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Universidad Libre Seccional Pereira

Facultad de derecho
Programa de derecho
Área de fundamentación científica e investigativa
Asignatura: Epistemología de la investigación jurídica y socio jurídica
Profesor: Julián Osorio Valencia
Grupo: 2-06
Febrero, marzo y abril de 2018

LA GÉNESIS DEL LIBERALISMO Y DEL CONCEPTO “ESTADO LIBERAL DE DERECHO”

“Los partidos políticos han nacido; se ha dado


forma al sistema de gabinete; el rey está por debajo y
no por encima de la ley. La posibilidad de la riqueza
se ha movido definitivamente del campo a la ciudad.
El próspero comerciante ya no es el suplicante de
los favores del monarca; se da cuenta de que
el trono atenderá sus intereses a la menor indicación.
Inglaterra, en el siglo XVII,
es el triunfo de la virtud burguesa”.
Harold Laski1.

Introducción

La impronta puritana o no conformista, como expresión del calvinismo, en


Inglaterra y Escocia, tuvo un papel decisivo en la génesis del liberalismo. En esa época la
política estuvo estrechamente vinculada con la religión. A la postura oficial del rey como
Jefe Supremo de la Iglesia Anglicana se opusieron los puritanos, con todo lo que ello
implicaba en un contexto de censura e intolerancia. Los puritanos no fueron un grupo
homogéneo ni monolítico. Estaban atomizados en varios grupos (presbiterianos,
independientes o disidentes, baptistas, anabaptistas y cuáqueros). Los presbiterianos
fueron partidarios de la sumisión de la iglesia al Estado, y los independientes, de marcada
orientación individualista, a partir de sus postulados sobre la libre interpretación de las
sagradas escrituras, sin formalismos, ritos ni estructuras jerárquicas episcopales, tuvieron
el respaldo de los pequeños propietarios rurales, los artesanos y comerciantes. Estos
últimos cumplieron un decisivo papel dentro del movimiento de Oliver Cromwell, quien
obtuvo el triunfo en la guerra civil (1618-1648) o guerra de los 30 años, a nombre del
Parlamento2.

