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SOCIOLOGÍA MÉDICA
Existe una gradación de estos tres conceptos (ética, deontología, ley) según su
nivel de exigencia. La ley establece unos mínimos que se deben cumplir para
convivir en sociedad
Para ver el avance de la ética en la práctica médica nada mejor que comprobar
como algunas prácticas médicas habituales hace décadas nos parecerían
aberrantes hoy día. Buena muestra de ello es la lobotomía, una operación en la
que los médicos rompen conexiones en el cerebro de los pacientes para tratar
afecciones como la depresión y la esquizofrenia. En el apogeo de la práctica de la
lobotomía en la década de 1940, antes de los avances en la atención de la salud
mental, este procedimiento era poco cuestionado dentro de la comunidad médica
e incluso consiguió un Premio Nobel en 1949.
MARCO TEÓRICO
La idea de una ética médica existe desde los tiempos precristianos en que el
griego Hipócrates, nacido en el año 460 antes de Cristo, habló de los deberes
éticos de los médicos y los plasmó en lo que se conoce como el juramento
hipocrático. Es un juramento en que los médicos se comprometen a actuar ética y
honestamente con sus pacientes. A Hipócrates se le considera padre de la
medicina ya que fue el primero en hacer ver que las enfermedades tenían causas
naturales no causadas por dioses o espíritus malignos.
En 1815, el parlamento inglés propone la primera ley que exige una enseñanza
formal de medicina y plantea una reglamentación ética de la profesión médica. En
1847, la American Medical Association adopta su primer código ético que se
inspira en la ética médica católica, pero que sufre cambios y reconfiguraciones en
el siglo 20 (décadas 60 y 70) utilizando un enfoque más liberal. A partir de
entonces, la ética tiene una importancia creciente en la medicina contemporánea
lo cual ha llevado a la creación de comités de ética institucionales que se
encargan de evaluar y vigilar cualquier experimento en que participan seres
humanos.
En el siglo V, el médico persa Ishaq ibn Ali al-Ruhawi escribe el primer código de
ética médica conocido como "Ética práctica del médico" o "Deontología médica
práctica" basado en los trabajos de Hipócrates, Galeno y Muhmmad ibn Zakariya
ar-Razi médico, filósofo y erudito que escribió "La conducta del médico".
Maimónides, médico y pensador judío, nacido en Córdova, España, y que ejerció
en Egipto, escribe el "Código de Maimónides" que es reconocido por muchos
como lo más cercano al ideal de la profesión médica.
En 1815, en Inglaterra se dicta la primera ley que exige una enseñanza formal de
medicina y plantea una reglamentación ética de la profesión médica. En 1846, en
los Estados Unidos de Norteamérica se funda la American Medical Association
(AMA), que en 1847, publica el primer código ético, que luego se perfecciona en el
siglo XX, con un enfoque más liberal en su estructura. A partir de entonces, la
ética tiene una importancia creciente en la medicina contemporánea, establece
como deber primario del médico atender el llamado del enfermo y darle asistencia
profesional óptima, guardar discreción y atender los casos difíciles. Además,
enumera una lista de los deberes del paciente, establece la prohibición al médico
de publicidad, al uso de pócimas secretas y de patentes de medicamentos o
instrumentos quirúrgicos, señala el servicio gratuito al colega, la práctica exclusiva
de medicina científica y la exclusión de charlatanes. No se puede negar el influjo
en la medicina de esa época de los cambios sociales, dentro de un ambiente de
libertad, imaginación, independencia y antropocentrismo que produjeron las
revolucione francesa y americana.
A finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX en el mundo, los descubrimientos
científicos y la medicina tecnológica fueron espectaculares y revolucionaron los
métodos diagnósticos y de tratamiento. Aparecieron con el carácter positivista de
la influencia de Auguste Comte y estuvieron orientados, fundamentalmente, a la
explotación de la ciencia, y soslayaban de alguna manera los aspectos de la ética
y la filosofía que habían servido de base a la ciencia y a la medicina tradicional.
Para analizar los preceptos morales, que han sustentado la práctica médica, es
necesario hacer referencia a la filosofía aristotélica. La ética clásica no indagó en
las cuestiones propias de la profesión médica, sin embargo su tutela se vio
reflejada en las normas morales recogidas en el corpus hipocrático.
Esta última causa propició que en 1974, el gobierno de los Estados Unidos
constituyera una Comisión Nacional para el estudio de las cuestiones éticas
relacionadas con la investigación médica en sujetos humanos. Su resultado fue la
elaboración de un documento que vio la luz cinco años después y que se conoció
como el informe Belmont. Este documento es en la actualidad un referente ético
para la investigación médica. La Comisión señaló tres principios relevantes para la
investigación sobre sujetos humanos: el respeto de las personas, la beneficencia y
la justicia. El informe Belmont concluye con las condiciones para la aplicación de
estos principios: El consentimiento informado, la ponderación de riesgo/beneficio
de la experimentación y el criterio de justicia colectiva e individual para la
selección de los participantes en la experimentación.
• Se niega que haya una verdad única, la verdad es solo una apariencia.
• Las palabras tienen diferentes significados según la concepción del que las
utiliza.
•
La ética como forma de conciencia social, se expresa en las más variadas
dimensiones de la actividad del hombre, dentro de las éticas profesionales,
enmarcamos la ética médica, admitida también como Bioética.
Las facilidades y la acción que emanan de estos profesionales deben hacerse con
toda justicia, debido a que todos los seres humanos tienen los mismos derechos a
una atención esmerada, a una salud oportuna y de la misma calidad para todos y
todas.
