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República de Colombia

Corte Suprema de Justicia

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA


SALA DE CASACIÓN PENAL
SALA DE DECISIÓN DE TUTELAS

EUGENIO FERNÁNDEZ CARLIER


Magistrado Ponente

STP7250-2014
Radicación nº 73583
(Aprobado mediante Acta nº 168)

Bogotá D.C., tres (3) de junio de dos mil catorce (2014).

Se pronuncia la Sala acerca de la impugnación


formulada por el accionante LOS CEDROS HARDWOOD
FLOORING S.A.S., a través de apoderado, contra el fallo de
10 de abril de 2014 a través del cual, la Sala Penal del
Tribunal Superior de Bogotá le negó el amparo de sus
derechos fundamentales al debido proceso y de acceso a la
administración de justicia que fueron presuntamente
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LOS CEDROS HARDWOOD FLOORING SAS
IMPUGNACIÓN

vulnerados por la Fiscalía 38 Especializada de la Unidad


Nacional para la Extinción del Derecho de Dominio y el
Lavado de Activos, en actuación a la que fue vinculado el
Banco de Occidente.

I. ANTECEDENTES

Los hechos que dieron lugar a la petición de protección


constitucional fueron resumidos por el a quo de la forma
como sigue:

«Informa el accionante que la Fiscalía 38 Especializada


mediante providencia de 23 de julio de 2013, resolvió iniciar el
trámite de extinción del derecho de dominio sobre el inmueble
identificado con matrícula inmobiliaria No. 060-106220, Lote de
Terreno denominados [sic] Los Timbales en el Municipio de Santa
Catalina (Bolívar), propiedad del Banco de Occidente, entre otros
bienes, conforme la escritura pública No. 2094 de 23 de julio de
2012 de la Notaría 1ª de Cartagena. Así mismo, se ordenó en
dicha providencia emplazar a los terceros indeterminados.

El inmueble referido lo adquirió el Banco de Occidente


mediante compraventa celebrada con Gustavo Ernesto González
Gómez, con el fin de darlo en Leasing o arrendamiento financiero
No. 180-83918 a la empresa “Los Cedros Hardwood Flooring
SAS CI”, representada legalmente por Juan David Restrepo
Gutiérrez, situación que demuestra la legalidad de la adquisición
del inmueble, que faculta a la sociedad a defenderlo por los
derechos adquiridos con anterioridad a que se iniciara la
extinción de dominio.

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LOS CEDROS HARDWOOD FLOORING SAS
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Mediante escrito radicado en el mes de septiembre de


2013, la abogada Diana Patricia Muñoz Gómez solicitó a la
Fiscalía 38 Especializada se le reconociera personería en nombre
de “Los Cedros Hardwood Flooring SAS CI”, con el fin de actuar
dentro del proceso judicial de extinción de dominio y ejercer los
derechos como tercero adquirente de buena fe tiene en su calidad
de “locatario”. Por medio de la resolución de 15 de octubre de
2013, la Fiscalía negó reconocer personería, argumentando que
la sociedad no es titular del derecho de dominio, habida cuenta
que el contra de leasing financiero se asimila a un contrato de
arrendamiento, por lo que la propiedad no se encuentra inscrita a
folio de matrícula inmobiliaria, considerando que no representa a
los titulares de los derechos reales.

Posteriormente, el nuevo apoderado judicial de la empresa


el 19 de diciembre de 2013, solicitó a la fiscalía accionada se le
reconociera personería en nombre de “Los Cedros Hardwood
Flooring SAS CI”, en su calidad de locatario y como tercero
tenedor y poseedor de buena fe, exento de culpa, para ejercer los
derechos de defensa y contradicción, para lo cual se adjuntó el
respectivo escrito de oposición aportando las pruebas
pertinentes. Mediante resolución de 23 de diciembre de 2013 se
negó el reconocimiento de la personería, argumentando que se
mantenían las mismas circunstancias analizadas en la decisión
de 15 de octubre de 2013, devolviendo el escrito de oposición y la
solicitud de revocatoria parcial en sobre de manila.

Por lo anterior, solicita se amparen los derechos


fundamentales al debido proceso, defensa y acceso a la
administración de justicia, en consecuencia, se ordene a la
Fiscalía 38 Especializada que reconozca personería para poder
actuar dentro del proceso de extinción de dominio a “Los Cedros

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Harwood Flooring SAS CI”, como sujeto interviniente, titular de


derechos reales o accesorios».

