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YOLANDA E.

ROSSMAN TEJADA
Los fantasmas del silencio

Godoy Durán, Enrique-Rossman Tejada, Yolanda E.

Los fantasmas del silencio.

1ª. Ed. Guatemala, Editorial Enrique Godoy, 2015.

Fuente: Arial, 14 pts. 142p.

ISBN

Edición Guatemala-Nicaragua.

© Enrique Godoy Durán-Yolanda E. Rossman Tejada.

© Editorial Enrique Godoy Durán.

10ª. Av. 37-30 zona 11, Balcones de Las Charcas, Edificio B,


Apartamento 34, Guatemala, Ciudad. Tel. (502) 5708-6728.
Email: egodoydu@guate.net.gt

Ilustración de portada:

Diagramación y revisión del texto: Magda Juárez.

Consultas y distribución:

Argentina: Licda. María Schmiegelow. Centro Cultural Catedral


9 de julio 573, San Isidro, Buenos Aires.

Costa Rica: Sandra Zerneri. Hotel Cariblue, Playa Cocles,


Puerto Viejo de Salamanca, Limón, Costa Rica.

Nueva York: Otto Chicas Rendón. 60 East, 116 Street, New


York. N.Y. 10029. Tel.

~2~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

Casa de la Cultura Guatemala en Nueva York. 96 Linwood


Plaza. N° 356, Fort Lee, New Jersey. 07024-3701. Telefax
(212) 7224999.

Dedicatoria
A Lenin Zamir, Cristina Emelina Rodolfo Daniel,
mi fuerza, mi inspiración.
Yolanda E. Rossman Tejada

~3~
Los fantasmas del silencio

ÍNDICE
Prólogo
5

Capítulo I
Noche de lluvia y de malos presagios
11

Capítulo II
Los fantasmas del silencio
34

Capítulo III
Si la verdad fuera mentira y la
Mentira verdad.
57
Capítulo IV
Damián
82

Capítulo V
Desideria Fenton Macay
99

~4~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

Capítulo VI
Historias de familias
108

PRÓLOGO

~5~
Los fantasmas del silencio

~6~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

~7~
Los fantasmas del silencio

~8~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

~9~
Los fantasmas del silencio

LOS FANTASMAS
DEL
SILENCIO

~ 10 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

LOS FANTASMAS DEL SILENCIO


Capítulo I
Noche de lluvia y de malos
presagios
Tres días de lluvia incesante. El tiempo,
para Emilio, es como si se hubiese
detenido.
-Mi problema no es recordar los hechos,
mi problema es estar en el limbo de las
consecuencias que estos provocaron.
El tintineo de la lluvia, al golpear los
ventanales, exacerba sus sentidos sin
que logre aclarar las dudas que lo han
perseguido desde que salió de
Greytown a los ocho años. Él necesita
respuestas, saber y descubrir el
paradero de su hermanita Mirta. Emilio
vuelve a caer en una depresión
profunda.
-¡Dios! Esta nostalgia atrapa mis
sentidos. ¿Quién fue capaz de quemar
la casa con toda la familia adentro?

~ 11 ~
Los fantasmas del silencio

¿Quién le disparó a mi mamá? El


calvario que viví a mis ocho años me
atormenta. Recuerdo cuando acompañé
a mi madre herida de bala. Las terribles
horas de travesía por el río San Juan,
con ella herida.
La noche encuentra a Emilio meditando.
Su rostro se refleja en la ventana de la
oficina y, al dejar de llover, el cielo se
ha poblado de estrellas y luceros. Emilo,
a sus treinta y ocho años, todavía es
perseguido por los hechos violentos
que vivió en Greytown y sigue sin
encontrar respuestas. Su madre,
Desideria Fenton, siempre inculcó en él
valores y le hacía recomendaciones
para que fuera un hombre de bien, sin
rencores y que velara por su hermanita
Mirta. Dentro de la nebulosa de los
recuerdos, ve a un hombre joven, alto,
delgado que le decía con brusquedad.
-Mirá Emilio, yo soy Damián…, tenés
que portarte muy hombrecito para
ayudarme a que tu mamá llegue viva a
Managua. ¡Pedile a Dios que todo salga
bien!

~ 12 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-¿Y mi hermanita Mirta? Desde que


salimos de Greytown no abre sus ojitos,
no se queja de hambre ni de nada.
Damián se quedaba callado.
-Al llegar a Granada, mi madre fue
trasladada al hospital San Juan de Dios.
A mí me llevaron a la casa de los
Mendoza, donde me dieron de comer y
pude asearme. Dormí hasta las diez de
la mañana del día siguiente. Ese día
conocí a mi abuelo Rafael, él me llevó al
hospital para ver morir a mi mama.
Otro rayo lejano ilumina la noche, para
instantes después, romper el silencio
con un estallido que provoca el retorno a
la historia inconclusa que preocupa a
Emilio.
-¡Dios Santo!, sí, había tempestad.
Recuerdo aquella noche. Escuchamos
explosiones haciendo eco a la voz de
los truenos. Salimos de la casa
precipitadamente ante el temor de
quedarnos atrapados en el fuego. Las
casas del pueblo estaban en llamas.

~ 13 ~
Los fantasmas del silencio

Gritos, nombres y plegarias. La lluvia


caía a cántaros. Mi madre nos abrazó
junto a su pecho. De su costado
derecho salía un hilo de sangre. Mi
hermanita Mirta, de cinco años, a pesar
de los gritos, el bullicio y la tempestad,
no despertó. Mi madre llamaba a mi
padre.

-¡Allan, Allan! ¡Ayúdanos! ¡Intercede por


nosotros! ¡No nos abandones! ¿Por qué
te fuiste…? Mi padre nunca llegó. No lo
conocí.

El timbre del teléfono sacó de sus


cavilaciones a Emilio.

-¿Quién?
-Emilio, ya era hora de que
respondieras.
-¡Aló, abuelo! Justo pensaba en
llamarte. Por estas fechas tú sabes que
me sucede lo mismo. Los fantasmas de
mi niñez me persiguen. Tengo visiones
que ayudan a recordar hechos. Siempre

~ 14 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

es lo mismo, falta algo, sé que falta algo.


Ayúdame a saber qué pasó.
-Te llamo para hablar de tu éxito y mira
con lo que me sales, ¡Con la misma
historia!

-Tú, muy elegante, llegaste de Managua


a Granada. Fuimos a ver a mi madre al
hospital San Juan de Dios. ¡Tú lo
recuerdas!

-¡Que insistencia! Te atormentas y nos


atormentas. El pecado de tu padre fue
casarse con Desideria, tu madre…. ¡No
me hagas hablar de más!

-¿Y mi hermanita Mirta?


-De ella no supimos nada. Contigo
fuimos al hospital, ¿Tú la viste?, ¡Tú
hermanita no estaba! No se supo más
de ella.
-A mi pobre madre no le importó morir
para salvarnos.

~ 15 ~
Los fantasmas del silencio

-Es cierto, una buena madre hace lo


que hizo la Desideria. Tienes razón en
admirarla, pero fíjate en la edad que
tienes Emilio. Ya es tiempo que arregles
tu vida. No vivas mortificándote por algo
que ya no se puede reparar. Pasó,
¡Pasó! Cásate, forma un hogar, no ves
que tus abuelos queremos ver nietos
que alegren la casona, demasiado
grande para nosotros. Ya estamos
viejos. Lo que nos haría felices, sería
ver a tus hijos haciendo travesuras,
escuchando sus vocecitas infantiles
reclamando el juguete que quieren. El
pedazo de pastel. Abrazar a sus
abuelos.

-Pobrecita la mujer que se case


conmigo. Tendría la carga de mis
problemas emocionales y mis recuerdos
fragmentados.

-Emilio, hijo, eres un empresario exitoso.


El Cum Laude que recibiste de la UNAN
no ha de ser por gusto… Es ocioso
seguir con el tema de Greytown, te hace
daño, nos intranquilizas. Mi llamada era

~ 16 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

para felicitarte, ¡Subieron las acciones


de tu empresa! Ahora es tiempo de que
tomes unas buenas vacaciones.
Cuántas jóvenes bonitas y de buenas
familias para escoger y tú sigues
haciéndote el difícil.
-No podré vivir tranquilo mientras no
sepa qué pasó con mi hermanita Mirta.
Lo de Greytown, es obvio, necesito
investigar más, me falta descubrir cosas,
hechos aislados y recabar toda la
información posible para llegar a saber
toda la verdad, una verdad que ustedes
me han ocultado.
-¡El empecinamiento de querer saber lo
que ya no importa te tiene enfermo!
¡Vive el presente, piensa en tu futuro!
Recuerda, eres un Goyberg, olvida de
una vez por todas los apellidos Fenton
Macay, usa el de tu abuela, Soto.
Escucha que bien te queda ser: Emilio
Goyberg Soto.
-¡Basta ya abuelo! No sé puede soportar
tanto escarnio para una mujer que dio

~ 17 ~
Los fantasmas del silencio

su vida por salvar la vida de sus hijos. Y


a mi padre, su hijo, que dicho sea de
paso nos ignoró, nunca le importamos.
Incapaz de ser responsable y velar por
su familia. No lo recuerdo. Perdóname,
pero no necesito de apellidos. Llevo con
mucho orgullo los apellidos Goyberg,
tuyo, y Fenton, de mí adorada madre.
-Gracias al apellido que ahora
desprecias te abriste paso en una
sociedad cerrada como es la de una
Nicaragua que vive grandes cambios
políticos, pero sigue reconociendo la
nobleza de sangre y el abolengo que
nos legaron nuestros ancestros, misma
que corre por tus venas.
-Me estás hablando de los que hicieron
negocios con el dictador.
-De los Goyberg no puedes decir nada
que te avergüence.
-¿Y la explotación inhumana a los
campesinos en los cultivos de algodón,
en las arroceras y cuánto más por
familias con apellidos de “alcurnia”?

~ 18 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-Ahora puedes hablarnos así porque ya


no nos necesitas.

-¡Eso no es cierto! ¡Perdona abuelo! Te


hablé así porque me sacas de quicio
con tus ofensas a la otra sangre que
llevo. Cuando te refieres
despectivamente de mi madre, se me
olvida todo lo buenos que ustedes han
sido conmigo. Piensa por un momento,
cómo responderías si ofendieran a tu
madre.
-¡No sería lo mismo! Mi madre viene de
los Zenteno Del Corredor, con títulos de
nobleza que tengo que ocultar por
razones políticas. Tú, eres rebelde,
¡Como tu padre!

-Al que conozco por fotografía.


-No sigas lastimándote. Tú eres el
motivo de nuestras vidas, ¡Emilio
Goyberg Fenton, el rebelde!, por eso, la
abuelita consentidora te preparó una
cena para celebrar tu éxito empresarial.

~ 19 ~
Los fantasmas del silencio

¿Vas a llegar? Hazlo por tu abuelita, ella


se esmeró para agradarte.

-Sin cena especial ya estoy listo para


llegar a ver a mi adorada abuelita, no sé
cómo te aguanta abuelo. Te voy a
castigar, no dejaré nada de comida para
ti, toda es mía y no del abuelo gruñón
que tiene un nieto favorito…, y el único.
No te voy a dejar nada de comida.

-¡Ese es mi nieto! ¡Te quiero Emilio!

-¡Un beso abuelo! Yo también te quiero.


El abuelo de Emilio llama por teléfono a
Mariela, su esposa.

-¡Tu nieto ya va para la casa!

-¿Discutieron Rafael?
-Lo de costumbre. Nunca quisimos que
nuestro hijo, Allan, cometiera la
estupidez de tener relaciones con una
mujer ignorante como la Desideria. Tú,
más que nadie sabe lo que deseaba
para él.

~ 20 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-¿Quién de padre no quiere un buen


futuro para sus hijos?

-Entonces, me das la razón.

-¿Cual razón? ¡Viejo testarudo! Sacas


de control a Emilio. Déjalo vivir su vida…
Si hasta querías casarlo con la Luisa
Burini, la amante del millonario Fuller.

-¡No me culpes! ¿Cómo iba a saber lo


que era la tal Burini?

-¿Y con una Del Puente y Videla? Mirá


lo que sucedió con Allan. Por tus
chocheras prefirió irse de la casa. Allan
era rebelde como tu nieto.

-Ahora yo soy el problema.


-Si sigues con esa actitud intransigente,
podemos perder a nuestro nieto. Pero,
eso no va a suceder. ¡Me libero de tu
yugo!
-Los lazos del dinero no se rompen tan
fácilmente.

~ 21 ~
Los fantasmas del silencio

-¡Púdrete con lo que más amas, el


dinero! Si persistes en ser tan egoísta,
¡Te abandono! Te lo juro por lo más
sagrado que tengo en la vida, mi nieto
Emilio, a quien le hemos hecho tanto
daño ocultándole la verdad.

-¡Y tú has estado de acuerdo!

-¡Estoy arrepentida y dispuesta a que


sepa toda la verdad!

-¿A estas alturas de la vida? ¡Espera a


que me muera!

-¡Te puedes morir, enfermar y más que


fuera! Le diré toda la verdad.
-¡Te desconozco Mariela! Tú siempre
has aceptado mis decisiones.

-¡Ya no!, viejo testarudo. De aquí en


adelante apoyaré en todo a mi nieto. Le
contaré la verdad.

-¿Para que nos odie?

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Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-¡Para liberarlo de los fantasmas que lo


persiguen! Si nos llegara a odiar,
¡Merecido nos lo tenemos!
Emilio abre la verja del jardín para
dirigirse a la mansión de los Goyberg
Soto a paso lento, musitando sus
pensamientos:
-Respiro tranquilo, no dejaré que me
ahogue escuchar las impertinencias de
mi abuelo, dizque noble, con mucho
dinero, ¡Eso sí!
El teléfono celular avisa de una llamada.
Emilio se resiste a responder. Ante la
insistencia responde de mala gana.

-¿Qué dice mi socio, Francisco Lazo?

-¿Estás sentado?

-Ya me senté.

-¡Agárrate! Encontré al Damián del que


tú tanto me has hablado.

~ 23 ~
Los fantasmas del silencio

Emilio respondió como si hablase


consigo mismo.

-El rostro de mi madre se aloja


nuevamente entre mis pensamientos. La
veo angustiada, sudorosa, se apoya en
Damián, el mismo que ha encontrado mi
socio Francisco Lazo. Recuerdo cuando
avanzamos cubiertos de tizne y lodo. Mi
madre sangraba del costado derecho.
Esa noche se escucharon explosiones.
A pesar de la lluvia y la oscuridad, todo
se iluminó con las gigantescas
llamaradas que devoraron sin piedad,
desde las más humildes casas hasta las
más suntuosas mansiones de
Greytown. Nuestra vieja casa era de
madera con techo de palma. Cuando
llegaba de la escuela, oía la voz de mi
mamá cantando boleros con mensajes
tristes.
“Por qué te fuiste
aquella noche.
Por qué te fuiste
sin regresar.
Y me dejaste aquella noche
con el recuerdo

~ 24 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

de tu pasión”.

