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Derecho Procesal: El derecho procesal es la rama del derecho público que disciplina la forma
y modo en la que deben tramitarse los procedimientos ante de los órganos jurisdiccionales. Es
una materia dentro del ordenamiento jurídico de trascendental importancia en el derecho, habida
cuenta que se suele decir con frecuencia que aunque uno persiga una pretensión válida para el
derecho de fondo es imprescindible que se utilicen correctamente las herramientas del
derecho procesal en el litigio que se suscite ante el órgano judicial, dado que un error importante
en el proceso judicial puede conllevar la desestimación de las pretensiones de una parte
aunque tenga razón en el fondo de la cuestión sometida a debate.
CARACTERES:
- Publico:
No caben dudas de que el derecho procesal penal tiene un carácter público, pues hay un
interés generalizado de toda la comunidad para el cumplimiento efectivo de sus fines.
- Autónomo:
No obstante su carácter de secundario, se le asigna también el carácter de autonomía, pues es
independiente del derecho penal, con respecto a su desenvolvimiento, contenido y finalidad. En
síntesis, goza de una autonomía científica, legislativa y didáctica.
Objeto:
El objeto del proceso es una entidad peculiar con valor conceptual propio y que se diferencia,
de tal suerte, del sentido ordinario con el que se lo señala comúnmente como indicativo de la
finalidad del proceso.
Su jerarquía es de tal nivel que constituye la materia o tema central de investigación fáctica y
jurídica, base de la decisión; por ello es que sobre el mismo se desarrolla todo el proceso,
cubriendo su iniciación, informando todo su desenvolvimiento y centrando su extinción.
Ese trozo de vida humana, este fenómeno vital “hecho humano” sólo es relevante para el
proceso penal, como su objeto, si se lo considera desde el punto de vista de la ley penal con la
aspiración de aplicarse una pena.
b) El derecho penal sustancial : que es el que tipifica los hechos que, imputados a un hombre,
constituyen el objeto del trabajo del derecho procesal penal;con la finalidad de que, por aplicación
del Derecho de fondo represivo, se pueda aplicar una pena al responsable.El derecho procesal
penal es el medio de actuación del derecho penal sustantivo.
Por lo demás todos los institutos procesales sustanciales están legislados en el Código Penal
(acciones que nacen de los delitos, su extinción, su ejercicio).
c) El Derecho civil y Procesal Civil: El derecho civil que es disciplina a la que se recurre en
institutos básicos, como el cómputo del tiempo para los términos procesales; la capacidad de
las personas para el ejercicio de sus derechos formales; la determinación de sus domicilios para
la competencia; los parentescos para la apreciación de las normas que limitan las posibilidades
de denuncias o declaraciones testimoniales entre parientes consanguíneos o afines; la
conceptuación de instrumentos públicos y privados para la valoración de la prueba y recepción de
cotejos instrumentales, etc . Las normas procesales civiles son de aplicación subsidiarias en
el trámite del proceso penal: acción civil en sede penal, coerción real y algunas formalidades.
No significa que exista yuxtaposición procesal, sino que es un proceso penal con connotaciones
civiles.
e) El derecho internacional privado: que es otra de las áreas jurídicas con las que se relaciona
por cuanto toda su materia, saliendo del territorio nacional y en contacto con las de otros Estados
—ya como país requerido, como requirente, como de cumplimiento de actos rogados o por él
rogados o por actos ilícitos comenzados o consumados entre territorios de Estados—, debe
adecuarse a esa realidad internacional y regularse por tratados y complementarse con las reglas
procesales internas.
b) Computación. Informática jurídica, tampoco son ajenas a las necesidades del derecho
procesal penal, no sólo para la investigación del objeto del proceso, sino para el funcionamiento
mismo de la administración de justicia, en la organización del tribunal, y en el desarrollo del
proceso:
— Informática documental,
— Informática de gestión,
— Informática de resolución.
Fuentes:
La fuente puede ser conceptuada en términos sencillos como el lugar del cual emana o
se origina la norma. Son fuentes del derecho procesal penal:
Constitución Nacional: si bien el carácter del derecho procesal penal es eminentemente local,
no se puede negar que la Constitución Nacional sea su principal fuente, pues:
- es la piedra fundamental de todo nuestro ordenamiento jurídico.
- en ella nos encontramos con principios y garantías aplicables a todos los procesos.
- ella delega la potestad legislativa de fondo para dictar el CP al Congreso, y debemos recordar
que las normas penales son esenciales para la existencia de las normas procesales penales.
No obstante algunas reglas constitucionales son fuente del derecho procesal penal en sentido
estricto, como ser las que se refieren a la competencia de la Administrativa de la justicia Federal
(arts 116 y 117 CN), creación de la CSJN (art 108 CN), al nombramiento de los jueces (art 99 inc
4) y a las condiciones para ser juez de la CSJN (art 111).
Ley Procesal: la ley de procedimiento es la principal fuente del derecho procesal, pues es la más
abarcativa de la materia ritual por haber sido específicamente prevista para el desarrollo integral
del proceso.