II. TRÁMITE DE LA ACCIÓN

Avocado su conocimiento, el Tribunal a quo ordenó


correr traslado de la demanda a la autoridad accionada
para que ejerciera el derecho de contradicción y aportara la
información pertinente.

La Fiscal 38 Especializada de la Unidad Nacional para


la Extinción del Derecho de Dominio y el Lavado de Activos
informó que mediante resolución de 23 de julio de 2013
inició proceso de extinción de dominio sobre el bien
identificado con matrícula inmobiliaria No. 060-106220, el
que a la fecha se encuentra en fase de notificación de la
decisión de apertura, de conformidad con lo dispuesto en la
Ley 793 de 2002, modificada por la Ley 1453 de 2011 y la
sentencia CC C-740/03.

Precisó que su decisión de no reconocer personería a


la abogada de la entidad demandante para que actúe en el
proceso de extinción de dominio como “locatario, tenedor y
poseedor de buena fe exento de culpa» tiene sustento en que
esa sociedad no es la titular del derecho cuya extinción se
propone a través de esa actuación, que no es otro que el de
dominio, del que era titular, para el caso, el señor Ariel
Onofre Benito Revollo.

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Sobre el particular, insistió en que la sociedad LOS


CEDROS HARDWOOD FLOORING S.A.S no es sujeto ni
objeto de la extinción de dominio, ni tampoco existe por
ahora prueba de su posible vinculación con Ariel Onofre
Benito Revollo.

A lo anterior, agregó que tampoco es posible acceder a


que el apoderado de la sociedad accionante revise el proceso
de extinción de dominio en razón a que es una actuación de
carácter reservado.

III. EL FALLO IMPUGNADO

Lo profirió la Sala de Decisión Penal del Tribunal


Superior de Bogotá el 10 de abril de 2014, negando la
demanda de amparo al concluir que no se cumple el
requisito de subsidiariedad, pues no obstante haber
contado con la oportunidad de interponer los recursos de
ley contra la resolución a través de la cual la Fiscalía 38
Especializada le negó el reconocimiento de personería para
actuar al interior del trámite de extinción de dominio, la
sociedad accionante se abstuvo de hacerlo.

IV. LA IMPUGNACIÓN

Notificado el contenido de la decisión, el apoderado de


la accionante lo impugnó, exponiendo para el efecto, los
siguientes motivos de disenso:

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1. En primer lugar, afirma que la ausencia del


requisito de la subsidiariedad no opera cuando la
vulneración es ostensible y grave.

2. De igual modo, considera que su intervención en el


trámite de extinción de dominio se encuentra legitimada por
su calidad de «tenedor y usufructuario» que obtuvo a partir
de la celebración del contrato de leasing con el Banco de
Occidente, el que en su cláusula sexta contiene lo acordado
frente a la «oposición de adquisición», con lo cual se ratifica,
además, su status de poseedor de buena fe con ánimo de
señor y dueño.

3. Precisa que el artículo 13 de la Ley 1395 de 2010


establece que 5 días después de libradas las
comunicaciones se dispondrá el emplazamiento de quienes
figuren como titulares de derechos reales principales o
accesorios según el certificado de registro correspondiente y
de las demás personas que se sientan con «interés legítimo»
en el proceso para que comparezcan a hacer valer sus
derechos, de manera que al no acceder a reconocerle
personería para intervenir en la acción, no obstante
encontrarse demostrado ese interés, la Fiscalía 38
Especializada de Bogotá claramente está transgrediendo el
contenido de la norma y por contera, cercenando su
derecho de acceso a la administración de justicia.

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4. Para el impugnante, resulta ilógico el argumento del


Tribunal de que contra la decisión de no reconocerle
personería a la otrora abogada se hubieran podido
interponer los recursos de ley, pues si ni siquiera ostentaba
la condición de sujeto procesal, mal podría pretenderse que
hiciera uso de unos medios de impugnación que no se
encontraban a su disposición.

Con fundamento en lo anterior, solicita la revocatoria


del fallo impugnado, para que en su lugar, se conceda la
protección del derecho fundamental conculcado.

