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C l a r issa P in k o l a E stés

A u tora del b e st se lle r M u je re s qu e co rre n con lo s lo b o s

DESATANDO A LA
MUJER FUERTE
El am or inm aculado de la
M adre B endita p o r el alm a salvaje
C l a r is s a P in k o l a E stés es
estadounidense de prim era generación, de
origen mestizo mexicano y con herencia
de las tribus m agiar y suaba; su familia está
com puesta por inmigrantes y refugiados
europeos.

Es poeta laureada, activista social y


psicoanalista diplomada certificada por el
colegio C. G. Jung International Association
of Psychoanalysts, en Zurich, Suiza. H a
practicado clínicamente durante 41 años su
especialidad en recuperación postraum ática
y psicoanálisis. H a sido editora, miembro
de la Asociación de Periodistas Hispanos,
trabajado en proyectos de alfabetización
—principalmente en las cárceles—, y es
contadora de viejas historias de la tradición
latinoamericana.

Sus trabajos han sido publicados en cuarenta


idiomas y se h a reconocido su labor con
innumerables premios.

Es la autora del best seller Mujeres


que corren con los lobos y de la serie de
audio The Dangerous Oíd Woman (La
anciana peligrosa), Sounds True, 2 0 1 0 ,
2011. Desatando a la m ujer fuerte es la
continuación de sus dos trabajos anteriores
donóle se analiza el arquetipo mayor de la
mujer.

Diseño de portada: I.i/.bcth Batta Fernández..


DESATANDO A LA
MUJER FUERTE
D octora C larissa P inkola E stés

DESATANDO A LA
MUJER FUERTE
El amor inmaculado de la
Madre Bendita por el alma salvaje
Título original: Untie the Strong Woman
Traducción: Sonia Veijovsky

Diseño de portada: Lizbeth Batta Fernández


© George Yepes, pintura de portada: Virgen de Guadalupe
Diseño de interiores: Beatriz Díaz Corona J.
Ilustraciones de interiores utilizadas con permiso del propietario por
conducto de la Agencia literaria: The Marsh Agency, Londres, Reino Unido.
(Lista de créditos e ilustraciones, págs. 417-422).

© 2009, Clarissa Pinkola Estés, Ph. D.


All rights reserved.

Derechos exclusivos en español para América Latina


y Estados Unidos de habla hispana

© 2012, Editorial Planeta Mexicana, S.A. de C.V.


Bajo el sello editorial DIANA m.r.
Avenida Presidente Masarik núm. 111, 2o. piso
Colonia Chapultepec Morales
C.P. 11570 México, D.F.
www.editorialplaneta.com.mx

Primera edición: junio de 2012


ISBN: 978-607-07-1146-6

El poema Learning to Pray the Highesl Prayer (Aprendiendo a rezar la máxima oración)
del manuscrito La Passionarla / The Brighi Angel: Collecled Poelry o f Clarissa Pinkola
Estés, 1960-2011, por la doctora Clarissa Pinkola Estés, © 2011. (Págs. 402-404), es
reproducido con permiso del propietario. Todos los derechos reservados.
El poema The Mother (La Madre), © 1945, Gwendolyn Brooks. (Págs. 269-270),
es reproducido con permiso del propietario. Todos los derechos reservados.

No se permite la reproducción total o parcial de este libro ni su incorporación


a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier
medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros
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contra la propiedad intelectual (Arts. 229 y siguientes de la Ley Federal de
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Impreso en los talleres de Litogràfica Cozuga, S.A. de C.V.


Av. Tlatilco núm. 78, colonia Tlatilco, México, D.F.
Impreso y hecho en México - Printed and mode in Mexico
D edicatoria

Para Paul Marsh, compadre, agente extranjero


de amanuenses de todo el mundo y alma en Espíritu...
Atravesaste el mundo con este manuscrito
sobre Nuestra Señora, desde las Montañas Rocallosas de
Norteamérica hasta manos queridas
que esperaban en una ciudad italiana
desde la cual, en un día despejado,
hay una vista plena de los Alpes...
una ciudad que hace mucho colocó a ha Madiuilnu,
6
D esa ta n d o a la M u jer /A lerte

la pequeña Madona, encima de un chapitel


para que fungiera como la fuerza
que guiara a la ciudad.
Eterno estudioso de las lenguas,
dijiste que el nombre de la ciudad, Milán,
venía del Mediolanum de los celtas ancestrales
y del latín antiguo, que se dice significaba
«santuario del centro del corazón».
Aquí, pensamos, estaba el umbral perfecto
para cruzar con este trabajo.
Esa frase preferida de Kafka que casi todos los am antes de la
lengua se saben de memoria:
...ein Buch muß die Axtsein fiir
das gefrorene M eer in uns,
«Un libro debe ser como un hacha para partir el m ar helado
que llevamos dentro...».
Justo así. La ilustre pequeña Madona que mira
la ciudad encima de la catedral de Milán,
se alza radiante y con las manos abiertas;
su halo estrellado relumbra y tiene una lanza feroz con
una filosa cuchilla de Cruz para hacer justam ente eso por
nosotros, es un hacha para abrir la paralización moderna
que llevamos dentro, de modo que tengamos
la libertad de fluir hacia delante de las maneras más
respetadas por la historia... todos, almas
que cam inamos o algún día cam inaremos con Nuestra
Señora, la Gran Mujer, la Madre Santísima,
manteniéndola cerca,
con cualquier nombre,
vestimenta,
raza
o
rostro.
C ontenido

Primeras palabras
NUESTRA GRAN MADRE .ANCESTRAL
Bendición inicial: Totus Tuus,
te pertenezco, Madre Bendita
11
1
EL ENCUENTRO CON LA SEÑORA DE ROJO

La primera vez que vi tu rostro


21

2
CÓMO BORRARON A LA GRAN MUJER: NUESTRO PAPEL EN SU RESTAURACIÓN
Desatando a la Mujer Fuerte
27

3
ELLA ES LA INSPIRATUS PARA LAS ALMAS QUE SUFREN

El borracho y la Señora
37

4
ENAMORADA DE ELLA HUMILDE E IRREFRENABLEMENTE

Guadcilupees la líder de las chicas banda del Cielo


53
8 -<*-*
desatando a la M ujer ¿Fuerte

5
« ILEVÁNTENSE! AUN DESPUÉS DE QUE SE DERRAME LA SANGRE»,
DICE LA CONQUISTA, NUESTRA SEÑORA DE LOS CONQUISTADOS
Masacre de los soñadores: La Madre Maíz
61

(i
«LA CAMISA DE FLECHAS»: ELLA ENSEÑA A PROTEGER
A LOS VULNERABLES, SIN EXCEPCIÓN.
¡El Memorare, recuerda!
85

LOS USOS DEL CORAZÓN ROTO: MATER DOLOROSA SIEMPRE SE INCLINA CERCA

El uso de las siete espadas atravesando el corazón


99

8
MUCHOS TIPOS DE PRISIONES: LA MUJER QUE QUEDA AL ULTIMO

«Nuestra Señora detrás del Muro»


101
<)
LLEVAR EL NOMBRE DE LA MADRE
Un hombre llamado María
163

10
FORJADA EN EL HORNO ARDIENTE
La Virgen Negra
169

11
NADIE ES DEMASIADO MALO, DEMASIADO CRUEL O SIN ESPERANZA
De cómo las Motherfuckers se volvieron las Madres Santísimas
189

12
SIN RACISMO. SIN DISCRIMINACIÓN. NADIE ES UN «INTOCABLE»

La Gran Mujer se nos aparece a diario


223
•W 9
C on ten id o

13
SUS NOMBRES SIN CESAR

Letanía de la Madre Carretera: cántico de sus nombres radiantes


239

14
MADRE PIADOSA: RESTAURAR EL ALMA DESPUÉS DEL TRAUMA
Compasión después del aborto:
«Los hijos que recibió que nopudo recibir...»
247

15
EL LAZO DE NUESTRA SEÑORA... PARA SALVAR UNA VIDA
El hombre que se ahogaba
273

It»
SOSTENIÉNDOSE AL ALMA CON FUERZA
Dios no tiene manos: consolar a María, el ritual del Pésame
279

17
LA GRAN MADRE INSPIRA A LAS MADRECITAS

Las Marías de Madre África


297

18
EL RECHAZO DE LO SAGRADO: AQUÍ NO HAY LUGAR PARA TI

El ritual de La Posada de «Oh, sí, aquí tenemos lugar para ti»


311

19
CARTA A LOS JÓVENES MÍSTICOS QUE SIGUEN A LA SANTA MADRE
Nuestra Señora de Guadalupe: El sendero del Corazón Roto
331

70
LOS INMIGRANTES. TODOS SOMOS INMIGRANTES:
El. RIEGO CREATIVO QUE NO SE PUEDE SOFOCAR
Trataron de pararla en la frontera
347
10
fo e s a ta n d o a la M u jer ¿Fuerte

21
MI MADRE, TU MADRE, LA MADRE DE ELLA, LA MADRE DE ÉL, NUESTRA MADRE
La verdad sobre lo difícil que es entrar al Cielo
359

22
QUE SEAS RESGUARDADO Y PROTEGIDO HASTA QUE NOS VOLVAMOS A VER
Bendición final: ¿Acaso lo has olvidado? Soy tu Madre
363

23
PALABRAS HERMOSAS SOBRE LA MADRE

Algunas de las maneras en que otras almas creatinas


entienden la relación con la Madre
371

24
AYMEN, AYMEN, AYMEN... Y UNA MUJERCITA

La máxima oración
401

Notas
405

Notas al lector
413

Lista de ilustraciones/Créditos
417

Gratitud y oración de intercesión


423

Una biografía poco convencional


429

Obras adicionales de la Dra. Clarissa Pinkola Estés


437

índice
441
P rim e ra s p a la b ra s
N U ESTR A GRAN MADRE A N CESTRA L

B endición inicial:
Totus Tuus, te p erten ezco ,
M adre B en dita

Descanso • Dulce dormir • Quietud • Paz • Amigos • ,


Tranquilizante ■ Corazón • Saltación • Sueños hermosos

'Cotus tuus» ego sum IDaría

Madre santísima • Corazón inmaculado • Mi madre • Espejo del cielo,


Torre de marfil, Árbol de la vida, Estrella del océano, por favor reza por mí
• Kcstáuramc • Fortaléceme • Sáname... • Mi gratitud es tuya
para siempre, soy totus tuus,

Exvoto: « la colcha de bendición de Nuestra Señor.i


para tener su eñ os herm osos*
12 '*-3Í3
Desatando a la Mujer-fuerte

on agujas e hilo, suave fieltro rojo y tin ta b lan ca, con es


m ero adorné y form é palabras, m ás hojas, ra m a s y p á ja
ros en una colcha para colgar sobre mi ca m a y que sirviera
de um bral al sueño.
Nombré a este umbral Totus Tuus ego sum María, pues es una
carta de am or a la Gran Mujer, una carta que escribo y envío cons­
tantem ente, una carta desde el corazón, que dice: «Soy tuya co m ­
pletam ente, mi M adre.1 Por favor ora por mí y quédate conm igo,
Madre Santísima».

En un m undo donde a m enudo el h o rro r hiela el corazón y la


belleza corta la respiración, dem asiadas veces corroído hasta los
huesos por los que escupen desdén con orgullo enferm izo, es la
M adre B endita, tan indescriptiblem ente llena de g racia, quien
vierte en nosotros inspiraciones brillantes, si escucham os, si las
buscam os.
Hay, pues, una razón bendita para buscar y estar cerca de esta
gran fuerza de enseñanza, conocida en el mundo como Nuestra Se­
ñora, y en particular llam ada, con lealtady am or, Nuestra Madre,
Nuestra Santa Madre. Es nuestra.
Se le conoce por muchos nombres y muchas imágenes, y se le apa­
rece a personas en todo el mundo, en distintas épocas, con las formas
e imágenes precisas para que el alma la entienda, la asimile más fácil­
mente, para que pueda abrazarlay ser abrazada por Ella.
Usa miles de nombres, miles de tonalidades de piel, miles de ropajes
para decir que es patrona de desiertos, montañas, estrellasy océanos.
Si hay m ás de seis mil millones de personas en la Tierra, entonces
nos llega literalmente en miles de millones de imágenes, pero en su
centro solo hay un gran Inmaculado Corazón.
Desde que salimos tambaleándonos de la Bruma, hemos tenido
inagotable anhelo de esta Gran Madre. Desde tiempos inm em oria­
les, no hay fuerza femenina con mayor com pasión, entendim ien­
to de las extrañezas, y capacidad de am ar las variaciones salvajes y
asombrosas de los seres humanos.
*k>' 13
bendición inicial: Totas Tuus, te pertenezco, M adre bendita

En ningún lugar hay mejor ejemplo, m aestra y m entora que Ella,


a quien, entre muchos otros nombres verdaderos, se le llama Trono
de Sabiduría.

Para la Madre Santísima, todos podemos ser amados, todas las almas
se aceptan, llevan dulzura en el corazón, son hermosas a la vista; so­
m os dignos de conciencia, de ser inspirados, ayudados, consolados
y protegidos, incluso cuando otros simples humanos, tonta y ciega­
mente, crean lo contrario.
Si siguiendo los senderos trazados en los cuentos de los «vie­
jos creyentes», si después de que el viejo Dios Yahvé Jehová, quien
parecía ocupar una cantidad exorbitante de tiempo en crear y des­
truir, llegó a nosotros, en gran contraste, el Dios del Am or, enton­
ces Nuestra Santísima Madre es la Madre definitiva, que Dio a Luz
al Am or...
Ella es la Madre que ascendió entera, la Madre que ha vivido
guerras, conquistas, enrolam ientos. Es la Madre que ha sido prohi­
bida, u ltrajad a, silenciada, b o m bardeada, escon d id a, a cu ch i­
llada, desnudada, quemada, plastificada y desechada.
Y aun así sobrevivió, en nosotros y para nosotros, sin im por­
ta r quién levantaba una m ano en su contra o intentaba m inar su
alcance infinito. Ella está inscrita en cada libro sagrado, en cada do­
cumento de los m isterios y en cada pergamino que la detalla como
Viento, Fuego, Guerrera, Corazón de Oro, La que sa bey más.
Y más que nada, está inscrita en nuestras almas mismas. Nuestros
anhelos por Ella, nuestros deseos de conocerla, de que nos cambie,
de seguir su actitud de perspicacia aguda, sus m aneras protectoras,
su confianza en la bondad, todas son evidencias de que Ella existe, de
que Ella sigue viviendo como una gran fuerza en nuestro mundo aho­
ra mismo, si bien no siempre perceptible, sí de manera patente.
Incluso cuando «se perdió de vista», cuando la desaparecieron mu
tonesy dictadores en las décadas de la llamada Guerra Iría, que fue en
realidad un tiempo de oscuridad destinado a destrozar la voz del alma a
través de vastos territorios, de lodos modos la soltábamos de'noel ir.
14 *?*3
í)c natalicio a la M ujer ¿Fuerte

Vimos sus colores y flores, sus rosas, correhuelas, lirios, cam ­


paneas, caléndulas y demás, aparecer a la orilla de los senderos más
oscuros, a pesar de que nos dijeran que se había ido, que en primer
lugar nunca existió.
La descubrimos en el cam ino entre los árboles. Nuestra Señora
de las Basílicas de Abedules, N uestra Señora de los Sicóm oros,
N uestra Señora del Santuario del Pinar, N uestra Señora de las
Catedrales de Secoya. Aunque prohibida h asta en nuestro pen­
sam iento y nuestra im aginación, Ella se quedó. A pesar de todo,
seguía ahí, pues es por excelencia la Madre que no deja atrás a sus
hijos, ni los dejará.
Incluso cuando sus ermitas y bosques, y las uías, caminos de pe­
regrinación, se borraron de los mapas, cambiaron de nombre o los
reescribieron o arrasaron con ellos, se aparecía en nuestras tribula­
ciones y m om entos creativos m ás intensos; arrancaba lo obstinado
de nuestro interior, ayudándonos a dejar m orir lo que debe m orir y
ayudándonos a dejar vivir lo que debe vivir.
Ella com partirá su aliento con nosotros cuando sintam os que
perdem os el nuestro. Ella nos dará calor cuando tengam os dem a­
siado frío y nos refrescará cuando tengam os demasiado calor: en la
em oción, en el espíritu, en la m ente, la ideación, el deseo, los ju i­
cios, en la vida creativa del alma. Nos dice que seamos amables, pe­
ro también nos dice: «Sé amigable, mas nunca dócil».
Lo único que tenemos que hacer es pedir y Ella estará ahí de for­
mas que quizás podamos ver o sentir de inmediato, o quizás tenga­
mos que tratar de alcanzarla, aprehenderla de una m anera nueva y,
al principio, no del todo cómoda.
Dicen que San Francisco de Asís corrió de cueva en cueva, la ­
m entándose porque acababa de perder a Dios y no lo podía encon­
trar. Pero Dios le dijo a Francisco que Él había estado ahí todo el
tiempo, y que debía aprender a ver a Dios en todas sus formas.

Así, lo único que debemos hacer es llamarla con el corazón y Ella atra­
vesará los muros, cruzará las aguasy pasará bajo montañas y entre ba
S* * 15
<Bendición inicial: ¥ 0tus Tuu.s, te pertenezco, M adre 'Bendita

rrotes de hierro o dorados para darse a conocer. Lo único que debemos


hacer es recordarla, y Ella estará con nosotros al instante, enseñándo­
nos, volviendo a centrarnos en su perspectiva espiritual, escondién­
donos, reconfortándonos, ayudándonos a realmente ver. Es lo que en
yidis antiguo se llama un m ensch, «alguien innatam ente sabio»; lo
que en budismo se conoce como bodhi, «un lugar de conocimiento».
Los Latinos llamamos a esto un ser humano, alguien que por medio de
las tribulaciones aprendió a ser humano de verdad.
Nuestra Señora personifica la Compasión y aparece fácilmente
cuando contempla el espíritu y el alma humana en el sufrimiento, en
el daño, en la fatiga, y también cuando el sendero es largo y el oro de
los carism as y talentos del alma pesa en la vida creativa o cuando
se enreda la vida de la familiay del trabajo. Especialmente entonces, se
inclina para cuidar al alma necesitada.
Ella aparecerá en nuestros pensamientos, nuestros sueños, nues­
tras intuiciones, nuestros entendimientos repentinos... con la rueda
de repuesto m ás útil, la palanca, el músculo espiritual, el hiloy la agu­
ja , la urdimbre y tram a, el barro, la materia, la música, el alimento,
la revelación dificultosa de algo, el pensamiento luminoso, el portal
hacia una nueva actitud, la palabra exacta y necesaria de aliento.
Ella está aquí con nosotros, siempre ha estado aquí con noso­
tros, siempre estará con nosotros, sin im portar cuál «aquí» cruce­
mos o a cuál entremos.

Con este trabajo espero volverla visible para aquellos que aún no la
ven, hacer una cálida invitación a los que se han apartado y alejado
de Ella por demasiado tiem po, ayudar a calm ar un poco a los que
buscan fosilizarsu ser viviente y ayudar a com poner un poco a quie­
nes fueron avergonzados por aseverar que no solo existe, sino que es
fundamental para sus seres y que ha dado forma a sus esfuerzos por
seguirla vida sagrada de modos que nutren profundamente el alma,
y que a veees no se ven de manera obvia.
Escribí este trabajo para dejar que otros más, que tanto la aman
y han estado ron Ella por toda una vida, y aquellos que llenen anlir
16 '¿*3
{Desatando a la M ujer ¿Fuerte

los aún innombrados por lo sagrado, sepan que están en el camino


correcto, ese camino a menudo difícil y cuesta arriba para seguirla.
Así, todas las historias, oraciones e im ágenes encerradas so ­
bre las que escribo aquí, acerca de Ella, sus m aneras ejem plares,
las instrucciones que nos da, sus m odos ancestrales en nuestros
tiempos m odernos, para todas las almas, se idearon como ventanas
abiertas por explosiones en los gruesos muros de concreto que algu­
nas culturas han construido alrededor de Ella y sobre su presencia
viva, intentando aislarla, «desaparecerla» por medio de apariciones
solo debidam ente «preaprobadas», perm itiendo que diga apenas
palabras examinadas previamente.
Este trabajo se formó de m anera especial para permitir que cual­
quier alma que la añore, que camine con Ella, que sueñe con acercarse
a Ella, todas sepan que están rodeadas de compañeros de viaje que no
«creen» que cam ina con nosotros: desde lo m ás profundo, los com ­
pañeros de viaje la conocemosy la uiuimos en directo, mejilla con m e­
jilla. Somos, todosjuntos, los centelleantes brillos de luz en su océano
de am or. Juntos somos el destellar de innumerables estrellas en su
manto. No están solos. Estamos juntos: con Ellay dentro de Ella.

Este escrito sigue la tradición en la que me criaron y me consagra­


ron: a Ella, N uestra Madre Santísim a. Allá en las tierras rurales
donde vivíamos todos, de niña me llevaron ante el altar de una di­
minuta capilla del tamaño de una cocina. Me apadrinaron las ancia­
nas mujeres de mi familia de inmigrantes, con sus grandes zapatos
destartalados, y dos monjas aún m ás ancianas con sus faldas y velos
negros y polvorientos.
Siempre he tenido la sospecha de que nuestra consagración a la
Madre Santísima derivó de las tradiciones étnicas m ás antiguas de
los pueblos del País Viejo. Y que, quizás, la consagración de por vi­
da de niñitas a la Santa Madre, haciendo que estas criaturas aladas,
con cuerdas para saltar y pelo desgreñado, declaren sus votos so­
lemnes a Nuestra Señora —votos de Castidad, Obediencia y Lealtad
de por vida, cuando solo tienen seis años— , sea algo que probable
bendición inicial: Totas Tuus, te pertenezco, M adre Bendita

mente no se hacía en las congregaciones m ás ordenadas y reserva­


das, que eran m ás bien un crisol y de inmigrantes menos valientes.
Sin em b argo, en ese en to n ces asu m í m i ju ra m e n to com o
esposa del Espíritu Santo con toda la seriedad de mi brillante y
tranquilo corazón de niña, y ahora intento llevar esa prom esa con
ese m ism o corazón de niña: teniendo éxito, fracasando, intentán­
dolo otra vez. Como casi todos los ángeles enlodados, tengo que
h acer un esfuerzo; no para dedicarm e a la Señora, pues eso es
fácil, sino por record ar que hay que vivir lo que se conoce, y eso
incluye deslum brarm e por aprenderla, verla con cretam en te, ver
cóm o habla a todos, si deciden ten er un oído y un corazón que
escuchen. Espero tanto que lo hagan ahora y en el futuro, y que yo
lo haga, siempre.
Así, he intentado arduamente vivir la herm osa devoción que me
dieron para llevarla en esta vasija de barro en bruto y resquebrajada
de la que estoy hecha. En este trabajo espero com partir con ustedes
lo que ha sido ese viaje con Ella —ciertas ventanas al interior de lo
sagrado— para ayudar a presentar a la Madre Santísima a quienes
tienen nociones de Ella pero poca experiencia.
Espero volver a presentársela a aquellos que quizás se han ale­
jado, pero están en busca de la veta madre otra vez, y a los que han
sido sus devotos toda la vida, con la esperanza de deleitar y fortale­
cerlos a todos.

Espero que estas palabras despierten, ya sea un poquito o mucho,


cualquier rincón del corazón que esté sin usar, cualquier porción
que se sienta desamparada. En todo caso, eso es verdaderamente la
Madre Santísima: la amiga máxima para el que está desamparado.
Por eso, si me lo perm iten, quisiera enviarles una bendición,
no para « term in ar» este capítulo, sino para abrir la puerta. Si
así lo deciden, solo inclinen sus cabezas un poquito y abran una
mano con la palma hacia arriba, de modo que les resulte cóm odo,
o coloquen la palma abierta de su mano sobre su corazón o cual
quicr parle del cuerpo o de la vida que necesite íuer/u, cuidado,
18
(D esatan do a la M u jer f u e r t e

sanación. Los ancianos devotos de m is fam ilias de inm igrantes


m e en señ aron a rezar así p ara recib ir la gracia sanadora de la
M adre Santísima.

Bendición de la Madre Santísima2

Mi oración por, y para, y sobre la corona


de tu vida es esta...

Te elevamos para que la Madre


de M isericordia pueda ver tu alma,
Ella que revisa umbrales, uislumbra entre las grietas
y en los rincones donde a menudo se esconden
las almas, en busca de refugio.
Ella que es el Inm aculado Corazón te ve fácilmente,
te saluda cálidamente, te recuerda con amor,
pues Ella es
el Espejo de los Cielos,
la Torre de Marfil,
la Hoja de Obsidiana,
Estrella de ¡as Aguas,
Trono de Sabiduría...

Te elevamos para que la Santísima Madre pueda ver


todo lo que necesitas ahora
para traerte bondad y satisfacción,
sanación y salud,
comprensión y amor,
—a ti y a tus a m a d o s -
de todas las m aneras posibles.

Y, especialmente, que todas estas cosas se te den


en form as que puedas ver y entender
de la manera más sencilla...
c* 19
Bendición inicial: Totus Tuus, te pertenezco, M adre Bendita

en form as que puedas poner en buen uso


de inmediato.

Te elevamos porque fuiste tejida


en el vientre de tu madre terrenal
por Uno Más Grande....
no solo naciste ya bendita...
sino que naciste también como una bendición para
todos nosotros...

No lo olvides,
pues no te hemos olvidado
ni tampoco lo ha hecho ni lo hará
tu Madre más Grande.

Camina ahora al interior de este día ,


profundamente bendecida y bendiciendo
a otros también
con la magnitud del am or de Nuestra Santa Madre.

Aymen
...que en el idioma ancestral significa
«Que así sea».
20 '¿*5
Desatando a la M ujer Fuerte

1 N ota de la Traductora: D ebido a la im portancia de la oralidad en la obra de C la-


rissa Pinkola, esta traducción buscó preservar el giro original que la autora dio a
sus frases. Por tanto, cuando se utilizan cursivas en la versión inglesa para denotar
énfasis o señalar exp resion es locales y vocablos extranjeros (incluyendo frases en
nuestro idiom a), la edición en español las usa tam bién. Es im portante subrayar que
en todo el libro se respetaron peculiaridades del lenguaje, com o Cristocito, o ra cio -
n a d o ra , b o o kicito , p ra y e rc ito , etcétera, ya que, com o la m ism a doctora Clarissa
explica en sus N o ta s al lector, sus diversos orígen es étn icos y los grupos sociales
que la rodearon en d istin to s m o m en to s de su vida dieron com o resultado el uso
específico de estas palabras.
1
EL ENCUENTRO CON LA SEÑORA DE ROJO

La p rim era vez


que vi tu rostro

El lago de la Mujer Roja:


22 **
desatando a la M ujer J i u rU

b a m o s a un lugar llam ado lago. ¡La felicidad me alborotaba

Í tanto!

Ya no era lo suficientemente chica como para que solo mi


piel m e cubriera; después de los cuatro años tuve que usar ropa ex­
traña y áspera. Pensaba que utilizar ropa era como estar en la c á r­
cel... y tenía zapatos que jam ás se doblaban bien en ninguno de los
diez lugares donde un pie se flexiona de m anera natural.
Mi ropa heredada incluía faldas que me llegaban hasta los tobi­
llos, o me apretaba demasiado en el cuello y los brazos. Era como ser
una sirena atrapada en una red que te am arra, aprieta, ahoga, m a­
niata, que deja profundos círculos rojos en tus m uñecas y tobillos,
tu cintura y tu cuello.
Sin em bargo, ese día apenas empezaba el invierno, y vestía dos
suéteres holgadosy rasposos tejidos a m anoy mallas de lana con elás­
ticos por debajo de mis botas negras de hule con hebillas para que
quedara bien sujeta dentro de ellas. Me habían sumido en un abrigo
grande y m arrón que flotaba alrededor de mis botas, y un sombrero
demasiado pequeño pellizcaba mi pelo fino y ligero con su elástico.
Pero estaba contenta porque nos llenaban a todos «a dar una
vuelta en auto», lo que significaba gastar m onedas preciosas en
com prar gasolina, solo para que otros la pasaran bien viajando
rápidam ente en un auto viejo y oxidado. Esta vez íbamos a «ir rá ­
pido» para que mi tío pudiera presum ir su nuevo coche usado, que
tenía cuatro llantas dispares y que se había ganado en una partida
de poker con otros inmigrantes en algún salón repleto de humo.
Así que viramos hacia el Gran Lago Michigan, un enorme océa­
no tierra adentro, no muy lejos del pueblito de seiscientas personas
donde todos vivíamos en lo que se conocía como «cajas de sal», por
ser cuatro habitaciones acomodadas en un pequeño cuadro.
En el lago, el tiempo era aún m ás helado m ientras bajábamos
del arm atoste de auto. En pocos minutos todos parecían tener jugo
rojo de cereza en sus mejillas y narices. Además, iba de maravilla
con todos sus relucientes dientes de oro.
M ientras los adultos bebían un brillante líquido amarillo a la sa­
- 23
í'g, prim era vez que vi tu rostro

los altos peñascos con vista hacia el crepúsculo en el lago, mientras el


viento frío soplabay alejaba las palabras vaporosas que se decían unos
a otros, me escabullí, pasando inadvertida, pues era la única niña.
Bajé por tres largas escaleras de concreto, sosteniéndome del ba­
randal hecho de tubo de hierro que pasaba muy por encima de mi ca­
beza. Un paso abajo, y luego mi otro pie al m ismo escalón. Después,
otra vez, un paso abajo y llevaba mi otro pie al mismo escalón... y así
llegué hasta abajo, a la húmeda playa marrón.

Esta era la prim era ue^que veía agua gra n d e desde que dejé el
vientre de mi madre. En el sol del atardecer, las olas del Gran Lago
Michigan eran del tam año de enormes rollos de encaje rojo y am a­
rillo, corrían hasta la orilla y se deshacían, pero la fuerza del encaje
era suficiente com o para impulsar fragm entos de barcos y troncos
de árboles. Traían esos grandes objetos y los golpeaban contra la
orilla, y después los sacaban suavemente de nuevo, u n ay otra vez.
Yo vengo de abuelas que hacían encaje con lo que parecían ser
cientos de bolillos e hilos que se arrastraban y, cuando vi el encaje
en las olas, quise dirigirme al lago donde imaginaba que de alguna
forma podía haber ancianas, ancianas acuosas, que hacían todo ese
encaje rojo y amarillo en las profundidades.
Así que, con el corazón rebosante y abierto, corrí directam ente
adentro del frío lago; mis botas de hule se llenaron de agua de in ­
mediato. Podía sentir cómo algún espíritu del agua quería arreba­
tarm e las piernas.
Y ahí fue cuando la vi por primera vez, la señora del agua que venía
hacia mí. El cielo a sus espaldas, rojo por el ocaso, y un súbito pájaro
blanco del Espíritu Santo que volaba por los aires sobre su cabeza, y
al mismo tiempo una tajada de luna que ya estaba en el nublado cielo
rosa y amarillo. La señora llevaba un manto rojo con muchas, muchas
lentejuelas doradas, y en su cabeza había una hermosa corona dorada.
No puedo explicarlo: sentí que volvía a veran il pariente perdido
por mucho tiempo, al que había amado tan lo y que extrañara por
una eternidad. Me dio tanto gusto verla que intenté correr mas alia
24
•D esatando a la M u jer ¿Fuerte

hacia ella en el agua, pero me llamó: «¡No, no! No corras hacia mí.
Yo vine para correr tras de ti. ¡Voltéate, aléjate corriendo de m í!».
Ella jugaba un juego conmigo. Lo entendíy me volteé antes de que
la siguiente ola se estrellara y corrí riendo, con las botas pesadas y to ­
do, cayendo con las palmas de mis manos hacia abajo en el agua sin
fondo, el agua que se me metía en la nariz, pero me levanté ahogándo­
me, tosiendo, corriendo arduam ente un poco más. Y corrí ladeán­
dome tierra adentro, recobrando el aliento; hacía mucho frío afuera,
hacía un ardiente frío en mi cuerpo. Pero aún reía, reía, corría toda
tem blorosay me detenía para ver si la señora me alcanzaba.
Lo hacía. Corrió tras de mí, inclinándose; sus manos esponjaban
el aire a mis espaldas, como si ahuyentara a un polluelo de ganso.
Corrí más — reía, reía, con frío, más frío, temblaba más y más;
caí en la arena, riendo como si estuviera completamente borracha y
escarbando hasta incorporarme de nuevo— ; la señora corrió tras de
mí, persiguiéndome hasta lo alto de los montículos de arena m oja­
da, lejos del agua grande y hasta las extensas escaleras de concreto.

Mire' h acia arrib a y ui c ó m o m is p a r ie n t e s b a ja b a n g a l o p a n d o a


,
to d a v e lo c id a d . H o m b r e s d e b ig o te m u jeres co n b o ls o s q u e s e b a -
la n c e a b a n fr e n é t ic a m e n t e . Los había escuchado vagamente antes,
cuando parecían gritarle a alguien desde la orilla «¡No! ¡No!», p e­
ro ahora sus voces eran completamente nítidas y de alguna m anera
me gritaban y me tranquilizaban al mismo tiempo: «Sí, sí, ven hacia
nosotros, corre hacia nosotros. Así es, ven hacia nosotros».
Recuerdo que me levantaron mientras alguien me agarraba por
una manga del abrigo y el brazo, tan fuerte que me dejó un doloroso
m oretón en la piel más tarde. Después alguien me golpeó. Luerte.
Por correr al agua, dijeron.
Yo estaba helada; ahora temblaba y lloraba. Me cargaron por las
escaleras, llorando, como un bulto de leña bajo el brazo de alguien,
m ientras extendía mis brazos hacia la Gran Madre Lago Michigan.
Cegada por las lágrim as, abría y cerraba mis dedos, gritando «Se­
ñora, Señora...».
e*>' 25
J'íj primera vez que vi tu rostro

Como castigo me encarcelaron, sentándome sola, con fuerza, en el


asiento trasero del auto. Intenté bajarla pesada ventanilla para contarles
entre lágrimas de la señora, la hermosa señora en el agua. Pronto, va­
rios se metieron al asiento trasero y me quitaron la ropa empapada,
después me envolvieron en una cobija oscura que olía a aceite de motor.

No había ninguna señora , espetaron. Ninguna señora de rojo. «¡No


laytee!», aseveraron en su inglés de fuerte acento. «¡No laytee wett
golten croonl» Ninguna señora con corona dorada. Solo el mismo
viejo faro rojo que siempre había estado ahí en el lago. Un faro que
tenía un m irador hasta arriba. Solo parecía una corona. No había
corona, no «croon» ni señora de rojo.
Así que ya no intenté contarles, porque me advirtieron que me
castigarían más si seguía diciendo mis cuentos.

Pero yo había visto a la Señora. La había visto.

Y Ella me había visto a mí.


2
CÓMO BO RRA RO N A LA GRAN M U JER :
N U ESTR O PAPEL EN SU RESTAURACIÓN

D esatan d o a la Mujer Fuerte

Madre Bendita, Mujer de m últiples rostros y m últiples


nombres: te conozco com o Nuestra Santa Madre Anciana, una
representación tuya casi insólita. Pero en los relatos ancestrales,
tú, com o la anciana María, escalaste los m on tes hasta el Templo
de Artem isa en Éfeso donde predicaste: e n s e ñ a r p o r m e d io de
ser. A lgunos viejos creyentes cuentan que seguiste encareciendo
las danzas tribales sagradas, com o en Caná.
Hoy, en ju n io de 2011, el día en que com pleté este libro y después
de casi dos m ilen ios de gritos de dolor d e personas en todo el
m undo, las autoridades cristianas decretaron globalm ente que
los m isioneros cristianos deberán «rechazar todas las form as de
violencia,., incluida la violación o destrucción de los lugares
de culto, sím bolos o textos sagrados» pertenecientes a otros.
De ser así, es una verdadera razón para el aleluya: que sea
realidad para todos los grupos, Todos.
Que hoy m ism o, todas las espadas se m artillen pura volverlas
cuchillas de arado... para plantar nueva vida en vez de dañarla
28 »'"■
desatando a la M ujer ¿Fuerte

M
i abuela Katerin decía que si escuchabas historias sobre
la M adre María durante nueve sem anas seguidas sin
interrupción...
O si rezabas el rosario durante nueve días seguidos sin que tu
mente divagara una sola vez...
O si caminabas hasta uno de los santuarios de Mama Marushka
en el bosque durante nueve noches seguidas: nueve por el número
de m eses que la Madre Santísima cargó al Cristo viviente antes de
parir la Luz del mundo.
Que si hacías cualquiera de estas cosas, se te aparecería la Santí­
sima M adrey contestaría cualquier pregunta que tuvieras sobre cómo
vivir en la Tierra, con el alma plenamente dotada.
Pero mi abuela dijo que también había un atajo.
La necesidad.

Que el Inmaculado Corazón escuchaba a cualquier ser humano que


necesitara consuelo, visión, orientación o fuerza... y así, la Santísi­
ma Madre llegaría de inmediato, sus velos a flote, para cobijarnos
con su manto protector, para darnos eso que el mundo anhela tanto:
el calor de la caricia compasiva de la madre.
Sé que tanto tú como yo hemos visto m uchas estatuas de Nues­
tra Señora, hechas con am or pero que borran todos sus rasgos se­
m íticos o asiáticos, inuits, nahuas, polinesios, europeos tribales,
celtas, africanos, indígenas.
No creo que la concepción de Nuestra Madre significara una prefe­
rencia racial. Tal vez, como en la alquimia poética ancestral, al principio
«blanquearla» era tan solo un intento por mostrar que, con frecuencia,
mucho del imaginario occidental asocia la blancura con la pureza.
Por eso, durante siglos fue representada con la piel blanca, rubia
o de cabello castaño claro, a menudo además con ojos azules, como
las princesas de los cuentos de hadas, a quienes se representa muchas
veces con ese tipo de colorido. Pero no es exactam ente una cuestión
de color; tiene que ver con palidecería en todos los sentidos hasta que
parezca congelada, anémica, desdibujada. Y con el tiempo también se
•W 29
(¡desatando a la M ujer ducrn

llegó a hablar de nuestra Mary, María, M ir-yam , Guadalupe, en tonos


m ásy más quedos:

Es pura, sabes. Recatada.


Como dicen, tan contenta, tan suave,
tan callada, tan pasiva, tan sumisa.

Pero debo decir «¡No!». Y digo que en cambio Ella es:


«¡Fuego!».

Fuego de amor
Fuego de esperanza
Fuego de compasión
Y somos su estirpe.

Espero con el am or más profundo


que también conozcan a la M ary,
María, M ir-yam , Guadalupe
de corazón m ás salvaje, de largos viajes
con un mapa difuso, de noches de fogatas
en el campamento lejano;
que conozcan a Nuestra Señora,
quien, cuando todos los apóstoles huyeron...
Ella se quedó... y se quedó.

No es ninguna mosquita muerta esa mujer. No es un puntito de carbón


m íseroy bien portado. No es una seguidora de las órdenes mundanas.
Al contrario. Es nuestro ejemplo. La Madre Santísima, conocida como
la que es capaz de vestir con los cráteres explosivos y llameantes del Sol.
Tengo una estatuilla de porcelana de María que algún buen crist ia
no pintó con esmero a mano en una fábrica que tenía miles de Manasde
porcelana en una banda transportadora; tiene pequeñas (Inrituras dora
dasen lasorillasdesu manto. Yes hermosa.
Pero la Madre verdadera que llevo conmigo por doquier es la
mujer ile los bosques. Nuestro Seuom Guadalupe, cuyo manió es
30 '***
desatando a la M ujer fu e rte

tá hecho del musgo del lado norte de los árboles al atardecer. Ella,
que tiene fragm entos de estrellas atrapados en sus fieros cabellos
de plata. Su vestido es una tela tejida suave y burda con espinas y
semillas de maleza y pétalos de rosas silvestres enredados en ella...
Y tiene las m anos sucias de cultivar cosas térreas y por todo el
trabajo que hace de día y de noche junto a sus hijas e hijos trabaja­
dores, y los hijos de ellos, y sus mayores, todos.

La G uadalupana no es algo sim étrico


con las palm as estiradas uniform em ente
y congelada en el tiem po

Ella siempre está en movimiento.


Si hay emoción, Ella está ahí.
Si hay conmoción, Ella está ahí.
Si hay júbilo, Ella está ahí.
Impaciencia, Ella está ahí.
Fatiga, Ella está ahí.
Miedo, malestar, tristeza,
belleza, inspiración,
Ella está ahí.

Y en cierto sentido Ella es recatada, sí, pero de una m anera distinta


a quienes quisieran desvanecer su esencia hasta transform arla en
anemia: sí, Ella es recatada en el sentido de que es cautelosa y reser­
vada, no se deja engañar ni faltar al respeto.
Y Ella es calmada, sí, pero no sin la voluntad de levantarse una y
otra vez. Al contrario, Ella es calmada de la misma m anera en que el
poderoso océano es calmado al desplazarse por enormes depresio­
nes y pináculos, con inmensas olas que son como un latido de cora­
zón: despreocupadas, intencionales, musculares.
Y Ella es pura, sí, pero no en el sentido de nunca ensom brecer­
se, de nunca dudar, de nunca tom ar el cam ino equivocado por un
tiempo, sino pura, sí, como una piedra preciosa cortada en cientos
**'' 31
desatando a la Mujer-Jucrli

de facetas centelleantes: ese tipo de pureza; en otras palabras, una


gem a cortada por las tribulaciones, las aventuras y los desafíos, y
sin embargo, sin un solo rastro de vidrio m uerto en ninguna de sus
facetas.
Sin im portar todas las tribulaciones, m inim izaciones, despre­
cios, acosos, ridiculizaciones, la Santa Madre sigue brillando como
el fuego m ás puro.

La historia de los que in ten tan


hacer dim inutos a los gigantes

Con frecuencia pienso en Guadalupe, la M adre Santísim a, en re ­


lación con una novela ilustrada, Los viajes de Gulliver de Jonathan
Swift. El libro llevaba una imagen de Gulliver, inmovilizado en el
suelo. Gulliver se había vuelto casi un prisionero de los liliputienses,
gente diminuta que solo medía quince centímetros. Lo criticaban, en­
tre otras cosas, por ser «demasiado grande» en varios sentidos.
Así que entrecruzaron am arras sobre todos sus m iem bros y lo
pusieron contra el suelo con cuerdas enrolladas alrededor de clavos
de latón enterrados.
Los liliputienses se pararon en el pecho de Gulliver y sintieron
que habían sujetado al leviatán, al gigante. Pero Gulliver sim ple­
mente se incorporó y todas sus ataduras se reventaron, y todos los
diminutos liliputienses salieron disparados al pasto.
El gigante avanzó torpem ente, arrastrando detrás los insignifi­
cantes hilos de cuerda. Los liliputienses negaron con la cabeza, co ­
mo siem pre, intentando darle sentido a la figura de Gulliver, cuya
forma era tan parecida a ellos en cuerpo, pero de una m anera com ­
pletamente distinta, era diferente a ellos.
Creo que podemos com prender este impulso por reducir lo mi
minoso, lo infinitamente más grande, lo poco familiar, lo desenlio
cido, lo «otro», lo diferente.
32
d e s a t a n d o a la M u jer'F u erte

El m isterio puede ser abrumador. Tocar la Divinidad podría pare­


cer com o si de repente se hubieran reorganizado todos los átom os
que componen tu mente y cuerpo. Se supone que el misterio divino
debe ser abrumador para poder apartar el ego, el cual tiende a usar
el pensamiento m ás pequeño, e intenta criticar y limitar todo lo que
no puede im aginar o captar de inmediato.
Muchas instituciones y culturas antiguas sin querer sustituyen su
am or por la vitalidad inherente a lo Divino con costumbres anquilo­
sadas, rutinarias, que «minimizan la magnitud» de los miles de ta ­
lentos que porta el alma creativa en santidad. Algunos buscan magni -
ñcar el minimus, el «hombre pequeño», es decir, todo lo endeble, lo
mezquino, los egos menos formadosy menos informados de los seres
humanos, la política y otras trivialidades.
Entonces se vuelve no solo nuestra vocación, sino nuestro ju ra ­
m ento, nuestra prom esa sagrada que damos desde el primerísimo
m omento en que vemos que se agrede el alma de alguien, por quien
sea: desatar a la Mujer Fuerte, que libere cualquiera de sus dones
profundos continuamente vertidos sobre nosotros gracias al linaje
que com partim os con Ella. Aprendemos a estudiar sus historias de
vida, y en consecuencia, aprendem os cóm o planear y llevar a cabo
nuestra propia versión personal de una bendita Imitatio M aría,1 en
y sobre este mundo. No solo ahora, sino durante el resto de nuestros
días, por toda la gente y criaturas y las «cuestiones que im portan».
D em asiadas veces, la única relación que nos han enseñado, con­
tado u ofrecido tener con la Madre Santísima es por medio del silen­
cio, sobre el linaje tan rico que comparte con nosotros, o si no, una
en la que debemos estar de acuerdo en reducirla hasta obtener una
form a pequeña y manipulable, o ninguna. Eso la disminuye, la obliga
a ser la «chica buena» pasiva, en un falso contraste con la otra mujer,
la Magdalena, a quien se propone como la «chica mala» menos pasiva.
Estas son distorsiones tanto de los orígenes como de los dones de
las dos mujeres. Quítenles las am arras a ambas, entonces.
He escuchado a unos cuantos teólogos hablar de Nuestra Señora
como si fuera un apéndice de un grupo de datos históricos. Tampo­
co es, como algunos acusan, una superstición. Ella no es un edificio
•*'' 33
Desatando a la M ujer .fuerte

obediente construido de cem ento, m árm ol o ladrillo. No hay que


usarla como un trozo de alambre sacro que nos ata en la docilidad,
cercenando miles de rasgos que nos dio el Creador para ser razona­
ble y herm osamente humanos y conmovedores.
La Santa Madre no existe como cerca. La Santa M adre es una
puerta de entrada.

Ella se especializa en lecciones de am or


que fortalecen y no debilitan

Recuerdo cómo una crítica literaria reconocida desdeñaba a un


autor que había exhortado a los lectores a consultar a la Santa
Madre. La reseñista descartó esta sugerencia como una absoluta
tontería.
Nunca estuve tan cerca de volar al otro lado del país para saltar
encima del cajón que esa dizque crítica usaba como escritorio, y rogar
para que una plaga de ranas se apoderara de su oficina entera, algo así
como en el viejo cuento de hadas, Un ojo, dos ojos y tres ojos.2 En ese
relato, desde cierto día en adelante, cada vez que la persona que criti­
caba abriera la boca para hablar, brotarían lagartijas, saposy víboras
de sus labios.
¡Ay! Casi me horrorizó más mi reacción horrible que la espanto­
sa interpretación de la crítica sobre el recurso de suplicar a la Madre
Santísima. Casi.
Aun así entendí que en el instante mismo de mi dolor y resenti­
miento, Guadalupe me decía al corazón algo así: «Todos son míos,
todos me pertenecen, me conozcan o no, practiquen una devoción
o no».
Y eso tam bién, la generosidad inm ensa de la Madre — tan poco
común en nuestras culturas modernas, en las que se utiliza la retórica
de la guerra y de la muerte de m anera casi exclusiva para práctica
mente todo— fue lo que por poco convirtió toda mi ira en una actitud
mucho más comprensiva y piadosa, en aras del autonm oclm lrnlo, de
la paz,cicla piedad porlnsdemás.
34 *'-£*
desatando a la M ujer ¿Fuerte

Este es uno de los mensajes de la Santa Madre: incluso cuando al­


guien ataca lo que nos im porta en el corazón y el alm a, no debe­
ríam os dejar pasar las cuestiones m olestas; más bien, deberíamos
acercarnos a ellas con un corazón rojo, vivo y tranquilo, en lugar de
un corazón emocionalmente exhausto y crispado... o sin corazón.
Y tam bién creo esto: podemos perm itirnos la inspiración para
desarrollar «la gracia para abrazar», incluso cuando el abrazo no se
nos devuelve; esa forma de inteligencia a veces sorprendente puede
presentarse cuando se desata a la Mujer Fuerte.

E star con, ver con


la G ran M ujer

De pequeña sentía un llamado al sacerdocio. Un sacerdocio que


quizás no exista para m í en este m undo, con los códigos que
tiene.
Pero definitivamente el carism a que se me dio, y mi prom esa al
Creador, fue y sigue siendo intentar, tanto como pueda, y como sea
capaz, llevar a la Santa Madre y sus obras al mundo y, por medio
de Ella, las obras de su precioso Hijo, para ofrecerlos en los m un­
dos anhelantes, brillantes, creativos y a veces arruinados que tanto
Amor e Inclusión necesitan: para ayudar a recordar suavemente que
todos nosotros estamos aquí para cam inar juntos, cada quien con su
propia forma personal de bondad.
Así que llevo a mi Guadalupe por doquier, a algún alma, a reuniones,
retiros, escuelas, la calle, las iglesias, algunas son católicas ro m a­
nas, otras no lo son. La llevo con quienes tienen la gentileza de pedirme
que dé el sermón o que me hacen un espacio para que sane y bendiga a
otros con mis manos durante ese tiempo reservado en un templo o té­
menos, lugar dedicado a ser un «espacio consagrado», como u n b os-
quecillo, una habitación para enfermos, un estado meditativo.
Les cuento de su mundo, su vida, sus hijas e hijos, y siempre
** ^ 35
desatando a la M ujer .Fiarle

hay por lo menos una persona que dice «Nosotros no “creem os” en
Ella». O «¿Cómo puedes creer esto?».
Y contesto: «Yo no creo en Ella. Yo la conozco. Cara a cara, piel a
piel. Mi madre. Ella es mi madre. Nuestra Madre. La nuestra».
Y m uchas veces me preguntan cóm o un alm a que apenas em ­
pieza a estar verdaderamente con N uestra Señora puede pensar en
María, Nuestra M adre Grande. Yo digo:

Efr. v 43
Cómo entenderla, estar cerca de Ella

No es necesario un lugar exótico para aprehenderla.


Ella se encuentra en una astilla de vidrio, en una
banqueta rota, en un corazón lastimado
y en cualquier alma, conocedora o no,
pero locamente enamorada de los misterios,
de la chispa divina, del fuego creativo,
y no tanto de los desafíos mundanos únicamente.

Piensen en Ella no solo en las form as


que les han contado o vendido.
Más bien, búsquenla con sus propios ojos sin anteojeras
y con el corazón sin postigos.
Miren mds abajo en lugar de mtís arriba.
Busquen justo bajo sus narices.
Ella viene con diferentes apariencias y disfraces.
Escondida al aire libre.
Y la conocerán de inmediato por su corazón
inmaculado e íntegro por la humanidad.

Esta es la Guadalupe que creo que conocen, o perciben, o quieren


conocer, o de la que han estado cerca desde hace años; Nuestra Se
ñora se centra en la dicha, y cura los pesares. Está presente en todas
las formas. Al com prender así esa atracción hacia la Mujer Santa,
desatamos a la Mujer l'ueiie.
36 '« t e
desalando a la M ujer 'Fuerte

En este m om ento, permítanme por favor orar para que entre la


fuerza en sus manos y corazón, y la inspiración y el atrevimiento, y
la pasión, para retirar a la Gran Mujer de cualquier liliputiense que
la haya am arrado para darle una forma más manejable.
Sin im portar cuál sea la disertación o disminución que la hayan
atado, Ella es más grande que cualquier Gulliver, por mucho.

En el m om ento en que pedim os por Ella,


la vemos, conversam os con Ella, la am am os,
Ella se levanta grácilm ente
contra todas sus am arras,
y estas revientan m ientras que
los clavos vuelan en todas direcciones.
Con mucho am or, algo de ligereza y
definitivam ente un profundo anhelo,
juntos, incorporém onos tam bién,
soltando nuestras am arras
hagam os volar tam bién todos los clavos,
liberándonos m ientras desatam os
a la Mujer Fuerte.

Ojalá así sea para ustedes en lo profundo.


Ojalá así sea para m í también.
Ojalá así sea para todos nosotros, siempre.
3
ELLA ES LA INSPIRATUS PARA LAS ALMAS Q U E S U FR E N

El b orrach o y la Señora

I a gnila de l o Cmic/tiÍHlii
38 '¿ás
desatando a la M ujer fu e rte

t t ace quince años, moví mis miles de libros y escritos a una


m w diminuta casa azul. D esde el punto de vista de algunos
f _M_ «m odernos», la m anera rápida de parecer al instante un
excéntrico en cualquiera de los barrios cada vez más aburguesados
del desértico suroeste es crear un santuario para Nuestra Señora de
Guadalupe en esa antigua tradición tan venerada por muchos in ­
m igrantes latinos: enterrar una bañera de forma vertical para que
solo se asom e la m itad por encim a del suelo de tu jard ín , y luego
colocar una dulce estatua de Guadalupe dentro del arco de la tina
y plantar algunas flores perennes donde term ina la porcelana y co­
mienza el suelo.
Algunos recomiendan firmemente que se utilicen también rosas
de plástico de colores brillantes, pues hace mucho tiempo Guada­
lupe m ilagrosam ente hizo que aparecieran rosas en medio del in­
vierno. Y para las latinas imposibilitadas para los milagros como yo,
esto es lo más parecido a tener rosas en flor en invierno.
Como podrán imaginarse, tanto la tina como la Guadalupe pue­
den provocar toda clase de «p .m .s.s.l.c.» o «preguntas muy serias
sobre leyes de construcción» entre quienes todavía no entienden
que cada hogar necesita un guardián del/las alm a(s) que lo habi­
tan: una especie de guardián de la entrada, al aire libre, bajo el cielo
abierto, para prevenir a algunos y darle la bienvenida a la mayoría.
Aunque ya podía im aginarm e el cuchicheo de la gente del barrio
sobre la señora que colocó una tina con la punta al aire en su patio de
adelante, com encé a m encionar que buscaba a un trabajador que vi­
niera a ayudarme a cavar un hoyo para colocar una vieja tina de patas
de garra que había visto en un deshuesadero de artículos de plomería.
Planeé y dibujé, y muy pronto tenía un esbozo m ás o menos pre­
sentable de la tina y de la pequeña estatua de cemento de la Santísi­
ma Guadalupe que conseguí.
Ya que en realidad la estatua estaba elaborada de concreto y va­
rilla y no la podía cargar por todos lados yo sola, la bauticé como
«Ella que apenas puede ser levantada», aunque la verdad es que La
Señora siempre levanta a los demás con mucha facilidad, sin im ­
portar cuánto pesen sus problemas o sus esperanzas.
** *' 39
£1 borracho y la A'mora

Ahora solo necesitaba un alma servicial y de músculos fuertes


que me ayudara a escarbar en lo m ás hondo de esta testaruda tierra,
a una profundidad de m ás de un m etro, para colocar parada una ti­
na del doble de ese tamaño.
Como vieja creyente y confiando en que cualquier bien que este­
m os buscando también nos busca a nosotros, oré para que el alma
correcta con su pala cayera en mi camino, por favor, nos encontrara
a mi Guadalupe y a m í, y nos ayudara con su santuario.

Aparece el borracho

La parte en que alguien tropieza accidentalmente se volvió realidad


casi de inmediato. Pronto me vi cara a cara con un borracho que
dijo que oyó que yo buscaba «a alguien que me construyera algo».
Con algo de vacilación le m ostré mis dibujos, y alardeó de ser
justo el tipo de «m úsculo y poder» necesario para h acer un gruta
de tina p ara Guadalupe. ¿En serio, Dios?1 ¿Este era el «hom bre
correcto» por el que recé? ¿El que debía encontrarnos a m í y a
mi G uadalupe de concreto y ayudarnos? ¿Quién dice que Dios
no tiene sentido del hum or? Yo m edio esperaba a un caballero
anciano y distinguido, o quizás a una anciana artesan a que solo
hacía trabajos adicionales ahora que había entrado a su venerable
octava década.
Pero este hom bre que se tambaleaba sobre sus pies únicam ente
tenía unos 45 años, aunque se veía como de novecientos, pues tenía
la piel pálida, el pelo sucio y una barba entrecana sin rasu rar que
brotaba en múltiples direcciones. Cuando son mayores y siguen be­
biendo m ucho, los hombres com o él, que en alguna parte de su vi­
da fueron los borrachos o grandes bebedores crónicos, desprenden
por los poros ese tufillo rancio del «siguiente día». Aunque lleven
unas cuantas horas más o menos sobrios, sus cuerpos ya no pueden
purificarse com o lo hacían antes, y ese olor ácido a hojas podridas
flota al rededor de la persona como una nube repleta de bocanadas
de sudor amargo mezclada con el olor del whisky.
40 *-•
desatando a la M ujer ¿Fuerte

El a n d a n te por el que recé para que nos encontrara a mi Gua­


dalupe de concreto y a mí era todo eso, y más. No solo tenía la enfer­
medad de la bebida: la enfermedad de la bebida lo tenía a él.
Se había bebido todo: pulque, tequila, ron, whisky, cocteles,
cerveza, aguardiente casero. Como la mayoría con esta enfermedad,
nunca encontró a un demonio del alcohol que no lo hubiera engatu­
sado casi hasta la inconsciencia en menos de una hora.
Pero el borracho también llegaba bien recomendado por sus h a­
bilidades de cantería por alguien en quien yo confiaba en la Tierra y
por la recom endación de alguien en quien confiaba en el Cielo: Ella,
que susurró en mi corazón: «Sí, este es el que yo te envié».
Así, con la barbilla al hombro, y dudando un tanto de mí misma,
dije «Sí», aunque era poco imaginable una asociación menos pro­
m etedora. Sin embargo, otra cosa parecía estar también presente...
algo de trascendencia invisible.

l.o primero que hicimos fue construir


las partes importantes

No hablamos de dinero ni de diseños. Em pezam os a ¡a antigua:


por intercam biar historias. Prim ero las topográficas, después las
de profundidad m edia y por últim o los cuentos del tipo «quiero
prenderle fuego a mi cabello y correr gritando por la carretera para
•siem pre», los más duros de escuchar y de contar.
De los últimos: este hombre que había entrado tambaleándose
en mi vida era un cantero de oficio, y un alma que en la infancia vi­
vió en instituciones que rom pieron los huesos de su espíritu y los
del cuerpo, y lo dieron por muerto.
Era visible su fuerza física de la cintura para arriba, de toda una
vida de cargar pesados ladrillos y aplanar cem ento, de trabajar a la
perfección la plomada.
Sin embargo, una pierna era la de un hombre fuerte, pero la otra
era la de un niño: m ás que delgada, con el tobillo de un infante. Ea
arrastraba y cojeaba a cada paso. Era por la polio.
í* *' 41
El borracho y la Senara

Cuando tenía ocho años, sus papás, que ya estaban en la miseria,


lo dejaron con los que cuidan a los que tienen polio. Sus padres no
volvieron. Con el espíritu destrozado, y después, por años, orillado
a ser adoptado tem poralm ente, y luego liberado y vuelto a encerrar
en varios orfelinatos, el niño que sobrevivió a la polio se convirtió en
uno de esos que guardaban su cerveza bajo el catre, la única madre
que muchos tendrían jam ás para ayudarlos a sobrevivir las noches.
En esos tiempos, los niños abandonados no fumaban m ota ni se
metían metanfetaminas. Ellos tom aban la Madre Cerveza. La Madre
Chianti. La Madre Vino Barato. Económ ica. Diez por ciento buena
de una forma y cien por ciento letal de todas las demás.
Estas eran las historias centrales dentro del cantero cuando lle­
gó a m í cojeando, con los ojos rojos y nublados, apestando, arras­
trando las palabras, tam baleándose, y de alguna m anera radiante.
Radiante en serio. Cualquiera con ojos para ver podía darse cuenta
de que había algo en su oscuridad, en un cuartito muy en lo p ro ­
fundo: en él todavía quedaba una minúscula velita encendida que
titilaba en el viento.

El mínimo comienzo del «momento transformador»

Y así continuamos. ¿Cuánto tiempo tomaría hacer una gruta p a ­


ra Guadalupe? Solo un ratito, respondió. El can tero y y o trazam os
planos sobre m uchas servilletas de papel m anchadas de pizza. Su
enfermedad con la bebida era tan terrible que su lugar favorito de
reunión era una cantina. Estaba bien, pues también vengo de gente
que frecuentaba y se encargaban de las pequeñas cantinas de la es­
quina, y que tenían las m ismas enfermedades del licor tan fatales
para el alma. Yo misma conocía bien a Bill W.2
Mientras le contaba historias de La Guadalupe, Nuestra Santa Ma
dre, pasamos de vernos en el deteriorado bar a reunirnos en una mesa
con superficie amarilla de roble en el lado de la can ti na que era un res
laura nte. I’odía ver que loque provocó esta pequeña evolución de solo
bcberl insta comer vi orna raigo, era hablar de 1.a Sel loro, ( loada lupe.
42
(D esatan do a la M u jer ¿fuerte

A medida que fuimos avanzando, poco a poco, el cantero se fue


centrando de m anera torpe y no precisamente indolora en un cora­
zón más santo y más grande que un simple corazón humano.
Le conté la historia de Nuestra Señora en el Cerro del Tepeyac,
de cóm o decidió aparecérsele al pequeño Don Diego de flacas pier­
nas, cuyo nombre verdadero era su nombre tribal náhuatl. (Los es­
pañoles llamaban «aztecas» a los nahuas.) La versión larga de su
nombre de verdad era Cuauhtlatoatzin, que se puede traducir como
«Águila que habla».
Con esa descripción del frágil y pequeño indígena y el sonido de
ese nom bre de resonancias tan intrincadas — Cuauhtlatoatzin— ,
los oídos del cantero reaccionaron. Y así siguió. Podías ver que algo
en lo m ás profundo de su ser estaba escuchando. Era claro que co ­
menzaba a despertar alguna conexión significativa que había dor­
mitado demasiado.
Le conté cóm o este pequeño y dulce hombre, Cuauhtlatoatzin,
Don Diego, fue testigo de horrores indescriptibles durante la co n ­
quista de nuestro pueblo ancestral, pero de alguna m anera sobre­
vivió con el corazón intacto. De cóm o Cuauhtlatoatzin todavía es
recordado hoy entre m uchos de los ancianos com o alguien que le
tenía miedo a los «superiores», cómo lo habían golpeado y lastim a­
do m ucho; cómo ante sus ojos asesinaban y mutilaban a sus parien­
tes y vecinos. Y después contempló cómo a los sobrevivientes se les
trató cón desdén y con azotes, y aun arrancándoles la piel, y solo se
les permitió vivir si se com portaban de m anera «decorosa», es de­
cir, tomando la única salida: convirtiéndose en esclavos, en esclavos
que se doblegan y humillan, en esclavos que arrastran los pies, que
bajan la vista.3
A medida que iluminé las historias profundas detrás de la m ís­
tica de Guadalupe, el cantero asumió el auténtico rostro de un niño,
en vez del de oso m altratado de circo.
Le conté cómo varias mentes, que se suponían al cuidado del lega­
do numinoso de Don Diego y Guadalupe, al parecer limpiaron la his­
toria de Cuauhtlatoatzin, Don Diego, pero en algún momento to m a­
ron el camino equivocado de los presupuestosy el afán por publicidad.
43
81 borracho y la Señora

El cantero asintió como un guerrero cansado, y dijo que enten­


día por completo esa rendición, que la había visto muchas veces.

Q uería saber cóm o se veía en realidad


D on Diego, C uauhtlatoatzin

Le conté que a pesar de todas las traiciones, exageraciones, errores .


y desoíos, sin em bargo, lo que sostiene a las historias numinosas
perm anece incorrupto. Al igual que al a lm a, a los cuentos num i-
nosos se les podrá m arcar, qu em ar y desm em brar, pero nunca
matar. La historia verdadera perm anece en cualquier corazón que
tenga ojos para verla, oídos p a ra escucharla, agallas para esfor­
zarse en protegerla... y seguirla.

Ahí fue cuando el cantero me preguntó cómo era Don Diego en rea­
lidad. Quise decirle: «Se parecía a ti, pobre ángel, lucía exactam en­
te com o tú, lisiado por las enfermedades y las golpizas, con largos
recuerdos desgarrados en tiras color rojo sangre, y aún así vivo de
corazón. Se veía justo tal como tú».
Pero no lo dije. No deseaba espantar a esta águila que había ate­
rrizado sobre el barandal del porche con tanta confianza, así que
hablé de una verdad distinta: que en realidad, si alguien quería co ­
nocer cómo era el pequeño Don Diego, no debía escuchar todas esas
patrañas sobre «el buen azteca que se convirtió al cristianism o», es
decir, m ientras lo am enazaban con una espada española de acero
templado toledano.
Mejor m ira a sobrevivientes del Holocausto como Elie Wiesel;
míralo a la cara, a los ojos, a su corazón imperfectamente perfecto, y
ve el Dolor délas Eras y la Determinación del Universo en él. Mira a
cualquiera de los sobrevivientes de alguna guerra que aún hoy sub
sisten, quienes de algún modo no se derrumbaron en la dem encia,
la amargura o la ira dilecta por todo loque soportaron, pero que lo
davía ven la bondad cu los demás, todavía se esfuerzan por volver a
44 '* &
í)( salando a la Mujer ¿tuerte

ju n tar el alma entera de un pueblo incluyendo a todos, no solo a su


propia tribu, sino además a los conquistadores y a los conquistados,
ambos y todos.
Ese es Cuauhtlatoatzin. Ese es Don Diego en persona. Ese es el
águila que habla con la agudeza de un ojo de águila. Genuino de co ­
razón, atribulado, escapando apenas con vida. No un indio acicala­
do con una medalla de buena conducta. Sí, en cambio, un corazón
vulnerable y venerable sobre la Tierra que intentó, como resultado
de la aparición de Guadalupe, cerrar lo que parecía un abismo cul­
tural entre extremos opuestos; juntar las almas de los conquistados
y de los conquistadores en paz, todas en un solo lugar.
Y ese lugar de reunión de paz no estaba en los palacios de los
obispos españoles, adornados tanto los obispos com o los p ala­
cios con el oro y las joyas robadas a las tribus. Al co n trario , el
m áxim o lugar de reunión era el piso sencillo de tierra en el Cerro
del Tepeyac, el lugar exacto donde la Gran Mujer se le apareció a
alguien considerado muy por debajo de la clase gobernante del
Nuevo Mundo. Ella decidió no aparecérsele a los hom bres d o ra­
dos, sino a él, que representaba al pueblo que m ás quería: los, de
alguna m anera, abandonados; los, de alguna m anera, no am ados,
los «intocables».
Para entonces, el cantero había inclinado la cabeza y hacía eso
que a veces hacen los hom bres cuando sienten que las lágrim as
vuelven a b rotar de sus viejas tumbas ancestrales. Se puso los len­
tes de sol aunque estábamos adentro. Se apretó el puente de la nariz
como si pensara en cosas profundas cuando en realidad el llanto le
brotaba por dentro. Profundamente.
Y así el proyecto de la gruta creció sobre m em orias antiguas y
modernas, y lágrimas.

Las manos del cantero

Así que seguimos adelante él y yo, contando historia tras historia:


sobre cómo el esclavizado pueblo nahua murió al pie de las iglesias
r* v 45
¿7 borracho y la •Señora

que construyeron para los conquistadores, cómo los conquistadores


ordenaron a los nahuas que tiraran sus propios templos pero deja­
ran los cim ientos de piedra en su lugar y construyeran los nuevos
muros de las iglesias encima de ellos.
Hablamos de cómo los huesos de los que murieron al demolery re­
construir se volvieron parte de los mismos muros de la catedral. Mu­
chos de los que vieron esas criptas de piedra no sabrían jam ás que ahí
dentro se enterró irresponsablemente a otros seres humanos. A esto
también el cantero solo asintió con la cabeza, diciendo «Entiendo com ­
pletamente».
M ientras tan to, el proyecto de la gruta de Guadalupe había
crecido m ucho más allá del «concepto de tina». Ese se quedó m e­
ses atrás en el piso del cuarto de dibujo/piso de la cantina. La gru ­
ta ahora tenía un pozo de agua redondo que el cantero llamaba «el
pozo de la joven M aría». Tenía un estanque para descansar con una
pequeña fuente, un sendero curvilíneo de baldosas y un modelo a
escala de la Basílica original de Nuestra Señora de Guadalupe en la
ciudad de México. En serio.
Y sí, los vecinos cuchicheaban como gallinas que se alborotan
solo de ver la foto de un zorro. Se asomaban sobre el m uro para ver
qué se traían entre m anos esos locos.
Pero entonces surgió otro problema estructural. La estatua de
concreto de Guadalupe, pequeña pero pesada como el plomo, que
había traído para colocar en la gruta, era demasiado pequeña para
el arco de la basílica a escala, ahora mucho mayor. Así que el cantero
propuso que crearía una Guadalupe más grande, a escala.
«No la hagas huesuda. Por favor, ¿la puedes hacer redonda, co ­
mo una mujer de verdad?», le pregunté. Y mi querida hija m enor
accedió a sentarse bajo el sol ardiente, cubierta con un m anto hecho
de una cobija vieja para posar como la primera modelo para Nuestra
Señora sentada.
Y así comenzó con malla de alambre sobre un extravagante ar
mazón, y después cubrió eso, «dándole piel», como dicen en el olí
ció, con un estuco crem oso color café y ocre. Durante sem anas, la
formón nuestra imagen de lilla, con caderas amplias y ondulantes,
46
\Desatando a la M u jer ¿fuerte

un pecho herm oso y suntuoso, m anos articuladas y pies grandes.


Perfecta mujer redonda.

La reverencia del cantero por Guadalupe creció conform e trabajó


en su cara y sus m anos y pies, esculpiendo y quitando y agregando
hasta que los term inó con mucho am or. Lo escuché por casualidad
m ientras le susurraba a las piedras al colocarlas: «Esto es por noso­
tros, por Ella». Y entonces, le hablaba a Ella a medida que la creaba:
«Así, querida... así y así», m ientras aplicaba el yeso suavemente y
lo esculpía con una espátula de m adera donde necesitara form ar lo
más torneado.
Había entrado cierta gracia en él. Un orgullo. Una disposición
a ser visto en toda su condición de herido, la valentía de ser visto
como tierno. Estos eran los cambios indiscutibles hacia adentro que
ahora empezaron a resplandecer en él hacia afuera.

También hubo cam bios m ateriales. Comenzó a rasurarse a diario.


Venía a trab ajar, arrastran d o una cubeta y las h erram ien tas de
m etal com o siem pre, pero ahora su pelo estaba lavado e incluso
húmedo cada m añana. Para trabajar, usaba el largo cabello en una
tren za que le colgaba por la espalda, o se lo enrollaba en la nuca
com o sam urái. Trabajó desnudo de la cintura para arriba durante
todo el verano. Su espalda, sus brazos, sus h om bros, su cara,
se volvieron cobrizos com o la piel de N uestra Señora: un linaje
escondido y com partido que solo se podía ver después de exp o ­
nerse a la luz del sol.
Usó sus m anos con tern u ra para cónstruir todos los detalles
complejos, como las azucenas blancas hechas de metal que Ella sos­
tendría en sus brazos, colocando pequeños tubos en las flores p a­
ra dejar pasar el agua. Estas eran las mismas manos que años antes
habían cargado un rifle en Vietnam y lo usaron para los horrores en
que se utilizan los rifles de guerra; de esa época de su vida apenas
podía mascullar poco más de unas cuantas palabras.
?* v 47
£1 borracho y la Señora

Sin embargo, esas m anos fueron las m ism as que form aron un
pequeño dom o de cobre para la gruta de N uestra Señora. Esas m a­
nos que rodearon un vaso de licor, una lata de cerveza o una bote­
lla de whisky en vez de tocar a las personas que realmente pudieron
amarlo. Con ellas este cantero transform ó un simple pedazo de tie­
rra en un diminuto pero perfecto refugio para La Señora.
Y yo seguí alim entándolo. Com ida y m ás com ida. H istorias y
más historias.
Y a medida en que Ella y su gruta cobraron más presencia en el
pequeño patio delantero de una diminuta casa azul en medio de un
barrio de casas mucho m ás grandes que la opacaban, así el corazón
y el alma del cantero salieron con más y más claridad a la superficie,
a pesar de todo lo que había estado eclipsándolo.
Conforme trabajaba, Nuestra Señora iba tomando mayor forma,
pero más aún, en sus manos, en sus manos tan capaces y tan creati­
vas, se volvió m ás y m ás visible para él.

M ila g r e c i t o 4 en la gruta

No hay otra form a de decirlo que yendo directam ente al grano. A


menos de la mitad déla creación de la gruta, el cantero dejó de beber.
Paró en seco. Nada más paró.
No hubo ninguna «intervención», nada de despacharlo a reh a­
bilitación Caunque Dios sabe que eso le habría ayudado bastante,
m ucho antes). Una noche le hablé con calm a sobre cóm o la urna
ro ta de mi corazón repiqueteaba cuando veía su gran belleza y
creatividad tan profundam ente estropeadas por su brum a alco­
hólica.
Pero eso solo para dejarle saber que alguien a quien le importa
ba, lo am aba, notaba su presencia y preguntaba por él.
Era más que eso. Cierto, una parte era su construcción dr la gru
ta, en con trar una devoción apasionada por algo que le Importaba
rnásde lo que, desde tiempos inmemoriales, lo había reducido a hu

paite mínima: «el diablo mentiroso en el fondo de la botella».


48 jfcí
Úesatando a la M ujer ¿Fuerte

Pero creo que el resto del cóm o-y-p or-q u é, como solían decir mis
bienamadas locas de negro (nuestras monjas) en referencia a lo es­
piritualmente incomprensible, es «un m isterio». Quizás en parte el
milagroso cambio de ruta del cantero para dejar de beber hasta morir
era tam bién por esto: esa casita donde construim os la gruta era, tal
cual, lo que acostumbraba llamarse una casita de los sueños rotos.
Quedaban muy pocas de esas «casas de los sueños rotos» en las
calles de ese barrio. Eran casitas minúsculas en el fondo del jardín
y daban a los callejones donde se almacenaban los basureros e inci­
neradores de ramas. En lugar de que las diseñara algún constructor,
estas casas de callejón estaban hechas a mano.
Por lo tanto, cada una de las que existía todavía era locamente
idiosincrática, con frecuencia con un porche para dorm ir, sin aisla­
miento térm ico, y la casa entera estaba construida en una losa recta
encima del suelo sin cimientos ni sótano.
Mi diminuta casita azul de los sueños rotos estaba hecha de blo­
ques de cem ento y repellada con estuco, hasta parecía ten er una
ligera sem ejanza con una señora poco atractiva que usa m ucho
maquillaje. Como plomería, esta cabañita tenía antigua tubería de
hierro negro; como no tenía sótano, la gran caldera de hierro pinta­
do de color aluminio estaba prácticam ente en medio de la sala.
Con el tiempo, estas casitas construidas de forma tan extraña se
llamaron «hogar de los sueños rotos» porque hacía mucho sus due­
ños planearon construir esta diminuta casa de una habitación y sin
garaje, y vivir en ella hasta que pudieran ahorrar el dinero suficiente
para construir «la casa grande» enfrente; en general, un chalé de
ladrillo de un nivel con dos habitaciones y un baño.
Pero para algunos el dinero nunca se m aterializó. Llegaron
tiempos difíciles, y nunca pudo cumplirse ese sueño de la «gran ca­
sa de enfrente».
Para el cantero y para m í era evidente el paralelismo de todo
esto, que una capilla tan hermosa para Guadalupe y también tan ta
belleza del alma misma del cantero quizás solo pudieran salir a la
superficie en la Casa de los Sueños Rotos. De haberse construido
la «casa grande», no habría quedado espacio para Guadalupe ni para
'*v 49
¿i borracho y la -Señora

su gruta. Ni para que el enorme espíritu desaliñado del cantero vol­


viera a encontrar su camino hacia él.
A veces el vacío no está desocupado, sino que es lina larga ges­
tación. La gestación medida por nuestro ego siempre es demasiado
larga. Pero cuando la medimos con el alma, es perfecto el tiempo de
espera y de crear por dentro antes de que se vea por fuera.

El proyecto de gruta que iba


a durar solo ocho semanas

La construcción de la gruta se alargó y se alargó hasta convertir­


se en un proyecto de un año en el que se creaban am orosam ente
detallitos todos los días , y entre el cantero y yo intercambiábamos
más y m ás historias. Comenzó a llam arm e Sis, «h erm an a». Fue
fácil llamarlo «mi hermano».
Digamos únicam ente que aunque la gruta se completó por fin
en un sentido, hasta ahora no está term inada. Pues, ¿quién puede
term inar jam ás con Nuestra Señora?

Podemos term inar con las cosas del mundo, term inar con aquellos
que quieren degradarnos, term inar con esas sustancias que intentan
robarnos el alma, term inar con relaciones y trabajos que nos hacen
más pequeños en lugar de expandirnos; pero ¿dónde empezaría uno
para poder term inar con Ella? ¿Cómo sabría uno que ha terminado en
serio? ¿Cuándo tenem os la edad suficiente para dejar de ser hijos de
Nuestra Madre, para term inar con la necesidad de una «m adre que
bendice» que levántalas manos sobre nuestras vidas?
Nunca.
Ese, por lo tanto, se convirtió en uno de los mensajes más daros
de Guadalupe, La Lupita, durante el tiempo en que mi herm ano y
yo dedicamos todas nuestras cicatrices a crear armazones invisibles
para la gruta, para nuestras vidas. Podríamos hacer elegantes huh
mensajes. Podríamos del inirlos con palabras ostenlimas, pero al li
50 -i-*?
desatando a la M ujer ¿Fuerte

nal Guadalupe es la madre humilde por excelencia que a sus hijos e


hijas que han sido dañados no los anima a andar como pusilánimes
en esta tierra.
Más bien, convoca a los seres rotos a cam inar como guerreros.
A los devotos a hablar de Ella y por Ella en este mundo, les pide que
m anifiesten su corazón santo al desplegar las virtudes an cestra­
les de fuerza y protección, alzando la voz, defendiendo, actuando
y creando obras en su nombre y en nombre del Dios del Am or que
trajo a la Tierra y, especialmente, interviniendo a favor de la bondad
y la misericordia.
No es accidental que se le llam e La Conquista, la M adre de
los Conquistados, pues Ella en especial vierte su fuerza en nosotros los
que, por lo menos una vez en nuestras vidas, hemos sido sacudidosy
estrem ecidos de m anera profunda, perniciosam ente horrorizados
y derribados, dolorosamente invadidos y dados por muertos.
Y aún así, en medio de todas nuestras vendas y huesos espiri­
tuales rotos, Ella nos hace un llamado para dejar de pensar errónea­
m ente que estam os solos en nuestros desafíos cuando, de hecho,
siempre nos apoya; deberíamos siempre correr a su lado, siempre
escondernos bajo su hom bro, siempre buscar protección bajo su
manto inmaculado, siempre dejarnos guiar por su sabiduría ganada
con tanto esfuerzo, pues Ella pasó de igual modo tanto por milagros
como por am enazas y sufrimientos en su vida. Ella también perdió
todo lo que era preciado para su alma en el ensombrecido mundo de
humanas tonterías, flaquezas y fragilidades del espíritu.
Y aún así: Ella perm anece, radiante en la luz, Cáliz que Vierte
Sabiduría, y nos convoca a recordar que para llam arla no necesi­
tam os nada complejo. Solo tenem os que recordarla. Solo tenem os
que llamarla por el nombre de corazón que cada ser humano tiene
incrustado en el alma m ism a antes de venir a la Tierra, esa única
palabra que cada uno de nosotros supo antes de poder siquiera ali­
m entarnos por nosotros mismos, antes de poder siquiera caminar.
Esa Primerísima Palabra inscrita en los corazones de toda la hu­
manidad a lo largo del planeta entero:
«**' 51
& borracho y la Sonora

Ma
Marna
Marni
Madre
Marno
Mommie
Makuahine
Maji
Majka
Moer
M ànaA nya
Móthair
M aman
Mdti
M ère -
Okaasan
M utter
Mor
Mari
Motina
M atka
Mother
52 ■*-**
desatando a la M ujer -h u ru

El pozo de María
4
ENAMORADA DE ELLA
H U M ILD E E IR R E FR E N A B L E M E N T E

G u adalu pe es la líder d e
las ch icas b an d a del Cielo

Exvoto: «Nuestra Señora de los Cuchillos


54 '-te
desatando a la M ujer ¿Fuerte

n mi tradición familiar, así com o en algunas partes de la tr a -


dición hebrea y en la tradición callejera cristiana, hay un e x -
tenso legado de hablar sobre y con las personas santas como
si se tuviera una relación fraternal con ellas, y no una de vasallo-
siervo o señor-súbdito. También existe la tradición de las «pala­
bras recibidas»: una canción, oración o poema que se busca y que en
ocasiones se otorga por medios espirituales.
En el fondo, este es un poem a-oración de resistencia que dice de
muchas maneras distintas que los demás, sin importar quiénes sean,
no tienen autorización para definir ni distorsionar por razones políticas
las experiencias personales que tiene la gente con los santos amados.
A cada alma en la Tierra se le aparece la Santa Madre de la m ane­
ra en que mejor la pueda asim ilary abrazar, de modo que cada alma
queda invitada individualmente a bañarse en su compasión feroz y
tierna, y quedar llena hasta los temblorosos meniscos con su amor.
Este es un extracto de un extenso canto de alabanza a Nuestra
Señora de Guadalupe.

Guadalupe es la líder de las chicas banda del cielo

Guadalupe, Nuestra Señora, Nuestra Santa Madre,


es la líder de las chicas banda del Cielo.

Me consta que es Pachuca


y que lleva la señal de La Loca en la m ano.

Guadalupe es la líder de las chicas banda del Cielo,


esto lo sé porque vengo de gente que come
con cuchillos; no tenedores, solo cuchillos.

Vengo de gente que se sienta en el borde


de las banquetas a hablar,
y mira fijam ente a los autos que se quieren
estacionar ahí.
Guadalupe es la líder de las chicas hunda d< í ( ‘ida

Vengo de gente que arrastra una silla


hasta la mitad de la banqueta
y se queda sentada todo el día mirando al sol
fijam ente
sin parpadear.
Dicen que esta es buena medicina para sus ojos.

La Virgen María es la líder de


las chicas banda del Cielo.
Es un Ángel del Infierno y monta una Harley.
Esto lo sé porque vengo de gente
que piensa que la grasa de eje es agua bendita.
Hacen la misa en la cochera
bajo el cofre, los sábados.
El motor es su altar.
Hacen genuflexiones y dicen oraciones todo el día
y se bautizan con aceite de motor.
Las suelas de sus zapatos
siempre huelen a gasolina.
Vengo de gente que piensa que la Confesión
es una necesidad solo el instante
antes de un choque frontal.

Guadalupe es la líder de las chicas banda del Cielo,


y eso m e consta
porque vengo de gente que
tiene el tipo de abuelita a quien,
cuando le hablas del musical Vaselina,
da vueltas corriendo como una ardilla
con medias corridas
gritando que su nieta le contó
de una buenísima película nueva
llam ada El Vaselino.
56 '^ 2
desatando a la M ujer fu e rte

Vengo del tipo de abuelo


cuyos ojos tienen mil años,
pero sus dientes están flam antes,
sus dentaduras tienen menos de dos años.
Hacen que todos sus dientes sean igual
de largos y del mismo tamaño.
Su cara de la n a riz p a ra arriba está vieja,
su cara de la boca para abajo está joven.

Vengo del tipo de ancianos


que pueden sentarse en la orilla
de sus sillas de respaldo recto
sin apoyar la espalda,
que se sientan ahí sin moverse por mucho tiempo.
Solo se sientan con la espalda recta, orgullosos,
inspirando y expirando como frágiles
bolsas de papel.

Vengo de gente que en la noche


convoca a los viejos por el tobogán de los sueños
a nuestras habitaciones para que podamos
escuchar las verdades remotas.
Nos dicen que la historia que los españoles contaron
es una gran calumnia contra nuestra gente,
esa parte que los extranjeros aman contar
sobre nuestra costumbre del sacrificio humano.
Eso es falso. Siempre hemos valorado la vida.

Los conquistadores confundieron nuestra historia


más grande
sobre el gran espíritu guerrero que fu e asesinado
por aquellos que no podían soportar su resplandor
am oroso.
En la historia le arrancan el corazón con un cuchillo y
sus asesinos arrojan su cuerpo en un cenote,
57
G u a d a lu p e es la líd er d e las ch icas h u n d a d el ( ‘irla

un pozo sagrado.
Murió y lo quemaron y después lo enterraron.

En el gran mito, resucitó tres días después,


y como dicen los ancianos de la familia,
¿a quién le importa de qué lado estaba? Era Dios.

Los españoles no tenían ninguna


comprensión del Dios
conocido por esta «gente de Dios».
Y estaban tan enfurecidos por las «brujas»
que creían ver en los curanderos tribales,
en sus cantantes y poetas,
que extendieron su Inquisición asesina
al Nuevo Mundo en ese mismo momento,
y después esos extranjeros obligaron
a los sacerdotes y los cuentistas y a los ancianos
a subir las escaleras de las torres de piedra,
forzaron a la gente
a m atara los suyos en el m ás atroz
de los crímenes
contra el alma.

Y esto es lo que dicen los ancianos, los que


estuvieron ahí y bajan para contarnos
las viejas historias
el Día de los Muertos.

Vengo de gente que caza su comida en el invierno,


y a quienes siempre detienen por cacería furtiva.
Tratan de que los arresten a com pañados
para poder sentarse en la cárcel
a contar los viejos cuentos,
llorando juntos y cantando
a lodo pulmón.
58 '«te
Úesatando a la M ujer ¿Fuerte

Vengo de gente que han sido y son am ontonados


dentro de refugios de inmigración y deportación,
sentados a h í con temblorosas etiquetas de precio
de metal
colocadas en sus lóbulos
como ganado en el matadero.
Dos mil dólares para regresar o venir aquí,
de cualquier m anera, para el Coyote estafador
no hay diferencia.
Dejará atrás a miles de alm as
que no pueden leer ni escribir
en el desierto
con un mapa de carretera comprado en la
gasolinera, hecho de papel delgado,
y un viejo galón de leche con agua.
El Coyote no te dirá que son 1 3 0 0 kilómetros
por un desierto sin ríos
hasta Los Ángeles.

Y aún así, muchos lo lograrán.


Aunque no debiera ser así.
Pero se dice que el desierto de Mojave
es el prado de Nuestra Señora, y que ese desierto
tiene m ás milagros por kilómetro cuadrado
que casi cualquier otro lugar de la Tierra.

Soy mexicana por naturaleza, una magiar,


una suaba, una gitana por crianza.
Y Guadalupe es la que cuida
a los tontos como nosotros...
los que cruzan desiertos
de muchos tipos, con una jarra de agua vacía
golpeando
contra nuestras piernas cansadas,
tam baleándonos, yendo
t * »' 59
G u a d a lu p e es la líd er d e las ch ica s b a n d a d el ( 'icio

hacia la izquierda del am anecer,


a la derecha del ocaso,
haciendo con el mapita que nos dieron
un sombrero de carreteras azules y rojas
para protegernos las cabezas del calor.

Y en ese desierto viven


algunos de los que los estadounidenses llaman
halcones de cola roja... pero sabemos
que es Nuestra Señora de Guadalupe
que usa su vestido rojo,
con el negro cinturón de maternidad disperso
alrededor de su cintura...
Y ella nos muestra que donde sea que exista
una presa apenas muerta
hay agua en esa presa.
Nos muestra cierto tipo de insecto volador
que sabe qué cactus almacena agua lodosa
en su base.

Nos muestra que dondequiera que haya


pájaros de cierto tipo
hay a g u a -
agua escondida en los cuencos de piedra
muy abajo de las mesas...
Y al seguirla, a La Señora nuestra, arrastrándonos
de panza por debajo de las salientes de arena,
encontramos su agua allí escondida,
metemos los rostros de lleno en su mano
y bebemos profundam ente de su recompensa
clara y fresca...

Incluso con tanto en contra nuestra


leñemos oportunidades de encontrar
la jornia de sa Iir del desierto.
60 '«te
'Desatando a la M ujer ¿Fuerte

y casi siem pre hallamos la m anera


de volver a la vida otra vez—
asom ándonos para encontrarla y seguirla
en todas sus múltiples caracterizaciones:
agua, estrella del norte, luzde luna
entre las tinieblas.

G uadalupe es la líder de las chicas banda del Cielo.


Me consta que es Pachuca
y que lleva el signo de La Loca en la m ano...
A veces m aneja entre la tierra una troca
con un fa ro en el cofre
y pequeñas luces traseras azules,
m erodeando por los desiertos
y carreteras para en contrar alm as,
justo com o nosotros.

Y yo le rezo a Ella,
le rezo a Ella,
le rezo a Ella, Mío Dio, Dio Mío,
porque es ¡a m ujer más fu erte que conozco.
5
«¡L E V Á N T E N S E ! AUN D ESPU ÉS DE QUE
SE D ER RA M E LA S A N G R E », D ICE LA CON QUISTA,
N U ESTR A SEÑO RA DE LOS CONQUISTADOS

M asacre de los soñ ad ores:


La M adre M aíz

«¡Levántense! Aun
después de que se
derrame la sangre...
y en particular
e n to n ces» ,d ice La
Conquista. Nuestra
Señora de los
Conquistados

Exvoto: «Levántense después del derram am iento de Sangre


62 '« f e
desatando a la M ujer fu e rte

sk-ií-Aofes

Sueños: nos seguiremos levantando

Si uno dejase de soñ ar sueños audaces,


cesarían también las acciones audaces sobre
la Tierra.

Los sueños salvajes son el combustible prim ario


para la m aquinaria del Hacer.

Los sueños so b ajes son el fusible dorado


para la fuerza vital del Ser.

Si no se puede soñar,
no se puede hacer.

¡Levántense!
No se adelanten,
sino siembren por doquier
los más hermosos,
los más salvajes sueños
que haya rugido el Alma.

A ntecedentes:
la m isteriosa vida eterna de la M adre

Esto sabemos: todos nuestros ancestros, y a veces tam bién noso­


tros, en los tiempos modernos, hemos uiuido algo impronunciable,
casi insoportable; un evento tan repentino, tan destructivo que p a ­
reciera que aniquilaría la fuerza que da vida.
Y aún así, en el centro del corazón desconsolado, hay un campo do­
rado: vivo,floreciente con suficiente alm a para alimentar a todos los
que llegan ahí. Este corazón inextinguible de Amor protege la esencia
de la fuerza uital ahí, incluso cuando todo lo demás está en mi ñas.
«**' 63
M a sa c re d e los s o ñ a d o r e s : Tg M a d r e M aíz

S o m o s p l a n t a s v e r d e s e n e s t e c a m p o d o r a d o . A p e s a r d e la m u e r t e
d e lo s s u e ñ o s o lo s s o ñ a d o r e s , a p e s a r d e l d e r r a m a m i e n t o d e s a n g r e ,
la e s e n c i a e n n o s o t r o s e s tá p r o te g id a d e a lg u n a m a n e r a , n u t r i d a d e
n u e v o p o r a lg u ie n q u e n o p u e d e s e r d e s t r u i d o . L a M a d r e , d a d o r a
d e n u e v a v i d a , s e r á l l a m a d a u n a y o t r a v e z p a r a d a r n o s v id a p o r el
a m o r y el a n h e lo q u e t i e n e la g e n te d e E lla , y p o r el a m o r y a n h e lo d e
E lla h a c ia la g e n te .
L a s n a c i o n e s m á s a ñ e j a s , la s t r i b u s m á s a n t i g u a s , s i e m p r e c o ­
n o c i e r o n a N u e s tr a S e ñ o r a . L a c o n o c i e r o n p o r u n o o m á s d e s u s m i ­
le s d e n o m b r e s .
A s í, e n C h o l u l a , e n T l a x c a l a , y e n o t r o s l a d o s d e M é x i c o , a ú n
h o y v iv e n c a m p e s i n o s p o b r e s q u e s i g u e n d e s g r a n a n d o e l m a í z a
m a n o , j u s t o c o m o lo h a c í a n s u s a n c e s t r o s p a r a la M a d r e e n s ig lo s
a n t e r i o r e s . R e c u e r d a n a la M a d r e S a n t í s i m a d e s d e a n t e s d e la
C o n q u i s t a , a n t e s d e la s u b y u g a c i ó n s a lv a je p e r p e t r a d a s o b r e lo s
p u e b lo s t r i b a l e s d e s d e 1 5 1 9 .
L o s c a m p e s i n o s v e ía n e n t o n c e s , c o m o a h o r a , la F u e r z a V ita l e n
to d o tip o d e s e m illa s c o m o b e n d ic ió n de la M a d r e q u e c u id a a t o d o s ,
que a lim e n ta a to d o s.
L a g e n t e se a f e r r ó a s u s i n t e r p r e t a c i o n e s y r e c u e r d o s d e la G r a n
M u je r , a u n q u e lo s q u e q u e r ía n e l p o d e r i n t e n t a r a n s u b v e r tir la p o ­
d e ro s a m e n te .
S u c e d ió a s í: h a c i a 1 5 1 9 , e n E s p a ñ a , la r e a l e z a h a b ía e x p u ls a d o a
lo s j u d í o s , o b lig a n d o a m u c h o s a c o n v e r t i r s e , c o n t r a su v o lu n ta d , e n
c r i s t i a n o s . E s p a ñ a y a h a b ía d a d o p a s o a u n a In q u is ic ió n s a n g r i e n t a .
A h o r a f i n a n c i a b a n t r i p u l a c i o n e s y n a v io s d e m a d e r a p a r a n a v e g a r
d e s d e E u r o p a h a s t a A ^ tld n , u n o d e lo s a n tig u o s n o m b r e s d e M é x ic o .
L o s c o n q u is ta d o r e s a v a n z a r o n e n t o n c e s l e n t a m e n t e c o n s u s c a b a ­
llo s p o r la s a g u a s r e v u e l t a s y h a s t a la c o s t a d e u n h e r m o s o p u e r t o
v irg e n en lo q u e h o y e s Y u c a t á n , M é x ic o .
Después, matando a indígenas desarmados, poniendo en con­
tra a las tribus por medio del engaño, amenazándolas con privarlas
de la comida o matar a las familias asustadas si rehusaban permitir
64 ■'<jés
desatando a la M u jer-h u rle

q u e su s h ija s f u e r a n r a p t a d a s (y si s u s h ijo s se n e g a b a n a s e r r e c l u t a -
d o s ), lo s c o n q u is ta d o r e s d e s a r r o lla r o n el c lie n te lis m o p a r a c o m p r a r
l e a l t a d . L o s « s o l d a d o s » a r m a d o s d e la E u r o p a d e l « V ie jo M u n d o »
d ije ro n q u e te n ía n el d e r e c h o d e r e c l a m a r a to d o s lo s s e r e s h u m a n o s
d e la s A m é r ic a s . E n h is to r ia s p o s t e r i o r e s se h a r í a n l l a m a r « e x p l o r a ­
d o r e s » , p e r o d e f in itiv a m e n te n o e r a n s o lo e s o .
V in ie r o n c o n la m is ió n e x p líc ita d e a p r o p i a r s e d e t i e r r a s , r iq u e ­
z a m i n e r a l , o r o , p i e d r a s p r e c i o s a s , n i ñ o s , m u je r e s j ó v e n e s , in d íg e ­
n a s s a n o s y f u e r t e s . L le v a r o n s u m a r i a m e n t e a c a b o lo s t e r r o r i s m o s
q u e j u z g a b a n e f e c tiv o s p a r a lle v á r s e lo t o d o y d e s c o r a z o n a r el a lm a
d e la g e n te . A s í fu e m u c h o m á s fá c il e s c la v iz a r a t a n t o s fa v o r e c ie n d o
a p o c o s , p e r o e n g e n e r a l c a p t u r a n d o a c a d a a lm a s in r e s c a t e .
L o s i n v a s o r e s s e a u t o d e n o m i n a r o n c o n q u is t a d o r e s , p e r o e n
r e a l i d a d r e p r e s e n t a b a n s o lo u n m i n ú s c u l o g r u p o m e r c e n a r i o d e l
p u e b lo e n o r m e m e n t e c á lid o y c o m p a s iv o d e E s p a ñ a ; a lg u n o s d e c ía n
s e r « d e n o b le c u n a » , p e r o la m a y o r ía e r a n c a m p e s i n o s , c a s i s ie rv o s
q u e , m u c h a s v e c e s , ta m b ié n v iv ía n b a jo el y u g o d e g o b ie r n o s lo c a le s
o p reso res.
S in e m b a r g o , lo s c o n q u i s t a d o r e s n o p o d r í a n h a b e r d e r r i b a d o
p o r s í s o lo s la s c u l t u r a s a l t a m e n t e d e s a r r o l l a d a s d e la s A m é r i c a s .
A lo s m e r c e n a r i o s p r o n t o se le s u n i e r o n o le a d a s d e c l é r ig o s y o t r o s
q u e a f ir m a b a n t e n e r u n a lto e s ta tu s s o c ia l e n E s p a ñ a , G r e c ia , I ta lia
y v a r io s lu g a r e s d e E u r o p a ; t o d o s d e c ía n q u e , p o r t a n t o , te n í a n « d e ­
r e c h o s » s o b re lo s n a c id o s e n la s A m é r ic a s .
E n lo s s ig lo s X V I, X V I I y X V III, h o r d a s d e « c o l o n o s » c o r r i e r o n a
r e c l a m a r t i e r r a s y e s c la v o s e n la s A m é r i c a s , a f i r m a n d o s e r r e l i g i o ­
s o s , p e r o a l p a r e c e r s in d a r s e c u e n t a d e q u e in c lu s o e l c r u c if ijo d e
o r o m á s g r a n d e y a p a r a t o s o n o p u e d e e s c o n d e r la d e g e n e r a c ió n n i la
a v a r ic ia in s a c ia b le d e u n c o r a z ó n c o d ic io s o .
A s í, f in g ie n d o q u e s u s v a n i d a d e s e r a n d e h e c h o v i r t u d e s , m u ­
c h o s o p o r tu n is ta s o p r im ie r o n a lo s in d íg e n a s , a h o r a b a jo o c u p a c ió n
m i l i t a r . E n M é x ic o , a e s t a d e v a s ta c ió n a v e c e s to d a v ía se le l l a m a la
In q u is ic ió n m e x i c a n a .
F o r z a n d o su r e lig ió n s o b r e lo s in d íg e n a s , ta l c o m o h i c i e r a n c o n
lo s ju d ío s e n la E u r o p a d el V iejo M u n d o , lo s h o m b r e s y la s m u je r e s
-v » (l«5
M a s a c r e d e los s o ñ a d o r e s : l y M adri M a i;

in v a s o r e s s e e x te n d i e r o n p o r C e n t r o , S u d a m é r i c a y el C a r ib e , i n s t a ­
lá n d o s e a v iv ir c o n m a j e s t u o s a p e r e z a , m i e n t r a s r e p a r t í a n g o lp iz a s ,
m u tila c io n e s y c a s tig o s c r i m i n a l e s , r e c l a m a n d o a la s m u je r e s , n iñ o s
y h o m b r e s n a tiv o s c o m o s u s b ie n e s .

P o r m e d io d e l f u e g o , la e s p a d a , el m a z o y la d e f o r m a c i ó n ( d e s ­
tr u y e n d o a s i l a h i s t o r i a , el a r t e y la s c u ltu r a s d e la g e n t e ) , e n M é x ic o ,
c o m o e n o t r o s lu g a r e s , la s e n o r m e s b ib lio te c a s a n c e s t r a l e s , d e p o s i ­
t a r í a s d e la p o e s í a , la c i e n c i a , la b io lo g ía , la z o o lo g ía , lo s c a n t o s d e
fe rtilid a d , d a n z a s , h is to ria s fa m ilia re s , h is to ria s de g u e r r a , m ito ­
lo g ía s , i n v e n ta r io s d e a l m a c é n , c ic l o s d e l c l i m a , a s t r o n o m í a , t o d a s
la s p r o v in c ia s p e r te n e c i e n t e s p o r t r a d i c i ó n a la S a n ta M a d r e , f u e r o n
d e s tr u id a s a p r o p ó s ito . (S o lo c i n c o c ó d ic e s d e l i t e r a lm e n te m illo n e s
d e p e r g a m i n o s l o g r a r o n s o b r e v iv ir a la C o n q u is ta : d o s s o n f a c s í m i ­
le s y n in g u n o d e ta lla u n a s o la p a la b r a s o b r e la M a d r e n i el P a d r e d e
la V id a , n i d e l S a n to N iñ o lle v a d o e n e l c o r a z ó n p o r ¡o s in d io s , el
p u e b lo in d íg e n a , d u r a n te s ig lo s .)

M adre, una ironía de ironías

Q u iz á s s e a u n a p e c u lia r id a d a b s o lu ta d e la n a t u r a l e z a h u m a n a t r a ­
t a r d e d ilu ir y / o n e g a r la m a s a c r e a l p o r m a y o r d e p e r s o n a s , la d e s ­
t r u c c i ó n d e c u l t u r a s , d e s p u é s d e l h e c h o . C o m o lo s q u e n i e g a n el
H o l o c a u s t o e n la S e g u n d a G u e r r a M u n d ia l, e n A r m e n i a , C a m b o y a ,
el a s e s i n a t o d e la s t r i b u s m a s u r i a s y s u a b a s , y lo q u e s e h iz o a lo s
k u r d o s y v a r io s c ie n to s m á s , h a y q u ie n e s h o y ta m b ié n d e s e a n b o r r a r
la m e m o r i a d e e s ta in v a s ió n a s a n g r e f r ía d e la s A m é r i c a s y e n c o n ­
s e c u e n c ia r e n o m b r a r el m a l c o m o « b i e n » .

P e ro e n n u e s tr o p r o p io t i e m p o , m i r a n d o la d e s t r u c c i ó n d e Z i m -
b a b u e p o r e l d i c t a d o r R o b e r t M u g a b e ; la r u i n a d e B i r m a n i a p o r el
d i c t a d o r T h a n S h w e ; el h o r r o r d e la s c o lo n iz a c io n e s e n H a i t í p o r lo s
in v a s o r e s y lu e g o el v il s a q u e o p e r p e t r a d o p o r lo s d i c t a d o r e s P a p a
D o c , B a b y D o c D u v a lie r y s u e x e s p o s a M ic h è le B e n n e t t ; al v e r en
n u e s tr a é p o c a o t r a s t i e r r a s y p u e b lo s c a s i c o m p l e t a m e n t e d e s t r u i ­
d o s , h e m o s a le s lig u o d o tic p r i m e r a m a n o e n n u e s t r o s d í a s , c o r r o
66 -<<*3
desatando a la M ujer Jiieiíe

h o r a d o c o n o jo s b ie n a b i e r t o s , q u e s o lo se n e c e s i t a u n p u ñ a d o de
m a t o n e s p a r a a b r u m a r y d a ñ a r a l i t e r a l m e n t e m illo n e s .
C o n o c ie n d o a s í la r e a lid a d d e la « p e o r b a je z a » d e la n a t u r a l e z a
h u m a n a , s o m o s c l a r o s t e s t i g o s e n n u e s t r o s p r o p io s t i e m p o s d e la s
p r e d e c ib le s t r e t a s t e r r o r i s t a s u s a d a s p o r lo s d i c t a d o r e s p a r a a p l a s ­
t a r y c o n q u i s t a r , lo s a s e s i n a t o s g r a t u i t o s d e la s a lm a s q u e i n t e n t a n
p r o t e g e r la v e r d a d y la i n o c e n c i a , s u a v a r i c i a s in o p o s i c i ó n p o r el
l u c r o y la e s c l a v i z a c i ó n d e o t r o s s e r e s h u m a n o s . L o s v ie jo s r e l a t o s
s o b r e lo s a c t o s t e r r o r í f i c o s y lo s p r o p ó s i t o s r e a le s d e t r á s d e la c o n ­
q u is ta d e la s A m é r i c a s d e b e n p e r m a n e c e r c o m o u n c o n ju n to b r u ta l
de h is to ria s a tro c e s y v e rd a d e ra s.
L a r e d e n c ió n d e lo s m a le s s e v e ro s n o v ie n e d e b la n q u e a r la m erd e,
el e x c r e m e n t o , s in o d e le v a n ta r la f u e r z a v ita l, le v a n ta r la y s a c a r la d e l
lo d o , el d o lo r y la s a n g r e , p a r a q u e p u e d a b r i l l a r v e r d a d e r a m e n t e d e
n u e v o y c a n t a r s e d e f o r m a p r o p ia y r e v e r e n te , c u e s te lo q u e c u e s te .
L a S a n ta M a d r e y el P u e b lo S a n to f u e r o n d e p u e s to s e n la C o n ­
q u i s t a , p e r o a h o r a s e v e n e n i g le s ia s m o d e r n a s p o r t o d a A m é r i c a
a u n q u e c o n n u e v o s n o m b r e s , m u c h o s d i s t i n t o s d e lo s a n c e s t r a l e s .
C u a n d o fu i a C h o lu la e n la d é c a d a d e 1 9 6 0 , m u c h a g e n t e a h í, c o m o
e n o t r o s lu g a r e s , r e c o n o c í a a la M a d re p o r n o m b r e s v ie jo s , n o m b r e s
n u e v o s , p o r c u a lq u ie r n o m b r e , e n r e a l i d a d , c o m o s u a m a d a M u je r
S a n ta . L a c o n o c í a n p o r q u e la c o n o c e n , s in i m p o r t a r el r o s t r o q u e le
p in te n e n c i m a , s in i m p o r t a r el a p o d o .
H a y o t r a f o r m a e n la q u e la g e n t e m a n t u v o v iv o s a la M a d r e y
a l P u e b lo S a n to e n s u m e m o r i a e n m e d i o d e la in v a s ió n . C u r i o s a ­
m e n t e , la C o n q u is ta d e s a r r o l l a u n r a s g o e s p e c íf ic o e n lo s p e q u e ñ o s
g r u p o s a g r e s iv o s d e c id id o s a s o m e t e r a u n p u e b lo ; c o n f r e c u e n c ia se
d e s a ta u n « f r e n e s í d e c o n s t r u c c i ó n d e e d if ic io s » . L o s in v a s o r e s b u s ­
c a n s o b r e s c r i b i r la c u ltu r a e x i s t e n t e , d e m o d o q u e lo s id e a le s i c ó n i -
c o s d e la g e n te s u p u e s ta m e n te se b o r r e n , se o lv id e n , y lo s v a lo r e s d e
lo s c o n q u is ta d o r e s s e a n lo s ú n ic o s v is ib le s .
H e m o s v is to e s to e n n u e s t r a e r a e n v a r io s p a í s e s , m á s n o t a b l e ­
m e n t e e n el f r e n e s í p o r c o n s t r u i r e d ific io s e n la A le m a n ia b a jo H i t -
l e r , e n R u m a n i a b a jo C e a u s e s c u , la U n i ó n S o v ié tic a d e s p u é s d e la
S e g u n d a G u e r r a M u n d ia l. E n c a d a u n o d e e s to s lu g a r e s se v io c ó m o
()7
M a s a c r e d e los s o ñ a d o r e s : l'¿i M a d re M a l:

u n g r u p o p e q u e ñ o o u n a s o la p e r s o n a o r d e n a b a e n o r m e s d e m o l i ­
c i o n e s d e f o r m a s c u l t u r a l e s d e v id a v i g e n t e s , p o r e je m p lo i n c e n ­
d ia n d o , in u n d a n d o , d e s m a n te la n d o g r a n ja s , tie r r a s a g r íc o la s y
e q u ip o , lle v á n d o s e y m a t a n d o g a n a d o .
E s t a s d e m o l i c i o n e s o b lig a b a n a m i g r a c i o n e s m a s i v a s d e p u e ­
b lo s a g r í c o l a s a la s c i u d a d e s p a r a v i v i r e n r a s c a c i e l o s c u a d r a d o s
d e c o n c r e t o s in u n p o z o c e n t r a l n i u n r í o . Se d e r r i b a r o n s a n t u a ­
rio s v e n e ra b le s y h e rm o s a s fo rm a s c o n s tru id a s p o r c u ltu ra s m á s
a n t i g u a s , r e e m p l a z á n d o l a s c o n lo q u e s e c o n s i d e r a b a n lo s e d i f i ­
c io s m á s i m p o r t a n t e s d e l « E s t a d o » , c o n la i n t e n c i ó n d e g l o r i f i c a r
u n a id e a l i m i t a d a o a u n a p e r s o n a .

