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Este material es para uso de los estudiantes de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines

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Director de colección: Jorge Gelman

Diseño de colección: Ariana Jenik


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Barrancos, Dora
Mujeres, entre la casa y la plaza. – 1º ed. - Buenos Aires:
Sudamericana, 2008.
208 p.; 23x14 cm. - (Nudos de la historia argentina)

ISBN 978-950-07-2967-3

1. Mujeres como Grupo Social. I. Título


CDD 305.42

Fotografía de tapa: Gentileza de Ana Laura Martín

A mis hijas
Ondina, Virginia y Laura

A mi nieta Valentina

En pág. 8: Policía lleva del brazo a manifestante femenina (c. 1940].


ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN.

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Impreso en la Argentina

Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723.


© 2008, Editorial Sudamericana 5.A.9
Humberto 1o 531, Buenos Aires, Argentina

ISBN 978-950-07-2967-3

www.sudamericanalibros.com.ar
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Índice

Introducción ................................................................ 9
Sexo y género...................... ............................... 12
La historia y las mujeres...................................... 19
Las mujeres y la historia...................................... 22

1. Sociedad, mujeres y feministas desde


fines del XIX y primeras décadas del XX .......... 29
Señales del fin del siglo XIX ................................29
Un manual de urbanismo femenino..................... 37
Ingresa el concepto “feminismo”: la recepción
de Ernesto Quesada....................................... 48
Anarquistas: revolución también en la casa........... 59
Las primeras feministas ....................................... 65
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Una involución medrosa: el feminismo


revisitado por Ernesto Quesada...................... 81
El movimiento feminista en la década de 1920
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y el asomo de los primeros derechos


femeninos....................................................... 94
Mujeres trabajadoras ......................................... 101

2. Transformaciones ............................................. 109


Los cambios sociales y las mujeres entre
1930 y 1955................................................ 109
Mujeres agitadas contra el nazifascismo ............. 116
Mujeres y peronismo: la excepcionalidad
De Evita ...................................................... 119
Las antiperonistas ............................................. 130

3. Un cambio de época: casa y plaza.................... 135


Las transformaciones de las décadas del
60 y 70 ........................................................ 135
Mujeres, universidad y nuevos desempeños........ 139
Mujeres, política y radicalidad ideológica............ 144
Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo ......... 148
Los feminismos argentinos................................. 154

4. Progresos y reveses .......................................... 165


La turbulencia neoliberal.................................... 165
La protesta con mujeres ..................................... 171
Los nuevos derechos .......................................... 176
¡Y lo que falta! ................................................ 184

Bibliografía sugerida................................................ 193


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1. Sociedad, mujeres y feministas desde


fines del XIX y primeras décadas del XX

Señales del fin del siglo XIX

Durante el siglo XIX, las convenciones y las


normas de derecho otorgaban absoluta potestad a
los varones, y era casi indiscutible la voluntad de
padres y maridos. Las reglas de casamiento que si-
guieron hasta mucho después de iniciado el perio-
do republicano —fase inaugurada con la Revolu-
ción de 1810— seguían las prescripciones de la
“Real Pragmática”, un estatuto hispánico surgido
a fines del siglo XVIII que otorgaba pleno derecho
a los padres en materia de casamiento. En efecto,

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las y los contrayentes menores de veinticinco años tojadizas. No era, pues, el amor romántico el que
debían tener el consentimiento paterno, pero esta se imponía sino las conveniencias de los progeni-
circunstancia afectaba sobre todo a las mujeres, tores.
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que en su enorme mayoría se casaban bastante an- En el pasado, la “Pragmática” había significado
tes de cumplir esa edad. En general, los varones lle- un gran número de juicios de “disenso”, especial-
gaban mayores al matrimonio, de modo que po- mente entre las jóvenes de las clases más acomoda-
dían sortear el decisivo acto de contar con el das de la sociedad colonial. Hubo casos muy sona-
auspicio paterno. Durante el periodo colonial una dos que tuvieron como protagonistas a jóvenes de
costumbre inveterada había sido casar a las hijas de familias encumbradas, finalmente resueltos de ma-
modo estratégico, esto es, que la alianza sirviera a nera positiva para novias y novios afectados que
los intereses familiares. Los candidatos fueron es- pudieron imponer su voluntad ante sus padres.
cogidos por los padres en razón de atributos como Pero también hubo juicios en los que los fueros
la fortuna, el honor y el poder. De este modo, el actuantes dieron la razón a estos últimos. Durante
casamiento entre los sectores de la élite —y entre el largo periodo que llevaba el proceso legal del
los que aspiraban a integrarla— fue un cálculo ba- disenso, las muchachas se mantenían fuera del ho-
sado en las mejores oportunidades de estatus. Las gar paterno, hospedadas en organismos tutelados
normas impedían la mezcla de sangres, debía pre- en general por la Iglesia.
servarse la pureza de la raza blanca y estaban inter- Entre los diversos grupos populares sin duda
dictas las alianzas entre quienes se presumían blan- resultó más fácil escapar a las reglas estrictas de la
cos y católicos con personas de otras etnias y “Pragmática” puesto que había menos riquezas
credos, algo poco practicable habida cuenta del que proteger y cuantías a las que aspirar, aunque a
largo mestizaje de las sociedades latinoamericanas. menudo no se trataba tan sólo del interés material.
Algunos padres esgrimían su oposición sobre la Entre los sectores menos favorecidos de la socie-
base de la presunción de que la sangre del candi- dad era moneda corriente que los vínculos matri-
dato no era pura, o por rasgos de personalidad que moniales comenzaran mucho antes que la santifi-
no los convencían y aun por razones de lo más an- cación religiosa, y esto era así debido a la herencia

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del pasado aborigen cuyas reglas de conyugalidad preservar las relaciones patriarcales que sujetaban
diferían de las normas de los conquistadores. Allí a las mujeres. De hecho sólo algunas categorías de
donde predominaban fuertes tradiciones entre las varones pudieron acceder a las primeras formas de
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poblaciones que exhibían trazos indígenas, el ma- ciudadanía y no hay dudas de que aumentaron las
trimonio podía ser más libre, tal como había ocu- prerrogativas para el género masculino, pero no
rrido en las sociedades originarias, lo que no quie- para las mujeres.
re decir que las cónyuges tuvieran más autonomía. La nueva Nación que ganaba sustento con el
Y si los padres se negaban a las elecciones de las triunfo de las fuerzas liberales, animada de un pro-
muchachas, había fórmulas como la del rapto, tan pósito laico o al menos proclive a una mayor se-
empleadas en las áreas pastoriles y no sólo por los cularización de la esfera pública en franca cons-
grupos populares. No debe extrañar que en las me- trucción, requería un ordenamiento, y qué mejor
morias dejadas por Jennie Howard —una de las que señalar como pilar fundamental a la familia. Se
maestras norteamericanas que arribó al país con- impuso con mayor fuerza una nítida división de
cretando el plan sarmientino— se diera lugar a las los deberes y las responsabilidades de varones y
convicciones de la empleada doméstica que la mujeres. Si muchos liberales creían que las relacio-
atendía en Corrientes, quien jamás se había casado, nes con el orden religioso debían pertenecer al
aunque era madre de una prole numerosa porque, dominio de lo estrictamente privado, y afirmaban
confesaba, era el modo de sentirse “más libre”. que el individuo debía ser libre “por naturaleza”,
No hay duda de que el matrimonio ponía en las contradicciones no fueron pocas.
evidencia un orden patriarcal severo, coactivo y Como ocurrió con otros países latinoamerica-
conforme a arreglos entre los sectores de la élite nos, las posiciones de nuestros liberales eran para-
colonial, fenómeno que se prolongó más allá de la dójicas: podían alentar económicamente las leyes
codificación moderna de 1869. No puede llamar del mercado y llevar adelante grandes reformas
la atención que el cambio de las normas hereda- públicas, pero eran conservadores en relación con
das de España demorara tanto, ya que las institu- la moral y las costumbres, y no se atrevían a azu-
ciones republicanas tuvieron particular interés en zar el poder eclesiástico sino hasta cierto punto. La

