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La formación de Pablo

Introducción

Cuando estudiamos la vida de Pablo tenemos la fuerte impresión de que fue


preparado y enviado al mundo con el propósito expreso de llevar a cabo una obra
requerida por las exigencias de la época en la que vivió. Esto mismo es lo que el
Señor le dijo a Ananías cuando le envió a Pablo con el fin de que recobrara la vista:

(Hch 9:15) "... Instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia


de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel."

Dios había preparado ciertas obras para que Pablo andara en ellas (Ef 2:10), y de la
misma forma, le había preparado a él para que pudiera llevarlas a cabo. Esta
formación incluía ciertos detalles en los que él no tuvo ninguna parte. Por ejemplo,
Pablo no decidió el momento de su nacimiento, o el lugar donde éste se produjo, así
como la familia con la que se crió y la educación que recibió. Todas estas cosas, y
muchas otras más, fueron ideadas por la multiforme sabiduría de Dios con el fin de
preparar a Saulo de Tarso para que se convirtiera en el apóstol de los gentiles.

Al igual que el profeta Jeremías (Jer 1:5), Pablo también era consciente de que Dios
había tenido este propósito para él aun antes de que naciera:

(Ga 1:15-16) "... Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi
madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo lo predicase
entre los gentiles..."

Dios preparó a Pablo para que fuese apóstol de los gentiles, y a lo largo de este
estudio veremos que su formación fue muy diferente a la de los otros apóstoles. Esto
se debe a que Dios tenía propósitos diferentes para cada uno de ellos. Quizá la
diferencia más sobresaliente es que mientras que sus compañeros de apostolado
habían crecido con Cristo y lo habían conocido como hombre antes de reconocerle
como Hijo de Dios, Pablo por el contrario conoció a Jesús en la gloria de su
resurrección, y fue después de esto cuando investigó en su humanidad perfecta.

Todo esto nos debe llevar a reflexionar sobre el hecho de que Dios tenía un propósito
diferente para cada apóstol, y también para cada uno de nosotros, y en función de eso
ha preparado todo para poderlo llevar a cabo. En su providencia él está desarrollando
un plan en nuestra vida. Pero tristemente, este ideal divino puede quedar frustrado
por nuestra falta de disposición y malas decisiones.

En el caso de Pablo, está claro que él no hubiera sido el hombre que llegó a ser, ni
tampoco habría hecho el trabajo que hizo, si una serie de circunstancias no hubieran
sido designadas por Dios en los años previos a su conversión. En aquellos momentos
él no sabía que estaba siendo preparado por Dios, y de hecho, sus propias intenciones
para el futuro diferían mucho de las que el Señor tenía para su vida. Sin embargo,
cuando él se convirtió, toda aquella preparación previa empezó a encajar
perfectamente, sirviéndole de manera extraordinaria para desarrollar la obra para la
que había sido llamado como apóstol de los gentiles.

Comenzaremos nuestro estudio considerando lo que podríamos llamar la "formación


inconsciente" de Pablo, es decir, aquella en la que él no tuvo nada que decidir o sus
intenciones eran otras muy diferentes de las del Señor.

Formación inconsciente

1. Su lugar de nacimiento

(Hch 21:39) "Entonces dijo Pablo: Yo de cierto soy hombre judío de Tarso, ciudadano
de una ciudad no insignificante de Cilicia"

Casi por el mismo tiempo en el que Jesús nacía en Belén de Judea, Pablo nació en la
ciudad de Tarso, en la provincia de Cilicia, en la actual Turquía.

Por los testimonios de la antigüedad sabemos que Tarso, la ciudad natal de Pablo, no
era ningún pueblo insignificante, sino una activa metrópoli de muchas culturas y con
un importante comercio internacional. Esto se debía en gran medida a su situación
estratégica.

Según el geógrafo Estrabón, que probablemente escribió sus obras en los primeros
años del siglo I d.C., los habitantes de Tarso eran grandes amantes de la cultura. Eran
asiduos estudiantes de la filosofía, las artes liberales y de todas las ramas del saber en
general, hasta tal punto que Tarso adelantaba en este aspecto incluso a Atenas y
Alejandría a cuyas escuelas asistían más forasteros que estudiantes de la propia
ciudad. Tarso era, por tanto, lo que podríamos llamar una ciudad universitaria. Sin
embargo, la gente no venía de otros lugares para estudiar en sus escuelas. Los
estudiantes de Tarso eran nativos de la ciudad, que frecuentemente salían para
completar sus estudios en otros lugares y sólo excepcionalmente regresaban a su
ciudad (Estrabón, Geografía xiv. 5.12 y ss. 673ss).

Es difícil dejar de ver que Dios tuvo un propósito bien definido cuando decidió que el
apóstol de los gentiles naciera en este lugar. Mientras él crecía, estaba siendo
preparado inconscientemente para encontrarse con hombres de todas clases y razas,
para tolerar la mayor diversidad de hábitos y costumbres, y sobre todo para
familiarizarse con la cultura y el saber del mundo de aquel entonces.

2. Su ciudadanía romana

(Hch 22:25-28) "Pero cuando le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba
presente: ¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado?
Cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al tribuno, diciendo: ¿Qué vas a hacer?
Porque este hombre es ciudadano romano. Vino el tribuno y le dijo: Dime, ¿eres
ciudadano romano? El dijo: Sí. Respondió el tribuno: Yo con una gran suma adquirí
esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento."
En un principio, la ciudadanía romana era concedida a quienes nacían en la ciudad de
Roma como habitantes libres, pero a medida que el Imperio Romano fue extendiendo
su control por otros territorios del Mediterráneo, la ciudadanía empezó a concederse
también a otras personas influyentes de esas provincias.

Nosotros no sabemos cómo una familia judía de Tarso pudo llegar a adquirir esta
distinción tan excepcional, pero no cabe duda de que fue especialmente útil para el
ministerio que Pablo habría de desarrollar años más tarde.

No olvidemos que en aquel momento el Imperio Romano se extendía por todas partes
y el tener esta ciudadanía confería reputación y posición en cualquier lugar. Por
ejemplo, no se permitía que un ciudadano romano fuese azotado sin ser juzgado,
además se le permitía hablar por sí mismo ante un tribunal de justicia romano y podía
exigir ser juzgado ante el mismo César. Como sabemos, todos estos privilegios fueron
usados por Pablo en algún momento de su ministerio.

3. Su herencia judía

Algo que Pablo tampoco decidió fue su nacimiento dentro de una familia judía. Y sin
duda, este hecho dejó una huella mucho más profunda en él que su lugar de
nacimiento o su ciudadanía romana. Cuando desde su perspectiva cristiana recapitula
los valores naturales de los que antes se enorgullecía, escribe: "circuncidado al octavo
día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la
ley fariseo..." (Fil 3:5).

Debemos notar también que aunque vivían lejos de Israel, la familia de Pablo no era
de los judíos helenistas, es decir, aquellos judíos de cultura y lengua griega. Estos
representaban a la mayoría de los judíos que se encontraban en la diáspora, pero
Pablo dice que él era "hebreo de hebreos", lo que significa que era del mismo tipo de
judíos que aquellos que vivían en Jerusalén. Aunque conocía la lengua griega, el
hebreo era muy probablemente el idioma ordinario de su hogar. Por ejemplo, cuando
Jesús le habló en el camino de Damasco lo hizo en hebreo (Hch 26:14), y el mismo
Pablo se dirigió a las multitudes desde las escalerillas de la fortaleza junto al templo
en esa misma lengua (Hch 21:40).

La familia de Pablo guardaba estrictamente las tradiciones judías y se mantenía


vinculada a su patria. Tal vez por esta razón sus padres creyeron que para que fuera
educado en la fe ortodoxa era importante enviarle a Jerusalén para un periodo de
formación. Fue entonces cuando entró en la escuela de Gamaliel.

(Hch 22:3) "Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta
ciudad, instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la ley de nuestros
padres, celoso de Dios, como hoy lo sois todos vosotros."

Sus padres resolvieron que debía pasar su juventud en Jerusalén bajo sanas
influencias y estudiar para ser un rabino. Entonces se decidió que entraría en la
escuela de Gamaliel, uno de los más notables maestros que habían tenido los judíos.
Allí las capacidades del joven Saulo se desarrollaron asombrosamente y pronto
comenzó a sobresalir sobre sus compañeros. El estudio de las Escrituras y los
comentarios que los sabios y maestros habían hecho de ellas ocupaban su tiempo.
Todo esto era aprendido de memoria y se organizaban discusiones y debates sobre
algunos puntos en los que las inteligencias de los estudiantes se agudizaban. Así
desarrolló Pablo su maravillosa memoria, la perspicacia de su lógica, la abundancia de
ideas, pero sobre todo, su conocimiento de las Escrituras del Antiguo Testamento.

La decisión que tomaron sus padres de hacerle ir a estudiar en Jerusalén para ser un
rabino, fue una de las cosas que más trascendencia tendría en su futuro ministerio.
Porque si bien él era apóstol de los gentiles, también fue un gran misionero de su
propio pueblo. En cada ciudad que visitaba donde había judíos se presentaba en la
sinagoga y su educación como rabino de Jerusalén le aseguraba la oportunidad de
hablar de tal manera que inmediatamente captara su atención. Y su conocimiento de
las Escrituras le capacitaba para dirigir a sus oyentes a la fe en Jesús.

Además, conocía por experiencia propia la completa impotencia de la Ley para aplacar
la conciencia y satisfacer el corazón. Todo esto sólo lo pudo encontrar en Cristo. Así
que él podía hablar al corazón de otros muchos judíos que sentían esta misma
frustración y llevarles a la gracia de Dios manifestada en Cristo.

Por otro lado, como pensador y escritor cristiano era fundamental que conociera
perfectamente el Antiguo Testamento para así poder mostrar como éste se había
cumplido en Jesús. Entonces las sólidas nociones que Pablo había adquirido de las
Escrituras durante su juventud, cuando la memoria tiene el mayor poder de retención,
ahora fluían libremente mientras predicaba y escribía. De hecho, cuando leemos los
escritos de Pablo, nos damos cuenta de que en muchas ocasiones él escribe "en citas",
uniendo una con otra con asombrosa facilidad. Todo esto era necesario para
demostrar que el cristianismo no implicaba la destrucción de la ley antigua, sino su
cumplimiento. Y Pablo se tuvo que emplear a fondo en esto, puesto que los judíos
esperaban un Mesías victorioso, que de ninguna manera encajaba con la idea de un
Mesías muerto en una cruz. Si los judíos habían de creer que Jesús era el Mesías
esperado, sería imprescindible que previamente se les demostrara por las Escrituras
que semejante concepto era el verdadero cumplimiento de la Ley y los profetas. Y
Pablo tenía el suficiente conocimiento para conducir a sus oyentes por las páginas del
Antiguo Testamento y demostrarles esto más allá de toda duda.

4. Su oficio

(Hch 18:3) "Y como (Pablo) era del mismo oficio, se quedó con ellos (Aquila y
Priscila), y trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas."

Era costumbre entre los judíos, que todo joven, cualquiera que fuese la profesión que
fuera a seguir, debía aprender algún oficio. "El que no enseña a su hijo un oficio es
como si lo enseñara a ser ladrón", rezaba el antiguo proverbio judío. Con este
propósito Pablo aprendió a fabricar tiendas de pelo de cabra, uno de los oficios más
comunes en Tarso. Es probable que este hubiera sido también el oficio de su padre.
En cualquier caso, esto también fue muy importante para su futuro ministerio. Por un
lado, un oficio así era totalmente compatible con las exigencias de una vida errante
como la del apóstol. Pero también fue muy conveniente porque permitió a Pablo y sus
colaboradores que pudieran sustentarse por sí mismos, lo que servía para cerrar la
boca de personas mal intencionadas que sospechaban de los misioneros los peores
motivos egoístas.

5. Perseguidor de la Iglesia

(Ga 1:13-14) "Porque ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el


judaísmo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba; y en el
judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en mi nación, siendo mucho
más celoso de las tradiciones de mis padres."

(Fil 3:6) "En cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en


la ley, irreprensible."

Como hemos visto, cuando Pablo era joven fue enviado por sus padres a Jerusalén
para que se formara en las Escrituras. Por supuesto, esto no implicaba
necesariamente que él compartiera y se identificara con los deseos de ellos. Pero
vemos por las cartas que escribió muchos años después, que él realmente había
tomado muy en serio su vocación religiosa y no se había dejado llevar por las
tentaciones que son propias de la juventud. Él llegó a afirmar que en cuanto a la ley
era irreprensible y también que en el judaísmo aventajaba a muchos de sus
contemporáneos en su nación.

Realmente esto tuvo que ser así, ya que cuando años más tarde regresó a Jerusalén
para establecerse allí, los jefes del judaísmo, impresionados por su talento y devoción
entusiasta al judaísmo, le llamaron para dirigir la oposición al cristianismo. Y es casi
seguro que en ese tiempo, a fin de facilitar sus operaciones, fuera nombrado para
ocupar un asiento en el Sanedrín, lo cual le permitió dar su voto en contra de los
seguidores de Jesús (Hch 26:10).

Pablo estaba lleno de indignación contra los cristianos porque creían que Jesús, el que
había sido crucificado, era el Mesías del pueblo judío. Él consideraba que esto era una
barbaridad, así que aceptó la proposición de las autoridades judías y luchó con todas
sus fuerzas contra aquello que le parecía una auténtica blasfemia. Al hacerlo estaba
plenamente convencido de que llevaba a cabo la obra de Dios. Desde su punto de
vista, el cristianismo atentaba contra lo que él consideraba más sagrado y era
necesario destruirlo antes de que se extendiera más. Así que fue de sinagoga en
sinagoga y de casa en casa, arrastrando hombres y mujeres, que fueron puestos en
prisión y castigados. Allí fueron obligados a blasfemar contra el nombre del Salvador,
y es probable que algunos de ellos fueran condenados a muerte después de haber
soportado los más infames ultrajes. Pero en su celo asesino, Pablo no se conformó con
llevar a cabo su nefasta obra sólo en Jerusalén, sino que estaba dispuesto a llegar
hasta donde hiciera falta, de tal manera que pidió cartas al sumo sacerdote para que
le autorizara a seguir con esta labor también en Damasco, a unos 160 kilómetros al
norte de Jerusalén.
(Hch 9:1-2) "Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del
Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin
de que si hallase algunos hombres o mujeres de este camino, los trajese presos a
Jerusalén."

Fue a raíz de esta persecución llevada a cabo por Pablo que la iglesia de Jerusalén fue
esparcida por los países y provincias vecinas. Sin darse cuenta, él fue el causante del
mayor avance del cristianismo en su primera etapa, porque junto con estos cristianos
que huían de su ira, el mensaje era esparcido por nuevos lugares. Cuando Pablo se
convirtió más tarde, tuvo que darse cuenta de que Dios usa incluso la soberbia del
hombre para adelantar sus planes, algo que le tuvo que ayudar mucho en medio de la
dura oposición que siempre le siguió en su ministerio.

Todas estas experiencias adquirieron gran importancia una vez que Pablo se convirtió.
Por un lado, le capacitaron para tener paciencia y misericordia con aquellos judíos que
constantemente le perseguían e intentaban destruir la obra que él realizaba. Y cuando
pensaba que él mismo había sido uno de ellos en el pasado, no perdía la esperanza de
que también ellos pudieran llegar a conocer al Señor. Por otro lado, nadie como Pablo
llegó a comprender la gracia del Señor. Dios le había elegido a él para mostrar de una
forma clara lo que la gracia significa y puede llegar a hacer en una persona. Saulo era
un vaso de misericordia, un escaparate en donde Dios mostraba lo que puede hacer
por alguien sumamente pecador y duro de corazón. Veamos cómo lo explicaba cuando
escribió a Timoteo:

(1 Ti 1:12-14) "Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque


me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio, habiendo yo sido antes blasfemo,
perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia,
en incredulidad. Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el
amor que es en Cristo Jesús."

Formación consciente

1. Primeras pruebas como creyente

Pablo acababa de convertirse y nada más salir de las aguas del bautismo comenzó a
tener que superar grandes obstáculos. Por supuesto, la experiencia de Pablo no es
única, de hecho, cada nuevo cristiano será probado. Ahora bien, la forma en la que
nuestra fe será puesta a prueba y las tentaciones que tendremos que superar, serán
diferentes en cada caso. El diablo nos conoce bien y sabe en qué áreas de nuestra
vida somos más vulnerables. Pablo fue probado precisamente en aquellas cosas que
más sufrimiento le podían producir. ¿Cuáles fueron los obstáculos que Pablo enfrentó
al comienzo de su carrera?
Él era un hombre que no le gustaba que le llevaran la contraria. Era muy competitivo y
no aceptaba el fracaso o el rechazo. Muchos cristianos ya habían descubierto hasta
dónde estaba dispuesto a llegar con aquellos que no pensaban como él. Pero ahora era
cristiano y ya no podía reaccionar así. Podemos imaginar lo difícil que tuvo que ser para
él cuando fue rechazado en las sinagogas y se encontró que nadie confiaba en él.
Era un hombre habituado a desarrollar sus propios planes y estrategias. Ahora estaba
descubriendo que Dios tenía preparado un camino diferente del que él había imaginado.
Pablo pensó en ir a los judíos y estaba convencido de que finalmente le escucharían,
pero Dios le envió a los gentiles.
Hasta ese momento Pablo se gloriaba en su pasado, en todo lo que era y había hecho.
Ahora estaba descubriendo que su pasado era una pesada carga que le impedía
moverse con ligereza.

2. Su permanencia en Damasco y viaje a Arabia

(Ga 1:15-18) "Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi


madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase
entre los gentiles, no consulté enseguida con carne y sangre, ni subí a Jerusalén a los
que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco.
Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro, y permanecí con él
quince días."

Después de su conversión, Lucas nos dice que Pablo se quedó en Damasco hasta
"pasados muchos días" (Hch 9:23). Por la carta que el apóstol escribió a los Gálatas,
sabemos que este periodo incluyó tres años en los que también realizó un viaje a
Arabia.

Durante los periodos que pasó en Damasco Pablo se dedicó a la predicación del
evangelio, lo que debió motivar la oposición que se despertó contra él.

Según las explicaciones que dio a los Gálatas, se deduce también que durante este
periodo no fue a Jerusalén ni vio a ninguno de los apóstoles, lo que probaba que su
comisión a predicar a los gentiles no le había sido encomendada por ninguna
autoridad humana.

Y sabemos que también fue a Arabia, pero ¿por qué?

Probablemente estaba buscando un lugar en el desierto para poder reflexionar sobre


su nueva situación. Tenía que pensar profundamente en las implicaciones de su nueva
fe, conocer a su Salvador mucho más íntimamente, y aceptar la responsabilidad de lo
que significaba ser un mensajero de la gracia de Dios a los gentiles. Seguramente
durante estos años volvió a revisar las verdades del Antiguo Testamento desde la
nueva óptica que le proporcionaba la muerte, resurrección y glorificación del Mesías.
¡Cómo se estremecería al descubrir que todos estos hechos habían sido anunciados
previamente por los profetas pero le habían pasado inadvertidos por tantos años de
estudio de las Escrituras! Después de este tiempo de retiro y reflexión, Pablo regresó
a Damasco y no es de extrañar que confundiera a los judíos probando por las
Escrituras que Jesús era el Mesías esperado.

En todo este proceso, a pesar de que Pablo gozó de la especial inspiración del Espíritu
Santo, aun así fue necesaria la actividad de su mente y la íntima comunión con el
Señor.
Es interesante considerar bien este tiempo que pasó en la soledad antes de comenzar
su ministerio público. La superficialidad es la maldición de nuestro tiempo. La iglesia
de hoy no necesita tanto de personas inteligentes y bien capacitadas, como de
personas de vida espiritual profunda. Pero la tiranía de lo urgente a la que estamos
sujetos, nos impone un ritmo enloquecedor que nos impide pararnos a profundizar.
Cada vez estamos más involucrados en actividades, pero disfrutamos menos de la
vida espiritual. Además, hoy se exalta la imagen y la apariencia que proyectamos
hacia el exterior, y no lo que somos en el interior. Tampoco se tolera el silencio; tan
pronto como entramos en casa encendemos la televisión, o la radio si nos montamos
en el coche, e infinidad de jóvenes van permanentemente enganchados a su
reproductor de música.

Una vida superficial no ofrece ninguna promesa de impacto duradero. Cuando


estudiamos la Biblia, rápidamente nos damos cuenta de que aquellas personas que
fueron grandemente usadas por Dios se prepararon durante largos periodos de
aislamiento, quietud y oscuridad.
Moisés: cuarenta años en el desierto cuidando ovejas.
David: primero como pastor de ovejas y después huyendo de Saúl por los desiertos y
las cuevas de Judea por trece años antes de convertirse en rey.
José: en la cárcel en Egipto antes de llegar a ser la mano derecha de Faraón.
Elías: con la única compañía de unos cuervos que le alimentaban y luego en casa de una
vida en Sarepta de Sidón.
Juan el Bautista: vivió en lugares desiertos hasta que se manifestó a Israel.

Una vida caracterizada por la profundidad espiritual sólo se puede cultivar a través de
mucho tiempo invertido en estar a solas con el Señor, lejos del ruido de este mundo.
Estos son conceptos extraños para todos aquellos que viven sus vidas a la velocidad
de la luz. Pero en el ámbito espiritual y también en todos los demás, las prisas son
malas. Podemos encontrar un claro ejemplo en los deportistas que alcanzan la fama
rápidamente, y que en poco tiempo se ven inmersos en las drogas y otras adiciones
para mitigar la desilusión. La fama les deslumbra y sus vidas quedan rotas por las
prisas por llegar a la cima. Por esta razón Dios no encumbra a las personas de esta
manera. Él se toma su tiempo, de modo que cuando se plantea utilizarnos nos prueba
bien, permitiendo cierta cantidad de sufrimiento.

Y cuando nosotros insistimos en no querer detenernos, a veces el Señor se ve forzado


a hacernos parar por algún tiempo, bien por una enfermedad prolongada, la pérdida
del trabajo...

Los tres años que Pablo pasó en la soledad, sin que tengamos noticias de actividad,
fueron realmente efectivos, de tal manera que cuando después se encontró con los
otros apóstoles, no pudieron añadir nada al evangelio que predicaba.

3. La necesidad de un mentor

(Hch 9:26-28) "Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero
todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo. Entonces Bernabé, tomándole,
lo trajo a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había visto en el camino al Señor, el
cual le había hablado, y cómo en Damasco había hablado valerosamente en el nombre
de Jesús. Y estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía"

La llegada de Pablo a Jerusalén tuvo que suponer una terrible presión para él; ahora
tendría que enfrentar a sus antiguos colegas, maestros y superiores que lo tratarían
de traidor y algunos no vacilarían en intentar matarlo. ¿Y qué sentiría al volver a la
ciudad donde había cometido tantos crímenes y atropellos?

Por otro lado, es fácil imaginar la soledad de Pablo cuando llegó a Jerusalén y vio que
los otros cristianos le evitaban y excluían. Podemos entender la desconfianza de los
creyentes en una situación así. Algunos sospecharían que era un espía y a otros les
pudo parecer una persona un tanto desequilibrada, habida cuenta de que poco tiempo
antes se oponía al cristianismo con violencia y ahora lo defendía con un fervor poco
común.