L o s i n v a s o r e s e n M é x i c o y la s A m é r i c a s t a m b i é n o b l i g a r o n a
t r a b a j a r a lo s in d í g e n a s q u e q u e d a b a n , f o r z á n d o l o s a d e m o l e r s u s
te m p lo s s a g r a d o s , e s t a t u a s e m b l e m á t i c a s , f r e s c o s y e s te la s . E s to i n ­
c lu ía o r d e n a r a lo s tr a b a j a d o r e s e s c la v o s q u e d e s t r o z a r a n m illo n e s
d e s a n t u a r i o s , t e m p l o s , e s t a t u a s y f ig u r a s p i n t a d a s d e la M a d r e , y
r e p r e s e n t a c i o n e s a r t í s t i c a s d e s u s m ú ltip le s d o n e s a t o d o s lo s s e r e s
h u m an os.

A lo s t r a b a j a d o r e s se le s o r d e n ó q u e , e n c i m a d e e s o s s itio s e x a c ­
to s y lu g a r e s s a g r a d o s a n tig u o s , c o n s t r u y e r a n lo s e x tr a v a g a n t e s p a ­
la c io s y e d if ic io s q u e lo s in v a s o r e s q u is ie r a n , y q u e c r e a r a n e s t a t u a s
q u e r e f le ja r a n r o s t r o s e u r o p e o s e n l u g a r d e la s c a r a s d e l p u e b lo .
H o y e x i s t e u n a d u lc e i r o n í a e n e s t o , la c u a l d e b e h a c e r q u e la
M a d r e S a n t í s i m a s o n r í a s u t i l m e n t e : e n la m a y o r í a d e la s m ile s d e
ig le s ia s c o n s t r u i d a s e n é p o c a d e la C o n q u is ta c o n el t r a b a j o d e e s ­
c la v o s , u n o p u e d e v e r c ó m o s e a lz a n s u s m u r o s , s í. P e r o la s r a í c e s ,
la s p ie d r a s m i s m a s d e lo s c i m i e n t o s — q u e c o n f r e c u e n c i a s e a lz a n
c in c o o d ie z m e t r o s o m á s a r r i b a d e l s u e lo y t i e n e n m e t r o s d e p r o ­
f u n d id a d — s o n j u s t o lo s m i s m o s c i m i e n t o s c o lo c a d o s p a r a la M a d re
y su F a m i l i a , p a r a s u s t e m p lo s y s a n t u a r i o s .
E s to s c i m i e n t o s d e p ie d r a f u e r o n c o lo c a d o s c o n h e r m o s a p r e c i ­
sió n p o r el P u e b lo S a n to n a h u a , m u c h o a n t e s d e q u e lo s c o n q u i s t a ­
d o re s s e tr o p e z a r a n c o n la s A m é r ic a s .
Por eso la Madre en todos esos siglos desde la Conquista perma
necióen la base de eicnlos de miles de iglesias levantadas en todo el
68
D e s a ta n d o a la M u jer ¿fuerte

te r r i t o r i o d e la s A m é r ic a s : la S a n ta M a d r e s ig u e s ie n d o u n c im ie n to ,
la r a íz m i s m a d e lo q u e y a c e e n c im a .
L a m a y o ría de lo s o b s e rv a d o re s n o se d a n c u e n ta de q u e m u c h o a n te s
d e la C o n q u is ta el p u e b lo a z te c a , lo s m a y a s , lo s in c a s , to d o s c o n s tr u ía n
n u e v a s p irá m id e s e n c im a d e p irá m id e s v ie ja s, u n a tá c tic a d e in g e n ie ría
a p a re n te m e n te ló g ic a p a r a la esta b ilid a d d e e s tru c tu ra s ta n a lta s .
S o lo q u e lo s a n c i a n o s c o n lo s q u e h a b lé e n e s to s lu g a r e s r e v e l a ­
r o n q u e , a u n q u e t a m b i é n t e n í a q u e v e r c o n la i n g e n i e r í a , e l p r o p ó ­
s ito r e a l d e c o n s t r u i r s o b r e o t r o s e d if ic io s e n lo s v ie jo s t i e m p o s e r a
p a r a h o n r a r « lo s p i e s » ; e s d e c i r , p a r a v e n e r a r q u e lo « n u e v o » n u n c a
se p o n e e n c i m a : c r e c e d e s d e la r a íz d e lo S a n to .
A s í s e p u e d e a p r e c i a r q u e m i l e s d e ig l e s i a s d e la C o n q u is ta n o
« c u b r e n » e x a c t a m e n t e , s in o q u e e s t á n s o s t e n i d a s , a b r a z a d a s p o r la
M a d r e S a n ta , p o r s u r a íz n u tr itiv a .
Q u iz á s p u e d a n i m a g i n a r s e a lo s q u e o r d e n a r o n lo s n u e v o s e d i ­
f ic io s p e n s a n d o q u e e l i m i n a b a n u n a c u l t u r a q u e e n t e n d í a n c o m o
a j e n a , m i e n t r a s q u e lo s q u e c o n s t r u í a n c r e í a n q u e N u e s t r a S a n t a
M a d re es s u fic ie n te m e n te v a s ta , s u fic ie n te m e n te p ro fu n d a , c o m o
p a r a a lb e r g a r a e s e n u e v o e d ific io .
Q u iz á s u n a n tig u o c a p a t a z in d íg e n a , a u n q u e él m i s m o t a m b ié n
e r a u n e s c la v o , c o n v e n c i ó a u n c o n s t r u c t o r e s p a ñ o l p a r a q u e u s a ­
r a lo s v ie jo s c i m i e n t o s d e lo s t e m p l o s d e l P u e b lo S a n t o . Q u iz á s el
c o n s t r u c t o r e s p a ñ o l a c c e d ió , v ie n d o la v e n ta ja m a n if ie s ta — la e s t a ­
b il i d a d — y el id e a l d e t r á s d e e llo : p r e s e r v a r v a lo r e s a n c e s t r a l e s y la
d e v o c ió n a la M a d r e y s u p a r e n t e l a a l c o n s t r u i r s o b re s u fu e r z a .
A p e s a r d e t o d o , lo s p u e b lo s d e la s A m é r i c a s m a n t u v i e r o n v iv a
a la S a n ta M a d r e e n lo s c im ie n to s d e lo s e d ific io s m á s g r a n d e s , p u e s
la g e n t e c o m p r e n d i ó q u e , a l ig u a l q u e c o n u n a p l a n t a , lo q u e m á s
i m p o r t a e s la r a i g a m b r e ; lo q u e r e a l m e n t e s o s tie n e , n u t r e , d a a p o y o
a to d o , e s lo q u e e s tá b a jo t i e r r a .
N o i m p o r t a q u é o q u ié n i n t e n t e o b s t r u i r s u p a s o , c o n s t r u y a e n ­
c i m a d e E l l a , la e n c i e r r e d e t r á s d e u n m u r o , E lla t o d a v ía e s t á a q u í.
T o d o s lo s q u e tie n e n o jo s p a r a v e r , la v e n . T o d o s lo s q u e tie n e n o íd o s
p a r a e s c u c h a r , la e s c u c h a n .
A s í e s c o m o e s to fu e b e n d ita m e n te p r e d e s tin a d o .
' *'' <if>
M a sa c re d e los s o ñ a d o r e s : I¿j M a d re M a n

La anciana m adre se sueña siem pre nueva

Q u iz á s s o ñ a m o s n u ev o s s u eñ o s s o lo p a r a n o s o tr o s m is m o s . P ero
es un h e c h o q u e ta m b ié n s o ñ a m o s s u e ñ o s v iejos, s u eñ o s r e c ic la d o s
q u e s o ñ a r o n o t r o s q u e v iv iero n m u c h o a n t e s d e q u e n a c ié r a m o s .
N os a s e m e j a m o s h a s t a e l m ín im o d e t a ll e a a lg u n o s d e n u e s tr o s
a n c e s tr o s d e e s ta m a n e r a : sus d o n e s y s u eñ o s n o m u riero n c u a n d o
su s v id a s f u e r o n h o r r ib le m e n t e tr u n c a d a s o d e m a s i a d o p r o n t o o
in clu so a l f i n a l d e u n a la r g a v id a.
E n t r e n u e s t r o p u e b lo , s in i m p o r t a r d e q u é g r u p o s t r i b a l e s p r o ­
c e d a m o s (y a lg u n o s v e n im o s d e v a r io s a la v e z ) , e n tr e t o d a la g e n te
a n c e s t r a l q u e t e n e m o s , h u b o s o ñ a d o r e s q u e s o ñ a r o n el p r e s e n t e , el
p a s a d o y el f u tu r o .
L a s llu v ia s d e d e s te llo s q u e s u s m e jo r e s s u e ñ o s y e n t e n d i ­
m ie n to s lib e r a r o n , e s tá n e n n o s o tr o s d e a lg u n a m a n e r a ta m b ié n :
e n i m p u l s o s , i n s p i r a c i o n e s r e p e n t i n a s , e n t o d o lo q u e a v e c e s
p a r e c e e s t a l l a r e n n o s o t r o s c o n f u e g o a d i c i o n a l p a r a h a c e r y s e r ...
y p a r a t r a e r d e v u e l t a a l a l m a d e s u ú n i c o c a m i n a r e n la t i e r r a d e
lo s m u e r t o s .
A u n q u e u n a g e n e ra c ió n d e s a p a re z c a d e e s ta T ie r r a , d e a lg u ­
n a m a n e r a m u c h a s d e la s e s p e r a n z a s , i d e a s y s u e ñ o s d e c a d a u n a
p a r e c e n b u s c a r t e r r e n o e n la s s ig u ie n te s . I n c lu s o si lo s d e s tr u y e n o
e n t i e r r a n , s u s m e j o r e s id e a le s a n c e s t r a l e s n o s l l a m a n a tr a v é s d e l
t i e m p o , f i l t r á n d o s e p o r el s u e lo m o d e r n o d e n u e s t r o s e r c o m o u n
p o z o a r t e s i a n o in a g o ta b le q u e d a s u s te n to a n u e s t r a e x is te n c ia .
A s í t a m b i é n s u c e d e c o n el r e c u e r d o d e la S a n ta M a d r e . L o s a n ­
tig u o s u s o s y b o n d a d e s t o c a n a la p u e r t a p a r a d e ja r lo s e n t r a r , p a s a n
así p o r m e d io de n o s o tr o s , y e n to n c e s p o d e m o s b u s c a r p o n e rlo s a
t r a b a j a r d e f o r m a s n u e v a s e n n u e s t r o p ro p io tie m p o .
T o d o b ie n q u e e s t e m o s b u s c a n d o t a m b i é n n o s b u s c a . T o d o b ie n
q u e a lg u n a v ez c o n o c i m o s en n u e s tr a g r a n fa m ilia h u m a n a n o s v o l ­
v e r á a e n c o n t r a r . L a p s iq u e e s u n u n i v e r s o p r o p i o e n el q u e n a d a
b u e n o se p ie rd e ja m á s d el to d o . C u a lq u ie r p a r t e p e r d id a o f a l t a n t c
d e lo S a g r a d o , la v o lv e re m o s a s o ñ a r d e n u e v o . S ie m p r e s o ñ a r e m o s
lo S a g r a d o olí a ve/,.
70 ''-*5
desatando a la M ujer ¿fuerte

C a s i p o r t o d a s p a r t e s d o n d e c a m i n é e n C h o lu la y lo s d im in u to s b a ­
r r i o s d e s u s a l r e d e d o r e s , m e in v ita r o n a e n t r a r e n c a s a s d e u n a s o la
h a b i t a c i ó n : t r e s p a r e d e s c o n u n lim p io p is o d e t i e r r a . C o m o o c u r r e
e n tr e la g e n te h u m ild e d e m u c h o s lu g a r e s d e A m é r i c a , la c u a r t a p a ­
r e d p o d r ía s e r u n a f lo r e c ie n te j a c a r a n d a , v i o l e n t a m e n t e m o r a d a , o
u n a o n d u la n te m o n t a ñ a a z u l e n la d is ta n c ia .
E n p e q u e ñ o s p a tio s , d u r a n te el c a l o r d e l m e d io d ía y e n t r e c o m i­
d a s b a ñ a d a s d e lim ó n , s u p e lo d e v o to s q u e m u c h o s e r a n d e la S a n ta
M a d r e . A q u í ta m b ié n la c o n o c e n p o r la s n a r r a t i v a s a p ó c r if a s y a n e c ­
d ó tic a s q u e h a n p a s a d o p o r la t r a d i c i ó n o r a l d u r a n te s ig lo s .
A lg u n o s to d a v ía r e c u e r d a n a la M a d r e S a n tís im a c o m o X ilon en ,
a v e c e s lla m á n d o la S a n ta X ilon en , L a M a d r e d el M aíz, M a d re M a i­
z a le s , M a d r e d e lo s C a m p o s d e M a íz ; a lg u n o s d e c í a n q u e e lla e s la
i m a g e n d e N u estra S e ñ o ra d e G u a d a lu p e.
A s u n c i ó n , m i d u lc e p e q u e ñ a g u ía e n lo s c a m p o s y f l o r e s d e e s a
t i e r r a , m e d ijo q u e L a M o r e n ita e s L a M u jer G ra n d e, q u e s o b re v iv ió a
la C o n q u is ta a p e s a r d e q u e t a n t o s s e r e s h u m a n o s y c o s a s n o lo c o n ­
s ig u ie r o n .
A c o s t a d a e n la h a b i t a c i ó n b a jo el á r b o l d o n d e d o r m í a , c o n u n
t e c h o d e h o ja s q u e d e ja b a v e r a l g u n a s e s t r e l l a s , p o d ía e s c u c h a r a
A s u n c ió n y a o t r a s a n c i a n a s y a n c i a n o s q u e « s o ñ a b a n e n v o z a l t a » ,
c o m o d e c ía n ; e n o t r a s p a la b r a s , r e c o r d a n d o c ó m o « fu e a lg u n a v e z » .
U n a d e la s h i s t o r i a s q u e m á s a m é fu e s o b r e la e s e n c i a d e N u e s tr a
S e ñ o r a d e G u a d a lu p e c a m i n a n d o e n tr e n u e s t r a g e n t e e n lo s d i v e r ­
s o s b a r r i o s , p o n ié n d o s e d if e r e n te s tra jes t íp ic o s , « d i s f r a c e s » , p o r ­
q u e c a d a b a r r io r e c o n o c í a su im a g e n d e d is tin ta m a n e r a .
A sí, e n el b o rd e d e e s te c a m in o u s a b a ytatls, m o ta s e s c a r la ta s d e e s ­
ta m b r e d e c a d a la d o d e la c a b e z a . E n o tr o p u e b lo al s u r d e C h o lu la , e s ­
ta b a cu b ie rta c o n u n v e lo p a r a p ro te g e r s e c o n t r a la s to r m e n t a s d e p o lv o
q u e se e le v a b a n en lo s c a m p o s re c ié n a ra d o s d o n d e c o n f r e c u e n c ia se le
p o d ía v e r g ir a n d o j u s t o a r r ib a d e la ti e r r a . E n o tr o e s ta b a r a p a d a , p a r a
m o s t r a r q u e se e n c o n tr a b a d e d u e lo . E n o tr o a p a r e c ía c o m p le ta m e n te
d e p ila d a , p a ra e x p r e s a r q u e n a d a c o r r u p to se p o d ía a f e r r a r a Ella.
t* v 71
Masacre de los soñadores: Xa M adre Maíz

E n v a r i a s p a r t e s la e n t e n d í a n c o m o u n a n i ñ a q u e m i r a b a h a c i a
su p r o p i a m a d r e , o t r o s e r s a n t o . E n a q u e l p u e b lo , u s a b a r u i d o s o s
c i n t u r o n e s d e c a p a r a z ó n d e t o r t u g a . E n u n o m á s , se v e s t í a d e c l e ­
m á tid e s , e n re d a d e ra s de b o tó n de o ro , c e m p a s ú c h il d el n a ra n ja
m á s a n a ra n ja d o . E n o tro , e sta b a p e rp e tu a m e n te e m b a ra z a d a d el
P e q u e ñ o , a v e c e s l l a m a d o El M a ñ u e lito , a v e c e s l l a m a d o e l N iñ o
Je s ú s .
E s t o , p e n s a b a y o , t e n í a t o d o e l s e n tid o p a r a e l a l m a : G r a n M u ­
j e r , S a n ta M a r ía , M a d r e M e r , N u estra S e ñ o r a , L a M era M e r a , e n s u
m i s e r i c o r d i a , a p a r e c e r í a d e c o r a d a , v e s tid a , s e m o s t r a r í a c o m o c a d a
a lm a e n la t i e r r a p u d ie r a , lo g r a r a m e j o r e n t e n d e r l a , c o m o la e n t e n ­
d ía n y e n tie n d e n e n s u s m ú ltip le s r e p r e s e n t a c i o n e s .
D is tin ta s i m á g e n e s , d i s tin to a r t e . D is tin ta s p e r s o n a s . D e c o m ­
p le x ió n o s c u r a , o jo s c l a r o s , o jo s o s c u r o s , p ie l d e b r o n c e , o jo s a z u le s ,
p e lir r o ja , d e p ie l b l a n c a , n a r iz g r a n d e , n a r iz p e q u e ñ a , p e r o s ie m p r e
c o n u n a c o n s t a n t e : s u s m a n o s , s ie m p r e s u s m a n o s g e n e r o s a s .
L a m is m a a lm a . L a m is m a h e rm o s a a lm a , N u e s tra M a d re . L a
m i s m a S a n t a M a d r e . L a m is m a .

Si con el tiem po la perdiéram os,


la volveríam os a im aginar

¿ S a b e n q u e los s u e ñ o s n o c t u r n o s a v e c e s p a r e c e n o f r e c e r i n f o r ­
m a c i ó n d e s l u m b r a n t e ? S í. N o s p a s a a t o d o s . C u a n d o h e m o s
e s ta d o v ia ja n d o o p e n s a n d o , a p r e n d ie n d o o ley en d o d u ra n te
el d ía , d e r e p e n te n u estro s s u e ñ o s n o c tu r n o s p a r e c e n m á s
v iv id o s d e lo u s u a l. E s c o m o si n u e s tr o i n c o n s c ie n t e e s c o g i e r a
a l g ú n d e t a l l i t o en el q u e h e m o s e s t a d o p e n s a n d o o v ie n d o c o n
la im a g in a c ió n , y e n t o n c e s el a l m a n o s s u e ñ a el p a n o r a m a m á s
a m p lio , n o p a r a q u e p o d a m o s co n e x a c titu d « s a b e r » a lg o
m á s a l l á d e lo o b v io , s in o p a r a r e c o r d a r a lg o im p o r t a n t e p a r a el
a lm a : a v e c e s el a l m a p r o p ia ; a v e c e s el a l m a d e u n s e r a m a d o ; a
r e c e s la s a l m a s d e u n a f a m i l i a o t r i b u ; a v e c e s , q u i l a s , el a l m a
del m u n d o .
72 ''* ?
desatando a la M ujer ¿fuerte

A lg o a s í m e o c u r r i ó m i e n t r a s m a n e j a b a p o r la C a r r e t e r a P a n a
m e r i c a n a d e s d e D e n v e r, C o lo r a d o , h a s t a la p u n ta d e la se lv a d el Da
r ié n , e n P a n a m á :

H a b ía m a n e ja d o m u c h o , d e te n ié n d o m e , q u e d á n d o m e , p r o ­
s ig u ie n d o m i c a m i n o . E n r e a lid a d m e e s ta b a s in tie n d o m u y
t r i s t e d e e s c u c h a r p o r s e m a n a s t a n t a s v ie ja s h is to r ia s c o n u n
tra s fo n d o p ro fu n d o a c e r c a d e u n a m u e rte g ro te s c a a m a n o s
d e lo s c o n q u is ta d o r e s y d e lo s q u e v i n i e r o n c o n e llo s y d e s ­
p u é s p a r a e s c la v iz a r y o c u p a r .
A s í q u e , u n a n o c h e , d u r m i e n d o j u s t o a la o r i l l a d e lo s
m a i z a l e s e n la s a f u e r a s d e C h o lu la , m a i z a l e s q u e o lía n t a n
v iv id a m e n te v e r d e s , s o ñ é c o n el o t r o n o m b r e d e X i l o n e n , la
M a d r e M a íz .
N o sé si e n r e a l i d a d e s t e e r a u n n o m b r e a n t i g u o q u e el
s u e ñ o i n t e n c i o n a d o tr a d u j o a l e s p a ñ o l o u n n u e v o n o m b r e
q u e lle g ó a la t i e r r a , o u n n o m b r e a b s t r a c t o al a z a r . S o ñ é q u e
la G ra n M u je r, M a d re M a Í £ , t a m b i é n se lla m a b a L a s S ed a s,
q u e s ig n if ic a r ía a lg o a s í c o m o « C a b e llo S e d o s o ... » .
E n m i s u e ñ o , vi c ó m o L a s S ed a s e n v o lv ía c o n d e lic a d e z a
su h e r m o s o p e lo d o r a d o y h ú m e d o r o d e a n d o p o r c o m p l e t o
c a d a c i l i n d r o d e m a í z d e n t r o d e s u s h o ja s v e r d e s . E n t e n d í
e n el s u e ñ o q u e s u p e lo d e m a íz s e d o s o e r a b a l s á m i c o p a r a
lo s t i e r n o s g r a n o s , p r o te g ié n d o lo s . E lla m a n t e n í a lo s g r a n o s
j u s t o a la t e m p e r a t u r a c o r r e c t a p a r a q u e p u d ie r a n c r e c e r , e n
lu g a r d e q u e m a r s e p o r c o m p le to b a jo el so l a r d ie n te .
L a s S e d a s , d u lc e m a d r e s in d u d a p a r a la s f o r m a s m á s
p e q u e ñ a s d e v id a . U n a m a d r e t i e r n a q u e u s a b a s u p e lo s e ­
d o s o p a r a c o n f o r t a r y p r o t e g e r lo ju g o s o , lo q u e c r e c e , lo i n o ­
c e n t e , la s f r u t a s q u e a ú n n o e s t á n l i s t a s , a s í c o m o a q u e lla s
lis ta s p a r a la c o s e c h a n u tr itiv a .
E n u n m o m e n t o d e lu c id e z e n el s u e ñ o p e n s é , E s ju s t o
c o m o a l l á en c a s a . A llá d o n d e c r e c í , u n v ie jo y e n t r e c a n o
g r a n j e r o c o n c a m i o n e t a d e ja b a q u e lo s n i ñ o s c o r r i é r a m o s
p o r s u s a lto s m a i z a l e s . P e r o n o s a d v e r tía a lo s p ih u e lo s q u e
73
M a sa c re ele los s o ñ a d o r e s : Xg M a d re M aíz

n o p e lá r a m o s la s h o ja s d e la s m a z o r c a s o e s o d a ñ a r í a a la s d e
la p la n ta .
E n m i s u e ñ o p u d e m i r a r h a c i a a t r á s e n e l t i e m p o a lo s
m a iz a le s d e m i n iñ e z : t a llo s d e m a íz c o n s u s a b r ig u ito s v e r ­
d e s r e v e s tid o s d e s e d a a m a r i l l a p a r a e v i t a r q u e lo s q u e m a r a
el s o l, p u e s e s ta e ra su ú n ic a p r o te c c ió n p a ra n o t r a n s f o r ­
m a r s e , d e d u lc e s y t i e r n o s , e n s e c o s y m u e r t o s .
P e r o d e s p u é s , e n m i s u e ñ o , v i a la d u lc e X i l o n e n , n o t a n
d u lc e , n o ta n fá c il d e m i r a r , s in o q u e , e n s u s o jo s , h a b ía c i e r ­
t a c o m b i n a c i ó n d e a m o r y f e r o c id a d a r d i e n t e .
E lla e x te n d ía s u m a n o p a r a m o s t r a r m e a lg o . « A c é r c a t e .»
E n su p a lm a h a b ía te r r ib le b e lle z a , u n g r a n o d e m a íz d o r a d o
q u e g o te a b a b r illa n te s a n g r e r o ja .
P o d ía s e n t i r c ó m o m i c o r a z ó n s a lta b a d e d o l o r , d e e m o ­
c i ó n , a m b o s . C o m e n c é a e n t e n d e r e s t o : d e a lg u n a m a n e r a ,
a u n q u e e n o r m e s m a i z a l e s s e d e s t r u y e r o n e n lo s in c e n d i o s
d e la C o n q u is ta , in c lu id o s lo s g r a n o s d e s e r e s v iv o s q u e e r a n
h u m a n o s y a n im a le s , in c lu id o s lo s g r a n o s q u e e r a n p la n ta s y
f lo r e s , a u n q u e t o d o s e llo s f u e r a n d e s tr u id o s , m i e n t r a s q u e ­
d a r a u n g r a n o f in a l d e m a í z , e s e ú ltim o g r a n o s e r ía n u t r i d o
p o r la s a n g r e m i s m a d e la g e n te i n ju s ta m e n te s e g a d a .
E s t e ú ltim o g r a n o d e m a íz e r a d e a lg u n a m a n e r a la M a ­
d r e , u n a s e m illa d e m a í z e t e r n a y e l e m e n t a l q u e y a c e r í a e n
la t i e r r a y s e r ía a p l a s t a d a p o r s o ld a d o s y a ú n a s í , d e s d e e lla ,
d e s d e e s t a s o la s e m i l l a , s u r g i r í a n d ie z m il s e m i l l a s , y c a d a
u n a d e e s a s d ie z m il s e r ía s im ie n te d e d e c e n a s d e m ile s m á s .
E s t a d u p lic a c ió n q u e p r o d u c e n u e v a v id a n u n c a c e s a r ía .
L a g e n te s e r ía a lim e n ta d a . L a g e n te v o lv e ría a p r o s p e r a r .
L o q u e fu e a s e s i n a d o v o lv e r ía e n f o r m a s d a n z a n t e s , o n d u ­
l a n te s , f lo r e c ie n te s y p le n a s .
T o d o e s t o p o r u n a s e m i l l a n u t r i d a c o n la s a n g r e d e lo s
a s e s in a d o s .

Desperté reteniendo apenas loque pensé que entendía de este sue­


no. Solíamos hacer coneursos de contar semillas en nuestras ferias
74 '<■ *!
desatando a la M ujer ¿fuerte

a g r í c o l a s j u v e n i l e s . S a b ía p o r m i c r i a n z a r u r a l q u e c a d a m a z o r c a
t i e n e e n t r e s e t e c i e n t o s y o c h o c i e n t o s g r a n o s , y h a s t a el m a í z m á s
p e q u e ñ o y e n a n o tie n e p o r lo m e n o s c u a t r o c i e n t o s . ¡I m a g in e n lo q u e
p u e d e s a l i r d e u n a s e m illa d e m a íz q u e b r o t e , si p r o d u c e p o r lo m e ­
n o s o c h o m a z o r c a s , o s e s e n t a y c u a t r o m il s e m illa s u n a s o la p la n ta
e n u n a t e m p o r a d a d e cu ltiv o !
N o o lv id a r ía la h i s t o r i a s a n g r i e n t a , lo q u e el p o lv o m i s m o l l e ­
v a b a e n T l a x c a l a , C h o lu la , P u e b la . P e r o e n m i s u e ñ o , la M a d r e d e
t ie m p o s i n m e m o r i a l e s d e c ía q u e h a s t a el d e r r a m a m i e n t o d e s a n g r e
lle v a d o a c a b o p a r a a s e s i n a r t o d o lo s a g r a d o n u t r i r í a a e s t a s e m illa
m i l a g r o s a q u e a s u v e z a l i m e n t a r í a a la g e n te .
P o d ía v e r d e c i e r t o m o d o c ó m o a p lic a b a e s to a lo s lu g a r e s r o t o s
d e m i p r o p ia v id a ta m b i é n . A l m i s m o t i e m p o , p e n s a b a q u é p a s a r í a
si p u d i é r a m o s t o d o s s e r u n p o c o c o m o L a s S ed a s: c a p a c e s d e p r o ­
t e g e r , e n v o lv e r c o n t e r n u r a lo q u e q u e d a d e n o s o t r o s y d e lo s d e m á s
d e s p u é s d e u n la r g o p e n a r , a u n si n o s q u e d a s o lo u n a l a s t i m e r a s e -
m illita , y a d e m á s c u b ie r ta d e s a n g r e .
Q u é a c titu d t a n b r illa n te a le ja r s e d e la s r u in a s e n a lg ú n m o m e n ­
t o b ie n ju s t i f i c a d o y e n f o c a r s e e n lo q u e q u e d a e n s a n g r e n t a d o . P e n ­
sé q u e L a s S e d a s t a m b ié n m o s t r a b a q u e el f u n d a m e n t o s o b re v iv e a
tr a v é s in c lu s o d e l d e r r a m a m i e n t o d e s a n g r e , el c o r a z ó n r o t o , q u e ­
m a d u r a s , a b a n d o n o s , t r a i c i o n e s , s e r s e g a d o s . C o m o lo s c i m i e n t o s
d e lo s t e m p lo s s o b r e lo s q u e se c o n s t r u y e r o n ig le s ia s d e la c o n q u i s ­
t a , s ie m p r e e s t a r á el f u n d a m e n t o ; s ie m p r e e s t a r á la ú l t i m a s e m illa ,
p u e s r e p r e s e n t a a N u e s tr a M a d r e , L a I n e x tin g u ib le .
S egu í re z a n d o , p re g u n ta n d o : « ¿N o so m o s to d o s p e rs o n a s que
h a n s id o e n a lg ú n t i e m p o y l u g a r a p l a s t a d o s d e u n a m a n e r a o d e
o tr a , y que a ú n a s í h e m o s lo g ra d o s o p o r ta r q u e n o s tu m b e n h a s ta
q u e r e s t a s o lo u n t r o c i t o s a n g r ie n to d e n o s o t r o s ? ¿ N o h a y “ a lg ú n l u ­
g a r ” d e n t r o o c e r c a d e n o s o t r o s d o n d e “ a l g o ” se a lz a p a r a p r o t e g e r a
e s a ú ltim a s e m illa q u e q u e d a e n n u e s t r a s a l m a s ? » .
A l s ig u ie n te d ía le c o n t é a A s u n c i ó n y s u s c o m a d r e s m i s u e ñ o
de L a s S ed as. E s ta b a n ta n ca lla d a s, ta n so m b ría s, q u e p o r u n m o ­
m e n t o p e n s é q u e la s h a b ía o f e n d id o s in q u e r e r y q u e lo d e s a p r o b a ­
b a n . N o e r a e s o . E s ta b a n im p a c t a d a s . « ¿ Q u ié n e r e s ? » , p r e g u n ta r o n .
* * 7 5
Masacre ele los soñadores: J¿i M adre M an

« ¿ Q u ié n e r e s , e n r e a lid a d ? » , y lu e g o p r o c e d i e r o n a i g n o r a r m is b a l ­
b u c e o s m i e n t r a s t r a t a b a d e c o n t e s t a r u n a p r e g u n t a t a n s im p le y ta n
d ifícil. Y a e s ta b a n p la n e a n d o u n d ía d e f ie s ta p a r a L a s S e d a s .
S a b ía n j u s t o l a s c o m i d a s p e r f e c t a s : el m a íz f r e s c o c o r t a d o d e la
m a z o r c a c o n u n c u c h illo filo s o , j u g o d e g r a n a d a , a lg o d e a g r a d a b le
c h o c o l a t e , u n a r ic a m a s a p a r a p r e p a r a r u n a e s p e c ie d e t a m a l c o n la s
h o ja s d e L a s S ed a s.
P a r a la n o c h e , y a m e h a b ía n m a n d a d o c o n u n a o r a c io n a d o r a ,
u n a r e z a n d e r a , p a r a h a c e r p l e g a r i a s p a r a L a F ie s t a d e L a s S e d a s .
N u e s tr a o r a c i ó n ib a m á s o m e n o s a s í: « S a n ta S e d a s , p o r f a v o r a y ú ­
d a n o s a s e n t i r o r g u l l o y d i g n id a d p o r h a b e r s o b r e v iv id o , s in i m ­
p o r t a r c ó m o fu e d e r r a m a d a n u e s t r a s a n g r e ; a c o n t e m p l a r la ú ltim a
s e m illa c o n c la r id a d . P o r fa v o r a y ú d a n o s a m u l t i p l i c a r t o d a b o n d a d ,
t o d a a m a b i l i d a d , t o d a p r o t e c c i ó n . A y ú d a n o s a p r o t e g e r la ú ltim a
c o s a b u e n a , q u e t o d a la d u lz u ra p u e d a c r e c e r d e s d e u n a s e m illa a
m u c h a s s e m illa s , y n o s a y u d e a to d o s» .

A hora, al pasado otra vez, para en ten d er


m ás de la indestructibilidad de la M adre

T a m b ié n m e p r e g u n t a b a si la s o la s e m illa d o r a d a c u b i e r t a d e s a n ­
g r e q u e L a s S e d a s s o s t e n í a e n s u p a l m a h a b í a s o b r e v iv id o o t r o d e ­
r r a m a m i e n t o d e s a n g r e a d e m á s d e la C o n q u is ta , u n o q u e d ic e n q u e
o c u r r i ó e n el c o r a z ó n d e lo q u e a lg u n o s lla m a n el M é x ic o d e la p r e ­
c o n q u is ta , p r e c i s a m e n t e c u a n d o lo s m a t o n e s - i n v a s o r e s d e s e m b a r ­
c a b a n e n la c o s t a e s te d e M é x ic o .
Se d ic e q u e o c u r r i ó u n a t r á g i c a m a t a n z a j u s t o a n t e s d e q u e lo s
e jé r c ito s d e l V ie jo M u n d o i n v a d ie r a n . E n e s e e n t o n c e s , s e c o n s i d e ­
r a b a q u e lo s s u e ñ o s n o c t u r n o s e r a n i n f o r m a c i ó n . L o s s u e ñ o s n o c ­
t u r n o s , c o m o v e m o s ta m b ié n en n u e s t r o s t i e m p o s , p u e d e n a d v e r tir ,
p u e d e n m o s t r a r c ó m o p r o te g e r . L o s s u e ñ o s n o c t u r n o s se e n te n d ía n
c o m o m e n s a je s e n v ia d o s p o r la M a d r e y e l P u e b lo S a n to , q u e a m a n
a s u s h ijo s , d e m u c h o s tip o s y to n a l i d a d e s y p ie le s . E s t o s m e n s a je s
lleg an c u a n d o las p u n ía s del a lm a se a b re n d el to d o : al d o r m i r .
76
desatando a la M ujer.fuerte

E s t a le y e n d a p e r s i s t e n t e h a b la d e u n s u c e s o h o r r e n d o d e s a ta d o
p o r el e m p e r a d o r m i s m o d e l p u e b lo a z t e c a , el c a c iq u e , el r e y - e m ­
p e r a d o r , M o te c u z o m a X o c o y o tz in , t a m b ié n c o n o c id o c o m o M o c t e ­
z u m a . L a h i s t o r i a se d e s e n v u e lv e a s í: el líd e r c e n t r a l d e lo s a z t e c a s ,
e n su a n g u s tia , d a ñ ó a lo s h ijo s d e la M a d r e a l v io le n ta r lo s s u e ñ o s .
E s c u c h e n ...

La m asacre de los soñadores

H a c e m u c h o t i e m p o , t a n l e ja n o c o m o e l h o r i z o n t e e n la s f é r t i l e s
p la n ic ie s , la a n tig u a t i e r r a m e x i c a n a e s ta b a c u b ie r ta d e v e r d e s m a i ­
z a l e s , u n a v a r i e d a d a n c e s t r a l d e m a íz q u e e x p l o t a b a c o n e n e r g ía y
f o r ta le z a p a r a la g e n te .
H a c e m u c h o t i e m p o , e s te m a í z s ilv e s tr e t e n í a c o l o r e s : d o r a d o ,
r o jo , a z u l, b l a n c o , n e g r o , a v e c e s g r a n o s d e m u c h o s c o l o r e s t o d o s
r e v u e lto s b a jo u n a s o la h o ja . A v e c e s lo s g r a n o s e r a n u n i f o r m e s e n
su a p a r i e n c i a , a v e c e s te n ía n f o r m a s i r r e g u la r e s p o r n a tu r a le z a .
A d if e r e n c ia d e lo s in v a s o r e s e x tr a n je r o s a ú n p o r lle g a r , q u e j u z ­
g a r í a n al p u e b lo n a tiv o c o m o « n o a c e p t a b l e » , el m a ñ e r a c o n s i d e ­
r a d o u n a G r a n M a d r e q u e n o d i s c r i m i n a b a e n c o n t r a d e s u s h ijo s ,
s in o q u e lo s a m a b a y a lim e n ta b a a t o d o s , q u ie n e s , c o m o E lla , v e n ía n
e n m u c h o s t a m a ñ o s , f o r m a s y c o lo r e s .
E n e s e t i e m p o , la M a d r e M a ñ s e c o n o c í a e n t r e a l g u n a s t r ib u s
n a h u a s o a z t e c a s a n c e s t r a l e s c o m o X i l o n e n . E n la s a g r a d a m e m o ­
r i a , X i l o n e n e r a e s p o s a d e T e z c a t l i p o c a , el i c o n o d e la M e m o r i a . L a
M e m o r i a y la M a d r e e s t a b a n u n id o s c o m o u n a f u e r z a , a m a d o s p o r
q u ie n e s c o n o c í a n s u s h is to r ia s . U n o s ie m p r e r e c o r d a r ía a su p ro p ia
M a d r e ; la M a d r e s ie m p r e r e c o r d a r ía a s u s h ijo s .

M o c t e z u m a , e n e s e e n t o n c e s s o b e r a n o d e la c i u d a d m á s g r a n d e
d e M é x i c o , T e n o c h titlá n , h a b ía e s t a d o e s c u c h a n d o r u m o r e s s o b r e
g u e r r e r o s d e p ie l p á lid a q u e d e s c e n d í a n c o m p l e t a m e n t e a r m a d o s
e n la c o s t a o r ie n ta l d e M é x ic o .
•w 77
Masacre de los soñadores: Madre M al :

S in e s t a r s e g u r o d e q u é h a c e r o c r e e r , el a tr ib u la d o M o c te z u m a
m a n d ó l l a m a r a lo s s o ñ a d o r e s tr ib a le s d e t o d o s lo s p u e b lo s a lo l a r ­
g o d e su im p e r io .
P o r t i e r r a , d e s d e c i e n t o s d e k iló m e tr o s d e d i s t a n c i a v in ie r o n lo s
s o ñ a d o r e s , v e s tid o s c o n s u s c e ñ i d o r e s , c a m p a n a s , c u e r o s , lin o s q u e
le s d ie r o n su s m a d r e s , c a p a s e m p l u m a d a s , j i c a r a s , p ie d r a s d e j a d e ;
q u ip u s , h ilo s a n u d a d o s p a r a c o n t a r ; s u s p e r g a m i n o s p a r a o r a r h e ­
c h o s d e c o r t e z a , s u s v a r a s p a r a c a m i n a r , b a s to n e s d e m a n d o , lo s b e ­
z o te s q u e le s a tr a v e s a b a n lo s la b io s , s u s p ie le s t a t u a d a s .
E s t o s v ia je r o s m u s c u lo s o s — v ie jo s , d e m e d i a n a e d a d y m u y j ó ­
v e n e s — s e d e j a r o n v e n i r d e s d e c a d a v a lle , c a d a v o l c á n , c a d a c u e ­
v a c o n u n a c a m a p o l i c r o m a d a p a r a c u r a r lo s s u f r i m i e n t o s , d e c a d a
f o r ta le z a d e p ie d r a , d e n o b le s d i n a s t í a s , d e lo s p u e b lo s p o lv o r ie n to s
m á s p o b r e s . T o d o s lle v a b a n s u e s p e jo d e s u e ñ o s .
A s í l l e g a r o n la s le g io n e s d e s o ñ a d o r e s a la c iu d a d d e i s la s f l o ­
t a n t e s d e l i m p e r i o m e x i c a , T e n o c h titlá n . S e p r e s e n t a r o n a n t e u n
M o c te z u m a a l t a m e n t e i n te r e s a d o y él o r d e n ó a lo s s o ñ a d o r e s q u e le
c o n t a r a n lo s s u e ñ o s q u e h u b ie r a n e s ta d o te n ie n d o s o b re la c o s a m á s
m i s t e r i o s a im a g in a b le : E l F u tu r o .

E n el c u r a n d e r is m o , la s c o s t u m b r e s a n c e s t r a l e s d e s a n a c i ó n c o n s ­
t a n t e m e n t e in v o lu c r a d a s e n lo s n u e v o s r e m e d io s d e s c u b ie r to s c o m o
e fe c tiv o s j u n t o c o n lo s a n t i g u o s y p r o b a d o s p o r el tie m p o , el « F u t u r o »
e n lo s s u e ñ o s p u e d e e n t e n d e r s e c o m o u n p la n o a m p lio y a b i e r t o d e
p o s ib ilid a d e s . P o r el p r e d o m i n i o d e s o ñ a d o r e s q u e v e ía n im á g e n e s
p a r e c id a s d e m a n e r a r e p e tid a , se e n te n d ía q u e u n a f a m ilia , u n g r u p o ,
u n p u e b lo , b ie n p o d r ía n lle g a r a s e g u ir u n a tr a y e c to r ia u o tr a .
L o s s o ñ a d o r e s tr i b a l e s a s u m i e r o n s u v o c a c i ó n p a r a s o ñ a r « p o r
e l p u e b lo d e e s te m u n d o » , c o m o s u s e r io c o m p r o m i s o c o n lo m á s
s a g r a d o d e lo S a g r a d o : c u i d a r , e d u c a r y p r o t e g e r la s a b id u r ía d e la s
a l m a s , a s í c o m o s u M a d re le s h a b ía e n s e ñ a d o a p r o t e g e r la s a b id u ría
d e la s p la n ta s y lo s a n im a le s .
Los soñadores tribales llevaban vidas de conducta correcta, sin
rencor ni vengan/,a, para permanecer lúcidos, en vez de obnubila
78
desatando a la M ujer ¿Fuerte

d o s , p a r a p o d e r e s c u c h a r , d e t e c t a r y v e r e n el e s p e jo d e lo s s u e ñ o s
lo s m e n s a j e s e n v ia d o s e n t r e lo s c ie lo s y la t i e r r a , p a r a c u m p l i r su
p r o m e s a d e s e r m e n s a je r o s lú c id o s .
L o s s u e ñ o s : e s te c o n ju n to d e p o r t a l e s d im in u to p e r o p o d e r o s o .
L a s p le g a r ia s d e lo s s o ñ a d o r e s p id ie r o n a ú n a la F u e n te m á s a lta q u e
s e le c o n c e d i e r a a l s o ñ a d o r la v is ió n e n s u e ñ o s , a s í c o m o u n a b o c a
d e m ie l p a r a d e c i r la v e r d a d y u n c o r a z ó n in m a c u la d o p a r a p o d e r v e r
a tr a v é s d e é l, p u e s se c o n s i d e r a al c o r a z ó n u n g r a n le n te d e c la r id a d
c a p a z d e f l o t a r s o b r e el p a s a d o , p r e s e n t e , f u tu r o , lo fin ito e in fin ito .
Y f i n a l m e n t e , lo s s o ñ a d o r e s p id ie r o n p o r t o d o e llo la g r a c i a d e r e ­
g i s t r a r c o n p r e c is ió n la s p o s ib ilid a d e s q u e v ie r a n e n lo s s u e ñ o s .

A u n q u e M o c t e z u m a y a h a b ía o íd o r u m o r e s d e c a m b i o s i n m e n s o s
c e r n ié n d o s e s o b re el im p e r io n a h u a , se d ic e q u e e n r e a lid a d d e s e a b a
q u e le d ije r a n lo c o n t r a r i o .
C o m o p a r t e d e la é lite g o b e r n a n t e , a n h e l a b a q u e el m u n d o q u e
h a b ía c o n s t r u i d o p o r m e d io d e f i e s t a s , a m e n a z a s , m a t r i m o n i o s y
g u e rra s n u n ca te rm in a ra .
P e r o lo s s o ñ a d o r e s t r i b a l e s e r a n a l m a s h o n e s t a s . N o p o d í a n
a p o y a r f a ls a m e n te la f a n ta s ía d e M o c te z u m a .
A l c o n t r a r i o , p e r m a n e c i e r o n fie le s a lo s s u e ñ o s q u e u n a f u e r z a
m a y o r le s o t o r g a r a . Se c u e n ta q u e le d ije ro n a M o c te z u m a q u e s o ñ a ­
r o n q u e él — y to d o A z t l á n — c a e r í a n , e s ta lla r ía n g r a n d e s in c e n d io s ,
e n o r m e s p ie d r a s c a e r í a n a t i e r r a , la s a n g r e c o r r e r í a y el a lm a m i s m a
d e M é x ic o s u f r ir ía e n o r m e m e n t e .

A l e s c u c h a r e s to , M o c te z u m a o r d e n ó q u e se lle v a ra a c a b o lo q u e q u i­
z á s p o d r í a e n t e n d e r s e c o m o u n a h o r r e n d a d e c is ió n t o m a d a p o r u n
h o m b r e c o n u n m ie d o a b y e c to , p e n a , o rg u llo e x c e s iv o . N o d e s e a b a s e r
d e p u e s to , y q u iz á s in te n tó h a c e r a lg o q u e n in g ú n h o m b r e p u e d e : a p a ­
r e n t a r s e r el C r e a d o r ... p u e s t r a t ó d e d e te n e r el t i e m p o , v o lv e rlo a t r á s .
S e d ic e q u e p la n e ó c ó m o i m p e d i r q u e lo s s o ñ a d o r e s s o ñ a r a n lo
q u e él n o q u e r ía . Q u e si t a n s o lo e v ita r a q u e lo s s o ñ a d o r e s d ie r a n n
r* v. 7?)
Masacre de los soñadores: l¿i Madre Mar:

c o n o c e r a lo s g r u p o s tr i b a l e s q u e h a b ía q u e c o m e n z a r a p r e p a r a r s e
p a r a e s te e n o r m e c a m b i o , p o d r ía d e t e n e r e l fin d e s u m u n d o c o m o
a lg u n a v e z lo c o n o c ió .

E n las m ú ltip le s h is to r ia s q u e h e e s c u c h a d o s o b re e s te s u c e s o , p a r a su
p r o p ia r u i n a , M o c te z u m a h iz o lo im p e n s a b le c o n p le n a c o n c ie n c ia .
O r d e n ó la m a t a n z a d e t o d o s lo s s o ñ a d o r e s .
Se d ic e q u e M o c t e z u m a c a m i n ó e n u n la g o d e s a n g r e e n t r e lo s
c u e r p o s d e lo s s o ñ a d o r e s a s e s i n a d o s , l l o r a n d o p o r la p é r d i d a d e
« m is h e rm o s o s s o ñ a d o re s » .
P e r o m u e r t o s e s t a b a n , y a c i e n d o e n s u p r o p ia s a n g r e c o m o s u a ­
v e s p i e d r a s p a r d a s d e c o r a d a s e n u n r ío r o jo b r illa n te . M u e r to s q u e ­
d a r o n . A s e s in ó h a s t a al ú ltim o s o ñ a d o r q u e h a b la r a e n v o z a lta d e s u
s u e ñ o ... y el fin a l d e l im p e r io e r a i n m i n e n t e , u n m u n d o m u c h o m á s
d e s p ia d a d o se a b r í a , el m u n d o q u e h a s t a e n t o n c e s t o d o s c o n o c í a n
s e r ía d e s tr u id o .
M o c t e z u m a , el ú ltim o líd e r d e m u c h o s p u e b lo s d e M é x ic o , p r o ­
v o c ó q u e la s a n g r e r o ja d e h a s t a e l ú ltim o g e n til e i n o c e n t e s o ñ a d o r
se h u n d ie r a e n la s a r e n a s d e la c iu d a d is la . E s t a s a n g r e d e lo s s o ñ a ­
d o r e s se f u e b a jo t i e r r a l a r g o y t e n d i d o ; s e d ic e q u e c o r r i ó y flu y ó ,
a r r a s t r a d a p o r la s llu v ia s y lo s r ío s p o r c ie n to s y m ile s d e k iló m e tr o s .
Y n o m u y le jo s e n el tie m p o — n i m u y le jo s e n h e c t á r e a s — a v a n ­
z a b a n a c a b a llo h o m b r e s c e ñ id o s c o n a r m a d u r a s h e c h a s d e g u a ta d e
a lg o d ó n g r u e s a s o b r e p u e s ta c o n e s c a m a s d e c u e r o , q u e u s a b a n v a i ­
n a s p a r a s o s t e n e r s u s e s p a d a s h e c h a s d e a c e r o t o l e d a n o , c o n s illa s
d e c u e r o q u e r e c h i n a b a n y h e b illa s e n lo s e s t r i b o s q u e t i n t i n e a b a n .
« L o s e x t r a ñ o s » , a q u e llo s a q u ie n e s m á s t e m í a M o c te z u m a . D e c u a l ­
q u ie r m a n e r a a v a n z a b a n d e s d e el e s te .
I m p la c a b le m e n te .

L a m a s a c r e d e lo s s o ñ a d o r e s h iz o q u e c a d a p u e b lo e n t o d o el i m p e ­
rio p e r d ie r a a su s o ñ a d o r , q u ie n s o ñ a b a n o so lo p o r la s a lu d d e e llo s ,
s in o p o r lo d o s .
80
Desalando a, la ¡Mujer J ik rl<

A l m a t a r a la g e n t e s a g r a d a , M o c t e z u m a c o n tr ib u y ó a s i l e n c i a r
la s b i b l i o t e c a s e s p i r i t u a l e s v i v i e n t e s , c a m i n a n t e s y p a r l a n t e s d e l
im p e r io .
G r u p o s tr ib a le s e n t e r o s p e r d ie r o n a s u s m e n s a j e r o s , c u y a s v id a s
e s t a b a n d e d i c a d a s a p e r m a n e c e r s a c e r d o t a l m e n t e e n t r e lo m u n ­
d a n o y el c ie lo , p a r a p o d e r p r o p o r c io n a r im á g e n e s , a r te , m ú s ic a ,
c a n c i o n e s , i d e a s , p o e s í a , b e n d i c i o n e s , c u i d a d o s , r e s p e t o p o r la s
c o n d u c t a s c o r r e c t a s , m e d i c i n a s , m ie l d u lc e s o b r e o b le a s d e m a íz
p a r a la s p le g a r ia s .
C o m o e n o tr o s lu g a re s y tie m p o s d e n u e s tr o m u n d o , in c lu s o
a h o r a , el líd e r n o se d io c u e n ta s iq u ie r a d e q u e , a l a s e s i n a r a lo s s o ­
ñ a d o r e s , h a b ía d e h e c h o a p u r a d o su p r o p ia m u e r t e y la d e s u i m p e ­
r io , p u e s y a n o q u e d a b a n a d ie q u e s o ñ a r a n u e v a v id a . Y n a d ie m á s se
a tr e v e r ía a d e c i r q u e e llo s e r a n lo s s o ñ a d o r e s d e la M a d r e , a l m a s e n
c r e c i m i e n t o c o n r a í c e s r e s p l a n d e c i e n te s s a lid a s d i r e c t o d e la t i e r r a
d e lo s s u e ñ o s al m u n d o r e a l.
S u c e d ió : lo s c o n q u is ta d o r e s lle g a r o n c o m p l e t a m e n t e a ta v ia d o s
p a r a la b a ta lla . A u n q u e M o c te z u m a le s o f r e c ió o r o , á g a p e s , t e s o r o s
d e o b je to s y m u je r e s m á s a llá d e c u a lq u ie r c o s a q u e p u d ie r a n h a b e r
im a g in a d o , lo s m a r i n e r o s - s o l d a d o s - m a t o n e s f e s te ja r o n , a c e p t a r o n
to d o el b o tín , y d e s p u é s d ie r o n m u e r te a M o c te z u m a a h í m i s m o , d e ­
j a n d o q u e su c a b e z a r o d a r a h a s t a la c a lle .
E l fin d e l m u n d o p a r a m u c h o s d e lo s p u e b lo s tr ib a le s d e M é x ic o
h a b ía c o m e n z a d o e n to d o s u fla g e lo .

Santa sangre de los soñadores: la M adre es


n u trid a por nosotros, y nos n utre a su vez

E s t a le y e n d a p a r e c e r í a t a n s o lo f u n e s t a s i n o f u e r a p o r e l s ím b o lo
d e e s a s a n g r e d e lo s s o ñ a d o r e s q u e s e h u n d e e n la t i e r r a y v ia ja a lo
la r g o y a n c h o .
P u e s e n s u c e s iv a s g e n e r a c i o n e s d e m e x ic a n o s , d e e s o s m i s m o s
c a m p o s s a n g r i e n t o s , e l p u e b lo t r i b a l a h o r a e s c la v iz a d o s ig u ió s in
e m b a r g o f o r ta le c ié n d o s e a ñ o t r a s a ñ o , d é c a d a t r a s d é c a d a , d ir e c ta
Hl
M a s a c r e d e los s o ñ a d o r e s : l'a M a d re A l a i ;

m e n te d é l a s a n g r e e n el s u e lo q u e se filtró h a c i a a r r ib a p a r a n u t r i r al
m aíz. L a G r a n G u e r r e r a d e l G r a n o , el g r a n o d e la G r a n M u je r , v o lv ió
a e r g u ir s e u n a y o t r a v e z .
A u n q u e d e s h u m a n i z a d o , el p u e b lo q u e c u id ó lo s c u ltiv o s h a s t a
su m a d u r e z c o m ió d e lo s m i s m o s , a li m e n t a d o s c o n la s a n g r e d e s u s
p r o p io s s o ñ a d o r e s s a g r a d o s .
M o c t e z u m a p e n s ó q u e p o d ía m a t a r e l F u t u r o a s e s i n a n d o a lo s
s o ñ a d o r e s . N o s e r ía el p r i m e r o n i el ú ltim o d i c t a d o r e n i n t e n t a r h a ­
c e r l o . L o s c o n q u is ta d o r e s p e n s a b a n q u e p o d ía n m a t a r a v o lu n ta d a
c u a l q u i e r a q u e s e le s o p u s i e r a . L o s q u e v i n i e r o n d e s p u é s c r e y e r o n
q u e p o d ía n m a t a r a la S a n ta M a d r e a l m a t a r la s a lm a s d e la g e n te .
P o c o s a b ía n q u e p o d í a n m a t a r a t o d o s lo s q u e e s t u v i e r a n a la
v is ta , p e r o n o a la M a d r e q u e e s ta b a d e n t r o d e l a lim e n to b á s ic o m á s
c o m ú n d e los in d io s, la s e m illa d e la v id a , el s im p le g r a n o d e m a íz .
P o r e s o , e r a « l a g e n t e » la q u e t e n í a el o r o v e r d a d e r o , la c la s e d e
o r o q u e lo s c o n q u is ta d o r e s n o p o d ía n v e r , n o p o d ía n c o r r o m p e r , n o
p o d ía n ro b a r , q u e de h e c h o n o c o d ic ia b a n , q u e d e h e c h o p a s a ro n
c o m p l e t a m e n t e p o r a lto : el g r a n o d o r a d o , e l m a íz , la M a d r e d o r a d a
q u e a h o r a e r a n u t r i d a p o r la llu v ia , m e z c l a d a c o n la s a n g r e d e r r a ­
m a d a y m e z c l a d a c o n la s l á g r i m a s d e la M a d r e p o r s u s h ijo s . A s í,
X ilo n e n n o fu e o lv id a d a . L a t i e r r a y el p u e b lo f u e r o n c o n q u i s t a d o s ,
p e r o la g r a n M a d r e n o p u d o s e r c o n q u is ta d a .
N o im p o r t a lo q u e t o d o s lo s d e m á s h i c i e r a n p a r a e r r a d i c a r l a , lo s
s u e ñ o s d e la g e n te c o n E lla s e g u ía n e n la s n o c h e s , in c l u s o c u a n d o
s u s i m á g e n e s y su id e a m i s m a a m e n u d o e s ta b a n p r o h ib id a s d u r a n -
te el d ía .
P e r o la p l é t o r a d e s u e ñ o s s o b r e la M a d r e s ig u ió : s e g u a r d a r o n ,
c o m p a r t i e r o n , e n t e n d i e r o n , d i s c u t i e r o n , s e a p r e n d i ó d e e llo s . L o s
s u e ñ o s d e la M a d r e v in c u la b a n a la g e n te c o n la s im á g e n e s q u e c a r ­
g a b a n m u c h o a n te s d e q u e lo s i n v a s o r e s lle g a r a n c a b a lg a n d o ; e s d e ­
c i r , c o n e c t a b a n c o n el a n tig u o C o r a z ó n I n m a c u la d o d e l M u n d o , c o n
el S a g r a d o C o r a z ó n a n c e s t r a l , a m b o s a p r e c ia d o s p o r el p u e b lo c o m o
los C o r a z o n e s d e S a n tid a d In e s tim a b le .
Desde el suelo mismo, lilla y sus soñadores siguieron regresan
do a la gente, lilla continuó volviendo y volviendo a la gente una v
82
Desatando a la M ujer ¿Puerte

o t r a v e z , m u ltip lic á n d o s e u n a y o t r a v e z , te m p o r a d a t r a s t e m p o r a d a
p a r a m o s t r a r su a m o r p e r d u r a b l e , y n u t r i e n t e , t a l c o m o u n s u e ñ o
p r o te c to r y v is io n a rio r e to r n a u n a y o tra vez p a ra in o c u la rn o s c o n
f u e rz a .

N o h a y p e r s o n a v iv a e n la t i e r r a h o y q u e n o h a y a c o m i d o el m a íz
d e lo s m á r t i r e s , el m a i ^ d e la M a d r e d e c u a lq u ie r n a c i ó n d e s t r o z a ­
d a p o r la g u e r r a , p u e s el m a íz d e s d e lo s t i e m p o s m á s r e m o t o s se h a
c u ltiv a d o e n c a d a t e r r e n o s o b r e el p l a n e t a c o n e x c e p c i ó n d e la A n ­
t á r t i d a , y q u iz á s in c l u s o a h í a n t e s d e l a d v e n im ie n to d e a lg u n a E r a
d el H ie lo h a c e m u c h o .
A s í, t o d o s lo s q u e h e m o s c o m i d o d e u n c u ltiv o d o r a d o n u t r i d o
p o r s a n g r e in o c e n te d e r r a m a d a s o b r e la t i e r r a p o d r ía m o s q u iz á s s e r
l la m a d o s a s o ñ a r p o r o t r o s a d e m á s d e n o s o t r o s m i s m o s : p a r a v e r lo
b u e n o y lo n o t a n b u e n o ; p a r a s o ñ a r id e a s , a y u d a s , e n t r a d a s , s a lid a s ,
e s p e r a n z a s q u e p u e d a n n u t r i r a la g e n te ; p a r a p r e p a r a r l a h a c ia el f u ­
t u r o , p e r o m á s q u e n a d a , p a ra s u s t e n t a r su s a lm a s , p a s e lo q u e p a s e .
Q u iz á s fu e e s ta le y e n d a , la M a s a c r e d e lo s S o ñ a d o r e s , n a c id a e n
el M é x ic o d e y p o s t e r i o r a C o r t é s , la q u e d io p a s o a u n o d e e s o s q u e
c o m i e r o n el g r a n o d o r a d o , u n o d e lo s p r im e r o s m ile s d e n u e v o s s o ­
ñ a d o r e s q u e s u r g ie r o n d e s p u é s d e d é c a d a s d e g u e r r a y d e s tr u c c ió n :
el p e q u e ñ o S a n to D on D iego, c u y o v e r d a d e r o n o m b r e e r a C u a u h t l a -
t o a t z i n , t a m b i é n c o n o c id o c o m o C u a u h té m o c , E l Á g u ila q u e h a b la .
É l e s q u ie n se s o ñ ó m á s a llá d e l C e r r o d e l T e p e y a c , d o n d e a lg u n a
v e z se le v a n tó el te m p lo d e la S a n ta M a d r e c o n la a d v o c a c ió n d e T o -
n a n t z i n , q u e s i g n if ic a b a , e n t r e m u c h o s o t r o s n o m b r e s , « H o n r a d a
A b u e la » , « R a íz V ita l d e l M a íz » y « M a d r e d e l M a íz » , « S ie te F l o r e s » ,
« M a d r e d e la s P ie d r a s P r e c i o s a s » .
A h í, e x a c t a m e n t e e n e s e m i s m o c e r r o , D o n D ie g o C u a u h t é m o c
e n t e n d i ó u n a n u e v a i d e a , u n a n u e v a a p a r i c i ó n d e la G r a n M u je r ,
q u e s e p r e s e n t ó a n t e él c o n el n o m b r e d e G u a d a lu p e . D ijo q u e E lla
lo a t r a j o c o n u n d u lc e a r o m a , y q u e c u a n d o se a c e r c ó m á s v io f lo r e s
q u e se a b r ía n y h e r m o s a s g e m a s q u e b r illa b a n e n la t i e r r a a su a l r e ­
d e d o r . Y su v o z y s u s p a la b r a s e r a n h e r m o s a s .
' * » ' 8.1
Masacre de los soñadores: Jjg Madre Mal:

Algunos dicen que la Madre se soñó tanto ante su gente que pu­
do realm ente ser vista por un pequeño y apacible hombre m oreno,
un sobreviviente que fue subyugado pero se volvió a levantar, uno
que estuvo comiendo del grano dorado que brotó de la carne misma
de los soñadores, los m ártires, que fluyó al interior de la Madre Sa­
grada y dio brillo a su piel herm osam ente colorida.

Esto seríamos nosotros también

Así como n u estra M a d re,


la M a d re M a íz n o s h a m ostrado
la m a n e r a d e reg resa r:
p la n ta
s o lo
una
s e m illa .
S a b e m o s c ó m o p la n t a r
c u a lq u ie r p e q u e ñ a s e m illa q u e q u e d e d e n o so tro s...
p u es somos los hijos de los s o ñ a d o r e s
s o m o s los h ijos d e los m á rtires,
s o m o s los hijos d e n u estra M a d r e , p a r a s iem p re.
S o m o s la ú ltim a s e m illa
c u b ierta d e sa n g re...
s ie m p r e v o lv e r e m o s a levantarnos
y a vivir o tr a vez...
s ie m p r e e n c o n tr a r e m o s m a n e r a s
d e m u ltip lic a m o s ,
de p rosperar,
d e vivir d e n u ev o en la tierra ,
m ien tra s g ir a m o s p o r los cielo s...
en los b r a z o s d e n u estra M ad re.
6
« L A C A M IS A D E F L E C H A S » :
ELLA EN SEÑ A A PR O T EG ER A LO S V U LN ER A B LES ,
S IN E X C E P C IÓ N

¡El Memorare, recuerda!

Memorare

Porque...
Ella no puede ser dañada,
.v *
pues lilla v el N iño Divino
son Eternos...

Porque...
Ella está segura
de la Divinidad de su propio Hijo
v de lo absolutam ente
im perecedero
de las enseñanzas de su Hijo...

Ella siem pre, inm ediatam ente


acude
—a través de n osotros—
para protegerá cada niñ o de la
Tierra...

«Nuestra Señora, la Camisa de flechas: Ella enseña


a proteger a los vulnerables, sin excepción»
86
desatando a la M ujer ¿Fuerte

/ * ) o s c a z a d o r e s y f o r ja d o r e s d e a r c o s d e l v ie jo p a ís e n t ie m p o s d e
m m i p a d r e y m is a b u e lo s t e n í a n la s m a n o s t o s c a s p o r el tr a b a jo
13^ . d u r o , y la s v o c e s á s p e r a s y f u e r t e s p a r a p o d e r l l a m a r s e e n tr e
e l l o s ^ T l o s c a b a l l o s a l o t r o l a d o d e r i s c o s y c a m p o s . S u s v o c e s se
te m p l a b a n c o n lo s p u r o s , lo s á s p e r o s v in o s c a s e r o s o la s p l e g a r i a s
a n c e s t r a l e s ; c o n f r e c u e n c ia u n a c o m b i n a c i ó n d e d o s o m á s d e e llo s .
L o s h o m b r e s r e p e t í a n s u s h i s t o r i a s d e s a b id u r ía e n t r e e llo s y a
lo s j ó v e n e s , u n a y o t r a v e z . C o m o c a z a d o r e s h a b ilid o s o s , c r e í a n q u e
h a b ía v a r io s i n m o r t a l e s q u e j a m á s p o d r ía n s e r m u e r t o s p o r f le c h a s ,
e n t r e e llo s el c ie r v o b l a n c o , el C o r a z ó n d e l C r e a d o r y el a m o r d e u n
p a d r e p o r su h ijo .
A d e m á s , lo s a n c i a n o s te n ía n u n a e x p r e s ió n s o b re u n a id e a o p e r ­
s o n a q u e h a b ía sid o in ju s ta m e n te v ilip e n d ia d a p o r lo s e s c é p tic o s . S o ­
b r e e s a p e r s o n a d e c ía n c o n a d m ir a c ió n : « L le v a la c a m i s a d e f le c h a s » .
E s o s ig n if ic a b a q u e , in c lu s o c u a n d o a lg u ie n h a b ía s id o a t a c a d o
p o r q u ie n s e a o p o r c u a lq u ie r c o s a , s in i m p o r t a r c ó m o o p o r q u é , el
a lm a e t e r n a n o p o d ía s e r t o c a d a . E l a lm a s e g u ía e x is tie n d o c o n v id a
p le n a m i e n t r a s r e s i s t í a , a u n b a jo u n a c a m i s a a g u je r e a d a p o r a s t a s y
v a r a s p u n z a n te s .
L a « c a m i s a d e f le c h a s » e r a c o n s i d e r a d a u n a a r m a d u r a h o n o r a ­
b le , h o n r o s a ; lo q u e e s i n m o r t a l n o p u e d e s e r d a ñ a d o p o r m o r t a l e s
e n c le n q u e s , s in i m p o r t a r s u e s t r u e n d o , s in i m p o r t a r s u p e r s i s t e n ­
c ia , s in i m p o r t a r s u a m a r g u r a , f a n a t i s m o o s e d d e p o d e r .
A s í ta m b i é n la G r a n M u je r, q u e e s la P r o t e c t o r a d e t o d o s s u s h i ­
j o s ; e lla ta m b ié n e s c a p ó a p e n a s d e la c e g u e r a , d e lo s h o s tig a m ie n to s y
a ta q u e s d e su ti e m p o , n o s o lo e n c o n t r a su y a s in o c o n t r a s u H ijo , E lla
s a b e . E lla e s la q u e s a b e . E lla ta m b ié n lle v a la c a m is a d e fle c h a s .

M em orare, la plegaria ancestral a la M adre


del am or radiante: antecedentes

S e n o s d io u n a o r a c i ó n , u n a p l e g a r i a t a n a n c e s t r a l q u e d e f o r m a
s o r p r e n d e n t e s ig u e t e n i e n d o e c o e n la s s e n s ib ilid a d e s h u m a n a s a
tr a v é s d e l i t e r a lm e n te m ile s d e a ñ o s , d e lu g a r e s y d e p e r s o n a s . A di
•* - H7
¡ti Memorare, m m rtla !

f e r e n c i a d e la s m o d a s , e s t a o r a c i ó n lle v a t a n t a c o m p r e n s i ó n d e la s
n e c e s id a d e s m á s p r o f u n d a s d el a l m a , e s ta o r a c i ó n e s t a n c a r e n t e d el
m í n i m o d e s d é n p o r la s d e b ilid a d e s y fla q u e z a s h u m a n a s , e s t a n g e ­
n e r o s a c o n s u a b r a z o c á lid o p a r a t o d o s , q u e n u n c a p o d r á p a s a r d e
m o d a . C o n f ío e n q u e la s a l m a s g u e r r e r a s la s e g u ir á n m a n t e n i e n d o
v iv a p o r m ile s y m ile s d e a ñ o s m á s .
E s ta p le g a ria es u n g rito a la M a d re S a n tís im a en c u a lq u ie r
m o m e n t o e n q u e la s f le c h a s d e l d a ñ o v u e le n h a c i a n o s o t r o s , h a c i a
E l l a , h a c i a la s e n s e ñ a n z a s y a c c i o n e s d e A m o r e t e r n o q u e s e g u im o s
y l i t e r a l m e n t e l u c h a m o s p o r r e p r e s e n t a r e n e s t e m u n d o . Q u ie n e s
a p r e n d i m o s e s ta h e r m o s a o r a c i ó n e n n u e s t r a n iñ e z la t e n e m o s c o ­
m o n u e s t r a s e ñ a l, c o n t o d o el c o r a z ó n , a la S a n ta M a d r e d e q u e e s ­
t a m o s e s c a p a n d o d e g r a n p e lig r o , y q u e m i e n t r a s h u im o s h a c i a E lla ,
c r e e m o s q u e n u e s t r o lla m a d o d e p r o t e c c i ó n y a u x ilio — p o r m e d io s
h u m a n o s y u ltra m u n d a n o s— se rá e scu ch ad o .
D e n i ñ o s e n te n d im o s q u e u n a v e z q u e d á b a m o s e s te g r i t o m o r t a l
p o d í a m o s , c o n t o d a c o n f i a n z a , e s p e r a r q u e d e a lg u n a m a n e r a l l e ­
g a r a la a y u d a e s p ir itu a l y h u m a n a a n o s o t r o s p a r a r e s t a ñ a r n u e s t r o
s a n g ra d o , a r r e g la r n u e s tro s c o ra z o n e s a s u s ta d o s , p ro te g e rn o s i n ­
c o n d i c i o n a l m e n t e d e m a n e r a s p a lp a b le s y p l a n t a r s e e n t r e n o s o t r o s
y lo in ju s to .

D esatar esta plegaria ta n pequeña


«que lo dice todo», y aú n así...

H e re z a d o a m á s n o p o d e r d u ra n te m o m e n to s d e g ra n d e s trib u la ­
c io n e s y s u f r i m i e n t o s e n m i v id a y a l s e r v i c i o d e la s v id a s d e o t r o s
que b a ta lla n ta m b ié n , p e rs o n a s que c o n o z c o y co m p le to s d e s c o n o ­
c id o s a q u ie n e s s ie n to q u e e n a lg u n a p a r t e d e l m u n d o e s t á n o r a n d o
p o r s o c o r r o y f o r ta le z a . C o n f o r m e e n v e je z c o , m á s s ie n to , m e n o s h a ­
b lo y m á s r e z o , d e t a n t a s y t a n d is tin ta s m a n e r a s .
Y sin e m b a r g o n o lo s c o n f u n d ir é . A p e s a r d e l h e c h o d e q u e s i e m ­
p re , s ie m p r e , s ie m p r e lle g ó a y u d a d e la s t á b a t m á ter, « la m a d r e q u e
m in e a a b a n d o n a r á su p u e s to » , a p e s a r d e q u e N u e s tra M a d re s ie m
88
desatando a la M ujer ¿Fuerte

p re e s t á c o n n o s o t r o s p a r a a y u d a r n o s y « a y u d a r n o s a a y u d a r » a lo s
p o b r e s , a lo s q u e f u e r o n p a t e a d o s a la o r illa d e la c a r r e t e r a , a p e s a r
d e l h e c h o d e q u e la a y u d a e s p ir itu a l lle g ó p a r a p e r m i t i r n o s p r o t e ­
g e r la s v e r d a d e r a s b e lle z a s y el p o r t e m a j e s t u o s o d e la n a t u r a l e z a ,
d e n u e s t r a s a l m a s , d e la s h e r m o s a s b e n d ic io n e s d e n u e s t r o m u n d o
c o r p ó r e o , a v e c e s lo s m is m o s s e r e s h u m a n o s n o s fa lla b a n . Su a y u d a ,
su e n t r e g a d e p r o t e c c i ó n in e q u ív o c a , n o l le g a r o n s u s t a n c ia l m e n t e .
E n l u g a r d e s e r t e s t i g o s y a y u d a n te s , se a le ja r o n , o si n o , o f r e c i e r o n
c o m o r e m e d io s o lo p o lv o .
Q u iz á s e s te f e n ó m e n o o c u r r a p o r q u e , c o m o r a z a h u m a n a , t o d a ­
v ía n o e s t a m o s c o m p l e t a m e n t e f o r m a d o s , n o e s t a m o s d e s p i e r t o s ,
n o s p a s a m o s d e lis to s c u a n d o i n t e n t a m o s « t o m a r p o s i c i ó n » a c e r c a
d e o t r o s , s in c o n o c e r la lín e a c l a r a y b r illa n te q u e h a y e n t r e el a m o r
s a n tif ic a d o p o r o t r o s , a d if e r e n c ia d e l a m o r s im p lif ic a d o .
A u n q u e v iv im o s e n el s ig lo X X I , q u iz á s s ig a m o s e n t ie m p o s a n ­
t e d i l u v i a n o s e n a lg ú n r i n c ó n o s c u r o d e l c e r e b r o d o n d e , c o m o al
p r in c ip io d e la p a r á b o l a d e l B u e n S a m a r i t a n o , lo s v ia je r o s y p r e l a ­
d o s le d a n la e s p a ld a f r í a m e n t e y c r u z a n al o t r o la d o d e la c a lle p a r a
e v i t a r a e s a a lm a m e d io a s e s i n a d a y g o lp e a d a , t i r a d a e n el b a r r a n c o
y s a n g r a n t e . E s a a n tig u a h is to r ia c u e n ta la d e c is ió n e s c a lo f r ia n te d e
d e j a r m o r i r a « lo s d e u n a tr ib u q u e n o e s la d e u n o » , d e ja r q u e lo s
h e r id o s s a lg a n a flo te y b a ta lle n s o lo s .
Q u iz á s to d a v ía c a r g a m o s t o d o s e n e x c e s o u n v ie jo r a s g o a n im a l
n o c u e s t i o n a d o s e g ú n el c u a l, s in p e n s a r o in v e s tig a r , la s p r e s u n t a s
c r i a t u r a s a lf a , lo s líd e r e s d e u n a m a n a d a , s e s e p a r a n d e lo s h e r id o s
p o r q u e el « e s c a l ó n m á s a lto d e la s c r i a t u r a s » , p o r la e x t r a ñ a r a z ó n
q u e s e a , v e a lo s q u e n e c e s i t a n a lg o c o m o « m á s b a jo s » o « m e n o r e s » ,
o « p e lig r o s o s p a r a la j e r a r q u í a » d e a lg u n a m a n e r a r e le v a n te .
Q u iz á s e s p o r e s t o t a m b i é n q u e , c u a n d o lo s h u m a n o s s e a lz a n
p o r e n c i m a d e e s e i n s t i n t o e l e m e n t a l d e s o lo p r e s e r v a r s e a s í
m i s m o s y a lo s « s e m e j a n t e s » e n u n a j e r a r q u í a , y e n l u g a r d e e llo
o fre c e n re s p u e s ta s e in te rv e n c io n e s p ia d o s a s , in c lin á n d o s e d e c i­
d i d a m e n t e p a r a a t e n d e r , d e f e n d e r y p r o t e g e r a lo s v u l n e r a b l e s ,
o s a c á n d o l o s a d e l a n t e a u n l u g a r s e g u r o , c o m o h i z o el v i a j e r o d e
S a m a ría , e n to n c e s e so s c o ra z o n e s y a lm a s d e s p ie rto s p a re ce n
• > ' ' 89
¡ t i M e m o r a r e , re c íte n la !

a ú n m á s m i l a g r o s o s y m u y a l t a m e n t e e v o l u c i o n a d o s e n la a s u n ­
ció n d el v e rd a d e ro tra b a jo d el a lm a en la tie r r a . E s t a r a te n to a
la s a l m a s v i v a s , q u e r e s p i r a n , d e lo s d e m á s , t o d a s l a s a l m a s ; n o
s i e m p r e y a n t e t o d o e l r e b a ñ i t o p r o p i o , n i la c u l t u r a d e l m o m e n t o
c o n su r a n c i o m e t a b o l i s m o p o l í t i c o , s in o a l a l m a v iv a c o n n e c e s i ­
d ad d e c o n s u e lo , fo rta le z a y p ro te c c ió n fé rre a .
S in e m b a r g o , si b ie n lo s h u m a n o s a v e c e s a ú n q u e d a n m a l u n o s
c o n o t r o s , p e s e a to d o , el g r ito d e e s ta o r a c i ó n se v ie r te h a c i a el U n i ­
v e r s o , ll a m a n d o a u n a c o n c i e n c i a p le n a y u n e f e c to t o t a l e n lo s q u e
e s t á n h e r i d o s . L a c r e e n c i a d e t r á s d e e s to e s q u e , si u n o e s d e e s p e ­
r a n z a y f e , t i e n e v e r d a d e r a e x p e c t a t i v a d e q u e v e n d r á el b ie n , y si
o r a m o s e s t a o r a c i ó n , ll o r a m o s e s te lla n to , s u p lic a m o s e s t a s ú p lic a ,
c u e s te lo q u e c u e s te (n o c o m o p a t é t i c a s c r i a t u r a s r a s t r e r a s , s in o c o ­
m o q u ie n e s r u g e n a n te la i n j u s t i c i a ) , h a b r á u n e f e c t o , y e n u n b u e n
s e n t i d o , e n y p a r a o t r o s s e r e s h u m a n o s . A u n q u e el l l a m a d o e s u n
g r ito d e s o c o r r o a la M a d r e , es al m i s m o t i e m p o u n lla m a d o s in c e r o
a i n t e r r u m p i r el s u e ñ o d e la s p e r s o n a s q u e n o s r o d e a n .

La oración ancestral

E s c r i t a e n la tín a n tig u o , la in te n c ió n d e e s ta o r a c ió n e r a r o m p e r el c o ­
r a z ó n . .. p a r a a b r ir lo . E s u n g r ito d e a y u d a , e n a la b a n z a a n u e s t r a M a ­
d r e e je m p la r : u n a c t o d e fe p a r a q u e p o d a m o s p e r m a n e c e r v iv o s e n lo
m u n d a n a l y e n el m i s t e r i o , e n a m b o s . L a o r a c ió n lla m a a to d o s a d e s ­
p e r t a r p a r a c o m p o r t a r s e , p e n s a r y a m a r c o m o lo h a c e la S a n ta M a d re :
c o n la c o n c ie n c ia m á s p le n a , la e x p e c ta tiv a m á s p le n a , u n a c o m p r e n ­
s ió n m u c h o m á s p le n a , u n a v o lu n ta d m u c h o m á s p le n a d e a c t u a r p a r a
a y u d a r a l a l m a , e n la p r o p o r c i ó n h u m a n a m á s b r illa n te y e fe c tiv a q u e
p o d a m o s l o g r a r . T e n e r m u c h a m e n o s f r i a l d a d , m u c h a m á s c a lid e z
h a c i a u n o m i s m o y lo s d e m á s ; m u c h a m á s i n t u i c i ó n , m u c h a m e n o s
c e g u e r a h a c ia lo q u e r e a l m e n t e im p o r t a e n el C ie lo . L a o r a c i ó n se l l a ­
m a M e m o r a r e , q u e s ig n ific a «¡R ecu erd a!» , y d ic e a sí:
90 ' í -jés
desatando a la M ujer ¿Fuerte

5*.Sr -t-jfcí
Memorare

A c o r d a o s , ¡oh p ia d o s ís im a V irgen M aría!, q u e


j a m á s se h a o íd o d e c ir q u e n in g u n o d e los q u e h a n
a c u d id o a v u estra p r o tec c ió n , im p lo r a d o v u estra
a s is te n c ia y r e c la m a d o v u estro s o c o rro , h a y a sid o
d e s a m p a r a d o . A n im a d o p o r e s ta c o n fia n z a , a Vos
ta m b ié n a c u d o , ¡oh M a d re, V irgen d e las vírgen es!,
y g im ie n d o b a jo el p e s o d e m is p e c a d o s m e a tr ev o a
c o m p a r e c e r a n te v u estra p r e s e n c ia s o b e r a n a . ¡Oh,
M a d r e d e D ios!, n o d e s e c h é is m is s ú p l i c a s , a n te s
b ien e s c u c h a d la s y a c o g e d la s b en ig n a m en te.
A m én .

E s t a p a l a b r a , M e m o r a r e , e s c o g i d a c o m o la p r i m e r a p a l a b r a e n la
p r i m e r a lín e a d e la o r a c i ó n , n o s ig n if ic a v u é lv e te a t r á s y b u s c a a lg ú n
in s u ls o r e c u e r d o , s é d e p a r e c e r liv ia n o . N o e s u n e s f u e r z o d é b il p o r
re co rd a r.
N o , e s te M e m o r a r e s ig n if ic a : ¡R ecu erd a! ¡D esp ierta! E s u n a o r ­
d e n d e s d e el a l m a p a r a q u e r e c u e r d e s q u ié n e r e s y q u é p o d e r e s n a ­
c ie r o n d e n t r o d e t i ; q u e tú e r e s el h ijo , la h ija d e la M a d r e S a n tís im a .
E s t e M e m o r a r e e s u n a o r a c i ó n p a r a a c u d i r a E lla q u e d a r í a s u v id a
p o r u n n iñ o ; E lla q u e e n s e ñ a , a y u d a , i n te r c e d e p o r el e s p í r i t u - n i ñ o ;
E lla q u e c l a r a m e n t e l l a m a a lo s q u e t i e n e n o íd o s p a r a e s c u c h a r y
o jo s p a r a v e r la n e c e s i d a d d e l n i ñ o y s u s d o n e s , y la s tr i b u l a c i o n e s
d e l n i ñ o ; y la s i n te r v e n c io n e s n e c e s a r i a s d e lo s p o d e r e s m a y o r e s d e
f o r m a t a n t o h u m a n a c o m o a n g é l i c a , e n n o m b r e d e l n i ñ o , a m b a s lo
a n te s p o s ib le y p a r a el la r g o p la z o .
I n c lu s o c u a n d o la G r a n M u je r lle v a la « c a m i s a d e f l e c h a s » q u e
le fu e i m p u e s t a v i o l e n t a m e n t e p o r la r i d i c u l i z a c i ó n , e l d e s d é n , el
o p r o b io d e la c u l t u r a d o m i n a n t e p o r s u p o s t u r a s in t r e g u a d e p r o ­
t e g e r a t o d a s la s a l m a s v u ln e r a b le s d e la t i e r r a , E lla s ig u e a p e s a r d e
t o d o p r o t e g i e n d o e i n t e r c e d i e n d o p o r el e s p ír itu d e l n iñ o e n t o d a s
la s a l m a s , d e to d a s la s e d a d e s .
t*w f)|
iti Memoran %reel leniti!

A E lla n o se le p u e d e h a c e r d a ñ o . L o q u e r e p r e s e n t a n o p u e d e s e r
d a ñ a d o . L a s e n s e ñ a n z a s d e s u D iv in o N i ñ o n o p u e d e n s e r a fe c ta d a s . E s
u n o rz u e lo e n el ojo d e lo s q u e c r e e n q u e d e b e n a c t u a r e n c o n t r a d e e s te
o d e a q u e l p a r a p r o te g e r la . E lla n o n e c e s ita p r o te c c ió n . E lla e s e te r n a .
Q u ie n e s n e c e s ita n p r o te c c ió n , q u ie n e s s ie m p r e re q u ie r e n p r o t e c ­
c ió n y j u s t i c i a , s o n la s a l m a s d e s u s h ijo s t e r r e n a l e s y v u ln e r a b le s , s in
i m p o r t a r su e d a d . E l H ijo m i s m o d e la G r a n M u je r lo d ijo s in r o d e o s :
L o q u e h a g a s a l m á s p e q u e ñ o d e n o s o tr o s , m e lo h a c e s a Mí.
D e e s a m a n e r a , la M a d r e q u e u s a la « c a m i s a d e f l e c h a s » n o s
e n s e ñ a q u e el l u g a r p a r a t o d a s la s a l m a s e s b a jo la a r m a d u r a d e s u
m a n t o e s t r e l l a d o , a c u n a d o s j u n t o a s u p r e c i o s o N iñ ito . E lla a s u m e
la p r o t e c c i ó n d e to d o s.
A s í q u e , a p e s a r d e lo s d e f e c to s h u m a n o s , lo s p r o p io s y / o d e lo s
d e m á s , s e g u im o s e n t o n a n d o el M e m o r a r e p a r a q u e t o d o s , lo s q u e
v e n , lo s q u e v e n a m e d i a s y lo s q u e a ú n n o v e n , lo s q u e e s c u c h a n
y lo s q u e n o , lo s d e c o r a z ó n p l e n o y lo s q u e n o s o n e x a c t a m e n t e
d e s p i a d a d o s s i n o , q u iz á s m á s p r e c i s a m e n t e , lo s q u e - n o - t i e n e n -
a ú n - e l - c o r a z ó n - p l e n o , te n g a n to d o s ap o y o de fo rm a s q u e p u e d a n
a y u d a rlo s y , a n o s o t r o s , a e s t a r e n t e r o s d e n u e v o . A t o d o s s e n o s e n ­
tie n d e c o m o d ig n o s d e c o m p r e n s i ó n y m i s e r i c o r d i a . C o n la M a d r e
S a n tís im a , n a d ie q u e d a f u e r a .

Colofón para este grito ancestral a la Santa M adre

A q u í e s t á ta m b i é n la o r a c i ó n e n la tín a n tig u o :

M em o rare

M e m o ra re, O p iis s im a V irgo M a ria , n on e s s e


au d itu m a s a e c u lo , q u e m q u a m a d tu a cu rren tem
p r a e s id id , tua im p lo r a n te m a u x i l i a , t u a p e te n te m
su ff r a g i a , e s s e d erelic tu m . Figo tali a n im c itu s
co n fid c iiliu , a d le, Virgo V irginum , Ma ter. cu rro,
92 ■'¿-5É5
Úesatando a la M ujer fu e rte

a d te vertió, c o r a m te g em erts p e c c a t o r a ssisto . N oli,


M a te r V erbi, v e r b a m e a d e s p ic e r e ; s e d a u d i p r o p itia
e t e x a u d í.
A m en.

E n la tín , M e m o r a r e n o s o lo s ig n if ic a r e c o r d a r v a g a m e n t e , s in o c o ­
n o c e r l a c o n el c o ra z ó n , l l a m a r c o n el co r a z ó n , c e n t r a r s e e n r e c o r d a r
el e s p ír itu d e l n iñ o h u m a n o y la M a t e r M a g n a ... c o n el co ra z ó n .
E s t e n o e s u n g r i t o a la M a d r e S a n t í s i m a p a r a q u e n o s r e c u e r ­
d e , s in o u n m a n d a t o a n o s o t r o s m i s m o s p a r a q u e la r e c o r d e m o s : su
i n v e n c ib ilid a d , s u f i r m e z a p o r n o s o t r o s , s u s c u a l i d a d e s g u e r r e r a s
p r o t e c t o r a s h a c i a lo s n i ñ o s , h a c i a la s a l m a s e n c u a lq u ie r a d e n o s o ­
t r o s q u e a f i r m a m o s s e g u irla e n m e n t e , id e a s y a c c i o n e s ... E lla , s ie n ­
d o y h a b ie n d o c o m p r o b a d o s e r d ía t r a s d ía la m á x i m a p r o t e c t o r a d e
q u ie n e s n o t i e n e n d e f e n s o r c o n t r a la s i n t r u s i o n e s , b u r l a s , d a ñ o s y
e x p lo ta c io n e s .
« ¡A c o r d a o s !» s ig n ific a q u e h ay qu e e s fo r z a r s e p o r s e r c o m o
E lla , p u e s E lla t e n í a s o lo e s t o s p r o p ó s i t o s e x t r e m o s e n la v id a : c u i ­
d a r y a c o m p a ñ a r , y a p o y a r y e s t a r c o n el N iñ o d e la D iv in id a d , y c o n
a q u e llo s e n la t i e r r a q u e s o n t a m b i é n s u s h ijo s , s in i m p o r t a r s u a n ­
c i a n i d a d , s in i m p o r t a r s u j u v e n t u d . E lla p e r m a n e c e c o m o c o r a z ó n
q u e e s c u c h a , a s e s o r a c o n f ia b le , b á ls a m o c u r a tiv o , c a m p e o n a d e lo s
e s tá n d a re s ju s to s d el a lm a , a c tu a n d o s ie m p re c o m o p r o te c to r a de
lo s a g r e d id o s .
E n la tín , e s ta o r a c i ó n lla m a V irg o a la S a n ta M a d r e . E s t o n o s i g ­
n if ic a t a n s o lo q u e s e a d e a lg u n a m a n e r a v a g a m e n te « d o n c e l l e s c a » ,
s in o q u e tie n e t a m b i é n la c u a lid a d d e l virgu ltu m , la n a t u r a l e z a y la
f o r m a f le x ib le s q u e s e e n c u e n t r a n e n la s r a m a s d e lo s á r b o le s j ó v e ­
n e s q u e s ie m p r e p r o t e g e n a lo s l í d e r e s , lo s t r o n c o s c e n t r a l e s d e lo s
á r b o le s .
E l fle x ib le virgultu m se p u e d e d o b la r s in r o m p e r s e , d o b la r s e p a ­
r a c u i d a r y v o lv e r r á p i d a m e n t e a la n a t u r a l e z a s a n a y la f o r m a d a d a
p o r el C r e a d o r , p a s e lo q u e p a s e . E s t a c u a lid a d la p o s e e m o s n o s o t r o s
ta m b ié n : el virgultu m d e N u e s tr a S e ñ o r a tie n e u n a v a s t a p r e s e n c i a ,
y n o s o t r o s t e n e m o s lo m i s m o p e r o e n p r o p o r c i ó n h u m a n a : la en
•*'' 93
¡t i M e m o r a r e , n n u r d ii!

p a c id a d d e d o b la rn o s p a r a p r o te g e r y r e c u p e ra rn o s de in m e d ia to ,
r e c o r d a r la f o r m a o r ig in a l d e n u e s t r a a lm a .
A q u í, a u d itu m se re f ie r e a la id e a d e q u e « n u n c a se oyó d e c i r » q u e
la M a d r e , n i q u ie n e s l u c h a n p o r lle v a r su e s e n c i a p r o t e c t o r a c o n d e ­
n u e d o , n o d ie r a n r e s p u e s ta a lo s n e c e s ita d o s . P e ro ta m b ié n la p a la b ra
a u d it, e n o t r o s e n tid o , s e g ú n la o r a c i ó n , e s u n a s ú p lic a p o r s e r e s c u ­
c h a d o y , e n s e g u n d o lu g a r , s e r a y u d a d o y p r o t e g i d o . N o s o lo s e p id e
s e r e s c u c h a d o , s in o t a m b i é n e v a lu a d o , a u d i t a d o , q u e s e e s c u c h e la
p u r e z a d e t o n o , la c l a r i d a d e n el g r i t o y , e n u n s e n tid o m á s a m p lio ,
s e a tr e v e a p e d ir p r o t e c c i ó n c o m o u n d e r e c h o d e n a c i m i e n t o . A u d e o
a u d e r e a u su s s u m , a r m a r s e d e v a lo r p a r a p e d ir a y u d a , e s p e r a n d o e n
p le n o re c ib ir la : la M a d re M a ría es la M a d re d e l N iñ o d el A m o r q u e p o r
a n t o n o m a s i a n e c e s ita b a s e r p r o te g id o d e lo s la d r o n e s , e x p lo ta d o r e s
y o tr o s d a ñ o s e s p ir itu a le s . L a M a d r e M a r ía e s p o r e x c e le n c ia la g u a r -
d ia n a d e l a lm a lle n a d e a m o r c a s i ir r e f r e n a b le p o r to d a la b o n d a d .
Su e x p e r ie n c ia c o m o S a n ta M a d r e p r o t e c t o r a d e l N iñ o d e l A m o r ,
g a n a d a a p u ls o , e s n u e s t r a e x p e r i e n c i a c o m o m a d r e c i t a s r e s p e c t o
d e la s v u ln e r a b ilid a d e s d e n t r o d e n o s o t r o s y d e lo s d e m á s , y e n e s ­
p e c ia l la s q u e s e e n c u e n t r a n e n lo s e s p í r i t u s - n i ñ o s d e lo s o t r o s , i n ­
g e n u o s , a s u s ta d o s , s in e x p e r ie n c ia , i n c a p a c e s .
D e e s t e m o d o , d e b id o a n u e s t r o c o m p r o m i s o c o n E l l a , a p r e n ­
d e m o s a s e r m a d r e s p r o t e c t o r a s d e m a n e r a s o p o r t u n a s , c o m o E lla
t a m b i é n , s o lo q u e c o n f o r m a h u m a n a .
S aecu lu m , q u e se r e l a c i o n a c o n la p a la b r a s a ec u lo , s ig n if ic a q u e
« n u n c a e n n u e s t r o s t i e m p o s » n o s h a r e h u s a d o j a m á s , n u n c a e n el
zeitg eist, el e s p ír itu d e la é p o c a , t a n le jo s c o m o p u e d a n lle g a r n u e s ­
t r a s p e q u e ñ a s m e n te s e n u n e s f u e r z o p o r i m a g i n a r n u e s t r a v id a m á s
t e m p r a n a . N u n c a h a h a b id o u n m o m e n t o e n q u e la S a n ta M a d r e n o
c a r g a r a el e s t a n d a r t e d e la p r o t e c c i ó n a lo s v u l n e r a b l e s ; d e h e c h o ,
E lla d e fie n d e s u jfr a g ia - s u jfr a g a t io , es d e c i r , s ie m p r e v o t a a n u e s ­
tro fa v o r, p a r a a p o y a rn o s , c o m o si n o s p o s tu lá r a m o s c o m o c a n d i­
d a to s y el su y o f u e r a el ú n ic o v o to q u e c u e n t a . E s in c u e s tio n a b le q u e
E lla e s tá a h í p o r n o s o t r o s e n c u a n to a lm a s v a lio s a s y p r e c io s a s .
E n c u a n t o a la p a la b r a « p e c a d o » , p e c c a tu m e n l a t í n , s ig n if ic a
c o m e t e r un e r r o r p o r e je m p lo , un e r r o r d e j u i c i o , o e r r a r , t o m a r el
94 '•***
desatando a la M ujer ¿Fuerte

c a m i n o e q u iv o c a d o p o r u n a c c i d e n t e d e p e r c e p c i ó n o , c o m o o c u r r e
c o n fre c u e n c ia , p o r d e c is ió n . « P e c a d o » e s cu a lq u ie r c o s a q u e a l e ­
j a a u n a p e r s o n a d e lo s p r i n c i p i o s r a d i a n t e s q u e e s t á n e n el c e n t r o
d e l a l m a . S in e llo s e n el c e n t r o — lo q u e m u c h o s d e n o s o t r o s l l a ­
m a m o s « C r e a d o r » — e s ta m o s h u é rfa n o s e n c ie rto s e n tid o , p e r d e ­
m o s el r a d a r y el s o n a r p a ra sa b e r c ó m o p ro c e d e r c o m o a lm a s en
u n m u n d o e n g a ñ o s o , p u e s la s c o s a s n o s i e m p r e s o n c o m o p a r e c e n
e n la s u p e r f ic ie . Y a q u e n o s o m o s s e r e s p e r f e c t o s t o d a v ía , p o d e m o s
c a e r e n u n e s t a d o d e s c e n t r a d o , p o r n u e s t r a p r o p ia v o lu n ta d q u iz á s ,
p e ro m á s a m e n u d o d e sp u é s d e s e r p e rs u a d id o s in g e n u a m e n te , o
p o r s e d u c c i ó n , d e a l e j a r n o s d e l A m o r I n f in ito e n d i r e c c i ó n a a lg o
f a l s i f i c a d o , a lg o q u e d e m a n e r a t o r c i d a n o s c o l o c a e n o t r a c o s a n i
r e m o ta m e n te e te rn a en fu n d a m e n to y m u c h o m á s a m a ñ a d a y lim i­
t a d a p o r el e g o .
A s í q u e , e n el g r i t o a la S a n ta M a d r e , u n o a p a r e c e t i r a d o , d e s ­
c e n t r a d o y lle n o d e p e s a r ; p e s a r e n el s e n t i d o d e s e n t i r p r o f u n d o
a g o b i o , c o m o u n g r a n b a r c o e s c o r a d o , c o n la p r o a a b i e r t a y r o t a ,
al q u e s e m e t e el a g u a . E l p e s a r y el p e c a d o n o s o n m a l d i c i o n e s n i
c o n c l u s i o n e s q u e s u p o n e n u n d e f e c to d e u n a l m a ; al c o n t r a r i o , s o n
s e ñ a le s d e q u e u n a l m a e s t á l a s t i m a d a y n e c e s i t a q u e la le v a n te n y
la r e e n d e r e c e n . S o n s e ñ a le s d e q u e e s ta a l m a , q u e r e c ib ió e s ta s h e ­
r i d a s d e la m a n e r a q u e s e a , n e c e s i t a c u id a d o , p u r if ic a c ió n y a y u d a .
P o r m e d io d e u n s e n c illo r ito s a g r a d o , y p r i n c i p a l m e n t e a tr a v é s d e
u n a a m o r o s a r e a f i r m a c i ó n d e la c o n c ie n c ia c o n « la F u e n te sin f u e n ­
t e » , el a l m a s e r e a c o m o d a c o m o u n a j o y a e n el c e n t r o o t r a v e z . L a
c u r a c i ó n y el re e q u ilib r io p u e d e n o c u r r i r e n t o n c e s ; p o r p a r te d e lo s
q u e e s t á n e n el C ie lo , y d e n t r o y p o r c o n d u c t o d e lo s q u e e s t á n e n la
T ie r r a . N o u n o s u o t r o s , s in o to d o s .
C urro, e n e s te r e z o d e l M e m o ra re, s ig n if ic a c u i d a r , p o n e r a t e n ­
c i ó n , m o r t i f i c a r s e c o n y h a c i a e s t a a l m a h e r i d a h a s t a q u e la s i ­
t u a c i ó n s e r e s u e l v a , h a s t a q u e la p e r s o n a a s u s t a d a y l a s t i m a d a , el
a lm a ta n p r o f u n d a m e n te s u frie n te e s té r e s ta u r a d a , re c u p e r a d a .
S ig n ific a v e r q u e u n a s o lu c ió n c o m p le ta se e n tie n d e e s p iritu a l y
c o n c r e t a m e n t e , y se a p lic a h a s t a q u e se r e s t a u r a la to ta lid a d .
i* V ()5
iSI Memorare, rea «rila!

A ntecedentes del surgim iento del M e m o r a r e :


la M adre Santísim a como
«La am iga del que no tiene am igos»

Uno podría preguntarse por qué y cómo una plegaria puede perm a­
necer viva y con la esencia intacta de varias m aneras durante casi
mil años, quizás m ás. El M em orare seguram ente surgió durante
tiempos de gran tensión para niños, mujeres y hombres que no es­
taban protegidos por alguno o ninguno de los lados en súbitos m o­
m entos de terro r y durante las guerras desatadas por reyes, papas,
sultanes y caciques tribales.
Se dice que B ern ard de C lairvaux, un m onje fran cés cuyos
escritos se rem on tan al año 1120, fue quien registró partes del
M em orare. Adem ás, se cuenta que otro m onje tam bién llam ado
B ern ard , el padre Claude B ernard, quien vivió en el siglo XVII y
atendía a los que eran acusados y encarcelados falsam en te, fue
quien disem inó aún m ás el M em orare. A m i p arecer, en esta
amplia aplicación que hizo Bernard, el M em orare ponía a la Santa
M adre com o la «am iga de los que no tienen am ig o s», la leal y
siempre despierta am iga verdadera del alm a.
Tam bién en esos tiem p os lejanos, cuando el M em orare se
estaba com poniendo en la trad ició n oral y en la escrita, había
grupos indígenas tribales por toda Asia y sobre los U rales euro­
peos, los Cárpatos y los Alpes, que estaban siendo coaccionados
por varias facciones políticas, federaciones de señores feudales,
reyes salvajes y papas para que bajaran de sus magníficos caballos
y m ejor se establecieran en el trabajo del cam po, en relaciones de
siervo/terrateniente, en realidad obligándolos a convertirse en la
fuerza laboral esclava de los ricos y privilegiados, conform ada por
hom bres, mujeres y niños fortalecidos por el clima. Para m uchas
p erson as del cam po y el bosque no había opción: ten ían que
som eterse a un nuevo orden o serían asesinados.
También comenzaron las Cruzadas: se desataron nueve guerras
y conlragiicrras, causando la muerte de una gran parte de la pobla
ción mundial.
96 -*aÉa
Úesatando a la M ujer /Alerte

A la vuelta del milenio, en el año 1 0 0 0 d.C., mientras partes del


M emorare estaban siendo vertidas a las páginas, también había una
creencia sostenida por muchos y un rum or diseminado por varios
m ás, de que el fin del mundo estaba por llegar. Esta fantasía preva­
leció por décadas en las mentes de bastantes personas antes o des­
pués del vuelco de aquel siglo.
Ju n to s, todos estos factores crearo n un sufrim iento in ca l­
culable para la gente del m undo. Y este es el terreno en el que el
M em orare se erigió como una rosa entre las piedras: una oración
que p rom etía que los radiantes principios de la protección y el
am or todavía existían, incluso en medio de tanto miedo y m atan ­
zas injustificadas.

El ritm o de las eras en el M e m o r a r e

Si gritas en voz alta las palabras del M emorare, puedes oír que no es
«solo una oración»; es un conjuro, lo que significa que está hecho
literalmente para cantarse en voz alta. El Memorare conserva en las
palabras latinas, en cualquier idioma al que se traduzca, una fuerte
cadencia musical, un sonido que recuerda mucho más a las torm en­
tas de arena, los estribos balanceándose, el rechinido de las sillas de
m ontar de m adera. Tiene un ritmo que recuerda mucho más al trote
y el galope, al m ovimiento de las cortinas de una carpa, al sonido
de los que escapan, que a alguien que cam ina con firmeza dentro y
fuera de los edificios sin que lo molesten.
Así, el M emorare es una plegaria para los tiempos rudos, para el
que conoce los tiempos rudos como la palma de su m ano, un grito
a la que lleva «la cam isa de flechas», la que carga en sus brazos al
Niño eterno, a la que tiene antes que nada un corazón radiante de
valentía... y de Amor, igualmente.
Aprendem os tanto, tanto de quien viene a ayudarnos com o de
quien no lo hace. Aprendem os que podem os perm anecer alertas
y fieles con y dentro de la Santa Madre. Podemos esforzarnos en
ir a ayudar a los dem ás en sus tribulaciones, en ocasiones para
•* ' 97
¡81 Memorare, recuerda!

que m uchos otros a nuestro alcance nunca m ás tengan que sufrir


los agonistas que nosotros m ism os sufrim os. Aunque hayam os
estado tirad os sin ayuda a la orilla del cam ino, aunque tam bién
nos gan áram os nuestra «cam isa de flechas» (es decir, que fué­
ram os lastim ad o s una y otra vez, y aun así en co n tráram o s el
cam ino por la luz violeta que brilla desde la h erid a); en ton ces,
como N uestra Señora, nos volvemos incluso m ás profundam ente
perceptivos, m ás despiertos, m ás fortalecidos en nuestro propio
corazón sagrado, m ás llenos de entendim iento y de am or: donde­
quiera que podam os, com o sea que podam os, para quien sea que
podamos.

Camisa de flechas

La Madre Santísim a lleua la camisa de flechas...


para mostrar que no puede ser dañada,
pues Ella y el Divino Niño son Eternos...

Y como está segura


de la Divinidad de su propio Niño,
y de lo absolutam ente imperecedero
de las enseñanzas de su Hijo...
Ella siempre e inmediatamente acude
—por medio de nosotros —
a proteger a cada niño de la Tierra...
sin excepción.

Que podam os esforzarnos por Vemos, y a los


dem ás... como Ella nos ve...
Escucharnos, y a los demás... como Ella nos
escucha...
H ab lar con nosotros, y con los dem ás... como Ella
nos habla...
Cobijar m irslm s alm as y las de los dem ás... como
98 - '* 3
Desatando a la M ujer ¿Fuerte

Ella nos cobija...


Am ar nuestras almas y las almas de los demás...
como Ella nos am a...
por siempre y para siempre
Aymen.
Aymen.
Aymen.

(Y una m ujercita...)'
7
LOS USOS D EL CORAZÓN ROTO:
MATER DOLOROSA SIEM PR E SE INCLINA C ER CA

El uso d e las siete esp a d a s


atra v esa n d o el corazón

..D icen las ancianas de la familia que las em puñaduras dé las espadas
que atraviesan el corazón de Nuestra Señora... tienen la m ism a forma
que los sépalos rizados que protegen a los botones de las rosas...
que con las oraciones y el tiem po, cada empuñadura de espada se
abrirá en siete fragantes rosas, floreciendo una y otra vez, pues el
sufrim iento trae la lluvia de las lágrim as, pues la lluvia de lágrim as
riega la tierra, pues está garantizado que la humedad
en la tierra seca de nuestro ser hará nacer nueva vida.

Las lágrimas son un río que te lleva a alguna parte...


a un lugar mejor, a un lugar bueno.

Exvoto: « I lefinición d e fortaleza: Traspasado pero fiero


100 *5
í)( Halando a la M ujer Suerte

ck »«•'í-séa
Mater Dolorosa: El corazón puro

Las espadas que atraviesan tu corazón


no son las que causaron tus heridas,
sino ¡as poderosas espadas de la Fortaleza,
las que te ganaron tus luchas en tiempos difíciles.
La Espada de la Rendición: para soportar este
tiempo de aprendizaje.
La Espada de los Velos: para traspasar los
significados escondidos de este tiempo.
La Espada de la Sanación: para s a ja r la agonía, la
amargura propia.
La Espada de la Nueva Vida: para desbrozar,
desprender, plantar de nuevo.
La Espada del Valor: para defender a alguien,
seguir remando, to car a otros.
La Espada de la Fuerza Vital: para inspirarse,
apoyarse, purificar.
La Espada del Amor: con frecuencia la más pesada
de levantar consistentemente;
te aparta de la guerra, para que en cambio
caigas en los brazos de la Fortaleza Inm aculada.

¡Oh!, Corazón Inmaculado de Mi Madre,


dame refugio en las hermosas cámaras de tu
corazón.
M óntenme fuerte, fiero, amoroso y capaz en este
mundo.
Recuérdame a diario que, a pesar de mis
imperfecciones,
mi corazón perm anece
completamente puro.
8
M UCHOS TIPOS D E PR ISIO N ES:
LA M U JER QUE Q UED A A L ÚLTIMO

«N uestra Señora
detrás del Muro»

«Esta M es por la Madre que salta por encim a de los Muros de los m undos
102
f)(. sotando a la M ujer ¿fuerte

C
uando un sistema de justicia que a veces es injusto manda a
una madre a la cárcely la separa así de sus hijos amados, hay
un gran terrem oto del corazón y del alma.
Hay también el mismo tipo de desconsuelo y de estrem ecim ien­
to de la vida entera cuando mandan a hijos bienamados a la cárcel,
y por tanto los separan de sus am orosos e indefensos padres y m a­
dres, herm anos, hermanas y amigos.
Cuando envían a un m iembro de la familia a prisión, de algu­
na m anera se encarcela también a la familia entera y a todos los se­
res queridos. Así, a todos se les pone en el camino rudo. Durante el
tiempo que dura la sentencia, los corazones, mentes y almas de los
que se am an entre sí, están todos juntos en la cárcel, y están todos
juntos en un peregrinaje.
Pero con frecuencia tam bién hay ángeles extraños que salen
de la orilla del camino para ofrecer suficiente socorro que perm ita
a los encarcelados seguir adelante durante varios kilómetros. Esta
cohorte de almas logrará llegar. Levantarán sus cabezas aun cuan­
do sus corazones estén caídos. Nuestra Señora cam ina con todos.
Nuestra Señora no olvida a nadie, incluso cuando no se le puede ver.
Ella está ahí, protegiendo y amando a todos; Ella tiene las palabras
que más le importan al alma acongojada: Me quedaré contigo.

