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Unidad 1.

Representación política y
elecciones
Sitio: Cursos
Curso: Introducción al derecho electoral mexicano
Libro: Unidad 1. Representación política y elecciones
Impreso por: Ana Bertha Peña Cruz
Fecha: Monday, 16 de March de 2020, 15:29

Tabla de Contenidos
 Introducción
 1.1 ¿Qué es la democracia?
 1.2 ¿Qué son y para qué sirven las elecciones?
 1.3 ¿Cómo han evolucionado las elecciones en México?
 1.4 ¿Cómo son las elecciones actualmente en México?
 Fin de la unidad

Introducción
En las democracias modernas los ciudadanos eligen a sus representantes
a través del voto siguiendo un conjunto de reglas que pueden definirse,
en un sentido amplio, como el derecho electoral de un país determinado.
Es cierto que la democracia representativa tiene otras características
importantes, como la división de poderes o el reconocimiento de los
derechos civiles con usos políticos, pero el fundamento de la democracia
representativa son las elecciones, en la medida en que la hacen funcional,
permitiendo a los ciudadanos elegir a sus gobernantes y representantes.

Por ello, las elecciones democráticas deben ser auténticas y respetar la


voluntad ciudadana en la integración de los órganos electos. En México, la
organización de las elecciones y las características del sistema electoral
son, en gran medida, una reacción al pasado de este país relacionado con
la celebración de elecciones periódicas, pero no auténticas, ni
competitivas. Para estudiar esto en contexto, se considera conveniente
que en esta Unidad se definan los conceptos de democracia y elecciones,
se aborde el desarrollo de las elecciones en el contemporáneo sistema
político mexicano y se expliquen las características del sistema electoral,
particularmente lo referente a las reglas mediante las cuales se elige al
titular del Poder Ejecutivo y se convierten los votos en escaños para la
integración del congreso. 

1.1 ¿Qué es la democracia?


Es importante tener presente que no existe una definición de la
democracia aceptada en su totalidad y reconocer con objetividad que el
ideal democrático no existe en la realidad (Sartori 1988, 27). No obstante,
para los propósitos de este curso es necesario contar con una base
conceptual mínima. En este sentido, conviene apuntar que las
democracias modernas son fundamentalmente representativas, ya que
imaginar que todos los ciudadanos de una sociedad puedan participar en
la discusión y toma de decisiones respecto de todos los asuntos públicos
resulta impensable. En tal virtud, la democracia representativa[1] podría
entenderse como un sistema de gobierno en el que los ciudadanos
gobiernan indirectamente a través de los representantes que eligen
(Schumpeter 1964, 269).

Sin embargo, el ejercicio del poder político otorgado a los representantes


en la toma de decisiones no es absoluto, ni permanente, ya que en las
democracias representativas existen los siguientes procesos
institucionales básicos para limitar los excesos de los gobernantes
(Vázquez y Serrano 2011, 41):


o La renovación periódica de los cargos públicos mediante
elecciones competitivas, libres y auténticas.
o La división de poderes.
o Los derechos civiles con usos políticos.

En esta sección solo[2] se profundizará sobre los últimos dos puntos, ya


que el tema de las elecciones se abordará con mayor detalle más
adelante.

  
La división de poderes
La división del poder público implica la fragmentación de este a efecto de
limitar las competencias y atribuciones de las instituciones que lo
conforman, estableciendo contrapesos entre sí para controlar el ejercicio
del poder y evitar que se abuse de él. En este orden de ideas, los tres
poderes del gobierno son:


o El Poder Ejecutivo. Se refiere a la rama del poder público
responsable de la gestión diaria del Estado, es decir, de
administrar y gobernar. El Poder Ejecutivo es unitario y está
depositado en el Jefe de Gobierno (presidente o primer
ministro). En las repúblicas, el Jefe de Gobierno es también el
Jefe de Estado; mientras que en las monarquías el rey es el
Jefe de Estado, aunque en las monarquías parlamentarias su
función solo es simbólica.

 
Ejemplos de representantes del Poder Ejecutivo: presidente Barack Obama
(EE.UU., república) y la reina Isabel II (Reino Unido, monarquía
parlamentaria)


o El Poder Legislativo. Es la rama del poder público cuya
función primordial consiste en la elaboración y modificación
de leyes. Esta tarea generalmente está a cargo de un cuerpo
deliberativo (congreso, parlamento o asamblea) que puede
ser unicameral o bicameral.
Arriba, la Asamblea Legislativa de Costa Rica (unicameral), abajo, las
Cámaras de Senadores y de Diputados de México (bicameral)


o El Poder Judicial. Es la rama del poder público encargada de
la aplicación e interpretación de las leyes, en casos concretos
entre particulares o entre estos y el Estado. Los órganos
judiciales (cortes, tribunales o juzgados) suelen gozar de
imparcialidad y autonomía. Generalmente existen varios
niveles (geográficos) de los tribunales, siendo las decisiones
de los tribunales inferiores apelables ante tribunales
superiores. Los integrantes del Poder Judicial normalmente
son nombrados por alguno de los otros dos poderes.[3]

De izquierda a derecha: Suprema Corte de Justicia de la Nación y Tribunal


Superior de Justicia de la Ciudad de México

Los tres poderes públicos son: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, los cuales
existen para funcionar como contrapesos entre sí a fin de controlar su
ejercicio y evitar abusos de poder.
 

Los derechos civiles con usos políticos


Una democracia requiere que haya ejercicio pleno y real del derecho al
voto y la existencia de la competencia libre y justa entre distintas
opciones políticas. Para que esto sea posible, los ciudadanos deben gozar
de un amplio conjunto de derechos y libertades. Son especialmente
importantes los derechos civiles con usos políticos, como las libertades de
expresión, de manifestación, de reunión y de asociación, así como el
derecho de acceso a las fuentes alternativas de información (Dahl 1989 y
1999; Vázquez y Serrano 2011, 41).

Asimismo, es muy importante la libertad de opinión pública, la cual solo


puede existir si el proceso de toma de decisiones gubernamental es
público y hay posibilidad de expresar opiniones políticas sin ningún tipo
de represalia en todo momento. Ya que la opinión pública es la
manifestación de una expresión colectiva que comparte un número
importante de ciudadanos, los representantes no pueden ignorar estas
demandas en la toma de decisiones (Manin 1998, 210). Por lo tanto, el
desarrollo de una opinión pública es importante porque permite que la
ciudadanía influya en las decisiones de sus gobernantes.

