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Arquidiócesis de Barquisimeto

Comisión Central de la Divina Pastora

LINEAS HOMILÉTICAS
PARA LA CELEBRACIÓN DE LA NOVENA DE NAVIDAD
(MISAS DE AGUINALDO)
DESDE EL 16 DE DICIEMBRE HASTA 24 DE DICIEMBRE DE 2021

DE ACORDE A LA CATEQUESIS DE LA DIVINA PASTORA

Presentación general

La Comisión Central de la Divina Pastora de la Arquidiócesis de Barquisimeto en el marco de la


celebraciones en honor a la Ssma Virgen María bajo la advocación de Divina Pastora de las almas para el
Año 2022, ha querido valorar, por el talante litúrgico, espiritual y pastoral de la Novena de Navidad (Misas
de Aguinaldo), como el momento propicio a nivel eclesial para presentar la catequesis a las comunidades de
fe y asociarla al contenido homilético de este periodo tan rico en participación y tradición religiosa popular.

Es una propuesta de líneas homiléticas que pueden sugerir pistas y fortalecer así el trabajo
ministerial de los párrocos, religiosos, diáconos permanentes, etc., de acorde al evento celebrativo de
comunión, participación y misión, de la Divina Pastora, evento que da continuidad a la acción pastoral de la
Arquidiócesis para la nueva evangelización con María y como María.

Es bueno recordar que la Homilética es la rama de la teología aplicada que se encarga de la


preparación y predicación de sermones, es el arte y ciencia que ayuda en la comunicación de la Palabra de
Dios y que promueve la celebración sacramental de la misma Palabra en acción que promueve la
evangelización y las obras de caridad. El liturgo es el promotor principal, unido a la asamblea litúrgica que
lo acompaña, de la espiritualidad evangelizadora que se desprende y de la promoción de la participación de
los laicos en la vida celebrativa de la Iglesia que luego se transforma en vida eclesial y pastoralidad.

Espiritualidad del tiempo litúrgico de Adviento


«El mensaje de la Iglesia es único, verídico y solido para el camino de la salvación al mundo
entero», (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 174). Es el anuncio del Kerigma, de la buena noticia para
todos los pueblos y culturas (del griego êÞñõãìá, anuncio o proclamación) que celebramos en la liturgia
anual correspondiente al ciclo. La palabra liturgia no solo significa celebración sino también
evangelización (cf. Rm 15, 16; Flp 2, 14-17. 30), y realización (cf. Rm 15, 27; 2 Co 9, 12; Flp 2, 25), de la
caridad en acto (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1070).

Es la fuente continua, el manantial de la comunión, de la participación y de la misión de la Iglesia


universal en la cual todos, laicos, religiosos y sacerdotes, nos educamos y crecemos para el servicio, el
compromiso y la entrega.

Celebrar anualmente el tiempo litúrgico de Adviento significa actualizar «esta espera del Mesías:
participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo
de su segunda venida», (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 524).

La espera de Cristo a lo largo de la historia de salvación promueve la conciencia personal, pastoral y


social que permite una continua capacitación de resiliencia espiritual, es decir movida por la acción del
Espíritu Santo, pero de carácter escatológico y soteriológico.

Este proceso no es entendible solo como un fácil adaptarse a circunstancias difíciles, así como se suele
definir, sino, que, llevada al plan espiritual, como una capacidad continua antropológica de madurar en la
vida cotidiana cristiana por el camino único de la fe, esperanza y caridad, por el sufrimiento y la alegría
pascual, purificando y evangelizando culturas, ciencias, economías, sistemas, ideologías, sistemas,
contradicciones y divisiones humanas. Cristo con su Encarnación Redentiva ha vencido el espíritu del mundo
(Jn 16, 33).

El tiempo litúrgico de Adviento y Navidad es, por lo tanto, la fuente de la gracia de la alegría
mesiánica, del ya pero todavía no, que marca el horizonte espiritual de la esperanza cristiana que no cae en la
desesperación o en la autosuficiencia de la presunción a causa del pecado (Catecismo de la Iglesia Católica,
nn. 2091-92).

El camino histórico para recorrer es el tiempo de la Iglesia que como comunidad de fe peregrina en el
mundo va de año en año marcado por la fecha del nacimiento del Redentor, a la búsqueda de la realización del
Cristo total, de sus miembros para que el reino de Dios se realice plenamente.