Estar encarcelado, aunque se extrañe por largos periodos de tiempo


to ca ry verse mutuamente, pues los familiares que visitan la cárcel a
menudo solo tienen un automóvil desgastado, el dinero se emplea
para la renta en lugar de pagar un transporte y, en muchas ocasio­
nes y de m anera inexplicable, los amados encarcelados son envia­
dos a prisiones a cientos de kilómetros de distancia del conforty el
apoyo necesario que podrían darles sus propias familias amorosas
para enderezarla vida. A veces al ser amado lo mueven de prisión en
prisión, com o si a la persona se le privara de un lugar de descanso,
un rincón que pudiera llamar propio, hostigando a los encarcelados
con dobles discursos, forzándolos siempre a tratar de adaptarse a
nuevos rostros, distintas reglas, comida extraña: se trata de un cas
•'* ion
«'Nuestra Señora detrás del Muro-

tigo desalentador tam bién, en lugar de un tiempo de trabajo y fe.


Pero incluso con estas dificultades para todos, es el alm a la que
a m a y a m a y ama sin mengua. Como lo hace La Señora, Nuestra Se­
ñora. Para el alma no decrece su anhelo por el ser amado. Tampoco
Nuestra Señora disminuye sus atenciones. Las almas fieles son las
que ju ran visitar a su ser amado, darle confort y quedarse cerca, para
siempre. Nuestra Señora es la prim era en hacerlo: Ella les da apoyo a
todos, les presta su aliento cuando el suyo les es arrebatado, ofrece su
medicina de am ory comprensión cuando están lastimados.
Y así tenemos esta oración a Nuestra Señora, quien más com pren­
de lo que es ver a su ser amado, a su hermoso Hijo golpeado, torturado,
juzgado injustamente y lastimado. Pero la Madre Santísima también
se quedó con su Hijo. Durante todo ese tiem po, como las m adres y
padres de prisioneros en todo el m undo, com o los hijos de padres
en cárceles alrededor del m undo, como los herm anos, herm anas,
am igos de los que están «guardados lejos», la Madre Santísim a se
quedó al lado de su Ser amado sufriente. Además, tam bién la San­
ta Madre está por cualquier medio junto a todo prisionero guardado.
La Santa Madre está aquí para ayudar a calm ar el corazón, para que
todos puedan seguir ganando en mayor fortaleza.

E#c «3

La oración de contar: para los que am an a un ser encarcelado

Santa Madre:
lastimado , estoy lastimado
por los míos y
para los míos.

Madre Queridísima
por favor coloca Tu
m ano tranquilizante sobre mi mano
encima de mi corazón asustado.
104
desatando a la M ujer ¿Fuerte

Cuenta conmigo
Mi Señora, cuenta lentamente
1.. .2 ...3 ... y... 4,
1.. .2 ...3 ... y... 4,

hasta que mi corazón se desacelere


al mismo ritmo
estable que tu propio
Corazón Inm aculado.

Tu dulce Corazón sereno


está adornado de blancasflores
a pesar de cualquier dolor.
Déjame aprender de ti.

Déjame ser como tú, querida Madre.


Recuérdame, que mi corazón se calma
no al recordar las tribulaciones
sino al recordar el Amor.

Ayúdame a cam inar tranquilamente


como tú lo hiciste:
marcada por heridas y aun asi fuerte,
como tú lo hiciste.

Este es mi deseo
para mi propia alma,
y para el alma
de mi ser amado encarcelado.

Contigo, todos caminamos en libertad.


Contigo, no hay barrotes de hierro, no hay muros,
no hay desesperanza de ningún tipo...
solo Amor y más Amor.
105
«■ Nuestra S e ñ o ra d etrá s d el M uro»

Madre Queridísima
por favor coloca Tu
mano tranquilizante sobre mi mano
encima de mi corazón asustado.
Cuenta conmigo
Señora Mía, cuenta lentamente
conmigo por favor...
Sincroniza el latido de mi corazón con el tuyo
1.. .2 ...3 ... y... 4,
1.. . 2... 3... y... 4...

Aymen, aymen, aymen.


Que así sea, que así sea, que así sea.
Porfavor ajusta el latido de mi corazón al tuyo
1.. .2 ...3 ... y... 4,
1.. .2 ...3 ... y... 4...

Un caso de Nuestra Señora encarcelada,


perdida y después liberada

Con el pasar de los siglos, no solo los inocentes y los pobres, los ile­
trados y los justos, los líderes de una nueva vida, no nada más aque­
llos que cometieron errores no mortíferos, pero que de todos modos
fueron a dar tras las rejas, sino tam bién las imágenes de la Santa
Madre han sido atacadas y encerradas tras barrotes y muros.
Esta obstrucción y encarcelamiento de las representaciones de la
Santa Madre ocurrió en cada nación invadida u ocupada por dictadores;
en tierras ancestrales y modernas que ahora se conocen como la Repú
blica Checa, Eslovaquia, Hungría, Francia, Rumania, Rusia, extensiones
enteras en el Medioy Lejano Oriente, toda Asia, África, naciones isleñas,
naciones montañosas, naciones oceánicas, los países del norte. Donde ­
quiera que hubiera gente y tierra, los iconosylas obras de arte de la Santa
Madre fueron profanados, cubiertos, clavados en las paredes, cortados,
dañadosa propósil» >, Iirados, arrancados, prohibidos pordicladores.
106 -i ti
Desatando a la M ujer ¿fuerte

A veces los iconos de la M adre Santísim a se escondían den­


tro de las paredes, aparentem ente para salvar de los vándalos a
las im ágenes sacras, como me contaban sobre Nuestra Señora de
Czqstochowa algunas de las ancianas inm igrantes polacas que co ­
nocí de niña. Había mucha especulación sobre el hermoso icono de
nuestra Señora de Cz^stochowa, una pintura con un semblante co ­
mo de miel oscura. Se contaba que su mejilla había sido rajada por
un espadachín husita en tiempos antiguos. Dicen que intentaba ale­
jarse galopando con la imagen en su m arco de oro, pero, de repente,
su caballo quedó enraizado en la tierra y rehusó a moverse. Así que
el soldado lanzó al suelo el icono de la Santa Madre con su Hijo y la
rajó, iracundo, con su espada.
Algunos relatan que su imagen lastimada después desapareció;
nadie sabe dónde con exactitud. Unos aseguran que alguien la encerró
detrás de un muro o que amarró su icono con cuerdas para bajarla por
un pozo. En todo caso no estam os seguros, cualquiera que fuese su
viaje clandestino a un tipo de «prisión» u otra, y si el «esconderla» lo
llevaron a cabo los que la injuriaban o los que querían honrar la fuerza
sacra que se alza detrás de su imagen. Pero entre la gente del campo
hay infinidad de historias sobre sus siglos de misteriosos «viajes».
Y así pasó el tiempo. Todos los viejos B ab ciasy D;dad;das, los
viejos abuelos y abuelas, se inelinaron hacia delante y me susurra­
ron: que su herm oso icono fue repentina y m ilagrosam ente d es­
cubierto por personas santas. Así, en el caso de Nuestra Señora de
Czqstochowa, con una cicatriz que le atraviesa la mejilla por el filo
de una espada y algunos dicen que herida también por una flecha
que le atravesó la garganta, su Imagen está protegida ahora en un
santuario en la ciudad que lleva su nombre. A mediados del siglo
XVII, el rey Casimiro V le dio un lugar central y la nombró Madre
Santísima de toda Polonia.
En relación con Nuestra Señora de C/ysIochow a, las m ism as
ancianas abuelas polacas decían que, en la mitología de antaño,
quienes destruían los iconos sagrados de cualquier lugar a m enu­
do sufrían también una destrucción parecida de cualquier cosa que
fuera querida para ellos, incluidas s u s vidas mismas.
107
«'-Nuestra -Señora d etrás d el M u ro »

Tales supersticiones antiguas parecen ser leyenda más que ver­


dades verificables, peroya saben cómo «hablar de espantos» aveces
se considera un «deber» entre las mujeres muy ancianas, para po­
der enseñar ciertos «valores familiares». Entonces, las viejas Bab-
cicts contaban historias de que el soldado que cortó la pintura de
Nuestra Señora de Cz^stochowa murió al caer de un parapeto sobre
las agudas rejas de hierro de un castillo, pues «ofendió al hierro» al
usarlo para dañar una imagen sagrada.
Decían que los que usaron pólvora para destruir ciertas estatuas
de la Mujer Santa esculpidas en una colina de roca al final sufrieron
al ser aplastados, pues «volvieron a la roca su enemiga».
Las historias de los viejos países de Europa, como en los rela­
tos m exicanos sobre la tenebrosa Llorona que buscaba a otros para
ahogarlos, se usaban para advertir a los niños y alejarlos de los ríos,
y a los hombres de la perfidia. Así también las leyendas del «ojo por
ojo» de m uchos contadores de cuentos de nuestras tierras quedan
com o una m anera de tran sm itir advertencias inteligentes a la si­
guiente generación: que nadie debería profanar lo que los demás
tienen com o sagrado, ya sea que lo sagrado resulten personas ino­
centes, niños ingenuos, viajeros humildes o imágenes sacras... por
si acaso «lo que le hiciste a otros se te hiciera a ti también».

Factores de correspondencia inusuales: «borrar


lo sagrado», ya sea en u n a nación entera o en un
solo niño o adulto, sigue la m ism a trayectoria...
Y hay cam inos sim ilares para san ar tales heridas

Como hija de inmigrantes y refugiados, crecí con todas las heridas,


los anhelos, los llamados de dolor y esperanza de mi gran familia
durante las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Eran
personas queridasy ásperas, y dulces y profundamente heridas. Sus
efectos sobre mi corazón y mi alma llegaron hasta lo más hondo. De
tal suerte que quisiera ofrecerles aquí un pequeño escaparate psi­
cológico, luiieiulo en ilion le que, cxl raña y aleo/,moni o, las mismas
108 *'-*5
Devalando a la M ujer ¿Fuerte

formas de erradicar a la Santa Madre de un pueblo son también las


m ismas estrategias que se utilizan para abusar de un niño. En otras
palabras: arrebatarles el concepto interior de la Madre Sagrada y
reemplazarlo con la idea de que hay «m onstruos por todos lados» y
alcanzar «la paz a cualquier precio».
La m anifestación de un abuso tal efectivam ente anula al yo e
impacta el alma. Esto les impide a las personas hablar desde el yo y
el alma verdaderos, hasta que puedan restaurar la esencia sagrada
interior en sus vidas otra vez. En mi experiencia clínica a menudo
esto significa que tienen que volver a aprender que son almas pre­
ciosas y únicas, con un destino que vivir y crear, que nacieron con
una bendición sobre sus cabezas y no con una espada colgándoles
encim a. Que en lugar de m antener intacto, por medio del miedo,
un aspecto m aterno interior nocivo, haya una voz de madre que nos
dice nuestro destino: yo no debería viviry arrinconarm e, sino viviry
crear algo nuevo todos los días, libremente.
Ojalá puedan ver también los caminos a la libertad, a la repara­
ción y a una vida plena otra vez, ya sea como cultura o como persona
que vivió la devastación de la guerra y la lucha por la vida, o si la
cultura, el grupo o la persona han deambulado heridos por otras ra ­
zones. Las heridas de guerra y del abuso son similares, y la sanación
es sim ilar; es también muy similar la restauración de la sanación y
de lo Sagrado en las diferentes maneras en que mejor las entiendas.
Uno puede sanar cuando hace una lista, literalm ente, de todas
las libertades que le fueron negadas y trabajando entonces al revés:
apropiándose de todas las libertades coartadas, esencialmente las
que traen la bondad al yo y al mundo de vuelta en la conciencia pro­
pia, volviendo a establecer toda acción y pensam iento a partir del
centro sagrado, incluyendo el derecho de actuar, m overse, crear,
ser, prosperar en pleno. Estos recrean en la psique central de una
nación y de una persona un recuerdo aún más fuerte de la Madre de
M isericordia, que no es ninguna florecilla, sino que es fiera y activa
en defensa del am or, la paz y el honor.
'*' • 109
«'Nuestra Señora detras del Muro"

Estos son los pasos centrales en la destrucción de las ideas e im áge­


nes sacrasy las fuerzas sagradas que representan. Esta supresión vio­
lenta e intencional de lo Sagrado, tan profundamente valorado por la
gente, ha proliferado en todo el mundo durante siglos, pues de algu­
na m anera los invasores intuyen que aunque para muchos a menudo
parece invisible la esencia de lo santo y de lo sagrado, el alm a de la
cultura y las almas de la gente pueden m uchas veces sentir lo sagra­
do de m anera palpable, y que esta velada fuerza psíquica, espiritual,
religiosa, psicológicay encarnada sostiene enormemente a las almas
durante los desafíos, tribulaciones y revoluciones. Según los invaso­
res, mayor razón para destruir esos aspectos sagrados que fortalecen
a la gentey que valoran intrínsecay profundamente.
Veamos cómo ha sido atacada la Santa Madre como idea, concep­
to y realidad, teniendo en mente que el dicho de un solo individuo,
un pequeño grupo o un ejército enorme puede significar ordenar el
saqueo y destrucción con el fin de aplastar a un pueblo inocente, vul­
nerable e ingenuo. Estas son algunas de las maneras clave en que esto
se ha llevado a cabo desde tiempos inmemoriales:

• Con frecuencia, lo prim ero que atacan los saqueadores


son los intereses y los sentidos de lo sagrado, pues se
empeñan en dañar el ánimo de la gente, y en consecuen­
cia dism inuir el sentido del «yo verdadero» de cada ser
humano.
• Al investigar los intentos históricos de los invasores-sa­
queadores por «borrar a Nuestra Señora», encontré que
la brutalidad de ellos no fue exactamente un esfuerzo por
«b orrar a Nuestra Señora». En m uchos casos, sus p ro ­
pósitos parecen mucho más astutos y concretos.
• Más bien, creo que «borrar a Nuestra Señora» parece te ­
ner la intención fría y calculada, a la larga y en realidad,
de «borrar a su gente». Al desalentar a los que la amaban,
confiaban o recibían diario sustento práctico de Ella y/o
de su luminoso Hijo, con el transcurso del tiempo se dis­
minuyó más y más el «yo verdadero» de la persona o del
110 'íjfcs
desatando a la M ujer -fiuerle

pueblo. Se quebraron y perdieron el anclaje y el timón es­


piritual que equilibran en medio de las feroces borrascas.
• Esta es una vieja, vieja historia: la de b orrar pueblos y
sus resisten cias al saqueador m ediante el derribo de
las imágenes sagradas que los han fortalecido de forma
inestimable por largos periodos, que los han fortificado
de m aneras hondam ente sentidas para soportar, hacer
frente, defenderse y apoyar a otros.
• Despojar a la gente de poder espiritual, y después dictar
qué estrecha definición del «espíritu» deben ahora se­
guir «o no»; en ese momento tiene lugar la supresión de
la gente, o al menos en la superficie. El corazón, el espí­
ritu y el alma del pueblo pasan entonces a la clandestini­
dad e intentan vivir ahí de modo mínimo.
• Por lo tanto, para conquistar a un pueblo o incluso a una
persona, un invasor tuvo que «des-M adrar» a la gente.
La Santa Madre es una medicina, una guía e inspiratriz
fortalecedora de las personas. En Ella, la gente sabe que
sus vidas son sagradas. En Ella, la gente sabe que puede
levantarse y hablar. En Ella, no se postran, m ás bien se
llenan de gracia y en consecuencia son capaces de deciry
hacer y reunirse y actuar y vivir. Por consiguiente es una
fuerza femenina muy peligrosa.
• Eos invasores, en algunas palies del mundo, típicamente
toman todos los pasos imaginables para hacer que aque­
llos a los que inleulau dom inar no se sientan dignos de
la vida misma. Téngase en cuenta la degradación del an­
cestral mensaje de la Santa Madre y su Hijo hacia «los
más débiles de todos».
• Si los que invaden y abusan logran enterrar este herm o­
so m ensaje portador de vida, del alma m ism a— que el
cuidado compasivo es un llamado sagrado a todos para
seguir esforzándonos , entonces los invasores pueden
sentir que están en libertad de ensañarse con tantos co
mo deseen.
r II
«JSuestra Señora detras del M am

Sin las evidencias, la com unicación, las cerem onias, los


conocim ientos, y el seguimiento de la Santa Madre y el
Pequeño Dios del A m or, no habría una autoridad más
santa ni más elevada que mantuviera alto «el estándar de
la decencia». Solo quedaría la baja y egoísta «libertad
de lastimar a otros» establecida por los mismos invasores.
En la historia, los saqueadores se movilizaron para aplas­
ta r diminutas y grandes resistencias de acción rebelde, o
impulsados por la mirada momentáneamente despreve­
nida en el rostro de alguna persona. Cualquier cosa podía
hacer que un invasor se enfureciera. Esta es una forma
de terrorism o físico y espiritual: hacer que la gente tenga
profundo tem or de sentir abiertamente, con riesgo de ser
castigados o lastimados decisivamente.
Y sin embargo fue peor: los invasores presionaron aún
m ás para adueñarse y explotar un vasto «recurso» de la
gente, uno que a menudo no está registrado en los libros
de historia: se instalaron sobre la prim a m ateria más
preciada, sobre lo m ás fundam ental de la esencia de la
Madre; eso es, las almas mismas de la gente.
Los conquistadores no nada m ás trataro n de u sar los
cuerpos de sus prisioneros: eran devoradores de almas
que buscaban extinguir el libre albedrío. Exigían el do­
minio absoluto de otras almas, imponiendo obediencia
incuestionable, sin im portar cuánto sufriera cualquier
alm a, sin im p o rtar cuánto g ritara cualquier alm a p i­
diendo justicia y auxilio humanitario.
De ahí sigue, entonces, que para poder h acer esto en
cada etapa histórica de una invasión, los saqueadores
fren éticos tuvieron que c o rre r de aquí para allá d es­
tro z a n d o , d esfigu ran d o , su b virtien d o, en te rra n d o ,
destruyendo, haciendo m al uso de ellas o cubriendo
im ágenes sagradas. Pues lo sagrado para m uchas p er­
sonas del mundo es lo que suave y dulcem ente vierte
.Vvuelve a verter el sentido de «verdadera individuali
112 >¿JÍ3
desatando a la M ujer J u e r k

dad» que nos perm ite a todos elevarnos a la m ejor hu­


m anidad y hum ildad, la visión m ás adecuada de los
hechos y la fiera resistencia por nosotros y por los de­
m ás. Humildad en el sentido de colocar a «la Fuente sin
fuente» en el centro de nuestras vidas.
• Pero cuando uno está profundam ente capturado y no
puede escapar por algún tiempo, cuando a alguien se le
prohíbe literalm ente ser fiel a la Madre Compasiva se­
gún cada alm a la entiende com o una fuerza vital extero
o interior, entonces se puede ver cómo al desalentar a un
pueblo se provoca en los cautivos un conjunto de reac­
ciones irracionales respecto de sus propios opresores.
• Los inocentes se vuelven tem erosos para exigir ju s ti­
cia para ellos m ism os, pero tam bién se com portan con
agradecim iento adulador con sus opresores por perm i­
tirles vivir.

Cómo la herida generacional de ser despojados de


la M adre provoca que generaciones subsiguientes
vivan agachadas como si aún los estuvieran
aplastando cuando ahora son, de hecho, libres

De m anera clínica y personal, a menudo encuentro en quienes viven


dos o hasta diez o m ás generaciones después de una guerra brutal
o de una conquista que devastó a sus familias, que ahora también
pueden tener un comportamiento demasiado agradecido y con fre­
cuencia de postración hacia los vestigios de los conquistadores, a
pesar de que esta generación posterior no tenga una lucha de vida-
y-m u erte en ningún tipo de guerra.
Parece m anifestarse con fuerza en los hijos de los conquistados
lo que yo llam aría una «herida generacional» que se transm ite de
generación en generación por los que fueron alguna vez tan lasti­
m ados, quienes a su vez atan a sus hijos a ellos ahora, ocultando las
heridas sin sanar que en ese entonces sufrieron. Un pueblo inocciile
• k* ' 113
«¿Nuestra Señora detrás del Muro"

al que le quitaron tanto, e irónicam ente el padre aún se com porta


ante el hijo como si debieran honor y lealtad a quienes no les arre­
bataron la vida, sino que apenas les permitieron vivir.
Los niños por lo común asumen esa herida paterna abierta debido
al corazoncito más luminoso y compasivo que se pueda imaginar. Los
niños quieren apoyar a sus propios padres, amarlos, ayudarlos, sanar­
los, estar hombro con hombro con ellos. Pero entonces también com ­
parten la carga, deben soportar también la herida familiar. Así pueden
seguir actuando como sus padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y
demás se com portarony siguieron comportándose hacia el invasor.
Aunque alguna vez se sufrió bajo una brutal ocupación duran­
te la guerra, aun cuando ahora se puede ser libre, se vive tratando
de no cuestionar, en silencio, haciendo reverencias y m ostrando
modestia, siendo excesivamente respetuoso, ofreciendo un respeto
servil a quienes no se lo han ganado, incapaces de expresar indig­
nación ante la verdadera injusticia.
Extrañamente, la misma persona que se agacha por miedo ante las
autoridades, dentro déla familia puede atacar a los miembros que son
sin lugar a dudas inocentes en comparación con los invasores, pero que
también se defienden a sí mismosy tratan de hacerlo con su familia.
Esta herida prim aria que llevan los ancianos se considera el m a­
yor de los peligros para ellos m ism os y la familia, pues viven en una
habitación trasera de la psique donde los saqueadores del pasado to ­
davía ejercen control con pistolasy espadas. Así, en público se m ues­
tran heridos y condescendientes, pero en privado sienten furia contra
su propia im potencia, una reacción en realidad saludable contra la
opresión, pero que aquí se dirige hacia el grupo equivocado.
En mi propia familia, los invasore s fij aron imágenes fuertes y ate -
rradoras en los corazones y mentes de los campesinos a quienes ase­
diaron. La suprema destrucción de lo sagrado por los invasores dejó
hecho trizas el hermoso vínculo entre el espírituy lo sagrado, el almay
la psique; así que, en lugar de ver la tierra que los había colmado y que
creara un esplendor sagrado entre la gente, ahora veían imágenes en
sus mentes, huellas en sus cuerpos de cómo su suelo sagrado fue sala -
do, literalmente, por el enemigo para que no creciera nada.
114
desatando a la M ujer /t« rt<

Ahora, en vez de tener corazones que se elevaran para ver a los


anim ales, pájaros y la naturaleza que el pueblo consideraba sagra­
da , tanto que se esforzaban por tener ceremonias y rituales casi cada
semana para agradecer, esperanzarse y cuidar lo que consideraban
el mundo sagrado a su alrededor, después de invasiones brutales
que destruyeron la esencia de la Madre del Mundo, la gente se sentía
«electrocutada» físicamente al recordar cómo, m ientras avanzaba,
el Ejército Rojo estalinista asesinó a tiros a bandadas enteras de sus
sagradas cigüeñas blancas; deliberadamente incendiaron hasta las
raíces sus bosques sagrados, para así privar a la gente de sus gigan­
tescos árboles guardianes, de la m adera del suelo para los fuegos
con que cocinaban y se calentaban, de sus sitios para esconderse del
enemigo. Sus m entes sagradas fueron sobrescritas con la profun­
da pena por la ruptura del vidrio, el destrozo del bronce, la rajadura del
hierro, la profanación de niños, mujeres, viejos, familias.
Sus imágenes sagradas fueron quemadas. Se hicieron pedazos
las estatuas divinas que alguna vez transportaron por tierra, en ­
vueltas como bebés en cobijas y luego colocadas para cuidar la aldea.
Se hicieron trizas los paños simbólicos, se ensuciaron santuarios en
dim inutas iglesias aldeanas construidas a mano por los herreros,
carreteros y ebanistas del pueblo. Se destruyeron cientos de miles de
santuarios a la Santa Madre y los Santos a la orilla de los senderos...
Todas estas destrucciones planeadas y decididas se apoderaron
de la Santa M adre, quitándola de nuestra vista, com o si la envia­
ran a una cárcel clandestina lejos de la gente que tanto la amaba.
Los saqueadores la arrebataron de los brazos y los ojos de la gente.
Con frecuencia, los pintores de iconos del pueblo fueron ejecuta­
dos ahí m ism o, o llevados lejos para nunca volver a saber de ellos.
Tan resueltos estaban los saqueadores en elim inarla, en desapa­
recer cualquier rastro de su m em oria en los corazones y cuerpos
mismos de la gente, que nuestra familia decía que esconder incluso
una diminuta estatua tallada que representara Su esencia significa­
ba la m uerte inmediata. Los campesinos que vivían en medio de la
nada no debían recibir una pizca de alivio o fortalecimiento espiri
tual. No debían sino «obedecer o m orir».
115
«J\íuestra Señora (¡oirán del Sii ira-

Así, los saqueadores buscaron establecerse como los dioses de


la gente, destruyendo a los de sagrada estatura a quienes la gente
seguía y am aba. Así, con la amenaza de ser asesinados real y pun­
tualmente donde estuvieran, se volvió un requisito el fenómeno de
hacer reverencias y humillarse ante los saqueadores, en lugar de fe­
lizmente reverenciar al propio Creador.
«D es-m ad rar» a la gente y sustituirla con el «deber de obede­
cer» convirtió a los diligentes trilladores de trigo dorado, a los jin e­
tes y amazonas que cabalgaban como el viento, con sus capas y botas
altas y vestimenta tribal bordada con los símbolos de sus clanes, en
un pueblo aún orgulloso pero ahora con miedo: por ellos m ism os,
por sus hijos, sus animales, su tierra, lo que todos entendían como
su familia directa, su totalidad entera.
Sé que ustedes pueden ver el paralelismo con el abuso de cual­
quier nación, grupo o individuo.

En el trabajo postraum ático a veces nos referimos a quienes temen


y alaban a sus opresores como personas con el «síndrom e de E sto -
colmo» (debido aú n a brutal situación de rehenes en Suecia en 1973,
donde las víctim as fueron am enazadas de m uerte y com enzaron
a creer irracionalm ente —ya que sus m entes habían sido llevadas
hasta el punto de quiebre— que en realidad sus captores estaban
siendo bondadosos con ellos al no m atarlos).
Fuera cual fuese el m ecanismo de supervivencia que aprendió un
grupo o individuo abusado para seguir vivo bajo coacción extrem a,
si después no se atendió seriamente para sanar el «yo verdadero» y a
restaurar lo santo como cada quien lo entienda, con frecuencia a los
hijos también se les enseñan los extraños modales de hacer reveren­
cias y humillarse. A menudo seles dice que no hablen de esas cosas,
pues el traum a original no se trató a profundidad; no se llevó a cabo ni
se cumplió algún regreso al sentido pleno del yo en el padre o la m a­
dre. El «yo verdadero» no le teme a otros seres humanos; al contrario,
solo teme no escuchar o no honrar su propia alma y sus propios sen
I idos de lo sanio, el il n pul so crea li voy sus propias Personas Sanias.
116
D( salando a la M ujer -fuerte

Pero la herida que queda cuando se arrebata la imago santa del


«sentido sagrado de la m adre interior», de una enorm e fuerza de
sanación en este mundo, la Santa Madre, capaz de ayudar y cuidar
todo sin tratar de empequeñecerlo a uno... pues esas heridas pueden
ser como un pozo profundo con bordes muy frágiles. Se precisa ayu­
da. Hay que proporcionar escaleras. Se necesitan voces que animen:
«Tú puedes h acerlo»; m anos que apoyen. Hace falta alguien con
una pizca o con gran entendim iento de lo santo que pueda dirigir
los aleluyas m ientras uno vuelve gradualmente al «yo verdadero».
Así, en mayor o m enor parte lo que ayudará a restaurar a la M a­
dre en la psique, donde su santuario fue arrasado, viene de ser r e -
sacralizado en la comunidad, en la cultura, en uno m ism o; es decir,
que vuelva a consagrarse a todo lo que es santo. Esto se puede llevar
a cabo con un ritual de su elección. El propósito del ritual sería que
uno pudiera no solo ver a través de los ojos mundanos, sino de nuevo
a través de la vista sagrada, de nuevo a través de la audición sagrada,
del tacto sagrado, del canto sagrado, de las fragancias sagradas, de
los esfuerzos sagrados, colores sagrados, palabras sagradas, trabajos
sagrados... toda la sutileza y fuerza que viene de lo Sagrado, que ahora
se practica a diarioy se restaura gradualmente.

Es cierto que el comportamicnlo irracional de enaltecer a los inva­


sores y temer alzar la voz desde el yo verdadero puede continuarla
herencia de «la herida generacional». Pero nada más se necesita a
un hijo o un padre, un alma en cualquier generación, para detener
ese legado, rescatar de formas nuevas y viejas lo sagrado, y en cam­
bio entregarlo restaurado, lisia será aquella persona que tenga un
poquito más de conciencia que oíros de su familia; alguien que gen­
til y decididamente se rehúsa a asumir la herida familiar sin sanar­
la de una vez por todas, lisie será quien se levante por primera vez
en generaciones con una voz plena de justicia, un corazón pleno de
amor, un alma plenamente generosa y sabia, sin agacharse, con la
audaz certeza de que lo Sanio es un derecho de nacimiento para lo
dos, y será quien le ensene a sus lu jos a hacer lo mismo. Eos rilnales
•kv 117
«'Nuestra Señora detrás del Muro"

para conseguir esto van de la m ano con hablar verdades herm osas,
hacer rituales de purificación y de reconsagración, y m uchos agre­
gan a estos sus propias ornam entaciones, palabras y acciones inspi­
radoras, que tienen significado para ellos.
Una vez restaurado el sentido de lo sagrado, que puede ser y será
restaurado para quienes lo buscan con corazón sincero, es posible
la recuperación total de la Santa Madre de las m aneras que m ejor
entienda cada quien, las más humildes y que más cam bien la vida.
¿Y cóm o em pezar? Haz tu trabajo a conciencia, sigue haciéndo­
lo. Trabaja con los que tienes enfrente y te conocen, que te quieren y
tienen cerca a la Santa Madre. Sigue adelante. ¿Y en cuanto a los que
quieren borrar a la Santa Madre? Yo sugeriría que en cualquier oca­
sión que alguien te pregunte para quién o dónde trabajas, digas: «Yo
trabajo para la Santa Madre». Si te preguntan con qué empresa estás,
muestra reserva, ofrece una sonrisa tranquilay di: «Estoy con Ella».
Aquí está también un prayercito, una pequeña oración-bendición
que ahora desearía pronunciar sobre ustedes, un prayercito que escribí
hace años en medio de algunos de los desafíos más difíciles de mi pro­
pia vida. Se lo ofrezco como sanación, no importa qué muros los rodeen
o a sus seres amados, no importa qué devastaciones hayan ocurrido,
no importa dentro de qué prisiones hayan sido arrojados, sin importar
dónde estén encerrados sus seres amados, sin importar nada.
Es este. A ustedes los colocaría dentro del círculo de la corona de
hojas verdes y flores blancas de Nuestra Señora que rodea su Inm a­
culado Corazón, y luego muy suavemente diría estas palabras sobre
sus corazones quizás cansados, sus espíritus desaliñados, y sus al­
m as sinceras y radiantemente perdurables: recuerden, ningún m u­
ro contra lo Sagrado nos puede alejar de lo Sagrado.

Solo las cosas recordadas


con Amor,
son Reales.
Solo los actos recordados
con Amor
son Reales.
I
118 '‘¿5
Desatando a la M ujer -fuerte

Solo las Almas recordadas


con Amor
son Reales.

Separar a la Santa M adre con u n m uro:


m aneras de tra ta r de b o rrar ideas e im ágenes
santas desde tiem pos inm em oriales

Hay otras m aneras de «desaparecer» a la Santa Madre. A veces se


com eten errores debido a una falta de visión y de sentido común y,
por ejemplo, se pierden reliquias e iconografías históricas por no
pensar bien las cosas primero.
Pero también, a lo largo de la historia global, el propósito real al
profanar y deliberadamente cubrir las imágenes de Nuestra Señora
de form a masiva fue para despojar a los creyentes de su «historia
natural» de lucha y de triunfos m ediante la cercanía perm anente
con la Santa Madre. Tenían que sacarla del camino para poder ele­
var a un grupo de nuevos gobernantes humanos que fueran venera­
dos en su lugar.
Por ejemplo, la Santa Madre fue literalmente prohibida de m ane­
ra oficial en el comunismo de la vieja guardia de los siglos X X y XXI.
Las ambiciones totalitarias actuaron con velocidad para borrar, antes
que nada, las poderosas imágenes sacras que nos inspiraban a luchar
no por el Estado, no por alguna organización, sino por la importancia
del alm a, hacia el Creador, hacia la amabilidad, la sobrevivencia, la
intuición, la creatividad masiva, labondady el amor verdadero.
El ideal original del com unism o parecía ser elevar a los pobres
de debajo del yugo de otros para que hubiera trabajo para todos, co­
mida para todos, progreso y prosperidad para todos. Pero gran p ar­
te de la im plem entación real del com unism o en varios lugares del
mundo solo reemplazó un par de botas con clavos con otro par de
botas con clavos. Por tanto, los regímenes se apresuraron a pisotear
aún más m inuciosam ente todo lo que quedara de lo Sagrado de re­
gímenes previos también antagónicos a lo Santo.
* * ' ' 111)
«Muestra Señora (letras dt I Muro*•

A m enudo, esta m etodología d egradada de «so b rescrib ir»


una cultura anterior por medio de la guerra, am enazas, intimi ­
dación y destrucción para aniquilar las creencias y prácticas m ás
sagradas de la gente — aun si el nuevo régim en com enzó de forma
idealista y con esperanza y honestidad totalm ente v erdaderas— ,
es el resu ltad o predecible de organizaciones p rom inentes que
para m an tener el poder desarrollan hilera tras hilera de dientes,
y luego subvierten la gentileza y la inclusión para obtener co n ­
trol dictatorial y «exhibir» a otros al m o strar cuántos millones de
personas hacen reverencias cuando lo ordenan; por consiguiente
eliminando el libre albedrío, el libre pensam iento, el libre m ovi­
m iento de toda la gente, excepto de los que están en los tronos
puntiagudos en la cúspide de la pirám ide del poder.
Así, en la anterior versión soviética del com unism o, los pode­
res recién llegados, decididos a derribar al viejo orden, le dieron la
espalda a su ideal original de valor para todos, y en cambio hicieron
que todas las almas tuvieran que capitular ante el Estado y los hom ­
bres que lo dirigían.
Se supone que el pueblo inocente debía ju rar la lealtad de sus al­
m as, no a sus Personas Santas como durante siglos lo hicieron m ul­
titudes, y tampoco al concepto del comunismo, sino a conformarse,
defender y apoyar a los simples humanos que se establecieron como
una cadena de mando de m atones dictatoriales sobre todas las de­
más almas.
Mi padre solía decir que si un día los hom bres se hacían con
el poder para corregir la m aldad, sería un hombre excepcional el
que tam bién viera la m aldad intrínseca de su propio tipo de poder
y el de sus seguidores. Que solo un hom bre santo actu aría con
audacia para contenerse a sí m ism o y a sus seguidores, para lim i­
ta r a los suyos de lastim ar a los dem ás; que un hom bre santo no
podría vivir como corazón santo sin arreglar las m aldades por el
bien de toda la gente, para que la gente no siguiera sufriendo «en
el m ism o calabozo de siem pre, solo que ahora con pintura nueva
y otra admiuisl ración».
120
desatando a la M ujer ¿fuerte

Recuerda esto. Recuerda. Recuerda. Cómo fue


hace m ucho y ahora... Cada vez que se atacan las
creencias y los conocim ientos santos de la gente
que es la bondad m ism a, las tácticas que se utilizan
son las m ism as. Las m ism as. Las m ism as

«Recuerda esto. Recuerda. Recuerda. Cuando se ataca a lo Sagra­


do en sí, las tácticas que se utilizan son las mismas. Las m ism as.
Las m ism as.» Esto es lo que mi padre solía decir después de una
larga noche de festejar y llorar con todos los viejos parientes que
fueron tan terriblemente dañados durante la Segunda Guerra Mun­
dial. Con frecuencia hacían sobremesa alrededor de la mesa azul de
la cocina, haciéndose compañía hasta muy entrada la noche, como
si no les bastaran las historias que apenas podían soportar escuchar
y contar. Estos antiguos granjeros se sentaban como viejos osos gol­
peados en nuestras sillitas de crom o y plástico, y volvían a contar
relatos de torm ento y pérdida. Se echaban innumerables tragos de
schnapps antes, durante y después de cada nueva historia. Y c a ­
da narración parecía mucho peor que la anterior, con pérdidas de
hijos, asesinatos de m ascotas, m utilaciones de am igos, personas
cegadas deliberadamente, m arcadas con hierros, y otros horrores
nauseabundos que se desataron ante sus ojos.
Cualquier grupo saqueador dedicado a dominar y esclavizar a las
almas usa las m ismas tácticas, solo que con distintas características
terribles. Así, me enteré, los que arrancan el sentido de lo Sagrado del
yo, de las imágenes sagradas y toda la magnitud que se alza detrás de
ellas, todos usan las mismas tácticas. Las mismas. Las mismas.
Hay muchos prolongados intentos de dónde escoger, pero deta­
llemos las tácticas de uno en particular, pues ocurrió a lo largo de gran
parte de la Tierra en nuestros propios tiempos. Si alguna vez quisiéra­
mos saber lo que pasó con las tribus de antaño, con grupos naciona­
les completos que desaparecieron o fueron diezmados, creo que solo
tendríam os que ver cómo ocurre eso ahora en nuestros propios días.
Parecería que tom ar pueblosy tierras sin su permiso es un proceso a r-
quetípico,y portanto sigue ciertos caminos predecibles.
• * ' 12,1
«'Nuestra Señora detrás del Muro»

Así, a principios y mediados del siglo XX, en m uchas partes c o ­


m unistas del mundo se secuestraron las ideas sagradas sin pedir
rescate.
Comenzaron por atacar el lodo, el lodo que constituía los ladri­
llos que constituían las habitaciones grandes y pequeñas de los re ­
fugios sagrados y los santuarios a lo largo de m uchas tierras. Así,
los soviéticos d eclararon prim ero que los edificios sagrados de
cualquier fe se convertirían de inm ediato en oficinas de gobierno
repletas de escritorios, o se usarían para alm acenar cachivaches.
Se hicieron readecuaciones insulsas, convirtiendo en «m useos» los
que an tes habían sido lugares de reunión de los fieles, donde
los guías turísticos m ostraban las falacias del pensamiento que no
fuera ateo.
O si no, se derribaban los lugares votivos, debido a que se n e­
cesitaba urgentey repentinamente un «nuevo desarrollo», sin más
ni más. Se atacaba a las almas fieles que intentaban visitar los luga­
res sagrados y a veces se les asesinaba cuando oraban o se hincaban
para rezar. Los recintos sagrados, cuyas puertas estuvieron alguna
vez abiertas a los pájaros y a la gente, literalm ente durante siglos,
p erm anecían ahora bajo llave. Otros lugares sagrados donde se
«purgó» a aldeas completas —en otras palabras, donde se asesinó
a la población y los dejaron ahí sin en terrar— se quedaron en rui­
nas. Se incendiaron pequeños lugares santos de reunión, con fami­
lias granjeras vivas encerradas dentro. La gente querida que alguna
vez obtuvo consuelo y fuerza en esos lugares fue asesinada en sus
propios refugios sagrados.
En todos los casos, los que estaban «a cargo» le prohibieron a la
gente que dijera en voz alta los nombres de sus Santos y de su Crea­
dor. Se les prohibió h acer los viejos rituales, aunque los hubieran
cantado y salmodiado durante décadas, desde tiempos inm em oria­
les. La ju n ta gobernante ordenó que la gente y sus santos vivieran
encarcelados por el resto de sus vidas; todos los am orosos corazo­
nes humanos fueron alejados de todos los Corazones Sagrados.
122 -'¿jés
Desatando a la M ujer ¿fuerte

Aunque muchos de estos regímenes dictatoriales se resquebrajarían


al final y caerían durante el siglo XX, como debe suceder y sucede­
rá con todos los poderes totalitarios, esta prohibición y encarcela­
miento de lo Santo durante casi sesenta años se ordenó a lo largo de
una enorme franja de tierray de gente, por ejemplo en Asia del Nor­
te, Europa del Este, Rusia y sus varios países antes independientes.
El tratam iento tan rudo y asesino de las creencias espirituales y re­
ligiosas de la gente siguió a pesar de una típica medida en sentido
opuesto, impulsada a menudo por las dictaduras totalitarias: esto
es, sus exhibiciones de cómo se preocupaban por la gente, im ple-
m entando ciertos program as para ayudar a algunos, mejorando la
suerte de algunos; en otras palabras, de aquellos a quienes las m en­
tes gobernantes consideraban dignos, entiéndase «leales», no al
Creador, no a la Madre, no al Hijo, sino al partido.
A lo largo de la historia los conquistadores han usado el mismo
plan predecible para dar empleos y beneficios a un minúsculo círcu­
lo interno de la población conquistada, con frecuencia armándolos
también, para seguir teniendo el poder. Asesinaron a balazos a quie­
nes invitaron a entrar del frío, pero que valientemente declinaron ser
parte de un imperio enfermo. Como decía mi padre, para un hombre
verdaderamente santo, el alimento de la verdad fresca es mucho más
nutritivo que el pan rancio que se proporciona de forma regular.
Así, en general, durante esas décadas de com unism o, ninguna
cosa relacionada con la práctica de lo Santo tuvo garantizada su se­
guridad a no ser que pudiera usarse con el fin de manipular a alguien
para hacer o dejar de hacer algo. Por ejemplo, lanzarle a una anciana
su pequeño icono de madera de la Santa Mad re, y que inmediatamen-
te después el comisario local le tendiera una emboscada a su nietay se
la llevara arrastrando. Como permitir que un pobre rebbe se quedara
con sus velas para el Shabbat, al tiempo que se disponían los docu­
mentos para defraudarlo a él, a su esposa, a sus hijos y despojarlos de
su granjita, sin otro propósito que el de enriquecer al insignificante
policía o vigilante que trabajaba para el partido.
Sin embargo, en buena medida por ese alejamiento impuesto de
sus Santos por medio de am enazas de muerte y exilio a los grises
«'„Nuestra S eñ o ra (letras dt I M uro"

páram os de las cárceles de trabajo forzado, miles y miles de almas


escaparon en medio déla noche, buscando cruzar la frontera a la li­
bertad: la libertad de una vida sin amenazas, la libertad de desarro­
llar talentos y oportunidad, de «rescatar de la noche» la veneración
de lo Santo que nutrió a tantos generación tras generación.
Pero fue ahí cuando, para evitar que la gente escapara a la liber­
tad de alm a, mente, corazón, cuerpo y espíritu, los comunistas de­
cidieron construir «El Muro» contra su propio pueblo.

La construcción del m uro para encarcelar a la


gente adentro, y evitar que la gente libre entre

Cuando a la gente se la separa con muros de su libre acceso a sus


propias im ágenes, ideas y creencias sagradas que las sostienen, y
cuando a los que valoran lo Sagrado se les declara como «equivoca­
dos, confundidos, embrollados, desinformados, anatem a, am ena­
za, peligrosos, ignorantes, arrogantes» por querer tener la forma de
vida propia que les sienta bien, entonces tam bién se puede dividir
muy fácilmente a las personas, unas de otras, por órdenes del régi­
men. Por tanto, estarán los que todavía profesan una creencia. Y los
que dicen que ya no creen en nada santo, pero que quizás todavía lo
hacen de forma escondida y clandestina. Por ende la división. El ré­
gimen cuenta con eso: que ambos grupos tem an levantarse hombro
con hombro como una fuerza de bien, pues uno intenta preservarse
a sí mismo antes que nada y ambos temen que se les lastime a ellos o a
sus familias y amigos, principalmente. El régimen cuenta con este
sabotaje de su fortaleza. El poder gobernante quiere que la gente no se
una de m aneras fuertes y explícitas para resistir al régimen.
Esta es otra vieja técnica para subvertir lo que alguna vez unió
a la gente libre, es decir, la capacidad que tienen las personas para
reunirse en sus espacios y lugares sagrados, juntarse y planear sin
tem er consecuencias dañinas dictadas «desde arriba».
Un régimen que se dedica a permanecer en el poder sobre y no con
el pueblo, prefiere prohibirle a la gente que seencuenlre en su propio
124 '«fe
ídesatando a la M ujer ¿Fuerte

suelo más sagrado, por lo tanto arrebatándole otra vez la fuerza que
viene directam ente de años de dedicación y santidad guardados en
cualquier lugar santo durante décadasy a veces miles de años.
Al cerrar los lugares sagrados de reunión, el régim en crea una
sensación de asedio constante para la gente; es justo lo que nece­
sitan los que quieren controlar a las m asas. Entonces se vuelven
una especie de beduinos, desplazando y desplazando sus tiendas de
cam paña, buscando para reunirse un refugio que pocas veces en­
cuentran. Inevitablemente, algunos de los menos intuitivos com en­
zarán a separarse y decir: «Quizás nuestros señores tienen razón en
tratarn os tan mal. ¿No sería m ejor si fuéramos m ás amables, más
conciliadores, aunque nuestros amos no lo sean?». Cuando la gente
bajo sus amos comienza a tem er, disgustarse, sospechar los unos de
los otros, esto separa al herm ano del herm ano, a la herm ana de la
herm ana. Esta falta de solidaridad y coalición es buena señal para
la dictadura de que permanecerá en el poder.

Curiosamente, esta división de la gente para que no haya consenso,


que no existan puntos de concentración para tener mejores condicio­
nes o más sagradas, también la llevan a cabo los que tienen el poder en
las cárceles húmedas y frías de todo el mundo. Se separa a las perso­
nas en la cárcel, no se les permite interactuar por más de unos minu­
tos a la vez, se les mantiene aislados para poder desalentar la com u­
nicación im portante, para extinguir la charla sobre esa libertad que
significa justicia, y no solo recitar algunas palabras de memoria.
En el caso del com unism o, y a pesar de proclam ar una y otra
vez lo libres y felices que todos eran a lo largo de Europa y Asia sin
la m olestia de las devociones sagradas de tantos tipos, los deten­
tadores del poder, las dictaduras m ilitares, construyeron muros
gigantescos de alambre de púas, bloques de concreto y ladrillos, pa­
ra m antener a esa gente «libre y feliz» de sus regímenes opresivos
dentro de su garra de influencia.
Ordenaron que se construyera un muro en particular, el de Berlín,
que midiera cuatro metros de alturay 165 kilómetros de largo para se
125
«M u estra S e ñ o ra d etrás d el M u ro»

parar a la gente de la gente. Esta enorme pared se edificó para que a na -


die se le permitiera libre tránsito, ni para entrar, y en especial para irse,
baj o la amenaza de ser rechazados y humillados de un lado y enviados a
la muerte del otro. A nadie se le permitía ir a otra parte del mundo.
Esos m uros, del doble del tam año que la altura de un hombre
promedio y cuatro veces la altura de un niño, tenían la intención de
dividir a la gente m ás libre de la gente com pletamente atada. Unos
soldados arm ados patrullaban los muros y las aduanas fronterizas
con órdenes de disparar a m atar a todo aquel que intentara atrave­
sarlos accesos o escalar, saltar, escapar, volar sobre el m uro hacia la
libertad. Con el tiempo, los cuerpos de familias enteras yacieron al
pie de estos muros.
Los cuerpos de patriotas, artistas, bailarines, músicos, granjeros,
m aestros, vendedores de flores, zapateros, talabarteros, cada hom ­
bre, cada mujer, cada niño que intentó escalar el muro en medio de la
noche —procurando distraer a los soldados, tratando de cruzar a to ­
da velocidad en un automóvil diminuto repleto de almas agachadas,
empeñadas en respirar la libertad, incluso arriesgándose a sobrevo­
larlo en un pequeño aeroplano casero— , estas almas, con la libertad
quemándoles en la sangre, quedaron muertas ante los muros despia­
dadamente patrullados. Todas fueron Almas «en su sano juicio» que
anhelaban la Santa Verdad, y literalmente murieron intentando abrir
una brecha en los muros en más de una manera.
Se rum ora que, inspirados en parte por Szent István o San Este­
ban, la Santa Madre y su Hijo, en 1956 se unieron herm anos y h er­
m anas en solidaridad en una estrem ecedora revolución húngara,
un levantamiento contra la Unión Soviética que a todos retuvo tan
profundamente cautivos dentro de los muros com unistas. Cuando
la policía trató de aplastar a los m anifestantes, los m ilitares hún­
garos se unieron con los insurgentes y lucharon con sus herm anos
y herm anas contra las tropas soviéticas. Pero la URSS regresó con
tanques rusos, y los húngaros lucharon contra ellos en las calles,
usando solo piedras y sus manos desnudas.
Se transmitieron llamados lastimeros por radio desde lo más
profundo de I limgrin, rogando a las tropas de la O IAN que inlervi
126
desatando a la M ujer ¿Fuerte

nieran. Pero no sería así. Los luchadores de libertad fueron aplasta­


dos, sus líderes asesinados. Los húngaros y otros valientes de todos
los países bajo la influencia soviética siguieron luchando por la li­
bertad durante otros treinta y tres largos años y finalmente la alcan­
zaron cuando cayó la Unión Soviética en 1989.
Pero aquí está de nuevo lo que nuestros mayores decían: los que se
levantaron para luchar contra los tanques negros no seguían el ateís­
mo, ni a un ser humano, ni algún pensamiento de esta Tierra. Los guia­
ban sus creencias más ancestrales, nacidas en sus propios huesos, que
identifican en la Madre, la Santa, a ese mundo más allá de este mundo,
donde todas las cosas, todos los milagros, son posibles. Mi padrey mis
tíos nos contarían versiones distintas de este pensamiento trascenden­
te: Podrás encarcelar al hombre, pero no hay prisión que pueda ence­
rrar su mente o su corazón. Su alma, su espíritu, su mente, su corazón
se deslizarán entre los barrotesporque todos nacieron con alas.
Este muro enorme contra el movimiento libre de la gente, con­
tra la libertad de aferrarse a lo Santo con toda la esperanza, se llamó
«la Cortina de Hierro». A lo largo de muchas décadas, muchas per­
sonas destacadas intentaron aflojar sus ladrillos, desde adentro y a
veces desde afuera del muro. Cada uno ayudó a sacudir el muro un
poquito. Pero aun así se alzaba, aplastando a tanta gente a lo largo
de una parte tan grande de la Tierra. Hasta que finalmente, un día,
en un m om ento en el tiempo, a lo largo de m uchas naciones cap ­
turadas detrás de los muros, la llamada «gente com ún» se levantó
para reclam ar todas sus libertades, incluida la Santa Madre.

La revolución pacífica sí llegó

Durante décadas, la élite autoproclam ada del com unism o que­


brantó sus promesas de dar a todos los hogares alimento y sustento
más que adecuado en partes iguales, prometiendo una vida mucho
mejor que la anterior. Pero no lograron equiparar a la realidad ese
sueño con que tentaban a la gente. De m anera igualmente intole
rabie, los que estaban en la cima de la jerarquía y de la milicia se
I*v 127
«^Nuestra Señora detrás del Muro»

habían llevado lo m ejor de todo lo disponible, con vil avaricia y pe­


reza: se instalaban cómodamente en las m ansiones, los trasladaban
en grandes limusinas a todos lados, se tom aban vacaciones en los
palacios, tenían toda la comida, privilegios, reconocimientos y sir­
vientes, y poderes tribales incomparables sobre los demás.
Ya que el régim en destrozó tierras cultivables, las inundó con
presas y contam inó ríos que antes sustentaban al pueblo, taló los
bosques protectores donde vivían todos los animales y literalmente
millones de santos en sus pequeñas casitas con techos de m adera
junto a los caminos por doquier, la gente ya no creyó que el régimen
velara de verdad por sus intereses.
Irónicam ente, los com unistas a menudo educaban a gente que
había sido campesina, en esencia granjeros; y cuanto más los educa­
ban, dejando a un lado la propaganda, más podía ver la gente que los
únicos que habían prosperado y para quienes el futuro estaba asegu­
rado eranjustam ente los compinches de hasta arriba.
Para mayor desgracia, además de las llamadas «escaseces» de
medicinas y artículos esenciales como abrigos calientes y botas para
el invierno, estaba la ausencia de suficiente electricidad para tr a ­
bajar, litros y litros de jabones grum osos que no limpiaban nada y,
había mucho más, incluido sobre todo el hecho de «desaparecer a la
gente» para aterrorizar a buena parte de la población.
Además, se prohibió la creatividad vivida y la innovación, a no ser
que uno pudiera ser «aprobado» por un consejo obtuso formado por
cincuenta personas cuyo trabajo real era reprimir, suprimir el viento
de Ruach, la Shekiná de la creatividad salvaje, el Espíritu Santo, es
decir, el duende, el espíritu de creatividad que procede más allá de lo
simplemente humano y se conoce por todo el mundo con un millón
de nombres. Esto último en particular estaba prohibido, porque no
es racional. Y tampoco es irracional. Más bien, es la alta Santidad que
llega a vivir justo en la pequeña iglesia roja del corazón. Y tan solo eso
provoca todo tipo de ideas salvajesy deliciosas en la mayoría.
Las continuas «escaseces» de petróleo, medicinas; no aceptar la
manera natui.il que otros tenían de trabajar, insistiendo en cambio
que lodo el Iraba jo se debía hacer de- la misma manera aun cuando
128
desatando a la M ujer ¿Fuerte

fuera insensible y despilfarrador; esta falta de simple comprensión


y amabilidad m agnificaron la enorm e sensación de pérdida en la
gente por sus extensiones de cultivo de tierra negra, invadidas por
presas y granjas m ecanizadas y estruendosas del gobierno, donde
antes solo había el pacífico silencio en el que cantaban las libélulas
y los pájaros. La gente todavía guardaba en el corazón m emoria del
dolor de perder sus prósperas cosechas, el caer de la lluvia, el in ­
terminable y hermoso verdor del bosque, las grandes planicies, las
m ontañas y todas las personas que habían vivido durante siglos en
la biosfera, ahí, en una ecología que escogieron antes que otra cosa.
La pérdida de la gente era muy dolorosa, pues toda la naturaleza se
consideraba parte fundamental de la vida que también se esforzaba por
la santidad. Ver a los militares vivaquear en las planicies sagradas; ver
cómo se interfería con los granjeros, los jinetes y las amazonas; que se
les prohibiera esos, literalmente, cientos de rituales pequeñosy grandes
que ataban a la gente a lo sagrado y a la tierra: esto era intolerable para la
mayoría, que todo eso se hiciera en nombre de «una teoría».
Asimismo, «la teoría» del ateísmo obligado e impuesto desalen­
tó mucho a los jóvenes; bastantes no aprendieron m ientras crecían
que las promesas am orosas que se hacen a los niños siempre se de­
ben cum plir, sino que cualquier prom esa hecha por un cuerpo de
gobierno del tipo «lo tom as o lo dejas» al principio llenaba de re ­
gocijo a quienes se les ofrecía, pero a fin de cuentas se faltó a ella
una y otra vez. Entonces, la m ism a gente fiel se levantó una y otra
vez. Con éxito, sin éxito, se levantarony se siguieron levantando con
suficientes cuerpos, mentes valientes y corazones, y se rehusaron a
seguir apoyando a sus opresores.
Lo que al final llevaron a cabo fue una de las respuestas más m e­
suradas, m ordaces y poderosas que pudieran dar. Entre otras a c­
ciones, puesto que no habían recibido sus salarios con seguridad
durante mucho tiempo e intentaban ganarse a duras penas la vida,
de m aneras casi imposibles, las multitudes literalmente dejaron de
ir a sus labores asignadas, interrumpiendo así las cadenas de sumi­
nistro de insum os de trabajo y divisas por miles de kilóm etros, en
miles de pueblos y ciudades.
• * ' 120
«J^Iuestra Señora titiras del Mam»

Así, el muro cruel que había llegado a representar todo lo pro­


fano comenzó a tambalearse. Así el muro comenzó a resquebrajarse
en sus puntos filosóficos de coyuntura. Así el muro se inclinó por el
propio horrendo peso de los asesinatos, por un lado, y del otro por
la arraigada falta hasta de una simple respuesta hum ana o alguna
preocupación por los corazones, mentes y cuerpos de la gente.

Este régim en, al igual que los vastos im perios de Rom a antes de
él, como el imperio británico, el imperio egipcio, como Gengis Kan,
com o los reyes de España, todos se apoderaron de tan ta tierra y
dom inaron con arrogancia a tanta gente, que los m onarcas au to -
proclam ados de cada uno ya no pudieron supervisar, gravar, usar,
explotar, controlar a todas las millones de mentes que se extendían
sobre miles y miles de kilómetros cuadrados, pues ahí había mucho
menos de «los de arriba» que gente.
Así, ese tipo de «com unism o» tam bién se convirtió en lo que
cualquier otro régimen dictatorial: com o el cuervo en las fábulas de
Esopo, que metió su largo pico en una botella de vidrio y glotona­
mente agarró todas las uvas que pudo. Pero ahora el buche lo tenía
tan expandido que el cuervo no podía sacar ni su pico ni las uvas de
la botella sin tirar la mayoría de ellas y volver a cerrar el pico. Así
también fue con este régimen.
La dictadura, durante décadas emocionalmente lisiada y endu­
recida de corazón, que repartía ayudas y favores injustamente solo
en su círculo interno, haciendo espectáculos para turistas con ni­
ños que obsequiaban flores y cantaban viejas canciones folklóricas,
m ientras que a otros se les ordenaba que siguieran violentando los
bosques, los ríos, los cam pos de cultivo y hasta el m ism o aire del
cielo, y todo eso m ientras encarcelaban, rechazaban, desaparecían
a cualquier alm a que hablara con la verdad — suavizándose incluso
un poco hacia el final, pero demasiado tarde como para que pudiera
salir alguna continuidad de ello— , así también el régimen quedó li­
siado económicamente.
Cuando cayó el régimen, el muro cayó con él.
130
desatando a la M ujer Jiu rU

Y la gente, aunque empobrecida de cierta m anera antes, durante y


después de que cayeran los m urosy el gobierno principal, de nuevo se
enriqueció completamente, de otra forma, con libertades potenciales.
Se ha dicho que algunos de los que fueron parte del régimen abrazaron
la libertad de nuevo, y se reinventaron para intentar buscar un lugar
en una nueva sociedad en la que pudieran ayudar en lugar de obstruir.
Se dice que m uchos volvieron de nuevo a lo sagrado en ellos
m ism os, y poco a poco com enzaron a alentar y defender la sacrali­
dad en los demás. Quedó claro que podría haber un lugar para que
casi todos prosperaran, como muchos de los que estaban detrás del
m uro, de la llamada «Cortina de Hierro» que habían tenido dos vi­
das: bondad de un lado, decencia del otro; bondad de un lado, m al­
dad del otro; maldad de un lado, maldad del otro.
Y después de que cayó el m uro, varios encontraron la redención;
se reconciliaron de muchas maneras con otros. Unos más viven to ­
davía en la fantasía de una gloria pasada que fue mucho más dolo-
rosa y sangrienta de lo que fue gloriosa. Pero también muchos otros,
com o la gente a ambos lados del m uro, se reunificaron dentro de
ellos m ismos, lentamente, con el paso del tiempo, reconciliándose,
haciendo las paces en lo posible, siguiendo con su vida y ayudando a
otros a vivirla también.
Después de la caída del m uro, millones de personas que durante
tanto tiempo fueron separadas de sus seres amados «del otro lado»,
inundaron las brechas en el m uro, como agua bajo presión que re­
pentinamente se precipita y salta por una presa odiada y fracturada.
Mi padre, de la tribu m inoritaria de los suabos del Danubio del sur
de H ungría, nos dijo que había llegado una carta. Por teléfono, el
que leía la carta decía que las ancianas tribales en las afueras de m u­
chas aldeas del sur de Hungría oyeron hablar o vieron «la caída del
m uro» con sus propios ojos, reunidas en el hogar de algún vecino
para m irar la televisión con asom bro... m ientras jóvenes y viejos se
paraban sobre el enorme muro m ortífero de concreto que dividió a
Berlín y al resto de Alemania durante casi tres décadas.
• * ' ni
«Muestra Señora detrae del Muro"

N osotros también m iram os, con m i padre, un viejito jorobado


de ochenta y tantos años. Nos agarram os de las m anos y observa -
m os con asombro m ientras esa noche, iluminada por los reflectores
de literalmente miles y miles de cám aras de noticias de todo el pla­
neta Tierra, la gente sobre el m uro usaba martillos de bola y mazos
para realm ente rom perlo en pedazos, para derribarlo, de una vez
por todas. El odio por la opresión que sufrieron durante demasiado
tiempo y la felicidad por tener finalmente libertad se mezclaban en
distintas proporciones en cada alma.
Y la carta que recibimos de nuestra tierra nos dijo que las pocas
ancianas que todavía vivían después de tantas décadas durante las
que les fueron prohibidos sus suelos santos y lugares sagrados para
la Santa Madre y la Sagrada Familia y los Santos, la noche después
de la caída del muro lloraron mientras arrancábanlos dobladillos de
sus largos vestidos negros donde escondieron sus viejos rosarios;
rosarios hechos de cuentas de m adera de cerezo de las ram as ca í­
das de los árboles de sus propios huertos, que alguna vez existieron
cuando todavía se permitía que toda la gente viviera y trabajara en
su tierra amada.
Estos eran los m ism os rosarios que las viejas escondieron en
las co stu ras y dobladillos de su vestim enta durante todas esas
décadas, durante el com unism o; y con frecuencia, eran lo único
que les quedaba de las aldeas sobre las tierras de labranza, donde
los árboles suspiraban con el viento, las ram as florecían tan fra ­
gantem ente y daban peras y cerezas deliciosas. Como solía decir
mi abuela K aterin , los árboles fru tales cada año pagaban su
diezmo en m adera que se transform aba en cuentas para el rosario
de la Santa Madre.
Todas esas décadas desde la niñez y de sus años m ozos, a lo
largo de su m adurez y ahora hasta llegar a la edad del pelo blanco
y los hom bros caídos, las ancianas —con todo y la prohibición del
com unism o que les imponía el ateísm o— habían rezado el rosario
a diario con Nuestra Señora. Lo hacían sosteniendo los dobladi­
llos de sus vestidos furtivam ente. Al h acerlo, rezaban el rosario
m ientras sentían las cuentas entre los dobladillos de sus volumi
132
0 ( m iando a la M ujer -hu rle

nosas faldas n egras, contaban sus cuentas y rezaban y rezaban,


rezaban en silencio. En total desafío.
Todavía es un m antra en mi familia: Tienes que cavar muy pro­
fundo para enterrar a Nuestra Señora.

La Capillita Sixtina de N uestra Señora de G uadalupe

Así que ahí, en la ex Unión Soviética, vimos la locura y el fracaso de


intentar cubrir imágenes tan sagradas para tantos, quienes mejor
pasaron a la clandestinidad con y por ellas. A muchos de los jóvenes
también, en lugar de ser muy buenos ateos, a menudo les llamaba lo
Santo, junto con los que seguían todavía llenos de viday no muertos
en espíritu, a pesar de tanto que había sido prohibido y cubierto: no
puede haber un llamado mayor a lo Sagrado ahora que no es algo
tan frecuente, sino que está prohibido; por tanto, se percibe como
un exótico tesoro enterrado.
Hoy todavía vemos la pérdida de lo Santo, su prohibición literal,
cómo se cubre lo Sagrado. Se aprecia en ello que puede estrechar la
visióny hacer m orir la imaginacióny la dedicación de una generación
completa de jóvenes en grandes extensiones del mundo. Prohibir lo
Santo daña el espíritu del ingenioy la creatividad de los jóvenes. Des­
corazona a los que tienen una chispa de anhelo por los Santos.
Queremos que se aprenda la lección de que, en nuestros tiempos,
vimos pasar casi seis décadas sin hacer nada en cuanto al encarcela­
miento ideológico y político de la Madre, el Creadory de los Santos, y
de todos los que los siguieron. Toda esta reclusión no se hizo para cui­
dar las almas de todos, sino para despojar, dividir, arrebatar el poder,
las riquezas, elecciones, altura, los nombramientos a posiciones per­
cibidas de poder al señalar la propia arrogancia invasora por encima
de las costumbres y de los seguidores de lo Sagrado.
Sí, así es, y aún hoy ocurre que a veces los que tienen buenas in­
tenciones pero no piensan lo suficiente antes, o algunos con buenas
intenciones pero que no contemplan las consecuencias no previs­
tas, o algunos accidentalmente, o algunos con despecho e ira, toda
vía actúan para encerrar el consuelo de la Santa Madre y de su 1lijo
de Amor lejos de su gente, que somos todos nosotros.

La parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en el norte de Denver


lleva décadas como un pueblito fuerte de Latinos1cuya ascendencia
proviene con más frecuencia de México y Centroamérica. Ellos, y los
que han venido después, también de las A m éricas, son hijos fuer­
tes de La Señora de Guadalupe , pues a Ella se refieren, entre otros
nom bres, com o La Conquista, Nuestra Señora de la Conquista, a
menudo interpretada como «Ella que Conquistó desde el Corazón»
a quienes ya habían sido conquistados por simples hombres. La Se­
ñora de Guadalupe tam bién se conoce com o la Madre de aquellos
que han sufrido atravesar los desiertos y las m ontañas, hicieron
frente al frío climático y cultural, para tratar de vivir en libertad.
Esta pequeña parroquia forma parte del patrimonio históricoy ha
sido lo que yo llamaría «un oasis en medio del caos» para los que la
conservaron en medio de los periodos de agitación de las décadas de
los sesenta, setenta, ochenta y noventa del siglo pasado, y aún hoy,
empezando con las luchas tan difíciles y feroces por la paridad de las
minorías que buscaban igualdad con los de la cultura más amplia; lu­
chas por ser reconocidos como un grupo de gente de profundo cora­
zón, tan dignos como las personas de cualquier otro grupo. Los duros
desafíos de esos tiempos incluían que se les otorgara igualdad de vi­
vienda, préstam os, oportunidades laborales, educación de la misma
calidady, como un tem a de fondo, simplemente ser invitados e in ­
cluidos en las oportunidades, tener un estatus igual en las consultas
públicas, opinar sobre cómo las m entes, alm as y espíritus se veían
afectados por las decisiones de otros más poderosos.
Uno tendría que ser testigo de prim era m ano para entender la
lucha santa, esa lucha que duró décadas para cam inar en libertad,
m arch ar erguidos, en lugar de ser relegados a la casta más baja de
los tiempos modernos. La esperanza en esta pequeña iglesia, en este
«oasis en medio del caos», era no tener que seguir rogando que se
les considera ra dignos y no solo ser vistos como valiosos único Míen
134 «
Desatando a la M ujer ¿Fuerte

El mural de Nuestra Señora de Guadalupe, antes

El mural sagrado de Nuestra Señora m uestra su herm oso ser y al Santo


Juan Diego y los Á ngeles, pintados y viviendo con vida plena desde 1975
hasta 2 0 0 9 . Estos h erm osos m urales históricos de arte popular fueron
hechos por la reconocida aitista muralista Carlota EspinoZa. La iglesia
se llama Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe. Las sillas «de
com edor de abuelita» para que se sienten los curas están a la izquierda.
Acerca del mural hay tam bién una leyenda que creció con el tiem po, de
que «escondida a plena vista » , algunos dicen haber sido santificados
para ver una im agen que a ellos les parece com o «El rostro de D ios»...
los angelitos son los ojos, la Santa Madre la narizy la frente, y los
pequeños vitrales circulares a cada lado, los oídos m isericordiosos y que
todo lo escuchan del Creador, atento a la gente.
«' Nuestra Senara detrás del M úra­

te si se les obligaba a usar toda la espalda y los huesos y la sangre


como m ano de obra para «los de arriba». Algunas de las múltiples
cuestiones enfrentadas de muchas m aneras distintas eran que se les
«perm itiera llevar a cabo el trabajo más difícil» pero sin que exis­
tiera pleno acuerdo ni un tratam iento enteram ente humanitario en
lo espiritual, m ental, social, em ocional, económ ico y religioso; las
asumían esencialmente personas que fueron ellas mismas conquis­
tadas, y que se les enseñó a no insistir en la paridad, sino a ag ra­
decer que se les perm itiera vivir. La lucha fue larga y seguirá hasta
que el alma de cada persona, sin im portar nada más, sea tratada con
cortesía, decencia, inclusión y consulta.
Desde siempre se ha entendido a Nuestra Señora de Guadalupe
como «La que entiende», como testigo personal de las tribulacionesy
el vasallaje forzado de los pobresy de los que luchan, ya sea que los que
toman posturas duras hacia las minorías residan en iglesias, gobier­
nos o en la propia familia. Así que a La Lupita, como a veces llam a­
mos cariñosam ente a Nuestra Señora de Guadalupe, se le considera
la gran Madre de la Liberación, la que trae libertad a sus hijos para
« Caminar libres, andar con orgullo y sin temerle a nadie ».

Sin embargo, hace poco alguien en el «pequeño oasis» de la parro­


quia de Nuestra Señora de Guadalupe decidió «por afán rem ode­
lador» que el mural histórico y sagrado pintado por la reconocida
muralista Carlota EspinoZa hace 35 años, el cual muestra a Nuestra
Señora de Guadalupe y al Sonto Juan Diego, los enorm es ángeles
guardianes de La Señora y sus bebés querubines, fuera cubierto con
una pared blanca de tablarroca de piso a techo.
Esa pared borró de la vista el mural de catorce m etros de largo
por cuatro metros de altura de la misericordiosa Madre, Guadalupe,
y de aquel que aun tras haber sido conquistado, perm aneció en la
santidad: el Santo Juan Diego. Se hizo un hoyo para m eter una rejilla
de calefacción cerca del vestido pintado de la Santa Madre. Como
el nuevo muro blanco estaba apenas a un m etro del m ural sag ra­
do, efectivanicnic se la encapsulaba en una especie de largo y an
1 3 6 •***
desatando a la M ujer ¿Fuerte

El mural de Nuestra Señora de Guadalupe, después

El Muro que se construyó para esconder el mural de Nuestra Señora de


Guadalupe y el Santo Juan D iegoy todos los Ángeles (14 m etros de largo x 4 de
altura). El mural se cu b iló con pintura y yeso a finales de 2 0 0 9 . Las paredes
ahora son de un color blanco parejo. El nuevo asiento de piedra gris, parecido a
un trono y m ás alto que el altar, está a la extrem a derecha.
«**' 137
«'¿Nuestra -Señora detrás di I Mam

gosto arm ario para los utensilios de limpieza, donde se colocaban


cubetas y otros objetos pertenecientes a la iglesia.
Durante unos doce meses después de que el muro se construyera
repentinam ente, se enviaron cartas respetuosas y se hicieron lla­
madas a la parroquia y a la oficina del arzobispo por parte de varias
personas preocupadas por el cubrimiento del mural de Nuestra Se­
ñora de Guadalupe. Pero las solicitudes de información precisa so­
bre cóm o ocurrió este «borrado» inesperado del mural de Nuestra
Señora quedaron sin respuesta. No se nos devolvieron las llamadas;
hubo pocas cartas contestando, y estas últimas parecían desdeñar
las preocupaciones ajenas y no incluían nada sobre cóm o se co n ­
cibió esto, qué personas lo decidieron y por qué se había hecho sin
co n su ltara la comunidad en tera...y , más que nada, si podían por
favor deshacerlo: Tiren el muro.
En una comunidad de m inorías conocidas por su creatividad,
vivido am or por el color y en especial sus fuertes vínculos entre sí
(con frecuencia estamos seguros de que todos son, de alguna m ane­
ra, nuestros primos, aunque nunca nos hayamos conocido), arrasar
con este gran mural histórico sin consultar a la colectividad entera,
que fue la que trajo y cuidó el mural de Nuestra Señora durante to ­
dos esos años, no era como se hacían las cosas en lafamilia. Parecía
otro tipo de determinación, ajena a la cultura cura de nuestra cultu­
ra. La cultura cura se valora altamente entre nuestra gente. La cul­
tura cura: en otras palabras, lo que está en la cultura que hacemos
juntos nos puede curar a todos en el amor.
M uchos tem ían que este cubrim iento del m ural de N uestra
Señora indicara profanación y blasfemia. Estaban realm ente d es­
concertados. Seguían ignorándose sus amables preguntas, donde
pedían que se les contara la historia completa sobre cóm o ocurrió
esto, en nombre de quién se hizo esto, por qué se hizo que esto tu ­
viera lugar, cómo se podría deshacer.
Extrañam ente, en este precinto de lo Sagrado, donde se hace
un espacio de silencio, el Espíritu Santo llega rugiendo para llenar­
lo de colores y acciones audaces. Así, comenzaron a llevarse a cabo
procesiones y protestas pacíficas por el cubrimiento del mural de la
138 '«¿9
desatando a la M ujer ¿tuerte

aparición de la Madre Guadalupe al Santo Juan Diego (quien ape­


nas había sido santificado, quinientos largos años después de que
se le apareciera Nuestra Señora de Guadalupe). Un grupo de parro­
quianos y exparroquianos preocupados, líderes de la comunidad,
monjas y otras personas interesadas se unieron al final para form ar
un grupo llamado Fieles Unidos, sustantivo a juzgar por la cantidad
de sus peticiones, que ahora incluían m ás de mil cuatrocientas fir­
mas de la comunidad de la gente.
Las peticiones a los prelados que tenían el poder de tirar el m u­
ro, de que por favor así lo hicieran, parecían caer en oídos sordos.
Así que el grupo llevó a cabo protestas pacíficas en la iglesia, en ­
tre otros actos constantes. Estuvieron presentes «las mujeres de
blanco», devotas de Nuestra Señora de Guadalupe de mucho tiem ­
po atrás, junto con niñitos y niñitas tam bién vestidos de blanco, y
todos muy serios y pacientes, parados fielm ente junto a N uestra
Señora y su arte sacro. Era conm ovedor ver el corazón leal que los
viejos y los jóvenes tenían por La Señora, Ella que por órdenes de
otro languidecía tras una plana pared blanca.
De cualquier m anera, siguieron encontrando resistencia a las
peticiones sinceras de inform ación acerca de cóm o este enorm e
mural histórico había sido pintado encim a y separado por una pa­
red, m ás allá de la conclusión de que «así son las cosas». Mi padre
solía decir que en su tierra los vasallos ignoraban las peticiones de
los siervos intencionalm ente, y que si había algo que el siervo sa ­
bía era la diferencia entre el silencio que indica que uno de «los de
arriba» está pensando bien las cosas y el silencio del que espera que
el tem a d esap arecerá si lo ignora para siem pre. Mi padre decía
que un hom bre verdaderam ente santo solo se queda en silencio
cuando piensa cómo resolver un problema.
Hubo un intento de reunión con unos miembros del grupo ad­
ministrativo del padre de la parroquia, pero no dieron información
alguna sobre por qué no se había convocado a un diálogo entre las
partes de la comunidad que crearon el m ural de Nuestra Señora an ­
tes del hecho. Tampoco se ofreció más información sobre la manera
repentina en que se cubrieron todas las imágenes sagradas.
Parecía que no se ofrecería guía pastoral alguna a nadie de los
que pidieron la restauración del mural de Nuestra Señora, esto es,
los que habían llevado a cabo ahí sus bautismos y funerales, bodas y
misas de celebración al alcance de los brazos de Nuestra Señora. La
gente siguió sorprendida de que la hubieran cubierto sin consultar­
los, a los m ismos hijos e hijas de quienes la habían traído aquí con
sus am orosos corazones hace mucho tiempo, los que le cedieron ese
lienzo en blanco de las paredes de la iglesia a la mejor muralista que
la com unidad pudo encontrar, quien ofreció su am oroso trabajo;
los que se preocuparon por el m ural de Nuestra Señora todos estos
años, cuidadosamente preservando, protegiendo, quitando el pol­
vo, limpiando, quedándose cerca de este sagrado conjunto de im á­
genes que tanto consuelo dio a tantos durante tantas décadas.

Volviendo a in te n ta r ser escuchados:


la protesta no violenta

Las «m ujeres de blanco» y Fieles Unidos, intentando aún hacerse


escuchar y que se reunieran cordialm ente con ellos para ayudar
a restau rar el m ural de Nuestra Señora, apartaron un día de tr a ­
bajo; no era nada fácil que los m iem bros, con frecuencia de la
clase ob rera, lograran que se les diera ese tiem po libre. Pero lo
hicieron, y así m arch aron ju n tos a la grandiosa residencia local
del arzobispo para leer en voz alta la humilde carta en que trab a­
jaro n por días y días personas de corazón gentil que buscaron las
palabras conciliadoras exactas, pero también efectivas, para pedir
que se quitara el m uro y se restau rara el m ural, de conform idad
con las enseñanzas m ás sagradas de la Iglesia sobre no profanar
el arte sacro, no perm itir la blasfemia y el sacrilegio hacia la p re­
sencia sagrada detrás de ese santo mural.
Nuestro grupo de La Sociedad de G uadalupe, fundado hace
veinte años para apoyar en la alfabetización, incluida la alfabetiza­
ción sobre lo Sagrado, se unió a las procesiones: nosotros, mujeres
y hombres mayores, caminamos pacíficamente con nuestras coma
140
desatando a la M ujer ¿tuerte

dres y com padres, con largos chales con flecos que se m ecían, ro ­
sarios que se columpiaban y nuestras oraciones en español e inglés.
Nuestros humildísimos viejos y viejas, con sus mejores som bre­
ros gauchos y mantillas hechas jirones se esforzaron por avanzar
con sus bastones y sillas de ruedas. Nuestros viejos se mantuvieron
al paso; sus largos cabellos plateados volaban en el viento y su ropa
mejicana/mexicana vividamente colorida y bordada resplandecía a
la luz del sol. Era muy hermoso, y todos pedían también que por fa­
vor los hombres de poder permitieran que los que por tanto tiempo
han amado el arte sagrado de Nuestra Señora volvieran a verla. Ple­
namente. Sin restricciones. Y sin muros.
Pero no, no se otorgó la petición. El arzobispo dijo que al párro­
co local le correspondía la decisión de hacer lo que deseara. Que era
«un asunto de la parroquia». Y el padre dijo que tenía la aprobación
del arzobispo. Y así uno apoyaba al otro, pero no respondían a las
preguntas de la gente. Así, a muchos todavía no se les permitía en­
tender las decisiones y razones para el muro. Los medios estuvieron
presentes ese día con cám aras y reporteros, pero el personal de la
vicaría les prohibió a todos que entraran en la propiedad del arzo­
bispo, quien había enviado una carta a los manifestantes pacíficos,
diciendo que el hecho de acudir a los medios no iba a llevar sus pe­
ticiones más lejos. Pero las cám aras siguieron rodando del otro lado
de las bardas y los reporteros entrevistaron a muchos de los ancia­
nos después en la banqueta.2 Y los que amaban el mural sagrado de
Nuestra Señora todavía estaban afligidos y profundamente descon­
certados sobre por qué a nadie parecía importarle que ahora La Se­
ñora se encontrara atrás de una pared hecha por el hombre.
Extrañam ente, además de encarcelar a la Santa Madre, ya fuera
que se hiciera conscientemente con ese significado o no, la remode­
lación del área del altar también requirió repentinamente la compra
de un trono de piedra gris muy grande para que los curas se senta­
ran en él durante la misa, m ientras que antes, durante muchas dé­
cadas, solo hubo unas sillas de espalda recta tom adas del com edor
de la abuelita de alguien, y que am orosam ente se m antenían lim ­
pias y brillantes al estilo de la calidad artesanal del lugar, al que los
**'' 141
«JSuestra Señora detrás del Muro»

fieles que mucho amaban a la Santa Madre con frecuencia llamaban


«La Capillita Sixtina de la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe
en el norte de Denver».
Con la remodelación también se ordenó clavar tablarroca de piso
a techo sobre la imagen imponente de los enormes Ángeles Guardia­
nes de alas blancas pintados a m ano a ambos lados de la pared del al­
tar. Asimismo, se dio la orden de clavar tablarroca sobre los pequeños
querubines que la muralista pintó amorosamente alrededor de las re­
jillas de calefacción de cada lado del nicho del altar, y cubrir algo tan
hermosamente representado que casi parecía real: las largas y fluidas
guirnaldas de rosas rojísimas de Nuestra Señora.
Era desconcertante, y mucha gente pareció encontrar bastan­
tes palabras con «d» para describir la «rem o d elació n »: d eg ra­
dante, destructivo, desacato. Se dijo que todo esto ocurrió porque
«alguien» se había quejado de que el m ural de Nuestra Señora era
una «distracción» del «significado real» del cristianism o. Y como
para subrayar esto, durante una protesta pacífica de Fieles Unidos ,
un enojado miembro de la iglesia agredió a las «m ujeres de blan­
co» que oraban, quienes solo querían que la pared cayera para poder
sentarse y rezar y volver a estar cerca de su conocida y bienam ada
Madre de Dios. El hombre gritó a las mujeres en oración: «¡¡El único
lugar para María es de rodillas al pie de la Cruz!!».
Ese día, quizás el m ilagro m ás pequeño fue que no resultara
un m otín de este insulto, no solo a Nuestra Señora, sino tam bién
a nosotros los mestizos: a nuestros ancestros, hombres y mujeres,
los conquistadores gobernantes y los prelados los obligaron a arro­
dillarse, así com o tam bién a los pueblos tribales de toda Am érica,
década tras década de brutal trabajo esclavo... forzando literalm en­
te a millones para que se pusieran de rodillas al pie de una cruz de
m ás de quinientos años: no una cruz que perteneciera al Dios del
Amor, E¡ Cristo Rey, sino una cruz hecha de la codicia, avaricia, la
vil crueldad y destrucción de las costum bres de la gente llevada a
cabo por los conquistadores para poder reafirm arlos falsos valores
de los m atones invasores. Ese día, muchos de los que escucharon
al hombre gritar sola r tomo María debía estar de rodillas, pcnsa
142 •' **
desatando a la M ujer ¿fuerte

ron que veían revivir la profecía de Santayana en voz del que gritaba:
«Quienes no recuerdan su historia están condenados a repetirla».3
Pero es un fenómeno extraño: la gran pasión espiritual a m enu­
do se levanta desde la farsa.
Algo de ese día me recordó mi m inisterio en la cárcel durante
décadas. Me di cuenta no solo de que Nuestra Señora en verdad es­
taba en una cárcel hecha de yeso, tablarroca, clavos y lodo aplicado
encima por albañiles contratados, sino que uno podría preguntarse:
¿y si la idea de eliminar este tipo de arte sacro herm oso fuera ade­
m ás, de alguna forma, algún tipo de prisión propia, una donde cier­
tam ente se lucha por ser fiel, pero todavía sin un corazón abierto y
lo suficientemente agrandado como para incluir a todas las almas,
y no solo a algunas? En una herm osa oración, Angelus Silesius le
pidió al Creador que lo quebrara, que abriera su corazón para que
pudiera llevar m ás del Ser a todos lados, y hacia todos. Que así sea
también para todos nosotros.

Pero hemos visto una y otra vez en la historia que no hay persona ni
evento que pueda destruir por mucho los llamados enviados por los
santos y el Creador y la Santa Madre al alma de la gente. Hagan lo
que hagan los demás, la gente sigue anhelando a la Madre y a todo
lo Sagrado y lo Divino. Como hem os constatado a lo largo de las
épocas, los dictadores no pueden quitar ni destrozar en los jóvenes,
los mayores y los ancianos los recuerdos de lo sagrado; todos serán
heredados a sus hijos y nietos... quienes recordarán cóm o fueron
tratad os —o m altratados en el tiem p o— sus padres y abuelos en
térm inos de todas las cuestiones de humanidad y decencia.
Pero dada la historia de subversión de las m anifestaciones del
Espíritu Santo que revientan con nuevas ideas, nuevo brío y nueva
vida, a pesar de cualquier errónea o incluso cruel ruptura de rela­
ciones de mucho tiempo, de revueltas planeadas con precisión, en­
cubrim ientos y ocultam ientos puestos sobre los significados, que
dividen a la comunidad en lugar de entretejerla con la intención de
sanarla, de hacerla brillar completa... a pesar de cualquier corrosión
, •-* ‘ 14.4
«JMuestra Señora detrás del Mam-

arrojada sobre una com unidad ya dividida, el problem a para los


conquistadores siempre ha sido este: no im porta a quiénes quiten o
silencien o humillen o tapen o alteren o agreguen para distorsionar,
cooptar, asustar o asesinar... no pueden destruir las am orosas m e­
morias de lo Sagrado de la gente viva.

Los que recuerdan

Pues recu erden, por ejem plo, que aunque hasta el asesino Jo sé
Staliny su devoto círculo interno de m atones intentaron b orrar a
la Santa M adre a través de Asia, Rusia y gran parte de Europa del
Este hasta donde pudieron, así com o algunos de los talibanes de
Afganistán intentaron borrar por medio de explosiones de pólvora,
literalmente, a los ancestrales Budas de piedra tallados en las m on­
tañas de Bamiyan, curiosamente destruyendo las enormes escultu­
ras pero dejando intactas sus venerables siluetas com pletas en las
faldas de la m ontaña: no hay Buda, solo la silueta del Buda, incluso
más m isterioso y entrañable que anteriorm ente. Recuerden, como
les mencioné antes, y de nuevo es cierto: cuando lo Sagrado se entie­
rra en lugar de que viva sobre la superficie, a menudo es incluso más
irresistible, pues entonces se percibe como un tesoro enterrado.
Así que los esfuerzos por clausurar a Nuestra Señora siguen en el
mundo: incluso por medio de intentos que se hicierony se hacen en
varias culturas, pretendiendo moler hasta el polvo la veneración de lo
que está detrás délas pinturas, murales, estatuas, petroglifos, cairas
o m ontículos, grutas sonoras, altares de piedra... la gran fuerza de
Nuestra Madre, de lo Sagrado, de cualquier m anera perdura.
Y aún m ás, cuando ha sido aplastada, raptada, borrada, cu ­
bierta, Ella, como cualquier otra Persona Santa, se va por debajo,
volviéndose aún m ás fuerte, com o un río que ruge y se mueve ver­
tiginosam ente bajo la superficie, llegando después al cuenco en el
fondo de los rápidos clase 4 , golpeandoy llenando m ientras vuelve
a explotar, y de nuevo de vuelta a la superficie, e incluso con más
poder, más brío que antes.
144
desatando a la M ujer ¿Fuerte

Tienes que cavar profundamente para enterrar a la Santa M a­


dre. Hasta el fondo, al centro de la Tierra, y luego derecho al otro la­
do del planeta no bastaría para enterrarla, ni para hacer que la gente
la olvide, un templo en movimiento de devotos que han pasado dé­
cadas, milenios, siendo reconfortados por Ella y por todo lo que está
consagrado con Ella, a Ella y por Ella.

V isitando a los encarcelados: lo que el m uro


sobre N uestra Señora trajo en la vigilia
santa, como en los días de antaño

Así que, irónicamente, como en los viejos tiempos, como ahora, por
los que están en la cárcel, por los que están libres, sin im portar qué
fue destruido, qué se hizo estallar, qué se subvirtió, los que am an
siguen aventurándose a su m anera, en un conm ovedor peregrinar
cuando pueden, donde pueden, como pueden.
En la cuestión de la construcción de un m uro sobre el heroico
mural de Nuestra Señora de Guadalupe, que en cierto sentido m an­
dó a La Señora a la cárcel, del m ismo m odo, como los que am an a
los suyos que son llevados a penitenciarías verdaderas, a institucio­
nes cerradas, prisiones federales, cárceles municipales, los que los
am an, verdaderamente los am an... toda la gente, por su deber como
almas leales y espíritus am orosos, tienen el deber de ir a visitar a los
encarcelados.

Así también con Nuestra Señora. Consideramos que las visitas a los
enfermos o encarcelados son una alta promesa espiritual que se ha­
ce y se cumple. H asta que, recientem ente, los adm inistradores de
la iglesia dejaron de perm itir visitas, los fieles que anhelaban verla
venían a visitarla con frecuencia, llevándole sustento, haciéndole
com pañía en su soledad. De esta m anera, el gigantesco espíritu de
la Santa Madre Detrás del Muro se trató igual que las visitas que h a­
cen los parientes y amigos a sus seres amados en la cárcel. Es!a es
► h w 145

«Jvuestra Señora detrás del Muro"

una vieja tradición entre los latinos y otros viejos creyentes: nunca
abandonar a las almas que están encarceladas.
Por un periodo muy co rto , los adm inistradores de la p a rro ­
quia indicaron, irónicam ente con las m ism as palabras que usan
los celadores de la cárcel con las familias y los amigos de la gente
que está tras las rejas, que podíam os « ir a ver» a N uestra Señora
d etrás del m uro. Pero solo de vez en cu an d o, y no cuando lo
deseábam os, y no cuando podíam os organizam os con todo lo que
significa cuidar de nuestros hijos, nietos, m ayores, conservar el
empleo y tra e r ropa relativam ente limpia, andar bien peinados y
m an ten erla cordura. Más bien, solo cuando los que están a cargo
lo decían. N ada m ás así podíam os ir de visita, durante los h o ra­
rios erráticos en que lo perm itían.
Entonces no únicam ente es N uestra Señora la que está en la
cárcel. No es solo una prisionera de verdad que está cum pliendo
su condena en prisión. A la familia de un ser amado tam bién se le
esposa y se le reprim e. Vengan nada más cuando nosotros les de­
cim os, no cuando ustedes quieran. Hagan lo que nosotros especi­
ficamos, no lo que les dictan su corazón y su alma. ¿Amas a tu ser
amado? Pues solamente podrás demostrarlo cuando se te indique.
Nosotros los viejos creyentes nos acostumbramos a que, durante
décadas, nos dieran la libertad de sentarnos con El Cristo, el Santo
Niño, la Sagrada Familia, Nuestra Señora, en cualquier m om ento.
Siempre éram os bienvenidos y las iglesias estaban abiertas para
cualquier pena o necesidad de socorro del Creador y de los santitos.
Pero ahora, aunque podíamos visitar todavía a Nuestra Señora, co ­
m o es nuestra antigua costumbre de visitar a los encarcelados, so­
lo se perm itía por periodos brevísimos antes de que lo prohibieran
por completo. Y no podías traer una cám ara para tomarle una foto a
Nuestra Señora para recordarla. Estaba prohibido. No podías dejar­
le flores atrás del m uro/clóset. Al final también eso se prohibió. No
te podías parar ahí y leerle una carta, ni enseñarle una obra de arte
que algún niño realizó para hacerle compañía. Tampoco nos deja­
ban tocarla. Nada más verla, como si estuviera detrás de una barrera
de plásl ico. ( lomo cu la cárcel.
146 '* ^
Úesatando a la M ujer ¿Fuerte

No se permitía tocarla en ese sombrío clóset para escobas. A no


sotros, las personas de la vieja tradición de la iglesia: dar el Pésame,
reconfortar y ofrecerle condolencias a la Santa Madre. A los viejos
creyentes nos prohibieron hacer esto. Pero, com o las familias y las
visitas de un ser humano en la cárcel, anhelábamos todavía estirar
por lo menos nuestras palmas hacia sus hombros o hacia su mejilla
y colocar nuestra mano en los hombros del Santo Juan Diego. Pero,
de nuevo, tam poco esto se permitía.
Y cuando pudimos visitarla, de m anera tan breve, y term in a­
ba ese corto periodo, aparentem ente dictado por cómo se sentía el
clérigo ese día, entonces nos teníam os que ir. Y Nuestra Señora se
quedaba sola otra vez, en el clóset oscuro. Sin luz. Sin aire. Sin nadie
con quien hablar. Este aislamiento de la Madre iba en contra del co ­
razón santo de todo Latino. Va en contra de todo corazón santo que
ama a la Santa Madre.
Y para los seres am ados que van a visitar a sus parientes en las
prisiones estatales y federales, también es así. El tiempo de visita es
el sustento de am or y cercanía de unos con otros para seguir con vi­
da. Sin él, todos nos m architam os. Pero teniéndolo, en las «salas de
visita» de las cárceles, a menudo es demasiado corto, y demasiado
restrictivo e innecesariamente austero. Después, a todos les da gusto
haber ido, pero de alguna m anera están más melancólicos que antes.
Y así sigue la vida. Para nosotros aquí tam bién. Incluso con
Nuestra Señoray sus hijos e hijas que la anhelan, es lo m ism o... Hay
literalm ente millones de seres humanos en todo el mundo que van
por el camino duro hacia sus seres amados en la cárcel, ahora m is­
mo, en los sueños y en la realidad. Y también son fieles, aunque es­
tén separados el uno del otro, desprovistos de abrazarse el uno al
otro, de aferrarse uno al otro con calidez, alimentarse unos a otros
en com unión por medio de los sentidos tan sagrados de am ar y
de ser amados: los sentidos del aroma familiar; la contemplación del
ser precioso con la m irada; la escucha del tono familiar y el timbre
de una voz am ada; y, especialmente, recibir la electricidad tan pre
ciosa para la piel, es decir, el regalo de la calma y la individualidad
que viene del contacto amoroso.
•* - 147
«zNiiestra Señora detrás del Muro»

El lugar correcto para n u estra Santa M adre


es... en todos lados, así como el lugar para el
am o res... en todos lados, incluyendo a los que
están encarcelados y los que están libres

En el caso de que la Madre Santísima sea tomada como una «distrac­


ción», como almenos uno de quienes planeáronla «remodelación» dijo
que fue una queja que escuchó, simplemente en comparación hay más
de cinco m i1enormes basílicas, catedrales e iglesias de tamaño mediano
y pequeño en el mundo, veneradas y honradas en el tiempo, donde Ma­
ría, la Santa Madre, la Madre de Dios, ocupa un lugar central en el altar.
Su imagen está en el punto medio exacto, a la derecha del altar o insta­
lada en un nicho decorativo o en una humilde silla o en un ornado domo
arriba de todo el altar, como la figura más alta, más destacada.
Una basílica así está en Roma, a tiro de piedra del Vaticano, y es
una de las únicas cuatro basílicas papales. Es la venerada Basílica de
Santa María Maggiore, en la cual la ubicación de la Madre de Dios,
como se le nombró por mandato de un decreto expedido por el Con­
cilio de Efeso en 431 d.C., es tan solo un ejemplo de cómo Mary, Ma­
ría, M ir-yam está justo en medio no nada más de la iglesia sino de la
gente, y que esta colocación ha sido aprobada y apoyada por un papa
tras otro, obispos y cardenales durante casi mil quinientos ochenta
años, hasta el presente.
Vaya trayectoria. Qué precedente tan vinculante para que María
ocupe el punto medio, sin distraer sino reuniendo, juntando, atra­
yendo al centro a todos los Corazones Sagrados. Con tales ejemplos
de la Santa Madre aprobados en sus múltiples lugares en todo el
m undo, parece extraño que sea cubierta en una iglesia católica en
aparente oposición a los estándares establecidos por el papado m is­
mo desde tiempos inmemoriales. Me sigo preguntando dónde están
todos los hechos de lo que sucedió, el pensam iento en sí, o quizás
los accidentes de pensamiento detrás de todo esto.
La iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe en el norte de Denver
se formó en! re l<>s que vinieron de la opresión, de ser los dcsapan'
cidas, ellos misi nos negados al no ser percibidos como valiosos en
148
Desatando a la M ujer .fuerte

Al ver esto, el altar principal en la Iglesia de la Medalla Milagrosa,


N otre D am e de la rué du Bac, se percibe el trem endo am or por la
Santa Madre tan solo en los detalles extrem adam ente fin os en cada
una de las num erosas obras de arte, m ás allá de la plena sensación
de la fuerza bendita que se levanta detrás de estas im ágenes de
María. El mural sagrado de Nuestra Señora y sus Ángeles arriba
del altar está hecho de m inúsculos cuadritos de m osaico. Mary,
Marie, María, M ir-yam , se levanta arriba y al centro del altar con el
gran crucifijo a sus pies, donde puede ver a su Hijo com o cualquier
madre que está pendiente de todos, incluidos los Santos, los
peregrinos y suplicantes que vienen a Ella por ayuda, sanación
y m isericordia.
«*' 141)
«Muestra Señora (letras <h I Mam-

la. cultura dominante. De nuevo, como la hija de refugiados e inini


grantes, comprendo muchas capas de ía lucha, pues me empapé de
las creencias tribales de mi familia superpuestas a sus creencias re­
ligiosas, y su posterior desgarramiento al ser literalmente m asacra­
dos, mutilados y puestos en fuga por dos ejércitos enemigos durante
la «larga guerra negra».
También veo la concordancia aquí con las familias que tienen
parientes en la cárcel, pues con frecuencia es lo mismo. Cuando al­
guien dirige, alguien con el fuego verdadero del Espíritu Santo den­
tro de su cabeza, cuando ese, o m ás, se levantan en un esfuerzo
diario por ser disciplinadosy examinarse espiritualmente, cuando se
paran al frente y dicen «¡En nombre de todo lo Sagrado, no ahora,
no de nuevo, nunca, nunca m ás!», entonces puede o cu rrir algo,
despertar algo decente que había sido puesto a dorm ir accidental
o indebidamente, hace mucho o poco.
Sé también que, como el sistem a carcelario que puede ofrecer
respuestas humanitarias a los presos y no demasiado duras o negli­
gentes, también quien sea que ordenó el cubrimiento del mural sa­
grado de Nuestra Señora puede en cualquier momento reconsiderar
para ofrecer una respuesta am orosa a la gente que ama a Nuestra
Señora y su Hijo Salvador, a los ángeles y a los santos. Cualquiera
que sin ver con claridad y /o cualquiera que ordenó la destrucción
también puede ordenar la restauración. Eso lo sé.
Y tengo esperanza de esto: que se descubra el mural de Nuestra
Señora, que los arreglos necesarios tengan lugary por tanto la bue­
na voluntad, el entendimiento franco y verdadero hacia todos, y así
avancemos juntos en la celebración de todas las personas involucra­
das, entretejidas, sin que nadie ponga mala cara sino uniéndonos
de nuevo en la pureza de su Inmaculado Corazón, recordando el li­
naje que com partim os con Nuestra Madre y su Divino Hijo que no
trajeron conflicto sino aceptación de «los más pequeños de todos»
en este mundo, el am or por las mujeres y los niños, protección para
quienes se esfuerzan por amar. Por esto rezo.
Pues tengo la certeza de que muchos padresy prelados son ma
dres ellos mismos, Quieren am ar y ayudar mucho más que crear ba
150
ih Halando a la M ujer ■ fuerte

rricadas o dividir. Como m adres verdaderas van todos los días con
los oídos pendientes del latido del corazón de la fam ilia, siempre
viendo cóm o le está yendo a todos. Los que encabezan familias de
creyentes no olvidan los dolores de cabeza y del corazón y lo recon­
fortante de la vida parroquial familiar cotidiana.
Y como nosotras las m adres de familia también sabemos: la m a­
dre m arca la pauta para todos en la mesa. La madre m arca la pauta
para la familia entera. Si da consejos amables; si es am arga y resen­
tida; si está tan ocupada tratando de subir por la escala laboral en
lugar de estar cerca de sus hijos; si es de apoyo en lugar de rencoro­
sa; si es receptiva y ayuda felizmente de formas reales, o está llena
de lugares comunes, promesas rotas, y repite el cliché de que «tengo
las m anos atad as», en lugar de resolver de verdad los problemas,
guiada por su corazón roto e intuitivo; si se mueve en el am or, siem­
pre en el am or, no solo moviendo la boca con la palabra «am or» de
forma m anipuladora; si tiene una suave fiereza en ella; si no tiene
ataques de resentimiento porque insiste en recordarles a todos que
deben preocuparse por ella, antes incluso que ocuparse de su propia
alm a; si está dedicada a aprender y enseñar en lugar de am onestar
y castigar, esto último es una m anera segura de tener siempre a los
demás «en m en os»; si una madre hace que su mesa sea una de bien­
venida, entonces sus hijos tendrán m ás posibilidades de crecer y
ayudar a otros a crecer, de nutrirse y nutrir a otros, de ser aceptados
y aceptar a otros, de serle fiel a lo más sagrado en unoy en los dem ásy
amarlo y tenerle lealtad.
Pero si no, como ha ocurrido a lo largo de la historia, atestigua­
mos que los esfuerzos por borrar verdaderos seres humanos biena­
mados al desdeñary cubrir lo sagrado como «tumbas sin nom bre»,
solo han provocado que las m adresy los padres, los herm anosy las
herm anas, los am ores y amigos de los ilesa parecidos busquen sin
tregua a sus propios Santos, sin parar. Por todo el mundo, es un im ­
perativo de la psique tener este tipo de lealtad de familia sanguínea
con los seres amados y con los Sanios bienamados. Las sentencias,
decretos y órdenes en contra de lo sagrado no pueden subvertir esta
clase de pureza que una Fuerza Mayor da, esta afirmación: «jamás
151
«Muestra Señora cidras del Muro"

hubo un am or más gran d e». Ni siquiera las paredes y las prisiones


pueden evitar que la gente ame y siga lo Santo, ni que lo Santo deje
de am ar y guiar a la gente.

Protección de las obras sagradas, la


opinión papal sobre los Santos

Sacar a rastras, diezmar y atacar destructivamente las imágenes que


son el sustento m ism o para la vida de las personas ocurrió tantas
veces al correr de los siglos, que hace m ucho el Papa León y otros
papas escribieron reglas para proteger las obras a las que la g en ­
te tenía absoluta devoción espiritual, sin im portar de qué cabaña,
aldea, reino u orilla del cam ino, o de qué rango o tribu o afiliación
procediera cualquiera.
La idea no era ni alejar las imágenes sagradas de las personas ni
dañarlas, y tampoco impedir a la gente el paso hacia ellas de ningu­
na m anera, pues ellos amaban y dependían de las fuerzas sagradas
detrás de las imágenes. Por eso, por decreto papal se prohibió espe­
cialmente negar la fuerza de la Madre de Dios a sus hijos; mutilarla
o encarcelarla.
Las declaraciones papales, encíclicas y Concilios Ecum énicos
del siglo VIII hasta el presente asumieron el tem a sin ambigüedad.
Quedaba clara la protección de lo que es sagrado para la familia de
creyentes, pronunciamiento hecho en el Segundo Concilio de Nicea
de 787 d.C.:

«... definimos con toda precisión y cuidado que, de m anera


semejante a la preciosa y vivificante cruz, han de exponerse
las venerables y santas imágenes, estén pintadas o hechas de
m osaico o cualquier otro material conveniente, en las san
tas iglesias de Dios, en los sagrados vasos y ornam entos, en
las paredes y los cuadros, en las casas y cam inos; estas son
las imágenes de nuestro Selior y Dios y Salvador |rsuerlsln, y
de nuestra Sctiora Inmaculada, la Santa Madre de Dios, y de
152 *«'c!
desatando a la M ujer Suerte

todos los preciosos ángeles y los venerados hombres santos.


Cuanto más se les contemple en el arte figurativo, más serán
los que sentirán una afinidad por recordar y anhelar a quie­
nes sirven de modelos, y brindar tributo a estas imágenes de
saludo y veneración respetuosa...».

Hay m ás concilios papales y m ás protecciones para «im ágenes de


Cristo, la Santísima Virgen María y los Santos», con pleno recono­
cim iento de «los que han hecho [destrucción] en tiempos pasados
en esta, nuestra ciudad real, contra las imágenes venerables», de
cóm o los que «reinaron justo antes de nosotros las destruyeron y
sometieron a la desgracia y el daño: Quienes no honren las sagradas
y venerables imágenes, ¡sean anatem a!».
Además, en el último año el Papa Benedicto XVI invitó a artesa­
nos de todo tipo al Vaticano, pidiéndoles que crearan nuevas y m a­
ravillosas pinturas y esculturas para la Madre Iglesia. En la hermosa
Capilla Sixtina expresó la necesidad de arte inspirador para los lu­
gares de culto. En su discurso, el Papa, rodeado por los im presio­
nantes frescos de Miguel Ángel, dijo: «Gracias a su talento, tienen
¡a oportunidad de hablar al corazón de la humanidad, de tocar las
sensibilidades individuales y colectivas, de convocar sueños y es­
peranzas, ampliar los horizontes del conocimiento y del com pro­
miso humano».
Pero, irónicamente, al mismo tiempo que el Papa Benedicto ha­
blaba con los artistas, el m ural de N uestra Señora, el Santo Juan
Diego, los Ángeles y los Ángeles guardianes estaban siendo apri­
sionados con pintura espesa detrás de paredes de tablarroca. «Para
convocar sueños y esperanzas, ampliar los horizontes del conoci­
miento y del compromiso humano».
Durante décadas, el m ural de N uestra Señora ha sido testigo
y participante, com o cualquier grupo de estim ados m iem bros de
la familia, en la Navidad de Cristo, el nacim iento del Salvador; en
Pascua, el Cristo resucitado; bodas, festejos y m isas con m ariachi;
prim eras com uniones, confirm aciones, bautizos de pequeños in­
fantes, la misa de difunto para los am ados que dejaron este niun
•i "' 153
«JSÍuestra Señora detrás del Muro»

do; quizás algunos olvidaron que el papado habría sonreído ante el


mural de Nuestra Señora, me parece, pues representaba un acon ­
tecim iento asombroso: que Nuestra Señora se apareció a un hom ­
bre indígena muy m oreno que venía del grupo m ás injuriado por
los conquistadores... este «m om ento crucial para la historia de las
razas», este suceso sagrado fue un foco inspirador de devoción, el
orgullo de miles de parroquianos durante décadas, así como de m u­
chos visitantes de todo el mundo que vinieron para ver el herm oso
mural de La Señora de Guadalupe en esta pequeña iglesia, «...tie­
nen la oportunidad de hablar a! corazón de la humanidad...»
La comunidad Latina en particular ha luchado durante décadas
por obtener la aceptación real y el respeto de la Iglesia institucio­
nal, incluyendo el hecho de que, según una fuente sacerdotal, no
fue hasta 1970 que se permitió que los latinos entraran al sem ina­
rio para ser curas en el estado de Colorado. De ser cierto, significa
la aplicación de discrim inación masiva y la atribución de una fal­
sa inferioridad a ciertos otros grupos nacionales por quienes ejer­
cían dom inio sobre estas cuestiones en ese entonces. El m ural de
esta iglesia fue una liberación de todo ese ataque histórico contra
personas que por casualidad tenían herencia m exicana, indígena
am ericana, centroam ericana, sudam ericana y otras ascendencias
lingüísticas de origen latino, pero de hecho pertenecían a la eterna
familia de las Almas.
Uno ve contradicciones parecidas entre las familias de los en­
carcelados, a quienes se les prom eten por ley ciertas protecciones
y consideraciones para su estancia o la de sus seres am ados en las
cárceles, pero después, con dem asiada frecuencia, los tom adores
de decisiones locales contravienen lo que estableció una autoridad
más razonada. Esto es doloroso para las familias, y prom eter ayuda
y después no cumplir parece un sistem a creado para exasperar. En
este tipo de torbellinos institucionales, uno a veces reza para que to ­
dos los adultos razonables con corazón por favor vuelvan a la Tierra,
pero ya. A veces, también se puede repetirla m isma oración perpe­
tua por el mu rulo afuera de los muros.
154
desatando a la M ujer ¿Fuerte

¡Revolución significa crear!