1
Harold Laski, El liberalismo europeo, trad. de Victoriano Miguélez, México, Fondo de Cultura Económica,
1981, p. 76.
2
Por lo que toca al Parlamento inglés, interesa observar que la estructura bicameral data del año 1341,
cuando la nobleza y el clero fueron convocados para integrar la Cámara Alta y los burgueses y caballeros
para integrar la Cámara Baja. Para el siglo XVI, la primera recibió el nombre de Cámara de los Lores y la
segunda Cámara de los Comunes. La Cámara de los Lores tiene dos clases de miembros: lores espirituales (el
En este contexto nos interesa la historia de la Inglaterra del siglo XVII, que tiene
que ver con el creciente poder del parlamento en contraste con el correlativo
debilitamiento del poder real. Se trató de un fenómeno político que se aprecia en el
tránsito de un Parlamento, convocado por decisión unilateral del monarca, a un cuerpo
legislativo y de control, capaz de reunirse por derecho propio y con vocación de
permanencia.
En lo económico, este siglo se caracterizó porque la corriente mercantilista que se
extendió en Europa, estuvo al servicio del absolutismo (España, Francia y Alemania),
mientras que en Inglaterra sus aires no tuvieron el mismo sentido ni el mismo alcance. En
efecto, la impronta individualista puritana se hizo extensiva a las Actas de Navegación, de
mitad del siglo XVII, en cuya expedición y génesis fue definitivo el papel de Oliver
Cromwell. En estas actas se prohibió el comercio con las colonias inglesas con el concurso
de barcos de bandera extranjera y se centralizó, en la metrópoli, todo lo atinente a las
políticas económicas e industriales de las colonias. Estas medidas fortalecieron el poderío
naviero de Inglaterra, desplazando a Holanda en su papel de líder de la navegación y el
comercio.
La armonía del credo individualista puritano con las aspiraciones de los burgueses
halló su origen en el individualismo. El puritanismo, con su crítica a la hipocresía de los
ritos episcopales y a las personificaciones de toda clase de vejámenes contra su profesión
de fe y sus valores, por las jerarquías políticas y eclesiásticas, apeló al papel que debe
asumir el individuo, desde su interior y en la vida cotidiana, para procurar la salvación y
exaltó el trabajo y el aprovechamiento del tiempo como pautas fundamentales de la
moral y la vida ética.
Desde este horizonte de sentido se concretó la crisis de una tradición
parlamentaria al servicio de los monarcas para dar paso a lo que se conoce como el
Parlamento Modelo, en el cual tomó cuerpo la premisa según la cual “lo que a todos
afecta debe ser aprobado por todos”. Proposición que llevó al correlativo debilitamiento
del poder real, en un escenario de enfrentamiento permanente de los monarcas con el
Parlamento. En 1625, con la muerte de Jacobo I y el advenimiento de su hijo Carlos I, de
tendencia absolutista; este, comprometido con costosos enfrentamientos con España, y
ante la negativa de ayuda o respaldo mediante la creación de tributos para la guerra,
siguió el legado de su padre, y creó impuestos sin mediar el voto parlamentario, a pesar
de estar plenamente consolidada la costumbre de convocar el Parlamento, integrado por
representantes de la nobleza, el clero y las ciudades, con miras a obtener su
consentimiento para recaudar impuestos.
Esta crisis de autoridad entre la monarquía y el Parlamento permitió que tomara
cuerpo la apropiación del evangelio puritano (opuesto a la jerarquía episcopal) en la
génesis del ideario liberal, según los planteamientos de Theodore de Beze, discípulo de
Calvino:
Yo digo, pues, que los pueblos no surgen de las autoridades, y que los
pueblos, a los que les ha correspondido dejarse gobernar por un príncipe
o por alguno de los señores elegidos, son más antiguos que sus
autoridades y, por consiguiente, no son creados por sus autoridades,
clero) y lores temporales (los nobles).
sino al contrario: los magistrados son creados para el pueblo, como el
tutor para el pupilo y no el pupilo para el tutor, y el pastor para el
rebaño y no el rebaño para el pastor.3
Este planteamiento prohijador de cosmovisiones de estructuras “de abajo hacia
arriba” se proyecta en el constitucionalismo liberal de Europa y América. El
reconocimiento del individuo en el que hacer cotidiano o en la actividad política tomado
del puritanismo, reclamo de sus fieles una decidida vocación al trabajo y una vida de
valores y virtudes orientada por la honestidad y el orden, en contraste con los excesos de
la realeza y el episcopado.
La propiedad, entendida en el amplio sentido de la individualidad, de la persona
como tal y no solo de sus bienes, en el ámbito de la vida activa y del trabajo, como
dictados de la moral, pasó a ser, bajo su égida, el gran paradigma de la vida social. Y el
radio de acción de su prédica, el espacio natural para la defensa de sus principios, no
podía ser otro que el parlamento.
La tesis luterana y calvinista sobre la naturaleza corrupta del hombre, derivada de
la caída de Adán, fue acogida por los puritanos en Europa y América, en el ámbito
político, para estructurar el ejercicio del poder mediante separación en ramas, en un
contexto de pesos y contra pesos, (propuesto por Locke en su segundo ensayo sobre el
gobierno civil)