V. CONSIDERACIONES

El art. 86 de la Constitución establece que toda


persona tiene derecho a promover acción de tutela ante los
jueces, con miras a obtener la protección inmediata de sus
derechos fundamentales, cuando, por acción u omisión, le
sean vulnerados o amenazados por cualquier autoridad
pública o por particulares en los casos previstos de forma
expresa en la ley, siempre que no exista otro medio de
defensa judicial, o cuando, existiendo, la tutela se utilice
como mecanismo transitorio para evitar la materialización
de un perjuicio irremediable.

La doctrina constitucional ha sido clara y enfática al


indicar que, cuando se trata de providencias judiciales, la
acción de tutela sólo resulta procedente de manera

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excepcional, pues, como regla general, la inconformidad de


las partes con lo resuelto por los funcionarios judiciales ha
de ser planteada y debatida en forma oportuna, acudiendo
para ello a los medios de impugnación ordinarios y
extraordinarios instituidos en el ordenamiento jurídico.

La procedencia excepcional de la acción de tutela


contra providencias judiciales, acorde con la jurisprudencia
constitucional1, exige ciertos requisitos, unos genéricos y
otros específicos, cuyo cumplimiento está obligado el
demandante a acreditar.

Según la precitada sentencia, son requisitos generales


de procedencia los siguientes: (i) que la cuestión que se
discuta resulte de evidente relevancia constitucional; (ii)
que se hayan agotado todos los medios ordinarios y
extraordinarios de defensa judicial al alcance de la persona
afectada; (iii) que se cumpla el requisito de la inmediatez;
(iv) que, ante una irregularidad procesal, el defecto tenga un
efecto decisivo o determinante en la sentencia; (v) que la
parte actora identifique de manera razonable tanto los
hechos que generaron la vulneración como los derechos
vulnerados y (vi) que no se trate de sentencias de tutela.

Mientras que, en punto de las exigencias específicas,


se han establecido las que a continuación se relacionan:

1
C. Const., sent. C-590/05. En esta sentencia, la Corte declaró inexequible la expresión “ ni acción”,
que hace parte del artículo 185 de la Ley 906 de 2004.

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i) Defecto orgánico, que se presenta cuando el


funcionario judicial que profirió la providencia impugnada
carece absolutamente de competencia para ello.

ii) Defecto procedimental absoluto, que se origina


cuando el juez actuó completamente al margen del
procedimiento establecido.

iii) Defecto fáctico, el cual surge cuando el juez


carece del apoyo probatorio que permita la aplicación del
supuesto legal en el que se sustenta la decisión.

iv) Defecto material o sustantivo, como son los casos


en que se decide con base en normas inexistentes o
inconstitucionales2 o que presentan una evidente y grosera
contradicción entre los fundamentos y la decisión;

v) Error inducido, el cual surge cuando el juez o


tribunal fue víctima de un engaño por parte de terceros y
ese engaño lo condujo a la toma de una decisión que afecta
derechos fundamentales.

vi) Decisión sin motivación, que implica el


incumplimiento de los funcionarios judiciales de explicitar
los fundamentos fácticos y jurídicos de sus decisiones, en el
entendido que precisamente en esa motivación reposa la
legitimidad de su órbita funcional.

2
C. Const., sent. T-522/01

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vii) Desconocimiento del precedente, hipótesis que se


presenta, por ejemplo, cuando la Corte Constitucional
establece el alcance de un derecho fundamental y el juez
ordinario aplica una ley limitando sustancialmente dicho
alcance. En estos casos la tutela procede como mecanismo
para garantizar la eficacia jurídica del contenido
constitucionalmente vinculante del derecho fundamental
vulnerado3.

viii) Violación directa de la Constitución.

Fuerza colegir, entonces, que cualquier


pronunciamiento de fondo por parte del juez de tutela,
respecto de la eventual afectación de derechos
fundamentales con ocasión de la actividad jurisdiccional,
solamente es admisible cuando se haya determinado de
manera previa la configuración de los requisitos reseñados
en precedencia, lo cual implica una carga demostrativa para
el actor respecto de la satisfacción de los mismos y de los
supuestos fácticos y jurídicos en que se fundamenta la
censura, de tal manera que resulte evidente la vulneración.

