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Baruc Israel Galindo Tovar Grupo: 5W Fecha: 11/Nov/21

“TENER UN PUENTE”

JAMES MARTIN.
Introducción:
Es un intento de construir un puente entre los católicos LGBTI y la
estructura eclesiástica, puente que considera roto por una serie de
prejuicios sostenidos por ambas partes. En su introducción, el padre Martin
agradece a todos aquellos que hicieron posible la publicación de su libro,
incluyendo al superior de la orden jesuita de su provincia, el P. Cecero al
que agradece “también su aprobación eclesiástica para la publicación del
libro” ( y el hecho de haber pasado el Censor Librorum. En el libro, el padre
Martin clarifica que no encuentra sentido en discutir ciertos temas, como
el de las relaciones entre las personas del mismo sexo o el matrimonio
homosexual, porque considera que están en “un terreno en el que ambas
partes están, simplemente, excesivamente distanciadas” . Así que su libro
aparentemente versa únicamente sobre el deseo de acercar a los creyentes
de la comunidad LGBTI a la religión institucional con el propósito de sanar
sus heridas y contribuir a un diálogo constructivo. La Iglesia, según el
padre Martin, se encontraría lesionada y necesitaría un remedio nuevo
para poder alcanzar su unidad verdadera. En lugar de afirmar, como hace
el Catecismo citando a Orígenes, que “donde hay pecados, allí hay
desunión, cismas, herejías, discusiones. Pero donde hay virtud, allí hay
unión” (Catecismo de la Iglesia Católica, N.817), el padre Martin culpa más
bien a la intolerancia y desconocimiento de la jerarquía eclesiástica de
semejante problema.

Desarrollo:
Baruc Israel Galindo Tovar Grupo: 5W Fecha: 11/Nov/21
Para el padre Martin “los católicos LGBTI constituyen hoy, probablemente,
el grupo más marginado en la iglesia, y por eso creo que Cristo los ama
con un amor especial” y por eso considera que es necesario que la Iglesia
adopte una nueva aproximación al tema. El padre jesuita invita a ambos
grupos a entablar un diálogo por medio de una serie de pasajes del
Evangelio y documentos doctrinales de la Iglesia, los cuales permitirían
una nueva apertura sobre un tema polémico y que, al día de hoy, se ha
convertido en parte de las “guerras culturales” entre los creyentes y la
sociedad liberal. Es interesante anotar que, la estrategia usada por el padre
Martin para distender semejante tensión polarizadora, recuerda bastante
a la empleada por cierta parte izquierdista de la estructura eclesiástica
para entablar un diálogo activo con el comunismo. Hace más de cincuenta
años, el doctor Plinio Corrêa de Oliveira, en su texto Trasbordo ideológico
inadvertido y diálogo, reveló las estratagemas usadas por el comunismo
para infiltrarse en los medios católicos por medio de la dialéctica. El doctor
Plinio planteaba así que, por medio del diálogo y el uso de “palabras-
talismán”, las fuerzas socialistas terminaban por manipular el significado
de los conceptos para irlos acercando a sus propias posiciones sociales
revolucionarias. Esto se lograba gracias al uso de términos que poseían
un significado “residual” que podía ser manipulado a voluntad en una
discusión: “cada palabra constituye una especie de talismán destinado a
ejercer sobre las personas un efecto psicológico propio. Y el conjunto de
los efectos de esa constelación de talismanes nos parecía capaz de operar
en las almas una transformación paulatina más profunda”
Del mismo modo, el padre Martin se vale de una serie de “palabras-
talismán”, es decir, de términos que son reinterpretados con el fin de
ajustarse al diálogo productivo entre la Iglesia y la comunidad LGBTI.
“Respeto”, “compasión” y “sensibilidad” son las palabras favoritas del
autor que él mismo extrae del Catecismo de la Iglesia Católica, sobre todo
de su parágrafo 2358 que versa sobre la castidad y los actos
homosexuales. Realizando un verdadero trasbordo ideológico, el padre
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Martin se dedica a trastocar todas las categorías doctrinales y
tradicionales de la Iglesia para adaptarlas a fines más acordes con los
tiempos modernos. Retomando las palabras de la Iglesia en el catecismo,
el padre Martin plantea una verdadera convergencia entre ambos sectores
con el fin de construir un puente de doble vía que apaciguaría los ánimos
de dos comunidades irreconciliables.

