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Capítulo I comienza con una descripción de Basil Hallward, un muy respetado pero solitario pintor

que está entreteniendo a su amigo, Lord Henry Wotton. Es un hermoso día de primavera. Lord
Henry admira la obra en proceso de Basil, un retrato de cuerpo entero de un joven hermoso, y lo
insta a exhibirlo en una galería. Basil le dice que no lo hará: "He puesto demasiado de mí mismo en
él" (18), afirma. Lord Henry se burla de él, malinterpretando sus palabras, y le responde que no se
parece en nada al muchacho del retrato. En la siguiente discusión, queda claro que Lord Henry
habla a menudo con aforismos elaborados, cínicos e incluso paradójicos, mientras que Basil es un
hombre más sencillo, con valores más puramente románticos. Basil aclara su afirmación anterior al
decirle que "cada retrato que se pinta con sentimiento es un retrato del artista, no del que posa"
(20). La discusión gira hacia el modelo, a quien Basil describe como un joven deliciosamente puro e
ingenuo llamado Dorian Gray. Lord Henry insiste en conocerlo, pero Basil se niega a presentárselo.
Quiere proteger la inocente pureza del joven de la cínica y sensualista influencia de Lord Henry.
Queda claro que Basil tiene sentimientos muy fuertes hacia Dorian, bordeando la adulación. Para
disgusto de Basil, el mayordomo anuncia la inesperada llegada de Dorian, y entonces el artista le
implora a Lord Henry: "Él tiene un carácter sencillo y hermoso (...). No lo estropees (...). No alejes
de mí a la única persona que da a mi arte todo el encanto que posee" (27).

Capítulo II comienza cuando Lord Henry y Dorian son presentados, y comienzan a hablar mientras
Basil prepara sus pinturas y pinceles. Henry queda cautivado de inmediato por el encanto y la
buena apariencia del muchacho, y Dorian queda igualmente impresionado con la perspicacia
conversacional de Henry, y por sus puntos de vista, definitivamente poco ortodoxos, sobre la
moral. Controlando sus celos, Basil le pide a Henry que se vaya para que Dorian pueda posar en
paz para el retrato. Pero Dorian insiste en que Henry se quede y Basil cede. Henry continúa
deslumbrando al modelo con una improvisada conferencia sobre cómo las personas deberían ser
menos reservadas para que uno "pueda darse cuenta perfectamente de la propia naturaleza" (31).
Mientras pinta, Basil señala que "una mirada había venido a la cara del muchacho que no había
visto nunca antes" (31). Es esta mirada de revelación que el artista captura en su pintura. El
discurso de Lord Henry hace que Dorian sienta que "una influencia totalmente nueva estaba
operando dentro de él" (32), y se maravilla de que "palabras habladas por casualidad" (32)
pudieran tener este efecto. Lord Henry ve claramente el efecto que tiene en Dorian, y se siente
orgulloso. Dorian y su nuevo amigo se van al jardín mientras Basil le da los últimos toques a su
obra. En el jardín, Henry le dice al joven que "Nada puede curar el alma sino los sentidos, así como
nada puede curar a los sentidos excepto el alma" (33), y que él es "la juventud más maravillosa y la
juventud es lo único que tiene valor" (34). La conversación se vuelve hacia la belleza, y Henry
afirma que esta tiene "su derecho divino de soberanía" (34), que da poder a quienes la tienen y
que nada en el mundo es más importante. Advierte a Dorian que su belleza algún día se
desvanecerá, una idea que horroriza al influenciable joven. Basil luego les informa a sus amigos
que la pintura está terminada. Al verla, Dorian se siente abrumado de alegría y asombro por su
belleza. Es su primera inmersión descarada en la vanidad. Sin embargo, en cuanto piensa en lo
preciosa que es su belleza, recuerda la declaración de Lord Henry sobre la fugacidad de la juventud
y tiene un ataque, enfureciéndose con el retrato porque siempre conservará su belleza, mientras
él está destinado a envejecer. Acalorado, piensa: "¡Oh, si fuera justo al revés! ¡Si el cuadro pudiera
cambiar y yo pudiera ser siempre lo que soy ahora!" (38). Al ver la angustia de Dorian, Basil toma
un cuchillo y se acerca a la pintura para destruirla. Pero Dorian lo detiene, alegando que sería un
asesinato, y que está enamorado de la obra. Basil promete darle el retrato a Dorian como regalo, y
le dice que se lo entregará apenas pueda barnizarlo y enmarcarlo. Lord Henry queda fascinado por
el comportamiento de Dorian, y los dos hacen planes para ir juntos al teatro esa misma noche.
Basil se opone y le pide a Dorian que cene con él, pero Dorian se niega y se va con Lord Henry,
prometiéndole a Basil llamarlo al día siguiente.