De no ser así, esto es, de asumirse la acción de tutela


como un mecanismo de protección alternativo, se correría el
riesgo de dejar en el vacío las competencias de las distintas
autoridades judiciales, de concentrar en la jurisdicción
constitucional todas las decisiones inherentes a ellas y de

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Cfr. Sentencias T-462/03; SU-1184/01; T-1625/00 y T-1031/01.

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propiciar un desborde institucional en el cumplimiento de


las funciones de aquélla.

Análisis del caso concreto

El problema jurídico que en esta oportunidad se


somete al discernimiento del juez constitucional, se contrae
en determinar si a partir de la celebración de un contrato de
leasing sobre un predio respecto del cual la fiscalía
demandada está adelantando la extinción del dominio, la
sociedad LOS CEDROS HARDWOOD FLOORING SAS
adquiere la legitimidad para intervenir y hacer valer sus
derechos como tercero con interés.

A partir de las conclusiones a las que se pueda


arribar de cara a este primer cuestionamiento, deberá
establecer la Corte si con la decisión de la Fiscalía 38
Especializada de Bogotá de no reconocerle personería para
actuar al interior del trámite de extinción, se le vulneró a la
sociedad demandante el derecho fundamental de acceso a
la administración de justicia y en caso de que la respuesta
sea afirmativa, proceder a restablecerlo.

Para el efecto, se llevará a cabo un somero análisis


respecto de la figura del contrato de leasing y las
implicaciones jurídicas que conlleva para quienes lo
celebran, y a partir de allí, determinar: (i) cuáles son los
derechos reales sobre los cuales la sociedad demandante
tiene la titularidad; (ii) si, en consecuencia, tiene interés

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legítimo para intervenir en el proceso de extinción de


dominio; y (iii) si es necesaria y válida la intervención del
juez constitucional, en sede de tutela, para garantizar su
derecho a participar y defender sus intereses dentro de la
citada actuación, por comprobarse la incursión en una
causal de procedibilidad por parte de la fiscalía demandada.

1. Naturaleza jurídica del contrato de leasing


financiero.

El contrato de leasing financiero, como lo ha venido


sosteniendo la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema
de Justicia, es un tipo de negocio jurídico de carácter
comercial, mediante el cual se entrega un bien a una
persona o a una sociedad para que la usen con la
obligación de pagar un canon durante un tiempo
determinado, con la opción de compra al finalizar el mismo.

Sobre el particular, dijo la Corte en la sentencia CSJ


SC, 13 dic. 2002, rad. 6462:

El ‘leasing’ –anglicismo recientemente incorporado al


castellano, según lo realza la última edición del Diccionario de la
Lengua Española-, es una operación originaria de los Estados Unidos
de Norteamérica, que se remonta a los años siguientes a la Segunda
Guerra Mundial, específicamente, a comienzos de la década de los
cincuenta, prevalentemente como un novísimo modelo de
financiación, muy apropiado para adelantar –o apalancar- procesos
de reconversión industrial, en cuanto permitía –y permite- el acceso
al crédito y, por contera, a bienes de capital o a equipos necesarios

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para el crecimiento y expansión económica, sin tener que afectar o


comprometer, en grado superlativo, el patrimonio del empresario o,
en general, del usuario crediticio y, de paso, obtener algunas
ventajas de orden fiscal o tributario.

Es este, entonces, un negocio jurídico en virtud del cual, una


sociedad autorizada –por la ley- para celebrar ese tipo de
operaciones, primigeniamente le concede a otro la tenencia de un
determinado bien corporal –mueble o inmueble, no consumible, ni
fungible, lato sensu, necesariamente productivo-, por cuyo uso y
disfrute la entidad contratante recibe un precio pagadero por
instalamentos, que sirve, además, al confesado propósito de
amortizar la inversión en su momento realizada por ella para la
adquisición del respectivo bien, con la particularidad de que al
vencimiento del término de duración del contrato, el tomador o
usuario, en principio obligado a restituir la cosa, podrá adquirir, in
actus, la propiedad de la misma, previo desembolso de una suma
preestablecida de dinero, inferior –por supuesto- a su costo comercial
(valor residual), sin perjuicio de la posibilidad de renovar, in futuro,
el contrato pertinente, en caso de que así lo acuerden las partes.