Con respecto a las acordadas debemos decir que si bien pueden ser interpretativas o
integradores de la ley, muy rara vez podrán ser consideradas como fuente.
Practica del foro: cuando hablamos de la práctica del foro nos estamos refiriendo a los usos de
los tribunales. En materia penal, generalmente se limitan a las actuaciones de rutina en actas,
oficios, decretos y constancias.
La Doctrina y la jurisprudencia: al igual que la exposición de motivos y las notas del articulado
de los códigos, la doctrina y la jurisprudencia no pueden ser consideradas como fuentes en
sentido propio. De todas formas, serán muy útiles para la interpretación de la ley procesal penal y
para unificar los criterios de su aplicación. Es por eso que Rita Mir de Pereyra nos dice que, si
bien la jurisprudencia no es fuente en sentido estricto, si puede ser vista como una fuente de
carácter interpretativa.
Algunos autores como Julio Maier consideran que esta disposición es inconstitucional, pues la
jurisprudencia va a variar con cada caso, razón por la cual no se puede impedir a un juez que falle
en forma distinta, siempre y cuando fundamente la razón de la solución dada.
Es incuestionable que ello se vincula con la garantía del juez natural que regula el art. 18, CN
("Ningún habitante de la Nación puede ser... juzgado por comisiones especiales, o sacado de los
jueces designados por la ley antes del hecho de la causa") y por consiguiente aquí sí tiene mucha
importancia el momento de comisión del delito de que se trate por cuanto ese momento fija un
límite temporal después del cual no se puede crear un nuevotribunal, ya sea en forma íntegra
ya en forma parcial, en cuanto al ya existente al momento del hecho, se le modifiquen las
competencias y, sacando el juzgamiento del "hecho anterior" del tribunal competente en ese
momento, lo trasladen al de la nueva competencia.
De esta suerte y con relación al hecho ya cometido, cristalizado en el tiempo, la ley procesal
estática posterior que crea nuevos tribunales en forma total o parcial, no tiene ningún efecto
respecto del tribunal existente antes del hecho, por cuanto por imperio del art. 18, CN ningún
habitante de la Nación puede ser sacado del conocimiento y juzgamiento de estos últimos
"designados por la ley antes del hecho de la causa".
Es decir, este tipo de ley procesal penal no tiene efecto retroactivo con relación al hecho ya
cometido, y en cambio la ley antigua (la derogada) tiene efecto ultraactivo. En todo esto está
comprometido el orden público en cuanto se refiere a extremos básicos sobre los que se asienta
la organización fundamental de la Nación, en consulta con la garantía del juez natural.
Por el contrario la situación no es igual con relación al otro tipo de ley procesal, cual es el que
regula el proceso mismo como forma instrumental usada por el juez para el cumplimiento del
objeto de la administración de justicia, esto es la actuación del derecho material penal, en el caso
concreto.
En efecto, al respecto no hay previsión alguna en la ley fundamental que sea similar a la de
retroactividad impuesta para la ley de fondo (arts.18, 1ª parte, CN, y 2°, Cód. Penal), con
referencia al hecho, por lo que con relación a éste la ley procesal dinámica (la reguladora del
proceso) no tiene punto de referencia temporal. El objeto mismo del proceso en lo que hace a la
acreditación de hecho y autor en función del derecho penal y con aspiración represiva,
esdiferente al del de derecho penal de fondo que es el de la incriminación de acciones e
imposición de las penas.
Por estas razones es que temporalmente la nueva ley procesal dinámica, salvo que
expresamente prevea lo contrario, desde el momento mismo de su vigencia es aplicable, respecto
de hechos ya cometidos con anterioridad, a los procesos que aún no se hayan iniciado, a los ya
iniciados para los actos procesales pendientes y, por cierto, quedan excluidos los procesos
terminados. Es decir, como regla, la ley de este tipo rige para el futuro.
En el caso concreto de la nueva ley procesal penal nacional 23.984, se prevé en sus arts. 536
y 537 que sus disposiciones se aplicarán para el futuro, para lo cual señala como fecha de inicio
de vigencia el día 5 de septiembre de 1992 (art. 539, a partir del año de su promulgación).
Pero condiciona tal aplicación para las causas y a en trámite al extremo de que a la fecha de
entrada en vigencia, no se hubiere contestado ya el traslado de la defensa, en cuyo caso se
seguirían aplicando las normas del Código viejo. La previsión es clara y fundada por cuanto ése
era el momento en que el plenario ya abierto por la acusación, se convertía en bilateral. Lo cierto
es que la norma era imperativa. Por no arribado ese momento se aplicaba de oficio el nuevo
Código, conservando su validez los actos anteriores.
El sistema sancionado se deroga, a poco, por el art. 12, ley 24.121, que dispone que en todos los
casos las causas proseguirán sustanciándose y terminarán de conformidad con las disposiciones
de la ley 2372... y sus modificatorias, salvo que el procesado o acusado solicitare la aplicación
delprocedimiento previsto en la ley 23.984... Dentro de los quince (15) días de notificado
legalmente para el ejercicio de esa opción", la que debe ser unánime en caso de haber varios
procesados, siendo su última oportunidad para todos los casos hasta antes de contestar el
traslado de la acusación.
