero, o se le acerca una chica; produciéndose lo que Goffman llama una segregación
de auditorios, mudando a un nuevo nivel de interacción.
“Pasados unos minutos se acerca una chica delgada, de tez morena y que viste un
vestido corto, de tirantes y de una sola pieza” (Extraído del Diario de campo).
303
“Mientras me pregunta qué me trae por aquí y me cuenta (...) Se mueve entre mis
piernas, con su vientre muy pegado al mío; me rodea el brazo por el cuello y me
abraza besándomelo (...) Me pregunta si me apetece hacer ‘chiqui, chiqui”
(Extraído del Diario de campo).
“Pasados unos cinco minutos se acerca otra chica. Yo me hago el despistado con el
teléfono y ella se me acerca y me toca el hombro (...) Me saludó con el intercambio
habitual de besos (...) Lleva un vestido similar a la anterior, corto, ajustado y de una
sóla pieza. Nada más empezamos a hablar me dice ‘voy a sentarme’ y arrastra una
banqueta sentándose de frente a mí pero cruzándo su cuerpo conmigo (...).
304
Apoyamos respectivamente nuestros brazos en la pierna del otro. Me pregunta qué
me apetece hacer, a lo que respondo que no tenía pensado hacer nada, que me
apetecía tomar una copa y que por eso fui (...) Sugiere hacerme un masaje y
cualquier cosa más. Me muestro receloso ante esa posibilidad. Me indica dónde
está el acceso a las habitaciones —una puerta en la pared que da a la fachada, al
lado del aseo de hombres—, me indica, asimismo, que la sala que hay detrás de
nosotros es un reservado, donde se distinguen, aún con luces menos intensas, un
sofá y una pequeño mostrador (...) Después de unos minutos le comento que voy a
marchar; le pregunto por el aseo de hombres y nos despedimos ‘hasta otra vez’ y
me dirijo hacia la puerta” (Extraído del Diario de campo).
De no haberme marchado, esta rutina se podría haber reiterado varias veces más,
con trabajadoras diferentes. Y constituiría un buen ejemplo de la segregación sucesiva de
escenarios y auditorios. En el momento de abandonar la chica mi proximidad, me vuelvo a
convertir en auditorio de todas las demás, capto su atención y el escenario que constituía
mi banqueta, la de la chica y el pequeño tramo de mostrador se desvanece, quedando mi
actuación situada en el conjunto de la sala y cambiando de nivel de interacción.
305
mismo también— es posible que hubiéramos renovado nuestra fachada, con el fin de llevar
a cabo rutinas diferentes con distintas intensidades de interacción.
Otro ejemplo muy típico, y que nos revela con bastante claridad ese carácter de
representación con el que podemos analizar la interacción en el trabajo sexual, se produce
en la presentación de las trabajadoras al cliente en una casa de citas, en el pase, tal y como
lo hemos referido ya en otro momento de este capítulo.
Como en cualquier otro ámbito profesional, el trabajo sexual no se agota con el fin
de la jornada laboral. Su desempeño alcanza múltiples y diferentes aspectos de la vida que
vienen articulados a través de él. Sin ánimo de ser exhaustivo abordaré brevemente
algunos de esos aspectos, entre los más controvertidos o de mayor relevancia para los
diferentes agentes que intervienen en el sector.
Lo que sigue, pues, son algunos tópicos que he considerado de interés tratarlos
diferenciadamente de la mirada estrictamente laboral, aunque en absoluto están
desconectados del trabajo que realizan las mujeres con los clientes; su relevancia viene
dada por la transcendencia que proyectan en múltiples ámbitos de la vida de esos agentes.
306
Las adicciones
Es lugar común relacionar drogas y prostitución; siendo múltiples las explicaciones
acerca de la naturaleza de ese vínculo (Meneses 2010).
No es objeto de la presente investigación un análisis exhaustivo de esa relación,
pero sí exponer cómo se articula el consumo de estupefacientes a través del trabajo sexual
en los contextos locales donde he realizado trabajo de campo. Además atenderé la
trascendencia que alcanza para las mujeres, tanto en su vida laboral como en la personal.
307
aquí reside en que, cuando el cliente va a consumirlas a un club o a un establecimiento
similar, afecta al trabajo de la chica y esta debe adoptar determinadas decisiones al
respecto; normalmente cuando el cliente la consume, prefiere hacerlo acompañado y, en
ocasiones, disfrutando alguna prestación erótica, afectiva o explícitamente sexual; suele
consumirla previamente a la solicitud de algún servicio o como acompañamiento a los
requerimientos contratados. Si abordo esta contingencia aquí es porque afecta a cómo las
chicas gestionan sus relaciones, a la prestación de sus servicios con el cliente y a la
competencia entre trabajadoras de un mismo establecimiento.
“[Consumen] tanto los clientes como las mujeres. Sí, porque en esos clubes hay
muchas tías que la consumen, muchas. No te voy a decir que a lo mejor vas a un
club y están todas, pero a lo mejor de 20 una sí lo consume” (Vicente, antiguo
vendedor de cocaína en clubes).
“Ahí viene gente con droga, quiere tomar droga; y te obliga a tomar con él si
quieres pasar con él más rato, para ganar dinero. Y te dice ‘¿vamos a la habitación a
tomar conmigo la coca y todo eso y quedamos una hora y media o dos horas’; y
entonces la chica piensa que va a ganar más dinero y se toma eso” (Aixa,
trabajadora sexual).
“Es gente que viene para tomar droga, para coca ¿sabes? quiere una chica desnuda
delante de él y ya está” (Farah, trabajadora sexual).
“Hombre, claro, una vez que entre dentro y eso; lo que se haga dentro, yo [soy]
ajeno” (Rolando, dueño de un club).
308
“Aquí ha habido gente que nada más entrar en el parking a aparcar ya se está
metiendo rayas de coca en el coche y han ido los vigilantes y no los han dejado
entrar, los han echado fuera del local” (Lucas, dueño de un club).
“Antes la dueña vendía para las chicas, y una chica la denunció, y por eso lo
cerraron” (Sonia, trabajadora sexual).
Respecto al consumo de cocaína no hay una pauta única por parte de las
trabajadoras.
“Eso depende, hay algunas que ni la han tocado y no quieren saber y algunas que sí,
que se la toman” (Bernabé, portero, encargado).
Lo que revelan las mujeres es que el consumo de cocaína parece ser algo frecuente
en las habitaciones privadas de los establecimientos y que las trabajadoras afrontan su
consumo como una condición vinculada la prestación de servicios.
“Sí, he tomado pero no mucho, he tomado por dinero, muchas veces” (Imán,
trabajadora sexual).
Parece claro pues, que tomar droga, uniéndose al cliente en el consumo, supone una
motivación añadida para el requerimiento de un servicio, aunque consista simplemente en
el acompañamiento en el consumo.
“Te preguntaba, ‘¿tú quieres?’ y claro, una que no consume droga dice ‘no’ y otra
que consume dice ‘sí’. Pero claro, se enredan más con las que toman que con las
que no toman” (Eugenia, trabajadora sexual, camarera).
Y las actitudes de las chicas al respecto son variadas, adoptando criterios que van
desde la inflexibilidad de los principios al pragmatismo en los beneficios, pasando por la
simulación.
309
“¡Hombre! he tenido clientes que han ido de eso, pero se lo he puesto en
conocimiento, que yo..., que eso no me gusta, que si yo se la puedo preparar para
que se la tome, pues sí, preparársela, pero yo jamás en la vida [la tomé]”
(Sacramento, trabajadora sexual).
“Yo antes aprendí un truco [para no tomarla] pero cuando te pagan te vigilan y no
hay manera; yo cojo un papel higiénico [gesticula haciendo una bola] y lo meto en
mi nariz, me tomo la droga y mientras el cliente habla conmigo yo hago así [gira el
cuello y simula expulsar el aire del orifico nasal por donde penetró la cocaína] y se
tira, y ya está” (Imán, trabajadora sexual).
“¡Hombre! El mejor cliente que hay en la vida es el hombre que toma droga [risas].
Porque se queda con ganas el cerebro pero el cuerpo no funciona y entonces estás
trabajando toda la noche ganando dinero [risas]” (Imán, trabajadora sexual).
310
Por tanto, podemos decir que la droga —vale decir la cocaína— forma parte en
cierta medida del ambiente laboral en el que trabajan las chicas, y que su consumo viene de
la mano fundamentalmente de los propios clientes; cabe no descartar el consumo
esporádico por parte de las mujeres por su propia iniciativa. Similares conclusiones revela
López (2010) al respecto, cuando analiza el trabajo sexual en los pisos de contactos donde
trabajan mujeres colombianas y brasileñas en la ciudad de Lugo.
Tampoco se debe desechar la promoción y venta a iniciativa de encargados de
establecimientos, sobre los que no he indagado más allá de los testimonios de las chicas.
Contrariamente, sí que pude conocer algunas mujeres que en mayor o menor
medida habían sufrido dependencia del alcohol. En los casos que traté, tal adicción había
sido provocada para vencer el pudor, tal y como nos desvelan Yenia y Lobna a través de
sus biografías. No obstante, otras chicas relataban también cómo algunas mujeres de países
del Este europeo, que empezaron a trabajar en los años dorados del alterne, tuvieron que
consumir mucho alcohol en el ejercicio de su labor, acompañando a los clientes, con el fin
de poder cumplir con sus aspiraciones económicas. Esta vinculación entre el consumo de
alcohol y el alterne también ha sido puesta de manifiesto por Olvera (2006) al referirse a la
‘fichada’110 —equivalente en México del alterne— donde, al igual que en Almería, el logro
de invitaciones a copas es una de las fuentes de ingresos de las trabajadoras.
El placer
En el comercio sexual el placer forma parte del producto que la trabajadora ofrece
al cliente a cambio de un beneficio económico. Por tanto, ante cualquier consideración
acerca de su trabajo, las chicas manifiestan esta posición suya en el intercambio comercial,
sea de manera explícita o implícita. En este mismo sentido se expresa De Paula (2002); y
110
Su nombre hace alusión a la ficha que recibe la trabajadora por cada invitación que obtiene de sus
clientes y que intercambiará al final de la noche por la comisión estipulada.
311
se constata para Almería de manera reiterada, tanto en la interacción con las trabajadoras
como en sus propias narrativas.
“Cuando le pregunté si a ella le gustaba lo que hacía con los hombres, si sentía
placer, me dijo que a veces sí, pero que ‘es el hombre el que viene a disfrutar y él
debe decir qué cosas quiere hacer” (Conversación con una trabajadora en un club.
Extraído del Diario de campo).
Como se podrá comprobar en las biografías que presento en la ‘Tercera parte’, las
condiciones y la actitud ante el placer sexual durante el desempeño del trabajo responden a
múltiples y variados factores.
Así, las narrativas de las chicas nos remiten a la actitud de la mujer y a su
capacidad de dominio mental la posibilidad de experimentar o no orgasmos.
“Es que eso, eso depende de la mujer; si se deja siente, si no se deja no siente”
(Oleñka, trabajadora sexual).
“Hombre orgasmos alguna vez, sin querer a lo mejor sí [he tenido]. Porque tú
imagínate, porque tú lo que tienes que hacer es que el hombre ¿no? llegue él al
312
orgasmo, porque para eso... [es tu trabajo]; pero claro, hay tios que saben hacerlo de
aquella manera que sin querer consiguen [que la chica pueda] llegar a tenerlo”
(Eugenia, trabajadora sexual).
“Es como el cuerpo te pille, como el cuerpo te pille; porque hay momentos que tu
tienes un orgasmo con una persona que tu ni te imaginas que lo vas tener; pero esto
es porque tienes el cuerpo que te pilla así, y normalmente lo tienes” (Sacramento,
trabajadora sexual).
“¡Hombre! [entre carcajadas] ¡por favor! Hay un chico que aquí viene, es un tío de
guapo y huele muy bien, si ese fuera puto..., es guapísimo y sabe hacer la cosa... De
cada diez hay alguno” (Eufemia, titular de una casa de citas).
También Basma, una trabajadora sexual, reconoce que cuando lleva tiempo sin
‘hacer el amor’, es normal que disfrute y tenga orgasmos en el trabajo.
En cualquier caso, tanto las mujeres que declararon haber sentido placer sexual
durante el desempeño de sus tareas, como las que no lo hicieron, no problematizaron el
correspondiente hecho. Y las que dijeron haber tenido orgasmos me transmitieron una
sensación satisfactoria y sin ningún tipo de juicio moral.
El amor
En general, trabajar para dar placer a otros parece que tiene consecuencias en la
vida afectiva y sexual de las chicas, aunque en diferentes sentidos e intensidades. Es
frecuente que las trabajadoras que entablan relaciones afectivas, con propósito de
estabilidad, con personas que son o han sido clientes suyos, suelen abandonar el trabajo
durante el periodo que dura ese vínculo. Otras mujeres mantienen su desempeño con
conocimiento o no de sus compañeros sentimentales.
313
En algunos casos se produce, al inicio de las relaciones con alguien que desconoce
la índole de su trabajo, que cuando descubre el tipo de actividad que desempeña la chica,
los celos aparezcan, siendo frecuente que entorpezcan la continuidad del vínculo, cuando
no sea que lleguen a truncarlo.
“No, [El] novio es otra cosa, Paco, [es] otra cosa, otra cosa; con [el] novio te
sientes una mujer, con el trabajo no” (Farah, trabajadora sexual).
“No, [con mi novio es] otra cosa, lo sientes” (Farah, trabajadora sexual).
En otras ocasiones, las chicas admiten que sus relaciones afectivas no se ven
afectadas por el trabajo.
De esta manera lo manifiesta esta chica, al referirse al tiempo en que tuvo un novio
español, a la vez que trabajaba.
314
Tampoco se resienten las relaciones sexuales, salvo en lo que respecta al cansancio
que con el que llegan a casa, tal y como expresa Pasha.
“Cuando pasa una semana, o dos semanas, que no has hecho nada con tu novio,
claro que da la gana, pero no tanto como antes, cuando no trabajaba”.
“Yo fuera cuando estoy con otra persona, con mi pareja, trato de olvidar mi trabajo
y olvidar que..., trato de no mezclar”.
“Vine a trabajar dos meses, gané mucho dinero, aquí en el ‘tal’ [nombre del club] y
ya conocí al fulano [por el hombre que fue pareja suya un tiempo] y me he
enamorado totalmente” (Imán, trabajadora sexual).
315
narrativas de esos agentes revelan que ese tipo de conexiones afectivas se suceden con
relativa frecuencia.
Esta escueta sentencia de Lucas, también aparece corroborada por López (2010) a
través de los testimonios de trabajadoras sexuales en Lugo.
Más matizada es la apreciación de esta empresaria.
“Yo sé, particularmente, que algunas chicas suelen enamorarse mucho y reciben
muchos palos” (Delgadina, encargada).
En general, los clientes entrevistados niegan haberse enamorado, pero admiten que
eso sea posible, tanto en ellos como en la chica, especialmente si son asiduos y adquieren
confianza mutua.
“Yo pienso, me pongo en el lugar de mi pareja y digo qué sentirá ese hombre por
mí, cuando el sabe que estoy acostándome con otro; me querrá o simplemente
porque, yo qué sé, me ve fuera de mi trabajo, como yo soy, con mi carácter, con
mi… Algo tendrá; nunca, nunca un hombre que esté con una mujer que esté en la
prostitución, puede llegar a quererla, a amarla como se puede amar, con ese
sentimiento puro de decir ‘estoy enamorado locamente de esta mujer’. No, por que
ese hombre siempre tendrá, aunque te quiera, algo que lo enfríe mucho” (Eugenia,
trabajadora sexual).
316
Esta desconfianza hacia el amor ‘romántico’ la achacan López y Baringo (2006) a
la dureza de las biografías de muchas de estas mujeres. No obstante he conocido historias
tanto o más duras que las de Eugenia que contradicen este extremo, como es el caso de la
de Juana. Empezó a trabajar en el sector a raíz de que se separó de su marido; durante un
tiempo estuvo trabajando en la calle y durmiendo en ella, dependiendo de la droga. Tuvo
varias parejas sentimentales y nos refiere de esta forma acerca de una de ellas.
“Yo lo conocía dos años antes pero de ir a invitarme. Era un hombre al que le
gustaba..., que se veía bueno, muy enamorado; yo creo que estaba enamorado de
que ver cómo trabajaba. Yo estaba trabajando en la habitación y me tocaba en la
puerta loco perdío [de celos]” (Juana, trabajadora sexual).
En el caso Eugenia, ella misma reconoce, a veces, haber tenido hombres que en
algún momento se enamoraron de ella.
En cualquier caso, conceptos como ‘amor’, ‘querer’, ‘amistad’, ‘afecto’, etc. que,
en general, cada trabajadora suele diferenciar, se refieren a experiencias que sólo adquieren
sentido específico en las historias particulares de cada persona, mostrándose muy
escurridizos a la hora de establecer comparaciones y pautas generales, que permitan
generalizar juicios concluyentes en esos términos.
El estigma
El estigma, que afecta a determinados trabajos de la industria del sexo, en particular
a las mujeres que lo ejercen en los espacios y segmentos que han sido objeto de esta Tesis,
está sobradamente documentado a nivel teórico (Goffman, 2008; Garaizábal, 2004 y 2007;
Juliano, 2002; Pheterson, 2000).
Su origen viene asociado a la consideración social instituida acerca del trabajo que
realizan las chicas. Lo que me propongo en este breve apartado es mostrar cómo las
personas que han participado en la presente investigación manifiestan ese estigma, cómo
afecta a sus vidas, y a las de quienes las rodean.
Pero el hecho de que el estigma afecte a todas las chicas, y en menor medida a otros
actores del comercio sexual, no implica que todas ellas tengan una consideración negativa
de su desempeño; así, encontramos en este sector desde quienes niegan que sus ingresos
económicos provengan de forma continuada del negocio sexual, hasta las que asumen su
317
trabajo con orgullo, pasando por las que se autojustifican, utilizando diferentes estrategias
victimizadoras (Garaizábal, 2004).
En cualquier caso no debemos olvidar que, en los primeros momentos del ejercicio
del trabajo sexual, es cuando las mujeres que se inician en él deben confrontar su identidad
personal —adquirida en su proceso de socialización primaria— con la identidad atribuida
(Goffman, 2008) que de forma repentina adquieren —socialización secundaria—; ambas
identidades estarán presentes y pugnarán a lo largo de su vida.
La vergüenza es el sentimiento más frecuente que expresará esa tensión que dicen
las chicas haber experimentado respecto del ejercicio de su trabajo.
Es el caso siguiente, que a pesar de los años que lleva en su desempeño confiesa
seguir sintiéndola.
Salvo alguna excepción, todas las mujeres recuerdan su primer servicio y cómo lo
vivieron. En general no lo describen como una mala experiencia —curiosamente suelen
referirse de forma generalizada al buen comportamiento de los clientes—, pero sí con la
angustia de enfrentarse a algo nuevo para lo que no estaban preparadas: dificultades del
idioma111 , desconocimiento del desempeño profesional —como le ocurrió a Ginebra o a
Ania—, o al pudor, como le sucedió a Eugenia; y que en los casos de Yenia y de Lobna fue
combatido mediante la ingesta previa de alcohol.
En ocasiones, ciertos sentimientos —que pueden convivir con aquellos— se
muestran más perdurables, vinculados a la culpa en relación al incumplimiento de los
mandatos religiosos —como es el caso Eugenia, Basma, o de Aixa—, de las prescripciones
sociales —como encontramos en Imán cuando refiere su sensación de fracaso—; o a la
inadecuación del trabajo a la construcción previa de su identidad sexual, como en el caso
que sigue.
111
No puedo dejar de referir cómo en una de mis últimas salidas al campo, me encontré en un club con una
chica recién llegada de un país del Este de Europa, que pretendía ‘alternar’ conmigo; como ni en castellano ni
en inglés nos conseguíamos entender, la chica sacó de su bolso una hoja con diversas frases escritas en su
idioma y su correspondiente traducción en castellano, con expresiones como: ‘hola’, ‘¿cómo te llamas?’, ‘mi
nombre es tal’, etc.
318
“Cuando yo me metí en este mundo yo lloraba y lloraba y lloraba porque yo soy de
un sólo hombre” (Sacramento, trabajadora sexual).
Otras mujeres desvelan ausencia de culpa o vergüenza; así lo manifiesta Lila, que
dice no haber sentido nunca vergüenza en el desempeño de su trabajo. También encuadra
aquí Toña o Nadia, tal y como muestran sus narrativas.
Por todo ello, Goffman (2008) nos remite al control de la información, sobre su
identidad y su biografía, que cada persona procura, para ocultar o desdibujar el estigma. A
este respecto son de sobra conocidos recursos bastante comunes entre las trabajadoras,
como adoptar un nombre específico para el ámbito laboral, ocultar el rostro en los
anuncios, o ser poco precisa al informar dónde se reside. Así lo expresa Ania en sus
narrativas; también el siguiente testimonio.
“Claro, porque no quiero que la gente sabe [sepa] mi nombre (...) Porque si me ven
por la calle no quiero que griten mi nombre, que mi abuela o alguien... [se entere]”
(Alexandra, trabajadora sexual).
319
donde residen. Similar criterio utilizan mujeres españolas que procuran trasladarse a
trabajar a localidades alejadas de las de su residencia habitual.
Como afirma Juliano, “los seres humanos somos capaces de realizar enormes
sacrificios con tal de obtener la aprobación social” (Juliano, 2002: 67), de tal manera que
también las trabajadoras sexuales recurren a estrategias de atenuación y superación del
estigma.
Así, Eugenia, Amal o Sacramento autolegitiman su trabajo en base a sus
obligaciones familiares; por su parte, Alexandra lo hace recurriendo a la imposibilidad de
encontrar trabajo como consecuencia de la crisis económica actual; Ginebra apela a la
ausencia de perspectivas en su país. Se trata de procesos discursivos que elevan a
insuperables determinadas contingencias de sus respectivos itinerarios vitales.
Otras mujeres tratan de destacar logros y éxitos que se presentan como valiosos e
inherentes al desempeño de su profesión; así, Farah apela al mundo de relaciones que
supone el ambiente del trabajo sexual y a las libertades que a una mujer ofrece nuestro
país; Ginebra resalta que ha podido encauzar su vida y criar a su hijo; y Ania se
enorgullece de sus ahorros y haberse podido comprar piso en su ciudad de origen.