Cabe destacar que la efectividad de estas libertades políticas es


extremadamente importante, en sí y porque son condiciones necesarias
para la existencia del régimen democrático (O’Donnell 2015, 25). Sin ellas
los ciudadanos no tienen el poder real de influir y controlar las decisiones
de los gobernantes, ni de expresar sus opiniones políticas o formar
asociaciones con fines políticos.

Los derechos civiles con usos políticos son necesarios para la existencia
de una democracia y para influir en la toma de decisiones de los
gobernantes. 
 

[1] La democracia representativa –o la democracia moderna– se distingue de la


democracia directa antigua que existió en las ciudades-Estados en la antigua Grecia
a partir de la asignación de responsabilidades mediante el voto. En este curso,
democracia siempre se refiere a la democracia moderna.

[2] De acuerdo la Real Academia Española, el adverbio solo y los pronombres


demostrativos este(a), estos(as), ese(a), aquel, aquella(os, as) no deben llevar tilde
diacrítica, por lo que en este curso nos apegaremos a esta regla ortográfica. Para
conocer más, puedes consultar RAE 2010.

[3] En algunos países también existen las elecciones judiciales, es decir, elecciones
de jueces, pero es muy inusual.

1.2 ¿Qué son y para qué sirven las elecciones?


En un régimen democrático, el acceso a los principales puestos
gubernamentales (con la excepción del Poder Judicial, fuerzas armadas y,
eventualmente, los bancos centrales) se determina mediante elecciones
limpias (O’Donnell 2015, 22). Así, las elecciones son los procesos en los
cuales los ciudadanos con derecho a votar expresan las preferencias
políticas que se tomarán en cuenta para la integración de los órganos
representativos.

Las elecciones, también conocidas como comicios o procesos electorales,


ponen en competencia a distintos aspirantes a un cargo de elección
popular, por lo que, en principio, deben convencer a la ciudadanía para
que los elijan a partir de la promoción de sus planes o estrategias de
gobierno y de sus temas de interés político, entre otros elementos que le
permitan al electorado canalizar sus inquietudes y demandas mediante
dichos representantes a las esferas de toma de decisión.

Las elecciones democráticas son decisivas, pues las preferencias políticas


que expresan los ciudadanos al votar determinan quién ocupará los
respectivos puestos gubernamentales y tomará las decisiones. Asimismo,
las elecciones son inclusivas, ya que todos los adultos que satisfacen el
criterio de nacionalidad tienen derecho de participar en ellas (O’Donnell
2015, 23 y 25). Finalmente, cabe destacar que las elecciones no solo
implican el derecho a votar, sino también incluyen el derecho a ser
elegido para un cargo. En otras palabras, las elecciones permiten a los
ciudadanos votar y ser votados.

Función de las elecciones


Las elecciones tienen un papel fundamental en las democracias
modernas, ya que cumplen con dos funciones específicas: la renovación
periódica del poder de forma pacífica y la legitimación de los
representantes electos.

Al permitir la renovación de los representantes de un Estado de forma


pacífica y ordenada, las elecciones “constituyen uno de los instrumentos
clave en la designación de los gobernantes, la participación política de la
ciudadanía, el control del gobierno por ella y la interacción entre partidos
o grupos políticos. La democracia moderna no podría funcionar sin los
procesos electorales” (Crespo 2013, 9). Debido a que las elecciones
cuentan con reglas específicas que garantizan la constante renovación de
los representantes, los grupos de poder suelen abandonar la idea del uso
de la violencia para acceder al poder político.

De igual forma, las elecciones son fuente de legitimación de los


representantes electos pues, al ser seleccionados por la mayoría de la
ciudadanía, existe cierta aceptación, con lo cual se incentiva la estabilidad
política: “La legitimidad de los gobernantes electos directamente por los
ciudadanos contribuye, además, a mantener la estabilidad política, pues la
conformidad de los individuos suele ser mayor” (Crespo 2013, 19).
Asimismo, las elecciones están relacionadas con la rendición de cuentas y
la responsabilidad política; por ejemplo, en los sistemas electorales que
cuentan con reelección, si un candidato o un partido político no cumplen
con las expectativas de su electorado, el apoyo para que se mantengan en
el poder en procesos electorales posteriores puede disminuir. Ello implica
una evaluación del desempeño de los representantes políticos por parte
del electorado mediante el voto.

Representación de un voto

Además de las funciones antes señaladas, las elecciones también cumplen


con funciones adicionales como (Fernández y Nohlen 2015):


o La movilización del electorado en torno a valores sociales e
intereses políticos y partidistas y, por lo tanto, la creación de
vínculos y confianza entre personas y partidos.
o La creación de una ciudadanía mejor informada mediante la
explicación de problemas y exposición de alternativas.
o La integración de instituciones políticas representativas de las
preferencias de los diversos grupos de un Estado.
o El establecimiento de una oposición capaz de ejercer control,
lo cual implica la oportunidad de cambio de gobierno.  
Las elecciones son instrumentos clave en la designación de
representantes políticos, la participación de la ciudadanía, la evaluación
gubernamental y la interacción entre partidos o grupos políticos. Entre
sus principales funciones destacan: la renovación del poder de forma
pacífica y la legitimación de los representantes electos.

Tipos de elecciones
Las elecciones pueden clasificarse con base en su ámbito o nivel, con los
cargos públicos que se eligen, con la forma en la que se elige y con el
momento en que se elige (ACE Project 2017; Fernández y Nohlen 2015).

Al respecto del ámbito o nivel de las elecciones, estas pueden ser de tipo
nacional, local o municipal. En relación con los cargos que se eligen, la
división se relaciona con el poder público (Ejecutivo o Legislativo) y, por
tanto, si es de carácter unipersonal (presidente o gobernador) o si es
pluripersonal (Congreso o Asamblea).