El olor a plátanos fritos con aceite de


coco invadía todos los espacios de la
casa. Ahora comprendo el amarre
sentimental de las palabras, los lugares,
la música, los aromas y la comida, con
todo lo que vivimos.
“Que seas feliz, feliz, feliz.
Es todo lo que pido en nuestra
despedida
No pudo ser después de haberte
amado tanto
Por todas esas cosas tan absurdas
de la vida”.

Cuando mi mama me encaminaba a la


escuela, sentía su olor a achiote molido
que me hacía estornudar. Ella me
abrazaba y riendo me decía:

-¿Y qué podemos hacer hijito? Muelo y


muelo achiote para tener unos
centavos más y comer mejor. Esa
pancita tuya cada vez es más exigente.

-¿Y la pancita de mi hermanita Mirta?

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Los fantasmas del silencio

-Esa pancita come más que esta


panzota de mi niño.

Me hacía cosquillas y los dos reíamos


de nuestras ocurrencias. Una vez
abracé a un hombre alto, fornido,
pelirrojo, como mi hermanita Mirta.
Pensé que era mi padre pero mi abuelita
Honoria me dijo al oído: “¡Ese no es tu
padre!”

-¿Y mi papá, mamá?

-El siempre vela por nosotros.

-No lo conozco.

-Mira tengo una fotografía de él.

-¿Tan feo es mi papá?

-¡Qué no te oiga tu abuelo Agripino!

-¿Él es mi papá, tan viejito?

-Es tu papá abuelo.

-¿Y mi papá?

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Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-Otro día te hablo de tu papá. Ahora, ¡A


estudiar y portarse bien en la escuela!
¡Nada de travesuras!
Una noche, los alzados en armas
atacaron el lugar. Antes había
escuchado la plática de mi mama con
los abuelitos de Elsa Amberson,
amiguita de Mirta:

-Esto está muy sospechoso Desideria.


-Eso que hombres armados estén
husmeando por los alrededores da mala
espina.

-Los han visto al otro lado del río San


Juan.

-Mientras sigan por esos rumbos no hay


problema.

La noche del ataque a Greytown.


Damián no se despegó de nosotros.
Desde ese momento nos ayudó hasta
llegar a Granada. Llegamos al
embarcadero, Damián, nos subió a la
primera lancha que encontró y luego de

~ 27 ~
Los fantasmas del silencio

largas horas de navegar con el frio


arañándonos la piel y el miedo
apretándonos la garganta, arribamos a
El Castillo, allí la atendió un enfermero.
Seguro que mi madre tenía fiebre, su
mirada se perdía por ignorados
laberintos. Le mojaban la frente con
alcohol alcanforado. Viajamos hacia San
Carlos y luego hacia Granada.

La voz de Francisco Lazo se escuchó


denotando preocupación.

-¡Emilio! Por favor, dime que estás


bien… ¿Con quién estás hablando?
¡Soy tu socio y amigo, Francisco Lazo!
¿Qué está pasando? ¿Con quién estás
hablando incoherencias?
-¡No me interrumpas, Francisco! ¡No
cuelgues! ¡Espera por favor! Ahora, con
más lucidez, encuentro situaciones que
no podía recordar antes.
-Si es así, me armaré de paciencia y
esperaré a que termine tu sesión de
recuerdos. Todo sea por tu bien.

~ 28 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-¡Voy bien! Ahora recuerdo cuando


Iniciamos una travesía de interminables
horas. Nos detuvimos brevemente en
San Miguelito y continuamos. Con la
bruma de otros amaneceres, arribamos
a Granada. Mi madre se quejaba de
dolor, la fiebre la carcomía. Damián
logró que tomara un poco de agua y la
llevamos al hospital San Juan de Dios,
en Granada. Ella ya no hablaba. No
supe más de Mirta. Los Mendoza me
atendieron. Las empleadas de ellos no
sabían nada. Todo pasó tan rápido y tan
lento.
-¡Emilio, Emilio!, te escucho, ¡por favor,
sigue recordando!

-En la casa de los Mendoza pusieron


crespones negros en las ventanas y
cortinas blancas en las puertas. Las
empleadas, al igual que los dueños
visten de negro. No vuelvo a ver a
Damián. Pregunto por mi hermanita
Mirta y nadie me da razón. Pido ver a mi
mamá y me dicen que tengo que
esperar a mis abuelos. Pienso que

~ 29 ~
Los fantasmas del silencio

pronto estaré con mi abuelito Agripino


Fenton y mi abuelita Honoria Macay.
Ellos me llevarán a ver a mi mamá.

Una empleada delgaducha y en


chanclas avisa que don Rafael Goyberg
llegará en cualquier momento. La
espera la siento eterna. Ahora sé que es
mi abuelo de parte de un papá que no
conozco. Con cara de pocos amigos
aparece mi abuelo Rafael que se
sorprende al verme.

-¡Dios! ¿Qué es lo que le ha pasado a


este niño? ¡Llamen a un médico por lo
que más quieran, este niño está
enfermo!

No hubo tiempo de llamar al médico. El


señor Mendoza, sin verme, se dirigió a
mi abuelo.
-De un momento a otro nos dan la
noticia del deceso de la Desideria. La
casa está preparada para el velatorio.
Todo se hará rápido compadre Rafael.
Le haremos espacio en la tumba de la
familia y usted no se preocupe.

~ 30 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-Pero, ¿Será que ya se murió la


Desideria?

-Si se apresuran puede que lleguen a


tiempo para despedirla.

Cuando llegamos al hospital nos


llevaron a una habitación maloliente con
tres camas. En la cama del centro
estaba mi mamá. Cuando me acerqué
para que me viera hizo una mueca que
pareció sonrisa. Se quedó con los ojos
muy abiertos, mirando al techo de la
habitación. Me arrancaron de su lado.
Logré darle un beso en la frente y vi
como un hilo de sangre salía de su
boca. No supe qué pasó después. No
volví a ver a Damián ni a mi hermanita
Mirta.

-¡Emilio, amigo, te habla Francisco!, ¿Es


conmigo que hablas? La historia que me
has contado por teléfono es terrible.
-¡No!, para nada Francisco, disculpa mi
comportamiento. ¿Dónde está Damián?,
me urge verlo.

~ 31 ~
Los fantasmas del silencio

-Va camino a Greytown. Aceptó trabajar


en nuestra empresa.

-Pero, ¡Yo quería verlo!, ¡Hablarle! ¿No


ves que él es parte de esta historia
inconclusa? ¿Por qué lo dejaste ir?
-¿Para qué lo iba a retener? Él va a
trabajar con nosotros. Lo más
importante es que hemos ganado la
licitación por la que sufriste tanto. Nos
corresponde hacer el estimado de
costos para el Canal Interoceánico,
¡Esto es histórico!
-¡Qué bueno! Pero, ¡Dejaste ir a
Damián!
-¿Qué te pasa? ¡Lo verás en Greytown!
¿No te alegra la noticia?
-¡Por supuesto que sí! Imagínate, la
puerta de los mares que tanto soñó el
presidente Zelaya y nuestro gran poeta
Rubén Darío.
-Prepárate. La próxima semana salimos
rumbo a la Costa Caribe atlántica en

~ 32 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

camioneta de doble transmisión hasta


San Carlos, después en lancha al
Castillo, a Greytown y a la
desembocadura del río San Juan en el
mar Caribe. Tus sentaderas van a
protestar, también las mías. Pero, es
necesario hacerlo de esa manera.

-Bueno, así podré completar la historia.

-¿Qué, qué?

-Nada Francisco, después te cuento.

-¿Estás bien, Emilio?


Emilio no respondió, volvió a sentir en
su cuerpo, el olor a ropa quemada.
Ahora podría indagar sobre los sucesos
que tanto le inquietaban y averiguar el
paradero de su hermanita Mirta.

~ 33 ~
Los fantasmas del silencio

Rio San Juan de Nicaragua


Fotografía de Enrique Godoy Durán

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Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

Capítulo II

Los fantasmas del silencio


Los abuelos recibieron a Emilio con el
afecto de siempre. La cena transcurrió
sin discusiones ni reproches.
Bromearon. Le volvieron a contar sus
travesuras de nieto consentido. Las
mismas que había escuchado
reiteradamente en las reuniones
familiares.
El viaje para el río San Juan se
postergaba debido a situaciones
burocráticas. Treinta días después de la
noticia de haber ganado parte de la
licitación y de analizar minuciosamente
los planos para el inicio de las obras del
Canal Interoceánico, Francisco llegó a la
casa de Emilio en una camioneta 4X4
para iniciar el viaje.

-¿Sabes Francisco? Mi madre está


enterrada en Granada.

Cuando ella murió no asistí a su sepelio,


esa misma tarde me llevaron a la

~ 35 ~
Los fantasmas del silencio

mansión de mis abuelos Goyberg en


Managua y, esa es otra historia.

Emilio observa las nuevas


construcciones y vegetación que se
asoman por las orillas del camino. Se
hunde en el asiento del vehículo. Cierra
los ojos. Lleva los recuerdos más vivos
de las escenas fatídicas de 1984.
Desideria Fenton Macay, su madre,
malherida, llevaba en su regazo a su
hermanita Mirta, envuelta en una colcha
rosada.
-Recuerdo a mi hermanita Mirta, cuando
éramos felices en Greytown, en las
pozas del río Indio Maíz,
recolectábamos piedras de formas
singulares, flores silvestres y con la red
para pescar hecha por mi abuelito
Agripino, lo que caía, era nuestra
contribución para alegrar la olla.
Nuestros abuelitos, Agripino y Honoria,
de premio, nos regalaban caramelos
lecheburra. Mirta, la consentida de
todos, a sus cinco años no permitía que
nadie le peinara su penacho de fuego.

~ 36 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

Se veía en las aguas del río y


preguntaba a los abuelos.
-Papá Agripino, ¿Por qué vos sos negro
y abuelita Honoria tan blanca? ¡Juntos
parecen café con leche!
-Porque a tu abuelita la trajo una
cigüeña entre nubes blancas.

-¿Entonces a vos te trajeron cuando ya


iba a llover?

-¡No mi niña!, a mí, me trajeron de


noche cuando la luna se escondió.

-Entonces a mí, ¿Quién me trajo?

-A vos te trajeron un montón de


cigüeñas, las encargadas de traer a los
angelitos del cielo. Pasaron por un arco
iris y se te pintó el pelo de rojo y se te
pusieron esas pequitas tan bonitas.

-Lencho, el hijo del lanchero, dice que


mi cara está salpicada con caca de
pájaro. Emilio se arrechó y le dijo que le

~ 37 ~
Los fantasmas del silencio

iba a romper la cara si volvía a


molestarme.

-¡Ay chigüina! Cuidado con provocar


pleitos entre los niños, ya bastante
tenemos con el gruñón de tu abuelo
Agripino.

-¡Aquí, la única regañona sos vos,


Honoria!

-¡Después no me estés contentando con


tus chuladas!, Agripino Fenton.

La camioneta da un salto causado por


un bache cubierto de agua. Emilio
comparte con Francisco su monólogo.

-¡Otra vez la lluvia y ese olor a ropa


quemada me persiguen de nuevo!
Sin mayores incidentes, llegaron a San
Carlos. Las horas de viaje estaban
compensadas con los paisajes que les
recreaba el espíritu. Serapio, el
lanchero, les da la bienvenida y los
traslada a El Castillo bajo la lluvia que

~ 38 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

no cesa. Al llegar, Emilio salta de la


lancha y corre desesperado hacia las
instalaciones del monumento histórico.
En su interior habían atendido a su
mamá. Francisco lo acompaña.
-Mira Francisco, en El Castillo nos
dieron abrigo y comida. Un enfermero le
limpió la herida a mi mamá. Qué
extraño. Recuerdo que mi hermanita
Mirta, seguía dormida.

-No te atormentes Emilio. Mañana


llegaremos a Greytown y podrás hablar
con Damián. Ahora, por lo que más
quieras, ¡Vamos a descansar!
Al otro día, mientras Francisco
preparaba lo necesario para llegar a la
desembocadura del río San Juan con
suficientes vituallas, Emilio iba casa por
casa buscando a la señora Elvira y al
enfermero que atendieron a su mamá
hacía treinta años en la fortaleza. En el
restaurante San Juan vio a una señora
que leía el periódico, mientras

~ 39 ~
Los fantasmas del silencio

saboreaba un refresco. Sin muchos


preámbulos, Emilio la abordó.

-¿Usted es doña Elvira?


-¿Y usted quién es? Sepa que estoy al
día en mis impuestos, no le debo nada a
nadie y no acostumbro a ser fiadora
aunque se me hinquen. No compro nada
que no necesite y me caen mal los
vendedores que lo asustan a uno
haciendo como que lo conocen. ¡Qué le
vaya bien!
-¡Disculpe! Hace treinta años pasamos
por estos lugares con mi mamá herida y
usted, bondadosamente, nos regaló
agua oxigenada y una sábana para que
el enfermero lavara la herida y le hiciera
un cabestrillo para que descansara su
brazo.
-¡Esperá chavalo! Higinia llamá a
Nicolás, decíle que se apure.

-¿Nicolás?

-Es el enfermero, ahora es mi marido.

~ 40 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-¿Entonces, recuerda lo que pasó?

-Mi papá ayudó a Damián a traerlos, él


no terminaba de contar todo lo que
había visto, lloraba de coraje al ver las
casas quemadas, pero, al rato se le
pasó la cólera y se fue con los contras.
Dicen que lo mataron cuando hacía un
desembarco de armas en el río Indio
Maíz y que su cadáver se lo llevó jalado
al fondo del río un lagarto. Ya no
supimos de él. Lo que sí supe es que
había dejado deudas y se hizo el soltero
para dejarle una hija a una señora que
vende frutas en el mercado de San
Carlos. Mire, ya llega el borrachote de
mi marido, el enfermero como usted le
dice.

-Ya vine Elvirita. Buenas tardes


licenciado. Mire, yo no hice nada malo.
Unos hombres me contrataron para
llevar mercadería a Costa Rica. Yo los
dejé justo bajo el puente internacional.
De pronto apareció gente armada y los
agarraron presos. Como el motor de la

~ 41 ~
Los fantasmas del silencio

lancha estaba encendido, en un


descuido que tuvieron me les escapé.
Lo que pasa es que se quedó una caja
en la lancha, la abrí y encontré, para mi
sorpresa, doce botellas de whisky.
Elvira, mi mujer, me dijo que las
devolviera pero no tengo a quien, así
que me las he ido tomando con los
amigos.

-Ahí donde lo ve, es buena gente. El


muy bandido se aprovecha de que lo
quiera tanto para perdonarle sus
borracheras.

-Doña Elvira y usted, don Nicolás, le


hicieron unas curaciones a mi mamá
cuando la trajimos herida al Castillo.
-¿Cuándo lo de Greytown?

-¡Sí!
-Pobrecita, se estaba desangrando poco
a poco. Propuse que le cauterizáramos
la herida con un fierro caliente. Eso
hubiera contenido la hemorragia. Me
trataron de borracho irresponsable, pero

~ 42 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

así había tratado con éxito a varios


heridos de guerra.