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vida privada bien merecía preservarse para la in- nos, amantes, confusos o perplejos frente a los de-
fluencia eclesiástica. En materia de ideas y preven- safíos de la arena política. Algunas fueron decisivas
ciones sobre la condición de las mujeres casi no para el armado de candidaturas y para sostener
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había diferencias entre liberales y conservadores: el campañas, pero faltó reconocimiento a esas gestas.
mejor lugar era la vida hogareña, allí donde servían La inteligencia o el ingenio de muchas mujeres
a los maridos y se dedicaban a la buena crianza de pudo formar parte del anecdotario de los ambien-
la prole. El augusto mundo doméstico aparecía tes de la política, pero no persuadió a los varones
como una reserva esencial de la vida republicana beneficiados acerca de la necesidad de otorgarles
según los liberales, como un rescoldo donde ardía derechos cívicos, ni aun cuando ya se entraba en
el fuego santísimo de las virtudes cristianas, según la fase de conformación de la Nación argentina.
la Iglesia. De un lado y de otro se sostenía que las Entre las transformaciones institucionales del
mujeres no podían contaminarse con los rudos es- periodo organizacional bajo la regencia liberal que
tilos de la vida pública, actuando en lugares incon- siguió a la caída de Juan Manuel de Rosas, se en-
venientes que les harían perder la feminidad. La cuentra el Código Civil sancionado en 1869, du-
política no era, en absoluto, una dimensión apro- rante el gobierno de Domingo F. Sarmiento. Su
piada; aunque los liberales más conspicuos pudie- redacción estuvo a cargo del destacado jurista cor-
ron advertir que impedirles el derecho a sufragar dobés Dalmacio Vélez Sarsfield sobre la base de los
era una arbitrariedad, finalmente se rendían ante antecedentes hispánicos, que habían emanado de
quienes —en nombre del progreso— sostenían las antiguas concepciones romanas, y especialmen-
que concederles el voto sería lo mismo que permi- te del Código Civil francés de 1804 promulgado
tir la propagación de las posiciones de los clérigos. bajo el dominio de Napoleón. El ordenamiento
Sin embargo, la influencia política de las muje- determinó con mayor contundencia la inferiori-
res fue muy importante. Aunque casi soterradas dad de la mujer casada puesto que en un conjun-
por las obligaciones caseras y rodeadas de seres y to de aspectos esenciales ésta requería la anuencia
enseres íntimos, sus voces pudieron orientar y del marido para poder actuar. Resulta paradójico
hasta determinar la conducta de maridos, herma- que una gran colaboradora para que el Código

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viera la luz fuera una mujer, la hija de nuestro ju- En suma, durante los últimos tramos del siglo
rista, Aurelia Vélez. Recordaré las principales dis- XIX, la República ordenó especialmente la socie-
posiciones del Código Civil, a saber: los bienes de dad a través de medidas que regulaban la vida pri-
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la mujer casada debían ser administrados por el vada, esto es, que determinaban con más fuerza los
marido; para estudiar, profesionalizarse, trabajar o deberes y obligaciones de mujeres y varones. Este
comerciar, la casada debía contar con autorización aspecto fue el más destacado; luego vinieron las
expresa del cónyuge, y no podía testificar sin su grandes reformas del derecho público especial-
anuencia. En suma, se trataba de una asimilación mente en lo atinente a la educación, sin dudas el
jurídica a la condición de menor. El único resqui- logro mayor de nuestros edificantes liberales.
cio de nuestro primer Código Civil que favorecía
a las casadas fue el del derecho a los bienes ganan-
ciales, algo que no todos los ordenamientos lati- Un manual de urbanismo femenino
noamericanos sancionaban.
La posibilidad de divorciarse fue una franquía En la misma década en que apareció nuestro
a la que podía accederse aun antes de la ley de ma- Código Civil, Rosa Guerra atinó a escribir lo que
trimonio civil de 1888, pero se trató de una cir- tal vez sea el primer manual argentino para ense-
cunstancia excepcional concedida por la Iglesia ñar urbanidad, buenos modales y otras conductas
frente a problemas también excepcionales como apropiadas “para el sexo”. No es posible establecer
los malos tratos, la inducción a la prostitución y, es- la fecha de su nacimiento, pero se sabe que se edu-
pecialmente, descubrir que el cónyuge había men- có en el Colegio de Huérfanas que dependía de la
tido en relación con el credo y que en efecto per- Sociedad de Beneficencia y que probablemente
tenecía a una herejía. La Iglesia tenía la facultad de ese ingreso se debió a que era una “huérfana res-
disolver el matrimonio, por lo tanto los cónyuges petable”. Muy joven, ya daba clases a las niñas y
obtenían nuevamente la aptitud nupcial. Como se perfeccionó las artes de la escritura; escribió Lucía
verá más adelante, el divorcio vincular demoró Miranda y La camelia, dos novelas que le darían al-
mucho tiempo en ser sancionado en la Argentina. guna proyección. Un aspecto importante de su es-

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critura estuvo vinculado con el periodismo; a me- sas cartas, la madre va orientando a la muchacha
diados del siglo XIX publicaba con cierta asidui- sobre pautas de comportamiento y sobre las reglas
dad, bajo el seudónimo de “Cecilia”, en periódicos fundamentales de la vida, con enorme parecido a
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como La Nación Argentina, La Tribuna y El Nacional. esos tratados de formación del carácter, de la per-
Me ocuparé del libro que publicó en 1863, Julia ó sonalidad, arregladas a las normas de urbanidad,
la Educación. Libro de lectura para niñas dedicado a la ampliamente divulgados entre los siglos XVII y
Sra. Da. María S. de Mendeville, tal su título. XIX. La religión, el recato y la humildad, la cor-
No puede sorprender ese título-dedicatoria a dialidad y la amistad sincera, la honestidad, ocupan
Mariquita Sánchez, pues ésta era una referencia de un lugar destacado en los principios que rigen esas
su niñez en el Colegio de Huérfanas de la Socie- normas. En el resumen de las “reglas de urbani-
dad de Beneficencia, una institución que alcanzó dad”, la autora puntualiza la necesidad de “los de-
gran envergadura y que siempre estuvo a cargo de beres con Dios”, que ha prometido “la salvación
las mujeres de la élite desde su creación por Ber- eterna” y a quien hay que venerar en primer lu-
nardino Rivadavia. Mariquita había estado estre- gar. En “deberes para con nuestros padres” hace
chamente ligada a la Sociedad y a su empeño edu- hincapié en la necesidad de amar y honrar a los
cativo, y en el momento de la publicación la progenitores. Introduce de inmediato la necesidad
presidía. En esa década, la singular dama hasta dis- de guardar “deberes para con nuestra Patria”. En
cutía con Sarmiento cuestiones pedagógicas vin- este caso dice que se trata del lugar en que hemos
culadas con la enseñanza de las mujeres, debido so- nacido “y donde formamos con nuestros conciu-
bre todo al destino de las escuelas sostenidas por la dadanos una gran sociedad de intereses y senti-
entidad. mientos nacionales”. Es menester amarla, “salván-
El libro de Rosa Guerra es un manual de ins- dola de sus eminentes peligros y libertándola de los
trucción femenina redactado bajo la forma de co- tiranos que la oprimen” (sin duda la autora había
rrespondencia entre una madre y su hija, Julia, a la sido opositora de Rosas). Puntualiza luego los “de-
que aquella desea ver formada según los moldes de beres para con nuestro semejantes” y “para noso-
una instrucción adecuada para su sexo. En diver- tros mismos”, y dedica entonces todo el resto de

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la normativa a diversos escenarios y conductas exi- tal como sostenía el gran historiador romántico
gidas por la urbanidad que deben ser característi- francés Jules Michelet: “La mujer encierra en su ser
cas de las mujeres. La moral se observa junto con todo lo que hay de más bello e interesante en la
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“las buenas maneras o buenos modales”, ya que naturaleza humana y esencialmente dispuesta a la
—como asegura Guerra— se trata de “la decencia, virtud, por su conformación física y moral, y por
moderación y oportunidad en nuestras acciones y la vida apacible que lleva; en su corazón encuen-
palabras”. tran digna morada las más eminentes cualidades
En suma, el tratado de Guerra asimila, como sociales. Pero la naturaleza no le ha concedido ese
todos los manuales formativos de la época, los re- privilegio, sino en cambio grandes privaciones y
sortes internos a las formas externas, se presupone sacrificios y de (sic) gravísimos compromisos con
que las notas morales son intrínsecas a las manifes- la moral y la sociedad, y si aparecen en ella con
taciones de distinción, del buen gusto, de los suje- mayor brillo y realce las dotes de una buena edu-
tos. Así, para la autora, las reglas de etiqueta son cación, de la misma manera una leve falta resalta
fundamentales para todos, pero en particular para más en todos sus actos, como la más pequeña man-
las muchachas, y debe tenerse en cuenta la con- cha en un cristal, y aun hasta aquellos defectos in-
ducta apropiada en cada ambiente, y aun de “cada significantes que en el hombre pudiera alguna vez
pueblo que visitemos”. “La civilidad —asegura— pasar desapercibidos”.
presta encantos a la virtud misma; y haciéndola de No le escapan a nuestra autora, y con razón,
este modo agradable y comunicativa, le conquista que las faltas femeninas suelen ser mucho más
partidarios e imitadores en bien de la moral y las acentuadas que las de los varones y que el compor-
buenas costumbres.” Y más adelante insiste: “La ci- tamiento público y privado de las mujeres es mu-
vilidad presta igualmente encantos a la sabiduría”. cho más exigente. Así, sostendrá: “La mujer tendrá
Su definición del ser femenino es una fiel expre- por seguro norte, que las reglas de urbanidad ad-
sión del canon de época republicano que ya lo dis- quieren, respecto de su sexo, mayor grado de se-
tingue con notas de excelsitud, pero que desea su veridad que cuando se aplican al hombre; y en la
pasividad como una reserva social incontaminada, imitación de los que poseen una buena educación,

