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Profesor Carmelo Hernández Ramos.

Departamento de Psicología de la
Salud. UA. INTRODUCCIÓN A LA CRIMINOLOGÍA APLICADA.

Apuntes de la Asignatura: CRIMINOLOGÍA APLICADA (18514)

TEMA 4.- CRIMINALIDAD DE GÉNERO


Violencia, vulnerabilidad y género: Factores de Vulnerabilidad. Modelo
4.1. ecológico para el análisis de la violencia. Género y Criminalidad:
diferencias e indicadores de criminalidad por razón de género.

4.2. Género y Criminalidad: diferencias e indicadores de criminalidad por


razón de género.

VIOLENCIA, VULNERABILIDAD Y GÉNERO: Factores de


Vulnerabilidad. Modelo ecológico para el análisis de la
violencia de género.

Concepto de Grupo Vulnerable

Se entiende por grupos vulnerables a todos aquellos que, por


razón de edad, raza, sexo, condición económica, características
físicas, circunstancia cultural o política, se encuentran en mayor
riesgo de que sus libertades y derechos sean violentados.
En cada sociedad se puede identificar a los grupos
vulnerables a partir de determinadas características personales de
las personas que los integran (edad, sexo, situación de desempleo,
nivel cultural, origen étnico, etc.). Los grupos vulnerables se
encuentran en una situación de mayor indefensión y desventaja
frente al reconocimiento y ejercicio de sus derechos y libertades
fundamentales.
Ampliando lo dicho hasta aquí, los grupos vulnerables son
aquellos que se encuentran en una específica situación de riesgo y
desventaja motivada por sus características personales, que les

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impide acceder a mejores condiciones de bienestar social,


experimentando, por ello, dificultades significativas en el ejercicio de
sus derechos y libertades.
La vulnerabilidad también se utiliza para designar a los grupos
que deben recibir ayuda. En este sentido, el “factor vulnerabilidad”
se refiere a la condición de una mayor indefensión en la que se
puede encontrar una persona, grupo o comunidad. La vulnerabilidad
es sinónimo de inseguridad, debilidad y exposición a la desventaja,
por lo que siempre supone un riesgo para la persona expuesta.
Vulnerabilidad Natural / Vulnerabilidad Social
Por vulnerabilidad natural nos referiremos a aquellas formas
de vulnerabilidad que resultan de causas relativamente naturales,
como las que derivan por razón de edad (ser menor de edad, o
tener una edad avanzada), y que la mayoría de las personas
pueden experimentar, en mayor o menor medida, en algún
momento de sus vidas. También en el mismo caso se encuentran
las personas con discapacidad, o aquellas otras con capacidades
especiales.
Por estas condiciones se está en mayor riesgo de sufrir algún
tipo de daño físico, psicológico, sexual, emocional, económico o de
cualquier otro perfil, o de sufrir una mayor detracción en el ejercicio
de los derechos y libertades de que disfruta el resto de la población
estándar.
La vulnerabilidad social se refiere a aquellas
vulnerabilidades que son construidas a partir de los estereotipos,
roles y prácticas socioculturales establecidas en una determinada
comunidad. Las personas o grupos que padecen de este tipo de
vulnerabilidad suelen verse afectados por prejuicios y prácticas
discriminatorias en función de ciertas características del ser
humano, como la raza, la condición o el origen social, la orientación
sexual y el género, entre otras.

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Factores Internos y Externos de Vulnerabilidad


La vulnerabilidad es consecuencia de la interacción de una
serie de factores internos y externos que, al combinarse,
disminuyen o anulan la capacidad que tiene una persona, grupo o
comunidad para enfrentarse a una situación de riesgo concreta que
les ocasiona un daño o perjuicio significativo, y por extensión, les
impide o dificulta la recuperación efectiva de los efectos negativos
sufridos como consecuencia del mismo.
Los factores internos forman parte de las características
propias del individuo, grupo o comunidad, como, por ejemplo, la
edad, el género, el origen étnico, la discapacidad, la orientación
sexual, etc.
Los factores externos están ligados al contexto social,
puesto que el ser humano, en su dimensión social, está en
constante interacción con las demás personas, grupos e
instituciones para poder satisfacer sus propias necesidades.
La principal característica de la vulnerabilidad es su
multidimensionalidad, porque se manifiesta tanto en distintas
personas como en comunidades o grupos determinados,
identificados por características comunes.
Existe una amplia gama de grupos vulnerables que incluye a
las mujeres, los menores, las personas mayores, las personas con
orientación sexual distinta a la heterosexual e identidad de género,
las personas con alguna enfermedad mental, las personas con
discapacidad, migrantes, refugiados y las personas viviendo con
VIH/Sida y otras patologías.
Violencia y Vulnerabilidad por razón de Género
En el contexto de las violencias de género resulta de
fundamental importancia la cuestión de los grupos vulnerables,
puesto que existen personas que tienen mayor riesgo de sufrir
menoscabos en sus derechos y libertades fundamentales y en su
integridad física, psicológica y sexual en el seno de la organización
nuclear social básica: la familia, y en cada uno de los diferentes