Es el tiempo de la misericordia, es el tiempo dilatado de la reconciliación, comunión, de purificación y


renovación, dado que «el impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad»,
(C.E.C. n. 1818). La B.V.S. María, Divina Pastora de las almas, con José, son la familia mesiánica a la espera
del nacimiento del Hijo de Dios, y son figura, ¡modelo y consuelo de la Iglesia a la espera del Señor.

Oración:
Señor, tú que has querido que la Virgen santa María,
brille en tu Iglesia como señal de esperanza segura; concede a los afectados por el hastío de la vida,
encontrar en ella aliento y consuelo, y a los desesperanzados de la salvación fortaleza para levantarse.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

(De la Oración Colecta de la Misa La Virgen María, madre de la santa esperanza, Misal Mariano n. 37).

La Novena de Navidad (Misas de Aguinaldo).

En la Iglesia Venezolana este tiempo litúrgico es especialmente celebrado en nuestra tradición eclesial,
cultura y religiosidad popular, así como lo expresan nuestros obispos que recomiendan justamente:
«Valorar el sentido de esperanza cristiana del Adviento. Dar toda su importancia a las ferias privilegiadas
(novena de Navidad o misas de aguinaldo), tan importantes en Venezuela, poniendo en lugar destacado la
figura de la Virgen María. Dar relieve a las solemnidades, fiestas y ferias de Navidad, en especial la Sagrada
Familia, Santa María Madre de Dios, Epifanía y Bautismo del Señor. Promover en este tiempo a nivel
parroquial la visita y bendición de pesebres y familias. Estimular las manifestaciones autóctonas propias de la
Navidad en orden al compartir fraterno.», (Concilio Plenario de Venezuela, Documento n.10, La Celebración
de la Misterios de la fe, n. 114).

La palabra «aguinaldo» significa regalo, don que se pide o se da en la época de Adviento Navidad.
Las misas de aguinaldo son un camino espiritual hacia Belén y los nueve días son el regalo de Dios para
nosotros que guardan relación con los nueve meses de embarazo de María acompañada por José, y son
representativas de la Iglesia en salida.

La fundamentación bíblica en el llamado de Juan el Bautista a preparar el camino del Señor a través de
la conversión y del cambio de vida para recibir al Señor: «A quien todos los profetas anunciaron, la Virgen
esperó con inefable amor de Madre, Juan lo proclamó ya próximo y señaló entre los hombres…», (Prefacio de
Adviento, II).

El Papa León XIII concedió a Venezuela el privilegio especial para agregar, a partir del 16 de
diciembre y hasta el 24 (nueve días), el colorido y alegría de estos cantos populares a la liturgia propia del
tiempo. Fueron aprobadas para que se incluyeran diversos elementos conmemorativos, como las parrandas y
los cantos navideños. Se celebran desde la época colonial. La novena busca preparar espiritualmente a los
católicos para la unión y valores.

Además del entusiasmo y regocijo que producen y la poética sencillez evangélica de las letras unida a
su musicalidad y ritmo, los aguinaldos venezolanos facilitan el sentido litúrgico de participación de la
asamblea litúrgica en la preparación para la llegada del Mesías. La Bula Papal concedía indulgencia plenaria y
remisión de todos los pecados a los fieles que, confesados y comulgados asistiesen a esas misas. La liturgia de
Adviento celebra, con cantos y ritmos populares sencillos como: aguinaldos, villancicos, gaitas, al Mesías,
con la fe del nuevo Pueblo de Israel, la Iglesia fundada por Cristo a la espera fervorosa de su regreso glorioso
para cerrar el tiempo de salvación.

El aguinaldo, en especial, es un género particular de música folclórica venezolana, es una expresión


exclusiva de las fiestas propias del mes de diciembre tanto en ese país como en otras regiones de América
Latina, en general están íntimamente asociados con la fiesta de Navidad y de Adviento que celebra la Iglesia
Católica con motivo del nacimiento de Jesucristo.
Musicalmente es una evolución del villancico europeo y, como este, puede cantarse con y sin
acompañamiento instrumental. La letras son versos generalmente hexasílabos, tradicionales, compuestos y
hasta improvisados, en algunas ocasiones. Entre los instrumentos normalmente utilizados para acompañar a
los aguinaldos están el violín, el cuatro, el clarinete, el bandolín, el furro o furruco, propio de la cultura
caribeña, los tambores, las maracas y la guitarra.