320
En definitiva, estamos ante un fenómeno que representa enormes dificultades para
las mujeres que ejercen este oficio; y que, lejos de atenuarse, las campañas de corte
abolicionista de inspiración sueca, no hacen sino complicar más el problema, añadiendo
elevadas dosis de victimización y menoscabando de su capacidad de agencia; también,
añadiendo nuevos objetivos a la tarea estigmatizadora: los clientes, nuevas dianas de las
políticas para las buenas costumbres.
Tanto en los análisis teóricos como en diferentes estudios basados en las narrativas
de las mujeres, podemos encontrar este fenómeno omnipresente en diferentes aspectos de
su vida cotidiana (Arjona, Checa, Acién y Majuelos, (s. f.); López, 2010; Majuelos, 2014;
Solana y López, 2012). Igualmente lo ponen de manifiesto las autobiografías publicadas de
algunas trabajadoras (Neira, 2012).
La endogamia relacional
Presento este apartado no porque considere que la endogamia se da en este sector
laboral en mayor medida que en otros; apenas dispongo de datos que permitan la
comparación112, ni es ésta una pretensión de la presente Tesis; pero creo conveniente la
advertencia, para no caer en la trampa de que al subrayar una cualidad común en un
determinado segmento social, pueda aparecer como una característica esencial y
diferencial de ese grupo respecto de otros.
He introducido este aspecto por la importancia que, para muchas mujeres,
representan aquellos hombres que en algún momento fueron clientes suyos; y que, siendo
conscientes del trabajo que ellas desempeñan, mantienen relaciones de diferente carácter
112
La endogamia relacional existe, con diferente intensidad, en casi todas las profesiones. Disponemos de un
estudio al respecto, en el caso del magisterio docente en España, realizado por Teresa García Gómez (2007).
321
pero indudablemente útiles y valiosas para ambos durante periodos más o menos
prolongados de sus respectivos itinerarios vitales.
Aunque tal vez se trate de un caso un tanto particular, tiene interés porque todos los
individuos representados nacieron en el extranjero a excepción del hombre que se unió a la
322
madre del padre de Alexandra —su abuela paterna en la expresión folk de nuestro sistema
de parentesco—. Este hecho nos induce a pensar cómo las cadenas migratorias hilvanadas
a través la consanguinidad y las alianzas articuladas mediante el trabajo sexual se
combinan para trenzar redes relacionales sobre las que se construyen los proyectos vitales
de todas estas personas.
En ocasiones, de este tipo de vínculos surgieron hijos, lo que da idea de una cierta
disposición a la construcción de proyectos comunes y duraderos.
323
Así, Eufemia mantuvo relaciones sentimentales con un cliente, con el que trabajó
en un club, como encargada ella y como propietario él. De esa unión tuvieron un hijo.
Yenia tiene descendencia de una relación que duró diez años, con un hombre
mucho mayor que ella; a pesar de haberse separado de él, me confeso que ‘sigo queriendo
a ese hombre’. Y achaca su separación a la intromisión en la relación de la familia de él.
Ginebra vive con su hijo, de un hombre que fue su cliente y con el que aún
comparte responsabilidades respecto al crío.
Lobna tiene dos hijos cada uno producto de sendas relaciones con clientes suyos.
Uno de ellos sigue le sigue ayudando en la manutención de su descendencia.
324
También Reinaldo, que está casado con la camarera del club que dirige, una chica
con la que aparenta una apreciable diferencia de edad.
Otro hombre, Bernabé, mantiene una relación de pareja con una mujer con la que
coincidió en uno de los clubes donde concurrieron en el trabajo.
Entre los clientes, Teodoro sostiene una relación sentimental, de pareja, con la
mami de un bar africano en el poniente de Almería. La relación es conocida por su
comunidad.
Por su parte, Alonso mantiene intensas relaciones de amistad con varias chicas que
trabajan en diferentes clubes de Almería.
113
Elizabeht Jelin (2006), habla de la especial situación de las mujeres jóvenes en el mercado matrimonial,
dado que son buscadas por hombres de todas las edades. Por su parte Alejandra Piscitelli (2008) analiza este
mercado transnacional en el caso de las brasileñas en Italia a través del turismo sexual.
325
Tal posibilidad, además de apuntada por las relaciones establecidas que he constatado,
puede inferirse de algunas apreciaciones que realizan las chicas.
“¿Es verdad que muchas mujeres encuentran pareja entre sus clientes, que se
pueden casar? Sí, y salen bueno, porque son mujeres que desde que entran buscan
algo estable” (Sacramento, trabajadora sexual).
La siguiente expresión abunda en esa faceta, en relación a los hombres mayores con
los que entablan relaciones formales algunas chicas.
Esta última apreciación entronca con otro rasgo de interés de las relaciones sociales
en el ámbito del mercado sexual, que a continuación detallo.
326
De nuevo, las biografías presentadas componen un elenco de testimonios que dejan
escasas dudas de lo que vengo sosteniendo en este apartado al respecto de los vínculos
entre trabajadoras y clientes de más edad.
Sólo una perspectiva etnocentrada en determinadas concepciones folk presentes en
nuestra sociedad, que pretenda fundamentar las relaciones sexuales ‘verdaderas’ en lazos
amorosos de carácter romántico, exentos de cualquier clase de interés mundanal, puede
despreciar esas conexiones que cotidianamente van trabando hombres y mujeres a partir de
que se conocen a través del trabajo sexual (Agustín, 2004b). En coherencia con la
perspectiva epistemológica adoptada en esta investigación tales vínculos adquieren sentido
mediante la intersubjetividad, en el significado que Schutz le atribuye: en la reciprocidad
de perspectivas que emergen de la vida cotidiana de esas personas, pues es ahí donde se
elaboran los significados con los que se construye la realidad social (Hernández y Galindo,
2007).
Entre los numerosos ejemplos que nuestros personajes autobiografiados nos
ofrecen, los casos de Yenia y de Sonia son paradigmáticos.
“Yenia me cuenta que vivía en casa de su marido con su hija y el hermano de él,
que todo iba bien salvo con su cuñado (...) También me dice que quiere mucho a su
marido, que ‘es un buen hombre’, aunque sus conocidas le recriminan que es feo y
que ‘no vale’. Ella me confiesa que le gustaría volver a vivir con él” (Extraído del
Diario de campo).
Sonia mantiene una relación sentimental con su novio, un hombre más joven que
ella. Ve con regularidad a su marido —un señor notablemente mayor que ella— con el que
sigue casada en la actualidad; lo visita, salen juntos a comer y lo atiende una vez a la
semana; él le costea el piso donde ella vive y trabaja. Ambos hombres se conocen y
aceptan las respectivas relaciones del otro.
Basma también reconoce una relación con un hombre mayor que ella, que nunca
fue cliente suyo; un amigo con el que sale y que, a veces, le paga la compra.
327
Pero estos ejemplos no agotan la casuística. Alba, una mujer española que conocí
en un club y con la que hablé en varias ocasiones, me narraba después de las fiestas de fin
de año cómo las había pasado.
“Me comenta que pasó la Nochevieja con sus hijos, con su ‘viejito’ y en el bar de
un amigo. ‘Luego mandé al viejo con las niñas a casa y yo me volví (...) Pasé muy
buena noche y me pegué una ‘hartá’ de follar’. De ésta forma me explicó que vive
con un señor mayor, que es quien la mantiene” (Extraído del Diario de campo).
“No, me lleva este hombre que es cliente, que me va a pagar la comida que voy a
comprar (...) Con este hombre, todavía no he hecho nada con él, no he hecho nada,
nada; nada, con él; lo hace por hablar conmigo” (Extraído del Diario de campo).
328
La historia de Eugenia muestra el decurso de proyectos vitales ambivalentes, en los
que los objetivos básicos se van cumpliendo, pero a costa de enormes sacrificios y
renuncias. Muestra las dificultades ante las limitaciones propias: idioma, relaciones,
soledad, miedos, etc.; y las que estructuralmente le constriñen cada día: comportamientos
de las redes, prácticas policiales, obstáculos administrativos, etc. Y, sobre todo,
dificultades para traspasar las fronteras invisibles de un entorno —el de la industria del
sexo— que, como tantos otros, parece conformarse como autosuficiente y de donde las
mujeres se abastecen, no solamente del dinero que necesitan para vivir, sino de buena parte
de sus espacios de relación, de sus amistades, de sus vínculos personales —
matrimoniales—, de sus recursos laborales —contratos de trabajo—, administrativos —
empadronamientos—, financieros — préstamos para diversos fines—, etc.
329
330
TERCERA PARTE. NARRATIVAS
331
332
3 NARRATIVAS BIOGRÁFICAS
Este bloque aborda los aspectos básicos del itinerario migratorio —cuando ha sido
el caso— y laboral de los sujetos que han participado con mayor profusión en esta Tesis.
Hablaré de ellos y aportaré breves biografías de diferentes personas cuando ha sido posible
construirlas114. Su confección la realicé a partir de sus propios relatos grabados, que se
complementaron con otras conversaciones o datos de la observación; también he utilizado
información cruzada procedente de otros agentes o de apreciaciones que emergieron
durante la interacción con ellos en el trabajo de campo y reflejadas mediante las
anotaciones correspondientes en el Diario.
Podemos, por consiguiente, decir con Marsal (1977) que estas biografías han
surgido como subproducto propio de la investigación etnográfica. Su sentido y fundamento
se incrementa si consideramos que aportan esa visión procesual de la persona y su mundo a
la que se refiere G. Mead (Carabaña y Lamo de Espinosa, 1978); pero también porque se
sitúa en la posición metodológica del interaccionismo simbólico a la que nos emplaza
Blumer (1982): la posición de la gente.
114
El criterio para decidir qué biografía construir, y cual no, ha sido el de disponer una entrevista grabada,
con autorización expresa —con las diferentes reservas de confidencialidad que cada persona ha puesto—,
que en sus relatos se cubrieran los aspectos básicos de la guía de entrevista que para cada sujeto he dispuesto
y que hubiera habido interacción con el sujeto respectivo durante el periodo de trabajo de campo. De este
modo, del conjunto de personas con las que he mantenido relación durante todo ese periodo, he construido 37
relatos biográficos.
333
prueba más de la volatilidad de los encasillamientos laborales y de la pluralidad de tareas
que se pueden desempeñar a lo largo de la vida profesional en la industria del sexo; incluso
cuando los sujetos estén empleados en establecimientos donde el trabajo sexual, cara a cara
y con contacto íntimo, sea una posibilidad que forme parte de lo habitual; asimismo, es
recurrente que estas tareas aparezcan de manera indiferenciada, en un mismo intervalo de
tiempo, o en un determinado contexto. Por tanto, no parece adecuado, que en las
expresiones comunes que usamos para referirnos a diferentes realidades —trabajos, tareas,
funciones, relaciones, etc.— que se manifiestan dentro de sector del comercio sexual,
pongamos límite conceptuales rigurosos e inamovibles, que no estén previamente fijados
por el contexto en el que emergen (Agustín, 2004a).
334
3.1 LAS PERSONAS QUE GESTIONAN
335
En tal sentido, las narrativas de los diferentes agentes nos ofrecen ejemplos claros
de movilidad ascendente en el sector. Así, las casas de citas han supuesto un espacio de
promoción para mujeres que prestaron servicios sexuales en diversos establecimientos y
que ahora, con el paso de los años, no les apetece o, simplemente, no pueden competir con
las chicas más jóvenes que van renovando la oferta en los diferentes negocios donde se
emplean. Algunas de ellas continúan atendiendo a sus ‘clientes de toda la vida’ con los que
mantienen lazos especiales. Ocurrencias de este tipo las encontramos en Lila o Eufemia;
también López (2010) nos presenta diferentes casos de mujeres latinas en los pisos de
contactos en Galicia. Pero igualmente los encontramos vinculados a otros modelos de
negocios: Delgadina o Ximena llevan tiempo ya como titulares de sus propios clubes.
Otros ejemplos de ascenso los tenemos en Rolando, también en Reinaldo y, especialmente,
en Lucas que expresa su trayectoria en el sector como una carrera de éxito. Estefanía Acién
(2010) nos muestra estas trayectorias ascendentes en mujeres nigerianas que regentan
locales africanos, donde se prestan servicios sexuales, en la comarca de El Poniente en
Almería.
En primer lugar, aquellas dificultades que tienen que ver con la crisis y los
problemas derivados de ella: la disminución del volumen de negocio, con el subsiguiente
decaimiento de los beneficios; problemas para fijar a las chicas en el establecimiento, dado
el acentuado incremento de la movilidad en busca de locales con mayor actividad; etc.
336
Lucas, empresario
Lucas es dueño de un club en Almería. Su primer contacto con el sector del sexo se
produjo como vigilante en uno de estos establecimientos. Después trabajó como encargado
de otros locales hasta que consiguió adquirir uno.
En su primer trabajo conoció a una chica con la que formaría pareja y con la que se
casaría.
“Allí conocí a una chica, me casé con ella y me enseñó todo este mundo de la
prostitución (...) Ella era trabajadora sexual”.
“Pues reaccionaron mal, reaccionaron mal. Pues toda mi familia son policías, lo que
pasa es que a poco a poco de compañeros suyos que son contra el crimen
organizado y todo esto, pues me habían hecho redadas y tal y se lo dijeron: que
ojalá todos los dueños de clubes tuvieran como yo todas las cosas [así de] bien de
arregladas”.
337
Su establecimiento funciona en régimen de plaza, con la salvedad de que los días en
los que la chica no realiza ningún servicio, no paga plaza. De tal manera que el precio de la
habitación lo liquida detrayéndoselo de los dos primeros servicios.
“Es un precio fijo que hay; si no trabajas no pagas nada; si haces una habitación
pagas treinta euros, si haces una segunda habitación pagas otros 30 €, que son los
60 € y a partir de ahí todo es para ella”.
“En todos los puestos de trabajo que yo puedo tener aquí he estado yo, entonces
pues les enseño, les doy una formación y bueno pues ahí vas aprendiendo”.
“Mira sí, tenemos muchos por el turismo (...) Y aparte, nosotros lo que hacemos es
[que] a los taxistas le damos10 € por cada viaje que nos traen; tenemos nuestro
338
marketing, vamos a los hoteles, a las recepciones, les damos tarjetas, les damos un
VIP, para todos los recepcionistas y el director del hotel; nos hacemos conocer; y
luego, aparte claro, los clientes también hablan”.
Respecto al reclutamiento de las chicas, niega que tenga que buscarlas; el tiempo
que lleva en el negocio y las relaciones establecidas facilitan que las mismas mujeres le
llamen para pedir plaza en su establecimiento. Además, funciona el boca a boca de las
trabajadoras sexuales entre sí, aprovechando la red de relaciones y amistades que tejen en
el trabajo.
“Van viniendo ellas solas, es que es verdad, no vamos a buscar a nadie; no somos el
típico dueño que va a los clubes a ver si puedo engañar a alguna para traérmela (...)
Entre ellas siempre se van llamando, ‘pues mira ven aquí que aquí se gana dinero,
nos tratan bien...”.
Y no considera que las chicas tengan, con sus clientes, relación alguna más allá de
la estrictamente profesional.
“Les interesa el dinero y ya está, no les interesa nada más de sus clientes. Sí que
con unos tienen más afectos o menos, que les cae más bien o mejor, pero de
momento yo lo que he visto [es una relación] profesional”.
En cuanto a los hombres que acuden al sexo de pago, considera que lo hacen por
razones diversas, aunque los encuadra en tres categorías.
“Gente que se acaba de divorciar, que lo está pasando mal y viene por hablar (...)
Gente que, por lo natural, pues no lo tienen en casa y lo vienen a hacer aquí. Y
luego, pues gente enferma, gente que es minusválido o que tiene deficiencias”.
339
“Tengo muchas amigas que están casadas con clientes, o con compañeros de
trabajo; yo mismo era vigilante de seguridad, era un trabajador; y casi todos los
trabajadores que están en los clubes se acaban liando con alguna chica; porque es
normal, el roce hace el cariño”.
“Yo quiero una limpieza sobre todo esto; a mí las drogas no me han gustado nunca,
ni las quiero, ni...; me dan asco, así de claro”.
Expresa indignación, tanto por ello, como por el tráfico y la trata de mujeres.
Ximena, empresaria
Ximena es una mujer de origen latinoamericano; procede de una familia muy
humilde. En la actualidad supera ya los 50 años.
“Me fui muy niña, muy joven, con 16 o 17 años. Me fui a rodar el mundo ¡tío!
porque no había nada”.
340
Pero desde muy joven se formó como bailarina, trabajando en varios países
latinoamericanos.
“Yo salí de mi tierra y me metí con una gente que eran profesores y me enseñaron a
bailar y yo me puse a bailar”.
Estando en uno de ellos, la contrataron para actuar en España y aquí se quedó desde
entonces.
“Éramos bailarinas; vino una cantante, una panameña cantante; yo, que era
bailarina, y otra muchacha ‘stripteasera’, que era bailarina ‘stripteasera’ también;
pero yo sólo bailaba”.
“No había eso de habitaciones ni nada; eran salas de fiestas con reservados (...)
Hacían sus cosas en los sofás, no había habitaciones privadas; pero era lo mismo
porque había reservados con cortina y uno lo tenía que hacer ahí (...)Yo tomaba
copas nada más, yo bailaba y ganaba mi sueldo ¿para qué [iba a hacer eso]?”.
“Yo ahorré, me monté un negocio y dije ‘ya no voy a trabajar’. Me monté un bar y
de un bar cayó otra cosa, y otra cosa; yo tenía que trabajar en algo ¿no?”.
341
Ha dirigido varios negocios en un sector en el que lleva alrededor de treinta años.
En la actualidad dirige un club que le traspasaron en buenas condiciones y que funciona
bajo licencia de discoteca. Ella misma realiza las múltiples tareas que requiere el normal
funcionamiento del establecimiento.
“Ellas vienen solas. No hace falta que tú las llames ni nada de eso; las mujeres hoy
en día vienen solas, por su cuenta. Nadie busca mujeres”.
Las tarifas de copas y servicios son las usuales de clubes, bares de copas y otros
locales estándar. No obstante, a causa de la crisis, admite que los precios son negociables
en función de la capacidad del cliente.
“A mi me quieren las chicas mucho. Yo les ayudo. Ahorita les acabo de comprar un
microondas para que hagan café, leche y todo”.
Y dice no tener normas expresas respecto al trabajo. Con todo, les suele aconsejar
sobre presencia y comportamientos.
“No, no, no, las chicas trabajan como les da la gana; a mí me gusta que trabajen
bonito, ‘sexis’, bonitas, guapas, bien maquilladitas, bien peinaditas ¿me entiendes?
Porque es lógico, para que gusten a los hombres, eso es lógico, es ley de vida”.
342
“Los hombres vienen a desahogar sus penas y a contarte sus problemas con sus
mujeres. Todos, todos a mí me lo cuentan todo. El uno porque no hace el amor con
su mujer, el otro porque la quiere tanto y su mujer le pega...”.
“Yo he tenido ahí mujeres tomando una copas con sus maridos. Van con sus
maridos a tomar copas y bailan en la pista y todo”.
Ximena tiene familia aquí en Almería y dice sentirse bien; está contenta por cómo
le va este negocio, pero se reconoce cansada.
“¿Sabes lo que me gustaría ya? Tener mi edad, jubilarme ya, descansar; estoy
cansada, te lo juro; estoy cansada de la noche, pero no hay otra cosa en qué trabajar,
y tengo que trabajar, tengo que comer”.
Delgadina, encargada
Delgadina, es originaria de América Latina. Su edad está próxima a los cuarenta
años y lleva en España desde finales del siglo pasado.
Se quedó sin trabajo y con hijos, así que decidió venirse a España. Para ello, utilizó
una red, que ella misma buscó. Y, desde el primer momento, su familia más próxima lo
supo.
“Porque al ser de familia humilde, al no tener nada ni siquiera para sacar pasaporte,
pues ellos te lo facilitan todo. Desde la compra del pasaporte, la maleta..., todo te lo
consiguen”.
343
Desde el primer momento supo que venía a trabajar en el sector del sexo.
“Ellos te avisan lo que hay; yo siempre he dicho que nadie viene engañado. Habrá
quien venga engañado, no es mi caso y siempre he dicho que no vine engañada. Yo
sabía a lo que venía”.
“No, ellos en ningún momento me exigen nada, yo ya sabía a lo que venía, sabía
que venía a internarme en un club ahí en Ciudad Real, y que tenía que pagar el
contrato de la deuda y cuando la tuviera pagada pues ya podía irme donde quisiera
y ya está; mientras debiera dinero tenía que estar en los clubes de esta gente”.
“Muy triste, muy lamentable. Lloraba en los hombros de los clientes una y otra vez
(...) Vengo de una familia muy pobre pero muy, muy, muy criada a la antigua (...)
Nunca fui capaz de dedicarme a esto en mi país”.
Pero niega haberse sentido culpable. Sólo el remordimiento por haber dejado a sus
hijos.
344
“Me sentía así como culpable de haberla defraudado pero se lo explicaba de una y
de mil formas”.
Y no posee una consideración definida sobre ellos, pero los categoriza de manera
binaria, por su actitud y comportamiento.
“Tienes el típico cliente que te comprende, que sabe que estás ahí por la situación
económica, porque tienes familia, por todo eso; hasta el típico desgraciado que te
page lo que te pague ya sean 20 €, 40 €, 50 €, y se piensa que eres su esclava y que
vale, que ‘yo te he pagado y por cojones tienes que hacer esto’. Entonces hay de
todo, no se puede generalizar”.
Nunca tuvo relaciones afectivas con los clientes, ni cuando ejercía sólo como
trabajadora sexual ni desde que regenta un establecimiento con chicas a su cargo.
“Sentimientos no creo que haya, digamos [que hay] relación así de atenderlos
mejor, de que ya como son clientes pues ya hay más confianza, como ya que entras
más en confianza con ellos”.
345
“Yo creo que en los hombres es muy normal que ellos se enamoren o te cuenten la
historia de que están enamorados. Pero yo sé, particularmente, algunas chicas que
suelen enamorarse mucho y reciben muchos palos”.
“Yo, cada vez que tengo la oportunidad, a todas mis mujeres les digo igual, desde
el punto de vista del ser humano se lo digo: ‘en cuanto puedas retírate o ponte a
trabajar, ten tu familia y ten una vida normal y corriente’; desde el punto de vista
como jefa yo le digo: ‘no te vayas nunca de aquí, quédate aquí trabajando toda la
vida conmigo’. ¿Qué quieres? es lo que hay ¿no? Pero siempre ante todo..., ante
todo somos personas antes que jefes”.
