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FUNCIÓN DE LA CORTEZA PREFRONTAL.

La corteza prefrontal (CPF) tiene una zona orbitofrontal (OF), una ventromedial (VM) y
otra dorsolateral (DL).
Se conecta con la amígdala, el NA, el estriado dorsal, el hipocampo y el hipotálamo. Recibe
proyecciones dopaminérgicas del ATV y del NA. Proporciona el sustrato neuronal para las
funciones de organizar el pensamiento y la acción, definir objetivos, asignarles un valor
según los intereses y motivaciones y finalmente, para seleccionar una conducta y los
medios para conseguir los objetivos, inhibe conductas no deseadas y maladaptativas.
La corteza orbitofronta OF es el sustrato que hace posible el procesamiento consciente
del aprendizaje, la toma de decisiones y de la conducta impulsiva. Se ha propuesto como
un efecto del consumo de sustancias el deterioro de la capacidad funcional de la corteza
prefrontal.
Su disfunción produce cambios de personalidad con conductas irresponsables y
persistencia en conductas autodestructivas. Los adictos por tal disfunción tienen dificultad
para tomar decisiones ventajosas para ellos mismos y en inhibir respuestas y actos no
deseados.[5]
Estímulos condicionados ambientales (encontrarse con compañero de consumo, pasar por
el sitio donde consume), discretos (un olor, un sonido, una luz) o internos (estrés o un
determinado estado emocional) previamente asociados con el consumo, pueden
desencadenar en pacientes adictos el deseo de consumo y respuestas emocionales que
provocan las recaídas tanto en períodos de consumo activo como en períodos de
abstinencia.
Aparentemente, los sistemas dopaminérgico y glutamatérgico están relacionados con el
condicionamiento de estímulos relacionados con el consumo. Conexiones de la CPF y la
amígdala con la región core del NA, son cruciales en el establecimiento de conexiones
estímulo recompensa.
FACTORES GENÉTICOS.
Sumados a factores ambientales influyen en la vulnerabilidad al desarrollo de la adicción a
sustancias. Esta vulnerabilidad genética, como en muchas otras enfermedades, cuenta con
la contribución de múltiples genes y variantes genéticas. Se propone para algunas
sustancias como alcohol, heroína y cocaína, una disminución genéticamente determinada
de la densidad de receptores dopaminéricos D2 en el estriado lo que implica una
hipofuncionalidad de este sistema que implicaría la expresión de un estado de malestar
que induciría al consumo como forma de compensar este déficit de recompensa
genéticamente establecido.
La impulsividad, aspecto relevante en la conducta adictiva, también se relaciona con la
influencia de factores genéticos.
FACTORES FAMILIARES. Si un individuo desde temprana edad vive en una familia en la
cual el consumo de alcohol u otras sustancias es ingrediente primordial para socializar,
divertirse y enfrentar dificultades, muy probablemente aprenderá tal conducta y la
repetirá.
La familia también puede contribuir a inicio y mantenimiento del consumo de sustancias
cuando el ambiente en que se vive es conflictivo. Tal situación aumenta más la posibilidad
que un integrante de ésta recurra al uso de sustancias como alternativa para evadirse de
este ambiente poco propicio.
COADICCIÓN O CODEPENDENCIA. Son las actitudes o conductas asumidas por una o más
personas cercanas al consumidor y responsables del mantenimiento de un trastorno
adictivo. Si bien no es un factor causal es un factor perpetuador del consumo de
sustancias y otras conductas inadecuadas.
Familiares cercanos al consumidor son quienes con más frecuencia asumen este papel de
coadictos o codependientes. También se identifica coadicción en el medio laboral o
académico. Son ejemplos de coadicción, resolver al paciente dificultades económicas
generadas por el consumo de sustancias, no delegar ninguna responsabilidad del
funcionamiento familiar, encubrir las ausencias no justificadas del consumidor a sus
actividades laborales o académicas y no sancionar a un trabajador o estudiante cuando
acude a su sitio de labor o estudio bajo el efecto de sustancias.
Con mucha frecuencia los coadictos niegan esta condición o son renuentes a modificar
estas conductas. Factores sociales y culturales. El medio social también influye sobre la
conducta de consumo en un individuo susceptible.
Similar a lo que ocurre en la familia, el entorno social o cultural del individuo induce a
consumir sustancias como alternativa de diversión y enfrentamiento de dificultades.
Malas condiciones económicas, ambientes muy estresantes, situaciones de violencia y
conflicto pueden también contribuir a que quien padezca tales situaciones opte por iniciar
o incrementar el consumo de sustancias. Al momento de considerar un tratamiento, es
importante destacar que independiente de los factores etiológicos identificados en el
proceso de evaluación, es una responsabilidad primordial del paciente, resolver su
trastorno por uso de sustancias y hacer los esfuerzos pertinentes para dar el mejor
manejo a la situación.

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