Según su temática, los aguinaldos pueden dividirse en aguinaldos de parranda y aguinaldos religiosos,
siendo la diferencia que el primero puede no referirse estrictamente a temas religiosos, aunque se cante en el
contexto de las fiestas navideñas. Se pueden clasificar según la región geográfica también se han clasificado
como oriental, guayanés y barines entre otros. En el Zulia también se utilizan las gaitas marabinas cristianas
en ocasión de las fiestas decembrinas. En Venezuela, dentro de la realidad de la religiosidad popular, es la
muestra más genuina de nuestra liturgia original inculturada que con la parranda navideña promueve la
evangelización de los hogares. El tradicional parrandon, con la visita a los pesebres de cada familia, es la
evangelización de la Iglesia en salida, que se desprende como evangelización a partir de la celebración de la
Novena de Navidad.

Es una liturgia rica en alegría, esperanza, gozo que valora la fe de María, y la fe de José cooperadores a
la redención, la fe de los pastores de Belén, de los reyes magos, de los ángeles en el cielo cantando: Gloria y
Aleluya, Ven Señor Jesús, ¡Maranatha!
Apuntes para una homilética mariana
La Homilética se entiende como la disciplina teológica que se dedica a la preparación y predicación de
la Palabra de Dios de acorde al uso litúrgico. Se puede también ver como el arte y la ciencia que ayuda en la
interpretación y comunicación de la Palabra del Dios hecho persona, y que origina la celebración sacramental
de la misma Palabra generando la evangelización y las obras de caridad. El liturgo es el promotor principal,
unido a la asamblea litúrgica que lo acompaña, de la espiritualidad evangelizadora que se desprende de la
celebración de la acción de gracias.
En este breve instructivo litúrgico homilético se asocian dos aspectos: La catequesis de la Divina Pastora y la
celebración de Adviento y de la Novena de Navidad que son un tiempo fuertemente mariano. Es importante
recordar, de toda manera, las Orientaciones Generales del Misal de las Misas de la Virgen María nos dicen que:

-en las misas de Santa María se celebran las intervenciones de Dios para salvar a los hombres,

-la presencia de Cristo en las celebraciones litúrgicas,

-el valor ejemplar de la Virgen María en las celebraciones litúrgicas.


La renovación del culto mariano, como nos recuerda el Marialis Cultus, se ubica en los criterios bíblico,
antropológico, litúrgico, ecuménico (pastoral) que deberían reflejarse en la homilética de las celebraciones
correspondientes sobre todo en relación con la maternidad divina y la maternidad espiritual en este tiempo de
Adviento y Navidad. Es una oportunidad espiritual y pastoral para fortalecer la devoción tradicional y popular
a la imagen de la Divina Pastora.

Estas líneas homiléticas son sugerencias para motivar las celebraciones de las misas de aguinaldo
sobre todo motivando desde el contexto de la Sagrada Escritura, en el marco de la comprensión de la persona y
de la comunidad de fe, la actualización de los contenidos bíblicos en correlación con la realidad que vivimos.

El documento Amoris Letitiae sobre la familia, quiere justamente indicarnos el camino de la Palabra de
Dios, su interiorización y realización en nuestra vida cristiana y dentro de la realidad del mundo de hoy, y la
figura evangélica de María con José y el niño, son perfectamente asociables a la problemática de la familia y de
la Iglesia. ¡Tu palabra me da vida Señor!
Las líneas homiléticas para las Misas de Aguinaldo de acorde a la Catequesis de
la Divina Pastora

1. Día de la Novena de Navidad


Jueves 16 de diciembre
Lecturas:
Is 54, 1-10. Alégrate tú la estéril, que no dabas a luz. Salmo 29.
Te alabaré Señor, eternamente.
Lc 7, 24-30. ¿Qué salieron a ver en el desierto?

Oh, Divina Pastora, tú eres reina y madre de la familia de Dios en comunión, participación, misión,
¡Protégenos!