-¿Y usted, doña Elvira?

-Completamente de acuerdo con el


procedimiento que proponía Nicolás.

-¿Entonces…?
-El hombre que los trajo apareció, todo
mal encarado, amenazó con matarnos si
hacíamos, “semejante barbaridad”.
Rápido habilitó la lancha para que los
llevaran a San Carlos. Yo digo que se le
había metido el diablo en el cuerpo.
Siempre me sigue dando esa impresión
cuando aparece por estos lugares.

Su mirada de odio con un ojo azul y el


otro verde, no se pueden olvidar
fácilmente.
-¿Y su papá cómo se llamaba, doña
Elvira?
-Emeterio Rodas. Y ¿Su mamá se
salvó? ¿La curaron en San Carlos?

~ 43 ~
Los fantasmas del silencio

-¡No, murió al llegar a Granada!


-¡A Granada! ¿Qué fueron hacer hasta
allá con la pobre herida?
-Pensarían que era lo mejor. Yo tenía
ocho años. Si decían que la iban a llevar
a Managua, imagínese.

-¡Siéntese señor, mire que está muy


pálido!

-Parece que vienen a buscarlo.


-Qué bueno encontrarte Emilio, partimos
para Greytown mañana en la
madrugada, es necesario que
descanses, se te ve desmejorado.
Necesitamos dos buenas tazas de café
para reanimarnos.
-Pronto estaré bien, no te preocupes.
Gracias don Nicolás y doña Elvira. Por
ustedes mi madre estaría viva, pero, ya
ven como son las cosas.
-Disculpe patrón, no sabíamos que ya
estaba difunta la señora.

~ 44 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

Al otro día, a las cuatro de la mañana,


salieron rumbo a la desembocadura del
río San Juan en el mar Caribe. Harían
un alto en Greytown para que Emilio
hablara con Damián. Emilio y Francisco
se entretenían mirando a los lagartos y
las tortugas que atravesaban el río sin
hacerle caso al ruido del motor de la
lancha. Las garzas morenas le daban
otro color a los árboles al poblarlos de
gris y negro. La lluvia los acompaña en
todo el trayecto.
Cuando atracan en Greytown, Emilio
sale corriendo, desesperado. Grita los
nombres de su hermana Mirta y de sus
abuelos maternos.
Desorientado se detuvo de golpe al ver
que donde estaba su casa, ahora solo
quedan pedazos de madera y las gradas
de cemento. La maleza cubre el vestigio
de la civilización. Todo está en ruinas.
Encuentra el cementerio y busca entre
las tumbas algún indicio, algo que le
ayude a restablecer el lazo roto de su

~ 45 ~
Los fantasmas del silencio

memoria. Un ventarrón le sacude el


cuerpo y los pensamientos.
-Me encuentro con el pueblo
abandonado. Lo que queda de las casas
está invadido por la vegetación y los
líquenes. Veo paredes destruidas,
raíces invasoras.

Mi interés es saber qué pasó hace


treinta años, cuando fui llevado de prisa
a Granada con mi madre herida de
muerte. Viví muchos años con mis
abuelos paternos, huérfano, sin mi
hermanita Mirta ni mis abuelos
maternos. Ahora estoy donde principia
la historia, quiero sentir el olor a
quemado que me ha perseguido por
años.
Pero este olor es a hierba recién
cortada, a tierra húmeda, a vida. Huele a
mi niñez. Pienso que mi madre está
cerca, con sus manos manchadas de
achiote que tanto me provocaban los
estornudos y escucho su risa cuando
me decía:

~ 46 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-¿Qué vamos a hacer Emilio, cosechar


achiote nos da para medio comer y
medio vivir? Algún día los veré
prósperos y no podrán sacarme de aquí
porque soy adicta a cosechar achiote, a
llevarlo a la pesa que está mal calibrada
a favor del turco. Con el pago al contado
de lo que cosecho compro lo que se
puede en su tienda, los alimentos y la
poca ropa para salir feliz a disfrutar con
ustedes lo gastado. Chapotear en el río,
pescar juntos, jugar escondidas, cantar
canciones inventadas por nosotros,
escuchar a Mirta sus improvisadas
poesías.
Esconder los dientes de “leche” que se
les caían para que el ratón les dejara
una moneda bajo la almohada. Dios me
dio el regalo de tener estos tesoros
traviesos, ¿de qué me puedo quejar?

Yo la abrazaba fuerte fuerte. Le decía


que cuando fuera vieja la iba a mantener
y no tendría que trabajar como lo hacía
mi abuelita Honoria.

~ 47 ~
Los fantasmas del silencio

Principia a oscurecer. La lluvia cesa. El


viento apenas mueve las ramas de los
árboles. El bullicio de las aves ha
cesado. El silencio le provoca
escalofríos a Emilio.

Está en Greytown, la ciudad colonial con


cientos de años de antigüedad que vivió
la opulencia y la decadencia en dos
períodos, el último, en 1984.

Espera en este pueblo fantasmal


encontrar respuestas a sus enigmas.
¿Por dónde iniciar?

Sabe por lo que ha investigado que


existen cuatro cementerios en el lugar,
algunos de ellos aún se muestran a
pesar del tiempo y de la invasión verde.
La maleza lleva colores y duelos. Decide
principiar su búsqueda por el cementerio
de los británicos, por la conexión con su
apellido materno, tal vez encuentre un
indicio, una fecha, un apellido en alguna
lápida, algo que le ayude a sacar
conclusiones.

~ 48 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

Al llegar al cementerio británico, lo


estremece la sensación de avanzar
sobre un espacio al que se le han
engullido los sonidos, todo estático.
Los arboles exiguos, abandonados a su
suerte. Sus ramas son brazos
descarnados que reclaman la voz de
una historia no contada. Son los
fantasmas del silencio. Emilio camina
entre las tumbas abandonadas, teme
encontrar en ella el nombre de sus
abuelos maternos.
Tropieza con apellidos desleídos por el
tiempo: Brautigham, Amberson,
Goyberg, Drumond, Bokoj. No encuentra
el apellido Fenton en las tumbas

Silencio sepulcral, rostros petrificados


de ángeles con alas rotas. Como si el
tiempo se hubiera detenido, presintiendo
un mal presagio. El viento no mueve una
sola hoja de los árboles. Los fantasmas
del silencio se apoderan del lugar.

Ante Emilio pasan nombres e historias,


cada tumba le dice algo: Brauthigam y
su lucha por acaparar tierras para

~ 49 ~
Los fantasmas del silencio

mantener su ganado, Amberson, el


usurero del pueblo, Goyberg, el médico
humanitario, los Taylor dedicados al
negocio de la pesca.
La vertiginosa ronda de nombres e
historias en la cabeza de Emilio le
provoca vértigo y cae desmayado sobre
una tumba. Al recuperarse del desmayo,
se da cuenta de que en la oscuridad
será difícil llegar a la tienda de campaña
donde lo espera Francisco. El teléfono
suena en ese momento:
-¡Emilio! Qué fastidio, vinimos a trabajar.
Entiendo que tengas tu investigación
personal, pero, amigo, los informes y
cálculos los tenemos que hacer juntos.
¿Se puede saber dónde estás?

-Estoy sobre la tumba de mis


antepasados Goyberg. No te preocupes,
mañana a primera hora estaré contigo y
te prometo ponerme al día con el
trabajo.

~ 50 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-¿Perdón? ¿Escuché bien?, ¿Estás


sobre la tumba de tus antepasados y
vas a pasar la noche en el cementerio?

-Así lo dije.
-Mi temor es verte desquiciado por tus
obsesiones. Piensa en el presente y
futuro que tienes como empresario.

-No lo perderé ni tú saldrás afectado.


Esta noche tengo que conversar con mis
antepasados, lo que me digan será de
vital importancia para seguir adelante en
mis investigaciones.
-¡Lo puedes hacer preguntándole a los
vivos!

-También a ellos les preguntaré. Hasta


mañana Francisco.

Al terminar la conversación con


Francisco, observó que de las tumbas
brotaba una niebla espesa que iba
dando forma a figuras fantasmales.
Emilio gritó a las sombras espectrales.

~ 51 ~
Los fantasmas del silencio

-¿Dónde está Mirta?


Sorprendido vio que una sombra gris se
acercaba a él. En ese momento la
oscuridad fue completa. Buscó la
linterna de viaje. Recordó que todo su
equipo estaba en la tienda de campaña
donde, en ese momento, Francisco
disfrutaba de una taza de leche con
chocolate caliente, rosquillas y un pan
relleno de jalea de guayaba que hacía
turno para servir de postre. La
comodidad de la tienda de campaña era
la paradoja con los sufrimientos y sustos
que vivía Emilio.

La sombra se le acercó cada vez más.


El silencio se rompió de pronto. Una
nube de murciélagos lo cercó. Corrió
hasta donde le dieron las fuerzas y
cayó, exhausto, lejos del cementerio. Al
otro día, cuando el sol se acercaba al
cenit, Emilio despertó.
Asustado vio para todos lados. El calor
hacía reverberar la llanura. Con
dificultad pudo levantarse y notar que
sus ropas estaban raídas y en los

~ 52 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

brazos y cuello tenía pequeñas


perforaciones con sangre coagulada.
Ahora eran los zancudos los que no lo
dejaban ver. Buscó su teléfono celular
infructuosamente. Con dificultad pudo
caminar hasta la sombra de un enorme
árbol de caoba. La sed principió a
fustigarlo. Completamente desorientado,
sin fuerzas para moverse, decidió
esperar a que llegaran a rescatarlo. Dos
días después, se desató una tormenta
tropical que anegó toda la llanura, para
entonces, Emilio había perdido la noción
del tiempo y le dolía la garganta al
tragar. En su delirio, creía ver entre
colores psicodélicos, a su hermanita
Mirta y amigos de la infancia que reían
contentos y corrían asustados cuando
aparecía el payaso Pirrín con sus
enormes zapatos blancos, su camisa
morada, pantalones bombachos y
remiendos de muchos colores,
invitándolos a bailar y cantar con él.
“Las pelotas, las pelotas
las pelotas de carey,
son los sueños que van rotos

~ 53 ~
Los fantasmas del silencio

directito a Camagüey”.

El payaso Pirrín acerca su mano


enguantada al rostro de Emilio y le dice:

-Yo soy tu padre, tu madre, mi


compañera, es la muerte.

Emilio siente que flota entre paisajes


nunca vistos, en una dimensión donde
no existe el dolor que tanto lo ha
martirizado. El rostro de su madre
aparece por momentos y se desfigura
entre colores caleidoscópicos que pasan
vertiginosamente para terminar en la
oscuridad donde vuelve a ver la sombra
que formaban los murciélagos que lo
atacaron. En la puerta de la habitación
número treinta del hospital Miraflores de
Managua cuelga el rótulo que dice:
Terminantemente prohibidas las visitas.
Rafael Goyberg habla con el médico de
turno.
-¿Usted cree que con quince días de
estar inconsciente, Emilio, cuando
despierte, podrá tener una vida normal?

~ 54 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-Es frecuente que queden algunas


secuelas. Su nieto se ve un hombre con
buena condición física y eso puede
ayudar a su recuperación.

-A estas alturas, sigue delirando.


-Vino en muy malas condiciones.
Imagínese: heridas y quemaduras
severas, deshidratado y un caso extraño
de delirium tremens. Cuando ingresó, su
estado era tan lamentable que los
diagnósticos no eran nada optimistas.
Fue una suerte que estuvieran de visita
en Nicaragua los doctores Francisco y
Joaquín Escobar Pérez, ellos con su
experiencia en estos casos nos
ayudaron para mejorar la salud del
paciente.
-No tenemos como pagarles tanta
dedicación y cariño para mi nieto.
-Invítenlos a un buen mondongo y me
incluyen.
La enfermera interrumpe la
conversación.

~ 55 ~
Los fantasmas del silencio

-Doctor, el paciente de la habitación


treinta está despertando y pregunta por
sus abuelos.

-¡Bendito sea El Creador! ¿Lo puedo


ver?

-Se lo iba a pedir, es bueno que él vea


un rostro conocido.

-¿Lo puede ver la abuela? La pobre está


tan asustada.

-Por el momento conviene que lo vea a


usted primero, según la reacción que
tenga, podrá ver a la abuelita y a su
amigo Francisco.

El abuelo hace un gran esfuerzo para no


llorar frente a su nieto que ha perdido
veinte kilos de peso y su semblante
tiene una palidez cadavérica.

-¿Cómo está mi valiente nieto?

-Pronto estaré bien.

-Esa es una buena noticia que


compartiré con tu abuelita.

~ 56 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-¡Estuve con mi mamá! Le pregunté por


mi papá y me dijo que él está vivo.
Cuando le pregunté por mi hermanita
Mirta, me dijo que estaba con ella y que
ya no me preocupara por encontrarla.
¿Tú sabes dónde está mi padre?
-Es una promesa, Emilio, recupérate
pronto y sabrás toda la verdad.

-¡La quiero ahora!

En ese momento el médico entró a la


habitación junto con la enfermera.

-Bueno, llegó la hora de la curación para


el paciente más suertudo que ha tenido
este hospital. Señor Goyberg, tenga la
bondad de salir y acompañar a su
esposa en la sala de espera.

-¿Mi abuelita vino a verme?

-Desde que usted ingresó no se ha


movido del hospital.

-¡Quiero verla!

~ 57 ~
Los fantasmas del silencio

-Podrá ser mañana, estimado amigo.


Por hoy ha sido suficiente el recreo.

-Estaré en la Sala de espera, doctor.

Museo de El Castilo
Fotografia de Yolanda Rossman

~ 58 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

Capítulo III

Si la verdad fuera mentira y la


mentira verdad…
Han pasado tres largos meses. Emilio
sigue internado en el hospital. Sus
párpados tienen bolsas y su mirada
denota tristeza y hastío. El cuello y los
brazos flácidos, le dan la apariencia de
un muñeco de trapo. Aludia, la
enfermera auxiliar, lo abraza y le dice al
oído.
-Mi estimado licenciado, es hora de su
baño de sol.

~ 59 ~
Los fantasmas del silencio

-¿Qué haría sin ti, querida Aludia?

-Mil más estarían felices de atenderlo.


-En este hospital, con la única persona
que puedo conversar es contigo y
apenas te veo.

-Atiendo a muchos pacientes, pero a


usted le dedico más tiempo.

-Sé que se va y quisiera ofrecerle un


sobresueldo para que me atienda.

-Le voy a escribir desde Cuba.


-¡Ya lo presentía! ¡Te he dado lástima!
¡Por tu culpa podré volverme loco en
este espantoso lugar!

-¿Por mi culpa? Usted es niño bien, mire


en que hospital privado está. Aquí paga,
por una semana de hospitalización, lo
que yo gano en dos meses con turnos
de doce horas.
-Pero Aludia, yo no quiero perderte
como enfermera, tú eres una buena
persona. Admiro tu eficiencia.