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ámbitos en que el proceso de socialización se itinera: escuela,


trabajo, deporte, ocio…, etc.
En el contexto de la Criminología Aplicada y la cuestión de
género, vamos a referirnos a grupos vulnerables concretos: las
mujeres, los menores y las personas de edad avanzada o en
situación de discapacidad o portadoras de capacidades especiales.
El grado de vulnerabilidad de una persona o un grupo de
personas está determinado por su el grado de exposición a los
factores de riesgo y su capacidad para afrontar o resistir situaciones
problemáticas correlativas.
a) MUJERES
Género, sociedad y violencia se entrelazan para dar origen al
fenómeno de la violencia que se ejerce contra la mujer.
Socialmente se ha establecido un sistema de diferenciación y
asignación tanto de roles como de actividades en función del sexo
al que se pertenece. Esta diferencia se ve traducida en una
desigualdad que tiene como consecuencia el nacimiento de
relaciones que históricamente han dado lugar y origen a papeles de
poder y subordinación, e la familia, el trabajo, y cada uno de los
ámbitos en que la socialización se diversifica.
El reconocimiento de la violencia contra la mujer como
problema social, cualquiera que sea el espacio donde se sufra, se
ha convertido en una prioridad dentro de la agenda mundial que
representa una propuesta global para prevenirla, sancionarla y
erradicarla.
b) MENORES
En el caso de los menores, hablamos de maltrato cuando
dicha conducta es ejercida, de forma intencional, de manera activa
u omisiva, por un miembro de la familia, o por cualquier otra
persona que tenga acceso al menor en un ámbito de socialización
concreto (escuela, comunidad social, grupo de iguales…, etc.) en
forma de violencia física, psicológica, emocional o sexual,

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lesionando su integridad correlativa a la/s forma/s de violencia


ejercida/s, independientemente del lugar en el que tenga lugar y de
que puedan producir o no lesiones susceptibles de una mayor o
menor gravedad1, todo ello con independencia de que la relación
entre el menor y el agresor nazca del parentesco consanguíneo o
de la adopción.
c) PERSONAS DE EDAD AVANZADA
La violencia que se ejerce sobre este grupo vulnerable será
aquella que se articula mediante el uso de la fuerza física, presión
psicológica, abuso sexual o económico, así como la omisión grave
que se realice contra ellos por otro integrante de la familia
(cuidador/a), o del establecimiento privado o público en el que la
persona afectada se encuentra incorporada, cuando dichos actos
atenten contra su integridad física, psíquica, sexual o supongan un
atentado contra sus bines personales o sustento existencial, con
independientemente del lugar donde se lleve a cabo y de que pueda
producir o no lesiones2.
También quedan incluidos aquellos actos de la misma
naturaleza que sean ejercidos por cualquier persona respecto de la
que las personas ancianas se encuentren bajo custodia, guarda,
protección o cuidado, especialmente si el agresor y el anciano
receptor de la violencia conviven o han convivido en la misma casa.
d) PERSONAS CON DISCAPACIDAD O PORTADORAS DE
CAPACIDADES ESPECIALES
Las personas con discapacidades o portadoras de
capacidades especiales generalmente han de enfrentar los primeros
problemas de aceptación, maltrato y total dependencia desde sus
propias familias de origen. Posteriormente esa problemática se
traslada a su posición en la sociedad, que los discrimina y margina,

1 La peritación, eso sí, será determinante para que el órgano judicial que c onozc a de l supuesto de
hecho establezca la cuantía de la pena y otros elementos de la sanción punible.

2Nuevamente, la peritación, será determinante para que el órgano judicial que conozca del supuesto de
hecho establezca la cuantía de la pena y otros elementos de la sanción punible.

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tratándolos como personas “defectuosas” o “raras”. El reto al que


nos enfrentamos es el de propiciar una sociedad realmente
igualitaria e inclusiva, que les permita el ejercicio de sus derechos
dentro de un marco jurídico justo, que permita una verdadera
igualdad y hacer efectivo el principio de no discriminación.
La Organización Mundial de la Salud conceptualmente
correlaciona la discapacidad con las posibilidades de la persona
para encontrar, conservar y progresar en un trabajo, es decir,
incorporarse socialmente a la vida productiva. La define como
“diferentes limitaciones funcionales de carácter temporal o
permanente que se registra en la población mundial y que revisten
la forma de deficiencias físicas, intelectuales o sensoriales, de una
dolencia que requiera atención médica o incluso una enfermedad
mental que limite la capacidad de ejercer una o más actividades
esenciales de la vida diaria, que puede ser causada o agravada por
el entorno económico y social”.

