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La Navidad con su mensaje de fe, esperanza y amor debe servir para unirnos a Dios y
unirnos entre nosotros. Compartir las tradiciones en familia y transmitir la importancia
de dar y recibir amor, de alimentar el espíritu y disfrutar de las pequeñas cosas de la
vida, se convierten en el mejor regalo que podemos ofrecer.
También es justo recordar a los que nos trasmitieron la vida y la fe en Dios y nos
inculcaron valores de honestidad, generosidad, humildad, gratitud, solidaridad y
reconciliación.
América que tiene profundas raíces cristianas, celebra la Navidad desde hace 500 años,
con la llegada de los conquistadores y evangelizadores españoles, inspirados por la obra
civilizadora y fecunda de los Reyes Católicos. Asimismo el preámbulo de nuestra
Constitución renueva esa tradición invocando la protección de Dios, fuente de toda
razón y justicia.
Cabe destacar que es San Francisco de Asís quien inicia la tradición del pesebre,
recordándonos que allí hubo un acto de amor que traería esperanza para toda la
humanidad.
El pesebre sería tan humilde como el nacimiento del Mesías porque una de las cosas que
San Francisco entró a criticar era el llenarse de riquezas cuando se estaba buscando un
reino espiritual. En realidad lo que distinguía al cristianismo era el mensaje de fe y
humildad.