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POEMA A TRIANA

Triana e Hispalis desde que se conocieron fueron inseparables. Se criaron en las

mejores escuelas y universidades: las escuelas de los tartessos, fenicios, iberos, romanos,

musulmanes, visigodos y por último la universidad cristiana. Recogieron la sabiduría de

occidente y oriente y al llegar a la madurez se desearon. Sin embargo, sus cuerpos estaban

separados por un barranco. Hispalis veía los encantos de su enamorada a través de un lado del

barranco: la coquetería y belleza de la iglesia de santa Ana, la pasión del castillo de san Jorge y

la alegría de la calle Betis. Triana lloraba versos de amor al ver a Hispalis desde el otro lado: la

grandiosidad de la torre del oro, la espiritualidad de la giralda, la sabiduría de las torres de la

plaza de España. Se veían a cada lado, separados por el precipicio, anhelándose y deseándose.

Hispalis le recitaba poemas de amor y Triana le cantaba su amor en flamenco jondo. Tal grande

era su amor y su desesperación por encontrarse que lloraron y lloraron mirándose el uno al

otro sin poder tocarse. Y de sus lágrimas, el barranco se llenó de agua, creándose el río

Guadalquivir. Desde entonces se han abrazado y fundido en el río en unión eterna. La belleza

de Triana está en la mirada de Hispalis y la belleza de Hispalis en la mirada de Triana. Hispalis

dejaría de ser hispalis sin Triana y Triana Triana sin Hispalis.

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