El origen de la violencia ejercida contra cualquiera de los


grupos antes señalados encuentra sustento en la jerarquía
establecida con respecto a relaciones de poder abusivas en las que
los receptores de la violencia se encuentran en una posición de
inferioridad y/o subordinación y/o dependencia.
Modelo ecológico para el análisis de la violencia

En el modelo ecológico la estructura denominada


macrosistema, es la que determina las formas ideológicas y de
organización de las comunidades y los individuos en sociedad,
como las creencias y valores sobre la familia y sus integrantes, así
como los conceptos que se manejan sobre la obediencia y el poder
entre los miembros del núcleo familiar. Es en este ámbito en el que
se promueven y se adquieren hábitos para la resolución violenta de
conflictos, dado que socioculturalmente no se promueven las
habilidades necesarias para resolver problemas o conflictos
interpersonales por la vía pacífica, sino que se potencia y
retroalimenta la generación de un marco sociocultural que impone
un sistema de creencias y valores en el que uno manda y el otro

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obedece, en el que uno tiene fuerza y el otro es débil o


dependiente, en el que uno tiene el poder y el otro debe someterse,
en el que uno tiene la razón y los otros no, en el que uno es
proveedor y el otro solo receptor o, a lo sumo, administrador.
Es aquí donde encontramos el origen del riesgo de sufrir actos
de violencia por parte de los grupos más vulnerables de la familia,
como consecuencia de su edad, condición física, estado de salud,
dependencia o género al que pertenecen, características o factores
diferenciales que sirven de sustento para establecer relaciones
desiguales y jerárquicas de poder o subordinación dentro de la
familia, por parte de los grupos ligados a la concepción de poder y
obediencia dominantes.
En contraposición al macrosistema, es en el microsistema,
donde aparecen los factores de riesgo inherentes a la historia de
vida de los agresores y las víctimas. Es decir, la forma en que
aprendieron a relacionarse familiar y socialmente y el medio en el
que se desarrollaron profesionalmente y adquirieron habilidades
usos y recursos sociales.
Los factores de riesgo se manifiestan a través de la influencia
negativa de determinados elementos que son especialmente
idóneos para hacer posible la producción de la violencia. Un
ejemplo de este tipo de influencia, que agudiza este riesgo, son los
medios de comunicación, por potenciar factores que inciden
directamente en el ámbito de influencia del agresor. También son
relevantes otros factores como el alcoholismo y la drogadicción, los
estereotipos de género y la presencia de elementos tóxicos, no
igualitarios, en los sistemas educativo y judicial.
El modelo ecológico nos ofrece perspectiva cuya virtualidad
reside en descifrar la forma en que las relaciones de género y sus
expresiones simbólicas y culturales y de poder cruzan las dinámicas
contextuales de lo público y lo privado, donde se vive y actualiza la
violencia social.
Asimismo, implica analizar las formas en que las mujeres y los
hombres participan en ellas y, a partir de eso, llevar a cabo

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intervenciones que desactiven las relaciones violentas hasta


erradicarlas.
Adoptaremos como referente el modelo ecológico propuesto
por la OMS en el “Informe Mundial sobre la violencia y la salud”,
como marco conceptual explicativo de dicho fenómeno.
Este modelo permite el análisis de la interacción de los
diversos factores que intervienen en el comportamiento de las
personas, aumentando o no, el riesgo de desarrollar interacciones
violentas. El modelo organiza dichos factores en cuatro niveles
representados por anillos que se refuerzan o modifican mutuamente
(Gráfica 1).
En el primer nivel se identifican los factores individuales,
biológicos, psicológicos y la historia de vida, entre otros. A modo de
ejemplo, en este nivel se incluye: nivel de educación, presencia de
discapacidad, trastornos psíquicos o de personalidad, adicciones,
historia de comportamientos agresivos o de haber sufrido maltrato,
entre otros.
En el segundo nivel se ubican los factores relacionales o sea
la forma en que las personas se vinculan o se han vinculado,
principalmente en los contextos más íntimos o cercanos: la familia,
los amigos, las parejas sentimentales, entre otros.
En el tercer nivel se ubica la comunidad como ámbito donde
se desarrollan los grupos de pertenencia que actúan como
referencia en la vida de las personas. Ejemplo: escuela, lugar de
trabajo, barrio, etc.
Finalmente, el cuarto nivel incluye los patrones y normas
culturales, los hábitos y las costumbres sociales que promueven (o
no) el desarrollo de interacciones violentas. Este nivel comprende
factores más generales, como las políticas sanitarias, económicas,
educativas, sociales y criminales que contribuyen a corregir (o
mantener) las desigualdades económicas o sociales entre los
grupos.

