Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
FIG. 5.37. Roca en el tren presidencial inaugura el ferrocarril Sur a Neuquén, 1899 (Archivo
General de la Nación).
FIG. 5.40. Palacios dirige la palabra a los obreros: 1.° de mayo de 1909 (Archivo General de la
Nación).
La búsqueda de medios aptos para incorporar a los sectores que estaban fuera
del juego político (y que crecían a medida que afluía al país la inmigración
extranjera)[19] y comprometerlos con el sistema para que desempeñaran el papel
de oposición leal, desembocó en el proyecto de Roca y su ministro del Interior,
Joaquín V. González, de una nueva ley electoral. No obstante es necesario
advertir que tanto en 1902 como en 1910, se pensó básicamente en una apertura
«relativa» del juego. Es decir, existía la conciencia de que el grado de desarrollo
económico y cultural del país no correspondía ya al monolitismo exclusivista
basado en el enorme poder del Ejecutivo Nacional, y que una alternativa racional
era permitir el funcionamiento de una minoría opositora aunque integrada en el
sistema. Sin embargo, ni en las ideas originales de sus autores, ni en las
demandas reivindicativas de la oposición se tuvo conciencia real del problema.
[20] Sus resultados fueron, en 1912, totalmente distintos a los esperados.
En 1902 la forma de romper con ese monolitismo y abrir posibilidades para
otros grupos que no tuvieran el apoyo del gobierno, fue reemplazar la antigua
lista plural por distritos por un nuevo sistema que dividía las provincias y la
capital en tantas circunscripciones como diputados se debían elegir.[21] De ese
modo cada circunscripción elegía un solo diputado, lo que permitía suponer que
entre la mayoría oficialista podrían introducirse algunos elementos opositores.
La misma ley tenía ventajas evidentes sobre el sistema anterior: fijó los 18 años
como límite de edad para ejercer el voto, creó el padrón cívico permanente (lo
que ofrecía mayores garantías) y estableció el control de los sufragios por los
partidos políticos. Sin embargo, no concedió el voto secreto.[22] Tampoco se
accedió a establecer el padrón militar, porque esto ya importaba un riesgo mayor.
Las elecciones realizadas con la nueva ley mostraron, especialmente en la
Capital y la provincia de Buenos Aires, una cierta apertura. No ocurrió lo mismo
en las provincias, donde los gobernadores, dueños de las situaciones locales,
aseguraron prácticamente la totalidad de las bancas para el partido oficial.[23]
Para las elecciones de diputados y senadores de marzo de 1904, la Capital
Federal se dividió en veinte circunscripciones. Sobre 28 705 empadronados (hay
que tener en cuenta que la población de la capital en 1895 era de 663 854
habitantes y en 1914 de 1 575 814) en las elecciones de senadores del 6 de
marzo votaron 16 256 personas, y el Partido Autonomista Nacional ganó en 12
circunscripciones mientras que el Republicano, que dirigía Emilio Mitre se
impuso en cinco y los Autonomistas que seguían a Pellegrini en tres. Esto
permitió que el oficialismo eligiera como senador nacional a Benito Villanueva.
Para las elecciones de diputados, realizadas el 13 de ese mismo mes, la situación
cambió. En primer lugar, porque el número de votantes aumentó en las distintas
circunscripciones; y en segundo lugar, porque para enfrentar al oficialismo
triunfante se establecieron otras coaliciones políticas, como la de los
republicanos y socialistas, que dio el triunfo a Palacios en la cuarta
circunscripción gracias al voto mitrista emitido en retribución al apoyo que los
socialistas habían brindado a la candidatura de Emilio Mitre, en las anteriores
elecciones para senador. La Nación comentó así la famosa elección de la Boca:
«El partido Republicano, desde el primer momento de la elección, considerando
imposible obtener el triunfo contra los candidatos del oficialismo, se dispuso a
inclinar sus votos por el candidato socialista, el único en esta circunscripción que
reunía los elementos genuinamente populares, espontáneos. Efectivamente,
desde las 11 horas reservó sus votantes para decidir a última hora. A las 2 de la
tarde, los republicanos sufragaban por el doctor Palacios, quien desde ese
momento aseguró su triunfo en todos los comicios. El doctor Palacios haciendo
honor a la conducta de los republicanos se apersonó a la Comisión del Club y
manifestó su agradecimiento… A la hora designada por la ley se instalaron las
mesas y empezó desde luego el desfile de votantes, mientras que en los clubes
los electores esperaban turno para aproximarse a los comicios. Desde las
primeras horas, el triunfo se inclinó por el doctor Palacios, el cual recorría las
calles como hacían los otros candidatos (en un tranvía y un carro cedidos por los
republicanos) saludado por los aplausos de sus amigos. La elección siguió siendo
favorable para el doctor Palacios pero el triunfo se hizo decisivo cuando los
republicanos decidieron sufragar por él, correspondiendo a los votos que
depositaron sus amigos el domingo anterior por el ingeniero Emilio Mitre
(candidato a senador por los republicanos). El triunfo quedaba así
completamente definido y contribuyeron aún a reforzarlo algunos radicales
intransigentes, pues había en el ambiente un deseo manifiesto de que no salieran
vencedores los candidatos del PAN».[24]
FIG. 5.41. Palacios encabeza una manifestación patriótica, 9 de julio de 1916 (Archivo General
de la Nación).