Cuando habla de “respeto”, el padre Martin ataca términos como


“«aquejado de la atracción por personas del mismo sexo», que ninguna
persona LGBTI utiliza, e incluso «persona homosexual», por ser
excesivamente fríos y que no tienen sentido”, en cambio recomienda usar
términos como “nuestros hermanos gais, nuestras hermanas lesbianas y
nuestros hermanos y hermanas transexuales como prefieren llamarse”. De
este modo, crea las condiciones para la aceptación semántica de los
nombres usados por la ideología de género y los grupos feministas en su
lucha contra las “estructuras lingüísticas” que consideran opresivas,
prejuiciosas y mal intencionadas. Sin embargo, el padre Martin va aún
más lejos: destaca el “respeto” como un valor propio de la comunidad
LGBTI, a la que considera dotada naturalmente de otras evangélicas:
fidelidad, amor, abstinencia, “perseverancia”, “comprensión” y “caridad”.
Hablando del trato hacia personas con discapacidades físicas, el padre
Martin cita a una doctora en cuya “experiencia, son muchos los que
tienden a juzgar a las personas con discapacidades físicas, mientras que
las personas LGBTI no parecen sentir de tal modo la necesidad de juzgar”.
Es más, en su libro llega afirmar que en su propia experiencia religiosa ha
conocido “a muchos sacerdotes gais célibes, religiosos gais y religiosas
lesbianas. En ocasiones, ellos han sido mis directores espirituales, mis
confesores e incluso mis superiores religiosos” (Ibid.). Y a continuación
escribe sobre la posibilidad de que muchos santos canonizados por la
Iglesia fueron en realidad hombres y mujeres enamorados de personas de
su mismo sexo. “¿Quiénes? Es difícil decirlo. Tal vez imposible, teniendo en
cuenta cuán escasamente se habría comprendido, admitido y ni siquiera
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hablado sobre la homosexualidad en el pasado. Sin embargo, a mi modo
de ver, hay algunos santos que, al menos basándonos en sus escritos y en
lo que sabemos acerca de sus vidas, parecen haber sido lo que hoy
llamaríamos gais o lesbianas. Pero repito que es muy difícil saberlo con
absoluta seguridad” . Y como prueba para quienes pasen a la otra vida, el
padre Martin especula que quienes muestran su intolerancia en la tierra
contra estos grupos terminaran por sorprenderse “al ser recibidos en el
cielo por un montón de santos gais y santas lesbianas. Y quienes se sienten
ofendidos tal vez descubran que su actitud ha sido perdonada por esos
mismos santos”

El padre Martin no se queda atrás: plantea una Iglesia que se convierta en


“arca de salvación” y aceptación de los católicos LGBTI. La Iglesia, como
institución, se convertiría en un lugar de acogida para las comunidades
perseguidas y los “pobres de este mundo”, esta vez ya no representados
por el proletariado mundial oprimido por las fuerzas del capitalismo
internacional, sino por los grupos discriminados por su orientación sexual:
“Si escuchamos atentamente, oiremos también las llamadas en petición
de ayuda y de oración, especialmente en tiempos y lugares de persecución.
Y si nuestros hermanos y hermanas LGBTI son perseguidos, los dirigentes
de la iglesia están llamados a permanecer a su lado. En muchos lugares
del mundo, las personas LGBTI están expuestas a sufrir las más terribles
formas de prejuicios, violencias e incluso asesinatos”

El tercer término que explora el padre Martin es el de “sensibilidad”, que


él mismo define como “el encuentro, el acompañamiento y la amistad”.
Para el padre James, la falta de “sensibilidad” de la Iglesia institucional
hacia las comunidades LGBTI sería resultado de “que muchos de sus
dirigentes aún no conocen a muchas personas gais o lesbianas” (pág. 52),
por lo que esta falta de convivencia seria fruto de un fariseísmo teológico,
el cual se contentaría con reglas externas y dejaría de lado la voluntad y
el valor moral de los miembros del cuerpo eclesiástico. Esto habría causado
una ruptura al interior del mismo cuerpo de la Iglesia que se expresaría en
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el lenguaje oficial como la carencia de “una aguda conciencia de lo que
puede causar daño u ofender a alguien”

En nombre de la “sensibilidad” el padre Martin incluso invita a reescribir


el catecismo para usar un lenguaje menos cruel para con los vicios y
pecados: “denominar como «objetivamente desordenada» la sexualidad
de una persona significa decirle a una persona que todo cuanto tiene que
ver con su amor, aún el más casto, es desordenado. Lo cual parece
innecesariamente cruel”, y a continuación cita una conversación con una
madre de un joven gay para quien este lenguaje no era apto para un niño:
«¿Entiende la gente lo que puede significar para un muchacho gay de
catorce años leer un lenguaje como ese? Podría destruirlo». Tales
correctivos nos recuerdan a ciertos comentaristas bíblicos y teólogos que
abogan por censurar o eliminar ciertos pasajes de la Biblia donde se
denuncian los vicios humanos, y, en nombre de los niños y jóvenes,
pretenden tachar escenas como las de Noé desnudo frente a sus hijos o los
adulterios del rey David por ser dañinas a la mentalidad juvenil.