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GÉNERO Y CRIMINALIDAD:
Diferencias e indicadores de criminalidad por razón de género.

En términos generales, la violencia es construida mediante un


proceso que cuenta con, al menos, cuatro factores:

• Un agente legitimador, con poder de ejercer fuerza.


• Una víctima cuya condición la hace objeto de ser
violentado.
• La situación en que se realiza el acto de violencia.
• El daño producido a la víctima.

Para su realización, todo acto de violencia implica, en mayor


o menor grado, el dominio del agente sobre la víctima. Max Weber
define la dominación como la "probabilidad de encontrar obediencia
dentro de un grupo determinado para mandatos específicos (o para
toda clase de mandatos)". Existen tres tipos puros de dominación

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que, según Weber, están amparados en diferentes grados de


legitimación:

a. De carácter racional: se asume una autoridad legal por


la cual se ejerce la dominación. Se obedece a las
ordenaciones impersonales y objetivas legalmente
instituidas y a las personas por ellas designadas. La ejerce
el estado a través de sus instituciones y agentes.

b. De carácter tradicional: temor reverencial depositado en


las autoridades y en lo requerido por ellas. Se obedece a la
persona del “señor”, el “padre”, el “médico”, el “juez”, el
“maestro”. …, llamados por la tradición y vinculados por
ella.

c. De carácter carismático: se asumen los requerimientos


de la autoridad por la confianza, respeto y admiración
depositada en la misma. Se obedece al caudillo
carismáticamente calificado por razones de confianza
personal en la revelación, heroicidad o ejemplaridad.

A través de los tiempos se ha estudiado el comportamiento


criminal y su incidencia en el desarrollo de las sociedades.
Generalmente las investigaciones apuntan al desarrollo de la
delincuencia y criminalidad del género masculino, ya que se da con
mucha más frecuencia, estadísticamente hablando, y disponemos
de un amplio cuerpo de conocimiento de sus características y
modus operandi.
La criminalidad femenina siempre ha sido objeto de olvido,
tanto a nivel teórico, como también en la práctica de investigaciones
científicas dentro del campo de las ciencias jurídico-sociales. Ha
sido considerada como poco esencial e intrascendente, ya que son
relativamente insignificantes las cifras de incidencia y aún no ha
constituido un claro problema social.
Cesare Lombroso fue uno de los primeros que generó
investigación acerca de las mujeres con tendencia a la criminalidad.
En una de sus obras “La mujer delincuente; la prostituta y la mujer
normal”, realizada aproximadamente en el año de 1899, buscó

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probar que existen deferencias antropométricas (fisiognómicas3)


entre mujeres delincuentes y no delincuentes.
En investigación criminal se comenzó a estudiar con gran
interés, desde la década de los 70 del S. XX, el perfil de los
llamados asesinos en serie4, tema apasionante por las
características de los asesinatos y las motivaciones del victimario.
Actualmente son claras las características de la personalidad del
asesino serial, pero poco se ha investigado a cerca del género
femenino, en este caso asesinas en serie o seriales, debido a su
baja representación estadística y la diferencia en cuanto a las
motivaciones para llevar a cabo el crimen, guiado más de manera
lógica que por la búsqueda de un mórbido placer, como sucede en
el hombre.
Es necesario tener en cuenta cuál ha sido el desarrollo
sociocultural y antropológico del género femenino, a través de la
historia, en cuanto al rol de la mujer y su relación con la
criminalidad, para poder profundizar posteriormente en relación con
dicho género y el asesinato serial. En el estudio del perfil de las
asesinas en serie se encuentran pocas coincidencias del
comportamiento criminal por géneros.
Las mujeres también son capaces de asesinar, tanto a sus
compañeros sentimentales como a personas extrañas, y pueden
igualmente ser asesinas en serie. De hecho, las mujeres son
también responsables de un importante número de homicidios en
lactantes e infantes, y son también protagonistas de muchos
supuestos de malos tratos y abusos a menores, así como en un
significativo número de casos de violencia contra personas
mayores, ya sea en la familia o en instituciones relacionadas con la
llamada tercera edad.
No se ha encontrado ningún elemento biológico ni ningún
rasgo específico de la personalidad femenina que sirva para
diferenciar la delincuencia femenina de la masculina. Por lo tanto,

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La Antropología criminal de Cesare Lombroso, que consiguió una efímera influencia a fine s de l siglo
XIX y se relacionó con el auge del racismo a principios del siglo XX, se puede relacionar con la
Fisiognómica o pseudociencia basada en la idea de que por el estudio de la apariencia exte rna de una
persona, sobre todo su cara, puede conocerse el carácter o personalidad de ésta.