El sistema introducido por esta última norma nos parece totalmente inapropiado, por las
siguientes razones:
a) Para la etapa de la instrucción, e incluso el primer tramo de la del juicio, torna posible,
poniendo en manos del procesado, la aplicación —a su voluntad— del régimen viejo en lo que
hace a la falta de publicidad del proceso. El silencio de la escritura y la rémora de su lentitud
continuarán siendo base de rédito para todos aquellos famosos que, teniendo mucho que rendir,
también tenían mucho que ocultar. Se rompió así el símbolo de la nueva justicia de la ley 23.984,
la rapidez, publicidad y transparencia del "juicio".
Con el sistema adoptado, se abre el plenario y (hasta) antes de contestar la acusación, se opta
por el sistema nuevo, para el cual sobra todo lo hecho y le falta todo lo nuevo previsto. Ello fuerza
a conferir valores a actos ya producidos, que no lo tienen por la nueva ley ni por la vieja.
El trámite de adecuación, ante la opción, tendría que hacerlo la instrucción, con retorno al juzgado
respectivo, por lo que, incluso la remisión al tribunal de juicio, en el caso del proceso nuevo, debe
cumplirlo luego del traslado a la defensa (art. 349), el juzgado de instrucción (apartándose del
régimen viejo) que cesa en holocausto ante el régimen nuevo.
Tiempo, tiempo, pérdida de tiempo.
La reducción del tiempo en la duración del proceso es una garantía constitucional que
debe ser respetada siempre, si se desea tener seguridad jurídica.
Efectos espaciales:
Rige respecto de este tipo de ley el principio de territorialidad, por el cual ésta es de aplicación
dentro del territorio nacional o provincial para el cual se ha dictado. Entendiendo por territorio,
el espacio circunscripto por los límites jurídicos, tanto en lo que hace a la tierra como a las
aguas. Y la ley se difunde por todos esos espacios de tierra o agua en los que por la naturaleza o
por convenio se ha extendido la soberanía.
Se incluye dentro de ese aspecto espacial los conocidos como territorios flotantes, esto es,
existen delitos cometidos en lugares donde la única expresión de soberanía, en medio de un
vacío de ella (aguas o espacio aéreo internacionales) es la bandera de la nave o aeronave.
De este modo, todo acto procesal penal propio o rogado por otro Estado se cumplirá por la
ley procesal penal del lugar de producción. Y los Estados regularán por acuerdos
interestaduales (nacionales o internacionales) sus formas y validez.
Legalidad.
Oportunidad.
Imparcialidad.
Independencia.
Indeclinabilidad.
Improrrogabilidad.
Inmediación.
Publicidad.
Oralidad.
Identidad física del juzgador.
Continuidad.
Concentración.
Amplitud y comunidad de la prueba.
Libre convicción.
Imputación.
Intimación al imputado.
Contradicción.
Ampliación de la acusación.
Correlación entre la acusación y la sentencia.
Reparación del daño.
La base de la Sentencia.
Principio de la oficialidad:
Los órganos competentes del estado para ejercitar esta potestad – deber pueden ser
jurisdiccionales, como el juez por ejemplo, o no jurisdiccionales, como la policía.
No obstante el principio de oficialidad y la necesaria intervención del estado en las cuestiones del
proceso penal, nos vamos a encontrar con los llamados delitos de:
Legalidad Oportunidad
Independencia:
Cada juez es libre al decidir el caso conforme a la ley. Sólo a ella está sujeto el magistrado, y
aunque eventualmente su decisión puede ser recurrida, eso no debe entenderse como una
expresión de subordinación jerárquica, sino como una necesidad de evitar errores judiciales para
garantía del justiciable.
Indeclinabilidad:
Es la regla que impone al juez que una vez que ha sido investido del conocimiento de un ilícito
penal, no puede sustraerse al ejercicio de su función, debiendo pronunciarse de acuerdo con
la ley, cuyo mandato le resulta inexcusable.
Improrrogabilidad:
Las normas sobre jurisdicción y competencia son improrrogables. No puede, la voluntad de las
partes o la del magistrado, modificar según sus conveniencias, las previsiones que de manera
expresa contienen los Códigos de procedimiento.
El principio de la verdad real juega dentro del proceso penal un papel diferente al de la
verdad formal dentro del proceso civil, en el cual el juez de la causa solo se puede valer de los
elementos de convicción aportados por las partes durante el proceso. En el proceso penal, por el
contrario, el juez podrá ir más allá de lo que aportan las partes, pues justamente se le exige que
intente llegar a la, muchas veces muy distante, verdad real.
Desde ya que si bien el objetivo dentro de todo proceso penal debe ser llegar a la verdad real,
muchas veces esto es imposible. Es por eso que se sostenga que la verdad real, mas que una
certeza, se trata de una verdad aproximada, en virtud de la cual, un sujeto que no vivencio el
hecho (el juez), pueda llegar a un convencimiento sobre el mismo a través de ciertos elementos
probatorios.
Inmediación:
La inmediación hace referencia al contacto directo que debe mantener en todo momento el juez
con las partes y los elementos probatorios y de interés para la causa.