Cuando la clasificación tiene que ver con la forma en la que se elige,


existen dos tipos de elecciones: las directas y las indirectas. En las
elecciones directas los ciudadanos que emiten su voto lo hacen por uno
de varios candidatos a determinado cargo de elección y, tras el cómputo
de dichos votos, el candidato con la votación más alta gana. Por otra
parte, en las elecciones indirectas, los ciudadanos eligen a personas —
representantes o compromisarios— que serán los encargados de
seleccionar a quien ocupe el cargo público. Es decir, en este tipo de
elecciones existe una mediación en la toma de decisión. México es un
ejemplo de elecciones directas y Estados Unidos lo es de elecciones
indirectas.

Por último, relativo al momento en que se elige, los procesos electorales


pueden ser simultáneos/concurrentes o no simultáneos. Es fácil inferir que
son simultáneos o concurrentes cuando dos o más procesos electorales
se organizan de forma paralela y su jornada electoral se lleva a cabo el
mismo día, en tanto que, cuando los procesos no tienen fechas
coincidentes, simplemente no son simultáneos. Por ejemplo, en México
son frecuentes las elecciones concurrentes nacionales y locales, es decir,
que en una misma fecha se vota para elegir presidente y gobernador,
diputados federales y locales, ayuntamientos y senadores, etcétera.

De izquierda a derecha: urna de la elección presidencial directa de 2012


en México y mampara de elección indirecta en Estados Unidos

Las elecciones pueden clasificarse con base en su ámbito o nivel (nacional,


local o municipal), con los cargos públicos que se eligen (relacionados con
el Poder Ejecutivo o Legislativo), con la forma en la que se elige (directas
o indirectas) y con el momento en que se elige (simultáneas/concurrentes
o no simultáneas).

Características de las elecciones


Para ser consideradas democráticas, las elecciones deben cumplir en
general con las siguientes características (Crespo 2013, 25-45; CPEUM,
artículo 41, párrafo segundo):


o Periódicas. Los cargos de elección popular deben renovarse
tras un plazo establecido en la ley, mismo que siempre debe
cumplirse.
o Libres. El electorado debe poder participar en las elecciones
en un contexto de ejercicio pleno de las libertades políticas y
civiles, además de que el gobierno en turno no puede
intervenir en la selección de los candidatos o partidos
políticos.
o Auténticas. La voluntad del electorado debe reflejarse de
manera cierta y positiva en el resultado de los comicios. Se
requieren reglas claras y equitativas que sean del
conocimiento de todos, que garanticen la imparcialidad, la
transparencia y limpieza en los procesos electorales.[4]
o Competitivas. Debe existir una oposición política con
posibilidades reales de obtener un cargo de elección popular
a través del voto. Es decir, la oportunidad de que la oposición
se convierta en gobierno y las minorías en mayorías.
o Plurales. Deben permitir la representación de los diversos
intereses de una comunidad política.
o Universales. El derecho a participar en las elecciones debe
extenderse a cualquier persona que cumpla con los requisitos
establecidos en las leyes respectivas, como edad mínima,
salud mental o derechos políticos vigentes; sin distinción por
sexo, raza, religión, clase social, educación u otros.
Las elecciones deben ser periódicas, libres, auténticas, competitivas,
plurales y universales

Al votar en elecciones limpias, los ciudadanos son la fuente de la


autoridad ejercitada sobre ellos por el Estado y el gobierno. Esto implica
que el poder proviene del pueblo (O’Donnell 2015, 39). En este sentido,
también es importante señalar que, aunque pueden llevarse a cabo
elecciones en los regímenes autoritarios, estas elecciones tienen
únicamente carácter simbólico, pues no cumplen con los elementos
mínimos antes mencionados. Unos comicios en estas condiciones tienen
como propósito, entonces: “legitimar al sistema, mejorar su imagen al
exterior para promover la inversión económica, o funcionar como válvula
de escape de posibles conflictos internos” (Soriano y Gilas 2018, 16). 

Para que las elecciones puedan ser consideradas democráticas deben ser
periódicas, libres, auténticas, plurales y universales. Las elecciones que se
celebran en países no democráticos no cumplen con estos requisitos y
son utilizadas en beneficio del régimen existente.
[4] Entre los elementos que pueden garantizar la limpieza en las elecciones se
encuentra la existencia de un padrón de electores confiable, la credencialización de
los electores, autoridades electorales confiables e imparciales, la vigilancia en el
proceso electoral, la difusión oportuna de los resultados y la persecución y
establecimiento de sanciones por delitos electorales (Crespo 2013, 32-33).

1.3 ¿Cómo han evolucionado las elecciones en México?


Para el caso específico de México, a partir de la revolución de 1910 se han
celebrado elecciones periódicas, aunque durante mucho tiempo estas
elecciones no fueron competitivas. Durante siete décadas se observó un
fenómeno de partido hegemónico en el sistema político mexicano, el cual
tenía apariencia de ser democrático, ya que se celebraban elecciones
periódicas y había partidos políticos de oposición, aunque en realidad no
existía la posibilidad de quitar del poder al partido dominante, el Partido
Revolucionario Institucional (PRI). Sin embargo, durante las últimas cuatro
décadas se ha logrado la organización y celebración de elecciones limpias
a través de sucesivas reformas electorales liberalizadoras.

La democratización del sistema electoral


mexicano
La transición hacia la democracia formal efectiva empezó a partir de la
reforma electoral de 1977, con la cual comenzó a modificarse el sistema
político para contar con una mayor competencia política. Esta reforma
incluía las siguientes medidas (Woldenberg 2002, 23):

o Registro condicionado. Con esta medida se facilitó la
creación de nuevos partidos que podían participar en las
elecciones, aunque solo mantendrían su registro si
alcanzaban 1.5% de los votos.
o Diputados de representación proporcional. La creación de
100 diputados de representación proporcional facilitó el
acceso de partidos medianos y chicos a escaños en la Cámara
de Diputados.
o Dinero público y medios de comunicación. Para asegurar la
competitividad de los partidos de oposición, el Estado otorgó
financiamiento para los partidos y tiempos en radio y
televisión.
o Participación a nivel local. Una vez registrados ante la
autoridad electoral federal, los partidos automáticamente
obtenían el derecho de participar en las elecciones estatales y
municipales.

