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ANIMALES DE COMPAÑÍA

Vivir con miedo


JUAN MANUEL DE PRADA

Domingo, 21 de Noviembre de 2021, 1:10


Tiempo de lectura: 3 min.

D
urante el último año, habré publicado cuatro o cinco
artículos sobre las llamadas ‘vacunas’ contra el
coronavirus (muy pocos, considerando que LO MÁS VISTO DE
anualmente escribo casi doscientos), que yo prefiero
Felipe González | "Nos hemos ido
llamar ‘terapias génicas experimentales’; pues desde
luego no han sido elaboradas como las vacunas al uso. (El otro día, 1 'acatetando' y nos miramos
demasiado el ombligo"
por cierto, mi admirado César Nombela me reprochó que utilizase la
José María Aznar | "Fallan los
expresión ‘terapia génica’, que en el lenguaje científico tiene un
significado específico diverso. Pero, por ejemplo, la expresión ‘falacia
2 políticos, no el sistema. Tenemos a
los menos brillantes"
patética’ tiene en preceptiva literaria un significado específico "Si España no es mejor es porque
diverso al que enuncian las palabras que la componen; lo cual no
invalida que uno puede decir ‘falacia patética’ ateniéndose al
3 somos tontos. Unos más que
otros"
significado común de cada palabra, sin entrar en discusiones de
preceptiva literaria, del mismo modo que yo escribo ‘terapia génica
experimental’ sin entrar en tecnicismos científicos).
4 El futuro está pasando aquí (y no
solo en Silicon Valley)

Pero me pierdo por las ramas. Como decía, durante el año último
habré publicado cuatro o cinco artículos sobre este espinoso asunto,
5 Bienvenidos al gran plató de
Europa

todos muy prudentes y cautelosos, en los que hablo sobre estas


terapias desde la experiencia personal, complementada por la
observación y el estudio. En el último que publiqué, por ejemplo, me
permitía señalar algo tan evidente como que, misteriosamente, nadie
se responsabiliza de los posibles efectos adversos de estos
sedicentes remedios: ni las compañías que los fabrican, ni los
Estados que los adquieren y distribuyen, ni tampoco los sanitarios
que los inoculan (evitando prescribirlos, precisamente para evitar
responsabilidades) También me permití citar en aquel artículo un
responsabilidades). También me permití citar en aquel artículo un
estudio
MENÚaparecido en la revista médica The Lancet, con resultados SUSCRÍBET E Inic io sesión

poco halagüeños sobre la eficacia de estos sedicentes remedios.


Pues bien, para mi sorpresa, la publicación de este artículo nada
desaforado ni tremendista, nada fantasioso ni ‘conspiranoico’, causó
un revuelo inesperado entre todas las personas que frecuento,
algunas de las cuales me consideraron un héroe por haberme
atrevido a escribir tales cosas, mientras otras me juzgaron un
temerario o un terrorista de la pluma. Estas reacciones me dejaron
por completo perplejo, pues casi todos los artículos que publico son
infinitamente más arriesgados, por contravenir las ideas aceptadas o
impuestas en nuestra época. En aquel artículo, en cambio, apenas
hacía algunas modestas observaciones muy fácilmente constatables
y sin afán polemista alguno.

Nuestro cerebro reptiliano, que


controla el instinto de
supervivencia (y de medro), nos
aconseja, para evitarnos disgustos,
el gregarismo

Pero el caso es que a todos mis amigos y conocidos este artículo


sobre las terapias génicas experimentales se les antojó
aterradoramente osado. Y, pasado el estupor, he tratado de
explicarme las razones de su reacción. Casi todos mis amigos y
conocidos son personas inteligentes; y los que no lo son del todo
desde luego tampoco son estúpidos. Y, puesto que no son débiles
mentales, infiero que las razones por las que mis observaciones les
provocaron tanto pasmo o admiración o susto son de debilidad
emocional. Sospecho que mis amigos y conocidos, como en general
la mayor parte de la gente en nuestra época, no tienen la entereza
suficiente para escuchar o leer cosas que no constituyen la ‘verdad
oficial’, aunque presenten visos verídicos.

Todos hemos sido adiestrados en mayor o menor medida, a


regañadientes o complacidamente, en la sumisión a la ‘autoridad’,
aunque se trate de una autoridad en absoluto autorizada (como, por
lo general, ocurre en nuestra época); y atrevernos a discutir lo que
esa ‘autoridad’ nos dice (aunque sea un petardo o petarda televisiva)
se nos antoja abrumador. Nuestro cerebro reptiliano, que controla el
instinto de supervivencia (y de medro), nos aconseja, para evitarnos
st to de supe v ve c a (y de ed o), os aco seja, pa a ev ta os
disgustos,
MENÚ el gregarismo, la aceptación de las ‘verdades oficiales’ y SUSCRÍBET E Inic io sesión

los discursos establecidos en aquellas cuestiones que la ‘autoridad’


declara no opinables, respaldada por esos ‘autorizados’ métodos
intimidatorios y disciplinares que Foucualt denominaba ‘microfísica
del poder’. Así, gentes que no son estúpidas ‘tragan’ (convirtiéndose
en ‘tragacionistas’), por miedo cerval al señalamiento, el desprestigio,
el escarnio público, etcétera. Por miedo, en definitiva, a convertirse
en herejes contra los que se decreta la persecución o la expulsión a
las tinieblas. Y ese mismo miedo los empuja a señalar, a
desprestigiar, a escarnecer a quienes se atreven a hacer lo que a
ellos los atemoriza.

Una vez que se ha logrado instilar el miedo en las personas, se puede


hacer con ellas lo que se quiera, no importan cuán inteligentes o
cultivadas sean. Como nos enseñaba el personaje de Blade Runner:
«Es toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad? En eso consiste
ser un esclavo».

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