Podemos hablar entones de una inmediación subjetiva entre el juez y el resto de los sujetos
procesales, y de una inmediación material, entre el juez y los medios probatorios y demás
elementos de interés para la causa.
Para que este subprincipio se de en forma eficaz, es necesario el pleno funcionamiento de los
subprincipios de publicidad, oralidad, identidad física del juzgador y de continuidad.
Si bien lo ideal sería que la inmediación esté presente a lo largo de todo el proceso, la practica
nos demuestra que se dará solo en la etapa del plenario, mas no en la de la instrucción.
Publicidad:
El subprincipio de la publicidad es una consecuencia lógica de nuestro sistema republicano, en el
cual es necesario que se den a conocer todos los actos de gobierno , a los fines de que se
pueda ejercer sobre los mismos un adecuado control por parte de los otros poderes del estado,
como así también de la comunidad.
Oralidad:
La oralidad es sumamente conveniente dentro del proceso atento a que por esta vía se
permite una manifestación más amplia de lo sucedido, que la que puede permitir la escrita.
Por otra parte favorece al principio de inmediación subjetivo.
En nuestro sistema solamente la etapa del plenario es oral, aclarando que la misma no es
absolutamente oral, ya que a pedido de las partes los secretarios deberán hacer constar en acta
todas aquellas cuestiones que se presenten como relevantes. Inclusive hay que decir que la
práctica nos demuestra que los secretarios no solo asentaran las cuestiones relevantes, sino
también muchas otras que carecen de trascendencia, contradiciendo así la disposición del CPP
que nos dice que solo se deberán asentar en acta las cuestiones más importantes.
En virtud del subprincipio de la identidad del juzgador nos vamos a encontrar con que es
necesario que el mismo juez que actuó en el debate, sea quien dicte sentencia. Esta es un
subprincipio establecido entonces en garantía del imputado y de la fidelidad de los hechos.
Que es lo que sucede entonces en aquellos casos en los cuales el juez que comenzó a entender
en el plenario no puede continuar en el mismo:
– si ya ha comenzado el debate y se enferma el juez, el plenario será aplazado
– si todavía no se ha abierto el debate, se aplazara también el plenario
– en caso de enfermedad grave del juez, se suspenderá el proceso, pero si dicha enfermedad
subsiste, se deberá anular el proceso
– si ya se ha producido la totalidad del debate y ya está elaborada la sentencia, esta será
igualmente valida aunque carezca de la firma de alguno de los jueces
Continuidad:
Este subprincipio implica que todas las audiencias deberán ser realizadas en los plazos más
cercanos posibles, y que una vez iniciada la audiencia, debe concluir.
– El aplazamiento que se da cuando se pospone el día y la hora del debate, antes de que haya
comenzado el debate.
– El cuarto intermedio, que es la forma de interrupción más común. Mientras dure el cuarto
intermedio, no se podrá resolver otro expediente.
– La suspensión, que se podrá dar por hasta 10 días, ya que de lo contrario corresponde declarar
la nulidad de todo lo actuado. La suspensión es procedente solo en los supuestos previstos por la
ley:
1) Cuando deba resolverse alguna cuestión incidental que por su naturaleza no pueda decidirse
inmediatamente;
2) Cuando sea necesario practicar algún acto fuera del lugar de la audiencia, y no pueda
verificarse en el intervalo entre una y otra sesión;
3) Cuando no comparezcan testigos, peritos o intérpretes cuya intervención sea indispensable a
juicio de la cámara, salvo que pueda continuarse con la recepción de otras pruebas hasta que el
ausente sea conducido por la fuerza pública
4) Si algún Juez, Fiscal o Defensor se enfermare hasta el punto de no poder continuar su
actuación en el juicio a menos que los dos últimos puedan ser reemplazados;
5) Si el imputado se encontrare en la situación prevista del inciso anterior, caso en que deberá
comprobarse su enfermedad por los médicos forenses, sin perjuicio de que se ordene la
separación del juicio,
6) Si alguna revelación o retractación inesperada produjere alteraciones sustanciales en la causa,
haciendo indispensable una Instrucción Formal suplementaria;
7) Cuando el defensor lo solicite conforme el Art. 406.
En caso de suspensión, el presidente anunciará el día y hora de la nueva audiencia y ello valdrá
como citación para los comparecientes. El debate continuará enseguida del último acto cumplido
cuando se dispuso la suspensión. Siempre que esta exceda el término de 10 días, todo el
debate deberá realizarse nuevamente bajo pena de nulidad. Durante el tiempo de suspensión, los
Jueces y Fiscales podrán intervenir en otros juicios.
Concentración:
Mediante este subprincipio se busca acumular en un mismo acto, audiencia, la mayor cantidad
de cuestiones posibles por su compatibilidad.}
La comunidad de la prueba por su parte, implica que una vez introducido un elemento probatorio
al proceso, el mismo deja de pertenecer a quien lo ofreció, y pasa a estar al servicio superior de la
justicia y la verdad real. Por ello quien ha introducido una prueba, no podrá luego evitar su
producción mediante su renuncia por ejemplo.