Rolando, empresario
Rolando es un hombre, andaluz, maduro, que ya superó los 50 años. Estudió hasta
los catorce años. Tiene mujer e hijos y sus relaciones sociales están vinculadas a la vida
familiar. Manifiesta que mantiene escasas relaciones dentro del sector salvo las necesarias
para llevar su negocio.
“Es una actitud mía, que yo me dedico a mi negocio y estoy en él, y todo lo demás
no me importa”.
“Una vez que salgo de aquí, cambio de rol totalmente; esto lo dejo aparte,
apartado”.
346
“Yo me llevo solamente lo que es por mantenimiento del reservado, claro (...) Lo
que pidan ellas, eso es de ellas”.
“Lo único eso, que se comporten con los clientes bien y nada más. Y que no haya
problemas”.
“Hombre, beneficiar no beneficia [al negocio], pero que está así la cosa y no puedes
hacer nada”.
“No, aquí entran todos siempre y cuando vengan bien; si vienen mal, no”.
Proceden de los alrededores ‘de la comarca’ y del polígono próximo y suelen tener
una edad de cuarenta años para arriba.
“Ahora quizás algo mas jóvenes pero minoría, poca cosa (...) Muchos separados y
solteros y casados también”.
Reconoce que una parte de ellos vienen sólo a alternar, a pasar el rato y además los
que desean solamente hablar.
“Conversación, a estar un rato hablando con las chicas y pasar el rato y marcharse
(...) La verdad es que hay muchos que entran por entrar [al privado] y a lo mejor
tirarse todo el tiempo que estén, hablando con la chica”.
347
No detecta demandas específicas de sus clientes aunque reconoce que, en diferentes
ocasiones, le han solicitado chicas más jóvenes.
“Hay clientes que sí, que preguntan si vienen chicas más jóvenes; hay lo que hay”.
“Porque antes los clientes que venían era gente pudiente, ahora viene gente que se
toman la copa y se va”.
Incluso, los fines de semana han dejado de ser especialmente profusos en el trabajo.
La última vez que hablé con él estaba más animado, había más chicas trabajando y
me comentó que observaba un ligero repunte en la actividad, pero que la cosa seguía mal,
que tenía ya ganas de jubilarse.
Wladimiro, empresario
Wladimiro es un hombre andaluz, con los 60 años ya cumplidos; es una persona
culta, tuvo que abandonar la universidad para atender a sus padres.
Se introdujo en el sector del sexo ya con casi cuarenta años, cuando transformó los
locales de negocios familiares que heredó en establecimientos de comercio sexual; en una
época en la que aún apenas trabajaban mujeres extranjeras en el sector.
En la actualidad no tiene pareja. Aunque, me ha reconocido haber convivido en
varios periodos de su vida con mujeres que han trabajado con él. A la primera de ellas se
refiere como ‘su mujer’.
Ha regentado varios negocios del ramo y me narra recuerdos de su primer club con
una mezcla de nostalgia y orgullo.
348
“Ahí había doce mujeres, en aquellos tiempos todas españolas (...) Trabajaban por
necesidad, para sus hijos, para su casa, por alimento (...) Eran de aquí de Almería;
venían algunas de Madrid, otras de Alicante, de Valencia, de León, de Zamora”.
“Ella está trabajando, todas las noches se le paga, se lleva su dinero; y, sobre la
explotación sexual, la trata de blancas, y todo eso, pues sí puede haber hechos
aislados, pero en la inmensa mayoría ellas están trabajando para ellas y nadie las
está explotando”.
Sobre su reclutamiento, reitera lo que otros agentes sociales han manifestado en las
conversaciones con ellos.
“Ellas venían a pedirme un trabajo; pedían trabajo, venían una noche y hacían, por
ejemplo, cuando eran pesetas, quince o veinte o treinta, cuarenta, cincuenta mil
pesetas, pues eso lo cobraban por noche”115.
Se muestra combativo con el consumo de drogas, tal vez acorde con el discurso
político de fondo —achacando a los políticos actuales y a causas estructurales,
consustanciales al capitalismo, los males de la humanidad— sobre el que teje sus
narraciones justificativas del trabajo sexual.
115
Equivalente a entre 100 € y 300 €.
349
“Pues hay gente muy buena, y gente regular y gente muy mala (...) Había gente que
se portaba bien, bastante humana y con mucha conciencia, y otros que eran
terriblemente malos (...) Gente que busca reírse de sus semejantes y sentirse
superior”.
Las motivaciones para acudir a estos establecimientos con sexo de pago están en
línea con las expresadas por otras personas a las que he entrevistado.
“Yo creo que la mayoría tenían desencanto familiar con la mujer; posiblemente, la
mujer y él no tuvieran ya muchas relaciones e iban al club buscando esa relación”.
“También ha habidos algunos que se han arreglado con marroquíes, lituanas, rusas,
y han dejado a su mujer, y están viviendo con ellas y les va bien”.
Considera que hay un desconocimiento errado de este negocio y de las mujeres que
trabajan en él.
“La sociedad está totalmente equivocada con las mujeres de los clubes. Son
criaturas igual que las otras, ni mejores ni peores, una más”.
“Es buena gente (...) Mujeres que tienen sentimientos; y son nobles y cariñosas; que
la vida es muy dura y las empuja a la prostitución. Y yo creo que la culpabilidad no
350
la tengan ellas, que la tengan los sistemas, la falta de economía y la falta de reparto
social”.
“Yo las he visto buenas, se han ayudado las unas a las otras: las únicas que se han
llevado mal han sido las rumanas y las rusas; las rumanas y las rusas tenían una
‘guerra civil’ (...) No sé por qué, yo creo que por tanto que beben, tanto beben las
unas como las otras, beben demasiado”.
“Cuando beben mucho, se pelean por un cliente: ‘esta noche estoy trabajando aquí
con el cliente y tú lo has mirado’, ¡Oh! ya es una ‘guerra civil’, ya es un conflicto;
un conflicto para el portero, para el que lleva el club y para los clientes”.
Edgar, empresario
Edgar es andaluz, natural de Almería. Realizó estudios primarios. Su edad ya
superó los cincuenta años.
351
Ha regentado diferentes establecimientos a lo largo de más de 20 años. El negocio
que dirige actualmente es de su propiedad y legalmente está registrado como una cafetería.
Está situado en un polígono industrial, próximo una vía importante de comunicación.
Dicha ubicación fue un factor relevante para elegir la situación del local. Me ofrece una
visión de la relación con su trabajo muy artesanal.
“Por la noche aquí; si tengo que barrer la calle, la barro; y si tengo que servir en la
barra, sirvo; yo no soy de esos que tienen dos o tres matones en la puerta y tienen
tres o cuatro camareros, no tres o cuatro no, diez o doce camareros; yo aquí tengo
que trabajar y yo el primero”.
Sobre el reclutamiento de las chicas me ofrece una versión bastante común entre
empresarios e igualmente entre otros agentes.
“¡Hombre!, lo primero es los papeles, que estén en regla, que no sea menor de edad
y todas esas cosas”.
“Aquí las chicas son libres y pueden entrar con quien quieran o con quien ellas no
quieran; aquí no se les dice ‘oye tú, ve y te acercas a este’ o ‘ve y entra con él”.
“Normalmente ellas te avisan; ‘oye tal que estoy mala, que no puedo ir”.
352
De los clientes me comenta que no hay de una tipología particular, ni en lo
referente a su ocupación, ni a su edad o estado civil, ni a su nivel económico.
“La verdad es que marroquíes vienen pocos, de vez en cuando viene alguno, pero la
verdad es que son pocos. Rumanos son lo que más vienen”.
“Viene de todo; viene el pobre que trabaja, se toma una ‘copilla’ y se pega ahí dos
horas con la copa; otros que vienen que están un ‘poquillo’ mejor económicamente
y se pueden gastar un ‘poquillo’ más, se toman una ‘copilla’, invitan a una chavala
a una copa y entran con ella”.
En lo que concierne a los horarios, sí que observa algunas diferencias entre las
personas que acuden al establecimiento.
“A primera hora viene más bien viene gente un poco mayor, bien será por llegar a
su casa temprano, a lo mejor porque venga a traer a la alhóndiga el género del
invernadero y se pega una escapada; y luego durante la noche viene de todo, viene
gente joven, viene gente mayor, vienen de todas las edades”.
“Unos días vienen y consumen y otros días vienen a mirar (...) Normalmente
¡hombre! el que entra algo toma”.
“Lo único que cobramos nosotros es las copas, porque eso ya es de bebida, eso sí,
porque lo tiqueamos”.
353
“Nosotros dineros no cogemos de ellas nada. Ella, si llega un cliente ‘oye que
quiero entrar contigo’, ’60 euros’; ella coge sus sesenta euros y da si son diez, once
o doce euros para la casa, los da y ella [mete] su dinero al bolso”.
“Pues esto, lo que pasa es que esto aquí hay una..., que ni lo legalizan ni no lo
legalizan (...) La fórmula sería que ellas pagaran los autónomos ¿cómo voy a dar de
alta aquí a una mujer que a lo mejor hoy está aquí, a lo mejor viene una semana,
mañana no viene, pasado está en Murcia, al otro día se viene aquí, de aquí se va
allí. Yo creo que la fórmula sería unos autónomos ¿no?; y con esos autónomos
tener siempre el último recibo, en el bolso, pagado y que pudiera ir donde ella
quisiera”.
“Vienen cada dos meses o así; ya tuve que decirles ‘¡coño, si la licencia no
caduca!’; vienen cada dos meses y me piden siempre lo mismo: licencia de
apertura, el aforo —de la Junta de Andalucía—, extintores...”
Respecto a la marcha del negocio, muestra cierta resignación por los efectos de la
crisis y la pérdida de negocio.
“En el 2010 pues ya pegó un bajón; y ya ha ido a menos, a menos, y hay días... Yo
el lunes hice trescientos euros de caja (...) que eso lo hace cualquier cafetería de
desayunos”.
354
Y expresa su deseo de cambiar de ocupación.
“Yo lo que quiero es vivir, que coman mis hijos, pagar lo que debo y, cuanto antes,
a ver si puedo vender esto y montar una cafetería”.
Reinaldo, empresario
Reinaldo es un hombre andaluz de mediana edad, es el dueño de un club. Ha
trabajado en este sector, además de como empresario, también como camarero en alguno
de ellos. Igualmente, ha frecuentado los clubes como cliente o como empresario, pero
afirma no haber tenido acceso a servicios sexuales de carácter íntimo.
En el momento de la primera conversación con él, dijo tener en su local casi una
decena de mujeres, aunque yo vi siempre menos.
355
“¿Aquí tarifas? Bueno yo [no tengo] ninguna. La tienen las chicas. Aquí la gente
paga 65 media hora y 110 una hora (...) Eso es todo para ella; ellas ponen sus
precios (...) Yo de eso no me llevo nada; yo me llevo [lo que sirvo en] mi barra y
me llevo de mis copas y de las copas de las chicas; las que las invitan a ellas, que
son a medias”.
“Yo tengo habitaciones, yo lo que cobro es por la plaza (...) Estoy cobrando 40
euros por la plaza con sus correspondientes comidas, correspondientes desayuno,
almuerzo y cena (...) Y la que no vive da igual, igualmente igual. En vez de vivir
aquí, viven en su casa pero igualmente pagan su plaza (...) Es como si estuvieran en
un hotel. Ellas hacen aquí su comida si quieren. Las que viven fuera, si quieren lo
hacen y si no, lo hacen en su casa. Son las mismas condiciones para todas. Ellas
dicen si prefieren..., aunque paguen la plaza, pero prefieren vivir fuera”.
Ello le obliga a declarar dos negocios; por un lado el residencial, el hostal; y, por
otro, el club. Al no haber regulación de este tipo de locales, el club está de alta como ‘bar
con música’, lo que le permite disponer de horarios de apertura más amplios116.
El segundo problema que le inquieta radica en la dificultad para fijar las chicas en
el local ante la intensa movilidad de las trabajadoras por la ausencia de clientes.
Este aspecto me lo ha puesto de manifiesto en reiteradas situaciones en las que
hemos conversado. Comentándome en alguna ocasión haber tenido que salir a poner
publicidad para captar chicas.
Otra vez, me comentó que había eliminado el sistema de plaza por el de comisión
por servicio, para dar mayor margen a las chicas.
116
Más tarde podré comprobar que esta estratagema, de simular el sistema de plaza, está generalizada en
diferentes establecimientos. Ha sido la crisis la que ha motivado devaluar este criterio, ya que no todas las
chicas podrían garantizar pagar cada noche la plaza.
356
En las últimas oportunidades que tuve de hablar con él me comentó que estaba
pensando abrir otro local, un club de carretera que había cerrado recientemente y con cuyo
dueño está tratando de llegar a un acuerdo. Eso le facilitaría diversificar el negocio.
En cuanto al manejo del ambiente: la música, la luz, los juegos, etc. no le da
especial importancia.
“Aquí no te creas tú que tienen mucha importancia [esas cosas]; aquí no tiene
mucha importancia el tema de la música, aunque la iluminación, sin embargo, sí; a
las chicas les gusta trabajar con poca iluminación por el hecho de que no se les vea
tanto, por discreción, no quieren que haya tanta iluminación en la sala, por ejemplo,
y te lo piden. Pero cuando damos espectáculo sí se pone iluminación, pero sólo en
la zona donde está la bailarina”.
Y sus relaciones con las trabajadoras afirma que son excelentes, más allá de las
laborales.
“Aparte de trabajar ya formamos como una pequeña familia. Date cuenta de que, al
fin y al cabo, son gente normal y corriente como uno nosotros; y fuera de aquí
tienen una vida..., te cuentan sus problemas; al final se comparten sus problemas y
los tuyos, y los de los clientes”.
357
“Nunca me había faltado para mi piso, hacer mis viajes; me vi sin trabajo, sola, y
entonces me dije ‘¿y ahora cómo pago las cosas?”.
Conocía a una amiga de la infancia que era travesti y que trabajaba en la calle.
Consiguió vencer sus reticencias iniciales y, a través suya, se puso a trabajar en la misma
zona que ella.
“Había mujeres en la calle que tenían chicas trabajando para ellas (...) Les cobraban
una comisión. Y entonces lo hicimos como si yo trabajara para ella, para que no me
tocaran a mí, que era muy peligroso”.
Perdió el contacto con sus amistades, y nadie, salvo su hermana, conocía su nuevo
trabajo.
“Yo no quería salir más; dinero, y dinero y dinero y dinero; ahí enganchada a esta
porquería, todos los días dinero, cada vez quería más, y más y más”.
Conoció a un cliente suyo, con el que entabló una relación formal, y se convirtieron
en socios de un club, dejando de trabajar en la calle. Tuvo una hija con él pero las
relaciones se le complicaron.
“Un día una mujer de esas como chulas117, me dijo que si quería venirme a España.
Tenía miedo y me eché un novio que era un hijo de puta y, para quitármelo de mi
vida, decidí venirme”.
117
Trabajadoras sexuales en la calle que tenían otras ejerciendo para ellas.
358
Reconoce que le explicaron con claridad las condiciones del acuerdo con la red y
que ella las aceptó libremente.
“Mira, te voy a decir una cosa a ti: tu no vienes engañada, tu sabes lo que hay y tú
tienes que pagar ese dinero (...) La mujer te ha dicho ‘esto, esto y esto ¿tú quieres
ir?’ Y yo he dicho ‘sí, quiero”.
Eufemia tenía planes para volver, había dejado a su hija con un familiar, que la
cuidaba y administraba sus pagos. Aquí le había ido bien, había ganado mucho dinero.
“Yo mandaba dinero todas las semanas; dinero, dinero, dinero; para comprar un
coche, pagar mi casa y montar un negocio”.
“Te dices ‘¿por qué tengo que trabajar para las demás si puedo trabajar para mí
misma?”.
359
“No, no; no porque yo siempre sé decidir mis cosas, lo que voy a hacer y no me
arrepiento ¿me entiendes?”.
“Un tío trabajador normal (...) viene, echa su ‘kiki’ de media horita y se larga (...) Y
la gente que tiene dinero echa su copa para su fiesta, para sus guarrerías, para hacer
cosas guarras, para hacer su paraíso. Eso sí, muy elegantes”.
“Hay de todo, de todo, de todo. Hay normal, hay los guarros, hay los falsos; yo los
veo por ahí, por la calle con moralismos (...) Hay todo eso”.
Sobre las causas para comprar sexo por los hombres, revela motivaciones muy
distintas en cada persona.
“Muchos que quieren tumbarse conmigo en la cama, muchos que quieren que sea
su novia (...) Y hay otros que cuando entran tú tienes que cerrar la casa, porque
todas las chicas de la casa son para él”.
“Yo entro con los clientes, hago lo que tengo que hacer y cuando se va ya está
alejado de mi cabeza”.
360
En la actualidad compagina el negocio con otros trabajos y atiende a sus hijos, que
permanecen con su marido el resto del tiempo, durante los fines de semana.
“Las niñas están con él (...) Están en su escuela; yo las cojo los fines de semana, las
llevo de paseo; y él nunca se entera de aquí (...) Es un tío que me quiere
muchísimo; lo que pasa es que no tiene dinero, es un trabajador normal”.
361
362
3.2 MUJERES QUE PRESTAN SERVICIOS
Constituyen los sujetos centrales de los negocios que estamos analizando. Como se
puede apreciar, ellas articulan, con su trabajo, el conjunto de actividades y de relaciones
que se constituyen en los diferentes establecimientos y entre los diversos actores que
concurren en ellos. Aunque es frecuente que acumulen un variado currículo laboral en el
sector, también las hay que siempre trabajaron de forma profesional ofreciendo servicios
sexuales exclusivamente. Sus itinerarios vitales suelen ser muy dispares, así como sus
motivaciones para entrar en el sector. Asimismo, son diversas sus historias de éxitos y
fracasos.
Se suele dar por establecido que son motivaciones de carácter económico las que
impulsan a ejercer esta profesión a muchas de ellas (Lean, 1998; Meneses, 2003
Skrobanek, Boonpakdi y Janthakeero, 1999); como expresan la mujeres mismas, no es
menos cierto que suelen pesar en la decisión factores diversos que, por lo demás, no se
presentan de manera aislada. Salvo para Jovita y Juana —que son andaluzas—, trabajar en
la industria del sexo estuvo vinculado, en un momento u otro, a sus respectivos proyectos
migratorios. Así, la falta de expectativas vitales son las que impulsaron a Ginebra, Ania,
Alexandra, Olga o Farah. En otras mujeres pesaron más motivos relacionadas con el sostén
familiar, como ocurrió a Sacramento, Basma, o Lobna. A veces se trata de deudas que
requieren un aporte importante y para el que no se tienen recursos; es el caso de Aixa, que
necesitaba pagar la deuda por el precio de su matrimonio —que compró para conseguir los
papeles—; de Oleñka, que tuvo que afrontar una hipoteca que no podían soportar. También
la curiosidad y las ganas de conocer mundo pueden ser un motivo, como expresa Sonia.
Por su parte, Pasha, Jovita, Imán y Amal vinculan sus inicios en el trabajo a proyectos
personales que se truncaron por diferentes motivos en un momento determinado de sus
respectivos recorridos personales.
En relación a la variedad de motivaciones, Neira (2012) narra su sorpresa conforme
comenzó a conocer a trabajadoras que no tenían necesidad vital alguna y que gozaban de
buena posición económica. También López (2010) relativiza y complejiza el
‘monocausalismo’ economicista de la pobreza como determinante para la elección del
trabajo sexual como medio de vida. De igual manera, Rodríguez y Lahbabi (2004)
cuestionan ese enfoque, dándole importancia a factores individuales y contingentes.
363
Otra cuestión diferente son las motivaciones que incentivan la permanencia o
dificultan el abandono del desempeño. Este es un terreno menos investigado y que
requeriría de estudios diacrónicos. Sobre ello, hay variadas expresiones por parte de las
propias mujeres que he entrevistado, si bien expresado de forma difusa y a veces
contradictoria. Así, Sacramento vincula la permanencia a las preferencias personales y
sexuales; Farah lo atribuye a la dependencia que les genera el nivel de ingresos que
obtienen; otras consideran que no terminaron de realizar sus proyectos aún, como Ania o
Alexandra; Oleñka no se plantea dejarlo por ahora; Aixa, Eugenia, Ginebra, Iman y Sonia
desean dejarlo, pero dicen no tener alternativa fuera del sector.
Por último, y como ya abordé en el capítulo anterior, podemos apreciar con cierta
claridad cómo el estigma asociado al trabajo sexual supone una barrera enorme en los
364
primeros momentos de inserción en ese sector laboral. Aspectos como la religión, las
tradiciones en sus comunidades de origen o la educación en valores en su entorno familiar,
afectan claramente al normal desenvolvimiento de las chicas, al menos en los primeros
momentos de desempeño de su trabajo, tal y como han hecho constar en sus testimonios.
En el caso de las españolas, una cierta separación física voluntaria de su entorno vital
atenúa las consecuencias del estigma en la práctica de esta actividad.
“Yo aquí vine a trabajar; cuando vine a España, vine con mi padre; estaba viviendo
con mi abuela ¿me entiendes?, y de ahí ya me quería buscar trabajo”.
Cuando perdió su último trabajo, y viendo que no le salía ninguno nuevo, decidió
dedicarse al trabajo sexual.
Un día se acercó a unas chicas que captaban a sus clientes en la calle y empezó a
trabajar con ellas.
Ha ido a visitar a su familia varias veces y habla con ella casi a diario. Y admite
que no conocen el trabajo que desempeña.
“Yo no quiero que se entere la familia y todo esto. Porque esto es una vergüenza,
porque no es algo tan bueno”.
Reconoce que al principio sentía vergüenza y miedo, ‘porque no había hecho esta
cosa nunca en mi vida...’.
365
“La primera vez yo no sabía mucho, mucho; así, claro, muy diferente. Porque vas a
trabajar con más gente, gente que son muy malos, [otra] gente que son
tranquilos...”.
“Son los marroquíes que sólo pagan diez euros; como no tienen dinero...”.
Revela las dificultades que encuentra en su trabajo, las precauciones que toma y los
criterios de selección que adopta.