Capítulo lll al día siguiente, a las doce y media, Lord Henry visita a su tío, el gruñón Lord George
Fermor, para ver qué puede averiguar sobre el pasado de Dorian Gray. Lord Fermor es viejo e
inactivo, y ha pasado la mayor parte de su vida moviéndose apáticamente entre los círculos
sociales aristocráticos de Londres, dedicándose "al estudio serio del gran arte aristocrático de no
hacer absolutamente nada" (43). Por lo tanto, es una fuente ideal para obtener información sobre
la vida privada de las personas. Todo lo que Lord Henry tiene que hacer es mencionar que Dorian
es "el último nieto de Lord Kelso" (44). Lord Fermor le informa a su sobrino que la madre de
Dorian era Margaret Devereux, la bella hija de Lord Kelso, quien defraudó a su padre y causó un
escándalo al fugarse con un hombre de clase baja. Lord Kelso, un hombre amargado, buscó su
venganza pagándole a un joven belga para injuriar a su yerno no deseado. El padre de Dorian fue
aparentemente asesinado en el enfrentamiento que siguió a esta deshonra, y su madre murió solo
algunos meses después. Las condiciones específicas de sus muertes nunca se revelaron. La
custodia de Dorian recayó entonces en Lord Kelso, quien fue socialmente condenado al ostracismo
por causar todo aquel calvario. Kelso era notoriamente mezquino y pendenciero, y siempre hacía
escenas regateándole sin tapujos a choferes y otra gente. Henry se va de la casa de Lord Fermor
para asistir a un almuerzo en lo de su tía, Lady Agatha. En el camino reflexiona sobre la fascinante
historia del origen de Dorian, pensando que esta convierte su vida en "un romance extraño, casi
moderno" (46). Henry está entusiasmado con la perspectiva de dar forma a la personalidad del
joven, abriéndole los ojos al mundo de la sensualidad al que él mismo está tan dedicado. Piensa
que el muchacho "podría ser moldeado en un tipo maravilloso" (47), y que "intentaría dominarle
(...). Haría que ese maravilloso espíritu fuera suyo" (47). En este punto, entendemos cuán
manipulador es realmente Henry. Henry llega finalmente al almuerzo bastante tarde, como de
costumbre. Una vez en la mesa, domina pronto la conversación, impresionando a los invitados con
la astucia de su discurso y ofendiéndolos juguetonamente con las ideas de que "para volver a la
juventud, uno sólo tiene que repetir las locuras" (51), y que la gente "cuando es demasiado tarde
descubre que las únicas cosas que nunca lamenta son sus errores" (51). La encantadora diatriba
del hombre se describe en términos de malabarismo y acrobacias. Dorian está entre los invitados,
y Henry está actuando principalmente para él. Sus esfuerzos no son en vano: una vez que termina
el almuerzo, Dorian se le acerca con palabras de admiración, afirmando que "nadie habla tan
maravillosamente como usted lo hace" (53). Finalmente, acompaña a Lord Henry al parque en
lugar de llamar a Basil como había prometido.

Capitulo lV un mes después, Dorian visita a Harry y encuentra a su esposa en la casa. Ella se
complace de conocer al hombre de quien su esposo tanto se ha ocupado últimamente. Después
del comentario de Dorian de que uno está obligado a entablar una conversación cuando la música
que suena es mala, ella comenta que "ese es un pensamiento de Harry (...). Siempre oigo por sus
amigos los pensamientos de Harry. Es la única forma que tengo de saber de ellos" (56). Harry llega
y su esposa, entonces, sale. Harry le dice a Dorian que nunca se case con una mujer tan
sentimental como su esposa, rasgo que él atribuye a la blancura de su cabello. Dorian comparte
con su nuevo amigo la noticia que lo ha llevado hasta allí: está enamorado de una chica llamada
Sibyl Vane. Se trata de una actriz que interpreta a las jóvenes protagonistas de todas las obras en
un teatro dedicado exclusivamente a obras de Shakespeare. El teatro y el resto del elenco son de
muy mala calidad, pero Sibyl es aparentemente una actriz brillante e increíblemente hermosa.
Dorian fue al camarín para encontrarse con ella después de la tercera función a la que asistió, y
descubrió que ella no es consciente de su propio talento. Además, ella no parece ser del todo
capaz de separar la vida real de la del escenario. Le cuenta también a su amigo que ella prefiere
llamarlo "Príncipe Encantador" porque, en palabras de Dorian, "ella me juzgó simplemente como
un personaje de una obra. Ella no sabe nada de la vida" (62). Esta pureza e ingenuidad es
indescriptiblemente encantadora para Dorian: está locamente enamorado y le dice a Harry que
adora a Sibyl y que ella es lo único que le importa. Dorian convence a Harry de ir con él para verla
interpretar a Julieta en la función del día siguiente. Dice que invitará también a Basil. Al mencionar
el nombre del pintor, Dorian comenta que se siente culpable por haberlo ignorado durante
semanas, ya que aprecia el magistral retrato que pintó, a pesar de estar "un poco celoso del
cuadro porque es un mes más joven que yo" (64). La conversación gira hacia el carácter de los
artistas, y Henry insiste en que cuanto mejor sea el artista, más opaca será su personalidad, y que
solo vale la pena pasar tiempo con artistas verdaderamente malos. Dorian finalmente se despide.
Más tarde esa noche, Harry regresa a su casa para encontrar un telegrama de Dorian informándole
que él y Sibyl están comprometidos para casarse.

Capitulo V sibyl Vane le cuenta a su madre todo sobre su amor por Dorian, pero solo se refiere a él
como "Príncipe Encantador", ya que le prometió no revelar su verdadero nombre a nadie. La
señora Vane está muy angustiada por el bienestar de su hija y el estado financiero de la familia. Le
recuerda a Sibyl que le deben dinero al señor Isaac, el dueño del teatro, pero a Sibyl no le importa
nada más que su Príncipe Encantador. La señora Vane parece llena de afectaciones: parece
comportarse en todo momento como si estuviera en el escenario. Entra James, el hermano menor
de Sibyl, con la intención de dar un paseo con su hermana y despedirse de su madre, ya que
partirá a Australia para convertirse en marinero. James no es actor y odia la ciudad y el escenario.
Es un joven muy serio y fornido. Tiene la esperanza de nunca tener que regresar a Londres y ganar
suficiente dinero como para evitar que su madre y su hermana tengan que actuar. Cuando Sibyl se
va a prepararse para su caminata, James insta a su madre a protegerla. Es muy celoso, protege a
su hermana y sospecha de su situación amorosa, ya que Sibyl ni siquiera parece saber el nombre
de su pretendiente. La señora Vane le recuerda a su hijo que el Príncipe Encantador es un
caballero, y que este podría ser un matrimonio muy rentable para la familia. Sibyl regresa y los
hermanos se van. En su caminata, otras personas los miran porque la belleza de Sibyl contrasta
con la apariencia rechoncha y desaliñada de James. Sibyl romantiza la vida de su hermano como
marinero: está segura de que encontrará oro en una tierra lejana, luchará contra ladrones y
rescatará a una bella heredera. James se muestra angustiado por el asunto de su hermana y le dice
que no confía en su pretendiente. Sibyl defiende a Dorian, siempre refiriéndose a él como
"Príncipe Encantador", y le dice a su hermano que no podrá comprender sus sentimientos hasta
que se enamore. Sibyl ve a Dorian en su carruaje y James corre para verlo, pero el vehículo se va.
James dice: "Ojalá [lo hubiera visto], porque te aseguro, como hay Dios en el cielo, que, si alguna
vez te hace daño, le mataré" (76). Sibyl regaña a su hermano por su mal genio, y no toma en serio
su amenaza. Después de regresar a la casa para cenar, James insiste con este tema con su madre:
"si este hombre daña a mi hermana, descubriré quién es, le localizaré y le mataré como a un
perro" (78). El carácter melodramático de la declaración hace que la señora Vane sienta
admiración por su hijo, porque solo se siente realmente cómoda cuando la vida imita al teatro. La
partida de James, sin embargo, la decepciona, porque la despedida, potencialmente desgarradora,
"se perdió en detalles vulgares" (78), como el regateo con el cochero.