~ 60 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-No me conoce licenciado. Déjeme


presentarme: soy Aludia, Aludia Turral,
madre soltera que sostiene a su hija de
cinco años. Soy la mujer que trabaja
turnos de doce horas sacando bacines
con orina y excremento, la que tiene
más jefes de lo que usted pueda
imaginarse, todos en este hospital, me
gritan en vez de hablarme.
-Nunca imaginé que sufrieras malos
tratos en este hospital.
-No he terminado de presentarme, soy
enfermera auxiliar y tengo trabajo
mientras le haga favores sexuales al
administrador del hospital.

-Por favor, no sigas, te estás haciendo


daño innecesariamente.

-Fácil para usted, licenciado. Estoy


segura que sus oídos no están
acostumbrados a escuchar lo que nos
toca vivir a muchas mujeres pobres.
Vivo en un barrio marginal. Para llegar a
mi trabajo me gasto la cuarta parte de

~ 61 ~
Los fantasmas del silencio

mi salario en transporte y casi no me


alcanza para sobrevivir.

-Sin ánimo de ofenderte quisiera


brindarte mi ayuda.

-Se la agradezco, pero llega tarde su


ofrecimiento, me cansé de tanta
humillación y mal trato laboral. Ahora he
recuperado mi dignidad que estaba
dormida por el hambre que pasamos mi
hijita y yo.

-¡Nunca te quejaste de tu situación!


Siempre servicial y con buen ánimo.
-¡Nunca más volveré a este lugar que ha
prostituido la medicina! Los médicos se
han convertido en viles comerciantes sin
juramento hipocrático ni decencia.
Precisamente hoy es mi último turno en
este hospital. Nos iremos a Cuba con mi
hija. Voy a estudiar la licenciatura en
enfermería. Regresaré para servir en un
lugar con más ética y humanidad,
cuando me gradúe de enfermera

~ 62 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

profesional con especialidad en


radiología.

-¡Perdóname si en algún momento te he


ofendido!

-Pero si usted es de las pocas personas


que me ha tratado con respeto en este
hospital. Perdóneme usted por mis
exabruptos, no tenía por qué haber
desbordado mis sentimientos ante un
paciente.

-Me mostraste un mundo ignorado para


mí. De aquí en adelante seré diferente.
Me uniré a una organización que apoye
a las mujeres. Conozco a la licenciada
Yolanda Ross, ella me orientará para
lograrlo.

-Con mi despedida, le tengo una noticia.

-¿De qué se trata?

-Escuché en la recepción del hospital


que ya le podrían dar de alta, pero lo
van a retener con cualquier pretexto
para sacarles más dinero.

~ 63 ~
Los fantasmas del silencio

-¿Estoy secuestrado?

-No me lo pregunte a mí.

-Lo veo en tu mirada. ¡Estoy


secuestrado! ¡Pregúntales a los médicos
por qué me retienen!
-¡Por favor! ¿Usted cree que los
médicos platican con las enfermeras
auxiliares de las enfermedades de sus
pacientes?
El administrador del hospital aparece
furioso.
-¡Aludia! ¿Quiere tostar al paciente? Si
supiera leer vería que son diez minutos
de sol, pero, como es tan burra ya lleva
veinte minutos tostando al licenciado
Goyberg.

Emilio, trata de dar una explicación pero


la voz de su abuela evita que la dé.

-¡Emilio, hijito! Vas a salir de este


hospital mañana. Yo te voy a cuidar y
pronto estarás al frente de tus negocios.

~ 64 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-¡Cuídeme abuelita!, ya no me interesan


los negocios.
-No sería correcto dejar a Francisco, tu
socio, con toda la carga. Él ha
demostrado el aprecio que te tiene
trabajando día y noche en El Proyecto
del Canal Interoceánico.

-¡Es cierto! Greytown, las tumbas, los


murciélagos.

-¿Te sientes bien, Emilio?

-¿Cómo pude olvidarme de Damián?

-¡Enfermera, por favor llame al médico!


-¡Abuelita, tengo que salir hoy mismo
para Greytown!
Con mucha dificultad, dos enfermeros
conducen a Emilio a su dormitorio. El
médico de turno conversa con doña
Mariela.
-Se pensó que su nieto ya había
superado la crisis. El psiquiatra dice que

~ 65 ~
Los fantasmas del silencio

esta es una recaída inesperada. Menos


mal que fue aquí en el hospital.

-He rogado tanto al Altísimo para que se


cure mi nieto. Han sido tres meses de
agonía y sufrimiento al verlo desvariar.
Consulté con los doctores Escobar
telefónicamente y ellos que conocen el
caso me dicen que, si tanto es el
problema, puede ser un paciente
ambulatorio. Ustedes han abusado de
nuestra buena fe.
-¿Y su esposo doña Mariela? ¿Qué dice
él de todo esto?

-El pobrecito tiene dificultad para


caminar y hoy se levantó, a pesar del
dolor de coyunturas, para adornar la
casa y prepararle el dormitorio a mi
nieto.
-Es conveniente que el licenciado Emilio
sea evaluado de nuevo por el psiquiatra.
-¡No más psiquiatras ni medicamentos
que desorienten a mi nieto!

~ 66 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-Por favor doña Mariela, comprenda que


su nieto necesita de tratamientos
especiales.

-¡Han sido más que suficientes! Ahora


necesita el amor de la familia y los
cuidados de esta vieja.
Interrumpe la escena el administrador
del hospital que entre jadeos dice.
-¡El licenciado Goyberg, no está por
ninguna parte! Los enfermeros ya lo
buscaron y no está. ¿Qué hacemos?

-Yo asumo la responsabilidad.

-¡Pero doña Mariela…!

-¿Se debe algo?


-Don Rafael, su esposo, dejó la boleta
de la tarjeta de crédito abierta.
-Es hora de cerrarla y terminar esta
pesadilla de tres meses.
-Como usted diga. Le recomendamos
difundir la fotografía del licenciado

~ 67 ~
Los fantasmas del silencio

Emilio por medio de la policía, así será


más fácil localizarlo.

-¡Sé dónde se encuentra! No necesito


de sus recomendaciones. Eso sí, pediré
una investigación para que se conozca
el funcionamiento de este hospital.

-Doña Mariela, no se exalte, estamos


dispuestos a rebajarle el costo de
estadía y de tratamientos para su nieto.
-¡Quédense con el dinero mal habido!
No tenemos más que hablar.
-Seguro que los doctores Escobar, le
recomendaron sacar a su nieto del
hospital, pero ellos están en Guatemala,
tendrían que llevar al paciente con ellos.

-Por brutos no les hicimos caso a los


doctores Escobar Pérez cuando nos
dijeron que el tratamiento podría ser
ambulatorio y se curaría más rápido con
el afecto de la familia. Ahora pagamos
las consecuencias de nuestras
equivocaciones.

~ 68 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-Estimada señora, como podrá ver, la


cuenta se le ha rebajado a la mitad.
Crea en nuestra honorabilidad y ética.

-Usted crea en que serán investigados,


¡Lo prometo!

Aludia Turral y Emilio Goyberg se


bajaron del taxi y se apresuraron para
abordar el autobús que los llevaría a
San Carlos. Ya instalados, Emilio le dice
a la enfermera.
-Eres genial, única. ¿Cómo sabías que
el vigilante de la puerta de servicio del
hospital, estaba dormido?

-¿Dormido? ¡Borracho! ¡A esta hora


siempre está borracho!

-¿No lo despiden?
-¡Es el padrastro de uno de los dueños
del hospital!
-Siento que la voluntad para vivir me
está volviendo.

~ 69 ~
Los fantasmas del silencio

-Bueno, ya sin tantos medicamentos y


electroshocks.
-¿Y el encierro? ¿Y la suspensión del
médico que me trataba por haber
seguido las instrucciones de los
doctores Escobar?
-Usted representaba un fuerte ingreso
para el hospital.
-Tres largos meses de estar prisionero.
Recibir la visita de mis abuelitos y de
Francisco no más de media hora.

-Podré ser muy ignorante, pero pienso


que usted era la mina de oro que
disfrutaban los médicos dueños del
hospital.

-El psiquiatra, al llegar, se me quedaba


viendo. No quiera vencer a la ciencia,
Emilio, me decía, tiene que reconocer
que es esquizofrénico. Mientras usted
no acepte su problema mental, poco
podré hacer para ayudarlo. Qué te digo,
Aludia, al rato aparecía la enfermera de
turno y me decía; A ver corazón, le

~ 70 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

vamos a pinchar su nalguita, con una


sonrisa irónica, ¡Estese quieto!, me
gritaba.

-¿Usted se resistía?

-¡No, para nada!


-¿Entonces por qué llamaban a los
enfermeros para que lo detuvieran?
-Hacía resistencia cuando me llevaban a
la terapia de electroshock.
Seis horas después Emilio y la
enfermera llegaban a San Carlos. A la
salida de la estación un cartel dice:
Licenciado Goyberg, comunicarse
urgentemente con sus abuelos. Emilio
se preocupa y llama.

-¿Qué pasó abuelito?

-¿Todo bien, mijo?

-Encontré un cartel pidiendo que los


llamara.

~ 71 ~
Los fantasmas del silencio

-Funcionó bien la idea de tu abuelita.


Sabemos lo obstinado que eres. Vas
rumbo a Greytown, no sabemos si llevas
dinero.

-La enfermera Aludia me prestó de sus


ahorros.

-Te depositamos dinero en tu cuenta


corriente para que puedas tener
tranquilidad económica. ¡Devuélvele su
dinero a esa señora!

-Gracias abuelo. Le devolveré su dinero


a doña Aludia.

-Te recomiendo que esperes a


Francisco, él va para allá.
-Tarde para recomendar. Dentro de
pocos minutos me voy en la lancha que
va para El Castillo.
-De nada valen las oraciones de tu
abuelita para que seas sensato y tomes
buenas decisiones.

-¿Terminaste de hablar abuelito?

~ 72 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-Como tu padre, haces tú santa voluntad


sin escuchar los consejos de quienes te
queremos.

-Esta conversación se ha prolongado


más de la cuenta, te agradezco el favor.

-El dinero depositado es fruto de tu


trabajo. Francisco me lo entregó para ti.

-¿Puedo hablar con mi abuelita?

-Llámala, está en la casa.

-Gracias abuelito, los tendré al tanto de


mis investigaciones.

-Tres meses en el hospital y nada ha


cambiado en tu cabeza. No es reproche
hijito. Cuando regreses, nosotros te
vamos a contar situaciones que vivimos
y te van a dar mucha luz en tus
investigaciones.

-Esperaron a que me estuviese


muriendo para animarse a contarme
algo.

~ 73 ~
Los fantasmas del silencio

-Nos vas a dar la razón.

-Voy a llamar a mi abuelita. Adiós


abuelito.

Tres horas más tarde Emilio y Aludia


llegaron al Castillo de la Inmaculada
Concepción, antes conocido como La
Fortaleza de la Limpia y Pura e
Inmaculada Concepción. Se instalan en
el hotel La Fortaleza.

-Me sorprendiste, Aludia, mira que pedir


una habitación con dos camas.
-Por la certeza de que usted esté bien.
Acaba de salir del hospital y además,
tiene una buena economía.

-Y una buena compañía que me hace el


favor de cuidarme.

-Mañana, en la primera lancha que


salga para San Carlos, me regreso.
Tengo que preparar mi viaje a Cuba.

-¿Me vas a escribir?

~ 74 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-Licenciado, quiero pedirle el gran favor


de no defraudarme. Tengo la convicción
de que usted vive alterado por lo que le
tocó vivir de niño. Pero, ¡No tenga
actitudes que hagan pensar que usted
es un esquizofrénico! ¿Me lo promete?

-¡Prometido! ¿Y, quién te apoyará en


Cuba?

-Un médico cubano, estoy enamorada


de él y pensamos casarnos. Lo haremos
cuando lleguemos a Cuba con mi hija.

-¿Te contaron algo de mí?

-Tuvimos suficiente tiempo para charlar.


Su abuelo salía rápido del hospital
cuando oía la campana del colegio
vecino que llama para la salida de los
niños. Sus ojos se le llenaban de
lágrimas y apenas me podía contar que
le gusta observar a los niños y niñas que
abordan los buses con sus uniformes
azul y blanco, luego de su jornada
escolar. Me decía que lo hace recordar
a su hijo Allan cuando era niño.

~ 75 ~
Los fantasmas del silencio

-¿Mi abuelo te habló de mi papá?


-Sí, me contó que siempre fue rebelde,
los jesuitas del Colegio Centroamérica lo
tenían catalogado como enfant terrible.
Todo lo cuestionaba, vivía obsesionado
con la historia del General de Hombres
Libres y de un mundo mejor y más
equitativo.

-¡Tú sabes más de mi padre que yo!


Cuéntame que más te dijo mi abuelo.

-Con apenas veinte años de edad, Allan,


su papá, ya participaba en
manifestaciones en contra de la
dictadura. El Sr. Goyberg aún tiene
presentes los hechos acaecidos en abril
de 1968, cuando el estudiante y ex
oficial de la Guardia Nacional, David
Tejada fue atrozmente torturado,
asesinado y su cuerpo fue lanzado al
volcán Masaya. Sus abuelos supieron
que su papá de usted, Allan, se había
sumado a las manifestaciones de
repudio junto a estudiantes de la
Universidad Centroamericana donde
estudiaba derecho, cuando vieron las

~ 76 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

noticias en el canal 6 de televisión.


¡Estaban alarmados! La Guardia
Nacional no jugaba y todos los jóvenes
eran sospechosos. Decidieron enviarlo a
Costa Rica a donde unos familiares.
Nunca se imaginaron que esta decisión
acercó todavía más a Allan a la guerrilla.

-Algo de eso le escuché a mi madre.


Ella no se dio cuenta que me había
escondido dentro del armario y le contó
a mi abuelita Honoria que mi papá se
había ido a la guerra.

-¿Usted conoció a su padre, Allan?


-Sólo por fotografía y ahora sé más de él
gracias a ti. Mis abuelos evitan hablarme
de mis padres.

-¿Su papá está vivo?

-No, mis abuelos lo dan por muerto.

-¿Se parece a usted?


-El medía un metro ochenta y pesaba
cien kilos, yo mido un metro setenta y

~ 77 ~
Los fantasmas del silencio

cinco y peso ochenta kilos. Él era de tez


blanca y nariz recta. Yo soy moreno y
nariz achatada. Mi padre tenía los ojos
celestes y yo los tengo cafés.
-No siga licenciado Emilio, debemos
descansar. Mañana me tengo que
despedir de usted. Le voy a escribir y,
que los dos podamos arreglar nuestras
vidas.

A la mañana siguiente cuando Emilio


despertó, vio desde la ventana que
Aludia, ya iba en la lancha que la
llevaría de regreso a San Carlos. Le
decía adiós con la mano y su figura se
fue perdiendo en el horizonte. Con su
algarabía, una parvada de loros alertó a
Emilio para continuar con su
investigación. Era necesario llegar a
tiempo a Boca de Sábalos para
conseguir la fecha de la boda de sus
padres y la partida de nacimiento de
Mirta y de él.

-¿Usted es el encargado del registro de


bodas civiles y de nacimientos?

~ 78 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-¡El mismo que calza y viste, señorón!

