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En el Perú, 7 de cada 10 mujeres han sido víctimas de violencia psicológica, física o sexual alguna vez en

su vida, por parte de su pareja (Encuesta Demográfica y de Salud Familiar, Endes). Esta proporción nos
ubica entre los países de mayor violencia contra las mujeres en el mundo (Bott, Guedes, Goodwin, y
Adams, 2012).

El efecto de la violencia física sobre los ingresos de las mujeres que la sufren es más fuerte en quienes
son pobres extremas (Díaz y Miranda, 2010). Incluso, el efecto sobre la salud de ellas y de sus hijos es
más fuerte entre las menos educadas y más pobres (Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables,
2017), pero también se sabe que el impacto de la violencia contra las mujeres no siempre es
amortiguado por los ingresos económicos (Hernández, 2018).

La propia pobreza de tiempo a la que están expuestas las mujeres frente a los hombres en una relación
de pareja (Beltrán, Lavado y Teruya, 2018) esconde desigualdades estructurales y roles tradicionales que
grafican formas de violencia simbólica.

Además, halla que la severidad de la violencia física incentiva la denuncia, mientras que expresiones de
cariño constantes de él hacia ella la desincentivan. Estos resultados sugieren claros signos de la
normalización de la violencia, de la incapacidad estatal de ofrecer servicios acordes con una realidad
intercultural, y del nocivo ciclo de la violencia

la violencia física fue intensa en el pasado. Ya no se ejerce, pero ha sido sustituida por agresiones
psicológicas (humillaciones y degradaciones)

La Endes sigue de cerca el Conflict Tactics Scale 2 y pregunta por nueve formas de violencia psicológica,
siete de violencia física y dos de violencia sexual.

Finalmente, la temporalidad de la violencia es dispersa. Casi como en todos los patrones de


victimización, la violencia aparece rápido en las relaciones de las mujeres, bajo control limitado. La
mitad de ellas sufrió el primer episodio en los dos primeros años de relación. No obstante, para un 24 %
esto se produjo luego del quinto año.

La violencia psicológica se extiende más allá de los celos, incluye la ocurrencia muy probable de
limitación de visitas a dos grupos (familiares y amigos) que pueden servir de redes de soporte y
prevención. Dentro de la violencia psicológica, las formas con mayor probabilidad son las del ejercicio
de los celos y la limitación del contacto de la mujer con sus amigos. Es probable que las mujeres bajo
este patrón tengan redes familiares muy débiles (lejanía física o sentimental) y sirvan de poco como
factores de protección ante la violencia de su pareja.

De ser así, las agresiones físicas forman parte del uso de lo corporal como una estrategia esporádica de
control que, al ser combinada con la violencia psicológica, permite extender episodios intermitentes o
intentos de dominación en la relación. También es probable que el uso de la violencia física esté
relacionado solo con la intención de amedrentar a la mujer.

Es muy posible que estas mujeres sean objeto de empujones, sacudones o les tiren objetos, al igual
que reciban puñetes, patadas o que las arrastren.

A medida que el patrón implica mayor severidad, la prevalencia de la violencia sexual es mucho más
fuerteAdemás, en este último grupo, un 50 % la sufrió alguna vez en su vida, proporción alarmante que
releva la necesidad de que el Estado identifique y se acerque a estas mujeres con sus servicios de
contención y prevención de la violencia

s probable que la violencia física pasada haya sido sustituida por agresiones psicológicas recurrentes que
también socavan la salud mental, e incluso física, de las mujeres. El problema es que las huellas de esta
violencia no son tangibles, pero sí limitan el funcionamiento social de las mujeres, porque las exponen a
procesos de depresión que, a su vez, influyen en cómo se desenvuelven en lo laboral, amical y familiar.

En este grupo, la prevalencia de la violencia sexual es alarmantemente alta (44 % en los últimos 12
meses)

Según los resultados, buena parte de la violencia de género no se reporta debido a la creencia de que la
violencia es «una parte normal de la vida que las mujeres deben soportar» (Palermo, Bleck y Peterman,
2014).

Las mujeres, en su gran mayoría (36/38), declararon haber sufrido alguna forma de violencia de
género a lo largo de sus vidas, por parte de sus esposos, convivientes o novios, incluyendo a los que
tenían cuando se les entrevistó o a otros que habían tenido en el pasado: 30 reportaron violencia
física; 34, violencia psicológica; 10, violencia sexual conyugal, y 27 hablaron de «infidelidades» de sus
parejas (comprobadas o de las que tenían fuertes indicios)

Las agresiones pueden ser difíciles de identificar cuando se van normalizando dentro del
comportamiento cotidiano. Al mismo tiempo, las agresiones pueden mezclarse con gestos de afecto
haciendo aún más difícil definir si la agresión es un acto aislado o un comportamiento sistemático con
intervalos de afecto. De este modo, las características de las relaciones