Fue en esa situación cuando nuevamente volvió a entrar en escena Bernabé. Sin duda
asumió un riesgo muy grande. Él puso en juego su reputación y credibilidad por
defender a Saulo. Confió en él, habló bien de lo que había hecho y lo hizo con
entusiasmo. Si no hubiera sido por Bernabé, Saulo habría quedado fuera de la iglesia
y su servicio se hubiera visto obstaculizado temporalmente. ¡Ojalá que en nuestras
iglesias hubiera más personas como Bernabé!

4. Tomando el relevo de Esteban

La primera vez que Saulo aparece en las páginas de las Escrituras fue a raíz de la
muerte de Esteban. En aquel momento el joven Saulo guardaba las ropas de los que
le apedreaban después de que él mismo había dado su voto para ello.

No olvidemos que la razón por la que Esteban fue muerto de esta manera, tuvo que
ver con el hecho de que él predicaba a Jesús entre los judíos de habla griega. Ahora,
unos años después, Pablo aparece nuevamente en la escena, y lo hace precisamente
para continuar con la predicación entre los judíos helenistas que el mismo Esteban
había comenzado.

(Hch 9:29) "Y hablaba denodadamente en el nombre del Señor, y disputaba con los
griegos; pero éstos procuraban matarle."

(Hch 6:9-10) "Entonces se levantaron unos de la sinagoga llamada de los libertos, y


de los de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de Asia, disputando con Esteban. Pero no
podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba."

Esta idea de tomar el relevo es muy frecuente en la Biblia. Isaac sustituyó a Abraham,
Josué a Moisés, Eliseo a Elías, y ahora Pablo a Esteban.

5. Algunos años en Tarso

(Hch 9:28-30) "Y estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía, y hablaba


denodadamente en el nombre del Señor, y disputaba con los griegos; pero éstos
procuraban matarle. Cuando supieron esto los hermanos, le llevaron hasta Cesarea, y
le enviaron a Tarso."

Como ya hemos señalado, la estancia de Pablo en Jerusalén tuvo que ser


especialmente difícil. A excepción de su entrevista con los líderes de la iglesia que
resultó muy fructífera, todo lo demás parecía estar en su contra. Fue en esa ocasión
cuando orando en el templo el Señor le mostró que los judíos no le iban a recibir y
que por lo tanto lo enviaría a los gentiles. Pablo no estuvo muy conforme en un
principio, pero los hechos no tardaron en confirmar lo que Dios ya le había anunciado,
así que en medio de una terrible persecución, tuvo que escapar de Jerusalén con la
ayuda de los hermanos y volver a Tarso, su ciudad natal donde probablemente pasó
otros cuatro o cinco años en comparativa oscuridad.

Su regreso a Tarso tampoco debió ser fácil. Él se había ido de allí como un prometedor
estudiante rabínico, pero ahora volvía como un cristiano despreciado. Pero quizá
sentía también cierta angustia por la situación que vivía: si el Señor le había
comisionado para llevar el evangelio a los gentiles y para alcanzar a reyes y
gobernantes, entonces ¿por que pasaba los mejores años de su vida en Tarso? Todo
esto parecía un contrasentido. Seguramente hubo momentos cuando esta situación le
resultó difícil de soportar. Sin embargo, Dios tenía buenas razones para proceder de
esta manera.

En primer lugar, durante estos años en los que Pablo estuvo en Tarso y de los que no
sabemos nada, tuvo lugar una auténtica revolución dentro de la iglesia: los gentiles
fueron admitidos a la iglesia en igualdad de condiciones con los judíos. Este fue el
paso preliminar necesario para que la obra misionera de Pablo pudiera comenzar su
desarrollo pleno entre los gentiles.

En segundo lugar, tanto él como nosotros, tenemos que aprender que ninguno somos
imprescindibles en la obra del Señor. A pesar de que alguien pudiera pensar que los
dones de Pablo se estaban desperdiciando de una manera incomprensible, el versículo
siguiente nos indica que la obra de Dios continuaba con gran bendición.

(Hch 9:31) "Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran
edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el
Espíritu Santo."

Dios no necesitaba a Pablo, y en Tarso aprendió que era él quien necesitaba a Dios.
Nadie es indispensable ni irremplazable. Sólo Dios lo es. Esto nos hace humildes.

Tenemos que recordar esto con frecuencia, porque fácilmente caemos en la tentación
de pensar que el éxito de la iglesia depende de ciertas personas a las que colocamos
en pedestales (un pastor, un cantante, un predicador). Esto no es bueno para esas
personas, porque nadie digiere bien la fama, pero tampoco es verdad, porque el
secreto de la bendición de cualquier iglesia es el Dios Todopoderoso.

En tercer lugar, cuando Dios va a utilizar a una persona en algo realmente importante,
se toma su tiempo. Espera hasta que la persona esté formada adecuadamente. Por
supuesto, a nadie le gusta esperar, esto parece ser contrario a la naturaleza humana.
En especial, cuando somos jóvenes, queremos pasar rápidamente a la acción y que
Dios se apresure a darnos todo aquello que deseamos.

Más arriba hemos comentado la necesidad de cultivar una comunión íntima con el
Señor, pero esto ha de perdurar en el tiempo. No sirve con tener una bella experiencia
en un momento concreto de nuestras vidas; si no perseveramos no veremos fruto. Y
Dios no tiene prisa. Él espera hasta que estemos listos.

Cuando olvidamos la importancia de esta obra silenciosa en la presencia de Dios, y


nos lanzamos precipitadamente a ministerios públicos en los que recibimos
notoriedad, luego descubrimos que no estábamos preparados para ejercerlo y esto
acaba destruyéndonos con el tiempo. Con mucha sabiduría Pablo le dice a Timoteo
que uno de los requisitos para reconocer ancianos es que no sea "un neófito, no sea
que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo" (1 Ti 3:6).

Y Pablo también tuvo que esperar para comenzar su carrera. Por supuesto, era
imprescindible que mientras esperaba lo hiciera madurando en la presencia del Señor.
En cierto sentido su experiencia fue similar a la de Moisés; aquel joven impulsivo
necesitó cuarenta años en el desierto antes de que Dios pudiera usarlo para sacar al
pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto. Allí aprendió que su cualidad más grande
era su absoluta debilidad, debilidad que le permitiría a Dios hacer lo que quería en él y
por medio de él.

Pablo supo "aguardar con perseverancia" (Ro 8:25). Igual que muchos años antes
había hecho el rey David. Recordamos que después de que mató a Goliat y habiendo
sido ungido ya por Samuel para ser rey en Israel, regresó a Belén para cuidar las
ovejas de su padre. Otros en su lugar habrían forzado la situación para disfrutar
inmediatamente de la fama que su victoria sobre el filisteo le reportaba. Pero él no lo
hizo. Supo esperar en silencio. Incluso cuando en varias ocasiones tuvo la oportunidad
de acabar con Saúl, él esperó a que fuera el Señor quien marcara el tiempo para salir
del anonimato y convertirse en rey.

No nos apresuremos a buscar la notoriedad, aceptemos nuestro papel en la sombra


mientras nos esforzamos en servir a Dios. No busquemos nuestra propia
autopromoción. No manipulemos las cosas ni forcemos nuestra entrada en el
escenario. Si Dios tiene algo especial preparado para nosotros, en el momento preciso
él hará todo lo que sea necesario. Mientras tanto, recordemos que en su obra lo
importante no es lo nuestro sino lo suyo. La experiencia nos enseña que la
precipitación suele conducir al fracaso. Tengamos paciencia y esperemos en Dios.

6. En la iglesia de Antioquía

Cuando llegó el momento, Dios movió a Bernabé para que fuera a buscar a Pablo que
se encontraba en Tarso.

(Hch 11:25) "Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo
a Antioquía."
Ahora Saulo reaparece como un hombre maduro, preparado para cualquier tarea que
el Señor le encomendara. Y la iglesia de Antioquía vivía un gran avivamiento entre la
población gentil, lo cual constituía el escenario perfecto para que Pablo completara su
formación antes de comenzar la obra de dimensiones universales a la que había sido
llamado por el Señor.

Bernabé fue una vez más la persona usada por Dios para integrar a Pablo en el
ministerio. Lo había conocido brevemente cuando ambos estuvieron en Jerusalén años
atrás. En aquel momento debió de recibir una fuerte impresión de él, y cuando en
Antioquía se sintió desbordado por la nueva situación que se vivía en la iglesia,
inmediatamente pensó en Pablo como la persona ideal para ayudarle.

Había llegado la hora que tanto había esperado, y se entregó a la obra de evangelizar
y enseñar con el entusiasmo que le caracterizaba. Fue un tiempo de mucha bendición,
de tal manera que los discípulos gentiles llegaron a ser tan numerosos que los
paganos les dieron un nuevo nombre: "cristianos" (Hch 11:26).

La iglesia de Antioquía era lo que podríamos considerar una iglesia ideal. No sólo
crecía el número de convertidos por la evangelización, sino que también había un
progreso notable en la enseñanza de la Palabra. Esto se debió en gran medida a un
grupo de profetas y maestros entre los que se encontraba también Pablo (Hch 13:1).

La estancia de Pablo en Antioquía fue el último paso en su formación antes de su


salida definitiva al mundo gentil. Allí pudo trabajar en equipo con otros hombres de
Dios, hasta que Dios indicó por su Espíritu que había llegado el momento del cambio.
Los líderes de la iglesia en Antioquía reconocieron con claridad que el Señor estaba
llamando a Pablo y Bernabé a la obra y los encomendaron a la gracia del Señor.

El lugar del apóstol Pablo en la historia

Hay algunos hombres que logran dejar huella en su propia generación, pero realmente
son muy pocos los que consiguen producir un impacto permanente que soporte el
paso de los siglos y consiga sobrevivir a los constantes cambios culturales.

De alguna manera, dentro del corazón de cada ser humano, pervive el deseo de que
lo que hacemos perdure en el tiempo. Lo realmente difícil es conseguirlo.

Por ejemplo, en nuestros días muchos reconocen el genio creativo de Steven Jobs,
uno de los fundadores de la compañía Apple. Con sólo veinte años ya había
transformado el mundo de los ordenadores personales, y veinte años después generó
un cambio parecido con los reproductores de música, el modelo de la industria
discográfica, los teléfonos móviles y sus aplicaciones, las tabletas electrónicas, los
libros y el periodismo.

Jobs afirmaba que él no se sentía motivado por el dinero, y en parte suponemos que
era cierto. No tenía las enormes necesidades consumistas de otros grandes
empresarios, ni los impulsos filántropos de Bill Gates, ni un afán competitivo por ver
cuánto podía ascender en la lista de Forbes. En vez de eso, él trataba de realizarse
mediante la creación de un legado que sobrecogiera a la gente. De hecho, se trataba
de un legado doble: crear grandes productos que resultaran innovadores y
transformaran la industria, por un lado, y construir una empresa duradera, por otro.
Quería formar parte del panteón en el que se encontraban otros grandes genios. Y en
cierto sentido, aunque su vida quedó truncada cuando tenía 56 años, sin embargo,
logró dejar su huella en la industria tecnológica. Ahora bien, ¿qué sabrán de él dentro
de dos o tres generaciones? ¿Quién utilizará alguno de los productos que él diseño
dentro de 40 años? En muy poco tiempo otras nuevas tecnologías y tendencias
acapararán la atención del público y lo único que quedará de él será alguna referencia
en los libros de historia de la informática y un hueco en las enciclopedias.

Y lo mismo pasará con otros muchos que hoy disfrutan del sabor efímero de la fama
(futbolistas, cantantes, actores, pensadores). Desgraciadamente, tal como dijo el
autor de Eclesiastés, esto es lo que ocurre constantemente en este mundo.

(Ec 2:16) "Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre; pues en los
días venideros ya todo será olvidado"

Bueno, será olvidado todo aquello que es obra del hombre, pero lo que Dios hace
permanecerá para siempre:

(Ec 3:14) "He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se
añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los
hombres."

Ahora comenzamos a estudiar la biografía bíblica del apóstol Pablo, un hombre cuya
influencia ha resistido sin dificultades el paso del tiempo y ha llegado hasta nuestros
días con la misma fuerza transformadora que tuvo en el primer siglo. De hecho, a
parte de la gloriosa persona del Señor Jesucristo, son pocas las personas en la historia
de la humanidad que hayan tenido un impacto tan grande y duradero como el del
apóstol Pablo. ¿Cuál fue su "secreto"?

Bueno, en realidad hay que considerar varios aspectos de su polifacético carácter: el


calor de su personalidad, su gran estatura intelectual, la estimulante liberación que
produce su evangelio de la gracia redentora, la pasión con la que predicaba este
evangelio por todo el mundo, la resolución con la que se entregaba al cumplimiento de
la tarea que recibió en el camino de Damasco... pero sobre todas estas cosas, fue su
intenso amor por el Señor Jesucristo lo que le hizo realmente diferente. Vamos a
considerar algunas de las características del carácter de Pablo y también de lo que
hizo.

Fue un inconformista

En su carta a los Romanos escribió lo siguiente:

(Ro 12:2) "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la


renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad
de Dios, agradable y perfecta."
La razón de su inconformismo tenía que ver con su negativa a seguir la corriente
moral y espiritual de este siglo y buscar a cambio la voluntad de Dios, agradable y
perfecta.

Pablo fue el primero en poner en práctica aquello a lo que exhortaba a los otros
cristianos. Porque aunque no cabe duda de que él fue un hijo de su tiempo, y tanto
sus raíces judías, como su crianza en la importante ciudad de Tarso, así como su
ciudadanía romana, todo esto había dejado una huella profunda en él, sin embargo, él
no fue como la inmensa mayoría de las personas, que todo cuanto son se puede
explicar en función de su entorno y educación. Pablo fue diferente, él no se forjó en el
tiempo, sino en la comunión íntima con el Dios eterno. Por esta razón pertenece al
selecto grupo de hombres que dejan su huella en el tiempo: moldean a sus
contemporáneos y hacen sentir su influencia en el futuro.

Fue un imitador de Cristo

Escribiendo a los Corintios les exhortaba:

(1 Co 11:1) "Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo"

Y a los Gálatas les explicaba cuál era el verdadero lema de su vida:

(Ga 2:20) "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo
en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me
amó y se entregó a sí mismo por mí."

Pablo no ocultaba su profunda admiración por Cristo, sino todo lo contrario. Tal era el
amor que sentía por Cristo, que toda su vida y ministerio tenían el propósito de
"revelar a su Hijo en él" (Ga 1:15-16).

En verdad, Cristo fue tan perfectamente formado en Pablo que podemos estudiar el
carácter de Cristo en el suyo. Si alguien alegara que es imposible seguir el sublime
ejemplo del Dios-Hombre, debe considerar que Pablo era un hombre sujeto a las
mismas condiciones humanas que nosotros, y que sin embargo reflejaba con claridad
el carácter de Cristo.

Fue un hombre ganado por la gracia de Dios

Pablo nunca olvidó que antes de su conversión a Cristo había sido un perseguidor de
la iglesia, y que si había sido recibido por Dios fue por su gracia, por su favor
inmerecido.

(1 Ti 1:12-16) "Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque


me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio, habiendo yo sido antes blasfemo,
perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia,
en incredulidad. Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el
amor que es en Cristo Jesús. Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo
Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero
por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero
toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna."

Seguramente él comprendió lo que es la gracia de Dios mucho mejor que cualquiera


de sus contemporáneos, y no resulta difícil entender el por qué. Fue la gracia de Dios
quien le había alcanzado cuando en su odio religioso hacía todo cuanto podía "contra
el nombre de Jesús de Nazaret" y contra sus discípulos (Hch 26:9-11). Fue en ese
proceso cuando el Señor mismo se le apareció en su gloria, pero lejos de acabar con
él, le extendió su gracia y le constituyó en su apóstol. De esta manera Cristo ganó su
corazón, pulverizó su orgullo y lo transformó en uno de sus más fieles servidores. A
partir de aquí su vida y su ministerio se distinguieron por la gracia de Dios,
convirtiéndose en un exponente de lo que la gracia de Dios puede hacer con el
hombre.

Tal vez podríamos ilustrar esto con una historia del Antiguo Testamento. Recordemos
el golpe de estado que Absalón dio a su padre el rey David. Como sabemos, el joven
terminó muriendo en el campo de batalla y su movimiento de insurrección fracasando.
Pues bien, Absalón había nombrado general de sus tropas a un tal Amasa (2 S 17:25).
Podemos imaginarnos el miedo que tendría Amasa a las posibles represalias de David.
Pero el rey, en lugar de empezar a hacer rodar cabezas, se esforzó por reconciliar al
pueblo que se había dividido por culpa de Absalón. Y una de las medidas que tomó fue
enviar un mensaje a Amasa y no sólo perdonarle la vida, sino que le ofreció el puesto
de general del ejército (2 S 19:13). Resulta incomprensible. ¿Cómo puede ser que el
general de las fuerzas rebeldes fuera nombrado general del rey legítimo? Eso debió de
ganar para siempre el corazón y la fidelidad de Amasa.

Pues exactamente eso es lo que pasó con Pablo, a quien el Señor le salió al encuentro
cuando iba dispuesto a matar y encarcelar a los cristianos de Damasco. Y le ofreció,
no sólo el perdón de sus pecados, sino el puesto de "apóstol de los gentiles"... "A mí,
que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de
anunciar entre los gentiles el evangelio" (Ef 3:8).

Fue un siervo de Jesucristo

Al comenzar su carta a los Romanos Pablo reconoce ser un "siervo de Jesucristo" (Ro


1:1). Él se había convertido voluntariamente en un "esclavo" de Jesucristo, alguien
que había renunciado a vivir su propia vida para vivir la de otro.

Esta actitud es realmente extraña en nuestros días. La mayor parte de los hombres
están de tal manera absortos en sus propios intereses, y esperan que los demás
también lo estén de la misma manera, que cuando ven a una persona que no parece
tener intereses propios sino que desea vivir para otro y servir a los demás, casi nos
resulta increíble.

Pablo era una de esas "especies en extinción", y tal vez de ahí surgía algo del
magnetismo que generaba su persona. Todos los que entraban en contacto con él
rápidamente apreciaban su actitud genuina. Por ejemplo, sabían que en muchas
ocasiones rehusaba el dinero y trabajaba con sus propias manos noche y día para no
ser gravoso a los nuevos convertidos. Constantemente oraba y se preocupaba por
todos aquellos que habían conocido el evangelio por medio de él. Si era conveniente
sacrificaría su propia cultura con tal de ganar a otros para Cristo. Realmente,
estudiando la vida de Pablo nos damos cuenta que hay pocas personas que hayan
tenido tan poco interés en su propia vida y que hayan consagrado de tal manera sus
afectos a Cristo y a su pueblo.

Fue el pensador del cristianismo

Una vez que Cristo había completado su Obra expiatoria, era necesario que fuera
anunciada y explicada al mundo. Sin duda, todos los demás apóstoles podían dar
testimonio de lo que Jesús había hecho, puesto que le habían acompañado durante
todo su ministerio público, pero también era necesario desarrollar y exponer las
grandes doctrinas que de esa Obra se derivaban.

Seguramente Pablo entendió mucho mejor que cualquiera de los primeros discípulos
de Jesucristo las implicaciones universales de la Obra de Cristo, y les dio aplicación
práctica. Además, él tenía el alcance intelectual y la disciplina mental necesarias para
desarrollar las doctrinas cristianas que de esta Obra habían surgido. Y esto era
necesario hacerlo si el Evangelio había de conquistar tanto moral como
intelectualmente al mundo.

Pablo fue el hombre elegido y capacitado por Dios para llevar a cabo esta labor,
constituyéndose así en el mayor pensador de su época y quizás de todos los tiempos.

Fue un escritor

Bastantes siglos después de que Pablo muriera, Martín Lutero llevó a cabo una
importante reforma espiritual a raíz de descubrir en los escritos del apóstol las
grandes doctrinas de la justificación por la fe. Rápidamente esta reforma se extendió
por toda Europa gracias a la imprenta, en la que Lutero encontró un poderoso aliado
para diseminar sus propuestas.

Y de la misma manera, Pablo era consciente de la importancia de dejar por escrito sus
pensamientos para que de esta manera pudieran ser divulgados con exactitud. Él
mismo fomentó durante su vida la práctica de intercambiar sus cartas entre las
iglesias vecinas (Col 4:16) y quizás por esta razón pronto todos estos documentos
fueron cuidadosamente coleccionados y reproducidos con los medios que había en
aquel momento. Y gracias a Dios han sido fielmente conservados hasta nuestro
tiempo.

Ahora bien, cuando examinamos las cartas de Pablo, rápidamente percibimos en su


estilo algo de su temperamento impetuoso. Con frecuencia, el torrente de sus
pensamientos emerge tan impetuoso que se adelanta a sus palabras y éstas han de
saltar sobre espacios vacíos para retomar el hilo de sus pensamientos. Podemos
imaginarnos los esfuerzos de su amanuense para no perderse. Una y otra vez Pablo
empieza frases cuya construcción gramatical nunca concluirá puesto que antes de
hacerlo ha de ponerla a un lado para dar expresión a otro apasionado pensamiento
que acaba de venírsele a la mente. Cuando finalmente vuelve al pensamiento original,
el apóstol ha olvidado el comienzo de la frase.

Todo esto nos indica que Pablo no es el más fluido de los escritores o el más fácil de
entender pero, indudablemente, nos da también una clara impresión de su carácter.
Pablo tenía algo muy importante que comunicar y, al hacerlo, también nos transmite
atisbos de sí mismo. En su manera de expresarse no hay nada artificial o tópico, y lo
que tiene que decir es tan importante, tanto para el lector de hoy como para el del
primer siglo, que el esfuerzo que hay que hacer para entenderle bien vale la pena
hacerlo.

Fue el apóstol de los gentiles

Pero Pablo no sólo fue el pensador más grande que la iglesia ha tenido, sino que
probablemente fue también el obrero más infatigable que nunca haya existido. Y lo
cierto es que es raro encontrar unidas en una sola persona la reflexión y el estudio,
con la acción y la evangelización, pero una vez más, Pablo es un buen ejemplo de algo
que debería ser el modelo de cualquier obrero cristiano.

Cuando pensamos en Pablo como hombre de acción, necesariamente tenemos que


asociarlo con el impacto histórico que el cristianismo produjo en el primer siglo. Todos
sabemos que el cristianismo surgió como un movimiento dentro de la comunidad judía
en Israel. Su fundador era judío y también sus primeros discípulos. En un principio, el
mensaje del cristianismo fue predicado exclusivamente a los judíos. Sin embargo, en
poco más de una generación tras la muerte de Cristo, el cristianismo fue considerado
por las autoridades del Imperio Romano como una religión mayoritariamente no-judía,
y hasta el día de hoy sigue siendo igual. Y este cambio radical se debe en gran medida
a la visión y la energía con la que Pablo proclamó el evangelio de Jesucristo en el
mundo gentil, comenzando desde Jerusalén y llegando hasta el mismo corazón del
Imperio en Roma. Y para nuestra sorpresa, hay que decir que esto lo llevó a cabo
durante los treinta años que siguieron a su conversión al cristianismo.