-Necesito encontrar el acta de


nacimiento de Mirta Goyberg, nacida en
Greytown por el año de mil novecientos
setenta y nueve.

-Pues la va a encontrar si lo busca en


estos libros. Cuando termine. Me avisa.
Estaré en la habitación de al lado,
consumiendo mis sagrados alimentos.

Por más que Emilio se esmera en


encontrar la partida de nacimiento
durante tres horas, ésta no aparece. Se
sorprende al escuchar la voz de
Francisco Lazo, su socio y amigo que lo
sacude por los hombros.
-¡Por Dios santo, Emilio! ¿Por qué no
me avisaste que venías para estos
lugares?

-Mi querido amigo. Porque me fugué del


hospital donde me estaban matando,
bueno, también de mis abuelitos.

~ 79 ~
Los fantasmas del silencio

-Perdóname Emilio, soy el responsable


de semejante desatino. Cuando te
encontramos en un área salvaje, lejos
de Greytown, casi desnudo con la
clásica mordida de los vampiros o de las
serpientes y tu cuerpo con piquetes de
mosquitos, tanto que parecía sarampión.
Te transportamos en helicóptero hasta
Managua. Lo más próximo que
encontramos fue ese hospital. Nos
enteramos que los doctores Escobar
Pérez estaban impartiendo un ciclo de
conferencias en la Universidad Nacional
Autónoma de Nicaragua. Tus abuelitos
los invitaron a cenar y les contaron tu
caso. Ellos te evaluaron e iniciaron tu
tratamiento, pero cuando se fueron para
Guatemala, en el hospital cambiaron las
recetas y el diagnóstico y, como tenías
seguro médico, los muy inmorales te
retuvieron en el hospital inventándote
enfermedades y dañándote
psicológicamente.
-¡Me hicieron barbaridad y media! ¡Me
pusieron la etiqueta de esquizofrénico y

~ 80 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

a faltas de ponerme camisa de fuerza!


¡No te imaginas lo que he sufrido!

-Bueno, no tienes ninguna enfermedad


mental, pero, tu actitud dejaba mucho
que desear.
-¡El querer saber el paradero de mi
hermanita Mirta no es estar loco!

-¡Ves cómo te exaltas!

-Pero, ¿Quién, sin conocer a su padre,


haya sufrido, como yo he sufrido la
pérdida de mi adorada madrecita, no se
pudiera apiadar de mi situación?
Comprender que yo era un niño cuando
veía como se moría poco a poco mi
mamá. No hubo palabras de consuelo
para este tu amigo que amaba a su
madre, a su hermanita y a sus abuelos
maternos que era a los únicos que
conocía y de pronto, de golpe, pierde
todo su mundo de felicidad, para iniciar
una vida de lujos y superficialidades,
siendo querido y consentido por mis

~ 81 ~
Los fantasmas del silencio

abuelos paternos, pero sin el cariño que


antes había conocido.

Viví, hasta mis ocho años, con carencias


de cosas materiales pero, no me di
cuenta de esas carencias porque lo
tenía todo en la risa de mi madre, los
pleitos de los abuelos, el afecto de mis
compañeros de escuela.

El inmenso río San Juan, el río Indio


Maíz. Tenía mi cayuco hecho por mí
abuelito, él lo amarraba a su lancha y
me llevaba de paseo por el río. Me
enseñó a pescar y me hizo las redes,
me regalaba las tortugas más bonitas
que encontraba, hasta un pequeño
lagarto y todo eso lo perdí de golpe.
-Tus abuelos paternos también te
quieren Emilio.
-No lo dudo, yo los amo pero, la vida
social de ellos hizo que no pudiese
tenerlos tan cerca de mí como a los de
Greytown.

~ 82 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-Es tiempo de reconciliarte con tu


realidad.
-Disculpa, es tiempo de encontrar mi
pasado para reconciliarme con el
presente.

-Hasta hoy, he cubierto tu trabajo en la


oficina pero, comprenderás que no
podrá ser todo el tiempo.
-Sí, Francisco. He sido inconsecuente
contigo, discúlpame.
-Sé que tú harías lo mismo por mí. ¿En
qué te puedo ayudar?
-En buscar conmigo todo lo que despeje
mis dudas para vivir en paz.
-¡De acuerdo! ¿Por dónde principiamos?

-Por…
-¡Para! ¡Alto! ¡No sigas! Dejé a Damián
en El Castillo. Él es clave para conocer
más de tu pasado, aunque tiene algo
que me hace desconfiar de él.

~ 83 ~
Los fantasmas del silencio

-¿Qué esperamos? Nos urge llegar para


hablar con este hombre que es clave
para todo lo que necesito saber.

Fuerte La Inmaculada Concepcion, El Castillo, Rio San


Juan. Fotografia de: Yolanda Rossman, 2014

~ 84 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

CAPÍTULO IV

DAMIÁN
Emilio y Francisco salieron de Boca de
Sábalos para embarcarse en el río San
Juan rumbo a El Castillo. A su llegada,
en el muelle, los esperaba Damián,
hombre delgado, alto, calvo, de rostro
adusto y con un ojo de color celeste y el
otro verde, era un hombre musculoso,
de piel morena y curtida. Tenía varias
cicatrices en el cuerpo y en el alma.
Con un gesto de desgano ayudó a bajar
los implementos de trabajo de
Francisco. Observó de pies a cabeza a
Emilio, y con un aire de indiferencia, se
adelantó a dejar las maletas de sus
patrones en el hotel Fortaleza.
-Francisco, ¿Este hombre es Damián?
Tiene cara de pocos amigos…

~ 85 ~
Los fantasmas del silencio

-Él no sabe quién eres, algo me dice


que lo intuye. Tienes que tener cuidado
con este facineroso. Di la orden para
que lo vigilen todo el tiempo que esté en
el campamento.

-Tiene cara de pocos amigos.

-Y cicatrices de machetazos o de balas.


-¿Será el mismo que nos acompañó la
noche que hirieron a mi mama?
-Eso lo sabrás después de que lo
interrogues.
Damián no apareció a la hora de la
cena. Los compañeros de trabajo lo
encontraron borracho, tirado en la
cuneta de la calle, hablando
incoherencias. Cuando quisieron llevarlo
ante Emilio, había desaparecido.

Emilio no pudo conciliar el sueño en


toda la noche. De las veces que había
llegado a Greytown, haciendo el
recorrido para encontrar la verdad de lo
sucedido y el paradero de Mirta, su

~ 86 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

hermana, era la primera vez que tenía a


la persona que más podría informarle,
un testigo de los hechos, Damián.
Seguro se había escondido, pero, con la
borrachera que cargaba no estaría muy
lejos del lugar, ya lo encontrarían a la
mañana siguiente. La tempestad le
hacía recordar los momentos vividos en
mil novecientos ochenta y cuatro. En la
duerme vela de la madrugada sintió que
su madre lo besaba y le decía al oído:
mi niño, ya no sufras, tu hermanita está
conmigo y somos felices.
Los rayos del sol entraron por la ventana
iluminando el recinto. Emilio escuchó la
voz de Francisco dando las órdenes
para preparar la salida hacia Greytown.

-¿Listo para salir Emilio?

-¿Qué día es hoy?

-Lunes, día de cumplir con nuestras


obligaciones laborales.

-Te prometo seguir mi investigación


cuando el trabajo esté finalizado y tú lo

~ 87 ~
Los fantasmas del silencio

puedas llevar a Managua. Yo me


quedaré para aclarar de una vez por
todas mis dudas, con Damián o sin
Damián.

-Ya di la orden para que busquen a


Damián y cuando lo localicen que lo
lleven al campamento para que hables
con él.

Fueron seis meses de intenso trabajo.


Los dos amigos y socios, con su equipo
de topógrafos, ingenieros, arquitectos,
agrimensores, agrónomos, salubristas,
valuadores y gente de campo, se
desvelaban haciendo mediciones y
calculando costos.
El proyecto de La Puerta de los Mares,
cada vez se hacía más factible en el
papel de ingeniería. Los costos
billonarios, no bajaban, a pesar de los
ajustes y economías que trataban de
lograr Emilio y Francisco. Los barcos ya
no eran del calado que se veían en la
época de Zelaya. Ahora tenían que
pensar en más profundidad para el río
San Juan y en menos asolvamientos.

~ 88 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

Las esclusas diseñadas para mantener


el nivel del agua, a pesar de las mareas
bajas, tendrían que funcionar a la
perfección.
La maquinaria debía ser la adecuada
para el manejo de las esclusas. Los
canales secos debían estar bien
drenados para recibir los excesos de
agua. Los drenajes adecuados para
evitar desastres ecológicos.
A Emilio y Francisco, les correspondía
iniciar su trabajo desde el archipiélago
de Solentiname en el lago Cocibolca,
hasta la salida del río San Juan en el
mar Caribe. Su labor se complicaba con
los desacuerdos existentes respecto al
río San Juan con la república de Costa
Rica que se sucedían en esos
momentos. Con la reunión del equipo de
trabajo se dio por terminado el costo
parcial del Proyecto Interoceánico. Hubo
muchos brindis, canciones y lágrimas
con el recuerdo de lo vivido para lograr
el éxito de la empresa.

~ 89 ~
Los fantasmas del silencio

La despedida con Francisco fue cordial.


-Bueno, amigo, te quedas con hombres
de confianza a tu servicio. Ellos te
ayudarán a recabar información, espero
que descubras las tumbas de tus
abuelos maternos, el paradero de Mirta
y resuelvas las dudas que te han hecho
tanto daño. Ya encontraron a Damián y
ahora no tiene posibilidades de huir o
esconderse. La verdad, lo tenemos
amenazado de despescuezarlo si no te
cuenta todo lo que sabe. Cuídate de él y
buena suerte.
-Gracias Francisco, agradezco tu
comprensión. Ahora no voy solo.
Llevamos equipo para cubrir cualquier
contingencia.

-No olvides tomar tus medicamentos.

-¡Te lo prometo! Solo me queda un favor


por pedirte.

-El que digas.

~ 90 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-Llévales esta carta a mis abuelitos y


este sobre con dinero para mi querida
Aludia Turral, la enfermera que me salvó
de parar demente en el famoso hospital,
lo envías a Cuba, allí va anotada la
dirección.

-Con mucho gusto haré lo que me pides


y hasta que sea necesaria tú presencia
en la oficina, entonces, solo entonces te
llamaré.

-Gracias por tu ayuda. Más que el socio


ideal, eres el hermano que tanto quiero.

-No nos pongamos sentimentales. Tú


sabes que eres mi hermano del alma.

Emilio dirige a los hombres que lo


acompañan al sitio donde piensa iniciar
sus investigaciones. Todo es diferente a
cuando se perdió en la selva y resultó
con mordidas de murciélagos. Ahora
llevan todo lo necesario para sobrevivir.
Cuando empieza a oscurecer divisa a lo
lejos unas siluetas de hombres que

~ 91 ~
Los fantasmas del silencio

vienen en dirección a su campamento.


Pone en alerta a su grupo.
-¡Pie a tierra! ¡Cubran los flancos! ¡Qué
no nos sorprendan por la retaguardia! --
-Enciendan la luz alta para
enceguecerlos y si se acercan más
haremos tres disparos al aire para
amedrentarlos.
Cuando la luz iluminó a los intrusos,
estos empezaron a saludar con gestos
amistosos. La voz de mujer dominó el
ambiente.
-¡Emilio, soy Elsa, tu compañera de
juegos cuando éramos niños! ¡Me
acompañan tus compañeros de
universidad, Eliseo Herrarte y Herbert
Malamud! ¿Podemos acercarnos a su
campamento?
-¿Elsa Amberson? ¿Que creció en
Greytown? ¡Mis amigos, Eliseo y
Herbert!

-¿Nos reconoces? ¿Podemos


acercarnos?

~ 92 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-¡Por supuesto! Tranquilos todos, es


gente conocida.

-¡Emilio! No te imaginas la alegría que


nos dio saber de ti. Sabía que habías
muerto junto con tu mamá y que
estabas enterrado con ella en Granada.
Tus compañeros de universidad me
dieron la feliz noticia y me presentaron
con tus abuelos, que no conocía. Ellos
me contaron de tu viaje a esta zona y,
como coincidía con mi ruta, nos dimos a
la tarea de buscarte. ¡Cómo has
cambiado!, difícilmente te hubiera
reconocido. Ahora eres un hombre muy
bien parecido.

-Aquí me tienes bien vivo, feliz de verlos


y buscando respuestas para, de una vez
por todas, cerrar el capítulo de
Greytown.

-Siempre recuerdo a Mirta, hacíamos


travesuras y tus abuelitos, en vez de
regañarnos, nos las festejaban. Tú eras
un niño alegre… Ahora te ves tan serio.

~ 93 ~
Los fantasmas del silencio

-Elsa, ¿Estuviste cuando el incendio?


-No Emilio. Había acompañado a mis
papás a la boda de mi hermana
Guadalupe con Julio Rodríguez que se
realizó en Granada. La fiesta duró tres
días. Cuando supimos la tragedia de
Greytown mis padres no quisieron
volver. Ahora estoy aquí por asuntos de
trabajo.

-¿Qué trabajo?

-Es relacionado con el Canal


Interoceánico.
-¡Empatamos! Nosotros también
trabajamos en el estudio de la
factibilidad del mismo. Lo que me
detiene en este lugar es saber más
sobre la tragedia de mi familia.

-¿Y los señores que te acompañan?


-Él es Nicolás, el enfermero. Damián, el
testigo de lo sucedido, los demás son
escoltas. Se sabe que por estos lugares
se esconden algunos forajidos.

~ 94 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-Podemos protegernos haciendo turnos.

-¿En qué podemos ayudarte?

-¿Me vas a ayudar a encontrar la tumba


de Mirta? ¿Ella murió, verdad?

-Desafortunadamente sí. ¡Mañana


mismo iremos!

Eliseo Herrarte veía con insistencia a


Damián y éste, nervioso, bajaba la vista
y, con cualquier pretexto se salía de la
tienda de campaña a respirar hondo. Se
le notaba incómodo y evasivo. Emilio se
notaba nervioso, el calor y la
desesperación por conocer la historia lo
hicieron salir de la carpa de campaña.
Cuando vio a Damián que se arrastraba
en el monte con la intención de huir, le
salió al paso.
-Mire Damián, quiero toda la verdad, la
que usted conoce sobre los hechos de
1984. ¿Por qué nos ayudó a llevar a mi
mamá y a mi hermanita Mirta a
Granada?

~ 95 ~
Los fantasmas del silencio

-Esteee, sí, le contaré todo…


-Lo noto esquivo. Tengo tantos años de
querer hablar con usted para saber la
verdad.

-No recuerdo bien.


Sorpresivamente apareció Eliseo
Herrarte, quien se plantó frente a
Damián y en tono amenazador le
increpa.
-Si alguien tiene que tener buena
memoria es usted Damián.

-Perooo, es difícil poder contarlo.


