El arte de la ficción Walter Besant, Henry James & R.L. Stevenson
La discusión sobre la poética de la ficción que desarrollan estos tres
autores en 1884 se podría resumir en tres pasos: primero, Besant legitima la ficción como un arte; segundo, James aplaude la intención de Besant, pero no su ejecución: el arte no puede ser diseccionado según el novelista norteamericano. Tercero, Stevenson precisa sobre los términos usados por sus colegas: no debería hablarse de “el arte de la ficción” sino de “el arte de la narrativa”. (A esta discusión podríamos añadir la intervención de Tzvetan Todorov casi 100 después, donde responde a los comentarios de James proponiendo que no solo es posible diseccionar el arte, sino que es necesario para poder describirlo.) Al mismo tiempo los tres autores esbozan una poética propia, resaltando los elementos que más pesan en la construcción de una novela para cada uno de ellos. Entre todos los elementos que discuten los tres escritores, me llama la atención en especial la relación que cada uno de los autores establece entre la vida y la ficción, dos términos que parecen oponerse a primera vista. Por su lado, Besant las conecta en tres puntos diferentes durante su conferencia: 1. Al mencionar que “la novela moderna convierte ideas abstractas en modelos vivientes”, 2. Al proponer que la segunda gran característica de la ficción es estudiar a los seres humanos y 3. Al decir que una de las reglas de la ficción es jamás ir más allá de la experiencia personal. Es interesante ver que estas conexiones que observa Besant van en sentido contrario, es decir que mientras el numeral uno sugiere que la ficción da vida a algo que no lo tiene, los otros dos numerales determinan a la vida como fuente de toda ficción (lo que nos recuerda el énfasis que le daba Horacio al estudio de la vida para ser buen poeta). Esto también se puede ver desde la perspectiva de un ciclo infinito: la vida se presta para obtener ficción de ella, la ficción por su lado produce vida, de esta nueva vida surge más ficción, etcétera (un buen ejemplo sería Borges, un autor que extrajo su ficción más de la vida que veía en otros libros que de experimentar la vida misma). Besant también resalta la importancia de la selección: la ficción toma solo ciertas cosas de la vida para darle sentido dramático, y es este uno de los puntos particulares en los que James se detiene en su ensayo. Para el novelista estadunidense el elemento de selección del que habla Besant adultera la vida y reduce la ficción a un sustituto de la vida. Esto resulta impermisible para James ya que su tesis principal de poética es que la ficción compite con la vida y que esta es su razón de ser: la conexión entre vida y ficción es absoluta. James define a la novela como “la impresión personal sobre la vida”, cuyo valor reside precisamente en qué tan intensa es esa impresión, en qué tanto es vida. Así, lo primordial al escribir son los detalles, aquello que le da aire de realidad a la ficción. Incluso llega a comparar la ficción con la historia y exige a los escritores que se aseguren de mantener dicha relación, juzgando como traición confesar que la ficción es invención. Por su lado, Stevenson toma una posición completamente opuesta a James: no es la semejanza con la vida lo que le da razón de ser a la ficción sino precisamente su diferencia con ella. Mientras James hace la analogía de la ficción con la pintura (una reproducción concreta de la realidad), Stevenson la hace con la geometría: la ficción ve la realidad como una abstracción. De esta manera, el deber de la narrativa no es ser fiel a la vida, sino en crear una historia que apunte a un solo fin. Esta perspectiva se acerca más a la de Besant en el sentido de que, aunque indirectamente, Stevenson habla de selección, de escoger cada elemento de la historia para que apunte a una sola idea. Sin embargo, Stevenson se enfoca en contrastar la vida y la ficción, en trazar y resaltar las diferencias para darle sentido a la segunda. De esta manera cada autor propone un modelo diferente en la conexión vida-literatura: Besant establece un mutualismo entre ellas, James las equipara y Stevenson las opone. Es claro que existe una relación entre ellas y que la forma que tome esa relación determinará en gran parte la producción de un escritor. Madame Bovary, por ejemplo, resulta un ejemplo contundente de la teoría de James, infinita en detalles, un intento de reproducir la vida. También se podría pensar que los géneros literarios dependen de esta relación: un cuento se inclina por las ideas de Stevenson mientras una novela lo hace por las de James, la crónica estará más de lado de Besant. Por supuesto la existencia de una perspectiva no elimina a otra, un trabajo cualquiera puede verse a través del lente de cada una. Por ahora, la posición de Stevenson resuena más conmigo. Me parece increíblemente ambicioso, tal vez ingenuo (y algo romántico), que James equipare la vida con el arte. Besant, por su lado, resulta tibio en sus comentarios al respecto. Al apuntar a un solo fin la obra resulta auto-contenida, con lo esencial y necesario; lo demás debe quedar por fuera. Stevenson va demasiado lejos al clasificar todo en solo 3 tipos de novelas y establecer qué cabe y qué no en cada una de ellas. Me parece que cada obra en su creación va definiendo los elementos que le son esenciales y los que deberían quedar por fuera. Los único que me resulta claro es que hay una relación entre la vida y la literatura, y que, como todos escritor, consciente o inconscientemente, necesitaré definirla para guiar mi propia obra.