Capitulo Vl lord Henry y Basil Hallward debaten sobre el compromiso de Dorian en la casa del
pintor. Están planeando cenar con Dorian antes de ir a ver la actuación de Sibyl esa noche. Basil no
puede creer que Dorian esté realmente comprometido, alegando que Dorian "es muy sensato"
(79) como para tomar una decisión tan precipitada. A esto, Henry responde que "Dorian es muy
prudente como para no hacer locuras ni ahora ni luego" (79). Basil queda desconcertado por la
fascinación artística y desapegada de Henry con la vida de Dorian. El artista desaprueba las
acciones de Dorian y está preocupado por la salud emocional del muchacho; Henry, por el
contrario, está encantado, sabiendo que, sea cual sea el resultado, será muy entretenido Llega
Dorian e insiste en que lo feliciten. Basil dice que le dolió enterarse del compromiso por Henry, y
no por el propio Dorian. Henry cambia rápidamente de tema. Dorian quiere que Basil apruebe sus
acciones: "He hecho bien, Basil, en sacar mi amor de la poesía y encontrar a mi esposa en las obras
de Shakespeare, ¿verdad?" (82). Basil se lo confirma a regañadientes. Cuando Henry comenta
cínicamente la naturaleza comercial del matrimonio, Basil objeta, diciendo que Dorian "no es
como los otros hombres. Nunca llevaría la desgracia a nadie. Su carácter es demasiado delicado
para eso" (82). Henry continúa filosofando sobre la naturaleza de las mujeres y sobre cómo actúan
cuando están enamoradas. Para él, "las mujeres nos tratan igual que la humanidad trata a sus
dioses. Ellas nos adoran y nos están molestando siempre para que hagamos algo por ellas" (84).
Dorian está seguro de que la actuación de Sibyl pondrá fin al cinismo de Henry y a todos los
desacuerdos entre los tres hombres. Cuando la vean actuar, piensa, estarán demasiado
abrumados por su belleza como para considerar cualquier otra cosa. Los tres hombres se van a ver
la obra: Romeo y Julieta.

Capítulo VII comienza con la descripción de un teatro sorprendentemente lleno de gente. Una vez
sentado en su palco, Lord Henry observa el comportamiento desagradable y poco refinado de los
espectadores de clase baja. Basil se disculpa con Dorian por el cinismo de Henry. La obra
comienza, y todos notan que la orquesta es terrible. Finalmente, aparece Sibyl en el escenario. Se
ve hermosa, pero su actuación es pésima. Su voz es exquisita, pero "en lo que se refiere al tono
era absolutamente falso" (88-89). Dorian está horrorizado y confundido. Los otros dos hombres se
ven decepcionados, pero son demasiado educados como para hacer comentarios. La actuación de
Sibyl, generalmente la única gracia salvadora en las terribles producciones de ese teatro solo
empeora a medida que la obra avanza. Después del segundo acto, el público comienza a silbar y
los invitados de Dorian se levantan para irse. Basil trata de consolar al muchacho, afirmando que
Sibyl debe estar enferma y que no debe molestarse, ya que "El amor es algo más maravilloso que
el arte" (90), a lo que Henry responde que "los dos son meramente formas de imitación" (90).
Dorian está inconsolable. Henry le dice que se anime, ya que "el secreto para mantenerse joven es
no tener nunca una emoción que sea impropia" (90). Los dos hombres se van, y Dorian se fuerza a
sí mismo a tolerar el resto de la función. Después, se dirige rápidamente al camarín para enfrentar
a Sibyl. Ella está encantada de verlo y sorprendida por su ira, ya que había asumido que él sabría la
razón de su terrible actuación. Cuando él exige que le explique por qué actuó mal, ella le dice que,
al haberlo conocido, ya no puede creer en el teatro. Antes de conocerlo, dice, "actuar era la única
realidad de mi vida (...). Tú viniste (...) y liberaste mi alma de la prisión. Me enseñaste lo que es la
auténtica realidad" (91). Después de haber experimentado el verdadero amor, dice, "sería una
profanación para mí representar estar enamorada" (92). Dorian está horrorizado y disgustado, y se
siente completamente incapaz de seguir amándola. Ella no puede creerlo, y cuando él se aleja ella
se tira al suelo, arrastrándose a sus pies. Dorian siente repulsión en lugar de empatía, y la deja
sollozando en el suelo. Extrañamente insensible e incapaz de reconciliarse con el talento perdido
de Sibyl y con su inesperada insensibilidad hacia ella, Dorian deambula sin rumbo por la ciudad
hasta el amanecer. Regresa a casa, donde se detiene a mirar el retrato de Basil, y se sorprende al
descubrir que la expresión facial ha cambiado ligeramente: parece haber "un toque de crueldad en
la boca" (94). Se frota los ojos y cambia la iluminación, pero está seguro de que la imagen ha
cambiado. La crueldad en la expresión le recuerda su propia crueldad hacia Sibyl, pero se siente a
la vez agraviado por la miseria que ella le ha causado con su mala actuación, y se consuela
pensando que "las mujeres están mejor dotadas para soportar las penas que los hombres (...).
Cuando tienen amantes, es simplemente para tener a alguien y poder hacer escenas. Lord Henry le
había dicho eso y Lord Henry conocía lo que eran las mujeres" (95). Incapaz de darle sentido a la
transformación de la imagen, se da cuenta, después de mucho reflexionar, que "el cuadro
mantenía el secreto de su vida y contaba su historia" (95). Agotado, cubre el retrato y se va a
dormir.