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sólo deberá fiarse en aquellos (sic) de sus acciones su casa sin corbata, en mangas de camisa y menos
y palabras que se ajustan a la extremada delicade- mal calzado”, y a las mujeres les indicaba que de-
za y demás circunstancias que le son peculiares. Así bían “lucir con más compostura que el hombre”,
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como el hombre que tomara el continente y los pues “su desaliño dentro de casa dará muy mala
modales de la mujer, aparecería tímido y encogi- idea de su educación”. Las reglas para andar en la
do, de la misma manera el aire desembarazado del calle estaban enmarcadas en “gran circunspección
hombre, parecería inmodesta (sic) o descarada (sic) y decoro”, el andar no debía ser ni apresurado ni
en ella”. Como puede observarse —además de lento, las pisadas debían ser suaves, el cuerpo debía
ciertas dificultades de concordancia—, Guerra estar derecho, y al sentarse nada “de recostar la ca-
pontificaba sobre la diferencia de sexos en el tono beza” ni de “extender y cruzar las piernas”.
y conveniencia que constituían el lugar común del La conducta en las escuelas debía observar un
pensamiento del periodo, de incontestable perdu- gran respeto por “nuestros maestros” —aunque la
rabilidad. Las normas de nuestra autora abogaban enorme mayoría de quienes enseñaban fueran mu-
por el afecto y la tolerancia tratándose de la situa- jeres, usaba el género masculino—: no había que
ción de las hijas, por el respeto y la consideración irritarse por sus correcciones, no había que censu-
con la familia. Con relación al aseo personal, re- rarlos por su conducta, ni ridiculizarlos. Las normas
marcaba la importancia que tenía para las mujeres de Guerra prohibían que se contara en la escuela
el uso de ropa y calzado limpios, pero señalaba es- “lo que pasa en nuestra casa, ni en las casas ajenas”,
pecialmente que debían erradicarse actos como el y tampoco debía ocurrir lo contrario, llevar fuera
de escupir y “esgarrar”, “extraordinariamente de- de la escuela lo que en ella ocurría. El trato entre
sagradables” porque “echan por tierra todos los condiscípulas debía ser de amistad, “de considera-
atractivos”. Los ambientes de la casa debían mante- ción y generosidad”, y nada de “mala voluntad
nerse bajo la más completa higiene. cuando nos aventajen en los estudios”; la amistad
En cuanto al vestido, debía “cubrir de una ma- más sólida —decía— “nace en la escuela”.
nera honesta”, pero se permitía aconsejar a los dos Entre las normas para conducirse en sociedad,
sexos: a los hombres “no les está permitido estar en era menester un “lenguaje siempre culto, articu-

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lando las palabras clara y sonoramente”, el tono quier lugar, a menos que hubiera gran confianza
suave al hablar, ya que “en la mujer la dulzura de la con los anfitriones. La duración de la visita depen-
voz es no sólo una muestra de buena educación, día de esta última condición; cuando el trato era
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sino un atractivo poderoso y casi peculiar de su menos íntimo, el encuentro solía ser mucho más
sexo”. La gesticulación debía ser apropiada, nada de corto, y era necesario retirarse a otro aposento si se
exageraciones, y había que evitar, absolutamente, conversaba con alguien importante y llegaba otra
expresar “alguna idea poco decorosa”, así como la persona igualmente importante.
ironía o la sátira. En todo caso, debía siempre mi- Las normas de mesa recuerdan, casi por com-
rarse de frente al interlocutor. Estaban descartados pleto, a los manuales en boga: la cuchara y el cu-
los “actos vulgares”: imitar a otros, la onomatope- chillo se manejaban con la derecha, jamás podía
ya de animales, hacer ruidos, hablar en exceso, to- llevarse el cuchillo a la boca y tampoco debían in-
car a quien se dirigía la palabra. Pero la falta más troducirse por entero el tenedor y la cuchara. El
grave —aseguraba Guerra— “era desmentir a la pan se situaba a la izquierda, no debía moverse de
otra persona”. ese lugar, mientras vasos y copas iban siempre a la
El capítulo dedicado a las reglas de visita resul- derecha. Bizcochos y panes se cortaban exacta-
ta bastante largo, y no puede sorprender porque mente en la medida del bocado, y no debían vol-
era la principal actividad que marcaba la sociabi- ver a la fuente los restos de comida. Eran actos ab-
lidad de época. Debía concurrirse a otras casas para solutamente groseros olfatear comidas y bebidas,
felicitar por acontecimientos alegres, dar pésames, hacer ruido al masticar o al sorber líquidos, hacer
para despedirse o agradecer por algo, pero también “sopas en el plato”, tomar bocados grandes de co-
había que visitar aunque no mediara ninguna ra- mida, llevar huesos a la boca, tomar la comida con
zón especial. La cortesía abundaba en sus reco- el pan —en vez de con el tenedor o cuchara—,
mendaciones, las reverencias eran exigidas al mo- arrojar comidas, hacer muecas y sonidos, extraer
mento del recibo y al ingresar a los diferentes de la dentadura partículas con la lengua... Estor-
ambientes de una residencia. El sombrero debía nudar o eructar debían hacerse volviendo a un
permanecer en la mano; no debía dejarse en cual- lado la cabeza, con todo disimulo. En la mesa no

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debía hablarse más que de buenos asuntos, nada de ponder la correspondencia. En fin, Guerra reco-
malas noticias, desgracias o enfermedades, y estaba mendaba otra serie de conductas en público, pero
absolutamente prohibido hacer bolillos con el pan finalmente aseguraba que “una persona culta, de
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y arrojarlos a otros comensales. Dejaré de lado las buenos principios, jamás se ocupa en hablar mal de
reglas dirigidas a la gastronomía —qué comer, nadie”, así como “la vanidad y la ostentación son
cuándo, cómo servir—, cuya minucia es singular en vicios enteramente contrarios a la buena educa-
el libro de nuestra autora. ción”, a lo que agregaba: “La persona que hace alar-
Guerra también se preocupó por dar normas re- de de sus talentos y de sus virtudes, de sus riquezas,
lacionadas con la correspondencia epistolar, e indi- manifiesta tener un carácter poco elevado”. Estas
caba que se trataba de una conversación escrita, observaciones permiten sostener la idea de que se
pero con un lenguaje mucho más correcto. Las car- acentuaban las diferencias de clase, de modo más
tas a amigos, familiares y muy conocidos podían te- ostensivo, entre las mujeres, a medida que la nueva
ner gran extensión, pero las de negocios debían ir era republicana marchaba hacia la más compleja
al asunto, ni una sola frase podía apartar la atención trama de la modernidad. Rosa Guerra, que ya en-
de la cuestión central. Al dirigirse a personas im- carnaba el nuevo modelo de las mujeres de clase
portantes o de mucho respeto, no había que desti- media que debían vivir gracias a cierta profesiona-
nar párrafos a asuntos familiares, y aconsejaba que lidad, retaba a las de la “clase decente” con la nece-
“el inferior no debía dar al superior el título de sidad de más educación y también de más humil-
amigo”. Debía pensarse que las señales “más carac- dad. No deja de llamar la atención que, a pesar de
terísticas de una mala educación son aquellas que se la importancia fundamental concedida al matrimo-
cometen contra las reglas de la ortografía”. La letra nio, este manual de urbanidad para las niñas —que
tenía que “ser clara y si es posible elegante”, y el pa- actualizaba viejas y más nuevas compilaciones— no
pel “tanto más fino cuanto menor sea la confianza se demorara largamente en consejos acerca de las
que se tenga de la persona a la que se escribe”, sien- devociones al cónyuge. Sin duda, una excepción.
do necesario distinguir entre el “papel de cartas” y
el “papel de esquelas”. Un acto “incivil” era no res-