Filmer, uno de los apologistas del absolutismo

Para Filmer, el rey es como el padre de familia. Asume el poder porque la


providencia divina así lo ha dispuesto y no por una suerte de elección voluntaria hecha por
los hijos; debe ser obedecido como los padres lo son en la familia, y no puede ser
defenestrado ni depuesto como no puede serlo el padre por los hijos, según el orden
natural de las cosas.
No es el pueblo a quien corresponde decidir sobre el monarca sencillamente
porque el rey ha de obrar naturalmente como soberano y el pueblo como súbdito. En
apoyo de esta aseveración, Filmer, observa “no veo como los hijos de Adán o de cualquier
otro hombre pueden estar libres de la sujeción a sus padres. Y esta sujeción de los hijos es
la fuente de toda autoridad real, por decreto de Dios mismo; de lo que se deduce que el
poder civil es de institución divina, no solo en general, si no en lo relativo de su asignación
especifica a los primeros padres”(p. 49).
“Si comparamos los derechos naturales de un padre con los de un rey vemos que
son los mismos, y no encontramos más diferencia entre ellos que la latitud o la extensión;
como el padre sobre una familia, cuida el rey, como el padre de muchas, de preservar,
alimentar, vestir, instruir y defender a toda la republica” (p. 57). De ahí que la explicación
del poder a partir de contrato político no tenga respaldo alguno.
Apoyándose en Filmer el rey Jacobo I exaltaba el poder real así: “antes de que
hubiera Estado había reyes; de donde se sigue que los reyes son quienes han hecho las
leyes y no las leyes quienes han hecho las reyes. Es evidente que el rey es el dueño de
3
Apartes transcritos por Joaquín Abellán en “La reforma protestante”, en historia de la teoría política,
Madrid, Alisa Editorial, 1995, pag 1995
todo los bienes. Su derecho viene de Dios y solo a él le ha de rendir cuentas. Todos los
poderes del Estado derivan de su poder y todos le deben las más completa obediencia” 4.
En línea con Jacobo I, años más tarde, Luis XIV de Francia, el Rey Sol, el prototipo
de los monarcas absolutos, afirmó:
“Es solo en mi persona donde reside el poder soberano, cuyo carácter
propio es el espíritu de consejo, de justicia y de razón; es a mí a quien
deben mis cortesanos sus existencia y su autoridad; la plenitud de su
autoridad que ellos no ejercen más que en mi y no pueden volverse
nunca contra mi; sólo a mi pertenece el poder legislativo sin dependencia
y sin división, es por mi autoridad que los oficiales de mi corte proceden
no a la formación sino al registro, a la publicación y a la ejecución de la
ley”5.

El Estado leviatán de Thomas Hobbes

Thomas Hobbes (1588-1679) es uno de los grandes gestores de la filosofía política