“La primera vez hace falta hablar con ellos, si veo en su cara que está tranquilo, sí
[entro con él]; porque hay gente que son peligrosos y claro que con esos no voy a
entrar”.
El tipo de servicios que realiza se limita a chupar y a follar, siempre con goma. Ni
besa, ni se desnuda para desempeñar su trabajo. Si le piden otra cosa ella no lo hace,
aunque pierda clientes.
“Hay algunos que vienen y dicen ‘yo quiero besar la boca’ y yo le digo que no
quiero y ya se va, claro. Porque yo no quiero besar a la gente con la boca y luego
me ponga enferma ¿entiendes?”.
“Sí, yo sé que algunas chicas sí, pero yo no. Eso es porque a algunas le gusta follar
con ellos, pero a mi no me gusta”.
Vive sola y no tiene relaciones sociales fuera de su entorno laboral más cercano.
366
“De este trabajo no me gusta nada, sólo que trabajo porque me hace falta dinero,
porque no puedo trabajar en otra cosa”.
“Hay gente tranquila, hay gente muy malos; cuando llegan los malos... ¡madre mía!
Porque quieren alguna cosa que no puedo hacer”.
“No, de pegar no, pero palabras malas sí que dicen con la boca; pero así de
haberme pegado no”.
Alexandra tiene planes bien definidos: comprarse una casa en la ciudad donde vive
su familia. A pesar de ello, envía dinero cuando se lo solicitan.
“No lo mando así siempre, sólo cuando les hace falta; si les hace falta cincuenta
euros, cien euros... claro, son mi familia. Pero yo mi dinero lo guardo”.
“Yo creo que me voy a quedar un año... o un año y pico, y ya creo que me voy a
ir”.
367
Sacramento, trabajadora sexual.
Sacramento es una mujer latinoamericana que supera ya los cincuenta años; llegó a
nuestro país con un contrato de trabajo para la agricultura que le gestionó una amiga suya.
La conocí en un club aproximadamente hacia el año 2008 y desde entonces hemos
mantenido contactos esporádicos pero continuados; he conocido a su familia y visitado su
casa; hemos salido a comer o de copas y nos hemos felicitado en las fiestas.
“Vengo de familia pobre, tengo 4 hijos y tengo una nieta y una madre enferma,
pues me veo en la obligación de ganarme la vida en la noche”.
El viaje se lo pagó su madre. Y desde el principio tuvo claro que el trabajo sexual
podía ser una opción, pues la persona que le gestionó el contrato ya trabajaba en el sector.
“Yo vengo de una familia pobre, que no es una familia poderosa, o sea que tenía
que tener el cuerpo al agua, aunque mi amiga con la que vine, no me hubiese dicho
a qué venía. Por lo menos yo sabía a qué me atengo, porque hay muchas noticias, y
yo leo muchos libros, y yo me empapo de las cosas que pasan en el mundo”.
“Me encontré un hombre muy bueno; muy bueno, muy bueno, muy bueno, y esa
fue una experiencia muy bonita, porque vivimos momentos muy agradables,
inolvidables”.
Sólo una hermana suya conoce su trabajo y, aunque se siente mal por eso, es
comprensiva con ella y lo admite.
Es consciente de que ser inmigrante y poseer rasgos fenotípicos diferentes remarca
el estigma:
368
“A veces tú sales a la calle y te preguntan ¿cuánto cobras?; entonces yo me
cabreo”.
“Yo perdí mi marido y mis hijos crecieron y no los vi [crecer]; mi nieto no vi, su
crecimiento no vi, y esas son cosas que tú te pierdes (...) Me compré una casa (...)
Yo entonces pude costear la enfermedad de la que murió mi padre”.
“La ventaja de que tu hoy puedes no tener y mañana tienes. Y de que tú no tienes
que esperar un mes para cobrar. Esa es la diferencia. Y que tú hoy te vas sin nada,
pero que mañana te puedes ir con mil euros, si tienes suerte”.
Considera que este trabajo puede ser una opción para encontrar pareja.
“Yo conozco mujeres que todavía en el tiempo que llevan aquí en este mundo, son
mujeres que están casadas, mujeres que son dueñas de pisos, que ya han encontrado
un hombre y así sucesivamente”.
“[Lo peor es] la noche. La noche es que es..., la noche es para dormir, se hizo para
dormir”.
“Yo conozco mujeres que sí quieren salirse y también conozco mujeres que en esto,
es como una adicción, que todavía tienen la posibilidad de estar en un trabajo
[diferente] y no pueden [por adicción]”.
369
“En este mundo de la noche hay mucho, mucho egoísmo, mucha falsedad, hay
muchas caras (...) Hay competencia, hay competencia..., pero creo que hay más
egoísmo que competencia (...) Eso es la noche, que lo que te pone es más arrugas
que otra cosa”.
“Los clientes, pues..., hay a veces mucha relación estrecha, donde hay clientes
buenos, y hay relaciones que todavía, todavía, de los años, de los primeros años que
yo me metí, todavía tengo amistades ahí. Uno hace muchas amistades, pues qué te
digo yo...., qué te digo yo, a mitad de buena y a mitad de malo, porque hay gente
buena y gente...”.
Casada muy joven, su marido la obligó a trabajar siendo ella aún menor de edad.
“Tomaba droga, se metía mucha cocaína y heroína, y entonces yo era una niña, una
niña (...) A mí no me dejaban hablar con las chicas; y lo primero que me dijeron es
que ‘tú te llamas fulanita, fulanita y tienes estos años’ (...) Yo no veía un duro, no
veía un duro, que yo no veía ni un duro (...) Cuando yo salía del club, me llevaban a
la habitación del hotel y allí me llevaban la comida; yo no salía para nada,
solamente de la habitación al club”.
370
Poco después de parir su último hijo, su marido la dejó, después de vender todos
los muebles y electrodomésticos de la casa. A partir de ese momento, ya comenzó a
trabajar por su propia iniciativa.
Ejerció por su cuenta con salidas a domicilios, en hoteles de plaza, en clubes y
casas de citas; también durante un periodo de tiempo ejerció en la calle. Eso sí, siempre
alejada de su entorno familiar que se hizo cargo de sus hijos.
Recuerda su primera experiencia sexual calificándola de horrible.
“Un viejo de 68 ó 70, o por ahí (...) Lo pasé muy mal, lo pasé muy mal; porque a mí
me vino un hombre, un hombre viejo... y me pidió que hiciese cosas que yo no
había hecho (...) Lo que era el sexo oral, que le hiciera cosas que yo no había
hecho. Lo había hecho con mi familia pero con la gente no, con la gente ni hablar,
¡hombre!”.
“Yo, con los clientes que yo he tenido, mantengo buena relación hoy en día con
ellos; no he tenido ningún percance con ninguno, sea marroquí, sea moreno o sea
español”.
“Porque son muy agresivos, son muy agresivos; y una vez estuve con un rumano, y
es el único problema que he tenido, quería quitarse la goma y me hizo moratones
por aquí; lo que pasa [es] que el chico donde trabajaba, en el piso que trabajaba,
pegó una patada en la puerta y lo sacó afuera, para abajo, sin ropa y sin nada; pero
[fue] el único [caso]”.
Pone límites a sus servicios, tanto por la prestación en sí como, más aún, por los
clientes que los solicitan; aunque me confiesa que los ha realizado casi todos, pero de
manera muy ocasional,
Con sus compañeras reconoce haber mantenido buenas relaciones, sin embargo
revela problemas de competencia que considera normales.
371
“Yo con ellas bien (...) En este trabajo las mujeres somos celosas, somos
envidiosas, no puedo decir otra cosa”.
“Algunas veces que sí, algunas veces que sí; unas veces no, otras veces sí (...) Si el
hombre te trabaja bien, que también hay de todo, de verdad, a veces... [he
disfrutado] (...) Y me ha tocado, a lo mejor, con una persona que de vista tú te
dices..., ‘a mí ¿cómo me ha pasado esto a mí, cómo me ha pasado esto a mí, sí...’?
Pero no me siento culpable..., porque si hoy he disfrutado esto que me llevo”.
Con el tiempo fue conjugando el trabajo sexual con otras dedicaciones, recurriendo
a él de manera coyuntural.
“Cuando lo he ido necesitando, lo he ido haciendo. Y hoy en día pues si tengo que
hacerlo lo hago, si necesito algo (...) Sí, yo tengo todavía algunos contactos; les doy
un toque, les doy un toque y si quieren me llaman y si no quieren pues no me
llaman”.
“Yo ya estoy medio retirada, porque yo ahora, como has visto, tengo un pequeño
negocio; si lo hago es por una necesidad, no es siempre”.
“Él sabe que antes yo he trabajado en esto, que he llevado una vida mala, una vida
dura; él no me lo echa en cara ni nada”.
372
“Pero si yo necesito, por ejemplo, para comprar los libros del colegio de mi niño o
algo que necesitan mis niños, que no me lo da el negocio y mi pareja no me lo da
porque no tiene (...) entonces yo ya acudo a mis clientes”.
“¿No sabes porqué? porque la gente tiene que trabajar, pagar alquiler. Porque
estando en mi país, ganaba 180, no es igual. Para eso me vine, para trabajar, vida
mejor, puedes comprar una casa, tener colegio para tus hijos...”
“Mi marido lo conocí en el trabajo (...) Nosotros nos conocimos un mes nada más y
ya arreglamos papeles para casarnos. Así de rápido”.
Su matrimonio duró poco, se separó y empezó a buscar trabajo en el sector del sexo
por primera vez.
“Nunca había trabajado ¡no puedes! Cuando estás casada no puedes marchar con
otro. El Dios no quiere de esta manera”.
“Primero por Dios y luego por mi. Tengo mucho miedo de Dios; no solo para la
vida; si no tienes para comer le pides a la gente, pero no abras las piernas, pides
373
ayuda (...) ¿Pero qué haces? También tenía vergüenza de pedir; cada uno habla una
cosa: uno quería, otro no quería, otro estaba enfadado..., otro habla mal”.
Tampoco tuvo problemas con sus clientes, aunque siempre estuvo alerta de su
salud, no realizando trabajos sin preservativos y tampoco besando en la boca.
Y me confiesa que nunca tuvo que realizar servicio alguno que no quisiera.
Su clientela es variada, propia de un club situado en una importante vía de
comunicación cerca de una gran población.
“Hay de muchos sitios; Málaga, Murcia, gente que viene de viaje. Aquí entran
muchos, más que de Almería”.
Admite que todos sus clientes le piden de todo; no obstante, reconoce diferentes
motivaciones para ir.
“Todos los clientes que he tenido me han pedido tonterías. Unos quieren chupar,
follar (...) Hay gente que va, toma una copita y hablan con las chicas y ya está (...)
Uno viene y sólo me pide bailar (...) Cada uno tiene su cosa”.
Tampoco desvela problemas importantes con ellos, salvo incidentes verbales con
algún desconsiderado.
“Un cliente, español me ha dicho ‘¿qué haces aquí, por qué vendes tu cuerpo?’ Yo
le he dicho ‘¿y a ti qué te importa? ¿y por qué tu vienes aquí?’ (...) ‘Que nosotras
vendemos para comer, pero tu mujer lo hace gratis”.
374
Reconoce que a veces disfruta con el sexo en el trabajo.
“Todas no; porque sólo piensas en trabajar para ganar dinero (...) Si entra uno
bueno, sí, no pasa nada; (...) Yo no quería pero no lo había hecho desde hace mucho
tiempo (...) Cuando llevo mucho tiempo de hacer el amor, él paga y yo me corro”.
Basma desempeña esta labor por temporadas, según le van los empleos y las
necesidades. En realidad lleva poco tiempo desempeñando este oficio y lo compagina con
la ayuda de alguna amistad, algún amigo que le resuelve lo inmediato en momentos de
carencias. Admite que los hombres con los que establece este tipo de relaciones
desconocen que se dedique al trabajo sexual.
“Para ganar dinero; porque allí tenía una situación un poco mal y faltaba dinero (...)
Y tengo a mi padre también enfermo de cáncer y hace falta mucho dinero”.
Vino mediante un contrato gestionado en origen por ‘una empresa que mandaba
chicas’ a diferentes países europeos. Por todas las gestiones le cobraron mil euros.
“Allí me han dicho, cuando me mandaron de una empresa, me han dicho que me
mandan a un bar de copas; que iba va a beber copas; así, como mujer de
compañía”.
“Yo sé que algunas chicas sólo hacían copas... Sí, yo sólo hacía copas, pero es
dinero que no era bastante para pagar deudas, porque cada día tener que pagar casa,
375
comprar comida (...) Y como vi que no ganaba nada, dejé el bar de copas y marché
al club”.
“A mí no me gusta mucho hablar con la gente (...) y a muchos clientes les gusta así
hablar mucho tiempo; y al final te cogen o no te cogen, te pagan o no te pagan
[risas]; sólo pierdes el tiempo, no me gusta”.
También reconoce dificultades para competir con otras chicas dados los límites que
establece en los servicios que presta.
“Yo no chupo sin goma, yo no follo sin goma, yo no follo por el culo. Entonces
¿que hago yo en el club? ¡Yo no puedo hacer ahí nada!
“Para mí mejor trabajar aquí, trabajar en mi casa; [Tengo clientes] por Internet, o
busco gente de la calle”.
Nunca se ha sentido obligada a realizar servicios que no haya querido; pero admite
que sí ha tenido problemas con algunos clientes, dándose esa circunstancia con más
habitualidad en el club.
376
“Sí, como todas las chicas he tenido problemas (...) Si está borracho y no puede
terminar, pasa el tiempo, y no quiere pagar más, no quiere salir”.
“Si están borrachos, si están drogados (...) Si alguna mala palabra mal, yo no voy a
entrar nunca con él”.
Niega tener una opinión sobre los clientes. Y considera que la ausencia de pareja
sexual es la principal motivación para acudir a sus servicios.
“Algunos que no tienen familia, que no tienen mujer; algunos que no se encuentran
muy bien con su mujer [silencio], así”.
Tampoco ha mantenido, ni mantiene, relaciones con los clientes fuera del lugar de
trabajo, ni profesionales ni personales. No obstante, reconoce que su actual pareja, su
‘amigo’, lo conoció por ser cliente suyo. También manifiesta que conoce a muchas chicas
que encontraron pareja entre sus clientes.
“Tengo amigas que están casadas, y de mucho tiempo. Y algunas que dejan de
trabajar, [otras] que no dejan de trabajar, que siguen trabajando”.
No tiene conflictos con los vecinos. Y tiene relaciones sociales tanto fuera del
ámbito laboral como con compañeras de trabajo.
377
En la actualidad Nadia sigue obligada a enviar dinero cada mes a su país para su
hija. Eso le impele a no plantearse dejar este trabajo aún, de tal manera que su itinerario
migratorio permanece abierto. En cualquier caso, señala aspectos positivos de su
trayectoria.
“Que puedo sin problemas marchar a mi país, volver aquí; arreglar cosas en mi
país, que me faltaba arreglar de la casa, que [puede] estar estudiando mi hija”.
“El primer año sí he trabajado [en esto] porque he pagado los papeles y luego he
parado. He trabajado de camarera”.
Las causas que aduce tienen que ver con las condiciones higiénicas y el
comportamiento de los clientes.
“En esto tienes que aguantar todo, los sucios, la gente buena, la gente mala ¿no?
Todo tipo de gente”.
378
Pero también por sus convicciones religiosas.
“No, nunca. Siempre he puesto un papel aquí [taponando la nariz]. Porque la gente
viene drogada y no se da ni cuenta”.
Considera que los motivos, por los que los hombres pagan para tener sexo, son
variados.
“A disfrutar, para follar (...) Algunos tienen problemas, con la bebida, (...) Para
cambiar un poco, si tiene problemas con la mujer o con la novia (...) Para olvidar”.
Y confiesa que nunca tuvo que realizar servicio alguno obligada, aunque reconoce
problemas con algunos clientes por las condiciones que le pretendían imponer.
“Muchas veces te quedabas en la cama con uno, que lo quería hacer por el culo, que
lo quiere hacer sin goma, que te la quita por la fuerza”.
“Yo lo hago en mi casa, yo compro güisqui, por si alguien quiere entrar una hora;
lo invito a una copa y paga cien euros y yo lo invito (...) Y así el cliente viene más,
está más a gusto, se toma copas, y habla y disfruta y escucha música; mejor así,
como un rato agradable; a mí me gusta eso, pero es muy pocas veces cuando me lo
piden”.
“Hay algunos que tienen mis teléfonos, hay los que conocemos en la calle, en la
cafetería, en el bar..., así. La mayoría los encontramos en la calle, ahí hablamos”.
379
La mayor parte de los hombres a quienes presta sus servicios son inmigrados
africanos: ‘trabajos rápidos’, como expresa utilizando el argot propio del gremio.
“Mínimo veinte euros, mínimo, veinte euros; rápido, diez minutos (...) La mayoría
tenemos muchos clientes extranjeros; muy pocos entran por 50 € o por 100 €. (...)
La mayoría [lo] quiere así [rápido]. Está la cosa muy mal, la gente no paga”.
Trabaja con discreción, lo que le permite evitar conflictos con los vecinos; tampoco
revela problemas con sus compañeras de trabajo.
“Cada una tiene su forma de trabajo, cada una tiene sus clientes, y ya está”.
“En el club siempre hay miedo del jefe, no puedes hablar, no puedes decir nada ni
nada. En tu casa, él [el cliente] sabe que tú eres la dueña de la casa, no puede hacer
nada. Si él se pone chulo, haces una llamada y viene la policía directamente”.
“¿Pero qué voy a hacer?, ¿me quedo en la casa? No hay trabajo, donde vas te dicen
‘luego, luego, apúntate; luego te llamo; apúntate, luego te llamo”.
380
Entró en el territorio español con su pasaporte en regla, pero desde entonces no ha
podido normalizar su situación administrativa.
“Yo cuando vine sabía todo ¡claro! Sabía todo, todo, todo”.
“Guardar niños, guardo niños; estar con viejo, guardo viejo; pero luego murió. Pero
es poco dinero, es poco dinero; nada”.
“En clubes tú dependes de los dueños, dependes de la gente; engañan mucho a las
chicas por dinero ¿me entiendes?”.
Tal vez ese juicio esté relacionado por sus propias experiencias con la ingesta
habitual alcohol:
“Porque las chicas antes beben mucho, porque las invitan a alcohol y entonces dice
[refiriéndose a los dueños, cuando las chicas le reclaman] ‘tú no puedes decir esa
cosa porque estás borracha’; yo [puedo] estar borracha pero no estoy gilipollas ni
loca; ese es mi trabajo y yo lo sé, tengo un papel, tengo mis tiques, sé todo”.
También considera que las casas son establecimientos más idóneos para los
clientes.
381
“Los clientes tienen familia, mujer, niños y no salen todos los días; y el club es
sucio, es un sitio sucio ¿entiendes?; por ejemplo, tu estás en un puticlub y te puede
ver tu vecino, y bla, bla, bla, hablarlo con tu mujer, con tu familia”.
“La culpa la tiene la mujer del español. Si de una familia de cliente, su mujer puede
hacer todo para su marido, ningún hombre vendría para estar con otra chica, con
otra mujer. Eso es culpa de la mujer española”.
Opinión tal vez vinculada a la percepción de la búsqueda del afecto y el cariño por
parte de sus clientes. O a la discriminación de distintos comportamientos sexuales entre las
mujeres de su país y las del nuestro.
“[El griego] sí puedo, por dinero. Porque ese es dinero mío, aparte; no para el
dueño, es mío aparte, mío”.
Olga vivió directamente, estando aquí en Almería, una típica intervención policial
en busca de la trata. A pesar de que la policía conocía dónde trabajaba, la detuvo en la
calle, la llevó a comisaría y le ofrecieron papeles a cambio de denunciar a la dueña del
local en el que trabajaba, a lo que se negó rotundamente.
Como le dieron varios días para ‘reflexionar’ y llevarles el pasaporte a comisaría,
aprovechó — presa del miedo— para escaparse y poner tierra por medio, desapareciendo
de Almería.
382
Sonia, trabajadora sexual
Conozco a Sonia, desde que comenzó a trabajar por cuenta propia en un piso, hace
unos siete años; me la presentaron otras chicas de su mismo país. Desde entonces, trabaja
en pisos de contactos y ahora en su propio domicilio.
Es originaria de una gran ciudad de Europa del Este y llegó por primera vez en el
año 2002. Entonces estaba divorciada y con una hija.
La historia que cuenta sobre su viaje es algo rocambolesca; afirma que vino de
turismo pero que la estafaron en la agencia de viajes de su ciudad y que llegó a Almería
con la ayuda de una familia española que encontró en el aeropuerto de Barcelona.
Tras un amor fallido en Almería y varias idas y venidas a su país de origen, decidió
quedarse para trabajar en un bar de copas con otras chicas que había conocido, dejando allí
a su hija.
Sufrió en una ocasión una deportación a su país, pero al poco tiempo volvió con un
pasaporte nuevo.
“Desde el año 2003 hasta el 2007, ahí cada día dinero, cada día dinero, y mucho,
mucho, mucho”.
383
“Yo estoy registrada en una web de relaciones personales, pongo mi foto y cuando
los hombres preguntan ‘¿tú quieres casarte o amistad?’ yo contesto ‘quiero trabajo’
o ‘me busco la vida’; aunque no todos entienden [lo que quiero decir]”.
“Yo sólo hago, hablando correcto, chupar y follar; estos son mis servicios: ni culo,
ni sin goma, ni nada, nunca, nunca; mi salud es muy importante”.
No le gusta este trabajo, menos aún ahora que mantiene una relación estable, que
tiene novio. Para ella, trabajar con hombres no tiene nada bueno. Aún así, reconoce que se
ha acomodado a esta dedicación que justifica con la ausencia de otras alternativas
laborales.
Manifiesta que ha sentido vergüenza por la dedicación que tiene; por las miradas en
la calle; por haberla reconocido clientes suyos cuando sale a comer con su marido, o en el
mismo ejercicio de su trabajo.
“Siempre yo decía que ‘esta es la primera vez’; que ‘yo, no trabajaba antes en esto,
perdóname’. Pero para al cliente le daba igual que yo hubiera trabajado, o que yo
no hubiera trabajado antes”.
Me confiesa que, ya antes de dedicarse a este trabajo, sentía cierta aversión por esta
ocupación.
“Toda mi vida, antes de venir de mi país, yo no podía mirar a las chicas ni a las
mujeres que trabajan en esto; hasta angustia sentía ¿sabes?”.