El testimonio de Juan el Bautista esta indisolublemente unido a la realización Jesucristo a la «Alégrate


tú la estéril, que no dabas a luz». El profeta Isaías nos habla de la vuelta a la gracia de Jerusalén la ciudad santa
y querida por Dios, que, así como la mujer estéril que había perdido el amor primero a causa de sus pecados, de
nuevo la esposa repudiada recuperará la fecundidad. San Pablo aplica este texto refiriéndose a la Iglesia, nueva
Jerusalén (cf. Gal 4, 27), y la liturgia de hoy lo relaciona al mensajero del rey que anuncia el cambio y canta
incesantemente la llegada del Rey: «Te alabare, Señor, eternamente porque convertiste mi duelo en alegría», y
comunica la presencia y el reconocimiento del Cordero de Dios. La Palabra de hoy nos invita a preparar el
camino, abriendo el corazón al arrepentimiento y la conversión.
Jesús presenta a Juan como el profeta precursor, el que iba a anunciar a todos los pueblos la llegada y
presencia del Cordero sin mancha, del Mesías y añade: «En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos
de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que
él.», (cf. Mt 11,11).

Desde la designación del nombre del niño, «Juan», que significa «Yahvé es favorable», todo es
concreta preparación divina del instrumento que el Señor ha elegido. Juan abre el camino, lo sumerge en las
aguas del Jordán y contempla la revelación del misterio del Padre, en el Hijo, por el Espíritu Santo, misterio de
Dios Uno y Trino, «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco» (cf. Mt. 3, 17).

Ese mismo Espíritu, que Juan desde el vientre de su madre Isabel en la Visitacion de María aprendió a
reconocer en Jesús de Nazaret (cf. Lc 1, 41), es el mismo Espíritu que lo mueve a ir al desierto, a predicar el
arrepentimiento de los pecados, a motivar a sus discípulos a unirse a Jesús para dar comienzo al discipulado de
la futura iglesia naciente. Al final por fidelidad al mismo Espíritu se enfrenta el martirio preparando el camino
pascual. Con Juan el Bautista, el precursor, y la Virgen María, la virgen madre, se realiza la culminación del
profetismo, según la obra y gracia del Espíritu Santo, del Antiguo Testamento y se inaugura el profetismo del
Nuevo Testamento. Es la realización de la plenitud del tiempo mesiánico, el antes y el después del misterio de
la Anunciación.

También la Iglesia Familia de Dios por el mismo Espíritu, es heredera del testimonio de Juan el
Bautista, y con María de Nazaret, aprende a vivir esta realidad profética del anuncio del Evangelio del Reino,
que nos invita a vivir el misterio del Hijo de Dios hecho hombre, descubriendo los lazos de amor filiales y
fraternales que nos unen y nos hacen participar de la misión de anunciar la salvación.

La B. V. María, por esto, es la mujer de comunión por el Espíritu Santo en la familia de Nazaret y en la
Iglesia. Es mujer de participación, dado que desde el comienzo promueve la acción del Espíritu Santo en la
cooperación de los fieles, es mujer de misión impulsada por el mismo Espíritu, a visitar su prima Isabel según
lo que el Ángel le había dicho y promoviendo en la Iglesia su caminar como discípula y misionera.

Ella, madre del Buen Pastor promueve con su gracia maternal y familiar el vivir en comunión,
participación y misión para la renovación continua de la Iglesia que al fin y al cabo también somos todos
nosotros para recuperar su fecundidad. Para nadie es un secreto que nos urge fortalecer como personas, como
familia, como comunidad; la capacidad de entendimiento mutuo, de servicio y de adaptación a los cambios
rápidos de nuestra sociedad actual y responder a los retos que se nos presentan, y lograr así ser portadores de
unidad en el mundo.

¡Divina Pastora, Reina y Madre de la familia ruega por nosotros!

2. Día de la Novena de Navidad


Viernes 17 de diciembre

Lecturas:
Gen 49, 2. 8-10. A ti, Judá, te alabarán tus hermanos.
Salmo 71. Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
Mt 1, 1-17. Jacob engendro a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús.

Oh, Divina Pastora, tú eres reina y madre de la familia,


¡Acompáñanos!

La creación que Dios ha hecho del hombre y de la mujer y el creced y multiplicad, son la realidad única
que nosotros podemos contemplar en el misterio de Dios revelado a los hombres. El pecado original viene a
romper la alianza entre el creador y la creatura, pero la gracia de la salvación renueva generación tras
generación la promesa del pacto establecido (cf. Gen 3, 15). Dios no se hace superar en misericordia, siempre
encuentra la manera para el volver al redil de la oveja descarriada y enferma. Dios promete la descendencia de
un hijo para sus hermanos y «florecerá en sus días la justicia y reinará la paz era tras era» (cf. Salmo 71).
Volveremos a ser Familia de Dios.