moderna junto a Maquiavelo. Leviatán es un texto filosófico político cuya idea dominante
está constituida por la paz, el orden y la organización que ha de imperar en la sociedad
para descartar las guerras civiles y garantizar la prosperidad y la seguridad.
El ilustre filósofo y pensador inglés inicia considerando el hombre en su
individualidad, con sus pasiones, valores y defectos, y aborda la razón como eje de sus
actuaciones. El estado natural de guerra de todos contra todos, a su parecer, ha
conducido y debe conducir a la humanidad a un pacto de renuncia, fruto del cual todos los
asociados se sometan al poder del Estado en aras de impedir que su disposición individual
al conflicto se traduzca en guerras, enfrentamientos y quebrantamientos de los derechos
particulares y colectivos. Un pacto en virtud del cual todos se comprometan a obedecer al
Estado, renuncian a cualquier posibilidad de deponer al gobernante y, en últimas, limitan
voluntaria y definitivamente sus arbitrios y libertades individuales en aras de construir la
paz.
La propuesta de Hobbes no corresponde propiamente a la exaltación de un
monarca providencial ni de derecho divino. De hecho, el más grande aporte de su
reflexión filosófico política radica en haber superado para siempre la fundamentación
divina del poder del monarca para afirmar y demostrar que es la razón humana, el origen
y la explicación de la política y del Estado.
Lejos esta del pensamiento Hobbesiano proponer una sola y única forma de
gobierno alrededor del poder absoluto de un monarca de derecho divino:
“Así parece bien claro mi entendimiento… que el poder soberano, ya
radique en un hombre, como en la monarquía, o en una asamblea de
hombres, como en los gobiernos populares o aristocráticos, es tan
grande como los hombres son capaces de hacerlo. Y aunque respecto a
tan ilimitado poder, los hombres pueden imaginar muchas
4
Jacobo I Estuardo, La verdadera ley de las monarquías libres. Citado En: Principios políticos de la soberanía
popular, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1965.
5
Luis XIV, Apartes del discurso leído en la sesión del parlamento del país el 30 de marzo 1766
desfavorables consecuencias, las consecuencias de la falta de él, que es
la guerra perpetua de cada hombre contra su vecino son mucho peores.
La condición del hombre en esta vida nunca estará desprovista de
inconvenientes; ahora bien, en ningún gobierno existe ningún otro
inconveniente de monta, sino el que procede de la desobediencia de los
súbditos, y del quebrantamiento de aquellos pactos, sobre los que
descansa la esencia del Estado”6
Hobbes aludió a tres posibles formas de gobierno como expresión concreta del
Estado: La monarquía, la aristocracia y democracia. Y respecto de cada una de ellas, más
allá del hecho de que sean evidentes sus preferencias por la monarquía, lo que interesa es
que impere un poder absoluto, y no limitado, a partir de la obediencia pasiva. Se trata de
un absolutismo de Estado y no de un absolutismo monárquico. Por eso no duda al decir:
“El único camino para erigir semejante poder común… es conferir todo
su poder y fortaleza a un solo hombre o a una asamblea de hombres,
todos los cuales, por pluralidad de votos puedan reducir sus voluntades
a una voluntad… esto es algo más que consentimiento o concordia; es
una unidad real de todo ello en una misma persona, instituida por pacto
de cada hombre con los demás, en forma tal como si cada uno dijera a
todos: Autorizo y transfiero a este hombre o asamblea de hombres mi
derecho de gobernarme a mí mismo, con las condición de que vosotros
transferiréis a él vuestro derecho y autorizaréis todos sus actos de la
misma manera”7.
El poder al que alude Hobbes es absoluto e indivisible. En su filosofía se encuentran
las bases fundamentales del racionalismo individualista y del método deductivo al servicio
de la política. Pero no se concibe la separación en ramas del poder público, a diferencia de
lo que ocurrirá con Locke y Montesquieu. Para el autor de Leviatán esta división es
inamisible: “dividir el poder de un Estado no es otra cosa que disolverlo, porque los
poderes divididos se destruyen mutuamente uno a otro” (p. 325)
Y así lo reitera al aludir al régimen mixto o gobierno mixto: “en el reino de Dios
puede haber tres personas independientes sin quebrantamiento de la unidad en el Dios
que reina; pero donde reinan los hombres, esto se halla sujeto a diversidad de opiniones,
y no puede subsistir así. Por consiguiente, si el rey representa la persona del pueblo, y la
asamblea general también la representa, y otra asamblea representa la persona de otra
parte del pueblo, no existe en realidad una persona y un soberano, sino tres personas y
tres soberanos distintos”.
De esta breve referencia a Hobbes puede afirmarse que Leviatán no fue, a
diferencia del Patriarca de Filmer una defensa del monarca absoluto de derecho divino. Su
texto fue condenado en la universidad Oxford e incinerado públicamente tras su
cuestionamiento como ateo y revolucionario. La verdad es que esa monumental obra de
la filosofía política trasciende el simple alcance de apología de los monarcas. Y por otra

6
Thomas Hobbes, Leviatán, Trad. Sánchez Sarto, Madrid, 1983, p. 213.
7
Ibíd. p. 179
parte no entraña ningún catecismo revolucionario, porque si en algo insiste, de principio a
fin es en la obediencia pasiva y la proscripción del derecho de resistencia.

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