4 La denominación asesino en serie o asesino serial designa a un individuo que da muerte a tr e s o más
personas, en un lapso de 30 días o más, con un período de "enfriamiento" entre cada asesinato, y
cuya motivación se basa en la gratificación psicológica que le proporciona comete r dic ho c rimen y e l
ritual asociado al mismo.

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no existen diferencias cualitativas entre ellas, sino únicamente


cuantitativas, la delincuencia femenina es menor ostensiblemente, y
estadísticamente, que la masculina.
En las mujeres delincuentes apreciamos que concurren los
mismos factores que determinaron a los hombres a cometer delitos,
entre los que destacan el fracaso escolar, el control social y la falta
de oportunidades para integrarse en la sociedad.
La delincuencia femenina, en la actualidad, no debe ser
estudiada como contrapuesta a la delincuencia masculina, ni con su
misma sistemática, ya que tiene entidad suficiente para ser
investigada en sí misma, con una metodología y sistemática
propias.
Las numerosas teorías criminológicas feministas aparecidas
en las últimas décadas han intentado poner de relieve los
problemas que lleva consigo la delincuencia femenina, pero lo que
no han conseguido explicar ninguna de estas teorías criminológicas
es el porqué de la diferencia cuantitativa tan acusada entre la
delincuencia femenina y masculina.
En la solución de esta cuestión es donde se encuentra la
clave para el establecer el enfoque que debemos dar al estudio de
la delincuencia femenina.
Los estudios de género han abierto una nueva perspectiva
para el estudio de la delincuencia femenina, como superación de las
explicaciones basadas únicamente en la diferenciación por sexos, o
en rasgos y características de carácter biológico.
Debemos analizar la delincuencia femenina partiendo de la
diferenciación por géneros, en función de la conjunción de una serie
determinante de factores psicosociales, y no únicamente biológicos.
Es así como podremos progresivamente desprendernos de las
teorías clásicas sobre las causas de la delincuencia femenina y
sobre la justificación de su bajo volumen.
En la actualidad la delincuencia de la mujer no puede ir
referida a lo masculino, o explicarla como una masculinización de la
mujer, sino de la existencia de dos géneros y unas expectativas
sociales diferentes sobre los roles que tiene atribuido cada uno de
ellos.
La diferenciación por géneros ha traído como consecuencia,
el análisis de la delincuencia femenina desde la perspectiva del
género, distinguiéndolo del sexo. Las diferencias entre géneros,
masculino y femenino, son mucho más que una cuestión genética o
sexual. El sexo está determinado biológicamente, es algo natural,
mientras que al género se le dota de contenido socialmente.

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Durante mucho tiempo se ha creído que el género venía


determinado genéticamente como algo propio y exclusivo
(consecuencia) de su sexo: se identificaba sexo y género. A la
mujer se le adjudicaban unas tareas, que se definían como propias
de su sexo, y se le hacía creer que estaba dotada naturalmente
para realizarlas. Uno de los avances que supuso el movimiento de
liberación de la mujer fue la distinción entre sexo y género y la
influencia de la socialización en el género. El género no puede ser
tratado como un hecho natural e inmutable, que nos viene dado
previamente por la naturaleza, sino que el género significa
socialización, educación en unos valores concretos, y esa
socialización diferente en el género femenino y masculino es lo que
ha hecho que tradicionalmente las tasas de delincuencia femenina
sean tan bajas, y lo continúen siendo en la actualidad en relación
con el volumen de delincuencia en general y con la delincuencia
masculina.
EN SUMA, a la hora de analizar la delincuencia femenina
tenemos que partir de los estudios de género realizados y
preguntarnos, si existen diferencias de género en la delincuencia
femenina respecto de la masculina. La explicación de la
delincuencia femenina no la podemos basar, exclusivamente, en la
diferenciación por géneros, aunque haya que tenerla muy en
cuenta. También hemos de considerar y conocer la radicalmente
diferente socialización de hombres y mujeres operada a lo largo de
la historia.
El proceso de socialización de la mujer en la época actual ha
sufrido importantes y positivas variaciones, eliminando los prejuicios
anteriores en que asentaban los estereotipos de género, y
deconstruyendo su rol social tradicional, para facilitarle el acceso y
la participación en la toma de decisiones y gestión en todos los
ámbitos de la vida social, cultural y laboral. Este cambio que se está
produciendo en su socialización, también conlleva cambios en la
delincuencia femenina, cambios que tímidamente ya se aprecian en
la evolución de los delitos cometidos por mujeres, cuya criminalidad
ha empezado a trascender el ámbito privado, aumentando su
participación también en los delitos violentos, cuando apenas si
existía algún porcentaje en épocas anteriores.
¿Es el aprendizaje diferencial por géneros el que determina
socialmente que los hombres sean más agresivos que las mujeres y
realicen conductas delictivas más violentas que éstas? Esta es una
pregunta esencial en busca de una respuesta científica y no
meramente especulativa. La equiparación hombre-mujer ante el