(…)

Así, aunque el leasing y el arrendamiento son contratos en


virtud de los cuales se entrega la tenencia, el precio que se paga
por ella en el primero responde a criterios económicos que, en parte,
difieren de los que determinan el monto de la renta (p. ej.: la
amortización de la inversión y los rendimientos del capital), sin que
tampoco sea propio del contrato de locación, como sí lo es del leasing,
la existencia de una opción de compra a favor del tomador, quien,
además –ello es medular en la esfera reservada a la causa negocial-,
acude a éste último negocio como una legítima alternativa de
financiación, a diferencia de lo que acontece en el arrendamiento, en

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el que milenariamente la causa del contrato para el arrendatario,


estriba en el disfrute de la cosa. De igual forma, si bien es cierto que
en el leasing, el usuario tiene la lícita opción de hacerse a la
propiedad de la cosa (posterius), es enteramente posible que no lo
haga y que, por tanto, al vencimiento del contrato restituya la cosa a
la compañía, circunstancia que impide su generalizada asimilación a
la compraventa –sobre todo a priori-, la que además, tiene confesada
vocación de “transferir” el dominio, no así el leasing que, en línea
de principio, únicamente permite obtener la tenencia, como se
acotó (negocio tenencial). En este mismo sentido, no puede
afirmarse que el leasing se asimila o se traduce en un mutuo, como
quiera que ni es contrato traslaticio del dominio, mucho menos de
naturaleza real, ni tampoco recae sobre bienes fungibles (Cfme:
cas. civ. de 22 de marzo de 2000; exp: 5335).

Así las cosas y conforme con la postura de la Sala de


Casación Civil puede concluirse que, en línea de principio,
el leasing financiero es un contrato traslativo de uso y goce
más no traslativo de dominio el que, eventualmente, puede
convertirse en título para la adquisición de de la propiedad
del bien.

En otras palabras, quien suscribe un contrato de


leasing y adquiere la condición de locatario, recibe a su vez
el derecho a usar y gozar del bien, más el derecho a la
disposición se encuentra suspendido hasta la finalización
del contrato y condicionado a que se haga efectiva la opción
de compra pactada en el clausulado, de manera que si no
se toma la alternativa de comprar el bien, ningún derecho
de dominio recaerá sobre el mismo para el locatario.

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Lo anterior para concluir que, en el caso concreto, la


sociedad demandante no tiene el derecho real de dominio
sobre el predio pues, se reitera, la celebración del contrato
de leasing únicamente le otorga los derechos al uso y goce
que, por analogía, son los mismos que se adquieren cuando
se pacta un contrato de arrendamiento,
independientemente de que, por tratase de un bien
inmueble, deba hacerse la debida inscripción en el registro.

2. La acción real de extinción de dominio.


Legitimidad para intervenir.

El artículo 4º de la Ley 793 de 2002 establece que la


acción de extinción de dominio «es de naturaleza
jurisdiccional, de carácter real y de contenido patrimonial, y
procederá sobre cualquier derecho real, principal o accesorio,
independientemente de quien los tenga en su poder, o los
haya adquirido sobre los bienes comprometidos. Esta acción
es distinta e independiente de cualquier otra de naturaleza
penal que se haya iniciado simultáneamente, o de la que se
haya desprendido, en la que tuviera origen, sin perjuicio de
los terceros de buena fe exentos de culpa».

Así, la dinámica de la acción real de extinción de


dominio se concreta en que el Estado debe demostrar el
origen y/o causa patrimonial ilícita sobre los bienes de una
persona y ésta, por su parte, se defenderá demostrando su
procedencia lícita. Luego, como su mismo nombre lo

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indica, la referida acción se encuentra encaminada a


extinguir «el derecho de dominio» que ostenta una persona
sobre un bien, de ahí que quien tenga interés en ella, será
quien detente la titularidad de dicha prerrogativa o lo que
es lo mismo, quien pueda verse afectado con la decisión que
ponga fin al trámite.

Así, pues, no puede quien posea la calidad de


arrendatario o locatario -que para el caso se asimila a la
posición jurídica que adquiere quien celebra el contrato de
leasing- venir a defenderse ni a esgrimir un interés aparente
en una acción de extinción de dominio, pues tal derecho se
reserva, como ya se indicó, para quien es poseedor o
propietario, es decir, para quien detenta el derecho real de
dominio que debe encontrarse debidamente formalizado a
través de la inscripción del título -escritura pública- en el
respectivo folio de matrícula inmobiliaria.