-Prefiero que lo cuente usted y no me
obligue a decirle a Emilio toda la verdad
y las circunstancias que se vivieron esa
noche.
-Yo pertenecía al grupo de Los Contras
y recibimos la orden de bombardear
Greytown y tomarla por asalto. Se nos
informó que en las casas se habían
parapetado los Sandinistas. Teníamos
que atacar por sorpresa y hacernos del

~ 96 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

armamento que supuestamente estaba


allí y que buena falta nos hacía. Fui de
los primeros en desembarcar e iniciar el
tiroteo apoyados por la batería de largo
alcance que hacía estragos en las
construcciones de la ciudad. Recibimos
las órdenes de disparar a las casas
donde se suponía estaban los
Sandinistas, así lo hicimos, en ese
momento se desató una tempestad
terrible, todo era confusión. Al entrar
disparando a una casa, encontré a don
Agripino mal herido y a doña Honoria
muerta. A una niña y a la mamá heridas,
a un niño angustiado gritando por su
vida. Él me ayudó a sacarlos de la casa
que al poco rato se cubrió de llamas. No
podía creer que habíamos matado a
civiles y no había nadie que nos
respondiera la agresión y eso nos
convertía en asesinos. A don Agripino
Fenton lo conocía, me había enseñado
a pescar en alta mar. Quería salvarlos a
todos, pero me era imposible. Don
Agripino, antes de expirar, me pidió que
salvara a su hija y a sus nietos. Juro que

~ 97 ~
Los fantasmas del silencio

quise regresar por él y su esposa pero


el fuego me lo impidió.

-¿Qué pasó con mi abuelita?

-Estaba muerta, tenía un balazo en la


cabeza.

-¿Hubo muertos de su bando?


-Nosotros éramos los atacantes, los
agresores y nos disparábamos creyendo
que éramos los enemigos que nunca
estuvieron ahí. Me sentí responsable de
sus vidas, más cuando vi que doña
Desideria y su hijita Mirta estaban
heridas.
-Entonces, ¿mi hermanita Mirta estaba
viva?

-Ella iba muy grave, estaba desmayada.

-¿Y mi mamá?
-Tenía un golpe en la cabeza, sangraba
del costado derecho pero estaba viva y
se quejaba quedito.

~ 98 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-Y, ¿qué más?


-Mi intención era poder salvar a las dos
heridas y a usted, Emilio. Logré
convencer a Emeterio Rodas para que
nos sacara del infierno y nos llevara al
Castillo, donde logramos asistencia del
enfermero Nicolás, aquí presente. Él
puede dar fe de mi deseo de salvarlos.
Sabía que si me tardaba más en
aparecer en la zona de combate me
iban a acusar de desertor, así que los
dejé en el hospital de Granada. Doña
Desideria estaba muy grave pero la niña
Mirta había fallecido en el camino y la
familia Mendoza me dio suficiente dinero
y me pidió que regresara el cadáver de
la niña a Greytown para enterrarla en el
mausoleo de los Amberson.

-¿Por qué en el mausoleo de los


Amberson?

-¡No lo sé! Así me lo ordenaron

-¿Cumplió con lo convenido?

~ 99 ~
Los fantasmas del silencio

-Cuando regresé, los contras me


encontraron con el cadáver de la niña.
Pensaron que yo había hecho algo malo
con ella. Me hicieron un juicio sumario.
Me encerraron en una celda del Castillo
para fusilarme al día siguiente.

-Pero…, usted se ve muy vivo.

-En la madrugada llegó el ejército


Sandinista, tomó la plaza y me liberaron.

-¿Y el cadáver de la niña?


-Se lo llevaron y no sé dónde lo
enterraron.

-A vos, Damián te podemos hacer otro


juicio de guerra por asesino.

-No Eliseo, Damián nos ayudó a salir del


fuego y me salvó la vida.
Lamentablemente, mi madre, mi
hermanita Mirta y mis abuelitos
murieron. Pero, Damián, llegó a
salvarnos.

~ 100 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

Ahora lo sé, soy de los pocos que


sobrevivió a la matanza gracias a que
me llevó a sitio seguro.

-Entremos Emilio, la lluvia está más


fuerte, mañana seguiremos la
conversación con Damián.
En la mañana, Elsa se separó de su
comitiva fue a buscar a Emilio.
-Listo Emilio. Te voy a llevar a la tumba
donde está Mirta.

-¡Vamos Elsa! ¡Estoy listo!

-Ustedes espérennos aquí, es preferible


que Emilio y yo estemos a solas.

-¡No dejen que Damián se escape!


La amenaza de lluvia se anunciaba en
un cielo gris. El viento húmedo
refrescaba el rostro de los dos amigos
que caminaban por veredas estrechas y
abrían brechas entre el monte alto para
llegar al cementerio.

~ 101 ~
Los fantasmas del silencio

-Emilio, aquí está enterrada Mirta.


-¿Qué es esto? ¿Mirta enterrada en la
tumba de tu familia y con tu apellido
Amberson? ¡Algo de esto me dijo
Damián! ¿Pero… por qué Amberson?

-No favorece a mi familia contarte la


historia, pero, ¡Tú, debes saber toda la
verdad!

-¿Cuántas verdades más tendré que


saber, Dios mío?

-Esta te aclarará muchas dudas.

~ 102 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

Capítulo V

Desideria Fenton Macay


Los dos jóvenes se acomodaron bajo la
sombra de un cedro sin perder de vista
la tumba donde estaba enterrada Mirta.
Elsa tomó la mano de Emilio y,
procurando evitar el llanto, inició la
confesión.

-Yo soy mayor que tú, Emilio.

-¡Pero jugabas con Mirta! Y te ves


mucho más joven que yo.

-Cinco años mayor que tú. Ahora no son


tan notorios, pero de niños, son muchos
años.

-¿Y esto, qué relación tiene con Mirta?

-Mucha.

-Ya no interrumpo.

-Hacía dos años que tu papá, Allan


Goyberg, había desaparecido de forma
más que misteriosa. Después supimos

~ 103 ~
Los fantasmas del silencio

la verdad de su desaparición. Ernesto,


mi hermano mayor, que pertenecía al
ejército Somocista, llegó a esconderse a
la casa de mis papás ante el triunfo
inminente del Sandinismo. Allí se
enamoró de tu mamá y la cortejó
durante algún tiempo, pero ella siempre
lo miró con desprecio. A pesar de que
era un hombre guapo, bien parecido;
alto, delgado y pelirrojo.

-Pero era somocista.

-¡Su gran pecado! En Greytown se le


quería bien. Ayudó a muchas personas
a formar cooperativas para que lograran
mejores precios de venta para el arroz
que se cultiva en la zona y se dedicó a
la pesca en alta mar.

-¿Y mi hermanita Mirta?


-Un día de buena pesca decidieron
celebrar con sus compañeros y amigos.
Compartieron con todos los del pueblo.
Hubo baile, canciones y, por supuesto,
no faltó el maldito licor.

~ 104 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

Ernesto dispuso encaminar a tu mamá


hasta su casa y ella aceptó confiando en
la buena intención de mi hermano. Sin
embargo, todo pareció confabularse esa
noche; el licor, la nocturnidad y la
ocasión oportuna. Sucedió algo terrible.

-¿Qué sucedió? ¡Dilo de una buena vez!


-Ernesto violó a tu mamá y luego huyó
del pueblo.

-¡Canalla!

-A los cinco meses regresó arrepentido.


A tu mamá ya se le notaba el embarazo.
Te podrás imaginar las habladurías de la
gente del pueblo. Ernesto le suplicó
perdón públicamente a tu mamá y le
propuso matrimonio.

-¡Ella estaba casada con mi papá!


-¡Error! Tu papá nunca se casó con tu
mamá. Fueron tus abuelos paternos los
que, con sus influencias lograron que se
registrara tu acta de nacimiento con los
nombres de tu papá, Allan Goyberg Soto

~ 105 ~
Los fantasmas del silencio

y tu mamá Desideria Fenton Macay, en


donde se establecía que eras hijo
legítimo de ese matrimonio que
legalmente nunca existió.
Por medio de la familia Samayoa, que
reside en Granada, le entregaron una
fuerte suma de dinero a tu mamá para
garantizar tu educación y la promesa de
que siempre iban a velar por ti.

-Es muy extraño, recuerdo que éramos


muy pobres. Mi madre cosechaba y
molía achiote que vendía al turco del
pueblo. Así sobrevivíamos.

-Eso fue después de que nació Mirta.


Tus abuelos retiraron toda la ayuda
económica que le brindaban.
-¿Y qué sucedió con la cantidad de
dinero que le habían dado a mi madre
para mis estudios?

-Tu mamá se la dio al papá de Damián


para que comprara un barco pesquero.
Ella era la socia capitalista y así iban
mitad y mitad con las ganancias.

~ 106 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-¿La estafó?
-Para nada. Todo marchaba bien hasta
que un día, en aguas de Costa Rica, un
guarda costas de esa nación hundió el
barco. Entre los que perdieron la vida se
encontraba el padre de Damián.

-Durante tantos años, me ha hecho


daño el ignorar la verdad que ahora me
cuentas. ¿Por qué nunca se te ocurrió
buscarme?

-Aquí todo el mundo te daba por muerto


Emilio. Tus abuelos paternos te
separaron de todo lo que te vinculara
con la gente de San Juan. Yo, ya lo ves,
me fui a estudiar a Rusia. Ahora que
regreso tengo la agradable sorpresa de
encontrarte vivo.

-¿Cómo te enteraste?

-Quien nos dijo que estabas vivo fue el


pendejo de Damián. Ten cuidado con
ese hombre, es mala pieza, sería bueno
que lo mantuvieras lejos de ti.

~ 107 ~
Los fantasmas del silencio

-Damián hizo todo lo posible por salvar a


mamá, a Mirta y a mí. Mejor cuéntame
del canalla de tu hermano.
-Que conste que te lo advertí, Damián
no es buena persona.
-¡No te distraigas! Háblame más de tu
hermano.
-Al poco tiempo de ser rechazado por tu
mamá, Ernesto se convirtió en un
alcohólico imprudente, en un pordiosero
sin vergüenza que vivía de la estafa y el
robo y, en los últimos tiempos de la
limosna pública.
-¿No contaba con alguien que lo
ayudara a salir del pantano de la vida?
-Sí, la ayuda le sobraba. Mis padres, mis
abuelitos y familias amigas que le tenían
aprecio le brindaron ayuda. Cayó tan
bajo el pobre, que mis papás oraban
para que mejor se muriera.

-¿Y se murió?

~ 108 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-No, cuando vino una turista japonesa al


pueblo, se enamoró de él y se lo llevó
para Japón. No volvimos a saber más
de él.

-¿Tienen alguna sospecha?


-Varias. Una de ellas es que la japonesa
era ladrona de órganos humanos, otra
que se mantiene borracho y por eso no
se digna escribirnos.
-¡Cuánto ha de haber sufrido mi pobre
mamá!
-Sufrió bastante, al principio por la
esperanza de que tu papá apareciera y
después por la vergüenza al pensar que
si tu papá volvía le pediría cuentas por
Mirta. Tu padre, Emilio, no era una
mansa paloma. Si hubiera regresado y
se entera de que su mujer había sido
violada por Ernesto, no dudo que lo
hubiera matado.

-Todos los días, en algún lugar del


mundo, las mujeres son víctimas de

~ 109 ~
Los fantasmas del silencio

abuso sexual. Mi madre sólo aumentó


las estadísticas.

-Fue difícil para nuestra familia vivir con


el cargo de conciencia de la canallada
cometida por mi hermano. Tu madre
nunca lo demandó ni aceptó la ayuda
que le ofrecía por la crianza de Mirta.
-Es suficiente, Elsa, ¡Déjame solo!
Quiero estar mucho tiempo
acompañando la tumba de mi hermanita
Mirta.
-Los despojos de Mirta permanecen
aquí alimentando a la naturaleza. Su
espíritu está con nosotros. Respeto tu
decisión y espero que sepas cómo
regresar al campamento. Según me
contaron, no eres muy orientado que
digamos.

-¿Te molestaría esperarme?

-Con una condición.

-¿Cuál?

~ 110 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-Que me acompañes a visitar a mis


abuelitos Noé y Siré. Vamos a cenar con
ellos y a escuchar historias.

Museo de El Castillo de la Inmaculada Concepción


Fotografia de Yolanda Rossman.

~ 111 ~
Los fantasmas del silencio

Capítulo VI

Historias de familias

Noé Amberson y Siré Rows, abuelos de


Elsa, se sorprendieron al verla llegar con
Emilio y casi se desmayan al enterarse
que aquel hombre es el niño que
durante tantos años han creído muerto y
enterrado en Granada junto a Desideria.
Noé y Siré se sienten avergonzados al
recordar que su nieto Ernesto violó a
Desideria. Agachan la cabeza cuando
se dirigen a Emilio. Elsa hace otra
confesión.
-Abuelitos, recuerdan cuando con mis
padres nos fuimos a vivir a Granada.
Ellos querían que Mirta nos
acompañara.
-Sí, tienes razón, hay cosas que aclarar.
Tus padres no soportaron la afrenta
cometida por tu hermano Ernesto y
prefirieron irse contigo a vivir a Granada.

~ 112 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-¡Tú eras la mejor amiga de mi


hermanita Mirta! Ahora lo entiendo, era
tu sobrina. También jugabas conmigo.
-Desideria y Allan, tus padres, me
querían mucho. Cuando Allan
desapareció, mis papás me daban
permiso para acompañar a tu mamá en
las noches. Sufría de pesadillas y
despertaba sudorosa gritando que no te
llevaran. Pienso que su más grande
temor era pensar que tus abuelos
paternos te arrebataran de su lado
Emilio.
-Tanto sufrimiento y ella nos hacía la
vida feliz. ¡Dios! Nunca la vi triste.

-Tenía el apoyo moral de tus abuelos


maternos, el económico para ellos lo
hubiesen querido.
-Los recuerdo. Por mis abuelos paternos
supe que habían muerto en el ataque
contra Greytown.

En ese momento la voz de Siré


interrumpió el diálogo entre ambos

~ 113 ~
Los fantasmas del silencio

cuando los llamaba para sentarse a


comer.
-Elsa, preparamos tu comida favorita y
que mejor si la compartimos con el
señorito Emilio.

-¿Por qué me dice señorito?


-Los Goyberg Soto son personas de
sociedad, muy adineradas. Su abuelo
fue socio de los Somoza. ¡Imagínese!

-Por favor, diga mi nombre sin


apelativos ni apodos que más lastiman
que enaltecen.

-No le haga caso a Siré, mijo. Vengan a


sentarse que la comida se enfría.

-Abuelito, cuéntanos las historias que


conoces de los bisabuelos maternos de
Emilio.

-¿Del Agripino y la Honoria, mija?

-¡Sí!

-Si me tienen paciencia.

~ 114 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-Por favor don Noé, cuéntenos.

-Les cuento de La Obeah woman.