Libre convicción:
El subprincipio de la libre convicción hace referencia al la valoración del juez de los elementos
probatorios, y no es otro que el sistema de la sana critica racional, en aplicación directa de la
experiencia común y de las reglas de la lógica.
En un sentido amplio puede ser visto como el derecho de defensa que le asiste a todas las
partes, y desde un punto de vista restrictivo como el derecho de defensa que le asiste al
imputado.
Este principio deberá estar presente en todas las etapas del proceso, inclusive desde la
prevención policial.
Esta imputación no requiere de formas solemnes, y puede provenir de un particular mediante una
querella o denuncia, interpuesta ante autoridad policía, del ministerio público, o del juez, o
mediante el inicio de un procedimiento de oficio.
Para que la intimación cumpla con sus fines debe ser concreta, expresa, clara y
circunstanciada. Con esto se quiere decir que deberá indicar todas las cuestiones relacionadas
con el lugar, tiempo y modo del hecho que se le imputa. La simple mención del delito que
se le imputa no es suficiente.
Se requiere también que sea precisa, integral y oportuna. Con esto se quiere decir que debe
ser redactada en forma clara, de manera tal que pueda ser entendida por el imputado. Es
necesario que en ella no se le oculte nada al imputado, y por último que se efectuada en tiempo
y forma, para que éste pueda ejercer su derecho de defensa.
La falta de intimación implica violación a las normas concernientes a la intervención del imputado.
No sucede lo mismo con respecto al demandado civil, cuya rebeldía no afectara ni paralizara el
trámite del proceso.
Contradicción:
El principio de contradicción le asegura a las partes:
– La oportunidad de ser oídas por el tribunal durante el proceso.
– La posibilidad de insertar pruebas conducentes y pertinentes la proceso
– La posibilidad de controlar la actividad judicial o de la parte contraria.
– La posibilidad de refutar los argumentos que pueden afectarlo
Sin embargo hay que destacar que la contradicción no tendrá la misma fuerza en todas las etapas
del proceso, ya que mientras que en el plenario nos encontramos con una contradicción plena, en
la instrucción nos vamos a encontrar con una contradicción limitada.
Ampliación de la acusación
Si de la instrucción o del debate resultaren hechos que integren el delito o que lo agraven, el fiscal
podrá ampliar la acusación efectuada en el requerimiento fiscal.
La posibilidad de ampliar la acusación encuentra su fundamento en un principio de económica
procesal, pues de no admitirse la ampliación necesariamente se debería retrotraer el juicio a la
instrucción siempre que apareciera alguna circunstancia calificante no prevista con anterioridad.
El límite de la facultad de ampliar la acusación esta dado en el derecho de defensa del imputado,
ya que la misma podrá ser solicitada siempre que no afecte dicho derecho.
Hay que aclarar que la correlación o congruencia atañe específicamente al hecho imputado, y no
a su calificación legal, la cual quedara siempre a criterio del juzgador.
Consecuencias de la correlación
– La acusación y la sentencia deben coincidir en cuanto a la acción u omisión imputada
– Deben coincidir en cuanto al resultado de la acción u omisión imputada
– Se puede condenar al imputado, sin violar esta regla, por un delito más leve del que fue objeto
de acusación
La base de la sentencia:
El fundamento o base de la sentencia deberá surgir siempre de los actos del debate o de los
medios de prueba y demás elementos de convicción que se hubieran presentado durante el
proceso. Nunca una sentencia podrá fundarse en hechos de conocimiento personal y exclusivo
del juez, que han sido adquiridos fuera del proceso. La violación de este subprincipio, determina
la nulidad de la sentencia por falta de fundamentos.
Este principio no requiere entonces solamente el proceso previo sino que requiere además que el
mismo haya sido tramitado acorde a todas las formalidades y exigencias de la ley.
Por ello cualquier sujeto podrá exigir válidamente que quien lo juzgue sea el órgano con
competencia legal previa a los hechos que motivan la causa.
– Ninguna acción no tipificada como delictiva podrá ser condenada judicialmente, por mas que
atente contra la moral o las buenas costumbres (tipicidad de la ley penal)
– La ley que tipifique el delito deberá provenir de un órgano competente, que en este caso será el
Congreso de la Nación
– El juez no podrá aplicar otra sanción que la prevista por la ley para cada hecho especifico
– Para que el juez aplica la sanción correspondiente, no solo será necesario que la conducta
encuadre en un delito tipificado, sino también que la misma no encuadre en una causal de
eximición o absolutoria
– Las leyes penales no tendrán efectos retroactivos, salvo aquellas que se presentaren como más
benévolas para el imputado
Garantías:
Noción y fin: Las garantías procuran asegurar que ninguna persona pueda ser privada de
defender su derecho vulnerado (por el delito) y reclamar su reparación (incluso penal, lo que es
incuestionable en casos de acción penal privada, mientras avanza la idea para el caso de la
acción pública) ante los tribunales de justicia.