En este punto importa destacar que para la Sala el


interés que esgrime la sociedad accionante a más de ser un
verdadero interés jurídico, se trata de un interés de carácter
personal -o aparente-, lo cual no resulta suficiente para
dotarlo de legitimidad y permitirle así su intervención en un
proceso en el que, como bien lo señaló la fiscalía
demandada, ninguna vocación para participar le asiste.

Y este interés personal -que se traduce en una


afectación de carácter estrictamente comercial-, y al que se
le quiere dar la apariencia de jurídico, encuentra su

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escenario propio de debate en las acciones civiles o


comerciales que están a disposición de la sociedad
accionante, situación que, de entrada, desnaturaliza la
procedencia de la acción de tutela en el presente asunto,
máxime cuando, como se analizará más adelante, la
decisión objeto de cuestionamiento constitucional se
encuentra ajustada a derecho y por ende no constituye
causal de procedibilidad.

3. Procedencia de la acción de tutela.


configuración de las causales generales y específicas de
procedibilidad.

En el presente caso, mediante resoluciones de 30 de


agosto y 15 de octubre de 2013, la Fiscalía 38 Especializada
de Bogotá le negó a la apoderada de LOS CEDROS
HARDWOOD FLOORING SAS el reconocimiento de
personería para intervenir en el proceso de extinción de
domino que se adelanta respecto del predio identificado con
la matrícula inmobiliaria No. 060-106220, exponiendo,
como sustento de su determinación, que sobre dicha
sociedad no recaía el derecho real de dominio, aserto que
condensó en los párrafos que a continuación se
transcriben:

«1º Los derechos reales se encuentran definidos así:

“a) Principales y Accesorios: son principales los que tienen


vida jurídica propia y no garantizan la existencia de otro
derecho, tales como la propiedad, el usufructo, el uso y la
habitación y la herencia (…).

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Son accesorios los que necesitan de un derecho


preexistente tales como la hipoteca, prenda y servidumbre”.

Ahora bien, tratándose como lo es en este caso de un bien


inmueble, tiene como una de las características la inscripción al
folio de matrícula para su tradición, debe precisarse:

“En materia de inmuebles, el título traslaticio debe ser


solemne, es decir ha de otorgarse por escritura pública (Art.
1857 C.C.) Se trata de un requisito ad sustantiam actus del
título traslaticio relacionado con inmuebles. En esta misma
línea, la tradición de los derechos reales sobre inmuebles
también es solemne.

Una vez otorgada la escritura la tradición se realiza


mediante la inscripción de la misma en la Oficina de Registro de
Instrumentos Públicos del lugar de ubicación del inmueble (…)
Cumplido este trámite se entiende transferido el derecho real
del patrimonio del tradens al patrimonio del accipiens.

(…)

Descartado como se encuentra que LOS CEDROS


HARDWOOD FLOORING SAS, no son titulares del derecho de
dominio, debemos señalar el concepto del contrato de LEASING
FINANCIERO así:

(…)

Indiquemos entonces que de acuerdo con estas


definiciones y conforme el contrato presentado por la
peticionaria, podemos concluir que se acordó un canon de
arrendamiento exigible desde el 30 de septiembre de 2012 y la
fecha de terminación es de 30 de agosto de 2017 y claramente
se establece:
Una de las características de este contrato se centra en
considerar que durante el contrato el activo (inmueble) es de
propiedad de la compañía financiera o del banco.

Tal y como lo reconoce y declara el contrato presentado


por la peticionaria, en las diferentes cláusulas, entre ellas la
sexta, séptima y décima segunda, se reconoce al BANCO DE
OCCIDENTE como propietario del bien y a LOS CEDROS
HARDWOOD FLOORING SAS REGISTRADOS, como locatario
con la opción de adquirir el bien en el año 2017 al término del
contrato.

Estas consideraciones nos llevan a concluir que el titular


del derecho de dominio es indiscutiblemente de acuerdo al folio

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de matrícula el BANCO DE OCCIDENTE, quien deberá dentro


de este proceso demostrar o no su calidad de TERCERO DE
BUENA FE».

