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El racionalismo considera que los elementos básicos de tales juicios, los conceptos, son un
patrimonio a priori de la razón, y el intelectualismo los deriva de la vivencia práctica, los
"lee" en la experiencia; de donde se deriva su nombre intelligere (leer interiormente). Su
principal axioma es la proposición anteriormente citada (no hay nada en el intelecto que
no haya estado antes en los sentidos). También el empirismo, recurre con frecuencia al
mismo axioma; sin embargo, el empirismo busca mas bien expresar que en el
entendimiento no puede haber mas que los datos que surgen de la experiencia, sin que se
formen elementos diferentes. El intelectualismo propone lo contrario: además de las
representaciones intuitivas sensibles existen los conceptos, mismos que no proceden de la
intuición; pero son contenidos de la conciencia y son correlativos a las imágenes de
manera genética, pues se producen por la experiencia. De este modo, la experiencia y el
pensamiento juntos forman la base del conocimiento humano.
Este punto de vista epistemológico ha sido ya desarrollado en la antigüedad,
principalmente con Aristóteles, quien llega a una especial síntesis entre el empirismo y el
racionalismo. se encuentra profundamente influenciado por el racionalismo; aunque por
razones de cultura se inclina por el empirismo, de manera que tiende a buscar una síntesis
entre el racionalismo y el empirismo.
En la Edad Media se desarrolló esta teoría principalmente por Santo Tomás de Aquino,
cuya tesis fundamental establece que "el conocimiento de nuestro entender es el
producto de los sentidos". Para Santo Tomás se comienza por recibir imágenes concretas
de las cosas sensibles; a partir de esto, existe un "entendimiento activo" (intellectus
agens), que extrae de la "imágenes esenciales" (species intelligibles): el "entendimiento
potencial" (intellectus posibilis) recibe estas impresiones y procede a juzgar sobre las
cosas.
Teniendo en cuenta lo anterior cabe preguntarse quiénes son los que diseñan nuestro
actual sistema educativo y cuáles son las habilidades que, consciente o
inconscientemente, potencian y valoran en detrimento de otras igualmente útiles pero
que ellos por formación desconocen. La respuesta es clara y encuentra su confirmación en
los hechos. Aquellos que diseñaron nuestro sistema de enseñanza son personas con
formación universitaria y que, por lo tanto, defenderán un modo educativo en donde la
abstracción intelectual, sobre todo la lingüística y la matemática, tenga un papel central.
En definitiva el actual sistema de enseñanza comete el mismo error que el de Platón:
potencia las habilidades típicas de una supuesta élite intelectual ignorando que para la
construcción, el progreso y la cohesión social son necesarias muchas más capacidades que
las propias de esa “élite”. No niego la importancia de la abstracción, pero creer en su
importancia no debe nunca llevarnos a despreciar otras habilidades igualmente esenciales