Capitulo Vlll dorian es despertado por Víctor, su mayordomo, después del mediodía. Ha recibido
una carta de Lord Henry, pero la deja sin abrir. Se siente renovado y desayuna felizmente; la noche
anterior parece haber sido un mal sueño. Sin embargo, su agradable tarde se ve interrumpida
cuando ve el retrato cubierto. Se siente tonto por haber imaginado que la pintura podría haber
cambiado, pero decide volver a comprobarlo, solo para estar seguro. Nervioso por la posibilidad
de estar actuando de forma extraña, echa a Víctor de la habitación, cierra todas las puertas y corre
las cortinas. "Era completamente cierto. El retrato había cambiado" (98). Se pregunta cómo puede
ser posible, si existe una explicación científica o una más oscura causa metafísica que explique el
cambio. La cruel expresión en el rostro del retrato le recuerda lo mal que trató a Sibyl la noche
anterior. Afligido por la culpa, Dorian le escribe una apasionada carta de amor, cubriendo "página
tras página de palabras frenéticas de dolor y palabras más frenéticas de pena" (99). Escribir la
carta resulta profundamente catártico. En cuanto termina, llega Lord Henry. Dorian le dice que,
aunque vio a Sibyl y fue brutal con ella, no se arrepiente, ya que "me ha enseñado a conocerme
mejor a mí mismo" (100). Henry está encantado de encontrar a Dorian de buen humor, pero
cuando el joven le dice que planea limpiar su alma casándose con la pobre actriz, está claro que ha
habido un malentendido. Sibyl Vane, tal como Henry le había informado a Dorian en la carta que
este dejó sin abrir, se suicidó con veneno. Henry dice que habrá una investigación, pero que
Dorian no tiene nada de qué preocuparse, ya que nadie lo vio ir al camarín ni abandonar el teatro,
además de que Sibyl nunca le dijo a nadie el verdadero nombre de su prometido. Henry insta a
Dorian a no involucrarse con la situación, ya que tal escándalo destruiría su reputación. Le pide a
Dorian que vaya a la ópera con él esa noche. Después de su conmoción inicial, Dorian responde a
la noticia de la muerte de Sibyl con un desapego extraño. "Así que he asesinado a Sibyl Vane",
piensa, "La he asesinado como si le hubiera cortado su pequeño cuello con un cuchillo. Sin
embargo, las rosas no son menos encantadoras por todo eso" (101). Bajo la dirección de Henry,
Dorian llega a apreciar la muerte de Sibyl como "el final maravilloso de una obra maravillosa"
(103). Dorian se siente brevemente perturbado por su desapego emocional, pero Henry pronto
alivia su culpa y le dice que las tragedias de la vida a menudo "nos hieren con (...) su total ausencia
de estilo" (103). Dado que Sibyl murió tan dramáticamente, y para un propósito tan puro como el
amor, Henry cree que la situación es realmente una por la que Dorian debería sentir satisfacción y
placer. Henry llega al extremo de afirmar que, dado que la niña solo estaba realmente viva en el
escenario, y en tanto el amor de Dorian por ella estaba enraizado en su admiración por las
diversas heroínas que encarnaba, "En realidad la chica no vivía, y por tanto en realidad ella nunca
ha muerto. (...) no malgastes tus lágrimas por Sibyl Vane. Ella era menos real de lo que son ellas
[los personajes femeninos de Shakespeare]". Dorian agradece a Henry por ser un amigo tan bueno
y verdadero. Henry se va y Dorian vuelve a mirar su retrato. El desprecio no ha cambiado, lo que
hace que Dorian piense que "había recibido las noticias sobre la muerte de Sibyl Vane antes de
que él mismo tuviera conocimiento de ello" (106). Después de contemplarlo mejor, Dorian se
consuela pensando que, dado que la pintura muestra su verdadero carácter, deberá también
"soportar el peso de su vergüenza" (107), lo que le permitirá disfrutar de una vida libre de culpa.
No encuentra ninguna razón de por qué cambia la pintura, y decide dejarse entretener,
simplemente, por su progreso. El capítulo termina con Dorian saliendo a encontrarse con Lord
Henry en la ópera.

Capitulo IX al día siguiente, Basil visita a Dorian y se sorprende al saber que ha estado en la ópera,
dadas las circunstancias. También se horroriza ante el hecho de que Dorian parezca totalmente
impasible tras el suicidio de Sibyl. Dorian se defiende: "[Sibyl] pasó otra vez a la esfera del arte.
Hay algo del mártir en ella" [111]. Además, acusa a Basil de egoísta, alegando que su ira se debe al
hecho de que no fue él quien lo consoló, y le pide al artista: "enséñame a olvidar lo que ha
ocurrido o a verlo desde un punto de vista propiamente artístico" (111). Dorian, sin embargo,
asume estar fuertemente influenciado por Lord Henry. También admite que sabe que Basil es un
hombre mucho mejor que Henry. Cuando el pintor escucha esto, su antiguo afecto por Dorian lo
conquista. Le pregunta a Dorian si ha sido citado por la policía. A Dorian este pensamiento lo
perturba, pero le asegura a Basil que nadie involucrado en el asunto conoce su nombre. Le pide a
Basil que dibuje a Sibyl, pero su amigo le pide en cambio que vaya a posar de nuevo para él, a lo
que Dorian se niega inmediatamente. Basil se da cuenta de que su pintura está cubierta. Cuando le
pide verla, Dorian lo amenaza con no volver a hablarle si intenta levantar la tela que la cubre. Está
decidido a nunca compartir el secreto de la pintura con nadie. Basil le dice que quiere exhibir el
trabajo, ya que lo considera su obra maestra, pero Dorian afirma que eso también está fuera de
discusión. El pintor le pregunta entonces sí ha visto algo extraño en la imagen que lo molesta.
Pensando que Basil quizás ya sabe del encanto del retrato, Dorian le dice que sí, pero le pregunta a
su amigo a qué se refiere él. Basil confiesa entonces su idolatría por Dorian y dice que le llamó la
atención cuánto esta se vio reflejada en la obra. Dorian está decepcionado y se muestra impasible
por el afecto del pintor. Confirma que nunca más posará para otro retrato. Basil se enfurece: la
negativa de Dorian arruinará su vida como artista, afirma, y se va. Dorian, cada vez más paranoico
y decidido a ocultar su secreto, decide esconder mejor la pintura.