El alm a salvaje intacta: ¡crear, crear, crear!
El cam ino de la bendición prosigue,
incluso tras las b arras y los m uros

Pero vi otra cosa igualmente en este encierro de Nuestra Señora tras


el muro blanco, algo que con frecuencia aprecié en los corazones y
mentes valientes de las familias con seres amados en la cárcel: una
enorme lluvia de arte que surge directamente del corazón herido.
Ya que el mural de Nuestra Señora fue forzado a estar detrás de
una pared, toda esa «remodelación» ha inspirado un esplendor, al­
go que tanta falta hace en la espiritualidad moderna de tantos luga­
res hoy en día. No la pompa, sino el ritual, la expresión visible del
am or de la gente por lo Sagrado.
En cuanto al cubrimiento del mural de Nuestra Señora, la gente
comenzó a hacer procesiones y m archas, peregrinaciones. Se reunía
la gente joven y la vieja para rezar novenas, viejas costumbres que a
menudo se han perdido en nuestros tiempos m odernos porque los
líderes están muchas veces «ocupados» en cosas válidas, no han vi­
vido lo suficiente como para recordar «los usos antiguos», o aveces
no tienen la habilidad para unir a la gente en el significado y el am or
y el cuidado de unos por los otros en torno a estos rituales tan que­
ridos. En raras ocasiones, es por falta de calidez o falta de energía.
N uestra Señora, en lo que algunos ahora llam an «la cárcel del
clóset de las escobas », inspiró una página de internet, llamada www.
wouldjesushidehismother.com [traducción: esconderiajesusasuma-
dre.com ], que habla de las luchas de Fieles Unidos por literalmente
traer de nuevo a Nuestra Señora a la vista. El hecho de «Nuestra Se­
ñora Detrás del Muro» ha inspirado poesía y diarios. Se escribióy se
representará en atril una obra de teatro. Se han hecho pinturas, al­
gunas de ellas sagradas, otras satíricas, algunas m ás ambas cosas.
El muro ha atraído el interés de un documentalista. Nuestra Señora
Detrás del Muro ha convocado a los medios, a activistas y personas
santas. Ha traído para muchos el fuego viejo de los días de lucha con
César Chávezy otros héroes locales, para no darse por vencidos, no
«■ Nuestra Señora detrás del Mum»

irse, sino seguir adelante con el amor más ñero, hasta prevalecer. Y en
todo, m ás que nada, se lleva un corazón de am or por los encarcelados.
Mi padre solía decir que las batallas que vale la pena luchar son las que
se hacen por, y no contra algo. A lo que se refería no era a luchar con­
tra otras alm as, sino pelear para reunir a la mayor cantidad posible de
ellas bajo la «carpa de bendición» de Nuestra Señora.

Qué parecida es esta lluvia de arte a la que se hace para, por y de


los encarcelados en el mundo exterior. Las m adres y padres e hijos
de grupos de presos reales se llenan de poesía escrita a m ano, pin­
turas y exvotos en tablas, oraciones recién acuñadas, activism o,
movimientos de base, comunidades de apoyo en línea, la búsqueda
de la atención de los m edios; se acercan a cineastas y fotógrafos,
intercambian comida los unos con los otros, se ayudan unos a otros
para apoyar las almas de todos; les ofrecen consuelo a los afligidos,
levantan el corazón cansado y mucho más.
Lo mismo, pero distinto. Pero lo mismo. Las familias de los encar­
celados entienden que la aflicción con frecuencia tiene como conse­
cuencia el arte. Su inmensa expresión no solo de dolor, sino de nueva
vida, es similar a la situación en cualquier lugar donde lo Sagrado esté
encarcelado. En el norte de Denver, en la Capillita Sixtina de la Parro­
quia de Nuestra Señora de Guadalupe, aunque la Santa Madre siga de­
trás del muro, de todos modos surge revolución del hecho de encarcelar.
Más que nada, veo que esa revolución significa cre a r, seguir
creando incluso cuando se te está reteniendo, se te está en carce­
lando. Si no lo puedes hablar, escríbelo; si no lo puedes escribir,
cántalo; si no lo puedes cantar, susúrralo; si no lo puedes susurrar,
suéñalo; sigue soñándolo, hasta que un buen día...
Uno no crea para m antener el statu quo, sino para realmente ver
m ás allá del tiempo y de este mundo, y después desatar una visión
fresca «...p ara ampliar los horizontes del conocimiento y del com
promiso humano.»
El comunismo lúe derribado porque se interrumpió el nuiuIii In
tro de dinero; se detuvo la cadena de ahaslecimienlo, rsprclulmriilr
156 '¿jfcí
desatando a la M ujer ¿Fuerte

de servicios, ya fuera excavar, quemar, traer, levantar, jalar o h a­


cer. Esto lo hizo la gente que anhelaba ser libre. Nuestra Señora de
Cz^stoehowa fue escondida por un tiempo, después buscada y saca­
da otra vez por quienes la am an. Otras pasaron a la clandestinidad
y otras m ás, a circunstancias incluso banales... los que equivocada­
m ente trataron de borrar las fuentes del am or y el orgullo sagrado
por la Santa Madre, a menudo encontraron formas de reconciliarse
con honor verdadero, con igualdad para todos.
Pero para poder crear la revolución, lo que no hicieron los agen­
tes del cambio fue tan importante como lo que sí hicieron: no se que­
daron parados en silencio, ni permanecieron sentados. Pensaron, se
reunieron en grupos grandes y pequeños, no solo se quedaron en lo
local, se volvieron globales para su época, se aliaron, avanzaron; se
prepararon para ganar algunas batallas y perder otras, entendieron
la solidaridad como estar unidos por un principio y aferrarse a eso
en verdadero Amor, e hicieron a un lado todos los demás puntos de
acuerdo o desacuerdo, para seguir avanzando siempre.

Incluso los que están presos por sus visiones, sus com prensiones,
sus conocimientos, crean sólidamente. Lo vemos a partir de los dia­
rios espirituales de hombres y mujeres encarcelados que a menudo
escriben desde la prisión que su captura también se volvió parte de
su cam ino espiritual para crear m ensajes de libertad y valentía, no
nada m ás para m antener su cordura, sino para el m undo. En ese
sentido, si uno lo viera así, la cárcel podría ser a veces una verdad es­
piritual repentina, mucho más destacable que cuando una persona
está libre pero tiene un enfoque bastante más difuso.
Aunque muchos atribuyen la revolución a las batallas y las pero­
ratas y las estrategias, más que eso, mucho, mucho m ás que eso, las
alianzas verdaderas y sinceras se form an por la creatividad en m a­
sa, con todos sus millones de variantes. Un alma trem endam ente
creativa en ese aspecto fue el reverendo Martin Luther King, quien
estableció lo que entiendo como «los cuatro pasos para la revolución
creativa» en su Carta desde 1a cárcel de Birmingham, donde había
157
«-Nuestra Señora detrás del Muro»

sido aprisionado. Para mí, no hay un conjunto de principios para una


revolución pacífica que sea más conciso, profundoy verdadero:

«En cualquier campaña no violenta hay cuatro pasos básicos:


recolección de los datos para determ in ar si las injusticias
existen; negociación; autopurificación; y acción directa».4

Como si hablara de un puente sobre un río, el reverendo King expli­


ca sobre cimentaciones colocadas en lo más profundo bajo la super­
ficie del agua, de modo que el «Ser del ser» creativo pueda cruzar en
recta acción. Dice que no es el chisme lo que hay que juntar, sino los
hechos; que uno debe estar dispuesto a negociar; que hay que aliarse
con otros pacifistas y grupos de influencia y fuerza; que hay que au -
toexam inarse espiritualmente cuando uno se prepara para un com ­
promiso, de m anera que perm anezca en el aura del am or por todos
en lo posible; y entonces seguir avanzando en protesta no violenta
por m ucho, mucho, mucho tiempo: el que sea necesario.
La gente vieney va. Vay vuelve. Sin embargo, se avanza. Siempre
se avanza: sin olvidar el pasado, perdonando todas las insignifican­
tes debilidades y flaquezas hum anas, avanzando en el servicio de La
Mujer que nunca nos dejó solos en la cárcel, Nuestra Señora.5

Para colmo de m ales...


pero déjennos ver, realm ente ver

No conocem os el final de la historia del mural de Nuestra Señora en


la Capillita Sixtina de la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe
en el norte de Denver. No conocemos aún el fin, pero sí otra página de
la historia. Desde que se construyó el m uro, alguien tristem ente
desfiguró el mural de Nuestra Señora de Guadalupe en la prisión del
clóset. Solo un par de personas parecían ten er llaves de la puerta
delclóset donde ahora vive Nuestra Señora con el Santo Jimn Dle
go. Alguien entró y con aerosol pintó sobre ella: «|V<i Muslo/" v - ¡No
Mcís!».CjilizasIosqiir quieren qncla pared oculte a Nuestra Señora
158 '¿¿fe
desatando a la M ujer /Alerte

estén pensando: «Sí, es correcto. Váyanse, todos los que quieren la


restauración del mural de Nuestra Señora. Ya estam os cansados de
ustedes». Lo más desconcertante es por qué la parroquia y la arqui-
diócesis impidieron que la policía investigara quién llevó a cabo este
acto de vandalismo. La parroquia dice que la Iglesia no procederá en
contra. La gente a quien le importa simplemente no entiende por qué.
Sin em bargo, m ucha gente sigue sintiendo aún con m ás fuerza
que antes que no puede perder este hermoso mural en las memorias
de sus corazones, pues además de su M adrey Su Hijo Divino, el m u­
ral de la Santa Madre representa a sus parientes, sus amados padres,
abuelos y bisabuelos que construyeron este lugar con las monedas que
ofrecieron, los billetes arrugados que sacaron de sus pequeños m o­
nederos, los honrados diezmos de sus sueldos sindicales semanales,
el dinero que ganaron arduamente con el trabajo de sus huesos y su
sangre y que aportaron con verdadero amor. El mural representa a la
Madre como testigo de los matrimonios entre los tiernos jóvenes, los
bautizos de diminutos infantes que agitan los brazos, el último adiós a
un difunto bienamado en las misas de réquiem.
Así la Santa Madre estuvo en todos los banquetes de nuestras bo­
das, como lo hizo en tiempos lejanos. Ella fue testigo todas las veces
que se bendijo a los pequeños en su fe como hace muchísimo. Ella fue
La Madre que nos sostuvo con ternura durante el sepelio de nuestros
seres amados, muchos de los cuales se iban antes de haber tenido de­
masiada oportunidad de vivir. Siempre estuvo ahí, vibrante, grandey
am orosa, pues es n u estra/am iliare, nuestra pariente. Siempre pre­
sente con tal vitalidad. Siempre fiel a nosotros y nosotros a Ella.
Y todo esto está en los átomos mismos del hermoso mural. Y todo
esto está en las piedras mismas de esta iglesia. Toda la valiente sangre
de la gente que resistió se encuentra en este espacio sagrado... pues este
lugar santo que alberga al mural se construyó a mano, se pintó a mano
y se mantuvo con el corazón de la gente que ama. Y el mural de Nuestra
Señora ha estado vivo por décadas, mucho antes de que alguien pensara
en cubrir la Capillita Sixtina de Nuestra Señora de Guadalupe.
159
«J'iuestra Señora detrás del Mi ten»

Sin im portar cuántos giros haya dado esta «rem odelación», como
exparroquiana, todavía creo que este tema no tiene que ser el «lo to ­
mas o lo dejas» de ningún cura ni prelado. Hay otro camino. Se lla­
m a «El Cam ino», del que nos habló El Cristo Rey. «El Camino» no
excluye al arte sagrado ni a la gente sensible, ni a Su Madre, ni a sus
hijos que la am an justo como era. Incluye a todas las almas. Incluye
ver a todas las almas. Incluye a los líderes que curan y ayudan. Y es
por este resultado, este tipo de restauración, incluso más que por el
mural en sí, que rezo... todos pueden unirse en esta oración de res­
tauración de todos nosotros, y para todos nosotros, creo yo.
M ientras escribo esto, la parroquia sigue sin responder llam a­
das que preguntan y a veces ruegan poder ir a visitar a Nuestra Se­
ñora detrás del m uro, pues no olvidamos a los que están solos. Pero
casi todos fuimos criados con estas palabras del dulce Jesús, Hijo de
María, redactadas por el joven escriba Mateo en tiempos remotos. El
Niño de María le dice a Sus seguidores:

Tuve hambre y no m e dieron de comer,


tuve sed y no me dieron de beber,
fu i forastero y no me recibieron,
estuve desnudo y no me vistieron,
estuve enfermo y en la cárcel y no me visitaron.

Está intentando enseñar a Sus seguidores una forma de vida de de­


voción al Creador y también a las vidas de las almas en la Tierra de la
manera más maternal que hay. Pero Sus seguidores no le entienden, y
dicen: «Pero, Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o como
un forastero, o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te cuidam os?».
Y el gentil Hijo de la Madre María, Jesús, les dice:

En verdad os digo
que cuando no hicieron esas cosas
por los más pequeños,
rnloiuvs tampoco lo hicieron por mí.
160 -'**
desatando a la M ujer fu e rte

El Hijo de María quiere decir que si no le otorgamos estas gentilezas


a todos... alim entar a otros amable y espiritualmente, saciar su sed
espiritual, dar calor a lo que se ha vuelto frío en el espíritu, sanar el
corazón, m antener cercana cam aradería con el espíritu encarcela­
do... entonces no vale si uno solo cuidó a Jesús en las tribulaciones.
Nada más importa cuando uno extiende la mano no a los reconoci­
dos, no al círculo interior, sino a los hambrientos, a los sedientos, los
d escon ocid os; los que no tienen ropa, están enferm os, presos,
los conozcas o no, los entiendas o no, sean lo que más quieres o no.
Así, los resultados de la cuestión de Nuestra Señora en la cárcel
detrás del muro están por verse. Pero creo que si una persona puede
ordenar que se la cubra, también creo con todo mi corazón que por lo
menos una persona puede ordenar que se la revele otra vez.

M ientras tan to, Nuestra Señora está com pletam ente a la vista en
nuestros corazones y en nuestras almas, pues a semejanza del amor
entre los familiares que tienen parientes en la cárcel, ningún muro
puede separar al am or del Amor.
Sabemos dónde está, como el rad ar del corazón entre los que
están encarcelados juntos, uno tras los barrotes y los otros aleja­
dos por circunstancias más allá de su control... siempre sabemos
dónde está Nuestra Señora; como el Amor mismo, no puede ser re ­
tenida por barrotes ni por muros, lilla está en este m om ento, bajo
tierra, juntando energía, y fluye hacia todas partes... por medio de
nosotros. En todos lados está cuidando, para alimentar a los demás
espiritualmente, para saciar la sed espiritual de los seres humanos,
inclinándose para dar calor a lo que se enfrió en el espíritu, para
sanar el corazón, para acom pañar de cerca al espíritu encarcelado,
en particular a aquellos con quienes ahora comparte un destino: las
almas en las prisiones de verdad.
Ella es por eso Nuestra Madre y la Madre de todos los Cautivos.
Ella es la Madre de los Libres, lisia Madre Detrás del Muro y, toda­
vía, Ella sigue siendo: la Madre Inconquistable de lodos.
161
«JSuestra Señora detrás del Muro»

La Santa Madre detrás del Muro

Puedes construir un muro, intentar subvertirla,


descalificarla.
Decir que esta imagen de Ella
o que aquella, es mejor,
decir que este es el único auténtico
«lo que sea».

Pero recuerdo que el


Creador,
Fuente sin fuente,
no hizo solo un pájaro cantor,
no envió a ese ángel alado
a un cielo que nunca cambia,
que el Creador no otorgó una sola
versión de los hijos,
no creó a todos los huevos moteados
exactamente como todos los demás huevos
moteados.

Es claro que uno puede deshacerun muro sobre


nuestra Señora.
Y muchos a lo largo de la historia lo han hecho.
Pero uno no puede,
aun si la cubriera de pintura,
aun si la cubriera de yeso,
aun si le quitara los listones y las tachuelas,
aun si usara un martillo neumático
mientras apoya el techo con cientos de tablones,
aun si uno intentara arrancar la pared entera,
Ella estaría todavía en el polvo del muro anterior.
Todavía estaría en los átomos.
T o d t w n ic s la r íu s u s p e n d id a en el a i r e ahí.
162 *'-**
desatando a la M ujer ¿Fuerte

Pues Ella es indestructible.

En la cárcel.
Fuera de la cárcel.
Ella esta in tacta y no puede ser borrada,
pues Ella es nuestra.
Y nosotros, tú y yo,
somos definitivamente suyos.
Todos nosotros.
Todos.

Contigo, S an ta Madre detrás del Muro,


no obstante, caminamos todos libres, juntos.
Contigo, Santa Madre detrás del Muro,
no hay barrotes de hierro, no hay muros de barro.

Contigo, Santa Madre,


no hay actores malos, solo el acto.

Contigo no hay condena de ningún tipo...


Solo una sentencia a la Vida...
A una larga vida de Amor,
y de aún más Amor,
contigo para siempre, Santa Madre.

Aymen, aym en, aymen.


Que así sea
que así sea ahora,
que permanezcamos juntos
siem pre.
9
LLEVAR E L N O M BRE DE LA MADRE

Un h om bre
lla m a d o M aría

Nuestra Señora
que brilla en
!?' •m m . - y . v,
la oscuridad.
estallando
las esvásticas
I de vuelta a su
significado: Dios
de Amor.

líxvot»: «Nuestra Señora que brilla en la oscuridad»


164
desatando a la M ujer Mierte

1 segundo nombre del tío Tovar era M arushka, que significa


María.

¿Cómo llegó a pasar eso, un hombre con nombre de niña,


María?
En nuestra tierra era común que la gente no tuviera un se­
gundo nombre.
Pero Tovar adoptó este nom bre especial porque estuvo
cerca de la Madre Santísima.
De una forma muy inusual.
Dice que tomó este nombre de chica en agradecimiento.
Prometió que usaría este nombre femenino con orgullo,
por el resto de su vida...

Hace m ucho, durante una guerra terrible que entrecruzó y diezmó


a su pueblito, Tovar huyó para esconderse en el bosque. Los nazis
iban en m otocicletas y en autos abiertos, y tom aban por asalto las
aldeas campesinas junto a los viejos caminos de terracería, cada al­
dea con unas cuarenta familias.
Los aldeanos no tenían automóviles, y a sus caballos se les po­
nían blancos los ojos al escuchar los roncos gruñidos de los motores
militares. Los ancianos sostenían las riendas de sus caballos, inten­
tando calmarlos mientras gesticulaban en silencio a los jóvenes pa­
ra que corrieran al bosque a salvar sus vidas...
A las niñas, en un esfuerzo a menudo inútil por protegerlas de
ser violadas, y a los niños porque los nazis habían venido para lle­
várselos, y nunca volver a ser vistos de nuevo.
Los nazis ya habían robado a m uchos niños de otros pueblos,
forzándolos a luchar de su lado, o si no, los m ataban de un tiro en
ese momento.
Tovar estaba en el granero en la cima del risco cuando los aldeanos
escucharon los motores rugir hacia ellos. Algunos nazis habían ido unas
semanas antes a su aldea «en medio de la nada» a m atar sus vacas y bo­
rregos para alimentar a sus propios soldados, así que los niños de la al­
dea, los mayoresy los enfermos ahora morían de hambre poco a poco.
1()5
l ti hombre llamado Mana

Mi tío se escapó por la colina detrás del granero con una cobi­
ja para caballos encim a de sus hombros delgados; él la había tejido
con gruesa lana roja y negra y blanca que su m adre había peinado,
hilado y teñido.
Mi tío se escondió en el bosque. Esperó y esperó, pues era de día
y no se atrevía a cruzar ningún camino de terracería.
De repente se escuchó el gran quejido de un m otor. Dice mi tío
que de repente se sintió m areado, como la vez que fue al m ercado y
pasó un circo viajero con un hombre tan fuerte que podía hacer a los
niños girar en círculos por largo tiempo a cambio de un centavo.
Mientras el corazón le latía con fuerza, vio cómo dos soldados na­
zis detuvieron su auto para hacer sus necesidades en el bosque.
Dice que todos sabemos antes de m orir cuándo em pezam os a
hacerlo, pues de repente ya no sentía las piernas y las manos. Quizás
ya me dispararon, pensó mi tío, y todavía no se ve la sangre.
Comenzó a rezary rezar a Nuestra Señora con tanta fuerza, dice,
que era com o si «hiciera señales de hum o» para que Ella pudiera
verlo y viniera a ayudarlo.
Su oración de «pequeñas palabras» era algo así:

Ayúdame Marushka,
Ayúdame.
Ayúdame.
Ayúdame, por favor.
Por favor, por favor, por favor Señora Marushka...
¡Ayúdame!

Entonces un soldado , con el pene en una mano


y señalando con la otra,
miró directamente a Tovar, diciendo:
«Mira qué hermosas rosas silvestres hay ahí».
El tío estab a seguro de que entonces moriría,
pues solo estaba él, flacucho,
oirás de un tronco, lleno de miedo,
con siicol>ija yaro caballos roja y negm y blanca encima.
166
0( salando a la Mujer JuerU

Mi tío estaba tan agachado


que su nariz tocaba el suelo.

El otro soldado se sacudió el pene,


abrió sus piernas,
dobló sus rodillas un poco,
y después se lo volvió a guardar.
Se abotonó, diciendo:
«Ahora no tenemos tiempo para rosas».

Y los soldados se fuero n manejando completamente


armados.
En medio de una ligera nieve decembrina.
En pleno invierno de 1944.

Entre las tribus m agiar y suaba,


y algunos gitanos también...
su nombre es Tovar Marushka.
Entre nuestros parientes m éxico-españoles
su nombre sería Tovaro-M aría.
En Estados Unidos, su nombre es Tovar Maiy.

Siempre será así,


pues el tío era un viejo creyente,
y allá en su tierra
era un deber sagrado nom brar a un niño
con el nombre de la partera
que no solo era quien trajo al infante a la vida
de vuelta de las Puertas de la Muerte
sino quienquiera que igualmente hiciera de
aquel niño
uno de los afortunados, uno de los que nacieron
dos veces.
La Señora Marushka fue la partera
que hizo que Tovar renaciera.
167
ckJn hombre llamado Mana

En esos tiempos, decía Tovar, muchos jóvenes


tom aron el nombre de María cuando tuvieron edad
para hacerlo,
pues se dieron cuenta de que un hombre tenía
músculos
y fuerza, pero la Madre Santísima
podía a veces otorgarles
el manto de la invisibilidad.

Así, por su gracia, al aprender de Ella


el cuidado de los demás y su amor por la humanidad
habían renacido.

Van por el mundo llevando el nombre de su Partera:


Mary,
María,
Marushka.
10
FORJADA EN EL H O RN O A R D IEN TE

La Virgen N egra

Exvoto: «Ella, que no puede ser extinguida»


170 ’«fe*
í)( Halando a la M ujer ¿tuerte

£ • ) a Virgen Negra a menudo se percibe como misteriosa: es p o -


£ sible que los que la m iran no recuerden bien la m anera en
pC . que sus propios antepasados lejanos crearon representacio­
nes dnlm as y nocturnas de la Gran Mujer como parte de su propio
zeitgeist [espíritu de la época] tribal. Así, en todo el mundo existe la
Santa Mujer N egra, al igual que la Deidad N egra, a pesar de que
la mayoría de estas culturas lejanas y con una memoria tan ancestral
de la Virgen Negra no parecen haberse enriquecido m utuam ente
por contacto directo.
A veces, en nuestros tiem pos, si se quiere entender un ritual
misterioso o una devoción de un lugar distante, uno puede asom ar­
se a vestigios similares que se encuentran en las prácticas m oder­
nas, y percibir el pulso de significados en los rituales ancestrales
que todavía vive plenamente en tiempos recientes.
En esa línea, mi abuela Katerin conservó rituales de su pasado
étnico tribal suabo para «buscar» a la Virgen Negra justo donde vi­
vía, ya fuera en su tierra como cam pesina y tejedora o en el Nuevo
Mundo como refugiada e inmigrante. Así es como buscaba a la San­
ta Madre que Soportó el Fuego.
Cuando yo era niña, en las casitas de tejas lijadas o de chilla de
nuestros ancianos, en los huertos y bosques junto a los lagos, había
dos hogares de leñay a veces hasta tres. Uno se hacía en la estufa para
cocinar, y otro en la enorm ey vieja caldera plateada que servía de hor­
no primitivo para dar calor durante los m eses de frío. Y, de haber un
lar adentro o afuera en un galpón alto y empinado, o en algún cober­
tizo para ahum ar los animales de caza y otros alimentos, también se
hacía un tercer hogar con las ramas de los árboles frutales, que le da­
ban un sabor a chabacano, durazno, cerezo o ciruelo a las provisiones
que se ahumaban sobre el fuego durante días enteros.
Así, mi abuela tenía un abundante terren o para buscar sus
adoradas Vírgenes Negras, pues después de que se term inaban de
quem ar casi todos los troncos de m adera noble y m adera suave en
el fuego, así como las ram as de árboles frutales y los extrem os se­
rruchados sobrantes de la m adera, mi abuela siempre preguntaba:
«¿Hay una Virgen ahí dentro?». Atizaba la ceniza blanca y las sobras
ennegrecidas de los troncos, levantando lluvias de chispas anaran­
jad as, preguntando y preguntando: «¿Hay alguna María Nocturna
por aquí dentro? ».
Lo que estaba preguntando era si sobraban trozos ovalados de
m adera quemada y ennegrecida, que de m anera sorprendente ase­
mejaban la forma corpórea de la Madre Santísima: con la cabeza re­
donda, fluían hacia abajo y se ampliaban en medio, haciendo hasta
abajo una caída, de una form a que grosso modo representaba una
figura femenina y m aternal; ¿sobraba algo de m adera en el lar de la
que todavía destellaran pequeñas flamas?
Y sí, m uchas veces la vi empujar el final de un tronco quemado con
sus gruesos pulgares agrietados m ientras aullaba por el calor. Mu­
chas veces la ayudé, usando atizadores de hierro que no com pram os
en una tienda, sino que los hacía nuestro tío herrero, para rastrillar
lo que sobrara de los troncos entre las cenizas, como se podría ver a
una madre águila que con las garras mueve sus huevos para voltear­
los suavemente y estimularlos a salir del cascarón. Y estaba nuestra
anciana Omah cerniéndose sobre el fuego y la ceniza con su vestido
negro, babushka negra y gruesas m edias negras de lana, tejidas
a mano, volteando los troncos, huevos negros, como si fuera un águila
madre, pensando que una Madre María podría nacer de ellos.
Y m uchas veces estaba ahí la Gran Mujer, justo en el fuego, una
pequeña Virgen Negra, a veces sin rasgos y otras con rasgos faciales
claros. La anciana Katerin decía que esta Santa Madre Negra cargaba
sabiduría y conocimiento y comprensión para reparar la tierra y h a­
cer crecer las cosas. Que esta pequeña Santa Madre de madera negra,
una vez que se enfriara, sería la portadora de oraciones del Cielo a la
Tierra. Sí, del Cielo a la Tierra, orando por nosotros para que por favor
actuemos, imaginemos, pensemos, amemos al servicio del bien y el
fuego del Espíritu por este mundo, por estos pueblos.
Y entonces, después de encontrar una, a veces dos, en un mes
de hogueras, se llevaba a las pequeñas Madonas quemadas, tan ne­
gras y agrietndasy llenas decicatrices, hasta sujardín en el campo.
Y muy pronlo divo una auténtica barda diminuta semienterrada de
Vírgenes Negras n lo largo de la división trasera de su campo de ver
172 '"-*1
Desatando a la M ujer ¿fuerte

durasy trigo, justo a lo largo de toda la orilla que separaba al terreno


de su enorme jardín de flores y huerto de frutas.
Esto fue allá en los tiempos en que quizás algunos de los curas de los
Pueblitos no habían recibido una formación completa, y no parecían co­
nocer las afirmaciones del Papa de que los valores étnicosy de sus tierras
de origen de la gente debían incorporarse al catolicismo, de hecho, en­
trelazándose en las fiestasy el ayunoy el ritualy en alegres manifestacio­
nes donde fuera posible, para incluir a todos y no excluir a nadie.
Pero en los tiempos de la anciana Katerin, el párroco, quien de
m anera sospechosa a menudo se presentaba «para hacer una visita
inesperada en casa» justo cuando humeaba una cena dominical en
la m esa, un poquito más elegante que la sencillísima comida coti­
diana, la criticaba por tener tantas vírgenes de m adera quemada en
su cam po. Dijo que ella solo tenía una «superstición», y quería que
se diera cuenta de que en realidad la Virgen tenía el pelo dorado y
rizado, piel de porcelana y ropas de seda de colores vivos.
La anciana Katerin nada m ás dijo: «Estas virgencitas protegen
mis campos y hacen que mis plantas crezcan hasta estar muy gran -
des». Y el joven padre miraba hilera tras hilera de las plantas de pi­
miento de Katerin, de diez distintos tipos y colores: sus pimientos
m orrones verdes y am arillos y rojos, sus chiles y pim entones, sus
chiles largos color amarillo cera que se extendían por m etros y m e­
tros. Miraba los verdes rabos de las zanahorias, parecidos a helé­
chos, y las espadas verdes de sus cebollas que brotaban de la tierra.
Indicó entonces con una sonrisita que era obvio que las Vírgenes
Negras «no estaban funcionando», pues las plantas solo eran de ta ­
maño promedio, y no únicamente eso, las guías de tom ate m ostra­
ban hojas un poco m architas por el ardiente sol.
Katerin solo se quedó parada con sus zapatos enlodados y su
enorme y pesada regadera de zinc. Nada más asintió con la cabeza:
«Tiene razón, padre». Y lo dejó pasar. Y siguió durante toda su larga
vida buscando y encontrando a sus Vírgenes Negras en el fuego.
Y... reím osy reímos al final del verano, pues el pobre padre no se
dio cuenta de que las vírgenes plantadas no miraban hacia el jardín de
verduras, sino al de flores y los árboles frutales, y las perasya tenían el
.173
f'g Virgen .Negra

tamaño de pelotas de softball, las ciruelas parecían enormes limasy las


dalias de la anciana Katerin hicieron que ganara el segundo lugar en
la pequeña fiesta de la cosecha de la aldea ese año, por ser casi las más
grandes de las que se tenía registro, excepto por otra viejita que ganó el
prim er lugar con sus dalias, que eran solo ligeramente más anchas de
diámetro que las de Katerin: del tamaño de un plato para servir.
La otra viejita, la que ganó el primer lugar, era la hija de la anciana
Katerin, la anciana Kathe, mi tía la tejedora loca, reina del crochet allá
en su tierra también, y a quien mi abuela había regalado varias de sus
Vírgenes Negras «forjadas en el fuego» para que las plantara mirando
hacia su propio campo de flores... a diez kilómetros de distancia.
La Virgen Negra no tiene que ser una obra de arte creada por
alguien muy lejos, al otro lado del mundo y los océanos. La Virgen
Negra es siempre una obra de arte: en Hawai, hecha de piedra oceá­
nica; en México, de piedra negra volcánica porosa; en el grupo tribal
quiché de los mayas de Guatemala y en m ás de quinientos santua­
rios e iglesias consagrados a la Virgen Negra tan solo en Francia, y
más en Suiza, África, Asia y por todo el mundo.
También puede ser un trozo de roble o de fresno o pino que se
quemó en el fuego. La anciana Katerin solía decir que de eso se tra ­
taban las Vírgenes Negras que se tom aban del fuego, y lo m ism o
respecto de nosotros: esa pequeña y oscura Madre Santísim a fue
quemada, pero no consumida. Sigue aquí. Nosotros seguimos aquí.
Aún m antenem os nuestra forma sagrada, sin im portar qué fuego
hayamos tenido que atravesar. La Virgen Negra dice: «Miren mi ca ­
ra negra, m i cuerpo quemado, y crezcan, crezcan, florezcan, florez­
can. No dejen que nada los retenga».
La Virgen Negra, forjada en el fuego, guía el camino.

Madre de piel negra:


su belleza, denigración, continuidad

« La m adre de la piel.» Ln nuestras familias étnicas estos eran unos de


sus nom brea: bor rílesoiii/uy 1« madre de la piel, algunos entre mu
174
!Desatando a la M ujer ¿Fuerte

chos otorgados para honrar a la madre natal, la madre con la más ín­
tima relación de «no separación» de su cuerpo, espíritu, alma, mente
y corazón con sus hijos, ni en el caso de su «am adoy pequeño preso»
dentro de su vientre, el bebé en gestación. Y esta es una descripción
apropiada, una forma física de entender nuestra relación con la Santa
Madre: a nosotros también nos sostiene, flotando de iday vuelta en
el océano rojo y nutriente y en la floreciente oscuridad dentro de Ella.
Así, estos también son nombres para la Santa Madre en las he­
rencias m agiar y Latina: Egy sótét boru n oy La M orena, «la h e r­
m osa de piel oscura». Con frecuencia uno encuentra este apelativo
también en los pueblos donde hay personas gitanas, árabes, africa­
nas, nativas, españolas y demás linajes por consanguinidad.
A la Madre Santísima además se le llama a veces Szuzanyám fe-
kete y también La Virgen Negra, en referencia a una que puede ser
un poco o m ucho m ás oscura que otras vírgenes, las cuales a m e­
nudo se representan con cabello rubio, ojos divinamente claros y
herm osa piel pálida. Nuestros mayores notaron varias veces que la
Madre Santísima, La Madre Negra, había estado a la intemperie, y
no adentro. Al estar afuera, al aire libre, el sol la había besado. Así,
se volvió aún más hermosa con su piel morena y de tonos negros.
Parece ser que se mencionó a la Mujer Negra de Belleza Santa en
palabras sagradas mucho antes de que conociéramos las múltiples es­
tatuas e imágenes de las Vírgenes Oscuras colocadas en iglesias, cate­
drales, basílicas, templos y cuevas alrededor del mundo. Esto se trató
mucho antes, en el «Cantar de los cantares» de Salomón, un hermoso
poema de dos amantes que se hablan el uno al otro de sus considera­
ciones sobre la belleza física y sexual de su contraparte, pero más aún
la espiritual, todas entretejidasy no una separada de las demás:

La esposa es negra,
morena por sus labores
en el viñedo.

Se dice de la esposa, esta esposa herm osísim a, del color negro azu­
lado del atard ecer, que tenía pechos com o «dos ciervos jóvenes,
•*' ,175
f'li Virgen, N'vgm

mellizos de una gacela»; en otras palabras, pechos con ojos tiernos


com o el venado. Esta herm osa esposa está «m orena» por trabajar
al aire libre bajo la luz del sol en los viñedos. El vino que se hará a
partir de ese arduo trabajo dará m ucha relajación, paz y arm onía
a la vida. Esta esposa de antaño no es de oro dorado. La esposa no
es verde, roja, café, amarilla, rosa, morada. La esposa es negra. T ra­
baja con las manos. Se inclina para atender la verde viña viva. Toca
la tierra negra y las hojas verdes y las flores de colores y la fruta en
ciclos, una y otra vez. Camina sim ultáneam ente por las tierras sal-
vajesy por los espacios cultivados deliberadamente. Traté de enten­
derla caminando en dos mundos:

Negra

Negra porque
ha sido besada
por el sol.
Nuestra Señora es tanto el sol
que besa,
como la que es besada.

Nuestra Señora responde a muchos nombres:


«Ella, la que es bendecida por el Sol».
«Mujervestida con el Sol.»

Comenzamos a ver entonces las múltiples formas en que la gente ha


imaginado a la Madre Santísima a lo largo de la historia, sin im por­
ta r en qué parte del mundo vivan, o qué ram a de la fe religiosa pro­
fesen: de oro rosado y luz, nativa de la tierra de y sobre la que vive,
negra com o una noche estrellada, roja como la tierra de barro, verde
como las hojas tiernas que se asoman del suelo negro, dorada como
el sol, y del más profundo morado que se encuentra en las flores co ­
nocidas com o *•! uli|>;iiios negros».
176 '«fe . .
íDesalando a la M ujer Suerte

Y aún así, hay detractores de la oscuridad de la Virgen. En es­


critos guardados de hace muchísimo tiempo, vemos cómo algunos
atacan los rasgos y el color de piel de la Virgen Negra. En libros de
finales del siglo X IX y de todo el siglo XX, vemos a algunos observa­
dores disgustados por esas im ágenes, ideas y seres hum anos rea­
les de piel oscura que pertenecían a una clase social distinta, a otro
grupo racial que el de los escritores.
En un libro publicado en 1881, Legends ofthe M adonna: As Re -
presented in the FineArts [Leyendas de la Virgen: Su representa­
ción en las bellas artes ] déla señora A nnajam eson, Boston (editado
por HoughtonMifflin and Company), la autora nos m uéstralos an­
ticuados prejuicios de algunos que intentaron petrificar a la Virgen,
am arrarla, mantenerla tan solo en un angosto haz de luz, hacer todo
menos permitir que se la defina en su plena dimensión. Más bien fue
desollada y convertida en algo «apropiado» que com binara con los
restrictivos filtros humanos que se le colocaran encima.
Sin em bargo, la decimonónica señora Jam eson arroja luz sobre
cómo su cultura de la década de 1880 —por medio de los lentes m a­
tizados de la clase social— no podía percibir a la Virgen Madre de
piel negra com o herm osa ni aceptable. Ella se lam enta y especula
que las más antiguas representaciones artísticas de la M adona, do­
rada e iluminada, aparentemente se relacionaban de forma muy es­
trecha con los seres humanos «norm ales».

« ... para satisfacer la fe. [Más bien] Son las feas, o scu rasy
ancestrales vírgenes griegas... las que siempre se reconocie­
ron com o m ilagrosas; y hasta “el día de hoy”, dice Kugler,
“el vendedor de lim onada napolitano no perm ite que se
coloque en su caseta otra que la m adona griega form al, de
semblante verde olivo y cabeza cubierta con un velo ” ».
«Lo m ism o sucede en Rusia. D ichas im ágenes, en las
que no hay ningún intento de representación [de lo] real o
ideal... la Madona más herm osa de Rafael o Tiziano no te n ­
dría el efecto similar. El m ismo Guido, quien pintaba h er­
m osas vírgenes, iba cada sábado a rezar ante la pequeña
=*'' .177
('£ Virgen -Negra

Virgen Negra de la Guardia y, nos aseguran, veneraba con


toda devoción a esta vieja reliquia del Este.»

Y así hubo además sacerdotesy monjas devotosy otras almas a lo lar­


go de las Américas, Africa, Asia, Polinesia y Europa que también iban
a su trabajo todos los días, pero solo después de rezarle a la Virgen
Negra de sus propios antepasados por parte de m adrey padre.
La señora Jam eson, después de etiquetar a la Virgen Negra como
«fea», prosigue:

«Debido a que algunas de las pinturas e imágenes talladas


griegas se volvieron negras por su extrema edad, ciertos escri­
tores devotos argumentaron que la Virgen misma debe haber
sido de semblante muy oscuro; y a favor de esta idea citaban
este texto del Cantar, “Negra soy, pero herm osa, oh, hijas de
Jerusalén”. Pero otros dicen que su semblante se ennegreció
solo durante su estancia en Egipto. En todo caso, aunque la
negritud de estas imágenes antiguas supuestamente realzaba
su santidad, nunca se le imitó en las bellas artes, y es bastante
contraria a la descripción de Nicéforo, la autoridad más anti­
gua, que es la que se sigue en la escuela griega.»

«El Cantar» es otro nombre para el «Cantar de los cantares». Des­


pués la señora Jam eson procede a citar lo que se consideraba, en sus
tiempos, la única m anera propia de representar a la Santa Madre:

«La vestim enta apropiada de la Virgen es una túnica roja


cerrada, con largas m angas... y sobre eso, una capa o m an ­
to azul. En las pinturas tem pranas, los colores son pálidos
y delicados. Su cabeza debe llevar un velo. Los padres de la
Iglesia primitiva, particularmente Tertuliano, le dan mucha
importancia al velo casto utilizado por las doncellas crislia
ñas; en todas las pinturas tem pranas, la Virgen lleva velo. I .a
Virgen en el trono, sin velo, con largos mechones que caen
de cada lado, lite una innovación que se introdujo cen a del
178
desatando a la M ujer ó

final del siglo XV; comenzó, me parece, con los milaneses, y


posteriorm ente se adoptó en las escuelas alemanas y las del
norte de Italia. Las Madonas alemanas de tiempos de Alber­
to Durero con frecuencia tienen cabello magnífico y abun­
dante, que se enreda en bucles, o que cae hasta la cintura en
espesas olas, y son siempre rubias. Las Madonas de cabello
negro aparecen primero en las escuelas españolas y después
las italianas.»

Hay m ás por p arte de la señora Jam eso n sobre cóm o la M adre


Santísim a no debería jam ás m o strar su pecho. (Me tem o que la
señora J. se tardó un poco en su am onestación, ya que una de las
prim eras pinturas de la Santa Madre la representa am am antando
al Cristo N iño, y es m aravillosam ente herm osa. M uestra la sim ­
biosis sagrada entre m adre e hijo. Algunas de las pinturas que
representan a la Madre m ientras am am anta a su Hijo tienen más
de mil años de edad. A veces llevan de título, traducido del latín,
«La Santa L actancia». Sí.)
La señora Jam eson también indica que los pies desnudos de la
Virgen no deberían de verse jam ás, sino que hay que vestirlos con
botas o zapatos, y así continúa. Por supuesto, todo esto parece apa­
gar ese concepto tan humano de «la m adre de la piel», la am orosa
Madre natal para su pequeño Santísimo y para nosotros también.
Sin em bargo, encuentro de valor estos escritos de la señora J a ­
meson, pues nos abren una ventana a cómo la escritura de cualquier
época puede chupar la sangre a la santidad viva cuando se busca so­
focar y estrangularlo todo, en lugar de perm itir que la Santidad res­
pire con fuerza por sí sola.
Hay un dicho entre las viejas creyentes de n u estra fam ilia:
«No fu erces la semilla tan hondo, a no ser que quieras hacer un
cem enterio en vez de un ja rd ín » . Se referían a los lirios acuáticos
que a veces cultivaban en grandes barriles para la lluvia hechos de
nogal negro bajo los can ales de los alero s de n u estras casas
de techo inclinado. El lirio acuático que crece hacia arriba desde
la fértil oscuridad es una especie de sím bolo «emergente» para
I7f)
/'g Virgen .Negra

la vida nueva sagrada: cada planta enraizada en el lodo fecundo


que la sostuvo con fu erza... por m edio de su tallo de listones
verdes, creció y creció hacia arriba hasta que su flor rom pió la
superficie del agua. La vida y belleza del oscuro lirio verde depen­
día de que ap areciera sobre la superficie del agua, en lugar de
verse obligada a vivir solo sumergida.
También las Vírgenes Negras se mantuvieron sobre la línea del
agua durante siglos, han perdurado en plena flor contra todas las
prohibiciones, admoniciones, y el falso señalamiento de estas h er­
mosas imágenes de la Santa Madre como «feas». No son fealdades,
son beldades. Mejor llamar fea a la noche y a todas sus estrellas, que
no ver lo absurdo de tal denigración de esta sagrada y oscura pro­
clama de diversidad.

M adona del Día y de la Noche:


O m e t e o t l y lo s o jo s , la M adre Ojo

Para m í, uno de los rasgos m ás sobresalientes de m uchas Vírge­


nes N egras son sus ojos. Cuando uno estudia las estatuas de las
Vírgenes Negras que todavía están intactas, por ejemplo, se puede
discernir una inusitada peculiaridad en los ojos de casi todas. Es
como si no m iraran tan solo dentro de este m undo, sino tam bién
a otro m undo en su totalidad. La m irada que tienen, con frecuen­
cia no nada m ás es una de «aquí», sino que se dirige incluso hacia
«lo distante».
Me parece que esto se manifiesta tajantemente en algunas de las
imágenes de la Madre Santísima, en su herm osa piel negra, y más
aún en sus ojos que parecen casi no tener párpados. A menudo estos
son redondosy muy abiertos, con el iris y la pupila justo en el cen­
tro del ojo, y el blanco se ve en todo su alrededor com o si estuviera
completamente despierta, y lo estará siempre.
Ella parecería estar viendo, realmente viendo, en su inusitada
manera «negra». F,n realidad, la luz negra pertenece al espectro ul­
travioleta y. por ii icdiocle los invisibles rayos UV de onda larga que
180
(k ¡¡alando a la

irradia, revela las cosas escondidas, form as, colores creatu ralesy
otras cuestiones que no se ven a la luz del día.
Se puede decir que este es uno de los valores asombrosos que se
asignan a la Virgen Negra; se cree que Ella es capaz de ver, saber y
ayudar en lo que al principio no resulta obvio a la luz de todos los
días. Por lo tanto, varios de los que mucho la estiman creen que Ella
interviene y nos ayuda a sanar en un nivel que rebasa lo mundano.
Entre sus devotos, la Virgen Negra tam bién es entendida como
alguien que se encuentra en la línea divisoria entre la conciencia des­
pierta y la conciencia del sueño... como si tuviera pleno derecho de
ciudadanía en dos naciones, dos realidades, dos puntos de vista sobre
todo en todas partes; donde un lado a menudo está mucho más orien­
tado hacia fuera, como ocurre con la extroversióny las cuestiones im ­
portantes. El otro lado es mucho más revelador de la psique interior, y
de asuntosy configuraciones escondidos allíyde ese modo: las raíces
más profundas de la materia, la base real para sanar, escuchar, ser.
A menudo se ruega a la Virgen Negra junto con su Divino Niñito
Negro para sanar el alma de una persona hasta lo más profundo de
sus huesos, para revelar el problema desde la raíz, para otorgar al
espíritu humillado la bendición profunda que tanto se necesita para
reparar y volver a surgir, en formas que tienen el más hondo signifi­
cado para el individuo.
La Virgen Negra, en todas sus representaciones, se conoce co ­
mo la sanadora de los lisiados, la sanadora de las mujeres dañadas,
de los hombres heridos y de los niños lastimados y m altratados. La
Virgen Negra no tiene nada de superficial; es otra m adre afable y
tiern a, la m adre m ás alerta y que m ás cuida, la m adre m as fiera
y protectora, y la madre que cura a los que tienen las peores heridas.
Y m ás allá de eso, tiene una tercera perspectiva, la m ás santa de
todas, en la que las perspectivas opuestas del interior y del exterior
se reúnen: y justo ahí, en esa unión, la Virgen Negra se yergue, ab­
sorbiendo los dos mundos, lo mundano de hechos observables y el
mundo del Espíritu profundamente creativo, intuitivo y emergente.
En nuestra herencia m estiza existe un nombre para este co n ­
cepto que contiene mucho del esfuerzo por ver hacia ambos lados.
181
ía Virgen -Negra

a todos los lados, a todas las cosas: ver con los ojos bien abiertos en
todas direcciones, manteniendo unido a lo fem eninoy lo masculino
(aveces conocidos como el foijadory la chispa), lo lejano y lo cerca­
no, lo santo y lo que aún no está formado, la virtud y m ás de eso que
aún no está formado, la tierray el cosm os, el agua y el fuego, los c a ­
minos que llevan al sufrimiento y los que llevan a la revolución que
trae liberación y felicidad. Esta palabra es Ometeotl.
Esta sagrada palabra náhuatl, que se entiende de m uchas m a­
neras distintas, en esencia se refiere a la fuerza que está m ás allá de
las imágenes y las representaciones únicamente: es decir, «El Todo»
creado, el universo conocidoy desconocido. Se dice que «el todo» es­
tá también —de alguna m anera, en alguna m edida— dentro de c a ­
da uno de nosotros. Que nacimos así, plenamente vivos y dotados de
alma al ser y ver todos los mundos: Ometeotl. Al escuchar del Gran
Espíritu, Creador, Fuente sin fuente, Dios Padre, Mujer Santa, un an­
tiguo azteca lo resumiría todo en una palabra sagrada: Ometeotl.
En este sentido, en su «luz negra» que revela lo que no se puede
ver con la sola luz del día, la Virgen Negra se puede entender como
la que nos convoca a recordar que lo Eterno no solo es todo lo que
nos rodea, sino también una chispa dentro de nosotros, un terreno
en nuestro interior. Como he estudiado su imagen de tan tas m a­
neras, y su herm osa negritud significa m ucho m ás que el color, lo
puedo ver en un sentido más pleno a la luz que arroja la oscuridad;
la Virgen Negra es una m adre que tam bién está consciente de las
dificultades que nos ocurren en y a partir de la oscuridad del desco­
nocimiento, la inconsciencia, la ignoranciay la inocencia.
Las tribulaciones a la luz del día pueden considerarse comunes y
corrientes y no necesitan intuiciones de «luz negra»: se me ponchó
una llanta, mi herm ana no me habló y dijo que lo haría, mi vestido
se rasgó con el m arco de la puerta; en contraste, los «asuntos noc­
turnos» pueden ocurrir de repente, m isteriosam ente, a veces quizás
parecería que de m anera mágica, bajo la cubierta del inconsciente,
o estallando a partir de él. De repente uno «sabe» que no se pue­
de quedar. De premio uno «sabe» que debe iraquí o acullá en plena
santidad en la oscuridad.
182 ' ' «
desatando a la M ujer fu e rte

La esfera de la Virgen Negra parece ser, en gran parte, el aliento


al espíritu humano para investigar y ver m ás allá de lo «esperado»,
por encima de lo que se considera «la única m anera de m irar bien»,
buscar la imagen más amplia, m ás allá de lo que el ego percibe muy
fácilmente por sí solo. Ver con los ojos del Inmaculado Corazón, ver
con los ojos del divino Espíritu Niño, ver con los ojos del alma gol­
peada pero plenamente radiante.
Las pesquisas que llevamos a cabo «a la luz negra» pueden ser
especialm ente im portantes cuando las cuestiones son más serias,
por ejemplo: creo que traicioné algo im portante. Creo que quisie­
ra dar vida de cierta m anera, pero todavía no lo hago y frustro a mi
propia alm a. Estos últim os son pensam ientos que tienen m ucha
im portancia para el alma, para el espíritu, para el corazón, para la
psique. Percibir a la Santa Madre com o herm osa por sus dones de
arrojar una luz especial, literalmente nos permite usar la lupa de lo
sagrado y realmente ver lo que antes no se veía. Así nos abrimos más
al camino santo, sagrado y satisfactorio, pues miramos con ojos que
pueden ver ambos mundos, como los Suyos.
De la m anera en que conozco sus infinitam ente tiernos ofreci­
m ientos de intuiciones, la Virgen Negra no se caracteriza porque
es negra en el sentido de que «no se le pueda v er»; Ella definiti­
vam ente puede ser vista. Más bien, se le representa com o negra
porque irrad ia «luz negra» que nos perm ite ver m ás allá de lo
m undano, nos deja ver al otro lado de lo m undano y lo profano y
hasta los aspectos m ás profundos del m undo, de la religiosidad
sincera, de la espiritualidad, de la psique que lleva tanto pneum a
com o num en.
Su «luz negra» ilumina. Y bajo esa luz negra también, de día o de
noche, podemos ver «su fuente y la fuerza del Amor Inm aculado».
A pesar de —o quizás debido a — las denigraciones a la Santa Madre
con su piel oscura, Ella sigue brillando con su luz inusual hacia n o ­
sotros, desde la unión entre dos m undos. Para que todos podamos
ver como ve Ella. Plenamente despiertos. Con los ojos bien abiertos.
Todos los mundos. Todos los valores. Siempre.
*■ 183
Xa Virgen,Negra

N uestra Señora de las Luciérnagas

Cuando pequeña recibí a la Madre Santísima en todos sus colores,


desde el de la luna nueva hasta el café, el aceituna y el negro, pues
tenía una estatuilla de la Santa Madre en el librero casero extraña­
mente pintado de mi habitación. El librero estaba decorado con so­
brantes de pintura para la casa, así que una parte quedaba de color
gris acorazado el color de las tejas de nuestra casa— y otra parte
era verde m enta com o el piso bajo la bomba en el sótano. Me pare­
cía muy herm oso pues ahí, en uno de los dos estantes, estaba una
divina Virgen carbonizada de m i abuela, hallada en el lar después
de que las llamas consumieron casi todo excepto por esta pequeña y
oscura mujer santa hecha de un leño medio quemado.
El día en que la recibí de m anos de la anciana Katerin, la envolví
en un trapo suave una camiseta de mi papá, limpia, aunque agu­
jerad a, de tiran tes— y después cam iné varios kilóm etros con mi
pequeña Virgen de m adera quemada, para ver a nuestro párroco ir­
landés. Debo haber tenido menos de diez años. Recuerdo sentirme
perpleja cuando el padre me preguntó cóm o había llegado ahí... y de
repente pareció como si algo le afectara la vista.
Al tenderla hacia él para que la bendijera, el querido padre h om -
b re-san to-sacerd ote solemnemente levantó sus tres dedos y dibujó
la cruz sobre ella lentamente, diciendo con su acento irlandés: «De
verdad da gusto verte otra vez » .
Sentí que el padre no me estaba hablando a mí exactam ente. Me
incluía, pero en realidad le hablaba a Ella con gentileza.
Me explicó que, cuando era niño, su madre llevó a todos sus p o -
lluelos a la iglesia carm elita en Dublín para ver a N uestra Señora
recién restaurada, pintada de blanco por algunas personas que con­
sideraban más «apropiado» que fuera como el gis en lugar de tener
la negrura llena de cicatrices que acumuló con los años desde que la
tallaron en el siglo XVIII.
Pero los dublineses no querían una Madona pintada de blanco.
Querían una Virgen terrea que estuviera cerca de ellos. Si cargaba
algo de la mugre de la vida cotidiana, entonces que así lucra, lilla
184
desatando a la M ujer Ruarte

era com o ellos. El polvo bendice al polvo. La querían con ellos, dijo
el padre, en lugar de que se elevara por encima de ellos. Querían una
m adre con la que pudieran hablar, a quien pudieran am ar y que los
am ara de vuelta.
Me enamoré de las verdades que contó el padre, pero en especial
de que com partiera conmigo, una simple niña, su am or por Nuestra
Señora en su infancia. Sentí que mi corazón de niña y su corazón
de niño se encontraron dentro del Inmaculado Corazón de la Madre
Santísima.
Muchos años después, ahora que el padre seguram ente se en ­
cuentra en el «Cielo de un irlandés de dos puños que cuenta chis­
tes, ofrece amistad a los pobres y trabaja arduam ente», pienso que
todos, a alguna edad, hemos llegado a tener intuiciones sobre di­
minutas capillas sagradas m uchas veces colocadas en nuestros co ­
razones, después del mínimo intercambio de palabras y cortesía con
almas que practican sus consagraciones a diario, no solo sus votos
sino sus anhelos y sus entendimientos de la luz sagrada que lo ilu­
mina todo.
Así, después de mi visita a nuestro párroco —quien estaba re ­
pleto de un élan vital, un ímpetu vital, por Nuestra Señora— y de
nuevo en casa, en las noches de verano, en mi pequeña habitación
con mi pequeña Virgen Negra, ahora adecuadamente bendecida, la
volví una diminuta y brillante m ujer-luz nocturna.
Tomé un frasco para conservas y le hice agujeros en la tapa con
un martillo y un desarm ador, «para respirar». Entonces, justo an ­
tes de la hora de dorm ir, corría con mi cam isón y buscaba entre
las espireas, las lilas y los árboles frutales; sin duda me veía com o
un espectro salido de un gran incendio, soltado en la noche. Muy
suavem ente, con m ucha delicadeza, capturaba luciérnagas, esas
pequeñas portadoras de linternas voladoras, tan herm osas, que se
iluminan con una luz tan dorada. En nuestra familia las conside­
rábamos santitos que venían a iluminar la oscuridad por nosotros.
Así provista de santitos, colocaba el frasco sobre el librero de
mi cuarto en la oscuridad de la noche. Como vivíamos «hasta el fin
del m undo», donde no había ni faroles en la calle en aquella época,
* *' IH5
./Ja Virgen .Negra

en la noche estaba oscuro, afuera y adentro. Pero bajo Nuestra Se


ñora, la Madona Oscura, estaba esta hermosa luz dorada que briI la
b ay se apagaba, brillaba y se apagaba.
Las libélulas son algunas de las criatu ras m ás h erm osas que
jam ás se hayan hecho en la faz de la tierra; sim plem ente h erm o ­
sas. Me hacían pensar en el alm a viva, cada una de ellas. Así que
se quedaban en mi frasquito ju n to a m i estatuilla fragm entada
de la Santa Madre. Me m etía en la cam a y sim plem ente m iraba y
pensaba: «¡La Santa M adre se está ilum inando! ¡Está brillando,
mira! La están cuidando los angelitos m ás pequeños, que brillany
se apagan, brillan y se apagan. Y hay dorada luz de ángel en todo
su derredor».
Las ancianas decían que La Virgen Negra de los viejos rituales
viene con un collar de caram elos envueltos, y que convierte cada
uno en un milagro de su luz especial. Que si ponemos atención, si
desenvolvemos esos dulces —pues un m ilagro es lo m ás dulce de
lo dulce— encontrarem os soluciones genuinas para lo que algunos
dicen equivocadamente que son «situaciones imposibles». Así que
a veces la Madre Virgen Negra llega como en las viejas tradiciones,
con un collar de m ilagros envueltos. Yo me acostaba en mi cam ita
e imaginaba que las pequeñas luciérnagas eran un diminuto collar
que la rodeaba,y que eran como dulcecitos. Y si podías desenvolver­
los de alguna manera, si abrían sus alitas, un milagrito podría caer,
y si esperabas y veías lo que era... definitivamente sería algún tipo de
milagro de luz que sale directo de la oscuridad.
Llegada la m añana, tomaba mi frasquito de luciérnagas antes de
que se secara el rocío, y colocaba a las pequeñas portadoras de lám ­
paras en las hojas de lila. Estaban muy vivas y sin duda muy felices
de estar libres otra vez después de haber servido tan bien. Las ben­
decía com o hiciera el padre con sus tres dedos, y pasaba mis dedos
por el aire y m urm uraba: «M uchas gracias por venir a ser una luz
para mí en medio de la oscuridad». Me tomó mucho tiempo enten­
der quele hablaba a la Santa Madre: «Gracias porven ira seruna luz
para m íen la oscuridad».
186
desatando a la M ujer ¿fuerte

tfc v •>**3
Oración para ver

Que podamos dejar atrás la


maraña sin ¡uz
en la que nos hemos metido
—otra v e z -
la que viene con todo y anteojeras
que nosotros no hicimos,
o contraventanas que
con esmero
martillamos a mano con el tiempo.

Que en cambio podamos form arnos


atrás de la clara línea de visión
de la Virgen Negra,
y de su gran fuerza
para ver tan de cerca
como pueden los simples humanícolas,
para ver como Ella ve
con luz negra
que ilumina en pleno
todo lo que irradia,
y p a ra soportar
lo que vemos
con su Am or Inmaculado.

Que podamos quitarnos la capucha de las cabezas


y m irar adentro, debajo, detrás,
más allá de todas las palabras y mundos
y que veamos el alma alada
iluminando el mapa aceitado
de nuestro pasado, presente y futuro
que alguna vezpareció tan escondido.
*:iv 18 7
J'a Virgen'Negra

Que nuestras carreteras


y caminos sean
Iluminados
al pasar el mapa
bajo la «luznegra»...
aprendiendo asi
cómo viajar,
con los ojos bien abiertos,
y cuándo, porqué, cómo,
dónde y con quién.

Que recordemos
lo sagrada
que es su «Fundidora de Luz»,
lo profundamente incubados que estam os
en la Santa Madre,
nosotros, los hijos
de la Mujer Santa
de piel oscura
que no le teme
a ninguna oscuridad.

Que a todos se les den


las form as de ver
que más beneficien
el crecimiento
y no la restricción
de sus almas.
188
desatando a la M ujer ¿Fuerte
11
NAD IE ES DEM ASIADO M ALO,
DEMASIADO C R U EL O SIN ESPERA N ZA

De cóm o las Motherfuckers


se volvieron
las M adres San tísim as

ITuestra Señora Bajo efluente 5c í tren...


lina Xti5 i fumína aún más Brillante
en la Oscutí5a5 mas Oscura

l'xvolo: «Nuestra Señor;) del Puente delTren»


190
desatando a la M ujer ¿Fuerte

PRIMERA PARTE

Estaba sentada en el estacionam iento de la prisión en m i viejo y


gastado Ford Pinto. Hice la Señal de la Cruz, como siempre que pa­
saba una ambulancia o camión de los bomberos, o cuando conducía
junto a un hospital, un lugar sagrado, un descanso —las crucecitas
blancas a la orilla del cam ino— y antes de entrar en situaciones des­
conocidas donde esperaba estar a la altura.

Madre Santísima, ayúdanos a todos a ver por


medio de tus ojos dulces, a hablarpor medio de tu
fiero corazón.

Esta era la oración que creé y probé desde que era niña. A lgu­
nas veces podía estar a la altura de mis propias súplicas, a veces
no, pero el punto era seguir tratan d o de vivir cerca del corazón
sagrado de la Santa Madre.
Era mi prim er día de trabajo en la cárcel. Iba por prim era vez
com o la flam ante consejera y m aestra de tres clases de educación
carcelaria para adolescentes: Poesía, Cocina y Sexualidad H um a­
na. Tenía veintiséis años, y los presos tenían entre doce y dieciocho.
Estaban en una «institución cerrada», como se les llamaba oficial­
m ente, y los burócratas los llamaban «CHINS», que por sus siglas
en inglés significaba «niños con necesidad de supervisión». E sta­
ban tras las rejas por robo, drogas, o por ser fugitivos crónicos. Al­
gunos eran un peligro para sí m ism os, otros eran un peligro para
los demás. Me dijeron que muchos eran duros y fríos como piedras.
Pero cuando m iré a mi alrededor lo que vi fueron, en su mayoría,
niños con el corazón roto, solo niños.
Una vez que pasé el timbre de seguridad llegué a la «sala com ún»,
y me vi rodeada de «chicas mirlo», como llegué a llamarlas de cariño.
A menudo las niñas llevaban demasiado tiempo encarceladas y m os­
traban las intuiciones agudas que son el resultado de estar en guardia
emocional en todo momento. Tenían una curiosidad sana, pero lam
191
í)e cómo las Motlierfuckers se volvieron las Madres Santísimas

bién un nerviosismo que las hacía arm ar revuelo con el m enor cambio
de rutina, de expresión facial o tono de voz en los demás.
Los 18 mirlos que tenía bajo mi instrucción trataron de intim i­
darme de inmediato. En la primera clase, la de Cocina, una pelea de
comida se volvió una locura. Dejé que siguiera por un rato. En reali­
dad solo era como una pelea de almohadas.
Pero esas chicas con tatuajes que subían y bajaban por sus brazos y
piernas, uñas pintadas de negro con tinta de escrituray labial negro, me
dieron la espalda literalmentey graznaron como cuervos cuando sugerí
que pusiéramos más atención a la elaboración de rollos de canela.
Las niñas estaban más interesadas en aventarse bolas dulces y
pegajosas de m asa y en vaciarle harina en la cabeza a las demás. No
les interesaba escucharm e en toda mi seriedad de pueblerina del
estado de Indiana m ientras trataba de decirles cómo toda nuestra
harina, huevos, m antequilla, canela y caña de azúcar vienen de la
tierra por medio del trabajo conjunto de los seres hum anos y las
criaturas; ¿acaso no es una bendición?
Com enzaron a ulularytodo se puso un poco feo. Me insultaron
con nombres a los que estaba acostum brada hace mucho, pero solo
en «la ruta de los fugitivos». Allá en los cam posyjunto a los ríos h a­
bía niños con el corazón rotoy medio enloquecidos, y a veces adultos
también, que pasábamos las noches juntos, todos desesperados por
alejarnos de algo o de alguien malo. El lenguaje no era muy refinado.
Así que ahora, en la cocina, entre blancas nubes de polvo y gro­
serías flotando en el aire, pensé que debería seguir enseñando a
tientas y ofrecerles a las niñas algo que me había llegado en otros
mom entos de la vida cuando algunos no atienden por distracción.

Cité palabras sagradas y com encé diciendo: «Esta historia que les
estoy con tan d o — sobre cóm o dim inutos insectos m ordisquean
las raíces de las plantas para que los nutrientes de la lluvia puedan
filtrarse, para que la planta crezca y así los hum anos puedan ali­
mentarse de ellas solo leí puede escuchar el que tenga oídos para
escuchar; so lo la puede nerqu ¡en tenga ojos puro oer...».
192
desatando a la M ujer fu erte

Las chicas no se impresionaron, ni siquiera un poco. Mi brillante


lógica quedó inmediatamente cubierta por más polvo de harina vola-
dory misiles de masa de aroma dulce. Más palabras altisonantes.

Por qué la cárcel es una cárcel para


el cuerpo pero no para el espíritu

A algunos les podría sonar relativamente benigno el térm ino « cá r­


cel para niños», pero no lo es.
Una cárcel para niños es, como sea, una cárcel. Nadie puede en­
trar. Nadie puede salir sin una multitud de permisos y firmas. Todas
las puertas interiores y exteriores tenían doble cerradura o candados
de com binación, cerrojos electrónicos, pasadores. Las personas a
quienes llamaban «consejeros» llevaban enormes anillos con llaves
que, al cam inar, los hacían sonar como los vidrios rotos de un termo.

¿Qué hace que una cárcel sea una cárcel? En parte es la privación
total y la degradación de los sentidos. La cárcel es un lugar donde
las tres com idas diarias son de colores pálidos y ajados: los ali­
m entos de m ala calidad y sobrecocidos ni se parecen a los co lo ­
res que se encuentran en la naturaleza fresca y vibrante. El pollo
seboso flotaba en lagos de g rasa granulada. El atún desm enu­
zado venía en latas de un galón y traía un grueso sudario blanco
de m ayonesa b arata. Las salchichas em badurnadas de m anteca
yacían arru g ad as. La «crem a de ch am p iñ on es» estab a hecha
con tazas de h arina blanca para espesarla y era tan p arecida al
engrudo que hasta podías voltear tu cuchara al revés y la sopa no
se caía. Los frijoles al horno estaban tan resecos que tenías que
desportillarlos de las charolas de aluminio.
La cárcel es un lugar donde no hay privacidad de maneras extra­
ñas: no hay libertad para alejarte del ruido; no puedes dejar de escu­
char a los otros llorar, gritar, maldecir, m ear. No puedes no oler. No
puedes no probar el olor de las heces de los demás.
í* ' 193
<Úe cómo las Motheijuckers se volvieron las M adres tantísim as

La cárcel. No puedes proteger tu propio cuerpo de las revisiones


de seguridad. No puedes tener tu propio rímel reseco ni tu labial ba­
rato porque podrías lastim arte o lastim ar a alguien m ás con estos
«juguetes de práctica» para ser adulto.
Y en la cárcel, aunque algunas almas pudieran llevar la luz y hacer
«visitas de iglesia» a los niños, no había verdaderas chispas de viva­
cidad para esos espíritus insensibilizados; no existían prácticas espi­
rituales de Amor que llegaran hasta el mundo callejero de la crueldad,
para sacarlos pocos pero muy verdaderos tesoros del fango.

En la cárcel no puedes b uscarla Naturaleza a voluntad. No puedes


pararte el tiempo que quieras en la brisa fresca que se te entrem ete
en el cuello. No puedes escuchar el crujir de las ram as en el bosque.
No puedes imaginarte formas en las nubes. No puedes cam inar más
que a lo largo del comedor.
Y sí, había «salidas» ocasionales, no con grilletes, pero con
ataduras que de cualquier modo les colgaban por todos lados a los
niños: la pérdida de un padre, un hierro alrededor del tobillo. La
pérdida de ambos padres, dos trabas en los tobillos. Uno o dos pa­
dres en casa, pero ausentes para sí m ism os o para sus hijos: m ás
trabas a la capacidad del niño para crecer hasta m adurar, para cre­
cer en el fuego creativo.
En la cárcel tam bién se reduce el juicio individual; se pierde la
capacidad de estar solo, y a cambio se funden en el m ontón junto
con otros cuyas vidas pueden estar «en dirección a ninguna p a r­
te», como dirían algunos. En la cárcel sopla un viento que empuja a
todos los encarcelados a unir fuerzas para convertirse dentro de lo
posible en una «familia de elección», la cual en teoría no se ayuda
mutuamente a prosperar, más bien a sobrevivir en los niveles em o­
cionales y físicos más básicos. Y nada más.
A sim ism o, m uchos de los niñ os habían en trad o en serios
conflictos con la ley, y más de una vez. E sto les ataba las m anos a
varios dentro y liicra del sistem a, que estaban en posiciones más
adecuadas para ayudarlos. A menudo la ley dictaba castigos, y el
194
í)( Halando a la M ujer -hurte

corazón hum ano — que tenía un veredicto d istin to — tenía que


subordinarse a la ley.

Pero tam bién en la cárcel hay una ruta aérea secreta que está co m ­
pletam ente abierta, y esa ruta aérea se construye con cada actitud
del alm a, que sostiene que el espíritu, com o un herm oso pájaro,
puede volar a cualquier parte, plenamente vivo, se pueda ver o no.
Ese espíritu nunca podrá ser enjaulado. Jam ás.
Así, en la clase de Poesía con mis chicas m irlo, en m om entos
tranquilos, pude enseñarles sobre el «Pájaro de pájaros», lo que al­
gunos llaman espíritu y es para otros el herm oso y femenino Espí­
ritu Santo, ese espíritu imperecedero, con frecuencia representado
como una paloma blanca; El que puede volar entre los barrotesy es­
capar por las ventanas; El que nunca podrá ser enjaulado.
No conseguí la atención embelesada de las chicas en la clase de
Cocina, pero en la de Poesía estaban casi com pletam ente quietas
mientras les leía sobre las místicas mujeres santas: Catalina de Sie­
na, Teresa de Ávila, Sor Juana, Matilde de Magdeburgo.
Todas estas poetas ancestrales gritaban con fuerza, cada una a
su m anera, que en cualquier prisión solo el cuerpo está detrás de los
barrotes y candados, sí, pero el espíritu salvaje lleno del fuego y el
am or del Creador y de toda la Creación tiene la libertad de ir y venir
como y adonde quiera, a pesar de cualquier reja de hierro.
Me dijeron cuando llegué a la cárcel que las niñas a las que les
enseñaría tenían en su mayoría inteligencia «b aja-n o rm al». No
me am ilané. Lo había escuchado antes; eso es lo que las m aestras
decían de m í hace m ucho, y de otros que venían de fam ilias de
inm igrantes o refugiados. Por el contrario, mis chicas mirlo co m ­
prendían la poesía m ística perfectam ente. Después de que les leí
lo que escribieron las santas m ujeres, las niñas hicieron relatos
sobre pájaros y libertad ahora, y sobre ese «algún día» que llega­
ría cuando tuvieran la libertad de dejar la «institución». Podía ver
el alm a en sus palabras, aun cuando m uchas tenían mala o rto ­
grafía y las líneas de su caligrafía corrían chuecas por la página
**'' 195
í)e cómo las Motheijuclcers se volvieron las Madres laniísimas

rayada. Pero vi tam bién que escribían justo com o vuela un pájaro:
en libertad.
Y se lo dije: «Ningún pájaro vuela en línea recta; suben y bajan,
se van de lado, y ningún pájaro, incluyéndome a m í, tiene buena or­
tografía». (Y aquí les conté un poco sobre mis propias dificultades
para aprender a leer y escribir, y cóm o los otros me ridiculizaban.)
«Pero por favor observen - l e s dije— , que la gente del mundo que
habla seriamente sobre ser un verdadero ser humano, en general no
se imaginan a la ortografía y la caligrafía perfecta como a lo que más
quisieran aspirar en la vida.»
No, mucha gente de todo el mundo m ira a los pájaros y dice que
quiere ser libre... como ellos, elevarse como lo hacen los pájaros.
Las niñas escucharon con tal intensidad que varios m aestros
que p asaron durante n uestra clase de Poesía preguntaron d es­
pués qué diantres estuve enseñando. Nunca habían visto a estas
estruendosas y muy jóvenes adultas tan calladas.
Lo que les había estado enseñando a las chicas mirlo era solo es­
to: una simple premisa sagrada de que todos nacem os bien defini­
dos en la conciencia de que el espíritu es libre, pase lo que pase, y
que la cultura y quizás otra gente pueden m entirnos sobre m uchas
cosas, pero hay una verdad más clara: podemos crecer y volvernos
libres, incluso cuando estam os en prisiones de muchos tipos o de
cualquier clase. Tenemos las cinco cosas necesarias para perm ane­
cer libres p ara siempre: Amor, Corazón, Im aginación, Espíritu y
Alma; y todas estas son simplemente otra forma de decir alas.

Un acto violento visto de d istintas m aneras

Con qué agudeza recordam os cosas de los ambientes pequeños: el


sonido de una puerta de hierro que se abre con tres chirridos, cada
uno una octava más arriba que el anterior. Los rodillos m etálicos
de una cam a que suenan como si le hubieran arrojado una piedra a
una bandada ck* gallinas. Grandes puertas de tablones de m adera,
sin ventanas, que cuando se cierran con fuerza en un arrebato de
196 '•**
desatando a la M ujer -hieru

ira, suenan com o si los anillos de crecim iento de la m adera misma


temblaran.
Pero hay un sonido firme en mi m em oria, incluso ahora, cuatro
décadas después: durante mi prim era tarde de trabajo en la cárcel,
el adm inistrador del com edor bram ó: «¡Silencio!», pero los niños
siguieron gritando y alborotando y no se tranquilizaban.
Yo estaba de lado, pues hablaba con un niño, así que no vi más
que de reojo el movimiento del adm inistrador m ientras levantaba
un enorme plato de loza blanca con comida. De repente lo lanzó con
todas sus fuerzas contra el muro de ladrillo a un m etro de distancia,
donde estalló en trizas.
¡Madre de Dios! ¡El sonido de un rifle! ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Quién?
Como especialista en traum as, estaba agachada y buscando el esta­
llido de bermellón sobre el cuerpo de algún niño a mi alrededor, o el
mío. Por un m omento hubo silencio total.
Pero entonces me quedó claro que no había armas, que ahora solo
había un desastre de comida esparcido largo y tendido en una lluvia
de astillas; y comenzó el ulular y los insultos. Los chicos señalaban:
«¡No nos asustaste! ¡No lo lograste!». Siguieron dando voces com o
hacen los que trabajan en restaurantes cuando de repente los so r­
prende el estruendo de una pila de platos que cae al piso en la cocina.
Sin em bargo, las astillas voladoras estuvieron a punto de d ar­
nos ju sto en los ojos a los que estábam os parados cerca del m uro
de ladrillo. Y daba miedo ver al adm inistrador en esos m om entos.
¿Alguna vez han visto a un ser humano tan enojado que se le hacen
hendiduras en la nariz por succionar el aire con tanta fuerza que se
desinflan los senos nasales? Eso, y tam bién estaba la vena protu­
berante en la frente que dominaba el rostro del adm inistrador. Sí,
consiguió nuestra atención.
Me tranquilicé y a los niños que estaban cerca de mí, y traté de es­
cudriñar al adm inistrador con los ojos de Nuestra Señora: vi que no
era un loco, sino un hombre abrumado, un hombre que tem porada
tras temporada recibía lo que quedaba de niños que alguna vez fueron
como jóvenes plantas de maíz, pero que les cayó demasiado granizo
filoso que los despedazó antes de que pudieran llegar a florecer.
A •*»- 197
©e cómo las Motherjuckers se volvieron las Madres Santísimas

Ahora, sin que fuera su intención pero con abyecto fastidio (y


creo que dolor tam bién), acababa de darle a los niños un ejemplo
m ás, repetido con mucha frecuencia en sus hogares, de cóm o m a­
nejar la frustración y la ira: con solo más frustración e ira.
Este acontecim iento del vidrio hecho añicos en el aire fue un
m omento decisivo en mi vida. No era nuevo para m í ver esa descar­
ga repentina en un protector, un cuidador, una persona que está a
cargo, un m aestro, alguien que tendría que ser ejem plary que aca­
baba convirtiéndose en un «m al ejemplo». Tuvimos algunos m aes­
tros así en la primaria y la preparatoria, que «perdían los estribos» y
se descargaban contra los niños, a los que juzgaban inmaduros se­
gún cierto esquema.
El adm inistrador que perdió el control tenía poca tolerancia ante
la frustración. Un joven pasante que venía de visita renunció en ese
mismo momento. Dijo que era demasiado para él ver cómo un adulto
perdía el control porque estaba enojado por la manera en que los jóve­
nes eran incapaces de controlarse cuando se les daban órdenes.
No podía culpar al pasante por voltear la espalda. Yo también lo
pensé. Pero me pregunté: «¿Si tú te vas, quién se queda?». Fue así
que bajé mi escaso equipaje en esa prisión. Pero tam bién escuché
una voz en mi m ente, un conocim iento que me gané a pulso en al­
guna parte: podría «aferrarm e a los barandales y las velas», como
decíam os en los tranquilos y tem pestuosos Grandes Lagos donde
crecí. Pensé que podría intentar aferrarm e a «estar ahí», «en los
barandales y las velas» de la cárcel, con los niños, sin im portar el
clima.
Después algunos culparían a los niños del com edor por no cum ­
plir de inm ediato las órdenes, y vendrían «tareas» de quedarse so­
los en cuartos cerrados. Aunque era cierto que faltaba docilidad, de
cualquier m anera me preguntaba si no diría también Nuestra Se­
ñora. «Por favor, almas queridas, m iren lacrispación , m iren cómo
se trastornan todos los involucrados. ¿No van a permitirle a estos,
tan jóvenes, y a los que son mucho mayores, muchas oportunidades
másele volverlo a intentar?».
198 '«fe5
desatando a la M ujer ¿Fuerte

Un segundo intento: en nuestra familia contábamos una histo­


ria de N uestra Señora, la Madre m áxim a, que reprendía a su Hijo
por maldecir a un árbol frutal solo para m ostrar sus poderes sobre­
naturales. Le dijo: «No, no, incluso si tienes la facultad de hacer da­
ño, no lo hagas».
Si al Santo Niño se le dieron m ás oportunidades, entonces
tam bién tendría que haberlas para los niños terrenales de todas
las edades.
Sin em bargo, algunos de mis profesores universitarios, igual­
mente endurecidos, reiteraban en esos momentos: «Los chicos que
son violentos solo entienden la violencia».
Quizás, pensé. Pero quizás no. Crecí en una familia llena de al­
coholism o y borracheras, gritos y constantes peleas entre adultos,
y puños en el aire. No había comidas tranquilas, ni días ni noches,
a no ser que tuviéram os visitas en nuestra diminuta casa de techo
inclinado en medio de la nada. Los adultos m ostraban ebria consi­
deración tanto a conocidos como a desconocidos, pero eran crueles
con el niño que de alguna m anera trataba de interferir con sus caí­
das diarias en el enojo, la bebida y las peleas sin restricciones.

A veces, vivir en la vorágine del día a día genera un «am o r por


el Am or» de una forma como pocos viajes duraderos pueden hacer­
lo. Tenemos opciones sobre cómo portar nuestras heridas. Podemos
decidir ser am argos, o ser mejores que...
Así, en la cárcel para niños, esperaba que una buena respuesta
desde la enseñanza podría ser dar am or y ofrecer estabilidad, res­
petar a los niños. No resum ir las historias de los niños, de por sí
tristes, devastándolos y haciéndolos pedazos otra vez. Tratar a cada
niño por igual dentro de lo posible, sin drásticos cambios; ponerles
atención, escucharlos, encontrar sus dotes y resaltarlas.
Ciertamente serían estas cosas mucho m ás pacíficas las que h a­
rían una diferencia, pero solo en un sentido. El otro fue verdade­
ram ente violento, un extraño tipo de salvaje propósito espiritual se
apoderó de mí.
«*'199
’ cómo las Motherjuekers se volvieron las Madres SantisimoH

Todavía tenía mucho que aprender. Aun ahora.


Nuestra Señora me enseñaría. Se inclinaría para enseñarm e.
Nos enseñaría a todos.

Tatuajes carcelarios y un violento


propósito de espíritu

Guardo entre mis favoritas en la memoria una caricatura inocente en la


que dos viejos están en la azotea y miran hacia las calles abajo. El cam i­
no está repleto de cientos de hombres, mujeresy niños que tocan violi-
nes como si su vida dependiera de ello. Un viejo le insiste al otro: «¡Esto
no puede seguir así! ¡Hay demasiada “violincia” en las calles!».
El juego de palabras en inglés entre violíns violines y violence
violencia tiene una extraña resonancia más allá del chiste evidente.
En el uso m oderno, la palabra violencia se asocia típicam ente con
acciones o palabras que dañan. Pero en su antiguo significado en la­
tín, violencia hace referencia a la impetuosidad, o sea al vigor, como
el agua que se precipita por un río.
Por ejemplo, consideren la bellezay la violencia de quienes pue­
den levantar el violíny pasar el arco sobre sus cuerdas para escuchar su
voz; que en realidad este movimiento y emoción a menudo se llama el
«ataque» valientey dulce que le hace el músico al hermoso instrumento.

Durante un «ataque» así, de alguna m anera casi implícita, el m ú­


sico deja atrás su ingenio para en cambio actuar de forma enérgica,
disciplinada, pero también de modo controlado y furioso; este tipo
de «furia» creativa demuestra confianza y al m ismo tiempo capaci­
dad y conocimiento de cómo ser tierno e intenso a la vez.
Fue un «ataque» parecido el que me ocurrió —también tuvo lu­
gar dentro de m í—en la cárcel para niños. Al final no estaba segura
de quién era el violín, quién el m úsico, quién las cuerdas, el arco;
soloq u ecl instrumento había sido levantado y unas invisibles Ma­
nos Mayores «aturaron»...y la música comenzó.
200
Úesatando a la M ujer Suerte

Extrañam ente, después de aquel comienzo lleno de baches en el


que fui ignorada y recibí burlas de las pequeñas en la cárcel, apren­
dí que en realidad la clase de Cocina era una clase sobre Sexualidad
Humana; al cocinar y hornear juntas, las jóvenes pueden hablar con
libertad siguiendo los ritmos del amasado, el vapor que se eleva y las
batidoras que zumban. Tiene impacto en lo orgánicoy en los sentidos.
Llegué a entender que en realidad la poesía era una clase de Co­
cina. También combina ingredientes exóticos y básicos, y m e per­
mitía elogiar a mis alumnas por el sabor extraño o la palabra exótica
en un poema que transm itía tan bien una esencia.
Y, de form a m isteriosa, encontré que enseñar Sexualidad Hu­
m ana era en realidad una educación en la poesía: les llevé poemas
de am or de Neruda y Lorca y los leí junto con hechos fisiológicos
claros.
¿Recuerdan a las jóvenes chicas mirlo de mi primera clase, con
todos sus tatuajes, el labial negro y el esm alte negro en las uñas?
Conform e me dejaron acercar, encontré que el labial en realidad
era plumón negro diluido. Los tatuajes que se hacían en los brazos
y piernas no estaban hechos en su mayoría de tinta bajo la piel, sino
sobre la piel.
Era difícil no darse cuenta de que uno de los tatuajes m ás noto­
rios en los antebrazos de mis chicas mirlo —en algo que recordaba
la antigua tipografía germánica blackletter o caligrafía gótica— era
una palabra sombría: fucker.

Conforme pasaba el tiempo y compartía mis historias de vida sobre


mis dificultades de aprendizaje y luchas en la escuela, surgid cierta
confianza corrosiva entre nosotras. Digo corrosiva porque era como
los ham brientos cuando los rescatan: llevan tanto tiempo sin co ­
m er, que perciben com o corrosiva la sensación inicial del calor de
la com ida, o el calor del cuidado verdadero. Pero en medio de esta
creciente confianza entre nosotras, sentí que les podía preguntar
por este atrevidojeroglífico en sus brazos y m uslosíjucker. Algunas
de mis chicas m ás rudas dijeron con orgullo que su tribu era la de
skw 201
30c còrno las Motherfuckers se volvieron las Madres Santísimas

las «M other Fuckers».1Y ya conocen «esa m irada» que tienen los


jóvenes cuando sus ojos son com o los de un pescado medio m uer­
to sobre hielo, y también parecen lucecitas traseras rojas que dicen:
«¿¡Y qué vas a hacer al respecto!?».
Pues pensé, ¿qué voy a h acer al respecto? Decidí que lo que
haría sería... exactam ente nada. Que seguiríam os escuchando la
poesía de los poetas españoles antifascistas y su corazón partido,
los p oetas chilenos tan locam en te en am o rad o s, los valerosos
salvadoreños, los poetas guerreros n icaragüenses, los valientes
poetas cubanos... y de cualquier poeta salvaje de todos los co n ti­
nentes del que pudiera en co n trar un texto desde el cual resp irar
y leerle a las jóvenes. Y cocinaríam os ju n tas. Y ju n tas h ab laría­
mos de sexo. Y sería suficiente, de alguna m anera, para enseñar,
suavizar, ayudar, sostener al alm a en todas estas cuestiones, tan
crudas y tan desgarradoras para m uchas de ellas.
Aunque había que acatar m uchas reglas en la cárcel de niños,
existía otra autoridad que yo tenía que obedecer, una que tenía otros
imperativos a los que estaba obligada a cumplir y al pie de la letra,
literalmente.
Esa autoridad era La Señora, la Señora de Señoras, Guadalupe.

Loque en verdad significa m o t h e r f u c k e r


La primera intervención de La Señora en la cárcel ocurrió justo des­
pués de una de esas discusiones con las chicas que más tarde hacen
preguntarse qué pensarían los que están a cargo de las instituciones
si escucharan una conversación tan aparentemente absurda.
Comenzó cuando, en la clase de Cocina, planteé el tem a serio de
si el m arcador permanente envenenaría a las chicas por usarlo para
tatuarse la piel. ¿Lo absorbería la piel, era tóxico?
De repente cambió el giro de la conversación y mis chicas mirlo
batían las alas con palabras. Me desafiaban con sarcasm o: ¿No m r
gustaban las palabras m otherfucker? Y en todo caso, ¿qué clasr <lr
mariquita era yo si no podía soportar esa palabra? Por si acaso, para
202 'oía
desatando a la M ujer Mierte

ver si me desmayaba o algo por el estilo, aullaron y gritaron la «pa


labra con f » unas diez veces en cinco segundos.

Agregué que m otherjucker no era exactam ente una de las palabras


con m ás aspiraciones para las mujeres. Que, de hecho, la palabra
era una infección de baja calidad que comenzaron algunos hombres
que quizás veneraban a sus m adres, pero ahora usaban esta frase
para intentar insultar e intimidar a otros hombres.
No im portaba cuánto dijera yo acerca de que adornarse a tre­
vidam ente con un apodo daba la idea de que el respeto propio
se consum ía poco a poco, casi desm oronándose cuando alguien se
insultaba a sí mismo con una etiqueta cultural tan barata que sim ­
plemente fue heredada sin entenderla del todo, y que la frase no era
de ninguna m anera origina I, algo que sé que las chicas valoraban.
Intenté una vez más.
—Miren... —dije.
— ¡No eres nuestra madre! —me gritó una chica.
Salió de mi boca antes de que lo pudiera pensar:
— ¡Eso creen!

Lo último que debes hacer con los chicos o adultos atrincherados es


desafiarlos, responderles, esencialmente. Pero eso acababa de h a­
cer. O, más bien, se hizo por medio de mí.
Fue predecible: a las chicas se les apagaron los ojos; se m ofa­
ron de m í, dando vueltas y sacando la cadera m ientras imitaban la
m anera en que estaba parada justo antes, con las palmas estiradas
hacia ellas en un esfuerzo por hacer un puente.
Pero yo sabía algo que ellas no. Alguien m ás que solo mi humilde
ser había dicho: «¡Eso es lo que piensas!». No estaba sola.
En ese m om ento sentí ese codazo aprem iante y fam iliar detrás
de mi hom bro, ¡y escuché las palabras exactas que debía decir al
m ismo tiem po que las expresaba en voz alta con vehem encia, con
violencia! «¡Eso creen!»
***' 203
foecóm o las .Motheffuclcers se volvieron ¡as Madres laniísimas

Y ahora, para empeorar el asunto, antes de que pudiera evaluar


mejor la situación, salieron volando más palabras de mi boca; no con
mucho volumen p ero con mucha fuerza, un desafío adicional a las chi -
cas. (¿Saben lo fútil que es desafiar a la gente cuando está burlándose?
En serio pienso que fue ahí cuando se inventó la frase «orinar contra el
viento». Solo te traem ásd elo que tratabas de invalidar y evitar.)

Pero no había m anera de parar la voz de Nuestra Señora dentro de


mi voz. Sentirse literalmente inspirada es como dar a luz: tienes el
control hasta cierto m om ento, y después algo se vuelcay no puedes
pararlo aunque lo intentes con toda tu fuerza, y todo sale fuera.
Así es como perdí la cabeza y le espeté este desafío a las chicas:

—Si les puedo contar una historia mejor sobre el significa­


do real de cada letra de la palabra fucker, ¿considerarían
cam biar el tatuaje de sus brazos por algo que las eleve en
lugar de hacerlas menos, como loque tienen ahora?

Todos los argum entos, la «alh araca», como algunos la llam arían,
pararon. Simplemente pararon. Un latido. Otro.
Después risas. Burlas. Me dieron la espalda. Unos cuantos ges­
tos vulgares con las manos que las chicas ya sabían que yo conside­
raba como aburridamente predecibles y poco originales.
—Está bien, está bien —dije—: Un p ar de semanas, denm e un
par de sem anas para transformar la palabra fucker como por arte
de magia delante de sus narices. Les mostraré lo que en realidad
dice la palabra fucker.
—Ajá, ajá — dijeron. Y cam biaron el tem a, parloteando sobre
cómo Carlos se e sca p ó la sem ana pasada y no lo habían vuelto a
traer al bote todavía. Y que si no era lo m áximo por haberse escapa
doy blablablá, tristeza cubierta de risa que no era júbilo, sino algo
mucho m ás desolado.
Tome su «Ajá, a já» como un «Sí, adelante, solo Inlenla ensenar
nos algo».
204
((desatando a la M ujer fu e rte

Y así, esa noche entré en una consulta devota, triste, casi deses­
peranzada con Nuestra Señora. Caminé con ella por la carretera en
la que pasaban zumbando ocho carriles de autos cerca de un viejo
viaducto. Para cuando hube andado un kilómetro y medio en los za­
patos de las chicas mirlo, mis zapatos, los zapatos de Ella, percibí
que Nuestra Señora me decía que todas podíamos ganar, y me dio a
historia para la primera letra d e /ic k e r, la historia verdadera de la /.

SEGUNDA PARTE

Lo que puede significar la letra/

Al siguiente día, m ientras las chicas y yo estábam os en la clase de


Cocina, dibujé la le tra /e n la masa de las galletas.
—Esta es una m anera de que la palabra fu ck er tenga un mejor
significado —les dije.
Atraje su atención de inmediato.
—¿Ven e s t a / la primera letra?

f
r

-V o y a alargar su colita, así, ¿ven? Ahora, la/in icial se convierte en


el báculo del Pastor que no dejará que un solo cordero se pierda en la
oscuridad de la tormenta.
«*'■ iSOÍl
R e c o m o la sM o lh erju c k ers se volvieron la s M a d res S an tísim as

Había una vez un pastor que protegía a todos los corderos.


Un día, sin aviso, surgió una torm enta, y había un corderito
que todavía se paseaba por ahí afuera. Pero se podía contar
con este pastor. Salió bajo el aguacero y el aguanieve, y esca­
ló y escaló los salientes de roca hasta que pudo encontrar a
ese último cordero, que temblaba y tenía tanto miedo que se
aferraba a una cornisa. El corderito no podía bajar solo.
Así que el pastor escaló de un saliente a otro m ás angos­
to, recogió al suave corderito y lo colocó alrededor de su cue-
11oy lo cargó, bajando por la montaña hasta un lugar seguro.

—Así, lo que ven al principio de la palabra fu c k e r ya no es u n a /.


Ahora es el báculo que utiliza el pastor para subir los peligrosos ris­
cos de la montaña y bajar a aquel chiquito perdido.2

Y m ientras les contaba del pastor que sale a la torm enta para traer al
cordero asustado, al principio las chicas estaban inquietas, después
se fueron callando. Luego se dieron codazos, soltaban risas forzadas
y estridentes, nada relacionadas con lo que acababan de escuchar.
Una especie de burla, pero mucho más breve que cuando llegué por
primera vez a la cárcel de niños.

Es extraño cómo los seres humanos que tienen miedo de ser reales
ante los corazones ajenos, temen represalias por el hecho de ser. Con
frecuencia ríen cuando tienen miedo... o cuando se conmueven.

De nuevo la letra/

Esa noche, cam iné otra vez por la lateral de la carretera de ocho c a ­
rriles. Nuestra Señora dijo:
— Eso estuvo bien. Pero hay más. Más letras. Más oportunida­
des; más cambios.
sfcv 205
í)e cómo las Mother/uckers se volvieron las M adres Santísimas

Había una vez un pastor que protegía a todos los corderos.


Un día, sin aviso, surgió una torm enta, y había un corderito
que todavía se paseaba por ahí afuera. Pero se podía contar
con este pastor. Salió bajo el aguacero y el aguanieve, y esca­
ló y escaló los salientes de roca hasta que pudo encontrar a
ese último cordero, que temblaba y tenía tanto miedo que se
aferraba a una cornisa. El corderito no podía bajar solo.
Así que el pastor escaló de un saliente a otro m ás angos­
to, recogió al suave corderito y lo colocó alrededor de su cue -
lio y lo cargó, bajando por la m ontaña hasta un lugar seguro.

—Así, lo que ven al principio de la palabra fu ck er ya no es u n a /.


Ahora es el báculo que utiliza el pastor para subir los peligrosos ris -
eos de la m ontaña y bajar a aquel chiquito perdido.2

Y m ientras les contaba del pastor que sale a la torm enta para traer al
cordero asustado, al principio las chicas estaban inquietas, después
se fueron callando. Luego se dieron codazos, soltaban risas forzadas
y estridentes, nada relacionadas con lo que acababan de escuchar.
Una especie de burla, pero mucho más breve que cuando llegué por
primera vez a la cárcel de niños.

Es extraño cóm o los seres hum anos que tienen miedo de ser reales
ante los corazones ajenos, temen represalias por el hecho de ser. Con
frecuencia ríen cuando tienen m iedo... o cuando se conmueven.

De nuevo la letra/

Esa noche, caminé otra vez por la lateral de la carretera de ocho ca ­


rriles. Nuestra Señora dijo:
—Eso estuvo bien. Pero hay m ás. Más letras. Más oportunida­
des; más cambios.
***' 207
Ú ecóm o las Motteifuckers se volvieron las Madres -Sanllsimas

entendieron. Me lo dijo su silencio, la m anera en que sus almas se


abrieron profundam ente. Entendieron a la Madre que cuida a su
Hijo y al pastor que cuida al corderito varado. Las chicas entendie­
ron por anhelo pero tam bién por el instinto m aternal natural que
tenían; les importaban hondamente y en secreto muchas personas y
cosas, en especial lo vulnerable y lo poderoso, dentro de ellas y den­
tro de otros también.
Pero en unos cuantos minutos, se rompió el hechizo de aquel m o­
mento de historia sagrada cuando una chica puso la cabeza sobre el es­
critorio e hizo como que roncaba. (En otras palabras, intentaba mostrar
que estas historias no la afectaban, que ella era «totalmente cool».)
Pronto las otras chicas se fueron por la tangente, haciendo eruc­
tos maleducados y ruidos de flatulencias. Me pasó por la cabeza un
pensam iento com pletam ente extraño y gracioso: «N oche de Paz,
Noche de A m or», sí, pero con todas esas criaturas corpóreas en el
pesebre, así como viajeros nómadas de tres tribus distintas, con tres
conjuntos de modales totalmente distintos; quizás no fue una noche
tan pacífica después de todo; pero definitivamente fue una de amor.

La letra u

¿Y ahora qué? ¿Ahora qué, Madre Santísima? Tomando en cuenta la


reacción de las chicas, tenía que ser una tonta para seguir con esto. Pe­
ro pregunté y pregunté y esperé durante horas esa noche, en busca de
formas para abrirme paso. Nada. Después me llegó un sueño, el sueño
de un sol enorme con rayos resplandecientes. Lo supe de inmediato.
Al día siguiente, en la clase de Sexualidad H um ana, hablé del
orbe del cuello del útero; del orbe del glande del pene, que son pro­
generadores y sensibles e irradian sensaciones. Sé que parece una
exageración, pero la palabra orbe era clave. Deben entender que las
historias pueden com enzar en cualquier parte, así que comencé una
historia sobre la Dadora de Vida, eso es, la Madre Santísima, quien
a veces es vista como un orbe luminoso de fuego, y cuando toma esta
forma se le conoce con un nombre especial.
208 „
desatando a la M ujer ¿Fuerte

Seguí entonces:
-C o n s id e re n la letra u en la palabra jucker. Esta u en realidad
es un sol roto al que se le ve tan solo un rayito hasta abajo porque
m ucha gente ha olvidado la verdadera historia de la vida preciosa
que brilla com o un sol. Pero como este sol en realidad le pertenece
a la Gran Mujer de la que les he estado hablando, ahora se ven sus
otros rayos también. Vean, así... Recordando.

u
0
»¿Se acu erd an de que el C reador sopló hacia el vacío oscuro
y gritó: “¡H ágase la luz!”? Para n osotros en la T ierra, esa fue la
estrella que llam am os Sol Es de Ella. El Sol pertenece a la Mujer.
Ella puede estar en el fuego sin quem arse, y reparte am or en lugar
de ira. Siempre da calidez. Su nom bre especial es Ella que brilla
como el Sol.»
Las chicas querían saber cómo alguien puede irradiar tanto ca­
lor sin destruir todo a su alrededor. Me dio gusto que preguntaran.
Platicamos y platicamos sobre cómo otra gente puede escribir sobre
ti con su fuego iracundo y cómo eso te puede prender fuego y enton­
ces mandarles a ellos o a otros un fuego destructor.
O, podrías elegir crear en vez de destruir, no im porta qué tan
destructivos sean los demás. Mejor puedes enfrentar al Sol del alma
y devolver fuego, sí, pero como rayos de Amor.
Hubo unas cuantas risitas nerviosas. Unos cuantos «Si, lo que
digas». Pero se corrió la voz, y más y m ás niñas vinieron a nuestras
clases cuando estaban en su «rato de descanso». No venían por lo
religioso. Querían escuchar historias. Las historias eran, en todo
caso, del río de las antiguas ideas e ideales religiosos. Pero no de u no
2 ()f)
De cómo las Motheijbickers se volvieron las M adres -Santísimas

m anera a la que estuvieran habituadas las pequeñas. Estaban acos­


tumbradas a que les contaran cuentos mientras las señalaban con el
dedo, con condenas y sermones.
Les enseñé a las chicas que la palabra religioso significa «juntar
las gavillas de trigo y de m aíz», pararse juntos en la torm enta para
que los tallos altos no se caigan, y así unidos reunir una cosecha que
sea de alimento para la tribu. La religiosidad sincera tenía esas ideas
bondadosas en el centro: reunir a la gente de corazón, proporcionar
alimento a pesar de las torm entas, mantenerse unidos com o honra­
das almas vivas.
Las chicas m irlo lo entendieron. Etiquetadas com o niñas de
«baja inteligencia», «m alas», «sin esperanza», «desavenidas, re ­
beldes, podridas, horribles, criminales», todas entendieron perfec­
tam ente lo que significaba proteger una esencia viva, m antenerse
unidas para cuidar y alim entar a todos. Amor fuerte, del más fun­
damental. Sostenido en alto.

La letra e

Ahora no sabía qué hacer con la letra c en la palabra fucker. Caminé


de nuevo por la carretera, de un lado al otro por unos tres kilóme­
tros, preguntando, preguntando, ¿qué h acer con la letra c? ¿Qué se
puede hacer con esa c, querida Madre?
Vi los postes del teléfono que se extendían por kilómetros junto
a la carretera. ¿Era una ilusión óptica? Parecían las cruces en el Gòl­
gota. Nuestra Señora asintió.

Al día siguiente en la clase de Cocina, dibujé una c en el centro de


uno de los grandes y rústicos panes de centeno que estábam os por
m eter al horno; sobre la c dibujé una cruz alta. Les dije:
— Esta es la cruz sobre la colina redonda llamada Gólgota.
210 «fe?
<D esatando a la M ujer ¿Fuerte

— ¡¿Gol-quién?! —Tantas burlas.


— Gólgota —dije— . En hebreo, un idioma de pueblos ancestra­
les —todos venimos de algún pueblo tribal, de hace m ucho— signi­
fica «el lugar de la calavera».
Ahora tenía su atención. Calaveras.
Si las palabras vulgares eran las favoritas para los tatuajes, las
calaveras venían inmediatamente después.
Hay algo en los jóvenes heridos, y en los jóvenes no heridos, que
desea saber sobre sus orígenes, sobre la vida y en particular sobre la
m uerte, pero sin el barniz adecentado con que la sociedad norm al­
mente cubre todo eso. Estas chicas preferirían saber sobre la oscuri­
dad sin que le agregaran tantas «patrañas».
Así que les platiqué del Gólgota. Un lugar austero en medio de
la nada adonde arrastraban a la gente que consideraban criminales
para crucificarlos («crucificar», una palabra que electrizó a las chi­
cas). Para ser azotados, colgados en una cruz, impedidos para salir
del dolor. Esto lo entendieron, pues no exagero al decir que cada ni­
ña tenía ya un sembradío de calaveras en su pasado, su propia «in­
capacidad de dejar el dolor todavía».
A algunas de las chicas más acorazadas les indiqué apaciblemente
que todas ya teníamos edad como para haber experimentado por lo me­
nos un corazón roto. Y ese era un tipo de crucifixión. ¿Recuerdan cuanto
dolió, y que no podían escapar de su propio corazón roto? Tuvieron que
esperar en la oscuridad, esperar para después volver a la vida en la luz.
Les conté del Dios del A m or, cóm o lo encontraron culpable
de am ar a la humanidad en lugar de seguir las órdenes de los )>,<>
^11
De cómo las Motherfuckers se volvieron las Madres -SantlsimaN

bernantes y autoridades de Su tiempo. Las chicas entendieron por


completo el ser obligadas a seguir las reglas en lugar de aprender
las Reglas del Amor. Entendieron la pulsión enferma que tienen al­
gunos de m atar al amor. Lo habían vivido. Entendieron la idea de la
Cruz. De estar clavado. Algunas lloraron calladamente al oír hablar
del Niño del Amor que, principalmente, incluía a los oprimidos en
Su cuidado, y que había sido asesinado.
En la cárcel de niños, como en la cárcel de adultos, los prisio­
neros no debían tocarse unos a otros, nunca, ni siquiera con amor.
Una propuesta insostenible y desquiciada. Pero aquí, en nuestra
clase de Cocina, toqué los hom bros de las chicas desconsoladas, y
cuando lo hice, las demás corrieron a reconfortarlas, rodeando los
hombros con los brazos, rodeando cinturas. Algunas tenían miedo
de que las sorprendieran así. Les conté sobre ser «una Verónica»,
la ancestral Verónica, de cómo se quitó el velo, algo que era tabú en
una sociedad religiosa ortodoxa que requería que todas las mujeres
se cubrieran el pelo o se les consideraría mujerzuelas y serían por lo
tanto susceptibles de m orir lapidadas.
Pero Verónica se quitó el velo de todos m odos. Sin miedo. Se
quitó el velo para lim piar la sangre del rostro del torturado Jesús
m ientras arrastraba su cruz hasta el Gólgota.

Los cuentos se filtran entre los m undos. N osotros tam bién. Nos
m antendrem os juntos. Nos inclinaremos para limpiarle la cara, pa­
ra consolar al atorm entado. No importa quién diga que hacerlo va
en contra de las reglas.
Ellas entendieron de inmediato. No hubo burlas ni com porta­
m ientos tontos. Solo estuvieron calladas y verdaderam ente bon­
d ad osas. E n to n ces, m ien tras las ch icas m irlo silenciosam en te
recogían la cocina, el fragante arom a del pan ferm entado subía. Y
subía.
212 -¿-jfcs
desatando a la M ujer -Fuerte

La letra k

Esa noche, antes de la hora de dorm ir con el último ángelus del día,
le pregunté a la Madre:
—¿Qué haré con esta k? Esta letra parece muy difícil. Y la k pa­
rece perm anentem ente com plicada, con esas piernas y brazos que
van en todas direcciones.
La m añana siguiente ya tenía una respuesta; desperté sabiéndo­
lo. La voz de la Madre fue clara.
Estábamos en clase de Poesía. Les dije a las chicas:
—Tengo un poeta para ustedes con respecto a la letra k en la pa­
labra fucker.
Quisiera poder expresar lo abiertas que estaban ahora las expre­
siones de las chicas, cómo parecían pajaritos que esperan el retorno
de sus padres con comida para el nido. Les conté que había traído para
ellas un poeta cuyo nombre comienza con k: Kerouac. Lúe católico,
después budista, después católico. Escribió sobre cómo se burlaban
de lo mejor de lo mejor en una sociedad pesadillesca. Y sobre cómo el
automóvil había acaparado la piedad que le pertenece al alma.

Hablamos sobre lo que significaba esto, que se rían de ti cuando te


conm ueves, y que la reverencia por el alm a hum ana se transfiera
burdamente a los objetos. También hablamos de que burlarse délos
que sienten es una forma de intentar protegerse de otro fraude más,
de otra desilusión más por parte de alguien que usa las palabras sa­
gradas correctas por las razones equivocadas; esto es, sin vivirlas,
sin decirlas con verdadera intención.
Sentí que ese era un m om ento amable para decir cómo la letra
k de la vieja palabra fu ck er podría transform arse por medio de un
relato.
—¿Ven esto? Creo que la k va con la c previa. Todavía estamos en
el Gólgota, el rocoso lugar de la calavera, donde la k ahora se vuelve
la adición de dos cruces m asa la mea.
t)e cómo las Motherfuckers se volvieron las Madres Stmusimlí

Les explique como dos almas, acusadas de ser ladrones, fueron cru­
cificadas a cada lado del Dios del Amor. De cómo un ladrón se bur­
laba del Dios del Am or y cóm o el otro protegía al Dios del Amor,
dieiéndole al hombre que se burlaba: «¿Qué te pasa, no puedes ver
la Divinidad Santa cuando está enfrente de ti?». Entonces, el ladrón
protector le preguntó al Dios del Amor si él, el presunto ladrón, po­
dría jam ás ser perdonado.
Se decía en viejas historias étnicas de mi familia que los solda­
dos romanos que hacían todas las crucifixiones se burlaron también
de esa petición tan sentida. Pero el hombre que pidió perdón lo re ­
cibió de inmediato del Dios del Amor. Ese que antes era visto como
«solo un criminal» y nada m ás, fue conocido después como Dimas,
el Buen Ladrón.
Las chicas asentían y asentían a cada paso de la historia. Que­
rían saber cual era la culpa de cada uno de los crucificados. «No
lo sabemos, ¿o sí? M uchas veces nos crucifican por ser distintos,
¿no?». Asentían. «¿Por proteger a los m ás débiles?» Asentían más!
«¿Por tratar de proteger a otros? ¿Por robar un sentido de identidad
que es bueno y honorable, pero que otros insisten que no m erece­
mos? ¿Por decir una verdad dura?» Síysí. Sin resistencia.

Para el sincero que pide perdón, no hay sentencia de muerte; eso era
algo que los seres humanos imponían sobre otros seres humanos,
Para el alma vel esniVil n. m ra nnipn lo nía«, i,.,,......................... i .
214
Úesatando a la M ujer fu e rte

inm ediata y com pasiva cam aradería, un resonante Sí, perteneces


como siempre, pero ahora despierta.
Las chicas mirlo entendieron el contrapeso entre estar fuera del
alma, en el frío, y volver a entrar en el espíritu y el alma. El Dios del
Amor crucificado prometió incluso en ese último m om ento de la vi­
da al alma anhelante: solo hay que pedir de todo corazón,y se abrirá
un nuevo camino.

¿Acabamos?

Concluyó nuestra clase de Poesía. Las jóvenes salieron. Una par de


chicas ya me lanzaban besos al final de cada clase. Sus amigas las
codeaban y les daban palmadas juguetonas en los brazos, m olestán­
dolas por m ostrar afecto.
Pensé que lo habíamos completado. Miren todas las historias es­
critas con tinta visible sobre la palabra jucker, todas las historias ver­
daderas ahora se podían ver. La palabra ahora dice M other, Madre,
en lugar d efu ck er. Aquí está el báculo del Pastor; aquí está la M de
Santa Madre; aquí esta Ella que está vestida con el Sol; aquí están las
tres cruces que tanto representan, incluso que si alguien m ata toda la
purezay la misericordia, el Dios del Amor regresa.

Los cuentos habían terminado ahora, por la misericordia de las ins -


piraciones de Nuestra Señora. Y las chicas estaban encantadas en for­
m as en que nunca antes las vi conmovidas. Pero ¿por qué sentía un
poco como si hubiera fracasado, como que algo no estaba terminado?
Creo que era porque no habíamos hablado una sola vez en todos
esos días de que alguien cam biara de idea sobre la palabra Ju cker
que mostraban de forma tan notable en sus brazos.
215
Úe cómo las Motheifuckers se volvieron las Madres cSantísimas

Sería difícil cam biar la escritura en sus brazos. Mostrarles rude­


za a sus compañeros era importante. Todavía se presentaban con los
M. Fuckers ofuckers escritos en sus brazos con m arcadores de tinta
permanente; a m enudo, en cualquier parte que pudieran cubrir con
mangas o perneras, de modo que «las autoridades» no pudieran verlo.
Pero en los días siguientes, las chicas comenzaron a decirme:
-T ie n e s que hacer el resto de las letras. Sí, ahora se escribe la pa­
labra Mother con la palabra fucker, pero ¿qué con las otras dos letras,
la ey la r? Debe haber historias para esas dos letras también, ¿no?
De repente sentí una pequeña sensación de júbilo ridiculamente
fuerte.