Por supuesto, Pablo no fue el único predicador del cristianismo durante ese período,
sin embargo, nadie le hizo sombra como misionero pionero y fundador de iglesias en
el mundo gentil. Esto se debió en gran medida al hecho de que nadie como él
comprendió las implicaciones de la entrada de los gentiles en el reino de Dios. Él
hablaba de esto como de un misterio que el Señor había revelado a través de su
apóstoles:

(Ef 3:5-6) "Misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los
hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu:
que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la
promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio"

Sin embargo, aunque todos los apóstoles recibieron la misma revelación, no todos
supieron extraer adecuadamente las implicaciones de este hecho. Desgraciadamente,
aunque el apóstol Pedro había abierto la puerta a los gentiles (Hch 10:1-48), ninguno
de los primeros apóstoles estuvo a la altura de la situación. La propia iglesia cristiana,
formada en aquel momento exclusivamente por judíos, tuvo grandes dificultades para
comprender y aceptar la igualdad perfecta entre judíos y gentiles que se derivaba del
hecho de que los gentiles habían recibido el Espíritu Santo en casa de Cornelio sin que
previamente hubieran sido circuncidados. Además, ninguno de ellos tenía inquietud o
preocupación por la conversión de los gentiles, y por eso cuando algunos de los
cristianos de Jerusalén fueron esparcidos a causa de la persecución que hubo con
motivo de Esteban, y llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sólo hablaron la
Palabra a los judíos (Hch 11:19). Fueron de hecho algunos de Chipre y de Cirene los
que por primera vez anunciaron el evangelio a los gentiles en Antioquía, muchos de
los cuales se convirtieron al Señor (Hch 11:20). Esto nos muestra con claridad que la
iglesia en Jerusalén no tenía la visión de predicar el evangelio a los gentiles.

Pero todo esto cambió cuando Pablo entró en la escena. Después de pasar varios años
de retiro en Arabia y Tarso, Bernabé fue a buscar a Pablo para que le ayudara en la
nueva iglesia que se había formado en Antioquía en la que había una mayoría de
miembros de origen gentil (Hch 11:25). Seguramente Bernabé conocía el llamamiento
que Pablo había recibido de parte del Señor para ir a predicar a los gentiles y por lo
tanto pensó que era la persona idónea para ayudar en una iglesia como la de
Antioquía. Pero la cosa no quedó ahí, sino que pasado un tiempo, tanto Pablo como
Bernabé fueron llamados por el Señor para extender el evangelio por todo el mundo
gentil, teniendo como base de operaciones la iglesia de Antioquía (Hch 13:1-3). A
partir de aquí, Pablo, como apóstol de los gentiles, marcó el camino para llevar el
evangelio "hasta lo último de la tierra".

Su labor dentro del mundo pagano fue ampliamente bendecida por el Señor y muchos
gentiles conocieron al Señor, llegándose a formar iglesias locales en diferentes lugares
estratégicos. Sin embargo, algunos en la iglesia madre de Jerusalén no vieron con
buenos ojos que los gentiles fueran admitidos a la iglesia sin que previamente
hubieran sido circuncidados y se hicieran judíos (Hch 15:1). Tal fue el malestar que se
creo por este asunto que Pablo y Bernabé tuvieron que subir a Jerusalén y tratar el
asunto con los otros apóstoles y ancianos (Hch 15:2-31). De forma unánime todos
ellos estuvieron de acuerdo en que los gentiles que se convertían no debían ser
circuncidados ni se les debía obligar a guardar la ley. Esto fue un triunfo para Pablo y
Bernabé, pero también sirvió para despertar el odio de cierto sector del judaísmo que
creían en Jesús como el Mesías, pero que no estaban dispuestos a aceptar ningún tipo
de comunión con los gentiles creyentes a menos que éstos se circuncidaran y
adoptaran el estilo y las costumbres de la nación judía. Algunos de ellos fueron muy
activos en defender esta causa y durante años enviaron propagandistas a visitar una
por una las iglesias gentiles fundadas por Pablo, insistiendo en que no podrían gozar
de los privilegios del verdadero cristianismo a menos que guardaran la ley judaica.
Ellos no fundaban iglesias por sí mismos, su objetivo era introducirse en las
comunidades cristianas para ganarlas para su causa. Espiaban los pasos de Pablo a
donde quiera que él iba y ponían en duda su autoridad apostólica y el evangelio que él
predicaba. La iglesia de Galacia y también la de Corinto se vieron especialmente
afectadas por estas influencias nefastas. Parecía como si toda la construcción que
Pablo había levantado con años de trabajo estuviera viniéndose al suelo. Y aunque
estos hombres se llamaban cristianos, Pablo negaba expresamente su cristiandad, y
afirmaba que el evangelio que predicaban era otro muy diferente al de Cristo, y que
cualquiera que llegara a creer en él, se estarían alejando de la gracia de Dios. Así que,
con los términos más solemnes, Pablo pronunció una maldición contra los que así
estaban destruyendo la obra de Dios (Ga 5:10).

Como vemos, el hecho de ser apóstol de los gentiles implicó atravesar por graves
dificultades. Sin embargo, Pablo no se dio por vencido nunca y buscó activamente la
comunión entre los gentiles y los judíos dentro de la iglesia de Cristo. En la mentalidad
de Pablo, la incorporación en igualdad de condiciones de judíos y gentiles dentro de la
iglesia de Cristo, debía eliminar cualquier hostilidad que en el pasado hubiera habido
entre ambos pueblos. Para Pablo Cristo no podía estar dividido, y la cruz había
derribado definitivamente la pared intermedia de separación (Ef 2:13-19).

Una de las formas prácticas con las que Pablo buscó estimular esta comunión fue por
medio de las ofrendas que recogía entre las iglesias gentiles y que tenían como
propósito aliviar las necesidades de sus hermanos judíos en Jerusalén (Ro 15:25-27).

Pablo, un hombre universal

Aunque originalmente fue educado de un modo estricto en todas las peculiaridades del
exclusivismo judío, cuando conoció a Cristo, apartó de su camino cualquier distinción y
aceptó la igualdad de todos los hombres, aplicando inflexiblemente este principio
hasta el fin de sus días. Seguramente no ha habido otro hombre como él que de todo
corazón se adaptara a cualquier situación con el fin de alcanzar a otros para Cristo. Él
describió su proceder en su carta a los Corintios.

(1 Co 9:19-22) "Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos para


ganar a mayor número. Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos;
a lo que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la
ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo
estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar
a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a
todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos."

Pablo no sólo estuvo dispuesto a adaptarse a las nuevas exigencias que la predicación
del evangelio entre los gentiles conllevaba, él era un hombre preparado para
adentrarse en el mundo gentil. A diferencia de los otros apóstoles que habían pasado
su vida dentro de los límites de Israel ocupados en sencillos trabajos, Dios había
preparado a Pablo dándole una amplia formación, de tal manera que igual podía
predicar en una sinagoga judía ante otros rabinos, o en el Areópago de Atenas ante
los filósofos griegos, o en medio de paganos incultos, o en un tribunal romano ante
magistrados, procónsules, gobernadores, reyes o ante el mismo César. Pudo
adaptarse a todos los hombres y a todos los auditorios: a los judíos les hablaba como
rabino acerca de las Escrituras del Antiguo Testamento; a los griegos les citaba las
palabras de sus poetas; y a los bárbaros les hablaba del Dios que da la lluvia del cielo
llenando nuestros corazones de alimento y gozo.
Dios había dotado a Pablo con la combinación de dones necesaria para llevar a cabo
una obra a gran escala entre los gentiles. Para una labor así se necesitaba un hombre
de ilimitadas aptitudes, de vasta educación, de inmensa simpatía humana, de
extraordinaria valentía, de buen ánimo en las circunstancias más adversas... que lo
mismo pudiera hablar con un judío, que con un griego, un romano o un bárbaro... y el
cristianismo encontró a este hombre en Pablo. Él mismo era consciente de que Dios le
había escogido y preparado para esta labor.

(Ga 1:15-16) "Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi


madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase
entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre..."

Pablo y sus colaboradores

El hombre no está hecho para ser un ser solitario. Esto no es bueno, y en el ministerio
cristiano es especialmente peligroso. El aislamiento del obrero cristiano puede llegar a
ser una de las influencias más destructivas tanto para su salud física como mental.

(Ec 4:9-12) "Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo.
Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando
cayere, no habrá segundo que lo levante. También si dos durmieren juntos, se
calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo? Y si alguno prevaleciere
contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto."

En la vida real no existen superhéroes solitarios, y menos en el ministerio cristiano.


Esto no sólo es peligroso, sino que tampoco es la voluntad de Dios.

En la Biblia podemos comprobar una y otra vez que cuando Dios llama a un hombre
para algo grande, él pone a su lado a otras personas que le sirven de ayuda y apoyo.
Sin ellas les sería imposible llegar muy lejos. Son personas muy importantes, que en
muchos casos apenas llegan a ser conocidas por los demás, pero que se sienten
satisfechas de hacer su parte en el anonimato de la segunda fila.

Podemos pensar por ejemplo en el rey David. Él era plenamente consciente de la


deuda que tenía con una serie de hombres que llegaron a ser conocidos como "los
valientes de David" (2 S 23:8-39). Ellos le acompañaron y sirvieron fielmente, estando
dispuestos incluso a poner su vida por él.

Y otro tanto de lo mismo podríamos decir del apóstol Pablo cuando pensamos en
Bernabé, Timoteo, Silas, Tito, Lucas, Marcos, Aquila, Priscila... El apóstol fue un siervo
de Dios que se supo rodear de colaboradores fieles sin los cuales no habría podido
realizar la obra que llevó a cabo. Aunque también hay que decir que él mismo tuvo la
visión y dedicó mucho tiempo a formar a algunos de estos hombres y mujeres.
La conversión del apóstol Pablo

Introducción
Sin duda alguna la conversión de Pablo es la más famosa de las conversiones de toda
la historia de la Iglesia y Lucas está tan impresionado con ella que la narra en tres
ocasiones diferentes (Hch 9:1-22) (Hch 22:6-16) (Hch 26:12-18). Estas repeticiones
son especialmente llamativas si nos fijamos en que Lucas es un escritor cuyo estilo se
caracteriza por la brevedad y la concisión.

Pero ¿qué hizo que un hombre como Pablo, que odiaba el nombre de Jesús, que
perseguía y asesinaba a los cristianos, se hiciera uno de ellos y llegara a ser el mayor
propagador del cristianismo? La única respuesta aceptable es que Saulo de Tarso se
convirtió en un cristiano cuando el Señor Jesucristo se le apareció en su gloria.

Ahora bien, la conversión de Saulo de Tarso nos plantea algunas preguntas: ¿Qué es
la conversión? ¿Es realmente necesaria? ¿Tiene que sucederle a todo el mundo de la
misma forma? ¿Cómo tiene lugar la conversión? ¿Es algo repentino, o es tal vez un
proceso gradual? ¿Es algo que se va extinguiendo y apagando con el tiempo, o es algo
duradero?

Algunas aclaraciones previas sobre la conversión

1. La conversión de Saulo no fue un "lavado cerebral"

Algunos han argumentado que tanto la conversión de Saulo, como la de infinidad de


cristianos después de él, se debe a un lavado de cerebro. Pero esto es algo que
difícilmente se puede sostener: ¿Quién le "lavó el cerebro" a Saulo? En realidad,
muchas de las explicaciones de orden físico y psicológico que muchos han ofrecido,
tienen el propósito de soslayar la molesta idea de que el enorme cambio que tuvo
lugar en Saulo lo produjo una revelación de Jesús. Y es lógico que les disguste, porque
la conversión de Pablo es una importante evidencia a favor del evangelio y de la
resurrección de Jesús.

Ahora bien, si no fue que el Señor se le apareció en el camino de Damasco como Pablo
mismo afirmó en repetidas ocasiones, ¿qué otra explicación se podría dar al cambio
que tuvo lugar en su vida? ¿Por qué tomaría la decisión de convertirse en un seguidor
de Jesús, si esto no le acarrearía nada más que problemas y la pérdida de todo cuanto
tenía? Lo más razonable es pensar que Jesús de Nazaret, el que había sido crucificado
y del que Saulo pensaba que estaba muerto, realmente había resucitado y ahora le
llamaba desde su gloria para que le sirviera.

2. La conversión de Saulo no es modelo exacto de la conversión de cualquier cristiano

Tenemos que saber distinguir entre lo particular y lo universal en este tema. Por
ejemplo, el viaje de Pablo de Jerusalén a Damasco, con la orden de detención del
sumo sacerdote para arrestar a los cristianos, el destello de luz celestial, la aparición
del Jesús resucitado, la voz que le habló de forma audible en arameo, y su
llamamiento y envío como apóstol a los gentiles; todos estos son aspectos
excepcionales de la historia y no se pueden considerar normativos.
En este tipo de cosas, cada conversión es diferente. Por ejemplo, en muchas
ocasiones los perdidos se salvan mientras escuchan a un predicador o a un maestro
exponiendo la Palabra de Dios desde un púlpito, o en la televisión, o en la radio. Otros
vienen a él mientras están orando en la intimidad de sus hogares. En cualquier
momento del día o de la noche un pecador puede clamar al Señor Jesús con fe y ser
salvo. Pero en todo caso, lo que sí es necesario y esencial es el encuentro personal
con Jesucristo. Rendirse, ceder a su señorío en arrepentimiento y fe.

La conversión de Saulo de Tarso

1. La actitud de Saulo antes de su conversión

Para Saulo, Jesús de Nazaret no podía ser el Mesías anunciado por los profetas. Su
posición social, su trayectoria y su doctrina no se ajustaban en absoluto con la idea
que él tenía acerca del Mesías. Pero el argumento definitivo que desmontaba esta
hipótesis es que Jesús había sido crucificado. Un Mesías crucificado era una
contradicción de términos. Ya no era tanto si había sido justo condenarle a morir en
una cruz, lo realmente importante para Pablo es que alguien que había sido colgado
en un madero estaba bajo la maldición de Dios, tal como explicaban las Escrituras (Dt
21:23). Claro está que los primeros discípulos afirmaban que Dios había resucitado a
Jesús y que se les había aparecido vivo en diferentes ocasiones, pero Saulo no daba
crédito a estas historias. Para él eran mentira, invenciones interesadas de sus
seguidores.

Para Saulo Jesús era un impostor, así que rápidamente se convirtió en un enemigo
empedernido del cristianismo. Lucas lo retrata en varias ocasiones en el libro de los
Hechos mostrando la furia y el odio que sentía contra el Señor:

(Hch 7:58) "Los que estaban apedreando a Esteban dejaron los vestidos a los pies de
un joven que se llamaba Saulo."

(Hch 8:1) "Y Saulo consentía en su muerte"

(Hch 8:3) "Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres
y a mujeres, y los entregaba en la cárcel."

(Hch 9:1) "Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del
Señor..."

(Hch 26:11) "Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a
blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades
extranjeras".

Saulo perseguía a la iglesia y se convirtió en el brazo ejecutor de los sumos


sacerdotes en su causa contra los cristianos. Es cierto que los móviles de los
gobernantes eran en gran parte políticos, mientras que los de Saulo eran religiosos,
sin embargo, ambos coincidían en que la causa de Jesús de Nazaret debía ser
erradicada de este mundo.
Comenzó por perseguir a Esteban, al que él consideraba como un promotor del
cristianismo y por lo tanto una seria amenaza contra el glorioso monoteísmo del
judaísmo, ya que como todos los cristianos, atribuía honores divinos a Jesús de
Nazaret. Le había escuchado predicar y no le había quedado ninguna duda de que el
cristianismo apartaba a los judíos de la centralidad del templo y del judaísmo oficial.
Así que decidió terminar con Esteban, que murió siendo el primer mártir del
cristianismo.

Pero no se conformó con esto. En su celo purificador, Pablo persiguió a todos los
cristianos, y aun más, decidió que el sumo sacerdote debía ejercer su derecho de
extradición contra los fugitivos y le pidió "cartas para las sinagogas de Damasco, a fin
de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a
Jerusalén" (Hch 9:1-2). Ciego por su odio, sin darse cuenta, estaba dando
cumplimiento a la palabra de Jesús:

(Jn 16:2) "Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que
os mate, pensará que rinde servicio a Dios."

2. Dios tomó la iniciativa en la conversión de Pablo

(Ro 5:8) "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores,
Cristo murió por nosotros."

(1 Jn 4:10) "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios,


sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros
pecados."

(2 Co 4:6) "Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el


que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la
gloria de Dios en la faz de Jesucristo."

La conversión siempre se produce como consecuencia de una iniciativa divina. Jesús


inició el encuentro que terminó con la conversión de Pablo. Y Pablo no tuvo reparos en
admitir que no hizo nada que le hiciera merecedor de la salvación. Por el contrario, en
sus propias palabras afirmó ser "el peor de los pecadores" (1 Ti 1:15). Nadie puede
jactarse de la salvación como algo que haya logrado por sí mismo, o de lo que sea
merecedor (Ef 2:9).

En el caso de Pablo, esta iniciativa divina se materializó por medio del llamamiento
que el Señor mismo le hizo en el camino de Damasco: "Saulo, Saulo". Notemos bien
las palabras, porque el doble vocativo usado por el Señor tuvo que recordar a Pablo
las numerosas ocasiones en las que Dios había llamado a otros hombres en el Antiguo
Testamento (Gn 22:11) (Gn 46:2) (Ex 3:4) (1 S 3:10). Y si a esto le añadimos la luz
del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol al mediodía (Hch 26:13), tenemos una
manifestación de la gloria de Jehová que una vez más se manifestaba desde el cielo
para llamar a un hombre. Por supuesto, no podemos saber con exactitud qué es lo
que pasó en aquellos momentos por la mente de Pablo, pero no sería difícil imaginar
que le recordara la revelación gloriosa que Moisés vio en la zarza ardiendo desde la
que Jehová le llamó (Ex 3:1-8).

Todo esto tuvo que impresionar profundamente a Pablo, pero el golpe más fuerte
todavía estaba por llegar. Él se dirigió a su interlocutor divino como "Señor", y por
supuesto estaba pensando en el Dios que se había revelado a través de todo el
Antiguo Testamento, pero cuál no sería su sorpresa cuando aquel que acababa de
reconocer como "Señor", se identificó como Jesús de Nazaret, a quien él consideraba
como un ser indigno, un Mesías impostor. Pablo estaba convencido de que Jesús de
Nazaret estaba muerto y sepultado, pero ahora comprendió que no era así, puesto
que se le había aparecido resucitado con toda su gloria. Entonces se dio cuenta de que
las palabras que Esteban había dicho antes de morir eran absolutamente ciertas:

(Hch 7:56) "Y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la
diestra de Dios."

3. La conversión de Saulo no fue el resultado de una acción coercitiva, obligada

Cuando el Señor se apareció a Saulo, no se le impuso, ni le manipuló para que


hipnóticamente tomara decisiones contra su voluntad.

Notamos que a lo largo de todo el encuentro con el Señor, Saulo era capaz de hablar y
discutir con total normalidad. El Señor le hizo una pregunta muy incisiva, "¿Por qué
me persigues?", con la que apeló al intelecto, a la razón y a la conciencia. Y Saulo
contestó de una forma racional, consciente y libre con otras dos preguntas: "¿Quién
eres, Señor?", "¿Qué quieres que yo haga?".

4. El proceso de la conversión de Pablo

En (Hch 9:3) se nos dice que "repentinamente" hubo una luz del cielo sobre él, pero
ésta no era ni mucho menos la primera vez que Jesucristo trataba con Saulo. Fue el
clímax, pero no el principio.

El Señor Jesucristo mismo confirmó este proceso cuando le dijo: "dura cosa te es dar
coces contra el aguijón" (Hch 9:5). Con esta ilustración estaba comparando a Saulo
con un novillo tozudo, y a Dios con un ganadero que debe emplear a fondo el aguijón
para domesticarlo. Ahora bien, ¿cuáles fueron estos "aguijones" que Saulo había
resistido por tanto tiempo? Dada la importancia y amplitud del tema los vamos a
considerar en un punto aparte.

Los "aguijones" contra los que Pablo coceaba

El ganadero llevaba una vara que terminaba en una aguda punta de hierro que servía
para hacer andar al animal, hacerle parar o cambiar de dirección. Si el animal era
rebelde, daba coces contra este aguijón, lastimándose y enfureciéndose con las
heridas que recibía. Este era un vivo retrato de lo que hacía tiempo le estaba
ocurriendo a Saulo. Pero ¿cuáles eran estos "aguijones" en la vida de Saulo?
1. Su propia conciencia

Aparentemente Pablo era una persona sin tacha. Cuando escribió a los Filipenses
explicaba cómo se veía a sí mismo en aquella época:

(Fil 3:6) "en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible."

Sin embargo, escribiendo a los Romanos confesaba que aunque su vida exterior era
intachable, la ley le condenaba por su codicia, un pecado interno, del corazón (Ro 7:7-
9). De modo que Pablo no tenía la conciencia en paz, y por supuesto, no tenía
tampoco certeza de perdón. Sabía que la ley le condenaba y su conciencia era en este
sentido un aguijón.

2. La propia existencia de la Iglesia como un movimiento singular

Cuando Jesús murió en la cruz y sus discípulos huyeron atemorizados, todo indicaba
que éste era el fin del cristianismo. Sin embargo, la venida del Espíritu Santo puso en
evidencia que Cristo había resucitado, y la conversión de miles de judíos en Jerusalén
dio un vuelco radical a la situación. Además, los apóstoles hacían muchas señales en
el nombre de Jesús, lo cual ponía en evidencia que seguía vivo, que no había
terminado en una tumba tal como Pablo quería creer.

Por otro lado, el buen testimonio de la iglesia, cuidando de las necesidades de sus
miembros y la determinación con la que muchos de ellos mantenían su profesión de fe
en medio de la persecución, era algo que tenía que generar muchas dudas en la
mente de Saulo y también en otros muchos de sus correligionarios en aquel momento.
¿Qué explicación se podía dar a todo esto si no era que Jesús realmente había
resucitado y seguía vivo sosteniendo y guiando a su pueblo en medio de las
dificultades?

3. El mensaje de Esteban

Después de escuchar el mensaje de Esteban, Saulo dio su voto para que fuera
apedreado. ¿Qué hubo en este mensaje que despertara de tal manera las iras de
Saulo?

La defensa de Esteban giró en torno a la relación de la naciente fe cristiana con el


judaísmo tradicional (Hch 7:1-60).
Mientras que Saulo admiraba las glorias del templo situado en el lugar donde por siglos
Jehová había sido adorado, Esteban insistía en que Dios no mora en templos hechos de
manos, como el mismo Salomón había reconocido, sino que de hecho se había
manifestado a lo largo de la historia en distintos lugares, muchas veces fuera de las
fronteras de Israel.
Por otro lado, Saulo insistía en la necesidad del rito de la circuncisión, pero Esteban
demostró que Dios dio promesas a Abraham mucho tiempo antes de que el rito fuese
instituido.
Para Saulo, Jesús no podía ser el Mesías escogido por Dios puesto que no había sido
reconocido por los líderes de Israel, pero Esteban demostró que desde el mismo
comienzo de la nación judía, los padres se habían opuesto con violencia a cada iniciativa
de Dios: José fue vendido por sus hermanos por celos, Moisés fue desechado por sus
hermanos como libertador, y todos los profetas fueron perseguidos por los líderes de la
nación.
Saulo señalaba que la venida del Mesías sería un acontecimiento glorioso, pero Esteban
citó a Moisés, los profetas y los Salmos para mostrar que el Cristo tenía que padecer.
Para Saulo nadie podía tomar el lugar de Moisés y la ley, pero Esteban citó al mismo
Moisés cuando afirmaba que el Señor Dios levantaría un profeta más grande que él
mismo.

Aunque en ese momento Esteban no podía imaginarlo, acababa de sembrar una


importante semilla en el corazón del principal opositor del cristianismo. Saulo pudo
acallar la voz de Esteban, pero los argumentos bíblicos que había expuesto seguro que
siguieron retumbando en la mente de Saulo por mucho tiempo.