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delito no solamente implica cuestionarse la igualdad en todos los


campos, sino también terminar con los valores y estereotípos que
les han sido impuestos tradicionalmente a las mujeres en la
estructura social patriarcal.
Al analizar la criminalidad femenina tenemos que tener en
cuenta la pluralidad de factores que nos permitan estudiarla y
distinguirla de la criminalidad masculina, pues las diferencias entre
ambas no se explican únicamente por la oportunidad de acceder al
delito5, o por la estructuración social igualitaria en las sociedades
avanzadas de nuestro entorno, pues a pesar de la aparente/real
igualdad entre hombres y mujeres en los ámbitos educativo, laboral
y social, el volumen de la criminalidad femenina no se ha igualado a
la masculina.
La Criminología del S. XXI ha de dar respuesta, al menos, a
estas tres preguntas esenciales. Queden aquí formuladas para que
entre todas y todos seamos capaces de encontrar las respuestas
precisas:
1.- ¿Pueden los delitos cometidos por mujeres ser explicados
a través de las teorías desarrolladas principalmente para dar razón
de los delitos cometidos por hombres?
2.- ¿Por qué los delitos de mayor gravedad son menos
característicos y están menos presentes en la delincuencia
femenina?
3.- ¿Por qué las delincuentes femeninas son menos
propensas a participar o liderar organizaciones criminales? ¿Esta
menor presencia es “vocacional” o, por el contrario, es
consecuencia directa del componente de género presente en la
estructura de la mayoría de estas organizaciones?

ADENDA
Visión de la violencia de género desde el ámbito de la
Criminología Aplicada

5Se ref iere al contexto y conf luencia de f actores específ icos en un mismo espacio -t iemp o
que f acilitan la comisión del delito. La oportunidad en la vida moderna se da más a
menudo, lo que empujaría al delincuente a tomar la decisión racional de cometer el delito
con más f recuencia.

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La violencia de género es, por su propia entidad, uno de los


fenómenos criminológicos más inquietante de todos los tiempos
que, solo desde hace unos pocos años, ha ido emergiendo
lentamente a la superficie del ojo público, revelándose como uno de
los problemas estructurales más graves de todos los tiempos que,
sin embargo, no ha sido expresamente reconocido hasta 1979,
cuando la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer, en el seno de Naciones Unidas, se
pronunció oficialmente acerca de “la necesidad de cambiar las
actitudes, mediante la educación de los hombres y las mujeres para
que acepten la igualdad de derechos y superen las prácticas y los
prejuicios basados en papeles estereotipados”. Por fin, en 1993, la
Asamblea General de Naciones Unidas declaró que la violencia
contra la mujer constituye una violación de los derechos humanos y
las libertades fundamentales, y es en la misma Declaración de
Naciones Unidas sobre la eliminación de la violencia contra la Mujer
de 1993 donde, en su Art. 1, encontramos una perfecta y ajustada
definición instrumental de violencia de género:
“Todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo
femenino, que tenga o pueda tener como resultado un daño o
sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las
amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la
libertad, tanto si se producen en la esfera pública como en la
privada”.
De acuerdo con la Declaración, la violencia contra la mujer
abarca:
a) La violencia física, sexual y psicológica que se produzca en
la familia, incluidos los malos tratos, el abuso sexual de las niñas en
el hogar, la violencia relacionada con la dote, la violación por el
marido, la mutilación genital femenina y otras prácticas tradicionales
nocivas para la mujer, los actos de violencia perpetrados por otros
miembros de la familia y la violencia relacionada con la explotación.
b) La violencia física, sexual y psicológica perpetrada dentro
de la comunidad en general, incluida la violación, el abuso sexual, el
acoso y hostigamiento sexual en el trabajo, en instituciones
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educativas y en otros lugares, la trata de mujeres y la prostitución