Jesús Reyes Heroles, encargado de los trabajos de consulta que dieron


como resultado la ley electoral de 1977

La democratización política se extendió con las siguientes reformas


electorales durante varias décadas, de tal manera que la reforma electoral
de 1987 aumentó el número de diputados de representación
proporcional de 100 a 200 y se estableció que un partido no podía tener
más de 350 diputados en el Congreso federal, con lo que se aseguraba
que al menos 150 diputados corresponderían a los partidos minoritarios.

Con la reforma electoral de 1990 se creó el Registro Federal de Electores


para asegurar que todos los ciudadanos mexicanos tuvieran garantizado
su derecho político al sufragio conforme a un padrón electoral confiable.
En 1993 se crearon las senadurías de primera minoría para disminuir la
sobrerrepresentación del PRI y la subrepresentación de los partidos de
oposición en la Cámara de Senadores (Becerra et al. 2005, 291-292).

Más adelante, en 1996 hubo una reforma electoral muy importante que
determinó, entre otros aspectos, que ningún partido podía tener más de
300 diputados en la Cámara de Diputados y que ningún partido podía
tener una sobrerrepresentación mayor de 8% respecto a su votación
obtenida. Asimismo se crearon escaños de representación proporcional
en la Cámara de Senadores, se robusteció el sistema del financiamiento
público y se instauró un sistema de acceso equitativo a los medios de
comunicación pública. También se obligó a las entidades federativas a
adecuar su legislación electoral para que no hubiera diferencias de fondo
entre los comicios federales y los locales.

Las reformas electorales posteriores (de 2008, 2012 y 2014) básicamente


han mantenido el sistema electoral creado a partir de 1996 y han
introducido cambios para mejorarlo. De esta manera, la reforma de 2008
modificó sustancialmente el modelo de comunicación política y estableció
normas para reducir el gasto electoral y los tiempos de campaña,
mientras que la reforma electoral de 2014 nacionalizó la organización de
las elecciones, reguló las candidaturas independientes —figura que
introdujo la reforma constitucional de 2012—, introdujo la paridad de
género como principio constitucional y acortó los plazos para fiscalizar los
informes de ingresos y gastos de los partidos políticos y candidatos.
Por las características de su sistema político y electoral, México no podía
considerarse una democracia formal efectiva durante la primera mitad del
siglo XX. La democratización del sistema electoral mexicano se ha logrado
a través de una serie de reformas en la materia a partir de 1977, que han
beneficiado la participación de los partidos de oposición en condiciones
de igualdad.

La creciente independencia y
especialización de las autoridades
electorales
Durante gran parte de la historia del siglo XX, en México la organización
de las elecciones fue responsabilidad del Poder Ejecutivo, lo que afectaba
la certeza en los resultados electorales y la equidad de la contienda
política, de forma tal que la creación de instituciones capaces de
garantizar la autenticidad de los comicios fue el eje central de los cambios
democráticos. Así, tras los años, las instituciones electorales mexicanas se
han separado de los poderes Ejecutivo y Legislativo, tanto en el ámbito
federal como en el de las entidades federativas, resultando en
instituciones autónomas.

El primer órgano responsable de la organización de las elecciones en el


ámbito federal fue la Comisión Federal de Vigilancia Electoral (CFVE),
creada en 1946, la cual estaba integrada por un diputado, un senador, dos
representantes de los partidos políticos de mayor relevancia y dos
miembros del gabinete presidencial, uno de ellos el secretario de
gobernación, quien presidía el órgano (Soriano y Gilas 2018b, 30). Para el
año de 1973 la CFVE se convirtió en la Comisión Federal Electoral (CFE),
también presidida por el secretario de gobernación e integrada por dos
miembros del Poder Legislativo (un diputado y un senador), y por un
representante de cada partido político con voz y voto (Carmona 2017).
En 1990, se creó al Instituto Federal Electoral (IFE), encargado de la
organización de las elecciones, aunque aún bajo el control de la Secretaría
de Gobernación. Sin embargo, en 1996 se le otorgó la autonomía al
establecerse que los miembros de su Consejo General debían ser
propuestos por los grupos parlamentarios y aprobados por las dos
terceras partes de la Cámara de Diputados (DOF 1996). Finalmente, el IFE
dio paso al INE con la reforma de 2014, misma que le atribuyó facultades
importantes también en la organización de los comicios a nivel local. Esta
reforma también creó la figura de los Organismos Públicos Locales (Ople)
para organizar las elecciones locales y determinó desvincular el
nombramiento de sus consejeros de los poderes públicos locales para
incentivar una mayor autonomía de los Ople.

Los consejeros del IFE en 1996 y los magistrados de la Sala Superior del


TEPJF en 2004

Por otra parte, la justicia electoral fue responsabilidad del Poder


Legislativo hasta 1987, cuando se creó el Tribunal de lo Contencioso
Electoral (TRICOEL) como un órgano autónomo electoral, encargado de
resolver los recursos de apelación y queja contra los actos de la autoridad
electoral. En 1990, se sustituyó por el Tribunal Federal Electoral (TRIFE), un
órgano jurisdiccional autónomo en materia electoral, pero no adscrito al
Poder Judicial; sus resoluciones podían ser modificadas por el Congreso
de la Unión, hasta la enmienda constitucional de 1993 (Santiago 2011, 22-
23 y 28). Finalmente, en 1996 se creó el Tribunal Electoral del Poder
Judicial de la Federación (TEPJF) y se facultó a la Suprema Corte de
Justicia de la Nación (SCJN) como única autoridad para ejercer la acción
de inconstitucionalidad, incluyendo las controversias en materia electoral
(Santiago 2011, 34).

La democratización del sistema electoral mexicano ha ido de la mano con


la creación de autoridades electorales para organizar y juzgar las
elecciones, las cuales se han vuelto independientes y cada vez más
especializadas, dos características de las autoridades electorales en
México que permiten asegurar la autenticidad de las elecciones.

Anteriormente en México el Poder Ejecutivo organizaba las elecciones, lo


que afectaba la equidad de la contienda política. Para garantizar la
celebración de elecciones limpias se han creado autoridades electorales
administrativas y jurisdiccionales independientes y especializadas.

1.4 ¿Cómo son las elecciones actualmente en México?