La deformación de los textos eclesiásticos por parte del padre Martin no


conoce tampoco límites. Para sustentar sus innovaciones hermenéuticas
no recurre ni a la patrística o la escolástica, ni mucho menos a la Sagrada
Tradición o al Magisterio de la Iglesia, sino a la imaginación ignaciana y
a los Ejercicios Espirituales del fundador de la Compañía de Jesús: “Este
método de oración puede resultarle extraño al lector; pero, dado que la
imaginación es uno de los dones que Dios nos ha concedido, Él puede
actuar a través de ella”.

Finalmente, el padre Martin propone un cuestionario diseñado no para


escudriñar en la conciencia el pecado, sino para aceptar la
homosexualidad como una realidad humana. La segunda parte de todo el
libro se dedica exclusivamente a esto. La metanoia, la conversión de una
persona, que en el lenguaje eclesiástico iba dirigida por completo a la
transformación psicología y total de un alma que se unía a Dios, ya no va
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dirigida a los pecadores o a las personas con afectos desordenados, sino
que debe aplicarse a los creyentes que no aceptan esta nueva pastoral y
praxis y que, cargados de prejuicios, siguen aferrándose a conceptos
anticuados: “Por tanto, no pretendo decir que las únicas personas
llamadas a la conversión sean las personas LGBTI, o que estas estén
llamadas a una «terapia de conversión», una ridícula y desacreditada
metodología que trata de «transformar» a las personas LGBTI en personas
heterosexuales. La conversión –metanoia– es para todos”. Como al parecer
para el padre Martin no existe objetivamente el pecado, y no considera las
tendencias desordenadas como parte del mismo, silencia por completo
esta categoría fundamental de la Iglesia. Para el padre Martin tampoco
parece existir la apostasía, pues para él en virtud de “vuestro bautismo,
tenéis tanto derecho a estar en la iglesia como el papa, como vuestro
obispo y como yo” . Sin embargo, guarda por completo silencio acerca de
las enseñanzas de los Apóstoles y los Padres de la Iglesia quienes
consideraban que la salvación era posible sólo a través de la
perseverancia, viendo en las tentaciones, el engaño y las persecuciones las
causas profundas del rechazo completo de la fe cristiana. En su lugar, el
padre Martin parece empeñado en construir una religión a la medida del
hombre de hoy, que ya no sería el cristianismo, sino “la impostura religiosa
suprema del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el
hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su
Mesías venido en la carne” (Catecismo de la Iglesia Católica, N. 675).

Conclusión:
En conclusión, podríamos decir que para el padre Martin el Pontífice
romano, cuya etimología, Pontificex, significa “constructor de puentes”, es
decir aquel cuya misión simbólica es la unir el cielo y la tierra, debe dejar
de lado la búsqueda de la unión del alma con Dios, la Comunión de los
Santos o la preservación del “Tesoro de Verdad” custodiado por la Iglesia
latina, en cambio debe buscar crear una Iglesia igualitaria, horizontal,
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humana, al servicio de las causas sociales. La Iglesia convertida en una
gigantesca ONG que velaría por los derechos sociales de las minorías
sexuales y los marginados en un mundo fragmentado por las riquezas, la
tecnología, los prejuicios y las injusticias de todo tipo. Sin duda, esta nueva
eclesiología y misiología, propuesta por este miembro de la Compañía de
Jesús, es una especie de manifiesto que pretende unir a ciertos sectores de
la estructura eclesiástica con las minorías sexuales y culturales de la
sociedad civil, forjando de este modo una alianza que buscaría
activamente una reestructuración total de la misión histórica de la Iglesia.
El libro del padre Martin se sumaría así a otro libro de actualidad como el
publicado por Frédéric Martel, Sodoma, que invita a los prelados de la
Iglesia Católica a declarar abiertamente su propia orientación homosexual
y cambiar su doctrina sobre tal tema (4). Será de esta “nueva alianza”
ideológica de los sectores neomodernistas de la Iglesia y del movimiento
progresista de la sociedad civil de donde saldrán los nuevos sujetos de la
revolución cultural en marcha, nueva ola revolucionaria que pretende
derribar el último muro de contención del mal para instaurar en el mundo
el Reino de la Iniquidad.

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