Sin duda, dentro de las reglas del juego del sistema, Pellegrini era el
candidato «cantado» a la sucesión de Roca a quien, por otra parte había ayudado
a obtener por segunda vez la investidura presidencial. Sin embargo, tras la
ruptura con motivo del problema de la deuda externa, Roca estaba decidido a
cerrarle el camino a la presidencia. Para ello, y sospechando de la influencia de
Pellegrini sobre el partido oficialista recientemente dividido, ensayó una nueva
alternativa: una Convención de Notables con la que cubrió con una aureola de
respetabilidad el propósito no demasiado encubierto de controlar la decisión de
los electores. Cuando el otro candidato, Marco Avellaneda, descubrió que se
había lanzado equivocadamente a la competencia presidencial, ya era demasiado
tarde. La Convención (a la que no asistieron muchos que no quisieron ser
instrumentos del juego roquista, entre otros, Pellegrini, Cárcano y Sáenz Peña)
[25] eligió candidato a la presidencia a Manuel Quintana, promovido por Ugarte,
gobernador de la provincia de Buenos Aires, y aprobado por diferentes razones
por Roca.[26]
La especial situación de fluidez provocada por la sucesión presidencial fue
también un llamado a los radicales, recientemente organizados —29 de febrero
de 1904— quienes se lanzaron a un nuevo intento revolucionario. En Córdoba
los revolucionarios cobraron su más importante presa —el vicepresidente
Figueroa— con la que una vez derrotados trataron de presionar al gobierno.[27]
La revolución fue el segundo movimiento radical frustrado en poco más de
una década. Esta vez la había derrotado quien encabezó la famosa represión del
93: Manuel Quintana. Aunque el propósito de Roca fuera que Quintana, carente
de apoyo propio, concluyera sometiéndose a él (como máxima autoridad del
partido de gobierno) y eventualmente resignara su puesto en una figura de su
confianza, el presidente trató prontamente de emanciparse de tan pesada y
peligrosa tutela, formando un gabinete independiente con el apoyo del fuerte
gobernador de la provincia de Buenos Aires.
Al tiempo que declinaba la influencia de Roca, crecía la de Pellegrini, quien
en otra maniobra de ingenio político, reunió una poderosa coalición de
autonomistas y republicanos que derrotó a los partidos unidos del gobernador
Ugarte en las elecciones del 11 de marzo de 1906, restando al gobierno su
principal base de apoyo.
Tras la muerte de Quintana asumió la presidencia Figueroa Alcorta, quien
ensayó una nueva apertura al pellegrinismo mientras una ley de amnistía
modificaba la rígida actitud de su predecesor e intentaba una conciliación con la
oposición radical.
La repentina muerte de Pellegrini frustró la posibilidad de este nuevo ensayo
del que era principal artífice. Roca, que por entonces recibía en Europa vivas
muestras de reconocimiento, pensó que, sin Pellegrini, Figueroa debía caer
necesariamente en sus manos y regresó a Buenos Aires. Entretanto el presidente
enfrentaba serias dificultades que se hicieron más graves cuando después de la
intervención a Corrientes rompió con el Partido Republicano (18 de setiembre de
1907). Al extinguirse la coalición que había construido Pellegrini y al quedar en
minoría en el Congreso, Figueroa intentó otra salida. Usando del poder del
gobierno federal organizó un nuevo Partido Unión Nacional. En la provincia de
Buenos Aires quebró la influencia de Ugarte por medio del gobernador Irigoyen,
quien no sólo disolvió los partidos Unidos sino que organizó un Nuevo Partido
Conservador que apoyó al presidente. En Córdoba, el bastión de Roca, la
intervención federal terminó con el período del roquista Ortiz y Herrera, dejando
el camino abierto a los amigos del presidente organizados en la Unión
Provincial.[28] Enfrentado a una dura oposición, Figueroa no vaciló en clausurar
el Congreso, que había sido citado por el Ejecutivo a sesiones extraordinarias
para tratar el presupuesto y que se negaba a darle aprobación legislativa.
En las elecciones de diputados nacionales de 1908, a pesar de su aislamiento,
el gobierno obtuvo importantes ventajas que dejaron a Figueroa en una posición
más cómoda para gobernar. Hacia el final del período, la declinación de la
influencia de Roca y la frustrada carrera presidencial de Ugarte, dejaron a
Figueroa con las manos libres para ordenar su sucesión. A pesar de los elementos
particularistas que prevalecían en la política argentina, Figueroa debía buscar a
alguien que tuviera posibilidades reales dentro de los estrechos círculos
dominantes. Aunque según parece el nombre de Sáenz Peña —cuya candidatura
había frustrado Roca en el 92— ya había sido pensado por el presidente, no debe
descartarse que en la base de su elección se haya reelaborado una coalición de
antiguos grupos cordobeses (juaristas) con algunos grupos pellegrinistas de la
provincia de Buenos Aires.[29] Muerto Emilio Mitre, los republicanos
presentaron como candidato al ex gobernador de la provincia de Buenos Aires,
Guillermo Udaondo, quien no tuvo ninguna posibilidad de ser elegido.
Figueroa logró terminar su período tras presidir las ceremonias de
conmemoración del Centenario. Sáenz Peña que le sucedió en una época de
creciente prosperidad iba a lanzar un ensayo político de proporciones.