Capítulo X comienza con el ama de llaves de Dorian entregándole la llave de su ático. Víctor le
informa que los hombres que ha solicitado para ayudarlo a transportar la pintura han llegado, y
Dorian envía a su sirviente a solicitarle material de lectura a Lord Henry. El señor Hubbard, un
famoso marquista, y sus asistentes llevan el retrato hasta el ático sin descubrirlo, siguiendo así las
instrucciones de Dorian. Este se pregunta acerca de la posibilidad de exhibir alguna vez el cuadro,
ya que es la obra maestra de Basil, pero sabe que a pesar de que quizás "escaparía a la fealdad
espantosa del pecado, pero la fealdad espantosa de la edad estaba reservada para él" (120). La
pintura tendría que estar oculta para siempre, para que "Ningún ojo excepto el suyo [viera] nunca
su vergüenza" (121). Una vez que el señor Hubbard se va, Dorian regresa a su biblioteca para
encontrar una nota de Lord Henry, junto con un recorte de periódico y un viejo libro amarillo. Una
marca roja en el periódico atrae la atención de Dorian hacia un breve artículo que informa que la
investigación sobre la muerte de Sibyl ha concluido que se trató ciertamente de un suicidio. Está
libre de sospechas. Comienza a leer la novela enviada que le ha enviado Henry. Se trata de un libro
sobre un joven parisino "que pasaba su vida intentando realizar en el siglo xix todas las pasiones y
formas de pensamiento que pertenecían a cualquier siglo excepto al suyo" (123). Está tan absorto
con la novela y sus "metáforas tan monstruosas como las orquídeas y tan sutiles de color" (123)
que llega varias horas tarde a su compromiso con Lord Henry.

Capitulo Xl en los años siguientes, Dorian se obsesiona con el libro que le dio Lord Henry. Compra
numerosas copias de "la primera edición, y las había encuadernado en diferentes colores; es esta
forma armonizarían con estados de ánimo varios (...) Y, de hecho, le parecía que todo el libro
contenía la historia de su propia vida, escrita antes de que la hubiera vivido" (125). Al igual que el
joven héroe del libro, Dorian comienza a sumergirse en diversos intereses, que incluyen la religión,
el misticismo, la música, las joyas, los tapices antiguos y el estudio de sus propios antepasados. No
obstante, Dorian reemplaza rápidamente una obsesión por otra una vez que la anterior deja de
interesarle, siguiendo los caprichos de su deseo con la pasión de un artista. Se aferra a cada
obsesión fervientemente, estudiándola y adquiriendo tantos ejemplos fantasiosos de cada una
como pueda encontrar. Compra batas extravagantes cubiertas con cientos de perlas para
alimentar su interés por las joyas, y tapices antiguos con hilos dorados para satisfacer su
curiosidad por los bordados. Pero tan pronto como un tema determinado se agota en su mente, lo
abandona en los de su próximo interés. Durante los siguientes 18 años, el capricho es una forma
de vida para Dorian. De hecho, esta actitud recuerda a la de Lord Henry: "sin duda, para él la vida
misma era la primera, la más grande de las artes" (127). No importa cuán intensamente Dorian
abarque un tema, "ninguna teoría de la vida le parecía tan importante en comparación con la vida
misma. Tenía una profunda conciencia de lo estéril que era toda una especulación intelectual
cuando se la separa del acto y del experimento" (130). Los "experimentos" de Dorian son a
menudo de naturaleza social. Gana fama entre los círculos aristocráticos de Londres como un
marcador de tendencias, vestido siempre a la última moda y siendo considerado un juez del buen
gusto. Los jóvenes lo imitan y las muchachas se sienten atraídas por él. Sin embargo, aquellos de
quienes se hace amigo a menudo terminan en la ruina, y Dorian es, eventualmente, tan
despreciado como admirado. Lord Henry parece ser el único amigo cercano que permanece junto
a Dorian a lo largo de los años. Los chismes comienzan a seguir a Dorian adonde quiera que vaya,
volviéndolo infame, incluso despreciable, en algunos círculos sociales. Sin embargo, sigue siendo
tan atractivo y a la moda como siempre, y continúa siendo admirado por su gusto exquisito. No
importa qué tan mal la gente hable de él; su belleza juvenil y la inocencia infantil de su rostro
nunca dejan de proveerle nuevos amigos. Dorian también realiza visitas periódicas al ático para
ver la transformación de su retrato, "preguntándose algunas veces cuáles eran más horribles, si las
señales del pecado o las señales de la edad" (126). Al principio, a medida que la pintura se afea,
Dorian "estaba cada vez más enamorado de su propia belleza y cada vez más interesado en la
corrupción de su propia alma" (126). Incluso comienza a burlarse del retrato. Con el tiempo, sin
embargo, sus diversas obsesiones y sus excursiones sociales se convierten en formas de escapar
de lo que él sabe que es la verdad de su alma.