Es extraño, ¿verdad?, que sea el fuego creativo del viaje lo que más le
importe al espíritu.
Le pregunté a mis jóvenes adultas que cada vez menos parecían
seres inmaduros:
— ¿En qué quieren que se conviertan las otras dos letras? ¿Qué
historias piensan ustedes que deberíamos relacionar con ellas?
En seguida, esto fue lo que decidimos juntas.

La letra e

Siguiente clase: Sexualidad Humana. Hablamos del «ojo» del cue­


llo del útero, el «ojo» del glande del pene. Lo sé, lo sé, parece que
no van juntos todos estos tem as, pero sí van juntos. Realmente van
juntos. El Creador hizo obras maravillosas en el cuerpo, indepen­
dientemente del género, no importa dónde están colocadas; las for­
mas fem eninas y m asculinas a menudo se reflejan unas a otras en
forma y función.
Por eso, la e de la nueva palabra M other también se convirtió en
un ojo, solo que este ojo era el Ojo de Dios, que siempre cuida de los
jóvenes adultos en flor, generador de una importante m anera. Fui a
la biblioteca pública, traje libros y libros con imágenes de Id Ojo del
216
desatando a la M ujer ¿Fuerte

Dio , tejidos ancestrales con el Ojo de Dios en el centro, parecidos a


los mandalas; un arquetipo que se encuentra en casi todo el arte sa­
grado antiguo en todo el mundo. Les m ostré el ojo del Creador enci­
ma de la pirámide en el billete de un dólar. Querían saber si podían
quedarse con el dólar. Sí que podían. Me sentí feliz. Se sintieron fe­
lices. Todas reímos.
Les platiqué del catecism o azul de tapa blanda del padre Bald-
win con el que estudié cuando apenas sabía leer, de cómo decía que
el Creador era antes que nada omnisciente, no para pescar a la gente
portándose m al, sino para cuidarlos; y que el Pastor del comienzo,
de la letra o rig in al/, era parte fundam ental de El que lo vio Todo,
especialm ente aquellos que estaban necesitados, com o el cordero
perdido, com o tantas partes de la Creación que están en peligro y
también sufren por estar encarceladas y «taladas» incluso en nues­
tros tiempos.

\» /

En los días siguientes, un solo ojo tatuado hecho con la letra e com en­
zó a aparecer en los brazos de las chicas y en sus piernas y en sus cua­
dernos rayados. Un ojo azul, uno café, uno asiático, un ojo único.
No dije nada, de la m ism a m anera en que sabes que no debes
decir nada cuando un águila aterriza repentinam ente en tu porche.
Pero sentí felicidad hasta los huesos. Sabía que las chicas entendían
que a veces te conviertes en lo que usas. A veces tam bién usas por
fuera eso que te volviste.
217
cl)e cómo las Motherjuckers se volvieron las Madres S<iiiIIh¡iihih

Las chicas eligieron deliberadamente una imagen de fuerza y p ro ­


tección. La emoción ha sido parte del poder encubierto de los tatua­
jes desde el principio del tiempo. Les conté que el Creador, según los
libros sagrados, escribió el primer tatuaje en una pared con un dedo
que soltaba llamas. Eso las enloqueció, de la mejor m anera posible.
Al siguiente día, la e que ahora era el ojo q u e-tod o -lo-ve disparaba
flamas a su alrededor.

La letra r

Ahora estábamos en clase de Cocina otra vez, hablando del agua de


rosas en la comida m arroquíy del este de la India, y de cóm o las rosas
estaban en la misma familia que las m anzanas. Y que aunque pense­
mos en «flor» cuando pensamos en una «ro sa » , otros piensan en un
«arom a» como un saborizante para la comida, un aroma divino.
Les enseñé cómo el sabor de la rosa dependía de las condiciones
de la tierra en la que crece, e incluso su color oscuro o claro tenía que
ver en parte con el ambiente. Hablamos sobre cómo la gente tam ­
bién era así, que el alma desarrollaba cierta dulce forma de ser se ­
gún el suelo en el que echaba raíz y junto a quién.
Les relaté los cuentos sobre Nuestra Señora de Guadalupe, cómo
su vestido estaba cubierto de rosas rojas, cóm o las rosas estaban tan
asociadas con Ella porque pueden trepar por todos lados, sobrevivir
incluso los m uros de piedra, las conquistas, torm entas, destruccio­
nes, saltar sobre barreras, plantarse incluso en una cucharada de
tierra lo suficientemente decente.
Les conté que cerca del Gólgota alguna vez hubo un antiguo
templo de la Gran Madre conocida como Afrodita. Las tribus ances­
trales la consideraban la representación de la Madre del Amor de la
Tierra hacia loalto. Llegáronlas g u erras,y se construyó una basílica
encima del tem plo. La basílica fue destruida unos quinientos anos
después por otra borda que creía en otra cosa. IVro de todos modos,
los viejos cuciiüxtasqiicaún viven afirman que la Gran Mujer se al
/ai ot m ve/,com o Madre Santísima con lodo su n ilor dorado v rosa
218
Desatando a la M ujer ¿Fuerte

y sus herm osos arom as de incienso. Y otra vez. Que la Rosa Mística
nunca dejará de alzarse nuevamente.
Llevé rosas silvestres a la clase de Cocina, rosas que yo sabía
que no habían sido rociadas con venenos. Cortam os con ternura
la parte blanca del pétalo que mis abuelas me enseñaron no eran
tan ricas. A hora solo quedaba la parte dulce de los pétalos. Los
usam os para darle un sabor delicado a nuestro simple helado de
vainilla industrializado que llegaba a la cárcel en grandes cilin­
dros de cartón beige; estaba tan duro que prácticam ente necesi­
tabas un serrucho para cortarlo.
Pero lo logramos. Y m ientras eso sucedía, las chicas decidieron
que la r al final de la recién acuñada palabra M other se convertiría
en las rosas de la Madre Santísima: la dulzura de la nueva vida y la
libertad de crecer en libertad. Verdaderamente libres.

De nuevo había llevado libros y libros con fotos de rosas silvestres


que crecían despreocupadamente por todos lados, sobre las bardas,
sobre los techos; nada podía contener ni restringir a las rosas de
Nuestra Señora, ni a los espíritus de las chicas mirlo. En lo exterior
tal vez, en un sentido. Pero en alma, espíritu, mente y corazón, en
absoluto. Y las niñas realm ente lo sabían ahora, a pesar de que les
hubieran dicho lo contrario casi toda la vida.

— ¡No eres mi madre!


— ¡Eso crees!
lili)
£>e cómo las Motherfuckers se volvieron las Madres tantísimas

Ya había salido la verdad de todo. Aunque todavía cam inaban en ­


corvadas y a menudo se veían hoscas y a veces eran traviesas y hasta
un poquito taimadas, también eran espíritus puros y almas herm o­
sas. Y ellas sabían que lo eran. Vislumbres al principio. Dos pasos
hacia delante, un paso hacia atrás, a veces. Pero realmente lo sabían.

Su Madre, La Madre, se lo había dicho.

Jeroglíficos: el m isterio de los tatuajes carcelarios

Pasaron las semanas. Pasábamos el tiempo en la cocina y el salón,


aventando más com ida creativa, con otros tipos de confusiones,
algunas se precipitaban en busca del cielo azul; otras en silencios
fríos, lágrim as, abrazos, secretos contados, consuelo otorgado y
siem pre, siempre algún recuerdo de alguien muy joven que pedía
más historias sobre... La Señora.
Una m añana en el desayuno, dos de las chicas mirlo m ás gran­
des se estaban codeando en el comedor.
—Enséñale.
—¡No, tú!
—¡No!, tú primero.
Una se jaló la m anga de la sudadera con capucha. Ahí en su
brazo, frotado hasta que quedó de un irritado color rojo por haber
talladoy tallado la tinta vieja, había una palabra nueva. Solo una pa­
labra. Una de las palabras m ás dulces y fuertes del universo: M o-
ther, Madre.
Pero escrita con la My con el báculo del Pastor al inicio.
Una niña que se llamaba Pequeño Pájaro y que apenas podía ha­
blar sin usar, como si fuera el artículo «el», esa palabra que com en­
zaba c o n /, dijo que su nuevo tatuaje era por «esa madre santísima
tuya». Con eso quería decir: «Como tú dijiste, pertenecemos».
Un rayo ínmensode luz penetró todo al mismo tiempo, aunque la
habitación estaba tan ni idosay ordinaria como siempre. Solté un «Sí»
tembloroso. IJn anda/, «Sí, ahora llevas la marca de perleiiecrrlr»,
220 -«te
desatando a la M ujer fu e rte

Por un mom ento, toda la m esa de chicas parecía envuelta en una


transparente luz dorada. Es algo tan extraño ver almas en la luz,
m irar cóm o caen sus exteriores rudos y apreciar que ellas m ism as
son delicadas como la luz, hermosa luz dorada y sin capuchas.
Y desde ahí seguimos todas... resplandeciendo.
Algunos tatuajes siguieron como antes. Pero otras niñas apare­
cieron con distintas partes del jeroglífico que descifram os, y algu­
nas con el jeroglífico completo de Mother.

Cuando era niña, creciendo en el campo con mi familia de otro ori­


gen, los objetos mágicos que amaba más que cualquier otra cosa no
estaban a mi alcance: libros, imágenes a color, cantidades interm i­
nables de papel y lápices para que pudiera escribir, palabras que, de
alguna m anera, lograban que las historias profundas y verdaderas
no desaparecieran. Aunque mi gente protegía con fiereza las heridas
que obtuvieron en las guerras que sobrevivieron, eran generosos en
cierta m anera, pero tam poco tenían dinero para lo que considera­
ban frívolo.

Por eso, de adulta, cuando tenía oportunidad llevaba libros y más li -


bros, y papel y plumas y lápices para los que tenían hambre de apren­
der por medio de las historias, para coser esas historias delicadamen -
te a las páginas, de modo que siguieran vivas y no se olvidaran.
Así que a la cárcel de niños llevé cuadernos, libros, plumas y li­
bros de jeroglíficos: egipcios, eslavos, esgrafiado africano, petro-
glifos, pictografías indígenas, pinturas rupestres, estelas talladas.
Juntas leimos lo que decían los arqueólogos y antropólogos al deta­
llar lo que podrían significar en realidad todos estos símbolos.
Pero nos preguntam os todas, dada la experiencia que apenas
habíamos tenido de hacer nuestro propio jeroglífico, ¿cóm o sabría
cualquier persona m oderna lo que la gente en lugares muy lejanos
realm ente quería decir con sus dibujos y sus piedras talladas y es
culturas?
* * * ' m
Úe cómo las Motheifuckers se volvieron las Madras .Sanlisinms

Las niñas pensaron que los científicos en algún m om ento del


futuro muy, muy rem oto, nunca entenderían nuestros dibujos de
la palabra fu ck er convertida en la palabra M other, si los llegaran a
descubrir unos mil años después. Que no sabrían el cuento que se
desarrolló paso a paso a partir de la gente que creó nuestro jeroglí­
fico de la Madre.
¿Adivinarían alguna vez los científicos las historias reales que
conform an este jeroglífico sagrado? La mayoría de las niñas pen­
saba que no, y conjeturaron ellas solas que lo que sabemos de las
culturas ancestrales podría ser para siempre una pregunta abierta
sobre el significado auténtico de los símbolos y los jeroglíficos que
sus creadores guardaban cerca del corazón.

Podríamos ver el símbolo como una m arca en una roca o en un per­


gam ino, pero quizás no debiéramos olvidar que cada trazo repre­
senta una historia, un conjunto precioso de ellas sobre el viaje de las
almas, almas verdaderas. Que hay «historias dentro de la historia»
de cómo se creó ese símbolo.
Y así avanzó nuestro tiempo. Aunque algunos podrían pensar
que esta es solo la historia de un grupo de «niñas díscolas» y una de
sus m aestras más solemnes pero de varias maneras «menos educa­
da», en realidad es una historia sobre el profundo am or y pacien­
cia de Nuestra Madre, la Mujer Santa, Cálida, Protectora; la Madre
Fuerte. La que puede sostener una infinita cantidad de hijitas e h i-
jitos fuertes, como tú y como yo, en su fiero e Inmaculado Corazón;
amándolos siempre, como a su Hijo Pastor, tantas veces, de regreso
de los propios confines.

Y ahora, años después, soy m ucho más vieja, y mis chicas mirlo de
hace tanto tiempo tienen ya cuarenta y cincuenta años, y la mayo­
ría vuela en libertad. Solo me gustaría mencionarles aquí, queridas
almas valientes que leen mis palabras, las palabras de lilla... (pie si
veo uno de los símbolos de abajo en su cuerpo, en su ropa, en sus
222 ^
desatando a la M ujer ¿Fuerte

paredes, en sus páginas o en sus corazones, sabré de inmediato que


ustedes también son uno de los nuestros, uno de los hijos de María
que pasa por ahí.
12
SIN RACISM O. SIN D ISCRIM IN A CIÓ N .
NADIE ES UN « IN T O C A B L E »

La Gran Mujer se nos


a p a rec e a d iario

Exvoto: «El clóset de María


224 '«fe*
desatando a la M ujer ¿Fuerte

uy a m enudo se nos ha hecho creer que las apariciones


de la Santa Madre y de su precioso Niñito del Amor son
insólitas, que solo les suceden a quienes son los más pu -
ros de los puros.
No es así. Ahora mismo hay millones de almas comunes que han
tenido visionesy señales de la Madre Santísima como mujer sola, m a­
dre, inmigrante, reina. Y m añanay todos los días porvenir, millones
más, si no es que miles de millones, tendrán más visiones de Ella.
Y quienes la ven y la perciben, quienes perciben qué y a quién
ven cuando la ven, no son los puros de los puros. Los que la ven son
muchos: los santos de esta tierra, los ángeles enlodados de la esfera
terrestre, los que están en plena lucha; los que están «trabajando»
en lo que pueda significar ser santo en medio de un m ar de basu­
ra. También están las almas que solo se ocupaban de sus propios y
m undanos asuntos cuando de repente ahí estaba Ella, abriéndose
paso entre los mundos para m anifestar su esencia, presencia, pro­
vocación e inteligencia.
En sus apariciones, algo im portante, una perspectiva o instruc­
ción de más allá de este mundo se vuelven claros e irrefutables para
el alma.
Pero como siempre, después, el pequeño ego simiesco puede te­
ner sus interminables inquietudes: «¿Vi lo que vi? ¿Escuché lo que
escuché? ¿Sentí lo que sentí? ¿En serio? No, no fuiyo. No soy digno».
O, «¿cóm o saber? Seguro lo imaginé. De ser Ella, seguram en­
te habría aparecido como la veo en todas las pinturas, ataviada con
accesorios de lujo, todos bañados en oro, y con la ropa limpia y
planchada. Habría hecho girar al sol. Habría hecho algo incuestio­
nablemente milagroso que otras cincuenta personas pudieran vali­
dar con certeza científica de un modo que pudiera repetirse».
Pero en realidad se cuenta que Nuestra Señora a menudo apa­
rece con atuendos parecidos a los de la persona que la percibe, y a
veces con vestimenta que la persona con la que habla percibe como
«de otro mundo».
Vemos también con frecuencia que los artistas y escultores con
vocados a registrarla aparición la representan con un atuendo pu
* * ' Mñ
Jja Gran M ujer se nos aparece a diario

recido al de las m ás altas autoridades de la época y el lugar, com o


por ejemplo los pesados y largos vestidos y los velos m oriscos de la
realeza española en las pinturas y tallas en m adera creadas durante
los siglos XVy XVI.
En todo caso, para la mayoría La Señora es sencilla antes que
elevada y distante, es mucho m ás com o una m adre cálida y envol­
vente, alguien que está decidida a llamar tu atención y guiarte am o­
rosam ente. Ella se m uestra de la m anera en que cada persona la
pueda entender mejor, si es que no perm iten que el ego simiesco se
apropie de todo y, por tanto, con su simiesca mente estrecha lo in­
valide, en lugar de abrirse al numen.
Sin adornos, antes de la redacción realizada por cualquier otra
persona con otros motivos, las experiencias de millones que la han
visto cuentan que es más habitual que Nuestra Señora no hable en
alta oratoria sino en lenguaje cotidiano, con tonos fam iliares que
pueden ser analizados con facilidad por la persona con la que habla.
Ella ofrece este tipo de m isericordia, apareciendo e influyendo de
m aneras comprensibles para cada individuo en su propio tiempo,
cultura, ritm o y lugar.
E s, a la parte sim iesca del ego, a la que le gusta esperar apari­
ciones muy dram áticas y con giros fantásticos en todos los even­
tos. Esta predilección que todos tenem os puede borrar o to rcer el
verdadero m ensaje. Sin em bargo, N uestra Señora utiliza lo que
funciona. No es una madre del tipo «lo digo una sola o casió n y no
repito». En la experiencia de m uchos, aparece una y otra vez, sin
im portar cóm o lo entiendan los egos.
¿Cómo lo sé? Valido el testim onio de literalmente miles de his­
torias auténticas y sentidas que llevo escuchando a lo largo de m u­
chas décadas, provenientes de almas —hom bres, m ujeres, niños,
gente de m ediana edad y an cian os— que no han sido tocadas por
Ella solamente una, sino muchas veces.
Como decíamos en nuestra familia, los que han sentido sus en
riciasy su voz calmante no necesitan pruebas, y no hay suficiente
evidencia en el Universo entero para convencerá los que todavía no
conocen su tacto y hii hermosa voz.
226 ■ ***
desalando a la M ujer ¿Fuerte

Las experiencias conNuestra Señoraparecen tenerporlo menos


un motivo conductor en común: su contacto puede serpráctico en to­
dos los sentidos, pero se registra un «conocimiento repentino», una
claridad repentina, una calma repentina, una inspiración repentina,
una ruptura repentina de algo que necesitaba rom perse, un camino
repentino para arreglar algo que necesitaba arreglarse, una fuerza
superior repentina, o «fuerza suficiente» para seguir adelante.
Lo pongo de esta m anera, como lo entiendo por medio de Ella: al
estar cerca repentinam ente, de forma clara reacom oda tus átomos
de m anera im portante, muchas veces haciéndote cam biar de pare­
cer, cambiando tu estado de ánimo; Ella orienta a quien momentos
antes no tenía idea de cómo ir o proceder, y ahora, de repente, so s­
tiene un fragmento o el mapa entero de cómo avanzar y qué hacer a
continuación.
Esta recepción repentina de inform ación procedente de N ues­
tra Señora es completamente inusual pero útil, y muchas veces bas­
tante concreta. Toma esto. Haz esto. Ve allá. Habla con fulano. No
vayas. Quédate allá. Escucha a esta persona. Mira m ás allá de las
apariencias. Sé cauteloso. Evita eso. Bendice a esta persona.
Con frecuencia, ver, sentir, escuchar a María te llena de asom ­
bro, es una experiencia del tipo «No juegues, tienes que estar bro­
m eando, ¿en realidad estás aquí?», o un saber callado, una vaga
sensación de estar en brazos de una m adre com pasiva, su cuerpo
tibio siempre balsámico.
También hay otras maneras de saber que está presente; quizás la
mayoría se pueda «categorizar» como un dulce, silencioso «¡Ajá!»
en algún lugar entre el corazón y la divinidad.
Así, sus súbitas apariciones, su voz clara o incluso comprensible
apenas para nosotros, instándonos a escuchar todos los días, más
tiem po, con m ás ganas, más profundam ente; las señales que nos
da para sellar su prom esa con nosotros; sus visitas no son inusita­
das. Son acostumbradas. Ninguna madre se niega a sus hijos cuando
la llaman porque la necesitan. Una m adre no ayuda solo a sus hijos
«perfeccionados». Al contrario, se queda con los que tropiezan, tra s -
tabillany sufren.
' * ' 117
■ fe Gran M ujer se nos upa rere a diario

Te lo puedo asegurar por experiencia: sin importar qué tan pro­


fundo sea el exilio al que fuiste obligado, sin im portar cuál fue la
herida, sin im portaren qué desaliñada condición tengas el alma, no
importa lo que hayas hecho o no: llama y Ella estará ahí, como mejor
la puedas entender.
Ella llega como una visión, o envuelta por el m om ento en otro
ser hum ano que de pronto suelta algunas palabras sorprendentes
e im portantes para ti, las cuales necesitabas absolutamente. Tam ­
bién puede aparecer como un desconocido que lleva a cabo alguna
bondad deslumbrante y repentina para ti que quizás los sorprenda
a ambos, pero que además te renovará de buenas m aneras en ese
m om ento, y quizás también a la otra alma.
O sentirás el viento, el sol, o la lluvia, un panorama, una criatura
o un inocente, e inesperadam ente darás un enorme respiro que se
siente como si una compasión de otro mundo te respirara a ti; y esto
llena las angélicas alas de tus pulmones hasta el enésimo grado, y tu
espíritu se sentirá refrescado de improviso. Tu alma ya no está afli­
gida, sino que en estos momentos tiene una súbita paz.
En estos casos y m ás, tu M adre, la Gran Mujer, ha corrido a tu
lado en toda su plenitud, y con toda su fuerza.

Históricamente, no tenemos muy claro qué hizo que algunas m en­


tes sobre la tierra pensaran que una M adre de tal magnitud solo
aparecería de vezen cuando. ¿Q uépensam iento tan indescifrable,
cerrado y mortífero diría que una m adre devota y amorosa puede
ser mezquina con sus apariciones, en las que proporciona orienta­
ción y conocimientos a sus amados hijos e hijas?
No es verdad que lo inusual de la apariencia sagrada la vuelva
más valiosa. Ninguna madre am orosa sigue un mandato así.
Es ju sto lo contrario.
Pero algunos insisten en querer verificar o desment ir apa
riencias, consejos y milagros de Mary, María, Mir-yam. en Indas
sus nuil ti pies manilVslanones. Para varias jerarquías de tipo
eelesial, si algiin lioinhrr, mujer o niño dieren voz alia ipie viaja
228 ■ **>
desatando a la M ujer Suerte

con la Virgen de m anera regular —y buscan que la Iglesia católica


rom ana lo valide— , despachan a un grupo de «jueces» designa­
dos para «investigar», «autenticar».
M ientras tanto Nuestra Señora, Trono de Sabiduría, no parece
prestar atención. Se sigue apareciendo sin el permiso de ninguna au­
toridad, sin ninguna sanción institucional, a quienes la necesitan.
Ella evita a todos los guardianes, nom brados o autoproclam a-
dos, y m ejor vuela para intervenir, levantar ánim os, guiar, sanar,
liberar almas en todo el mundo.
Sin duda, hace m ucho, fu ero n quienes estaban enam orados
de la infinita belleza del Creador los que com enzaron a « investi­
g a r y tom ar parecer» en las experiencias de la gente com ún con
Nuestra Señora. Sin duda, los hom bres de la Iglesia al principio
no querían ninguna argucia con respecto a lo Sagrado, ni desea­
ban la explotación m on etaria de personas ingenuas, ni que los
estafadores se pavonearan.
Pero, desde entonces, estas preocupaciones válidas poco a po­
co se con virtieron en investigaciones sospechosas, después en
pronunciam ientos polarizados y politizados, volviéndose m ás es­
tridentes con el paso del tiem po en cuanto a la rareza ultra súper
inusual de las apariciones «reales».
Así, el sectarismo ha construido un lenguaje de legalismos que
intentan «verificar» estas «supu estas» apariciones para poder
«dar un veredicto». Pero, por definición, la experiencia numinosa
no se puede cuantificar por medio de un rastreo hecho por el ego.
A lo largo de los siglos — en el trabajo de Sor Juana, por ejem ­
plo— vemos que las apariciones claman por ser descritas en un len­
guaje del alm a que abrace la naturaleza m ística, m uchas veces por
medio de imágenes y poesía.
Vemos esta m arca del lenguaje del alma en el trabajo de quien­
quiera que haya sentido, visto, conversado con Nuestra Señora o su
Precioso Hijo, desde el pequeño San Francisco de Asís hasta Teresa
de Lisieux, La Pequeña Flor, Matilde de Magdeburgo o esos miles de
escritores cuyo trabajo nunca descubrió el público lector, sus escritos
destruidos por un régimen u otro, civil o eclesiástico, y a los ni ilíones
«Qz Gri~(in Mujer se nos upuivcc a diario

de Marianas que no podíanleerni escribir, o vivían en lugares tan re ­


m otos que no había nadie que escuchara sus historias.
Casi siempre tenía que registrarse la esencia de lo que se veía de La
María, lo que se escuchaba de su corazón, pero no en palabras del ego
ni con lam ente que «corta y rebana», sino en poesía, m úsica, danza,
pintura, escultura, escrituray otras artes de infinitos estratosy bor­
des que filtran entre los mundos.
Estas artes, cuando se dejan en libertad, en lugar de expresiones
m em orizadas llevan una voz m ás profunda y m isteriosa que habla
el lenguaje de la experiencia num inosa, un lenguaje sagrado sim ­
bólico. El arte es el lenguaje lírico de lo sagrado mediante el color, el
movimiento, el sonidoy el pensamiento; este tipo de philosophorum
es el m ás necesario para describir las experiencias num inosas, lo
cual no puede transm itirse jam ás por medio de la prosa formal, sin
im portar qué tan erudita sea.
Las escrituras sagradas de todo el mundo no recaen en la poética; se
levantan supremas sóbrela poética, porque ese lirismo es el único len­
guaje de la experiencia numinosa que puede aproximarse a una descrip -
ción con gracia plena, gloria plena, gratitud plena, magnitud plena.
Sin em bargo, con el tiem po, la «investigación» hecha por la
Iglesia de lo real o lo inautèntico de las experiencias de otros con
la Gran Mujer —una averiguación que en algún m om ento se hizo
únicamente para proteger a otros crédulos de los circos ambulantes
de vírgenes que buscaban dinero, provecho, ego, fama, estatus— se
volvió con demasiada frecuencia algo intrusivo, preparado en efecto
para negar por completo las apariciones y las revelaciones persona­
les a la gente común y corriente.
Se empobrece la comunión de las experiencias de las almas en la
tierra cuando no se reconocen las revelaciones y apariciones de Ma­
ría, la Santa Madre, en sus múltiples formas, los santitos y todas las
diversas visiones de la Sagrada Fam ilia, así com o de la Fuente sin
fuente. Son comunes a m uchosy no solo a unos cuantos escogidos. Es­
tas revelaciones llegan tanto a los de m ucho mundo como a quienes
están cubiertos de lodo y fuera de cualquier posibilidad, o a quie-
iicsliaii recibido la oportunidad devivi runa vida mucliomás inocente.
230 Ws
()< salando a la M ujer ■ f 'ux-rie

Cuando estaba en la universidad, hace m uchos años, mis


abuelas y tías eran mis conciliares. Aunque eran «incultas», eran
añejas creyentes y eran listas. Cuando aprendía algo que podría
interesarles, nos sentábamos todas en la cocina y les contaba todo.
Escuchaban pensativam ente, luego me lo «corregían» en pleno y
me decían cómo encajaban las piezas «en realidad».
Cuando les conté de las comisiones nombradas por el Vaticano
que votaban sobre la autenticidad de las apariciones y revelacio­
nes privadas de la Madre Santísima, escucharon con atención.
Les conté que la comisión puede emitir tres «resoluciones»:

1. Constat de supernaturalitate. El comité decide que una


aparición, visitación, revelación o milagro m ostró « to ­
das las evidencias» y es por lo tanto una intervención
auténtica del Cielo. (Algunas de las «evidencias» reque­
ridas son que la persona que recibe la visitación/revela-
ción sea de «conducta recta, obedezca a las autoridades
eclesiásticas, sea capaz de volver a prácticas normales de
la fe», por ejemplo el culto com unitario, recibir los sa­
cram entos, etcétera.)
No puedo describir la mirada en la cara de mis ancia­
nas cuando escucharon las «evidencias» requeridas. Na­
da más puedo decir que todas fruncieron el entrecejo. Sé
que muchos de ustedes entienden de qué estoy hablando.

2. Constat de non supernaturalitate. El comité decide que


una «presunta» experiencia claram ente no es m ilagro­
sa, y encuentra que no tiene una base sobrenatural. E s­
to último implica, desafortunada y engañosam ente, que
las p ersonas que «afirm an » haber experim entado la
aparición son enfermas mentales o están poseídas «por
Satanás». Así lo establecen las «Norm as de la Congrega­
ción sobre el modo de proceder para juzgar las presuntas
apariciones y revelaciones» de 1978, escritas por la Sa­
grada Congregación de la Doctrina de la Fe y aprobadas
i'a Gran r s e n o s a p a r e c í’ a d ia r ia

por el Papa Paulo VI. «Tampoco puede haber evidencia


de enfermedad mental ni tendencias psicópatas.»
Dada la ceguera de tantas almas, por lo demás bonda­
dosas, a la m ala conducta de ciertos prelados, parece una
propuesta arriesgada im aginar a los santos padres lle­
vando a cabo un amplio y preciso análisis psicológico de
cualquier persona. No encuentro nada en ninguna p ar­
te de los textos sagrados de ninguna fe que establezca
que Nuestra Señora evitará a cualquier persona que es­
té padeciendo una química cerebral que no le perm ita
unirse a la sociedad de las m aneras típicas. No hay nada
que diga que La Señora solo visita a los que se conside­
ran cuerdos según el Manual Diagnóstico y Estadístico
(DSM, por sus siglas en inglés) de los trastornos m enta­
les. De hecho, ha habido m uchas apariciones m añanas
entre personas con necesidades especiales.

7. Non constat de supernaturalitate. Este es el tercer resul­


tado posible de una investigación. En este caso dicen que
no es evidente que la presunta aparición sea auténtica
o no. En otras palabras, para usar la jerg a de los aboga­
dos, es un «jurado sin veredicto».

Después de que mis mayores escucharon calladam ente este resu­


men y se consultaron entre ellas, mi abuela Katerin habló por to ­
das. Dijo que se necesitaban nuevos profetas y visionarios en c a ­
da generación. Que estaban de acuerdo en que ellos eran com o
los geranios (mis mayores eran cam pesinos llegados de otras tie ­
rras): conform e la planta desarrollaba fuertes ram as nuevas, h a­
bía que reubicar a la planta madre a contenedores cada vez más grandes,
para que sus raíces pudieran seguir creciendo bieny profundamente.
Mis mayores pensaban que al limitar quién está o no sanciona­
do o lo suficientemente santificado como para tener experiencias
con Nuestra Señora, la Iglesia había trasplantado deliberadamente
a Nuestra Señora en macetas cada vez más pequeñas. Así, con la raíz
232 '■ **
Desatando a la M ujer ¿fuerte

limitada, la planta empieza a m architarse, y da cada vez m enos flo­


res y frutos.
Uno de los «contenedores m ás pequeños» que se me ocurren, es la
idea de que se aparece solo a personas de «conducta recta», y demás; y
que, por inferencia, Nuestra Señora nunca pensaría en aparecérsele a
una persona en alguna clase de apuro.
Digo lo último no como un lamento contra los que dividen a
Nuestra Señora en trozos tan pequeños y limitantes de su raíz, sino
como una denuncia y una acusación contra cualquiera que intente
lastim ar o m atar de ham bre a las alm as que pertenecen a Ella, al
insistir en miniaturizar su magnitud para la conveniencia de sus
propias visiones demasiado insípidas, demasiado estrechas.
Nuestra Madre, la Madre que tú y yo conocemos, no es una idea
relativa, sino que es nuestra pariente, de nuestro clan de sangre. No
es elitista de ninguna m anera, y tampoco debe ser demeritada com o
tal; por ninguna persona, en ningún tiempo o lugar.
De nuevo, después de escuchar a miles de personas en el mundo
que m e escriben, que redactan libros, que me cuentan que tienen
con Ella una relación cara a cara, mejilla con mejilla, corazón con
corazón, me queda claro que Ella no califica ni filtra a quienes visita.
Ella ama a todos, se inclina para atender a todos.
Nuestra Madre se le aparece a todos los corazones sin importar el
estatus, la autoridad, lo desaliñado ni la potencial santidad de su dueño.
De hecho, Nuestra Madre se aparece de formas im presionantes
y m ucho m ás a menudo a personas como nosotros, muchos de los
cuales nunca seremos santos en el sentido más limitado de la palabra,
pero que somos las hijas e hijos más queridos de la Madre Santísim a,
amados eternamente en su gigantesco corazón perfumado de flores.

Las alm as a las que m ás se aparece con


frecuencia son ju sto las que m ás la necesitan

He conocido a sus múltiples testigos agradecidos: los solitarios, to ­


dos los que han sido abandonados; Ella nos recuerda a todos que no
„ ^ «**- z:i:i
l a Gran M ujer se nos aparece a diario

deja a nadie varado: ni a los desconsolados ni a los devastados, lilla


recuerda una y otra vez que el Creador y la desesperanza no pueden
existir en el mismo lugar al mismo tiempo.
Ella ha reunido a gente y criatu ras que perdieron la pista.
Visita a los que están prisioneros, ya sea en la retórica o enjaulas
de papel, oro o hierro. Ella lleva a las alm as a través de los desier­
to s fríos de las co n tam in acio n es culturales y las restriccio n es
dañinas.
Infunde fuerza en muchos de quienes están amenazados por la
m uerte física y espiritual; es una intercesora en sus penurias: en los
engaños, los robos, los cultos de m uerte de nuestros tiem pos. Ella
esq u íen proporciona la «vista aérea», la panorám ica m ayor de lo
que ocurre alrededor, para el alma: con nuestros padres, nuestras
familias, nuestros niños, nuestras culturas, nuestros propios espí­
ritus, al igual que en «lo que hay abajo de valioso, así como en el te ­
rreno sin explotary aún incomprendido».
Ella se siente atraída por quienes han experimentado alguna tri­
bulación, algún desafío, incluidos en particular los que Ella misma
enfrentó cuando cargaba a su Hijo, cuando no le creían, no la acepta­
ban, cuando su cultura no la encontraba dignay aun así Ella protegió la
Verdad y la Luz. Escapó como inmigrante a otro país, indocumentada,
para mantener a salvo a su Niño.
Ella conoce esos senderos. Ya los ha recorrido.
Es por esto que la llam an Nuestra Señora, Nuestra, porque es
m adre de m anera instintiva y conm ovedora, y nadie, ninguna n a­
ción, ninguna política, ningún escepticismo religioso de su tiempo
o de cualquier otro, podría alejarla de su profundidad de protectora.
Por lo tanto es nuestra y somos suyos. Nosotros le p ertenece­
m os. E llanos pertenece. Sin calificativos, sin requerir pruebas.
Ha sido llamada Consejera, Ayudante, Interventora, M ediado­
ra. Pero reducir a Nuestra Señora a un m ero m ecanism o para so ­
brellevar situaciones, decir que no tiene función racional, coraje
o im aginación, com o algunos han aventurado, es como decir que
Yahvé-Jehová debió ser solo un aficionado de fin de semana que se
lomó siete días de descanso para hacer «ensillas».
234 '*•
0 ( ¡talando a la M ujer ¿fuerte

Para nada es así. La M adre Grande es una fuerza de la n atura­


leza forjada desde el origen con la creatividad profunda: de alcan­
zar, enseñar, m ostrar, proteger, todos atributos m aternales de este
mundo y más allá.
La Madre, Nuestra Señora, Nuestra M adre, sigue adelante1sin
importar quiénes digan que Ella se le apareció o no a quien sea;
que entró en una casa o no; que hizo una imposición de manos o
no; que curó o no; que habló con am or a todo y todos o no.
Como una vasta intercesora, Ella es esencial para el Tikún Olam,
las palabras hebreas que significan «rep arar el alma del m undo».
Ella es esencial para el concepto de Ometeotl, la palabra náhuatl/
azteca que significa «el que entra al mundo desde el cielo más alto
para despejar de nuevo el camino de doble sentido entre los grandes
corazones terrenales y celestiales».
Con todo esto Ella nos ha otorgado tantas veces a tantos, yo in­
cluida, una relación. Lo admito en pleno: sus huellas dactilares me
cubren por completo. Quizás también a ti. Eso espero. Las huellas
de sus palmas están sobre mis hom bros por tratar de impulsarme
en varias direcciones co rrectas y difíciles, com o la senda de una
educación larga y ganada con mucho esfuerzo para la cual yo, como
madre acogida a la asistencia social, tenía pocos recursos.
Mi Guadalupe siempre estuvo ahí durante esas «décadas de n o­
ches» que me tomó ganarme mis títulos, y más aún, hacerm e de un
lugar donde vivir en un mundo que tanto rechaza a los que no son
com o la clase dom inante. Ella me susurraba: «Crucé un largo de­
sierto con pocos recursos; tú también puedes».
Ella no es cosa m enor. Experim enté de forma literal la fuerza
de sus grandes brazos sosteniéndom e cuando pensé que m oriría;
me abrazaron fuerte mientras luchaba por sostener a mi hija adulta
cuando se desmayó en la ducha, yo completamente vestida y parada
bajo la lluvia de la regadera, mi pobre hija desnuda y empapada al
perder a su amado y tan esperado hijo. No sé cómo yo, o nosotros,
podríamos habernos levantado solos sin Nuestra Madre.
Ha habido tiempos mejores y tiempos mucho, m ucho peores; y
en esos, muchas veces sin saber adonde ir en husca de consuelo, sin
w
Jjg, Gran M ujer se nos aparece a diario

encontrar un lugar dónde descansar en la torm enta de pérdida y do­


lor, me he recostado contra los pechos de Mi Madre, mamando fuerza
para seguir adelante. Y, de alguna m anera, con frecuencia de alguna
forma extraña y al principio irreconocible, se me otorgó la fuerza.
Durante mi reciente lucha contra un diagnóstico equivocado de
una enfermedad terminal, el cual me daba solo cuatro meses de vida,
Ella se quitó su mandorla de rayos y me ofreció pasar por su ardien­
te corona, consumiendo así mi terro r y mi dolor una y otra vez.
Ella m e ha dado calor de am or, me ha advertido de formas p ro -
féticas, ha permitido que ponga mis m anos dentro de las suyas, ha
respondido enérgica y positivamente a peticiones de curación para
miembros de la familia, amigos y desconocidos.
Ha contestado a peticiones de recuperación y aplacam iento de
am enazas, daños, heridas, m iedos, exilios, luchas, peleas de m u­
chos tipos. Ha replicado a su m anera, no a la mía.
Y todavía soy terriblem ente deficiente, y en todos mis fracasos
encuentro siempre su polvoriento dobladillo junto a mí, su voz que
dice: «Levántate».
En ocasiones me pregunto si mi descontento con lo desangelado
de algunas partes del mundo es porque nací con un mal humor se -
m iperm anente; pero cuando estoy cerca de Ella, aunque casi nunca
es fácil, lo único que quiero hacer es luchar por am ar, y después tra ­
tar de am ar un poco más.
Intento reco rd ar, com o solía decir mi abuela m ás gracio sa:
«Piensa en cómo sin Ella todo nos habría salido mucho peor».
Quizás lo más poderoso de todo es que rezo a Nuestra Señora
todos los días junto con otras miles de ancianas en todo el m un­
do. No poseo todas las respuestas, pero tengo la convicción esencial
de que Nuestra Señora no puede resistir escuchar a una pandilla de
viejas alm as tan cóm icas, im perfectas, devotas y alegres como no­
sotras... como tú y como yo, sin im portar el número de años que lle­
vamos en la Tierra.
Nuestra Madre, La Señora, Nuestra Señora, es llevada en la ora­
ción, la petición y las alabanzas de hombres, mujeres y niños de to ­
das las edades, pues Ella está del laclo de la vida y para el mundo
236 ''-ate
Úesatando a la M ujer -hu rte

todos los días; para todo el m undo, no solo una parte, no solo los
que han sido «certificados».
Llam am os a estos m iembros Las Marías. Si tienes inclinación
por Ella, si deseas una orientación m ás profunda, m ayor que la
m undana, si tem es que algo muy precioso se pierda o algo desea­
do no cristalice, si tienes una esperanza de curación para otros que
sufren, si quieres conocer a su radiante Niño de Amor, si necesitas
una señal, una guía, una palabra amable, un trago de agua en el lar­
go cam ino, por favor ven y únete a nosotras en esta congregación
invisible pero palpable.
No por nada Ella es llamada «Torre de Marfil» y «Torre de Luz».
Levántate, acércate; hay una Señora que te espera, una Señora que
sabe tu nombre y conoce de m emoria la m anera de entrar y las m a­
neras de avanzar.
La gente me pregunta a menudo cómo le rezo. Tengo mil oracio­
nes que me han dado el desierto y la tierra, la sangre derramada in­
justam ente, el contar las caries en las muelas de la Muerte, pero hay
una sola plegaria a la que vuelvo con Nuestra Señora una y otra vez,
pues es la única plegaria que hasta ahora me dio Ella en persona.
Es extrañam ente dulce, ¿verdad?, que alguien que escribe ta n ­
to y cam ina junto a Nuestra Señora pidiéndole durante estas siete
décadas de mi vida que por favor me otorgue palabras suficientes
para ayudar y sanar a otros —aun cuando pedía para mí, pensando
que quizás llegaría al menos un párrafo, quizás hasta una página— ,
fuera esto lo que llegó.
Es entonces que te invito profundam ente a unirte a mí en esta
oración, la que sigue, para que la oremos juntos, aunque la oración
personal que me dio Nuestra Señora tiene solo una palabra:

Enséñame.

Esto significa, porfavor muéslmme. l>orfavor edúcame.

Sé que Nuestra Señora escucha esta oración sin im portar desde


qué parte del Universo la liberes, pues hay una cosa que el ( Teador
«*' Z\7
ÍQ Gran M ujer se nos aparece a diario

no puede hacer, y que Nuestra Madre, la Gran Mujer, tam poco: no


pueden no am arnos.
Sea lo que sea que necesitem os ver o necesitem os que se nos
m uestre, que nos infunda su espíritu, el llamado es el mismo:

Enséñame.
Porfavor muéstrame. Porfavor edúcame.
Aymen.
Aymen.
Aymen.

En tiempos ancestrales, esta palabra, Aymen, significaba: «Que así


sea. Que así suceda». Y que así sea para todos nosotros.
13
SUS N O M BR ES SIN CESA R

L etan ía de la M adre
C arretera: cán tico de sus
n om bres rad ian tes
2 4 0 '-**
(Desatando a la M ujer,fuerte

ace m ucho, en la década de 1960, viajé por la carretera Pa­

S nam ericana en un Jeep tan rojo que parecía una granada


cortada a la m itad. B rin coteéy salté, me resbalé, esquié,

», me arrastré y me precipité por los pocos caminos rectos,


y manejé pegada a las angostas curvas como si siguiera los intrinca­
dos dobleces del m anto estrellado de Nuestra Señora.
Y de todos modos, casi perdí «el agarre» de las llantas y resbalé
hacia las orillas, a las barrancas barridas por la lluvia. Logré force­
je a r con el volante durante cuatro mil kilómetros de deslaves, ba­
ches, cientos de kilómetros de malos cam inos, con frecuencia sin
ver otro vehículo.
Pero esta herm osa Madre Carretera comienza en Alaskay atra­
viesa N orteam érica, bajando por M éxico, para llegar a Guatemala,
El Salvador, H onduras, N icaragua, Costa Rica, Panam a, hasta el
verde rostro de la selva del Darién. Después se echa un clavado sub­
terráneo por el hueco en el océano, luego baja, baja y baja hasta Tie­
rra del Fuego en la punta de Sudamérica.
Aunque tenía pocos vehículos, ay, esta Madre C arretera, para
quien tenga los ojos para ver, estaba viva, con gente. Y la gente es­
taba viva con Nuestra Señora, pues todas estas tierras y todos estos
pueblos tienen sus propias versiones y nombres para la Madre San­

tísima.
M uchas p ersonas creen que las A m éricas tienen solo gente
nativa de cada nación. Es cierto; hay m uchos indígenas. Pero las
Am éricas tam bién están repletas de m igrantes, inm igrantes, des­
cendientes de la Conquista, gente interracial, gente que llegó como
esclava, gente que escapa de algo, gente que vio una oportunidad o
vio belleza, o se enamoró o encontró un refugio.
Y así, las Américas están llenas de morenos, criollos, mestizos,
ladinos, reuersos, españoles, africanos, toluqueños, tlaxcaltecas,
lacandones, santodomingueños de los Colorados, italianos, portu­
gueses, griegos, alemanes, austríacos, chinos, japoneses, franceses,
estadounidenses, quichés, m am es, misquitos, cunas y tantas otras
tribus de todas partes del m undo; m uchas viven a lo largo de esta
241
/ ’etanía de la M adre ( ‘a m ura

po tiene sus propias palabras para la que muchos europeos llaman


Madre de Dios, Madre m ás Afable, Madre Casta.

Pero en esta carretera, en varias aldeas diminutas, Ella también se


llama según como la gente usa sus propias m anos y espíritus; así,
recibe nom bres que, al traducirlos, significan que la perciben co ­
mo Madre copal del aroma m ás Dulce, Madre de la brasa encendida,
Madre Estrella de Fuego, Madre primera luz del Sol, Madre que gira
el tam bor del Universo, Madre con alas de Palma, Madre Tambor,
Madre de la Reja rosa, Aguja de costura Plateada, Señora danza de
viento, Madre precioso grano de Maíz, y una de mis denom inacio­
nes favoritas, Madre Guerrilla.
Madre Guerrilla significa que ella es la Líder de cualquier pe­
queño grupo independiente de almas valientes que se involucran en
luchas irregulares, con frecuencia clandestinas, para poder rech a­
zar una fuerza organizada más grande, por lo común gubernam en­
tal, que tiene muchos más recursos y bienes materiales superiores y
quiere hacer daño a la gente común.
Por todos lados, la Madre tiene un nombre sagrado que viene
desde lo profundo de la tierra... donde realmente vive la gente. Cada
grupito la entiende com o «nuestra», aunque pertenezca a todos y
todos pertenezcan a Ella.
Los que viven a la orilla de las curvas de la Madre Carretera, en su
mayoría campesinos, tienen rituales constantes de alabanza, súpli­
ca y agradecimiento por y para Ella. Con frecuencia tallan su figura
com o la ven, y visten y adornan esa figura irónica; la sacan para que
vea sus tribulaciones, necesidades y las condiciones de sus campos,
para que Ella pueda apuntar su ayuda y la de su Hijo hacia todos en
puente, justo en el blanco.
La gente se esfuerza interna y externamente por seguirla. Ella se
convierte en su líder a lo largo de sus vidas. La colocan al centro de
la existencia. Las personas la necesitan, la quieren, se acercan a Ella
al esforzarse por vivir lina vida santa, frecuentemente entre golpes
militares, piu rías brutales, denigración política de sus humildes
242
Desatando a la M ujer ¿Fuerte

condiciones, y desprecio por sus necesidades más básicas de agua


limpia y comida, por una parte, y por otra protección contra quienes
los invaden con malos propósitos.
Así como los artistas, visionarios y los santos ven a Nuestra Se­
ñora a través de tantos giros del prism a, en amplio agregado a las
dem asiado escasas im ágenes «autorizadas» por papas y reyes, la
llamada carretera Panam ericana no era tam poco para la gente que
vivía junto o cerca de ella una simple ruta sinuosa autorizada por los
gobiernos. Ellos tenían al camino por un altar.
Así, los campesinos y campesinas, vestidos con suntuosos atuen­
dos a rayasy bordados, y con blancos sombreros de paja que dejaban
pequitas de luz del sol sobre sus rostros oscuros, vieron la carrete­
ra com o una gigantesca m esa de banquete pues, entre otras cosas,
usaban la superficie para lavar, secar y acom odar sus cosechas,
era la recom pensa que creían era bendecida por Nuestra Señora y
sus intercesiones a favor de la gente.
A rrastraban y acom odaban maizales enteros sobre el sendero,
largas enredaderas de frijol, veinte m etros de cajones de grandes y
gruesas chirim oyas en filas sobre el asfalto, canastos de frijoles
rojos, negros, blancos y pintos, limones, naranjas y otras frutas,
todas acom odadas a lo largo de los cam inos cerca de casi todas
las aldeas durante la cosecha, justo en la linda y larga mesa que es la
carretera. Cualquier automóvil intrépido que pasaba dando tumbos
tenía que salirse repentinam ente del cam ino, arriba/abajo, arriba/
abajo, tacataca, tacataca, para evitar hacer una ensalada de fruta y
un puré de verduras al aplastar toda la com ida del pueblo que allí
se encontraba, de colores azafrán, rubí y verde esm eralda, sobre el
camino rojo que tomaba un tono gris carbón después de la lluvia.

Ylos campesinos incluían al camino en sus oraciones y rituales y pe­


queños exvotos caseros, dándole gracias a la M adre Carretera por
sus bendiciones al proporcionar esta hermosa mesa para ayudarles
a acomodar y amontonar y secar y pulir. Y todo esto, en mitad ele la
frágil paz:y la incertidumbre. La Madre Carretera permu n a r .
243
titania de la M adre Carretera

Fue así que cerca de m uchas aldeas diminutas de techos de paja, es­
taban junto a la carretera ancianas de delgados brazos, algo así cómo
los Ents de Tolkien, los árboles que m archan en el bosque. Parecían
arrastrar sus raíces largas y coloridas detrás mientras caminaban con
sus faldas tejidas color azul m arinoy esas blusas que estallaban en h i-
biscos color duraznoy naranjay rojo, y brillantes rosas de veinte péta­
los bien abiertas, todas entretejidas con hojasy pájaros.
Las ancianas eran hilanderas, tejedoras, las reinas de la tela y
del bordado de las Américas. Con frecuencia peinaban sus brillan­
tes, blancas trenzas, justo com o las niñas de las aldeas, am arrán ­
dolas con largos listones de colores que daban un aire eternam ente
joven hasta a las jefas tribales más ancianas.
Las viejas, las ancianas, veían a la Madre Carretera com o el lu­
gar para desplegarse. Así que desenrollaban sus trozos de tela em ­
papada de color m orado profundo y rojo oscuro y café corteza que
alguna vez fueron de un blanco puro, cuando por prim era vez las
tejieron en sus telares.
Pero ahora, habiendo apenas m acerado suficiente cantidad en
el tinte hirviendo para poder dar y ofrecer después tela nueva a casi
toda la aldea, ese lienzo, hecho con aditivos de plantas que se sa­
be producen una tintura amarilla, y otras que contienen tanino pa­
ra teñir de un color café suave, y de insectos que entregan sus jugos
corporales para transform ar el agua caliente en un denso color vio­
leta (y a veces usando un brillante color «que no se encuentra en la
naturaleza», un tinte de anilina que algún vendedor ambulante tra ­
jo), ahora las ancianas necesitaban solo una cosa m ás...
Un lugar para desenrollar los humeantes rollos de tela, un lugar
para colocar cubetas y tina tras tina de agua fría para poner la tela
adentro y fijar el tinte. Necesitaban un sitio para echar un puñado
de sal en las tinas que ayudara tam bién a retener los colores, y la
Madre Carretera era el aliviadero perfecto para esto.
Después, esas inismasaneianas bordarían ferozmente sobre los
largos Imípi/es (hlnsas que llegan a las rodillas) un Jardín del llddn
244 * * *
desatando a la M ujer fu e rte

completo, y las mujeres de la aldea vestirían esas brillantes obras de


arte ambulantes como trajes de diario. Para ellas, normales; para mí,
esos hilos brillantes y coloridos me hacían pensar que estaba viendo a
mujeres convertidas en legendarios quetzales emplumados.

Incorporaron a la M adre Carretera en sus rituales de bendiciones y


ritos, agradeciéndole, pues para muchos Ella no era solo El cam i­
no exactamente; era La carretera; en otras palabras, la mujer que
lleva la carreta, la portadora, la que sabe cómo llevar la vida hacia
delante. Así que no nada más era el sendero; también era un con­
ducto y un transporte. La M adre Carretera era vista como la p or­
tadora de almas, la reparadora de almas, la que nutre a las almas,
la que sabía cómo encajaba todo. Y esto, en medio de una frágil
pazy la incertidumbre: la M adre Carretera perm anece.

Así, este cam ino a lo largo de las Am éricas es para m uchos no so­
lo mundano sino sagrado también. Mientras manejaba, pensaba en
todos los brazos, espaldas y piernas que la construyeron. Esta c a ­
rretera en Centro y Sudamérica fue construida y mantenida muchas
veces por la leva.
Esto significa que el gobierno obligó a la gente de las aldeas,
muchos de ellos de baja estatura, a construir la carretera. Había que
ver el mantenimiento de la carretera por la leva: hombres indígenas
bajitos con sus coloridos trajes tradicionales, escarbando, usando
como palas los azadones, nivelando de rodillas la superficie con ta ­
blones en las m anos, acomodando los bloques y vertiendo el chapo­
pote sobre piedras.
En ese sentido, el camino está hecho a m anoy con arduos traba­
jos, y por eso la Madre Carretera en realidad no le pertenece al go­
bierno sino a aquellos cuyos huesos la construyeron, y a la Hermosa
Señora. Hay tantos que han nombrado trocitos de la carretera con
nombres como estos, que traducidos dicen algo así:

• Madre Misericordiosa que viste ropas de lluvia.


• La que se inclina desde el ( líelo para protegerlos cultivos.
tanta de- la Madre ( ‘a rntrm

Cuchillo de Obsidiana: la que supervisa una cosecha efi­


ciente.
La que colorea la tela para que la gente de la T ierra se
pueda ver desde el Cielo.
La que lleva al Alma a través de las Fronteras cercadas
• Mesa infinita de Banquete.

También la llaman con alguna aproximación de estos, según mis tra ­


ducciones: Madre Cuentacuentos, Reina de las Palabras (Amor), Rei­
na del viento suave (Paz), Reina de los Alados, Protectora de los Án­
geles, Cuenco estrellado del Universo, Prim era Instructora, Tram a
de Oro, Arpa del Cielo, Primera Estrella, Estrella que nunca se Mue­
ve, Abuela de laMedicina, Madre para los que ven, Madre de todos los
Ángeles, Madre del Sagrado Metate, Madre Maíz, y tantos más.
Y estos nombres que pertenecen a la GranM ujer sigueny siguen
sin cesar p or la Madre Carretera que cam inam os todos, un camino
en el que podríamos verla de muchas maneras y aprender a cantar sus
nombres incandescentes. También, añadir al cántico estos nombres
de larga tradición que vienen de los viejos templos y los pergaminos
eclesiales, los cuales parecen infinitos también, justo como Ella:
Vaso Espiritual, Vaso digno de Honor, Rosa Mística, Casa de Oro,
Estrella de la M añana, Salud de los Enferm os, Refugio de los Peca­
dores, Consuelo de los Afligidos, Madre del Buen Consejo, Madre de
Dios, Espejo de Justicia, Trono de Sabiduría y Puerta del Cielo.
Así que aquí, para term inar, solo esta pequeña oración para que
todos tengamos un tránsito seguro por la Madre Carretera:

ck-v-..xj(a

Plegaria para viajar por la Madre Carretera

Nuestra Madre,
Portal del Cielo,
¡estrella del Océano,
Trono de la Montaña,
le pido que me presente»
246
desatando a la M ujer Mierte

a tu Niño de la Estrella del Desierto,


e intercedas por mí
y por los necesitados.
Bendícenos y enséñanos a ser amables.
Bendícenos y enséñanos a ser feroces.
Tiernamente feroces.
Ferozmente tiernos.

Nuestra Querida Mujer Vestida del Sol,


Nuestra Madre Carretera para correr,
Nuestra Madre Carretera que nos lleva...
Ayúdanos guiando nuestros pies
en direcciones correctas,
mostrándonos
tus inimitables señales de tránsito de maneras
que podamos verfácilmente
y entender mejor.

Porfavor otórganos la visibilidad


cuando sea útil.

Porfavor otórganos la invisibilidad


cuando sea necesario.

Gracias, Madre Grande.


Aymen.
Aymen.
Aymen.

(y una mujercita.)
14
M ADRE PIADOSA: RESTAURAR E L ALMA
D ESP U ÉS D EL TRAUMA

C om pasión despu és del


aborto: «Los hijos que recibió
que no pu do recibir...»

M adre Piadosa de to d a vida:


Los vivos y los que están por nacer

Exvoto: «l.ct Mcirífxwu Mariposa en vuelo, Nuestra Señora de la Nueva Vida-


248
desatando a la M ujer ¿Fuerte

f i e dice que cien millones de hom bres y mujeres han tenido


abortos en un milenio cualquiera. Unos dicen que m ás, otros
que m enos. Pero en mi trabajo con las almas sé que muchos
de los que tran sitaro n ese cam ino no solo ignoraban que tenían
otras posibilidades enfrente, a menudo no recibieron acom paña­
m iento, o este fue pobre o ambivalente. Muchos fueron avergon­
zados, humillados, exiliados por otros. Muchos fueron privados de
cualquier clase de recurso.
Algunos pasaron por un pánico abyecto y con frecuencia no
supieron pedir ni obtuvieron consejo am able, sabio y am oroso a
priori. Fueron desplazados; otros huían. Fueron lastimados física­
mente; otros estaban fuera de sí, de mente y cuerpo. Otros se sentían
indignos; otros m ás, condenados. Otros querían pasar por aquello
solos, sin hablar con nadie. Para algunos no hubo el ofrecim ien­
to de un recurso que los sustentara. Y a otra cantidad considerable
se le negaron a propósito los recursos, fuera por ingenuidad o por
alguna noción simplona de castigarlos porque «a lo hecho, pecho».
Así, m uchas almas tom aron decisiones obnubiladas por la a n ­
siedad o la desesperación, las mejores que conocían en el m om en­
to; algunas por el bien de la razón o de la conveniencia, otras por
miedo abyecto, pero muchas veces con profunda incertidumbre; en
ocasiones en medio del abandono y de la traición, porque fueron
humillados por otros, o porque estaban solos y no tenían a nadie ni
nada, aunque estuvieran rodeados de m uchos, pero sin el vínculo
más fuerte que hay.

Después del aborto, com o en cualquier asunto grave de vida o


m uerte, se puede sufrir por las decisiones que se tom aron. Muchos
de los síntom as de estas heridas aparecen en el trastorno por es­
trés postraumático, y pueden incluir tristeza cuando se está cerca
de familias y/o mujeres em barazadas, que luchan por embarazarse
o de familias que apenas perdieron a un hijo amado. Es posible que
exista hastío o falta de interés en ciertos aspectos vitales relaciona­
dos muy estrecham ente con estos desafortunados recuerdos, l’ara
249
Compasión después del abnrlo

algunos tal vez resulte difícil conectarse con su valía personal en


ciertas m aneras. Puede haber poca energía y simplemente caminan
con pesado paso por la vida: esto resulta de sentirse aturdido sin que
nadie lo note, o que no haya con quien hablar para encontrar apren­
dizaje, piedad, com prensión y reconciliación. Una persona puede
no saber cómo restaurarse de esta larga soledad, depresión, sensa­
ción de desdicha, de estar a la defensiva.
Es previsible la insensibilidad o pérdidas de m em oria de ese
tiempo doloroso, o todo lo contrario: recordar con tanta claridad los
duros m om entos, que la herida se siente otra vez todos los días. Una
oleada de ocupación constante puede p arecer un bálsam o inm e­
diato para el dolor, en lugar de trabajar conscientemente hacia una
verdadera paz que logre que todos los aspectos sagrados de la per­
sona vuelvan a encajar: mente, corazón, alm a, espíritu, ego y cuer­
po. Aunque uno tuviera la certeza entonces o ahora de las decisiones
que tom ó, eso no siempre borra las respuestas del alma y espíritu, y
la m em oria sensible del cuerpo. Pero si una persona se siente esta­
ble, sanada o jam ás lastimada, también debemos respetar eso.
Estos cuidados son para los que tienen reacciones situacionales
de dolor, frescas y recurrentes, a la pérdida de un hijo por aborto.
Aunque parezca m entira, el dolor puede desatarse por un anuncio,
película, sonido, olor, tacto, sabor, sensaciones de m uchos tipos,
hasta una palabra o un encuentro casual. Tal vez surjan preocupa­
ciones por cualquier cuestión relacionada con la salud y la autopre-
servación, que son un tipo de dolor reflejo producto de decisiones
tom adas h ace m ucho o poco tiem po. Siempre puede haber llanto
repentino. Estos no son los síntomas de una persona endurecida; en
realidad son los de un espíritu lastimado y de un alma sufriente que
desde la raíz, a pesar de todo lo demás, de modo innato se aferra con
am or a la vida, con infinita ternura.

Hay quienes di cen que los que abortaron no son dignos ni de sanación
ni cuidados, o que «lo que pasó, pasó». Esto no es cierto. La pérdi­
da de la vida es la perdida de la vida. Exigirle a una persona herida
250
Úesatando a la M ujer ¿Fuerte

«seguir adelante» de m anera prem atura, y especialmente sin plena


com prensión y com pasión, elimina a la retrospección como uno de
los modos que tiene la psique de ayudar a una persona a sanar bien.
Lo que puede provocar el dolor ahora son las grietas y hendi­
duras que hubo entre la mentalidad de una persona en el momento
en que tom ó ciertas decisiones y la m ente mayor del yo verdadero,
que tiene otras o más consideraciones. Por eso, quienes han sufrido
una pérdida, sin im portar cóm o, tienen el derecho —y algunos di­
rían, el deber espiritual para con el alm a— de recordar, de hacer su
duelo como deseen y necesiten, de ser purificados, de reconciliarse
espiritualmente por medio de un ritual restaurador, de cuestionar
y responder sinceram ente todos los ángulos, de decir la verdad, de
poner de nuevo juntas todas las partes del yo verdadero en una sola
pieza. Es derecho de los lastimados y los que tienen heridas autoin-
fligidas ser levantados, ser acariciados de una m anera especial con
am or y santidad, pues estos rasgos tipifican a la palabra hum ano
que se encuentra en el corazón de la palabra humanitario.

Callar las historias que nos cuentan de cómo


se preserva y rem ienda la vida, es m atar a la vida

Consideremos el siguiente relato poderoso para contravenir cier­


ta parte de la cultura dom inante en que las alm as vivimos actual­
mente. Algunas capas de la sociedad suponen, muy a menudo, que
pueden intentar enseñarnos a ignorar el sufrimiento de todo lo vivo.
Por medio de la condena de las almas ajenas, nos alientan al schad-
enfreude; es decir, a encontrar placer en el torm ento ajeno. Esto no
puede ser. Más bien, sugiero que suave pero firmemente nos sujete­
mos a esta historia venerable:

Una vez, hace mucho, un hombre que caminaba solo sin una
guía protectora fue atacado y golpeado hasta quedar cubierto
de m oretones y sangre, y yacía sangrando m ortalm ente a la
orilla del camino.
Compasión después <lcl aborto

Pasaron varios viajeros. Todos vieron a aquella alma ro­


ta , pero rápidamente cruzaron por encim a de su cuerpo m o­
ribundo para poder acudir a sus propias citas.
Dos padres de distintas religiones, con largos atuendos,
vieron a plena luz del día a ese hombre que sufría, pero in­
cluso los ungidos pasaban al otro lado del camino para evi­
tar tener que involucrarse con él o tocar las heridas de aquel
pobre.

Esta es una historia ancestral sobre el descuido corporal, espiritual


y m ental de los heridos. El tem a de fondo del relato es una ense­
ñanza arque típica que se puede encontrar en todas las culturas del
mundo, donde una persona singular de corazón compasivo —y he­
rid o— es la única que sale de su cam ino para ayudar al herido. El
cuento se conoce com o «el Buen Sam aritano», y aunque hará miles
de años que se despliega en antiguos pergaminos iluminados co n ­
servados en m onasterios, también es una historia de nuestros tiem ­
pos, aparece todos los días en el periódicoy en internet: muchos son
los que evitan a los heridos, o quizás ni siquiera los ven y luego se
arrepienten de ello.
Quizás por ingenuidad, algunos de los que pasan por ahí pue­
den no darse cuenta de que haya que decir o h acer algo. Están los
que sienten que «eso no les concierne». Puede ser que para otros las
heridas aj enas sean repugnantes o piensen que no m erecen sanar.
También hay quienes, debido a una perspectiva cerrada en vez de
una form a amplia y santa de ver las cosas, no intervendrán incluso
cuando sea fácil hacerlo.
Por eso es valioso guardar en la conciencia una historia pode­
rosa sobre la intervención piadosa a favor de los lastimados; si se
ignoray se esconde escrupulosamente en las salas de archivos, en
lugar de estar en labios y lengua viva de hábiles relatores y sana
dores ygente santa, muere este relato de la piedad huela el alma.
Entonces los espíritus de los seres humanos que podrían aprender
bondad de el la se quedan slnesa piisfnuu/.a.yloH Itri’Ulo» al ladodrl
caminóse siguen debilitando y nm cm i tainbirhi,
252
desatando a la M ujer /Alerte

Así, desde la visión de mi corazón hacia el tuyo, preguntaría:


¿quién contará las historias para que otros sepan cómo arrodillarse
para ayudar a los que están heridos? ¿Quién contará los cuentos sobre
cómo los que antes no vieron, pueden ahora buscar el entendimiento
y ofrecer consuelo sincero y significativo? ¿Quién contará los relatos
para que las verdades se digan, para que a todos se les den a conocer
las form as de reconocim iento pleno de lo que ocurrió y de la piedad
plena? ¿Quién contará las historias para que los heridos sanen y se
vuelvan a levantar, con cicatrices pero gradualmente restaurados?
¿Quién, como el Buen Sam aritano —por cierto, un hombre de
la tribu m ás odiada de su tiem p o— se arrodillará para vendar las
heridas de un desconocido m ientras todos los demás pasan por ahí
inconscientemente, sin notar que hay una necesidad, o apurándose,
pensando en sus valijas y papeles o creyendo que son más im por­
tantes sus ideologías y preocupaciones mientras van a otro lado?
El Buen Samaritano de la historia tenía el corazón roto: llevaba una
vida entera de ser mirado con desprecio por muchos. Imagínense es­
to en nuestros tiempos. ¿Hay alguien entre nosotros que no haya sido
visto con desprecio simplemente por ser, o por aferrarse a un ideal o
forma de vivir que se eleva como una catedral gigante en el mar? Pero a
uno lo degradan porque otros no pueden contemplar y realmente ver.
Para entender de verdad qué tipo de alma era el Sam aritano, lo
radical de su acto de inclinarse para levantar al hombre golpeado,
consideren esto: un hombre tribal m oderno — digam os un inm i­
grante m exicano sin los docum entos co rrecto s, a quien m uchos
m iran de m anera despectiva— ve en la calle a un vagabundo lasti­
m ado; aunque los demás ignoran al hombre herido, el inmigrante,
tan vilipendiado por muchos, levanta con ternura al alma lesionada
sobre sus hom bros, se tam balea hasta el m otel m ás cercano, saca
de su propio bolsillo el dinero que ganó con tanto trabajo, y lo da al
dueño del motel para que el herido sea cuidado, alimentado y aten­
dido. Entonces ese inmigrante sin ningún prestigio sigue su cam i­
no. Y com o en el relato del Buen Sam aritano, después el pequeño
inm igrante vuelve al motel para ver cóm o sigue el herido, y ofrece
hacer lo que sea necesario para la curación del hombre.
*** 253
Compasión de.spuós del aborlo

Esa es la historia ancestral/m oderna del Buen Sam aritano. En


el fondo, iLumina lo que yo llamo «el corazón puro» que existe en
algunos com o carism a, sin im p ortar cuántas cicatrices tenga la
persona, l o m edular de la historia ofrece una alternativa sagrada
a la turba de viajeros que pasa con rapidez, algunos de los cuales no
ven al hombre herido, pues es posible que tam poco nadie haya ca ­
minado junto con ellos en sus sufrimientos de m anera bondadosa
y sabia. Y algunos quizás hagan como que no ven las cortadas y la
sangre, pues no tienen los ojos en el Cielo, sino en m irar a otros en
la Tierra. Otros, comprensiblemente, tal vez no quieran pasar por la
dolorosa impotencia que viene de no poder volver el tiempo atrás y
hacer que todo sea «com o si nunca hubiera pasado». Para algunos
parecería que es demasiado, o esperan que el tiempo cure todas las
heridas sin ayuda adicional.
Algunos de los que pasan por ahí quizás se sientan vulnerables,
pues no conocen de inm ediato las form as más útiles de proceder
para ayudar verdaderamente, y en particular porque, por am or ver­
dadero, no quieren h acer más daño. Es posible que algunos quie­
ran parecer falsamente serenos, pues a veces siguen rotos o no han
podido reconciliarse —en cuerpo, m ente, corazón, alm a y espíri­
tu— con sus propias circunstancias sim ilares, recientes o lejanas.
Algunos quizás tengan la esperanza de m antener el statu quo de vi­
vir la vida sin m irar a la derecha ni a la izquierda. Algunos, por sus
propias razones, simplemente prefieren no entrar en la pena de otro
por la pérdida de vida preciosa. Puede haber muchas razones para
no conectarse de m anera cercana con quien sufre.
Pero, en térm inos del relato del Buen Sam aritano, ¿qué p asa­
ría si nadie hubiera verdadera y tiernam ente ayudado al alma caí­
da? Entonces el viajero lastimado no tendría un cuento que contar,
ninguna experiencia directa de otra alma a la que le im portara tan
profundamente la vida de un desconocido. Aprendemos a alentar a
otros a que les importe la Vida, a ayudar a la Vida cuando está caí­
da, a remendar y sostener a la Vida cuando alguien, con compasión
infinita, ha puesto nuestras propias vidas sobre la línea de flotación
com oalgo digno v precioso.
254 '«b
Desalando a la M ujer Mierte

Si nadie hubiera ayudado al herido cuando estaba caído, si nadie


lavara sus laceraciones con suavidad ni le trajera medicinas para sus
heridas, si nadie hubiera alargado la m ano para restaurarle el re ­
cuerdo de la santidad de su propia Fuerza Vital preciosa, ¿cómo ha­
bría entonces de enseñar a otros que esto es algo que m erece tanto
cada ser humano en la Tierra, algo con lo que cada ser humano nace
como su faro direccional?
Si los sam aritanos no se detienen y se inclinan a ayudar, ¿cómo
aprenderá toda la humanidad a detenerse e inclinarse también ha­
cia los que están espiritualmente heridos?

No es uno o el otro:
m ás bien, cuidar a am bos y a todos

No tengo la m enor duda de que si la Madre de Buda, la Madre de


Dios, la Santa Madre del Señor del Amor, Jesucristo, Miriam, quien
salvó al niño cuando lo escondió entre los juncos, y muchos otros
grandes personajes de im portancia, de repente contem plaran a un
alma tirada a la orilla del cam ino, herida de alguna m anera u otra
por un aborto, se apresurarían para preguntar si es necesaria su
ayuda. Cada cual diría, en su propia versión: Te veo. Veo que te due­
le. Con tierno am or y con misericordia que fluye a través de mi, te
ayudaré a ver, a reflexionar, a sanar.
Así, lo que nos preocupa son las múltiples alm as que aún an ­
dan heridas por allí: todo aquel lastimado por una decisión previa,
desinformada, inconsciente o cualquier otra.
Si son aproxim adam ente cien m illones los intentos recien ­
tes de venir a la Tierra por parte de las «alm as lejanas», pero por
cualquier razón no pudieron llegar en cuerpo pleno, entonces hay
una profunda necesidad de por lo m enos doscientos millones de
Buenos Sam aritanos para que presten atención a todas las m adres
y padres lastim ados de esos n iñ o s-n o -n acid o s, esos progenitores
tirados a la orilla del cam ino, literalm ente apilados uno encima
del otro por ahí.
í*'' 255
Compasión después del aborto

No es difícil responderle a los heridos, a m enos que los p ro ­


pios juicios punitivos eviten el flujo del am or rojo y cálido del co ra­
zón hacia otros, a menos que uno no quiera arrodillarse, escuchar,
abrazar, entrar en el sufrimiento, com partir el peso, descubrir las
realidades entre la tierra del entendimiento verdadero. Y no hay que
ignorar, no hay que negar vendas y m edicinas, no hay que usar to ­
das esas razones endebles para evitar dar dinero o recu rso s.1Más
bien, ver que los que se desviaron o fueron heridos reciban cuidados
en un refugio apropiado, hasta que se hayan reconciliado y curado.
También podríam os decir que, si se perdieron cien millones y
doscientos millones quedaron tristes, entonces hay cuatrocientos
millones de abuelos que quizás lleven una herida en sus corazones
de por vida, habiendo perdido lo que sería su prim er nieto, o un
nieto de cualquier m anera. Tampoco casi nadie nota o m enciona a
losfam iliores, parientes y amigos heridos por el aborto.

Pero Nuestra Señora los observa; la Madre Piadosa contempla a to ­


das las alm as, se inclina para ayudar. No apartará la m irada de lo
que ve en el alm a radiante de cada persona herida, pues si se e s­
tudian las antiguas historias de su vida y su pérdida mayúscula, se
puede encontrar un mapa claro de las m aneras paralelas de sanar.
La Santa Madre tenía amigos en quienes confiary que la reconforta­
ran. Abrazó fuerte a su Niño muerto, en comunión, hablando, ben­
diciendo y am ándolo. Pietá. Ella no siguió adelante simplemente.
Se quedó para y con Él. Hizo un ritual para los muertos. Ungió, ca r-
góycolocó. Lloró. Llevó la m em oria desuH ijo con Ella, conhonor.
La reconciliación comienza y term ina con decir todas las ver­
dades con la mayor honestidad posible, pues esto libera al corazón
em ocional para que se rompa en toda su amplitud. Lo que sale en ­
tonces es una cascada de llanto. Así, uno com ienza, con el riego cic­
las lágrimas, a crecery de veras curarse de adentro hacia fuera.
Una madre humana que rechazó a su hijo aquí cu laTicrra llene
que tomar pasos adicionales a lósele la Sania Madre, pero con lo
da seguridad c-slaro la Madre amorosa ahí para a leitlnr y abrazar de
256 T*-3(te
desatando a la M ujer ¿Fuerte

cerca y cuidar. La sanación no es para los puros que no la necesitan,


sino para aquellos que tienen urgencia de ella; no es una línea re c ­
ta, sino un zigzagueo. Una plegaria poderosa por aquí, una persona
que escucha con am or sagrado por allá, un libro por aquí, un re ­
pentino pensam iento inspirador por allá, un descubrimiento m o ­
mentáneo, un ritual que tiene significado para el alma y el espíritu,2
y todo esto unido con ternura a uno mismo y su idea de lo Sagrado.
La curación gira en torno a buscar a una persona de confianza,
cara a cara, y que escuche con bondad y piedad respecto a varios
tem as, según cada mujer escuche/vea/sienta, y recordando que: el
arrepentimiento es el inicio de la curación. Los otros elementos po­
derosos de reconciliación para volver a ju n tar las piezas rotas del
envase son el rem ordim iento y los rituales que purifican la m ente,
corazón, alma, espíritu y cuerpo de acuerdo con lo que uno cree, sa­
be y entiende más profundamente. Con el tiempo, las m arcas de las
cicatrices seguirán visibles pero curadas, y ya no serán heridas que
siguen abiertas y sin limpiar. Todas las heridas merecen limpiarse,
o en potencia se puede afectar de m anera negativa otros aspectos de
nuestra vida y psique, como una infección en el brazo tiene el p o ­
tencial de infectar todos los demás sistemas del cuerpo.

Algunos dicen que el aborto no es gran cosa

Quizás para algunos no sea gran cosa. He escuchado a muchas perso­


nas y en mi propio corazón todos los argumentos a favor y en contra
del aborto, dando vueltas y vueltas en círculos y espirales. En parti­
cular no me conmueven los gritones, los que odian, los que avergüen­
zan de cualquiera de los dos lados, quienes tratan de sacarm e de mi
certeza sobre lo precioso de la vida. No me adhiero a los que quieren
h acer m éritos en su noción personal del Cielo con tal ansiedad que
condenan a los demás a su noción personal del Infierno.
Pero me conmueven las almas que intentaron venir a la Tierra y
fueron desviadas por los medios que sean. Me conmueven los que
habrían sido sus padres, quienes extrañan tanto lo que piulo haber
157
C o m p a s ió n d is p u t a d el a b o r lo

sido. Mi forma de ver a los padres y madres de cualquier niño que no


pudo llegar, o que llegó pero no se pudo quedar, viene de haber ce­
ñido con mis brazos a los dolientes, los que hubieran querido tener
hijos y no pudieron traerlos; los que lo intentaron pero no pudieron
debido a un aborto espontáneo o muerte del bebé al nacer, la muerte
de su infante o un niño más grande. Recuerdo los brazos y hombros
pesados de los que flaqueaban bajo el gran peso de decirle no a un
niño que intentaba llegar a través de sus cuerpos.
Encuentro en todos mis años de práctica y de escuchar profun­
damente a la gente hablar del viaje del alma, que la psique aparece
siempre llena de un am or inminente. Esta palabra, inminente, sig­
nifica que tenem os una especie de resorte cargado para am ar, que
ese en trar en acción con el am or siempre «está por suceder». Casi
todos estam os construidos para saltar al am or, especialm ente los
vulnerables, los herm osos, los necesitados, los fuertes, los desa­
fiantes, el algo y el todo. Algunos dicen que som os distintos a los
animales debido a nuestra habilidad de razonar o de reír. Yo estoy
de acuerdo. Pero m ás aún, podem os ser la única criatura aparte de
los perros con una capacidad innata y enérgica para am ar repentina
y verdaderam ente, con fidelidad y de m anera profunda, y plena­
m ente vivos en cualquier m om ento. Ubicados en el yo verdadero,
am am os con m ucha facilidad.
Que la m ayoría de la hum anidad esté h echa para un «am o r
listo para saltar encima y constreñir tanto» nos da una idea de lo
que provoca dolor cuando no se puede asum ir una nueva vida pa­
ra am ar. El alm a y el espíritu son partes im portantes de la psique
y no pueden anular el dolor con facilidad solo porque el ego pien­
se: «Ahora no es el tiempo, el lugar, la persona correcta o el mejor
m om ento». Lo he visto en cientos de sueños nocturnos en décadas
de trabajo clínico que refuerzan esta idea: para el alma de la psique,
cada m om ento es el momento adecuado para nueva vida. Para el es­
píritu anim ador que vive dentro de todos nosotros, la nueva vida es
el mundo nacido una y otra vez, todos los días. Y así, para la mente
mayor, cada vez es «el tiempo preciso», sin im portar cómo vea esas
cuestione« d ego o la mente racional.
258
()(salando a la M ujer ¿fuerte

Piénsenlo en térm inos de la llegada inminente de almas a la Tierra.


Casi ninguno de nosotros en el planeta fue estrictam ente planea­
do. La mayoría fuimos una gran sorpresa para alguien que no estaba
«preparado» por completo. Parece que casi todos, antes de que vinié­
ram os a la Tierra, vimos una apertura minúscula, una apertura en el
am anecer de un mundo más allá y saltamos por ahí. Nos arriesgamos
a que quizás se pudiera hacer un cuerpo para nosotros, un cuerpo que
pudiera sobrevivir y nacer en la Tierra. Sin duda, en espíritu fuimos
pequeñas almas impetuosas, decididas y entusiastas.
Los seres humanos a menudo perciben esta vida animada de la
pequeña alma cuando trata de llegar. Algunos pueden sentir al que
está sobrevolando cercay que todavía no se manifiesta por completo,
como cuando concebimos algo. Para muchos, antes incluso de ver al
mismo niño parece crearse un vínculo, un vínculo misterioso y pal­
pable tejido de sangre roj a y algún tipo de recuerdo repentino y agu -
do o atisbo de eternidad entre el latido del corazón de la madre.
Estos y otros factores m isteriosos de tener hijos y criarlos casi
nunca se mencionan en las culturas, com o si el embarazo fuera solo
una cuestión de biología. No lo es. Más bien se trata de entrar en un
gran misterio en el que la nueva conciencia trata de cruzar por m u­
chos niveles, y para todos los involucrados.
Así, decirle a una mujer o a un hombre que más adelante olvida­
rán la pérdida de un niño, sin im portar cóm o lo perdieron, es decir
algo que no es verdad. Si se les dice que perder al niño por accidente o
porque los presionaron o porque uno lo decidió, es intrascendente,
que no debía suceder, que la situación era imposible o no era gran cosa,
podría ser cierto en un mundo, verdadera y pragmáticamente cierto.
Pero hay una realidad relacional mayor de Espíritus y Almas que se
encuentra más allá de lo mundano, y con la pérdida del niño también
se pierde ese sentido fenomenal de la magnitud y asombro sagrados
que pertenecen a la nueva vida que de repente llegó con tanta promesa.
Por esta razón, cuando se arrebata a u n ser viviente de su fuente
de nutrición, esto es, el enorme corazón de am orque lleva n la madre
s*'' 259
Compasión después del aborto

y el padre, para la mayoría de las almas no existe algo com o «n in ­


guna tristeza». La realidad es la tristeza del alm a. La tristeza por
la pérdida del «niño espíritu» que intentaba ayudar a m am á a
con stru ir un cuerpo y bajar a la tierra, y después descubrir que no
sería así.
Esta tristeza ocurre en parte porque el alma/psique registra todos
los eventos, todas las decisiones que tom a una persona. El alm a/
psique recuerda todas las cosas que le acaecen a una persona, y
una mente más elevada las sopesa todas; juzga todas las cuestiones
con los estándares del alma, de tranquilidad y apoyo sabio, incluso
cuando el ego tiene su propia mente farfulladora que también sope­
sa todos los asuntos, con frecuencia de forma demasiado tem erosa,
trivial, im potenteu oscura.
La verdad es que las acciones que emprende el ego solo en cual­
quier aspecto, sin consultar con el alm a y el espíritu, a menudo se
basan en una escala desequilibrada que no pertenece a lo m ás sabio
y am oroso de una cultura interior o exterior, sino a aquello que es­
tá más interesado en la convenienciay en la ingeniería social o en
el intento de esculpir las vidas de los dem ás para que se amolden
a estrechas expectativas culturales que se basan en la aprensión.
Estas eluden el estudio y la investigación dedicada a abrir o hacer
estallar otras puertas para encontrar formas presentes y futuras de
apoyar la vida nueva. Las decisiones de vida basadas en el miedo
— con frecuencia la función más limitada de horizontes que tiene
la psique, en lugar del aspecto más visionario que se le proporciona
a cada alm a en la Tierra al n acer— pueden ocasionar que nuestra
visión y percepción se lim iten seriam ente. En la actualidad, toda
persona m erece el consejo m ásplenoy sentido, desde dentro, desde
lo sagrado, y de quienes desde fuera sean am orosos tiernam ente y
tengan experiencia en la verdadera sabiduría.

Freud escribió sobre la «pulsión de muerte», una especie de atrac-


ción por estar contraía fuerza vital. En mi trabajo clínico he visto
cómo ocurre esto a través del hartazgo, el desengaño, la pereza, la
260 •' ¡fc5
desatando a la M ujer Mierte

indiferencia, la devaluación u otros medios de rebajar el valor pro


pioy la chispa vital de un paciente, la fuerza creativay animadora en
nuestro interior; pero yo diría que en la mayoría de nosotros exis­
te m ás «una fuerte pulsión de vida», una valoración alta de la vida,
una atracción por estar por la vida de todas las maneras posibles. El
impulso hacia la vida es protector, considerado, vulnerable y está
envuelto de lo que considero el am or inmaculado del alma, una ver­
sión humana del Amor Inmaculado de la Santa Madre.
Su Am or Inm aculado deriva de una Fuerza Mayor que intenta
irrum pir en nuestra conciencia por medio de todas las oportunida­
des usuales e inusuales de am ar. A m enudo, los sucesos que cam ­
bian la vida abren oportunidades repentinas para am ar de m anera
verdadera, inocente y pura, y el embarazo es uno de los m ás vividos
de este tipo si el ego no está abrumado por las circunstancias, y si la
cultura y los demás no ejercen tanta presión que las voces del espíri­
tu y del alma se ahoguen temporalmente en m om entos críticos.
Lo que m arca la diferencia entre un corazón sabio, enlodado de
las experiencias de la vida real (aunque no siempre se trate de deci­
siones sencillas en las trincheras), y un corazón seco que solo fun­
ciona con conceptos memorizados, es la atracción por proteger con
ternura m uchas formas de nueva vida, sin im portar qué resultados
se hayan obtenido.
No soy una eterna optimista. No subestimo que el embarazo pue­
de com enzar con un delito, y que le puede ocurrir a cualquier m u­
je r, rica o pobre en finanzas, espíritu, salud o recursos. Conozco de
primera mano a madres afligidas con cáncer en estado avanzado que
luchan con la idea de quién va a vivir si los dos no pueden. No estoy
segura de poder jam ás com unicar com pletam ente el silencio tan
sagrado en el que me fue permitido en trar para ser testigo de cómo
una joven madre decidió renunciar por completo a la quim iotera­
pia puesto que pondría fin a la vida de su hija en gestación, quien
no sobreviviría los duros químicos. Su herm osa pequeña nació viva
y bien, y la madre falleció muy poco después plena de am or h o rri­
blemente bendito por esta diminuta vida nueva. Esa historia de una
senda tan dura, como la de tantas m adresy padres que he conocido,
**'• 261
Compasión después del aborlo

m erece un m onumento propio, con banderas de oraciones vueltas


jirones que ondeen ahí para siempre.
Se ha atestiguado mucho: m adres que hicieron otras elecciones
por el bien de su hijo único o sus tres o cinco hijos vivos. Debiera
haber un m onum ento llamado «A quienes tom aron las decisiones
más duras». También he atendido a m adres em barazadas que son
drogadictas y luchan. Madres encarceladas a quienes atrozm ente
separan de sus hijos en el instante mismo de nacer. Con el tiempo,
he escuchado los corazones de un enorme grupo de m adres muy jó ­
venes y también m adres y padres mayores que vivieron embarazos
inesperados, y tem ían tanto ser descubiertos, les asustaba tanto de­
cepcionar a sus padres o que cierta comunidad los hiciera a un lado,
que sintieron que el embarazo no podía seguir adelante por estas y
otras razones.
T raté tam bién a los que dicen que no les im portó term in ar
un em barazo inesperado. Pero tam bién, al hablar con calm a con
ellos, a menudo sí les importaba, pero había también otras heridas
profundas que ya com petían por espacio en sus psiques. También
conozco padres a quienes no se les dijo nada hasta mucho tiempo
después del hecho, así como los que expresaron su opinión en uno u
otro sentido, a quienes se les escuchó en acuerdo o se les contravino
de cualquier m anera.
Por eso veo, en estas variaciones de senderos muy difíciles, que
todos son dignos de compasión y comprensión, de escuchar las an­
danzas y medios y dificultades por las que cada persona ha cam i­
nado , los deseos de cada uno en ese entonces, sus anhelos de paz y
congruencia otra vez, entre mente, corazón, alma, espíritu y cuerpo
en este m om ento. Este deseo de paz de quienes cam inaron por el
sendero difícil es el llamado del alma que anhela la sanación y la sa -
lud, recordando que el cuidado de la salud no es solo para el cuerpo
sino tam bién una necesidad de la m ente, alma, corazón y espíritu,
de igual m anera loque nos rodea, la sociedad a nuestro alcance.
Contemplé en casi todos los lugares adonde he viajado a muchos
n ¡nos que, una vez (raídos aquí, se les descuidó, sus vidas se convir
licmn en h o n o r por el a buso y los crímenes contra ellos. I,a Sania
262
í)( sotando a la M ujer ¿Fuerte

Madre me llevó a los orfanatos de Bucarest y Varsovia, y esto no se


queda conmigo sino dentro de mí, así como un mayor conocim ien­
to cara a cara de los niños lastim ados, que jam ás hubiera querido
tener, personalmente o de cualquier otro modo. Pero lo sé, y sé que
todavía debo seguir intentando fielmente alcanzar mi yo verdadero,
pues la Compasiva está ahí, la que muchos llamamos Santa Madre.
No im porta cómo la nombremos, Ella está aquí con nosotros, y más
aún en los rincones más desesperadamente oscuros del mundo.
En el mundo real, las líneas no son tan claras com o algunos e s­
tridentem ente dicen acerca de quién debería hacer qué o pensar o
seguir qué cosa y cóm o y por qué, en cuanto a casi todo. A veces no
hay respuestas perfectas. A veces las respuestas son perfectamente
terribles. A veces no sabemos cuál es el sendero que nos indican. A
veces no parece haber sendero. Y sin embargo encuentro que la Ma­
dre Santísima promueve la vida y la justicia. Desde siempre y ahora
y para siempre. Por eso se le llama la Madre del Buen Consejo.
Algunos dicen «Bueno, ¿y Ella qué ha hecho por mí? Nada. Mis
problemas siguen igual de terribles que antes. Mi vida sigue siendo
un desastre. No tengo opciones». Y Ella nos susurra una locura san­
ta, una en la que creo que podemos confiar en espíritu y alma: Estoy
contigo. Siempre estoy contigo. Al ver como veo, escuchar como es -
cucho, actuar como actúo, encontrarás tu camino.

Mis prim eras palabras para los que preguntan: una madre y un pa
dre con un embarazo «no planeado según la medida del ego, pero
sí por una fuerza mayor» y/o padres o abuelos de adultos jóvenes o
hijos ya crecidos que de repente están «esperando bebé», son estas:
no se asusten. Respiren. Mantengan el corazón brillante y en calma.
Pensemos, no solo sintamos. Escuchemos todas las voces.
Les propongo que podemos, dentro de su sistema de creencias,
concentrarnos en la influencia tranquilizante de un poder mayor. Para
muchos, este es o puede serla Madre Piadosa. Así, podemos alentara
cada persona involucrada a darse tiempo espiritual , no nada m á s tiem-
po pragmático para pensar bien las cosas, tiempo suficiente pai a pedii
mi
C o m p a s ió n d esp u és d el ahurlu

a los demás consejo, protecciónyrecursos, estirando el brazo más allá


de la propia familia de ser necesario. Hay tiempo suficiente como para
recordar que la mayoría de los embarazos rara vez son «el embarazo
perfecto» con la pareja perfecta, las finanzas perfectas, los apoyos per­
fectos en la comunidad, y que uno puede construir estructuras fuera
del mundo para apoyar su futuro, así como el niño construye sus pe­
queñas estructuras corporales dentro de su madre.
Es cierto que un niñito que viene a la Tierra nos cambia la trayec­
toria de la existencia. Seguramente una nueva vida, si uno atiende a
ello y lo perm ite, enriquecerá profundam ente la propia tam bién,
aun cuando haya más adelante unas cuantas tareas difíciles; incluso
cuando existen desafíos de muchos tipos.

Adem ás, com o escrito ra y poeta, a veces hablo a cientos o miles


de personas a la vez. En ciertos recintos, casi al final de la velada,
a veces abro desde el escenario la conversación sobre el aborto y
la pérdida del em barazo, y digo que los que tengan interés en es­
tas cuestiones pueden quedarse conmigo después de la conferencia
magistral para hablar y orar juntos.
Muchos se quedan, y a menudo lloran mientras cuentan las his­
torias de su am or m ás querido, agresión, pérdida, falta de opcio­
nes, dureza de los dem ás, abandono, traición, humillación o falta
de apoyo y am or que necesitaban con tanta desesperación. La mayo­
ría lleva aún heridas directas que tuvieron lugar la semana pasada o
hace décadas.
En ese breve espacio-tiem po, con el auxilio de la Madre Santísi­
ma, puedo llevar a los corazones agobiados un poco más adelante, a
m ás reflexión, rituales significativos, mayor com prensión y cu ra­
ción. A veces, aunque el tiempo es escaso, puedo poner una m edi­
cina sanadora en las heridas. Puedo reafirm ar la Vida, tanto la del
que está parado frente a mí como el espírituy alma de quien trató de
llegar a través del cuerpo de esa persona.
Soy consciente de que esto que ofrezco algunos lo disputan fuer-
lemenlc en iiuesl m cultura a través de foros muy destacados. Otros
264
Óesatando a la M ujer ¿tuerte

dicen desde sus escenarios que tuvieron abortos y no se arrepienten.


Tengo que creer en lo que una persona dice acerca de sí misma. Hay
quienes afirm an estar orgullosas de haber abortado en una o más
ocasiones; a veces piden a las mujeres de su público que se levanten,
adm itan en público que abortaron y se sientan orgullosas de ello.
Creo entender lo radical que es eso para algunos. Varias mujeres
han escrito que si fuera posible que los hombres abortaran, el aborto
sería un sacram ento entonces. Creo entender también el trasfondo
de esa declaración.
Pero lo que yo entiendo y mi enfoque son distintos. No es mi
intención, pero a veces atraigo la ira de cierto tipo de personas que
tienen mucho enjuego en cuanto a no ver las realidades detrás del
aborto y las heridas que ocasiona en los demás, o que pasan por alto
lo difícil que puede ser una circunstancia como el embarazo para un
alma. Hay también varios que solo responsabilizan a las mujeres por
el embarazo, lo que equivale, creo, a decir que un bosque gigantesco
puede nacer del polvo de hadas, sin haber sido plantadojam ás.3Más
que nada, a pesar de estas polém icas, creo que todas las realida­
des, en especial las que veo en quienes deambulan lastim ados tras
la pérdida de un bebé por un aborto, deben recibir pensam ientos y
recursos respetuosos y generosos.

Un d im inuto refugio de sanación


con u n a M adre Com pasiva

También puedes crear un sencillo refugio de sanación espiritual


para los heridos. Yo com encé hace cuatro décadas para tra ta r de
m ejorar a quienes sufren de pérdidas com o estas. Esta es solo mi
m odesta evidencia anecdótica: si cerca del final de mi con feren ­
cia o cáted ra m enciono (en un am biente seguro) el traum a p o s­
tab orto, la cantidad de m ujeres y hom bres que asisten después
—es decir, los interesados y/o afectados por la razón que se a — es
m ucho m ayor que los que dicen que no sienten efectos después
del aborto. Sin im portar la proporción entre unos y ol ros, íi ni e:i
«*'- 2«5
Compasión después del aborto

m ente por m encionarla, en general los que se reúnen constituyen


las alm as heridas o sin cuidar.
Tengo la sensación de que si fuera una nueva norm a abrazar el
dolor ajeno con respeto, la nueva vida se vería truncada en m enor
grado y se construiría m ucha más arquitectura social y familiar para
apoyarla de m aneras que no existen o apenas empiezan a aparecer,
pero son acosadas hasta acabar con ellas o se les priva de financia-
miento. Se necesita seguir contando las verdaderas historias de lo
que ocurre cuando uno evita que la vida viable llegue a la tierra.
Así, cuando me reúno en un espacio tranquilo, en verdad una
sala de trabajo del alm a, ya sea con pocos o muchos que sufrieron
y perdieron, veo enteram ente a través de lentes no societales. Voy
hasta un rincón diminuto, pero profundo y sagrado, del mundo del
postaborto y la pérdida del em barazo. Ahí se vertid sangre, y hay
mucha tristeza. No hay respuestas fáciles, pero hay con frecuencia
un deseo genuino de reconciliarse, y en estos prim eros m om entos
insondables y honestos, llamo para que la presencia de Nuestra Se­
ñora esté con nosotros. Con frecuencia este solo llamado de Ella a
nosotros parte el corazón blindado de muchos de los presentes, y las
aguas de la herida se desbordan.
Con el tiempo, de m uchas m aneras me volví miembro de lo que
llamo el «clan de las cicatrices»: principalmente porque me han abu­
cheado, gritado, ridiculizado, hablado con odio, hecho callar a g ri-
to sy silenciado con alaridos cuando en ciertos lugares intento expli­
car que para m í la vida es sagrada, si bien —y aunque— mi visión de
los que sufren al lado del camino se formó hace tiempo, de m uchas
formas. Sigo adelante después de varias décadas, buscando sustento
y apoyo con bondad para guardar mi prom esa, para intentar seguir
adelante como una protectora de vida casi siempre silenciosa.
Aquí tienen una pequeña ventana para contemplar la m anera en
que una mujer de gran compasión condicionó mis perspectivas, al­
guien seguramente bajo el m anto de Nuestra Señora... una mujer
que tuvo muchos abortos.
266 ''•*3
Desalando a la M ujer ¿fuerte

Hace muchos años me senté junto a una diminuta anciana duran­


te un vuelo, en el aeropuerto O ’Hare de Chicago. Sus gafas tenían
enorm es cristales que no solo le cubrían los ojos sino tam bién las
mejillas, su cara era diminuta. Su nombre era Gwendolyn Brooks y
yo conocía bien su trabajo, aunque nunca la había visto en persona.
Ella era la poeta laureada de Illinois, pero más aún: era una poeta
del pueblo. Escribía sobre gente como nosotros, gente común, con
problemas y grandes sueños.
Mucho tiempo atrás leí y releí uno de los poemas de la señorita
Brooks, intitulado La Madre. El poema me electrizaba y significaba
mucho para mí, pues yo luché como gato salvaje a los dieciocho años
para que no se me humillara y presionara hasta obligarme a abortar.
Logré llevar a térm ino a mi bebé, pero como madre soltera, perdí a
mi hermoso primogénito vivo porque me obligaron a renunciar a él.
Ese m ismo poema fue muy im portante para otras m adres sol­
teras a quienes lo leí, pues a ellas también se les forzó a renunciar a
sus propios hijos, por ser igualmente pobres, a menudo sin educa­
ción y sin ningún apoyo en sus embarazos, muchas veces traiciona­
das y abandonadas hasta por sus familias y se les obligó/asustó para
que entregaran a sus primogénitos.
Una frase del poema nos resultaba muy conmovedora, pues era
como un grito, un lamento, como nuestros gritos. Nuestros lamen­
tos eran como los de Raquel en las colinas de Ramá, quien después
de la m atanza de los inocentes «no hallaba consuelo».

Esta es la línea de la poeta: «Recuerdas a los hijos que recibiste que


no pudiste recibir...».

Esas éram os nosotras. Recordábamos a nuestros hijos, aunque las


personas mayores, incluidos los religiosos de la jerarquía de aque­
llos tiempos, nos dijeron que «olvidaríamos».
Era una m entira descarada. No olvidamos. Ni siquiera un poco.
Recordam os profundamente y con el m ás pleno y sagrado corazón
de amor. Nunca olvidaríamos a los hijos que «recibimos», cargamos,
am am os, a los que les cantamos, hablamos, acariciamos en nuesl ros
« * * ' W7
Compasión después del aborto

vientres, nom bram os, atesoram os, por quienes nos alim entam os,
a quienes protegimos, comprendimos como una Vida nuevay real,
por quienes tem erosa pero felizmente sufrimos para traerlos vivos
al mundo, casi siempre sin compañía de ningún tipo, dando a luz en
hospitales de la caridad. La mayoría de nosotras, jóvenes madres pri­
merizas, dimos a luz solas y en soledad. Pero no nos tocó quedarnos
con nuestros propios hijos, nuestros preciosos, preciosos hijos. No
pudimos quedarnos con los Amores de nuestras vidas.
En lugar de ello, porque «el m om ento no era el adecuado», se
nos llevó a una estrecha acera que nos condujo a cada joven madre,
con frecuencia en la pobreza, al mismo sitio: una pérdida perdura­
ble, una eterna lastimadura en el corazón.
¿Olvidar a nuestros hijos? ¡Nunca! Recuerdas a los hijos que re­
cibiste que no pudiste recibir...
En el poema de la señorita Brooks hay resonancias entre la en­
trega forzosa del hijo propio y la experiencia de trágica pérdida de
un bebé que sufren otras mujeres, y el poema en sí, que en realidad
es acerca de sus abortos.
La señorita Brooks y yo nos hablam os al oído durante las dos
horas que duró el vuelo y coincidim os en que era claro para cual­
quier corazón educado que la pérdida de la vida es la pérdida de la
vida. Y esa pérdida puede ocurrir de tantas m aneras, incluido el fac­
tor «X », que significa que nadie puede saber después de una muerte
súbita o aborto espontáneo, por ejemplo, por qué la vida no «pegó»
o no pudo quedarse con nosotros en la Tierra.
La señorita Brooks fue muy amable y expresiva. Aunque yo era
m uyjoven entonces, de veintitantos años, y ella tenía la edad que
yo tengo ahora —en la séptima década— , y aunque su situación era
distinta de la mía, entendió que la vida era Vida, de verdad y cierta,
y que la pérdida de vida, del contacto mejilla con mejilla con un niño
precioso en cualquier forma, causaba profunda tristeza.

Mucho antes de cinc hubiera un movimiento antiaborto, mucho an


tes de que ciertas iglesias comenzaran a opinar y animara sus teli
268 •«
desatando a la M ujer ¿fuerte

greses a ir y gritarles a las mujeres que entraban a clínicas de salud


—fueran allí a abortar o no— , mucho antes de que la gente carga­
ra letreros con imágenes de bebés abortados, la señorita Brooks, la
poetisa, entendió las secuelas que sufrían las madres que abortaron
o fueron forzadas a entregar a sus hijos, o que en el embarazo per­
dieron a un hijo muy deseado.
Ella escribió sobre lo que entendíamos en nuestros propios hue­
sos: que este niño segado desde su origen es y fue la Vida m ism a,
fue bendecido y creativo y repleto de am or, y que m ucho de todo
lo am ado se resquebrajó en trocitos cuando se rechazó la Vida o se
le obligó a m archarse, o se arrancó m isteriosam ente de su fuente
am orosa por cualquier medio. Entendimos esto y lo hemos llevado
toda la vida en nuestros sacratísimos corazones de madre.
D urante todos estos años he tenido el perm iso de la señorita
Brooks para usar su poema de cualquier m anera que pueda ayudar
a otros a ver y /o sanar de la pérdida de un bebé. Es el escrito más
fuerte, m ás veraz, m ás crudo que conozco sobre decisiones que se
tom aron , capaces de asegurar sufrimiento para toda la vida, pues
no había nadie allí para ayudar. Nadie. No lo suficiente, o alguien en
quien se creyera. Con frecuencia, nunca.
En su poema, escrito en 1945, se aprecian las cuestiones sin res­
puesta que la señorita Brooks arrastró todos esos años después de
abortar, todas las preguntas que aún se hacía, pues en el momento
no había nadie que la ayudara, nadie que respondiera sus dudas e s­
pirituales. Y luego, no había quien la ayudara a curarse, nadie que
guiara a su alma a llevar ese cuenco de lágrimas ante el Creador con
un dolor tan genuino.
Existe una razón por la que los poetas y los lectores de poesía
frecuentem ente dicen «La poesía me salvó la vida», pues muchas
veces la página en blanco es la única que escucha el sufrimiento del
alma; es el único recipiente blanco que se ofrece para recibir tus lá­
grim as, el único que registra la historia sin alejarse, el único que re ­
cibe todos los detalles pausadamente y sin condenar.
269
Compasión después del aborto

La Madre4
por Gwendolyn Brooks

Los abortos no te dejan olvidar.


Recuerdas a los niños que recibiste
y que no pudiste recibir,
pulpas húmedas y pequeñas,
con poco o nada de pelo,
los cantantes y trabajadores
que nunca recibieron el aire.
Nunca los descuidarás ni los golpearás,
ni los callarás ni los comprarás con un dulce.
Nunca h arás que dejen de chuparse el dedo
ni ahuyentarás a los fantasm as que llegan.
Nunca los dejarás,
m ientras contienes un exquisito suspiro,
y regresas para hacerte un bocado de ellos,
con golosa mirada de madre.

He escuchado en las voces del viento


las voces de mis tenues
hijos asesinados.
Me he contraído. Me he aliviado.
Mis débiles amados en los pechos
de los que nunca mamaron.
He dicho, Cariños, si pequé, si les arrebaté
su suerte
y sus vidas de su alcance inconcluso,
si robé sus nacimientos y sus nombres,
sus simples lágrimas de bebé y sus juegos,
sus amores acartonados o hermosos, sus tumultos,
sus matrimonios,
sus dolores y sus muertes,
si eiirciu'iw el comicnzode sus respiros,
2 70
Desatando a la M ujer ¿Fuerte

créanm e que hasta cuando más deci dida fui,


no estaba decidida.
Aunque, ¿porqué habría yo de gimotear,
gimotear que el crimen fu e de otro y no mío?
Si de todos modos están muertos.
O más bien, o en cambio,
nunca tomaron form a.
Pero eso también, me temo,
es incorrecto: ay, ¿qué debo decir,
cómo decir la verdad?
Nacieron, tuvieron cuerpo, murieron.
Solo que nunca se rieron ni hicieron planes
ni lloraron.

Créanme, los am é a todos.


Créanme, los conocí, aunque desdibujados,
y los amé, los amé
a todos.

Aquí estam os, en este rinconcito del m undo, muy lejos del farfu­
llo y el torbellino de la gente que discute quién tiene o no la razón,
muy lejos de cualquier conferencia institucional, sea de obispos o
corporativa, religiosa u otra a la que lamentablemente no se invita
ni se perm ite hablar a La que sabe, la mujer que podría enseñar de
esa m anera a quienes nunca podrán conocer las intimidades de la
maternidad en todas sus medidas, tanto mundanas como sagradas:
muy lejos de la cultura secular en la que solo los mismos viejos zán­
ganos reciben el micrófonoy sus palabras predecibles exhiben agre­
sión, y no el progreso del pensamiento al servicio del alma... lejos de
los vociferadores y agresores verbales en las banquetas públicas, y
lejos de la gente que chupa la energía gritándole a los que conside­
ran pecadores, lejos de los que confunden alzarse sobre principios
espirituales con abofetear las almas de quienes los rodean...
M ientras escribo este capítulo, sigo pensando que desearía que
hubiera una m anera de expresar todo lo que es buena medicina, to
«**' 271
Compasión desptics del uhnrtu

do lo que se puede reparar con semejante precisión, y me temo que


solo puedo en este momento ofrecer material crudo que yo sé que es
una verdad de ovarios y cojones.
Aunque nunca he abortado - d e hecho, enfrenté, me escapé y
corrí m as rápido que los que querían obligarme a hacerlo en cada
uno de mis dos em barazos— , definitivam ente veo una clara s e ­
mejanza con la fractura que tiene lugar en el corazón y el espíritu
cuando a una persona se le empuja a creer o decide por sus propias
razones que ella/él no puede cuidar a su propio hijo. Los que han
sufrido cualquiera de estas experiencias necesitan nuestro cuidado.
Unicamente dina por ahora que cuanto más podamos contar las
istorias de todas las vidas con entendimiento y precisión, y hacer
preguntas sin tener miedo, más corazones piadosos saldrán al ca ­
mino y hablarán en voz alta.
Falta m ucho m ás diálogo sobre el tem a de las heridas después
del aborto y de la pérdida del embarazo por parte de quienes lo he­
mos atestiguado en otros, a quienes aún no nos invitan a participar
o hem os sido silenciados a gritos al tratar de hablar de un camino
hum anitarioy sincero para todas las m adres que alguna vez han es­
tado embarazadas en cualquier circunstancia.
Incluso si tenemos miedo o estam os nerviosos por d eciry con­
ta r lo que hem os visto o nuestras propias historias, com o yo m u ­
chas veces m e siento - p o r tanta humillación que recibimos o por
el silencio que ju ram os guardar, o cualquier otra c o s a - , es m e­
jo r lanzarnos a lo desconocido de todos m odos. Podemos hacerlo,
principalm ente porque percibimos que de ese modo por lo menos
un alma m as será liberada de la prisión del torm ento, un alma más
quizás sea restauraday por lo tanto capaz de cam inar con entereza y
sabiduría en este mundo.