Al considerar a las mujeres que fueron elegidas para responder el módulo de violencia, y que accedieron
a responder, la muestra de este 98 Jhon Ortega estudio la conforman 58 002 mujeres de 15 a 49 años
que alguna vez estuvieron en unión (convivencia o matrimonio) y han sufrido violencia física o sexual4
alguna vez en su vida

Similarmente, Mitchell (2013) halló que en el Perú las mujeres cuyos niveles de ingresos y educación
eran mayores que los de sus esposos son más propensas a experimentar violencia física. Pdeterminó
que un mayor nivel de educación y tener ¿Más educadas, más empoderadas? 121 un empleo mejoran la
posición de las mujeres al interior de su hogar y reducen su probabilidad de sufrir violencia,

La Endes pregunta por 9 formas de violencia psicológica, 6 formas de violencia física y 2 de violencia
sexual Las preguntas están siempre referidas a la violencia ejercida con la pareja o el compañero actual,
y registran dos momentos en el tiempo: últimos 12 meses y alguna vez en la vida.

Se considera como violencia psicológica la agresión a través de palabras, injurias, calumnias, gritos,
insultos, desprecios, burlas, ironías, situaciones de control, humillaciones, amenazas y otras acciones
que reducen la autoestima. Dentro de la violencia física están acciones como golpes, empujones,
jaloneos, pellizcos, rasguños, bofetadas, patadas y agresiones con cuchillo, pistola u otra arma. La
violencia sexual incluye situaciones en las que una mujer es coaccionada por su pareja a tener
relaciones sexuales o realizar actos sexuales que ella no aprueba (INEI, 2017).

Violencia psicológica fue escogida por ser la más frecuente entre los tres tipos de violencia familiar. La
distinción entre violencia reciente y violencia alguna vez en la vida dentro de la misma relación de pareja
no es superflua. De las mujeres que respondieron que no sufrieron ningún tipo de violencia en los
últimos 12 meses, más de la mitad (52 %) sí sufrió violencia alguna vez, antes

Por ello, las agresiones físicas, por parte de los hombres, son esperadas como «una de las prácticas
utilizadas por individuos y grupos para lograr respeto, visibilidad y ventajas materiales» (Oddone,
2017, p. 153).

La Organización Mundial de la Salud define a la violencia como «el uso deliberado de la fuerza física o el
poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o
comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos,
trastornos del desarrollo o privaciones» (OMS, 2002).

Es de suma importancia entender que la violencia contra la mujer en comunidades ticuna del Bajo
Amazonas no se define en el ámbito doméstico, sino que es un problema que abarca todos los ámbitos
de la vida social en estas comunidades. Aunque muchas veces aflore como violencia física y/o
psicológica en el seno familiar, en el fondo son formas de la violencia estructural, generada en parte
por la pobreza, el abandono del Estado, la falta de recursos y la inexistencia de servicios básicos
(Farmer, 1996).

No cabe duda de que la ingesta de alcohol es uno de los factores más vinculados con los casos de
violencia física contra las mujeres en las comunidades ticuna, pero entendemos que no es el único.
Como mencionamos líneas arriba, han aparecido nuevas formas de violencia de género que son mucho
más sutiles que la violencia física y ejercen un tipo de maltrato más permanente hacia la mujer, que
provoca, incluso, el aumento de los casos de suicidio en la zona.

En ese contexto, las mujeres fueron más vulnerables a sufrir violencia del esposo, el padre, los
hermanos, patrones y amos.

En el Perú, 7 de cada 10 mujeres han sido víctimas de algún tipo de violencia por parte
de su pareja. En primer lugar, la violencia física son las acciones como golpes,
empujones, jaloneos, bofetadas, patadas y agresiones con cuchillo, pistola u otra arma.
Al respecto, Díaz y Miranda (2010) manifiestan que en el Perú las mujeres con empleo
son más propensas a experimentar violencia física moderada y severa, particularmente
cuando su esposo o conviviente está desempleado, o cuando el ingreso promedio de ella
es superior al ingreso promedio de su pareja. En segundo lugar, la violencia sexual es
todo acto sexual o la tentativa de consumar un acto sexual en el que una mujer es
forzada físicamente en contra de su voluntad; este tipo de violencia también se puede
dar dentro de una pareja. En tercer lugar, la violencia psicológica se considera como la
agresión a través de palabras, insultos, desprecios, burlas, situaciones de humillación,
amenazas y otras acciones que reducen la autoestima. Con relación a esto, Hernández
(2019) sostiene que dentro de la violencia psicológica las formas con mayor
probabilidad son las del ejercicio de los celos y la limitación del contacto de la mujer
con sus amigos o familiares, ya que ellos puedan servir como factores de protección
ante la violencia de su pareja.

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