forzada.
c) La violencia física, sexual y psicológica perpetrada o
tolerada por el Estado, donde quiera que ocurra.
La Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de
Protección Integral contra la Violencia de Género, atendiendo a las
recomendaciones de los organismos internacionales ha
proporcionado una respuesta global a la violencia que se ejerce
sobre las mujeres, abarcando tanto los aspectos preventivos,
educativos, sociales, asistenciales y de atención posterior a las
víctimas, como la normativa civil que incide en el ámbito familiar o
de convivencia donde principalmente se producen las agresiones,
sin olvidar tampoco el principio de subsidiariedad en las
Administraciones Públicas.
En todas las situaciones en que, por tanto, el sujeto activo de
la agresión sea el varón cónyuge o unido por análogo vínculo
relacional, presente o pasado, con la mujer víctima, se aplicará, por
tanto, la LO 1/04. ¿Qué sucede entonces en todos los demás
casos?
Quizás deberíamos empezar por contextualizar socio-
jurídicamente ambos términos, “violencia doméstica” y “violencia
de género”, para así poder entender mejor de qué estamos
hablando. “violencia de género”, es la traducción del inglés
“gender-based violence” o “gender violence”, expresión difundida a
raíz de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en
Beijin en 1995 bajo los auspicios de la ONU. En el lenguaje inglés
existe una gran tradición en el uso traslaticio de gender (género)
como sinónimo de sex (sexo). Sin embargo, en español no existe
tradición de uso de la palabra género como sinónimo de sexo. Así
pues, mientras que con la voz sexo se designa una categoría de
naturaleza orgánica o biológica, con el término género se hace
referencia a una categoría sociocultural que implica diferencias o
desigualdades de índole social, económica, laboral…, etc. Desde
esta perspectiva se habla de estudios de género, discriminación de
género, violencia de género, etc.

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Curiosamente, el término conceptual “violencia doméstica”


se utilizó en la legislación española para referirse a las situaciones y
circunstancias que hoy definimos como de “violencia de género”,
hasta la promulgación de la Ley Integral de 2004. Es decir, hasta la
promulgación de la Ley 1/2004, las leyes consideraban la violencia
de que es objeto la mujer, por el hecho mismo de serlo, como
aquella que se producía o tenía lugar en el ámbito intrafamiliar. Esta
violencia no se restringía únicamente a la que tenía por objeto a la
mujer, sino que, por quedar referida al ámbito doméstico, la
protección se extendía, con carácter general, también a los niños,
ancianos e incluso a los propios hombres.
Este marco se ve sustancialmente modificado con la Ley
1/2004, cuando en su artículo 1, la Ley establece que su objeto es
actuar contra la violencia que6 se ejerce sobre las mujeres por
parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes
estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de
afectividad, aún sin convivencia.
Queda claro, por tanto, que el objeto de la Ley integral no es
la protección de las víctimas de la violencia doméstica que, en un
sentido amplio, lo son o pueden ser también, aparte de las mujeres,
los niños, ancianos e incluso los propios hombres. La Ley integral
establece, por tanto, una necesaria discriminación positiva en favor
de la mujer, al regular con carácter de exclusividad y únicamente la
violencia que ejerce el hombre sobre la mujer7.

La violencia doméstica, tras la promulgación de la referida


Ley, abarca todos aquellos actos violentos que se producen en el
seno del hogar y que perpetra al menos un miembro de la familia
contra otro u otros, siempre que no se trate del tipo anteriormente
expuesto, es decir, varón cónyuge o equivalente vs mujer cónyuge
o equivalente. El término de violencia doméstica engloba, por tanto,
al resto de posibles habitantes del hogar y no sólo a la mujer como

6Como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de


poder de los hombres sobre las mujeres
7 Y de la que se produce sobre los descendientes o menores, “cuando también se haya
producido un acto de violencia de género” (Art. 44, LO 1/2004)

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Profesor Carmelo Hernández Ramos. Departamento de Psicología de la
Salud. UA. INTRODUCCIÓN A LA CRIMINOLOGÍA APLICADA.