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Ingresa el concepto “feminismo”: la no “feminismo” en ocasión de su recepción en la


recepción de Ernesto Quesada1 Argentina efectuada por la prensa periódica y por
Ernesto Quesada, un intelectual singular. Sus po-
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“Feminismo” se encuentra entre los tópicos siciones iniciales hubieran podido constituirlo en
modernos que circulan a fines del siglo XIX. Su un “liberal radicalizado” —una especie franca-
rápido hospedaje en la Argentina se ofrece como mente rara en la Argentina—, pero sus ideas de la
un aggiornamiento, como una evidencia de la adop- madurez adquirieron un tinte conservador. Fue
ción de un lenguaje que se ha puesto de moda. Sin un publicista prolífico, un especialista en Dere-
embargo, se trata de una construcción que exhi- cho —campo sin duda proverbial de su actua-
be, ya de inicio, marcas contradictorias aun cuan- ción—, y también se dedicó al análisis del pasado
do en lo esencial alude a las relaciones jerarquiza- histórico argentino. Debe considerárselo el primer
das entre los sexos. No deja de llamar la atención sociólogo del país, aunque con patente oficiosa, ya
que entre quienes la emplearon inauguralmente que la Sociología como disciplina sólo se consagró
con el ánimo de originar acepciones disonantes a mediados del siglo pasado en la vida académica
—como es el caso de Ernesto Quesada, figura cen- nacional.
tral en la primera circulación del término— se Todo indica que el empleo público de la voz
operará una involución, ya que más tarde se inten- ocurrió en 1898, a raíz de la propuesta de una sec-
tará mitigar la influencia disruptora del concepto. ción especializada “en las contribuciones femeni-
Me ocuparé de los contenidos atribuidos al térmi- nas” realizada por las mujeres del Patronato de la
Infancia y con motivo de la Exposición Interna-
cional que se llevaría a cabo ese año. La Argentina
1
Este texto, con leves modificaciones, fue publicado con el se había comprometido a realizar una exposición
título “Primera recepción del término ‘feminismo’ en la Argen-
preparatoria de la que tendría lugar en París. Des-
tina”, en Labrys, revista de estudos feministas/études féministes de la
Universidade Nacional de Brasilia, Brasil, n° 8, agosto-diciembre
de los primeros meses de 1898, los medios perio-
de 2005, en el dossier titulado “Argentina” dirigido por María dísticos de Buenos Aires informaron sobre la
Luisa Femeninas. Labrys www.unb.br/ih/his/gefem. nueva actividad que desarrollaban las damas del

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Patronato, integrantes de la élite, que preparaban la de, el “ser femenino”: “Ayer comenzó la coloca-
“Sección Femenil” de la Exposición. Pero rápida- ción de objetos que se exhibirán en la Sección Fe-
mente, sobre todo los grandes diarios —La Nación, minista entre los cuales hay no pocas curiosidades
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La Prensa— y magazines como Caras y Caretas, co- coleccionadas por el bello sexo, lo que no es de
menzaron a designar a esta iniciativa como la “Sec- extrañar sabiendo lo minuciosa que es la mujer
ción Feminista” de la Exposición Nacional. La para guardar todo aquello que llama su atención”.
“Sección Feminista” —me basaré especialmente Este empleo de la noción “feminista” es un enga-
en el ejemplo del diario La Nación— presentaría ñoso ardid, un encantamiento con el aire de mo-
las habilidades de las mujeres, sus producciones dernidad que consagra las marcas más estereotipa-
manuales en diversos rubros, así como sus realiza- das de la condición genérica y asimila a la mujer
ciones en materia de artes plásticas y sus destrezas casi a la condición de infante. Me demoraré en la
para coleccionar piezas de valor ornamental, mo- nota con que el diario La Nación difunde en di-
biliario, etcétera. He aquí entonces convocada la ciembre de 1898 la inauguración de la sección,
voz “feminismo” por primera vez en los diarios de pues contiene aspectos que denotan esta primera
la Argentina, y es altamente probable que fueran absorción del vocablo “feminismo”. Bajo el título
las propias mujeres del Patronato quienes hicieran “Exposición Nacional. La exhibición feminista.
anuncios empleando el término. Serán reiteradas Inauguración. Una fiesta notable”, se dice: “Inte-
las noticias sobre los avances de los preparativos de rrumpimos por un momento las áridas descripcio-
la “Sección Feminista” de la Exposición Nacional, nes para ocuparnos de una fiesta única: la inaugu-
a la que también suele designarse como “Sección ración de la Sección Feminista [...]. La fiesta de
Femenil”, de modo que la equivalencia de los tér- anoche que marca una etapa en la vida de la mu-
minos es una construcción que torna sinónimos jer argentina, mostrando lo que ella es, por prime-
femenino/femenil/feminista. La nota que selec- ra vez, en nuestra tierra, tiene una trascendencia
ciono, y que se refiere al momento de la inaugu- que no puede examinarse de improviso, pues es
ración del acontecimiento, habla a las claras de las necesario reencontrarse con las abuelas para batir
ideas en boga que contiene y del sujeto al que alu- palmas delante de las nietas [...]. Larga y pintores-

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ca crónica, desde un zapatito de raso cosido por las profundidad, comparable al de este intelectual. In-
propias manos de la novia, hasta el día del encaje vitado a cerrar la sección aludida, hizo un esfuer-
que puede competir con el de Brujas, siendo cua- zo por traducir el espíritu que originó el concep-
si hadas las que tejen...”.
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to y consiguió transmitir su acuerdo con el


El sentido mayor de la fiesta enmarca el desem- programa feminista. Quince años más tarde, en
peño público de las mujeres, lejos entonces del ba- una conferencia realizada ante el Consejo Nacio-
lance de las adversidades y el sufrimiento, aun nal de Mujeres, nuestro hombre revisaba su posi-
cuando en la exhibición hay una nutrida muestra ción y titubeaba frente al crédito abierto a los de-
de prendas realizadas por muchachas asiladas, mu- rechos femeninos que había constituido su apuesta
jeres pobres asistidas por organismos dedicados a la de 1898. El discurso precursor de Quesada co-
caridad. Otro ángulo en el que debemos reparar es menzó refiriéndose a la cuestión femenina como
la construcción temporal que realiza el cronista: “un asunto de interés palpitante”: “Se nota en el
“por primera vez”, para indicar esta muestra del mundo entero una verdadera agitación en favor de
quehacer de la mujer argentina, lo que en realidad la mujer, admitiéndola en la enseñanza superior, en
debe significar “por primera vez en esta clase de las profesiones liberales, en las industrias y en el
acontecimientos se ha permitido la participación comercio, bregando por reconocerle derechos ci-
de las mujeres”. Finalmente un aspecto significa- viles iguales a los de los hombres, aun pensando
tivo: la selección del zapato de novia y del encaje algunos en acordarle franquicias políticas, ce-
de Bruselas dentro del enorme cúmulo de objetos, diéndola, por fin, el primer lugar en el alivio de
piezas, obras de arte e indumentarias que se exhi- los miserables y en la redención de los descarria-
ben es una señal incontestable del único destino dos”. Su lenguaje cruzaba la vereda del reclamo de
femenino. facultades reivindicando de modo explícito que
Ernesto Quesada inauguró un ensayo-recep- “esta y cualquiera otra exposición [...] impone la
ción del término “feminismo” en la Argentina. Si solución del problema, otrora pavoroso de la
bien otros autores pudieron emplear el término en emancipación del sexo débil”, y advertía: “El pro-
la época, ninguno de ellos realizó un análisis en grama del feminismo no puede ser más simpático:

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no busca emancipar a la mujer, masculinizándola te de lo real, y tranquilizó a la platea, pues nada ha-
e invirtiendo los papeles, sino que quiere análoga bía que temer ya que “en la República Argentina
instrucción para ambos sexos e igual posibilidad [...] la igualdad de ambos sexos es absoluta en la
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de ejercer cualquier profesión, arte u oficio. El fe- educación, tiende a serlo en el ejercicio de las pro-
minismo que tiende a acordar derechos políticos fesiones y deberá sancionarse en la legislación ci-
a la mujer teóricamente no puede ser más justifi- vil”. Se hacía eco así de las impugnaciones al Có-
cado, pues se basa en la mismísima razón que digo Civil y ya no eran pocas las voces que
acuerda a los varones dicha franquicia: en el hecho reclamaban por su modificación que se habían su-
de que todo contribuyente tiene derecho para ser mado no sólo a las posiciones reformistas y socia-
gobernante, es decir, elector y elegible”. Este pro- listas, sino que además, en el centro mismo de la
grama no dista mucho de los que suscribieron las opinión tradicional, habían surgido las discrepan-
militantes en diversos países, y que fue enarbola- cias. Quesada abogaba por el fin de la minusvalía
do también en la Argentina por las feministas, don- civil de las mujeres: “”Persistir hoy en mantener se-
de redundan los reconocimientos maternales. mejante ficción legal es un error y una injusticia”.
Quesada proseguía, anticipándose a los juicios pa- Lo que más sorprende es que se haya permitido
catos que seguramente menudeaban entre sus poner en tela de juicio las esferas —pública/do-
oyentes: “¿No producirá esa reforma, caso de triun- méstica— de los sexos, que haya conmovido la
far, una inversión completa en las costumbres, al norma de las funciones divergentes: “No hay razón
convertir a las mujeres en miembros del parlamen- para considerar la mujer inferior al hombre o des-
to y en ‘hombres de Estado’? La mujer parecería tinada a una esfera diferente de acción [...]. El pre-
aspirar a despojarse de lo femenino, en lo más ín- juicio secular de que la mujer nacía y se formaba
timo e irremplazable del concepto; y a competir sólo para el matrimonio, perdiendo en él su pro-
con los varones, a brazo partido, en la lucha prosai- pia personalidad, era sin duda, un resto del inge-
ca por la vida...”. Luego de esta provocación, mo- nuo antropomorfismo de las primeras edades,
deró el discurso, expresándose no sólo como un cuando el hombre se consideraba centro de lo
estimulador de lo posible, sino como un celebran- existente [...]. Por siglos ha predominado ese erró-

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neo concepto y la mujer ha sido víctima de avanzada en una sociedad que no legitimará de
él”. Otra sorpresa que ofrecen las posiciones de manera irrestricta el trabajo de las mujeres sino
Quesada está en su apoyo al trabajo femenino ex- hasta fines del siglo XX. Aunque Quesada hace un
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tradoméstico. No tiene dudas de que se ampliará elogio de la exhibición “feminista”, pone en evi-
“porque en las sociedades nuevas el hombre exige dencia que falta en la muestra algo que no había
el trabajo de la mujer”. Aunque dará cifras inexac- ingresado ni a la consideración de la prensa ni de
tas sosteniendo que el 46 por ciento de las muje- las matronas de la élite: la producción intelectual
res en la Argentina tiene una profesión, importa de las mujeres, sus talentos literarios y docentes.
subrayar que para nuestro autor el trabajo de la Nuestro autor apoya el sufragio: en clave liberal
mujer constituye un problema central a fin de lo- afirmará que la mujer debe votar “porque todo
grar su independencia, y abogará por la más equi- contribuyente tiene derecho a ser gobernante” y
tativa formación femenina: “El feminismo no bus- dirá, enfático: “Ante el Estado ambos sexos son
ca la masculinización de la mujer: quiere igual iguales”. Combatirá la idea de que la participación
instrucción para los dos sexos e igual posibilidad política de las mujeres acarrea una inversión de las
de ejercerla misma profesión, arte u oficio [...]. Es costumbres; y aunque insistirá en su frase de ini-
justo preparar a la mujer para las dificultades que cio acerca de que la “cuestión femenina” no exhi-
pueden presentársele y no darle una educación ‘fe- be la misma gravedad en la Argentina —a diferen-
menina’ y decorativa, sino igual a la del hombre cia de otros países—, proclamará una vez más que
[...]. Esto les dará independencia y cambiará la faz es necesario modificar la legislación civil y que “las
de las naciones”. mujeres pueden hacer mucho” para esto. No vaci-
Nuestro orador aludirá a diversos empleos de la en vincular el largo ejercicio femenino en aso-
las mujeres —en tiendas, correos, telefonía, en- ciaciones propias, en entidades benéficas, con una
fermería— y, aunque no se privará de las clásicas preparación para el gobierno “ya que forman un
imágenes binarias, esto es, tareas “propias” para microcosmo político con sus luchas electorales,
hombres y para mujeres, debe subrayarse su voto asambleas legislativas, voto y administración”.
favorable al trabajo femenino. Esta posición es Esta experiencia de gobierno le parece de gran

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significado: debe esperarse mucho de “la acción como “las reformas benéficas para su sexo”. Cree
confederada de las asociaciones existentes o en que este programa en sus manos “será más pruden-
formación”. Es necesario destacar que Quesada te y más práctico que en la de apóstoles del otro
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no piensa sólo en la reunión de mujeres para las sexo, a veces por demás ilusos o que piden más de
típicas acciones asistenciales que integran las con- lo que en realidad es conveniente”. Al final de su
sabidas expectativas de género. alocución, manifestó que quedaba mucho por ha-
El movimiento de mujeres que vislumbra se cer y que las mujeres de los sectores sociales me-
vincula a la idea de agencia por derechos, puesto nos acomodados debían participar en actividades
que “la acción confederada” que propone debe te- como las que habían convocado las damas de las
ner por objeto “ya sea provocar una agitación pú- clases dirigentes. Nuevamente sus palabras sor-
blica a favor de la reforma de la legislación civil en prenden ya que se trata de apostar a un propósito
el sentido de igualar a la mujer con el hombre; sea problemático, casi invariante en la evolución del
para reclamar de los poderes públicos la admisión de feminismo, y no sólo en la Argentina: la alianza de
la mujer a los empleos administrativos sedentarios, las mujeres más allá de las diferencias de clases.
que su sexo le permite cómodamente desempeñar; Mucho de esto sobrevendría en el siglo cuyas lu-
sea para obtener del comercio análoga medida, so- ces —y sombras— ya se avizoraban.
bre todo en tiendas y bazares concurridos sólo por
un público femenino comprador; sea para abrir a la
actividad de la mujer otras carreras y profesiones Anarquistas: revolución también en la casa
que ensanchen su esfera de acción [...]. No es de es-
perarse que esas reformas se operen por la acción Desde fines del siglo XIX aparecieron nuevas
paternal de resoluciones legislativas o decretos gu- fórmulas ideológicas y políticas a propósito de los
bernamentales; es menester interesar a la opinión grandes cambios que se vivieron en el país, entre
pública para cambios paulatinos de la tradición”. los que se destacaba la numerosa inmigración ul-
Quesada anima entonces a las mujeres argenti- tramarina. Las nuevas doctrinas del proletariado se
nas para que asuman “el feminismo”, definiéndolo incorporaron con cierta rapidez y el anarquismo

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fue una de las vertientes que más adhesión con- Sin duda, no eran los libertarios los únicos críti-
quistó entre las clases trabajadoras hasta alrededor cos de la institución matrimonial, pero en nues-
de 1915. Su prédica se reveló muy eficaz entre las tro país fueron los que más se destacaron por el
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masas laboriosas inmigrantes, puesto que al abju- ataque a sus principios, y en su lugar propusieron
rar de la Nación y sus símbolos, al oponerse al Es- una fórmula que divulgaron con mucho ahínco, el
tado y a su normativa jurídica, tanto como al pa- “amor libre” —o su equivalente, la “unión li-
tronato y al sistema capitalista, disuadía de una bre”—, que podía revocarse cuando una pareja así
exigencia identificatoria a quienes habían dejado lo decidiera.
terruños y auspiciaban la revuelta contra la injus- Esta sugerente transformación de las conven-
ticia del orden que los acogía. El anarquismo pre- ciones sustituía la hipocresía de los vínculos por
conizaba la resistencia a todas las formas de some- los sentimientos auténticos, y sin dudas eran las
timiento y abogaba por la liberación de los mujeres las más beneficiadas por la propuesta li-
oprimidos bajo cualquier circunstancia. La síntesis bertaria puesto que resultaban las más afectadas
de su credo libertario puede hallarse en la contun- por los designios patriarcales a la hora de escoger
dente negativa: “Ni Dios, ni patria, ni patrón”. No maridos. Las ideas anarquistas conquistaron un im-
puede sorprender que viese en la condición que portante número de mujeres quienes proclamaron
padecían las mujeres claros signos de sojuzgamien- con entusiasmo los valores del emparejamiento li-
to, y aunque estaba lejos de asimilarse a las postu- bre de tutelas, tratos justos en la vida doméstica y
ras del feminismo, al que interpretaba como una asomos de liberación sexual.
rebeldía propia de las burguesas, promovió la inde- En consonancia con éste, otro aspecto funda-
pendencia femenina sobre todo en la vida íntima. mental que aportaron las ideas anarquistas fue el de
Uno de los principales aportes realizados por la limitación de los nacimientos. En efecto, como
el anarquismo fue sacudir las fórmulas conven- comulgaban con los postulados del ensayista inglés
cionales amatorias debatiendo sobre el significa- Malthus, quien preveía que el exceso de población
do opresor del matrimonio legal, en el que sólo llevaría al agotamiento de los alimentos, tornando
veía la consumación de intereses inconfesables. imprescindible el control de la natalidad, los anar-