La renovación de los poderes públicos en México es posible solamente
mediante elecciones que deriven de procesos electorales constitucionales
y legales. Por lo tanto, las reglas para llevarlas a cabo están previstas
primeramente en la Constitución federal y son obligatorias para las
autoridades en general, así como para los partidos políticos, candidatos,
personas físicas y morales que tengan relación con la materia electoral.
Dichas reglas se resumen de la siguiente manera (CPEUM, artículos 41, 99,
116 y 122; Tesis X/2001 ELECCIONES. PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES Y
LEGALES QUE SE DEBEN OBSERVAR PARA QUE CUALQUIER TIPO DE
ELECCIÓN SEA CONSIDERADA VÁLIDA):


o Los poderes Ejecutivo y Legislativo son electos mediante el
sufragio universal, libre, secreto y directo.
o Debe garantizarse que las elecciones sean libres, auténticas y
periódicas para considerarlas producto del ejercicio popular
de la soberanía.
o Dichos procesos electorales deben regirse por los principios
de equidad, certeza, legalidad, independencia, imparcialidad,
objetividad y transparencia.
o Las elecciones se realizan mediante procedimientos
especiales que deben satisfacer plenamente determinadas
condiciones para garantizar la validez de la renovación de las
funciones públicas.
o La organización de las elecciones está a cargo de un
organismo público y autónomo.
o Debe existir un sistema de medios de impugnación asignado
a un tribunal de jurisdicción especializada para garantizar que
todos los actos y resoluciones electorales se ajusten a las
normas.

Principios rectores para organizar las


elecciones
Como ya se adelantó, la organización de las elecciones en México es una
función estatal regida por seis principios rectores: certeza, legalidad,
imparcialidad, independencia, objetividad y máxima publicidad. Estos
principios se definen de la siguiente manera (CPEUM, artículos 41, base V
y 116, base IV, inciso b; Tesis de jurisprudencia P./J.144/2005):


o Certeza. Consiste en dotar de facultades expresas a las
autoridades para que todos los participantes en el proceso
electoral conozcan previamente con claridad y seguridad las
reglas a las que está sujeta su propia actuación y la de las
autoridades electorales.
o Legalidad. Es la garantía formal para que los ciudadanos y las
autoridades electorales actúen en estricto apego a las
disposiciones consignadas en la ley para que no se emitan o
desplieguen conductas discrecionales o arbitrarias al margen
del texto normativo.
o Imparcialidad. Consiste en que las autoridades electorales
eviten irregularidades, desviaciones o la proclividad partidista
durante el ejercicio de sus funciones.
o Independencia o autonomía. Se refiere a la situación
institucional que permite a las autoridades electorales emitir
sus decisiones con plena imparcialidad y en estricto apego a
la normatividad aplicable al caso, sin tener que acatar o
someterse a indicaciones, instrucciones, sugerencias o
insinuaciones provenientes de superiores jerárquicos, de otros
poderes del Estado o de personas con las que guardan
alguna relación de afinidad política, social o cultural. Implican
una garantía constitucional a favor de los ciudadanos y de los
propios partidos políticos.
o Objetividad. Obliga a que las normas y mecanismos del
proceso electoral estén diseñados para evitar situaciones
conflictivas sobre los actos previos a la jornada electoral,
durante su desarrollo y en las etapas posteriores a la misma.
o Máxima publicidad. Todos los actos y la información en
poder de las autoridades electorales son públicos y solo por
excepción se podrán reservar en los casos expresamente
previstos por las leyes y justificados bajo determinadas
circunstancias.

Las elecciones en México deben realizarse respetando los principios de


certeza, legalidad, imparcialidad, independencia, objetividad y máxima
publicidad.

La integración de los órganos electos


Como ya se señaló, el pueblo mexicano ejerce su soberanía por medio de
los Poderes de la Unión, aunque únicamente los poderes Ejecutivo y
Legislativo son electos mediante el sufragio universal, libre, secreto y
directo (CPEUM, artículo 41). Cabe señalar que, ya que México es un país
federal, se eligen autoridades de los poderes Ejecutivo y Legislativo a nivel
federal, local y municipal. En cada uno de estos ámbitos hay un titular del
Poder Ejecutivo, así como un órgano legislativo, aunque es importante
destacar que el Poder Legislativo es bicameral a nivel federal y unicameral
en los niveles local y municipal (véase la siguiente tabla).

Tabla 1. Los tres niveles de los poderes Ejecutivo y Legislativo en


México

Fuente: Elaboración propia con base en CPEUM, artículos 50, 80, 115, 116
y 122

Además, la Constitución federal establece un sistema electoral mixto,


predominantemente mayoritario, para las elecciones legislativas a nivel
federal, local y municipal (CPEUM, artículos 52, 56, 115, base VIII y 116,
base II). Esto significa que los integrantes de un mismo cuerpo legislativo
se eligen bajo los siguientes dos principios:


o Mayoría relativa (MR). Los sistemas de mayoría
normalmente utilizan distritos unipersonales o uninominales,
siendo ganador el candidato que haya obtenido la mayor
cantidad de votos, aunque no necesariamente la mayoría
absoluta. Los sistemas mayoritarios tienen el propósito de
generar un gobierno definido, por lo que tienden a premiar al
partido más grande (en términos de votos). Los sistemas
mayoritarios privilegian la gobernabilidad, entendida como la
capacidad de gestión y la estabilidad del gobierno en turno.


o Representación proporcional (RP). Los sistemas de RP
utilizan circunscripciones plurinominales y los ganadores son
los partidos que obtienen determinado porcentaje de los
votos, según lo requieran las fórmulas electorales
respectivas. Estos sistemas privilegian la proporcionalidad
entre votos y escaños, intentando que tal relación sea lo más
equilibrada posible. Por ello, los sistemas de RP favorecen el
pluripartidismo, es decir, facilitan el ingreso al Legislativo de
un mayor número de partidos.

Los sistemas mixtos o combinados, por su parte, combinan elementos de


RP y de MR. Intentan relacionar las ventajas de la gobernabilidad y de la
proporcionalidad, es decir, generar un gobierno determinado y asegurar
la representación de diversas fuerzas políticas. 