384
Con los hombres mantiene relación estrictamente profesional. No obstante, conoció
a su actual marido como cliente, con el que se casó para obtener los papeles. Muestra
mucho cariño y agradecimiento hacia él. Él le paga el piso, le ayuda en diferentes aspectos
y ella lo visita una vez a la semana para atenderlo.
“Yo ahora cada semana voy por allí, para limpiar la casa, preparar la comida, salir a
comer con él (...) Él no tiene ni niños, ni mujer de antes, la única persona que tiene
soy yo”.
Su marido conoce la relación afectiva que mantiene desde hace varios años con otro
hombre, su ‘novio’, con el que vive.
“Yo tengo novio y es muy importante para mí mi novio (...) Porque él [su marido]
dice que viva con quien quiera, él me ayuda a todo, él paga mi casa, él sabe que yo
vivo con mi novio”.
Las relaciones con los vecinos son buenas, también con la dueña de su vivienda. Y
conocen en qué trabajan.
“Antes todos los vecinos me miraban mal. Y ahora todo bien, el presidente siempre
me pregunta ‘¿cómo está el negocio Sonia?”.
“Paco, sueños no, sueños no; quería trabajar por mi hija y comprar piso a mi hija en
mi país, para disfrutar. Ahora todo está bien para mi hija y para mí. Un piso grande
muy bonito. Toda la vida la doy para ella”.
385
“En mi país ahora hay mucho trabajo; yo puedo marchar otra vez y trabajar en el
barco [de camarera] y ganar más que aquí; pero no quiero. Estoy acostumbrada
aquí; antes en mi país otra gente, otra manera, mucha envidia...; no quiero; y yo
aquí no quiero gente de mi país”.
“Por ejemplo, aquí hay mucho derecho para la mujer, sus cosas buenas ¿No? [Ríe]
que no hay en mi país”.
Para ella el trabajo en los clubes es muy duro por tener que pasar muchas horas allí,
tener que soportar gente borracha, o que te soba y luego no solicita servicio alguno. En
ellos tienes menos margen de negociación, mientras que en la casa ella pone los límites.
386
“En el club, encuentro el club muy difícil para mí, porque te entras con media hora
[y] hay que terminar en media hora con ellos, es mucho trabajo; en la casa no
porque [no entran] gente borrachos y acaban bien”.
Cuando grababa la segunda sesión con ella me comentaba que tenía un novio que
casi le duplicaba la edad.
“Eso antes no me gustaba, pero como me cuida bien, me trata [bien], no me importa
la edad; no, no, no, en el amor no hay edad, no; ¿sí o no? [intentando
comprometerme en la respuesta]”.
Cuando habla de su actividad se refiere a ella como un trabajo del que muestra una
valoración ambivalente. En un momento dice no encontrarle ninguna ventaja, pero que le
permite ganar mucho dinero en poco tiempo y que hace que te enganches a él.
“Primero te sientes bien porque entra dinero y todo [eso], pero con el tiempo ya te
sientes mal, porque pierdes años trabajando en esto; ya te enganchas en eso, ¿has
entendido? te enganchas; este trabajo es como droga”.
“Puedes encontrar mucha gente, saber muchas cosas, en este [trabajo] te encuentras
mucha personalidad [por: personajes o personalidades], con mucha clase de gente;
sabes mucho del mundo, de la vida (...) Este trabajo es también como una escuela,
[conoces] muchas mentalidades, cómo piensa uno, como habla uno, otro, otro,
¿sabes?”.
“Desde las diez de la mañana, las once, hasta las ocho o las nueve [de la tarde]; a
veces hasta las diez, depende; no tenemos... [horario]”.
No hace un juicio concreto de sus clientes, reconoce que hay de todo y que depende
de cada cual.
387
“Hay clientes buenos, te juro, hay clientes que te respetan, [que] te tratan con
mucho cariño ¿sabes?; hay otros [que] no; otros que... ¡es como una tienda! a una
tienda viene gente mala, uno que habla bien, otros ... [que no], es igual, puedes
coger de todo, como [en un] taxi, como... [en cualquier lado]”.
“Hay gente que sabiendo que trabajas en eso te trata bien, te saluda..., hay gente
que no, gente que te mira con otra... [cara], ¿me has entendido?”
“Mira, para mí, este trabajo es como un enganche para muchas mujeres; empiezas
la prostitución y luego ya es un enganche a este trabajo, una droga. Puedes
encontrar un hombre que te quite de esto, haces niños y vida y así, sí (...)
Encuentras muchos, yo he encontrado muchos pero ya está, vamos a hacer: [él te
dice] ‘tengo dos mil, dos mil euros, ¿cuánto te falta?, vivimos con dos mil’; ya no
quiero, porque dos mil euros para mí...[no es suficiente] (...) Mira Paco, tú estás
cobrando cuatro mil euros, por ejemplo, estás cobrado cuatro mil euros, ¿sí?,
388
viviendo bien, de vivir bien, tu casa... , todo, y luego te bajas a cobrar mil
quinientos, ¿no quieres no?”.
“Cuando terminé la básica ¿no? me fui a la ciudad para continuar con los estudios,
para empezar bachillerato; y ahí estuve [viviendo] con mi madre; no me llevé bien
con ella, empezamos a pelearnos fuerte y tal... y entonces dejé de estudiar...; a lo
mejor me iba al campo a trabajar, o sea a recoger maíz o a recoger uva, dos o tres
días, o..., yo qué sé..., poquita cosa (...) Yo no me lo pensé poco, pero no tenía
otra...; o sea, allí si no tienes a alguien para empujarte un poquito...; y te ves muy
sola, y que no tienes... vamos...; no es una cosa como decir así no tenías para comer
(...) No era eso, eran otras cosas, no sé: un pantalón, un vaquero, unas zapatillas...”.
Vino a través de una red con un amigo que se convertiría en su pareja. A pesar de
disponer de un pasaporte en regla, hicieron un viaje rocambolesco a través de varios
países, utilizando diversos medios de transporte.
“Era un amigo que lo conocí allí en mi país, entre amigas, fuimos a una discoteca y
tal y allí nos conocimos. Me lo propuso y ya nos vinimos (...) Tuve que pedir
prestado dinero y después devolverlo”.
Era consciente del trabajo que podría realizar, si bien no tenía una idea clara de
cómo podría ser su desempeño.
“Sí, la que se venía de allí venía a eso (...) Yo sí. Yo por lo menos sí”.
389
Ha trabajado en invernadero, en casas por horas y en diferentes clubes, en distintas
ciudades; también trabajó en un piso para clientes africanos en la zona de El Poniente.
Aunque durante el periodo de gestación y lactancia de su hijo no ejerció empleo alguno.
Recuerda los sentimientos que afloraban las primeras veces que ejerció el comercio
sexual.
Le cuesta convivir con el estigma y aún hoy sigue sintiendo vergüenza por el
trabajo que realiza. Teme por su hijo si la reconocen por la calle y la saludan clientes
suyos. Su estrategia consiste en trabajar alejada de los lugares donde reside, fuera de su
entorno vital. Esa norma la cumple hasta tal extremo que le ha supuesto romper relaciones
de amistad con compañeras de trabajo con las que vivía desde hacía mucho tiempo.
“Agredida no, pero decirme tonterías así de alguna palabra que se le escapa, a lo
mejor, pero sólo eso”.
390
Concede que, en ocasiones, disfruta y obtiene placer en el desempeño de su trabajo.
Respecto de los clientes, conviene que hay de todo y que van a todo; y que, en
general, se requiere manejarlos convenientemente; aún así no tiene mala opinión de ellos,
aunque prefiere a los españoles.
“¡Hombre! no es que tenga mala opinión ¿por qué?, no tengo por qué; cada uno
puede ir donde quiera, a gastarse el dinero como quiera, con quién quiera”.
391
Se vino con una amiga que ya estaba trabajando aquí en el sector del sexo, y fue
consciente desde los primeros momentos del tipo de trabajo que realizaría.
“Fue idea mía. Porque mi amiga siempre venía tres meses, venía otra vez, se
quedaba un mes [en mi país], venía..., y así; yo lo pensé, yo le estaba dando vueltas,
vueltas, y yo pensando, ‘¿qué voy a hacer? ¿voy a ir?, ¿no voy a ir? Lo pensé
mucho, pero mucho”.
Recuerda el primer servicio; entonces apenas hablaba castellano, se sintió rara por
realizar un trabajo que no es ‘normal’. Su percepción de él en esos primeros momentos la
presenta como ambivalente.
“Pues antes sí, porque ganabas mucho dinero, te podías permitir mandar mucho
dinero, comprarte algo en tu país, piso o algo, con tanto dinero; ahora no, porque
ahora vives sólo para pagar el alquiler, para comer, para comprarte algo y...
también mandar, pero muy poco, muy poco”.
Respecto de los clientes confiesa no haber tenido malas experiencias. Reconoce que
nunca tuvo problemas con ninguno, que ha tenido siempre buenas relaciones con ellos,
salvo alguna vez con los ‘marroquinos’, por culpa del alcohol o por no respetar los tiempos
pactados.
392
No tiene una opinión definida sobre ellos en conjunto.
“Hay de todo, hombres que engañan a sus mujeres, hombres que no están casados,
jóvenes que no tienen novia...”.
“Vienen por el sexo, algunos vienen, así, para hablar, algunos vienen porque les
gusto yo, depende, algunos no me soportan, también”.
Acepta que con algunos clientes tiene relación de amistad y que a veces salen de
paseo o a tomar algo, sin mediar relaciones profesionales con ellos.
De los servicios tiene claro cuales presta y cuáles no. Pero nunca tuvo que realizar
alguno que no quisiera.
“Pues yo no follo por el culo, no follo sin goma, no chupo sin goma, y ya está; el
resto sí, no pasa nada”.
Admite que su trabajo ha afectado a sus relaciones sentimentales: por él perdió dos
novios; el primero era de su país y no acepto el trabajo que realizaba cuando se enteró de
ello; el segundo era andaluz y la relación decayó cuando comprobó que ella no dejaría el
trabajo.
Sin embargo, manifiesta que su sexualidad no se vio afectada por el tipo de
desempeño que desarrolla.
393
Y admite haber disfrutado sexualmente, en ocasiones, con algunos clientes.
“Algunas veces, depende; que puede gustarte uno, que venga y que te guste y ya
está (...) Te sientes rara también, muy rara ¿no? un trabajo así, para hacer esto y
mira lo que ocurre [sentir placer]”.
“Sólo sé que me voy a ir a mi país, y ya está; no voy a volver [aquí]; voy a estar
con mi hijo y con mi familia, y ya está”.
394
entorno familiar. Sus comportamientos no se ajustaban a lo que los demás miembros de la
familia esperaban de una mujer, tal y como prescribía el entorno cultural en el que vivían.
“Ellos pensaban que el estudio le da a la persona más libertad, que entiendes más
cosas no correctas, (...) muchas cosas que están contra la familia, contra la religión,
contra muchas cosas”.
Él era un español mayor que ella que, en aquellos momentos, casi le duplicaba la
edad. Se quedó embarazada y se escapó con él a España. Tuvo un hijo sin que sus padres
supieran nada de ella.
“Vine aquí, a Almería, con una amiga que trabajaba en un club. Vine a trabajar dos
meses, gané mucho dinero, aquí en este club”.
Vino consciente del tipo de trabajo que realizaría. Sin embargo sus inicios en el
sector no fueron afortunados, por su falta de conocimiento del desempeño.
“Yo lo sabía [en qué consistía el trabajo], yo lo sabía. El problema era cómo lo
practico. Yo de primeras, los primeros quince días, no gané ni un céntimo y me
estaba manteniendo con mi dinero del banco; gastaba mi dinero para comer, para
tabaco, y para todo lo mío; y llorando día y noche, sin nadie que tener cerca, y
muchas cosas”.
395
“Me he sentido muy bien, porque es él quien que me ha elegido a mí; [era] muy
guapo (...) Me acuerdo [de que] con él muy bien, no he sentido con él nada extraño,
ni [parecía] cliente, y he sentido mucha confianza más que con ninguno”.
No le gusta el trabajo que realiza. No siente vergüenza por realizar este trabajo pero
sí expresa cierta sensación de fracaso.
“No siento nada, pero siento vergüenza de mí, siento vergüenza de que yo esté
obligada a hacer cosas que no me gustan; a mí me encanta el sexo, pero no me
gusta hacerlo de la manera que lo hago”.
No tiene una opinión definida sobre los clientes, pero no le gustan los casados —
siempre están escondiéndose de su mujer y pendientes de volver a su casa— ni los jóvenes.
“Yo en el trabajo no, ¡hombre! Trabajo para vivir y ya está. Yo si no amo a una
persona no tengo placer, eso [es] claro. Con este chico, el abogado, sí; y con otro
hombre también; pero no ha llegado a placer, placer; acabamos a gusto, pero placer,
placer, no”.
Reconoce que ha tenido algún mal encuentro con clientes, pero que nunca estuvo
obligada a hacer nada que no quisiera. Suele aclarar bien los límites de sus servicios.
“Desde el principio, tu hablas con él claro y seria: ‘eso que me gusta, eso que te
hago, eso que no te hago’, ya está; yo no te engaño, ni tú no me pides a mí más”.
396
“Los maricones me encantan, porque los controlo a mi antojo”.
Respecto de las drogas admite que las ha tomado alguna vez por dinero, pero que
tiene trucos para evitar hacerlo.
Para ella, lo peor de este trabajo es tener que tratar psicológicamente con los
clientes, hacer de ‘psicóloga’ mientras prestas servicios sexuales.
“Sí, cada uno con su mentalidad; y como luego hay sexo, tengo que manejarlo,
entenderlo”.
“El dinero [entre risas], nada más; ya no pido nada más, ya está”.
“Normal, como una mujer con otra mujer sin guerra ¿me entiendes? (...) Yo respeto
las chicas cuando están con un hombre, y ellas me respetan a mí”.
“Yo prefiero trabajar de limpiadora ocho horas que trabajar en este trabajo; hasta
con ochocientos euros al mes y digo ‘de maravilla’, pero ¿dónde?, ¿dónde está este
trabajo normal?”.
Con su familia no tiene relación y siguen sin conocer qué es de su vida ni cómo se
la gana.
“Si lo saben me matan (...) Llevan seis años sin hablar conmigo; y ya ahora lo que
quiera que yo haga...”.
397
Lobna, trabajadora sexual
Lobna es una mujer cuya edad está alrededor de los 30 años; llegó a España cuando
tenía 16. Procede de un país africano.
“Primero estuve trabajando en casas, limpiando casas, cuidando los niños, la gente
mayor también; trabajando en varias casas”.
“Tú sabes que la vida en mi país es muy dura y necesitaba dinero para mandar a mi
familia. Y el dinero que cobraba yo de las casas era muy poco, 150 o 200 €. Y ahí
yo empecé a pensar en trabajar en los clubes”.
“No lo pasé mal, me gustó; yo también estaba borracha, la primera vez que me
emborrachaba y me lo pasé bien, de verdad, no miento. Tampoco el chico me
maltrató, no se puso mal conmigo ni nada, me pagó bien”.
“Si estás borracha y drogada ¿qué vas a sentir? nada; si estás en otro mundo ya
[entre risas] ¿qué dices, qué dices? ya no hay ni vergüenza ni nada”.
“Yo trabajé con pantalón cerca de ocho meses; yo no pude trabajar con falda o
vestidos así, ‘sexis’, o cualquier cosa; eso a mí me daba vergüenza en ese tiempo.
398
Ya, pasado el primer año o el segundo, me da igual; pero el tiempo que antes que
he estado en un club, siempre me emborrachaba, nunca entré normal, nunca”.
“Yo cada día hago una mentira para ellos. Yo no tengo ninguna familia aquí; por
España, tengo, pero no aquí, por Andalucía no, por el norte”.
“Cada persona es como es, no son lo mismo (...) Unos sucios, unos limpios; cuando
yo trabajaba en El Ejido venía la gente sucia: africanos, que hay que aguantarles el
olor de las personas y tal, y sufrir un poquito”.
“Un cliente que toma y tú no la tomas con él, no llegaríamos ni a tomar una copa.
La gente que toma es muy pesadita; si tú tomas con él ya da igual, tú lo dejas a su
bola, tú puedes aguantar muchas horas [con él]”.
Respecto de los servicios que realiza, mantiene nítidos los límites que pone en el
desempeño de su trabajo. Y los declara especialmente motivados por razones de higiene y
salud.
“Hago todo, menos griego; el culo yo no lo hago. Y ese francés natural que una
persona se corre hasta el final en la boca, esa cosa yo no la hago”.
Reconoce que le gusta practicar el sado, sintiendo que, ahí, se siente con poder.
“Eso sí; eso es especialidad mía que yo hago. Cuando hago ese trabajo me siento
muy bien”.
399
Por otro lado, admite que nunca disfrutó con su trabajo, ni en el terreno afectivo ni
en el sexual.
“Con una persona que yo me meto una hora o unos minutos dentro de mi cabeza,
¡qué voy a disfrutar con esa persona!”.
En cambio concede que ha tenido relaciones de amistad fuera del trabajo con
algunos clientes.
Asimismo, admite que con las mujeres, con las que ha trabajado, ha mantenido
buena relación, salvados algunos episodios conflictivos.
“Yo antes he ganado muchísimo dinero y lo he perdido. Yo bajo a mi país con tres,
cuatro o cinco mil euros y en quince o veinte días lo gasto todo y me quedo sin
nada”.
Le gustaría volver a su país donde tiene su piso y podría, con sus ahorros, montar
un negocio y dejar este trabajo.
“Pero ahora no es por mí, es por mis hijas, que las dos han nacido aquí y no tienen
nada que ver con mi vida de mi país”.
400
Pasha, trabajadora sexual
Pasha es una mujer procedente de Europa del Este. La conocí trabajando en una
casa de citas de las que visité y, desde el primer momento, se mostró colaboradora.
Pasha ya superó los treinta años. En su país se dedicó al trabajo sexual. Dejó madre
e hijos en la ciudad donde vivía y decidió venir porque un familiar suyo estaba en España y
vino a ‘probar’.
“Me dije: ‘voy a ver; aquí siempre hablan de que la gente cuando van, luego
vuelven con mucho dinero’ ¿sabes? Así piensan en Rusia, en Lituania, que en
Inglaterra o en España cuando te vas luego vuelves con mucho dinero; digo ‘voy a
ver’. Pero luego cuando vine, muy mal”.
Como la relación con su familiar se deterioró enseguida, tuvo que ganarse la vida y
comenzó a trabajar en un invernadero. Duró poco y empezó a realizar trabajo sexual, labor
que ya conocía antes de venir.
“También trabajaba en lo mismo (...) en club no, pero en el barco; que vienen
filipinos, italianos, españoles; que vienen en un barco grande; en el piso también,
ponía en el periódico un anuncio...”.
“Mi madre sabe, porque ella antes también sabía que yo hacía esto desde hacía
muchos años, pero no puede cambiar nada”.
401
Su actual pareja cree que ella ya dejó el trabajo y tiene que mentirle al respecto,
diciéndole que está empleada cuidando personas mayores.
“Ya tienes costumbre, tantos años (...) Y así puedes encontrar más fácil dinero, más
rápido ¿sabes? Claro que no es muy fácil (...) Porque viene gente diferente y tienes
que aguantar a cada uno... ¿sabes?”.
“Pues no lo sé, con tantos años ya no. Porque antes sí he tenido, pero ahora como
veo que la vida es así...; ahora tampoco en España, como hay muchas chicas,
muchos clubes, muchos...”.
De los clientes no tiene una opinión general, pero manifiesta con rotundidad qué
tipos no le gustan:
“Que estén borrachos, drogados, que piensan que si entran con una puta pueden
hacer lo que quieran”.
“Depende como se lleven ellos conmigo, se porten conmigo (...) Hay gente
diferente ¿sabes?”.
402
Manifiesta que su trabajo no ha influido en su sexualidad, aunque admite que sí le
provoca desgana y apatía por el sexo en su vida privada.
“Claro que yo puedo ir como siempre, como antes, pero el sexo no me da tanta
gana como antes, porque estoy cansada ¿sabes?; vengo cansada del trabajo y quiero
dormir, no quiero nada”.
Lo mejor para ella del trabajo sexual es la rapidez con la que puedes ganar dinero,
pero le pesa el estigma y que la reconozcan en público.
“El dinero lo puedes ganar más rápido, y más fácil; algunas veces, no siempre (...)
Cuando voy por la calle ¿sabes?, mucha gente va con el coche y me va a llamar, me
siento un poquito mal porque me conozcan como una chica de compañía”.
“Porque estoy cansada ¿sabes? ¿Para qué tengo que trabajar para alguna persona si
yo puedo también abrir un piso y trabajar?; y si quiero yo trabajar, yo trabajo para
mí misma y todo el dinero para mí (...) También puedo alquilar un piso y trabajar
con chicas, que si hay chicas que quieren trabajar conmigo... Porque ya no estoy tan
joven ¿sabes? y no puedo entrar con tantos clientes como antes”.
403
“Bueno no sabía exactamente en qué [trabajaría], pero bueno siempre me pongo en
lo peor”.
Su marido no supo en qué trabajaba aquí hasta vino a visitarla. Encajó mal la
noticia pero no tuvo consecuencias.
No le gusta su trabajo.
“Porque no me gusta hacerlo con gente que no conozco, con gente mayor, y hay de
todo: borrachos, drogatas, mal educados...”.
Considera que lo peor es tener que alquilar tu cuerpo y además tener que trabajar
con la mente mientras lo haces con el cuerpo. Pero admite que después de tanto tiempo, lo
sobrelleva; porque, además, le gusta el contacto social, el trato con clientes, la amabilidad,
hacer que se sientan contentos; aunque este mundo le exige mucha implicación. Aun así,
cuando trabaja prefiere implicarse.
Tal vez esta implicación le hace considerar el papel de los clientes respecto a la
valoración de su trabajo.
“Hay personas que te lo hacen difícil, hay personas que te lo hacen más fácil”.
“Culpabilidad de que tenga que estar haciendo eso por dinero, [por] eso sí lo paso
mal muchas veces, me siento mal, sí”.
404
Intentó superarlo, sobreponerse a él, venciendo el ‘asco’ que sentía por realizar esa
actividad: por ofrecer sexo a cambio de dinero.