Esta decisión, según la demandante, vulnera su


derecho de acceso a la administración de justicia en tanto
que, además de contrariar el contenido del artículo 13 de la
Ley 793 de 2002 -lo que a la sazón constituye un defecto
material o sustantivo-, le está desconociendo su condición
de locatario y tercero de buena fe al interior del proceso de
extinción de dominio respecto de un bien sobre el cual
detenta los derechos de uso y goce.
De la anterior reseña, se ofrece indiscutible que el
asunto sub exámine ostenta relevancia constitucional, pues
la censura planteada se basa en la presunta conculcación
del derecho de acceso a la administración de justicia.
También que la accionante no cuenta con otro mecanismo
judicial ordinario de defensa al interior de la acción de
extinción de dominio.

Así mismo, se cumple con los requisitos de la


inmediatez e identificación concreta de los hechos
constitutivos de la presunta vulneración de garantías
fundamentales.

Por último, cabe agregar que no se está cuestionando


una sentencia de tutela.

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Bajo tal panorama y conforme se han venido


desarrollando los planteamientos conceptuales que se
formularon al momento de proponer el problema jurídico,
para la Sala es imperativo concluir que con la decisión
adoptada por la Fiscalía 38 Especializada de Bogotá,
ningún derecho fundamental se le está vulnerando a la
parte accionante, pues la respuesta al cuestionamiento
esbozado es que la celebración del contrato de leasing no le
otorga a aquélla el derecho de dominio sobre el bien y por lo
tanto, ningún interés jurídico le asiste para intervenir en el
proceso de extinción de dominio.

Fácil se advierte, entonces, que el supuesto defecto


sustantivo o material alegado por la accionante, soportado
en el desconocimiento de lo regulado en el artículo 13 de la
Ley 793 de 2002 y normas concordantes, no tuvo
ocurrencia. Lo que se extracta de la actuación es que la
fiscalía demandada, como actual directora del proceso, está
cumpliendo con su obligación de permitir la intervención de
quienes estén legitimados para hacerlo y no así, de quienes
alegan un supuesto interés que tan sólo lo es en apariencia
y que, en todo caso, puede ser alegado ante otras instancias
judiciales.

Recapitulando, en el presente caso se tiene que: (i) el


contrato de leasing no otorga el derecho real de dominio
para quien lo suscribe, de manera que por ningún motivo
puede ser considerado como titular de atributos distintos al
del uso y goce de bien; (ii) la acción de extinción de dominio

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se ejercita para privar de ese derecho únicamente a quien


sea su titular, es decir, a quien lo haya adquirido a través
de un título traslaticio de dominio y se encuentre
debidamente registrado en el respectivo folio de matrícula
inmobiliaria; (iii) sólo quien ostenta el derecho de dominio
sobre un bien o es tercero de buena fe respecto del mismo,
tiene interés jurídico en la causa al interior de una acción de
extinción de dominio y por lo tanto, se encuentra legitimado
para intervenir; y (iv) en el presente asunto la sociedad
demandante tan solo detenta un interés aparente que se
deriva de una afectación de índole estrictamente comercial,
de manera que la decisión de la fiscalía accionada de no
permitir su participación en el trámite se encuentra
ajustada a derecho y en ese orden, no constituye ninguna
causal de procedibilidad susceptible de ser conjurada a
través de la acción de tutela.

Resulten los anteriores argumentos razón suficiente


para confirmar el fallo impugnado a través del cual la Sala
Penal del Tribunal Superior de Bogotá negó el amparo
constitucional pretendido por LOS CEDROS HARDWOOD
FLOORING SAS.

V. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Sala de Casación Penal de


la Corte Suprema de Justicia, en Sala de Decisión de
Tutelas, administrando justicia en nombre de la República
y por autoridad de la ley,

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RESUELVE

1. Confirmar el fallo impugnado, de conformidad con


la motivación que antecede.

2. Notificar según lo dispuesto en el artículo 30 del


Decreto 2591 de 1991.

3. Enviar el expediente a la Corte Constitucional para


la eventual revisión de esta decisión.

CÚMPLASE

JOSÉ LEONIDAS BUSTOS MARTÍNEZ

EUGENIO FERNÁNDEZ CARLIER

PATRICIA SALAZAR CUELLAR

22
Tutela 73583
LOS CEDROS HARDWOOD FLOORING SAS
IMPUGNACIÓN

NUBIA YOLANDA NOVA GARCÍA


Secretaria

23

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