Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
San Pio V
Pasa lo mismo cuando le decimos a alguien que sufre eso de: “no te preocupes,
que todo se va a arreglar” Es una bonita frase que puede aportar un consuelo
momentáneo, pero si aquel a quien se lo decimos se la cree al pie de la letra, se
despreocupa de resolver el asunto, y se queda quieto esperando que se cumpla lo
que le han dicho pero no le han garantizado que vaya a ser cierto. “Todo se va a
arreglar”, y ya se sabe que es muy poco probable que todo se resuelva por sí
mismo y le estamos condenando con nuestra frase a un estancamiento que le va a
producir mucho más sufrimiento o mucho mayor dolor.
Que no se apruebe es una de las posibilidades, pero con una preparación correcta
el índice de probabilidades disminuye drásticamente.
Hay que familiarizarse con la posibilidad de que las cosas no salgan como se
desea, porque existe y va a seguir existiendo, pero eso no quiere decir “aceptarlo
sin más”, y menos aún “rendirse y conformarse”.
Y así, unas veces es que “el profesor me tiene manía” y por eso nos suspende;
otras, que “el jefe es un chulo y por eso me ha despedido”; que el que tiene un
puesto mejor que el nuestro es porque “es un enchufado o un lameculos”; y si una
mujer ocupa un buen cargo en un trabajo será “porque se ha acostado con alguien
para conseguirlo”, etc. etc. Una mentira tras otra.
Tenemos una habilidad especial para buscar razones –falsas todas ellas- que
justifiquen que nosotros somos normales y lo hacemos todo bien y es el mundo
entero quien conspira contra nosotros.
Hay que ser muy, muy, muy, pero que muy valiente, muy ético, muy sincero, muy
honorable y muy honrado, para aceptar la realidad con honestidad, para hacerse
un examen de conciencia y acatar la parte de culpa que incumbe, para tomar
conciencia con humildad de la parte que a uno le corresponde, y no huir de ello
dándose a la bebida –para olvidar lo que, precisamente, no hay que olvidar- o
enrabietarse contra alguien que no tiene la culpa expresando una ira
desmesurada, o eludiéndolo de cualquier otro modo.
No “todo va bien” siempre, así que no es sensato engañarse con esa mentira. No
son el destino, ni la suerte, ni el porvenir, quienes tienen que confabularse para
que nos vayan las cosas bien, sino que es uno mismo quien ha de tomar las
riendas. Y tampoco se les puede utilizar para culpabilizarles de nuestras
desatenciones.
No “todo sale bien” y esto hay que aceptarlo con toda la cruda realidad que
conlleva, sin drama, sin negación, sin histerismo. Aceptación inmediata, revisión
de qué es lo que no estuvo bien para saber lo que no hay que repetir… y siempre
con la verdad por delante.
Siempre, por supuesto, involucrándose uno mismo y haciendo lo que haya que
hacer. Personalmente, no estoy muy a favor de repetir frases con la idea de que
por sí mismas van a hacer milagros. “Voy a tener mucho dinero…”, por ejemplo,
ya que eso reduce el tiempo y la intensidad necesarias para conseguirlo ya que
uno se relaja pensando que con haberlo dicho se resuelve solo. El efecto es el
mismo para “va a aparecer el hombre de mi vida”, o similares. Más bien, “A Dios
rogando y con el mazo dando”.
A veces, decir la verdad nos hace pasar por un trago duro, que dura unos minutos,
pero la sensación posterior, la liberación, y el sentimiento de haber obrado del
modo correcto, compensan el esfuerzo.