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quistas estuvieron entre los primeros en promover víctimas del régimen social a quienes estaban obli-
métodos y técnicas anticonceptivas. Además, adhi- gadas a parir.
rieron al credo de la eugenesia —como la enorme Una publicación importante surgida antes del
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mayoría de las corrientes de la época—, que era en cambio de siglo fue La Voz de la Mujer, a cuyo fren-
verdad una pseudociencia que sostenía que la raza te estaba quien suscribía con el seudónimo de Pe-
blanca, considerada superior debido al grado de pita Guerra. Sus páginas alertaban sobre la tiranía
evolución que había alcanzado —un supuesto ra- que padecían las mujeres y, pese a que estaban le-
cialista sin fundamento—, se hallaba en peligro jos de abogar por derechos legales —un contra-
debido a los cruzamientos incorrectos que le qui- sentido tratándose de anarquismo—, no dejaban
taban vigor. La fórmula eugenésica que adoptó el de consignar la necesidad de quebrar los yugos del
anarquismo apostaba a los buenos nacimientos, y sometimiento, combatir la irracionalidad de los
esto era posible si quienes engendraban disponían preceptos religiosos y también sacudir el orden
de buena salud y de buena condición ambiental, doméstico. Durante las primeras décadas abunda-
sobre todo, si gozaban de un aceptable grado de ron los agrupamientos femeninos de orientación
bienestar y disponían de una buena educación. anarquista, y las mujeres sostuvieron tanto la propa-
Quienes no exhibían estos atributos debían abste- ganda como las acciones directas para auxiliar la
nerse de traer hijos al mundo. El proletariado se causa del proletariado. La cultura anarquista, pródi-
ayudaba a sí mismo evitando la reproducción, ga en muy diversas manifestaciones —publicacio-
puesto que debilitaría sus propias fuerzas con una nes, centros de divulgación, escuelas racionalistas,
progenie débil, en todo caso inadecuada; pero aun teatro filodramático—, debe mucho a la presencia
los socialmente mejor dotados debían acatar el de las militantes, aunque no faltaban las quejas por
temperamento de no engendrar una vez que la las desconsideraciones, por la ausencia de un reco-
humanidad se enfrentaría con la escasez alimenta- nocimiento más acentuado, por las fórmulas misó-
ria. Los varones y las mujeres anarquistas tuvieron ginas que muchas veces imponían los militantes.
un papel precursor en materia de limitación de los Entre las grandes figuras libertarias femeninas
nacimientos, y en general también percibían como de las primeras décadas del XX se encuentra Vir-

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gina Bolten, que se distinguió por su gran capaci- mo, sus postulaciones han contribuido a abonar el
dad organizativa entre diferentes grupos obreros y camino de la autonomía de las mujeres.
debió emigrar al Uruguay, donde prosiguió su mi-
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litancia. Juana Rouco Buela estuvo al frente de la


huelga de inquilinos de 1907 —una acción pro- Las primeras feministas
longada en la que se destacó la acción femenina—
y debió dejar el país pues también se le aplicó la ley El siglo XX se inauguró con muchas luces. La
de residencia, que preveía la expulsión de quienes modernidad se había abierto paso con ímpetu, al
amenazaban el orden social. Luego regresó y en- menos en los grandes centros urbanos de nuestro
tre otras actividades editó el periódico Nuestra Pa- país, y numerosos fenómenos —desde la electrici-
labra, dedicado a dar cuenta de las ideas de las mu- dad hasta el creciente consumo de libros— pro-
jeres simpatizantes con el anarquismo en la década metían aun mayores transformaciones, y sobre
de 1920. Otra anarquista destacada fue Salvadora todo en las ciudades parecían acumularse las seña-
Medina Onrubia, quien desarrolló una labor lite- les de pujanza y opulencia. El convulsionado siglo
raria muy interesante; casada con Natalio Botana XIX finalizaba bastante manso, aunque no faltaban
—el conocido director del diario Crítica—, pudo torbellinos en esa gran avenida del progreso que
influir con relación a causas de singular proyección convocaba a miles de inmigrantes a habitar una
pública, como la liberación de Simón Radowitzky, Nación que marcaba diferencias con otras tierras
el victimario del coronel Ramón Falcón (represor latinoamericanas. Además de la posición económi-
de la manifestación de 1909), preso en Ushuaia. ca de la Argentina, gracias a la excepcional produc-
Radowitzky fue puesto en libertad por el presi- ción de carnes y cereales que implicaba nuevas
dente Hipólito Yrigoyen gracias a los oficios de oportunidades de trabajo, no era menor el atracti-
Salvadora. vo que ejercía en ese inicio de siglo la promesa de
El anarquismo, pues, ha sido una fuente de ins- la educación para todos. No obstante, los contras-
piración para conjurar el orden modélico burgués tes sociales eran remarcables y dividían a una ex-
y su moralidad. Aunque no abogara por el feminis- tensa masa de trabajadores y trabajadoras, y a un

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incipiente sector de clase media, de los grupos de do republicano se había propuesto la igualdad de
élite. En efecto el dominio económico reposaba enseñanza para los sexos, el número de niñas en las
en un reducido grupo de grandes propietarios de escuelas creció lentamente. No obstante, aun an-
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tierras, cuyo poder se evidenciaba en un régimen tes de la sanción de la ley 1420 en 1884, que como
de restricciones cívicas que imposibilitaba una au- es bien sabido plasmó el derecho a la educación
téntica vida republicana. fundamental, se pudo registrar un aumento de la
Los grandes cambios tuvieron inicio en la dé- escolaridad femenina que en algunas provincias lle-
cada de 1870, aunque se hicieron más patentes gó a ser mayor que la de los varones, y no deja de
cuando ya se ingresaba al nuevo siglo. Entre las sorprender el número de docentes mujeres. Fueron
transformaciones a las que se asistió, gracias a la éstas, por otra parte, las sostenedoras de la primera
convicción liberal en la materia, estuvo la implan- huelga del sector en 1881 en San Luis, a raíz de la
tación de la educación común que reposó en gran falta de pago de haberes. En el Censo de 1895, la
medida en el magisterio femenino. Basta recordar cantidad de maestras y profesoras que actuaba en
a la propia Rosa Guerra y a la figura notable de diversas instituciones de enseñanza era más alta que
Juana Manso, una de las principales voces en la de- el número de varones en esas mismas funciones.
fensa temprana de coeducación sexual, a menudo Sólo en el nivel secundario éstos superaban amplia-
denostada, sobre todo por el estilo contundente y mente a las mujeres, de modo que los bachilleratos
la expresión radical que solía emplear. Por impul- constituían ambientes adonde aquéllas no ingresa-
so de Domingo F. Sarmiento —nuestra mayor fi- ban, ni como alumnas ni como profesoras, salvo
gura en materia educativa—, que estaba convenci- honrosas excepciones, especialmente cuando se
do del papel relevante que las mujeres tenían en la trataba de la enseñanza de idiomas. En contraste
educación, fueron convocadas maestras norteame- con los colegios nacionales, las escuelas normales
ricanas y de este modo pudo ampliarse el cuadro pudieron ampliarse a medida que se ingresaba al
de las pedagogas locales especialmente a partir de nuevo siglo exhibiendo una nutrida cantidad de
la presidencia de Carlos Pellegrini. No deja de lla- muchachas a cuya labor se debe en gran medida la
mar la atención que, aunque en el inicio del perio- educación elemental en nuestro país.