La genealogía de Jesús en el evangelio de San Mateo nos presenta la descendencia legal, es decir de las
promesas, mientras que el evangelio de Lucas muestra la descendencia natural. Ambas desembocan en la
realización del misterio de la encarnación del Hijo de Dios. San Pablo en la Carta a los Gálatas indica: en la
plenitud de los tiempos (por obra y gracia del Espíritu Santo), bajo la ley (referencia a José, padre putativo),
nacido de mujer (referencia a María, la madre natural de Jesús) (cf. Gal 4,4).

En María se une la realidad de la maternidad divina y de la maternidad espiritual de todos nosotros para la
promoción del reino de Dios y por eso reina en los corazones de los fieles cristianos y devotos. En el misterio de
la Familia Santa de Nazaret, a la sombra del amor misericordioso de Dios recuperamos nuestra esencia, de
familia de Dios. La maternidad de María es, como para toda madre, una escuela de cercanía y ternura, de
abrazos y alegrías y nos hace sentir a todos nosotros sus hijos.

La presencia paternal, cercana y casta de José, esposo fiel de María, de la cual nació Jesús, es fuente de
confianza, protección y virilidad para todos. La mirada de la madre, dulce y triste, con una sencilla sonrisa
apenas dibujada en sus labios, nunca pierde de vista a ninguno de sus hijos creciendo. Esta es la experiencia
orante y contemplativa que se puede originar mirando el rostro de la imagen de la Divina Pastora, que inspira y
nos trae la memoria escondida de nuestro sentirnos hijos y hermanos. María es reina y madre de la familia, no
de manera distante sino cercana. Ella es «la Madre que abraza al Hijo y, con Él, a todos nosotros sus hijos».
«Todas las generaciones me proclamaran bienaventurada» porque su presencia maternal «nos conoce
y nos acompaña con su estilo típicamente materno: sutil y valiente al mismo tiempo; nunca intruso y siempre
perseverante en el bien, paciente ante el mal y activo para promover la concordia». A Ella confiamos el
pasado, el presente, el futuro, las alegrías y las angustias de nuestra vida personal y la de nuestro amado país:
somos hijos de Dios.

La familia de Nazaret nos enseña, con María y como María, como toda familia humana está destinada a
vivir el camino espiritual, es decir, con la acción continua del Espíritu para progresar en el día a día. Es un
llamado espiritual y pastoral de comunión sobrenatural, y juntos en oración a la luz de Cristo resucitado, un
amor exclusivo y libre, un camino del cuidado, del consuelo y del estímulo que puede renovar nuestra
convivencia familiar a la luz de la Palabra hecha carne, hecha familia.

Igualmente para nosotros, la Divina Pastora es reina y madre del corazón de las familias larenses y de
muchos venezolanos que veneran a la B.V. María bajo esta hermosa advocación y han hecho de ella su
referencia familiar y social de todos sus miembros en cada generación, por esa la hermosa costumbre de
muchas madres que presentan a sus niños y a los recién nacidos, poniéndolos bajo su mirada amorosa y
maternal protección, igualmente después del Bautismo sacramento de iniciación cristiana, de nacer en la
Iglesia.

¡Divina Pastora, Reina y Madre de la familia ruega por nosotros!

3. Día de la Novena de Navidad


Sábado 18 de diciembre

Lecturas:
Jr 23, 5-8. Mira llega un tiempo, dice el Señor, en que hare surgir un renuevo del tronco de David. Salmo
71; Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
Mt 1, 18-24. He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo.

Oh, Divina Pastora, reina y madre de la familia Iglesia doméstica,


¡Visítanos!

Jeremías nos da una predicción mesiánica con el anuncio del germen de justicia, para decirle a los
pastores, que dejan perderse y desparramarse las ovejas de sus pastos, que serán castigados por sus maltratos y
codicia. Es una promesa de restauración que restablecerá el orden perdido y una promesa de reunificación de
los dispersos para que vuelvan a su tierra. En Cristo se cumple esta profecía: Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
Así Jesús nace en una familia judía heredera de las promesas. Son José y María el comienzo del germen que da
lugar al renuevo del tronco de David.