En México se eligen autoridades de los poderes Ejecutivo y Legislativo en


sus tres niveles de gobierno: federal, local y municipal. Las elecciones a
nivel federal, local y municipal son mixtas, lo cual implica que combinan
los principios de mayoría relativa y de representación proporcional para
generar un gobierno fuerte, pero que asegure la representación de
distintos partidos.
A continuación podrás leer sobre los procesos específicos para la
integración de los órganos electos a nivel federal, local y municipal. Haz
clic en cada tema para conocer el contenido.

La elección de los poderes Ejecutivo y Legislativo a nivel federal

En el ámbito federal en México, el ejercicio del Poder Ejecutivo se


deposita en un solo individuo, denominado presidente de los
Estados Unidos Mexicanos (CPEUM, artículo 80). Sus funciones
principales son promulgar y ejecutar las leyes que expide el Congreso
de la Unión (CPEUM, artículo 89, base I). Para preservar la seguridad
del país tiene la facultad de declarar la guerra en nombre de México
(con la aprobación del Congreso de la Unión) y dispone del Ejército,
de la Armada y de la Fuerza Aérea Nacionales (CPEUM, artículo 89,
bases VI y VIII). Además, es el encargado de nombrar a los siguientes
funcionarios (CPEUM, artículo 89, bases II y IV):

 Secretarios de Estado, embajadores, cónsules generales y


empleados superiores de Hacienda.
 Coroneles y demás oficiales superiores del Ejército, Armada y Fuerza
Aérea Nacionales.

Asimismo, presenta las ternas al Senado para la designación de


ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y puede
intervenir en la designación del fiscal general de la República (CPEUM,
artículo 89, bases IX y XVIII), entre otras facultades.

El presidente de los Estados Unidos Mexicanos inicia su encargo el 1 de


octubre posterior a la jornada electoral y dura en él seis años, sin que exista la
posibilidad de que pueda ser reelecto (CPEUM, artículo 83), aunque el
presidente que resulte electo en 2018 tomará posesión el 1 de diciembre de
ese año y concluirá el 30 de septiembre de 2024. El titular del Poder Ejecutivo
es electo por mayoría relativa y voto directo de los ciudadanos mexicanos
(LEGIPE, artículo 12.1), lo cual implica que para la elección presidencial todo el
territorio nacional constituye una sola circunscripción y que resulta electo el
candidato que obtiene más votos, sin la necesidad de haber superado el 50%
de votación, como ocurre con la mayoría absoluta.
 

La toma de protesta de los tres últimos presidentes de México:


Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto

Por su parte, el Poder Legislativo se divide en dos instancias: la


Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores, que en su conjunto
se denominan el Congreso de la Unión (CPEUM, artículo 50). La
elaboración y aprobación de leyes es la función principal del Poder
Legislativo, y para que esto suceda se requiere la aprobación de
ambas Cámaras (CPEUM, artículo 72).[5] Además, el Congreso de la
Unión puede admitir o formar nuevos estados dentro de los
existentes, así como imponer las contribuciones necesarias para cubrir
el Presupuesto de Egresos de la Federación, entre otros (CPEUM,
artículo 73, bases I, III y VII).

Asimismo, de manera individual, el Senado tiene la facultad de


analizar la política exterior desarrollada por el Ejecutivo Federal y
aprobar los tratados internacionales y convenciones diplomáticas que
este suscriba, ratificar los nombramientos de los secretarios de
Estado, embajadores y cónsules generales, así como nombrar a los
ministros de la SCJN y al fiscal general de la República (CPEUM,
artículo 76, bases I, II, VIII, XIII). A su vez, la Cámara de Diputados tiene
entre sus facultades: ratificar el nombramiento del titular de la
Secretaría de Hacienda y aprobar anualmente el Presupuesto de
Egresos de la Federación (CPEUM, artículo 74, bases III y IV).
La Cámara de Diputados se integra por 500 representantes, que
duran en su cargo tres años, con la posibilidad de ser electos hasta
por cuatro periodos consecutivos a partir de 2018. De los 500
diputados, 300 son electos por el principio de MR, mediante el
sistema de distritos uninominales, y 200 por el principio de RP, con el
sistema de listas regionales (CPEUM, artículos 51, 52 y 59). Para la
elección de las diputaciones de MR el territorio se divide en 300
demarcaciones, mientras que para la elección de diputados de RP el
territorio se divide en cinco circunscripciones plurinominales, en cada
una de las cuales son electos 40 diputados (CPEUM, artículo 53).

Ilustración 1. Proporción de escaños de MR y RP en la Cámara de


Diputados

Fuente: Elaboración propia con base en CPEUM, artículo 52

Para que los partidos políticos tengan derecho a diputados de RP


deben registrar candidatos por el principio de MR en por lo menos
200 de los distritos uninominales y obtener como mínimo 3% de la
votación emitida (CPEUM, artículo 54, bases I y II).

Además, para asegurar que la representación en la Cámara de


Diputados no se aleje demasiado de los resultados de las elecciones,
existen dos límites de sobrerrepresentación política (CPEUM, artículo
54, bases IV y V):

 Los partidos no pueden tener más de 300 diputados por ambos


principios (MR y RP).
 Ningún partido puede tener un porcentaje de diputados por ambos
principios que represente un porcentaje mayor al 8% de la votación
nacional emitida a su favor.

Sin embargo, este último límite no aplica al partido que, debido a sus
triunfos en los distritos uninominales, obtenga un porcentaje de
curules mayor a la suma de su porcentaje de votación más ocho
puntos, (CPEUM, artículo 54, base V). Esto quiere decir que es posible
que haya partidos que estén sobrerrepresentados en la Cámara solo
por sus triunfos en distritos de MR, los cuales son irrevocables por
haberse obtenido por voto directo, pero en este caso se les prohíbe
participar en la asignación de escaños por el principio de RP, para
evitar todavía una mayor sobrerrepresentación.