N uestra M adre Compasiva

¿Recuerdan¡* I la.y una línea en la oración M em orare a Virgo María


quedicc: .Jumos se ha nulo ciecirqn c ninguno de los que hurí a a u li'
272 '***
d e s a ta n d o a la M u je r ¿Fuerte

do a tu protección , implorado tu asistencia, reclamado tu interce­


sión, haya sido abandonado por ti.
Esas son algunas de las palabras m ás herm osas que jam ás se
hayan escrito, pues la Madre Piadosa se llama así porque no insul­
ta, no condenará ni dará la espalda. No te rechazará. A todos los que
estén heridos y sin atención a la orilla del cam ino, los anim o a
que busquen a los seres humanos y ángeles en la Tierra que llevan sus
atributos, pues ellos serán su ayuda y curación. Habrá una acepta-
cióny plenitud del alm ay del espíritu nuevamente para ustedes. Con
la Madre Piadosa siempre hay am or profundo por la Vida: la tuya, la
suya, la nuestra.
15
EL LAZO DE N U ESTRA S E Ñ O R A ...
PARA SALVAR UNA VIDA

El h om bre que se a h o g a b a

¡¡■■■oración fero? envié con mí grito, 3t)a5re Se Dios!!


^ arrojé mí rosario con toSa mí fuerja por encima Se fas ofas...
Durante afgunos momentos, e fla ^ o Se l a Virgen queSó
suspenSíSo en ef aíre...

iHp, Jieñofa 2í)ía, por favor Seja que ef SesconocíSo


permanejca sobre ef agua
foasta que llegue fa avuSa.

I.xvolo: . H Lato de Nuestra Señora: para salvar una vicia


274 't * *
desatando a la M ujer -hu rte

éT ^ n la niñez hay sucesos de proporciones tanto espeluznantes


com o m ísticas. A veces ambas ocurren al m ismo tiempo. La
m em oria de este tipo de eclipse trascendental perm anece en
el alm a m ucho m ás allá de la niñez. Estos m om entos repletos de
sobrecogim iento son evidencia de que el mundo m ístico puede
de alguna m anera penetrar lo m undano, y al revés tam bién, a m e­
nudo ayudando a atenuar o cambiar una situación desesperada.
Algunos tem en que si defienden estas realidades m ísticas,
otros podrían pensar que «les falta un tornillo”. Deja que los que
piensen esas cosas las piensen. Como enseñaba mi abuela sobre
el espíritu curativo: los que experim entan los m isterios no n ece­
sitan m ás pruebas, e interm inables pruebas jam ás convencerán
a alguien que nunca haya hablado con un ángel, que no tenga a
La M orena com o su patrona o no experim ente un atisbo veloz y
verdadero del Cielo. Deja que la bondad llegue com o sea, encuén­
trale el sentido de la m anera que puedas y sabe que la bendición
im prevista es m ucho m ás com ún que exclusiva para unos cuantos
perfeccionados.

j ‘ •ar**
--- ■

El hombre que se ahogaba en Rocky Gap

Nos zambullimos ahí...


miles de veces.
Éramos niñitas
que practicaban poses de chicas glamorosas
con cámaras Brownie de plástico
ahí, al final
del muelle astilloso.

Nos sentamos ahí fu era sobre un rayo


de sol, los muslosfríos,
los trajes de baño helados
como barro mojado.
Vimos cómo
**'' 275
£1 hom bre que se ahogaba

flotaban los bancos de arena


cambiaban los riscos,
cómo todo y todos
flotaban en el agua.

Pero un día, un hombre


—desconocido para el agua g r a n d e -
corrió descalzo hasta el final del muelle.
Lo vi saludar con la m ano a una persona diminuta
en lo alto de los riscos,
una persona que no lo vio
ni le regresó el saludo.
Entonces el hombre se zambulló de cabera
en las cambiantes, camaleónicas aguas del lago.

De repente, una oración feroz envié


¡¡Madre de Dios!!, grité,
y arrojé mi rosario con toda mi fuerza
por encima de las olas...
Durante algunos m omentos, el Lazo de la Virgen
quedó suspendido en el aire.

Por fin, el único salvavidas,


tan ancho como una rebanada de filete
a la parrilla,
por fin levantó la vista,
se protegió los ojos del sol.
Saltó de su torre alta de madera,
corrió salpicando dentro del agua,
no nadaba, sino golpeaba contra el agua
intentando correren el agua
para llegar al desconocido, quien
flotaba con la cabeza
volteada hacia arriba equivocadamente.
276
desatando a la M ujer J u n t e

Nuestros adultos trataron de alejarnos


rápidamente
para que no viéramos
nada
—después de que había visto absolutamente
todo.

Arrastrado hasta la playa,


ahora boca arriba,
el desconocido vomitó.
El chofer de la ambulancia pateó
arena por encima.
Cuello roto,
paralizado, dijo la gente.
Fui la última alma sobre la Tierra
en ver a este hombre correr
con am bas piernas
por el resto de su vida.

¿Piensa el desconocido todavía


en ese día de hace cincuenta y cinco años?
No he olvidado su belleza,
ni la oración, ¡Ay, Señora Mía,
por favor deja que el desconocido
permanezca sobre el agua
hasta que llegue la ayuda!

Alguien tuvo que hacer


que el salvavidas levantara la vista
y mirara sobre las aguas,
Alguien tuvo que hacer
que dejara de ver hacia abajo,
desde su torre,
una risa fuerte tras otra,
**' 277
& hom bre que se ahogaba

con las bellezas


playeras mayores que estaban abajo.

¿Recuerda el desconocido
a una niña de cabello negro
que gritó pidiendo que lo ayudaran
y que no paraba?
¿Recuerda haber visto
el lazo brillante
de la Gran Mujer
volando sobre las aguas,
y recuerda
las m anos invisibles
que lo sostuvieron
por encima del agua
hasta que llegó la ayuda...?
16
SO ST EN IÉN D O SE AL ALMA CON FU ER ZA

Dios no tiene m an os:


con solar a M aría, el ritual
del Pésame

Uxvoto: «Dios no tiene otras manos que las nuestras:


las manos «le la gente que lo ama»
280
Desatando a la M ujer-fuerte

* Por qué tenemos m anos? Hay un dicho de Teresa de Ávila que

Ó dice que Dios no tiene manos. Por eso, dicen también los viejos,
se nos dieron las m anos para traer, proteger, consolar, sanar
y anim ar a toda la Creación. En los ancestrales rituales a la San­
ta Madre existe asimismo un tiempo de imposición literal de m a­
nos sobre su cuerpo, para poder consolar, proteger, anim ar, curar y
ayudar a traer a la afligida Madre otra vezde vuelta a la vida.
Este ritual no es solo para Nuestra Señora. Es para enseñarnos
tam bién a im poner las manos unos sobre otros, porque quizás al­
gún día caigamos y nos aprisione un largo dolor. ¿No es cierto para
casi todos que llega un m om ento en la vida en que parece que está
ocurriendo la anticreación?
Se abre la puerta al infierno, un viento enorme nos empuja hacia
atrás com o la llam arada de una explosión trem enda; con gran es­
truendo se cierra una alta puerta carcelaria de hierro tras nosotros.
Estam os atrapados en un descenso repentino y brutal.
La escalera que lleva hacia abajo no sostiene nuestro peso. Los
travesaños se separan violentam ente. G ritam os. Nadie escucha.
Nadie viene. Y caemos de cabeza, golpeando la parte tierna del espí­
ritu y del alma contra los peñascos más lacerantes.
Este penoso descenso desafía toda dulzura en nosotros. Puede
hacer que mascullemos que lo único que nos ayudará a superarlo es
endurecernos y amargarnos. Nos encontram os no solo en una lucha
por volver a la vida, sino en una batalla por m antener el alma enrai­
zada a nuestros dones más grandes, en la cercanía a la Fuente sin
fuente: la fuerza creativa y la inocencia.
Lucham os por resistirn o s a ten er que ren u n ciar a n u estras
naturalezas tiern as. Peleamos por no convertirnos en cadáveres
vivientes sin em ociones, duros, implacables y congelados, que re­
chazan el am or y sus potenciales y que más bien lideran con el cora­
zón del tem or, el ojo de la ira o con la m ano insensible del control, o
con todos ellos.
Así que no se nos jala —es una palabra dem asiado am able— ;
más bien, se nos arrastra poruña oscuridad larga, intensa, solitaria.
Los espacios son demasiado pequeños para descansar totalm ente
©¿os no tiene m anos: consolar a María, el ritual del ÍVh<hm!

estirados; nos vemos forzados a cam inar, con los pies ampollados,
tram os demasiado extensos para cubrirlos en un solo día, y sin te ­
ner un mapa claro de la ruta.
Avanzamos calladamente a tropezones, aceptando los golpes, y
al final ya no tratam os de defendernos. Nos tam baleam os, caemos,
nos quedamos quietos, casi muertos de corazón y m ente, muy doli­
dos y con el espíritu sangrando.

Que alguien, cualquiera con alma esté con nosotros

Pero en este tiempo, de alguna manera, alguien de carne y hueso o


una fuerza espiritual, estira el brazo y nos coloca su mano encima,
ligeramente, para dejarnos saber que alguien, o Alguien, está con
nosotros. Quizás esta persona, esta criatura, esta fuerza angelical se
quede con nosotros, sin dejarnos solos en un tiempo de tanto dolor.
Quizás sea solo un contacto transitorio y luego esa persona, esa
fuerza, esa criatura de la Naturaleza nos deja, y otra vez estamos so­
los. Pero en ese único toque de belleza que se nos otorgó encontra­
mos nutrición intensa. La racionam os m inuciosam ente una y otra
vez, recordando la breve caricia que tanto nos reconfortó en nues­
tros instantes m oribundos, en nuestros m om entos indefensos. Y
seguimos adelante a pesar de sentir que estam os de alguna m anera
heridos de muerte.
En los días y m eses siguientes, ese lapso efímero pero m em o­
rable en el que fuimos tocados por el am or y con am or nos ayuda a
continuar.
Bendito quien llegue cuando somos agonistas, ya sea espíritu o
criatura humana; su bondad nos irradia, justo lo suficiente para to ­
m ar fuerza de algún modo, seguir encontrando maneras de avanzar
y en algún m om ento salir, subir y volver a la vida arriba del suelo
o tra vez; con cicatrices, sí, pero con frecuencia incluso más vivos
que antes respecto del alma, el espíritu y el genio creativo... y siem ­
pre sabios en y por nuestras cicatrices.
282 '<*
desatando a la M ujer ¿Fuerte

La noche oscura del alma


Algunos llaman este descenso tan duro «la noche oscura del al­
m a», por San Juan de la Cruz, quien escribió esta fra se en su diario
de prisión. La Orden religiosa con y para la que trabajaba lo había
obligado a someterse a un encarcelamiento injusto.
Muchos de sus com pañeros sacerdotes estaban celosos y su ego
se aferraba a sus tronos y vidas de derroche. Querían silenciar las
ideas ferozmente santas y humildes de San Juan, quien alentaba a
un regreso a la vida del alma en lugar de repetir esa palabra de modo
hueco una y otra vez m ientras perseguían con fuerza solo las pose­
siones y los privilegios reales.
Luchar por colocar al alma y no a los apetitos del ego en el centro
de la vida puede ser el anlagen, el primordio, el núcleo exacto vivo
de la noche oscura, que uno escoge para el alma sin im portar otras
consideraciones. Que no importa qué torm ento, qué duda, qué «no
saber», en nuestras noches oscuras tam bién encontram os formas
de aferrarnos a los principios más radicales, a menudo inspirados
por Alguien Más Grande. Principios como:

• El am or perdurable, que aunque a veces es ligero y defec­


tuoso, se levanta u n ay otra vez.
• La investigación de significado profundo con auténtico
valor, y no rutinaria.
• Enseñar sobre cómo cultivar el alm a; es decir, la curio­
sidad y disposición de las fuentes que m uchas veces son
las m enos «institu cionalm ente calificad as», pero las
más «calificadas por el alma».
• Descubrir el fuego creativo en la felicidad, no en el te ­
m or, y de form as propias y no im itativas. El alm a es
siempre la pensadora, actora, am ante, creadora de paz e
inquisidora original.

Con frecuencia pasam os nuestro tiem po vagando por el Infier­


no, en las secuelas de un repentino ataque por haber recorrido la
„v «**' 2h:i
Dios no tiene m a n o s : consolar a M aría, el ritual del Envime

via neglectus, la senda del descuido del alm a por parte de otros o
uno m ism o; la via squaleo, verse sepultado por el fango al haber
omitido observar, lim piar y renovar ;y /o la via incultus, el estado
del campo vacío pero fértil que ansia ser sembrado con semillas de
nueva vida; es a causa del tiempo transcurrido en estos arduos sen­
deros que a menudo deambulamos sinuosamente de vuelta a casa.

Recordar el hogar verdadero


Hogar: entiéndase el pequeño y con frecuencia destartalado cober­
tizo de la vida espiritual que guarda el tesoro inmortal del alma , y
por lo mismo vasta energía para el ser y el hacer; este pequeño tes­
tudo, este pequeño refugio, como un caparazón de tortuga,1puede
a veces parecer poco prometedor, pero es una hermosa coraza pro­
tectora para el alm a y supera por mucho enterrarte en el castillo de
lo secular, dotado solo de un «tesoro» de cenizas sin un fénix.
Y también, lo que resulta de una verdadera noche oscura, un au­
téntico deambular por «el camino sin salida, excepto la que conduce
hacia dentro» para aprender de nuevo, es un estado de memoriter,
reemplazando el anterior de excidere.
M emoriter en latín significa saber algo de memoria. Más y más,
el camino del alma por cualquier noche oscura ya está escrito en n o­
sotros; el ímpetu revitalizador, una mano o visión santa que se nos
proporcionó. Es imborrable en su bondad. Excidere en latín es una
idea olvidada, no sostenida, que no tiene una atadura em ocional,
espiritual o mental a nuestro ser.
Este estado de encontrarse sujeto a una Fuerza Mayor m uchas
veces está relacionado con mem orizar con el corazón un con oci­
miento que no se puede desmontar, por haber atravesado el infierno
como un testigo ocular. Uno se da cuenta de que hay algo en la natu­
raleza espiritual instintiva que no solo quiere ser consolado cuando
siente dolor, sino que desea intensamente consolar a otros necesi­
tados también. Asi, la cicatriz se vuelve un llamado a ayudar a los
demás.
284
desatando a la M ujer M w ne

De esta m anera uno cam bia, queda cargado, o adquiere mayor


profundidad para entender, hacer, rehacer lo que se encuentra en
el ritual ancestral: el comienzo de la curación en la siguiente fase del
ciclo de vida/muerte/vida, la noche entre dos días. Cuando esto su­
cede después de ver arrasadas las creencias y sueños m ás preciados,
seguirá, por lo tanto, de alguna nueva manera, un ascenso del alma.

El ritual del P é s a m e : l a s manitas,


las manos piadosas

Entre m uchos latinos y otros grupos étnicos que aún m antienen


con vida los rituales ancestrales, este reunirse para reconfortar a
los que sufren se llama pésame; dar condolencias a alguien que es­
tá deshecho por el dolor y el am or y la pena, todo combinado. La
gente se junta en una vela para no dejar a un alma sola en la tri­
bulación.
El ritual de consolar todavía se lleva a cabo de m anera significa­
tiva en muchos lugares aislados, como el ritual del Viernes Santo, el
día del m artirio, crucifixión y muerte de Jesús, Dios de m isericor­
dia y am or para todos. En el ritual que conozco de las apartadas re­
giones rurales, bajan de su nicho o altar la gran estatua de Nuestra
Señora, la Madre Santísima, y la colocan en la tierra de la gente, la
«tierra de las alm as hum anas», que se encuentra afuera de la ba­
randilla del altar en la nave del templo.
Ahí perm anece, de pie o sentada. Pronto, m uchas personas la
habrán envuelto con un reboco suave o chal alrededor de los hom ­
bros para m antenerla caliente, una m antilla o velo se coloca sobre
su cabeza y por el lado de su rostro para darle privacidad al hacer su
duelo. Ella está presente en su agonía porque su hijo fue golpeado
casi hasta la muerte antes de ser clavado en dos vigas de m adera en
forma de una pesada cruz.
Su único hijo, por el que sufrió al dar a luz sola en una noche fría
en el desierto, y con quien escapó en la cruda oscuridad para evi­
tar la m atanza de los inocentes; este es el niño radiante que muere
285
(£>ios no tiene manos: consolar a María, el ritual clel Pósame

ahora. Ella ve cómo el sueño divino, soñado con tanta perfección e


intensidad, ahora es asesinado.
Ella ve el final de la vida de su hijo como lo conoció, un final que
Ella nunca, como un corazón de madre, jam ás, jam ás desearía para
su Amado, de ninguna m anera. Mira indefensa m ientras a su dulce,
amoroso Hijo de Dios, el realizador de milagros, el que cura con tocar,
el niño asombrosoy conocedor, lo arrastran por el infierno en la Tierra.

Estamos todos invitados a quedarnos con Ella

En el ritual del pésam e, la gente viene a la iglesita, a la pequeña


iglesia para estar con Ella en momentos de tormento. Nuestra M a­
ría, M ar y, M ir-yam , M ar-yam lo entiende, y recibe con pena llena
de gracia lo único que tenemos para darle: nuestras condolencias
verdaderas en p alab ras y rem edios, y no solo esos consuelos, sino
también nuestras propias penas personales, que de tantas m ane­
ras son espejo de las suyas.
Así, m ientras venimos a m on tar guardia sobre sus heridas, a
proteger su corazón lacerado, tam bién sentim os cóm o se levan­
tan nuestras propias lastimaduras. De esta m anera somos llevados
en cuerpo, alma, mente, espíritu y ser emotivo hasta el significado
subyacente de la pérdida —que es la reducción de nuestro ser hasta
el alm a— y, entonces, al eventual renacimiento.
En el pésam e, no somos testigos de la Pasión con el intelecto y ni
siquiera solo con los ojos, los oídos y el corazón, compartimos en él
todo el dolor hasta el nervio y el valor de nuestros huesos.
Uno por uno, en el pésam elas madres se acercan, sus pechos cru­
zados con las tiras de enorm es pañaleras; señores que llevan de la
mano a dos niñitos, como un par de pequeños y hermosos ponis que
se apresuran para mantenerse al trote con su padre; adolescentes cui­
dadosamente estilizados con ropa de última moda, que manifiestan
modismos cal lejerose incluso marginalidad; adultos jóvenes con su
prirneratuendodc mayores; los viejos arrastran el paso hasta la igle­
sia, con sulic ionios rusa rioscomo para equipara un ejército.
286
desatando a la Mujer 'Fuerte

Y los soldadores llegan con las chaquetas de gamuza que usan en


el trabajo, con hoyitos hechos por las brasas voladoras, y los m ecá­
nicos huelen a gasolina, y los tímidos, las m eseras que todavía lle­
van sus m andiles, y los borrachos, y los veteranos con ropa verde
proporcionada por el gobierno, y todos los de siempre, todos vie­
nen a apretarse en los viejos bancos de madera. Para variar, quieren
sentarse adelante, donde se encuentra La Señora con tanto pesar;
cuanto más cerca, mejor. Y no la dejarán.
Algunos del sur traen flores de floripondio y las pegan con cinta
atrás de su cabeza para darle descanso. Otros traen corteza recién
raspada para rociarla sobre sus manos y pies como si estuviera heri­
da ahí también, igual que su Hijo.
Unos más le traen agua en una tacita de aluminio, con retam a o
espino de Jerusalén, para clarificar la sangre. Otros traen agua dul­
ce de pozo en un frasco viejo y limpio de salsa de tom ate. También
traen comida preparada por las abuelas desde tiempos inm em oria­
les, con chocolate y cilantro y los anchos, chiles picosos.
Pero Nuestra Señora no comerá ni beberá, pues ha perdido el ape­
tito; todos lo sabemos. Pero ahí está la ofrenda, la tierna preparación
del chile verde, el pozole, el té, lo que importa como una fuente de ca ­
riño, que se muestra de maneras que se pueden realmente ver.

Los que guardan vigilia

Así también, las manos de los que velan; se considera que actúan
como las manos de Dios, para el Dios que no tiene manos.
Después de rezar un rato con rosarios que se columpian sobre
los barandales de los bancos como el musgo negro con el viento li­
gero, poco a poco, cada persona cam inará, andará encorvada, se
agarrará de cosas para llegar ahí lentam ente, tam baleándose, h a ­
rá una genuflexión, se arrastrará sobre rodillas y m anos para p o ­
der llegar a María, a la gigantesca, viva, amorosa fuerza de la Santa
Madre que se levanta detrás de cualquier hermosa pintura, mural o
escultura que sirve de apertura hacia Hila.
£kv 287
íh'os no tiene manos: consolar a María, el ritual del Pe,same

Quizá8 los que velan con/y para Nuestra Señora le laven los pies
con sus lágrimas. Ellos ciertamente la tocarán, le dirán con sus pro­
pias palabras cóm o entienden su penar, pues tam bién tienen su
propio dolor: por Ella, por el asesinato del Radiante Niño que llegó,
entre m uchas otras cosas, para elevar al mundo y alejarlo de los que
desdeñan a tantas almas por medio de la exclusión y ia locura por el
poder que prefiere la frialdad de corazón m ás que al Corazón como
Amor Sin Límite. Esta compasión fluye por haber sufrido dem asia­
do, y se ofrece tanto por nuestras propias alm as afligidas como por
las almas desconocidas que padecen en el mundo. Nuestra creencia
es que todos somos uno. Pasamos uno al lado del otro, y si estás fe­
liz, estoy feliz. Si estás triste, estoy triste.
Pero m ás que nada, cada persona pondrá sus manos en el cuer­
po de la S eñora. H abrá m anos, m uchas m anos, todas al m ism o
tiempo: en su ceño, en sus mejillas, en la coronilla, acunando su ca ­
ra como un bebé, en sus hombros, su espalda, sus caderas, sobre su
corazón, en sus rodillas, en su vientre, en sus piernas y pies. Manos
que vierten rayos curativos de fuerza vital sobre Ella, pero también
sobre toda la gente, conocida y desconocida, que está ahí reunida en
la vigilia y en todo el mundo.
La gente le pedirá que por favor espere pacientem ente la resu­
rrección de su Amado Hijo y con ello el am anecer del mundo a una
nueva conciencia, recién nacido de nuevo, y le solicitarán muy hu­
mildemente recibir también una resurrección de salud, de corazón,
de mente, alma o espíritu para ellos o incluso para cualquiera de sus
seres queridos enfermos, atribulados o perdidos.
M uchas veces, un hom bre o una m ujer le susurrará a la Gran
Mujer y no escucharem os bien lo que le dice. Con frecuencia un
adolescente o niño, una anciana o anciano se derrumba llorando
m ientras se dirige a la Señora con voz quebrada o una especie de
aullido en mitad de un erial.
Yel resto, pues, podemossentircómo viaja ¡i través de nosotros
como un gran sollozo colectivo que aíremele contra los muros de la
iglesia; todos nos senli mos profundamente coi......vi.los pm estar
en «csoliigai'ile'infierno; esto rs, el liiganle (letiolüiloii, el ( inlgol.i
288 ^ ...
desatando a la M ujer'Fuerte

con las penas de los dem ás», para de alguna m anera no dejar que
nadie esté solo. Más bien, perm anecem os unidos los unos con los
otros, de formas m isteriosas.
No cien corazones, sino un corazón. No cien m entes, sino una
sola. No doscientos ojos, sino un lente poderoso que ve com o se
funden los mundos interior y exterior. No cien almas en vigilia por
los dem ás sino un tejido, sin costuras ni límites, de alm as en vela
por todos. .
Como se supone que debe ser; el modo en que son las cosas en el
terreno de todo lo que es sagrado a la m anera del Amor Sin Límites.

Nuestra Señora, literalmente desfigurada

H ace poco, en la Universidad de G eorgetow n, una persona se


acercó bajo el manto de la noche a la estatua de mármol blanco de
Nuestra Señora de Fátima que se levanta sobre el prado de la plaza
Copley. Según los reportes policiales, con sigilo esta persona pinto
de color negro carbón la cara de Nuestra Señora y agregó un listón
en form a de moño que bajaba por el frente de su vestido blanco.
Hubo una terrible protesta contra quien fuera que desfiguro asi
la estatua de Nuestra Señora. Volaron las notas de prensa. Hablaron
los obispos. La policía se reunió. Las páginas web hervían.
Pero m ás notoriam ente, hubo una reacción inm ediata en las
mentes de muchos de los jóvenes. Antes que buscar a el o los perpe­
tradores, o perseguir los aspectos legales, querían estar con Nuestra
Señora, hacer una vela de veinticuatro horas con Ella.
Algunos explicaron que querían proteger la estatua de más van­
dalismo, pero nosotros, los viejos creyentes, diríamos que este im ­
pulso por «estar con» Nuestra Señora era com pletamente por otra
razón; es decir, «acom pañar a M aría», no dejarla sola, no perm itir
que sufra sola, quedarse cerca. No dejar que un ser amado sufra solo
es un instinto ancestral.
Y así, muchos estudiantes y maestros llevaron a cabo una con­
movedora vigilia. En los siguientes días, alguien intento retirar la
289
d)ios no tiene m anos: consolar a María, el ritual del 'Pésame

pintura oscura del rostro de la imagen, y ese prim er esfuerzo solo


logró que la cara quedara m anchada de un gris ligero.
Y aun así... cuando miré de cerca las fotos de su cara pintada de
negro, vi la m anera cuidadosa con la que la pintó, quien sea que lo
haya hecho. No fue un trabajo rápido con pintura en aerosol, como
actúan m uchos profanadores con tal de com eter un sacrilegio: no
se salió de las curvas de su m anto, casi com o si tal vez quisiera una
María que se pareciera más a ellos o una que no se viera congelada,
sino con m ás de un rostro.
Me horroriza el vandalismo de las imágenes que para otros son
sagradas, pero esto me extrañó. Luego, cuando vi las imágenes del
«an tes», me di cuenta de que esta figura de Nuestra Señora ya se
veía desgastada y dañada de un lado de la cara, en la zona de boca y
mejilla. Me pregunté si eso no era consecuencia de años de estar en
el hielo invernal, con aguanieve escurriendo y bajo el sol ardiente.
De m uchas m aneras, parecía que se volvía menos una estatua y más
algo terrenal.
Seguí pensando: así nos ocurre también. La imagen de Nuestra
Señora en plena restauración se ve com o nosotros. Así som os. Co­
menzam os como algo puro, luego pasamos p oru ñ a noche oscura y
después no se nos restaura a lo que éram os ni com o nos veíamos;
m ás bien parecem os m ostrar justam ente en el rostro que pasam os
por algo grande, no p o r alguna pequeñez. Estam os m anchados,
m arcados. Nuestros rostros son más profundos.
Y com o la chica de cara to sca, en el viejo cuento popular sobre
la niña que se quemó pero que aun así tenía el alma m ás radiante,
creo que los viejos creyentes saben que, sea cual sea la razón por la
que se alteró esta estatua de N uestra Señora, nada, absolutamente
nada podría m odificar su valor, su resistencia, su persistencia en
m ed iod e los ataques; que Ella fue, es y perm anecerá por siempre
radiante. Como te ves por fuera rara vez tiene que ver con tu r a ­
diante interior.
290
desalando a la M ujer ¿Fuerte

m ientras
I m it a t io M a r ía :
aprendem os a ser como Ella

Supongo que alguno que oyera sin mayor interés sobre todos estos
asuntos del Pésame y la uigilia con la lastimada M aría, podría d e­
cir «esta gente tonta se engaña sola con una imagen».
Pero no es la estatua; es el m em oriter, recordar a alguien que
uno conoce con el corazón: esas almas devotas que tocan su m eji­
lla, colocan manos compasivas en su cuerpo, rezan por y para Ella,
sienten a la ancestral y eterna Mary, M aría, M ir-yam , rem ota en
el tiem po, pero que llega directam ente ahí a su lado, ahora; su piel
tibia, sus lágrim as húm edas, su am or profundo. Es esto. No es la
estatua, esa es solo el diapasón para reconocer y resonar reverente­
mente con el santo vivo.
Cualquiera que tenga a M aría en su corazón te dirá que los
consuela m ientras ellos la consuelan a Ella. Y algunos de nosotros
diríamos que, a cambio, Ella también ora con sus bendiciones y re­
medios ancestrales sobre nuestras partes rotas.

Que podam os todos nosotros entonces, con ternura infinita, co n ­


solarnos unos a otros en esta laguna especial de tiempo que es el
pésam e, y escapar por un rato o para siempre de la arrogancia que
supone escatimarle a los demás el consuelo o sufrir en silencio, re ­
husándonos a ser consolados.
Este aprendizaje por medio del pésam e, a través de atender a la
Gran Mujer es, a mi parecer, lo que llam aría una Imitatio M aría,
seguir los modos de Nuestra Señora en el grado en que nosotros,
que solo somos humanos, podamos volvernos Marías en esta Tierra.
Al intentar ser una pequeña M aría-satélite, estos son algunos de
los rasgos que podemos m anifestar, cada quien a su m anera: damos
a luz al Santo Hijo del Amor y curación del alma y el mundo todos
los días, protegiendo, guiando, ayudando, aprendiendo, incluso
si, y cuando, eventualmente sufrimos una pérdida atroz de la pre­
ciosa luz por un tiempo, y cuando estam os en duelo, apabullados,
1)ios ™ ,mw m anos:consolara María, el ritual <l<M\smm

deambulando, siguiendo su sendero, sabemos que podem os al fin


encontrar a la Santísima de nuevo, de un modo o de otro. Aprende­
mos otra vez a ver al niño plenamente hum ano y plenamente Dios,
solo que esta vez de una forma nueva por entero; no corpórea, sino
por el contacto directo, alma con Alma, corazón con Corazón.
Así, al quedarnos con Nuestra Señora, en im itación de María,
por medio de su forma dichosa, afligida y gloriosa de ver y de s e r’
andam os el sinuoso sendero en ardua búsqueda de las respuestas
sagradas en el centro. Al tom arnos de la m ano con Ella, viajamos
por la oscuridad hacia la Luz, que es la vida conscientem ente vivida
con el Alma en el centro radiante; aun si olvidamos, aun si estamos
doblados, lucham os por volver al Corazón radiante. Al m antener
una relación compasiva y leal con la Santa Mujer, nos volvemos para
la tierra, para las criaturas, para Ella, los unos con los otros, las m a­
nos m ás intuitivas y hum anitarias posibles del Dios que No Tiene
Manos m as que las nuestras. Nuestras manos protectoras, creati­
vas, que bendicen.

Recordando a nuestros miles de millones

No se te «despide»
porque no puedes
alcanzar a toda
la humanidad sufriente
todo el tiempo.

Abraza a las almas p or completo


en tu corazón
no solo sus horrores
y sus pérdida s.
lista es la plegaria más J'uertc:
la totalidad a pesar
de los huecos por (loí/iucr.
2 92 -'*5
desatando a la M ujer fu e rte

A braca a los heridos por completo


y en la roja y desgarrada
honda engalanada
de tu corazón...
apunta, tira hacia atrás con fuerza, m ás duro,
y suelta todos tus pensamientos
más sagrados y m ás curativos
volando sobre todas lasfronteras,
sobre las grandes aguas,
lanzándose sobre todas las locuras...
Pide a lo santo que vuele
y aterrice en este momento
exactamente en los lugares
que más lo necesitan.

Las almas perciben


que ferozm ente
sobre,
con, a diario,
por ellas se reza.
Agrégate a ese torrente.

Saber que alguien


que no te conoce
de todos modos reza lazos,
peldaños, invisibilidad, percepción,
ser escuchado, junto con
verter voluntad y fuerza
en ti, para ti,
dentro y para aquellos por quienes rezas:
esta es medicina inestimable
para el alma.

Sigue entonces,
como el campesino cultiva
r í- 293
* ri° tiene m anos: consolar a María , el ritual del ‘ÍVsamr

su parcela
ajuera de su puerta...
lavando las semillas,
preparando la tierra,
plantando a la profundidad correcta,
cuidando,
desyerbando,
contando los pequeños
progresos.

Así también,
cuida a los pobres de espíritu,
a los pobres de alma,
a los pobres desalud,
a los pobres de necesidad,
justo fren te a ti:
a losfamiliares enfermos,
el hombre de la calle,
la madre en el camino,
el amigo quebrado,
el niño inocente,
los desgarrados,
los extrañados,
los errabundos.

Te digo,
los que solo cuidarían
al otro lado de los océanos
y no cuidan a aquellos
que pueden lavar
que están parados
justo frente a ellos,
todum i no son com pletam ente bondadosos.
Sé que entiendes esto:
que <Icsespcrudui tiente
queremos que lo hum anidad no sufro...
y esta es una de las plegarias
m ás dignas que conocemos.

Así, nos inclinam os p ara atender,


de todas las m aneras en que nos lo piden
a los que están a nuestro alcan ce,
h asta donde ese esfuerzo llegue....
pues hay ocasiones
en que el C reador no tiene m anos,
solo las nuestras...

Así, en este cuidar,


guardam os el m ayor
pacto de sangre con el Creador,
con Nuestra S an ta M adre,
que nuestras alm as
ja m á s hayan firm a d o ...

Que así sea para ti


que así sea para mí
que así sea para todos nosotros

Aymen
Aymen
Aymen

Y con am or inm enso com o el océano.


Dios no tiene inanos: consolar a María, el ritual del Í V m im i

l'xtnlli.i di' N in n ili Sefli H i ili I lililí,i ■ n I 1 1 Inlu miil.nl il.


( iriHjljrlaw ii. im lm ile t|iit m ili mini Inri h pini min ili m ni n
17
LA GRAN M ADRE IN SPIRA A LAS MAD RECITAS

L as M arias de M adr

Exvoto: «Santa Madre África»


298 -* 2
desatando a la M ujer ¿tuerte

Las Marías de Madre África

C
omo la Gran M adre, durante cientos de años la M adre
África ha crujido bajo el peso de muchos seres humanos
que la dañaron al robar sus tesoros, crear enemistad entre
los pueblos e imponer piedras encima de sus mejores mentes y co­
razones para no dejarlos crecer y convertirse en gigantes.
Pero también tengo la sensación, porque conozco a m uchas al­
mas que nacieron ahí en esa tierra, de que en la M adre Africa se
enraíza un misterioso Corazón del Mundo, un Corazón de la H u ­
manidad que late siempre fuerte, pase lo quépase, y que es extra­
ñam ente vulnerable... pero siem pre invencible; siem pre herido...
pero siempre cubierto de flores de acacia, cuya miel fluye como un
agua dulce profunda y ambarina.
Aunque la corona que se ha obligado a usar a la M adre Africa
está hecha de punzantes ram as de espino, hasta estas, debido a
su inmaculada generosidad de corazón, revientan de continuo con
flores fragantes...
Y eternam ente presentes en cualquier lugar donde hay tanta
muerte y tanta resurrección, están las Marías.

Las Marías

Los viejos creyentes les dicen «Marías» a las almas —tanto de hom ­
bres com o de m ujeres— profundam ente lastim adas pero, que en
lugar de am argura en el corazón tienen tal profundidad de visión
y generosidad que se sienten ganas de llorar solo por estar cerca de
ellas de nuevo, o por primera vez.
Como en otras partes del mundo, hay millones de Marías escon­
didas en refugios y lugares recónditos de toda África. A diferencia de
los brutales dictadores africanos com o Robert Mugabe, Idi Amin y
otros que deliberadamente arrastraron a sus naciones a la pobreza
y las m asacres, las Marías son todos los que recuerdan y restauran
«eso de lo que realmente está hecha el alm a»; África está llena de la
2W)
f a s M a r í a s d e M a d r t ,/lfr ic a

Gran Madre de la Humanidad, incluso cuando está herida, incluso


cuando no ha sanado por completo.
Como muchos de los iconos de la Santa Madre en toda Africa,
que a veces llamamos «vírgenes negras», estas Marías vivientes de
muchas tonalidades de piel a menudo son una combinación del más
fino y delicado marfil rosa con el ébano m ás negro y duradero; las
fuerzas del alma plasmadas en la belleza viva del pueblo de Africa.
Esto perdura aun cuando esa belleza de rojo corazón y alma profun­
da atrae a los intereses depredadores de quienes quisieran volver a
esclavizar y explotar a la Madre Africa.
Las Marías en todas partes del mundo son las personas que resis­
tieron a pesar de —y quizás, de cierta manera, debido a— todos los ata­
ques e indecencias en su contra. Las Marías son todos los que fueron
designados para cargar el Corazón del Mundo en una canasta fuerte­
mente tejida con sus propios huesos valerosos, su músculo espiritualy
cicatrices, y cabellos trenzados de sus propias cabezas. Hermosos.
El Creador sabía que el pulso del mundo estaría a salvo con los que
sufrierony aun así perseveraron. Sabía que transmitirían «eso que no
se puede perm itir que desaparezca de la faz de la tierra» de mano en
m ano, de corazón a corazón, de generación en generación, escon­
diendo al Gran Corazón junto a los suyos propios durante las marchas
nocturnas de pueblo en pueblo, pese a los vientos desfavorables.
Y, m ás especialmente, las Marías pasaban el Corazón del Mundo
de alma en alma por medio de historias que no cuentan solo lo que
es un tesoro, sino cóm o aferrarse al centro fuerte de la Madre a pe­
sar de todo.

Diminutos y mágicos cofres del tesoro


para las aldeas africanas: aparece un
nuevocuentaciieiilos prodigioso

Ya pasó mucho Iicnipo desde que me eneoiilre ron un grupo


particular de ;ili¡canos. Mr entusiasmaba avndai en hii I raba|o
«¡lis pera ! liseiiclia a esta hermana , me lUrtan lulenlaban
3 0 0 '<-3*9
Desatando a la Mujer ¿fuerte

em p ezar sus p ropias estacio n es de radiodifusión en sus pue­


blos, en varias naciones del continente, para crear una especie de
m ilagro alado, pues querían h acer que las palabras volaran por
el aire.
Yo había publicado una docena de audiolibros, m uchos de
ellos tran sm itid o s por la Radio Pública N acional y estacio n es
com unitarias en Estados Unidos y Canadá. Grababa com entarios
sem anales para la radio, y fue esto últim o —involucrarm e p ro ­
fundam ente con las transm isiones radiales com unitarias— lo que
m e puso en con tacto directo con las M arías de G hana, Angola,
S u d áfricay otras naciones african as, donde conocí a algunas de
las personas m ás am ables y gentiles con que m e he topado en la
vida. Y todas ellas, estas «M arías», querían ser expertas y magas
de la radio.
Los alenté y pude ayudarles a recaudar algunos fondos para que
su proyecto viera la luz. Me decía una y otra vez: solo piénsalo, es
com o en los viejos días; una historia surca los aires, invisible, pe­
ro ahora aterriza con timbre y tono plenos muy lej o s, en las aldeas.
Era de no creerse lo escaso de la tecnología requerida, pero algo res­
plandecientemente moderno.
Solo imaginen qué forma tan milagrosa de enseñar, contar, re­
cordar a otros para que vuelvan a ser ellos de nuevo; que las Marías
desconocidas y anónimas enseñaran a la gente de las aldeas que no
sabían leer, pero sí hablar. Y, ay, qué belleza de poesía cálida enun­
ciaban en simples pláticas cotidianas; y que pudieran tran sm itir
ellos solos, de form a totalm ente independiente, sin censura y sin
que silenciaran sus voces los regímenes que fueran.
Así, mis amigos africanos volvieron a casa y establecieron inge­
niosos estudios en sus cuartos de cocina y com enzaron a transm i­
tir al aire hasta aldeas muy lejanas, que no tenían nada m ás que sol
caliente, secas torm entas de polvo y unas cuantas vasijas de barro,
y las riquezas verdaderas de la tierra: seres humanos de alma pro­
funda.
Se organizó que cierto núm ero de aldeas recibieran un valioso
cofrecito del tesoro que debía ser guardado por la jefa t riba I de ea
soi
X as M a r ía s d e M a d n -./lfrin i

da aldea, pues este era el más inusual de los objetos m ágicos, uno
que podría ser mágico también para nosotros: un pequeño radio de
plástico con una manivela; en realidad, un diminuto radiorreceptor
que recibía energía de... ¡el sol!
Celdas solares. Deja el pequeño radio a pleno sol durante varias
horas. Deja que «coseche el sol». Entonces, cuando llegó una tarde
preestablecida, veinte, cuarenta, cien aldeanos se pararon y se sen­
taron en cuclillas en círculo para escuchar al cuentacuentos mágico
salir desde el pequeño radio en medio de ellos.
En ese tiempo, las celdas solares permitían que un radio recibiera
transmisiones de quizás hasta 2 0 minutos a la vez; así el radio repar­
tía historias, hablándole a la gente en su propia m anera sencilla.
Como fue al principio lo fue otra vez, excepto por una cosa: las
viejas historias todavía eran contadas por los ancianos en los pue­
blos sin radio. Pero ahora habría nuevas historias también, nuevas
historias mágicas del narrador del radio que de m anera seria y con­
creta educaba a los aldeanos sobre cómo ahuyentar a los Demonios
de la Muerte. En serio.

A huyentando a los D em onios de la M uerte

Las historias nunca antes escuchadas en el radio de la aldea eran


relatos breves con héroes y m onstruos. Escribimos argum entos en
torno a vencer monstruos que ensuciaban el agua, un héroe o heroí­
na que la limpiaba y mostraba cóm o m antenerla incorrupta alejan­
do de ella los desechos y las funciones corporales, sin dejar que se
juntaran jam ás donde fluía fresca.
Los tem as detrás de los cuentos tenían que ver con enseñar una
m anera de prevenir la tifoidea que m ataba a los que bebían agua
contam inada, y formas de evitar al m onstruo de la disentería que
se llevaba a tantos bebés y ancianos por dcshidralación. En la saga
de la disentería, el héroe con! aba cóm o hacer (pie, pura empezar, la
aldea no fuera locada por el inonsl ruó; una esperlr dr ciruela ful
klóricabasada en la realidad
302
desatando a la Mujer 'Fuerte

Los héroes y las heroínas de las historias explicaban cómo lavar


correctam ente una pierna herida por un machete al cortar la m ale­
za, y así ahuyentar a los monstruos llamados Infeccióny Tétanos.
Los africanos son personas de cuentos que no han olvidado sus
historias ancestrales. Tampoco las han escrito para dejarlas fijas
como m ariposas m uertas en una caja. Más bien, las guardan como
sangre que fluye, entra y sale del Corazón del Mundo, entra y sale
de la Madre Tambor, el latido cardiaco del Mundo. Los cuentos son
esenciales, y no solo un simple entretenimiento.
N osotros podríam os escuchar las historias del radio solar so­
bre m onstruos, héroes y salud y aprender sus valores, y por lo tanto
creer que no tenemos que volver a escucharlas porque ya conocemos
las precauciones, pero los aldeanos de África pensaban otra cosa.
Comenzaron a contarse aquellos cuentos unos a otros y a las vi­
sitas y parientes lejanos que vivían fuera de las aldeas; el artesano
que hacía m áscaras elaboró alguna representando a la disentería,
por ejemplo, que estaba hecha de hojas marchitas y grises.
Las nuevas historias se abrieron camino hacia las mentes triba­
les, hacia los corazones de m adres, padres, bebés, danzantes, artis­
tas, y se convirtieron en parte de la vida aldeana de cuentos que se
van transm itiendo. De esa m anera, era igual de im portante contar
la historia de cóm o se eliminó a Tifoidea del pueblo como el modo
en que ocurrió el prim er am anecer de la Creación y nació el Prim er
Hombre y la Primera Mujer.
Así, un grupo de historias de tiempos lejanos se combinó con
historias contem poráneas. Y lo que tenían en com ún era que las
simples palabras, ya fueran transmitidas o dichas en persona, m os­
traban los «cornos»: cóm o se hace esto o lo otro, cómo se evita es­
to m ás, cóm o aquello resultó mal por error, cómo se corrige, cómo
proteger y, más especialmente, cómo salvar las vidas del alma y del
cuerpo.
Las historias m ostraban cómo hacerlo, paso por paso, para que
todos tuvieran la oportunidad de una vida m ás plena y m ucho m ás
educada y consciente, pero sin rom per ninguno de los huesos espi­
rituales del grupo tribal.
- :u)3
Jdgs Marías de Madre, /Ifricu

El Papa habla de las m ujeres africanas,


y la necesidad de u n a instrucción sabia,
paso a paso, y no u n a sim ple exhortación

En un viaje reciente a varias zonas de África, el Papa Benedicto XVI


dijo que África debería tratar a sus mujeres más dignamente. Y eso
estuvo bien. Sin precedentes, realm ente, reconocer a todas las M a­
rías de África como preciosas, dignas de protección y cuidado.
Pero también está el problema: esperábamos que hablara de los
«cornos». Quizás en su próximo viaje el Papa pueda evaluar con más cla-
ridady decir: respeten a las mujeres. Quizás también diga cóm oy de qué
m aneras exactam ente. ¿Cómo nos imaginamos que sería eso? ¿En
qué nos hem os equivocado específicamente? ¿Cuáles son los pasos
exactos para ayudar, sanar, reparar, corregir el corazón inconsciente?
Mis amigos ghaneses conocían cuáles eran los problemas de las
mujeres en gran parte de África, lo dura que es la vida de una mujer,
pero la mentalidad prevaleciente e incuestionada de abusar de ellas,
en particular por los hombres, fue también impuesta por las ancia­
nas y por otros que tenían «el bien» de sus hijos en m ente m ientras
degradaban ciegamente a la esposa del hijo, a menudo golpeándola.
D urante la visita del Papa a Á frica, m uchos esperábam os que
él mismo se convirtiera en una María, que transm itiera a enorm es
m ultitudes cóm o revertir este rechazo del alm a hum ana. Cómo,
paso a paso, revertir una involución que se im plantó hace mucho
en la psique de África, no solo por la burda colonización, sino tam ­
bién por guerreros africanos ancestrales y modernos que no tenían
en mente el bien de nadie cuando se trataba de las almas en general,
y de las mujeres y niños en particular.
Con la presión por sobrevivir, en la psique puede haber una
fuerte tendencia a la identificación con el opresor. Esto es muy co ­
mún entre los que han sido colonizados, su nación invadida, ocupa-
day/o conquistada.
Si después de sobrevivir una opresión no se examina lo que se
aprendió, com parándolo contra una fuerte norma espiritual de lo
que significa sri lHimanilario como la que defiende, por ejemplo,
3 0 4 'í^fcs
desatando a la Mujer ¿Fuerte

la Madre de Toda Vida— , los que alguna vez fueron oprimidos tien­
den a im itar a sus propios tiranos, causando daño a quienes están
más cerca de ellos y no son de ninguna m anera enemigos, o since­
ram ente renuncian a sojuzgar.
Con el tiempo, mientras las actitudes nocivas e inhumanas pasan
de generación en generación en una cultura, quienes asumen acti­
tudes degradantes hacia los demás a menudo aprenden a faltarle al
respeto a las mujeres y a otros con tanta facilidad y autoproclamada
impunidad, que ya ni siquiera notan sus propias crueldadesy exclu­
siones. Así, las alm as dignas siguen siendo desterradas y dañadas
porque por generaciones se ha instituido la brutalidad dirigida en su
contra, y ven a los opresores como «ajenos», una especie de elegidos
que pueden amenazar y dañar a los demás. A menudo les toma mucho
tiempo a los oprimidos siquiera pensar/recordar que tienen un dere­
cho inalienable como almas, a ser tratados con decencia.
Cuando les pregunté a mis novatos locutores africanos cuál era
el problema principal que enfrentaban sus pueblos, una de las M a­
rías —un hombre gentil y enternecedor— dijo que eran los adultos
que se portaban como «niños con gran poder que no han superado
su codicia por tener toda la mantequilla del mundo».
Nos preocupamos por este tem a del «niño voraz en un cuerpo de
hombre o m ujer», ávido de poder, de influencia, de ser visto com o
im portante, que emplea la fuerza con toda la gente a su alcance y los
hace andar encogidos por el miedo, en lugar de dejarlos desenvol­
verse y desarrollarse en plenitud como seres humanos, lo cual es su
derecho de nacimiento.
M ientras intentábam os com prender lo incomprensible, por lo
m enos con el corazón intacto; m ientras le dábam os vueltas a las
cuestiones tocantes a la barbarie abyecta, finalm ente decidim os
que yo tejería un relato a partir de todas las horas de sincero te s­
timonio que escuché de mis amigos africanos, para poder «contar
la historia de aquello» durante todo el tiempo que tom ara contarla,
pero que tam bién fuera «tan corta com o sea n ecesario », de modo
que se pudiera escuchar entera en la radio solar con su diminuto
lapso de «tiempo de recepción». Esta es dicha narración.
=k*' 305
Jtgs Morías de Madre /ifrica

La histori a del n iño glotón

A -un am ito lo mandaron a traer mantequilla de una granja vecina.


«Tráela rápido para que no se derrita», le dijo la m adre. Así que el
níñito caminó liasta la granja, le dieron la mantequilla fresca en un
cacito de cerám ica, y comenzó a andar a casa.
Pero en alguna parte del camino, al niño se le ocurrió que el cazo
más o menos parecía una corona, entonces lo volteó y se lo puso en
la cabeza.
Así se p aseó , dando grandes zancadas por la maleza, imitando
lo que había visto y oído hablar de los reyes, pisando con fuerza, o r­
denándole a las m alas hierbas que se hincaran ante él y pisoteando a
las criaturas m ás pequeñas. Se sentía tan poderoso.
Pero tam bién el calor de su cabeza dentro de la «co ro n a» h i­
zo que la mantequilla com enzara a derretirse y que goteara por su
frente, después p or su nariz ¡yluego hasta su boca!
Y cuanto más tiempo perdía el niño marchando por ahí, haciendo
comoque era el rey, más se derretía la mantequilla,y más goteaba has­
ta suboca —y él la lamía toda con mucho entusiasmo— cuando final­
mente desapareció toda la deliciosa y dulce mantequilla.
Y así es com o un niño que jugaba a ser rey se convirtió en tirano,
casi de un di a para otro.
Pues el sabor de algo dulce que venía del arduo trabajo de otros
(pero que guardó para sí mismo, sin ofrecerle una gota a nadie más)
le torció el corazón.
Aunque su prim era intención fue buena —llevarle mantequilla
a su m adre, que a su vez la com partiría con todos— , term inó por
privar a los dem ás de uno de los sabores más dulces de la vida, co ­
miéndoselo todo él sofito, m ientras quedaba atrapado en la red de
querer gobernarlo todo.

«Antes deque podam os ser libres», dijo mi amigo, «debemos en


frentarla putrefacción moral de cargadores de mantequilla como
CSC.»
306
desatando a la Mujer fuerte

Yo estoy de acuerdo con mi herm ano ghanés: confrontar al ni­


ño interminablemente glotón, si es que alguna vez intenta surgir en
nosotros después de tener una probadita de poder sobre los demás,
sin im portar qué tan benigno o maligno sea; lo debemos cuestionar,
delim itar, transform ar, pues m antener ese impulso por «com erse
todo» solo te lleva a tener una cabeza llena de serpientes.
Acordam os que se debían establecer todas estas prácticas para
proteger a los vulnerables, pero tam bién había que regresar a las
viejas form as de ser impecables de juicio y carácter, prem isas que
estaban prácticam ente intactas en la mayoría de las tribus africanas
antes de ser colonizadas y que se prohibieran en toda su integridad
sus éticas y form as de ver y estar con la Madre. Hacía mucho que
era hora de que se trajeran de vuelta esos ideales ancestrales de la
dignidad de la Santa Madre hacia los dem ás, que se enseñara a los
jóvenes com o no se había hecho en siglos por miedo a la to rtu ra,
la venganza y el exilio. Ahora era m om ento de poner en práctica y
com entar con buena luz todas las virtudes de la Santa Madre: cons­
tan cia, protección, paciencia, com pasión, profunda perspicacia,
corazón sanador, conducta correcta, alma herm osa, brío por la vi­
da, persistencia, respeto, defensa de, para y con aquello necesario
para el bien de las almas de los justos sobre la Tierra.
Las palabras dichas de forma vaga rara vez ayudarán de m anera
efectiva a cerrar una herida profunda. También las iglesias de Áfri­
ca tienen que seguir decidiendo si ayudan a liberarla y alejar a sus
pueblos del Niño Glotón, o si quieren volver a aceptar que los niños
jueguen a ser reyes y consuman egoístamente toda la dulce m ante­
quilla, suprimiendo así la totalidad de los dones del Espíritu Santo,
creados para com partir con y por todos los demás.

El Espíritu Santo insiste en el respeto hacia las mujeres, en lugar de


gritarles y fruncir el ceño como una rutina de intimidación.
El Espíritu Santo insiste en que un hombre pida permiso de m a­
nera clara para cortejar a una mujer o tener intimidad con ella, en
lugar de decir mentiras y/o violara una mujer o una niña.
J&s Manan de Al(ulr( /ljiini

El Espíritu Santo exige que ni una sola m ujer, niño, hombre o


anciano sea golpeado o m altratad o antes, durante o después del
final del día por no haber consentido a demandas irracionales que
dañan el cuerpo, m ente, corazón, espíritu o alma.
El Espíritu Santo insiste en que un hombre se pliegue para hacer
su parte en el bien com ún en todos los niveles, en lugar de imponer
a los vulnerables una esclavitud-servidum bre, diciendo «haz esto
por Jesú s»; o porque cualquier hombre o m ujer está empeñado en
jugar a ser un rey que pisotea la maleza, explotando a otros para ali­
m entar su fantasía de ser el único com edor de mantequilla corona­
do de todos los tiempos.
Esto y más se debe hablar abiertam ente, no una sino muchas
veces, todas las que sean necesarias para levantar a todas las al­
m as y volver a colocarlas en su lugar. Por supuesto que pasar de
la inconsciencia de los daños que hacemos a los demás a la concien­
cia de actuar de m aneras que no dañen a otros es un trabajo pesado
para el que no se puede contratar a un esclavo que lo haga por ti.
Cada alm a tiene que arran car su inconsciencia del barro p ri­
m ordial y d esarrollar conciencia; perm itir que la M adre del Co­
razón del Mundo tom e sus m an o s, corazón y cabeza, para que
los lleve a poner en acción estas nuevas actitudes y prácticas por sí
solos en misericordia de los demás.
Eso sería, queda claro, pasar de ser un monstruo en formación a
ser un héroe en recuperación.

Lista de deseos para el Papa,


para cualquier líder espiritual

El Papa Benedicto, a pesar de que podría haber ofrecido una ense­


ñanza mucho m ás detallada sobre protegerlas almas y vidas de las
mujeres, ni ños y otros vulnerables que viven en África, m ostró de
cualquier numera una conciencia sobre sí mismo y sobre los demás
que podría entenderse com o su declaración de que África todavía
tiene demasiados ni nos glotones que quieren un reinado de juguete.
308 '«fe
Dinotando a la M ujer J t u i to

Hubiera deseado que dijera algo sobre cóm o todas las acciones
derivan de actitudes subyacentes y tácitas que niegan el respeto, las
cuales deben cuestionarse y cam biar las nocivas por unas que hagan
sonreír a la Creación y a la Santa Madre. Hubiera deseado que dijera
a las mujeres cómo protegerse m ejor teológicam ente de los hom ­
bres que llevan la sotana y la pompa, pero se com portan vergonzo­
samente hacia las mujeres y niños.
Hubiera deseado que el Papa enum erara las ofensas comunes:
obligar a las mujeres a tener sexo. Golpearlas repetidamente, empu­
jarlas, darles bofetadas, azotarlas conlos puños y con palos, romperles
loshuesosycortarlas. Llamarlas prostitutas. Esclavizarlas, sin permi­
tirles una educación, obligándolas a hacer trabajos serviles para que
los hombres puedan vivir como reyes. Obligar a las mujeres y niños
a estar a disposición de las adicciones de los hombres. Hacer berrin­
ches escandalosos insistiendo en que el hombre es superior cuando no
se ha ganado el estatus que falsamente dice tener. Tratar a las mujeres
y niños como propiedad que puede usarse, venderse, intercambiarse y
humillarse, como se hizo en los viejos tiempos, sin cesar.
Las palabras que consuelan son buenas, pero M aría Nuestra
Madre tam bién lleva un Corazón con Siete Espadas. Con todo res­
peto, Papa, a veces es hora de sacar una espada del corazón y cortar
las m aterias enfermas para abrirlas y dejarlas a la vista de todos.
Pero puedo ver que lo que el Papa dejó fu era de sus discursos
es y seguirá siendo el enorm e y sagrado trabajo de las Marías de
Africa; lo que no se dijo y, m ás aún, quizás el Papa no supo definir
punto por punto y con claridad: el cómo hacer, el paso a paso, la de­
rrota del monstruo por el alma heroica. Puedo ver, y creo que uste­
des también como viejos creyentes, que el paso a paso lo llevarán las
Marías, las Marías del Corazón del Mundo.

Canto tic oración para las Marías

Algunas canciones son oraciones que se elevan, como esta que sim ­
plemente se llama «M aría», est rila por l’ally Griffin.1 Espero que la
:hmi
■G&sMarías ele kUuliv../lfr¡ru

lectura de este extracto de la canción les sacuda el alma com o lo hi­


zo con la mía. Adecuado para África y cualquier otro lugar, este es
con toda probabilidad uno de los himnos m arianos m ás heroicos de
nuestros tiempos.
Que estos pequeños extractos de una inspirada cantautora sean
también nuestro canto de oración para la Madre África, y luego para
todas las Marías en todas las tierras del mundo; que las Marías de cual­
quier parte resistan con fuerza... y con la mente clara...ycon el corazón
grande... y con la visión más aguda de lo que se necesitará después, pa -
so a paso hacia un mundo restaurado por esas actitudes de la Madre
del Mundo que deben ser resguardadasy protegidas por siempre...

María

María, estás cubierta de rosas,


estás cubierta de cenizas.
Estás cubierta de lluvia,
estás cubierta de bebés,
estás cubierta de tajos.
Estás cubierta de páramos,
estás cubierta de manchas...
María, estás cubierta de rosas,
estás cubierta de ruina,
estás cubierta de secretos,
estás cubierta de copas de árboles,
estás cubierta de pájaros
que pueden cantar un millón de canciones
sin una sola palabra...
Jesús dijo, Madre, no podía quedarm e otro día más.
Pasa volando junto a mi y le deja un beso sobre el rostro.
Mientras los ángeles b a la b a n , cubierto de gloria,
María se queda atrás y comienza a limpiar el lugar . . . 2
18
E L RECHAZO DE LO SAGRADO:
AQUÍ NO HAY LUGAR PARA TI

El ritual de La Posada
de «Oh, sí, a q u í ten em os
lugar p a r a ti»

F.xvoto: •l'l Cristo de I a Llave, el Niño Milagroso de María


312 '«fes
()(Halando a la M ujer -fuerte

La Llave1

Con la Llave del Amor


Lo que esté cerrado se abrirá;
Lo que tenga que m antenerse cerrado, se encerrará
cuidadosamente hacia dentro.
La Llave Misma sabe lo que se necesita... cuándo...
y por qué.

E l C r is to : el exilio de lo sagrado

¿A quién no lo han dejado afuera, echado o quién no ha escucha­


do que algún encargado le diga: «Aquí no hay lugar para ti»? Nos
arrastram os, gateamos o caminamos alejándonos, ojalá, con digni­
dad; seguimos adelante, intentándolo u n ay otra vez; aprovechamos
la siguiente oportunidad y la siguiente, hasta que encontram os una
m anera de satisfacer la necesidad; con frecuencia nos llega una for­
ma sorprendente y bienaventurada.
Algunos intentan aplastar esta determ inación del alm a, que
sigue y sigue adelante, sin im portar quién dijo qué, sin im portar
quién hizo qué, sin im portar el giro del destino que nos tocó, sin
im portar qué puertas se nos cierran.
Por eso no es raro ver en nuestras culturas modernas burdos ra ­
yones por encima de los hermosos impulsos del alma. Entonces to ­
do lo santo se aplasta hasta el fondo, se ridiculiza, rechaza, ignora,
desdeña, cubre, se transform a en m adera petrificada en lugar de un
cdmbiumvivo.
Pero todas esas denigraciones —que incluyen la santificación ruti­
naria que no es sincera— , estos esfuerzos por caricaturizar o expurgar lo
sagrado son como el vano esfuerzo de tratar de eliminar el azul del cielo.
Aquí es donde La Posada actúa como una vela en la oscuridad.
La Posada es un ritual que dice, a pesar de todo el parloteo y el desa­
liento del yo o de otros, «Encontraré la m anera; habrá un lugar, una
persona, un refugio. Seguiré adelante».
•*'' m
81 ritual d e j g íoscidci de ‘Oh, sí, aquí tenemos h tgur pura ti>

Creemos que no importa quién intente exiliar a lo genuinam en­


te sagrado, nunca funcionará por mucho tiem po, pues se siembra
de forma innata en la psique, en el espíritu, en el alma, en el cuerpo.
Lo sagrado no es algo que se coloca en nosotros. Es una luz radiante
que florece desde nosotros.

El Alma Grande se esconde

El Al ma G rande se esconde como un extraño


en todas las multitudes...
con frecuencia es el Niño más pequeño
quien reconoce al Desconocido de inmediato...
El Niño de repente sonríe y sonríe,
agita sus brazos con m angos demasiado largas,
patalea las puntitas rosadas de los dedos desnudos
del pie,
estira, estira, estira los brazos,
manos diminutas que se abren y cierran,
abren y cierran...
queriendo tocar,
queriendo traer más cerca,
queriendo probaral Santísimo.
¿Qué es ese anhelo
que lleva el Niño,
que puede detectar la presencia,
la dirección, la cercanía
del Amor Puro...?2

La historia d etrás de La Posada

Los rituales sirven para tratarde hacervolarel cemento cultural que


se colocó poco a pe >e<> o i nexorablemente sobre nuestros anhelos sin ­
ceros poi'lo sagrado. La ¡mención del ri lo es creai-barreras que nos
314
desatando a la M u jer ¿Fuerte

protejan de los daños que causa la sociedad con miras a restar fuerza o
desalentar a la gente hacia lo sagrado. La Posada es un ritual que bus­
ca transform ar la m anera en que la cultura dominante menosprecia
lo sagrado, para recibirlo otra vez cálidamente y con los brazos abier­
tos, como el abrazo entusiastay confiado de un niño.
El sagrado ritual de La Posada se basa en la historia ancestral
sobre la noche en que la Sagrada Familia intentó encontrar refugio
en una posada durante una m igración en m asa de grupos tribales:
viajeros de cabellos polvorientos que, dando tum bos por tierras
desérticas, trataban de cum plir con las dem andas del em perador
Augusto, pues había ordenado que todos volvieran a sus pueblos
natales para registrarlos en un censo y cobrarles impuestos.
El decreto del rapaz em perador llenó de dificultades a los p as­
tores, granjeros y familias pobres que vivían lejos de su lugar de n a­
cimiento. Tuvieron que llevarse con ellos a sus recién nacidos y las
esteras de sus enfermos y m oribundos; tuvieron que escarbar para
sacar suficiente comida; tuvieron que encontrar suficientes cobijas
para evitar que alguien se congelara en las frías noches desérticas.
Todos los viajeros esperaban de verdad —sin im portar la lenti­
tud con que tuvieran que cam inar para m antener unidos a todos sus
hijos, su ganado, sus lisiados, sus ancianos que cuando estuvie­
ran agotados pudieran encontrar un refugio, hasta el m ás rudimen­
tario , para poder descansar.
La h isto ria de Natividad de M a ría , la Gran M ujer, es así.
Ella, que estaba em barazada de la brillante Lucecita del Mundo,
necesitaba desesperadam ente un lugar para descansar. Estaba en
su noveno m es de em barazo, y había sido zangoloteada durante
kilóm etros de terreno rudo. Como sabe cualquier m ujer que haya
pasado por un em barazo, cam in ar puede h acer que em piece el
trabajo de parto con m ás furia, lo que vuelve aún m ás necesario
el refugio: por lo m enos un árbol, un poste de m adera para equi­
librarse, para poder parir.
Pero no había lugar en ninguno de los hostales en los que María,
con su gran embarazo, y su esposo, San José, rogaron que les dieran
asilo.
•*' m
& ritual de J'g fo s a d a de «Oh, sí, aquí tenemos lugar para li<

Entonces como ahora, ahora como entonces: algunos especulan que


no había habitaciones debido a la enorme migración de pueblos tribales
que ocurrió simultáneamente. Otros dicen que los posaderos rechaza­
ban a los pobres porque querían aguantar hasta que llegaran los viajeros
ricos, que pagarían precios inflados. Unos más dicen que los posaderos
despachaban a los de las clases, tribus y géneros que detestaban.
En todo caso, las puertas estaban cerradas para María, su esposo
carpintero y el radiante Niño en su vientre.
Pero, como demuestra una y otra vez el ritual ancestral y m oder­
no de La Posada, no se necesita dinero, educación, no se necesita
ser de la «tribu correcta», ni presagiar o predecir el futuro para que
un posadero le abra la puerta al Santo Peregrino.
Lo único que se necesita es m isericordia por los que están ca r­
gados de Am or Perfecto, y recordar el anhelo propio de unirse con
el Amor: así la llave gira automáticamente en la cerradura. La puerta
del corazón se abre repentinamente. Los Santos Peregrinos entran.

I m ita tio M a r ía :
La práctica de alum brar al Niño de la Luz cada día

La Posada significa literalmente transform ar el corazón propio en


una posada o «lugar de refugio» para que nazca la Luz del Mundo,
el Dios del Amor.
Hay prácticas para que cada alma se convierta en un refugio para
el Divino Niño y su Madre y su padre m ortal, formas de ver con el
alm ay no con el ego, que limpiarán mejor nuestras propias mentes
hastiadas y cuerpos medio envenenados, nuestras almas fatigadas
y espíritus descorazonados, haciéndolos vibrantes, receptivos, aco­
gedores y protectores refugios, otra vez.
No se habrán de seguir rutinas cansadas. Más bien, volveremos
a hacer lugares especiales en nuestras vidas reales para que el Amor
nazca literalmente en el mundo, por medio de La María, La Lumina,
La Portadora de la Luz, la Madre Santísima, con nosotros, para no
sotros, por medio de nosotros, una y otra vez.
316 -«fe
Desatando a la M ujer /Alerte

No solo un día del año; más bien una práctica cotidiana de acordar­
nos de otorgar el primer lugar al Amor sin barreras.
Si existe una plegaria que conm em ora al verdadero am or por el
Am or verdadero, ofrecería esta: «Creador, im prégnam e cada día
del presentey cada día del tiempo futuro; imprégname con el Niño del
Am or».
Me parece que dentro del hombre o la mujer que reza esto, o algo
parecido, comienza una suave escisión de las células del espíritu, una
división, un agregarse, sacudirse, desarrollarse justo com o en el em­
barazo humano. Ocurre un aleteo que se siente como las alas de una
m ariposa que laten y se aferran al bermellón del corazón verdade­
ram ente incondicional; crecen un cuerpo amable y una sutil mente
de Am or que llegarán a sery luego deberán nacer a diario. Con n o ­
sotros, para nosotros, por medio de nosotros.
Durante La Posada, el miedo de que am ar lo Sagrado sea de al­
guna m anera peligroso o engañoso se borra al igual que las mentiras
tontas de la sociedad. El tem or de que am ar debe acapararse como
si fuera una cosa; que el am or puede enferm arte si eres demasiado
adorable o demasiado am oroso; todo este sarro se desportilla de las
cavidades del corazón.
Al convertirse en p osad a, en un paradero en el cam ino, en un
refugio en lo silvestre de nuestras propias culturas, el Amor solo es
peligroso en el m ism o sentido en que la calidez es peligrosa para
las cosas que se han mantenido demasiado congeladas en un ceño
fruncido o sonrisas altaneras.
Así que tratam os específicamente de llevar a la fuerza a los te ­
m ores de am or hasta el basurero, y en cambio aum entam os nues­
tras acciones en el mundo que son de naturaleza h osp italaria, lo
que significa h acer gestos de bienvenida por y para el A m or. Lu­
cham os para hallar y vivir en formas favorables para el Amor. Res­
pondem os —incluso a las situaciones difíciles y a la gente— con
un prim er pensamiento, o por lo menos el último, de ser Amor, que
es lo contrario de ser parsimonioso.
Posada: rechazar la cultura dominante que no deja de decir que
es irreal enseñar el am or sin cadenas, cuando en realidad buscar
317
81 ritual cíala 'P o sa d a de «Oh, sí, aquí tenernos lugar futra ti•

el A m o re s el arm a y el remedio para todo aquello que es tedioso o


demasiado duro, demasiado blando, demasiado corto, demasiado
largo, demasiado vago, demasiado casi cualquier cosa por haber si­
do despojado de la simple dignidad.
R echazar la exigencia de la cultura dom inante de que seamos
todos enojones e im pacientes a veces significa detenernos: solo
detenernos y exam inar en qué m om entos de la vida nos erizam os
y defendemos, com portándonos com o si nos fueran a em baucar o
em pobrecer si nos atrevemos a regalar lo que de forma innata po­
seemos en abundancia infinita: Amor plenamente encendido.
La idea que da sustento a La Posada es volver a entrar en el éx­
tasis del am or y con el am or otra vez, abrir la puerta a nuestras m a­
neras de am ar, basándonos en los ejemplos establecidos por el Niño
M ilagroso, la Madre y el padre mortal y fiel. Es decir, actuar lo más
posible com o este pequeño grupo al que con cariño se llama la «Pri­
m era Fam ilia», los que solo ven a través de los ojos y el corazón del
Amor; los que tienen pocas fortificaciones arm adas; los que entien­
den el sacrificio y la determinación; los que protegen a otros; los que
conocen la caricia que cura; los que instruyen pacientem ente a los
ignorantes; los que saben cómo respirar como un descanso perfec­
to; los que siguen adelante.
Y m ás aún: desarrollam os la Imitatio M aría, una im itación
de la M adre M aría, com p ortán d on os com o Ella, sin p rob ar en
pequeños bocados la vida sino viviéndola con plena desenvol­
tura: alguien que lleva al Dios del A m or en medio de la oscuridad
de la noche, las tem pestades, las tribulaciones, las burlas, entre
todos los tem blores y ataques culturales, durante lo cual el Dios
del A m or siem pre es cuidado y protegido por la Santa M adre... y
por nosotros.
Comportarse exactamente de esa m anera hace que nazca el Hijo
del Am or, todos los días.
318
desatando a la M u je r ¿Fuerte

Preparativos adicionales para


convertirse en un refugio del am or

La Posada encierra nociones ancestrales acerca de la vida del alma.


En prim er lugar, lo diría de esta forma: el Alma sabe de qué m anera
vivir. El ego también podría saber, pero no por mucho tiempo. A n­
tes que nada, volvamos a aprender a depender del punto de vista del
alma.
Es el alma la que nos alienta a nom brar en voz alta lo que nece­
sita restaurarse en nosotros, nuestros hogares, familias, amistades,
políticas, nuestra espiritualidad, nuestra forma de ganarnos la vida,
nuestras vidas creativas, nuestras preocupaciones con los corazones
y almas de todo el mundo. Es el alma la que nos alienta después a
realizar, en lo que está a nuestro alcance en cada uno de estos cam ­
pos, lo que se necesita y lo que se pueda hacer ahora para ayudar a
«poner orden». Limpiar cada área de la vida tiene com o propósito
hacer espacio para que lo Divino encuentre un refugio en nosotros,
en los dem ás, en cada lugar de trabajo, en cada reunión, en cada
orilla de río, en cada mesa. Estas son varias formas de ofrecer es­
pacio generoso y refugio para los Santos, comprobadas a lo largo de
los años;

• Poner en orden las habitaciones interiores del pensa­


miento cotidiano: los puntos de vista propios, el inven­
tario de nuestras actitudes hacia el espíritu, el alma y el
cuerpo. Así cada persona lo aplica a su m anera o con ri­
tuales tradicionales prescritos por los sueños, las inspi­
raciones o las costumbres locales.
• Mi abuela solía llamar a esta limpieza ritual una « despu­
trefacción de lo m aduro»; con eso se refería a dar unos
cuantos pasos atrás para florecer y fructificar en la vida
de cada quien, y no perm itir el am ontonam iento conti­
nuo de frutos m architos en nuestras vidas, ideas dem a­
siado maduras que no aprovechamos, bienes materiales
y cosas acumuladas que ya no sirven de nada; en lugar
81 ritual de ía 'Posada de «Oh, sí, aquí tenemos lugar pura //'•

de eso, recortar, podar, recolectar y crear con ellos ahora


mismo.
Uno limpia no solo la mente y el corazón sino también el
hogar, el espacio de trabajo, los cajones y alacenas que
parecen «nidos de ardilla», objetos que uno guarda sin
buena razón. Estos ahora se pueden soltar y pasarse a
otros que muchas veces les darán buen uso. Así «abrimos
los candados», los nuestros y los del entorno; soltamos la
carga de fantasmas materiales que no traen valor a nues­
tras vidas y, por otro lado, hacem os mucho más espacio
para recibir a los Santos Huéspedes.
Esto tam bién significa abrir y desalojar toda la im p a­
ciencia, tensión, expectativas, proyecciones, rencores
y horarios caóticos que guardam os cuando olvidamos
«poner orden» com o una p ráctica regular, por co n si­
guiente optando vivir «sin un ápice de espacio libre» pa­
ra los Santos.
Al hacer refugios, algunas almas incluyen baños ritu a­
les para sacudir y volver a dar su forma original al cuerpo
y por lo tanto al espíritu. Esto puede incluir una devota
pero repentina inm ersión en heladas corrientes inver­
nales. Hay quienes hacen su ablución con ayunos, lo que
no significa m atarse de hambre y tortu rar el organismo,
sino alejarse de lo que lastim a o envenena la capacidad
que tiene el cuerpo de sentir el alma plenamente en todas
sus sensaciones, percepciones y riquezas.
Algunos im ponen cierta lentitud a las tareas — a p ro ­
pósito— para poder descansar en la agradable nube del
tiem po eterno. Otros verdaderam ente se enfocan solo
en lo que tienen enfrente, para volver a afinar el sagrado
don de ver con detalle y atención.
Algunos escriben un b o o k ieito , un pequeño «examen de
conciencia» diario, repasando todas las fallas propias:
las verdaderas, y a veces también imaginadas, como pa -
sa con los (|iic son demasiado exigentes. Sin embargo, yo
320
Úesatando a la M ujer /Alerte

aconsejaría para esto último: uno solamente puede su­


perar sus pecados imaginados de forma imaginaria. Me
parece, si esto viene en verdad del Creador, que es mejor
esperar hasta que los pecados imaginados sean verdade­
ros, y después realmente superarlos.
• Al hacer La Posada, las almas preparan el refugio para la
Presencia Sagrada al darle la bienvenida a sus consejeros
espirituales para sentarse al lado de ellos, quizás com ­
partir un té de miel, y entonces hablar en específico sobre
cómo uno puede mejorar la vida, la mente, el corazóny el
alma. Se sientan juntos y solo hablan con franqueza, en
pleno amor por la vida del alma que es dadora de Vida.
• En esencia, todos construyen una Posada cuando miden
y rem odelan, cuando nombran y confrontan flaquezas,
reparan alambradas débiles, cuando diluyen fuerzas que
exhiben demasiado orgullo o corrigen una falta de res­
puestas amorosas, al expresar largas amarguras si es ne­
cesario y al señalar las cortedades propias en los cuidados
reales y consideración por uno mismo y por los demás.
• B arrer, desempolvar, desm ontar y tirar se hace mucho
mejor cuando ponemos especial atención a nuestra des­
consideración hacia personas y asuntos que por error el
ego consideró «sin importancia».
• También van para afuera nuestros impulsos por pasar
demasiado tiempo mirando las imperfecciones insigni­
ficantes de cualquier cosa y no lo suficiente buscando al
Ser Sagrado en su totalidad. Hay que ju n tary sacar nues­
tras fallas para reparar infidencias con delicadeza tanto
como podamos, para revelar la profundidad de nuestros
corazones verdaderos sin im portar qué recibimos o no a
cambio, para poner la dureza en el interior donde perte­
nece y la suavidad afuera donde corresponde en el sagra -
do algoritmo de lo santo, y no al contrario.
• Literalmente reconocer y honrar a nuestros maestros, ve
nerar la memoria de los santos difuntos quienes, con líe
¿I ritual de í'g fo s a d a de «Oh, sí, aquí tenemos- lunar

cien cia, todavía se asoman por los m arcos de las puertas


entre los mundos, alguna vez, buscando indicarnos algo
útil, con amor.
• Llevar el perdón adelante por lo menos unos cuantos pasos.
• Este témenos —un lugar designado como refugio sagra­
d o— se limpia por dentro y por fuera al exam inar y ca­
talogar otras condiciones; tesoros resguardados pero no
atendidos, riquezas acumuladas para «algún día», uno
que sabemos que nunca vendrá; puertas atoradas que
h.ay que lijar; puertas que quedan demasiado abiertas y
dejan que toda la bondad se salga antes de poder conte­
nerla de una forma mejor y darle un uso creativo.
• Y en nuestras comunidades también, así como en las que
no vivimos, h acer siempre la pregunta: «¿Cóm o puedo
volverme más un refugio para el poder de lo Sagrado?».
• La intención de este cuestionam iento propio no es ca s­
tigarse ni desvalorizarse; más bien, se hace en el espíritu
del nacim iento de la Luz del Mundo, esto es, en el espí­
ritu de a m a re ilum inar nuestras cansadas, agobiadas y
rancias formas de pensar o actuar en el pasado.

Todo eso p repara dentro de nosotros las habitaciones durante el


tiempo de La Posada, de modo que el Amor encuentre su lugar para
nacer al Mundo: con nosotros, para nosotros, por medio de nosotros.

fifcir -¿JÉ!
El rizoma eterno

El tipo de A m or que se requiere


para que todo lo que necesite salvarse, se salve...
todo lo que necesite morirse, muera...
todo ¡oque necesite refugiarse,pueda realmente
refugiarse...
es ¡a bondad capaz de cultivar la bondad.
322
desatando a la M ujer ¿tuerte

La procesión ritual nocturna para


en co n trar refugio para el am or

En las Posadas en que he participado, mi intención es viajar con José


y María y El Bebé sin separarme de sus tribulaciones y desesperación
en busca de un albergue seguro para el nacimiento del Don del Amor.
Esta no es una tribulación imaginada, pues hoy, com o en tiem ­
pos anteriores, nos sentimos exiliados de la cultura dominante y las
reglas sociales, que el alma a veces encuentra desconcertantes.
El sentido de ser los exilios y los destierros no es algo que se «in­
terprete» en La Posada. Cada peregrino de La Posada es, en algún
sentido, en verdad un exilio buscando encontrar refugio del m un­
do para el Niño del Am or que lleva en su corazón. Con demasiada
frecuencia, los elementos detrás de la historia ancestral — ser vili­
pendiado, despreciado, que te digan «no hay lugar aquí para t o ­
siguen siendo muy reales para muchas almas en nuestros días.
Pero el ritual de La Posada busca recrear el proceso espiritual
y psicológico de no ser bienvenido a pesar de ser o p ortar un gran
Don. La procesión de almas m archa por la oscura noche invernal, no
con la esperanza sino con la feroz creencia que de alguna m anera,
en algún lugar, se encontrará un refugio duradero para El Don. Se
debe encontrar. Definitivamente.
Como con todo ritual, las p o sad as se practican con ligeras va­
riaciones según la ubicación, las familias, la parroquia, el país de
origen o lo que digan las venerables y malhumoradas ancianas.
Puede haber nueve noches en el ritual de La Posada; por lo ta n ­
to, se organiza en nueve hogares preseleccionados que cuando los
peregrinos vestidos como la Sagrada Familia lleguen a sus puertas,
los rechacen. No hay lugar para ustedes aquí. Muchísimas personas
se negarán a dar refugio a María y su familia.
El ritual comienza entonces, de noche, con una procesión que h a­
bitualmente inicia en la parroquia, a menudo acompañada del canto
de la «Letanía de La Virgen». Entonces, columpiando lazos de rosa-
riosycon velas encendidas,la procesión de almas camina en la noche
hacia la primera casa que rechazará a los que llevan al Cristi) N¡no.
81 ritual de La fosad a de O h , si, aquí tenemos lugar para ti-

La gente que abraza de cerca al am or

En algunas Posadas se escoge a distintas personas para representar


a María y jo sé en las noches sucesivas. A veces se elige a un niño di­
ferente cada noche para representar al Niño que llega, o si no, una
hermosa muñeca o m arioneta com o el Cristo Niño, justo del tam a­
ño de un bebé recién nacido; se envuelve y lo abrazan bien personas
de distintas edades.
Todavía m e saca una sonrisa en el corazón el recuerdo de una Po­
sada cuando vivía en Albuquerque en los años sesenta: un niñito muy
dulce se tambaleaba mientras cargaba al Cristocitoy su mami, su papi
y su a buelita lo seguían detrás y se agachaban sobre él para asegurarse
de que el pequeño Cristo Niño no se le cayera accidentalmente.
También recuerdo a los viejos con sus flexibles som breros os­
curos de fieltro, viejas mantillas deshilachadas, pañoletas de lana y
paliacates tejidos caminando unos con otros, columpiándose por la
cadera lastimada, el pie con el hueso torcido, o la rodilla de cartílago
desgastado.
Y recuerdo las m anos de un anciano que eran como m adera ás­
pera p or sus años de trabajo. Esas extrem idades viejas habían to ­
cado y aprendido tanto sobre la vida y la m uerte, y ahora cargaban
con mucha fuerza a la muñeca del Cristo Niño, abrazada a su grueso
pecho, como si tuviera la sola responsabilidad de proteger todo lo
que pudiera jam ás im portar; que si no cargaba y apretaba contra sí
al radiante Niñito, el mundo entero de alguna m anera desaparece­
ría para siempre en la oscuridad.
Así va la procesión viajera de casa en casa.
La Posada ocurre en pleno invierno; cuando viví en Taos algu­
nos vestían «ropas bíblicas» de arpillera que hacían ellos m ismos,
y usaban sus cham arras de com bate o chalecos militares encim a, o
largos abrigos negros con grandes botones de celuloide sobre batas
con estampados como de papel tapiz de rositas. Las mujeres a veces
llevaban las viejas chaquetas m arineras de sus esposos o se cubrían
la cabeza con rebocos de lana y algodón con flequillos que colgaban
hasta suscaileras.
3 2 4 ••
desatando a la M ujer ¿Fuerte

¿Se pueden im aginar una nube de oscuros abrigos cantando?


La gente estaba muy bien tapada, con bufandas y orejeras. Can­
taban m ucho y se am ontonaban a la orilla del cam ino, detenién­
dose aquí y allá para que esas viejas rodillas se doblaran, en lo que
parecía una danza con los pies en la versión de los Pueblos. Un
tam bor. Una flauta. Voces. Cristocito. Los ojos de tan tas personas
cansadas y desgastadas, llenas de esperanza y felicidad a la luz de
las velas.
En cada una de las nueve casas: un fuerte toc-toc-toc. Silencio
hasta que la puerta cruje al abrirse. Una tropa de personas ilumina­
das tenuem ente atrás de ella: tíos y tías, abuelos y abuelitas, otros
ancianos, los vecinos, pequeñines. Quienquiera que abriera nos
echaba un vistazo y de alguna form a indignada y teatral gruñían o
bramaban: «No, no, váyanse».
Algunos fingían dureza: «¡No, no hay lugar aquí para gente co ­
mo ustedes!».
Otros respondían con tristeza: «Ya estamos llenos. No hay lugar.
No tengo una habitación para ustedes».
Algunos se com portaban de form a crispada y am arga: «¡No!
¡Váyanse! Más vale que no los vuelva a ver por aquí otra vez».
Y todos bajábamos la cabeza, pero nos íbamos cantando y co ­
lumpiando nuestros rosarios y levantando nuestras velas, porque lo
sabíamos. Sabíamos que nosotros mismos llevábamos dentro la h a­
bitación suprema de la posada. Que no importaba qué dijera nadie,
sabíam os que habría lugar para el Niño del Am or, pues nosotros
éramos la posada misma, el aposento exacto que se necesitaba.

El am or siem pre abre la puerta cerrada del corazón

Así va La Posada. Se supone que nos deben rechazar de las casas


ocho veces. Pero en ocasiones el Amor interviene antes, y el ritual
se ladea, se va de cabeza (solo según la gente acartonada, claro) y
el orden planeado se retuerce com pletam ente... o com o casi todos
pensam os, se endereza por completo, después de todo.
¿ l ritual de T q rP o s a d a de «Oh, sí, aquí tenemos lugar¡xim ti•

En una ocasión, uno de los abuelos en una casa donde nos te ­


nían que rechazar había tom ado un poco de más al caer la tarde, y
en lugar ie-sostener la dura postura de «Váyanse de aquí, no ten e­
mos lugar para ustedes», estaba en su corazón de am or. Olvidó que
su papel era negarle una habitación en la posada a los cansados via-
jeros.
Al contrario, perturbó la Posada gritándonos desde la m esa de
la cocina, p e rla puerta abierta, a los que estábamos en la nieve: «Ay,
Dios mío, ¡sí! ¡Pasen!».
Se escuchó la voz de una mujer que gritaba desde la cocina: «No,
viejo tonto, se supone que tenemos que decir “¡No! ¡Váyanse!”».
El abuelo volvió a gritar: «Pasen, pasen todos. Tenemos mucho
lugar. ¿De qué demonios estás hablando? Adelante. Adelante».
Se oyó la voz de un niño en la cocina: «No, abuelo, se supone que
tenemos que decir que “No” ».
«Al demonio con el no. ¡Digan sí! Digan, “sí, se puede”. Pasen,
¡tenem osun catre, tenem os el sillón reclinable, está el suelo! ¿Qué
esperan?»
Nosotros, afuera en el frío, sentimos lo que María y José y Cris -
torito pueden haber sentido en la posada, mientras el posadero y su
esposa discutían si sí o si no, «déjalos entrar, no los dejes, sí déjalos,
no, no, no».
En otra ocasión, en La Posadade otro año, el hombre barbudo
que co n testó detrás de la pu erta dijo ten tativam en te: «N oooo,
yo m m m , no creo. Yo no, no hay h ab itació n .... b u en o ...». Tenía
síndrome de Down y él y su m am á habían practicado su discurso
para La Posada desde hacía días. Dijo su parte com o la planea­
ron y su querida m am i le dio palm aditas y lo alejó del m arco de
la puerta. N osotros, la trop a de celebrantes de La Posada, otra
vez rechazados, nos dimos vuelta para regresar a perdernos en la
oscuridad. Pero de repente salió corriendo a la entrada del porche
y hasta la nieve, gritando desde su corazón de am or: «¡N o, no!
¡Regresen! ¡Les doy mi cam a!».
lil corazón con el corrijo abierto siempre dejará entrar el amor.
Siempre, siempre. I lay quien pndríndeei r que osle muehaelio esta
326
Úesatando a la M ujer ¿fuerte

ba «m al», porque espetó «lo equivocado». Pero, de hecho, sujoven


alma era radiante y plena: el am or siempre encuentra refugio en el
corazón de los que están sin cerrojo de m anera tan permanente.

Prosigue La P o sa d a

Sin embargo, aunque algunos le dijimos aljoven: «Sí, muchas gracias


a ti y a tu gran corazón, volveremos, muchas gracias...», tuvimos que
seguir siendo rechazados. Así, nuestro grupito de oscuros cuervos
harapientos de La Posada, los rostros iluminados por las velas que
llevábamos, nos alejamos todos de esa casa volando en formación, te ­
niendo que seguir rechazando cualquier otra invitación tan amable y
un poco alegre de otros abuelos. No a los niños que trataban de hacer
que sus padres fueran sensatos y nos dejaran entrar, y hasta al hom ­
bre-niño crecido, lleno de un corazón permanente de amor.
Así que de nuevo seguimos caminando con dificultad en la oscu­
ridad, buscando el lugar para M aríay su familia, buscando mientras
recordábamos nuestros propios exilios, hasta cierto punto fundién­
dolos con los del Pueblo Santo. Recordar lo que era m ás im portante
resguardar, esa unidad que tenem os todos con los ancestrales M a­
ñ a n ó se yJesús de m anera real en el fríoy el hielo reales, la nievey la
humedad reales, en lugar de divorciarnos de cierto modo de la raíz,
amando de formas que supongo podrían parecer a una concurrencia
moderna como si actuáramos mal una antigua obra de teatro.
Sin im portar lo que otros pudieran estar pensando, unay otra vez
la gente que juró proteger la Luz, al Niño del Amor, tocó las puertas y
cantó las canciones para pedir refugio. Y fueron rechazados.
Son increíbles las em ociones, recuerdos, pensamientos y sen­
timientos que surgen para las almas cuando sus egos creen que, en
cierto sentido, solo están participando en un espectáculo. He visto
que ocurre también en el pésame: cuando después de la crucifixión
y muerte de Cristo se baja de su nicho o aliar la estatua de María y se
coloca en la ñaue, y la gente devota viene de rodillas para consolarla
y condolerse.
327
¿7 ritual deí'g. fosada de «Oh, sí, a q u í tenernos lu g a r /» m i l¡-

Ahí también vemos a hombres que sollozan, mujeres con lágri­


mas en los ojos y niñitos que lloran porque ellos tam bién, de m o­
dos a veces misteriosos, se sienten conmovidos y desgarrados por la
pérdida de la Luz del Mundo. La noche entre dos días. La oscuridad
sin saber con certeza si la Luz podrá nacer otra vez, si la Luz logrará
llegar con vida. Nunca sabemos si es la historia o el anhelo de la his­
toria lo que hace que recordem os de dónde venimos, y si lo mucho
que am am os a la Luz es lo que hace sollozar a tantos.
Y este elemento también está presente en La Posada. Un niño
que contesta a n te la puerta y dice con una dulce vocecita: «No, no
hay lugar para ustedes aquí», puede ser un golpe para el corazón de
cualquier padre que intenta dejar ir a su hijo amado porque ya es
hora, para cualquier padre distanciado de su hijo, cualquier padre
o abuelo que ha perdido a un hijo, cualquier miembro de un escua­
drón que ha perdido a un com pañero, cualquier persona que sufre
por sentirse rechazada. Y entonces puedes escucharlas lágrimas en
la oscuridad; las lágrimas llegan en las voces que cantany de pronto
vacilan; en la pérdida del ritm o; cuando la mitad de ellas bajan has­
ta un susurro.
Y si el que contesta ante la puerta es un anciano encorvado, tan
frágil que pía con aflautada voz de hojalata: «No, nadie se puede
quedar aquí», podemos estar seguros de que todos los que hemos
perdido a padresy m adres, los que ya no tenem os mayores, los que
extrañam os tanto tener una m adre o padre que sea real y am oroso
con nosotros, los que conocemos la evanescencia de la vida y siem ­
pre queremos decir a los muy ancianos: «No te m ueras, no te m ue­
ras, no te m u eras», pues entonces la canción de los peregrinos que
por favor piden refugio se deteriora hasta transform arse en un llan­
to y aullido verdadero.
Yeso está bien. Estam os juntos. Está bien.Nos abrazamos unos a
otros, nos reconfortamos, repartimos pañuelos entre todos, sostene­
mos las velas de los demás m ientras se enjugan los rostros. Los bra­
zos rodean los hombros, los brazos rodean las cinturas. Una tribu de
marineros de corazón herido; somos como muletasy vendas los unos
p.i i«i los ol ios i n ici il ras reinamos hasta la siguiente casa y la siguí en le.
328 '
l)( H a la n d o a la M ujer ¿Fuerte

Por último

H asta que por fin term ina la búsqueda. Al fin llegamos a la última
casa, hasta el mismísimo final de una larga travesía, donde están los
que les tocó el papel de la «gente com pasiva», que acogen del frío a
los cansados viajeros.
A veces hay distintas viejitas que son las parteras en la última
casa y corren a llevar a María de los brazos y la ayudan a acom odar­
se en una silla de espalda recta, de la m ejor m anera en que pueda
hacerlo una mujer con nueve meses de embarazo y en pleno trabajo
de parto que ya no puede doblarse. M aría mejor estira derechas las
piernas, los tobillos enfundados en calcetas de lana que la cubren
hasta las pantorrillas.
Esto trae muchas risas y recuerdos tímidos sobre «la vez que tenía
diez m eses de embarazo y parecía una casa», y cómo «se le rompió
la fuente, y yo tenía tanto miedo que traté de arrancar el auto con la
llave de la casa para llevarla al hospital», y otras historias sobre el na­
cimiento de la luz preciosa de alguien en su propio mundo precioso.
En esta última casa se sacarán las servietas o servilletas, m ante­
lería especial tan blanca como la nieve, doblada justo para este m o­
m ento, y pasteles y dulces y a menudo una piñata, y habrá mucho
regocijo de que por fin hay un lugar para que descanse el alma em ­
barazada con Nueva Vida. Y José, el frecuentemente desconcertado
protector, recibirá felicitaciones y le darán un poco de tequila fuerte
para calm ar la ansiedad por su esposa y el pequeño Niño. Apretarán
sus brazos para felicitarlo; los bigotes se alzarán y bajarán mientras
dicen: «Cuando esperaba que naciera mi prim er hijo pensé que me
saldrían alas», y le darán a José el sillón reclinable sólidoy grande, y
pronto las caras se habrán ruborizado por la risa y por tom ar té ca ­
liente con chiles adentro. Para todos esta última casa será un lugar
de honor, sin im portar lo humilde que sea; se preparó este sitio para
que nazca el Niño de Luz.
De nuevo.
Ahí, en cada persona, en su corazón sollozante, feliz, exhausto,
congelado pero que se calienta otra vez.
81 ritual de P o sa d a de «Oh, sí, aquí tenemos lugai para li>

Y hem os cam biado. Pasam os por el desierto oscuro, fuimos


golpeados por la memoria: la ancestraly la com ún, la personal y la
trascendental. No estamos separados de María, no estamos separa­
dos de José, no estamos separados del Cristocito.
Todos estamos juntos en esto. Nadie quedará varado, pues so­
mos los nuevos posaderos.

La Posada: la acogedora posada al lado del camino

Desde tiempos remotos,


se levantan fuerzas de ¡a oscuridad
escupiendo arena negra por todos lados
intentando apagar La Luz del Mundo...
intentando destruir a los hijos
e hijas de la Luz-

A veces, rogar de puerta en puerta


es la única manera
de encontrar refugio para lo Sagrado.

Aun cuando las puertas se cierren con fuerza,


eventualmente se abrirá una,
y la luz del hogar de adentro
saltará en la oscuridad,
para que la luzse encuentre con la Luz,
como el acero afila el Acero.

Pero incluso si nadie viene,


incluso si nadie abre la puerta,
o por lo menos nadie humano...
Afórrate bien, pues
entonces vendrán los ángeles...
y usando la llave del Amor,
lodos las purrias se abrirán
330
Denotando a la M ujer ¿fuerte

o se cerrarán bien con llave


protegiendo todo lo que está adentro...

Todo esto para ti,


y no en tu contra,
para ti que persististe,
tú mismo ahora, y todos los días
naciendo como el yo
al principio de la palabra
m ilagro...'

De esta m anera, tú m ism o,


en tus propias form as hum anas y conmovedoras
serás por siempre el hijo m ilagroso de María.
19
CARTA A LOS JÓ V EN ES M ÍSTICOS
Q U E SIG U EN A LA SANTA MADRE

Nuestra Señora de
G uadalupe:
El sen d ero del Corazón Roto

I..i letra M, como en lo M ística»


332
Desatando a la M ujer ¿Fuerte

ueridas almas valientes:

Q Escuchen, mis pequeños: me han escrito, diciéndome


que sienten un llamado como m ísticos. Unos de ustedes
tuvieron varias visiones de la Madre Santísima, o solo
una pequeñita (que puede ser suficiente para durar una vida ente­
ra), o desfallecieron justam ente de alguna otra forma por Nuestra
Señora, en una de sus múltiples formas.
Y ahora me escriben porque escucharon que intentam os, como
grupo de activistas por la justicia social, cam inar como contem pla­
tivos en —y no de— el mundo.
Desean saber cómo llam ar las experiencias que han estado te ­
niendo. Las palabras anticuadas son presenciasy apariciones. Pero
les ofrezco y aconsejo que las llamen con palabras más simples. Son
visitas, como las de una gran herm ana-m adre bienamada que viene
debido a un am or y familiaridad que tiene con ustedes de antaño.
Ella pasa por la puerta sin tocar para poder entregarles dulces o car­
nes, pan dulce o nutrimentos sustanciosos.
Los he escuchado decir con toda seriedad que no tienen acceso
a cuevas rocosas donde puedan instalar su residencia de inmediato
para poder perseguir su am or por Ella de m anera solitaria. M ’hijas
y m'hijos, entiendan que la cueva correcta para ustedes está donde
sea que esté su cam a. Su propio sótano, su propia m esa, su propia
esquina de la calle, su propia bicicleta, su propio callejón: todas es­
tas son las cuevas rocosas correctas. Es cierto que algunas personas
enseñan que los místicos viven en lugares apartados, pero muchos,
muchos alrededor del mundo viven exactamente como ustedes —de
la m anera más escondida de todas— como almas muy extraordina­
rias que viven dentro de circunstancias muy ordinarias.
Esto es lo justo y lo correcto, ya que aunque es herm oso pensar
en retirarse del Universo -quizás a algún lugar muy lejano de gran
belleza y serenidad en el que el mundo exterior rara vez se inm iscu­
y a— , Nuestra Señora deja crecer sus rosas m ás fuertes en el suelo
com ún donde más se le necesite: entre los bocinazos de los cláxo­
nes, am bulancias a toda velocidad, niños que gritan prim ero de
felicidad y luego de dolor, toda la gente que gime y baila v hace el
Jvueslra Señora de Guadalupe: 81 sendero del Corazón í{olo

amor, el trac himochi completo; todas las costumbres d elah u m an i-


dad cuyos cantares, sonidos, trabajos y acciones son parte del fun­
damento exacto para la armoniosa cacofonía: la música del cosmos.
Algunos dicen que el conocim iento repentino de las cuestiones
místicas se logra solamente en la calm a total; o que el Creador, en
una de las múltiples formas de Dios, aparece solamente de formas
ordenadas que son bellas y pintorescas; o que lo místico se muestra
solamente de m aneras por completo silenciosas. Todas son ciertas,
excepto por lo de «solamente».
Por ejemplo, el gran místico Jakob Boehme vio un rayo de sol re­
flejarse en el borde de un plato de peltre, y algunos dicen que fue
transportado a un éxtasis religioso de toda la vida. La M adre Cas­
tillo entró en un convento para preservar sus visiones y su poesía
extática. Otros se desarrollaron bajo lo que varios llamarían «con ­
diciones privilegiadas». Pero los m ejores visionarios, m ’hijos y
m’ hijas, crecen donde se plantan. Ahí exactam ente. No im porta si
el suelo es humilde o elevado.
Ta que las visitas que les ha hecho Ella no fueron tranquilas ni
decorosas com o las de Fátima o Lourdes, o ni siquiera episódicas
com o las de nuestro querido pariente ahora conocido a menudo en
la historia tan solo por su nombre colonizado, Don Diego, ustedes
preguntan, ¿tendrán algo de malo sus experiencias?
No. No, mis corazones, no tienen nada de malo. Son com pleta­
mente re cta s. Les aseguro contundentem ente que la Bienamada le
llega a algunos en completa calma. Pero, en mi experiencia, más ve­
ces aparece Ella en tiempos que no son tranquilos y en nubes de pol­
vo que no son particularmente pintorescas. Llega derrapando hasta
h acer un alto repentino en autos oscuros sobre cam inos de grava
aún más oscuros. Se para en medio de vidrios rotos en el borde de
las aceras. Camina en cada calle, se detiene en cada esquina, inclu­
so donde parece que, como mi abuela Querida solía decir, «Quizás
hasta “Dios Misma” debería tener cuidado».
Ella se aparecerá en infinidad de formas a quien sea un contem -
plativo y seguidor de la Santa M adre, creo. Se aparecerá tanto en
medio del ruido, la agitación y los momentos en que sentimos que el
334
desatando a la M ujer fu e rte

cielo se nos cae, com o cuando hay paz alrededor, por lo menos en el
pequeño universo de uno, pues Ella está presente con m ás frecuen­
cia cuando mayor necesidad hay de orden, fuerza, resistencia, una
nueva idea, ferocidad, esperanza y vitalidad.
Me escriben que a menudo parece que todo a su alrededor e s­
tá en el caos absoluto, y esto les provoca gran tristeza. Yo estaría de
acuerdo por completo. Nuestras penas parecen lo suficientemente
arduas, incluso aunque las aligeren ciertas felicidades a largo plazo.
Pero ver a otras personas sufrir rompe casi cualquier corazón. Y, sin
embargo, Ella está con ustedes de forma clara, pues el tipo de vidas
que hemos tenido llevarían a bastantes a volverse insensibles, cíni­
cos y m ordaces, y aun así, seguimos aquí con los corazones todavía
intactos.
Esta es una muy buena señal.

También quisiera decirles que hay un gran poder en el corazón roto.


A diferencia de muchos aspectos de la psique que pueden cerrarse o
esconderse cuando duelen, el corazón roto permanece abierto.
Aunque es cierto que duele, el corazón roto y abierto puede ser
una bendición sin parangón. No solo te permite ver a otros; te per­
mite verla a Ella constantemente.
Hace muy poco, se me volvió a rom per una vez m ás. ¿Cuántas
veces debe romperse un corazón en una sola vida? Cuando hago esta
pregunta, siempre recibo la respuesta: «Mil veces mil, por cualquier
cosa que valga la pena tener o resguardar».
Perm ítanm e contarles este relato de mi pequeña vida, y quizás
esto les pueda m o strar dos cosas muy útiles: en prim er lugar, que
asistir en Su nombre es muy, muy sencillo. Segundo, para muchos
la esencia del Creador no se encuentra en apariciones silenciosas y
doradas, sino m ás frecuentemente en medio del lodo y la tierra, en
las torm entas y truenos de la vida cotidiana.
Yo había pasado una m añana entera preparándom e para ir en
peregrinación. He hecho este tipo de peregrinación m uchas veces
en los últimos treinta años. Aquella a la que iba no tenía un final.
m
¿Vuestra Señora de Guadalupe: El sendero del Corazón ({oto

q u e jo supiera. Voy a u n santuario donde la m ayoría de la gente


nunca va, una casucha oscura, oscura, repleta de las alm as más su­
plicantes im aginarles, las m ás valientes, las m ás inocentes de casi
todas; un lugar repleto de gente que existe, como decía el poeta W.B.
Yeats, «. ..donde todas las escaleras comienzan / en la tienda de h a­
rapos y huesos del corazón».
Aunque durante parte de mi vida adulta he mirado con anhelo los
coloridos folletos de los sitios de peregrinación que son populares en
cada época, esos recorridos grupales que anuncian, y viajes exóticos a
lugares muy lejanos —las islas Egeas, los sitios templarios, el conjun­
to de Stonehenge,y todos los dem ás— , he crecido hasta llegar a la m i­
tad de mi séptima década y todavía no he ido a ninguno de esos lugares
asombrosos. Quizás algún día. Si escucho que Ella me pide que vaya.
Por el m om ento me preparé para ir a ese lugar donde nadie pide
muclio m ás que ta n solo poder resistir, y algún día ser liberados de
cualquier opresión. Es un sitio donde ningún jabón, ningún trapo
puede lim piar la historia de angustia existente. Es un mundo co n -
densado creado de la destilación y el hacinamiento de tantas almas,
todas listas para desatarse o correr o saltar al ataque. Es un santua­
rio dedicado a la profunda humildad del vagabundo, y en lugar de
encontrarse lleno de esperanza, este sitio está lleno de corazones
engañados, de crueles giros del destino, de las promesas incumpli­
das de los coyotes y cosas peores.
Soy una peregrina a la cárcel de inm igración. M ientras les e s­
cribo esta carta, toda la gente que será deportada está detenida ahí,
y no pueden volver a casa con sus familias haitianas, m exicanas, ir­
landesas o puertorriqueñas, pues los republicanos del 104 Congreso
de Estados Unidos amenazaron con paralizar al gobierno federal por
completo; en otras palabras, se detienen todos los cheques de nómina
y financiamientos, y los trabajadores federales pierden su empleo.
Así, m uchas almas serán detenidas en la cárcel durante varios
m eses m ás, algunos todavía m ás tiem po. Sus padres, sus seres
am ad os, sus n o u iasy novios, sus prom etidos no co n ocerán su
parad ero por n n largo y escalofriante tiempo. Hay muchas madres
y hernia lias, padres y herm anos asustados que rezan en las igle
336 "«fe
desatando a la M ujer Suerte

sias de M éxico, Haití, Irlanda y Puerto Rico por el regreso seguro


de sus fam iliares. Rezan con m iedo, pues bastantes enfrentan
trabas para saber el lugar exacto donde están detenidos sus seres
queridos.
Se hacen cargos adicionales para llam ar por teléfono desde la
cárcel; tan solo llam ar por cobrar a M éxico, tom ando en cuenta la
cuota por conexión y todo lo demás, puede costar más de cinco dó­
lares por minuto. Muchos aquí no tienen ni cincuenta centavos. En­
tre todos bromeamos sobre quién debería ser encarcelado, nuestros
hermanos y herm anas, o los políticos.
Empaco mi bolsita, un hatillo con varios tesoritos, cartas sagra­
das, varios remedios diminutos, hierbas y tés que los guardias me
perm iten m eter, rosarios para los que m ás necesidades tienen. Al
final va el minúsculo contenedor con una bola de algodón muy usa­
da, empapada de crism a. Antes de que el padre M elton, un gigan­
tesco sacerdote negro que enseña su form a profundamente étnica
de catolicism o en una parroquia del Medio Oeste conform ada por
atónitos euroam ericanos, me diera con gentileza su propio conte­
nedor de aceite para sanar, el mío estaba hecho del casquillo de una
bala que mi tía abuela juraba que venía del propio rifle de Emiliano
Zapata durante la Revolución.
Hay otra cosa que también llevo conmigo en la peregrinación,
la cosa m ás im portante que no lleva un objeto unido a su m em o­
ria. Llevo una misión de mi Guadalupe, una que me dio hace mucho
cuando niña. Cada vez que hago una peregrinación a la cárcel o a
la calle o a mi escritorio, pienso en los sucesos de hace mucho que
fueron influenciados por la Santa Madre. Y esto es lo que ahora les
relataré aquí. Pues, ¿porque otra razón habría yo de dejar mi cama
tibia para viajar a una cárcel li la en mitad del invierno, para ver a
muchos a quienes no volveré a contemplará Ustedes, que ya reciben
sus propias visitas de Ella, ya saben idilio aparece. Veamos.