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Pero la universidad estaba vedada a las mujeres mo año, Elvira López presentaba en la Facultad de
aunque no hubiera ninguna forma legal que lo Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Ai-
impidiera. La primera universitaria fue la joven res la tesis “El feminismo en la Argentina”, y muy
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Elida Paso, a quien muy probablemente su padre, probablemente sea la primera investigación sobre el
farmacéutico, instruyó en la disciplina, pues se tópico en América latina. Se trataba de un análisis
sabe que era farmacéutica cuando decidió pedir el sobre la situación de las mujeres en el que había una
ingreso a la Facultad de Medicina de Buenos Ai- nutrida cantidad de aspectos que redundaban en “lo
res. La solicitud fue denegada, de modo que debió femenino” clásico, en el reconocimiento de las fun-
pleitear y al final fue admitida, pero lamentable- ciones notables de la maternidad y su significado
mente falleció antes de haber obtenido el título. La social. Pero más allá de ese apego al estereotipo, Ló-
primera médica graduada en el país fue Cecilia pez presentaba un programa de reivindicaciones
Grierson, que se había desempeñado como insti- pese a que no sostenía el derecho al sufragio.
tutriz y luego como maestra. Su figura, muy recor- Resulta evidente que el feminismo y su progra-
dada porque fue una de las que inició el trazado ma de derechos avanzaban, por lo que las disiden-
feminista en nuestro medio, se encuentra entre las cias aumentaron en el seno del Consejo Nacional
pioneras en abogar por la protección de las madres de Mujeres. No puede llamar la atención que su
pobres y la niñez de escasos recursos. Cecilia re- parte más conservadora no acompañara a Cecilia
presentó a las mujeres argentinas en ocasión del Grierson en el reclamo de la emancipación feme-
Congreso Internacional de 1899 y, sin duda, la ex- nina, de modo que ésta debió abandonarlo dando
periencia nos la devolvió con una franca identidad fuerza a la asociación feminista de las universitarias.
feminista. Fue Cecilia una de las impulsoras de la La referencia a la educación de las mujeres se
Asociación de Universitarias Argentinas, cuyas po- impone puesto que no hay dudas de que en gran
siciones se identificaron con el feminismo. Había medida en la primera saga de feministas tuvo que
originado el Consejo Nacional de Mujeres en ver el hecho de poseer mejor nivel educativo y de
1901 reuniendo a un grupo de mujeres en su ma- pertenecer a sectores medios, aunque hubo excep-
yoría pertenecientes a la élite porteña. En ese mis- ciones. Entre las mujeres letradas y orientadas ha-

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cía el librepensamiento, el feminismo abrió un ción que hacían los textos que abogaban por su
cauce singular. Figuras como María Abella Ramí- autonomía, y uno de los más difundidos en nues-
rez y Julieta Lanteri constituyeron referencias de tro medio fue el libro de Auguste Babel, Las muje-
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ese movimiento que denunciaba la condición de res y el socialismo. María Abella, la principal pluma
inferioridad de las mujeres y reclamaba por la de Nosotras, tuvo un papel destacado de las luchas
transformación del orden jurídico que había san- por la conquista de los derechos civiles y políticos
cionado esa inferioridad. María era de origen uru- de las mujeres.
guayo y vivió en La Plata, donde editó con un Julieta Lanteri, de origen italiano y también
grupo de mujeres Nosotras (1901-1903), la prime- graduada en Medicina, realizó una gesta singular
ra publicación feminista en nuestro medio. No ha- para obtener la ciudadanía argentina y el derecho
bían faltado publicaciones destinadas a las mujeres, a sufragar. Su pleito con el Estado argentino fue
y basta recordar la precursora, La Aljaba, que sos- histórico y apeló a todos los medios para que se le
tuvo Petrona Rosende de Sierra en 1830, bien reconociera ese derecho, hasta se casó con un os-
como la revista editada por Juana Manso, Álbum de curo caballero, Renshaw, de quien años más tarde
Señoritas, pero si estaban escritas por mujeres y debió separarse. Julieta acudió a la justicia en de-
destinadas también a éstas, resulta inadecuado ca- manda de su ciudadanía, y ésta debió admitir que
racterizarlas como feministas. La ya presentada La la Constitución no discriminaba sexos en su con-
Voz de la Mujer, de inscripción anarquista, también cepto universal de ciudadanía. No obstante, como
había caracterizado la tiranía que se ejercía sobre ese atributo requería la capacidad de ser moviliza-
las mujeres. Nosotras, en cambio, agitaba de mane- da militarmente para servir a la Nación —que exi-
ra expresa la bandera política del feminismo; se gía el cumplimiento obligatorio del servicio mili-
dispuso a ser un medio para llevar adelante el pro- tar y estaba denegado a las mujeres—, Julieta no
grama de transformaciones que debería dar por pudo acceder a la ciudadanía. Debe recordarse que
tierra con el sometimiento femenino. La condi- no vaciló en presentarse a las propias autoridades
ción de las mujeres ponía de relieve una auténtica militares pidiendo ser incorporada como recluta a
sobrevivencia de la esclavitud, tal la caracteriza- fin de allanar el camino hacia su gran objetivo, pe-

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tición que como es de imaginar fue contundente- miraba nuestro socialismo—, declaraba la necesa-
mente rechazada. Se cuentan algunos casos más de ria equiparación de los derechos políticos entre
mujeres que realizaron las mismas gestiones con varones y mujeres, además de abogar por la refor-
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idénticos resultados. Julieta Lanteri fue una de las ma civil que permitiera superar la inferioridad ju-
feministas más notables de nuestro país. rídica femenina y sostener un programa para ele-
Otra precursora universitaria del feminismo ar- var la condición de las trabajadoras. No puede
gentino fue Elvira Rawson de Dellepiane. Como sorprender que contara con un buen número de
estudiante de medicina, Elvira auxilió a los heridos simpatizantes del sexo femenino y que en su ma-
en las jornadas de la Revolución de 1890 y hasta fue yoría adhirieran al feminismo. Desde 1902 se ha-
reconocida por los protagonistas, en especial por bía conformado el Centro Socialista Femenino en
Leandro Alem. Junto con Eufrasia Cabral, y segu- Buenos Aires y otras agrupaciones femeninas ad-
ramente con otras mujeres que aún permanecen en herentes al Partido Socialista se irradiaron en esta
el anonimato, se alinearon con los principios revo- y otras localidades del interior.
lucionarios que bregaban por una completa reno- Una figura descollante fue Alicia Moreau, naci-
vación de la vida republicana. La conducta de am- da en Londres, ya que su padre se había refugiado
bas actualizaba el largo camino de la participación allí luego de la Comuna de París en la que había
de las mujeres en las compulsas políticas. Lo cierto participado. Llegados a nuestro país, la joven Ali-
es que Elvira se identificó también con el feminis- cia también se matriculó en Medicina e inició una
mo y fue una de las fragorosas luchadoras por la trayectoria en el socialismo, ideal que nunca aban-
conquista de derechos, con una preocupación por donó en su casi centenaria vida. La vertiente del
las madres pobres y la niñez desvalida, a quienes de- feminismo local tuvo con Alicia Moreau un cua-
dicó gran parte de sus propuestas de reforma social. dro de notable envergadura, fue una luchadora in-
El Partido Socialista, surgido en 1896, fue la cansable para la conquista de derechos civiles, po-
primera fuerza política en sostener el derecho de líticos y sociales.
las mujeres a sufragar. Tal como lo había hecho la A medida que se abre paso la década de 1900,
socialdemocracia europea —espejo en el que se las feministas a menudo serán confundidas como

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“socialistas”, esto es como radicalizadas que pro- fuerzas fue por ocasión del Primer Congreso Fe-
meten desórdenes. Las imágenes que circulan sobre menino de 1910. En efecto, a iniciativa de Julieta
las adherentes al nuevo credo político en su mayo- Lanteri, que formaba parte de la Asociación de
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ría se empeñan en mostrar su bizarría, y abundan Universitarias Argentinas, esta entidad decidió lle-
las voces que se elevan con el pronóstico temeroso var adelante una reunión internacional para deba-
de la “masculinidad” a la que se exponen. La socie- tir la situación de las mujeres y abogar por la ob-
dad argentina, que pretende el reconocimiento de tención de sus derechos a propósito de los fastos
la modernización, exhibe casi sin fisuras sólidos va- del Centenario. El gobierno nacional por su parte
lores patriarcales. El acatamiento al padre y la su- había dispuesto convocar al Consejo Nacional de
bordinación al marido son las señales del modelo Mujeres, liderado por Alvina Van Praet de Sala,
que rige en las clases altas, allí donde la doble mo- para que se sumara a las celebraciones mediante un
ral de los varones se empeña en hacer que las mu- congreso que diera cuenta de la identificación fe-
jeres de la familia se diferencien, absolutamente, de menina con los escenarios heroicos del pasado y
aquellas que procuran como amantes. La hipocre- con los valores que acrisolaba la Nación. Como he
sía constituye una moneda corriente de los estatu- expreesado en otro texto: “Se trataría de una autén-
tos de crianza y sociabilidad entre las familias que tica agora femenina, en cuyo ámbito se harían es-
conforman los sectores sociales más empinados. cuchar las voces genuinas sin lugar para la exage-
Los varones están autorizados a contradecir con sus ración o la bizarría y cuyos debates constituirían
conductas íntimas lo que sostienen públicamente los cauces autorizados para sostener aspiraciones y
en materia de valores familiares. Es prorrogado a los demandas, y sobre todo, que servirían de cuadros
varones que amanceben sin miramientos, desde demostrativos de la contribución de las mujeres al
criadas que deben ganarse la vida sirviendo en sus sostén de los valores nacionales”. El Congreso Pa-
propios hogares, hasta aquellas de alta condición triótico de Mujeres —tal el nombre que consagra-
pero que constituyen su objeto de deseo. ría a esta reunión— obraba como contracara del
La primera oportunidad importante que tuvo encuentro que sostendrían las feministas y las que
el feminismo argentino de mostrar sus tempranas se hallaban muy próximas de éstas en orden a