4. La muerte de Esteban

Pero si la exposición de Esteban había "aguijoneado" con dureza a Saulo, la forma en


la que murió no lo hizo menos. Después de su vigorosa defensa ante el Sanedrín,
Esteban pidió perdón para sus asesinos mientras era apedreado por ellos, y entonces
su rostro se iluminó "como la faz de un ángel" y dijo que estaba contemplando a
Jesucristo a la diestra de Dios (Hch 6:15) (Hch 7:55-60).

Aquella luz en el rostro de Esteban, su mirada que evidenciaba que estaba viendo la
gloria del Señor, su paciencia y perdón, la paz con que murió, todo ello tuvo que
afectar poderosamente a Saulo.

5. Los cristianos a los que perseguía

Después de la muerte de Esteban, Saulo descubrió que todos los seguidores de Jesús
a los que él perseguía reaccionaban de la misma forma. Era como si les rodease un
poder sobrenatural que les daba el valor para mantener sus convicciones aun al precio
de su propia vida.

¿Cómo podían ser estas personas enemigas de Dios si manifestaban esta pureza y
amor? ¿Cómo podía ser todo esto una obra de las tinieblas? ¿Cómo podían sufrir de
ese modo y al mismo tiempo tener una paz que ni él mismo tenía? Seguro que Pablo
no podía encajar todo esto, y mientras tanto, su conciencia seguía siendo
aguijoneada.

6. Lo que sabía de Jesús de Nazaret

Aunque Saulo consideraba a Jesús de Nazaret como un impostor, sin embargo, toda la
información que circulaba sobre su vida y obra le resultaba inquietante. Había cientos
de personas que todavía estaban vivas y daban fe de que Jesús les había sanado
durante su ministerio terrenal. También la belleza y autoridad de sus enseñanzas, su
compasión al servir a los pobres, la amabilidad de su carácter, pero especialmente el
testimonio de muchos que afirmaban haberlo visto vivo después de su muerte. Toda
esta evidencia era demasiado contundente como para seguir rechazándola.

Es muy probable que el fanatismo con el que Saulo estaba actuando era una forma de
compensar sus dudas interiores. Su mente se hallaba en medio de un torbellino y él
coceaba con violencia contra el aguijón de Jesús.

Nuestra propia experiencia

La experiencia de Saulo no es única. En cierto sentido es seguro que en algún


momento de nuestras vidas nosotros también hemos sentido el aguijón y la llamada
de Jesucristo, aun cuando quizá no hayamos reconocido que era él.
Puede haber sido al leer o escuchar su Palabra que nos llama al arrepentimiento y la fe.
Tal vez nuestra conciencia nos ha acusado recordándonos lo que hemos pensado, dicho
o hecho.
Quizá nos hemos llegado a sentir vacíos y deprimidos, sin encontrar sentido a nuestra
vida, aunque quizá lo tengamos todo.
Puede que Dios haya llamado nuestra atención por medio del dolor de una enfermedad,
una pérdida, el fracaso en un negocio, o situaciones adversas que se repiten una detrás
de otra.
O el temor a la muerte y el juicio eterno.

Lo que es indudable es que el Espíritu Santo obra en nosotros de muchas maneras


para llevarnos a Cristo (Jn 16:8-11). Al igual que con Saulo, Dios hará todo lo que
haga falta para colocarnos en un punto de absoluta dependencia de él.
Inflexiblemente, pacientemente, y fielmente nos aguijoneará hasta que final y
voluntariamente nos dobleguemos ante él.

Evidencias de una auténtica conversión

Por mucho tiempo el Señor había estado "aguijoneando" a Saulo sin lograr doblegarlo,
pero la revelación de su gloria en el camino de Damasco fue decisivo. En aquel
momento todo comenzó a cobrar sentido, y se produjo una profunda revolución que
afectó a todo su ser.

Cuando los hombres que iban con Saulo se recobraron, vieron que había perdido la
vista y tuvieron que conducirle hasta la ciudad. ¡Qué cambio tan radical! En lugar del
orgulloso fariseo que caminaba por las calles con los aires de un inquisidor, ahora era
un hombre humillado, afligido, tembloroso, andando a tientas, necesitado de una
mano que le guiara. Luego, cuando llegó a la posada y se quedó sólo en medio de la
oscuridad, empezó a orar y fue entonces cuando tuvo lugar el verdadero cambio
interior en su vida. Fue una verdadera crisis de su intelecto, voluntad y emociones que
transformó toda su vida y sus actividades posteriores. Vamos a considerar algunos de
los cambios que se produjeron en Saulo inmediatamente después de su conversión y
que afectaron su relación con Dios, con la Iglesia y con el mundo.

1. Una nueva relación con el Señor Jesucristo


Hasta ese momento había sido un enemigo activo del Señor Jesucristo:

(Hch 26:9-10) "Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el
nombre de Jesús de Nazaret; lo cual también hice..."

Aquella luz que había resplandecido en el camino de Damasco, le despertó


súbitamente a la realidad de que en lugar de servir a Dios, estaba obrando en contra
de él, destruyendo aquello por lo cual su Hijo había vertido lágrimas y sangre.
Persiguiendo a los cristianos estaba persiguiendo al Hijo de Dios. Este fue un
descubrimiento terrible y abrumador.

Fue entonces cuando Saulo reconoció por primera vez el señorío y la autoridad de
Jesús.

(Hch 9:6) "Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el
Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer."

Si seguimos leyendo el relato, veremos que efectivamente Saulo hizo todo lo que el
Señor le mandó (Hch 9:8-9). Y debemos decir que esta rendición al señorío de Cristo
es sin duda la norma para todos los seguidores de Jesús.

Es triste ver cómo algunos cristianos debaten sobre si la presentación del señorío de
Cristo debe ser una parte esencial de la exposición del evangelio o no. Parecen tener
miedo de poner en peligro la primacía de la gracia si se insiste en que para ser salvos
es necesario sujetarse al señorío de Cristo. Pero no hacerlo implica presentar un
evangelio carente de uno de los aspectos clave del cristianismo.

Ahora bien, debemos notar cuál era la razón por la que Pablo se sujetaba al señorío de
Cristo después de su conversión. Antes de su encuentro con el Señor, Saulo se
esforzaba por obedecer a Dios con el propósito de alcanzar la justificación por las
obras de la ley, pero una vez que creyó en Jesús fue justificado inmediatamente, por
lo tanto, la razón por la que servía y obedecía al Señor era porque había quedado
fascinado por su gloria y su gracia. Ya no intentaba ganar el favor de Dios, sino
simplemente mostrarle su agradecimiento.

Podemos imaginarnos los pensamientos de Saulo. Aunque él era un enemigo


empedernido de Jesús, y había dedicado los últimos años de su vida para hacer todo
el daño que pudo a su causa, sin embargo, cuando el Señor se le apareció en el
camino de Damasco, lo hizo sin ningún tipo de cólera o deseo de venganza. No
buscaba retribuirle por lo que había hecho contra él. Por el contrario le mostró su
divina benignidad. Durante el resto de su vida no pudo olvidar esto, y de aquí surgió
una devoción personal por Cristo que le llevó a servirle apasionadamente hasta el fin
de su vida. Se deleitaba en llamarse esclavo de Jesucristo y toda su ambición era dar
a conocer a Cristo en todo el mundo. Tampoco le importaba sufrir por Cristo, de hecho
lo consideraba un alto honor. Sabía que Cristo lo había dado todo por él, y ahora no
quería reservarse nada para sí mismo. Su anhelo era parecerse cada día más a Cristo,
agradar a Cristo, que Cristo se formara en él, que Cristo viviera en él, que su vida
fuera de olor grato para Cristo...
Por lo tanto, podemos decir que Pablo se sujetaba al señorío de Cristo porque había
sido ganado por su amor y su gracia. Pero en otro sentido, también es importante
subrayar que le obedecía porque había llegado a reconocer la deidad de Jesús.
Notemos que se dirige a Jesús llamándole "Señor", que era la palabra griega con la
que se traducía del hebreo la palabra "Jehová". Por supuesto, un judío ortodoxo como
Saulo, nunca utilizaría el término "Señor" para referirse a nadie más que a Dios. Así
que, cuando se refiere a Jesús como "el Señor", está haciendo una enérgica
afirmación de su deidad. Así que Saulo aceptó que Jesús era Dios y consecuentemente
se rindió a su voluntad. De hecho, llegó a escribir que nadie puede ser un auténtico
cristiano si no cree y confiesa la plena deidad de Jesús y se somete a él (Ro 10:9).

2. Una nueva relación con la iglesia

Cuando Ananías fue enviado a ministrar al nuevo convertido, al entrar a la habitación


donde estaba le dio la bienvenida de una forma fraternal:

(Hch 9:17) "Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos,
dijo: Hermano Saulo..."

El temido enemigo de la Iglesia fue recibido como un hermano, como miembro de la


familia. Fue por esta razón que se levantó y fue bautizado (Hch 9:18).

Así comenzó una nueva relación con los cristianos de Damasco que él había ido a
encarcelar:

(Hch 9:19) "Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en
Damasco."

Y lo mismo hizo cuando fue a Jerusalén:

(Hch 9:26) "Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos..."

Así pues, otro resultado de la conversión es la identificación, aceptación y comunión


con la iglesia de Cristo.

Esto nos recuerda un principio que no siempre es tenido en cuenta: No se puede


aceptar sinceramente a Cristo y no querer tener nada que ver con su pueblo. No se
puede profesar amor al Señor Jesús y rehusar amar a sus santos. No se puede decir
que nos identificamos con él y no hacerlo con su pueblo.

3. Una nueva responsabilidad hacia el mundo

Jesucristo ya había indicado a Saulo a través de Ananías cuál iba a ser su misión:

(Hch 9:15) "... instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia


de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel."
Y Saulo comenzó a cumplirla inmediatamente en Damasco, donde se encontraba:

(Hch 9:20) "En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el
Hijo de Dios."

El llamamiento a testificar de Jesucristo va siempre de la mano de la conversión. Para


Saulo era una necesidad: "¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!". Y nosotros,
aunque no hayamos recibido un llamado específico como el del apóstol Pablo, hemos
sido comisionados para ser testigos de Cristo y tenemos el elevado privilegio y
responsabilidad de representarle en la tierra y comunicar su mensaje al mundo (2 Co
5:20).

Estudio bíblico: Oposición y sufrimiento en la vida del apóstol Pablo -

Serie:      El apóstol Pablo     


Autor: Luis de Miguel
Email: estudios@escuelabiblica.com

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Oposición y sufrimiento en la vida de Pablo
El sufrimiento forma parte de la vida del cristiano

Cualquier estudio de la vida del apóstol Pablo exige una mirada seria al tema del
sufrimiento. Pero lo cierto es que el sufrimiento no es bien visto en el cristianismo
occidental de nuestro tiempo. Muchos predican que el propósito de Dios para el
creyente es que viva libre de sufrimientos y enfermedades, disfrutando de una vida
próspera en todos los sentidos, especialmente en lo relacionado con lo material. Estas
mismas personas afirman que el sufrimiento viene del diablo, y puesto que Dios le ha
vencido en la cruz, cualquier creyente que ponga su fe en él se verá inmediatamente
libre de sus garras y disfrutando plenamente de la bendición de Dios.

Por supuesto, todo esto suena muy bien, pero el problema es que no es cierto, ni
tampoco bíblico. En realidad, si somos honestos, tendremos que admitir que esto es
una adaptación del cristianismo a lo que actualmente está ocurriendo en nuestra
sociedad. Todos nosotros somos testigos de cómo se exalta la comodidad y el placer
en nuestra cultura moderna, hasta el punto en que se ha convertido en una meta
esencial de la vida. La gente vive pendiente de sí misma, de su bienestar, y no tolera
nada que estorbe lo que considera su derecho legítimo a disfrutar de la vida. Y por
supuesto, la idea del sacrificio personal difícilmente encuentra cabida en nuestras
mentes. Pero lo más triste de todo esto es que se ha introducido en el cristianismo
bajo la forma de un nuevo evangelio que es conocido como el de "la prosperidad".

Pero como ya hemos dicho, esta nueva enseñanza carece de fundamente bíblico. La
vida del apóstol Pablo es un claro ejemplo de ello. Pocos hombres han sido tan fieles a
Dios como él, y pocos han tenido una vida tan llena de sufrimientos y dificultades. Y
hay que decir, que esta será la norma para todo aquel que quiera servir fielmente al
Señor.

(2 Ti 3:12) "Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús
padecerán persecución."

Pablo descubrió esto en el mismo momento en que tuvo su primer encuentro con
Cristo:

(Hch 9:16) "Yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre."

Sufrir por Cristo es una parte normal del cristianismo. Esto debería ser conocido por
cualquier persona que se convierte y también por aquellos que desean servir al Señor.
De hecho, la norma bíblica es que a mayor fidelidad y servicio, mayor sufrimiento y
oposición. Siempre que vayamos a comenzar alguna gran obra para Dios, en
proporción a su importancia, debemos esperar la oposición de Satanás.

Por todo esto, debemos entender que la persecución y las penalidades no son
necesariamente indicadores de estar viviendo fuera de la voluntad de Dios. Cuando
consideramos la vida del apóstol Pablo, nos damos cuenta de que apenas conoció
periodos de paz en los que estuviera libre de presiones y sufrimientos terribles. Y
todos ellos le vinieron por cumplir con fidelidad el ministerio que había recibido del
Señor. Veamos la lista que él hace de lo que era la normalidad de su vida:
(2 Co 1:8) "Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación
que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras
fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida."

(2 Co 4:8-11) "Estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no


desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos;
llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también
la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos,
siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida
de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal."

(2 Co 6:3-5) "No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro


ministerio no sea vituperado; antes bien, nos recomendamos en todo como ministros
de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en
azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos..."

(2 Co 11:23-29) "¿Son ministros de Cristo? (Como si estuviera loco hablo.) Yo más;


en trabajos más abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de
muerte muchas veces. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos
uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he
padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en
caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi
nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros
en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos,
en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas,
lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias. ¿Quién
enferma, y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no me indigno?"

Estos relatos del propio Pablo nos confirman la magnitud y diversidad de las
penalidades que experimentó en el transcurso de su ministerio apostólico.

Es muy probable que si los seminarios y los institutos bíblicos utilizaran estos
versículos en sus programas de reclutamiento de candidatos al ministerio, las
inscripciones descenderían rápidamente.

Sufrimiento desde el comienzo

En el mismo momento en que Pablo se convirtió, inmediatamente fue rechazado por el


judaísmo al que hasta ese momento había servido con todas sus fuerzas y en el que
ocupaba un lugar prominente. Cuando escribe a los Filipenses les dice lo siguiente:

(Fil 3:4-8) "Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que
tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de
Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en
cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley,
irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como
pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida
por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he
perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo."

En este pasaje no sólo explica que estaba dispuesto a perder todo aquello que era
valioso en su vida por ganar a Cristo, sino que de hecho, "lo había perdido todo". Esto
quiere decir que además del rechazo que sufrió por parte del judaísmo,
probablemente también fue despreciado por sus amigos y familiares. Él experimentó
lo que significa ser incomprendido, maltratado, abandonado, olvidado, tratado
injustamente, calumniado...

El precio a pagar para que el evangelio avance

Todo esto nos sirve de ejemplo del precio que hay que llegar a pagar para que la obra
de Dios avance. Y sólo quienes estén dispuestos a pagarlo podrán ver el mismo fruto
que Pablo. Esta era la visión que él tenía y por lo que podía llegar incluso a gozarse en
sus tribulaciones.

(Col 1:24) "Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo


que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia"

Pablo tenían en mente los sufrimientos que el Mesías había padecido en la tierra y que
culminaron con su crucifixión. De esta manera consiguió la liberación de su pueblo de
la esclavitud del pecado y la muerte. Después de esto había sido exaltado a la diestra
de la Majestad en las alturas, en donde no ha dejado de identificarse con el
sufrimiento que su pueblo soporta por la causa del evangelio (Hch 9:4). Por supuesto,
los sufrimientos que los cristianos pasan no tienen virtud alguna para redimir al
pecador, pero Pablo comprendía que son el precio que hay que pagar para que el
evangelio avance en un mundo hostil que se encuentra bajo el poder del maligno y
por esta causa los aceptaba con gozo.

Por ejemplo, cuando desde Éfeso escribe una de sus cartas a los corintios les da a
entender que las oportunidades de testimonio siempre van acompañadas de
adversidades:

(1 Co 16:8-9) "Pero estaré en Éfeso hasta Pentecostés; porque se me ha abierto


puerta grande y eficaz, y muchos son los adversarios."

"Satanás nos estorbó"

Pablo sabía que detrás de toda la oposición que encontraba en su ministerio estaba el
mismo Satanás. Él es un ángel grande que una vez estuvo en el cielo y que lideró una
rebelión de ángeles contra Dios. Por supuesto no es omnipresente ni omnipotente,
aunque dirige una gran fuerza de ángeles. Un día será echado en el lago de fuego,
pero mientras tanto, está muy activo en su oposición contra el evangelio.

El apóstol exhortaba a los creyentes para que se dieran cuenta de que Satanás es el
verdadero enemigo del evangelio y que por lo tanto se debían "vestir con toda la
armadura de Dios" para poder hacerle frente en esta guerra espiritual:
(Ef 6:12) "Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados,
contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra
huestes espirituales de maldad en las regiones celestes."

La Escritura nos dice que Satanás ha cegado el entendimiento de la gente para que no
conozcan el evangelio.

(2 Co 4:4) "El dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no
les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de
Dios."

Él va a hacer todo lo posible para impedir que la gente escuche el evangelio. Veamos
algunas de sus tácticas:

1. Personas a su servicio

No debemos pensar que se trate necesariamente de personas endemoniadas. Por


ejemplo, cuando Pablo y Bernabé llegaron a Chipre predicando el evangelio, se
encontraron con un falso profeta que intentaba impedir que el procónsul Sergio Paulo
escuchara la Palabra. Pablo vio con claridad que era un instrumento en las manos de
Satanás:

(Hch 13:6-11) "Y habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos, hallaron a cierto
mago, falso profeta, judío, llamado Barjesús, que estaba con el procónsul Sergio
Paulo, varón prudente. Este, llamando a Bernabé y a Saulo, deseaba oír la palabra de
Dios. Pero les resistía Elimas, el mago (pues así se traduce su nombre), procurando
apartar de la fe al procónsul. Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu
Santo, fijando en él los ojos, dijo: ¡Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo
del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de trastornar los caminos rectos del
Señor? Ahora, pues, he aquí la mano del Señor está contra ti, y serás ciego, y no
verás el sol por algún tiempo. E inmediatamente cayeron sobre él oscuridad y
tinieblas; y andando alrededor, buscaba quien le condujese de la mano."

En otra ocasión, cuando años más tarde Pablo predicó el evangelio por algún tiempo
en Éfeso, muchos que habían practicado la magia se convirtieron e hicieron una
hoguera pública donde quemaron sus libros de magia. Por supuesto, el entrar en un
conflicto tan directo con Satanás en su misma fortaleza siempre tiene un precio, así
que la reacción no se hizo esperar. En esa ocasión fue un platero llamado Demetrio,
que hacía templecillos de Diana, el que reunió a los otros de su mismo oficio con el fin
de ir en contra de Pablo al ver que su negocio se estaba viendo perjudicado por la
predicación del evangelio (Hch 19:23-41). En ese momento la indiferencia de las
autoridades favoreció a la causa del evangelio, pero hubo otras muchas ocasiones en
las que esto no fue así.

2. Los judíos

Por ejemplo, cuando predicaron el evangelio en Tesalónica los judíos incrédulos


juntaron una turba y alborotaron la ciudad acusando a Pablo delante de las
autoridades. En ese momento los judíos manifestaron una sospechosa fidelidad al
Imperio Romano: "Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá... y
contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús" (Hch 17:6-7).
Finalmente el apóstol tuvo que abandonar urgentemente la ciudad y los hermanos
tuvieron que pagar una fianza (Hch 17:1-9). Además es muy probable que Pablo se
tuviera que comprometer a no volver por Tesalónica en cierto tiempo. Seguramente
es a esto a lo que se refiere cuando poco después escribió a los jóvenes creyentes
hablándoles de su deseo de regresar a verles, pero se lamentaba de que "Satanás les
había estorbado" (1 Ts 2:18).

Pero esta no había sido la primera vez que había experimentado la oposición de los
judíos. Ya en su primer viaje misionero los judíos se enfrentaron con él en Antioquía
de Pisidia y también allí pusieron en su contra a las autoridades (Hch 13:45,50) y lo
mismo ocurrió en Iconio (Hch 14:2,5), y Listra (Hch 14:19).

Este proceder de los judíos acompañó al apóstol hasta el fin de su carrera, cuando en
su última visita a Jerusalén unos "judíos de Asia" provocaron a la multitud que a punto
estuvo de matar a Pablo de no haber sido por la rápida intervención del tribuno
romano (Hch 21:26-36).

Y una vez que estuvo encarcelado, los judíos querían ver muerto a Pablo a toda costa,
de tal manera que un grupo de cuarenta judíos tramaron un complot secreto para
matarle, preparando para ello una emboscada con la colaboración y el visto bueno de
los principales sacerdotes y ancianos (Hch 23:12-15). El plan parecía perfecto, pero se
vino abajo cuando por casualidad el sobrino de Pablo escuchó la conversación y dio
aviso al tribuno, quien rápidamente preparó una fuerza de 472 soldados para trasladar
a Pablo a Cesarea. Todo esto nos recuerda que Satanás no tiene la última palabra, y
que nada podrá ocurrirle a sus siervos si el Señor no lo permite.

3. Las autoridades

Durante todo su ministerio Pablo tuvo constantes problemas con las autoridades.

Cuando escribió a los corintios agregó esta enigmática nota: "En Damasco el
gobernador de la provincia del rey Aretas guardaba la ciudad de los damascenos para
prenderme; y fui descolgado del muro en un canasto por una ventana, y escapé de
sus manos" (2 Co 11:32-33). Decimos que es enigmático porque no sabemos qué
autoridad tenía el rey árabe Aretas en Damasco, la cual era normalmente controlada
por los romanos. ¡Más confuso, sin embargo, era el hecho de que los judíos y los
árabes aparentemente cooperaron en tratar de matar a Saulo! ¡Era tan inusual
entonces como lo sería hoy, que los judíos y los árabes cooperen en la persecución de
un judío! ¡Cualquiera que haya sido la razón, todos los recursos de Damasco fueron
movilizados para tratar de matar a un hombre!

Más adelante fue apresado por los romanos y el gobernador Félix podría haberle
puesto en libertad, sin embargo lo retuvo durante dos años en Cesarea con la
esperanza de que Pablo o sus amigos le convencieran para que hiciera mediante el
soborno lo que de hecho era su deber (Hch 24:22-27).
Finalmente tuvo que apelar a Cesar por el complot de judíos y romanos (Hch 25:9-
12).

4. Los cristianos

En otras ocasiones Satanás trabaja a través de los cristianos para impedir el avance
del evangelio. Recordemos la reprensión de Jesús a Pedro: "¡Quítate de delante de mí,
Satanás! porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los
hombres" (Mr 8:33).

Pablo tuvo que acostumbrarse a ser excluido con frecuencia de ciertos círculos
cristianos. En cierto sentido hubo un tiempo cuando esto fue comprensible; a nadie le
extraña que cuando el terrible perseguidor de los cristianos se convirtió, muchos de
ellos desconfiaran de él e intentaran evitarle. Su reacción era lógica, considerando el
terror que había inspirado y las heridas que les había infligido. ¿No era acaso una
conocida estrategia de los espías infiltrarse en las filas de sus adversarios fingiendo
haberse comprometido con su causa?