La familia es el centro de la revelación mesiánica del Dios hecho hombre. Jesús es concebido por obra y
gracia del Espíritu Santo en el seno de María, desposada y prometida a José; al hombre predilecto por ser justo y
fiel, descendiente de David, que también recibe del Espíritu la gracia de su paternidad casta. Dios ha querido
con la familia santa de Nazaret restaurar el modelo de la imagen y semejanza original afeada por el pecado de la
desobediencia.

José, el que cumple la ley, recibe la anunciación de su paternidad casta que no prescinde de su virilidad, sino
que la realiza en la plenitud de su persona al servicio al Hijo de Dios. Tampoco queda envilecido su deseo de
esponsalidad en el cumplimiento de la ley porque el Ángel de Dios revela la fidelidad de María y anuncia la
originalidad de la acción del Espíritu Santo.
El deseo de ser justo predomina en la conciencia de José y así se mantiene en el discernimiento del
acontecimiento misterioso. Cuanto no oraría María para que José comprendiera desde su silencio la
Encarnación de la Palabra que ella había escuchado y creído. Escuela para nosotros de silencio, de
comunicación, de confianza mutua tan necesario en el hogar de cada día, alimentándose del Pan diario de la
Palabra.

Ellos se puede considerar el principio que da forma a cada familia como Iglesia doméstica. Ellos
vivieron los misterios de la vida escondida de Jesús desde la realidad del hogar, con oración, trabajo, esfuerzo
con amor y fidelidad. Realizaron con la presencia del Hijo de Dios el comienzo de la familia consagrada a
Dios como signo de la presencia real de Cristo resucitado. Así también cada hogar cristiano dentro de las
dificultades, alegrías y esperanzas de toda familia, viven la realización de la promesa de Jesús «Donde están
dos o tres reunidos en mi nombre yo estaré presente» (cf. Mt 18, 20).

La familia es una comunidad de amor que se relaciona con la Parroquia Familia de familias desde
siempre, así como María, José y el Niño participaban de la vida de la sinagoga e iban al templo, manteniendo
en su hogar el respeto a la ley y los profetas celebrando la liturgia domestica que la tradición le pedía. La
comunidad apostólica mantiene esta característica familiar fraternal donde «no hay amor mas grande del que
da su vida por sus amigos» (cf. Jn 15, 13).

Sabemos que en el Nuevo Testamento se habla de «la iglesia que se reúne en la casa» (cf. 1 Co 16,19;
Rm 16,5; Col 4,15; Flm 2). Los comienzos de la vida de las comunidades cristianas están marcados por la
vida familiar, en algunas de las cuales se fue estableciendo la presencia de las comunidades de fe. Por esto la
familia Iglesia Doméstica se integra perfectamente con el sentido general de la Iglesia, Familia de Dios como
fermento de comunión y de participación superando, con la gracia que le es propia, el individualismo y el
egoísmo.

La sacramentalidad de la Familia, Iglesia Doméstica, fundamentada en el sacramento del Bautismo de


sus miembros y fortalecida por el sacramento del Matrimonio, se expresa en la lógica de la comunión entre sus
miembros y de la reconciliación en el perdón mutuo que se realiza en la cotidianidad de cada núcleo familiar.
Contemplando la Santa Familia de Nazaret cada familia es una Iglesia domestica que tiene un llamado a vivir
al bautismo de sus miembros para ir al cielo, justamente valorando el significado profundo, eclesial y pastoral
del aspecto familiar en la vivencia de cada sacramento. Mirando la Sagrada Familia de Nazaret podemos
recoger la dimensión de la familia eucarística y reconciliadora.

Es hora de fortalecer nuestro camino de fe, esperanza y caridad en Cristo, partiendo de la realidad
familiar común a cada persona, a todo núcleo familiar del modelo que sea, pero apoyados en el misterio de la
Sagrada Familia de Nazaret, donde María, Divina Pastora, reina y madre; brilla como mujer, esposa y madre,
y sostiene con la gracia de su maternidad divina y maternidad espiritual, a todas las familias del mundo.

Frente a un mundo, una cultura, una sociedad en continuos cambios y crisis de valores; la fortaleza de
una auténtica cultura cristiana de la familia es fundamental para no perder el norte del camino a la santidad.

¡Divina Pastora, Reina y Madre de la familia ruega por nosotros!