Capitulo Xll y Xlll tarde una noche, Dorian se encuentra con Basil Hallward en la calle. Basil está
encantado de verlo, ya que lo ha estado buscando a Dorian toda la noche para despedirlo antes de
partir en un viaje de seis meses a París. Faltan varias horas para que salga su tren, y los dos van a la
casa de Dorian. El pintor le dice a su amigo que está preocupado: "se están diciendo las cosas más
espantosas sobre ti en Londres" (142), le informa. Dorian se molesta y le dice a su amigo que no le
importan los chismes, pero no hace ningún esfuerzo por defenderse. Desconcertado por tal apatía,
Basil continúa asegurándole a Dorian que, a pesar de lo viciosos y condenatorios que son muchos
de los rumores, no los cree, porque confía en que Dorian es una buena persona, y que "el pecado
es algo que se escribe en la cara de un hombre. No se puede ocultar" (143). Dorian se ve tan joven
e inocente como siempre, y Basil cree en sus ojos. Una vez que el artista comienza a enumerar los
nombres de las personas a las que se dice que Dorian ha extraviado, Dorian lo reprende, diciendo
que no sabe de qué está hablando y advirtiéndole que se ocupe de sus propios asuntos.
Argumenta que ninguna persona carece de pecado o tentación, y que la corrupción no es algo que
se pueda enseñar. Dorian solo se siente responsable de mostrar a las personas su verdadero yo.
Durante esta discusión, Basil destaca que siente no conocer en verdad a Dorian, y dice que, para
hacerlo, "tendría que ver tu alma" (145). Esto pone a Dorian a la defensiva y lo lleva a un extraño
estado de paranoia. Riendo, le dice a Basil: "¡La verás tú mismo, esta noche!" (145). Estas palabras
confunden y asustan a Basil. Quiere que su amigo niegue los cargos en su contra, y no está seguro
de si la negativa de Dorian a hacerlo equivale a admitir que, de hecho, son ciertos. Para responder
todas las preguntas de Basil, Dorian invita al pintor al ático para ver su "diario". Suben las escaleras
de la casa de Dorian y entran al ático. Dorian le dice a Basil que corra el velo sobre la pintura si
desea ver su alma. Basil, pensando que su amigo está loco, duda, y entonces Dorian revela él
mismo el retrato. El artista se horroriza, y al principio ni siquiera reconoce a Dorian en "el rostro
espantoso del lienzo, sonriendo burlonamente" (147). Se niega a creer que se trate de su propia
pintura, y piensa que es una "parodia odiosa" (148), hasta que reconoce finalmente la pintura al
encontrar su propia firma en la parte inferior. Dorian observa la reacción horrorizada de Basil con
apatía, y le recuerda el deseo que tuvo hace años en el estudio del pintor, justo después de que la
obra estuviera terminada. Basil está abrumado por el asco, sin saber qué creer, y exclama que
Dorian debe haber sido un demonio todo el tiempo, y que si esa imagen refleja con precisión su
alma, "¡(...)tienes que ser peor incluso que lo que se imaginan que eres los que han hablado en
contra tuya!" (149). Insta a Dorian a arrepentirse y tratar de salvar su alma. En ese punto "se
apoderó de él un sentimiento de odio hacia Basil Hallward, como si se lo hubiera propuesto la
imagen del lienzo, susurrándole al oído aquellos labios burlones". (149). En un frenesí, Dorian
agarra un cuchillo y lo hunde en el cuello de Basil, apuñalándolo repetidamente, para luego
mantenerlo presionado en su carne hasta que Basil deja de luchar y muere. Un charco de sangre
se extiende sobre la mesa y se desliza por los pies de su silla. Dorian se sorprende de la facilidad
con la que cometió el homicidio. Se siente aliviado al pensar que el hombre "que había pintado el
retrato funesto al que debía toda su desgracia se había ido de su vida" (151). Sale del ático,
determinado a salirse con la suya, con la ventaja de que se suponía que Basil viajaba a París esa
noche, y que nadie se enteró de su sorpresiva visita. Destruirá él mismo las cosas de Basil, pero
para deshacerse del cuerpo tiene que llamar a Alan Campbell.
Capítulo XlV dorian se despierta y empieza a recordar los terribles sucesos de la noche anterior. Le
escribe una carta a Alan Campbell y envía a su sirviente para que se la entregue. Mientras espera,
se distrae leyendo poesía de un libro que le dio un hombre llamado Adrián Singleton, mientras
reflexiona sobre el desarrollo de su amistad con Alan Campbell. Se conocieron por primera vez en
una fiesta. Alan era un hombre de ciencia, químico, pero ambos compartían una gran pasión por la
música. Alan "era un joven muy inteligente" (156), pero "cualquier sentimiento que poseyera de
belleza de la poesía lo había obtenido totalmente de Dorian" (156). Durante un tiempo fueron
inseparables, pero, por razones no especificadas, Alan comenzó a irse de las fiestas cada vez que
aparecía Dorian, y se negaba a hablar o interactuar con él. Alan se retiró de la sociedad casi por
completo y se sumergió en sus experimentos. La larga espera molesta a Dorian, pero Alan
finalmente llega. Dorian habla cordialmente, pero su invitado es frío, cortante y desconfía de los
motivos que llevaron a su anfitrión a buscarlo. Dorian va directamente al grano y le dice que lo
necesita para deshacerse de un cadáver, resultado de un suicidio. Alan se niega y no quiere tener
nada que ver con la situación ni con Dorian, para el caso. Este, con la esperanza de ganarse la
simpatía de Alan, confiesa que fue un asesinato y dice que solo necesita que Alan finja llevar a
cabo un experimento. Queda claro que el científico está decidido a resistir todas las tácticas de
Dorian. De mala gana, Dorian recurre al chantaje, mostrándole una carta que promete enviar a
menos que el científico acepte ayudarlo. Alan sucumbe y escribe una carta para su asistente,
detallando los elementos de su laboratorio que deben ser llevados a la casa de Dorian para
proceder. Cuando estos llegan, Dorian libera a su sirviente por la noche para no levantar
sospechas. Los dos hombres arrastran el pesado baúl de herramientas al ático. Dorian se da
cuenta de que, por primera vez, se ha olvidado de cubrir la pintura antes de abandonar el ático. Se
apresura a tirar la cortina sobre él para ocultarlo, pero, antes de hacerlo, reconoce un asqueroso
destello de sangre roja en las manos de su doppelgänger. Alan llega con el baúl, se encierra en el
ático y se pone a trabajar. Alrededor de las siete de la tarde, el asunto está terminado. El cuerpo
de Basil ha sido incinerado, y Alan se va con un deseo: "Que no nos veamos nunca más" (162).