(Hch 9:26) "Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero
todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo."

Pero Pablo siguió sufriendo esta exclusión durante todo su ministerio. Por ejemplo,
cuando escribe a los Corintios se lamenta de que pusieran en duda su apostolado
cuando ellos mismos se habían convertido por su ministerio. Por supuesto, tenía que
ser muy triste para el apóstol tener que sufrir la imparable persecución a la que le
sometieron algunos a los que él llama "falsos apóstoles" y "obreros fraudulentos" (2
Co 11:13), pero sin duda le dolió mucho más que sus propios discípulos, de quien se
cabía esperar que le hubieran defendido contra sus detractores de manera
espontánea, fueran quienes pusieran en duda su autoridad.

(1 Co 9:1-2) "¿No soy apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro?
¿No sois vosotros mi obra en el Señor? Si para otros no soy apóstol, para vosotros
ciertamente lo soy; porque el sello de mi apostolado sois vosotros en el Señor."

Incluso cuando Pablo era un prisionero por causa del evangelio, todavía había algunos
que usaban la coyuntura para crearle mayor aflicción. Escribiendo a los Filipenses
desde la cárcel se lamenta de lo siguiente:

(Fil 1:15-17) "Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero


otros de buena voluntad. Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente,
pensando añadir aflicción a mis prisiones; pero los otros por amor, sabiendo que estoy
puesto para la defensa del evangelio."

5. Problemas con otros ministros

Con el crudo realismo que caracteriza a la Biblia, encontramos en sus páginas algunos
relatos que nos pueden resultar insólitos.
Uno de ellos tiene que ver con un enfrentamiento entre Pablo y Bernabé que a punto
estuvo de hacer peligrar el segundo viaje misionero y que finalmente separó a estos
dos grandes hombres de Dios:

(Hch 15:36-41) "Después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé: Volvamos a visitar a


los hermanos en todas las ciudades en que hemos anunciado la palabra del Señor,
para ver cómo están. Y Bernabé quería que llevasen consigo a Juan, el que tenía por
sobrenombre Marcos; pero a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había
apartado de ellos desde Panfilia, y no había ido con ellos a la obra. Y hubo tal
desacuerdo entre ellos, que se separaron el uno del otro; Bernabé, tomando a Marcos,
navegó a Chipre, y Pablo, escogiendo a Silas, salió encomendado por los hermanos a
la gracia del Señor, y pasó por Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias."

La cuestión central tenía que ver con el abandono de Juan Marcos, el sobrino de
Bernabé, durante el primer viaje misionero. ¿Se le debía dar una segunda oportunidad
a alguien que había abandonado una responsabilidad tan seria? Esto produjo lo que
hoy llamaríamos "diferencias irreconciliables". Pablo sabía lo difícil que había sido el
recorrido del primer viaje, e imaginaba las nuevas dificultades que encontrarían en la
ardua jornada siguiente. Si iban a apoyarse en alguien y a confiar en esa persona para
cuando fuera necesario, Pablo necesitaba un colaborador que pudiera perseverar
hasta el final. A sus ojos, Juan Marcos no era definitivamente ese hombre. A Bernabé
le preocupaban las personas, mientras que Pablo estaba protegiendo la misión.
Bernabé miraba el futuro, mientras que Pablo no olvidaba el pasado. En realidad no
había ningún asunto doctrinal de por medio, pero estos dos misioneros, que estaban
llenos de cicatrices de las batallas que en el pasado habían enfrentado juntos, ahora
tenían tal desacuerdo que decidieron seguir caminos diferentes. Sin duda fue muy
triste cuando aquellos dos hombres de Dios que habían sido buenos amigos y
colaboradores en la obra de Dios se separaron. Seguramente esto no cuadra con la
idea que nosotros tenemos de un héroe espiritual. Y lo cierto es que cuando hay
conflicto entre creyentes o entre los siervos de Dios, toda nuestra energía espiritual se
consume. Desgraciadamente tenemos que admitir que una de las razones por la que
la obra del Señor sufre en nuestro tiempo es por las divisiones entre los cristianos.

Pablo tuvo también otra confrontación muy importante con Pedro cuando ambos
estaban en la iglesia de Antioquía:

(Ga 2:11-14) "Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era
de condenar. Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los
gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de
los de la circuncisión. Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal
manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos. Pero
cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a
Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío,
¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?"

Cuando Pedro llegó a Antioquía había tenido una relación libre y natural con los
cristianos gentiles de la iglesia, pero su actitud cambió radicalmente cuando vinieron
"algunos de parte de Jacobo" y se apartó de los gentiles "por miedo a los de la
circuncisión". Por supuesto nos gustaría conocer más detalles acerca de estos que
había venido de parte de Jacobo y si le habían transmitido a Pedro algún mensaje que
le hizo cambiar su forma de comportarse. El caso es que su nueva actitud
obstaculizaba seriamente la misión entre los gentiles y les daba a entender que debían
circuncidarse para ser cristianos plenamente aceptados por la iglesia madre en
Jerusalén. Por supuesto, Pablo no era un hombre que se dejara atemorizar por otros,
y luchaba por lo que creía, no dudando en defenderlo, aunque para ello tuviera que
enfrentarse con otros líderes importantes. Por supuesto, Pablo se esforzaba en
hacerse "de todo a todos" por causa del evangelio (1 Co 9:19-23), y estaba dispuesto
en no comer carne, ni beber vino, ni ninguna otra cosa que hiciera tropezar a su
hermano (Ro 14:13-21). Y Pedro también pensaba así, por tanto, no es difícil pensar
que cuando vio a algunos miembros de la iglesia de Jerusalén con conciencias más
escrupulosas en cuanto a la comida pensara en la conveniencia de cambiar su práctica
por el bien de ellos. Pero Pablo estaba especialmente preocupado por la misión entre
los gentiles. ¿Qué debieron pensar los creyentes gentiles cuando vieron el cambio de
actitud de Pedro? Sólo podían sacar una conclusión: mientras no se circuncidarán
serían, en el mejor de los casos, ciudadanos de segunda dentro de la iglesia de Cristo.
Esto parece ser que fue lo que Pablo quiso expresar cuando dijo que Pedro estaba
obligando a los gentiles a judaizar. De hecho esto no fue lo que se acordó en la
conferencia de Jerusalén (Hch 15:22-30), y Pablo entendió que la verdad del
evangelio estaba siendo seriamente comprometida. En Cristo no hay "judío ni
gentil" (Ga 3:28), el muro intermedio de separación había sido derribado por la obra
de Cristo (Ef 2:13-16). Pablo no se iba a quedar con los brazos cruzados mientras
volvían a levantar muros de carácter religioso o social. Si la gracia de Dios se recibía
por fe y no por el cumplimiento de la ley de Moisés, entonces estaba disponible en
igualdad de condiciones para judíos y gentiles; llevar a cabo en la práctica una división
entre creyentes judíos y gentiles, como estaba haciendo Pedro y los demás, suponía
de hecho una negación del evangelio. Es más, si como mantenían aquellas personas,
"por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo" (Ga 2:21). Cuando los
principios del evangelio no estaban en juego, Pablo era el más conciliador de los
hombres, pero si se trataba de la verdad del evangelio, estaría dispuesto a
enfrentarse con quien fuera. Tal vez hagan falta hombres como él en nuestro
cristianismo moderno.

6. Enfermedades

Pablo también habla de un "aguijón en mi carne" y discierne que era "un mensajero
de Satanás" (2 Co 12:7). Y aunque no sabemos en qué consistía este aguijón, muchos
piensan que podría tratarse de alguna enfermedad crónica. Parece ser que el apóstol
discernió que el origen era Satanás y que seguramente su propósito era hacerle
renunciar a su llamamiento o ministerio.

7. La indiferencia del mundo

La experiencia de Pablo en Atenas fue muy diferente a todo lo que le había ocurrido en
otras partes. Allí no se encontró con una terrible persecución, sino con algo que para
una fe tan vehemente como la suya era mucho peor: la indiferencia. Su mensaje en el
Areópago no despertó ni interés ni oposición. Los atenienses simplemente no hicieron
caso de lo que dijo ese "palabrero" (Hch 17:16-34). Pareciera no haber en ellos nada
que el evangelio pudiera afectar. No parecían sentir necesidades que pudiera
satisfacer. Partió de Atenas y no sabemos que nunca volviera a ella. De allí llegó a
Corinto y él mismo nos dice que llegó con mucha flaqueza, y en temor y temblor. Tal
vez esperaba que allí sería recibido de una forma similar, pero fue entonces cuando el
apóstol fue visitado con una de esas visiones que solían serle concedidas en las crisis
más penosas y decisivas de su historia:

(Hch 18:9-10) "Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino


habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para
hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad."

En el día de hoy sigue habiendo muchos países que se oponen al avance del evangelio
y en los que está prohibido predicar el evangelio. Pero el mayor problema que
tenemos en el mundo occidental es la indiferencia y el educado rechazo con el que se
silencia el evangelio. Cuando hay un rechazo violento implica al menos un impacto
relativo, pero la indiferencia implica un fracaso absoluto.

8. Otras formas

Estos son sólo algunos ejemplos de cómo Satanás puede obrar para impedir el avance
del evangelio y destruir la Iglesia de Cristo. Y los mismos nombres con los que es
descrito en la Biblia nos pueden dar una idea de algunas de las otras tácticas que
puede usar para lograr su fin: "acusador de los hermanos", "destructor", "padre de
mentira", "engañador", "príncipe de la potestad de las tinieblas"...

La nueva creación en el pensamiento de Pablo

Luis Espíndola García *


Pontificia Universidad Javeriana (Colombia) luis.espindola@javeriana.edu.co

Resumen

En la tradición teológica de la religión judía que demostró poseer Pablo de Tarso, el Dios
de Israel tiene el poder de crear y el poder de volver a crear; es decir, realizar una
nueva creación. Pablo experimentó cómo en Jesús, Dios ha revelado la salvación, el
perdón de los pecados por amor a toda la humanidad; y cada vez que un ser humano
recibe este don por parte de Dios, se genera un nuevo ser. La comprensión e
interpretación del mensaje teológico de Pablo sobre el tema de la nueva creación se
basa en el discurso tomado en la carta de Pablo a los Gálatas (6, 11-16) y en las
proposiciones escritas a los Corintios (2 Co 5, 17). Esta hermenéutica se complementa
con la comprensión de otro discurso sobre el tema de la creación expuesto en la carta a
los Romanos (8, 18-22).

Palabras clave: Nueva creación, hermenéutica bíblica, cartas de Pablo, salvación,


Jesucristo.

Introducción

La reflexión teológica hoy, se concentra en los temas y problemas relacionados con la


ecología: el abuso y la explotación por parte del ser humano de los recursos naturales
que influyen en los desastres climáticos en el planeta. Para un creyente cristiano se
trata de problemas relacionados con la Creación de Dios; pues, en la belleza y poder de
la naturaleza se percibe la grandeza y maravilla de Dios. El tema de la Creación de Dios
es un tema reconocido por la mayoría de creyentes cristianos, sin embargo, el tema de
la nueva creación resulta más "especializado" y muchas veces desconocido, incluso para
estudiosos de las cuestiones teológicas.

A partir de la profundización en tres textos canónicos, se quiere abordar estos dos


conceptos fundamentales: creación y nueva creación y por supuesto, dar un poco más
de tratamiento al tema de la nueva creación. En consecuencia, un objetivo evidente es
presentar el fondo del pensamiento paulino respecto a los conceptos teológicos de
creación y nueva creación y un objetivo abstracto es proponer a los lectores de este
escrito; un punto de partida en la actual reflexión teológica sobre el cuidado de la casa
común.

Los estudios específicos sobre los dos conceptos en Pablo, han estado arropados en
artículos y escritos bajo el concepto bíblico de Creación. Las obras más cercanas al
binomio: Nueva Creación, se explican y se funden desde la escatología teológica. Por
esta razón, la bibliografía expuesta al final indica los tópicos por los cuales incursionó el
autor para proponer esta integración temática. Desde el estudio de Pablo de Tarso y el
Cristianismo Primitivo, hasta las obras de autores especialistas en exégesis de las cartas
originales de Pablo como Senén Vidal.

Significa que la metodología seguida por el autor para alcanzar los objetivos, ha sido
una hermenéutica de textos especializados. Los resultados de esta interpretación son los
temas que a continuación se van a desarrollar. Inicialmente, se exponen las fuentes
seguras y recomendables para un estudio serio que relacione el mensaje de Jesús de
Nazaret y Pablo de Tarso. Después, una breve exposición sobre el autor de los
conceptos: Pablo en calidad de Apóstol, implicado con el mensaje del Evangelio de
Jesucristo. Después, los puntos centrales del artículo: la idea de nueva creación escrita
en Gálatas 6,11-16; y 2 Corintios 5,17; finalmente, lo anterior relacionado con el
concepto "creación" en Romanos 8,18-22.

1. Las fuentes que relacionan el mensaje de Jesús de Nazaret y Pablo de Tarso

El tema de la nueva creación se inscribe dentro de la predicación y la teología de Pablo y


las fuentes principales para descubrir este contenido son sus cartas (Gnilka, 1998: 19).
Hoy se consideran auténticas, es decir, escritas por su propia mano o dictadas a un
amanuense: la carta a los Romanos, las dos a los Corintios, a los Gálatas, a los
Filipenses, la primera a los Tesalonicenses y la carta a Filemón. Estos escritos paulinos
son fundamentales para el cristianismo, porque cronológicamente son los primeros
escritos que se leen públicamente y hablan de Jesucristo; de hecho, la primera carta a
los Tesalonicenses se fecha con precisión en el otoño del año 51 d.C.

En el mundo antiguo, las cartas fueron medios de comunicación entre grupos humanos y
comunidades relacionadas por su cultura, lengua y tradición (Vouga, 2001: 17) sin
embargo, Pablo las empleó para su actividad misionera, siguiendo modelos de cartas
griegas y judías (Köster, 1988: 497).

La importancia de las cartas de Pablo está en su contenido teológico, son fuentes de


primera mano de la historia y cronología de la configuración del cristianismo primitivo;
por ejemplo, es un dato seguro e histórico la fecha de la actividad misionera de Pablo en
Corinto entre la primavera del año 51 d.C. y la primavera del año 52 d.C. (Köster, 1988:
611).

También, el libro de los Hechos de los Apóstoles dedica más de la mitad de su contenido
a relatar y exaltar la actividad misionera de Pablo en el periodo histórico de los años 30
d.C. a los años 60 d.C. Santiago Guijarro insiste en que "las informaciones de las cartas
de Pablo son las más fiables desde el punto de vista histórico y el libro de los Hechos es
la segunda fuente de información sobre este periodo" (Guijarro, 2011: 106). Junto a
Guijarro, otros especialistas señalan que en la segunda obra de Lucas se insertan datos
interesantes pero secundarios para reconfirmar los acontecimientos históricos.

Es claro que el problema de estas fuentes (incluidos los evangelios) para la investigación
histórica no se puede dar en el ciento por ciento objetivamente pura, pues las
tradiciones recogidas en estos documentos suponen ya una interpretación de hechos y
acontecimientos históricos. Se puede hacer una "aproximación rigurosamente histórica"
como ha sido el intento de Giuseppe Barbaglio, en su obra que trata el tema de la
confrontación histórica entre Jesús de Nazaret y Pablo de Tarso (Barbaglio, 2009: 10,
42). Sin embargo, hay ventaja histórica con las fuentes paulinas, la mayoría de estudios
así lo confirman:

No existe otra figura de la primitiva comunidad que, aun permaneciendo en la penumbra


de la historia, se nos presente con tanta claridad como la de Pablo. Incluso, respecto a
la figura de Jesús, el historiador se encuentra en una situación más difícil que en el caso
de Pablo, pues Jesús no dejó ningún documento escrito. Lo que sabemos de él se
remonta a través de los evangelios hasta la tradición oral de la comunidad post-pascual
y está tan profundamente identificado con el testimonio de fe, que relato histórico y
expresión de fe de la primitiva cristiandad a menudo no pueden distinguirse con
seguridad. Por esto, nuestro conocimiento del Jesús histórico es mucho más inseguro y
fragmentario (Bornkamm, 1982: 13).

La lógica de la historia se interpreta en forma evolutiva; en primer lugar, relaciona los


hechos y palabras del Jesús histórico; en segundo lugar, la actividad de la comunidad
cristiana primitiva de Damasco; en tercer lugar, la actividad de la comunidad cristiana
primitiva helenista de Antio-quía, en cuarto lugar, la actividad misionera de Pablo de
Tarso junto con las comunidades paulinas. Esta historia comprendió los primeros 60
años de la era cristiana. Esta secuencia se ha obtenido gracias a los documentos
escritos de las cartas de Pablo y al libro de los Hechos de los Apóstoles.

2. Pablo, Apóstol del Evangelio

Saulo o Pablo de Tarso nació en una familia judía, motivo de orgullo para él (Flp 3, 5-8).
Se deduce que los padres de Pablo eran pudientes, costearon el estudio de Pablo y
promovieron el título de «Ciudadano Romano» (Hch 22, 25-28). Pablo contaba con
parientes cercanos ubicados en puestos político-administrativos en las principales
ciudades del imperio romano (Rm 16, 23; Hch 23, 16).

Aunque, inicialmente participó como perseguidor de los primeros cristianos en Damasco


(Hch 9, 2; Ga 1,23) después, anunció hasta su muerte la Buena Nueva de la salvación.
Pablo esperó la llegada del Mesías (elegido por Dios) para liberar a los pecadores del
castigo de Dios en el fin de los tiempos (1 Ts 1,10), finalmente, experimentó en Jesús la
plenitud de la salvación (la revelación de Dios) para él (Ga 1, 12) y para los que creen
en el Evangelio que él recibió (1 Co 15,2) pues, sólo la fe en Jesús justifica a los
hombres judíos y paganos delante de Dios (Rm 1, 17-18; 3, 21-31) y este es a su vez el
fundamento y la importancia de creer en el "Dios vivo y verdadero" (1 Ts 1,9).

Pablo se convirtió en el hombre del Evangelio por excelencia; Dios lo puso aparte para el
Evangelio (Rm 1,1), le reveló a su Hijo para que "lo anunciara entre los paganos" (Ga
1,15s) y le "confió el Evangelio" (1 Ts 2,4). Para Pablo, la proclamación del evangelio
expresa el poder de Dios (Neirynck, 2004) y el sentido de identidad y pertenencia de los
misioneros con Jesucristo; se trata de "nuestro evangelio" (1 Ts 1, 5a).

La presentación de Pablo como "Apóstol del Evangelio" en los saludos de sus Cartas es
una lógica consecuencia de su pasado. Esta presentación es fundamental para legitimar
su experiencia y el argumento de su teología; siempre ligado a sus vivencias
vocacionales. "En suma: Pablo se presenta siempre ante sus comunidades como apóstol
elegido por Dios" (Becker, 1996: 96). Después, en algunos textos, Pablo contó que en
Damasco tuvo una experiencia con Jesús resucitado; se refiere a esto utilizando títulos
cristológicos como «Señor», "Cristo" e "Hijo" (1 Co 9,1; 1 Co 15,8; Ga 1,16).

Pablo apoyó su relato vocacional en la tradición profética (Ga 1,5; ver Is 49,1; Jr 1,5)
cuando afirma el haber sido elegido desde el seno materno. Esta fue una base sólida
para fundamentar su vocación y su actividad misionera. "Sólo por la gracia", y el don del
Espíritu, (1 Co 2,4) Pablo fue llamado al apostolado por Dios, este es el fundamento
teológico de su autoridad con derecho de predicar, exhortar, enseñar, instruir, orientar y
ser obedecido. (1 Co 15,1-11; 1 Tes 1,4.7). Esa gracia de Dios y ese don del Espíritu
Santo otorgado a Pablo; junto con su "conversión intelectual" metanoia, sostenida con
los cristianos de Damasco, y el haber escuchado la "doctrina cristológica" le llevó a
adquirir una nueva comprensión de Dios (Becker, 1996: 101). Pablo fue consciente de
su elección y vocación confiada por Dios para hacer el anuncio del Evangelio a los
gentiles (1 Ts 2, 4) influido por la profunda impresión de Damasco.

El testimonio de Pablo sobre su conversión al Evangelio de Jesucristo, parte del anuncio


sobre el origen divino de su apostolado. En palabras del mismo Pablo, la autoridad por
la cual él cree en Jesús resucitado y por la cual practica su apostolado no tiene
mediación humana (Ga 1,1b). La fuerza, el impulso de su conversión y su vocación
apostólica estuvo relacionada con la resurrección de Jesús. El medio por el cual obtuvo
la revelación del Evangelio, fue ¡la misma revelación divina! una revelación personal
para comunicarle la salvación de Dios, es decir, fue una revelación de carácter
soteriológica o de salvación de los pecados.

Desde entonces, hubo un cambio total en la vida del "Saulo" judío. Pablo fue consciente
de esto, en algunos de sus escritos así lo manifestó; pero se nota especialmente la
conciencia de su misma "fama" en su mensaje a los cristianos de Galacia: "El que antes
nos perseguía ahora anuncia la buena nueva de la fe que entonces quería destruir" (Ga
1,23)". Sabugal Santos, concuerda en lo central de esta experiencia revolucionaria para
Pablo que le llevó a cambiar radicalmente su dirección teológica; afirma que en Pablo su
conversión se efectuó en sentido copernicano (Santos, 1976: 15).

En este orden de ideas, se fundamenta la relación histórica entre Jesús de Nazaret y


Pablo de Tarso. La actividad vital de Pablo de Tarso está íntimamente influenciada por el
mensaje del Evangelio de Jesucristo, este fue su propósito central o su causa integral;
con el anuncio y la escucha de la Buena Nueva de Jesús, Pablo experimentó su
salvación. Ahora, resulta curioso e interesante saber cómo al tema de la redención o de
la salvación realizada por Dios en Jesús; Pablo le asigna el binomio de "nueva creación".

Adicionalmente, sorprende que dos términos muy escasos en el vocabulario de Pablo


tengan semejante relación de contenido teológico con términos como, justificación,
salvación, santificación; palabras que abundan en sus escritos mientras que nueva
creación o nueva criatura, solamente aparecen en dos de sus cartas y por relación
temática en una tercera.

3. La idea de nueva creación en Gálatas 6, 11-16

Esta carta auténticamente paulina y unificada, se dirigió a las comunidades cristianas de


la región de Galacia fundadas por Pablo (Hch 13-14) y quienes fueron visitadas y
cuestionadas por unos misioneros judaizantes opuestos a la doctrina de Pablo (Vidal,
1996: 71). Esta es la razón por la cual el tono de la carta es conflictivo. Pablo aprovecha
para prevenir el peligro de la división y aclara que los cristianos gentiles sin circuncisión
son legítimos o auténticos y que no necesitan primero ser "prosélitos" o judíos, ni
practicar el rigor de la Ley.

En este contexto y de acuerdo con la estructura de esta carta, se comprende la parte


final; como una conclusión de la misma:

¡Mirad con que letras tan grandes escribo esto de mi propio puño!: los que os fuerzan a
circuncidaros sólo pretenden ser bien vistos por los demás, con el único fin de evitar la
persecución por la cruz de Cristo. Pues ni siquiera esos mismos que se circuncidan
cumplen la ley; sólo desean veros circuncidados para presumir de que lo habéis hecho
gracias a ellos. En cuanto a mí, ¡Dios me libre de presumir si no es en la cruz de nuestro
Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para
el mundo! Porque lo que cuenta no es la circuncisión ni la incircuncisión, sino ser una
nueva criatura. Y para todos los que se sometan a esta regla, paz y misericordia, lo
mismo que para el Israel de Dios (Ga 6, 11-16).