Ilustración 2. La integración actual de la Cámara de Diputados


por partido y principio
Fuente: Elaboración propia con base en la Cámara de Diputados

La Cámara de Senadores se integra con 128 representantes que


duran en su cargo seis años y pueden ser electos hasta por dos
periodos consecutivos. Son electos de la siguiente manera (CPEUM,
artículos 56 y 59):

 64 senadores se eligen por el principio de MR (dos en cada entidad


federativa).
 32 senadores se eligen a través de la primera minoría o segundo
lugar (uno en cada entidad federativa).
 32 senadores se eligen por el principio de RP, a partir de las listas
de los partidos políticos en una circunscripción nacional, por el
método de cociente y resto mayor.

Ilustración 3. Proporción de escaños de MR y RP en la Cámara de


Senadores
Fuente: Elaboración propia con base en CPEUM, artículo 56

Para acceder a la distribución de escaños por el principio de RP, los


partidos deben obtener por lo menos el 3% de la votación válida
emitida, como sucede con los diputados, pero a diferencia de estos,
no existen límites a la sobrerrepresentación (LEGIPE, artículo 21).

A modo de conclusión, a continuación se muestra una ilustración


esquemática de la integración de los poderes Ejecutivo y Legislativo a
nivel federal.

Ilustración 4. La integración de los poderes Ejecutivo y Legislativo


a nivel federal
Fuente: Elaboración propia con base en CPEUM, artículos 51, 52, 56,
80 y 83

El titular del Poder Ejecutivo a nivel federal es el


presidente de los Estados Unidos Mexicanos, quien es
electo por la mayoría relativa de los ciudadanos
mexicanos por un periodo de seis años, sin la
posibilidad de ser reelecto. Por su parte, el Poder
Legislativo está representado por el Congreso de la
Unión que tiene dos Cámaras, la de Diputados y la de
Senadores. Sus integrantes se eligen por MR y RP,
predominando el principio de MR. Para la Cámara de
Diputados hay límites de sobrerrepresentación con el
propósito de garantizar que ningún partido tenga una
representación mayor a su apoyo electoral. 
[5] Cabe mencionar que el derecho de iniciar leyes no es exclusivo de los diputados y
senadores del Congreso de la Unión, sino que también pueden ser propuestas por el
presidente de la República, las legislaturas de los estados y los ciudadanos mediante una
iniciativa ciudadana (CPEUM, artículo 71).

La elección de los poderes Ejecutivo y Legislativo en el ámbito local

En las entidades federativas el Poder Ejecutivo recae en


el gobernador o, en el caso de la Ciudad de México, en el jefe de
gobierno. En la Constitución federal únicamente se señala que los
gobernadores están obligados a publicar y hacer cumplir las leyes
federales (CPEUM, artículo 120), por lo que el resto de sus facultades
y obligaciones se establecen en cada legislación local.

Al igual que sucede con el presidente de la República, los


gobernadores de los Estados no podrán durar en su encargo más de
seis años ni tienen la posibilidad de ser reelectos. La elección de los
gobernadores es por mayoría relativa, es decir, directa con base en los
votos emitidos en toda la entidad, pero las reglas específicas de la
elección dependen de la ley electoral local.

Además, en cada entidad existe un Congreso local que ejerce el


Poder Legislativo. Estos congresos pueden promulgar leyes que solo
tienen efecto dentro de la entidad, además de aprobar anualmente el
Presupuesto de Egresos de la entidad (CPEUM, artículos 116, base II,
121, base I, y 122). El tamaño de este órgano legislativo es
proporcional al número de habitantes y no puede ser menor a siete
diputados, en los estados cuya población no llega a 400 mil
habitantes; a nueve, en aquellos cuya población excede de este
número y no llegue a 800 mil habitantes; y a 11 en los estados cuya
población es superior a 800 mil habitantes (CPEUM, artículo 116, base
II). Actualmente, el Congreso local más chico es el de Baja California
Sur con 21 integrantes y el más grande es el del Estado de México
con 75 integrantes, como se muestra en la siguiente ilustración.

Ilustración 5. Tamaño de los congresos locales


Fuente: Elaboración propia con base en Gilas et al. 2016, Anexo 1.

Para elegir a los diputados locales, los estados tienen que emplear


un sistema electoral mixto, según los principios de MR y de RP
(CPEUM, artículo 116, base II). La proporción entre estos principios
debe ser idealmente de 60-40, predominando el sistema mayoritario,
como sucede con el Congreso federal (Acciones de
Inconstitucionalidad 7/97, 37/2001, 3/2002, 15/2003, 41/2008,
10/2009 y 21/2009).[6]

Los diputados locales de MR se eligen en distritos uninominales, por


lo que el número de distritos es igual al número de diputados por
este principio. En cuanto a los diputados locales de RP, estos se eligen
normalmente en toda la entidad, aunque dos estados establecen un
sistema similar al federal con un número de circunscripciones
plurinominales.[7]

Las entidades federativas tienen libertad para configurar la legislación


que regula sus sistemas electorales, salvo el respeto a las
proporciones y a la aplicación de las nuevas reglas introducidas por la
reforma constitucional de 2014, que son (CPEUM, artículo 116, base
II):

 Límite de sobrerrepresentación de 8%.


 Límite de subrepresentación de 8%.

Estas reglas no solo previenen la dominación del congreso local que


eventualmente pueda tener el partido dominante, sino también
garantizan que los partidos de oposición tengan una posibilidad real
de ser representados por diputados locales.

De acuerdo con la Constitución federal, los diputados locales pueden


ser electos hasta por cuatro periodos consecutivos (CPEUM, artículo
116, base II), aunque cada entidad define las condiciones para ello.

En cada entidad federativa o estado de la República


mexicana el Poder Ejecutivo lo ejerce el gobernador y
hay un congreso local que promulga las leyes locales.
Los gobernadores son electos por la mayoría relativa
de los ciudadanos mexicanos por un periodo máximo
de seis años, sin la posibilidad de ser reelectos. En
tanto, los diputados locales son electos por un sistema
electoral mixto en el que existen límites de sobre- y
subrepresentación para garantizar que su integración
sea similar al porcentaje de votos obtenido por cada
partido político.

[6] Cabe señalar que en la práctica hay gran variedad en la proporción de diputados locales
electos por el principio de RP, siendo el porcentaje más bajo 23.8% en Baja California Sur y el
más alto 48.7% en Jalisco (Gilas et al. 2016, 198).