Desde tiempos pretéritos, la ética médica considera uno de los crímenes más
graves la ejecución de experimentos riesgosos con las personas (lo que, por
ejemplo, era ampliamente ejecutado por los “médicos” fascistas). En
contraposición, la medicina conoce de muchos casos cuando el médico ha
probado un nuevo preparado en sí mismo, poniendo en peligro su vida pero no la
vida del enfermo.
¿Qué son y para qué sirven los principios? Si todo argumento necesita de
premisas, la ética médica requiere de principios, indican algo que debe hacerse,
una conducta apropiada y valiosa que hay que adoptar: principios como razones
para la acción.
Los principios son un tipo de normas. Tienen carácter general y, sobre todo,
marcan el límite más allá del cual no se puede ir: “dibujan la línea”. Establecen qué
está dentro de lo aceptable y, muy importante, qué ha de quedar fuera (“nunca
más…”)
Las normas siempre prescriben o prohíben algo, pudiendo ser de dos tipos,
principios y reglas. La diferencia consiste en qué aquellos prescriben en términos
generales; indican algo que hay que realizar, según distintos grados. No son
definitivos, por tanto, sino “mandatos óptimos”.
Humanismo
Es el amor hacia los seres humanos, y la preocupación por el desarrollo pleno de
todos sobre la base de la justicia.
Humildad
Honestidad
Responsabilidad
Profesionalidad
Solidaridad
Sin embargo, se podría replicar que el argumento es poco convincente por cuanto
presume, sin justificación, una valoración del sistema público por sobre el privado
de salud. Después de todo, la migración de médicos al sector privado no tendría
por qué ser negativa per se, cabiendo la posibilidad de que la privatización de los
servicios sanitarios tenga resultados favorables para la población general, como
según algunos sería el caso tras la privatización de otros servicios públicos.
La ética médica juzga los actos médicos con base en cuatro principios
fundamentales: no maleficencia, beneficencia, autonomía y justicia. Los actos de
los médicos y otros profesionales de la salud deben guiarse por estos principios.
El principio de no maleficencia es considerado el más importante, y significa que
cualquier acto médico debe pretender en primer lugar no hacer daño alguno, de
manera directa o indirecta. Con frecuencia se hace referencia a este principio con
su versión en latín, primum non nocere, que significa literalmente primero no
dañar.
El principio de beneficencia está cercanamente relacionado, y se refiere a que los
actos médicos deben tener la intención de producir un beneficio para la persona
en quien se realiza el acto. Estos dos principios pueden ejemplificarse con
cualquier tratamiento médico, como un medicamento o una cirugía. Cuando un
médico prescribe un tratamiento debe tener dos intenciones en mente: en primer
lugar, no hacerle daño, y en segundo lugar, beneficiarlo. Esto puede parecer obvio
y repetitivo, pero la diferencia entre no dañar y mejorar es importante. Todos los
tratamientos médicos tienen efectos adversos o dañinos, incluso pueden resultar
fatales y la mayoría de las veces no puede saberse con seguridad si el efecto
adverso ocurrirá o no. De ahí que es necesario asegurar que la intención de
indicar un tratamiento no es producir un efecto adverso, sino por el contrario, darle
un beneficio al paciente. Cuando un médico considera los potenciales beneficios y
los potenciales efectos adversos de un tratamiento, está haciendo un análisis de
riesgo/beneficio, y en la decisión final de prescribir o no un tratamiento se rige por
los principios de no maleficencia y beneficencia simultáneamente.
El principio de autonomía alude al derecho del paciente de decidir por sí mismo
sobre los actos que se practicarán en su propio cuerpo y que afectarán de manera
directa o indirecta su salud, su integridad y su vida. El ejemplo máximo del respeto
a la autonomía del paciente es el consentimiento informado, que significa que es
necesario que el paciente otorgue su permiso para que cualquier acto médico sea
practicado en su persona. La razón para esto es que todo acto médico puede
tener efectos indeseables e impredecibles, y el paciente debe entender que al
aceptar un acto médico está corriendo un riesgo razonable con la expectativa de
obtener un beneficio. No obstante, para que un paciente pueda autorizar un acto
médico, debe contar con la información suficiente y necesaria, en términos que le
sean claramente entendibles; por eso se llama consentimiento informado. Otro
ejemplo del respeto al principio de autonomía es la toma de decisiones conjunta, y
no significa que el paciente decida de manera absoluta, sino que la decisión final
es el resultado de un diálogo entre médico y paciente en el que el primero actúa
como orientador y facilitador, y el segundo aporta sus deseos, valores y
expectativas. Un ejemplo más en el que el principio de autonomía juega un papel
central es el secreto profesional. Toda la información que un paciente comparte
con su médico es estrictamente confidencial y el médico no debe revelarla sin el
permiso del paciente.
CONCLUSIÓN
Sin embargo, más que un problema gerencial debe verse como un problema ético
y, como tal, debe promoverse a través de la educación en valores y principios,
siendo la excelencia, la solidaridad y la responsabilidad profesional los valores
fundamentales.
Como bien dice Gracia: "Las vías clásicas de control de la ética profesional han
resultado ser muy poco eficaces y hoy es preciso plantear el tema de la
responsabilidad ética de los profesionales desde perspectivas nuevas y con
criterios distintos de los clásicos, como son los de la calidad total y la excelencia,
que ya parecen estar dando importantes frutos en otros campos
REFERENCIAS
569x2010000200004
https://doi.org/10.24265/horizmed.2018.v18n4.01
3. Joaquín Lamela. (2017). ¿Es no ética la práctica privada de la medicina? Clínica
privada-la-medicina/
http://incmnsz.mx/opencms/contenido/investigacion/comiteEtica/eticaatencionmedi
ca.html
script=sci_arttext&pid=S1887-85712011000200013