En el mundo antiguo, era una costumbre común que al final de las cartas el autor
realizara una conclusión para manifestar (probar) su autenticidad. Esta fue la razón de
colocar la proposición: "… escribo esto de mi propio puño" (Ga 6, 11). Y si también ha
dicho antes: "con qué letras tan grandes"; lo hizo para aprovechar la conclusión y
resaltar la importancia de lo que va a decir.

Aquí, Pablo confirma la polémica del contenido de esta Carta a los Gálatas con el objeto
de enfatizar la salida o solución. Está diciendo que los opositores ni siquiera cumplen la
ley por convicción sino por vano orgullo o por egoísmo (intereses), para salvarse de la
persecución y de la marginación de una religión lícita (el judaísmo). Por esto, habla de
los circuncidados que no cumplen la ley en recta intención. Contrario a ellos, Pablo
afirma que él como creyente en el Señor Jesucristo se encuentra "crucificado para el
mundo" (Ga 6, 14) quiso decir: muerto por la ley, en la ley y con la ley; se pude decir,
muerto al judaísmo.

Entonces, escribe la proposición conclusiva: "Porque lo que cuenta no es la circuncisión


ni la incircuncisión, sino ser una nueva criatura" (Ga 6, 15). Hay un carácter excluyente
en este mensaje, se percibe una frase sintética y sonora; está diciendo que ni el
judaísmo ni el paganismo es lo importante; lo fundamental es la conversión, la nueva
forma de ser.

Puesto que la expresión: "...lo que cuenta no es la circuncisión ni la incircuncisión…" se


encuentra también en Gálatas 5, 6 como: "…ni la circuncisión, ni la incircuncisión tienen
eficacia sino la fe que actúa por la caridad" y en 1 Corintios 7, 19 como: "…la
circuncisión no es nada, y nada la incircuncisión; lo que importa es el cumplimiento de
los mandatos de Dios", se deduce que fue un dicho generalizado, probablemente
iniciado en la comunidad antioquena; quienes fueron conscientes de superar las
diferencias entre judíos y gentiles y reconocer lo esencial o fundamental del cristianismo
(Vidal, 1996: 107).
La crítica a la circuncisión está puesta como tema de fondo; ver los capítulos 2, 5 y 6 de
la carta a los Gálatas; es una crítica que ya tenía su historia y desarrollo, pues la
circuncisión implicaba para el judío cumplir un mandato fundamental de Dios (su
Voluntad) y significaba la incorporación al judaísmo.

En Gálatas 2 se habla de la asamblea de Jerusalén y evidencia que un gentil no tiene


por qué circuncidarse (v.3: "pues bien, ni siquiera Tito, que estaba conmigo, con ser
griego, fue obligado a circuncidarse") por más que hubo "falsos hermanos que se
infiltraron" (v.4) y se empeñaron en ello. Si los cristianos gálatas ya llevan un buen
tiempo de haber "aceptado" la fe en el Evangelio, la preocupación de Pablo se enfoca en
el comportamiento de ellos; pues no deberían ni dejarse convencer ni siquiera pensar en
la justificación (salvación) con el cumplimiento de las leyes judías, esto significaría
negar la gracia de Cristo y el don de la fe, sería validar la circuncisión a la cual Pablo
consideraba de poca importancia.

Pablo comprendió que la elección de Dios, el cumplimiento de sus promesas de


salvación se ha dado para todos, no solamente para judíos, sino también para los
gentiles, comprendió que lo importante no es el cumplimiento de las obras de la ley sino
la realización de las obras del Espíritu. Pablo reconoció que la sensibilidad de los gentiles
a la acción y fuerza del Espíritu Santo, fue más efectiva en ellos que en los mismos
judíos (1 Ts 1, 5).

Después del tema de la circuncisión, aparecen los términos griegos traducidos como:
creación nueva; nueva creación y nueva criatura: en griego: (καινή κτίσιφ)
de Kainos que significa: nuevo, no usado y Ktisis que significa: criatura, creación. Es la
misma dirección significativa de Romanos 6, 4; vida nueva; y 7, 6; espíritu nuevo.

Pablo asumía naturalmente la acción creadora de Dios y la manifestación de Dios en sus


criaturas (Rm 1, 20). Ya antes, en el inicio de esta carta a los Gálatas, Pablo había
dicho: "Dios, que me había tomado aparte desde el vientre de mi madre y me había
llamado con su gracia, decidió revelarme a su Hijo" (Ga 1, 15s). Esto comprueba que el
pensamiento de Pablo tiene profunda relación con el pensamiento bíblico del Antiguo
Testamento; tres tradiciones confirman este presupuesto histórico de esta concepción
creadora de Dios: la tradición del Pentateuco, la tradición del pensamiento sapiencial y
la tradición profética de Israel. De acuerdo con el Pentateuco, la concepción de Dios
creador es evidente; y las tradiciones puestas en los dos primeros capítulos del libro del
Génesis así lo confirman: "En el principio creó Dios el cielo y la tierra" (Gn 1,1);
"Cuando Dios hizo la tierra y el cielo…" (Gn 2, 4). Además de ser el creador de los cielos
y la tierra, en los orígenes, Dios creó al hombre y a la mujer y los constituyó
administradores de la tierra (Auvray, 2001: 199).

Dentro de los escritos sapienciales el libro de Job insiste en la condición de criaturas no


sólo el cosmos y sus elementos sino también y con especial interés el ser humano:
"Escucha esto tranquilo, Job, piensa en los prodigios de Dios" (Job 37, 14). En este
enfoque sapiencial, la actitud del ser humano ante Dios ha de ser de alabanza y
reconocimiento; es así como los cantos de alabanza contienen la idea fundamental:
todas las criaturas están abiertas hacia Dios. El poeta, quien compuso el Salmo 104
(103) tiene estrecha relación con la cosmogonía expuesta en Génesis 1. El salmista se
inspiró en un himno egipcio al Dios Sol, compuesto por el año 1350 a.C, y su intención
fue contemplar la maravilla de todo lo creado para reconocer y reconocerse también
criatura ante el Creador (Rodríguez, 2009: 340).

Para los profetas, Yahveh, Dios es el Creador del mundo, "Porque él es quien forma los
montes y crea el viento…" (Am 4,13). Los profetas de Israel basaron su fe en Dios
creador y dador de vida; los profetas de Israel invocaron a Dios en sus conflictos contra
los seguidores de ídolos o dioses muertos. Paul Auvray recuerda algunos textos precisos
en donde se evidencia la concepción de los profetas de Israel sobre los ídolos de los
pueblos vecinos: "los ídolos son objetos sin vida, hechos de mano de hombre, incapaces
de salvar: Jr 10, 1-5; Is 40,19s; 44, 9-20." (2001: 196). Este pensamiento sobre Dios
como Creador y fundamento de la vida estaba arraigado en la mente de Pablo cuando
reconoció la conversión de los tesalonicenses, "y cómo os convertisteis a Dios, tras
haber abandonado los ídolos para servir a Dios vivo y verdadero" (1 Ts 1, 9b).

Ahora bien, la importancia "exagerada" al concepto de nueva creación que Pablo afirmó
en éste texto (Ga 6, 15) se enfoca en la experiencia de salvación o redención
manifestada a él (como judío) y a los demás paganos con el poder del Espíritu Santo;
Pablo reconoce una fuerza espiritual, original y fundante que transforma las
"seguridades humanas" (Santamaría, 2012: 236). Pudo ser la comodidad y aparente
"seguridad" en que muchos judíos recordaban la Antigua Alianza y por esto, Pablo se
enfoca en la Nueva Alianza, en la misma tradición y línea del profeta Jeremías y el
profeta Ezequiel (Sánchez, 2007: 286).

La fuerza con el poder para renovar y "cambiar" la creación o las criaturas,


especialmente el ser humano, quien se ha instalado en su vida y en su forma de pensar;
ha de coincidir con el mismo plan de Dios y la manera de revelarse. Pablo experimentó
esa fuerza en el amor y en el perdón de Dios hacia él. Esta es la novedad del Evangelio
revelada de manera personal y para todos; así lo ha comprendido Jordi Sánchez Bosch:
"El principio fundamental de que "no hay [distinción entre] judío y no judío, esclavo y
libre, varón y mujer" (Ga 3, 28) no se apoya, como en principio hubiera podido hacer,
en la creación, sino en la redención ("En Cristo Jesús, todos sois uno"). Pero esa
redención recibe, también en esta carta (Ga 6, 15) el nombre de "nueva creación"
(Sánchez, 2007: 52). Para Pablo el amor de Dios en Jesucristo es universal y es el
auténtico poder transformador-creador.

A partir de la fe en el Evangelio de salvación, la paz y la misericordia son las


características de la vida de los cristianos, afectados positivamente por el poder de la
revelación de Dios (Ga 6, 16).

4. La idea de "nueva creación" en 2 Corintios 5, 17

El fundamento teológico del pensamiento paulino que busca orientar a la comunidad de


Corinto no se distancia del pensamiento que enfrentó a la comunidad pagano-cristiana
de Galacia. En este segundo texto de estudio, Pablo utilizó los mismos términos que en
Gálatas 6, 15.
Lo digo porque el que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es
nuevo. (2 Co 5, 17).

Aparecen dos puntos que enmarcan los términos nueva creación: "en Cristo", y "pasó lo
viejo, todo es nuevo" ¿Qué significa la expresión "en Cristo"? En las Cartas paulinas
"Cristo" en griego: Xριστός va acompañado 46 veces del nombre de Jesús: 18
siguiéndole ("Jesús Cristo") y 28 procediéndole ("Cristo Jesús"); entre estas últimas, 17
veces forman el sintagma "en Cristo Jesús". Además, el nombre de Jesús, "Cristo" va
acompañado 28 veces del título de Señor. "Cristo" más que cognomen de Jesús, casi
pasa a ser simplemente su nombre (Sánchez, 2007: 169).

Jesucristo, en griego: ᾽Ιησοῦς Xριστός es la unión de dos nombres: Jesús y Cristo. Este
nombre compuesto lingüísticamente, tiene correspondencia histórica con los escritos del
Nuevo Testamento en donde aparece con abundancia. Pablo algunas veces prefiere
llamarlo Xριστός ᾽Ιησοῦς Cristo, Jesús (Flp 2, 11) también, algunas veces se lee «el
Mesías Jesús», todo esto para dar a entender la confesión primaria de fe: Jesús es el
Cristo o el Cristo es Jesús; donde Cristo es igual a Mesías o Ungido. Pablo, ante los
filipenses, confiesa la plenitud de su fe en el juicio que hace de Jesús Cristo: "Juzgo que
todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien
perdí todas las cosas y las tengo por basura para ganar a Cristo" (Flp 3,8). En los
escritos de Pablo el nombre compuesto de Jesucristo está al comienzo o al final de las
secciones más importantes de sus Cartas.

Unido a las ideas anteriores; Pablo dice que quien está en Cristo ha experimentado el
amor y el perdón de Dios por el poder del Espíritu Santo. Sobre la preposición en (ev) y
sus diversos significados, se puede concluir que tiene sentido locativo (en el lugar del
templo) y sentido de pertenencia (en unión con los ídolos). Esta discusión ha llevado a
tener varias perspectivas en la correcta interpretación de los textos en donde aparece la
expresión "en Cristo".

Tal vez hoy, las tres posturas más importantes sobre la interpretación de la
expresión "en Cristo" han sido expuestas por J. Gnilka (1998: 103-105); la primera,
subraya el sentido espacial de la interpretación: se existe "en Cristo" como fundidos en
su Ser, en sentido místico o espiritual; la segunda, pone el acento en el sentido modal,
es decir, la forma como muere y resucita Jesús condiciona y afecta su atracción y
pertenencia y la tercera, en sentido eclesial o comunitario, pues la exaltación gloriosa de
Cristo o del Señor realizada por Dios continua obrando o actuando en la Comunidad de
los bautizados. Las tres posturas son válidas y han tenido respuesta en diferentes
corrientes cristianas.

Por tanto, el significado de: "el que está en Cristo" es profundamente teológico para
recordar la comunión básica de los cristianos corintios en la persona de Jesús
glorificado. El creyente está unido a Cristo. Esta comunión afecta y abarca todas las
dimensiones de la vida.

"El que está en Cristo es una nueva creación". Para llegar a esta exclamación, Pablo
venía argumentando una experiencia personal de salvación. En este texto discursivo,
Pablo habla de lo esencial, de lo interno, de aquello que sólo se ve desde una
experiencia salvífica y que parece una locura exterior ("perder el juicio por Dios").

Pablo afirma haber experimentado el amor de Cristo a partir de su muerte en cruz; Él


murió por todos y el motivo de su muerte reunió (y reúne) a quienes creen en Él. Por
esto, los que viven ya no vivan para sí sino para estar en Cristo. El misterio del amor de
Dios en Cristo, dice Pablo, sobrepasa los criterios de los juicios humanos (2 Co 5, 18).

¿Qué entiende Pablo o qué quiere decir con la expresión "pasó lo viejo todo es nuevo"?
Significa el reconocimiento del cumplimiento de las promesas de Dios (en Cristo) hechas
por los profetas; posiblemente, Pablo evoca la tradición de Isaías 65, 17: "voy a crear
unos cielos nuevos junto con una tierra nueva". La encarnación de Cristo es la novedad
de Dios; con esta expresión hay coherencia interna en Pablo, quien reconoce que los
"valores" del mundo antiguo ya están devaluados. Se abre una nueva manera de asumir
la existencia.

Es una existencia con un "hombre nuevo" creado en Cristo, para una vida nueva, de
justicia y santidad. Esta nueva forma de vida o existencia cristiana afecta a todo el
universo; primero a las personas y después a la naturaleza y a las cosas. Pablo reconoce
que el fundamento de esta nueva creación es la reconciliación. En este sentido; Pablo
termina las ideas expuestas cuando exhorta, insiste y pide, como si Dios lo hiciera por
medio de él y de los apóstoles: "¡reconciliaos con Dios!" (2 Co 5, 20).

Ha desaparecido lo viejo, las viejas divisiones la enemistad entre los hombres y Dios;
ahora es el tiempo de la reconciliación, Pablo, piensa en el cambio radical que ha tenido
en Damasco y a partir de la interpretación de sus tradiciones, reconoce que la
reconciliación también está brindada por parte de Dios para el mundo que es su creación
maravillosa.

Acontece en Pablo una comprensión integral: Dios siempre ha estado fiel a su


naturaleza a su Palabra, la prueba es Cristo; así también lo comprende Gustavo Baena
S.J., cuando comenta el final de este mismo texto (2 Co 5, 19):

Si, pues, "Dios estaba en Cristo" o acontecía personalmente en Cristo, lo que allí estaba
Dios haciendo era justamente estando, esto es, reconciliando al mundo consigo y por el
poder mismo de Dios creador; porque si Dios crea el mundo, y especialmente al
hombre estando en él, o aconteciendo en él, o autocomunicándose en él, este ya tiene
en sí una tendencia trascendental original, gratuitamente dada, de volverse de su
limitada criaturidad hacia el infinito, hacia su creador, de donde procede, porque "todo
proviene de Dios" (v.18) si el hombre la acoge desde el libre ejercicio de su existencia
(Baena, 2011: 714).

Dos condiciones se imponen por parte del ser humano: la sensibilidad a la


contemplación de todas las formas de existencia como creación de Dios y la "libertad"
entre comillas para reconocer esta verdad (Rahner, 2008: 48).

5. El concepto de "creación" en Romanos 8, 18-22


La carta de Pablo a los Romanos, es como el testamento teológico de Pablo en donde
resume gran parte de su reflexión e interpretación de la tradición religiosa judía. El
motivo central de toda la carta a los Romanos es el pensamiento paulino sobre su
interpretación de la Revelación que está en conformidad con las "Escrituras divinas". En
las Sagradas Escrituras judías, estaba testificada la voz profética de las Promesas de
Dios; de acuerdo con el contenido de la carta a los Romanos, esas Promesas se cumplen
en el Evangelio de Jesucristo.

En el origen del pensamiento reformista, Martín Lutero estudió los escritos paulinos pero
la carta a los Romanos suscitó en él profunda admiración: "Esta carta es la verdadera
parte principal del Nuevo Testamento y el Evangelio más puro. Es digna de que todo
cristiano, no solo la sepa de memoria palabra por palabra, sino también de que se ocupe
en ella como su pan cotidiano del alma" (Lutero, 2003: 11). De acuerdo con Lutero,
Pablo comprendió de manera integral el mensaje espiritual de Jesucristo y así lo quiso
transmitir en la Carta a los Romanos.

Estudiar el texto de: Romanos 8, 18-22, ayuda a la comprensión del tema anterior de la
reconciliación, pues el carácter negativo que contrasta con la exposición del concepto
"creación" así lo evidencia (Santamaría, 2012: 239). Aunque sólo aparece el término
"creación", se percibe el seguimiento conceptual con el tema de la nueva creación.

Soy consciente de que los sufrimientos del tiempo presente no se pueden comparar con
la gloria que se ha de manifestar en nosotros. Incluso la creación espera ansiosa y
desea vivamente el momento en que se revele nuestra condición de hijos de Dios. La
creación, en efecto, fue sometida a la caducidad, no espontáneamente, sino por
voluntad de aquel que la sometió; pero latía en ella la esperanza de verse liberada de la
esclavitud de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
Pues sabemos que la creación entera viene gimiendo hasta el presente y sufriendo
dolores de parto (Rm 8, 18-22).

En el discurso sobre la vida del creyente cristiano por el poder del Espíritu, Pablo
continúa con el tema del sufrimiento contrastado con la esperanza futura de la felicidad
y gloria. Pues al final de estas ideas en Romanos 8, 35 dice: ¿Quién nos separará del
amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la
desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada? Con estas preguntas Pablo quiere decir que el
sufrimiento del cristiano se relativiza.

Antes, expuso un discurso sobre el cuerpo y el Espíritu (Rm 7, ss) de cómo el cuerpo
lleva a las obras de la carne opuestas a las obras del Espíritu; las tendencias de la carne
son muerte y llevan al odio a Dios; esto causa sufrimiento, pero hay esperanza en la
lucha entre la carne, el cuerpo y el Espíritu. Después, vendrá la Gloria, se espera
también el rescate del cuerpo (Rm 8, 23c) todo esto por el amor de Dios (Rm 8, 39).

Después, retoma en su discurso nuevamente el tema del sufrimiento (Rm 9, 1ss) pero
en sí mismo, habla del dolor en su corazón: "siento una gran tristeza y un dolor
incesante en el corazón" (Rm 9, 2). El motivo del dolor para Pablo fue comprender y
constatar que los gentiles, quienes no buscaban la justicia han hallado la justificación: la
justicia de la fe, mientras Israel, buscando una ley de justicia, no llegó a cumplir la ley.
Esto causó profunda tristeza en Pablo quien la reconoció.

Es posible imaginar que Pablo tuvo que doblegar su pensamiento y reconocer ante el
Misterio de Dios la causa de su mismo dolor escribiendo esto. ¿Por qué? porque
comprueba la realidad de incredulidad de muchos judíos quienes buscan su felicidad y
realización no en la fe, sino en sus obras, esto es: tropiezan también contra la piedra de
tropiezo (1 Pe 2,7-8).

Este marco se repite en todo el v. 18: "soy consciente de que los sufrimientos del
tiempo presente no se pueden comparar con la gloria que se ha de manifestar en
nosotros". Aparece el tema de la creación en v. 19: "Incluso la creación espera ansiosa
y desea vivamente el momento en que se revele nuestra condición de hijos de Dios". La
mentalidad judía en su mayoría tenía presente que la tierra, el suelo había sido
maldecido por parte Dios a causa de la desobediencia a sus leyes: "Al hombre le dijo:
‘Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que yo te había
prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento
todos los días de tu vida’" (Gn 3, 17). En este relato de la creación del mundo y el ser
humano, seguido del relato de la caída, Dios maldice (condena) a la serpiente y a la
tierra (suelo). Los seres humanos se ven afectados por el orgullo y la desobediencia a
Dios; la mujer como madre y esposa y el hombre como trabajador, labrador del suelo o
de la tierra.

La creación se halla en estado de caducidad, vanidad, corrupción, destrucción,


sufrimiento, gemidos. Es una imagen negativa en el pensamiento bíblico, pero la causa
de todo este estado de cosas fue la maldad del hombre: "Por eso, la tierra está en
duelo, y se marchita cuanto en ella habita, con las bestias del campo y las aves del
cielo, y hasta los peces del mar desaparecen" (Os 4,3). Pablo señala que la causa del
estado violento de la creación se dio "por voluntad de aquel que la sometió" (v. 20) se
refiere a Adán. Aunque algunos han interpretado que se refiere a Dios, tal vez por la
tradición de Gn 6,7; en la que Dios anuncia exterminar al ser humano que había creado
(Vidal, 1996: 432).

A pesar de la situación de pecado en la que no hay ni fidelidad, ni amor, ni conocimiento


de Dios; y en donde solo reinaban las mentiras, los asesinatos, los robos y la violencia;
ya el profeta Oseas había colocado el tema de la esperanza latente (Os 4, 2). El profeta
describió la situación actual de su pueblo contraria a la situación ideal que sería la del
pueblo renovado: ¡la armonía entre el hombre y la creación!: (Os 2, 20-25).

Pablo comprendió que la promesa de Dios se cumplió en Cristo. Pablo ya está


experimentando la gloriosa libertad de los justificados ante Dios. La tradición judía con
enfoque apocalíptico espera la inminente llegada del día del Señor, en que se
manifestaba la ira de Dios (contra los injustificados). Era una tradición fundamentada en
la esperanza: "esperando y acelerando la venida del Día de Dios, en el que los cielos, en
llamas se disolverán, y los elementos abrazados se fundirán. Pero esperamos según nos
lo tiene prometido, nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia (2 Pe 3,
12-13)" (Santamaría, 2012: 240). Este mensaje apocalíptico claramente contenía
exigencias éticas para los judíos y ahora, de acuerdo con Pablo, para los cristianos, para
quienes además de tener la primicia de ver la llegada del Mesías participan de la gloria
de ser hijos de Dios (Vidal, 1996: 432).

También, la imagen de una mujer en el momento del trabajo de parto (v. 22) es una
tradición no sólo de dolor o sufrimiento sino de dichosa proyección, pues a pesar de los
gritos y quejidos se espera ver el nacimiento de una nueva vida (Vidal, 1996: 433). La
contemplación del nuevo rostro de la criatura; es una experiencia que emociona
plenamente y glorifica la existencia; una nueva vida, un nuevo ser empieza a surgir
abierto a la esperanza.

En el mismo sentido, hay otros dos textos en que se ha fijado Jordi Sánchez en su
estudio sobre la teología de Pablo: Romanos 1, 18-20; en este texto, Pablo recuerda dos
fundamentos teóricos: Dios es el creador del cosmos, Ser que trasciende todo lo creado
por medio de su palabra y hay bondad en todas las cosas materiales: "las obras de la
creación de Dios son como poemas obras perfectamente elaboradas" (Sánchez, 2007:
60). En Romanos 4, 17; Pablo concibe el poder creador de Dios a partir del fundamento
del ser o ser absoluto pues, Dios da la vida a los muertos y llama a la existencia lo que
no existe: "Las consecuencias son importantísimas, porque aquella fuerza con que Dios
creó el mundo actúa en la resurrección de los muertos, y en la de Cristo, y en nuestra
resurrección espiritual, llamada justificación (Rm 4, 24s)" (Sánchez, 2007: 60).