4. Día de la Novena de Navidad
Domingo 19 de diciembre
Lecturas:
Miq 5, 1-4ª. De ti, Belén de Efrata, de ti saldrá el jefe de Israel. Salmo 79. Señor, muéstranos tu favor y
sálvanos.

Hb 10, 5-10. Aquí estoy, Dios mío, para hacer tu voluntad.


Lc 1, 39-45. ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!

Oh, Divina Pastora, reina y madre de los niños, jóvenes y ancianos,


¡Se tú nuestra guía!

La ciudad de Belén de Efrata, es, según lo anunció el profeta, el lugar del nacimiento del Mesías que
coincide con los orígenes de la dinastía de David (cf. 1 S 17 12s; Rt 4 11.17. 18-22). De hecho, cuando los reyes
magos fueron al palacio de Herodes a preguntar, los sumos sacerdotes y los escribas dieron la referencia de
este lugar (cf. Mt 2, 5). También Miqueas comunica otro dato importante: «Por esto Él los abandonara hasta
el momento que la parturiente de a luz y el resto de sus hermanos vuelva con los hijos de Israel.», clara
referencia a la madre del Mesías.

Belén, que significa la casa del pan, es lugar humilde de nuestra consciencia humana donde Jesús nace
en profundo de nuestro ser, y nos invita a querer hacernos pequeños para el reino de Dios, aprendiendo a vivir
escondidos en Cristo, donde aprendemos a hacer de nuestra familia un pesebre, un lugar de encuentro ente
niños, jóvenes y ancianos, miembros de la misma familia. El salmo nos recuerda mantenernos siempre en
paciente espera para el cumplimiento de las promesas de Dios en nuestra vida: «Señor, muéstranos tu favor y
sálvanos». Pero el plan de Dios solo se realiza cuando se hace su voluntad, dado que eso es el mejor sacrificio
que Él acepta. Todo cristiano se mueve entre la primera venida y la segunda venida de Cristo: Lo que es ya pero
todavía no es, y esto le da futuribilidad a sus decisiones, actuaciones, intenciones. Aprendamos de esta lección
del profetismo que nos prepara al adviento para vivir según el espíritu revisándonos a nosotros mismos y así
dejar nacer a Jesús en el lugar de nuestra sencillez y humildad en Cristo. María con premura visita a su prima
Isabel compartiendo el misterio de la anunciación: «Dichosa tú que has creído porque lo que el Señor te ha
dicho se cumplirá».

La Virgen María, como mujer de fe; esposa y madre; realiza un fiel acompañamiento en todas las
etapas de la vida junto al casto San José, mientras él estuvo vivo. Desde el comienzo ella es fiel discípula y
misionera de la Palabra hecha carne y portadora del Espíritu Santo. Todo lo guardaba en su corazón mientras
Jesús crecía en estatura y gracia (cf. Lc 2, 51-52).
Unida totalmente desde su corazón al proyecto de vida que se realiza en ella, María presurosamente se muestra
cálida, amorosa y servicial con su prima Isabel, que estaba en espera del nacimiento de su hijo, Juan el
Bautista. Ya ancianos, ella y Zacarias su esposo, reciben a María con la alegría mesiánica, por lo cual Isabel
también queda llena del Espíritu y el bebé brinca de alegría en presencia del Redentor y Señor. Se inaugura la
Iglesia en salida, con la visita de la Palabra encarnada a Isabel y Zacarías, porque donde están la madre y el
Hijo, está la Iglesia anunciando, llevando la Palabra.
Vemos que se comienza esa atención mariana a los niños, mientras estuvo unos tres meses allá acompañando,
la atención mariana a los adultos mayores cuando visita a esta pareja de ancianos comprometidos con el plan
de salvación, y está comprometida con su propia juventud al servicio de Dios, cuidando de su juventud
maternal y regresando a Nazaret a la espera del cumplimiento del embarazo.

Luego los misterios de Nazaret, de Belén, de Egipto y nuevamente de Nazaret, son escenario de su
compromiso junto con San José mientras vivía, de la atención a Jesús niño, adolescente, joven y adulto, y lo
sigue ejerciendo con todos nosotros miembros de la Iglesia Familia de Dios y miembros del cuerpo vivo de
Cristo. Para esto es necesario tener esa capacidad intergeneracional entre ancianos jóvenes y niños dentro de la
misma familia que María muestra al visitar a los dos ancianos Zacarias e Isabel, al ir al Templo para encontrarse
con el anciano Simeón y la profetisa Ana.