Capitulo XV y XVl más tarde esa noche, Dorian asiste a una fiesta organizada por Lady Narborough,
una viuda rica y miembro popular de la alta sociedad londinense. Dorian actúa cómodamente, con
naturalidad; resulta encantador con su anfitriona, enmascarando con éxito su torturada
conciencia, pero no puede comer nada. La mayoría de los invitados son aburridos y poco
ingeniosos, por lo que Dorian se alegra cuando llega Lord Henry. Como de costumbre, Dorian se
deleita con los paradójicas y ligeramente ofensivas ocurrencias de Henry. La noche transcurre sin
problemas hasta que le preguntan a Dorian cómo pasó la noche anterior. Titubea y se retracta de
varias respuestas, claramente perturbado e innecesariamente a la defensiva. Henry puede ver
fácilmente que algo anda mal, pero cuando trata de que Dorian comparta sus problemas, el joven
se excusa, dice que está "irritable" (169) y que debe volver a su casa. Una vez en su casa, Dorian se
enfrenta con el hecho de que las pertenencias de Basil, que habían quedado en el armario de
Dorian, aún deben ser destruidas. Los arroja a la chimenea; el olor a tela y cuero quemados le
provocan náuseas. Luego, es vencido por un "deseo ardiente y loco" (169) no especificado.
Examina "una cajita china lacada en negro y espolvoreada con oro" (169) que estaba oculta en su
armario. Decide irse. Al principio, su taxista se niega a llevarlo, pero pronto cede y acepta el
soborno de Dorian.
Durante el largo viaje en taxi, Dorian recuerda las palabras de Lord Henry en su primer encuentro:
"Curar el alma por medio de los sentidos y los sentidos por medio del alma" (171). Siente como si
su alma estuviera bastante enferma, y se consuela con la idea de curarla. Se baja del taxi y camina
varias cuadras, mirando nerviosamente detrás de él, hasta que encuentra una pequeña casa en
ruinas escondida en un callejón, entre dos fábricas. Entra en la casa, que se revela como una
guarida de opio. Dentro hay grupos de individuos demacrados, despreocupados y desaliñados.
Entre ellos está Adrián Singleton, quien se une a Dorian en el bar. Son acosados por dos mujeres, y
Dorian sale del lugar. Cuando se marcha, una de las mujeres lo llama "Príncipe Encantador", y en
ese momento un marinero se pone de pie y persigue a Dorian hasta afuera. El hombre toma a
Dorian por el cuello, lo pone de rodillas y le apunta con un revólver en la cara, informándole que
es el hermano de Sibyl Vane, a quien Dorian arrastró al suicidio. Solo conocía al amante de su
hermana por el apodo de "Príncipe Encantador". Dorian finge nunca haber oído hablar de Sibyl
Vane, y le dice a James que ponga su rostro bajo la luz de la lámpara. James cumple, y así se da
cuenta de que ha cometido un error: Sibyl murió hace dieciocho años, por lo que su amante
tendría ahora unos cuarenta años, pero la persona que está frente a él no parece tener más de
veinte. James se siente avergonzado y le pide perdón a Dorian. Este lo reprende por su
comportamiento y huye. Luego, James habla con las dos mujeres del bar, enterándose así que
Dorian es mucho mayor de lo que parece. Una de ellas comenta que "hace cerca de dieciocho
años el Príncipe Encantador me hizo lo que soy ahora" (177). Al darse cuenta de que ha sido
engañado, James se apresura, indignado, a perseguir a Dorian, pero dobla la esquina y descubre
que el villano ya ha desaparecido.

Capítulo XVll y XVlll comienza con Dorian y Lord Henry conversando con Gladys, la duquesa de
Monmouth, durante una fiesta en el invernadero de la casa de Dorian. Los invitados debaten
sobre nombres, sobre el amor y, por supuesto, sobre las virtudes de la belleza. Gladys se muestra
bastante ingeniosa en un tete-a-tete con Lord Henry. Después de que este menciona al pasar el
antiguo apodo de Dorian, Príncipe Encantador, ella pregunta si Dorian ha estado alguna vez
realmente enamorado. Molesto por el recuerdo de su reciente enfrentamiento, Dorian se excusa y
dice que debe recoger unas orquídeas para la duquesa. Dorian tarda mucho en regresar, y cuando
Henry se pregunta sobre su paradero, se escucha un grito perturbador desde otra habitación. Lord
Henry se apresura a dirigirse a la escena y descubre que Dorian se ha desmayado. Henry insiste en
que se quede en la cama y se recupere, pero Dorian no quiere estar solo. Todos los invitados
suponen que simplemente se ha derrumbado por el agotamiento. Dorian, sin embargo, no
confiesa la verdadera razón de su angustia: se desmayó al ver la cara de James Vane espiándolo
por la ventana del invernadero. Dorian pasa los siguientes tres días adentro, "con un terror
frenético a morir y, sin embargo, indiferente a la vida misma" (185). Eventualmente se convence a
sí mismo de que el rostro que vio fue una alucinación provocada por su conciencia, resultado de
reprimir su culpa por tanto tiempo. Cuando Dorian finalmente sale al aire libre, él y Lord Henry
acompañan a Sir Geoffrey Clouston, el hermano de la duquesa, en una breve excursión de caza.
Geoffrey apunta a una liebre y Dorian grita, instintivamente, instándolo a no disparar. Después del
disparo se escuchan dos gritos: "el grito de la liebre herida, que fue espantoso, y el grito de un
hombre que agonizaba, que fue peor" (187). Geoffrey supone que la persona a la que le disparó es
un "batidor", uno de los hombres empleados por el invernadero para dirigir a las presas hacia
donde los cazadores pueden dispararles. La caza se cancela por el día, de modo que los invitados
no parezcan demasiado insensibles, y Lord Henry le informa a Geoffrey que el hombre que recibió
el disparo está muerto. Más tarde, Henry y Dorian vuelven a conversar con Gladys. Nos enteramos
de que Geoffrey está movilizado, pero Henry culpa al batidor de todo y no ve ninguna razón para
sentir remordimiento alguno. Sin embargo, le habría gustado que Geoffrey "lo hubiera hecho a
propósito", y proclama: "Me gustaría conocer a alguien que hubiera cometido un verdadero
crimen" (189). Dorian se disculpa y se va a acostar. Se acuesta sobre un sofá en el piso de arriba,
aterrorizado, sintiendo como si la muerte inesperada de ese extraño fuera una señal de que la
suya es inminente. Está casi paralizado por el miedo y decide ir al médico, pero antes de poder
hacerlo su mayordomo lleva al guarda jefe, que quiere hablar con Dorian. Sabiendo que debe ser
por el batidor muerto, Dorian le pregunta al guarda si la víctima tenía una esposa o alguien que
dependiera de él, y ofrece "una cantidad de dinero que considere usted necesaria" (191) para
satisfacer sus necesidades. Sin embargo, el guarda ha ido en verdad para informarle que el
hombre muerto no era un empleado, y que nadie había podido identificarlo. Dorian cabalga
frenéticamente a la granja donde han trasladado el cuerpo y descubre que tienen el cadáver de
James Vane. Se llena de alegría: "sabía que ahora estaba a salvo" (192).