Cuando don Noé principia el relato, el


abuelo Agripino y la abuela Honoria se
agolpan en la mente de Emilio, en un
cúmulo de recuerdos.
-Las noches de luna llena eran
especiales, pues el abuelo Agripino
acostumbraba armar una fogata a la
orilla del río y se esmeraba en contarle a
los nietos, aquellas historias de riqueza
y opulencia en que vivieron sus abuelos,
padres, tus tatarabuelos, Emilio, antes
de la tragedia que los separó y convirtió
a su madre en una fugitiva. Bluefields,
ciudad de los Campos Azules, pequeño
pero tórrido poblado crecía
vertiginosamente frente al mar caribe,
entre una mezcolanza de lenguas,
pieles y credos, fue el escenario de esta
turbulenta historia.
Emily Beningni, señora muy refinada,
bien educada y perversamente

~ 115 ~
Los fantasmas del silencio

arrogante, llegó a este mundo, fruto del


amor entre una excéntrica negra
jamaiquina y un fornido mulato de
Cartagena, Colombia, apasionado como
una noche de tormenta. Desde otras
latitudes del planeta, arribaron al mismo
lugar, dos esclavos hindúes, de la casta
de los Dalits. Eran hermanos y estaban
al servicio de un excéntrico inglés
dedicado al comercio. En esa época, -
según contaba el abuelo Agripino-, se
acostumbraba que los esclavos tomaran
el apellido del amo para determinar a
quién pertenecían. Ocurrió que estos
hermanos venidos de milenarias tierras
adoptaron el apellido del amo y se
casaron con hermosas indígenas Rama.
El primer hijo de ambos fue varón, los
bautizaron como Walter y William
Stevenson. William Stevenson se casó
con Emily Benigni y crearon un emporio,
pero con bienes separados. William era
dueño de extensas tierras, más de
cincuenta hectáreas ubicadas en
Makantaka, además de un centenar de
cabezas de ganado. Las propiedades
urbanas en el sector conocido como

~ 116 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

Punta Clara, en Bluefields, le


pertenecían a su esposa. Agripino supo
de esta historia de sus antepasados de
boca de su padre Mark Fenton, quien
con sus tragos le daba por fanfarronear
de aquella época de opulencia en que
había vivido la familia de su padre
William Stevenson. Según su abuela
Michaela Fenton, prima de la esposa de
William Stevenson, en una ocasión tuvo
la oportunidad de visitar la mansión de
los Stevenson- Benigni.
Ella recuerda de ese encuentro la
mansión imponente, magnífica, los
muebles de mármol, pisos de perfecto
machihembrado y tan magistralmente
pulidos que reflejaban las imágenes
como espejos. Una victrola
impresionante la dejó boquiabierta.
Tan impresionante como sus
posesiones así también era su prima,
nunca los aceptó, con desprecio que no
disimulaba llamaba a sus primas y
primos: Yellow belly greaser, (grasientos
panza amarilla), frase ofensiva con que

~ 117 ~
Los fantasmas del silencio

los “pudientes” se referían a los


pobretones, muertos de hambre,
marcando diferencias que nunca
lograron transponer.
Muchos años después se le vio a
William Stevenson en la ruina total,
inexplicablemente. ¿Dónde quedó toda
la opulencia en que vivía?
Stevenson, desoyendo que su mujer
además de la arrogancia había
heredado de su madre las prácticas de
ciencias ocultas, sucumbió ante la
tentación de una mujer prohibida
llamada Michaela Fenton, con la que le
unían lazos de familia, era prima de su
esposa, de quien se enamoró
perdidamente. Fue más fuerte la pasión
desatada, que la furia de la despechada,
que tocó no solo a su atrevido señor,
sino al hijo de su amante.
Michaela Fenton tenía un hijo, era
pescador. Al despuntar el alba se
encaminaba a la bahía. Arreglaba sus
redes y se adentraba al mar. Aun entre
la penumbra de la madrugada, el chico

~ 118 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

preparó sus redes y en el momento


preciso las lanzó al agua, trastocando
esa dulce quietud del espejo brumoso
de la lengua marina, lentamente fueron
descendiendo hasta que se detuvo de
pronto.
El joven pescador empezó a tironear las
redes para destrabarlas del obstáculo
oculto que le impedía descender. Fue
imposible, las redes seguían
inexplicablemente atascadas, esa parte
de la bahía era limpia y profunda, no
había árboles ni manglares cercanos
que provocaran este imprevisto.
Inesperadamente, en el último intento el
pescador trastabilló y cayó al agua. Era
tan buen nadador que aún no se
explican cómo pudo ahogarse. La madre
lo entendió. Era el cruel y doloroso
precio por su pasión secreta.
Las comadres en el mercado
murmuraban, esto fue el “somtin”** de la
despechada y aún faltaba el castigo del
marido que no se hizo esperar.

~ 119 ~
Los fantasmas del silencio

Paulatinamente, William fue perdiendo


sus bienes al extremo de la indigencia.
Se le vio recorriendo las calles de
Bluefields, descalzo, en harapos, vivía
de la caridad de una sobrina suya que le
alimentaba y le permitía dormir en el
corredor de su casa.
Oscuros rumores corrían entre los
vericuetos de la ciudad. Se decía que
había caído en desgracia a causa de
una sombría venganza.
Lo que nunca supo Emily, es que su
prima Michaela Fenton estaba
embarazada al morir su hijo, el
pescador, y huyo de Bluefields temerosa
de las represalias de Emily Beningni.
Mark Fenton creció en la pobreza al lado
de su madre, nunca conoció a su padre
pero la sangre llama y se fue a
enamorar de una joven blufileña de
origen ramaqui, Helen Robinson y nace
su hijo Agripino Fenton Robinson, tu
abuelo materno.

~ 120 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-¡Qué historia don Noé! Ojalá nos


contara la historia de los Goyberg
también.
-Esa te la va a contar tu abuelo, cuando
a él le dé la gana.
-Pero, entonces nosotros estamos
emparentados con ustedes por parte de
padre.
-En la Costa Caribe, todos somos
parientes, ya ves, todos nos decimos
hermanos.
-¡Me vas a enojar Noé! Hermanos
porque todos tus amigotes llevan el
mismo gusto por el guaro en la sangre.
Nosotros los caribes, somos hermanos
de penas y sueños…
-¿Ustedes saben que pasó con mi
padre?
-Allan vino a estos parajes con el arma
al hombro y dando discursos que
convencían a cualquiera.
-¿A favor de quién?

~ 121 ~
Los fantasmas del silencio

-¡De los Sandinistas! ¿Por qué la


pregunta?
-Mi abuelo era Somocista.
-El muchacho se veía rebelde y
aventado, no andaba viendo quien tenía
dinero. Él nos decía que un día no
lejano, todos los pobres tendríamos
suficiente para vivir con decoro. Tu
mamá era una chigüina muy bonita y
valiente. Al rato los dos se habían
emparejado y te tuvieron a vos. No
tenías ni dos años cuando tu papá salió
para Cuba.
-¿Abandonó a mi mamá?
-¡Cómo vas a creer! Tu mamá lo animó
para que se fuera a especializarse a
Cuba en la tal guerra de guerrillas. Junto
a la foto de tu papá estaba la del Che
Guevara.
-¿Y sus papás, mis abuelos?
-¡Como la gran patria! Ellos culpaban a
tu mamá de todo lo que hacía Allan, y te
digo que hacía buenas locuras.

~ 122 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-¿Te acordás Noé, cuando Allan se hizo


el muerto?
-Eso fue genial.
-Cuéntemelo.
-El ejército somocista les tendió una
emboscada al grupo donde iba tu papá.
La metralla fue la que avisó. Muchos
lograron huir, otros murieron y tu papá
se tiró al suelo, se metió debajo de un
cadáver y se quedó quieto. Al rato, en
carreta de bueyes jatearon los
cadáveres, a tu papá en cuenta. Cuando
empezaba a oscurecer abrieron una
zanja y los tiraron a todos. Cuando les
principiaron a echar la tierra encima, tu
papá dio un alarido que alborotó a las
aves de rapiña que estaban cerca.
Pero no fue solo eso, levantó al cadáver
que tenía encima, al que se le veían las
perforaciones de bala y el sangrado, y
gritó: ¡Ahora voy por ustedes! A tiempo
cayó un rayo muy cerca y quemó un
árbol.

~ 123 ~
Los fantasmas del silencio

Los soldados somocistas salieron


corriendo gritando de miedo y, como el
miedo es contagioso y fregado, dejaron
sus armas y todo su equipo. Así tu papá
salvó su vida y hasta se llevó dos armas
y buena cantidad de parque.
El problema fue cuando tu mamá lo vio
todo manchado de sangre, se desmayó.
Cuando volvió en sí, lo corrió un buen
trecho de camino con una escoba, le
quería pegar por haberla asustado.
-Antes que preguntes, te diré que desde
la partida de Allan a Cuba, en Greytown,
no se volvió a saber nada de él. A tu
mamá no le faltaron pretendientes, ella
era muy bonita. Hasta el día que…
-¡Abuelito Noé. ¡Lo que usted va a decir
ya lo sabe Emilio! Yo le conté todo
respecto a mi hermano Ernesto.
-Usted no solo vino a escuchar las
historias de este viejo loco de Noé. Mire,
no han probado bocado. No es porque
yo haya hecho la comida, pero está de
chuparse hasta los dedos de los pies.

~ 124 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

El almuerzo fue pleno de anécdotas


simpáticas y recuerdos de Mirta. El
abuelo Noé sirvió un licor preparado por
él, en un alambique que tenía escondido
bajo una enramada. Al sentirse
mareado, Emilio se dejó llevar hasta la
habitación de huéspedes en donde cayó
como fardo pesado. Todo lo veía en
blanco y negro como si estuviese dentro
de una fotografía antigua. Escuchaba
voces de niños que corrían llamándolo.
Escuchaba la risa y la alegría
contagiosa de su madre pero no la
podía ver.
Estaba pared de por medio entre el
pasado y el presente. De pronto, todo se
oscureció y a la luz de un relámpago vio
a Damián entrar a la vieja casa de sus
abuelos en Greytown, tumbando
muebles y disparando sin piedad a sus
abuelos Agripino y Honoria.
Agripino, moribundo le rogaba que no
matara a su hija ni a sus nietos. Él hizo
un último disparo que hirió a Desideria.
La metralleta se encasquetó y con ella

~ 125 ~
Los fantasmas del silencio

golpeó en el pecho a Mirta. A golpear a


Emilio iba cuando alguien entró y le
increpó:
-¡Animal! ¡Imbécil! ¡Asesino! Ahora mirá
como salvás a los sobrevivientes.
Llévatelos a Managua, ¡Es una orden! Y
cuidado contás de tu burrada, inventá
cualquier historia. ¡Te estoy salvando la
cabeza! ¿Por qué lo hiciste?
-La Desideria mandó a matar a mi
padre. Se quedó con el dinero que le
correspondía cuando eran socios.
Nosotros quedamos en el desamparo.
-Vos y yo sabemos que eso no es cierto.
¡Entraste a vengarte de lo que nunca te
hicieron y a robarte el dinero que
encontraras. No te importa que después
culpen a nuestro movimiento. Llevate a
los heridos. Cuando los curen te
regresás y si no regresás, te vamos a
buscar hasta debajo de las piedras,
cabrón.
Emilio quería despertar de la pesadilla
que le hacía recordar lo que realmente

~ 126 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

había sucedido y seguro que por algún


golpe dado por Damián, le había
provocado amnesia. No podía despertar.
Seguían pasando escenas que ahora
recordaba con toda claridad. El hombre
alto, pelirrojo que él había abrazado
pensando que era su papá, era Ernesto,
el papá de Mirta. Su abuelita Honoria le
había dicho: “ese no es tu papá”. En el
caos de sueño y recuerdos, Emilio
lloraba preguntando, ¿Por qué no puede
ser mi papá? Él juega con Mirta y
conmigo, es bueno, me da monedas ¡Yo
quiero que sea mi papá! ¡Qué no se
vaya! ¡No lo dejen ir!
Emilio abrió los ojos y vio el rostro
preocupado de Elsa que cambiaba una
toalla húmeda de su cabeza.
-Elsa, ¡El asesino de mi familia es
Damián!
-Lo sé Emilio, él ya confesó ser el autor
de varios asesinatos, incluyendo los de
tu familia.
-¿Dónde está?

~ 127 ~
Los fantasmas del silencio

-Tus amigos, Eliseo Herrarte y Herbert


Malamud, con la confesión firmada, lo
entregaron a las autoridades guardia y
ahora va camino a Managua a enfrentar
varios juicios.
-Pero, trabajó con nosotros…
-Su temor era que recuperaras la
memoria, como finalmente sucedió, y lo
acusaras.
-Entonces…
-En cualquier momento te hubiera
eliminado y así no habría parte
acusadora.
-¿Y ahora qué procede?
-Seguir la vida, olvidarte de los locos
que te hacían creer loco y demostrar
que eres el mismo hombre exitoso y
difícil de conquistar que siempre has
sido.
-Elsa, ahora tengo más miedo que
antes.

~ 128 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-Antes te refugiabas en las dudas, hoy,


querido Emilio, tienes que afrontar la
verdad con valor. Espero que ya no te
queden dudas.
-Bueno, sí, tengo una…
-¿Cuál?
-Elsa, ¿Dónde está la tumba de mis
abuelos?
-Según me contaron ellos quedaron
calcinados dentro de su casa, la que con
el tiempo cubrió la maleza, ¡Esa es la
tumba de tus abuelitos!
-¡Dios Santo!, ¿Cómo nadie pudo darles
cristiana sepultura?
-Mis abuelos quisieron hacerlo,
buscaron entre los escombros pero no
encontraron sus cadáveres,
posiblemente ya se habían
desintegrado.
Elsa abrazó a Emilio efusivamente,
lloraron juntos al recordar los momentos

~ 129 ~
Los fantasmas del silencio

felices de su niñez junto a los abuelos


Agripino y Honoria.
Emilio volvió a dormirse profundamente
sobre el regazo de Elsa quien le
acariciaba la cabeza. Al otro día, muy
temprano, Emilio se levantó buscando a
Elsa, la encontró en el comedor
disfrutando de una taza de café.
-¡Emilio!, ¡Qué bien te ves! Necesitabas
descansar.
-Gracias, muchas gracias Elsa, ¡Por fin
se han ido los fantasmas del silencio!,
de mi vida, ahora ya puedo vivir
tranquilo para pensar en formar un
hogar y una familia.
-¿Ya tienes candidata, Emilio? ¡No me
habías contado!
-¡Ya la tengo! ¿Te casarías con un
hombre con la cabeza llena de
telarañas, Elsa?
-Y menor que yo, con muchas
admiradoras y un gran éxito
empresarial. Olvidadizo.

