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«¿No sabéis que en las carreras del estadio todos corren, mas uno solo recibe el
premio? ¡Corred de manera que lo consigáis! Los atletas se privan de todo; y eso
¡por una corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible. Así
pues, yo corro, no como a la ventura; y ejerzo el pugilato, no como dando golpes
en el vacío, sino que golpeo mi cuerpo y lo esclavizo; no sea que, habiendo
proclamado a los demás, resulte yo mismo descalificado» (1Co 9,24-26).
El Papa Pablo VI —que será canonizado este año— dijo una vez durante
la Cuaresma: «Convertirse quiere decir cambiar de camino, escoger una
dirección, una ruta… Trazar entre Dios y nosotros una línea recta… Este
enderezamiento no se refiere solo a las cosas externas,
las costumbres, los acontecimientos que están ligados a
nuestra existencia; antes bien, a ese tan nuestro y tan
poco nuestro, el corazón… ¿Qué hacer para conseguir
estos resultados y cómo comportarnos…? Entrar
dentro de uno mismo, reflexionar sobre nuestra
persona, adquirir una moción clara de lo que somos,
queremos y hacemos, y, en un determinado momento romper algo en
nosotros, deshacer éste o aquél elementos que muchas veces nos es muy
querido o estamos muy habituados a él, y no podemos renunciar a él tan
fácilmente… El Señor exige siempre un sacrificio, exige algo positivo;
no se contenta con veleidades, palabras convencionales y rutinarias.
Quiere precisamente algo nuestro…».
«¿No sabéis que en las carreras del estadio todos corren, mas uno solo recibe el
premio? ¡Corred de manera que lo consigáis! Los atletas se privan de todo; y eso
¡por una corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible. Así
pues, yo corro, no como a la ventura; y ejerzo el pugilato, no como dando golpes
en el vacío, sino que golpeo mi cuerpo y lo esclavizo; no sea que, habiendo
proclamado a los demás, resulte yo mismo descalificado» (1Co 9,24-26).
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gozo, pero que exige mucho: nada más y nada menos que salir de sí, como
dice la primera consigna.
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Este continuo ejercicio de virtudes nos dispondrá para actuar de acuerdo
con lo que somos. Sí. Se trata de “ser lo que somos”, es decir, de obrar
según lo que somos. ¿Qué somos? Hijos de Dios, hermanos de Jesucristo,
templos vivos del Espíritu, piedras vivas de la Iglesia… Pero por nuestra
inconsciencia e inconstancia podemos dejar apagar la llama que una vez se
prendió en el bautismo, y que debe seguir ardiendo cada día más. Por ello
dice el Señor en el Apocalipsis: «Conozco tu conducta: no eres ni frío ni
caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora
bien, puesto que eres tibio, y no frío ni
caliente, voy a vomitarte de mi boca» (3,15s).
No debemos olvidar esta gran verdad:
NINGÚN VICIO SE RESISTE A LA
ORACIÓN. Una oración sincera, constante,
confiada, suplicante. Hagamos la prueba…