Cuando tenía siete años, los adultos que estaban en mi vida hoga­
reña y escolar me dijeron que habla llegado a la «edad déla razón».
337
■ Nuestra Señora de Guadalupe: & sendero del Corazón '({oto

Al parecer, a pesar de las múltiples fugas carcelarias de mi niñez


(escaparm e de casa para estar en las enormes catedrales del bosque
o bautizando flores y niños m ás pequeños en el agua parlanchína
del riachuelo, o quedándome tarde en el bosque de noche para ver
el inquietante paisaje de las m arism as), con todo y estas tran sgre­
siones sem iterribles, yo, com o una pequeña, m aravillada n iñ a-
vagabunda, ahora estaba calificada para ser razonable, «capaz de
razonar».
En nuestra familia inm igrante y refugiada, varios de nuestros
ancianos hacían sus propias bendiciones y abluciones a partir de las
más formales que se hacían en la p arro q u ian a fuera el bautismo, la
prim era confesión o la Santa Comunión. Allá en esos tiem pos, los
miembros de la familia cargaban con tres veces más sacram entos de
los que brindaba la parroquia, incluidas las añejas abluciones para
el embarazo y la pérdida del bebé, para recuperarse del am or falli­
do, componer la vista y la audición interior del cuerpo, repararse de
guerras de diversos tipos, votos de lealtad y eternidad para los pro­
metidos y varios tipos de bendiciones sobre m uchas, m uchas otras
cuestiones de vida y muerte y renacimiento.
Así que no era inusual que después de esta charla sobre haber lle­
gado a la edad de la razón, una de mis tías, Kati, a quien amaba very
oler y escuchar, se acercara a m í y brom eara que todo este pasaje no
debería llamarse «la edad déla razón» (the age o f reason), sino «la
crueldad de la razón» (the ache o f reason). Ella era mi cómplice en
pequeñas travesuras, como quedarnos demasiado tiempo mirando el
ocaso sobre los campos, dejarme quitar mis horripilantes zapatos, de
esos «ortopédicos» y pesados que se torcían en otra dirección a la
de mis piesy tobillos. Ese tipo de cosas amables.
Pero ahora me miraba con seriedad y me instruía que, com o en
ciertas nooenas, ahora tam bién durante dos sem anas después de
consagrarm e a Nuestra Señora podría quizás saber mi futuro. Que
la cortina entre los m undos se abriría tan solo por dos sem anas.
Que yo podría quizás ver a través del vacío hasta el otro mundo. Que
debería poner profunda atención a lo que viera, pues cualquier su
ceso, eueslión, ida v vuelta en particular, capturaría mi corazón. Y
338 -'*5
(Desatando a la M ujer fu e rte

que estos avisos especiales se podrían entender como direcciones en


el cam ino hacia mi vida y trabajo futuros.
Estas conjeturas espirituales de mi tía y de las alas a su alrededor
no me asustaban, pues ¿para qué nace una católica si no para es­
forzarse por ir hacia los carism as, los dones del Espíritu Santo? In­
tentam os tom ar nuestras percepciones espirituales de m anera seria
y tam bién con buen hum or. Sabemos que a veces damos a otros la
apariencia de practicantes de extraños rituales y formalidades. Pero
nos esforzam os sin embargo en ir hacia lo que tenemos por verda­
dero: nuestros discernim ientos, intuiciones, visiones, oraciones,
sueños y profecías que rodean las intercesiones de y por la Gran
Mujer Santa.
A hora que tenía la edad, la sensibilidad suficiente, recibí mi
con sagración de por vida a La M ujer G rande. Ah, fue un ritual
que creo h abría aprobado T horeau, aunque previno en co n tra
de las ocasiones que requerían de ropa nueva. Tenía un rebocito
nuevo que mi tía me había tejido con gancho. No hubo lujo, pero
sí pedidos y bendiciones fervientes y sinceros. Todas las ancianas
y m onjas parecían usar el m ism o tipo de zapatos negros con ta co ­
nes cubanos. Había bancos de niebla de incienso, cánticos con las
adoraciones m ás vividas al Santo Niño del Am or, y m ucho oscilar
de rosarios negros, algunos con cuentas hechas de nogal, otros de
sem illas. Amé todo esto desde el cen tro m ism o de m i ser y
de regreso.
Con los brazos estirados hasta donde podía y los ojos levantados
a la Gran Madre Santa, me hinqué durante lo que parecieron horas
en el piso de ladrillo más helado imaginable, hasta que me comenzó
ese terrible dolor del frío, como una pulmonía en las rodillas. Me
dijeron que repitiera después de los adultos m uchas cosas —pala­
bras y súplicas y oraciones—y recuerdo tam bién repetir palabras
que prom etían mi virginidad a la Madre Santísima para siempre.
Dije las palabras sagradas sinceram ente, como me habían enseña­
do; «consciente, pero sin parpadear».
Sabía lo que era una virgen: en p rim er lugar era, en algu
nos barrios, el prim er nombre de Guadalupe, (lomo mis propios
v 339
J'fuestra Señora de Guadalupe: & sendero del Corazón ({oto

dos nom bres, o como una de mis am igas, María Cecilia: Virgen de
Guadalupe. En segundo lugar, ser una «virgen» significaba tratar
de se r com o Ella: brillantem ente colorida, feroz, vigilante, con la
lealtad de un buen perro.
Mi tía me había dicho que en los siguiente trece días iba a ver
trece cosas que me afectarían de por vida, cosas «que te pedirán
tu ayuda, tus m anos, tu corazón, por el resto de tu vida». E n to n ­
ces intenté m antener realm ente abiertos los ojos. Ella dijo: «Eres
una niñita, y todavía puedes ver lo que casi todos los mayores ya no
quieren ver: puedes ver lo que necesita tu ayuda».
En e sa sem ana vi m uchas cosas. La mayoría no eran e xtrao r­
dinarias para nuestras vidasy tiempos; eran o arrebatadoram ente
hermosas o arrebatadoram ente violentas (de niña vivía en una zo­
na rural poco desarrollada del medio oeste norteam ericano, y es­
tos contrastes eran sin tregua la norm a). Ahí, muchos celebraban la
bellezay muchos, muchos habían caído en la violencia o resultaron
heridos por ella en sus múltiples formas.
En sus esfuerzos por repararse después de ser víctimas de la vio­
lencia, varios se endurecieron; otros cayeron aún m ás bajo, otros
agacháronlas cabezas y prosiguieron resignadamente, algunos es­
caparon, otros aguantaron. Cualquiera que haya vivido un terror se­
mejante sabe exactam ente cómo es. Sé que bastantes de ustedes lo
entenderán.
Así que m uchas cosas vi durante esos trece días santos, para
las que me preparó mi tía. Pero una de las más sorprendentes lle­
gó m ientras paseaba por un sendero de tierra entre la lejanía del
bosque. Un poco más adelante, el auto grande de un sheriff, en una
nube de polvo aún más grande, se detuvo derrapando a la orilla del
camino .Justo ahí, un poco más adentro del bosque, había un cam ­
pamento de lonas y palos de algunos vagabundos que regularmente
saltaban deliren de carga m ás adelante, y se quedaban por periodos
de tiempo en nuestra parte del bosque.
Creo que hay veces en que puedes oler cuando llegan las malas
intenciones, Salle deprisa en el cam pojunto al camino y me acosté
pa ra esconderme ri il re los Ia líos secos ahí. I,os ayudantes del sheri/j'
340 '***
Desatando a la M ujer fu e rte

hicieron a un lado la lona de la entrada de la tienda hecha con pa­


los y entraron con fuerza. Menos de un minuto después se desató
el infierno y con terrible estruendo de ollas que golpeaban y caían,
sonidos de pelea y muchos gritos e insultos, un oficial arrastró a un
hombre semidesnudo esposado fuera del cobertizo de lona.
El pobre hombre estaba vestido como muchos que viven escon­
didos en esa parte del bosque, bastantes de los cuales venían de las
colinas de Apalachia con su rústico inglés isabelino, de algunos de
los cuales yo me había vuelto su m ejor am iga. Su cam iseta rota
de tiran tes estaba gris por el aceite; sus pantalones estaban m an ­
chados de pintura y tierra. Estaba sin lavar, sin rasurar, sin peinar
y, como un toro am arrado en el suelo, sus ojos daban vueltas, su bo­
ca babeaba m ientras gritaba lo que a m í me sonaba como «¡Milady!
¡M ilady!». El oficial empujó al desaliñado hombre dentro de la pa­
trulla y cerró la puerta con fuerza, corriendo de vuelta a la tienda.
Al tiempo que m iraba asustada y horrorizada, creí escuchar en mi
cabeza una voz tranquila y suave que preguntaba: «¿Me am as?».
«¿A m arte? ¿A m arte?», me pregunté. Mi angustia sobre lo que
estaba viendo era tan grande que apenas podía entender las pala­
bras dichas al oído de mi corazón.
«Si me am as, confórtalos.»
«¡¿Qué?!», imploré, tratando de entender. Antes de que pudiera
reaccionar, los oficiales arrastraron desde la tienda a una mujer que
gritaba. Ella luchaba contra la m anera en que la maltrataban. Tenía
un cigarro corto encendido entre dos dedos, y llevaba solo un zapato
de piso, negro y m altrecho, que me hizo pensar en grillos y escara­
bajos brillantes.
Los hombres aferraban sus brazos delgadísimos, casi com o de
un esqueleto, y justo ante mis ojos los doblaron hacia atrás en án ­
gulos que no eran verdaderamente posibles. Ella era toda palabras
furiosas y m iembros que se sacudían con furia. Gritaba y gritaba y
por un mom ento impresionante sentí que miraba directo hacia mí,
dirigiéndose justo a mí, aunque con seguridad no podría haberme
visto en el cam po frondoso al otro lado del cam ino. «Ayúdenme,
ayúdenme», gritó con la voz más lastimera.
r '4 » ‘^41
'Muestra Señera de Guadalupe: El sendero del Corazón Í{oto

Un oficial le jalaba la cabeza hacia atrás por su largo cabello.


Otro intentaba sacarle de los pantalones la parte de atrás del sué­
te r para subirla sobre su cabeza y que le colgara como una capucha.
«Ayúdenme, ayúdenme», gritó una y otra vez.
En mi corazón alterado escuché a una voz tranquila preguntar
una vez m ás:
«¿Me amas? S iesasí, entonces ayúdame».
Me sentí profundamente confundida, pero me levanté rápida co­
m o una codorniz. Tenía repentinas turbinas en mis piernas, y con mis
brazos estirándose tres metros adelante de mí, mis pulmones reple­
tos de una gigantesca nube de torm enta y la cabeza hacia atrás, bajé
corriendo como una niña loca por el cam inoy lo atravesé. Los oficia­
les estaban empujando a la mujer dentro del automóvil. Cerraban con
fuerza las puertas a la pareja. Los oficiales se subieron adelantey azo­
taron sus propias puertas. Todavía podía escuchar a la mujer gritar.
«Ayúdenme, ayúdenme.»
Completamente en pánico pero de alguna m anera capaz, pensé:
«Sí, te ayu d aré». Todavía agonizando pero de una m anera nueva,
pensé: «¿Pero cómo? ¿Cómo?».
Alcancé el costado de la parte trasera del gran sedán justo cuan­
do el auto arrancaba. Grité con fuerza; esperaba llamar con una voz
que pudiera escucharse desde la Tierra hasta los Cielos, pero me te ­
mo que estaba tan llena de miedo que quizás solo emití un graznido.
Pero sentí que jalé hacia dentro el aire de las torm entas de viento y
que estallé con toda la fuerza que podía, así como había visto hacer a
las ancianas en los rituales de sanación. Grité:
«En su nombre y en nombre de todo lo sagrado, ¡no lastim en a
estas personas!».
Los oficiales se sobre saltaron y frenaron con fuerza. Tuve ape­
nas el tiem po suficiente para aventarme sobre la cajuela, donde los
rostros de las dos almas dem acradas y esposadas m e m iraron con
loque parecía un excelso asombro. Tuve justo el tiempo suficiente,
medio segundo, para usar tres de mis dedos a la vez y hacer la Señal
de la Cruz en la polvorienta ventana trasera y gritar: «listas almas
están bajo mi p ro lm in n ».
342 -'*3
desatando a la M ujer ¿Fuerte

Ahora comenzaba a bajar la ventana del lado del conductor. Me


deslicé del auto y caí en el cam ino, viendo mi propio reflejo en el
tapacubos salpicado de lodo. Ahora se abría la puerta del conduc­
tor. Me levanté desesperadamente y corrí como si me persiguiera un
demonio. Corrí y corrí como loca hasta lo más profundo del campo
salvaje de varas rotas de gordolobo.
La patrulla se alejó lentamente haciendo crujir la grava, y siguió
avanzando. Al m irar sobre mi hombro pude ver las cruces en la pol­
vorienta ventana trasera del auto. Las hice grandes, las tres, todas
se intersecaban, grandes y audaces. Como ella. Igualmente. Como
los corazones y almas del hombre y la mujer que se llevaron. Igual­
mente. Como los corazones y almas verdaderos de los hombres sin
conciencia que se los llevaron. Igualmente.
No supe exactam ente lo que hice entonces o posteriormente. Ni
siquiera estoy segura tantos años después. Solo sé que seguí en lugar
de guiar. Luego de que se fuera el auto del sheriff, me hundí m ás y
más en el bosque hasta encontrar el riachuelo. Ahí me senté, o más
bien me caí, y no me podía volver a levantar, pues me temblaban
mucho las piernas. Me puse mal del estóm ago como la vez que, en
un experim ento infantil, mezclé leche conjugo de toronja y me lo
tomé. Esta vez, finalmente me volteé de lado y vomité.
Después me arrastré hasta el follaje colgante de un roble de­
form e, me tiré boca abajo por m ucho tiem po, respirando las fra­
gancias intensas y sanadoras de la tierra repleta de hierro de mi
hogar. Lloré muchas lágrimas por cuestiones que apenas puedo ex­
plicar. Luego cam iné en el río, mis grandes y extraños zapatos to ­
davía puestos. Me acosté en el agua am orosa, no como Ofelia, sino
como un bautizo, vuelta a enterrar de nuevo en la vida de los vivos.
No sé qué hicieron mal el hombre y la mujer. Tal vez nada. Vaga­
bundos. Hablaban demasiado fuerte, hacían el am or ruidosam en­
te, o solo por su presencia molestaban a la alta burguesía que había
llegado para construir grandes casas en el bosque y sabíamos que
se sentían incómodos a causa de nosotros, auténticos pueblerinos.
Unicam ente sé que el sonido de puños golpeando huesos es un so ­
nido y una visión en verdad nauseabunda, y ese sonido y sensac ión
v 343
'Mies tra Señora de Guadalupe: 81 sendero del Corazón ({oto

no me eran desconocidos ni antes ni después. Y la vida siguió ade­


lante. Pero no para mí, no como antes.
Aunque pude levantarme por milésima vez, millonésima vez, y
seguir adelante porque no había otra cosa que hacer, porque era un
cruel tiempo m uerto en la cultura de esa época, en el que no había
ayuda directa, no había auxilio, no se buscaba ver qué estaba mal en
cuanto a las injusticias que atestigüé ese día y más, antes y después.
Sin embargo, nunca lo pude olvidar.
Tuve un extrañ o m om ento entonces, que algún día llegaría a
entender como el «m om ento transform ador», com o cuando cae el
rayo y toda la visión y el saber se cargan y cambian en un instante.
La electricidad de cuerpo, mente, corazón, alma y espíritu de uno se
altera en un instante. Se vuelve más profètico, más capaz de cargar
corriente. En el sendero con la gente del bosque, pensé que había
visto a la gente santa ser maltratada. Por la ventana trasera del auto,
en esos pobres inocentes prisioneros creí ver por un segundo, en los
dos, a mi Guadalupe sufriendo. Pensé que lavi ser atacada. Este era
el final de mi vida como la conocía hasta entonces.
«¿Me am as? Entonces ayúdame.» Este fue uno de mis trece lla­
mados posconsagración a la «edad de la razón».

Cuando le dije a mi tía lo que había pasado, lloró y me tom ó de las


manos. «N otienes que preguntar quién dice “Están bajo mi protec­
ción”», dijo. «Ya lo sabes.»
Sentí que silo sabía.
Doce años después, cuando tenía diecinueve, escuché esto de Ella:
«¿Me amas, herm ana?».
Yo contesté: «Sí, mi Más Querida, te am o».
«¿Cuánto me am as?»
«Con todo el corazón, Mi Bienamada».
«¿Me visitarás entonces en la cárcel?»
«¿En la cárcel?»
A los diecinueve años me daba miedo ir a un penal. Pero hice mi
pi iiui i isi iiu visita a lina cárcel en la ciudad de Michigan, com o iría
344 ' «
desatando a la M ujer fu e rte

de peregrinación los siguientes años a muchas otras prisiones, al­


gunas construidas por el gobierno, y otras tantas, tantas prisiones
del alm a, hechas por los seres hum anos, y a mis propios encarce­
lamientos también, algunos por haberlos escogido, otros por duros
giros del destino.
Prom etí entonces, al final de mi adolescencia, que si seguía
escu ch an d o su llam ado in ten taría seguir yendo adonde fuera
enviada. Como pueden ver, estoy com pletam ente loca por Ella.
Todavía voy. Esta vez era la cárcel de inm igración, en otras fechas
han sido peregrinaciones varias veces al año a otros lugares: a los
reform atorios para niños de dieciocho a veintiún años, los refor­
m atorios para niñas y niños de doce a dieciocho años, la peniten­
ciaría para hom bres, la prisión federal de m ujeres, las cárceles de
la ciudad y del condado, las estatales, a veces atendiendo en hos­
pitales urbanos a pacientes traídos en cadenas para una cirugía
necesaria.
Y así prosigue, como siempre.
¿Me amas?
Sí, te amo.
¿Entonces vendrías a verme en el hogar para madres solteras?
Lo haría - y ahí la siguiente espada me atraviesa el corazón.
¿Me am as?
Sí, te amo.
¿Puedes ayudar a dirigir un refugio para m ujeres golpeadas?
¿Puedes lam er las heridas de los heridos?
Sí. Otra espada.
¿Me amas?
Sí, te amo mucho.
¿Caminarás conmigo por los barrios bajos con hisopos y alcohol
para limpiar manos y pies rebosantes de bacterias, cortadas y heri­
das de hombres y mujeres que apenas pueden distinguirse unos de
otros? ¿Harías eso por mí?
Sí. Lina espada grande.
¿Me amas?
Con todo lo que soy.
* ' 345
'Nuestra ¿m o ra de Guadalupe: 81 sendero del Corazón í{ul<>

¿Te pararás en el frío de una noche de Chicago en pleno invierno


para vendar la herida de un desconocido, m ientras el viejo te cuenta
la historia de su vida con el peor aliento que puedas imaginar?
Sí, eso lo puedo hacer.
¿Me amas? ¿Me amas?
Sí, sí, mil veces sí.

Así que, m ’hijas y m ’hijos, estoy por cerrar esta carta a ustedes. Me
han preguntado el modo de continuar y profundizar su devoción a
Ella. Tengo una gran sensación interior de que ya lo conocen y so­
lo necesitan un pequeño recordatorio. Llega m ás bien de m aneras
desordenadas, con frecuencia en una forma muy grande y muy au­
daz, no recatada.

La reconocerán a primera vista,


pues Ella es una mujer
que se uejusto como ustedes
y como todo lo que aman.
¿Recuerdan?

Coda: Mi Guadalupe es la líder


de las chicas banda del Cielo

Mi Guadalupe es la líder de las chicas banda del Cielo.


Es distinta de la mujer serena azul pálido.
Es serena, sí, como es sereno un gran océano.
Es obediente, sí, como el sol naciente
obedece la línea del horizonte.
Es dulce, sí,
Como un enorm e bosque de dulces arces.
Tiene un g ran corazón, santidad vasta,
y comociKilqu ier líder de las chicas banda debería tener,
caderas sustanciosas.
346
l)< salando a la M ujer ¿Fuerte

Su regazo es lo suficientemente grande


para sostener hasta al último de nosotros.
Su abrazo
nos puede sostener
a todos...
Y con tan Inmaculado Amor.

«Aymen

(como diría mi abuela),


y una mujercita».

y con amor,
Dra. E.
2 0
LOS IN M IG RAN TES, TODOS SOMOS IN M IG RA N TES:
E L FU EG O CREATIVO QUE NO SE PU ED E SO FO CA R

Trataron de p a ra rla
en la fr o n te r a
348 ^
Desatando a la M ujer Jiierte

PRIMERA PARTE

T rataron de pararla en la frontera

Ella corrió por el Camino Real de México, pero


trataron de pararla en la frontera.
No hay visas para los de su tipo, ya saben...
indocumentada, algunos estaban seguros.
Para los guardias fronterizos, la migra, no tenía buena pinta.
A nadie le importaba que muchos, muchos parientes
la esperaran de regreso en Santa Fe
y en pueblitos cercanos con nombres
como La Ciénega, allá por Chupadero, y Española.

Sus múltiples parientes, con bebés en brazos,


rezaban todos los días y noches para que viajara segura
y en particular para que pasara tranquila la frontera.

Su familia ya tenía besos listos en los labios


solo para dárselos a ella.
Habían preparado agua especial para hacer su ritual de purificación
por haber hecho este peligroso viaje exitosamente.

Pero el destino no lo permitiría, sus oraciones no fueron respondidas.

La detuvieron en la frontera; los guardias fronterizos irrum pieron


en el camión,
sus razones ahora parecían muy claras,
pues su sola redondez era tan grande...
una campesina, no una esbelta mujer de la ciudad
solo era una chica campesina que creció...
y ahora, embarazada, parecía mucho más grande de lo normal.

Y nada más intentaba cruzar la frontera...


tenía «la panza muy salida», como dicen las parteras,
:m í )
■Trataron de pararla en la fronti ni

no cabía imaginarse, con su embarazo y todo,


que pudiera doblarse hasta tener el tam año de un mosquito.

Así que no, resaltaba; esa panza en cierto modo, ya sabes,


se veía muy sospechosa y todo...
Era claro que venía de uno de los pueblos más viejos.
Se notaba por su ropa extrañay pies descalzos.
¿Porqué querría alguien así entrar a nuestro país?

Así que la agarró Inmigración y Aduanas.


Y el chofer del camión que la llevaba,
se asustó y desapareció.
Y Aduanas interrogó, queriendo ver documentos.
Documentos y documentos y m ás documentos.
Y dinero también.
Pero ella no cargaba ni ¡a retícula, una bolsita,
y ni siquiera tenía monedas.
Solo podía responder
con los tesoros de sus hermosos ojos.

Entonces se la llevaron adonde se llevan a toda la gente sospechosa,


au n alm acén formado por separas;
y ahí sola en el piso frío reclinó la cabeza.
Y m etieron sus m anos en su ropa de maternidad,
seguros de que llevaba contrabando.
«¿Y esta panza, es verdadera o falsa?
Quizás está llena de cocaína, probablemente...
Ah, esta gente intenta lo que sea para pasar drogas.»
Y asila obligaron a hacerse una radiografía, solo para asegurarse.
Después, nada más los miraba por la reja
de la jaula donde la metieron.
¿Vendría alguien, quien fuera, a liberarla?

Nadie vino.
350
desatando a la M ujer ¿Fuerte

Al día siguiente.

Nadie vino.

Al día siguiente.

Estaba perdida.

Mas no olvidada.

SEGUNDA PARTE

D esesperación en los pueblos de Estados Unidos

Qué solos se sentían todos por su pariente encarcelada, pues desde


tiem pos lejanos, en lo que alguna vez fue México y ahora es E sta­
dos Unidos, lafamilia había crecido hasta tener miles de miembros
—consanguíneos o no— : miles de tías, tíos, comadres, compadres,
primos — especialmente prim os— , mamis, papis, abuelos, abue-
litas, vecinos, todos los que intercam biaban plantas de jitom ate,
todos los que cultivaban jardines entre la cham iza y los árboles de
piñón en las colinas de Santa Fe. Todos se habían convertido en fa­
milia por virtud de la comida y la Fe.
A hora rezaba y rezaba este enorm e grupo de «fam ilias den­
tro de una Fam ilia», esperando escuchar noticias del paradero de
su pariente perdida, rezando por ver quizás hasta un viejo camión
mexicano con banderitas religiosas y felpilla roja que ondulaba en la
tapicería. Se imaginaban cómo vendría el cam ión resoplando por
la frontera, inclinándose a los lados por el esfuerzo, llevándola por
fin a casa con su gente en el norte...
Todos ahí esperaron.
Muchos lloraron por su extravío.
t* v 35|
’Trataron depararla en la frontera

TERCERA PARTE

Y la m adre em barazada esperaba en la cárcel

Y esperaba...
habiendo cometido el crimen de tratar de cruzar
una línea
que alguien decía que era sagrada...
una línea dibujada en la arena
a lo largo de las márgenes del río Bravo
por menos de diez hombres, hace mucho.

l a madre embarazada esperaba en su cárcel.


Y esperaba.

CUARTA PARTE

M ientras tanto, en la frontera, los h o m b resy las


m ujeres llegaban en m asa, agitando docum entos

Volaron llamadas telefónicas por los cables mágicos, exigiendo que


se le encontrara. Llamaron a un santón para hacer lo que hacen los
santones: negociar la liberación de la joven madre del tanque que la
retenía. Llevarla a casa con su gente.
Y al final se hizo. De alguna m anera la sangre adusta y las ora­
ciones que se enviaron sobre las m ontañas Sangre de Cristo y San­
día, la repentina aparición de estas almas gentiles pero feroces en la
frontera, llevaron a su liberación.
Y entonces la dejaron libre y fue llevada el resto del cam ino en
un gran cam ión rojo de Estados Unidos, apropiadamente bautizado
por su fabricante con el nombre Ram, El Ariete.
Ycasi nunca hasvistotalregocijo.-losadolescentesllevaban en alto
las cama ras do sus teléfonos, losancianos lloraban, los que portan c¡
caldéesele la vida sollozaban y reían, los niños cubrían todo de (lores.
352
Desatando a la M ujer-hurte

QUINTA PARTE

Salió del cam ión,


y la consintieron y confortaron

.. .la besaron y la tocaron como si sus almas


hubieran conocido al fin a su Alma gemela.
Comenzaron a cantar los viejos himnos...
m ientras la fam ilia extraordinaria se reunía de nuevo...
Sueño hecho realidad, ella había cruzado la frontera...
por el mismo sendero que recorrieron todos los ancestros hace mucho...
Nuestra Señora de Guadalupe, con el Cristocito en su vientre.
Llegó con su gente, con todas las alm as que tienen un lugar para
Ella.

Y su pequeño Hijo, «el radiante Bebé de contrabando», quien es in­


visible para todos los que todavía no tienen ojos para ver ni oídos
para escuchar; invisible incluso para las máquinas de rayos X.
Por fin Ella y su Pequeño estaban aquí, seguros en los brazos y
ojos y corazones que la aman, los que siempre han amado a La Con­
quista, la Madre de los Conquistados, la Madre de las Américas que
siempre lleva su Precioso Cargamento.

SEXTA PARTE

Y m ás de un viejo p eregrino en Santa Fe


podía escuchar las palabras de
L a S e ñ o r a d e G u a d a lu p e
sin que Ella las dijera en voz alta

Guadalupe susurraba que la conm ovían los tem ores de la gente y


su gran am or, pero que en realidad Ella nunca se perdió. Solo tenía
trabajo que hacer... en la frontera... en un almacén,
* * ' 353
Trataron de pararla en la frontera

...quizás con uno de los pobres viejos que allí barrían los suelos
...quizás con uno de los jóvenes que venían a grafitear una pared
.. .quizás con un oficial que la vioy recordó otra vez el corazón generoso
...quizás con una joven m adre que no sabía si lo conseguiría, pero
viendo a Nuestra Señora del otro lado de la barda, tendida en el sue­
lo pero toda dignidad, se sintió llena de una valiente gracia y supo
que después de todo lo lograría.

Una pausa m om entánea. No un peligro grave después de todo.


Nuestra Señora, de camino a casa, se detuvo solamente un ratito,
pues tenía asuntos importantes en la frontera.

No pudieron pararla en la frontera

H ace uarios años, el padrecito de la Parroquia, ahora Santuario,


de Nuestra Señora de Guadalupe en Santa Fe, Nuevo México, el
padre Tien-Tri Nguyen, ju n to con los diáconos, parroquianos y
m ucha gente de los dos lados de la frontera, comenzó a buscar a un
artista para m aterializar una visión: crear una estatua viva de Nues­
tra Señora de Guadalupe.
Las comadres y compadres literalmente no cabían en sí de gozo
cuando encontraron justo a la escultora correcta, la señora Georgi­
na Farias, de M éxico, una mujer diminuta de un m etro y medio de
estatura, de sesenta y tantos años. Ella accedió a crear en bronce la
estatua de tam año heroico de Nuestra Señora. Una vez term inada,
la herm osa escultura mediría tres m etros y medio de altura y pesa­
ría dos toneladas.
El Cam ino Real es una ruta ancestral que se extiende desde
México hasta Estados Unidos, subiendo por Texas, Nuevo México,
Arizona y Nevada hasta llegar a California. Era el cam ino en el que
la mayoría de los antiguos latinos, nativos am ericanos, mestizaje
(de sangre española e indígena) y nuevos españoles (españoles de
España que ahora vivían en México) viajaron hasta el norte, com en­
zando en el siglo XV de nuestra era.
354
desatando a la M ujer fu e rte

El padrecito vietnam ita de la Parroquia de Nuestra Señora de


Guadalupe en Santa Fe sabía todo sobre la destrucción de las fam i­
lias, las conquistas en la guerra, y el am or por su herencia, y planeó
que Nuestra Señora fuera traída a casa por el mismo camino que pi­
saron los ancestros de sus parroquianos.
La gran estatua de Nuestra Señora de Guadalupe fu e sin em ­
bargo confiscada en la frontera, de camino desde México hacia E s­
tados Unidos, pero no la detuvieron en Aduanas durante lo típico de
uno o dos días. Más bien, como en cierta forma parecía sospechosa
- p o r lo menos para las autoridades— ordenaron que la bajaran del
cam ión, con sus tres m etros y medio de altura y dos toneladas de
peso, y la arrastraran hasta un almacén. Y sí le tom aron radiografías
para asegurarse de que no llevara contrabando.
Pero después, los oficiales de Aduanas dijeron que no tenían re­
gistro de adonde había sido llevada. Así, durante muchos días, se
desconoció su paradero por completo; o quienquiera que sabía dón­
de estaba no lo decía, seguramente para poder exigir la «m ordida»,
un buen soborno.
Durante varios días, cientos de personas de fe que la esperaban
en Estados Unidos, y que ya habían rentado autobuses para ir hasta
la frontera a recibirla, estar con Ella y llevarla a casa en una proce­
sión triunfal, estaban muy atemorizados de haberla «perdido» para
siempre.
Como m uchas otras familias de ambos lados de la frontera fuer­
temente vigilada entre Estados Unidos y México que no saben dón­
de están sus seres amados, mantuvieron una desgarradora vigilia.
Las autoridades siguieron diciendo que no sabían dónde habían
puesto a Nuestra Señora. La «mano derecha de Aduanas de Estados
Unidos» decía una cosa y la «m ano izquierda de Aduanas de EUA»
decía otra, como si fuera una desaparecida o, com o opinó un co n ­
fundido oficial que pensó que era un ser humano de verdad: «Qui­
zás se dio a la fuga».

Pero por supuesto que no se dio a la fuga. Nuestra Señora nunca se


da a la fuga.
sfcv 355
Trataron de pararla en lafrontera

Cua Iquiera que como nosotros conoce el terreno y las tácticas


para cruzar la frontera, sabe que a veces parece que la torre de B a ­
bel se construyó justo a la orilla del río Bravo, y que Babel puede
sorprendentem ente resucitar de nuevo con desinform ación «bas­
tante oficial», interpretaciones erróneas y franca elim inación de
hechos, hechos que norm alm ente registraría en un cuaderno cual­
quier ser racional encargado de seguir la pista a cosas y personas en
la frontera.
Así que para encontrar a N uestra Señora de Guadalupe y libe­
rarla, el padre Tri, com o lo llaman sus parroquianos, junto con un
tropel de devotos de Nuestra Señora, viajó de Santa Fe a la frontera.
Allí él y este decidido tum ulto, posse en inglés (en latín, pos-
se significa «ser capaz») encontró a unos oficiales de Aduanas que
fueron de ayuda. Apareció un guardia de alm acén que prefería abrir
puertas a arrastrar los pies, y sin duda por la pureza del propósito
del padrecito, vertido en él por todos los anhelos y gentileza y fe­
rocidad de los parroquianos, diáconos, candidatos a diácono, vie­
jo s, corazones jóvenes, gente vibrante de mediana edady otros que
amaban a Nuestra Señora, pudieron garantizar su liberación.
La pusieron entonces sobre un gran cam ión de plataform a, la
aseguraron con cuidado; el cam ión Ram rojo, El Ariete, jaló con su
m otor fuerte, y finalmente pudo com pletar lo que faltaba del viejo
recorrido que va desde muy adentro de México hasta y a través de
Santa Fe, el Camino Real.
Y así entró a Santa Fe, literalmente escoltada por policías en
motocicletas, sirenasy el estruendo de las bocinas de largas filas de
autos elegantes y autos chocados, camiones m ás nuevos y camiones
de parabrisas rotos, en la procesión que se formó para llevarla a casa
en la calle Agua Fría, por fin.
Y ju sto como conté, la gente literalm ente sollozó de felicidad,
gratitud y sobre todo amor, un am or inmaculado por Ella, mientras
la tocaban, besaban, le cantaban a Ella y por Ella, bailaban para Ella
y con los demás.
Y los hcndi los trabajadores la levantaron sobre la perfecta m o­
rad;! al aire libre que le prepararon bajólos cielos: un alojamiento
356 - «
Desatando a la M ujer Jiierte

exterior donde, si te sientas a sus pies un día y una noche entera,


verás los símbolos vivientes más fuertes asociados con Nuestra Se­
ñora: nubes flotantes, el sol, la luna y las estrellas. Todas estas lu­
ces celestiales atraviesan el planeta y se asom an por las múltiples
ventanas formadas por los rayos plenamente abiertos, llameantes
rayos de luz alrededor de todo su cuerpo.

Después de todo, Ella no es una barda para m antener


a las almas fuera,
sino una puerta abierta para dejarlas entrar.

Efc ■' 13

Oración de Llegada a casa

Que esta sea la oración, entonces, en cada corazón,


para que cada mes pertenezca a Nuestra Madre.
Si puedes, deja que haya una pequeña procesión
para coronar a Nuestra Madre
como antaño;
que tal procesioncito sea en el Camino Real de
nuestros corazones
el ancestral camino rojo donde recordamos a todas
las madres,
que caminaron antes de nosotros,
sin importar cómo aparecieron,
sin importar en qué condiciones...
Que honremos a todos los que llevan en sus propios
corazones eso que,
pase lo que pase, se sigue esforzando
hacia el Amor Inmaculado p a ra todos.

Que Ella, que nosotros, que todos seam os


encontrados,
liberados para ser traídos a casa
*' 357
•trataron de pararla en la /'romera

a un lugar de Amor entre unos y otros,


en todos lados de cualquier tipo de frontera, por fin.

Que todos sepamos cómo y cuándo quedamos


para enseñara otros en las fronteras,
que aprendamos cómo derribar bardas
y convertirnos nosotros mismos en puertas
abiertas...
justo como Ella.

Todos somos, de alguna m anera,


los inmigrantes
que cruzan fronteras hacia el hogar verdadero,
con la documentación correcta expedida
solo por el Alma.
358 •**»
desatando a la M ujer ¿Fuerte

La g en te, el pueblo que ama

Nuestra Señora, 3.5 m etros de altura, 2 toneladas. Perfecta.


21
MI M A D RE, TU M A D RE, LA M ADRE DE ELLA ,
LA M ADRE DE É L , N U ESTR A MADRE

La verdad sobre lo difícil


que es en trar al Cielo

Exvoto: «Una puerta al Cielo


360 '**»
desatando a la M ujer ¿Fuerte

f f ay una historia que cuentan las ancianas de nuestra fam i-


j m lia, cuyas manos huelen a m asa de pan y agua de rosas; se-
M J L gún ellas, estas dos fragancias son los «arom as del Cielo».
’ ¿Qué tan difícil es llegar al Cielo si no te ajustas a la idea propia
que tiene tu cultura sobre quién va arriba y quién abajo?
Aunque la intención no era faltarles al respeto, allá en nuestra
tierra los prelados que eran conform istas con sus interpretaciones
de «la deidad de D ios», como yo la llamo, provocaban m uchas ri­
sas entre los pueblerinos... claro, después de que el padre se hubie­
ra alejado del pueblo cabalgando. La gente en sí se aferraba a una
noción mucho m ás sencilla de la santidad: pensaban en el Creador
com o alguien mejor que la persona m ás bondadosa que jam ás hu­
bieran conocido en la Tierra, y contaban con que eso fuera cierto...
de formas que podrían sorprender a algunos. Esta es la historia que
narram os con ligereza en nuestra familia étnica.
Escuchen...

El Cielo boca arriba y boca abajo


Dios Padre paseaba un día por el Cielo cuando se topó con dos viejos
gitanos hincados que lanzaban huesos con puntos m arcados a fuego
y apostaban m ontones de monedas uno contra el otro.
Dios Padre estaba escandalizado. Escandalizado.
Sacudió sus viejos rizos blancos y siguió caminando; de repente
se topó con una anciana india sentada bajo un gran árbol de som ­
bra, disfrutando un puro grande y negro.
—Um m —dijo Dios Padre— . Esto no está bien. ¡Esta gente no
pertenece aquí!
Luego vio a una pandilla entera de niñitos que saltaban en ch ar­
cos de lodo, y cuanto más sucios estaban, más se llenaban de risa y
felicidad.
Después, para rem atar, vio a dos am antes profundamente ena­
m orados, que se besaban y se juraban lealtad mutua entre sus al
mas... sobre un libro sagrado que no era la biblia.
•* 361
/a verdad sobre lo difícil que es entrar al ('icio

Fue lo siguiente lo que lo sacó de quicio: un grupo de artistas


pintaba frescos en el interior de una capillita y, lo crean o no, cada
uno pintaba a Dios Padre de distinto colory raza e incluso género.
— ¡Es una abominación! ¡Eso me enferma! — dijo Dios Padre— ,
Esto simplemente no puede seguir así. No entiendo cómo pudo ins­
talarse toda esta gente en mi Cielo.
Y Dios Padre resolvió ir a buscar a San Pedro, quien era claro que
no estaba haciendo bien su trabajo.

— San Pedro, exijo una explicación. Mientras venía hacia acá vi a dos
soldados que temblaban por carencia de droga. Vi niñas prostitutas
que cantaban y lavaban sus alitas nuevas. Vi cómo recibían consuelo
hom bresy mujeres que destruyeron a sus hijos, a gente que todavía
m ostraba dolor y vergüenza en los ojos por las borracheras, por h a­
ber cortado a la vida de la vida.
»Y qué descaro, vi a un grupo de prelados que discutía quién te­
nía la razón y quién no en cuestiones de la Iglesia en la Tierra. Y...
»Me topé con una mujer que oraba una plegaria que jam ás había
escuchado en mi vida. Cantaba: “Oh, Dios, Madre Mía, santificado
sea tu nom bre”. Encontré a curas que lanzaban a sus hijos en el aire,
danzantes y juerguistas que rogaban que me uniera a ellos, y a un
tipo que hacía su propia cerveza, olía tan bien que casi me sorprendí
diciendo: “M m m ”.
»San Pedro, ¿el Cielo se fue al Infierno? En todo el Cielo hay ti­
pos que estacionan sus autos modificados en el jardín delantero ce -
lestialy arreglan los m otores. Hay niñas con faldas cortas y niños
que, al ver sus ojos, sabes que han visto más de lo que deberían a su
edad.
»¡San Pedro! — estalló Dios Padre—, ¿Porqué estás permitiendo
que esta gente entre al Cielo? No son del tipo adecuado. Tenían que
ir primero al Purgatorio para que los purificaran, y algunos de ellos
necesitan muchísima purificación. No es correcto que estén aquí en
el Ciclo».
3 6 2 '« f e
Desatando a ¡a M ujer ¿Fuerte

—Mi querido Dios Padre —dijo San Pedro— , no sabes lo difícil que
es mantenerlos fuera. Pues vienen a las Puertas del Cielo, yo miro el
Libro y les digo cuál es su sentencia, y ellos me ven y dicen: «No, no,
señor San Pedro, debe haber un error. Se supone que debo venir al
Cielo. Me dijeron que aquí sería bienvenido».
Dios Padre estaba horrorizado:
—Entonces, ¿cóm o, Pedro, entran al Cielo a pesar de lo que yo
decreté y con todo y que les dijeras que no eran bienvenidos?
—Pues, Dios, verás, no es tan fácil explicarte esto. Es muy com ­
plicado.
—Vamos, me puedes contar, San Pedro. Soy Dios, sabes, y Dios
es una fuerza que perdona mucho en la Tierra. Me puedes decir.
—Está biennnn, Dios —dijo San Pedro— , pero no te va a gustar.
—¿Cómo que no me va a gustar? — dijo bruscam ente Dios Pa­
dre— . Solamente dim eyya.
—Está bien, tú lo pediste, Dios. Esta gente llega a las puertas y
yo les digo que se vayan, y les digo que se vayan, y les digo que se
vayan... Pero dan la vuelta y entran por la puerta trasera del Cielo,
donde tu Amado Hijo y Su Madre Santísima los dejan entrar.

22
Q U E SEAS RESGUARDADO Y PRO TEG ID O
HASTA QUE NOS VOLVAMOS A VER

Bendición fin a l: ¿A caso lo


has olvidado? Soy tu M adre

tarjeta de devoción: «Bendición de Guadalupe por medio


dr< !iuiulillaloa(¿in, Santo Juan Diego» (frente)
364 **
desatando a la M ujer ¿Fuerte

The Bleeding o f Guadalupe


Have you forgotten?
I am your mother.
You are not alone.
You are under my protection.
Anything you need,
ask me.
Do not worry about anything,
Am I not here-
I who am your mother?
Have you forgotten?
.» I love you, and -,
• ¡tu » , .
you are under my protection,
«.li

Tarjeta de devoción: «Bendición de Guadalupe por m edio


de Cuauhtlatoatzin, Santo Juan D iego» (vuelta)

quí están frente y vuelta de la prim era tarjeta de devoción


- ■ M que diseñé e imprimí hace dos décadas. Esta pequeña ta r -
,/ m jeta especial se hizo para recaud ar fondos para nuestra
propia fundación caritativa, La Sociedad de Guadalupe, que se de­
dica a los trabajos de La Señora en el mundo; esto es, a difundir por
muchos medios historias que fortalezcan y promuevan la im por­
tancia de la alfabetización de adultos entre la gente pobre de nuestro
mundo (en particular la alfabetización de m adres).
Coloqué esta tarjeta aquí para que puedan ver las palabras más
herm osas de La Virgen. Aunque con el tiem po algunas personas
parecen haber puesto ciertos dichos terribles en su boca o afirman
que siempre hace caer una lluvia de invectivas y advertencias sobre
desastres, no conozco a la mujer que estas personas dicen conocer.
'■ 3(¡í>
'B endiciónJinal: ¿/Icaso lo has olvidado? -So// tu Mudo

Con un corazón atentoy una mente despejada, la m ayoríajam ás ve


rá semejante espectro.
Más bien conocerán a La Conquista de sustancia profunda, la
Madre de la Compasión y el Amor infinitos. En esta pequeña mues­
tra de una tarjeta de devoción, las palabras de Nuestra Señora de
Guadalupe son para m í y para muchos las más herm osas, las más
perfectas, las m ás inspiritadoras —de inspiración y espíritu— que
alguna vez nos dijera nuestra Madre.

¿Acaso lo has olvidado?


Soy tu madre.
No estás solo.
Estás bajo mi protección.

Todo lo que necesites,


pídemelo.
No te preocupes por nada.
¿No acaso estoy yo aquí,
que soy tu Madre?

¿Lo has olvidado?


Te amo,
y estás bajo mi sombra.

En el frente de la tarjeta se ve a La Señora de Guadalupe con su


m anto verde oscuro, que significa que la tierra está en una prim a­
vera perpetua, el tiempo de la llegada de nueva vida. Su m anto está
cubierto por las estrellas doradas del cosmos. Esto significa que Ella
no sólo está aquí o allá, sino en todos lados. Uno nunca puede vivir
fuera de su domicilio.
Lleva su vestido rojo; el color representa el Inmaculado C ora­
zón que fluye con la vida. Cuando te paras muy cerca de Ella, puedes
ver que su vestido está bordado con rosas vivas que tienen bordes de
oro. Desde tiempos lejanos se dice que con su solo aroma las rosas
366 "
(Desatando a la M ujer -/ucrk

pueden levantar el espíritu humano, ayudar a que los am argados o


los de mente inflexible recuerden los ideales más altos del A m ory
el A m o ry m ás Am or, y contribuir a sanar las aflicciones de quien
inhale profundamente el arom a de la rosa.
La Virgen de Guadalupe usa un oscuro lazo tejido alrededor de
la cintura. Es del color de la fértil tierra negra, y está atado con un
moño para m ostrar que es una m adre que siempre incuba Vida y la
da a luz. La pequeña angelita de abajo levanta el dobladillo del ves­
tido de Nuestra Señora con uno de los más ancestrales gestos corte­
ses, para m ostrar respeto a La Dama.
Detrás de Ella vemos los cuernos de la luna creciente, el princi­
pio de un nuevo ciclo de Luz para el mundo. Nuestra Señora se para
en una enram ada de flores violetas, emblemáticas de la misteriosa
luz espiritual que según los m ísticos emana de las heridas que so­
portam os y que ilumina un nuevo cam ino, a menudo llevándonos
a un inesperado florecimiento que puede ser muy sorprendente en
térm inos de hacer nacer en nosotros un nuevo tipo de misericordia
y de vida creativa.
Sus rayos, el juego que se desprende en una mandorla —esa for­
ma almendrada que rodea su cuerpo— son el fuego del Espíritu Santo,
el inspirador de las almas. En los remotos tiempos de los aztecas/na-
huas, llamaban Hacedora de Fuego a la que resplandece y nos inspira.
Ahora, los rayos de Nuestra Señora encienden la Espera, Caritas, H u-
manitas, Veritasy Unitas en las almas menguadas por falta de Amor
deypara ellas. Esperanza, Cuidados, Humanidad, Verdad, Unidad.
Los rayos representan la presencia que rodea a La Señora de El
que entrega al alma el fuego de las ideas y las acciones bondadosas.
Los rayos por medio del Espíritu Santo también representan las lla­
mas de la rendición; esto es, la quema de la escoria egoísta que no se
necesita hasta desaparecerla.
Pero también sus rayos de Espíritu Santo, según nuestro saber ét­
nico, representan el hogar de Nuestra Señora que calentará en el alma
aquello que uno mismo o los demás rechazan; cualquier cosa del al­
ma que haya sido injustamente exiliada o tratada con dureza y falta de
am or por otros; la parte del alma que se desterró o se abandonó a mo
•v* :w7
bendiciónfinal: <¡¡flcaso lo has olvidado? Soy lu !\ladn

rir en el frío. La Señora no abandonará a sus hijos e hijas. Sus rayos


centelleantes son su candil para convocar a los cansados a levantarse
de sus ruinas y acudir a Ella paraquelos abraceylos cure.
Al reverso de la tarjeta de devoción están las palabras suaves y
fieras que pronunció Nuestra Señora cuando se apareció por prim e­
ra vez a aquel pequeñoy asustado indio azteca en el Cerro del Tepe-
yac en México en 1531. El indio m oreno, de ojos oscuros y brillante
pelo negro, ahora es conocido com o San Juan Diego (apenas reco ­
nocido com o santo, casi quinientos años después de la visitación
que le hizo La Señora). El nombre indígena original de Juan Diego
es Cuauhtlatoatzin, que algunos traducen com o «el que ve y habla
como águila».1
Me gusta mucho una referencia que, se afirma, dio sobre sí m is­
mo cuando se vio por prim era vez confrontado ante la gran m ise­
ricordia de la repentina aparición de La Señora. Pensé que quizás
tam bién les gustaría escucharla. Le dijo a Nuestra Señora: «Yo soy
solo un hombrecillo, soy un cordel, soy una escalerilla de tablas,
soy cola, soy hoja...».

v jí -?

Para Ella:
nosotros también somos un hombrecillo, un cordel,
una escalerilla de tablas, una cola, una hoja...

Que el Ser en cada uno de nosotros que es el


«hombrecillo»,
esto es, La alma pura,
nos recuerde siempre quépase lo quépase,
tenemos a una Madre amorosa, gentil yfiera,
que espera que aprendamos, que nos
comprometamos con
ser suavemente feroces, ferozm ente gentiles... como ella.

Y nosotros los que jalam o s y alzam os cada día


(lejanos soltar por un momento
368 ■•*-*
desatando a la M ujer ¿fuerte

y recordar con los corazones vueltos hacia el hogar,


que es nuestra Madre,
la más hermosa Campana jam ás forjada
a quien nosotros los cordeles
bregamos por hacer sonar...
para que la memoria de su voz cantante
repique por nuestros cuerpos, nuestras mentes,
nuestros espíritus, nuestras almas, nuestros
trabajos y nuestras tierras a diario.

Somos las diminutas escalerillas usadas para subir


y asomarse,
las que se colocan para superar toda muralla
puesta contra Nuestra Señora.
Nos paramos en los humildes travesados
de madera
para no perderla nunca de vista,
sin importar qué tan recluida la tengan los celosos,
ni cómo se la hayan apropiado y empequeñecido,
sin importar cuán prohibida por los Césares,
o escondida por cualquier medio o razón.
Escalamos hacia abajo o hacia arriba o a los lados
para contemplarla
donde sea que viva.

También nosotros somos hojitas,


y solo por este momento,
déjanos flotar por los rápidos de su Amor,
volcados y hundidos, empapados y medio ahogados
en la Santa Mer, Santa María, Santa Mar,
y seamos felices por este viaje salvaje y sabio
subiendo por los hom brosfuertes y acuosos de
nuestra Bienamada Madre.
■ "**»

' M )

‘Èe adición final: ¿//caso lo has olvidado? Soy tu Madre

Que podamos siempre servirá su memoria


y también se rla colita de su cometa estrellada,
convertirnos en ese último pedacito de su dulce pastel,
aceptar un papel pequeño pero poderoso
en sus cuentos mejores y m ás bienaventurados.
Que podamos recordar sus palabras a diario
y nunca sentirnos solos.

Con Ella, bajo Ella, dentro de su bendición,


te digo, alma querida...
Que puedas desde hoy en adelante
ser cuidada siempre por Nuestra Madre
ser guiada siempre por Ella
y ser resguardada siempre por Ella...
hasta que nos volvamos a ver.

En su nombre, Nuestra Madre Grande,


y en nombre de su precioso Hijito,
La Luz de Am or del Mundo.
Que puedas recordar que estás arremolinada
en su manto de estrellas,
rodeada del aroma de sus rosas vivas,
que estás protegida espiritualmente,
y muy en especial,
que eres en verdad amada.

Que así sea para ti,


y así sea para mí,
y así sea para todos nosotros.

Aymen
Aymen
Aymen

( V una m u je n ita.)-'
23
PALABRAS H ERM O SA S
SO BR E LA M ADRE

Algunas d e las m an eras


en que otras a lm a s creativas
entienden la relación
con La M adre

« L a le tra M es p o r Mi M ad re»
372 '* -**

Desatando a la M ujer ¿Fuerte

i «Dos escrito res líricos a m enudo entienden la santidad y el


M gran don de ser una m adre en la Tierra para los dem ás, ya
sea que los hijos nazcan por medio de nuestro cuerpo o con
la m erney el corazón. Para mí, lo que define la palabra «M adre» es
ser m aternal con el mundo, con un niño, con cualquier cosa o per­
sona preciosa que no podemos perm itir que desaparezca de la faz
de la Tierra. De esta forma, también estam os más cerca de Nuestra
Madre todos los días. Hay escritores que considero escriben y a m e­
nudo actúan como las Marías de este mundo. Aquí están algunos,
con sus formas de ver, ser, evocar a la Madre. Pienso que muchos de
estos escritores integran en su prosa Su poesía.

La preocupación de una madre por su hijo lo impregna todo...


Karen Arm strong en Doce pasos hacia una vida compasiva.

Que todas las madres e hijos se reconcilien,


que todas las madres e hijas se reconcilien...
JackK om field en The Art o f Forgiveness, Lovingkindness, and Pea­
ce (El arte del perdón, el cariño y la paz).

[Hablando de Mnemósine, M emoria...], como madre, ella


enseñó [...] acerca de todos los aspectos de la cultura y la
creatividad que dejaron un legado de belleza y bienestar.
Angeles Arrien en The Nine Muses: A Mythological Path to Creati­
vity (Las nueve musas).

La Iglesia tampoco le prestó mayor atención, hasta hace cosa de


mil años. Entonces la madre de Jesús fu e consagrada madre
de la humanidad y [...] en el siglo once [...] brotaron [tan solo ¡
en Francia ochenta iglesias y catedrales en homenaje a María.
EduardoGaleano en Espejos. Una hisfo ria casi universal.
/n ii * * '• 37,'1
¿filgunas de fas maneras en que otras almas creativas entienden...

Agradegcoa ¡as mujeres que no nacieron de mí


pero que permiten que las cuide como madre.
Maya Angelou, en esta frase que se entiende com o una oración san­
ta de gratitud, habla del honor de dar cuidados m aternos, ya sea en
la genealogía por ascendencia o en la espiritual, cualquiera de las
dos. De su libro Carta a mi hija.

Colem an B arks, destacado intérprete de la obra del poeta persa


Rum iy autor de A Yearwith Rumi: Daily Readings (Un año con R u-
m i), entre muchos otros libros, nos dice que según Rumi, cuando el
alma está vacía, el corazón de repente «se convierte en María, m ila­
grosamente embarazada».

Aunque pueda tro p ea rm e y caer, sé que este Universo me


cuida como madre, que me sostiene en el regazo
de la compasión infinita, la paciencia infinita,
el am or incondicional infinito.
Michael Bem ard Beckwith en Spiritual Liherations: Fulfilling Your
Soul s Fotential (liberaciones espirituales).

En A B o o k jo r the H ours o f Fra y er (U n libro para las horas de


oración), Robert Bly traduce a Ju an Ramón Jim énez, quien habla
del rostro de su madre. En la psicología a veces nos referim os a la
«m irada prim igenia», la profunda m irada a los ojos entre m adre
e hijo al am am an tar, cuando form an un vínculo mutuo com o un
solo ser y no como dos seres distintos. Bly, quien organiza una
co n feren cia sobre «la G ran M adre» cada añ o , m u estra cóm o
Jim énez tiene ta n grabada a la «M adre» que, de adulto, habla de
cóm o el rostro de su propia m adre lo conduce hacia lo seguro en
medio de todas las torm entas.
374 '* *
desatando a la M ujer ¿Fuerte

[En América Latina, entre los pobres...], se cultiva una


form a de oración que la mente moderna seguramente vería
como primitiva, si no es que francam ente supersticiosa.
Pero [...] sería un grave error detenernos en un análisis
superficial [...]. Profundamente arraigada en esta devoción
popular, al tiempo que también se nutre
del manantial de la protesta contra la represión [...],
la vida de oración [...] posee gran creatividad y
profundidad en el proceso de liberación.
El padre Gustavo Gutiérrez, titular de la cátedra de Teología John
Cardinal O’Hara en la Universidad de Notre Dame es conocido como
el padre de la teología de la liberación. Ahora tiene ochenta y tantos
años y se resiste a idealizar a los pobres: «La pobreza no es una con­
dición sino una injusticia». Comenta en Teología de la liberación.
Historia, política y salvación, que algunos le tienen animadversión
a la idea m ism a de la devoción, incluso a la Santa Madre, y les pide
que miren con más profundidad en el m ysterium yno solo en lo su­
perficial. También nosotros lo vemos; algunos se abalanzan con ex­
cesiva rapidez y llaman a los devotos «confundidos». Este cinismo
(la palabra cínico deriva del latín, y significa perruno o mezquino )
está mal usado, pues la Santa Madre inspira la reacción que mejor
garantiza el crecimiento: confiar en lo sagrado... no en dulces tonte­
rías, sino en la realidad ferozmente inteligente y enteramente m ila­
grosa. El padre Gutiérrez dice que podemos cam inar en este mundo
no solamente en contem plación, sino sumergirnos en una prácti­
ca antigua entre los viejos creyentes: es in actione contemplativus,
«como un contemplativo en acción».

[Una] madre sana [tiene] por su hijo [...] el deseo


desinteresado de estimular su mejor potencial. Una madre
así establece los límites de modo natural y dice lo que
piensa, pero siempre con el máximo respeto y amor.
Joan Boiysenko ofrece esto como «una semilla de pensamiento» en
375
¿ filg u n as d e las m a n e r a s en q u e o tra s a lm a s creativas entienden...

Cofre de milagros: oraciones, meditaciones y afirm aciones para


alimentar su espíritu cada día del año.

En búsqueda de una mayor sencillezy pureza,


escaparon a los desiertos de Siria y Egipto,
primero unos cuantos, después por montones. Y llevaron
[la poesía de] los salmos con ellos [...]. Estos pioneros
espirituales llegaron a conocerse colectivamente
como los Padres y las Madres del Desierto.
Cynthia Bourgeault escribe de los devotos que se esforzaron por te ­
ner una vida santa pero contra las estructuras monárquicas, y que
escaparon para proteger la intensa poesía de las palabras santas y
m antenerlas convida. Arraigados en lo regenerativo, como la Santa
Madre, estos protectores podrían haber sido llamados m uchas co­
sas, pero se les conoce por los títulos m ás venerables que uno pueda
merecer: Padre, Madre.

Nuestra Madona Negra de las Américas no es una madre


dócil y sumisa. Es una guerrera, con raíces muy hondas
en la Tonantzin náhuatl del cerro sagrado del Tepeyac,
y aún más profundamente, sus raíces nos vinculan
con Coatlicue, Falda de Serpientes, la diosa madre
más oscura yfero z de los aztecas. «En su nombre: Ella
cuyo amor es Eterno, Ella que nunca nos abandonó. Al
contrario, a Ella la hemos dejado mucho tiempo [...]».
Ana Castillo escribe sobre la m ujer guerrera que ella m ism a es y a
la que ella am a en m uchos de sus libros, incluyendo M assacre o f
the Dream ers: Essays onXicanism a (M asacre de los soñadores), y
también en La Diosa de las Américas (editado por Ana Castillo).

En un mu rulo que lucha contra la violencia sin


sentido i¡ la creciente disparidad económica, María
:*7(> **
í)( s a la n d o a la M u jer f u e r t e

ofrece un antídoto fem enino para los venenos


de la pobreza y la guerra [...]. Donde la sociedad
exige competir, María enseña a cooperar.
Mirabai Starr en Mother ofGod: Similar to Fire (Madre de Dios) re­
lata cóm o la relación de la Santa Madre con el alma no se basa en
los principios de las ideologías de consumo, sino en el corazón más
auténtico de una m adre que, antes que nada, piensa en que su hijo
prospere. La autora dice que María evita el consumismo para ofre­
cer a cambio «el servicio compasivo».

Algunas mujeres describirían a su mejor amiga


como una mezcla entre Mary Poppins y una madrina
[...] las que son testigos de tu vida y recuerdan
todo lo que ocurrió, «mis únicas confidentes, que
no hacen juicios de valor» [...] «madres postizas
a quienes podrías confiar tus secretos [...]».
La Dra. Phyllis Chesler, en W omen’s Inhumanity to Women (La in­
humanidad entre mujeres), escribe sobre cómo las mujeres se incli­
nan hacia las amistades donde la imagen m aterna es central para el
corazón, la mente y el espíritu viviente... Escribe que «m uchas más
mujeres, de todas las edades [...] valoran la importancia de las relacio­
nes femeninas». Cuando les preguntó cuál era su definición de «mejor
am iga», los rasgos que más enunciaron apuntaron hacia la madre.

La am istad real necesita entonces dos cosas: la reuelación


transparente del yo y el resuelto apetito de otro por
escucharla; y el incesante compromiso de atesorarla.
En La amistad fem enina: la tradición oculta de la Biblia, la herm a­
na Jo an Chittister escribe sobre lo enriquecedoras que pueden ser
las relaciones de am istad con los seres hum anos y con lo Sagrado.
En cierto sentido, describe la relación que en español conocem os
com o com adres, que significa que som os m adres unas de otras...
transparentes, preciadas.
m
, A lg u n a s d e las m a n e r a s en q u e o tra s a lm a s creativas entienden...

Tienes tres minutos para responder. Asegúrate de


ser específico. Nada vago. Quizás quieras comenzar
cada respuesta con «Recuerdo». Dame una evocación
de tu m adre, tía o abuela [...]. Habla en detalle.
En su libro sobre escribir m em orias, Oíd F rien d fro m FarA w ay:
The Practice ofW riting M em oir (Viejo am igo distan te), Natalie
Goldbergtiene el anterior ejercicio herm oso de «Yo recuerdo»; es­
tá lleno de vida por, para y sobre cualquier madre, pero también la
madre más abandonada de todas, la Santa Madre, la presencia de
la Shekiná en la vida propia.

Se resquebrajan los muros del cañón y se rompen,


separándose de la piedra madre, se resbalan hasta el
río, ahora rojo con el desierto. [Viendo] una espiral y
lo que parece ser una figura que baila, con los brazos
alzados, la espalda arqueada, la cabeza erguida
[...]. A h íestá ella, La queda a L u z[...]. Coloco una
m ano en su vientre y la otra en el mío. Madres del
Desierto, todas nosotras, preñadas de posibilidades,
al servicio de la vida, doméstica y salvaje...
En su libro Red: Passion and Patience in the Desert (Rojo), Teriy
Tempest W illiam s escribe un relato conm ovedor sobre parirse a sí
misma en el desierto. También habla de cierta roca de petroglifos
desfigurados y sometida al fuego de fusilería, y aun así ve a la mujer
espíritu en la roca, con el vientre repleto de vida.

Que pueda yo en breve ofrecerle beneficio y felicidad


[...] a todas mis madres, tanto directa como
indirectamente [...]. Que pueda yo quedamente
asu m irtod as las heridas y dolores de mis Madres.
Nawang Khechog, el fuerte flautista y músico tibetano de corazón ticr
no, pasó imiclms años como monje y escribe esta cariñosa elegía a la
378
desatando a la M ujer ¿Fuerte

esencia de madre, con tan hermosa generosidad, en su libro Ama kening


Kindness: Findingjoy Through Compassion (Despertarla bondad).

[ . . . ] mientras lloraba la muerte reciente de una madre,


mi cuñada creó una danza en línea llena de vida que
me convenció de que, aunque todos nos hemos topado
con más que suficientes penas y tribulaciones, podemos
aún m antener la línea de la belleza, laform a y el ritmo;
un logro nada deleznable en un mundo tan desafiante
como este [...]. Los tiempos difíciles exigen bailes
furiosos. Cada uno de nosotros es prueba de ello.
La Dra. Alice Walker (Alicia) escribe en su libro de poesía Hard Ti­
mes Require Furious Dancing: New Poems (Los tiem pos difíciles
requieren danzar con furia) (un proyecto Palm of Her Hand) acerca
del impulso ancestral por ritualizar, m irar y crear amorosamente en
torno a los iresy venires del espíritu madre.

Al nacer, volvemos a enamorarnos de nuestra


madre por medio de los sentidos visuales yfísicos
[...], el fundam ento que reconoce a la madre.
Nuestra supervivencia depende de ello.
En The Three Marriages: Reimagining Work, Selfand Relationship
(Los tres m atrim onios), el poeta David Whyte habla de cómo los re­
cién nacidos, y por lo tanto los que renacieron por medio de la madre,
se rehacen otra vez. Después dice que esta relación primigenia tam ­
bién significa, en la esfera humana, que el niño creceráy con el tiempo
abandonará el pecho que lo nutre, la m ano que lo guía, pero la expe­
riencia del am or de madre ahora se sostendrá dentro de la persona,
aunque antes era tan solo una pepita, y aunque ahora ya sea adulto.

Quizás no tengamos mapas todavía [...] pero [...] el


progreso parece tener etapas parecidas: primero, alearse
•i- 379
'fllgimas de las maneras en que otras almas creativas entienden...

de la invisibilidad declarando la existencia d eu n gru p o


con experiencias compartidas; después, tomar el poder
de nom brar y definir al grupo; luego, un largo proceso de
«destape» de individuos que se identifican con él; entonces,
inventar palabras nuevas que describan experiencias que
antes no tenían nombre [...]; en seguida traer esta nueva
perspectiva desde los m árgenes hacia el centro [...].
Gloria Steinem habla de deshacerse de la invisibilidad en su obra
Doing Sixty and Seventy (Vivir los sesenta y setenta); ella m isma
vuelve visible mucho de lo invisible para la cultura dominante. Sus
líneas pueden definitivamente aplicarse, respecto de la visibilidad
de la fuerza de la Madre en el mundo, con la esperanza futura de que
sea apreciada de formas nuevas.

Todos creemos que existe una form ula, [pero] m ientras


amemos a nuestros hijos, eso es realmente la única cosa
sólida que sé que funciona en todos los niueles [...].
Jada Pinkett-Sm ith m uestra el centro de la imagen m aterna en es­
ta cita. Pinkett-Sm ith es actriz y alimenta el talento de otros. Ella
habla del «co razó n -m ad re» ideal. Sugiere que, cuando enfrentas
cualquier cuestión en el m ovim iento de la vida, ese lugar central
al que ella se adhiere — am ar a los niños— es exactam ente lo que
se necesita para pesar y decidir todo lo demás. Desde ese centro, la
m adre instintiva supervisa; salta de inmediato para ofrecer ayuda,
com partir pesares y celebraciones. Tanto la m adre com o la Santa
Madre son conocidas porque reaccionan com pletam ente para dar
socorro al «espíritu del niño», ya sea en un adulto o en los jóvenes.

'’%k,
Nos gusta bromear con mi hija mayor Thandi. Aunque su
familia nucleares pequeña, siempre cocina como si fu era a
alim en tar a los cinco mil de ¡a Biblia [...]. Eso me recuerda
a mi madre, quien incluso cuando pasamos por los
niom c/iliisdc lucís pobreza siempre preparaba sufieiente
380 ' fc
Desatando a la M ujer ¿fuerte

como para alimentar a varios invitados inesperados. Este


hábito de la generosidad no era uno que enseñara deform a
explícita, pero es uno que espero se haya aprendido bien.
El arzobispo Desmond Tutu y su hija la reverenda Mpho Tutu escriben
sobre la esencia del amor en M adefor Goodness: And Why Ibis Makes
All the Dijference (Hecho para la bondad). Cuando conocí al arzobispo
Tutu, vi que era un hombre con pechos, un hombre que es además una
estupenda madre salvaje. Su manera de hablar sobre las madres y los
alimentos me hizo pensar también en la obra de la Dra. Angelouy la Dra.
Walker,y en otras «mujeres de la comida» que preparan suficiente pollo
frito, cacahuates hervidos y verduras para alimentar a todas las almas
que podrían salir repentinamente de la nada y aparecer en su puerta. En
el mismo libro, el arzobispo Tutu menciona ser «una partera», el papel
de madre, desde tiempos inmemoriales. Este tipo de lenguaje habla de
que ély su hija son dos de las muchas Marías del mundo. «Como pas­
tores, Mpho [la hija del arzobispo Tutu es cura episcopal en Washing­
ton, D.C.jyyo pensamos que uno de nuestros papeles es ser parteras del
significado. Guiamos a los que están bajo nuestro cuidado para que dis­
ciernan un propósito en sus desafíos.»

Hay tres tipos de amigos: los que cultivamos


por los buenos momentos que nos dan, los que
buscamos por lo que pueden hacer por nosotros
y los que amamos por ellos mismos.
Aristóteles escribió con un genio que a veces suena similar a Shakes­
peare en el tiempo, en términos de su intuición poética de la psique. Y,
en cuanto a la Madre, podemos tener una relación con Ella en las tres
formas mencionadas arriba, siendo la última la más importante.

La Santa Madre, vista con lo que hace mucho se llamaba


respetuosamente «ojos de isla», es una protectora de la salud,
aliento de vida. En las islas, a veces se le llama con la misma
palabra que el «pórtico de palm as» donde los curanderos
« * * ' 381
,f.tlgunasde las maneras en que otras almas creativas entienden...

tribalesdel pueblo hawaiano y samoano tocan y cantan sobre


los enfermos y los afligidos. En la lengua maorí, una palabra
para «madre» suena a mis oídos como «Maurii». Hay otras
palabras que las bocas más hermosas de los isleños usan
para llamaría: océano en que se mece el niño hasta nacer;
el océano mayor en el que toda la vida vive. La Santa Madre
es fresca agua de océano con olor a limpio. Ákua me dice
que, para la gente, todo lo que es de plástico es una «comida
mala» que enferma a las personas. Las limpias lagunas
azules y el aire puro curan. Así, las preciosas ancianas
de este lugar entienden a laMadre como la entienden
otras ancianas hasta el otro lado del océano, y también le
dan el título de: Madre M aría, Salud de los Enfermos.
C.P. Estés, apuntes de una plática con ancianas samoanasy hawaianas
mientras esperábamos un autobús cerca de San Francisco, circa 1975.

[Mientras] nuestras hermanas y hermanos chinos se


preparaban para enfrentar los tanques [...], el poeta-
manifestante completó el mensaje a su m adre: «En
este momento todos nos desmayamos, podríamos caer
en cualquier momento. Pero pronto los árboles de la
iluminación crecerán donde caigamos. No llores por
mí, m adre. No derram es tus lágrimas. Pero no pares de
regar los árboles con tu amoroso cuidado. Seguramente
dios bendecirá el crecimiento de la iluminación en
China que pronto protegerá a toda sugente».
EIDr. VincentHardm ges profesor en la Iliff School of Tbeology. Es un
amigo de los derechos civiles y colega del Dr. Martin Luther King. El Dr.
Harding escribió un libro llamado Hope and History: Why We Must
Share the Story ofthe Movement (Esperanza e historia), acerca del Dr.
King, del presidente Obamay otros grandiosos afroamericanos. Pero
con compasión típica hardinguesca, traza un puente a otras culturas
también, pti iponiendo la tesis de que todos somos uno. Así, nos muestra
la cari,-ule un huelguista de hambre en la plaza Tiananmen, quien lia
382
Desatando a la M ujer fu e rte

ma no al ejército, no a la ira de los dioses, sino a su madre a levantarse, a


esa chispa de la venerable Madre que reside en la suya propia, para que
riegue los árboles de iluminación en caso de que él, eljoven poeta, sea
asesinado, para que todos los chinos puedan algún día ser libres.

El «Himno a la perfecta sabiduría» de Rahulabhadra


es una de las obras maestras del budismo mahayana:
Homenaje a Ti, Sabiduría Perfecta. Sin límites, que
transciendes el pensamiento, todos tus miembros son
inm aculados sin tacha; los que te distinguen. Impecables,
despejados, silenciosos, como la vasta extensión del
espacio; [...] Entonces eres, Tú, Oh Señora Santísima,
la Abuela de todos los seres. Todas las perfecciones
inmaculadas de todos los tiempos te rodean, como las
estrellas rodean la medialuna, Oh, Tú, Santa Intachable.
Andrew Harvey estudió con m aestros espirituales hindúes, budistas
tibetanos y cristianos y ha escrito varias traducciones-interpreta­
ciones del poeta místico sufí Rumi. En The Return o f the Mother (El
retorno de la M adre), nos ofrece poemas y oraciones de m aestros
hindúes, sufíes, budistas y cristianos. Las anteriores son las h er­
m osas —y familiares— oraciones de alabanza que explican los atri­
butos de la Santa Madre desde tiempos inm em oriales: que Ella es
impecable, que es inmaculada, que es intachable y, aquí, que es la
madre más antigua, la Mayor.

Escoge una palabra sagrada [...], pidiéndole al Espíritu


Santo que nos inspire con una que sea especialmente
adecuada para nosotros [...]. Por ejemplo: Dios,
Jesús, Abba, Padre, Madre, María, Amén [...], otras
posibilidades: Amor, Escucha, Paz, Misericordia,
Dejarse ir, Silencio, Quietud, Fe, Confianza.
En Mente abierta, corazón abierto, el padre Thomas Keating, tra -
pense, sugiere am ablem ente que cada persona escoja un dulce
*»' 383
'fllgunas de las m aneras en que otras almas creativas entienden...

atributo sagrado que le perm ita enfocarse en la «oración para cen ­


trarse». La lista de atributos que sugiere fluye cercana y d irecta­
m ente de la veta madre de las virtudes com pasivas, la mayoría de
ellas señaladas durante siglos como rasgos de la Santa Madre.

SallyKempton, enM editationfor the Love o flt (La meditación por


gusto), habla de «la semilla de luz azul» como la que tiene la capa­
cidad de transform arlo todo en un instante... como la Madre. E x ­
plica la diferencia entre lo que se podrían llam ar las im presiones
plásticas de la m adre/shakti com o una simple cosa, en lugar de lo
que realmente son las shaktis/m adres, un impulso trem endo que se
sigue, que conduce hacia los poderes del conocimiento, la voluntad
divina, la dicha, el testimonio y más.

Amor inadecuado de su m adreen su temprana niñez


[...], ¿pero cómo encontrarla sanación? [...] Su sanadora
podría empezar sencillamente por poner su mano en
el pecho de su paciente [...] extendiendo su conciencia
hasta su mano , después más allá de sí misma [...].
Ella puede sentir, con toda claridad, la tirantez, la
congestión. Solo descansa en esa experiencia. En el
transcurso de veinte o treinta minutos, su paciente
puede reportar que siente una especie de alivio, como
si algo fresco y calmante se desarrollara en su pecho.
En Touching Enlightenment: Finding Realization in the Body (Al­
canzar la iluminación), Reginald Ray, estudiante y amigo del falle­
cido maestro budista tibetano ChógyamTrungpa Rinpoche, analiza
cómo la investigación contem poránea valida el hecho de que reci­
bimos sanación y conciencia por medio del flujo libre entre cuerpo
y m ente. Su comparación me hizo pensar en ancestrales curaciones
por imposición de manos, donde la ausencia de la madre en el cuer­
po se r e m e d i a con colocar manos am orosas sobre el paciente, lin el
ciiruuden.NMiosedim que nosolo es el curandero compasivo q u i e n
384
1D esatando a la M ujer ¿Fuerte

logra sanar una herida hecha por una m adre terrenal, pues ella o
él es el «hueso hueco»: solamente es el túnel. Más bien se trata de
lo que está detrtís del sanador; es decir, la fuerza de la Gran Madre
que después fluye por el pasaje bendito del instinto e intuición de la
madre humana.

[Mi m adre] y yo a veces no hemos sabido bien qué hacer


la una con la otra [...]. Me prepara grandes ollas de sopa,
y cuando se va a veces lloro [...]. En Franny y Zooey [...]
Franny está tirada por ahí en plena crisis nerviosa,
matándose de hambre [...] tratando de encontrar algo
sagrado en el mundo [...] y Zooey por fin explota con total
exasperación, gritando [...] que simplemente debería de
tomarse la sopa de su madre, que el am or de su madre
por ellas la consagra, la vuelve una sopa sagrada.
En Operating Instructions: A Journal ofM y Son’s First Year (Ins­
trucciones de funcionamiento), Anne Lam ott, con su original estilo
de escritura que combina ligereza con seriedad, crea un vínculo en­
tre la generosidad compasiva de su m adre, que le quiere preparar
una sopa nutritiva, y otra cosa que aparece detrás de ese gesto con­
fiable: que la m adre puede com portarse de m aneras que van más
allá de lo terrenal, y que son santas y consagradas en este acto tan
simple.

Padre y Madre de los Huérfanos, Ley Plantada,


Vocera de la Verdad, Plan secreto de Dios, Espacio
entre Todo, La que mira a través, Corazón atento,
Heridas Sagradas, Ablandadora de Nuestro Espíritu,
La Única tristeza, Nuestra dicha compartida....
En The Naked Now: Learning to See as the Mystics See (El ahora
sin adornos), el padre Richard Rohr creó esta «Letanía del Espíritu
Santo», que contiene muchos de los atributos asignados a santa So­
fía, Ruach, Shekiná y María. El padre Rohr dice conmovcdorameii i
**' 385
¿Algunas de las maneras en que otras almas creativas entienden...

te que, al com prom eterse con lo Sagrado, hay que ser curioso, no
rechazar, «aprender a apreciar y respetar estas cuestiones en y por
ellas mismas, no porque te beneficien ni te am enacen».

Siempre siento el apoyo de mi madre,


qu ien murió hace cuatro años.
Tilomas Moore escribió estas palabras en los Agradecimientos para
Un trabajo con alma: la alegría de descubrir cuál es tu misión en
el mundo. Algunos nacen con talento y algunos aprenden como sea
la habilidad de estar cerca de lo que es invisible, pero que se siente
de modo palpable. En esta sencilla frase, Moore dice que este puen­
te orgánico entre el poderoso espíritu de Madre se m antiene firme
para el hijo de la m adre. Es lo m ism o con la Santa M adre. Hay un
puente. En el centro, uno se encuentra con el Otro.

Vincent se encargó de atender a la víctima de un incendio


en la mina. El hombre estaba tan terriblemente quemado
y mutilado que el doctor no tenía la menor esperanza de su
recuperación. [...]. Van Gogh lo atendió durante cuarenta días
con amoroso cuidado y salvó la vida del minero. Vincent [dijo
Gauguin] «creía en los milagros», en el cuidado maternal.
Ken Wilber cuenta esta historia en The Eye ofSpirit: An Integral Vi­
sion fo r a World Gone Slightly Mad (La m irada del espíritu). Esta
parte llama la atención sobre «la m adre en el hom bre»; el cuidado
nutritivo como principio sanador y unificador en un hombre domi­
nado por un fuego creativo de otro tipo.

Vincent van Gogh, artista consumado, usaba sus


bermellones y sus violetas, sus escarlatas y grises y
cobaltos de tal m anera que, de cerca, sus pinceladas
no teman el menor sentido. Solo parecían brochazos
arbitrarios <le colores mantecosos sobre las telas. Pero,
386 -'-4a
desatando a la M ujer ¿fuerte

ai alejarse de estas pinceladas y marcas de espátula en


los lienzos de Van Gogh, se puede percibir cómo cada
fragm ento se une con el siguiente y se relaciona con
el todo, y para nosotros se vuelve más aparente una
realidad mayor, con profundidad. Yo sugiero que la Santa
Madre y todas las cuestiones de tiempo, naturaleza,
sentido y espacio —y todos los puntos de carbón que nos
representan sobre la Tierra— están relacionados en un
patrón atómico-espiritual parecido, de la misma m anera
en que se interpretan las pinturas de Van Gogh. De cerca,
sin el enfoque largo, parecemos estar en el caos. Pero a
través de la lente de una m irada m ás lejana, es decir,
de una visión m ás amplia, podemos «leer la pintura»
de nuestros múltiples mundos de conciencia, y nuestro
lugar en ellos, como un enorm e y arm onioso retrato.
C.P. Estés. En mi m anuscrito The Creative Fire (El fuego creativo)
escribo sobre cóm o dentro de la labor creativa m over el enfoque
tanto a lo telescópico como a la vista de aumento puede revelar «las
múltiples formas de la visión creativa»... lo significativo y lo frag­
mentario y lo temporal, pero también lo que está conectado signifi­
cativam ente, externo y eterno, todo al mismo tiempo. No es casual
que a la Santa Madre se le llame ser hum ano en el m icrocosm os,
pero también una potencia en el m acrocosm os.

En India... un gran médico y sabio llamado Charaka recetó


un poco de sol para todas las enferm edades, así como una
caminata temprano por la m añana, y su consejo nunca
caducará. Si encuentro una pradera verde salpicada de
margaritas y me siento al lado de un riachuelo de aguas
límpidas, hallaré medicina. Es un b álsam o p ara mis
heridas, tanto como cuando me sentaba en el regazo
de mi madre en la infancia, pues la tierra en realidad
es mi madre y la verde pradera es su regazo. Tú y yo no
nos conocemos, pero los ritmos internos de nuestros
387
'/flgurias de las maneras en que otras almas creativas entienden...

cuerpos escuchan las mismas mareas oceánicas que nos


acunaron en un tiempo que está más allá de la memoria.
El Dr. Deepak Chopra, en La curación cuántica: explorando las
fronteras de la medicina mental y corporal, invoca al espíritu de la
madre ancestral y primigenia para recordarnos volver a la salud por
medio del cuidado, com o dice más adelante en el mismo texto, de
exponerse tanto a la m adre sol com o a la m adre luna, que también
resultan ser denominaciones de la Santa Madre: Ella que brilla co ­
m o el Sol, Ella que está vestida de Sol, y Ella que está parada sobre
los Cuernos de la Luna. El Dr. Chopra relaciona además la m áxim a
paz con el «ritm o inherente» del océano primigenio que es la pri­
m era experiencia de los pequeños cigotos, la madre oceánica y h er­
m osa, tibia y de perfecta tem peratura.

El reverendísim o John Shelby Spong es teólogo y autor de m ás de


veinte libros. En Eternal Life: A New Vision Beyond Religión (Vi­
da eterna) escribe que la «Madre Iglesia» y el ascenso del culto a la
Virgen Santísim a fueron los «grandes pasos» medievales hacia lo
femenino, y que hoy Ella está encarnada en los movimientos por la
paz y el medio ambiente en todo el mundo. Otro de sus libros se ti­
tula Born o f a Woman; trata de Santa M aríay de cómo, según él, los
registros pasados de Ella y su Hijo deberían interpretarse con el co­
nocim iento de nuestros tiempos más actuales. Es un obispo en re ­
tiro de la Diócesis de Newark, Nueva Jersey, de la Iglesia episcopal.

Negamos lo que es Eterno cuando negamos nuestras


propias profundidades [...]. Ser apasionados, ser
santos, ser salvajes, ser irreverentes, reír y llorar hasta
despertar a los espíritus durmientes, h asta que el suelo
de tu ser se parta y el Universo entre inundándolo todo.
Geneen Roth, en Appetites: On the SearchforTrueNourishment(Ape-
titos), dice que Ilevar una vida falsa que niega las realidades adicionales
a las del cuerpo nos conduce a ignorarla propia vida corpórea y la vida
388 - *
1Desatando a la M ujer ¿Fuerte

del Espíritu. Esto es cierto en términos de la presencia viva de lo Sagra­


do; también, negar que fuimos construidos en cuerpoy mente para que
fuerzas más allá de lo concreto nos influyan hacia el bien, es negar que lo
eterno vive en todasy en cualquier parte, y que tiene tu dirección precisa.

[...] los que avancen por el sendero espiritual [...], más allá
de ese nivel de entendimiento [de reverenciar y temer aun
legislador yjuez divino ahora] [...] llegarán a ver a Dios como
Padre, Madre, Fuente de todo ser, en otras palabras, como
Uno que trasciende todas esas imágenes. Así, Ptolomeo invita
a los que antes se vieron a sí mismos como [...] sirvientes [...],
esclavos [...], a que lleguen a apreciarse como los hijos de Dios.
En M ás allá de la f e : el evangelio secreto de Tomás, la Dra. Elaine
Pagels detalla una de las múltiples denominaciones ancestrales del
Creador com o M adre... tam bién destaca el movimiento de la co n ­
ciencia desde una relación de esclavo con el Creador, que en reali­
dad es brutal, de miedo y sin am or, para entender el alma y la vida
propia como algo que se atesora, que se cuida con la ternura de una
Madre que es mucho más que mundana.

Aquí en Sudáfrica estamos plagados de vendedores


callejeros en cada esquina [...]. Volteé hacia una mujer,
rechazándola con amabilidad [...] y de repente m e dio la
sonrisa más radiante, hermosa y acogedora que jam ás
haya visto [...]. Yo sabía que venía de su mismísima
alma. Eso [...] levantó mi corazón y tocó mi propio ser...
Caroline Myss, en El poder invisible en acción: actos de am or y gene­
rosidad que producen milagros, nos cuenta de una mujer que conoció
a alguien que era más que otro simple ser humano en las calles. En las
múltiples leyendas, historias y recuentos de testigos de la Santa Ma­
dre, también hay relatos de sus encarnaciones momentáneas, o a ve­
ces de toda la vida, en seres humanos reales, y casi siempre, el primer
efecto es sorprendente y penetrante en una forma llena de significado.
389
ílgunas de las maneras en que otras almas creativas entienden...

La instru cción de Dios es clara, pero con nosotros,


prim ero tiene que pasar por el fango.
Esta cita, atribuida a Tomás de Aquino, es una de mis cartas favoritas
porque es verdadera; cuanto más clara la m entey el corazón, más rápi­
do podrá fluir con las ideas, presencia y gravedad de la Madre. Esta re­
ferencia al fangoy a la claridad podría venir de los escritos de su tiempo
en Italia, cuando hablaba de cómo el fango se puede filtrar del agua co­
m o tal, pero una vez que se horneaba, se volvía duro y opaco. En cual­
quier sentido, es un hermoso recordatorio sin formulismos para que
seamos elocuentes en el very en el ser, y no sombríamente inmaduros.

Una de ellas le pintaba las uñas del pie a la


Santa M adre sentada en el a lta r...
La Dra. Christiane N orthrup, m édica y autora de M adres e hijas.
Sabiduría para una relación que dura toda la vida, tiene buen
ojo para lo quijotesco com o elemento de salud. Nos cuenta acerca
de una niña en una institución católica donde estudiaba su m a­
dre, y que parecía haberle hecho un pedicure con esm alte de uñas
a la estatua de María Santísima. Es una larga tradición en todos los
continentes decorar a la Santa Madre de formas que consideram os
herm osas y honorables, incluidos som breros, zapatos, vestidos,
tatuajes en el rostro, m arcas de m uchos tipos, orejas perforadas,
cinturones, collares, anillos y pulseras. En ocasiones, cada pequeña
uñita del pie de los Cristocitos peruanos del tam año de infantes se
pinta de un alegre rojo brillante. Algunos dicen que a la Santa M a­
dre le gusta solo la ropa sencilla. Otros dicen lo contrario. Parecería
m ás bien que la Santa Madre se aparece en la manera en que la gente
mejor la vea, m ejoría entienda... entre ellas, con las uñas de los pies
pintadas, si esto es compatible con el corazóny el alma sinceros.

I,(i /¡esta tlr Nuestra S e ñ o r a d e G u a d a l u p e , con


sus c e l e b r a c i o n e s a nt e s del a m a n e e e r , san m m
3 9 0 - *»
tesatemelo a la M ujer ¿tuerte

gran afirmación de ¡a nueva vida que Ella sigue


trayendo. En el frío de la temprana mañana de
diciembre, experimentamos el calor de estar
juntos como un pueblo unido, casi como si todos
fuéram os un cuerpo, un alma y un corazón.
El padre Virgil Elizondo, en Charity (Caridad), se refiere a las fies­
tas culturales en torno a La Señora, Nuestra Madre, y otros aconteci­
mientos santos como «la fuerza de nuestra Supervivenciay la fuente de
nuestra Dicha». Piensen en las enseñanzas de la Madre: sobrevivir en la
dicha, dicha en la supervivencia, un tipo particular de insustancialidad:
un vacío que está lleno, una totalidad que está vacía. El padre Elizon­
do es el progenitor de la teología del mestizaje, que significa la mezcla
biológica, cultural y religiosa de dos grupos o más de personas, tal como
hoy ocurre con muchos pueblos de las Américas como resultado de in­
vasiones, conquistasy dominaciones. Cuando conocí al padre Elizondo
en San Antonio, hace mucho, mientras yo estudiaba en el Centro Cul­
tural M éxico-Americano, hablamos de los mestizos (gente de sangre
mixta de la que provenimos muchos de nosotros, que son indígenas y
europeos a la vez), y me quedó claro que él era un hombre que conocía a
Nuestra Señoray la seguía no como cordero, sino como león.

Les digo esto ahora porque quiero que sepan desde el


principio que soy una mujer normal, racional, educada y
equilibrada sin propensión al delirio, las alucinaciones o
histéricasfantasías. No bebo ni consumo drogas. La única
voz que escucho en mi cabera es la mía. Quiero que sepan
desde el principio que no soy psicólogo, excéntrica, fanática
ni mística. Quiero que sepan que no soy una lunática [...].
Todo depende, supongo, de qué tan cómodo te sientas con
la incertidumbre, cuánto te guste el misterio, y qué tan
dispuesto estés a hacer ese salto cuántico que requiere lafe
[...]. Esta definitivamente es una novela, y María nunca me
ha visitado. Pero, si alguna vezdecide hacerlo, estoy más </uc
preparada y sé exactamente qué cocinaré puní el <ilmucr%i>.
391
jJIgu n a s de las maneras en que otras almas creativas entienden...

De la novela de Diane Schoemperlen, OurLady oftheLost and Found


(Nuestra Señora de los Perdidosy Encontrados); la última cita está to ­
mada de una entrevista con la autora, citada en la guía de lectura de la
misma obra. Su protagonista propone, con humor, casi el mismo tipo de
«letanía de autoexaminacidn» por la que pasan muchosjóvenesy ancia­
nos la primera vez que descubren que lo Santo se filtra entre los mundos.

[La palabra hebrea]Jésed/A m or[...] por instinto busca


ayudar, sanar, enseñar, alimentar y tranquilizar [...].
J é sed es comparable con el impulso que siente una madre
lactante cuando le baja la leche. Ycom o cualquier
m adre lactante sabe, la leche baja cuando al bebé le da
hambre, no importa cuántas botellas tenga la Abuela a la
mano, qué tan lejos esté Mamá, o lo hermoso del vestido
de gasa que lleva puesto cuando viene el llamado.
En The Receivíng: R eclaim ingofW om en’s Wísdom (La recepción),
la rabina Tirzah Firestone describe «la calidad protectora de Jésed
[incorporada] en nuestras moléculas m ism as...». Este elemento m a­
ternal es lo que yo llamaría el hondo imperativo bioespiritual de una
madre hacia su hijo. Las conmovedoras palabras de la rabina sugieren
una razón por la cual nos empobrece, en lugar de salvarnos de algu­
na cosa, el hecho de esconder intensam ente, durante los siglos, uno
de los elementos más maternales de la Santa Madre en el arte y la es -
cultura, la Lactancia Sagrada. La rabina habla del Amor sin barreras
de lo Sagrado, y que nosotras como mujeresy nuestros com pañeros-
am antes también, somos testigos de esta chispa de la m anera divina
de am ar a los inocentes y hambrientos. La rabina señala además que
tener una relación plenamente enraizada con el Árbol de la Vida sub­
yacente hace que la chispa divina no se agote.

ITintéI a la Madona Tradicional y a su Hijo lado a


lodo... Il's ¡al imagen de una m adre latina que sostiene
usa hijo, mi pandillero caído, contra su pecho.
392
desatando a la M ujer ¿tuerte

George Yepes, un muralista de los barrios bravos de Los Ángeles, se es­


pecializa en pintar m etrosy metros de murales al aire librey al interior
de los edificios. Esto es lo que comenta sobre su mural llamado «El Te-
peyac de Los Ángeles», que cubre el frente de la iglesia católica de San­
ta Lucía, en City Terrace, California. Pero muchas de sus pinturas no
es que representen algo, esa sería una palabra demasiado débil; más
bien, este artista ilumina a la Santa Madre en la mayoría de las formas
en que se vuelve real para tantos que viven en la pobreza y en el inter­
minable y agotador trabajo de tallar, limpiar, consagrar la vida diaria
decorosamente, esté o no de acuerdo la cultura dominante. El maestro
Yepes pintó a Nuestra Señora Guadalupe para la portada de la edición
en inglés de este libro.

La ironía de escribir sobre una experiencia así en la era


moderna es tal que si le digo a la gente «Esto realmente
ocurrió», es razonable que tiendan a dudar de mí. Podrían
sospechar que estoy fanfarroneando o suponer que perdí
la cordura. Si digo «La imaginé, la inventé, es ficción»,
solo entonces estarán en libertad de creerlo [...]. Yo solía
sentir la disonancia cada vez que escuchaba la descripción
de María como Virgen y Madre al mismo tiempo; parecía
imponer un estándar imposible para cualquier mujer. Pero
esto m ostraba poca amplitud de mente de mi parte. Lo que
hace María es mostrarme cómo puedo ser, auténticamente,
tanto virgen como madre. Virgen en el sentido de seguir
siendo «una-en-m í-m ism a», capaz de llegara las cosas
con el corazón renovado; madre en el sentido de perderme
en el cuidado y servicio de los demás, aceptando el grado de
m adurezque se requiere para eso. Esta Madre es andrógina;
ella podría hacer lo mismo por cualquier hombre.
Kathleen Norris escribió estas palabras en Amazing Grace: A Voca­
bulary o f Faith (Gracia asombrosa), donde habla de cómo, por varios
medios, culturalesy otros, a menudo se le roba a la gente la posibili­
dad no de creer, sino de saber, y en su lugar tienden a la superstición
**- 393
Jttgtm as de las maneras en que otras almas creativas entienden...

en los hechos espirituales, y no a la sencilla santidad de encontrar el


bien en cada persona. Ella también efectúa un herm oso arreglo an­
te la dualidad polarizada, y dice que no hay necesidad de atorarse
en elecciones excluyentes o de alguna forma tener que escoger entre
dos lados. Más bien, leo en su obra que sugiere un «esto y esto», lo
que significa que uno puede elegir ambos extrem os del espectro co­
mo mujer. Ella también dirige su red hacia los hombres, sugiriendo
que uno puede ser padre y también virgen... una persona/alm a para
y dentro de sí m isma, así como un padre que se asoma por la ventana
del alma y cuida a los demás de maneras significativas.

El rabino Zushya [...] alguna vezdijo:M i madre no rezaba


con un libro de oraciones, porque no sabia leer. Pero podía
recitar de memoria todas ¡as bendiciones [...]. En los
mundos más bajos, en «creación», la Presencia de Dios es
la Shekiná. Shekiná, la Esposa Divina, La que es nuestra
Madre Divina, está exiliada aquí en la Tierra, así como en
el mundo deAtzulut nuestro Padre Divino está exiliado.
La Shekiná está retenida en innumerables centellas
diminutas, esperando la redención de nuestra mano. Cada
vez que se convoca un minyán donde está Ella, «irradia
con tanta intensidad que aniquilaría a un ángel, aun si
perteneciera a las jerarquías angelicales más altas».
El rabino Zalman Schachter Shalomi escribe estas palabras en su
libro Wrapped in a Holy Fíam e: Teachings and Tales ofth e Hasi-
dic Masters (Envuelto en una llama sagrada), editado por Nataniel
M. Miles-Yepez. Primero habla de la madre terrenal asequible, una
dulce lanzadora de chispas en la tradición oral ancestral: alguien
que puede d ecirlas oraciones, aunque no sepa leer. Cualquiera de
corazón sincero puede albergar la esencia de lo Sagrado. Después,
el Rebe nos proporciona la mismísima idea de que la presencia de la
Madre Divina «aniquilaría a las jerarquías angelicales m ás altas».
Hemos observado que, a menudo, algunos la reducen a una simple
idea, pem sin <1 numen ni el vivo lumens incandescente. Sin em
3 9 4 •'
Desalando a la Mujer-hurK

bargo, el Rebe ofrece suficiente verdad poderosa como para hacer


que el ego desfallezca al ver la magnitud tan enorme de la Santa Ma­
dre... y m ientras el ego está fuera de acción, el Alma puede volver a
nacer de nuevo por completo a la conciencia plena, en esos m om en­
tos... una probadita de una realidad Mayor que el Alma busca y que
reconoce cuando la ve. Después, aunque el numen puede desgastar­
se, corroerse u olvidarse en el día a día de hacer las com pras, repa­
rar el auto e ir a trabajar, ese testim onio del hecho de su magnitud,
de que incluso los ángeles más altos serían reducidos a polvo atóm i­
co por contemplarla en toda su gloria, ese es el fundamento, la pie­
dra de toque de la realidad de la Santa Madre. Nuestra Santa Madre.
Pertenecemos a ella. Ella nos pertenece. Ningún principio pequeño
la puede contener. Ninguna am onestación, elevada o humilde, nos
puede alejar de Ella. Como debe ser.

Claribel Alegría, gran ejemplo de la Madre p ro tectora, nació en


1924. Está aliada como manifestante no violenta contra los dictado-
resy sus ejércitos en las guerras de El Salvadory Nicaragua. Escrito­
ra de muchos libros que yo identificaría como «poesía testim onial»,
en su poema titulado «Salí a buscarte» habla de surcar mares y atra­
vesar m ontañas, «le pregunté a las nubes / y al viento» las señas y
la razón del corazón del Ser. Ella dice que este viaje fue inútil, pues
«dentro de m í estab as». Uno de sus libros se llama Saudade, tra ­
ducido al inglés por Carolyn Forché. Esta palabra, saudade, no tie­
ne una traducción directa; m ás bien es un grito desde el corazón.
La saudade de Alegría es una especie de «dolor por el h ogar»... el
m om ento, incluso durante los instantes de dicha, cuando podemos
aún recordar de pronto a los seres am ados que perdimos o que si­
guen desaparecidos. Tal com o podemos tener saudade de la Santa
Madre: dolor por el hogar con Ella. En todo, la Claribel, mi Alegría,
repite interm inablem ente, de veintinueve mil m an eras, que aun
frente a la muerte, la Vida con el Centro verdadero de la Madre pro­
tectora vale cualquier cosa.
•*' 395
Jñ gu n a n do im maneras en que otras almas creativas entienden...

"%v
Occidente sigue tan desconectado de su propia tradición
mística [...]. CariJung nos advirtió que «los occidentales
no podemos ser piratas que hurtan de costas extranjeras
sabiduría que les tomó siglos desarrollar, como si nuestra
propia culturafuera “un error que ya superam os”».
Hay gran sabiduríaen las tradiciones espirituales
occidentales, pero esto precisa un nuevo nacimiento
[...]. La crisis en que nos encontramos como especie
requiere que, como especie, le demos una sacudida
a nuestras instituciones [...], las reinventemos.
El reverendo M atthew Fox, cura y teólogo de la Espiritualidad de la
Creación, en su libro Christian Mystics, 365 Readings and Medita-
tions (Místicos cristianos), uno de los treinta que ha escrito, dice: «El
cambio es necesario para nuestra supervivencia [,..]y con frecuencia
acudimos a los m ísticos en m om entos críticos com o este. Jung dijo
que “solo los m ísticos m uestran lo creativ o ...”». El reverendo Fox
sostiene que el místico no es un ave rara, sino una persona común con
intuiciones extraordinarias,y valientesy honestas investigaciones de
los misterios de nuestro Universo... y para proteger nuestro Universo.

Demetria M artínez, poeta, activista-corazón, expresa tam bién sus


creencias en el Movimiento Santuario para ayudar a esas almas, co­
mo diría yo, que intentan «cruzar [la frontera]» sin ser «clavados en
la cruz». Ella a menudo escribe con tierna furia cómo el agua santa
que fluye se cubre gradualmente de cem ento, m ás y m ás, hasta que
de ese conocimiento fresco que «alguna vez hubo» del Creador y de
Theotekos, Madre de Dios, queda solo un «filtro» secoy lleno de al­
gas, y nada de m ateria sagrada. En uno de sus poemas, «Sin título»,
dice que los nombres numinosos de los M ísticos, incluida la Santa
Madre, se han transform ado en algo clínico, y con el tiempo se han
reducido a nada. Ella nota otra verdad: que cuando una cultura ya
no licuc una palabra para Luz, «vivimos en las som bras ». Sugic
re que lo ronl rario es sagradamente cierto: cuando tenemos tantas
396 ^ ^
Desatando a la Mujer J u n io

palabras para Ella que brilla como el Sol, La Madre que es y que trae
la Luz, ya no vivimos empequeñecidos y con la conciencia cerrada.

Cada vez que las rigideces de un cristianismo demasiado


institucionalizado se rompieron, laf e se esparció [...]
creciendo exponencialmente [...] [su] alcance como
resultado de ese tiempo de ansiedad y angustia. Así,
por ejemplo, el nacimiento del protestantismo no solo
estableció una nueva y poderosaforma de ser cristiano,
sino que también obligó al catolicismo romano a
hacer cambios en sus propias estructuras y praxis.
Phyllis Tickle habla de cómo formas más frescas y vividas de entendi­
miento de lo sagrado y lo santo surgen después de haberse insensibili­
zado por muchos medios... y entonces se difunden de modos inéditos,
con nuevas prácticas que no solo «permiten» sino que hacen nacer vida
verdadera en el espírituy el alma. Esta cita procede del capítulo que titu­
ló con su característica inteligencia de historiadora seria con un toque de
humor «Rummage Sales: When the Church Cleans Out Its Attic» (Venta
de saldos: cuando la Iglesia limpia el ático), de su libro The GreatEmer-
gence: How Christianity is Changingand Why (Lagran emergencia).

Israel, uno de los porteros de mi edificio, no cabía


en sí. Israel es puertorriqueño. Era invierno. ¿Qué
acababa de ocurrir? «¡Vi a J. Lo. en la calle!», susurró.
«La vi, y ella hizo así», y puso el dedo en sus labios:
«Sssh». Estaba prácticamente ruborizado. «Le dije,
“Bien, bien”, y ella siguió caminando. Yo le di a
entender: “Guardaré tu secreto. Bien”», dijo. En sus
ojos vi una chispa. «Esa mujer», dijo enfáticamente,
«¡Debería de haberunafoto de esa mujer en el
diccionariojunto a las palabras “mujer latina”!».
Anna Deavere Smith, actriz consumada, cuenta e sta h istori a e 1111 ■11i.ibIc
en LetterstoaYoungArtist,StraightUpAdviceon Mabinga Lijcin ihe
397
,fllg u n a s d e las m a n era s e n q u e otras a lm a s creativas en tien d en ...

Art—ForActors, Performers, Writers, and Artists ofEvery Kind (Cartas


a un joven artista). Ella hablaba del aura física, es decir la presencia, y
contaba esta historia de Israel, un hombre muy humilde pero aún con­
movedoramente capaz de asombrarse de lo que yo llamaría «la presen­
cia de la presencia». Deavere Smith prosigue: «La presencia no tiene que
ver con simpatía. [...] A menudo la gente que la tiene sabe que tú estás ahí
antes de que tú sepas que el los están ahí». Esto último es una descrip­
ción perfecta de la presencia carismàtica humana, pero más aún, es una
descripción de la Presencia mística de la Santa Madre cuando aparece...
Ella es consciente de las almas, varias veces mucho antes de que estas
estén conscientes de Ella. Y con frecuencia son los más humildesy dul­
ces, como Israel, quienes «mejor la perciben», aunque esta no sería la
frase correcta, pues Ella pertenece a todos, sino quienes mejor la prote­
gen, y actúan en serio para preservar su hermosa esencia.

[En nuestra tribu tenemos la costumbre] de que los


vecinos de la madre embarazada la visiten todos
los días y le lleven cositas, no importa qué tan
sencillas sean. Se quedan y hablan con ella...
RigobertaM enchúTum, del grupo tribal quiché de los mayas, Premio
Nobel de la Pazy sobreviviente de las terribles guerras de exterminio de
los indios de Guatemala. Aquí ella habla con mucha ternura sobre có­
mo una madre es reconocida como un ser especial, cómo se le cuida con
gentileza en los grupos tribales, se le recuerda a diario, no se le deja so­
la. Es así como a veces se ve a Nuestra Señora en las Américas: siempre
a punto de dar a luz al Divino Niño del Amor, y tan digna de ser visitada
cada día, de llevarle un pequeño «algo»... como un pétalo de flor, una
piedra especial, un listón, un hilo... hablarle todos los días, pasar tiem­
po con ella, acompañarla. Cuando Rigobertayyo trabajamos juntas en
Peacejam, hablamos de la «época negra» de Guatemala, la matanza de
las tribus. Yo fui testigo de mucho de este horror en las décadas de 1960
y 1970. Pero de repente empezamos a hablar de las madres y La M a­
dre Grande... de cómo la Santa Madre muchas veces era el consuelo de
las madres y padres de los desaparecidos, arrebatados de sus maizales
398 - *
desatando a la M ujer Suerte

o secuestrados en los caminos de tierra mientras iban al mercado, para


novolveraservistosnuncamás. Entoncesy ahora, entre los otros santos
que nos cuidan, se entiende con corazón sincero que la Santa Madre lo
ve todoy que ha cuidado y atendido a todos los que fueron aniquiladosy
llevados tan atrozmente. Todavía los ve. Los sostiene todavía. Sostiene a
sus familias lastimadas. Ellos le hablan. Todos los días. Ella le sigue res­
pondiendo a sus corazones. Todavía.

[...] Mi hija [...] de 14 años tenía un trabajo después de


la escuela [■ ■ ■ ]•Lo ui de inmediato , hincada en el piso,
en la sección de pastas dentales , surtiendo una de las
repisas de abajo [■ ■ ■ ]■ Vi a dos hombres de mediana
edad que caminaban por el pasillo hacia ella. Parecían
unos papas cualesquiera. Tenían mousse en el pelo y
usaban camisas de deportes con rayas de colores [■ ■ ■ ]■
Mi hija no los vio venir [...]. Se detuvieron , mirándola.
Uno le dio un codazo al otro. «Asíes como me gusta ver
a una mujer , de rodillas», dijo. El otro hombre se rio.
Sue Monk Kidd, en The Dance ofthe Dissident Daughter: A W om an’s
Journeyfrom Christian Tradition to the Sacred Feminine (La danza
de la hija disidente), habla de cómo confrontó a los hombres que in­
sultaron a su pequeña. Hace poco escuchamos palabras semejantes,
cuando las Mujeres de Blanco, en su mayoría ancianas, protestaron
pacíficamente después de que se cubriera un enorme mural de arte
popular de La Lupita en la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalu­
pe... Un hombre le gritó a las mujeres que oraban: «¡El único lugar para
María es de rodillas al pie de la cruz!». La señora Monk Kidd también
es una hermanita que se enfrenta: cuando los dos hombres le dijeron
esas cosas a su hija, dice que sintió cómo las frases se formaban den­
tro de ella, «sin que ninguna fuerza terrenal las pudiera detener»... y
la defendió, diciéndoles: «Quizás les guste verla a ellay a otras mujeres
de rodillas, pero ese no es nuestro lugar. Ese no es nuestro lugar». La
hija amada fueentonces bendecida deporvida,porsu mamá, sin im­
portar nada. Y seguramente, en esos momentos la Madre bendijo con
**• 399
jílg u n a s de Im maneras en que otras almas creativas entienden...

palabras y también protegió a la m am á, pues Ella «es imparable para


cualquier fuerza terrenal».

[Que los que son demasiado sombríos y e s t i r a d o s , esos]


que le hacen difícil la v i d a a otros seres humanos y a sí
mismos [...] reciban bastante más felicidad genuino en
la vida [...]. Para m íen particular eso incluye la dicha de
la naturaleza. Esto lo heredé de mi m adre; todavía puedo
e s c u c h a r su voz en mis oídos: «Mira qué hermoso es...».
El padre Hans Küng, en Lo que yo creo, dice que «hay gente, incluso
gente educada, que no obtiene ningún deleite de la naturaleza». Afirma
que fue su madre quien afinó sus oídos, enfocó sus ojos y sus sentidos
hacia la belleza y la dicha de la belleza. No dudo que su madre fuera una
gran «iglesia» en y desde ella misma, por enseñarla forma más aguda
de Amor de la Santa Madre: la gratitud y el regocijo en toda la creación.
El padre Küng es profesor de Teología Ecuménica en la Universidad de
Tubinga, y dice que cuando un gran científico reduce la naturaleza a es­
tadísticas biológicas, solo a química, entonces la luminosidad, el res­
plandor, la dicha de la santa Creación se pierde por completo.

[...] cómo nos afectan las fluctuaciones históricas:


e s t i r a m o s los límites para [...] comunicar nuestras visiones
del mundo y el estado espiritual de nuestra conciencia.
Durante los últimos tres años esta s e n s a c i ó n de Constancia
vs. Cambio se ha acentuado por los sucesos de actualidad,
la guerra, la edad, la menopausia, las relaciones y
el amor. Necesito que los iconos ancestrales de mi
mexicanidad me m antengan centrada. [Esto m e] permite
comunicar emociones de libertad, encarcelamiento,
cap tu ra,redención y m a r a v i l l a [...], la visión fugaz
de «capturar loque no se podrá capturar jam á s».
A quí M a ra c a S alazar, a rtista , e d u c a d o ra de a rte , v e ra c ru z a n a , d i­
r e c t o r a e je c u t i v a del M u s e o d e la s A m é r i c a s en D c n v e r , C o l o r a d o ,
400 *s
desatando a la Mujer Suerte

está hablando acerca de su colaboración en obras de arte que para


ella a menudo incluyen «cajas» con diminutas estatuas de personas
sagradasy los santos, incluida La Señora de Guadalupe. Menciona
en particular lo que está detrás de nuestro sentido de las imágenes a
lo largo de los siglos, y cómo uno ve de forma distinta según la eta­
pa de la vida en que se encuentre, los desafíos que se enfrentan, las
felicidades... todos estos conforman la m anera como cada quien ve
lo que no se puede ver solo con la vista, saber lo que no se puede en­
tender en plenitud nada más con el cerebro. Nos habla de frecuen­
ta r los «m isterios m isteriosos» vivientes, plenamente vivos. Para
ella, la Santa Madre y todo lo que esconde la sagrada m exicanidad
es m em oria vital. Para ella, los modos siempre cam biantes de ver
el espíritu significan que «el hogar es siempre donde está el arte».
Pienso que sus hermosas palabras, sus contraposiciones entre «en ­
carcelados» y «libres», son una serie de metáforas que existen des­
de tiempo atrás entre los enamorados de la Santa Madre.