Asimismo, las garantías procuran asegurar que ninguna persona pueda ser sometida por el
Estado, y en especial por los tribunales, a un procedimiento ni a una pena arbitraria (“acto o
proceder contrario a la justicia, la razón o las leyes, dictado sólo por la voluntad o el capricho”) en
lo fáctico o en lo jurídico, tanto porque el Estado no probó fehacientemente su participación en un
hecho definido (antes de su acaecimiento) por la ley como delito, como también porque no se
respetaron los límites impuestos por el sistema constitucional a la actividad estatal destinada a
comprobarla y a aplicar la sanción.
O sea que, en el proceso penal, las garantías se relacionan con quien ha resultado víctima de la
comisión de un delito, a quien se considera con derecho a la “tutela judicial” (arts. 1.1, 8.1 y 24,
CADH) del interés (o derecho) que ha sido lesionado por el hecho criminal, y, por lo tanto, con
derecho a reclamarla ante los tribunales (art. 8.1, CADH) penales, actuando como acusador, aun
exclusivo. También se erigen como resguardo de los derechos del acusado, no sólo frente a
posibles resultados penales arbitrarios, sino también respecto del uso de medios arbitrarios para
llegar a imponer una pena.
Fuente:
Artículo 75 inciso 22 de la Constitución Nacional:
Luego de la incorporación a la Constitución Nacional de los principales tratados sobre derechos
humanos, y de situarlos a su mismo nivel (art. 75 inc. 22, CN), puede hablarse de un nuevo
“sistema constitucional” integrado por disposiciones de igual jerarquía «que abreva en dos
fuentes: la nacional y la internacional». Sus normas, «no se anulan entre sí ni se neutralizan entre
sí, sino que se retroalimentan» formando un plexo axiológico y jurídico de máxima jerarquía
(Bidart Campos), al que tendrá que subordinarse toda la legislación sustancial o procesal
secundaria, que deberá ser dictada «en su consecuencia» (art. 31, CN). Además, la paridad de
nivel jurídico entre la Constitución Nacional y esa normativa supranacional, obliga a los jueces a
«no omitir» las disposiciones contenidas en esta última «como fuente de sus decisiones», es
decir, a sentenciar también “en su consecuencia”.
Este sistema constitucional diseña un esquema de garantías para los derechos que reconoce, las
que se proyectan sobre el proceso penal, esquema que es también ley suprema en Córdoba,
conforme a lo dispuesto por el art. 18 de su Constitución, que dispone que “todas las personas en
la Provincia gozan de los derechos y garantías que la Constitución Nacional y los tratados
internacionales ratificados por la República reconocen y están sujetos a los deberes y
restricciones que imponen”, y que además en una “Disposición complementaria” establece que
“toda edición oficial” de ella “debe llevar anexa los textos de la “Declaración Universal de los
derechos del Hombre” de la ONU de 1948 y la parte declarativa de derechos de la “Convención
Americana sobre Derechos Humanos”. Pero, además, la Constitución de Córdoba profundiza
para nosotros ciertos aspectos de la normativa “nacional-supranacional” aludida.
Todo esto forma un verdadero “bloque de legalidad” de máximo nivel jurídico que debe presidir la
formulación de las normas procesales penales y, sobre todo, su interpretación y aplicación
prácticas. No es con citar las constituciones y los pactos que se cumple con ellos: a veces es ese
el mejor método para esconder su vulneración.
Fundamento:
Estas garantías tienen como fundamento los atributos de la persona humana» y emanan de su
«dignidad inherente», estos derechos son reconocidos por el sistema constitucional, que
establece instituciones políticas y jurídicas que tienen como fin principal la protección de los
derechos esenciales del hombre, y también procedimientos y prohibiciones para proteger,
asegurar o hacer valer su plena vigencia, para resguardarlos frente a su posible desconocimiento
o violación, y para asegurar su restauración y reparación, aun mediante la invalidación o la
sanción de las acciones u omisiones violatorias, provengan o no de la autoridad pública en el
ejercicio de su función penal. Estas garantías son de naturaleza jurídico-política, pues surgen de
las leyes fundamentales, imponen obligaciones a cargo del Estado y establecen límites a su
poder.
Límite:
Si bien los derechos que las garantías tutelan no son absolutos, pues están «limitados por los
derechos de los demás, por la seguridad de todos y por las justas exigencias del bienestar
general y del desenvolvimiento democrático» (art. XXVIII, DADDH), las restricciones que con tales
propósitos establezcan las leyes que reglamenten su ejercicio por razones de interés general,
deberán guardar directa relación con las razones que las autorizan y no podrán alterarlos en su
esencia (art. 28, CN). Es por eso que la interpretación de aquéllas debe ser conforme al sistema
constitucional, es decir con sujeción a la Constitución, que impone al juez la crítica de las leyes
inválidas a través de su reinterpretación en sentido constitucional y la denunciade su
inconstitucionalidad, e inspirada en el principio «pro hómine».
Y aun cuando se funden en una ley, las restricciones podrán considerarse arbitrarias si fueren
incompatibles con el respeto de los derechos fundamentales del individuo por ser, entre otras
cosas, irrazonables, imprevisibles, o tengan falta de proporcionalidad. En otras palabras, la
restricción arbitraria a los derechos humanos es aquella que, aun amparándose en la ley, no se
ajusta a los valores que informan y dan contenido sustancial al Estado de Derecho.