Finalmente, Pablo en la carta a los Romanos no habla de la nueva creación pero sí de la


creación en cuanto es la obra de Dios. Dios con su poder misericordioso concede el don
de la fe en su Hijo Jesucristo y la fe en Él se confirma en el bautismo (Vidal, 1996: 415);
también, símbolo de la muerte al pecado y de un nuevo nacimiento o de una nueva
vida.

Conclusión

Cuando Pablo utilizó los conceptos kaine ktisis traducidos como nueva creación, lo hizo


para sintetizar el tema de la salvación realizada por Dios en Jesús. Esta síntesis
relaciona teológicamente la historia de Pablo de Tarso con la historia de Jesús de
Nazaret.

La teología de Pablo ha sido interpretada en sus cartas, entre ellas: Gálatas, Romanos y
2 Corintios, consultadas en este artículo. El motivo o la causa principal de Pablo de
Tarso en estos textos es el Evangelio de Jesucristo. También, se obtiene información
fundamental sobre la actividad misionera de Pablo en función de este mismo Evangelio.

Pablo de Tarso demostró poseer una tradición teológica de la religión judía o del pueblo
de Israel, basada en la concepción de Dios Creador; tradición heredada en su pueblo por
los profetas y los maestros de la Ley. Dios tiene el poder de crear y Dios tiene el poder
de volver a crear, es decir de realizar una nueva creación. La idea de la nueva creación
se originó en la comprensión por parte de Pablo de la elección para la salvación tanto de
los circuncidados como de los no circuncidados. Así, se efectuó el cumplimiento de las
promesas de Dios hechas a los antepasados de Israel. Esta es la conclusión en las
disputas con los cristianos de Galicia.

Pablo confesó la divinidad de Jesús a partir del título de Mesías o Ungido y la identidad
de los cristianos la definió como una pertenencia comunitaria y adhesión mística al
misterio pascual de Jesús; así afirmó estar en Cristo. Esta es la novedad de la salvación
para la comunidad cristiana en Corinto; pues lo antiguo (viejo) equiparado con el
pecado ha sido liberado por la fuerza del Espíritu de Santidad que inspira una nueva
manera de asumir la existencia reconciliados con Dios y siendo dignos herederos de sus
beneficios: caridad, fe, esperanza, vida y equidad.

La condición para alcanzar esta herencia dada por la gracia de Dios es reconocer que los
trabajos humanos, no hacen buenos ni justos ni a judíos ni a paganos, sino que la
salvación de la corrupción se da por el don del amor de Dios a toda su obra de la
creación. Esta es la buena noticia para la comunidad cristiana en Roma.

La teología paulina ayuda a comprender a todos los cristianos cómo puede ser posible la
realización y el cumplimiento de las palabras del profeta: "aquel día…alejaré de esta
tierra el arco, la espada y la guerra, y los haré reposar en seguro" (Os 2, 20). Es la
divina armonía de toda la creación por la nueva creación.

Notas
*
 Profesor e investigador de teología bíblica en la Facultad de Teología de la Pontificia
Universidad Javeriana. Bachiller Eclesiástico, Licenciado y Magíster en Teología de la
Pontificia Universidad Javeriana. Ha publicado el artículo "Aproximación teológica a 1Tes
1, 1-10" (2011), y el capítulo en libro publicado con Alejandro Londoño: "Perspectiva a
partir da Bíblia", en Murad Alfonso (Org), Ecoteologia: um mosaico (2016).

Referencias

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el cristianismo. Navarra: Verbo Divino.         

- Barbaglio, G. (2009). Jesús de Nazaret y Pablo de Tarso. Confrontación histórica. Salamanca:


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- Baena, G. (2011). Fenomenología de la Revelación. Teología de la Biblia y hermenéutica.


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- Becker, J. (1996). Pablo el apóstol de los paganos. Salamanca: Sígueme.         

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(Eds.), Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo (pp. 3-14). Estella (Navarra): Editorial Verbo
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- Rahner, K. (2008). La gracia como libertad. Barcelona: Herder.         

- Rodríguez, A. (2009). Salmos 73-106. Bilbao: Desclée de Brouwer.         

- Sánchez, J. (2007). Maestro de los pueblos. Una teología de Pablo, el apóstol. Estella


(Navarra): Editorial Verbo Divino.         

- Santamaría, X. (2012). Carta a los Romanos. Navarra: Verbo Divino

- Santos, S. (1976). La conversión de San Pablo. Barcelona: Herder

- Vidal, S. (1996). Las cartas originales de Pablo. Madrid: Trotta.         

- Vouga, F. (2001). Los primeros pasos del cristianismo. Escritos, protagonistas, debates.


Navarra: Verbo Divino.         

Serie:    El apóstol Pablo    


Autor: Luis de Miguel

Copyright © 2001-2021 (https://www.escuelabiblica.com). Todos los derechos reservados


CONDICIONES DE USO

a nueva creación en el pensamiento de Pablo


The new creation in Paul's thought
Luis Espíndola García * luis.espindola@javeriana.edu.co
Pontificia Universidad Javeriana, Colombia

La nueva creación en el pensamiento de Pablo

Veritas, núm. 35, pp. 217-233, 2016

Pontificio Seminario Mayor San Rafael Valparaíso


Recepción: 21 Junio 2016

Aprobación: 27 Julio 2016

Resumen:En la tradición teológica de la religión judía que demostró poseer Pablo de Tarso, el Dios de israel tiene el
poder de crear y el poder de volver a crear; es decir, realizar una nueva creación. Pablo experimentó cómo en Jesús, Dios
ha revelado la salvación, el perdón de los pecados por amor a toda la humanidad; y cada vez que un ser humano recibe
este don por parte de Dios, se genera un nuevo ser. La comprensión e interpretación del mensaje teológico de Pablo sobre
el tema de la nueva creación se basa en el discurso tomado en la carta de Pablo a los Gálatas (6, 11-16) y en las
proposiciones escritas a los Corintios (2 Co 5, 17). Esta hermenéutica se complementa con la comprensión de otro
discurso sobre el tema de la creación expuesto en la carta a los Romanos (8, 18-22).

Palabras clave:Nueva creación, hermenéutica bíblica, cartas de Pablo, salvación, Jesucristo.

Abstract:In the theological tradition of the Jewish religión that Paul of Tarsusproved to have, the God of Israel has the
power to create and the power to re-create; that is, making a new creation. Paul experienced that in Jesus, God has
revealed salvation, forgiveness of sins for the sake of all mankind, and every time which a human being receives this gift
from God, a new being is created. The theological understanding and interpretation of Paul's message on the subject of
the new creation is based on the speech made in his letter to the Galatians (6: 11-16) and in one of his propositions in
Corinthians (2 Co 5: 17). This hermeneutics is complemented from the understanding of another speech about the
creation exposed in the Letter to the Romans (8: 18-22).

Keywords:New creation, biblical hermeneutics, letters of Paul, salvation, Jesus Christ.

Introducción

La reflexión teológica hoy, se concentra en los temas y problemas relacionados con la ecología:
el abuso y la explotación por parte del ser humano de los recursos naturales que influyen en los
desastres climáticos en el planeta. Para un creyente cristiano se trata de problemas relacionados con
la Creación de Dios; pues, en la belleza y poder de la naturaleza se percibe la grandeza y maravilla
de Dios. El tema de la Creación de Dios es un tema reconocido por la mayoría de creyentes
cristianos, sin embargo, el tema de la nueva creación resulta más “especializado” y muchas veces
desconocido, incluso para estudiosos de las cuestiones teológicas.

A partir de la profundización en tres textos canónicos, se quiere abordar estos dos conceptos
fundamentales: creación y nueva creación y por supuesto, dar un poco más de tratamiento al tema
de la nueva creación. En consecuencia, un objetivo evidente es presentar el fondo del pensamiento
paulino respecto a los conceptos teológicos de creación y nueva creación y un objetivo abstracto es
proponer a los lectores de este escrito; un punto de partida en la actual reflexión teológica sobre el
cuidado de la casa común.

Los estudios específicos sobre los dos conceptos en Pablo, han estado arropados en artículos y
escritos bajo el concepto bíblico de Creación. Las obras más cercanas al binomio: Nueva Creación,
se explican y se funden desde la escatología teológica. Por esta razón, la bibliografía expuesta al
final indica los tópicos por los cuales incursionó el autor para proponer esta integración temática.
Desde el estudio de Pablo de Tarso y el Cristianismo Primitivo, hasta las obras de autores
especialistas en exégesis de las cartas originales de Pablo como Senén Vidal.
Significa que la metodología seguida por el autor para alcanzar los objetivos, ha sido una
hermenéutica de textos especializados. Los resultados de esta interpretación son los temas que a
continuación se van a desarrollar. Inicialmente, se exponen las fuentes seguras y recomendables
para un estudio serio que relacione el mensaje de Jesús de Nazaret y Pablo de Tarso. Después, una
breve exposición sobre el autor de los conceptos: Pablo en calidad de Apóstol, implicado con el
mensaje del Evangelio de Jesucristo. Después, los puntos centrales del artículo: la idea de nueva
creación escrita en Gálatas 6,11-16; y 2 Corintios 5,17; finalmente, lo anterior relacionado con el
concepto “creación” en Romanos 8,18-22.

1. Las fuentes que relacionan el mensaje de Jesús de Nazaret y Pablo de Tarso

El tema de la nueva creación se inscribe dentro de la predicación y la teología de Pablo y las


fuentes principales para descubrir este contenido son sus cartas (Gnilka, 1998: 19). Hoy se
consideran auténticas, es decir, escritas por su propia mano o dictadas a un amanuense: la carta a
los Romanos, las dos a los Corintios, a los Gálatas, a los Filipenses, la primera a los Tesalonicenses
y la carta a Filemón. Estos escritos paulinos son fundamentales para el cristianismo, porque
cronológicamente son los primeros escritos que se leen públicamente y hablan de Jesucristo; de
hecho, la primera carta a los Tesalonicenses se fecha con precisión en el otoño del año 51 d.C.

En el mundo antiguo, las cartas fueron medios de comunicación entre grupos humanos y
comunidades relacionadas por su cultura, lengua y tradición (Vouga, 2001: 17) sin embargo, Pablo
las empleó para su acti vidad misionera, siguiendo modelos de cartas griegas y judías (Koster,
1988: 497).

La importancia de las cartas de Pablo está en su contenido teológico, son fuentes de primera
mano de la historia y cronología de la configuración del cristianismo primitivo; por ejemplo, es un
dato seguro e histórico la fecha de la actividad misionera de Pablo en Corinto entre la primavera
del año 51 d.C. y la primavera del año 52 d.C. (Koster, 1988: 611).

También, el libro de los Hechos de los Apóstoles dedica más de la mitad de su contenido a
relatar y exaltar la actividad misionera de Pablo en el periodo histórico de los años 30 d.C. a los
años 60 d.C. Santiago Guijarro insiste en que “las informaciones de las cartas de Pablo son las más
fiables desde el punto de vista histórico y el libro de los Hechos es la segunda fuente de
información sobre este periodo” (Guijarro, 2011: 106). Junto a Guijarro, otros especialistas señalan
que en la segunda obra de Lucas se insertan datos interesantes pero secundarios para reconfirmar
los acontecimientos históricos.

Es claro que el problema de estas fuentes (incluidos los evangelios) para la investigación
histórica no se puede dar en el ciento por ciento objetivamente pura, pues las tradiciones recogidas
en estos documentos suponen ya una interpretación de hechos y acontecimientos históricos. Se
puede hacer una “aproximación rigurosamente histórica” como ha sido el intento de Giuseppe
Barbaglio, en su obra que trata el tema de la confrontación histórica entre Jesús de Nazaret y Pablo
de Tarso (Barbaglio, 2009: 10, 42). Sin embargo, hay ventaja histórica con las fuentes paulinas, la
mayoría de estudios así lo confirman:
No existe otra figura de la primitiva comunidad que, aun permaneciendo en la penumbra de
la historia, se nos presente con tanta claridad como la de Pablo. Incluso, respecto a la
figura de Jesús, el historiador se encuentra en una situación más difícil que en el caso de
Pablo, pues Jesús no dejó ningún documento escrito. Lo que sabemos de él se remonta a
través de los evangelios hasta la tradición oral de la comunidad post-pascual y está tan
profundamente identificado con el testimonio de fe, que relato histórico y expresión de fe de
la primitiva cristiandad a menudo no pueden distinguirse con seguridad. Por esto, nuestro
conocimiento del Jesús histórico es mucho más inseguro y fragmentario (Bornkamm, 1982:
13).

La lógica de la historia se interpreta en forma evolutiva; en primer lugar, relaciona los hechos y
palabras del Jesús histórico; en segundo lugar, la actividad de la comunidad cristiana primitiva de
Damasco; en tercer lugar, la actividad de la comunidad cristiana primitiva helenista de Antioquía,
en cuarto lugar, la actividad misionera de Pablo de Tarso junto con las comunidades paulinas. Esta
historia comprendió los primeros 60 años de la era cristiana. Esta secuencia se ha obtenido gracias
a los documentos escritos de las cartas de Pablo y al libro de los Hechos de los Apóstoles.

2. Pablo, Apóstol del Evangelio

Saulo o Pablo de Tarso nació en una familia judía, motivo de orgullo para él (Flp 3, 5-8). Se
deduce que los padres de Pablo eran pudientes, costearon el estudio de Pablo y promovieron el
título de «Ciudadano Romano» (Hch 22, 25-28). Pablo contaba con parientes cercanos ubicados en
puestos político-administrativos en las principales ciudades del imperio romano (Rm 16, 23; Hch
23, 16).

Aunque, inicialmente participó como perseguidor de los primeros cristianos en Damasco (Hch 9,
2; Ga 1,23) después, anunció hasta su muerte la Buena Nueva de la salvación. Pablo esperó la
llegada del Mesías (elegido por Dios) para liberar a los pecadores del castigo de Dios en el fin de
los tiempos (1 Ts 1,10), finalmente, experimentó en Jesús la plenitud de la salvación (la revelación
de Dios) para él (Ga 1, 12) y para los que creen en el Evangelio que él recibió (1 Co 15,2) pues,
sólo la fe en Jesús justifica a los hombres judíos y paganos delante de Dios (Rm 1, 17-18; 3, 21-31)
y este es a su vez el fundamento y la importancia de creer en el “Dios vivo y verdadero” (1 Ts 1,9).

Pablo se convirtió en el hombre del Evangelio por excelencia; Dios lo puso aparte para el
Evangelio (Rm 1,1), le reveló a su Hijo para que “lo anunciara entre los paganos” (Ga 1,15s) y le
“confió el Evangelio” (1 Ts 2,4). Para Pablo, la proclamación del evangelio expresa el poder de
Dios (Neirynck, 2004) y el sentido de identidad y pertenencia de los misioneros con Jesucristo; se
trata de “nuestro evangelio” (1 Ts 1, 5a).

La presentación de Pablo como “Apóstol del Evangelio” en los saludos de sus Cartas es una
lógica consecuencia de su pasado. Esta presentación es fundamental para legitimar su experiencia y
el argumento de su teología; siempre ligado a sus vivencias vocacionales. “En suma: Pablo se
presenta siempre ante sus comunidades como apóstol elegido por Dios” (Becker, 1996: 96).
Después, en algunos textos, Pablo contó que en Damasco tuvo una experiencia con Jesús
resucitado; se refiere a esto utilizando títulos cristológicos como «Señor», “Cristo” e “Hijo” (1 Co
9,1; 1 Co 15,8; Ga 1,16).

Pablo apoyó su relato vocacional en la tradición profética (Ga 1,5; ver Is 49,1; Jr 1,5) cuando
afirma el haber sido elegido desde el seno materno. Esta fue una base sólida para fundamentar su
vocación y su actividad misionera. “Sólo por la gracia”, y el don del Espíritu, (1 Co 2,4) Pablo fue
llamado al apostolado por Dios, este es el fundamento teológico de su autoridad con derecho de
predicar, exhortar, enseñar, instruir, orientar y ser obedecido. (1 Co 15,1-11; 1 Tes 1,4.7). Esa
gracia de Dios y ese don del Espíritu Santo otorgado a Pablo; junto con su “conversión
intelectual” metanoia, sostenida con los cristianos de Damasco, y el haber escuchado la “doctrina
cristológica” le llevó a adquirir una nueva comprensión de Dios (Becker, 1996: 101). Pablo fue
consciente de su elección y vocación confiada por Dios para hacer el anuncio del Evangelio a los
gentiles (1 Ts 2, 4) influido por la profunda impresión de Damasco.

El testimonio de Pablo sobre su conversión al Evangelio de Jesucristo, parte del anuncio sobre el
origen divino de su apostolado. En palabras del mismo Pablo, la autoridad por la cual él cree en
Jesús resucitado y por la cual practica su apostolado no tiene mediación humana (Ga 1,1b). La
fuerza, el impulso de su conversión y su vocación apostólica estuvo relacionada con la resurrección
de Jesús. El medio por el cual obtuvo la revelación del Evangelio, fue ¡la misma revelación divina!
una revelación personal para comunicarle la salvación de Dios, es decir, fue una revelación de
carácter soteriológica o de salvación de los pecados.

Desde entonces, hubo un cambio total en la vida del “Saulo” judío. Pablo fue consciente de esto,
en algunos de sus escritos así lo manifestó; pero se nota especialmente la conciencia de su misma
“fama” en su mensaje a los cristianos de Galacia: “El que antes nos perseguía ahora anuncia la
buena nueva de la fe que entonces quería destruir” (Ga 1,23)”. Sabugal Santos, concuerda en lo
central de esta experiencia revolucionaria para Pablo que le llevó a cambiar radicalmente su
dirección teológica; afirma que en Pablo su conversión se efectuó en sentido copernicano (Santos,
1976: 15).

En este orden de ideas, se fundamenta la relación histórica entre Jesús de Nazaret y Pablo de
Tarso. La actividad vital de Pablo de Tarso está íntimamente influenciada por el mensaje del
Evangelio de Jesucristo, este fue su propósito central o su causa integral; con el anuncio y la
escucha de la Buena Nueva de Jesús, Pablo experimentó su salvación. Ahora, resulta curioso e
interesante saber cómo al tema de la redención o de la salvación realizada por Dios en Jesús; Pablo
le asigna el binomio de “nueva creación”.

Adicionalmente, sorprende que dos términos muy escasos en el vocabulario de Pablo tengan
semejante relación de contenido teológico con términos como, justificación, salvación,
santificación; palabras que abundan en sus escritos mientras que nueva creación o nueva criatura,
solamente aparecen en dos de sus cartas y por relación temática en una tercera.

3. La idea de nueva creación en Gálatas 6, 11-16


Esta carta auténticamente paulina y unificada, se dirigió a las comunidades cristianas de la región
de Galacia fundadas por Pablo (Hch 13-14) y quienes fueron visitadas y cuestionadas por unos
misioneros judaizantes opuestos a la doctrina de Pablo (Vidal, 1996: 71). Esta es la razón por la
cual el tono de la carta es conflictivo. Pablo aprovecha para prevenir el peligro de la división y
aclara que los cristianos gentiles sin circuncisión son legítimos o auténticos y que no necesitan
primero ser “prosélitos” o judíos, ni practicar el rigor de la Ley.

En este contexto y de acuerdo con la estructura de esta carta, se comprende la parte final; como
una conclusión de la misma:

¡Mirad con que letras tan grandes escribo esto de mi propio puño!: los que os fuerzan a
circuncidaros sólo pretenden ser bien vistos por los demás, con el único fin de evitar la
persecución por la cruz de Cristo. Pues ni siquiera esos mismos que se circuncidan
cumplen la ley; sólo desean veros circuncidados para presumir de que lo habéis hecho
gracias a ellos. En cuanto a mí, ¡Dios me libre de presumir si no es en la cruz de nuestro
Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para
el mundo! Porque lo que cuenta no es la circuncisión ni la incircuncisión, sino ser una
nueva criatura. Y para todos los que se sometan a esta regla, paz y misericordia, lo mismo
que para el Israel de Dios (Ga 6, 11-16).

En el mundo antiguo, era una costumbre común que al final de las cartas el autor realizara una
conclusión para manifestar (probar) su autenticidad. Esta fue la razón de colocar la proposición: “...
escribo esto de mi propio puño” (Ga 6, 11). Y si también ha dicho antes: “con qué letras tan
grandes”; lo hizo para aprovechar la conclusión y resaltar la importancia de lo que va a decir.

Aquí, Pablo confirma la polémica del contenido de esta Carta a los Gálatas con el objeto de
enfatizar la salida o solución. Está diciendo que los opositores ni siquiera cumplen la ley por
convicción sino por vano orgullo o por egoísmo (intereses), para salvarse de la persecución y de la
marginación de una religión lícita (el judaísmo). Por esto, habla de los circuncidados que no
cumplen la ley en recta intención. Contrario a ellos, Pablo afirma que él como creyente en el Señor
Jesucristo se encuentra “crucificado para el mundo” (Ga 6, 14) quiso decir: muerto por la ley, en la
ley y con la ley; se pude decir, muerto al judaísmo.

Entonces, escribe la proposición conclusiva: “Porque lo que cuenta no es la circuncisión ni la


incircuncisión, sino ser una nueva criatura” (Ga 6, 15). Hay un carácter excluyente en este mensaje,
se percibe una frase sintética y sonora; está diciendo que ni el judaísmo ni el paganismo es lo
importante; lo fundamental es la conversión, la nueva forma de ser.

Puesto que la expresión: “...lo que cuenta no es la circuncisión ni la incircuncisión.” se encuentra


también en Gálatas 5, 6 como: “.ni la circuncisión, ni la incircuncisión tienen eficacia sino la fe que
actúa por la caridad” y en 1 Corintios 7, 19 como: “.la circuncisión no es nada, y nada la
incircuncisión; lo que importa es el cumplimiento de los manda tos de Dios”, se deduce que fue un
dicho generalizado, probablemente iniciado en la comunidad antioquena; quienes fueron
conscientes de superar las diferencias entre judíos y gentiles y reconocer lo esencial o fundamental
del cristianismo (Vidal, 1996: 107).

La crítica a la circuncisión está puesta como tema de fondo; ver los capítulos 2, 5 y 6 de la carta a
los Gálatas; es una crítica que ya tenía su historia y desarrollo, pues la circuncisión implicaba para
el judío cumplir un mandato fundamental de Dios (su Voluntad) y significaba la incorporación al
judaísmo.

En Gálatas 2 se habla de la asamblea de Jerusalén y evidencia que un gentil no tiene por qué
circuncidarse (v.3: “pues bien, ni siquiera Tito, que estaba conmigo, con ser griego, fue obligado a
circuncidarse”) por más que hubo “falsos hermanos que se infiltraron” (v.4) y se empeñaron en
ello. Si los cristianos gálatas ya llevan un buen tiempo de haber “aceptado” la fe en el Evangelio, la
preocupación de Pablo se enfoca en el comportamiento de ellos; pues no deberían ni dejarse
convencer ni siquiera pensar en la justificación (salvación) con el cumplimiento de las leyes judías,
esto significaría negar la gracia de Cristo y el don de la fe, sería validar la circuncisión a la cual
Pablo consideraba de poca importancia.

Pablo comprendió que la elección de Dios, el cumplimiento de sus promesas de salvación se ha


dado para todos, no solamente para judíos, sino también para los gentiles, comprendió que lo
importante no es el cumplimiento de las obras de la ley sino la realización de las obras del Espíritu.
Pablo reconoció que la sensibilidad de los gentiles a la acción y fuerza del Espíritu Santo, fue más
efectiva en ellos que en los mismos judíos (1 Ts 1, 5).