Capitulo XlX varios meses después, Dorian está de regreso en Londres. Se encuentra en la casa de
Lord Henry, conversando con él. Al parecer, Dorian ha decidido cambiar sus formas. Henry le dice
que es perfecto tal como es, y que no sirve de nada tratar de cambiar, pero Dorian le responde:
"He hecho demasiadas cosas espantosas en mi vida (...). Empecé mis buenas acciones ayer" (193).
Su denominada "buena acción" fue el trato que tuvo con Hetty, una hermosa joven campesina que
le recordó a Sibyl Vane. Ella se enamoró de Dorian, pero en lugar de aprovecharse de ella y
romperle el corazón, como hubiera hecho antes, él decidió "abandonarla como a una flor, como la
había encontrado" (194). Henry se burla de él y le pregunta si está seguro de que Hetty "no está
flotando ahora en algún pozo de molino, alumbrado por las estrellas (...), como Ofelia" (194). Esto
molesta a Dorian, ya que quiere creer desesperadamente en el valor de sus buenas intenciones. La
conversación gira hacia el paradero de Basil Hallward. La desaparición del pintor, que ya lleva seis
semanas, sigue siendo el principal tema de conversación en Londres, junto con el divorcio de
Henry y el suicidio de Alan Campbell. Henry le pide a Dorian que toque algo de Chopin para él,
porque "el hombre con el que se fugó mi esposa tocaba a Chopin de forma exquisita" (195). Ya en
el piano, Dorian le pregunta a Henry, como al pasar, qué pensaría si le dijera que había asesinado a
Basil. "Te diría", responde, "que estás presumiendo de un carácter que no te corresponde" (196).
Tales crímenes, cree Henry, son la especialidad de las clases bajas. Además, Henry no puede
imaginar que Basil hubiera encontrado un final tan romántico, porque la calidad de sus pinturas
había disminuido constantemente en los años posteriores a su amistad con Dorian. El retrato de
Dorian fue, aparentemente, su obra maestra final. Henry cree que la pintura fue robada hace
mucho tiempo, y Dorian afirma haber olvidado todo aquello. Henry atrapa a Dorian con la guardia
baja al parafrasear la Biblia y preguntarle: "¿qué beneficio obtiene un hombre si gana el mundo
entero y pierde... ¿Cómo sigue la cita?... ¿Su propia alma?"(197). Cuando Dorian se sobresalta por
esta declaración, Henry solo se ríe y le dice que escuchó a un predicador plantear esta pregunta
frente a una multitud durante un paseo por el parque, un día lluvioso. Henry describe lo mucho
que se divirtió ante el espectáculo de la sombría multitud de pie bajo la lluvia, escuchando a "un
vulgar predicador" (197). Pensó en decirle que "el arte tiene un alma, pero que el hombre no"
(197). La ligereza de Henry ofende a Dorian, quien afirma que "El alma es una terrible realidad (...).
Puede ser envenenada o hacerla perfecta" (197). Le dice a Henry que está seguro de esto, a lo que
Henry responde: "entonces debe ser una ilusión. Las cosas de las que uno se siente
completamente seguro nunca son verdad" (198). Dorian comienza a tocar un Nocturno de Chopin,
que tiene un enorme efecto en Henry y provoca un debate sobre el romance y sobre lo exquisita
que ha sido la vida de Dorian. Dorian está de acuerdo, pero le recuerda a Henry que ha dado
vuelta la página, y que nunca lo perdonará por su corruptora influencia. Al salir, Henry invita a
Dorian a almorzar al día siguiente, y Dorian acepta, a regañadientes.

Capitulo XX durante la caminata desde la casa de Henry hacia la suya, Dorian disfruta de la cálida
noche. Se molesta cuando varias personas murmuran su nombre, con asombro, al pasar, una
ocurrencia que solía complacerlo; pero se anima pensando en la bella e inocente Hetty y en su
reciente "buena acción". Ella había sido irremediablemente ingenua, pero ese era su encanto:
"tenía todo lo que él había perdido" (201). Llega a su casa y se mira en un espejo que Henry le
regaló hace mucho tiempo, pero está tan abrumado por el odio que rompe el espejo contra el
suelo. Trata de enfocarse en el futuro, de no pensar en personas como James Vane, ahora "oculto
en una tumba sin nombre" (202); Alan Campbell, quien se suicidó sin traicionar el secreto de
Dorian; o Basil Hallward, a quien Dorian asesinó por "la locura de un momento" (202). Intenta
calmar su conciencia culpando de todos sus problemas al retrato de Basil, y contemplando la
nueva vida que ha decidido comenzar. Piensa en Hetty, la preservación de cuya inocencia tiene
como prueba de su nueva bondad, y se pregunta si su buena acción ha hecho que su retrato
cambie para mejor. Sube al ático, cierra la puerta detrás de él y descubre la pintura. Un jadeo
horrorizado escapa de sus labios cuando ve que no hay "ningún cambio, salvo que en sus ojos
había una mirada astuta y en su boca una arruga curvada de hipocresía" (203). Dorian se da cuenta
de que su amabilidad hacia Hetty fue otro acto de vanidad, impulsado por su deseo de mejorar la
apariencia de su alma, o simplemente otra manifestación de su egoísmo, impulsado por "el deseo
de una nueva sensación" (203). Desesperado por escapar de sus crímenes pasados, Dorian ve el
cuadro como la única evidencia que revela su culpa: "había sido su conciencia. Lo destruiría" (204).
El cuchillo que está sobre la mesa se da cuenta, todavía está manchado con la sangre de Basil. Lo
toma, lo limpia varias veces y apuñala la imagen. Los sirvientes de Dorian se despiertan por un
grito terrible. Es tan fuerte que dos caballeros que pasaban por allí lo escuchan desde la acera y
van a buscar a un policía para dirigirlo la casa. Este les informa que se trata de la residencia de
Dorian Gray, y entonces los hombres se van, burlándose, sin avisarle siquiera del grito que oyeron.
Los sirvientes no pueden abrir la puerta del ático, pero logran subir por el techo. Encuentran el
cuerpo de un hombre "marchito, arrugado y (...) repugnante a la vista" (204) tendido en el suelo,
con un cuchillo en el pecho. Solo reconocen a su señor por sus anillos.

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