“La única cosa que no me gusta, cuando la gente habla de este mundo, es cuando la
gente nos pone de víctimas; que al final no somos víctimas, es nuestra vida, porque
como he dicho: fue mi decisión y nadie me obligó; si alguien me obligara, sí”.
Entre los logros, muestra cierto sentimiento de orgullo por lo aprendido, por su
proceso de maduración. Lo mejor para ella de su trabajo es lo que aprendió.
“Los clientes que van sólo por sexo, no les importa cómo eres ni quien eres; si son
clientes que miran a otra parte [miran otras cosas]...
¿Y tú cual prefieres de los dos?
El que mira a otra parte, que me ve a mí no como una máquina de follar.”
405
Amal, trabajadora sexual
Amal es una mujer que roza ya los cuarenta años. Cuando la conocí, a finales del
2010, trabajaba en un bar africano, en El Poniente de Almería.
Lleva en nuestro país desde el 2003, a donde llegó con su prole para agruparse con
su marido. Reconoce que sus motivaciones fueron más bien difusas, ‘cosas de jóvenes’.
“Ellos dicen que no quieren que yo trabaje, pero qué le vamos a hacer, si no, no se
puede gastar (...) Si no hay otra cosa, no sé dónde voy a trabajar para tres niños”.
La relación con sus compañeras suele ser conflictiva por su forma de abordar a los
clientes, pues suele ser muy agresiva a la hora de captarlos; ello produce recelo en el resto
de las trabajadoras, que lo interpretan como intención de acaparamiento de la clientela.
“En todos sitios ninguna quería eso. Yo sólo intentaba pagar la casa y tener dinero
(...) Aquí no es igual que en el bar de los españoles, cuando el chico entra pide su
copa, mira y si le gusta chica la llama, habla con ella y si le gusta entra; aquí hay
que buscar al cliente, aquí si no tienes piernas fuertes, pechos fuertes, no ganas
nada. Estamos en una guerra”.
406
Su consideración del trabajo sexual está basada en su utilidad económica, en su
eficiencia como medio de subsistencia.
“La verdad es que ese trabajo está muy mal pero ayuda un poco; la mayoría de la
gente tiene niños y la mujer se preocupa para no dejar a sus hijos en la calle”.
“Para nosotras diez euros [precio usual actualmente del servicio en un bar africano]
con ese tiempo, diez euros está bien; cinco personas, cincuenta. Está mejor, que el
trabajo del invernadero. Como yo he trabajado en un almacén antes, yo sé que
hemos ganado en el almacén 45 euros, en ocho horas; para mí 50 euros está más
mejor, igual que trabajando en almacén. Sí, mejor”.
“¿Cómo voy a querer a cada minuto, cada vez con uno diferente?”
“Yo no, yo no tengo tiempo para explicarle mi vida, ¿para qué? Viene... ‘hola
¿cómo estás?’, ‘bien’; ‘vamos a follar’, ‘no’; ‘hasta luego”.
Las prevenciones que presenta acerca de sus clientes vienen dadas por sus
comportamientos y las expresa vinculadas a sus respectivos orígenes nacionales. Así, los
marroquíes y ‘negros’ aparecen como ‘salvajes’; los españoles le resultan ‘más cariñosos’.
Recuerda las primeras veces que prestó sus servicios, y cómo se adaptó al
desempeño de su trabajo.
“Bueno, la primera vez pasé un poco de miedo, sí, miedo, porque yo no sé cómo va
el trabajo, qué tenía que hacer la chica; porque yo nunca había trabajado en eso.
Luego, pasado un poco tiempo, yo sé que hay política, aquí hay cosas que se tienen
407
que hacer, hay cosas que no se tienen que hacer; cómo hacer con hombre para que
no dé problemas..., cosas así”.
“Bueno, pensaba que sería otro mundo (...) La verdad que España era muy buena
pero de momento... [Aunque] no muy mal, porque gracias a que todavía estamos
comiendo aquí”.
408
3.3 LOS CLIENTES
Es habitual, en la literatura sobre trabajo sexual, dar por establecido que son los
hombres, los clientes, los que generan la demanda. En este apartado aporto cinco breves
biografías construidas con los relatos de hombres que, con mayor o menor frecuencia,
acuden a establecimientos donde se ofrecen servicios sexuales de diferente carácter.
En realidad, el acceso al conocimiento sobre los clientes en esta Tesis viene dado
no sólo por lo que ellos nos muestran, desvelan o dicen de sí mismos. En toda la
investigación que nos ocupa, el análisis de su comportamiento, motivaciones y papel que
desempeñan en el sector, ha sido objeto de pesquisas en cualquier circunstancia y ante
cualquier actor. Tiene sentido analizar el contenido ‘émico’ de determinado grupo de
sujetos desde las múltiples perspectivas ofrecidas por diversos agentes.
En lógica comercial, los clientes son los sujetos que compran determinados
servicios sexuales; pero también adquieren, con ellos, toda una serie de requerimientos,
para satisfacer sus demandas de sociabilidad, afectividad y ocio, en los diferentes
establecimientos en los que el trabajo sexual articula todos esos ingredientes..
Las narrativas de los clientes entrevistados muestran esta variedad de motivaciones.
De este modo, Adel, Teodoro y Quintín dicen buscar sexo íntimo en sus visitas a los
establecimientos que acuden; serían ejemplos de demanda a causa del déficit sexual
masculino, al que se refiere Hakim (2012). Por su parte, Salvador, sin restarle componente
sexual, muestra sus preferencias actuales por la actividad del alterne de forma grupal,
cuando acude a los clubes. Alonso está interesado también en el alterne, pero
específicamente con mujeres que proceden de países del Este europeo, porque las
encuentra más abiertas y desprejuiciadas que las españolas. También Adel y Teodoro
visitan los bares africanos para departir con paisanos y pasar ratos de ocio, o los utilizan
como puntos de encuentro para diversos fines. Este tipo de motivaciones de carácter
sociable en un ambiente sexualizado también está presente en los relatos del resto de
agentes que he entrevistado, así como en la observación realizada en mis reiteradas visitas
a los diferentes establecimientos donde se ofrece sexo de pago.
Conviene poner de manifiesto que las propias prácticas erótico-sexuales, del tipo
que sean, forman parte del armazón sociable que emerge en los establecimientos en los que
se ofrecen servicios sexuales y donde acuden los clientes para consumir ocio y tiempo. Se
409
manifiesten como actos de sexualidad explícita, como realización de fantasías diversas, o
como interacción de baja intensidad erótica, los hombres (y algunas mujeres) acuden a
estos establecimientos a completar el marco de expectativas generadas socialmente
mediante mecanismos diversos; elaborándose formas de sociabilidad, ocio y satisfacción
de deseos sin interés social alguno —en sentido simmeliano—. Laura Agustín, basándose
en diversos estudios de campo, nos ofrece una mirada caleidoscópica acerca de las
motivaciones de los hombres para acudir a los servicios de una profesional (Agustín, 2009;
114 y ss.)
Este aspecto es más evidente, si cabe, cuando se trata de prácticas conversacionales
de variado carácter, como las que se dan en el alterne y que tienen como elementos
comunes, por un lado, el estar articuladas a través de interacciones de diferente intensidad
erótica-sensual-sexual y, por otro, por su carácter pecuniario. Factor éste que impregna
cualquier actividad social en el tiempo y espacio en que nos ha tocado vivir. Garaizábal
(2007) alude a esta mercantilización de la sociedad y, en particular, a cómo ello ha
afectado a determinados servicios —especialmente los que tienen que ver con la atención y
cuidado personales— que antes se desarrollaban en el marco de estructuras comunitarias y
familiares. También recoge esta tendencia Ruth Mestre (2005b).
Especial relieve adquiere este carácter sociable cuando se desarrolla de forma
colectiva tal y como nos muestran las revelaciones que, en ese sentido, nos ofrecen los
clientes entrevistados. Planteo la cuestión en este momento para subrayar que la
satisfacción del deseo erótico sexual no puede concebirse como ajena al resto de las pautas
culturales de que nos dotamos en nuestros procesos de socialización. El sexo no es una
excrecencia de nuestra anatomía maquinal ávida de pulsiones y secreciones orgánicas,
como afirma el abolicionismo (Solana y López, 2012); se trata de complejos mecanismos
antropológicos que se elaboran en el contexto ecológico cultural en que nos
desenvolvemos y cuya satisfacción es tan legítima y afectada de constricciones —puede
leerse morales o sociales— como cualquier otra tarea cultural que los humanos
construimos y desarrollamos individualmente o de forma colectiva en cada contexto
cultural (Nieto, 2003).
Tal vez la justificación tradicional del sexo de pago como válvula de escape social,
pueda transformarse en una versión, vinculada a las experiencias de la diversidad, que
proponga los establecimientos donde se comercia con él como espacios frontera en los que
se desarrollan actividades sociables situadas en los márgenes de la norma moral, religiosa
410
o política socialmente instituida como correcta por la normalidad estadística o la doctrina
hegemónica. Dichas actividades estarían reguladas por las pautas y mecanismos culturales
normalizados en nuestras sociedades modernas y occidentales; y, entre otras, por las leyes
del mercado, de la oferta y la demanda tasadas por él. De Paula (2002) desvela este aspecto
vinculándolo a los problemas que crea a los hombres la organización de su sexualidad, en
discordancia con las normas represivas establecidas por la sociedad. Así, el cliente
buscaría en determinados espacios, un tipo de sexo alejado de las buenas costumbres
marcadas por las normas sociales y morales dominantes.
Consecuentemente, los establecimientos de trabajo sexual se constituirían es
espacios ‘liberados’, donde resarcir aquellos derechos de ciudadanía que sufren una merma
a consecuencia de la apropiación institucional de los significados culturales del sexo, que
vendrían a ser puestos bajo la lente estigmatizadora de la norma sexual erigida como
correcta. Esta cuestión tendría que ver con la frecuente solicitud de hombres que compran
sexo porque desean ser penetrados analmente, mediante objetos eróticos, por parte de la
trabajadora, como nos muestran las chicas en sus testimonios; o por la recurrente petición
de servicios ‘raros’ que no requerirían a sus compañeras sentimentales. De Paula (2002) se
refiere a él como ‘el sexo inconfesable’. En esta perspectiva se puede considerar también la
práctica de ‘sexo interracial’ que analiza Clement (2005) en los clubes de Hell’s Kitchen.
O los bares africanos, a los que reiteradamente me he referido en este texto, al configurarse
como espacios alternativos de sociabilidad para el endogrupo.
Otro aspecto que queda al descubierto por los propios clientes, así como otros
agentes vinculados al trabajo sexual, es que no podemos hablar de una tipología que
caracterice a los demandantes de servicios sexuales. Las propias mujeres manejan
adjetivos bastante comunes sin apenas valor categorizador: ‘gente buena’, ‘gente mala’,
‘hay de todo’, ‘tranquilos’, etc. En realidad las inquietudes de las mujeres al respecto se
suelen referir a cuestiones que tienen que ver con aspectos contingentes de su
comportamiento: ‘borrachos’, drogados’, ‘pesados’; o relacionados con sus hábitos de
higiene: ‘sucios’, ‘guarros’, ‘limpios’.
Las mismas relaciones, que las trabajadoras dicen establecer con sus clientes en el
trabajo, muestran el desacierto de considerar al cliente como el protagonista de la violencia
intrínseca al trabajo sexual hacia la mujer (López, 2011; Solana y López, 2012). El carácter
colaborativo que se manifiesta en los diversos vínculos sociables y sociales que se
establecen entre las chicas y sus clientes, nos alejan de esa visión que, como victimario,
411
nos presenta el abolicionismo en relación a la trabajadora sexual. Como muestran los
relatos que presentamos en esta Tesis, son frecuentes las relaciones de amistad, de apoyo
y/o sentimentales que clientes y chicas establecen en diferentes momentos de sus vidas; en
numerosas ocasiones terminan en relaciones estables, tienen hijos de esas uniones y
gestionan proyectos comunes y duraderos en el tiempo. En ese sentido apunta también
López (2013).
Parece claro que, independientemente de las finalidades de cada uno de tales
proyectos, su destino no puede encajar con una naturalizada perversión en el carácter
constitutivo del cliente. Esta caracterización, marcadamente maquinal y violenta del
comportamiento sexual del cliente, es puesta en cuestión por Garaizábal (2007) que
relaciona tal visión como un prejuicio sobre los hombres y su sexualidad por parte de la
ideología del abolicionismo. También Solana y López (2012) cuestionan esta visión de la
‘dogmática abolicionista’, que extiende sus ataques a dueños y empresarios de
establecimientos de comercio sexual.
“Terminaba de trabajar rendido vivo [y] con un ‘amiguillo’ que otro [decía] `vamos
a ir a tomar una copa’, que era cuando empezábamos a ver a las mujeres, que en
aquellos entonces a lo mejor tocar una teta ya era una alegría para uno”.
412
practicaba el alterne con amigos. Solía visitar esos establecimientos “cada treinta o
cuarenta días”.
“Si es un club, pues tú vas a tomarte una cerveza, si no te apetece estar con una
chica pues le dices ‘oiga que no te puedo invitar’, siempre tienes una salida si no te
agrada; y si te agrada le invitas a una copita y te descargas hablando con ella, y te
relajas; y ya ahí puedes subir o no subir”.
Aunque reconoce que algunas veces sí que contrató servicios carnales, en particular
en su adolescencia.
“Uno de joven, que estaba uno con ganas de marcha, como se suele decir, y lo hacía
y todo te parecía poco”.
No declara prejuicio alguno respecto de las mujeres que trabajan en este sector.
Mostrando una actitud comprensiva y tolerante, que oscila entre liberal y paternalista, con
el conjunto de ellas.
“Las chicas estas son profesionales, y lo normal es, pues, que se acerquen a un
hombre a que le invite a una copa. Yo siempre por cortesía y por entender de que
en el fondo están ganándose la vida también, siempre me ha gustado invitarlas a
una ‘copica’, siempre me ha gustado, siempre me ha gustado”.
“Para mí son mujeres muy normales, muy normales; que unas trabajan por una
necesidad y otras pues porque quieren ganar dinero fácil”.
413
Incluso que podría entablar relaciones afectivas con alguna de ellas.
Respecto de los clientes no los considera un grupo uniforme. Tiene una opinión
benigna de las “personas que han ido lo mismo que yo, a tomar una copa y a echar un rato
de relajamiento”. Aunque discrimina los que van por diversión, de los que acuden a
‘afogar’ problemas.
“Todo el mundo tiene falta de estar relajado y olvidarse de los problemas durante
una hora o dos horas; pero que luego hay otro mundo de personas, de personas con
problemas que vienen con el problemas a tratar de afogarlo a este tipo de negocios,
por eso no es tan fácil la cosa, de eso también hay mucho”.
Advierte que este segundo tipo de clientes obliga a las mujeres a tratar con ellos y
con sus problemas: halagándolos, aconsejándoles, calmándoles..., etc.
“Te podría decir, por ejemplo, que en el caso mío, en el caso de lo que yo estoy
viviendo, a las mujeres es difícil de entenderlas; como empresario, con ellas es muy
difícil. Porque, en el fondo, son mujeres que quieren ganar más y cada vez más; y
en los tiempos en que estamos no se gana dinero en ningún lado, y entonces están a
414
disgusto; están siempre con el oído abierto de alguna compañera o de alguna amiga
que le diga ‘pues mira en tal sitio están trabajando mejor’ y entonces se van y no te
dicen ni adiós”.
“Vine aquí para mejorar la vida; para poder..., por ejemplo: comprar coche, poder
comprar casa, mejorar la vida, ¿sabes?; que no venimos por hambre u otra cosa, que
no. Los de mi país venimos para mejorar la vida, para poder tener dinero, que
nosotros no venimos por hambre, que no somos como otros países; ni tenemos
guerra tampoco”.
415
En su tiempo libre, suele visitar diferentes establecimientos buscando ocio y sexo.
Pero también acude por motivos de trabajo ya que en ellos puede encontrar quien le haga
algún encargo.
“Pues a los bares de copas, a los bares de baile; y hay bares también, especial de
prostitución (...) Esos bares son ilegales, porque no tienen licencia”.
“Si me gusta alguna [chica] yo entro, sí; si hay alguna nueva así, guapa y sana sí
entro; si no, paso”.
Muestra conocimiento detallado de esos bares y de las chicas que allí trabajan. Y
considera que los motivos por los que la gente va a esos establecimientos son de ocio y
consumo de sexo, principalmente.
“Hay unos que van a pasar el rato y otros van a follar. Algunos vienen a pasar el
rato y apenas si pinchan algo (...) hacen conversaciones y ya está; se conocen y ya
está..., gastando el tiempo (...) Porque no hay otro sitio”.
“Por eso la gente así se junta en los bares ilegales, por las chicas y por [el precio de]
la consumición de la bebida, más barata”.
Admite que hay chicas que ponen límites a los servicios que prestan, por eso él
prefiere hacer cosas que le gusten a la chica.
“Si sólo le gusta hacerlo por dinero, no lo quiero porque no me siento bien. Y si a
ella le gusta, si a ella le gusta sí; pero yo no la obligo, no hay obligaciones
¿sabes?”.
“Eso depende de las ganas, eso depende de las ganas, que no tengo siempre, eso
depende de las ganas. Pero no puedo aguantar más de tres semanas”.
416
En determinadas ocasiones, cuando desea servicios de forma más relajada acude a
una casa de citas de la que es cliente habitual. Allí suele encontrar mujeres jóvenes
españolas, por las que muestra preferencia en diversos sentidos.
“Yo no voy a mentir; yo no tengo miedo contigo ni con Dios, pero yo no la practico
[la religión]. Ya sabes que nuestra religión no lo permite [el sexo]”.
Su percepción del trato que reciben las mujeres y del comportamiento de los
clientes, en los diferentes establecimientos que frecuenta, no presenta diferencias con
respecto a la expresada por otros agentes.
“Hay algunos buenos y algunos malos, no todos buenos ni todos malos. Lo que
pasa es que la gente o los clientes, cuando se emborrachan, se pelean y se pasa a
pelear (...) Las chicas si ven un hombre muy borracho ya no entran con él”.
En su opinión, las motivaciones de las mujeres para dedicarse a este trabajo son de
carácter económico.
Esta mediación del dinero está en la base de la opinión que Adel tiene de las
trabajadoras. Considera que la búsqueda del dinero les hace ver a todos los hombres
iguales y como fuente de recursos.
417
“Para ella, le parecen todos los hombres igual y no busca otra cosa nada más que
dinero. No busca cariño ni nada, busca dinero”.
Por este motivo, duda de que puedan establecerse relaciones afectivas sinceras
entre un hombre y una mujer que trabaje en este sector.
“Las mujeres que trabajan en este sector [lo hacen] para tener novio para dos cosas:
para el interés y para defender por ella”.
Él, en particular, no establecería una relación formal con una mujer que hubiera
trabajado en el comercio sexual —aunque reconoce que las tiene como amigas—; las
razones que aduce no dejan lugar a dudas.
“Yo no puedo casarme con una chica de esta clase; porque la chica que ha probado
muchos hombres ella sabe el gusto de uno a otro; cuando se case, un día el marido
no está en casa o no está con ella y ella pilla alguno que le da cien euros, puede
follar y yo no quiero una cosa así”.
“El bar para nosotros hace una función muy importante, porque el único sitio donde
nosotros podemos disfrutar es ahí; y gastar también el dinero nosotros, es ahí”.
418
Porque los precios son más económicos y adaptados a la economía de las personas
inmigradas.
“Los españoles solteros se van al bar con chicas, invitando y esas cosas, pero yo no
tengo 30 €, 40 €, 50 € para gastar en un Pub; si yo tengo 20 € puedo ir a un bar, a
través de 20 € puedo conseguir chica y tener cambio [sobrarme] ahí, muy
económico”.
“Porque en los bares de los blancos vas a entrar y pone ‘el socio, para el socio’, tu
no puedes entrar ahí (...) En los bares de blancos, en montones, no dejan a la gente
entrar ahí”
O como espacio de relación y contacto; donde quedar, para contratar, lugares para
negociar, etc.
“Tú puedes conseguir un trabajo en un bar, porque digo, yo puedo entrar en un bar,
yo puedo conocer un amigo, yo le dejo mi numero de teléfono, [que] cuando su jefe
necesita un trabajador, pueda llamarme”.
Estos espacios también presentan la ventaja de que están pensados para ellos,
adecuados a sus hábitos y costumbres.
“Porque nosotros tenemos otras costumbres: hablar fuerte, hacer eso, y en bar de
blancos eso molesta, preferimos estar ahí en el bar”.
Reconoce la importancia que tienen los bares para satisfacer los deseos sexuales de
la población masculina inmigrada.
“Y el hombre que conoce esa mujer, el hombre que está casado que está viviendo
aquí, que no tiene su mujer aquí, no tiene nada; no puede soportar un mes, dos
meses sin tener relación con mujeres; eso también lo permiten los bares”.
419
Sobre los efectos de la crisis, narra cómo ha afectado al trabajo, a la capacidad de
compra, a las pautas de consumo habituales, en particular al que se produce en los bares
donde se ofrecen servicios sexuales.
“A veces las chicas que están en el bar no consiguen entrar con un hombre en todo
el día; porque algunos chicos van al bar, se sienta ahí comprándose un poco
comida, se la come, toma su Fanta, su Coca Cola, o una cerveza y luego se va.
Porque, en el tiempo en que están los hombres trabajando, el bar ha tenido mucho
movimiento, ahora nadie tiene de comer ¿cómo va a tener para acostar con las
chicas?”
“Las nigerianas casi todas están dejando los bares, mira el bar de ahí arriba que
llaman T, las nigerianas lo han dejado ahí, [ahora] lo llevan una pareja de
ecuatorianos; y el bar de S [que] ya lo ha dejado, lo está llevando otra gente”.
Igualmente muestra preocupación por las chicas que salen a la calle a buscar
clientes, como ocurre en alguna zona de las Doscientas Viviendas, un barrio de Roquetas
de Mar.
“Porque para mí, estoy en contra de que las chicas estén paradas en la calle
llamando hombres; yo prefiero que las chicas estén dentro trabajando en el bar, en
vez de estar en la calle llamando hombres”.
420
En general, muestra mucha preocupación por los efectos de la crisis sobre el
conjunto de inmigrados; en la actualidad participa en iniciativas solidarias con el fin de
atenuar los efectos que la situación económica está teniendo sobre sus paisanos,
especialmente los niños.