[7] En Chiapas hay cuatro circunscripciones plurinominales y en Tabasco hay dos.


La elección de los poderes Ejecutivo y Legislativo en el ámbito municipal

En los municipios el titular del Poder Ejecutivo es el presidente


municipal o, en el caso de las delegaciones de la Ciudad de México,
el jefe delegacional.[8] El presidente municipal es el encargado de
ejecutar las determinaciones del ayuntamiento y el responsable del
buen funcionamiento de la administración pública municipal (INAFED
2012, 12). Algunas de sus facultades son (CPEUM, artículo 115, base
VII; Tecnológico de Monterrey, 2-3):

 Ser el encargado de la policía preventiva.


 Presentar a consideración del ayuntamiento, las propuestas de
nombramientos y remociones del secretario del ayuntamiento y del
tesorero municipal.
 Convocar y presidir las sesiones del ayuntamiento.
 Rendir anualmente el informe sobre el estado que guarda la
administración, el avance del plan y de los programas municipales.
 Promover la organización y participación de la comunidad en los
programas de desarrollo municipal.

En cada municipio se confiere el Poder Legislativo a


un Ayuntamiento[9], el cual se integra por el presidente municipal,
uno o más síndicos y el número de regidores que establezcan las
leyes respectivas del estado (CPEUM, artículo 115, base I). Por lo
general, el número de síndicos y regidores depende de la población
del municipio (Hurtado y Macedonio 2012, 19).

La función reglamentaria con la que cuentan los ayuntamientos


consiste en emitir bandos de policía y gobierno, reglamentos,
circulares y demás disposiciones administrativas para el municipio
(CPEUM, artículo 115, base II). Además, algunas entidades contemplan
en sus regulaciones que los ayuntamientos puedan iniciar leyes ante
el congreso local, como Jalisco, Hidalgo y Michoacán, entre otras
(Iniciativa de decreto s/f).

Es importante señalar dos particularidades de los ayuntamientos


como autoridades legislativas. Primero, el presidente municipal —la
autoridad ejecutiva municipal— y el síndico —la autoridad
jurisdiccional municipal— participan y votan, junto con los regidores,
en el cabildo, que es la reunión de los integrantes del ayuntamiento
para analizar o tomar decisiones de los asuntos de su competencia.
De tal manera que el presidente municipal preside el órgano de
gobierno deliberativo y normativo y, al mismo tiempo, encabeza la
administración pública municipal (Hurtado y Macedonio 2012, 17-
19; INAFED 2012, 12).

Segundo, además de facultades legislativas, los ayuntamientos tienen


facultades administrativas, políticas, financieras, de policía y
jurisdiccionales. Esto incluye la responsabilidad de las funciones y
servicios públicos; la administración de recursos; la toma de
decisiones sobre el desarrollo urbano municipal, incluyendo
actividades relacionadas con los permisos de construcción; la
utilización del suelo y las zonas de reservas ecológicas, y la imposición
de sanciones a los infractores a la normatividad municipal (CPEUM,
artículo 115, bases III al V; INAFED 2012, 10-11). Por lo tanto, los
ayuntamientos no son órganos meramente legislativos.

 
La sede de los ayuntamientos de Puebla, San Luis Potosí, Mérida y
Chihuahua

El ayuntamiento es elegido por un sistema electoral mixto, aunque los


criterios que se utilizan para la integración de la representación
política y la elección de los ayuntamientos son muy diversos (Hurtado
y Macedonio 2012, 17). Generalmente, los ciudadanos votan por una
planilla integrada por un candidato a presidente municipal, uno o
varios síndicos y varios regidores. La planilla que obtiene más votos
resulta electa, según el principio de mayoría relativa. Asimismo, se
eligen regidores por el principio de RP, aunque no existe una
disposición constitucional expresa sobre cómo, ni en qué proporción
se debe incorporar este principio (CPEUM, artículo 115, base VIII). Ya
que el marco normativo tampoco establece límites de
sobrerrepresentación a nivel municipal y que varios estados permiten
que el partido triunfador por MR participe en la asignación de
escaños de RP, el presidente municipal siempre tiene mayoría simple
o absoluta de regidores de su partido en el cabildo (Hurtado y
Macedonio 2012, 15 y 21-22). Sin embargo, en aras de garantizar la
representatividad de los ayuntamientos, el Tribunal Electoral del
Poder Judicial de la Federación (TEPJF) ha determinado que los
lineamientos constitucionales de sobre y subrepresentación también
aplican para la asignación de regidores por el principio de
representación proporcional (Jurisprudencia
47/2016 REPRESENTACIÓN PROPORCIONAL. LOS LÍMITES A LA
SOBRE Y SUBREPRESENTACIÓN SON APLICABLES EN LA
INTEGRACIÓN DE LOS AYUNTAMIENTOS).

Normalmente los integrantes del ayuntamiento ejercen su cargo tres


años[10] y pueden ser reelectos, a partir de 2018, por un periodo
adicional, siempre y cuando el periodo del mandato no sea superior a
esos tres años, (INAFED 2012, 12; CPEUM, artículo 115, base I).

En cada municipio hay un ayuntamiento integrado por


el presidente municipal, uno o más síndicos y varios
regidores. El presidente municipal preside el
ayuntamiento y, al mismo tiempo, encabeza la
administración pública municipal. La mayoría de los
integrantes de los ayuntamientos son electos por MR a
través de una planilla, aunque también hay regidores
electos por RP.

[8] Aunque a partir de la reforma constitucional publicada en el Diario Oficial de la Federación


el 29 de enero de 2016, se dispuso que el Distrito Federal se convertiría en una entidad
federativa denominada Ciudad de México, por lo que las delegaciones se convertirán en
alcaldías y la denominación del titular del Poder Ejecutivo cambiará ( DOF 2016).

[9] En el caso de Ciudad de México, se integrarán concejos municipales, en razón de la reforma


constitucional del 29 de enero de 2016 (DOF 2016).
[10] Las excepciones son Coahuila, Hidalgo y Oaxaca. En Coahuila e Hidalgo duran cuatro años
en su encargo, mientras que en Oaxaca las comunidades indígenas determinan la duración de
su encargo, sin poder exceder de tres años (INAFED 2012, 12).

Fin de la unidad

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