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transformar la vida de las mujeres a las que, en vínculo del matrimonio, es al hombre a quien co-
conjunto, podemos llamar “reformistas”. Había un rresponde primeramente y por derecho natural el
propósito innegable de reforma social en buena ejercicio de la autoridad que debe regir en toda
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parte de sus posiciones. sociedad [...] no puede caber la menor duda [...].
Vayamos a su programa de trabajo desarrollado Pero en tan perfecta ley se debe tener siempre pre-
entre el 18 y el 23 de mayo de 1910. Las sesiones sente que, en la vida, el hombre pertenece a la mu-
se organizaron en cinco áreas —Educación, Letras, jer de una manera más absoluta que la mujer al
Artes e Industrias, Derecho, Ciencias y Sociolo- hombre, que éste desde el momento de su concep-
gía— y la modalidad fue la lectura de ponencias ción alienta o vive por la mujer o para la mujer”.
cuyas partes propositivas eran votadas en cada co- Agregó luego que el estado de la mujer en Occi-
misión. Entre las manifestaciones que se distin- dente no podía ser más deplorable, y repasó “vicios
guieron deben contarse, además de los discursos de y pasiones” propios del sexo masculino que afec-
apertura y cierre a cargo de Ernestina López y de taban la vida de las mujeres. “La mujer —sostu-
Cecilia Grierson respectivamente, las intervencio- vo— ha sido creada por la Bondad Infinita para es-
nes de Julieta Lanteri y de la Liga de Mujeres Li- posa y madre [...], su puesto es y no puede ser otro
brepensadoras a favor de los derechos políticos, de que el hogar doméstico [...], en él es dueña abso-
Carolina Mazzilli, quien defendió con mucha luta del hombre fruto de sus entrañas [...] La sú-
energía el divorcio vincular, de la peruana Dora plica de una esposa, las lágrimas de una madre lo
Meyer, de Elvira Rawson y de María Abella Ra- pueden todo...”
mírez. Algunos varones auxiliaron a la realización Entre las conclusiones más importantes del
de esta conferencia, pero fueron poquísimos quie- Congreso Femenino Internacional se hallan la so-
nes participaron. El peruano Camacho Bueno se licitud de medidas de protección a las madres tra-
explayó de manera ambigua —no era infrecuente bajadoras y sus hijos pequeños, la modificación del
el lenguaje paradójico cuando se trataba de reco- Código Civil eliminando las normas que determi-
nocerles derechos a las mujeres—. Dijo que “en la naban la inferioridad de las mujeres, el derecho a
unión del hombre con la mujer por el sagrado que los vástagos extramatrimoniales conocieran la

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identidad paterna, el derecho al sufragio, la exten- hubiera un reconocimiento igualitario del trabajo
sión de la educación elemental a todos los niños femenino cuando examinaron las duras condicio-
del país, el amparo a las trabajadoras. nes de las labores productivas de las mujeres de los
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El Congreso de las Mujeres Patrióticas, reuni- sectores más pobres. Otro aspecto abordado por la
do unos días antes, tuvo algunos matices interesan- reunión de las Patrióticas que tiene visos originales
tes debido sobre todo a las contribuciones de las es el haber presentado reflexiones sobre las contri-
católicas preocupadas con “la cuestión social”. No buciones de las mujeres a las letras, al periodismo y
faltaban las que prestaban atención a los cuadros de al publicismo en general. Sin duda, el Centenario
pobreza que reinaban en muchos hogares, y algu- era oportuno para hacer un balance de los aportes
nas se desempeñaban en tareas destinadas a auxi- de las mujeres a la construcción de la nacionalidad,
liarlos para que pudieran sobreponerse a las difi- y no faltaba el tono heroico en la narrativa.
cultades. Muy próximas se alineaban las mujeres La Primera Guerra Mundial, que estalló en
que integraban las grandes asociaciones especiali- 1914, trajo consecuencias notables en la vida de los
zadas en la asistencia a los pobres y menesterosos: países directamente participantes y también de la
la Sociedad de Beneficencia, que en esos prime- periferia. Las mujeres debieron ocupar los puestos
ros años del siglo gozaba de mucho esplendor y que abandonaban los varones, y pusieron en evi-
que administraba un enorme número de entida- dencia que su presunta debilidad era una construc-
des —hospitales, orfelinatos, escuelas—, y el Patro- ción antojadiza puesto que se emplearon hasta en
nato de la Infancia, aunque en este último caso la la industria pesada. La guerra trastocó en alguna
regencia recaía en varones. El pietismo católico era medida los presupuestos patriarcales, fue forzoso
una fuerte característica de esas intervenciones fe- que las mujeres desarrollaran labores y tareas reser-
meninas, seguramente algo que distinguía a dos vadas hasta entonces a los varones. Es cierto que
mujeres singulares por su compromiso e inteligen- cuando la contienda terminó, fueron desalojadas
cia: Celia Lapalma de Emery y de Carolina F. de de los puestos de trabajo, pero no hay duda de que
Jaimes. Ambas estaban vinculadas con “el catolicis- algunas circunstancias cambiaron. Inglaterra, cuyo
mo social” y abogaron en el Congreso para que movimiento sufragista fue notable debido a la

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aguerrida forma que adquirió y a la intransigen- Una involución medrosa: el feminismo


cia de figuras como Emmeline Pankhurst, se avi- revisitado por Ernesto Quesada2
no a reconocerles el derecho al voto, y lo mismo
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ocurrió en otros países. En Francia, donde las mu- En 1920, Ernesto Quesada produce un giro
jeres habían tenido un papel relevante en la reta- drástico que coloca al feminismo en una encruci-
guardia, el derecho al sufragio demoró sin em- jada, en un campo minado que puede cambiar la
bargo mucho tiempo; hubo que esperar hasta la identidad de las mujeres y habrá que hacerse de
finalización de la Segunda Guerra Mundial, toda clase de precauciones. En esta segunda ver-
puesto que allí eran sobre todo los liberales radi- sión del feminismo —ya se ha visto que fue una fi-
calizados quienes se oponían. Darles el voto a las gura precursora en la recepción del concepto, en
mujeres —pensaban— era auxiliar a las fuerzas con- 1898—, Ernesto Quesada permuta simpatía y aco-
servadoras, toda vez que su devoción religiosa ha- gimiento por recelo y rechazo. El Consejo Nacio-
ría retroceder la vida republicana hasta las sacristías. nal de Mujeres, que reunía a las mujeres de pensa-
Esta visión era moneda corriente en la mayoría del miento más tradicional —como ha sido dicho—
pensamiento esclarecido de la época también en lo invitó, en el invierno de 1920, a dictar una con-
América latina. Desde luego, complementaba la ferencia sobre el feminismo, y hay evidencias de
propia óptica de las fuerzas conservadoras, temero- que antes había sido invitado por la agrupación de
sas de que los derechos femeninos constituyeran Alicia Moreau. Muchas cosas habían cambiado en
una amenaza para la sociedad, una alteración de los el mundo y también en el país. Una nueva subje-
valores en que se fundaba, el desquicio de la vida tividad femenina se insinuaba sobre todo entre los
familiar. Por izquierda y por derecha, se demoraba sectores medios, se afirmaba entre las más alfabe-
la emancipación femenina tizadas, entre las jóvenes que pudieron acceder a la

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Comunicación presentada al Coloquio Internacional “Fi-
guraçoes do Otro na Historia”, UFP, Curitiba, Brasil, mayo de
2007.

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