Nos conocemos desde hace algunos años; en ocasiones se dirigió a mí para realizar
diferentes consultas sobre cuestiones legales relacionadas con asuntos de extranjería, con
motivo de realizar trámites administrativos para chicas que trabajaban en clubes y que él
conocía.
“Con 20 años más o menos. Estaba con unos amigos, en la mili, estábamos de fiesta
(...) entramos a tomar una copa”.
Alonso acude preferentemente a tomar algo y charlar con las chicas; aunque
reconoce haber comprado sexo explícito en alguna ocasión, nunca fue intencionadamente a
ello.
“Fui sólo.
¿Tuviste algún motivo especial por ir? No, ninguno, salió así, no fue premeditado.
¿Saliste satisfecho? Sí”.
421
Su interés por esa clase de locales tiene que ver con el tipo de mujeres que puede
encontrar allí.
“Me atrae mucho la cantidad de personas que son abiertas, que te hablan de tu vida,
cosa que no veo yo en otros ambientes normales, [donde] las mujeres en concreto
las veo más distantes”.
“[Son] más libres, más liberalizadas, con menos prejuicios, y eso me atrae mucho,
eso me llama mucho; digamos que esa es la razón principal por la que voy. No voy
ni a buscar amistades, ni a echarme novias ni nada de eso; me interesa la clase de
relaciones que se producen en estos sitios y no se producen en sitios normales, ahí
sí; me llama mucho la atención”.
Afirma tener una vida normalizada, y con relaciones sociales estándar, no se trata
de que tenga problemas de relación o cosas así.
“No voy allí a echarme novia ni pareja. No estoy atado a estos sitios, tengo otros
ámbitos de relación en las que hay mujeres también”.
Tanto su familia como sus amistades conocen que frecuenta esos locales sin que les
suponga problema alguno. Aunque reconoce los prejuicios que sobre ello existe en
personas que desconocen el ambiente.
“Es una parte, conocida por mis amigos y mi familia (...) Mis amistades y mis
padres lo ven bien. Mis conocidos no lo ven bien, se asustan, piensan que estoy
embrutecido, metido en ambientes de prostitución (...) Para mi es una cosa normal
de mi vida”.
No obstante confiesa que, aún sin mostrar prejuicio sobre las trabajadoras sexuales,
hace distingos entre las ‘chicas de compañía’ —las que sólo se dedican al alterne— y las
que son prostitutas —las que ofrecen servicios sexuales explícitos—.
422
“Por supuesto, la prostitución es respetable. Tú me has preguntado si yo me llegaría
a enamorar de una chica relacionada con la prostitución y la respuesta es no, no lo
haría nunca, pondría límite a eso”.
“He salido con mujeres pero sin ninguna clase de dinero [de relación comercial], yo
no les he pagado nada; la he invitado a comer, he paseado con ellas, cosas
normales, tomar un café, comer, hacer fotos”.
En otras ocasiones, se ha interesado por sus problemas, por sus papeles, etc.
“Normalmente no [se relacionan], pero cuando los clientes son asiduos, y se dan
cuenta de que son siempre los mismos, llegan a hablar entre ellos; incluso pueden
surgir amistades o solamente pueden ser conocidos. Yo he tenido amigos que he
conocido en esos sitios.”
“Cuando estoy solo, que no estoy con nadie, que no tengo relaciones con nadie; y
más cuando se ha encartado que he salido de marcha y después, antes de ir a
acostarse, te has pasado por algún sitio de esos”.
423
Su motivaciones para acudir a esos locales derivan principalmente del consumo de
ocio y de servicios sexuales íntimos.
“Por pasar un rato, que no es ni por a lo mejor como otra gente que se desahoga
contando problemas o rollos de esos; no, se trata de ir y tener una relación, tener
sexo”.
“A lo mejor te has juntado con un amigo que hacemos más o menos lo mismo. Y
visitas pues lo que te digo, que lo mismo vas o no vas y te tiras seis meses sin ir
otra vez”.
El tipo de locales que ha frecuentado más fueron los pisos de contactos y casas de
citas.
“De las que he estado, suelen ser así, o un piso donde está, hay unas muchachas
solas o bien que están, tres o cuatro viviendo ellas solas y son las que viven ahí en
la casa, que tienen la casa alquilada o el piso alquilado y se dedican a eso, ¿sabes?,
que ponen el teléfono en el periódico”.
“No soy raro para eso. Las veces que he estado..., una relación normal, vamos”.
“Ella es la que da pie a que sea más fría la cosa, que sea más tal o cual; eso depende
de ella”.
424
“Estar a gusto; es que yo vea una persona que se nota que se dedica a eso..., que
está claro que está trabajando; que tu ahí no vas a enamorar a nadie, pero por lo
menos que se note que tú estás con una persona..., que estás a gusto; si no hay eso
me da igual que haga esta cosa, que haga la otra”.
“[Depende] si ella también, imagino, esté más a gusto o esté menos a gusto. Pero
que llegue cualquiera que sea una persona que sea desagradable, que hable
malamente, o tal, ‘porque te estoy pagando’, pues no va a estar la muchacha... Es
muy distinto”.
“Para que afloren sentimientos, o es una persona que no tiene muy claro dónde va
desde el principio, y es un enamoradizo, o no sé qué; o alguien que llegue a hacerse
cliente habitual de una persona y entonces puede; imagino, que podrán llegar a
aflorar sentimientos, pero porque tu vayas una vez con una chica no”.
Sin embargo, reconoce haberse sentido atraído por alguna trabajadora con la que ha
estado en alguna ocasión, más allá de haber disfrutado sexualmente con ella.
“Yo alguna vez, con alguna chica con la que estado, sí me ha gustado más; cuando
me he ido a mi casa, digo ‘esta chica aparte de ser lo que sea, es que me ha
gustado”.
“No me importa lo que haya hecho una persona con su vida, me da igual; a mí lo
que me importa es lo que haga la persona a partir de que esté conmigo”.
425
Entre sus amistades es frecuente que hayan requerido alguna vez sexo de pago,
aunque con experiencias dispares en cuanto a satisfacción”.
Respecto de las relaciones con las chicas, más allá de las estrictamente
profesionales, dice no tener ninguna; aunque a veces, si durante servicio contratado le ha
dado tiempo, ha conversado algo con la chica y ha podido conocer algunos aspectos de su
vida. No obstante conoce personas que sí las tuvieron.
“Un amigo mío está casado con una, que la conoció ya de prostituta y están
casados”.
426
3.4 AGENTES CON DIVERSOS ROLES
427
presenta en sus relatos un breve recorrido por el comercio del sexo en dos épocas muy
diferentes, ya que empezó a desempeñarlo cuando aún apenas las trabajadoras extranjeras
formaban parte de la oferta erótica y de ocio en la ciudad.
Por último, veremos cómo hasta tres trabajos, que pueden desarrollarse
simultáneamente en un mismo espacio, Yenia los concibe claramente diferenciados.
Situados en contextos disjuntos tendrán una consideración social distinta cada uno; no
obstante, encarnados en una misma persona parecen conformar una única actividad.
“Yo estaba trabajando en la tierra. Luego me pegué a los negocios y ahora no tengo
nada”.
Su relación con el sector del sexo ha sido variada. Ha visitado los clubes como
cliente.
“Sí, he ido alguna vez a algún sitios de esos, me he tomado una copa, he invitado a
la chica pero lo que es... entrar con ella, no”.
428
Ha trabajado en algunos establecimientos recogiendo las chicas a la entrada y salida
de su turno de trabajo.
“Los visitaba mucho, porque era un trabajo que yo tenía, digamos por la noche;
entonces iba a los club, que tenía clientes, tanto de chicos como de chicas”.
No atribuye carácter diferencial alguno a las mujeres que trabajan en este sector.
“Yo veo que es una mujer normal igual que otra, es su trabajo, punto. Que ella
valora ese su trabajo así, y la otra valora su trabajo de otra manera... Cada una a su
trabajo le da su valor. Yo no desquito ni a una ni a otra, para mí son todas iguales”.
“Amigos, familia, mis padres, mi madre, mis hermanos (...) Nunca me han dicho
nada”.
Entre los clientes reconoce que hay quien va a pasar el rato, a hablar; otros que van
a desahogarse de sus problemas; y están los que van sólo buscando sexo explícito.
“Hay mucha gente que va así, a no hacer servicios, sino solamente a tomarse su
copa a hablar un poco con la chica y a irse (...) A veces la gente, el hombre, pues a
lo mejor tiene problemas con su mujer, van a reflexionar la mente ¿no? (...) Pero
hay otros que van gustosamente, dicen ‘no, voy a lo que voy’ [tener sexo]”.
De sus comportamientos admite que son variados. Y sitúa los fastidios en el trabajo
por parte de las mujeres precisamente en la conducta de los hombres respecto de las chicas.
E igualmente por el estado de aseo con el que acuden.
429
“Aguantar la paciencia con el hombre, los insultos del hombre. Digamos el
malestar del hombre”.
Atribuye a la gente joven, sobre todo cuando van en grupo, comportamientos poco
respetuosos con las trabajadoras.
“A lo mejor un grupo de amigos que va y se junta y dice ‘bueno vamos a un bar que
ahí estamos tontamente; vamos allí nos tomamos cuatro cubatas y nos estamos
riendo de las chicas”.
Aunque las mujeres pueden rechazar a sus clientes, por regla general, el interés
económico suele primar.
“Tienen derecho a rechazar, pero si de mí se ganan 50 y del que está, por ejemplo,
mal vestido, se ganan otros cincuenta, son cien. No puedes solamente decir que sí al
que está bien vestido, o que está bien perfumando. Ese es el tema de ellas”.
Nicolás describe cómo este aspecto está presente en los consumos de droga, por
ejemplo; que lo utilizan también como estrategia de competencia para la captación de
clientes en determinados establecimientos.
“No es que ella sea viciosa, que a lo mejor ella sale de ahí y no consume, muchas
hay así; pero normalmente entra el tío y le dice ‘¿qué? ¿vamos para arriba a ver si
nos metemos una raya?’ y a lo mejor la tía le dice ‘no, yo no tomo de eso’; entonces
ya el cliente se va, ya se va. Entonces va a otra [que le dice] ‘pues sí, venga
subamos”.
“De eso hay mucho. No quiere decir que tu vas esta noche al local, conoces a esa
chica y después va a salir contigo. No, tienes que conocerla muy bien, y ella tiene
que conocerte muy bien, a lo mejor a través de un año o año y pico de conocerla ahí
dentro, entonces sales fuera”.
430
Se han llegado a formar parejas estables entre trabajadoras y clientes que se
conocieron en un club.
“Sí, sí, hay muchas mujeres que se han casado con los clientes, muchas, muchas”
Tras la separación de su primera pareja, ya con casi treinta años, comenzó a trabajar
en locales siguiendo la estela de alguna amiga suya que ya lo hacía.
“Yo tenía varias vecinas, entre ellas una que estaba en la prostitución, con la cual,
estando casada, muchas veces, estando en la peluquería me decía —porque mi
nombre de nacionalidad es tal— me decía: ‘Tal acércame’ (...) Me dio la vuelta la
cabeza y dije: ‘me voy con mi amiga a trabajar’“.
Un tiempo más tarde conoció a su segunda pareja estable, con la que convivió
varios años, el tren de vida que llevaron la obligó a volver a trabajar en el sector; en este
periodo desempeñó como trabajadora y a la vez de encargada en un local.
431
Al adquirir dependencia del consumo de la droga volvió a trabajar, ejerciendo en la
calle durante un tiempo.
“Fue cuando nos enganchamos ahí a fondo, a fondo, a fondo; que claro, todo era
ganar dinero e ir por droga, ganar dinero e ir por droga”.
“Cuando entraban los clientes, la tías corriendo ‘pom’, ‘pom’, ‘pom’, [hacia el
cliente]; yo me ponía en la pared de enfrente, en una silla; yo no me acercaba a
nadie, les decía, ‘llama a tus amigos, llama a tus amigos’, ahora que luego, los
desplumaba vivos”.
Sobre los clientes expresa una perspectiva claramente pragmática. Declara que
nunca tuvo que realizar servicios que no quisiera, aunque, en ocasiones, transigió por
atender clientes especiales del club, o por los beneficios que reportaban.
“Hay gente que no nos gusta, pero sabemos que llevan mucho dinero y se lo gastan,
sabes que llevan dinero en la cartera y que se lo dejan; si no se lo dejan pues no te
acercas, para qué lo quieres”.
“Te metías en el coche con el primero que venía y si era bueno salía bien, pero si
era de esos que te quieren quitar el dinero o te quieren pegar...; muchas veces [me
ocurrió]”.
432
En la actualidad ya no ejerce en el sector del sexo y trabaja contratada en una
empresa de servicios. Aunque vuelve esporádicamente a él cuando las necesidades
económicas le agobian.
Estuvo viviendo en pareja con un hombre de aquí, durante diez años, durante los
que no trabajó. Fruto de esa relación tiene una hija. Cuando se separó de él volvió a
trabajar en varias casas de citas; en una de ellas —en la que la conocí—, sus clientes solían
ser españoles mayores y jóvenes inmigrados de escaso poder adquisitivo. En otras la
clientela es más diversa.
Reconoce preferir esta modalidad de negocio para el trabajo, especialmente por
motivos de seguridad.
“Aquí es mucho más mejor. Porque aquí siempre alguien está cerca. En un bar de
copas si, por ejemplo, tú vas a salir con un hombre nadie sabe como te va a ir (...)
Nadie cuida de ti, tú cuidas de ti misma (...) Aquí hay chicas, si pasa algo, pueden
ayudarme”.
118
Se trata de una representación erótica por parte de una chica, usualmente en una cabina, que el cliente
puede visionar de manera individual mediante el pago por monedas. Aunque entre el cliente y la trabajadora
no puede haber contacto físico, el objetivo consiste en que el hombre se excite pudiendo autosatisfacerse
mediante masturbación en su cubículo de observador.
433
Aparte de las salidas, que ya no hace, reconoce también, como fuente de problemas
con los clientes, el consumo de alcohol o de estupefacientes. Tal vez su propia
dependencia del alcohol le haga más prevenida al respecto.
“Yo, por ejemplo, no follo por el culo (...) Sin preservativos no lo quiero”.
“Por ejemplo, si me dice ‘¿quieres hacer tal cosa conmigo?’ y yo digo ‘no’; si a él
le da igual, entramos; si no, él dice ‘OK, yo cojo otra chica’. ‘¡Vale! coge otra
chica”.
“Hay personas normales y hay cabrones (...) Es su carácter normal. Porque muchos
de estos clientes, son personas normales con corazón y no dañan”.
“Sí, pero salgo sólo a tomar café, sin hacer nada, sin hacer sexo”.
Refiere que muchas chicas han mantenido amistades con clientes suyos, llegando a
formalizar relaciones sentimentales.
“Sí, muchas, yo las conozco. Se juntan con su cliente, vive con él, tienen hijos,
tienen familia (...) Y él mucho mayor que ella”.
Admite que ha sentido vergüenza por realizar este tipo de trabajo, especialmente al
principio. Y que ello le ha llevado al consumo de alcohol.
434
“Cuando mi primera vez, cuando mi primer contrato; fue al quitarme el sujetador,
yo estaba llorando, fue mi primer vaso de Vodka así [imitando tomarlo de un solo
trago]; a mí me gusta el vodka pero así sólo para quitar eso; después hacía falta
quitarme las braguitas; también ¡uy! qué vergüenza...”.
“Ahora de esto no, de ‘stripper’ sí; de esto no (...) A mi madre yo le digo que
trabajo de limpieza en casa de mi amiga”.
En la actualidad, Yenia trabaja en una casa de citas que dirige una mujer de origen
latinoamericano. Como es habitual en este tipo de establecimientos, capta sus clientes a
través de anuncios por internet, donde la he podido reconocer. En esta casa trabaja a turnos
y con el sistema de porcentaje.
“Más españoles que de otra clase; ningún africano puede estar; ‘marroquinos’ casi
nada (...) Jóvenes y mayores”.
Y explica que sus motivaciones para acudir a ese establecimiento son muy
diferentes.
“Muchos también vienen para hablar; como problemas con su mujer, con sus niños,
todo, todo ‘bla, bla, bla’. Pero otros, sólo abres la puerta ¡madre mía! muy rápido,
desde la puerta directamente a la cama”.
Yenia está separada del padre de su hija; y dado que no formalizaron matrimonio,
se encuentra preocupada por obtener la potestad sobre su niña, que vive con su padre. Sin
embargo, su dependencia del alcohol y su inestable situación administrativa le dificultan
alcanzar ese objetivo.
435
Eugenia, trabajadora sexual y camarera en un club
Eugenia es una mujer que procede de un país de Europa del Este, y que supera ya
los treinta años.
“Yo venía de una familia muy humilde, más bien pobre. Mi madre se separó de mi
padre cuando yo tenía 5 años”.
Dejó el colegio con 16 años; edad con la que inició una relación formal, fruto de la
cual concibió dos hijos aún muy joven. Con su pareja rompió para siempre siendo su
segunda hija un bebé aún.
“Yo a los 16 años me junté con este chaval y ya me quedé preñada, llegó la primera
niña, y luego a los 3 años llegó la otra”.
“A Turquía me fui con 19 años (...) Una amiga me dijo que ‘mira te vienes conmigo
pero el viaje te lo va a pagar un chaval' (...) Él me facilitaba el dinero y le pagaba
(...) El visado era de dos meses y esos dos meses yo tenía que hacer la mitad con él,
era un acuerdo (...) Era de palabra, y ya está”.
Estuvo trabajando en Estambul apenas diez días, pues, en una redada, fue detenida
por la policía y expulsada del país. Volvió a su ciudad, a casa de su amiga y allí hicieron
planes. Ni siquiera fue a visitar a su familia. Volvieron a ponerse en contacto con sus
intermediarios y regresaron, pero ya no seguirían pagándoles más, consideraron que las
cuentas estaban saldadas y que ya no les debían nada.
“Mi madre lo pasó muy mal, cuando me fui para Turquía, mi madre cogió una
depresión muy fuerte (...) Cuando me vieron ¿qué me iban a decir? (...) Llegué a la
puerta de mi casa con un taxi, porque llevaba una maleta inmensa llena de ropa
para todo el mundo”.
436
Durante unos tres años, estaría yendo y viniendo. Su relación con la familia estaba
más normalizada. Ella enviaba dinero e iba combinando periodos de trabajo y de descanso.
Hasta que la volvieron a coger con el visado caducado. Entonces Eugenia se quedó en su
país, con sus hijos y con su madre, aproximadamente cinco años. Empezó a trabajar en un
almacén agrícola; para ella el trabajo era duro, muy duro, y el salario era escaso. Por aquel
tiempo empezó a activarse el flujo de migración hacia Europa desde su país. Esta vez sería
un familiar suyo quien intervendría como enlace, quien le facilitaría el dinero y la
orientaría.
“Yo no llegué aquí con el pensamiento de empezar otra vez en la prostitución (...).
Llego aquí, y nada, que no podía trabajar sin papeles, que nadie te cogía (...) Y
claro, la única manera que había era la prostitución”.
Eugenia recuerda haber vivido mal su reencuentro con el trabajo sexual, porque su
primer cliente en España le pidió una felación; no obstante, reconoce ya una acomodación
al trabajo.
“La primera vez que lo hice aquí, ya no me daba tanta vergüenza, desnudarme
delante de alguien que no fuera mi pareja, o alguien cercano, me he desnudado con
más facilidad”.
“Yo he tenido clientes buenos; clientes buenos, me refiero en todo, que me pagaba
bien, que me trataba bien; y clientes que venían y repetían conmigo y seguían
conmigo; y clientes que si la primera vez veo que me tratan mal, no los trato más”.
437
“Una vez que se entra por la puerta del trabajo y se trata del dinero ahí ya no hay
amistad”.
“Yo estoy convencida de que ni mi actual pareja ni los que hubo antes, en verdad,
en verdad, me quisieran (...) Que ya se les ha ido el amor y ven a una muchacha
más joven, que les hace sentir la vida más... no se qué. Pero yo creo que amor, amor
de verdad, no”.
“Dentro del trabajo es una cosa y fuera del trabajo es otra cosa”.
“¡Hombre! sí pasó, sin querer pasa (...) El mismo cuerpo, tantas veces que lo haces
que el cuerpo reacciona, aunque tú no quieras”.
438
Decidió su proyecto sabiendo a qué se iba a dedicar, dejando pareja, hijos y demás
familia en su país.
“Digamos que España era el ‘boom’ ¿no?; todas las chicas por aquel entonces
venían para acá a trabajar en esto. Había una facilidad, no había visa y ya me vine
yo”.
Aunque no conocía los pormenores del trabajo, no lo vivió mal, ni siquiera en sus
inicios. Ni sufrió, ni padeció ni lloró. Tampoco ha sentido el peso de la culpa por dedicarse
a este trabajo.
“No, no, no, para nada. Yo asumí muy bien lo que hice”.
Tanto su familia como su círculo de relaciones conocen la actividad que ejerce, sin
que le suponga problema alguno.
“Yo directamente hablo las cosas como son (...) No siento vergüenza de sentarme a
hablar de ello porque es mi trabajo, y lo hago bien, y lo veo como algo normal”.
439
No expresa carga especialmente inculpatoria sobre los clientes, aunque apunta
cierta incomprensión con los hombres que, teniendo mujer en casa, buscan sexo fuera.
Distingue entre aquellos que tratan a las chicas como prostitutas y los que lo hacen como a
una mujer cualquiera.
“Te tratan mal, te hablan mal, son físicamente un poco bruscos y ahí es donde yo
me siento como una prostituta”.
“No es que me guste, sino que estoy haciendo algo bien, aunque sea que esté
trabajando en la prostitución. Pero si estoy haciendo mi trabajo bien y hago lo que
quieren ellos, entonces encuentran lo que van a buscar”.
Considera que los hombres que van a los clubes, fundamentalmente, buscan
afectos. Reconoce haber tenido relaciones sociales con hombres, fuera de su trabajo, pero
de carácter muy particular; algo así como acuerdos de carácter económico.
“Sí, he tenido digamos relaciones, pero han sido como que económicamente me
han ayudado y yo les he tenido aprecio, cariño (...) Digamos que ha sido como un
intercambio”.
Tiene puestos claros límites a los servicios que ofrece, y nunca prestó alguno que
no quisiera.
440
Ha trabajado en diferentes clubes de Almería, tanto en locales convencionales
como en otros, especialmente en los últimos años, donde la clientela comprende
mayoritariamente personas inmigradas de bajo poder adquisitivo.