Clases de Garantías:
Garantías penales:
El sistema constitucional argentino, por ideología y en sus disposiciones expresas, consagra las
siguientes garantías penales: Legalidad: Sólo la ley, es decir un acto emanado del Poder
Legislativo –y no de los otros poderes–, de alcance general y abstracto, puede definir qué acción
u omisión de una persona es punible como delito, estableciendo a la vez la pena que le
corresponderá al infractor. Reserva: Sólo podrá aplicarse pena a quien incurra en la conducta
descripta por la ley como delito (con sus notas de tipicidad, antijuridicidad, culpabilidad y
punibilidad), nunca otras no atrapadas por aquella descripción (todo lo que no está penalmente
incriminado, estará penalmente autorizado), ni con una especie o cantidad diferente de pena que
la prevista (lo que excluye la posibilidad de aplicación analógica de la ley penal).
Ley previa: Sólo podrá reprimirse una conducta humana si se encuentra descripta por la ley como
punible, antes de su acaecimiento y sólo con la pena prevista en ese momento.
Irretroactividad:
No podrá invocarse para reprimir esa conducta una ley posterior a su ocurrencia, sea porque
recién la tipifique como delictiva, o porque le asigne una sanción más grave (sí podrá aplicarse
retroactivamente la ley penal más benigna).
Como precisiones de lo expuesto, se admite en forma generalizada que sólo pueden conminarse
como punibles conductas (no pensamientos, ni condiciones o situaciones personales: se pena por
lo que se hace o se deja de hacer, no por lo que se es, o se cree o se piensa), que deben ser
actual o potencialmente dañinas para algún bien susceptible de ser protegido por el derecho
(nunca aquellas que «de ningún modo ofenden al orden o a la moral pública, ni perjudiquen a un
tercero, art. 19, CN) y culpables, es decir, cometidos u omitidos con conciencia y voluntad (por
dolo o culpa del autor): no hay responsabilidad penal objetiva. Además, la descripción de las
conductas punibles tendrá que reunir la máxima precisión, y debe ser posible de verificar su
existencia o inexistencia a través de la prueba.
Con relación a la pena, también existen disposiciones garantizadoras. No puede existir la pena de
muerte (art. 4.3, CADH), ni tampoco alguna que sea cruel, inhumana o degradante (art. 5.2,
CADH) infamante o inusitada (art. XXVI, DADDH), lo que exige un estricto control de la ejecución
de otras, como la de prisión, para que en la práctica no tengan tales características. Es también
una garantía el principio de proporcionalidad de la pena, y que no pueda «trascender la persona
del delincuente» (art. 5.3, CADH).
Garantías Procesales:
El sujeto a quien se le atribuye participación en un hecho delictivo, es decir, el imputado, es
reconocido por el sistema constitucional (Constitución Nacional y tratados internacionales
incorporados a su mismo nivel –art. 75 inc. 22 CN–) como titular de derechos que emanan de su
condición de persona humana, la que se valoriza en su dignidad (Preámbulo de la CADH). De allí
que se le reconozcan derechos como tal y se los proteja aun durante el proceso penal. Pero el
sistema constitucional le confiere además otros derechos y garantías (mínimas) especiales en
virtud de su específica condición de penalmente perseguido, procurando asegurarle un «juicio
justo».
Esta concepción debe tener como reflejo (muchas veces no lo tiene en la práctica) una firme
actitud de todos los poderes del Estado en el marco de sus respectivas competencias, tendiente a
evitar cualquier afectación a los derechos del imputado que no pueden ser restringidos bajo
ningún concepto (por ejemplo: la integridad física) durante el curso del proceso, y a minimizar la
restricción de aquellos que sí puedan verse limitados por razones procesales, a la medida de lo
estrictamente imprescindible, limitaciones que siempre serán de aplicación e interpretación
restrictiva.
– La reserva de la intimidad:
El derecho a la intimidad, en sus diferentes expresiones, es otro de los reconocidos por el sistema
constitucional, porque emana de la dignidad personal del imputado. Protege todo aspecto de la
vida privada de un individuo que éste quiera preservar del conocimiento e intrusión de los demás
(art. 11.1, CADH). Si bien puede verse restringido por el desarrollo del proceso penal, ello sólo
podrá ocurrir bajo ciertas condiciones que aquella legislación superior autoriza. Los datos
obtenidos en violación de esta garantía no podrán ser utilizados como prueba.
Proyecciones:
El pudor:
Debe asegurarse, en primer lugar, el respeto al pudor del imputado (intimidad corporal) cuando
sea objeto de la persecución penal. Al respecto, es preciso restringir al límite de la más estricta
necesidad cualquier medida judicial sobre su cuerpo (como sería una inspección corporal o una
requisa personal), la que deberá ser objeto de una cuidadosa reglamentación en orden a las
causas de su procedencia y a la forma de su realización (ejemplo: la requisa sobre una mujer
deberá practicarla personal femenino).