Tam bién nosotros podem os qu ed ar capturados, en un buen


sentido, en la esclavitud de lo sagrado, e igualm ente ser
salvados de las supersticiones del ego y las derogaciones
de las culturas; así, todo a la vez. Este fen ó m en o de ser
capturado y liberado sim ultáneam ente es una experiencia
que m uchos m encionan cuando viven cerca y con la Santa
M adre, quien, decim os en nuestro legado nativo m exicano,
«capturó» al Niño del A m or p or medio de su em barazo,
el p equeño prisionero divino es entonces liberado en el
m undo para h acer el bien, en señ a r, h a b la rd e los m undos
dentro de los m undos. Nosotros tam bién: encarcelados,
capturados, liberados, redim idos, renacidos, practicando
la resurrección todos en una sola m aravilla: la
M adre-C orazón. Que así sea para todos nosotros.
C.P. Estés
2 4

AYM EN, AYM EN, A Y M EN ... Y UNA M UJERCITA

La m áx im a oración
402
desatando a la M ujer fu e rte

ace m ucho escribí un poema que lleva el excéntrico final


de mi abuela para sus oraciones de bendición y consuelo
y descanso para los que rezábamos con ella: «Aymen, ay-
J rmen,
I aymen... y una m ujercita». Aymen/amén significa «com o se­
rá», o «que así sea», o «así será», o «así sea».
Aymen y am én se usaban en cualquier cantidad de tonos y en
muchos lugares, incluso al cam inar por los cam pos, diciendo «Ay­
m en, Aymen, Aymen», lo que quería decir «¡Crezcan, flores! ¡Crece,
maíz! ¡Crece, trigo! ¡Crezcan, chiles!». También podía usarse para
reprender a alguien y h acer que se com prom etiera con un nuevo
com portam iento: «...y te quedarás quieto y no lo volverás a hacer.
Aymen, Aymen». Y se podía decir para enviar am or a la gente: «Que
seas protegido siempre. Aymen, Aymen, Aymen».

Aprendiendo a rezar la m áxim a oración

Aprendí de la Iglesia que si uno


dice un rosario perfecto
recibirá un indulto
de la típica sentencia en el Purgatorio.

Aprendí de mi abuela
—ella misma una gran y sencilla iglesia—
que si uno crea una oración de poesía
el Cielo te mandará llamar personalmente,
evitando todos los rodeos teológicos...
pues Dios aprecia mucho a los poetas.

E ra de noche,
estábamos hincados,
recitandojuntos nuestras oraciones:
tías ancianas, tíos,
m am is, papis, niños,
y lina an cian a muy anciana.
=**< 403
J'g máxima oración

Sonaba asi:
«Dios te salve, María, llena eres de gracia»,
entonamos.
Pero la abuela dijo en un susurro,
Hola, mi más sag rad a Hermana.
(Se oia como: Oh les m im as ag ra dar mana)
Estás tan colmada de la luz de Dios
(Es tan taco má en la luce rió)
Que apenas te puedo mirar.
Suaviza un poco tu lu£
para que te pueda ver más claramente, Amada.

Y nosotros seguimos recitando,


«El Señores contigo,
bendita eres entre todas las mujeres...»,
y la abuela susurró,
Estuviste embarazada con el Señor,
oh, ¡el día glorioso de todo eso!
Colmas mi vientre de santidad
mientras hablamos.

Y nosotros seguimos balando,


«...bendito es el fruto de tu vientre, Jesús».
Y la abuela prosiguió,
Oh, H erm ana más querida,
siento tanto que tuvieras que parir
solo con los pobres animales,
tu pobre esposo angustiado,
con solo el cielo nocturno para sostenerte,
pues, ¿Pepe qué iba a saber?

Conozco este sentimiento, y me conduelo.


Si yo hubiera estado ahí, te habría sostenido
los muslos, y cortado el cordón
de mieslro amado bebé ¡csiís.
404 '«te
desatando a la M ujer ¿Fuerte

Aleamos las voces en la última parte,


«...Santa María, Madre de Dios, ruega por
nosotros, pecadores...»
La abuela murmuraba,
Oh, mis pecados son muchos, Hermana mía,
pero sin tu amor
hubieran sido muchos m ás;
si no fuera por ti, por tus consejos,
por tu gran am or por mujeres como yo.

Entonces tocam os el último clarín,


precipitándonos hacia el gran final
como un alce en celo:
«¡...ahora y en la hora de nuestra muerte, Aymen!»
La abuelita todavía susurraba:
He tenido muchas horas de muerte en esta vida.
Sin ti, mi hermana, mi madre, mi hija,
no habría sabido que el dolor, la dicha
y la fuerza son uno.
Me pariste una y otra vez-
No eres la madre de toda vida; eres la vida misma.
G racias por mi vida, Hija mía, H erm ana mía,
Madre mía.

Aymen por ahora, te dice tu vieja hija, Katerin.


Aymen... y una mujercita.*
N otas
PRIMERAS PALABRAS. NUESTRA GRAN MADRE ANCESTRAL B e n d i c i ó n i n i c ia l :
Totus Tuus, te p e r t e n e z c o , M a d r e B e n d i t a
1 Algunas palabras la autora las escribió en español en la versión original en inglés. A lo
largo del libro aparecerán en cursiva para que el lector sepa que así fueron escritas. (Nota
de la Traductora.)
2 Esta es una oración que rezo todos los días junto con el ángelus. Así como elevo a todas las
almas valientes y queridas, así el Creador, Jesucristo y la Señora pueden verlo que más ne­
cesita cada quien para poder guiarlos. A la Madre Santísima le pido en particular que todas
las almas reciban señales, ángeles que caminen con ellos, direcciones, fuerzas y gracia en
maneras que puedan entendery usar de buena forma de inmediato.

2 D e s a t a n d o a l a M u je r F u e r t e
1 En imitación de la Madre que en la tradición antigua, sin saber cómo,
I m it a d o M a r ía .
aceptaba su destino de ser quien daría a luz a Dios. Esto también significa vivir Totus Tuus,
como totalmente suya: preguntar qué es lo que desea de nosotros, las instrucciones que
tiene para nosotros, su solución de problemas en nuestro nombre, sus sorprendentes
perspicacias, las puertas que abre, sus intercesiones ante el Creadory ante el Hijo de Ella.
2 Un ojo, d o s ojos y tres ojos es un idiosincrático cuento popular que relatan los magiares de mi
familia. Se trata de ver el mundo sin ver el alma (un ojo); ver lo que todos ven sin vincularlo a
ningún tipo de asombro (dos ojos); y ver de formas inusualmente valientes o perspicaces, es
decir, viendo los mundos del alma, espíritu y materia, todos entretejidos (tres ojos).
En el cuento, un ángel pone a prueba a la gente, disfrazándose de una viejecilla que
solo pide un trago de agua fresca de los «pozos más profundos» del granjero.
Para los que desdeñan su petición, la experiencia trae repentinos cambios negativos a
sus funciones corporales y a los objetos inanimados cercanos —revelando así cómo están
armados por dentro quienes desdeñan.
Quienes le traen agua con buena disposición al «ángel disfrazado» también son re­
compensados por repentinos cambios hermosos en su voz, los sentidosy lo que los rodea;
estos revelan exteriormente cómo están armados por dentro, en el corazón, los que sirven.
El aspecto transformador del cuento se centra en los personajes que no reconocieron
al ingel/viejecilla la primera vez, pero que ruegan que les dé otra oportunidad de cuidarla
con más generosidad, más conciencia, la próxima vez.
A di In curia de muchos cuentos decimonónicos que fueron sobreescritos como «cuen
tos dr castigo» únicamente —«lo que pasó, pasó,y no quedan más oportunidades para
406 ■" * *
D( Halando a la M ujer ¿Fuerte

ti» —t en esta historia venerable se dan más oportunidades que nunca, pues la vieja es el
ángel de la generosidad y del amor por el alma. Ella es, por sí misma, la Gran Mujer. Mu­
chas de estas viejas historias que relatamos en nuestra familia llevan en el centro a una
mujer radiante que recuerda a muchas generaciones de memorias sobre la Santa Madre
que contaban los cuentistas.

3El b o r r a c h o y la S e ñ o r a

1 D ios: Este es un hermoso poema de la forma hebrea de escribir D-s


(G!d), cosa que se hace
por respeto. El rabino Zalman Schacter me dijo que estima que la letra de en medio, ya que
el Creador es tan, digamos, creativo, podría ser un punto de exclamación. Me encantó la
exuberancia que implica. Cuando le conté esto al cantero que me vino a ayudar, puso una
tonadita en la mente, para levantar el corazón, imaginarlo de esta manera: una especie de
jubiloso batiburrillo (?) en una hermosa palabra: Dios.
2 Bill Williams, fundador de Alcohólicos Anónimos. (N. de la T.)
3 Esta forma de tratar a los indígenas de México siguió por cientos de años después de la
Conquista. México era el sueño del esclavista, ya que se capturó a más africanos para obli­
garlos a ir a México más que al resto de Norteamérica. A esto hay que sumar el Palacio de
la Inquisición, en lo que hoy en día es la ciudad de México, un gran palacio construido por
los trabajos forzados de los esclavos para poder ejecutary quemar vivos en la quemadera
a los clérigos invasores que osaban hablar con verdad ojusticia a miles y miles de indíge­
nas durante el transcurso de más de doscientos años.
4 En español, en ocasiones creamos un diminutivo afectuoso de una palabra en inglés o es­
pañol al agregar -cito, que significa indistintamente pequeño, queridoy más.

6 ¡El Memorare, r e c u e r d a !
1 (Y u n a m u jer c ita ...): Para una explicación de este final, véase el capítulo 24, «La máxima
oración».

7 E l u s o d e ¡as s ie te espadas atrauesando el c o r a z ó n


1 « M ater Doloroso: El corazón puro»® ©2000, C.P. Estés. Todos los derechos reservados.
Meditación plegaria de L a C u ran d era: H ea lin g in Tuto Worlds, de próxima aparición, por
Texas A & M University Press. En la Iglesia Católica Romana, el Corazón Doliente tra­
dicionalmente carga las siete penas de la vida de María en la Tierra. Escribí esta oración
mientras conversaba con Nuestra Señora durante un tiempo de grandes desgarres en mi
propia vida. No hay manera de aprender a estar entero sin ser probado. Sacudidos por el
dolor o el aturdimiento, aprendemos a decidir: amargarnos... o rendirnos al amor.

8 « N u e s tr a S e ñ o r a detrás d e l M uro»

1 En todo este libro utilizo las palabras L a tin o y Latina para indicar personas de muchas
partes del mundo que hablan un idioma con origen en el latín, en particular español, aun­
que también portugués y otros idiomas. Los grupos mayoritarios y minoritarios se nom­
bran y renombran a sí mismos de la manera que consideran adecuada en el tiempo. Así,
nos hemos llamado hispanos del norte de Nuevo México y del Valle de San Luis del Co­
lorado, y m e jic a n o s /m e x ic a n o s de México, y hay otras palabras que la gente utiliza para
nombrarse cuando vienen de otras partes de Centro y Sudamérica, las islas del Caribe,
partes de Europa y África. Algunos en Estados Unidos se llaman chícanos, en referencia a
un movimiento por la justicia. Otros se llaman compasy otros más se llaman hispanics, o
hispánicos, una palabra que en realidad creó el censo gubernamental en un esfuerzo por
acuñar una palabra distintiva en la que se pudiera categorizar a mucha gente hispano­
hablante por su idioma de origen. También hay cholos, uatasy natos, pachacas y otros
grupos tribales/filosóficos dentro de muchas comunidades de idioma con base en el la
tín. Con frecuencia, los grupos se nombran de forma progresiva. Al paso del tiempo, con
407
tMotas

las luchas asumidas, los desafíos al estado de cosas, las metas alcanzadas, pueden cam­
biar los nombres del grupo: se agregan nuevos, sejubilan otros durante un tiempo o para
siempre. En general, los grupos prefieren nombrarse a sí mismos en lugar de que lo hagan
otros. Por eso me da gusto llamar a cada persona por cualquier filiación de corazón que
prefieran, siempre recordando que nuestra Santa Madre nos llama a todos por un único
nombre: Amado Hijo, Amada Hija.
2 Channel 9 News KUSA (filial de NBC), A year later, group still wants religious mural of
Our Lady of Guadalupe shown [Un año después, un grupo sigue pidiendo que se muestre
un mural religioso de Nuestra Señora de Guadalupe], Deborah Sherman, noviembre 23,
2010 .
Denuer Daily N ew s, Church mural frustration grows: Religious procession planned as
protest to mural being removed that has significance to Latino community [Crece la
frustración en torno al mural de la iglesia: se planea una procesión religiosa como pro­
testa por retirar un mural que tiene significado para la comunidad latina], Peter Mar­
cus, noviembre 23, 2010.
Denuer Daily Netas, Mural madness: Group outraged that church won’t help police inves­
tigate vandalism [Furia mural: grupo indignado porque la iglesia no ayuda a la policía a
investigar acto de vandalismo], Gene Davis, marzo 11,2011.
The D en v er P ost, Faithful uprising for Virgin of Guadalupe mural’s return [Levantamien­
to de los fieles por el regreso del mural de la Virgen de Guadalupe], octubre 1,2010.
The D en v er P ost, Vandalism of mural of Virgin Mary won’t be investigated [No se inves­
tigará el vandalismo del mural de la Virgen Maria], Electra Draper, marzo 10,2011.
El S e m a n a r io , Wouldjesus hide his mother? [¿Escondería Jesús a Su Madre?], Magdalena
Gallegos, junio 2,2010.
El S e m a n a r io , Disrespect provokes protest [Falta de respeto provoca protesta], Ramon
Del Castillo, junio 24, 2010.
El S e m a n a r io , Straight from my heart: L a f a m i l i a [Desde mi corazón: L a f a m i li a ] , Mag­
dalena Gallegos, julio 22, 2010.
El S e m a n a r io , Spirit of Guadalupe reins in community [El Espíritu de Guadalupe conduce
a la comunidad], Ramon Del Castillo, diciembre 2,2010.
El Semanario, Hiding of Guadalupe saddens community [Esconder a Guadalupe entris­
tece a la comunidad], diciembre 9,2010.
El S e m a n a r io , Straight from my heart: What kind of Church is this? [Desde mi corazón:
¿Qué clase de iglesia es esta?], Magdalena Gallegos, marzo 10, 2011.
El S e m a n a r io , Straight from my heart: The last straw [Desde mi corazón: La gota que de­
rramó el vaso], Magdalena Gallegos, abril 7,2011.
National C a th o lic R ep o rter, Denver Catholics fight to restore Guadalupe mural [Católi­
cos de Denver luchan por restaurar el mural de Guadalupe], Dennis Coday, octubre 14,
2010 .
3 Quienes no recuerdan su historia: Abajo viene en contexto esta hermosa cita de Jorge
Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás, también conocido como George Santaya­
na. Esto significa que el cambio no es progreso, a menos que retenga lo que alguna vez
fue bueno. Efectuar el cambio únicamente sin el latir del pasado es infantilizarlo todo, es
mantener a todos en la ignorancia de cuestiones nocivas que ocurrieron en el pasado y que
podrían prevenirse o atenuarse en el presente, si estuviera su memoria presente en todos.
«El p r o g r e s o , le jo s d e c o n s is tir en el c a m b io , d e p e n d e d e lo q u e r e te n e m o s . C u a n d o el
c a m b io es a b s o lu to n o q u e d a n a d ie p o r m e jo r a r y n o s e e s t a b le c e n in gu n a d irecció n p a r a
u n a posible m e jo r a : y cu a n d o la e x p e rien c ia n o se re tie n e , c o m o en tre los s a lv a je s , la in ­
f a n c ia es p erp etu a . L os q u e n o pueden recordare! pasado están c o n d e n a d o s a r e p e tir lo .»
4 Esta carta es una de las profecías carcelarias más poderosas que haya dado a conocer al
gimo de los <lc corazón visionario injustamente encarcelados pero que, aún así, escribían
y sacaban <lc contra bando sus palabras al mundo para ayudar a otros, sostenerlos y su
birles rl animo. Desde Nanjuan de la Cruz hasta Nelson Mandela en nuestros tiempos,
408
desatando a la M ujer ¿Fuerte

hay literalmente cientos de nombres entre los que escriben desde la cárcel, no solo en de­
fensa de su caso, sino abogando por los demás para que se les sostenga, se les trate bien
y con justicia. La Carta desde la cárcel de Birmingham también se conoce como El negro
es tu hermano. Esta carta la escribió Martin Luther King, Jr. desde la cárcel municipal
de Birmingham, Alabama, el 16 de abril de 1963. Fue encarcelado ahí después de que lo
arrestaran por planear una protesta no violenta contra la segregación racial impuesta por
el gobiernoy los negocios mercantiles de la ciudad. La carta del Dr. King se sacó a escon­
didas de la cárcel en un tubo de pasta dental.
La carta es una respuesta a ocho clérigos blancos de Alabama que dijeron públicamente
que estaban de acuerdo en que existieran las injusticias sociales contra los negros, pero
insistían en que la batalla contra la segregación racial se llevara a cabo amablemente tras
puertas cerradas; en otras palabras, en los tribunales y no en las calles. A la manera típica
de quienes intentan aferrarse al poder, llamaron a King un «alborotador de fuera» que
provocaba problemas donde no debía haberlos por ningún motivo. A esto King respondió:
«La injusticia en cualquier parte constituye una amenaza para la justicia en todas partes.
Nos encontramos atrapados en una ineludible red de reciprocidad, atados en un solo te­
jido de destino. Cualquier cosa que afecte a uno directamente, nos afecta a todos indirec­
tamente.... Quienquiera que viva dentro de Estados Unidos no puede jamás considerarse
un forastero...».
King dijo que su grupo usaba la acción directa no violenta para provocar tensiones que
obligarían a la comunidad más amplia a enfrentar el tema directamente. Esperaban crear
la tensión no violenta necesaria para el crecimiento. King respondió que sin acciones di­
rectas contundentes y no violentas, nunca se alcanzarían los derechos civiles de verdad.
Los clérigos blancos consideraron que la manifestación era inoportuna. King escribió:
«Este “espera” casi siempre ha significado “nunca”». King dijo que habían esperado du­
rante suficiente tiempo estos derechos otorgados por Dios, y que la «justicia demorada
por demasiado tiempo equivale a una justicia denegada».
5 Hacia adelante por Nuestra Señora: Me he sentido desconcertada, y quizás ustedes tam­
bién, cuando en el transcurso de la historia vemos a bandos opuestos que afirman que
Dios está únicamente de su lado. A veces los humanicolas empequeñecemos demasiado
a Dios. Lo que prefiero entender —y es por esto que me gusta la exhortación del Dr. King
a autoexaminarse espiritualmente antes de emprender cualquier cosa— es que «Todos
estamos con Dios. Estamos con la Santa Madre». En otras palabras, elegir estar «con»
significa que hemos conseguido no involucrarnos con nada menos que la chispa divina,
sino permanecer en y estar con lo máximo de lo Máximo, lo más creativo, lo más amoroso,
lo más pacífico y lo más decidido.

11 D e c ó m o ¡as Motherfuckers se v o l v i e r o n Las Madres S a n t í s i m as

1 Nota de la traductora: La palabra motherfucker es probablemente el insulto más fuerte


que existe en inglés. La expresión es parecida a la que se usa en México: «chinga (fuek) tu
madre (mother)».
2 Cómo las motherfuckers se uoluieron las Madres Santísimas
Cuando conté esta historia [en inglés], usé la palabra kid [cabritillo o niño en ese idioma],
pues en el dialecto de mi familia, un kity un kid eran nombres que se usaban tanto para
los corderos como para los niños y los gatitos, aunque en el inglés estándar un kid es un
cabritillo (cosa que aprendí mucho más tarde en la vida).
También llamábamos mangos a los pimientos verdes, y usábamos nombres para dis­
tintas criaturas, alimentos y entornos hasta que mucho después, con frecuencia por las
burlas de otros, encontraba avergonzada que la cultura más amplia usaba palabras dis­
tintas para las mismas cosas. Al final pude ver la riqueza de utilizar muchas de cada lado,
cuando fueran útiles.
**•' 409
'Molas

12 La Gran M u je r s e n o s a p a r e c e a d ia r io

1 A veces, cuando estoy de gira en otros paísesy ciudades, la gente me pregunta sobre las
imágenes de la Madre Santísima en una tortilla, o un arcoíris que refleja su figura en
un edificio de vidrio. No creo poder medir todas las experiencias ajenas. Lo único que
sé es que Nuestra Señora se aparece en formas que tienen significado para quienes la
aprehenden.
Noto que los medios de comunicación con frecuencia ridiculizan o desdeñan este tipo
de manifestaciones, pero creo que uno tendría que hablar con la gente que encuentra un
significado ahíy ver qué piensan ellos de primera mano, y analizarlo no con el ánimo del
escéptico sino con el corazón abierto. Aveces parafraseo lo que mis abuelas decían en pa­
labras como estas: «Si el mensaje es bueno, mantenlo cerca y trabaja para entenderlo. Si
sientes que no es en provecho de la bondad, entonces deséchalo y sigue avanzando. Hay
muchas paradas en estas vías de ferrocarril, muchas oportunidades de observar lo que se
puede y debe ver, pensary entender, todo por el bien del Amor».

13 L e t a n í a d e la M a d r e C a r r e te r a : c á n t i c o d e s u s n o m b r e s r a d i a n t e s

1 En la actualidad, muchos geógrafos dividen al planeta Tierra en regiones que ya no se lla­


man «continentes». Se dice que hay ocho regiones divididas por masa continental: Asia;
Oriente Medioy Africa del Norte; Europa; Norteamérica; América Central y el Caribe;
Sudamérica; Africa; y Australia y Oceanía. Es hermoso aprender que la Madre Santísi­
ma es conocida a lo largo de cada una de estas enormes masas terrestres, dentro de todas
las naciones y tribus comprendidas en cada región geográfica, y dentro de todo tipo de
familias e individuos dentro de esas nacionesy tribus. Se le conoce en todos lados. Y con
frecuencia a su pequeño Hijo Divino también.

14 C o m p a s ió n d e s p u é s d e l a b o r to : « L o s hijos q u e r e c ib ió q u e n o p u d o r e c ib ir ...»

1 Recientemente un obispo-administrador dio una entrevista en la que dijo: «Si [...] la


juventud está dispuesta a ir a la guerra y dejar a un lado su vida para defender nuestras
libertades, entonces cada obispo debería estar dispuesto a entregar su vida, si eso signifi­
case ponerle un fin al aborto». Esto sorprendió a muchos, ese llamado personalizado del
obispo-administrador por un martirio premeditado para sí mismoy otros obispos. Causó
alboroto, pues el martirio auténtico no es típicamente un evento de hágalo-usted-mismo,
que yo sepa.
Las intuiciones y actitudes de nuestros tiempos tienen que cambiar. Especialmen­
te entre los líderes, pues parece ir contra la vida misma que cualquier prelado sugiera su
propio martirio cuando ya hay legiones de almas heridas y sin cuidados para ayudarlas;
están plenamente vivas y necesitan cuidados profundos y conscientes. Ya se perdió una
diminuta vida, después una segunda vida se lastima e ignora, ¿y mientras una tercera vida
organiza un martirio? Es una locura.
2 Rituales para limpiar la herida por la pérdida de un bebé en un aborto: He preparado mu­
chos rituales y le he ofrecido este a madres, padres, abuelos y hermanos que pasan por un
duelo porque supieron que un alma intentaba llegar pero debió regresar. Aquí ofrezco
un marco para llenarlo como deseen, de cualquier manera que sea significativa y útil para
las almas de la madre o padre. Muchos quisieran hacer su ritual al aire libre. Otros lo harían
cerca o dentro de un círculo sagrado de su elección, o cerca de agua corriente o con un cuen­
co lleno de agua, rodeados de objetos de su propia vida o los que proporcione otra persona
amorosa; estos representan la vida pasada, presentey futura. Uno podría elegir los que sien -
te que lo protegen y que son bondadosos con el corazón de la mujer (y del hombre). Algunos
podrían querer quitarse los zapatos, y a veces más prendas.
(Irán parte del «estar con» es la manera de tener cerca a lo sagrado. Una persona puede
estar con otras que vivieron sucesos similares en su vida, y sus historias a veces los enri
qiirccii niuluainenle. () con la cantidad de personas que elija, o con ninguna.
410 '* ■ * *
desatando a la M ujer ¿Fuerte

Lo que sigue es invocar la aparición de lo Sagrado, y/o por medio de la Madre Santísima
ayudar de cualquier manera que cada persona asimile mejor. Así, hay que escuchar la histo­
ria de cómo sucedió todo, apreciaciones, arrepentimientos, remordimientos, sentido del yo.
Luego, un pequeño obsequio. A veces ofrezco varios artículos para que la persona elija:
un suave babero de fieltro, un pequeño recuerdo decorado con un bebé durmiendo, una
selección de tarjetas sagradas de la Santa Madre, la imagen de un pájaro, un ángel,
una mariposa; papel para escribir una carta a mano como uno decida, o escribir el nombre
del hijo de uno si así lo desea, y varias otras cosas simbólicas que uno puede escoger para
dejar abierta la puerta entre los mundos mientras habla, piensa y está de maneras en las
que el espíritu se siente llamado a hacerlo.
La persona quizás quiera hablar mucho o poco, o nada. El silencio es uno de los múl­
tiples lenguajes de la Santa Madre, y todo estará bien en la quietud también. El trabajo
progresará porque se ha llamado a la santidad a aparecer, lo diga uno en voz alta o no. La
manera sencilla es con frecuencia la más significativa: plantar algo que crecerá, en memo­
ria de loque es eterno; colocar un tesoro de algún tipo, un simple símbolo del amor de uno
como se desee, una carta escrita a mano, una piedra especial que simbolice la «tierra que
vuelve a la tierra» en pésame.
Uno puede arrodillarse, sentarse, pararse o bailar como uno quiera. Uno puede no en­
terrar el recuerdo, sino pedirle a la Tierra que guarde con ternura esta parte de su vida, que
retenga esta dulzura y pérdida delicadamente y con amor. Lavar la herida en la esencia de
la madre, en su santa tierra. También se puede traer una imagen de la Santa Madre para
dejarla ahí o que atestigüe ese momento. Si uno llora, puede derramar sus lágrimas sobre
esa tierra, regando alguna vida vegetal o cualquier paz bendita que se le haya dado a la
tierra ahí para crecer, en nombre de todos. Uno puede nada más pedir con toda sencillez
que la Santísima Madre, que sabe qué hacer, quien siempre ha estado con nosotros, espe­
rando que entremos en este momento de sanación, sepa qué hacer. Podemos solicitar a la
Santa Madre que por favor, en representación nuestra entre el Cielo y la Tierra, entregue
el mensaje justo en la dirección correcta. Podemos pedir a la Madre Santísima que nos dé
una señal de su bendición a nosotros, y a partir de ello tomarla.
3 Como dice una de mis amigas, que todos los días ve las tribulaciones y sufrimientos de ni­
ños cuyos padres embarazaron a sus madres y después se fueron sin apoyarlos jamás: «Los
plantadores de semillas tienen que empezar a preocuparse de dónde caen». Es cierto. Efec­
tivamente tiene lugar un diálogo específico y actual sobre estas cuestiones entre los hom­
bres mayores y los jóvenes; no como sermón, sino una conversación recurrente de apoyo
y construcción del carácter con las personas a quienes esos jóvenes admiran. Pero es ne­
cesario que muchos más hombres se involucren con los jóvenes; mencionaría las palabras
«millones más», y muchas menos barreras para estas discusiones. Si estas cuestiones no se
pueden tratar en la escuela con la excepción de las clases de ciencias biológicas, donde
se separan de las sensaciones y experiencias personales de los muchachos; si no se pueden
abordar en la iglesia de forma honesta y no exhortativa, ¿dónde pueden nuestros chicos
recibir estas transmisiones vitales? Mientras que las mujeres tienen su propia conciencia
o falta de ella con la que deben lidiar, aquí hablamos de los hombres en particular. Un pa­
dre no tiene que ser consanguíneo, sino cualquier varón honorable que marque la pauta:
esa es la marca del hombre verdadero que no embaraza a una mujer o mujeres de forma
imprudente ni de otro modo hasta que sea esa «la intención» y tenga las capacidades para
ser un «padre para siempre» con sus hijos, y apoyarlos lo mejor que pueda. El fenómeno
de los hombres, jóvenes o no, que van por ahí desperdigando hijos entre la mayor cantidad
posible de mujeres debido a su «orgullo masculino», pero que después abandonan a los
niños y sus madres, parece ser una enfermedad espiritual profunda con un enorme costo
humano. Acaso la pregunta no sea «Qué significa ser hombre», sino «¿Qué hace que una
persona sea fiel a lo más perdurable de sí mismo, lo que no es apresurado, lo que se apoya
en terreno sagrado en primer lugar y antes que todo?». Hay muchos temas al respecto, y
siempre busco que los hombres valientes de buen corazón guíen el camino.
**• '.411
'Notas

4 La Madre, de la señorita Gwendolyn Brooks. Nacida en 1917, dejó este mundo en el año
2000. Fue la primera afroamericana en ganar el Premio Pulitzer de poesía; obtuvo una
beca Guggenheim e ingresó en el Salón de la Fama de las Mujeres Norteamericanas, entre
muchos otros honores. Pero era la mujer más práctica y sencilla que uno pudiera jamás
esperar conocer; poseía una enorme delicadeza además de unos feroces ojos de águila que
veían el panorama general y los pequeños detalles a su alrededor. Escribió muchos libros
de poesía, entre los que se encuentra Rrorizeville.

16 D i o s no t i e n e m a n o s : c o n s o la r a M a r ía , e l r itu a l d e l Pésame
1 Este pequeño testudo, este pequeño refugio como un caparazón de tortuga. El caparazón de
la tortuga, en especial las grandes tortugas marinas que llegan a la orilla de las playas
de México, se usan a veces como una gruta donde se coloca una imagen de la Mujer Grande,
la Madre Santísima. Existe una razón para esto que se puede entender arquetípicamente
como una manera de ver cómo vivir dentro y también para proteger las partes más críticas
y delicadas de la psiquey del alma....
Lo pondría así: suave por un lado, resistente y duradera por el otro: esa sería Nuestra
Señora y también su ejemplo para nosotros. El caparazón de la tortuga, el caparazón de
la estatua de mármol, el caparazón de la oración, se entienden como maneras de animar
nuestras capacidades para ver que podemos, a pesar de todo lo demás, soportar con mu­
cha tenacidad los elementos corrosivos de la cultura dominante.
Este ideal también era evidente en tiempos ancestrales, pues el «testudo» era una ma­
nera de armarse, con los escudos sobre la cabeza, entrelazándolos con todos los demás
soldados y soldadas, para poder correr protegidos hacia la fortificación con un “escudo de
escudos , o alejarse de las bolas de fuego y flechas que caían del cielo. Sabiduría ancestral
para las almas modernas.

17 L a s Marías de M a d r e Á fr ic a

1 Mary: Letra e interpretación de Patty Griffin. También hay versiones de Joan Baez y otros.
Con el amable permiso [de la autora],
2 Limpiando el lugar. Esto no se asemeja a lo que significa hacer la cama o lavar los platos,
quiere decir que las Marías se toman el trabajo de «limpiar el lugar», construir y levantar
lo que hace mucho tiempo, de alguna forma, se había hundido y torcido. Significa caminar
erguido con un corazón de justicia.

18 E l r itu a l d e L a Posada d e « O h , s í, a q u í t e n e m o s lu g a r p a r a ti»

Exvoto del Cristo de la Llave. Las enramadas que rodean al Cristocito están llenas de
candados. Me parece que hay ocho, pues con frecuencia en el ritual de la Posada se re­
chaza al Amor del Mundo ocho veces. El candado y la llave son símbolos ancestrales de
fertilidad y embarazo, no solo porque uno tiene la forma del baúl del tesoro y el otro
forma falica, sino debido a que estas son ideas antiguas de esperanza y de abrazar una
nueva vida juntos.
Hice esta obra de artey devoción como un exvoto para suplicary pedir a Nuestra Se­
ñora su intercesión para la fertilidad de quienes deseaban embarazarse, los que anhela­
ban un hijo pero sentían que «los dejaban fuera» o no podían «sostenerlo dentro». Me da
gusto notificar que muchos de los que han visto este exvoto, este velante, han visto res­
pondidos sus anhelos. Yyo amo a este Cristocito con sus grandes ojos bien despiertos y su
vestidito y sus uñas de los pies pintadas de rojo.
Al hacer esta pieza-oración, preguntaba: ¿qué es un candado? ¿Solo sirve para mante­
ner una puma cerrada de modo que lo que está adentro no se salga? Sí, pero a veces tam
bien la cerradura es por privacidad. Algunos candados tienen filigrana, son ornados, con
cadenas, pa ra muslrar que lo que está ahí es amado y atesorado. A veces es una cámara ch­
aire par a c rear un v c - h I í I h i I o . una habitación con caerla presión, para que uno se achínale
412
í)( salando a la M ujer .Fuerte

gradualmente a una nueva forma de ser; por lo tanto, una vez que se iguale la presión, se
pueda nacer por otra puerta a la que se ha quitado el candado.
En inglés, locktambién significa esclusa, un breve tramo de un canal donde el nivel de
agua se puede subir o bajar por medio de compuertas, rejas y represas temporales. Se usa
para levantary bajar un navio sobre un estrecho de agua que de otra forma sería demasia­
do bajo para atravesarlo.
Así que encerrar es sostener algo, abrazar algo, igualar algo, aferrarse bien a algo; y
abrir es permitir que algo viaje hacia delante, creando las condiciones justas para avanzar,
sin importar cómo esté el terreno. Y sentí que esto era un conjunto perfecto de atributos
para pedir nueva vida para quien la anhele permanentemente, del modo que sea.
También estuve pensando mientras trabajaba: ¿qué es una llave? Con frecuencia es una
forma pequeña forjada de material de la tierra, de metal. Al metal se le cortan dientes o
pequeñas alas para insertarse en el candado. Dentro de la cerradura, donde las cosas es­
tán escondidas, los dientes giran los cilindros para retirar la traba que mantiene cerrada
la puerta, y el paso se cierre o se abra completamente y así pueda entrar la gente. La llave
también se usa para afinar un instrumento, y una llave [o clave] es una idea o sistema de
pensamiento aplicado para resolver un problema o descifrar un jeroglífico. Algunas llaves
son tan simples como un pasador que atraviesa dos aros para mantener cerrado el envase.
Y esto igualmente está bien. Cuando se construyen muros, key (guía) es la primera ca­
pa de yeso que se coloca entre los listones para que las siguientes capas de yeso agarren
bien. Y la piedra angular —keystone— mantiene al arco en su lugar. Todas estas me pare­
cieron, mientras trabajaba, buenas oraciones para rezar por lo que cualquiera necesitara
más, para hacer esta ofrenda al Santo Niñito del Amor colocado en contraste con el rojo
profundo de la rosa, un doppelganger o semejanza de las jugosas capas de nutrición in
útero; todo esto para rezar por aquellos en la Tierra que anhelan a su manera que el Niño
del Amor venga y toque sus almasy sea el suyo propio.
2 sin ser vistos... Lucas el Evangelista relata la historia del nacimiento del Niño Dios, todo
desde el punto de vista de la Madre María, diciendo que Ella sabía a quién protegía en su
interior, que Ella también veía lo Sagrado invisible cuando otros no podían... que escondió
«en su corazón» su conocimiento del Inmanente oculto (Lucas 2 -19-51).
i Nota de la Traductora: Juego de palabras intraducibie entre i (yo) y la i en la palabra mir-
acle.

22 B e n d i c i ó n f i n a l : ¿ A c a s o lo h a s o l v i d a d o ? S o y t u Madre
1 Si bien San Juan Diego se conoce también en México y otros países como Juan Diego o
Juan Diego Cuauhtlatoatzin, la autora utiliza varios términos para referirse a él como Don
Diego, Santo Don Diego, Cuauhtémoc, El Aguila que habla, entre otros.
2 Sobre el origen de esteJi nal para nuestras oraciones y bendiciones, véase el capítulo vein­
ticuatro, «La máxima oración».

24 La máxima oración
* Nota de la Traductora: También es un juego de palabras. En inglés «amen» suena como
«a man», un hombre. Por eso, «un hombre... y una mujercita».
Notas al lector
Una nota sobre el arte aquí incluido

C
ada obrita de arte creada por m í para Desatando a la Mujer
Fuerte fue como un exvoto a la Santa Madre para darle gra­
cias, pedirle ayuda, sustento o en su alabanza, y en favor de
algunas alm as, varias de las cuales conocía personalm ente, y otras
obras fueron hechas para personas que aún no he visto, quizás para
un alma com o tú, con necesidad de consejo, oración y sanación.
Las im ágenes que hice en m ultim edia no eran en alta resolu­
ción, pues no sé cómo prepararlas, y entre mi dislexiay otros retos,
las instrucciones de algunos libros me hicieron borrosa la visión de
lo complicado que parecía todo. Así que simplemente corté, pegué y
coloreé con el equivalente a unas herram ientas infantiles.
En mi corazón deseaba materializar la oración para tratar de sa­
tisfacer una posible necesidad, enviando de ese modo mis «cartas-
oraciones» al lugar donde se entregan de mano en mano entre todo
lo que es sagrado; ese sitio donde la biología y la psicología de una
persona, un lugar, y el Creador eterno pueden unirse en una sola
coincidencia. Sin embargo, las imágenes o palabras que puse en los
exvotos no tienen el enfoque nítido que aprecio y admiro en lo que
puede lograr un verdadero profesional.
Pensaba no colocar exvotos en este trabajo, pues sé que hay
quienes son a ficio n a d o s a las ilustraciones artísticasy estas podrían
414 ' < * *
í)< salando a la M ujer Mierte

parecerles no muy buenas. Pero entonces sentí un em pujoncito,


tal vez vi la pluma de un angelito pasar rápidam ente, y pensé que
quizás les gustaría ver estas «oraciones pintadas» para la salud y la
sanación que tienen elem entos de collage, aunque estén algo de­
senfocadas. Solo pediría que estos exvotos, com o fue su intención
original, puedan también bendecirlos y sean asimismo justo lo que
hace falta en alguna parte de sus vidas preciosas, y las de quienes
son importantes para ustedes.

Una nota a los lectores sobre las palabras


Como poeta, pienso que los que sudamos tinta en la mina de las pa­
labras al tratar de aflojar suficientes de ellas, esperamos que algu­
nas hayan sido hechas por los ángeles, aunque hay que ordenar y
m artillar la mayoría hasta dejarlas ágiles y fuertes aun cuando es­
tem os agotados por el oficio de intentar cortarles facetas m ientras
evitamos los esquistos... (esa es mi noción de la chispa poética).
Con seriedad, creo que los poetas tienen el deber de crear nuevas
palabras, hacer uso de ellas de nuevas y viejas m aneras, inventar­
las si es necesario cuando el lenguaje aún no tiene un térm ino con­
ceptual o emotivo necesario, y también es por eso que caemos en la
poesía cuando hablamos en especial sobre lo transform acional, lo
Sagrado, pues la prosa mundana puede transm itir lo que ocurrió,
pero posiblemente no comunique el sentim iento dentro de lo que
ocurrió tan bien como lo consigue una línea lírica. Digo «caer en la
poesía» porque pienso que para muchos de nosotros la poética es el
primer idioma: es la m anera en que vemos el mundo, primero por lo
que está dentro y en segundo lugar por lo que está fuera.
Las alm as fieles que han leído este m anuscrito hicieron ano­
taciones según los m anuales de estilo, en el entendido de que yo
conservaría mi propio dialecto, mi propia forma de escribir en mi
propia voz. Así, en este trabajo en con trarán , por ejemplo, algu
lias inconsistencias ortográficas, pues de niña aprendí a deletrear
ciertas palabras según el lugar del que provenía la monja que era
í & v 415
'N otas al lector

nuestra m aestra ese año: Estados Unidos o Canadá, que seguían la


ortografía británica.
También encontrarán algunas palabras que son específicas del
lugar donde crecí, en lo más intrincado de los territorios que rodean
los lagos y bosques del norte de Estados Unidos. Conservé las idio­
sincrasias de mi «idioma nativo», y por lo tanto cualquier error en
este m anuscrito, o aparente error, es tan solo mío. Espero que en­
cuentren que mi escritura refleja mi forma de hablar, y en el caso de
palabras extranjeras, las que no se han incorporado al idioma tie­
nen una explicación después de destacarlas.
Como saben, las palabras llevan historias dentro de ellas, por
ejemplo, historias de la gente que las usa de m anera regional, y no
global. Por consiguiente, hasta cóm o escribir una palabra se pue­
de convertir en un foco de discusión para puntos de vista políticos
y, ciertam ente tam bién, sobre la preservación de las lenguas. E n ­
contrarán, por ejemplo, que en la dedicatoria de este libro se uti­
liza el dialecto milanés para nom brar, com o lo hacen en Milán, a
su herm osa Madona en la cima de su iglesia: M adunina; en italiano
m ás global sería Madonnina. Al tom ar una decisión sobre muchas
formas de hacer referencia a un acontecimiento o persona de forma
hablada o escrita, prefiero usar el dialecto de la gente del lugar don­
de existe esa persona o asunto.
También están algunas palabras que utilicé, por ejemplo «reli­
gión». Me referí a ella en su acepción original: reunir las gavillas,
estar juntos en todo el sustento y la luz. Sé que a algunos lectores,
por sus propias razones, esta palabra que viene de religare a ve­
ces les produce aversión, pues han visto com eter delitos o han sido
lastim ados por alguien que dice actuar en nom bre de una creen ­
cia religiosa. Yo quisiera devolver nuevamente m uchas palabras a
las historias que tienen detrás, y es posible que encuentren esto de
cuando en cuando en este manuscrito.
Además, debido a la cruda experiencia que expresa, uno de los
capítulos aquí incluidos contiene una palabra que norm alm ente
se entiende como una vulgaridad: motherfucker. En lugar de dejar
fuera del libro esc acontecim iento transforrnacional - com o algu
416
Desatando a la M ujer ¿Fuerte

nos me previnieron— porque literalmente gira en torno a esa apa­


rente grosería, les he m ostrado cómo se desenvolvió en el contexto
del am or de Nuestra Señora, y se los he puesto aquí.
Soy sensible al hecho de que algunos, especialmente mi propia
generación de gente mayor, podrían no estar acostumbrados a tales
palabras, quedar atónitos u ofendidos por este tipo de lenguaje rudo
callejero. Lo siento si la palabra duele; nosotros, los que venimos de
abajo y que trabajamos por levantar a esta gente sencilla, no enten­
demos estas palabras tan horribles sino como indicadores de frus­
tración o luchas de poder en ese momento. Actuamos para elevar el
lenguaje un poco más, pero sobre todo para elevar a la gente misma,
creo. Espero que el corazón del lector vea que las cualidades tran s-
formacionales de las niñas en ese capítulo están muy por encima de
esta palabra de la jerga.
Verán tam bién una nota al final sobre cóm o se autonom bran
ciertos grupos de personas com parado con cómo los llaman otros,
incluyendo de qué m anera esos nombres evolucionan con el tiem ­
po, según se eleven más y más hasta alcanzar la igualdad con cul­
turas más grandes. En este libro hago referencia a grupos por los
nombres que ellos usan para sí m ismos actualm ente, aunque esos
pueden cam biar m añana y aunque no toda la gente bajo el nombre
típico y particular del grupo mismo esté necesariamente de acuerdo
con él. He tenido la fortuna de tener acceso a gente que me ha dicho
los viejos nombres de muchos de sus grupos y subgrupos, tribus y
clanes, y lo que en realidad significan esos nombres, espiritual, po­
lítica y geográficamente.
Es hermoso ver cómo la gente se nombra según lo que perciben
sobre sí mismos ahora, y también según lo que esperan convertirse.
Esto último es una práctica muy antigua: nom brarse a sí mismo o
a su grupo según lo que uno espera o sabe que puede convertirse.
También es, quizás, una de las razones por las que la Santa Madre
recibe tantos apelativos de los que mucho la aman. No para que Ella
se transform e en esos nom bres, sino para que nosotros podamos
hacerlo.
Lista de ilu stracion es/
Créditos

G a n z -V o tiv ta fe l n

Estos siguen la tradición de la tribu minoritaria suaba de la que desciende


mi padre. Con frecuencia se les llama uotives en inglés. Del otro lado de mi
familia, mestizo y español, se llaman exvotos; en latín, esto significa que alguien
hizo un voto de llevar algo a cabo, decir algo, deshacer, comenzar o terminar
algo, mientras pide asistencia divina con todo el corazón en alguna cuestión
relacionada, o a veces en una cuestión del todo distinta.
Tradicionalmente, los exvotos también se pintan para agradecerlas peticiones
concedidas. A continuación viene una lista con la selección de varios exvotos entre
cientos que he hecho a lo largo de décadas en mi vida. Representan mi práctica
de la oración contemplativa, que recibí de mis tías, las hermanas de mi padre,
antiguas creyentes que venían de ambos lados del océano. Me enseñaron ciertas
oraciones para hacer junto con cada plegaria, e intercambios y ofrendas que se
hacían al Espíritu Santo. Si me viera obligada a ponerle nombre a este conjunto
de prácticas, tal vez las llamaría o r a c i ó n e x p r e s i v a . Pero más que eso, junto con
nuestra tradición familiar de «hacer historias» espontáneas, normalmente la
llamo por lo que es: «la creación de oraciones».
Algunos los hice para ayudary sostener a quienes estuvieran en alguna necesidad
como individuos, ya sea que los conociera o me fueran desconocidos. Y también
por lo queen hebreo se llama T i k ú n O l a m , por la reparación del alma del mundo;
esto significa que también hago exvotos y rezo por toda la humanidad que pueda
estar necesitada, loque quiere decir que por ti también, por mí también, todos
juntos. Con fío en que cuando veas cada exvoto aquí adentro, tu alma sabrá para
qué desafiante acontecimiento o tránsito de la vida es, y por qué. El alma es
tnuUllliigile; uno de sus lenguajes más grandiosos es hablaren imágenes.
418 ' *s
í)<'miando a la M ujer ¿Fuerte

Dedicatoria
Foto: La M adunina en Milán, Italia, de Giuseppe Perego, e grazie tante: Industria Turistica
de Milán

Contenido
«La M es por María, mi Madre, mi Hermana, mi Amiga»

Primeras palabras. Bendición inicial: Totus Tuus, te pertenezco, Madre Bendita


Exvoto: «La colcha de bendición de Nuestra Señora para tener sueños hermosos», de la Dra.
C.P. Estés
La colcha que compré y decoré dice en el borde superior: Descanso, Dulce dormir, Quietud,
Paz, Amigos, Tranquilizante, Corazón, Sanación, Sueños hermosos.
El borde inferior dice: Madre Santísima, Corazón Inmaculado, Mi Madre, Espejo del cielo,
Torre de marfil, Arbol de la vida, Estrella del océano, por favor reza por mí, Restáurame,
Fortaléceme, Sáname... Mi gratitud es tuya; para siempre, soy Totus Tuus (Pertenezco a Ti).

1 La primera vez que vi tu rostro


Collage 1: «El Lago de la Mujer Roja», de la Dra. C.P. Estés
Collage 2: «Nuestra Señora de la Madre Lago Michigan», de la Dra. C.P. Estés

2 Desatando a la Mujer Fuerte


Collage/exvoto: «Que la Santa Madre Anciana se pueda conocery mostrar descongelada»
Este exvoto dice:
Madre Bendita, Mujer de múltiples rostros y múltiples nombres: te conozco como Nuestra
Santa Madre Anciana, una representación tuya casi insólita. Pero en los relatos ancestra­
les, tú, como la anciana María, escalaste los montes hasta el Templo de Artemisa en Éfeso
donde predicaste: enseñar por medio de ser. Algunos viejos creyentes cuentan que seguis­
te encareciendo las danzas tribales sagradas, como en Caná.
Hoy, en junio de 2011, el día en que completé este libro, y después de casi dos milenios de
gritos de dolor de personas en todo el mundo, las autoridades cristianas decretaron glo­
balmente que los misioneros cristianos deberán «rechazar todas las formas de violencia...
incluida la violación o destrucción de los lugares de culto, símbolos o textos sagrados»
pertenecientes a otros.
De ser así, es una verdadera razón para el aleluya: que sea realidad para todos los grupos. Todos.
Que hoy mismo, todas las espadas se martillen para volverlas cuchillas de arado para plantar
nueva vida en vez de dañarla.
Tras las brutales conquistas de antaño y las incursiones indeseadas en nuestros propios tiempos
—invasiones iniciadoras de la violencia y la explotación, supuestamente en nombre de «la
Fe»—, en junio de 2011, el Consejo Mundial de Iglesias, el Pontificio Consejo para el Diálogo
Interreligioso del Vaticanoy la Alianza Evangélica Mundial, que «representan a más de 90%
de la población cristiana mundial», publicaron lo que yo llamaría «un extraordinario docu­
mento de conciencia». «[P]rimer documento de su tipo en la historia de la Iglesia», estable­
ce puntos éticos y humanitarios claros: se condena el empleo del engaño y la coerción por los
misioneros, así como la destrucción de culturas y religiones ajenas. Muchos conocemos «la
historia de llanto» de inocentes de todo el mundo cuyos miles de sistemas religiosos fueron
atrozmente aplastados. Que pueda surgir una nueva conciencia sobre la dignidad de las per­
sonas y los grupos, y con ello un despertar de quienquiera que desee imponer sus creencias
sobre los reacios «por su propio bien», incluidos los cristianos que son brutales con otros
cristianos. Que todos sus corazones se deshielen. Que todos los corazones se dulcifiquen.
Que todos los corazones recuerden el don original con que cada uno nació, es decir, amar
perdidamente más que solo a los semejantes. Como siempre ha estado escrito.
* ■ ' 419
de ilustradones/CródiUm

3 El borracho y la Señora
Obra artística: «La gruta de La Conquista», escultura heroica, fundición y cantería de Rov
Neal J
Obra artística: «El pozo de María», escultura, fuentes y cantería de Roy Neal
Fotos de Lucy Backus Malloy

4 Guadalupe es la líder de las chicas banda del Cielo


Collage/exvoto: «Nuestra Señora de los Cuchillos», de la Dra. C.R Estés

5 Masacre de los soñadores: La Madre Maíz


Collage/exvoto: «Levántense después del derramamiento de sangre», de la Dra. C.P. Estés
Las palabras de este exvoto dicen:
«¡Levántense!
Aun después de que se derrame la sangre...
y en particular entonces»,
dice La Conquista,
Nuestra Señora de los Conquistados.
Cuando su nombre se asocia con el concepto de la Conquista, se puede entender de varias
maneras. Ella es la madre de los que fueron pisoteados y esclavizados por algo o por al­
guien, ya sea por una adicción nociva o un régimen o ambiente injusto. Ella es también
quien conquista los corazones de los otros, sanando el corazón roto, dándole calor al cora­
zón frío, enderezando al corazón torcido, enfriando al corazón sobrecalentado. Este título
de La Conquista se puede entender de muchas maneras positivas.

6 ¡El Memorare, recuerda/


Collage/exvoto: «Nuestra Señora, la Camisa de Flechas: Ella enseña a proteger a los vulnera­
bles, sin excepción», por la Dra. C.P. Estés
Este exvoto, «La Camisa de Flechas», dice:
Memorare
Porque...
Ella no puede ser dañada,
pues Ella y el Niño Divino
son Eternos...
Porque...
Ella está segura
de la Divinidad de su propio Hijo
y de lo absolutamente imperecedero
de las enseñanzas de su Hijo...
Ella siempre, inmediatamente acude
—a través de nosotros—
para proteger a cada niño de la Tierra...

7 El uso de las siete espadas atravesando el corazón


Collage/exvoto: «Definición de fortaleza: Traspasado pero fiero», por la Dra. C.P. Estés
«Traspasado pero fiero »: este exvoto dice:
...Dicen las ancianas de la familia que las empuñaduras de las espadas que atraviesan el
corazón de Nuestra Señora... tienen la misma forma que los sépalos rizados que protegen
a los botones de las rosas... que con las oracionesy el tiempo, cada empuñadura de espada
se abrira en siete fragantes rosas, floreciendo una y otra vez, pues el sufrimiento trae la
lluvia de las lágrimas, pues la lluvia de lágrimas riega la tierra, pues está garantizado que
la humedad en la linea seca de nuestro ser hará nacer nueva vida.
420
Desatando a la M ujer fu e rte

Las lágrimas son un río que te lleva a alguna parte...


a un lugar mejor, a un lugar bueno.*
‘ Este último verso es del libro Mujeres que corren con los lobos.

8 «Nuestra Señora detrás del Muro»


«Esta M es por la Madre que salta por encima de los Muros de los mundos»: © Phase4Photo-
graphy/Shutterstock
Foto del «antes»: El altar central y el «Mural Artístico, Histórico y Sagrado del Santo Juan
Diego y Nuestra Señora de Guadalupe», pintado por la muralista Carlota EspinoZa en
1978 en la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, Denver, Colorado.
Foto del «después»: El altar central después de remodelar, el mural de La S eñ ora detrás del muro.
Ambas fotos, de Daniel Salazar, Denver, Colorado
Foto: Altar central en la Iglesia de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa

9 Un hombre llamado María


Collage/exvoto: «Nuestra Señora que brilla en la oscuridad», de la Dra. C.P. Estés
Este exvoto dice:
Nuestra Señora
que brilla
en la oscuridad,
estallando las esvásticas
de vuelta a su significado:
[el] Dios de Amor.
Como muchos saben, la esvástica aparece mucho antes de que se asociara con un regimen
brutal: es el símbolo de los brazos que giran, las cuatro direcciones, los cuatro vientos, la
gran rueda de la vida. El empleo de este, entre los más sagrados símbolos ancestrales, fue
puesto al servicio de los nazis del siglo XX. Seguramente hicieron a este símbolo ancestral
llorar sangre por toda la muerte y caos que llevaron a cabo los que lo inscribieron como
símbolo de su «pureza».
La historia de cómo mi tío escapó a los nazis se cuenta en el capítulo «Un hombre lla­
mado María». Finalmente a salvo en brazos de sus parientes en Estados Unidos, me dijo
muchas veces y de muchas maneras: los que asesinan a los inocentes, sin importar quién,
sin importar cuándo, no tienen país. Los que salvan y protegen son ciudadanos, no de la
tierra de nuestros padres, no de la madre patria, sino de la Tierra del Dios del Amor.
La cruz es, en el simbolismo de Cristo, la promesa de que el Amor prevalecerá, de que
el Amor eterno que surge no solo de los seres humanos, sino de «la Fuente sin fuente»,
nunca morirá.
Este tío es el mismo cuya historia de lucha por la supervivencia durante la guerra, y de
cómo encontró al Dios vivo en el bosque otra vez, se cuenta con mucho más detalle en el
libro T he F a ith fiil G a rd e n er : A W ise T ale About That Which Can N ev er D ie [El ja r d in e r o
f ie l : Una historia sabia a c e r c a d e lo q u e j a m á s p u e d e m orir],

10 La Virgen Negra
Collage/exvoto 1: «Ella, que no puede ser extinguida»
Collage/exvoto 2: «Sanctu, S an ctu : Paradas en los hombros de las que están paradas en los
hombros de...»
Ambos, de la Dra. C.P. Estés

11 De cómo las Motherfiuckers se volvieron las Madres Santísimas


Collage/exvoto: «Nuestra Señora bajo el Puente del Tren» de la Dra. C.P. Estés
El exvoto de «Nuestra Señora del Puente del tren» dice:
Nuestra Señora Bajo el Puente del tren...
«* ■ 421
JCjsta de ilustraciones/Credilos

Una Luz Ilumina aún más Brillante


en la Oscuridad más Oscura
Dibujos con tinta: « Tattoocitos: Tatuajitos por la Santa Madre» de la Dra. C.P. Estés

12 La Gran Mujer se nos aparece a diario


Collage/exvoto: «El clóset de María» de la Dra. C.P. Estés

13 Letanía de la Madre Carretera: cántico de sus nombres radiantes


Collage/exvoto: «Nuestra Señora de las Autopistas Azules» de la Dra. C.P. Estés

14 Compasión después del aborto: «Los hijos que recibió que no pudo recibir...»
Collage/exvoto: «La Mariposa: Mariposa en vuelo, Nuestra Señora de la Nueva Vida», por la
Dra. C.P. Estés
Sobre la «mariposa en vuelo» a que hace referencia este exvoto: cuando las mujeres te­
nemos unos cuatro meses de embarazo, o un poquito después, un día, de forma muy
sorprendente, sentimos un diminuto aleteo en el vientre: este es el minúsculo niño que
tenemos dentro, que se mueve dentro de nosotras. Se siente como el aleteo de una mari­
posa. Y casi todas nos paramos en seco con un asombro sagrado. De mis dos embarazos,
que llegaron a término pero fueron difíciles (por muchas razones), todavía puedo recor­
dar tantas décadas después dónde estaba en ese «momento de la mariposa», qué hora del
día o de la noche era, el tiempo que hacía afuera, qué había estado haciendo, qué llevaba
puesto, el estado del día, los aromas en el aire. Todo se detuvo en ese momento sagrado,
excepto por el asombro, excepto por tal maravilla. Vida. Movimiento. Sagrada. Viva. ¿En
mi cuerpo? ¿A mí, conmigo? ¿Quién venía a mí y a través de mí, comenzando con forma de
mariposa? Increíble levedad del ser.

15 El hombre que se ahogaba


Collage/exvoto: «El Lazo de Nuestra Señora: para salvar una vida» de la Dra. C.P. Estés
Este exvoto dice:
¡¡...oración feroz envié con mi grito, Madre de Dios!!
Y arrojé mi rosario con toda mi fuerza por encima de las olas...
Durante algunos momentos, el Lazo de La Virgen quedó suspendido en el aire...

Ay, Señora Mía, por favor deja que el desconocido


permanezca sobre el agua
hasta que llegue la ayuda.

16 Dios no tiene manos: consolar a María, el ritual del Pésame


Collage/exvoto: «Dios no tiene otras manos que las nuestras: las m anos de la gente que la
ama», por la Dra. C.P. Estés
Foto: «Antes de que la pintaran de negro: Nuestra Pequeña Señora de Fátima»

17 Las Marías de Madre ÁJrica


Collage/exvoto: «Santa Madre África» por la Dra. C.P. Estés

18 El ritual de La Posada de «Oh, sí, aquí tenemos lugar para ti»


Collage/exvoto: «El Cristo de La Llave: el Niño Milagroso de María», por la Dra. C.P. Estés

10 Nuestra S e ñ o r a d e G u a d a lu p e : E l s e n d e r o d e l C o r a z ó n Ro t o
••I ,a leí ra M. enmn en I ii M í s l i n i » : «•> Michael I ,ovy/Shul Icrstnck
4 2 2 '«**
Desatando a la M ujer ¿Fuerte

20 Trataron de pararla en lafrontera


«La letra M, como en El Milagro de La María»: © Mikhail/Shutterstock
Foto de La Señora de Guadalupey La gente, el pueblo que la ama, Santa Fe, Nuevo México
Foto de Nuestra Señora de Guadalupe, Santa Fe, Nuevo México
Ambas, deJoshuaTrujillo

21 La verdad sobre lo difícil que es entrar al Cielo


Collage/exvoto: «Una puerta al Cielo», de la Dra. C.P. Estés

22 Bendición final: ¿Acaso lo has olvidado? Soy tu Madre


Taijeta de devoción: «Bendición de Guadalupe por medio de Cuauhtlatoatzin, Santo Juan
Diego», por la Dra. C.P. Estés

23 Algunas de las maneras en que otras almas creatinas


entienden la relación con La Madre
«La letra M es por Mi Madre»: © karbunar/Shutterstock

24 La máxima oración
«La letra M es por María, Mi Madre, Mi Hermana, Mi Amiga»

Notas
Imagen: obras combinadas. © Antón Noviky LessLemon/Shutterstock

Notas para el lector


Imagen: © discpicture/Shutterstock

Lista de ilustraciones/Créditos
Foto: «Ganz-Votivtafeln» © Michael Kranewitter, 2007/Creative Commons Copyright

Gratitud y oración de intercesión


Imagen: © Ra Studio/Shutterstock

Una biografía poco convencional


Imagen: tipografía Authentic Ink Initials © Florian Schick/SchickFonts

Obras adicionales de la Dra. Clarissa Pinkola Estés


Imagen: © jórg róse-oberreich/Shutterstock

índice
Imagen: © Theo Malings/Shutterstock
Gratitud yoración
de intercesión

C
uentan una historia en nuestra familia:

Había una vez una campesina que llevaba un saco de se­


millas de trigo dorado que rescató de los escombros después
de la guerra. Pero no tenía tierra para plantarlas. Cuidó y
protegió las sem illasy milagrosamente, después de muchos
años, se le ofreció un terreno fértil. Ahora podía sembrar sus
semillas y cultivar un campo nutritivo de grano para alimen­
tar a las aldeas a su alrededor. Pero no solo resultó com o lo
planeó. Pues cuando comenzó a mover la tierra profunda­
mente con la pala, volteándola, encontró oro. El campo que
le ofrecieron guardaba un tesoro escondido.

Algo parecido sucede también cuando las personas se acercan unas


a otras en el trabajo creativo. Soy testigo: como la campesina del re­
lato, con cada libro que he publicado, a menudo descubro otra vez
nuevos desafíos y luchas, pero también lo que nunca esperaba: teso­
ros escondidos en otros que cam inan conm igo, o en lo que me han
ofrecido. Algunos se detienen por un m om ento; otros solo «hasta
que se seca la tinta». Y otros son una enorme bendición al ser com ­
pañeros de via je leales y de mucho tiempo que no se alejan durante
4 2 4 ■ '**
(Desatando a la M ujer ¿Fuerte

mis luchas, durante el barbecho o la torm enta o los despejados cie­


los azules del camino.
Al pasar tanto tiempo de mi vida sola, la mayor parte bregando
en cuevas de distintos tipos, siento gratitud por los que han venido
queriendo ayudar, que tocan a la puerta de mi corazón m ientras h a­
go aspavientos en un rincón lejano para tratar de m antener encen­
dido el fuego creativo en medio de un viento cruzado, intentando
traducir a ángeles, moviendo las alas para alejar a los demonios y
simplemente esforzándome con energía para colocar línea tras lí­
nea, día tras día, año tras año en el tiempo que se me otorgó, a la vez
que atiendo todos los compromisos del corazón y del alma.
Aquí están muchos de «los tesoros escondidos» que llegaron en
plena gloria, y/o que dulce y lentamente se acercaron para ofrecer su
ayuda durante toda mi vida, y también mientras escribía este libro: mi
agente, Ned Leavitt, quien planta raíces por los mundos y de muchas
maneras «baja el instrumento de cuerdas para tocarlo» todos los días.
Tami Simón, fundadora y presidenta de Sounds True, quien ha de­
sarrollado y protegido su propio campo con el tesoro escondido, sir­
viendo a los demás de muchas m aneras: ella siempre ha mantenido
seguro mi corazón.
Mi familia solidaria a la que le importa mi vida. Atesoro sus vi­
das y talentos también. Mis queridos, mis manos derecha e izquier­
da, que me han ayudado cada vez que lo he pedido, sugiriendo con
frecuencia cosas útiles en las que no había pensado antes: para mi
padre Jozsef de am orosísim a m em oria. Para Tiaja, Chicito, Lucy,
Teena, Marvell, M artita, Chuck, Nona. Nuestra familia se ha vuelto
diminuta conforme han muerto nuestros mayores: así, esto es pa­
ra todos nuestros dulces, extraños, duros, herm osos mayores. He
mencionado la realidad de nuestro origen como refugiados e inm i­
grantes en muchos de los capítulos de este libro. En la cacofonía de
los «tiempos m odernos», algunos olvidan que muchos volaron a la
luz o bajo tierra, con trabajos y por mucho tiempo, a veces incluso
con un ala rota, para que nosotros pudiéramos ser libres. No los ol­
vidamos. Ustedes son nuestra comunión de adorados, desaliñados
y lodosos santos, nuestra tribu de almas únicas.
^ 425
Gratitud y oración de intercesión

He sido asociada de las H erm anas de la Caridad en Leaven-


worth, Kansas, durante ya casi 15 años, una orden de m onjas que
son sanadoras, constructoras de hospitales, educadoras y m uje­
res fieras y concentradas capaces de rezar hasta el delirio. Viven
en m uchas naciones, incluida China, y com partim os horas de es­
tudio y oram os juntas todos los días. Mis herm anas me reafirm an
que amamos y trabajamos con los que son «los más pequeños de to ­
dos», quienes sabemos con seguridad que de m uchas m aneras son
en realidad «los más grandes de todos». Tres breves publicaciones
en el National Catholic Repórter se convirtieron en tres largos c a ­
pítulos aquí; mi gratitud por albergar mi columna El Rio Debajo del
Rio con mis opiniones sobre la justicia, la cultura y el espíritu. Para
la herm ana Maiy Madeleva, poeta, quien se tom ó el tiempo, cuando
yo tenía 16 años, para enviar una carta apostillada que alentaba mi
obra lírica. Y a la joven monja que le llevó mi poesía a la herm ana
Madeleva; nosotras te llamábamos herm ana Mary Magnolia, pues
tenías ese herm oso acento sureño. A todas las herm anas y h erm a­
nos de la Congregación de la Santa Cruz, por enseñarnos sobre la
justicia social; la única «prim era cosa» que debe durar.
Marilyn Auer, editora en The Bloomsbury Review, quien con
gusto consintió en poner a la Madre Santísim a en páginas prepa­
radas por bandidos extraordinarios, genios de mente precisa y es­
critores con dones extraños y m aravillosos. Esas «alm as queridas
y valientes» de las «aldeas repentinas» que se forman en m is pá­
ginas de Facebooky otros foros, quienes han apoyado este trabajo
con tanto corazón y em oción: eso significa mucho para el escritor
solitario, siempre.
A tod os los com p añ eros de T rue, cuya paciencia y a m o ro ­
sa gentileza es tan apreciada. Puede parecer que un libro es algo
simple: escribir, editar, im prim ir, distribuir. Pero, casi cien almas
de Sounds True, o asociadas con ella, tocaron esta obra de alguna
manera para poderla ofrecer felizmente. A la editora sénior Haven
Ivcrson, una joven madre que pone el mismo tipo de cuidado en los
libros que en sus hijos de verdad. Karen Polaski, directora de arte en
jefe, un raro lalenln, lanío agudo como amable, quien entiende la
426
desatando a la M u je r ¿Fuerte

electricidad de las palabras y las imágenes. Otras almas inteligen­


tes y pacientes en los departamentos de arte y editorial: Lisa Kerans,
Levi Stephen, Beth Skelley. Corrección de pruebas, esos buenos A r­
gos con m uchos ojos: Rachel Shirk, Florence Wetzel, Allegra H us-
ton. Lucy Malloy, Dra. M artha Urioste, Rachel Patten; Jeff Hoffman,
especialista en índices. Otros en am oroso servicio, como heraldos
de libros que dejaron saber a otros que el nuestro estaba en caminoy de
qué se tratab a: en la redacción publicitaria y el caravaneo, C han-
tal Pierrat, Shelly «Em otikins» Francis, Wendy Gardner, Grayson
Towler. Buenos elaboradores de mapas para la logística: Wendy Al -
brecht, Jaim e Schwalb, Jenifer Wolinski, Rebecca Chenoweth. Mis
hobbitzim, tan leales y de raro corazón. Estos son los ingenieros que
llevan mi voz a ustedes con esa exquisita claridad de sonido y con
imágenes tan herm osas para los eventos que hacem os en vivo y en
línea alrededor del mundo, incluido Desatando a la Mujer Fuerte:
Aron Arnold, Stephen Lessard, Hayden Peltier, Josh Wright.
A todos mis colegas que contribuyen tanto al mundo con sus
propias y originales voces, y a los que alentaron estos últimos cua­
ren ta años del sello «p in k o la-estésian o »; mi desarrollo de una
ram a de psicología arquetípica que arrancara de la profunda apor­
tación de Jung al respecto, pero basada en mi entendimiento de los
portadores fundamentales del arquetipo, es decir, todas las p rác­
ticas y tradiciones orales de nuestro pueblo étnico. Rafael López
Pedraza, Thomas Kirsch, Renos Papadopoulos, Andrew Samuels,
Joyce Meskis, MollyMoyer, Spence Backus, Virginia Sumners, Jan
Vanderberg, Craig M., la familia «Sauce», J. Cupcake, Dana Pattillo,
Charlie Merhoff, Las Marías, «Las Mujeres de B lanco», mis Gua­
da lupañas (Guadalupanas) en todo el mundo, Ana Castillo, Deme­
tria M artínez, Claribel Alegría, M aestra Elena, Eduardo Galeano,
Steve Rush, Mike W ilzoch, Alice Walker, Maya Angelou — mis co­
m adres y compadres que mencioné aquí y antes, que fortalecieron
el cam inoy al cam inante— : todos se rejiigian en el Corazón.
A todas las almas inocentes encarceladas en el pensamiento, la
m em oria o tras los barrotes de cualquier tipo alrededor del m un­
do. No pierdan la esperanza. La Santa Madre sabe que eslán vivos,
• i. 427
Gratitud y oración de intercesión

y nosotros, «los viejos creyentes y las ancianas de negro», a diario


rezamos por su libertad en cualquier aspecto: alma, espíritu, mente,
corazón, cuerpo. Es una prom esa. También para el Alma, a quien
considero la especie m ás amenazada sobre la faz de la Tierra: ¡que
resistas, Alma! Y a la Santa Madre, La Entrada, a quien no exagero
al decir que le debo la vida. Totus Tuus ego sum M aría. Te pertenez­
co. Tú nos perteneces. A todos. Todos.
Una biografía poco
convencional

)a doctora Clarissa Pinkola Estés es una poeta estadouniden­


se, especialista en postrauma, activista social y psicoanalista
diplomada certificada por el colegio de la Asociación In ter-
nacionSTde Psicoanalistas C.G. Jung en Zúrich, Suiza.

Me criaron en las tradiciones orales y étnicas de misfamilias, hoy


casi desaparecidas. Soy estadounidense de primera generación y
crecí en una aldea rural con una población de 600 personas, cer­
ca de los Grandes Lagos. De origen mestizo mexicano y con he­
rencia de la tribu mayoritaria magiar y de la minoritaria suaba,
vengo de familias inmigrantes y refugiadas que no sabían leer ni
escribir, o lo hacían con dificultades. Mi escritura tiene muchas
influencias de mis familiares, que eran granjeros, pastores, cer­
veceros, carreteros, tejedores, horticultores, sastres, ebanistas,
encajeros, encajeras, jinetes y amazonas de su vieja tierra. Tam­
bién decimos que es tanto nuestro amor por bailar sin parar a la
menor oportunidad, que nos levantamos a hacerlo solo porque
alguien hace demasiado ruido sorbiendo la sopa. A veces se con­
sideraba que muchos tipos de excesos y carencias eran de alguna
manera necesariamente complementarios.
430
/)<salando a la M ujer -fiuvu

En sus libros de psicoanálisis, audiolibros e interpretaciones escé­


nicas, los poemas de Estés aparecen como remedios, medicinas que
ofrece a otros.

Desde que comencé a crear series grabadas en los estudios Sounds


True en 1989, y desde que era niña, llamo a mis historias/amilia-
res «relatos como medicina», y mis poemas son cuentitos. Tengo
algunos carismas en las viejas tradiciones de la curación: el soni­
do de la voz, las palabras de la chupatinta, lo que entrega la mano
manchada con que escribo, y pláticas, una conversación en la cual
los corazones de ambas personas pueden comenzara ladral mismo
ritmo,juntos. Estasformas de sanación pueden ser suaves, pero con
más frecuencia van por el sendero arduo, como escribió el hermoso
Yeats en un verso muy entrañable donde: «...todas las escaleras co­
mienzan / en la tienda de harapos y huesos del corazón».

Autora de muchos libros sobre la vida del alma, su trabajo ha sido


publicado en cuarenta idiomas. Su libro Mujeres que corren con los
lobos. Mitos e historias del arquetipo de la m ujer salvaje estuvo
en la lista de bestsellers del New York Times durante 145 semanas.
Ofrece pláticas como académ ica invitada en universidades; es una
m aestra en diversidad a partir de su pasado birracialy su triple he­
rencia.

Mi doctorado y mi diploma posdoctoral los obtuve con mucha di­


ficultad, criando kidlettini [niños], haciendo varios trabajos, de
alguna manera manteniendo unidos el cuerpo y el alma. Me sien­
to tan agradecida de que se me permitiera no solo aprender, sino
estudiar, crearen mi especialización doctoral un área disciplinaria
que antes no existía: la psicología etnoclínica, el estudio del viaje
del alma en las tribus, grupos empresariales, gruposfamiliares, vi­
da religiosa, grupos culturales —de los diminutos a los grandes—,
entendiendo al grupo como cualquier lugar donde «dos o más se
reúnan en el Nombre». Aunque mi vida universitaria fue humilde
en términos de no haber ido a las universidades de más renombre,
**■>- 431
Una biografía poco convencional

mi propiafamiliafue igual de importante: era un rústico laborato­


rio secreto completamente equipado y asombroso. También había
una universidad venerable que admiraba mucho pero sabía que
no tendría oportunidad de asistir debido a mi carencia de todo. Se
llamaba la «institución más antigua de educación superior en Es­
tados Unidos» bajo el lema Veritas, Verdad. Crecí como una niña
salvaje en los bosques y el agua; y aunque Cambridge, Massachu-
setts, estaba completamentefuera de mi alcance, creo que la Gran
Madre Lago Michigan, fue mi Harvard.

Ha enseñado a escribir m em orias, libros electrónicos, crítica de la


narración oral e interpretación esce'nica en m uchas instituciones y
planteles privados. Su enseñanza de la escritura en las cárceles co­
menzó a principios de la década de 1970 en la penitenciaría de Co­
lorado para varones y en otras instituciones de seguridad a lo largo
del oeste y sudoeste de Estados Unidos.

Algunos de ¡os escritores conceptuales más grandes son los que


están en la cárcel. La escritura puede ser, de muchas maneras,
el mecanismo de supervivencia del Espíritu. La mayoría de los
poetas decimos que la escritura y la poesía sainaron nuestras vi­
das. Esta no es una frase vacia. Es una verdad sobre la parquedad
del nutrimiento real que existe dentro yfuera de los barrotes de
hierro en nuestros tiempos. La poesía y la escritura son bolsas
de plasma para el sistema arterial más hambriento que tenemos
y que puede con tantafacilidad marchitarse cuando se le restrin­
ge injustamente; en otras palabras, es el Espíritu que anima.

Estés es también especialista en recuperación postraum ática y psi­


coanalista, y ha practicado clínicamente por cuarenta y un años. Se
doctoró por la Union Institute & University.

Com encé mi trabajo com o esp ecialista postraumática en la d é ­


cad a d e 1960 en el H ospital p ara Veteranos Edw ard Hiñes Jr. en
lliiics, Illinois. Ahí a t e n d í a s o ld a d o s de la Primera y Segunda
4 n -* •
•()<salando a la M u je r ¿Fuerte

Guerra Mundial, de la guerra de Corea y de Vietnam que uiuidn


con tetraplejia o incapacitados por lafalta de uno o ambos brazos
y/o piernas. Me conmoví muchísimo al estar en otras instalacio­
nes al cuidado de niños severamente lastimados: era un tiempo
en que a los padres de clase media y alta se les decía que «guar­
daran» en instituciones a sus hijos lesionados o con necesidades
especiales. Además colaboré de cerca con veteranos de conflic­
tos bélicos y sus familias, cada cual con su propia versión de lo
que entonces se llamaba neurosis de guerra y hoy se conoce como
desorden de estrés postraumático. Yo había aprendido de mi pro­
pia familia refugiada que cuando alguien es llevado a la guerra,
todas las personas que lo aman van también. Todos son dignos de
cuidados.

Estés sigue atendiendo a quienes experim entaron pérdida durante


el embarazo y a las familias sobrevivientes de víctimas de asesinato.
Ha trabajado en áreas de desastre y desarrolló un protocolo de re ­
cuperación postraum ática para sobrevivientes de los terrem otos en
Armenia. Desde entonces, y en los m esesy años siguientes, su pro­
tocolo se ha traducido a varios idiomas y se usa en la capacitación
de ciudadanos designados para hacer trabajo postraum ático in si-
tu. Sirvió a la com unidad y a la Escuela Preparatoria de Columbine
después de la m asacre en 1999, y continúa colaborando con so ­
brevivientes de los ataques del 11 de Septiem bre y con fam ilias
sobrevivientes, tanto en la costa oriental de Estados Unidos como
en la occidental.

No existe la uida sin sufrimiento. Desearía que la hubiera. En


verdad. Pero también hay mucha bondad, incluidos los llama­
dos que llegan hasta del peor sufrimiento. No lo digo a la ligera.
Mi hogar, de niña, estaba repleto de personas destrozadas por la
guerra, recién arrolladas por dos brutales ejércitos distintos, am­
bos endurecidos por el combate, a los que no les importaba na­
da la purera ni la uida preciosa. Vi de cerca las terribles heridas
abiertas: también vi las sorprendentes formas de vida nueuu que
Bt v 433
fin a biografía poco convencional

nacieron de los bordes de la herida una y otra vez■ Como un ár­


bol cortado del que crecen diez brotes jóvenes yfuertes, saliendo
directamente del tronco segado. Es lo mismo para los que han si­
do seriamente lastimados: caminan heridos pero con nueva vida
aprendiendo a saltar hacia afuera una y otra vez.

Estés fue nom brada por dos gobernadores m iem bro del Colorado
State Grievance Board [Consejo de Conciliación del Estado de Co­
lorado] (1 9 9 3 -2 0 0 6 ), donde fue elegida presidenta del consejo. Es
miembro del consejo del Gremio de Escritores, en Nueva York; edi­
tora colaboradora para The Bloomsbury Review; y m iem bro de la
Asociación Nacional de Periodistas Hispanos. Es directora editorial
del sitio de noticias políticas 'IheModerateVoice.com y también es­
cribe allí sobre noticias, política y preocupaciones espirituales. Su
columna El Río Debajo del Río se incluye en National Catholic Re­
pórter, ncronline.org.

Uno de los esfuerzos que más he amado es ayudar a las madres a


aprender a leer y escribir en su lengua nativa. Por eso, en un pro­
yecto de alfabetización para madres en Queens, Nueva York, fui a
contar las historias de mi familia, y después todas las mamá s es­
cribieron algunas de su país de origen. Estaban muy emocionadas
por practicar su escritura y lectura con sus propios relatos, los de
sus padres y mayores, los cuales muy pronto les merecieron nue­
vo valor (y me los enviaron totalmente escritos a mano en un con­
movedorfajo de papeles). En Madagascar, pudimos proporcionar
ayuda para alfabetizar a adultos cuando alentamos la publicación
de cuentos folklóricos locales, en su propio idioma, e información
sobre cuidados para la salud e higiene para la gente. Estos textos
después se usaron para aprender a leer y escribir. Para mí, esto es
milagroso: ayudar a otros a aprender estas dos magias es resuci­
tarlos de alma a alma; tan solo la lectura coloca al Universo entero
justo en las manos de una persona. Escribir abre la reja de par en
parpara que el alma explique en su propia voz única cómo percibe
al l /niiHTNo. La Madre Milagrosa sonríe.
434 'ífe
desatando a la M u je r ¿Fuerte

Estés presta testimonio ante las legislaturas estatales y federal en te­


mas relacionados con la reforma de la asistencia social, educación y
violencia escolar, protección de los niños, salud mental, ambiente, li­
cencias de profesionales, inmigración y otras cuestiones de calidad de
vida y alma. Ha recibido numerosos premios por su trayectoria, in­
cluido el prim er Premio Joseph Campbell, Guardián de la Tradición,
por su trabajo como La Cantadora. Por su labor escrita recibió el Pre­
mio Gradiva de la Asociación Nacional para el Avance del Psicoaná­
lisis, el premio de la Asociación de Prensa Católica por sus escritos
sobre espíritu y religión, y el Premio Las Primeras, de la Fundación
de Mujeres M éxico-americanas, del Distrito de Columbia.
En 2 0 0 6 fue admitida al Salón de la Fama de las Mujeres de Co­
lorado, que celebra a mujeres de influencia internacional que son
agentes de cambio.

Creo que ser un agente del cambio podría resultar como si fuera
la Santa Sombra, así le decimos en nuestra familia a quien sim­
plemente bendice lo que se puede bendecir, limpia lo que se pueda
limpiar, planta lo que se puede plantar y sigue adelante sin mirar
atrás al resultado. ¿Sabemos alguna vez el bien que podemos es­
parcir al sembrar en laforma de una semilla, simplemente la se­
milla más diminuta, quizás tirada al azar o colocada a propósito?
Probablemente no, la mayoría de las veces. A nosotros nos toca
llevar el plantador, lavar las semillas, escoger cuáles y colocarlas,
a veces una por abertura en esta o aquella tierra de labranza. A
veces, sembrar con fuerza en tierra hostil, cinco o diez semillas en
un solo agujero rocoso. Entonces nos movemos hacia el siguiente
suelo, duro, pedregoso, suave, no importa. Qué es la fe, sino que
podamos y sigamos, seguir, seguir, seguir... tropezando, dando
zancadas, no importa tanto como seguir el horizonte, que se am­
plía y profundiza mientras nos volvemos mayores. El trabajo po­
dría ser solo esto: la siguiente, la siguiente, verter la semilla por
la siguiente abertura, con todo el amor posible, fallando, levan­
tándose, cayendo, tirando hacia delante otra vez... siguiendo a 1.a
Sembradora, Ella, la Plantadora que conoce el camino.
435
l lia biografía poco convencional

Esta obra, Desatando a la Mujer Fuerte, es continuación de mis


otros trabajos y analiza el arquetipo mayor de ¡a Mujer Santa
e integral desde muchos ángulos distintos. La Mujer Salvaje, la
Mujer Sabia, la Mujer Santa. Comparten el mismo latido de co­
razón. Como escribí en Mujeres que corren con los lobos, el ar­
quetipo de la mujer salvaje no es una esencia bárbara ni fuera de
control incrustada en la psique: es un conjunto instintivo natural
de anhelos y conocimientos dentro de la psique. Como digo en las
grabaciones tituladas The Dangerous Oíd Woman (La anciana
peligrosa) sobre el arquetipo de la mujer sabia: la sabiduría no
es una condición, es una empresa sagrada. También escribí en
Mujeres que corren con los lobos: aliméntate con comida nutriti­
va, descansa en paz, sigue el llamado, muestra lealtad, ama a los
niños, baila con felicidad, afina tus oídos, atiende a la muerte y
la resurrección, crea amor en el mundo en todas las formas, reza
al decir verdades que te elevarán a ti y a los demás. Encontrarás
estas premisas en todo mi trabajo: en Mujeres que corren con los
lobos, sobre el Arquetipo de la Mujer Salvaje, en The Dangerous
Oíd Woman, sobre el Arquetipo de la Mujer Sabia, y en Desatando
a la Mujer Fuerte, sobre la Santa Madre.
Obras adicionales de la
Dra. Clarissa Pinkola Estés

LIBROS

La danza delle grandi madri [La danza de las Grandes M adres].


Milán: Sperling & Kupfer / Frassinelli, 2 0 0 7 .
Women Who Run With the Wolves: Myths and Stories o f the Wild
Woman Archetype [Mujeres que corren con los lobos: m itos y
cuentos del Arquetipo de la Mujer Salvaje]. Nueva York: Ballan-
tine, 1996. Prim era edición, 1992. Publicado en cuarenta idio­
mas.
The Faithful G ardener: A Wise Tale about That Which Can Never
Die [El jardinero fiel]. Nueva York: HarperOne, 1995.
The Gift o f Story: A Wise Tale About What Is Enough [El don de la
historia]. Nueva York: Ballantine, 1993.
Campbell, Joseph. The Hero with A Thousand Faces: Com m em o­
rative Edition [El héroe de las mil caras]. Bollingen Series. Con
una introducción de Clarissa Pinkola Estés. Princeton: Prince­
ton University Press, 2 0 0 4 .
Herm anos Grimm. Tales o f the Brothers Grimm [Cuentos de los
hermanos Grimm], Editado por Clarissa Pinkola Estés. R an -
toul, Illinois: Quality Paperback Book Club, 1999.
I)(salando a la M u jer ¿fuerte

AUDIOLIBROS, GRABACIONES EN
VIVO Y PROGRAMAS DE ENSEÑANZA
PROFESIONAL [EN INGLÉS]

Estés es una galardonada artista de la recitación dedicada a


la poesía, relatos, bendiciones y comentarios psicoanalíticos.
Sus múltiples obras en audio, publicadas por Sounds True,
están disponibles en disco compacto y en formato MP3, y han
sido transmitidas en numerosas estaciones de la Radio Públi­
ca Nacional y estaciones comunitarias en todo Canadá y Esta­
dos Unidos.
Untie the Strong Woman: To Know and Honor Holy M other and
La Nuestra Señora , Our Lady o f Guadalupe [Desatando a la
Mujer Fuerte]. Boulder, Colorado: Sounds True, 2011 (4 discos
com pactos y MP3).
The Joyous Body: Myths and Stories o f the Wise Woman Archetype
[El cuerpo gozoso]. Vol. 3 de la serie The Dangerous Old Woman.
Boulder, Colorado: Sounds True, 2011 (6 discos compactosy MP3).
The Power o f the Crone: Myths and Stories o f the Wise Woman
Archetype [El poder de la anciana bruja]. Vol. 2 de la serie The
Dangerous Old Woman. Boulder, Colorado: Sounds True, 2010
(6 discos com pactosy MP3).
The Dangerous Old W oman: Myths and Stories o f the Wise Wo­
man Archetype [La anciana peligrosa]. Vol. 1 de la serie The
Dangerous Old Woman. Boulder, Colorado: Sounds True, 2010
(6 discos com pactosy MP3).
M other Night: Myths, Stories and Teachingsfor Learning to See
in the Dark [Madre Noche]. Boulder, Colorado: Sounds True,
2 0 1 0 (6 discos com pactosy MP3).
Seeing in the Dark: Myths and Stories to Reclaim the Buried,
Knowing Woman [Ver en la oscuridad]. Boulder, Colorado:
Sounds True, 2 0 1 0 (2 discos com pactos y MP3).
The Beginner’s Guide to Dream Interpretation [Guía del princi­
piante para la interpretación de los sueños]. Boulder, Colorado:
Sounds True, 2 0 0 3 (discos compactos y MP3).
439
O b ra s a d icio n a les d e la (b r a . C la rissa P in k o la Estés

Bedtime Stories: A Unique Guided Relaxation Program fo r Falling


Asleep and Entering the World o f Dreams [Cuentos para la ho­
ra de dormir]. Boulder, Colorado: Sounds True, 2 0 0 2 (discos
com pactos y MP3).
Theatre o f the Imagination, Volume One [Teatro de la im agina­
ción], Boulder, Colorado: Sounds True, 1999 (audiocasete),
2 0 0 5 (discos compactos y MP3).
Theatre o f the Imagination, Volume Two [Teatro de la im agina­
ción], Boulder, Colorado: Sounds True, 1999 (audiocasete),
2 0 0 5 (discos compactos y MP3).
Warming the Stone Child: Myths and Stories about Abandonment
and the Unmothered Child [Dar calor al niño de piedra]. Boul­
der, Colorado: Sounds True, 1997 (audiocasete), 2 0 0 4 (discos
com pactos y MP3).
In the House o f the Riddle Mother: The Most Common Archetypal
Motifs in Women’s Dreams [En la casa de la Madre Enigma],
Boulder, Colorado: Sounds True, 1997 (audiocasete), 2 0 0 5
(discos compactos y MP3).
The Red Shoes: On Torment and the Recovery o f the Soul [Los za­
patos rojos]. Boulder, Colorado: Sounds True, 1997 (audiocase-
te), 2 0 0 5 (discos com pactosy MP3).
How to Love A Woman: On Intim acy and the Erotic Lives o f
Women [Cómo am ar a una m ujer], Boulder, Colorado:
Sounds True, 1996 (audiocasete), 2 0 0 5 (discos co m p acto sy
M P3).
The Faithful Gardener: A Wise Tale about That Which Can Never
Die [El jardinero fiel]. Boulder, Colorado: Sounds True, 1996
(audiocasete), 2 0 0 5 (discos com pactosy MP3).
The Boy Who Married An Eagle: Myths and Stories About M en’s
Interior Lives [El chico que se casó con un águila]. Boulder, Co­
lorado: Sounds True, 1995 (audiocasete).
The Radiant Coat: Myths and Stories about the Crossing B e t­
ween Life and Death [El abrigo radiante]. Boulder, C o­
lorado: S oundsT rue, 1993 (audiocasete), 2 0 0 5 (discos
c ompa ct os y MP3).
440 ■ '**
ík salando a la M u je r fu erte

The Creative Fire: Myths and Stories about the Cycles o f Creativity
[El fuego creativo]. Boulder, Colorado: Sounds True, 1993 (au-
diocasete), 2 0 0 5 (discos com pactosy MP3).
The Gift o f Story: A Wise Tale about What Is Enough [El don de la
historia]. Boulder, Colorado: Sounds True, 1993 (audiocasete),
2 0 0 5 (discos com pactosy MP3).
Women Who Run With the Wolues: Myths and Stories about the
Wild Woman Archetype [Mujeres que corren con los lobos: m i­
tos y cuentos del Arquetipo de la Mujer Salvaje]. Boulder, Colo­
rado: Sounds True, 1989 (audiocasete), 2 0 0 1 (discos compactos
y MP3). Bestseller clandestino en audio, publicado antes de que
el m anuscrito completo encontrara editor.
Indice
A C
África, 298-309 camisa de flechas, 8 6,90-91,97-98
amigos africanos, 299-301 cárcel. Véase encarcelamiento
radio solar/comunitaria africana, 298- Castillo, Ana, 375
309 (Madre) Castillo, 333
visita de Benedicto XVI, 303-304, 307- catolicismo, 14,16-17
308 autenticidad de las visiones de la Madre
alcoholismo, 39-50 Santísima, 230-231
Alegría, Claribel, 394 Benedicto XVI, visita a África, 303-304,
Angelou, Maya, 373 307-308
Aquino, Tomás de, 389 Inquisición, 63-64
Aristóteles, 380 véase también Guadalupe, Nuestra
Armstrong, Karen, 372 Señora de
Arrien, Angeles, 372 vocación/llamado, 34
ataques contra la Madre Santísima, 109- Chesler, Phyllis, 376
112,118-123,132-146,143-144,152- chicas mirlo, 190-222
162,288-289,295 Chittister, Joan, 376
autenticidad de las apariciones de la Madre Cholula, 66,70-71
Santísima, 230-231 Chopra, Deepak, 386-387
Ave María, 403-404 Cielo, 360-362
aztecas, ue'ase nahuas Clairvaux, Bernard de, 95
colcha, arte sagrado, 11
B colonialismo, 63-65
Barks, Coleman, 373 compasión, 15,110,113,255,264-265,
Beckwith, Michael Bernard, 373 271-272,287
BenedictoXVI, visita a África, 303-304, comunismo, 118-132,155-156
307-308 conquistadores, 6 3 -6 4 ,6 7 ,8 0
Biblia, 360,376 consagración a La Mujer G randey la expe­
Bly, Robert, 373 riencia de las «trece cosas», 338-345
Boehme, Jakob, 333 consuelo, 284-288,290-291
Borysenko,Joan, 374-375 Cuauhtlatoatzin, 4 2 ,4 3 -4 4 ,8 2 , 364,367
Bourgeault, Cynthia, 375 cultura cura, la, 137
Brooks, (Iwendolyn, 266-271,411 (nota4) curanderismo, 77
Buen Samaritnnn, 250-253
442
í)i salando a la M ujer ¿Fuerte

l) flechas, camisa de, 86,90-91,97-98


destrucción de culturas ajenas, borrar lo Fox, Matthew, 395
Sagrado, 107-112,118-123 Francisco de Asís, San, 14, 228
Divinidad, 32-33 «frenesí de construcción de edificios», 66
Don Diego, 4 2 ,43-44,82, 333
G
Galeano, Eduardo, 372
Elizondo, Virgil, 389-390 genocidio, 65-66
embarazo, El Cristo de La Llave, 311,411— Goldberg, Natalie, 377
412 (nota 1, capítulo 18) Gólgota, 209-211, 287-288
encarcelamiento, 102-162 Gruta de La Conquista (imagen), 37
borrar lo Sagrado, 107-112,118-123 Guadalupe, Nuestra Señora de, 12,17,29-
cárcel de inmigración, 335-336 30,38-39,353-356,363-369
cárceles para niños/reformatoriosjuve­ construyendo una gruta (El borracho y
niles, 190-222 la Señora), 38-51
comunismo, 118-132 «Guadalupe es la líder de las chicas
Nuestra Señora de Cz^stochowa, 106- banda del Cielo», 54-60, 345-346
107,156 Mural de la parroquia de Nuestra Seño­
Nuestra Señora de Guadalupe detrás del ra de Guadalupe, 132-135,152-162
muro, 132-146,152-162 Sociedad de Guadalupe, La, 364
oración de contar: para los que aman a Tarjeta de devoción: «Bendición de
un ser encarcelado, 103-105 Guadalupe...», 363-364
excid ere, 283-284 uéase tambie'n Madre Santísima; misti­
cismo, Carta a los jóvenes místicos
exvotos
«Definición de fortaleza: Traspasado Gutiérrez, Gustavo, 374
pero fiero», 99
«Dios no tiene otras manos que las 11
nuestras», 279 Harding, Vincent, 381-382
«El clóset de María», 223 Harvey, Andrew, 382
«El Cristo de La Llave», 311, 411-412 Hawai, 380-381
(nota 1, capítulo 18) heridas generacionales, 112-116
«El Lazo de Nuestra Señora: para salvar hogar verdadero, 283-284
una vida», 273
«Ella, que no puede ser extinguida», 1
169 imágenes (incluyendo exvotos, arte expre­
«La Mariposa: Mariposa en vuelo, sivo de sanación)
Nuestra Señora de la Nueva Vida», «El pozo de María», 52
247 escultura: Nuestra pequeña Señora de
«Levántense después del derrama­ Fátima, 295
miento de Sangre», 61 «Esta M es por la Madre que salta por
«Nuestra Señora de las Autopistas encima de los Muros de los mun­
Azules», 239 dos», 101
«Nuestra Señora del Puente delTren», exvoto: «Definición de fortaleza: Tras­
189 pasado pero fiero», 99
«Paradas en los hombros de», 188 exvoto: «Dios no tiene otras manos que
«Santa Madre África», 297 las nuestras», 279
«Santa Madre Anciana, que pueda Ella exvoto: «El clóset de María», 223
ser conocida y mostrarse desconge­ exvoto: «El Cristo de La Llave», 311,
lada »,27 411-412 (nota 1, capítulo 18)
«Una puerta al Cielo», 359 exvoto: «El Lazo de Nuestra Señora:
para salvar una vida», 273
exvoto: «Ella, que no puede screxlin
l'M'i'sloiii', I iiza h, 391 guida», 169
** ; 443
Indice

exvoto: «La Mariposa: Mariposa en Keating, Thomas, 382-383


vuelo, Nuestra Señora de la Vida Kempton, Sally, 383
Nueva», 247 Khechog, Nawang, 377-378
exvoto: «Levántense después del derra­ Kidd, Sue Monk, 398-399
mamiento de Sangre», 61 King, Jr., Martin Luther, 156-157, 407-408
exvoto: «Nuestra Señora de las Autopis­ (nota 4), 408 (nota 5)
tas Azules», 239 Kornfield, Jack, 372
exvoto: «Nuestra Señora del Puente del Küng, Hans, 399
Tren», 189
exvoto: «Paradas en los hombros de», I.
188 «La Madre» (Brooks), 269-270
exvoto: «Santa Madre África», 297 Lago de la Mujer Roja (imagen), 21
exvoto: «Santa Madre Anciana, que Lago Michigan, 22-25
pueda Ella ser conocida y mostrarse Lamott, Anne, 384
descongelada», 27 Latino/a, 406-407 (nota 1, capítulo 8)
exvoto: «Una puerta al Cielo», 359 Levántense después del derramamiento de
Gruta: La Gruta de La Conquista, 37 Sangre (imagen), 61
Lago de la Mujer Roja, 21 Leyendas de la Virgen: Su representación
«La letra M, como en El Milagro de La en las Bellas Artes (Jameson), 176-179
María», 347 limpieza, durante La Posada, 318
«La letra M, como en La Mística», 331 Lucas, 412 (nota 2)
Mural de Nuestra Señora de Guadalupe, luciérnagas, 183-185
134,136
Notre Dame de la rae du Bac, iglesia de M
la Medalla Milagrosa, 148 Madeleva, Hermana Mary (Wolff), 425
Nuestra Señora, la camisa de flechas, 85 Madre, varios nombres de, 50-51
Nuestra Señora de los Cuchillos (ima­ uéase también Madre Santísima
gen), 53 Madre Carretera, 240-246
Nuestra Señora de la Madre Lago Mi­ Madre Santísima/Madre Bendita
chigan, 25 ancestral, 12-16
«Nuestra Señora que brilla en la oscuri­ apariciones, 224-237; resoluciones de
dad», 163 la Iglesia católica sobre su autentici­
Tarjeta de devoción: «Bendición de dad, 230-231
Guadalupe...», 363-364 ataques contra, 109-112,118-123,132-
Imitatio María (en imitación de la Santa 146,152-162,288-289,295
Madre), 290-291, 315-317,405 (nota 1, «blanquearla», 28
capítulo 2) véan se también imágenes/exvotos
Inmaculado Corazón, 12,18,28,81,104, que se usan en el libro; oraciones/
117,148,184, 221, 365 bendiciones/poemas
inmigración como guardián, 38
cárcel de inmigración, 335-336 como puerta de entrada, 33
«Trataron de pararla en la frontera», como relación fraternal, 54
348-357 compasión, 15,110,113, 255, 264-265,
Inquisición, 63-64 271-272, 287
(Nuestra) Señora en el Cerro del Tepe- comunismo, trato bajo el, 118-132
yac, 42,43-44 consuelo, 284-288, 290-291
encarcelamiento, varios tipos, 102-162
entender/estar cerca de, 35-36
Juan de la Cruz, San, 282 historia de Natividad, 313-315
indestructibilidad, 75-76
k Lago de la Mujer Roja, experiencia en el,
Katcriu (ahucia dr la autora), 28, 131,170 22-25
1/3, 183.231 MadreCaiTclera, 240 246
444
'Desalando a la Mujer ¿fuerte

Marías de Madre África, 298-309 niños, 113


naturaleza ardiente de, 29 en la cárcel/detención, 190-222
necesidad de la Madre Santísima, cono­ protección de todos los niños, oración
cer nuestra, 28,232-237 de protección de la Camisa de fle­
(no) simetría de, 30-31 chas, 97-98
nombre de la Madre, llevar el, 164-167 noche oscura del alma, la 282-283
nombres, varios, 12-13,70 Norris, Kathleen, 392-393
Pésame, 284-288,290-291 Northrup, Christiane, 389
Posada,318 Notre Dame de la rué du Bac, Iglesia de la
protección de los vulnerables, 86 Medalla Milagrosa, 148
protección de obras/objetos sagrados, Nuestra Señora de Cz^stochowa, 106-107,
151-152 156
resiliencia, 63,69,75-76 Nuestra Señora de Fátima, escultura en la
siempre nueva, 69 Universidad de Georgetown, 288-289,
sumisión, 29 295
Virgen Negra, 170-187,299 Nuestra Señora de Guadalupe detrás del
tiéase también Marías de Madre Muro, 132-146,152-162
África Nuestra Señora de Guadalupe. Véase Gua­
uéanse también imágenes/exvotos dalupe, Nuestra Señora de
usados en todo el libro; oraciones/ Nuestra Señora de las Luciérnagas, 183-185
bendiciones/poemas Nuestra Señora de los Cuchillos (imagen),
mónitas, las, 284-288,291 53
manos, 280 Nuestra Señora de la Madre Lago Michigan,
María/Maty/ Mir-yam/ La María. Véase 25
Marías de Madre África «Nuestra Señora que brilla en la oscuridad»
Marías de Madre África, 298-309 (imagen), 163
Martínez, Demetria, 395-396 Nuestra Señora, la Camisa de flechas (ima­
Masacre de los soñadores, 76-83 gen), 85
Mater Dolorosa, 100,406 (nota 1,
capítulo 7) O
Memorare, 86-97,271-272 ojo: «la Madre Ojo», 179-182
memoriter, 283 ojo, dos ojos y tres ojos, Un, 33,405-406
MenchúTum, Rigoberta, 397-398 (nota 2, capítulo 2)
México, 63-83 Ometeotl, 181
misterio, 32 oraciones/bendiciones/poemas
misticismo, Carta a los jóvenes místicos, «¿Acaso lo has olvidado?...», 365
332-346 «Aprendiendo a rezar la máxima ora­
Moctezuma, 76-83 ción», 402-404
Moore, Thomas, 385 Ave María, 403-404
motherfucker, transformación de la pala­ Bendición de la Madre Santísima, 18-19
bra, 200-219 «...desatando a la Mujer Fuerte», 35-36
Myss, Caroline, 388 «El hombre que se ahogaba en Rocky
Gap», 274-277
N «El rizoma eterno», 321
nahuas (aztecas), 63-64 «Esto seríamos nosotros también»
Masacre de los soñadores, 76-83 (Madre Maíz), 83
Natiuidad, historia de, 313-315 «Guadalupe es la líder de las chicas
necesidad, la respuesta de la Madre Santí­ banda del Cielo», 54-60, 345-346
sima a, 28,232-237 «LaMadre» (Brooks), 269-270
«Negra» (poema), 175 «La oración de contar: para los que aman
Niño Cristo/Dios del Amor, 311, 313-317, a un ser encarcelado», 103-105
322 324,328 «La Posada: la acogedora posada en el
iléase también Posada camino», 329 330
445
índice

«El Gran Alma se esconde», 313 compasión postaborto, 250-255, 264-


Mater Doloroso, 100,406 (nota 1, 265
capítulo 7) lista de las libertades negadas, hacer
Memorare, 91-92 una, 108
«Negra», 175 rayos, 287
«Oración de llegada a casa», 356-357 rosas de Guadalupe, 365-366
Oración de protección de la Camisa de Virgen Negra, La, 180
flechas para todos los niños, 97-98 Santa Madre: ue'ase Madre Santísima/Ma-
«Oración para ver», 186-187 dre Bendita
«Para Ella: nosotros también somos...», Santa Mana Maggiore, Basílica de, 147
367-369 Santayana, George, 142,407 (nota 3)
«Plegaria para viajar por la Madre Ca­ Schachter-Shalomi, Zalman, rabino, 393-
rretera», 245-246 394
«Recordando a nuestros miles de millo­ Schoemperlen, Diane, 390-391
nes», 291-294 Sedas, Las, 72-75
«Santa Madre detrás del Muro», 161- (Nuestra) Señora, la Camisa de flechas
162 (imagen), 85
«Solo las cosas recordadas / con (Nuestra) Señora de Cz?stochowa, 106-
Amor...», 117-118 107,156
«Sueños: nos seguiremos levantando», 62 (Nuestra) Señora de Fátima, escultura en la
universidad de Georgetown, 288-289,
P 295
Pagels, Elaine, 388 (Nuestra) Señora de Guadalupe detrás del
Panamericana, Carretera, 72,240 Muro, 132-146,152-162
Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, (Nuestra) Señora de Guadalupe. Véase
mural de, 132-146,152-162 Guadalupe, Nuestra Señora de
peregrinación, 334-336 (Nuestra) Señora de las Luciérnagas, 183-
Pinkett-Smith, Jada, 379 185
poemas. Véase oraciones/bendiciones/ (Nuestra) Señora de los Cuchillos (ima­
poemas gen), 53
Posada,312-330 (Nuestra) Señora de la Madre Lago Michi­
postaborto, compasión, 247-272 gan, 25
Pozo de María, 52 «(Nuestra) Señora que brilla en la oscuri­
prisión. Véase encarcelamiento dad» (imagen), 163
protección de obras/objetos sagrados, 27, síndrome de Estocolmo, 115
151-152 Smith, Anna Deavere, 396-397
pulsión de muerte (véase también pulsión «sobreposición» cultural, 119
devida), 259-260 Sociedad de Guadalupe, La, 364
pulsión de vida, 259-260 soñar, 69-76
Spong, John Shelby, 387
R Starr, Mirabai, 375-376
radio solar/comunitaria, 299-301 Steinem, Gloria, 378-379
Ray, Reginald, 383-384 sueño: Las Sedas, 72-73
rayos, 287 Swiftjonathan, 31
resiliencia, 63,69,75-76
Rohr, Richard, 384-385 T
Roth, Geneen, 387-388 témenos, 34, 321
Tepeyac, 42,44, 367
S testudo, 283,411 (nota 1, capítulo 16)
Salazar, Maruca, 399-400 Tickle, Phyllis, 396
Samoa, 380-381 tocarla Divinidad, 32
s:iu:ici(')ii, 77, 94,108,113,116, 250-252, Totus Tuus ego sum Mari a, 12. 405 (ñola I,
283 284,380 381,383 384 capítulo 2)
446 **
()< salando a la M ujer ¿Fuerte

Tovar (Un hombre llamado María), 164-167 «Negra» (poema), 175


trauma Nuestra Señora de las Luciérnagas, 183-
heridas generacionales, 112-116 185
trastorno por estrés postraumático, «Oración para ver», 186-187
248-249 véase también Marías de Madre Africa
Trono de Sabiduría, 13 vocación/llamado, 34
Tutu, arzobispo Desmond, 379-380
W
V Walker, Alice, 378
Van Gogh, Vincent, 385-386 Whyte, David, 378
uia incultus, 283 Wiesel, Ehe, 43
uia neglectus, 283 Wilber, Ken, 385
uia squaleo, 283 Williams, Terry Tempest, 377
Viajes de Gulliver, Los (Swift), 31
Virgen Negra, 170-187,299 Y
«La Madre Ojo», 179-182 Yepes, George, 391-392
Leyendas de la Virgen: Su representa­
ción en las Bellas Artes (jameson),
176-179
Otro s t ít u l o s p u b l ic a d o s

po r G rupo P lan eta

• D ios nunca parpadea


• Tú pu edes ser e l m ilagro
Regina Brett

La cabaña
W m . Paul Young

Cuando D ios llega, los m ilagros ocurren


Neale Donald W alsch

3 6 5 días para acercarse a D ios


José de Jesús Aguilar Valdés

Con las m anos abiertas


Jan a Mullins

Todo pasa p o r algo


M ira Kirshenbaum

D escubre tu don
Shajen Jo y Aziz y
Demian Lichtenstein

La lu z eterna de Juan Pablo II


Valentina Alazraki

Paseos de sabiduría
G otham Chopra
con Deepak Chopra

M i biografìa espiritual
Dalai L am a
U N LIBRO H E C H O PARA U N ALMA COM O TÚ,
CON NECESIDAD DE CO N SEJO,
ORA CIÓ N Y SANACIÓN

E n e s t a a p r o x im a c ió n in c o m p a r a b le a la e x p r e s ió n m á x im a d e

lo f e m e n in o C la ris s a P in k o la E s té s c o m p a r te , a tr a v é s d e u n

c a le id o s c o p io d e f a s c in a n te s y c o n m o v e d o r e s r e la to s , su v ia je

p o r la v id a co n la S a n ta M a d re , ta m b ié n n o m b ra d a M a ría ,
G u a d a lu p e , la V i r g e n ... C o n e x p e r ie n c ia s d e a le g r ía , s u f r im ie n to

y m u e r t e y, p o r m e d i o d e o r a c i o n e s , p o e m a s y e m o t i v o s e x v o t o s ,

h a c e u n a c á lid a in v ita c ió n p a r a lo s q u e h a n e s ta d o a p a r ta d o s
d e E l l a y p a r a lo s q u e a m a n a la m u je r p o r t a d o r a d e m ú ltip le s

r o s tr o s , c ie n to s d e v e s tim e n ta s , y q u e lia n s id o te s tig o s d e su s

m a n if e s ta c io n e s p o r to d o el m u n d o :

Deja que la M ujer Fuerte te proteja, te inspire


y te abrace con la energía sagrada que n utre.
¡Llám ala y Ella acudirá!

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