Con las otras trabajadoras admite que la competencia siempre está presente, aunque
no haya peleas o, incluso, las relaciones puedan ser tranquilas. En cualquier caso, no suele
tener mucho trato por lo reservada que dice ser. Aunque a veces le toque estar al cargo de
ellas.
Y con los dueños de los clubes el trato se limitó siempre a lo estrictamente
profesional.
“No lo sé, todavía no lo sé. Pero supongo que muchos años perdidos ¿no?, tan lejos
de su familia...; no compensa tantos años para acá en un país que no es el tuyo”.
“No fue por el dinero fue por la rabia; que un primo mío se fue para Italia y se
estaba riendo de mí: ‘no te vas a ningún lado’; y yo le he dicho ‘bueno, entonces yo
también me voy’. Y me libré de la mili”.
Mantiene relaciones con su familia en su país de origen y también con los que tiene en
España.
441
Se ocupó en diferentes trabajos. Después de pasar por la agricultura fue empleado
en una empresa de vigilancia. A través de ésta se introdujo en el sector del sexo, donde
realizó labores de portero en diversos establecimientos.
“De portero hay que no dejar alguna gente entrar, ver cómo está la cosa, que no se
peleen, que no molesten a las chicas, que todo vaya bien”.
Respecto de los dueños, revela que el trato era bastante circunstancial, dependía de
los avatares del trabajo, de cada día.
“A ellos lo que le interesa es el dinero; ellos te ven ahí como un perro al lado de la
oveja suya”.
Con las chicas se trataba poco mientras fue portero, porque algunos dueños no
querían que los vigilantes se relacionaran con las chicas; pero igualmente porque podría ser
una fuente de conflictos.
Sus relaciones con los clientes estaban mediadas por su función. Los problemas con
ellos estaban relacionados con los conflictos generados por los desacuerdos con las
trabajadoras sobre la prestación de algún servicio, o sobre el trato recibido. También por el
estado de embriaguez que algunos exhibían.
“Pues alguno no quería pagar (...) no estaba contento con la chica en cómo le hizo
el trabajo (...) Los que más te ponían la cosa difícil eran los que estaban muy
tomados”.
Con el tiempo, y por su conocimiento del medio, llegó a trabajar como encargado
de algún establecimiento del ramo. Ese trabajo le requería tareas de aprovisionamiento y
supervisión que explica con fluidez.
“Es una persona que la pones tú como encargado (...) Que tiene que mirar si falta
gel de ducha, si las sábanas están limpias, si hay que ir a comprar bebida, qué es lo
442
que falta de bebida; encargarse del hielo, de los limpiadores, si han limpiado bien,
de las bebidas, de la comida, de todo (...) Tienes que relacionarte con las chicas,
tienes que ver cómo están; algunas tienen sus problemas, todas te los cuentan a ti y
te vuelves loco”.
“También tenías que estar ahí como psicólogo; y cuando terminaba la cabeza te
volvía loco. Todas tienen problemas, todas; y parece que el mismo día vienen todas
con problemas: una ‘me duele la muela’, otra ‘me duele la espalda’, otra ‘me duele
el chocho’, otra ... Es que siempre, siempre...”
En otro sentido, reconoce que no había apenas controles sobre las chicas. Así sobre
la vestimenta no existían imposiciones:
“Cada una anda como quiere; con falda, con tanga; sin sujetador, con sujetador”.
Sobre los horarios era habitual la exigencia de avisar con antelación, en caso de
tardanza o de ausencia.
“Había horario, ‘de esta hora a tal hora hay que estar trabajando’, porque si tú
venías una hora o dos horas más tarde, normalmente se te pone multa; no es que te
obliguen, pero tu tienes que decir antes, con antelación, ‘oye no puedo venir luego,
me pasó esto o esto”.
443
“Ese tío entraba con seis o siete mujeres y pedía copas y copas y copas y copas y
copas”.
“Esta gente viene sólo para estar ahí, acompañado de una tía, y venga, venga; no
follan, si follan es muy poco; sólo para meter, meter [cocaína], tener compañía y
nada más”.
“Hay alguno que la invita a copa, está enamorado y ni la toca; le paga una hora para
estar solo con ella”.
Las relaciones sociales que mantiene se sitúan fuera del ámbito del sector del sexo.
Su trabajo consistió en servir copas, aunque circunstancialmente, como ocurre de
forma habitual, sobre todo en los clubes pequeños, pudo realizar labores de supervisión o
de control, propia de un encargado.
“Revisar las habitaciones y todas esas cosas, que estén bien de papel, de jabón; que
estén limpias y ordenadas...”
444
Revela que la clientela que ha visitado los establecimientos en los que trabajó, es
variada y responde a lo que existe en el entorno donde se ubicaban los locales.
“Hay gente de todo, lo mismo hay empresarios, que hay banqueros, que hay
agricultores, que hay ganaderos (...) A todo el mundo le gusta tomarse una copa y
no sé..., estar con una mujer”.
“Evidentemente la gente sale de trabajar y tal, y a esas horas sí suele haber más”.
Le cogió trabajando la llegada de la crisis, de tal manera que recuerda los cambios
y los manifiesta con claridad.
“Antes se gastaba la gente más, ahora con la crisis pues todo el mundo se gasta
poco, van a la copa y si pueden pues hacen un servicio con la chica, pero nada del
otro mundo”.
“Claro, si no hay dinero ellas van a buscarse la vida donde sea y muchas han
emigrado a Alemania y a otros sitios”.
445
“Lo mismo había rumanas, que polacas, que dominicanas, que colombianas, que...
Alguna española también siempre ha habido por ahí; o sea un poquito de todo”.
Y recuerda que en ese mismo local no existían normas específicas sobre las
condiciones de trabajo; los requerimientos a las chicas sólo existían en lo que afectaba al
cumplimiento de los horarios.
“A la hora de abrir el negocio que todas estén ahí, que no haya variedad en el
horario”.
Aunque revela que nunca tuvo mucha relación con las chicas, sí recuerda que al
principio se interesaba más por ellas, entablando conversaciones y preguntándoles por los
motivos de su elección de este trabajo.
“Me decían que porque ganaban mucho dinero, porque trabajando de camareras o
limpiando casas a lo mejor ganan 900 €, y a lo mejor hay algunas que se llevan tres
o cuatro mil euros o cinco mil euros todos los meses; y el dinero fácil le gusta a
todo el mundo”.
Con los clientes tampoco estableció relaciones que no fuesen las estrictamente
profesionales, salvo alguna excepción, como la que facilitó que nos conociéramos.
“Laboral, claro, yo trabajaba allí, y ellos iban y bueno, nos conocemos, como
también conozco a este hombre [refiriéndose al camarero del bar donde realizamos
la entrevista] que es camarero aquí, pero nada más allá”.
“Pues porque toda la vida, desde que el mundo es mundo, siempre han existido los
negocios de mujeres, y el hombre siempre tira para el monte ¿no?; porque a todos
los hombres les gustan las mujeres, salvo a los que les gustan los hombres”.
446
“Algunos buscan compañía, simplemente conversación (...) En esta vida no todo es
follar”.
La última vez que, casualmente, vi a Felipe estaba empleado en una cafetería. Nos
saludamos y quedamos en intentar volver a vernos para comentar cómo me iba el trabajo.
Él me confesó que ya no le atraía el trabajo de la noche, donde había que echar demasiadas
horas y le resultaba muy pesado.
“Me gustaba España mucho, me interesaban, digamos, otras culturas, otras gentes,
otros idiomas; entonces yo vine a España y me gustaba. Luego después, vine otra
vez, empecé a aprender idiomas, conocer gente...”.
Comenzó como trabajadora sexual a través de las amigas que hizo aquí, que fueron
introduciéndola en el ambiente. De esa manera estuvo trabajando un tiempo en su propio
domicilio, captando sus cliente mediante anuncios en el periódico.
“A mí me llamaban por teléfono, yo les explico lo que hago, pero les hablaba
siempre tan amable que siempre venían (...) Digamos que cuando yo me dedicaba,
trabajaba de otra manera, yo trabajaba en mi casa, para mí, con mis clientes”.
“Yo la chupo con goma; si quieres sexo, normal: arriba, abajo, cambiamos posturas
y ya está”.
447
Con los clientes reconoce buena relación.
“Yo lo trato como persona, no como un cliente; si hay que acostarse con él, bien,
pues bien, como persona, es lo que importa”.
“Yo tenía algunos clientes que venían a mi casa, simplemente para hablar conmigo,
a hablar, porque necesitan alguien como psicólogo ¿sabes?; alguien que te escucha,
como que te da un poco de caricia, un poco como ‘cariño no te preocupes, todo va
bien, todo...”.
Tuvo pareja; un autóctono del que se separo pasado un tiempo. Después pasó un
periodo de tiempo con idas y venidas entre su país y Almería. Cuando volvió a
establecerse de nuevo, ya definitivamente en Almería, organizó su propio negocio: un piso
que ella regenta y donde otras chicas trabajan a porcentaje y le entregan el 50% de lo que
recaudan por cada servicio.
“Ahora aquí, clientes extranjeros, vienen, van, vienen, van; claro que es distinto, los
precios son otros, el mundo es otro”.
448
cobran en otras casas—, y entonces vienen aquí porque saben que aquí los precios
son muy bajos”.
Considera que lo peor del trabajo sexual es cuando lo haces con mucha profusión.
Confiesa que nunca sintió pudor o vergüenza por el trabajo que realizaba. El juicio
que realiza nada tiene que ver con el trabajo sexual en sí mismo sino con las motivaciones,
el uso del dinero, etc.
“No, no, porque antes de, por ejemplo —no lo digo solamente por mí sino para
muchas chicas—, si ellas trabajan así, de esta manera, para comer, para dar comida
a hijo, para operar a sus padres, no voy a hablar de mal; pero si las chicas ganan
para emborracharse, para marchar toda la noche con la droga, eso sí que..., eso no
debe ser”.
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450
EPÍTOME
451
452
APORTES, LÍMITES Y PROYECCIONES
453
emociones y de fantasías. Además, he tomado de Goffman (2009) el carácter dramatúrgico
de las interacciones cara a cara, para describir y analizar las relaciones que se dan en esos
espacios durante la relación.
Con estas mimbres, considero que la investigación ha cumplido con los objetivos
básicos que me propuse en el inicio de esta Tesis.
454
panorama bastante aproximado de la industria del sexo en la provincia de Almería en
determinados segmentos: el trabajo sexual que se desarrolla en espacios estándar —calle,
pisos de contactos, casas de citas y clubes de diferente carácter— así como en los locales
africanos de configuración análoga a ellos.
Se han analizado comparativamente los diferentes establecimientos, y escudriñado
en diferentes aspectos de ese comercio, así como del desempeño del trabajo sexual en cada
uno de ellos: las tareas, los agentes que la realizan y cómo las efectúan, lo que se compra y
se vende, los precios, etc. Particular énfasis he puesto en desvelar cómo los
establecimientos donde se desarrolla el trabajo sexual se organizan en sus aspectos básicos
como cualquier otro negocio de los múltiples sectores de la economía, tal y como ya
pusieron de manifiesto otros estudios (Agustín, 2002 y 2009; Arjona et al., 2005; Lean,
1998 y 2004; López, 2010; Majuelos 2012; Solana, 2003, 2005 y 2012; Solana y López,
2012), entre otros.
455
sexuales. De ese conjunto de relatos se obtienen conclusiones al respecto ya apuntadas en
otros estudios de diverso carácter (Agustín, 2009; López y Baringo, 2006; López, 2010;
Meneses, 2010). Entre las demandas más explícitamente sexuales están las que se asocian
a la realización de determinadas fantasías, o la obtención de placer mediante prácticas
situadas en los márgenes de las normas regulatorias de la corrección sexual, en un claro
ejemplo de gestión clandestina de su identidad sexual (De Paula, 2002; Hakim, 2012)
El carácter alegal de este tipo actividad, así como la sanción penal a que está
sometido su ejercicio, cuando se realiza con la mediación de terceros, impone enormes
dificultades y resta capacidad de agencia a las trabajadoras para poder negociar sus
condiciones laborales, dificultándoles su trabajo y otros aspectos de su vida cotidiana;
asimismo sitúa a los dueños y encargados de los negocios en el punto de mira de su
incriminación penal.
456
trabajadoras que han comenzado a escribir sus propias autobiografías tanto en nuestro país:
Tasso (2004), Peiró (2009), Vip (2009), Neira (2012), como en países diferentes al nuestro:
Corso y Landi (2000), Kimball (2007) o Real (2008), etc.
En mi trabajo de campo he percibido una parte de este ‘mundo de servicios’, al que
se refiere Agustín (2007), en el que se funde el comercio sexual con el de prestaciones de
atención y de cuidados y el de ocio (IOÉ, 2001). Todos ellos se han manifestado
articulados a través del trabajo sexual y en respuesta a determinadas motivaciones, que
pueden variar de acuerdo con los contextos locales y temporales. Tal es el caso del carácter
étnico de estos servicios que he detectado en las comarcas del Campo de Níjar y de El
Poniente de Almería, donde los bares africanos se nos revelan como espacios de
sociabilidad alternativa, tal y como muestran específicamente Acién y Majuelos (2003),
Arjona, et al., (2005), Acién (2010) o Majuelos (2011), ante un contexto notablemente
masculinizado y de manifiesta discriminación étnica. En trabajos anteriores (Majuelos,
2011) ya avancé que esta sociabilidad adquiere características específicas en contextos
notablemente masculinizados y etnificados, marcados por una relevante segregación y
discriminación de personas inmigradas. Espero haber reflejado ese aspecto en la presente
investigación. Tal vez sea de interés continuar esta línea de análisis de la sociabilidad en
ambientes sexuados, en otros territorios o contextos de relevante presencia masculina, que
permitan establecer su alcance como elemento constitutivo del comercio sexual,
especialmente en nuestro país.
457
2000; Holgado, 2008; López, 2010; Neira, 2012) para afrontar las contingencias de la vida,
nada diferente de otros sectores sociales en el mundo actual. Este tipo de relaciones
trababadas entre los diferentes actores, especialmente trabajadoras y clientes, nos dibuja
una perspectiva de éstos bastante más compleja y rica que la de simples demandantes de
sexo.
458
He de manifestar que la crisis ha impuesto pautas y condicionantes que, al menos,
han modificado la intensidad con la que se manifiestan algunos aspectos de la industria del
sexo, afectando de diferente manera a los diversos actores que participan de este comercio
(Majuelos, 2014). No obstante, sería difícil determinar si los fenómenos vinculables a la
crisis son una aislada y particular consecuencia de ella o se trata de cambios de intensidad
en la manifestación de elementos constitutivos del sector a consecuencia de fluctuaciones
económicas en los contextos donde se producen.
Otro aspecto que esta Tesis no ha abordado específicamente se refiere a
determinados segmentos del trabajo sexual, como el de las ‘escorts’ de lujo que no he
contemplado en mi investigación, al igual que la prostitución de travestis o transexuales.
No me he recreado en el escaso número de episodios que, de manera directa o
indirecta, conozco relacionados con el tráfico o la trata, dado que los he dejado fuera de la
consideración de trabajo sexual, como sugiere Maqueda (2009).
En esa línea, he descartado un análisis cuantitativo de determinados aspectos del
comercio sexual, que tal vez puedan ser considerados de interés para el objeto de esta
investigación a futuro.
459
esta Tesis. Por ejemplo, la gestión de las identidades sexuales por parte de los clientes,
exigirá mayor verificación empírica.
Igualmente, la endogamia relacional tal vez requiera de más aportes, tanto
cualitativos como cuantitativos, para poder mostrar su semejanza o diferencias con otros
sectores profesionales.
También el comercio sexual, como vía de acceso al mercado matrimonial por parte
de trabajadoras y clientes, exige mayores referencias procedentes de otros entornos
culturales.
Quizás tengamos que plantearnos un marco referencial —más general— que
aborde todo ese aglomerado de fenómenos: la expresión del pluralismo sexual que los
procesos de individualización han desplegado al abrigo de la modernidad, y que parece que
las instituciones actuales no son capaces de gestionar sin convocar procesos
estigmatizadores que tantos sufrimientos están causando.
460
más atinado al trabajo sexual, en general y en nuestro país en particular, y actualice las
claves interpretativas que le dan sentido.
461
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Toulouse Le Mirail. Recuperado de: http://www.multisexualites-et-sida.org/yapas q
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Zuckerman, S. (1932). The Social Life of Monkeys and Apes. N. York: Harcourt.
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REFERENCIAS AUDIOVISUALES
20minutos.es (comp.) (2013, 9 de agosto). Hartos de tropezarse con las prostitutas [vídeo
en línea]. 20minutos.es. Recuperado de http://www.20minutos.tv/video/jklMU134-
hartos-de-tropezarse-con-las-prostitutas/0/
502
REFERENCIAS WEB
Almería69.com. http://www.almeria69.com/
Milanuncios.com. http://www.milanuncios.com/contactos-mujeres-en-almeria/
Mileróticos.com. http://www.mileroticos.com/anuncios-almeria/almeria/
PortalesMedicos.com. http://www.portalesmedicos.com/diccionariomedico/index.php/Ane
stro
RelaxAlmeria.com.http://relaxalmeria.com/l/chicas/
503
WEBGRAFÍA CONSULTADA
Almería69.com. http://www.almeria69.com/anuncios/almeria/
EscortsAlmería.com. http://www.escortsalmeria.com/
HETAIRA. http://www.colectivohetaira.org/web/index.php
MundoSexAnuncio.com. http://www.mundosexanuncio.com/site/buscar/page:1?query=bue
na&provinciaID=4
504
Pensamiento Crítico. http://www.pensamientocritico.org/
RelaxAlmería.com. http://relaxalmeria.com/
Sexoyrelax.com. http://www.sexoyrelax.com/anuncios-escorts/almeria/
Sustitutas.com. http://www.sustitutas.com/chicas/putas-en-almeria
505
506
ANEXOS
507
508
ANEXO I.
509
I.A. GUÍA DE CONVERSACIÓN/ENTREVISTA A TRABAJADORAS SEXUALES
3 Itinerario migratorio
La decisión de emigrar. Por qué lo hizo, cómo lo hizo, con qué recursos contó. Qué
deseaba dejar, qué quería obtener. Acontecimientos durante el viaje. Etapas y lugares de
residencia.
119
Los números entre paréntesis se refieren a cuestiones que se pueden tratar de manera recurrente en
diferentes momentos y oportunidades durante la entrevista, o intentar que lo exprese en la recapitulación
final.
510
Relación con las otras trabajadoras. Relación con los mediadores: dueños de locales,
patronos, vigilantes, policía.
Servicios que realiza/no realiza. ¿Disfruta con su trabajo? ¿Cómo te sientes?
12 Balance de la migración
¿Qué ha ganado? ¿Qué perdió en este viaje?
Lo que consiguió. Lo que dejó. Lo que no obtuvo.
15 ¿Quieres decir alguna cosa más? (Volver a sugerirle que revise su itinerario
migratorio y laboral)
Reintroducir estos aspectos cuando sea posible si no quedaron reflejados en su momento.
511
Itinerarios (diversidad de itinerarios, qué tienen en común, de qué depende el itinerario que
realizan/eligen).
Cómo surgió, quién lo pagó, cómo fue… Acontecimientos durante el viaje (embarazos,
incidencias, enfermedades, trabajo en las estancias prolongadas, etc.).
512
I.B. GUÍA DE ENTREVISTA A TITULARES DE NEGOCIOS Y OTROS AGENTES
513
I.C. GUÍA DE CONVERSACIÓN/ENTREVISTA CON CLIENTES120
3 Relaciones e interacción
Qué hace con la trabajadora: antes, durante y después del tiempo contratado.
Qué hace donde va (qué cosas además de sexo). Tiene preferencias respecto de la mujer?
Qué espera de la mujer.
Mantiene relaciones de algún tipo fuera de los locales? Qué sabe de cada mujer con la que
ha estado.
120
Si es extranjero incorporar itinerario migratorio y laboral, similar al de las trabajadoras.
514
I.D. GUÍA DE OBSERVACIÓN DE LOCALES
2 Descripción física
Configuración y distribución del espacio físico.
Elementos del mobiliario y uso que se hace de él.
¿Existen elementos diferenciables con función explícitamente sexual? Otros no
contemplados.
3 Descripción ambiental
La luz y su distribución.
La música: volumen, tipo, quién la pone, quién decide lo que se pone.
Elementos de señalización, rutinas o normas. Otros elementos: perfumes, ambientadores.
Otros no contemplados.
515
I.E. TABLA PARA REGISTRO DE OBSERVACIONES, EN LOCALES PÚBLICOS
Nº de mujeres %
Nombre del
Tipo / Servicios Precios Para la Contactos Clientes
local
País de origen chica
País de
origen
Datos de observación
Nº de
Datos de Fechas y %
mujeres Nº y tipo
evolución horas de Servicios Precios Para la Contactos
/ de clientes
visitas chica
País de origen
* Los cuadros sombreados se refieren a los datos obtenidos, antes de la visita y aportados por clientes,
agentes sociales, trabajadoras, etc. O, en su defecto, en la primera visita.
Ampliar cuantas filas se necesiten.
Adjuntar plano de localización.
Adjuntar croquis del local.
516
ANEXO II.
RELACIÓN DE PARTICIPANTES
517
DATOS BÁSICOS DE LAS PERSONAS BIOGRAFIADAS
518
ANEXO III
519
III.A. ÍNDICE DE CUADROS
Cuadro nº 5 Organización del trabajo sexual por tipo de espacios en los que se desarrolla 245
520
III.B. ÍNDICE DE FIGURAS
521
III.C. ÍNDICE DE FOTOGRAFÍAS
522
III.D. ÍNDICE DE GRÁFICOS
Gráfico nº 10 Extranjeros Afiliados, ocupados, a la S.S. por régimen. Provincia de Almería 197
Gráfico nº 11 Extranjeros afiliados, ocupados, a la S.S. por sexo. Provincia de Almería 197
523
III.E. ÍNDICE DE IMÁGENES
524
III.F. ÍNDICE DE MAPAS
Mapa nº 3 Espacios abiertos donde se ejerce trabajo sexual en la ciudad de Almería 218
525
III.G. ÍNDICE DE TABLAS
Tabla nº 1 Número de trabajadores sexuales por ámbito de trabajo en el territorio español 104
526
527