El domicilio:
El domicilio es una proyección espacial del ámbito de intimidad de la persona, lo que ha
determinado el reconocimiento general de su inviolabilidad y la exclusión de posibles injerencias
arbitrarias en él (art. 18, CN; art. 11.2, CADH). Si bien se podrá autorizar su registro y
allanamiento, será en base a la regulación por ley de las razones de su procedencia (art. 18, CN),
el que será dispuesto sólo por un juez competente mediante orden motivada y previa al acto,
escrita y determinada, y no reemplazable por ningún otro medio, ni siquiera por el consentimiento
del interesado.
Secreto profesional o de estado: El derecho a la intimidad exige también que las confidencias o
revelaciones realizadas a otras personas por razones propias de su oficio, profesión o estado,
sean mantenidas en la reserva en que se produjeron, incluso en el ámbito del proceso penal.
– El estado de Inocencia:
Por respeto a su dignidad personal, al imputado se le reconoce durante la sustanciación del
proceso, un estado jurídico de no culpabilidad respecto del delito que se le atribuye (que también
se denomina principio de inocencia o derecho a la presunción de inocencia, art.11, DUDH) que no
tendrá que acreditar (aunque tiene derecho a ello), como tampoco tendrá que hacerlo con las
circunstancias eximentes o atenuantes de su responsabilidad penal que pueda invocar.
Puede formularse diciendo que todo acusado es inocente mientras no se establezca legalmente
su culpabilidad, lo que ocurrirá cuando se pruebe que es culpable, en las condiciones de
garantías que se establecen en el sistema constitucional y en el Código Procesal Penal
Ello significa, que no se lo podrá penar como culpable (ni tratarlo como tal durante el proceso
penal) a quien no se le haya probado previamente su culpabilidad en una sentencia firme dictada
luego de un proceso regular y legal; que esa prueba deben realizarla los órganos encargados de
la preparación, formulación y sostenimiento de la acusación; que el imputado no tiene –ni, por lo
tanto, se le puede imponer– la obligación de probar su nocencia; y que si la acusación no se
prueba fehacientemente por obra del Estado, el acusado debe ser absuelto.
La duda –para ser beneficiosa– debe recaer sobre aspectos fácticos (físicos o psíquicos)
relacionados a la imputación. Se referirá especialmente a la materialidad del delito, a sus
circunstancias jurídicamente relevantes, a la participación culpable del imputado y a la existencia
de causas de justificación, inculpabilidad, inimputabilidad o excusas absolutorias que pudieran
haberse planteado.
La influencia del principio «in dubio pro reo» se extiende, con distintos pero progresivos alcances,
durante todo el curso del proceso penal, y mientras más adelantado se halle éste, mayor será el
efecto beneficiante de la duda. Pero la máxima eficacia de la duda se mostrará en oportunidad de
elaborarse la sentencia definitiva, posterior al debate oral y público, pues sólo la certeza positiva
de la culpabilidad permitirá condenar al imputado. La improbabilidad, la duda stricto sensu y aun
la probabilidad (positiva) determinarán su absolución. Es en este momento donde impera con total
amplitud el principio in dubio pro reo, pues atrapa la totalidad de las hipótesis posibles de duda
como estados intelectuales excluyentes de la certeza.
Se discute, en cambio, sobre si el in dubio pro reo rige en materia de interpretación de la ley
penal. Algunos se inclinan terminantemente por la negativa, basándose en que aceptar su
vigencia en esta materia, importaría abolir la tarea de interpretación jurídica, pues bastaría
presentar una postura razonable, más beneficiosa al imputado, para que ésta fuere obligatoria
(aun cuando resulte equivocada). Otros, en cambio, admiten que este principio valga como
criterio de interpretación no sólo para evitar la aplicación analógica de la ley penal o su extensión
interpretativa más allá del marco del hecho, sino también en la situación de incertidumbre del
ánimo sobre la pena referida a él.
– Juicio Previo:
El sistema Constitucional no sólo establece quién puede aplicar la pena (el juez del Poder
Judicial, “natural” e imparcial), sino que estatuye también el “cómo”: «nadie podrá ser penado sin
juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso» reza el art. 18 de la Constitución
Nacional, lo que importa la consagración del proceso como condición ineludible para la
realización del derecho penal (art. 14.1 y 3.e, PIDCP).
La garantía del «Juicio previo» significa, no sólo que él debe preceder inevitablemente a la pena,
sino que –además– no puede imponerse una pena por fuera del juicio, ni el proceso puede ser
ocasión ni pretexto para una indebida restricción de los derechos que al imputado se le reconocen
como inherentes a su dignidad humana (ejemplo: su intimidad), ni configurar una pena en sí
mismo, sea por la utilización de la prisión preventiva como sanción anticipada, sea por
repercusión social estigmatizante, etc
Este límite al poder penal del Estado consiste, entonces, en que su ejercicio en un caso concreto
se puede procurar sólo una vez. Se lo ha fundamentado diciendo que el principio tiende a
preservar la estabilidad del orden jurídico, o resulta una derivación necesaria de la presunción de
verdad de la cosa juzgada, o así lo exige la seguridad jurídica de quien ya fue objeto de la
persecución penal del Estado.