Después del tema de la circuncisión, aparecen los términos griegos traducidos como: creación
nueva; nueva creación y nueva criatura: en griego: (καινή κτίσιϕ) de Kainos que significa: nuevo,
no usado y Ktisis que significa: criatura, creación. Es la misma dirección significativa de Romanos
6, 4; vida nueva; y 7, 6; espíritu nuevo.

Pablo asumía naturalmente la acción creadora de Dios y la manifestación de Dios en sus criaturas
(Rm 1, 20). Ya antes, en el inicio de esta carta a los Gálatas, Pablo había dicho: “Dios, que me
había tomado aparte desde el vientre de mi madre y me había llamado con su gracia, decidió
revelarme a su Hijo” (Ga 1, 15s). Esto comprueba que el pensamiento de Pablo tiene profunda
relación con el pensamiento bíblico del Antiguo Testamento; tres tradiciones confirman este
presupuesto histórico de esta concepción creadora de Dios: la tradición del Pentateuco, la tradición
del pensamiento sapiencial y la tradición profética de Israel. De acuerdo con el Pentateuco, la
concepción de Dios creador es evidente; y las tradiciones puestas en los dos primeros capítulos del
libro del Génesis así lo confirman: “En el principio creó Dios el cielo y la tierra” (Gn 1,1);
“Cuando Dios hizo la tierra y el cielo...” (Gn 2, 4). Además de ser el creador de los cielos y la
tierra, en los orígenes, Dios creó al hombre y a la mujer y los constituyó administradores de la
tierra (Auvray, 2001: 199).

Dentro de los escritos sapienciales el libro de Job insiste en la condición de criaturas no sólo el
cosmos y sus elementos sino también y con especial interés el ser humano: “Escucha esto
tranquilo, Job, piensa en los prodigios de Dios” (Job 37, 14). En este enfoque sapiencial, la actitud
del ser humano ante Dios ha de ser de alabanza y reconocimiento; es así como los cantos de
alabanza contienen la idea fundamental: todas las criaturas están abiertas hacia Dios. El poeta,
quien compuso el Salmo 104 (103) tiene estrecha relación con la cosmogonía expuesta en Génesis
1. El salmista se inspiró en un himno egipcio al Dios Sol, compuesto por el año 1350 a.C., y su
intención fue contemplar la maravilla de todo lo creado para reconocer y reconocerse también
criatura ante el Creador (Rodríguez, 2009: 340).

Para los profetas, Yahveh, Dios es el Creador del mundo, “Porque él es quien forma los montes y
crea el viento...” (Am 4,13). Los profetas de Israel basaron su fe en Dios creador y dador de vida;
los profetas de Israel invocaron a Dios en sus conflictos contra los seguidores de ídolos o dioses
muertos. Paul Auvray recuerda algunos textos precisos en don de se evidencia la concepción de los
profetas de Israel sobre los ídolos de los pueblos vecinos: “los ídolos son objetos sin vida, hechos
de mano de hombre, incapaces de salvar: Jr 10, 1-5; Is 40,19s; 44, 9-20.” (2001: 196). Este
pensamiento sobre Dios como Creador y fundamento de la vida estaba arraigado en la mente de
Pablo cuando reconoció la conversión de los tesalonicenses, “y cómo os convertisteis a Dios, tras
haber abando nado los ídolos para servir a Dios vivo y verdadero” (1 Ts 1, 9b).

Ahora bien, la importancia “exagerada” al concepto de nueva creación que Pablo afirmó en éste
texto (Ga 6, 15) se enfoca en la experiencia de salvación o redención manifestada a él (como judío)
y a los demás paganos con el poder del Espíritu Santo; Pablo reconoce una fuerza espiritual,
original y fundante que transforma las “seguridades humanas” (Santamaría, 2012: 236). Pudo ser la
comodidad y aparente “seguridad” en que muchos judíos recordaban la Antigua Alianza y por esto,
Pablo se enfoca en la Nueva Alianza, en la misma tradición y línea del profeta Jeremías y el profeta
Ezequiel (Sánchez, 2007: 286).

La fuerza con el poder para renovar y “cambiar” la creación o las criaturas, especialmente el ser
humano, quien se ha instalado en su vida y en su forma de pensar; ha de coincidir con el mismo
plan de Dios y la manera de revelarse. Pablo experimentó esa fuerza en el amor y en el perdón de
Dios hacia él. Esta es la novedad del Evangelio revelada de manera personal y para todos; así lo ha
comprendido Jordi Sánchez Bosch: “El principio fundamental de que “no hay [distinción entre]
judío y no judío, esclavo y libre, varón y mujer” (Ga 3, 28) no se apoya, como en principio hubiera
podido hacer, en la creación, sino en la redención (“En Cristo Jesús, todos sois uno”). Pero esa
redención recibe, también en esta carta (Ga 6, 15) el nombre de “nueva creación” (Sánchez, 2007:
52). Para Pablo el amor de Dios en Jesucristo es universal y es el auténtico poder transformador-
creador.

A partir de la fe en el Evangelio de salvación, la paz y la misericordia son las características de la


vida de los cristianos, afectados positivamente por el poder de la revelación de Dios (Ga 6, 16).

4. La idea de “nueva creación” en 2 Corintios 5, 17

El fundamento teológico del pensamiento paulino que busca orientar a la comunidad de Corinto
no se distancia del pensamiento que enfrentó a la comunidad pagano-cristiana de Galacia. En este
segundo texto de estudio, Pablo utilizó los mismos términos que en Gálatas 6, 15.
Lo digo porque el que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo. (2 Co 5,
17).

Aparecen dos puntos que enmarcan los términos nueva creación: “en Cristo”, y “pasó lo viejo,
todo es nuevo” ¿Qué significa la expresión “en Cristo”? En las Cartas paulinas “Cristo” en griego:
Χριστός va acompañado 46 veces del nombre de Jesús: 18 siguiéndole (“Jesús Cristo”) y 28
procediéndole (“Cristo Jesús”); entre estas últimas, 17 veces forman el sintagma “en Cristo Jesús”.
Además, el nombre de Jesús, “Cristo” va acompañado 28 veces del título de Señor. “Cristo” más
que cognomen de Jesús, casi pasa a ser simplemente su nombre (Sánchez, 2007: 169).

Jesucristo, en griego: ’Ιησου̂ς Χριστός es la unión de dos nombres: Jesús y Cristo. Este nombre
compuesto lingüísticamente, tiene correspondencia histórica con los escritos del Nuevo Testamento
en donde aparece con abundancia. Pablo algunas veces prefiere llamarlo Χριστός ’Ιησου̂ς Cristo,
Jesús (Flp 2, 11) también, algunas veces se lee «el Mesías Jesús», todo esto para dar a entender la
confesión primaria de fe: Jesús es el Cristo o el Cristo es Jesús; donde Cristo es igual a Mesías o
Ungido. Pablo, ante los filipenses, confiesa la plenitud de su fe en el jui cio que hace de Jesús
Cristo: “Juzgo que todo es pérdida ante la sublimi dad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor,
por quien perdí todas las cosas y las tengo por basura para ganar a Cristo” (Flp 3,8). En los escritos
de Pablo el nombre compuesto de Jesucristo está al comienzo o al final de las secciones más
importantes de sus Cartas.

Unido a las ideas anteriores; Pablo dice que quien está en Cristo ha experimentado el amor y el
perdón de Dios por el poder del Espíritu Santo. Sobre la preposición en (ev) y sus diversos
significados, se puede concluir que tiene sentido locativo (en el lugar del templo) y sentido de
pertenencia (en unión con los ídolos). Esta discusión ha llevado a tener varias perspectivas en la
correcta interpretación de los textos en donde aparece la expresión “en Cristo”.

Tal vez hoy, las tres posturas más importantes sobre la interpretación de la expresión “en
Cristo” han sido expuestas por J. Gnilka (1998: 103-105); la primera, subraya el sentido espacial
de la interpretación: se existe “en Cristo” como fundidos en su Ser, en sentido místico o espiritual;
la segunda, pone el acento en el sentido modal, es decir, la forma como muere y resucita Jesús
condiciona y afecta su atracción y pertenencia y la tercera, en sentido eclesial o comunitario, pues
la exaltación gloriosa de Cristo o del Señor realizada por Dios continua obrando o actuando en la
Comunidad de los bautizados. Las tres posturas son válidas y han tenido respuesta en diferentes
corrientes cristianas.

Por tanto, el significado de: “el que está en Cristo” es profundamente teológico para recordar la
comunión básica de los cristianos corintios en la persona de Jesús glorificado. El creyente está
unido a Cristo. Esta comunión afecta y abarca todas las dimensiones de la vida.

“El que está en Cristo es una nueva creación”. Para llegar a esta exclamación, Pablo venía
argumentando una experiencia personal de salvación. En este texto discursivo, Pablo habla de lo
esencial, de lo interno, de aquello que sólo se ve desde una experiencia salvífica y que parece una
locura exterior (“perder el juicio por Dios”).
Pablo afirma haber experimentado el amor de Cristo a partir de su muerte en cruz; Él murió por
todos y el motivo de su muerte reunió (y reúne) a quienes creen en Él. Por esto, los que viven ya no
vivan para sí sino para estar en Cristo. El misterio del amor de Dios en Cristo, dice Pablo,
sobrepasa los criterios de los juicios humanos (2 Co 5, 18).

¿Qué entiende Pablo o qué quiere decir con la expresión “pasó lo viejo todo es nuevo”? Significa
el reconocimiento del cumplimiento de las promesas de Dios (en Cristo) hechas por los profetas;
posiblemente, Pablo evoca la tradición de Isaías 65, 17: “voy a crear unos cielos nuevos junto con
una tierra nueva”. La encarnación de Cristo es la novedad de Dios; con esta expresión hay
coherencia interna en Pablo, quien reconoce que los “valores” del mundo antiguo ya están
devaluados. Se abre una nueva manera de asumir la existencia.

Es una existencia con un “hombre nuevo” creado en Cristo, para una vida nueva, de justicia y
santidad. Esta nueva forma de vida o existencia cristiana afecta a todo el universo; primero a las
personas y después a la naturaleza y a las cosas. Pablo reconoce que el fundamento de esta nueva
creación es la reconciliación. En este sentido; Pablo termina las ideas expuestas cuando exhorta,
insiste y pide, como si Dios lo hiciera por medio de él y de los apóstoles: “¡reconciliaos con Dios!”
(2 Co 5, 20).

Ha desaparecido lo viejo, las viejas divisiones la enemistad entre los hombres y Dios; ahora es el
tiempo de la reconciliación, Pablo, piensa en el cambio radical que ha tenido en Damasco y a partir
de la interpretación de sus tradiciones, reconoce que la reconciliación también está brindada por
parte de Dios para el mundo que es su creación maravillosa.

Acontece en Pablo una comprensión integral: Dios siempre ha estado fiel a su naturaleza a su
Palabra, la prueba es Cristo; así también lo comprende Gustavo Baena S.J., cuando comenta el
final de este mismo texto (2 Co 5, 19):

Si, pues, “Dios estaba en Cristo” o acontecía personalmente en Cristo, lo que allí estaba
Dios haciendo era justamente estando, esto es, reconciliando al mundo consigo y por el
poder mismo de Dios creador; porque si Dios crea el mundo, y especialmente al
hombre estando en él, o aconteciendo en él, o autocomunicándose en él, este ya tiene en sí
una tendencia trascendental original, gratuitamente dada, de volverse de su limitada
criaturidad hacia el infinito, hacia su creador, de donde procede, porque “todo proviene de
Dios” (v.18) si el hombre la acoge desde el libre ejercicio de su existencia (Baena, 2011:
714).

Dos condiciones se imponen por parte del ser humano: la sensibilidad a la contemplación de
todas las formas de existencia como creación de Dios y la “libertad” entre comillas para reconocer
esta verdad (Rahner, 2008: 48).

5. El concepto de “creación” en Romanos 8, 18-22


La carta de Pablo a los Romanos, es como el testamento teológico de Pablo en donde resume
gran parte de su reflexión e interpretación de la tradición religiosa judía. El motivo central de toda
la carta a los Romanos es el pensamiento paulino sobre su interpretación de la Revelación que está
en conformidad con las “Escrituras divinas”. En las Sagradas Escrituras judías, estaba testificada la
voz profética de las Promesas de Dios; de acuerdo con el contenido de la carta a los Romanos, esas
Pro mesas se cumplen en el Evangelio de Jesucristo.

En el origen del pensamiento reformista, Martín Lutero estudió los escritos paulinos pero la carta
a los Romanos suscitó en él profunda admiración: “Esta carta es la verdadera parte principal del
Nuevo Testamento y el Evangelio más puro. Es digna de que todo cristiano, no solo la sepa de
memoria palabra por palabra, sino también de que se ocupe en ella como su pan cotidiano del
alma” (Lutero, 2003: 11). De acuerdo con Lutero, Pablo comprendió de manera integral el mensaje
espiritual de Jesucristo y así lo quiso transmitir en la Carta a los Romanos.

Estudiar el texto de: Romanos 8, 18-22, ayuda a la comprensión del tema anterior de la
reconciliación, pues el carácter negativo que contrasta con la exposición del concepto “creación”
así lo evidencia (Santamaría, 2012: 239). Aunque sólo aparece el término “creación”, se percibe el
seguimiento conceptual con el tema de la nueva creaáón.

Soy consciente de que los sufrimientos del tiempo presente no se pueden comparar con la
gloria que se ha de manifestar en nosotros. Incluso la creación espera ansiosa y desea
vivamente el momento en que se revele nuestra condición de hijos de Dios. La creación, en
efecto, fue sometida a la caducidad, no espontáneamente, sino por voluntad de aquel que la
sometió; pero latía en ella la esperanza de verse liberada de la esclavitud de la corrupción
para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que
la creación entera viene gimiendo hasta el presente y sufriendo dolores de parto (Rm 8, 18-
22).

En el discurso sobre la vida del creyente cristiano por el poder del Espíritu, Pablo continúa con el
tema del sufrimiento contrastado con la esperanza futura de la felicidad y gloria. Pues al final de
estas ideas en Romanos 8, 35 dice: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la
angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada? Con estas
preguntas Pablo quiere decir que el sufrimiento del cristiano se relativiza.

Antes, expuso un discurso sobre el cuerpo y el Espíritu (Rm 7, ss) de cómo el cuerpo lleva a las
obras de la carne opuestas a las obras del Espíritu; las tendencias de la carne son muerte y llevan al
odio a Dios; esto causa sufrimiento, pero hay esperanza en la lucha entre la carne, el cuerpo y el
Espíritu. Después, vendrá la Gloria, se espera también el rescate del cuerpo (Rm 8, 23c) todo esto
por el amor de Dios (Rm 8, 39).

Después, retoma en su discurso nuevamente el tema del sufrimiento (Rm 9, 1ss) pero en sí
mismo, habla del dolor en su corazón: “siento una gran tristeza y un dolor incesante en el corazón”
(Rm 9, 2). El motivo del dolor para Pablo fue comprender y constatar que los gentiles, quienes no
buscaban la justicia han hallado la justificación: la justicia de la fe, mientras Israel, buscando una
ley de justicia, no llegó a cumplir la ley. Esto causó profunda tristeza en Pablo quien la reconoció.

Es posible imaginar que Pablo tuvo que doblegar su pensamiento y reconocer ante el Misterio de
Dios la causa de su mismo dolor escribiendo esto. ¿Por qué? porque comprueba la realidad de
incredulidad de muchos judíos quienes buscan su felicidad y realización no en la fe, sino en sus
obras, esto es: tropiezan también contra la piedra de tropiezo (1 Pe 2,7-8).

Este marco se repite en todo el v. 18: “soy consciente de que los sufrimientos del tiempo presente
no se pueden comparar con la gloria que se ha de manifestar en nosotros”. Aparece el tema de la
creación en v. 19; “Incluso la creación espera ansiosa y desea vivamente el momento en que se
revele nuestra condición de hijos de Dios”. La mentalidad judía en su mayoría tenía presente que la
tierra, el suelo había sido maldecido por parte Dios a causa de la desobediencia a sus leyes: “Al
hombre le dijo: ‘Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que yo te había
prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa: con fatiga saca rás de él el alimento todos los
días de tu vida’” (Gn 3, 17). En este relato de la creación del mundo y el ser humano, seguido del
relato de la caída, Dios maldice (condena) a la serpiente y a la tierra (suelo). Los seres humanos se
ven afectados por el orgullo y la desobediencia a Dios; la mujer como madre y esposa y el hombre
como trabajador, labrador del suelo o de la tierra.

La creación se halla en estado de caducidad, vanidad, corrupción, destrucción, sufrimiento,


gemidos. Es una imagen negativa en el pensamiento bíblico, pero la causa de todo este estado de
cosas fue la maldad del hombre: “Por eso, la tierra está en duelo, y se marchita cuanto en ella
habita, con las bestias del campo y las aves del cielo, y hasta los peces del mar desaparecen” (Os
4,3). Pablo señala que la causa del estado violento de la creación se dio “por voluntad de aquel que
la sometió” (v. 20) se refiere a Adán. Aunque algunos han interpretado que se refiere a Dios, tal
vez por la tradición de Gn 6,7; en la que Dios anuncia exterminar al ser humano que había creado
(Vidal, 1996: 432).

A pesar de la situación de pecado en la que no hay ni fidelidad, ni amor, ni conocimiento de


Dios; y en donde solo reinaban las mentiras, los asesinatos, los robos y la violencia; ya el profeta
Oseas había colocado el tema de la esperanza latente (Os 4, 2). El profeta describió la situación
actual de su pueblo contraria a la situación ideal que sería la del pueblo renovado: ¡la armonía entre
el hombre y la creación!: (Os 2, 20 25).

Pablo comprendió que la promesa de Dios se cumplió en Cristo. Pablo ya está experimentando la
gloriosa libertad de los justificados ante Dios. La tradición judía con enfoque apocalíptico espera la
inminente llegada del día del Señor, en que se manifestaba la ira de Dios (contra los injustificados).
Era una tradición fundamentada en la esperanza: “esperando y acelerando la venida del Día de
Dios, en el que los cielos, en llamas se disolverán, y los elementos abrazados se fundirán. Pero
esperamos según nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia
(2 Pe 3, 12-13)” (Santamaría, 2012: 240). Este mensaje apocalíptico claramente contenía
exigencias éticas para los judíos y ahora, de acuerdo con Pablo, para los cristianos, para quienes
además de tener la primicia de ver la llegada del Mesías participan de la gloria de ser hijos de Dios
(Vidal, 1996: 432).

También, la imagen de una mujer en el momento del trabajo de parto (v. 22) es una tradición no
sólo de dolor o sufrimiento sino de dichosa proyección, pues a pesar de los gritos y quejidos se
espera ver el nacimiento de una nueva vida (Vidal, 1996: 433). La contemplación del nuevo rostro
de la criatura; es una experiencia que emociona plenamente y glorifica la existencia; una nueva
vida, un nuevo ser empieza a surgir abierto a la esperanza.

En el mismo sentido, hay otros dos textos en que se ha fijado Jordi Sánchez en su estudio sobre
la teología de Pablo: Romanos 1, 18-20; en este texto, Pablo recuerda dos fundamentos teóricos:
Dios es el creador del cosmos, Ser que trasciende todo lo creado por medio de su palabra y hay
bondad en todas las cosas materiales: “las obras de la creación de Dios son como poemas obras
perfectamente elaboradas” (Sánchez, 2007: 60). En Romanos 4, 17; Pablo concibe el poder creador
de Dios a partir del fundamento del ser o ser absoluto pues, Dios da la vida a los muertos y llama a
la existencia lo que no existe: “Las consecuencias son importantísimas, porque aquella fuerza con
que Dios creó el mundo actúa en la resurrección de los muertos, y en la de Cristo, y en nuestra resu
rrección espiritual, llamada justificación (Rm 4, 24s)” (Sánchez, 2007: 60).

Finalmente, Pablo en la carta a los Romanos no habla de la nueva creación, pero sí de la creación
en cuanto es la obra de Dios. Dios con su poder misericordioso concede el don de la fe en su Hijo
Jesucristo y la fe en Él se confirma en el bautismo (Vidal, 1996: 415); también, símbolo de la
muerte al pecado y de un nuevo nacimiento o de una nueva vida.

Conclusión

Cuando Pablo utilizó los conceptos kaine ktisis traducidos como nueva creación, lo hizo para
sintetizar el tema de la salvación realizada por Dios en Jesús. Esta síntesis relaciona teológicamente
la historia de Pablo de Tarso con la historia de Jesús de Nazaret.

La teología de Pablo ha sido interpretada en sus cartas, entre ellas: Gálatas, Romanos y 2
Corintios, consultadas en este artículo. El motivo o la causa principal de Pablo de Tarso en estos
textos es el Evangelio de Jesucristo. También, se obtiene información fundamental sobre la activi
dad misionera de Pablo en función de este mismo Evangelio.

Pablo de Tarso demostró poseer una tradición teológica de la religión judía o del pueblo de
Israel, basada en la concepción de Dios Creador; tradición heredada en su pueblo por los profetas y
los maestros de la Ley. Dios tiene el poder de crear y Dios tiene el poder de volver a crear, es decir
de realizar una nueva creación. La idea de la nueva creación se originó en la comprensión por parte
de Pablo de la elección para la sal vación tanto de los circuncidados como de los no circuncidados.
Así, se efectuó el cumplimiento de las promesas de Dios hechas a los antepasa dos de Israel. Esta
es la conclusión en las disputas con los cristianos de Galacia.
Pablo confesó la divinidad de Jesús a partir del título de Mesías o Ungido y la identidad de los
cristianos la definió como una pertenencia comunitaria y adhesión mística al misterio pascual de
Jesús; así afirmó estar en Cristo. Esta es la novedad de la salvación para la comunidad cristiana en
Corinto; pues lo antiguo (viejo) equiparado con el pecado ha sido liberado por la fuerza del Espíritu
de Santidad que inspira una nueva manera de asumir la existencia reconciliados con Dios y siendo
dignos herederos de sus beneficios: caridad, fe, esperanza, vida y equidad.

La condición para alcanzar esta herencia dada por la gracia de Dios es reconocer que los trabajos
humanos, no hacen buenos ni justos ni a judíos ni a paganos, sino que la salvación de la corrupción
se da por el don del amor de Dios a toda su obra de la creación. Esta es la buena noticia para la
comunidad cristiana en Roma.

La teología paulina ayuda a comprender a todos los cristianos cómo puede ser posible la
realización y el cumplimiento de las palabras del profeta: “aquel día.. . alejaré de esta tierra el arco,
la espada y la guerra, y los haré reposar en seguro” (Os 2, 20). Es la divina armonía de toda la
creación por la nueva creación.

Referencias

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-Guijarro, S. (2011). La primera generación en Judea y Galilea. En R. Aguirre (Ed.), Así empegó el


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-Vouga, F. (2001). Los primeros pasos del cristianismo. Escritos, protagonistas, debates. Navarra: Verbo
Divino.

Notas de autor

* Profesor e investigador de teología bíblica en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana.


Bachiller Eclesiástico, Licenciado y Magíster en Teología de la Pontificia Universidad Javeriana. Ha publicado
el artículo “Aproxima ción teológica a 1Tes 1, 1-10” (2011), y el capítulo en libro publicado con Alejandro
Londoño: “Perspectiva a partir da Bíblia”, en Murad Alfonso (Org), Ecoteologia: um mosaico (2016).

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