~ 130 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-¿Olvidadizo? ¡No, ya recuperé la


memoria!
-Falta, falta más que recordar…
-¡Ayúdame!
-Cuando éramos niños nos llevaron a
una boda, Mirta entró a la iglesia con los
anillos de los novios. Desde entonces,
jugábamos de casamiento pero siempre
faltaba el novio. Tú me diste un anillo
hecho de concha de carey cibaque que
aún conservo. Yo te di una pluma de
garza morena, ¿Dónde está?
-¡Qué pena! Se quedó con todo lo que
tenía en la casa que se quemó en
Greytown.
-Eso te salva y te compromete a
conseguirme otra para yo dártela en
señal de fidelidad y amor… Antes que te
arrepientas, te digo que sí. Eres tan
lindo, ¡No cambies!
La escena es interrumpida por la
algarabía que se escucha afuera. Emilio
y Elsa salen tomados de la mano para

~ 131 ~
Los fantasmas del silencio

encontrarse con los abuelos de Emilio,


Rafael Goyberg y Mariela Soto que
vienen abrazados con los abuelos de
Elsa, Noé Amberson y Siré Rows.
-¡Abuelitos! Esto sí que es inesperado.
-Solo para ti, Emilio. Este viejo pícaro de
Noé nos ha tenido al tanto de las
novedades. Alquilamos la casona de
Managua y compramos una casita en
Greytown. Igual lo hizo tu socio
Francisco que no tarda en aparecer.
-¿Principiamos una nueva historia,
abuelitos?
-Con la condición de que nos den
muchos nietos.
-¿Qué dices Elsa?
-Bueno, si no te asusta tener un equipo
de futbol familiar…
-Sigues tan exagerada como cuando
éramos niños.
-Y queriéndote, aun sabiéndome viuda
cuando me dieron la noticia de tu

~ 132 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

muerte, ¡Cuánto lloré y sufrí por tu


ausencia! Por eso acepté la beca para
Rusia. Me llevé el anillo de carey
cibaque que me regalaste cuando
éramos niños como consuelo.
-¿Te ofrecí matrimonio cuando éramos
niños?
-Elsa y Emilio, nosotros los dejamos
platicar mientras arreglamos algunos
asuntos con Noé.
-¡Desmemoriado, te casaste conmigo!
-Cuéntame esa historia.
-Tu abuelito Agripino nos llevó a pasear
en lancha por el río Indio Maíz.
Llegamos frente a una gran pared, tan
grande que nos asustó.
-¡Sí, Elsa! Recuerdo que estaba René
Urrea, ¿Te acordás? Él nos contó que
esas grandes paredes las habían hecho
los anonáquis o los atlantes y que era el
secreto de la región de San Juan…,
pero, ¿Y lo del casamiento?

~ 133 ~
Los fantasmas del silencio

-Mirá desmemoriado, Mirta fue a cortar


flores y en el tronco de un árbol hizo un
altar y con su vocecita nos llamaba:
¡Elsa y Emilio, vengan a casarse…! ¡No
te corrás Emilio! ¡Elsa alcanzá a mi
hermano Emilio!
-¡No se deja agarrar Mirta! Entre las dos
lo vamos a mantener quieto.
-Entonces, ¿Quién los casa?
-Llamemos a tu abuelito Agripino para
darle la queja que Emilio no se quiere
casar conmigo. ¡Mirá las carotas que
está haciendo! ¡Que detenga a Emilio
mientras tú nos casas!
-¡Ya las escuché chigüinas! ¿Qué le
quieren hacer a mi nieto si hasta está
llorando…?
-¡Emilio no se quiere casar con Elsa,
abuelito!
-Bueno Emilio, ¡Ya no llorés! Te casás
con Elsa y mañana te descasás. No ves
que es un rato, mirá como hizo de bonito

~ 134 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

el altar tu hermanita Mirta. ¡Jugá mijo!


Con eso no te va a pasar nada.
-¿Y si me besa y tenemos hijos, qué?
-¡Qué muchacho! ¿Dónde escuchaste
semejantes cosas?
-A vos, abuelito. Cuando estabas
platicando con el montón de amigos en
la puerta de la cantina.
-¡No sigás! Ya me acordé…
-Si Mirta me descasa mañana, me caso
hoy con Elsa.
-Mirta, vení, prometele a tu hermano
delante de estos muros que lo vas a
descasar mañana.
-Le voy a dar la queja a mi abuelita
Honoria.
-¿Qué le vas a decir?
-Qué vos y Emilio no querían jugar con
nosotras.

~ 135 ~
Los fantasmas del silencio

-Esta niña ya está muy consentida,


venite Emilio, mejor nos vamos a
pescar.
En el camino, Emilo le preguntó a su
abuelo:
-Abuelito Agripino, ¿Los ricos cagan?
-Sí mijo, a veces más de la cuenta.
Ayúdame a meter la lancha al río.
Emilio y su abuelo Agripino se fueron a
pescar al río Indio Maíz, mientras Elsa y
Mirta, a lo lejos, los despedían con sus
pañuelitos blancos.
-Regresen pronto, mientras jugaremos
con René de comidita. ¡Regresá René!
Ya ves Mirta, ¡Todos los hombres son
iguales!
Emilio, se quedó pensativo, queriendo
retener tantos momentos felices de su
infancia con su hermanita Mirta, su
amiga Elsa y amigos como René.
Viéndola a los ojos le preguntó a Elsa:
-Entonces ¿No hubo matrimonio?

~ 136 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

-¡Ay, Emilio! Al otro día tú hiciste una


enramada y debajo de ella un altar con
flores silvestres, nos llamaste a Mirta y a
mí para decirnos que el día anterior no
querías casarte porque no tenías el
anillo para la novia. Nos acompañó
René Urrea, muy formal en su papel de
cura, nos hizo prometer que siempre
seríamos amigos y no dejó que yo te
diera un beso, pero a cambio me
entregaste este anillo de carey cibaque
que aún conservo. Mirta fue la madrina
de velo. Yo estaba casada contigo y eso
me hacía feliz, aunque no te dejaras
besar.
-Ahora no saldré corriendo. Deseo
tenerte siempre a mi lado.
-¿A cuántas más les has ofrecido
matrimonio?
-A nadie más que a ti. De alguna forma
sabía que llegaría a mi vida la mujer de
mis sueños, esa mujer eres tú, Elsa. Mi
mayor deseo es casarme contigo.

~ 137 ~
Los fantasmas del silencio

-Y sabes Elsa, tengo un secreto que


confiarte a propósito de ese anillo, era
de mi abuela Honoria…
-¡No me digas!
-Sí, recuerdo que para apantallarte lo
tomé de su ropero sin su
consentimiento. Sé que era de gran
valor sentimental para ella, pues el
abuelo Agripino se lo regaló cuando
decidieron irse a vivir juntos.
-En la segunda visita que hizo el abuelo
Agripino a Bluefields, según me contó él
en algún momento, estaban celebrando
las Festividades de Mayo Ya. Todas las
comunidades afro descendientes de la
Costa Caribe celebran con este evento,
la llegada de las lluvias de mayo, la
fertilidad de la tierra, y danzan con una
cadencia que solo ellos tienen,
alrededor de un árbol adornado de
cintas de colores.
-Sí, yo tuve la oportunidad de presenciar
esta hermosa tradición, donde
comparsas de todos los barrios se

~ 138 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

preparan y participan con sus


coreografías. ¡Y no me digas, la comida
es fantástica!
-Emilio, yo también te tengo un secretito,
sabes que una de mis pasiones es la
cocina y a raíz de mi visita a Bluefields,
se me ocurrió hacer una recopilación de
las comidas autóctonas de nuestra
Costa Caribe, el rundounw, el gifity, el
patti, el jorney cake, en fin, yo espero
publicarlo en algún momento.
-¡Que sorpresa! No te imaginas la
nostalgia que sufrido por la cuchara de
mi abuela y mi madre.
-Sí, y por si fuera poco, tengo una gran
amiga originaria de Bilwi que escribe
poesía, y ha hecho poemas de algunas
de las recetas. ¡Tienes que conocerla!
-¡Amén, Emilio! Mira viene tu abuelo y
no trae cara de buenos amigos.
-¡Emilio, hijo y tú, Elsa, ya eres de la
familia vengan a conocer al cubano que
nos trae noticias!

~ 139 ~
Los fantasmas del silencio

-Buenos días, con el caballero y su


esposa ya me presenté. Mi nombre es
Luis Clavijo. Vengo de Cuba donde una
paisana de ustedes contrajo matrimonio
con mi hijo que es médico, como yo.
-¿Usted se refiere a la enfermera, Aludia
Turral?
-Ella misma es mi nuera. Me puso en
antecedentes del licenciado Emilio
Goyberg y de su padre, Allan Goyberg.
Lo que me trae hasta aquí es de sumo
delicado.
-Por favor continúe.
-Con Allan nos conocimos aquí en
Nicaragua y por estos mismos lugares.
-¿Usted estaba con los Sandinistas?
-Más estaba con los heridos de la guerra
para curarlos o aliviarlos, fueran del
bando que fueran.
-¿Fueron amigos con mi papá?
-Sí, tanto que se enlistó en el ejército
cubano y fuimos a pelear en Angola.

~ 140 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

Pronto aprendió el portugués y se movía


como pez en el agua con los
pobladores y con los miembros de las
Fuerzas Armadas Populares de
Liberación de Angola, no se diga con las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Cuba.
-¿Está vivo mi papá?
-Déjeme decirle caballero que su padre
luchó con valor y llegó al grado de
capitán del ejército cubano.
Peleamos en dos frentes, uno era
dirigido por el comandante Arnaldo
Ochoa Sánchez y el otro por el
comandante Leopoldo Cintora Frías.
Cuando llegaron los aviones Ming de
Rusia, Allan pilotó uno con tan solo
cuatro horas de instrucción en vuelo.
-Disculpe doctor, ¿Está vivo mi papá?
-Allan fue herido en la batalla D’ Cuito
Cuanavale. Un rozón de bala en el
brazo derecho lo hizo regresar a Cuba.
-¿Nunca le habló de su familia?

~ 141 ~
Los fantasmas del silencio

-¡Por supuesto, Chico! De sus papás,


don Rafael Goyberg, de su mamá, doña
Mariela Soto. De su esposa, doña
Desideria y de su hijo Emilio. Les
escribía cada vez que se podía, nunca
tuvieron respuesta sus cartas.
-¿Las enviaría a Greytown?
-No lo sé. Cuando regresé a Cuba, lo
encontré muy desanimado, para nada
era el Allan que había conocido. Pidió
regresar al frente de batalla que estaba
en Tchipa. La razón por la que no quiso
regresar a Nicaragua fue por la noticia
que recibió diciéndole que su esposa,
creyéndolo muerto, había tenido una hija
con un tal Ernesto.
Los soldados que regresaron de Angola,
contaban del acto heroico de Allan, al
haber estrellado su avión cerca de la
represa de Calueque, donde estaba el
campamento de los soldados
sudafricanos. Fue enterrado con
honores en Angola. Traje algunas
fotografías de Allan y las últimas cartas
que les escribió a ustedes.

~ 142 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

Vine a cumplir con el amigo y me


despido porque mi destino es
Guatemala para hacerme cargo del
grupo de médicos voluntarios que
prestan sus servicios en las aldeas de
ese país.
-Le rogamos acepte nuestra
hospitalidad.
-La agradezco pero no me es posible
aceptarla, salgo mañana de madrugada
para Guatemala. Aquí tienen las cartas y
las fotografías.
-Disculpe doctor, ¿usted cree que mi
padre hubiese regresado a Nicaragua si
no recibe la noticia de que mi mamá
había tenido una hija?
-Estoy seguro que sí. Cuando fue herido
y lo trasladaron a la Habana, se despidió
de la tropa diciendo que ahora le tocaba
trabajar para su patria y disfrutar de las
mieles del hogar y de la familia.

~ 143 ~
Los fantasmas del silencio

Hizo una pinta en una piedra: “Ya se va


Goyber de Angola para nunca más
volver”
Esa noche los Goyberg invitaron a la
velación de Allan. Emilio y Elsa se
encargaron del altar con flores, Herbert
y Eliseo invitaron a la población.
A las diez de la noche, salió la procesión
hacia la tumba donde está enterrada
Mirta. Abrieron un nicho y en una bolsa
de lona colocaron las cartas de Allan
Goyberg. La lápida dice:
Aquí descansa parte de la vida de
nuestro nieto
Allan Goyberg
Las antorchas iluminaron el camino de
regreso al campamento de Elsa y
Emilio. La vigilia se hizo recordando la
vida de Allan, Desideria y Mirta.
Seis años después, frente al muro
gigante que está cerca del río Indio
Maíz, Elsa y Emilio acompañados de
sus hijos, Mirta y Allan y de los abuelos

~ 144 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

Goyberg y Amberson y su incondicional


amigo Francisco y su familia, renovaron
sus votos de matrimonio.
Las sillas que dejaron vacías, tenían los
nombres de los que solo en espíritu
podían acompañarlos.

Fin

~ 145 ~
Los fantasmas del silencio

HOMENAJE A LA CULINARIA DE LA
COSTA CARIBE DE NICARAGUA

Gifity

Traviesas burbujas,
duendes atrapados,
entre especies y yerbas mágicas:
Este elixir es Gifity,
pócima añeja.

Herencia de abuelas
agazapada en los profundos
resquicios de la memoria.

Se prepara,
se comparte,
se bebe.

Cordón umbilical
que mantiene viva,
la siempre sangrante nostalgia
por la vibrante tierra ancestral:

Donde el sol asoma,


Cuando aquí la noche se aloja.

~ 146 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

Kunkanté

Veme centellear sudorosa.


Aplicando el musgo esmalte para un acabado animal,
mi brocha tupida gotea gotas graves.
Deborah Robb

He sentido tus apremios arañándome la espalda,


no desesperes,
pronto será noche de plenilunio,
déjame prepararte KUNKANTÉ
amado mío.

Del fresco racimo


elegí los bananos más rotundos
cortaré de ellos tajadas largas, generosas,
las pondré al sol
hasta evaporar la humedad de sus carnes,
estarán en su punto
y en el molino,
con ritmo candente
arriba…abajo
tendré harina para tu atol.

Pronto la luna
aullará en mi vientre,
batiré el atol sazonado
de secretos sortilegios:
Una pizca de nuez moscada,
otra de canela,
gotitas de vainilla…
y…
el calor de mis manos
resbalando en el molinillo…

~ 147 ~
Los fantasmas del silencio

Ven a gozar del KUNKANTÉ amado mío,


aquí…en mi regazo,
¡Te encantará!

Dulce Wilis Isning

Dulce wilis isning,


mi madre lo ralla parsimoniosa,
hasta reducirlo a masa pegajosa,
suave.

Sobre el manto de quequisque,


vainilla, canela…
y blanca azúcar espolvoreada
Como borona de estrellas.

Lo bate vigorosa
armonizando olores y sabores.

Dulce Wilis isning


Como su corazón, pura miel y ternura.

El abrazo ardiente del horno de barro,


le hace entrar en sabrosa ebullición.

Las burbujas se expanden y estallan


dejando un exquisito paisaje lunar
ante mis ojos...
Un delicioso aroma nebuliza mis sentidos.

~ 148 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

Dulce Wilis Isning…


Ya estas en mi plato.

¡Te voy a devorar!

Yolanda Elizabeth Rossman Tejada.

~ 149 ~
Los fantasmas del silencio

~ 150 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

~ 151 ~
Los fantasmas del silencio

~ 152 ~
Enrique Godoy Durán-Yolanda Rossman
T.

~ 153 ~

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