sujeto pasivo respecto del varón cónyuge o equivalente como sujeto


activo. Esta violencia doméstica puede ser ejercida por una persona
hacia su cónyuge o hijos, por un hijo hacia sus progenitores o entre
hermanos, y puede denominarse así también a la existente en
parejas de personas del mismo sexo (entre dos hombres o entre
dos mujeres) unidas por vínculo conyugal o equivalente.
Esta atomización, ciertamente reduccionista del concepto y
visibilidad jurídico-social de la violencia de género, ha sufrido una
radical revisión por parte del CGPJ en fechas muy recientes. Hasta
ahora, las cifras oficiales de violencia de género solo
contabilizaban el maltrato de una mujer a manos de su pareja o
su expareja. A partir de 2018, sin embargo, el Observatorio
contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General
del Poder Judicial computará como violencia de género cualquier
delito que sea perpetrado por un hombre contra una mujer, “por
el mero hecho de ser mujer”, independientemente de si ambos
tuvieron o tienen una relación sentimental o no. Es decir, ya no
es una conditio para la apreciación del delito de violencia de
género, haber sido o estar unidos por una relación afectiva o
sentimental matrimonial o equivalente.
Esta nueva casuística es ciertamente muy amplia, pues
abarca desde las agresiones sexuales, incluyendo la violación,
hasta el acoso, por razón de género, en contextos comunitarios,
como el mobbing, hasta la trata, la mutilación genital, los
matrimonios forzados o la agresión y/o asesinato de un hombre a
una prostituta. Quedarían fuera otras tipologías delictivas, en las
que el sujeto pasivo puede ser una mujer, como, por ejemplo, el
robo con fuerza y otros similares.
De esta forma, en cumplimiento del Pacto de Estado contra
la Violencia de Género y el Convenio de Estambul, se
contabilizará, a efectos estadísticos, cualquier forma de violencia
contra la mujer, ya sea física, psicológica o sexual, si bien la
Comisión Permanente del CGPJ deberá ratificar en las próximas
semanas la propuesta para elevarla a la Comisión Nacional de
Estadística, que será la que dé el visto bueno final.

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Profesor Carmelo Hernández Ramos. Departamento de Psicología de la
Salud. UA. INTRODUCCIÓN A LA CRIMINOLOGÍA APLICADA.

En el Convenio de Estambul8, dentro del epígrafe


“Definiciones” se dice literalmente:

1. Por “violencia contra las mujeres” se deberá entender una


violación de los derechos humanos y una forma de
discriminación contra las mujeres, y designará todos los actos
de violencia basados en el género que implican o pueden
implicar para las mujeres daños o sufrimientos de naturaleza
física, sexual, psicológica o económica, incluidas las
amenazas de realizar dichos actos, la coacción o la privación
arbitraria de libertad, en la vida pública o privada;

2. Por “violencia doméstica” se entenderán todos los actos de


violencia física, sexual, psicológica o económica que se
producen en la familia o en el hogar o entre cónyuges o
parejas de hecho antiguos o actuales, independientemente de
que el autor del delito comparta o haya compartido el mismo
domicilio que la víctima;

3. Por “género” se entenderán los papeles, comportamientos,


actividades y atribuciones socialmente construidos que una
sociedad concreta considera propios de mujeres o de
hombres;

4. Por “violencia contra las mujeres por razones de género” se


entenderá toda violencia contra una mujer porque es una
mujer o que afecte a las mujeres de manera
desproporcionada;

5. Por “víctima” se entenderá toda persona física que esté


sometida a los comportamientos especificados en los
apartados a y b;

8
Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha c ontra la v iolencia c ontra las
mujeres y la violencia doméstica Estambul, 11.V.2011.

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Salud. UA. INTRODUCCIÓN A LA CRIMINOLOGÍA APLICADA.

6. El término “mujer” incluye a las niñas menores de 18 años.

Hasta ahora, el Observatorio solo tenía en cuenta los


delitos cometidos contra la mujer en el ámbito de la pareja o
expareja, tanto en los informes anuales que realiza sobre casos
de homicidios y asesinatos como en la estadística trimestral que
elabora sobre la actividad de los juzgados en esta materia, en las
que recoge datos como denuncias, órdenes de protección o
personas enjuiciadas. De esta forma, a partir de este momento,
en la información que deben remitirle mensualmente los
juzgados, tendrán que especificar si existe "desprecio por
género" tanto en las denuncias que tramiten, como en las
sentencias y resoluciones que dicten.
Esta nueva prescripción, tanto conceptual como práctica, de
la violencia de género, se extiende también a las órdenes de
protección, con la finalidad de mejorar la predicción del riesgo, o
la valoración de la pertinencia de las denuncias cruzadas, el
controvertido síndrome de alienación parental o la forma de
abordar al menor como víctima directa.

Carmelo Hernández. UA Departamento de Psicología de la Salud.

BIBLIOGRAFÍA:

Género y Criminalidad. Herrero Moreno, Myriam.


PID_00208880.UOC. 2014.
Género y delincuencia: de la exclusión a la criminalización.
Revelles Carrasco, Maria. doi:
http://dx.doi.org/10.25267/Rev_estud_socioeducativos.2019.i7.09
La brecha de género en la criminalidad. Realpe Quintero, María
Fernanda.; Serrano Maíllo, Alfonso. Revista Electrónica de Ciencia Penal
y Criminología. ISSN 1695-0194 RECPC 18-21 (2016).
Manual de Criminología Aplicada. Garrido Genoves, Vicente.;
Redondo Illescas, Santiago. Ediciones Jurídicas Cuyo. 2002.

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