La Sagrada Familia es un tesoro espiritual con sus experiencias se caracteriza por darle el sentido
pastoral y espiritual en estos renglones de la realidad doméstica: viendo en la vida cotidiana que somos una
gran familia humana en Cristo; valorando el ser hijos; tomando en cuenta a los ancianos; y el ser hermanos,
integrando a todos como una sola familia, dilatando el corazón.

La familia aprende a caminar juntos las etapas de la vida, y comparte la importancia del caminar juntos,
de reconocernos compañeros del mismo viaje, pero abriéndonos a considerar también a los que normalmente
no están incluidos en las actividades familiares y parroquiales de comunión y participación y misión; para
todos junto con María.

La Divina Pastora acoge y es acogida y sigue visitando cada hogar, comunidad y sector de nuestros
poblados, ciudades y sectores donde vivimos. Aprendamos de Ella que sigue caminando con nosotros, niños,
jóvenes y adultos mayores, en nuestras vidas hasta llegar a la Patria celestial, construyendo el reino de Dios.

¡Divina Pastora, Reina y Madre de la familia ruega por nosotros!

5. Día de la Novena de Navidad


Lunes 20 de diciembre
Lecturas:
Is 7, 10-14. He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo.
Sal 23. Ya llega el Señor, el rey de la gloria. Lc 1, 26-38.
Alégrate llena de gracia.

Oh, Divina Pastora, reina y madre de la familia a defender y proteger,


¡No nos desampares!

La Señal que Dios concede a los hombres para penetrar en el misterio de la Encarnación es el de la
virgen que concibe y da a luz un hijo sin concurso de varón, señal que solo se pudo comprender delante de los
acontecimientos de la Anunciación, en plena realización de la Palabra actuante y bajo la acción del espíritu
santo bajo la mirada del Padre. Misterio de la manifestación plena del Dios Uno y Trino que se da con María y
como María.
La virginidad del corazón indiviso, atravesado por la espada de la Palabra que penetra hasta lo íntimo
del ser, nos muestra la manera como Dios se hace presente en corazón del hombre, en el tuyo en el mío en el
nuestro, y que divide lo bueno de lo malo. La virginidad maternal de María realiza el signo, su corazón es el
corazón de la iglesia que anuncia el misterio de su fecundidad esponsal con el rey de la Gloria el Enmanuel
prometido, el Dios entre nosotros.
Si la primera venida fue esperada anunciada y madurada su segunda venida es también promovida por
el camino de la misma Iglesia donde el Espíritu nos dice: «Ya llega el Señor, levantad las cabezas».
El ángel lleva la presencia del misterio divino al corazón de María; ella asume el dialogo, la comunicación
profunda de la Palabra que se hace conciencia y le habla a su propia conciencia, de lo que se hace palabra del
discurso íntimo y familiar y que aprende a interiorizar como hija de Dios: «¿Como va a ser posible eso, si no
conozco varón?». Con María vamos aprendiendo el método inteligente del discernimiento espiritual para
diferenciar lo que viene de Dios y lo que no le pertenece, con la revelación de lo que corresponde al Padre, al
Hijo al Espíritu en la motivación de nuestras vidas. Insinuaciones del alma mística.

El misterio de la Anunciación del Ángel a María nos reserva varias sorpresas relacionadas con María,
en su dimensión maternal física y espiritual. Es la experiencia de la Palabra viva en María, en la familia de
Nazaret en la Iglesia familia de Dios.

Por esto María es la que nos muestra el camino de la vivencia de los misterios de nuestra fe, con su
mirada hecha de fe y de amor y de gracia y nos enseña a esperar lo que ella vivió en los nueve meses de
embarazo de la Palabra de Dios, y ahora a la espera de su segunda venida como Iglesia Familia de la Palabra de
Dios.

Ella se compromete con confianza en su enlace esponsal con San José, creyendo firmemente que él
también sería fiel en aceptar el plan de Dios. Ella se abre al riesgo de defender con su propia vida la vida de su
hijo, el Hijo de Dios y la Iglesia familia de Dios naciente. Un compromiso que ella adquiere, y que luego a lo
largo de su vida mantiene hasta la cruz donde nos recibe como hijos. Jesús al expirar luego, envía su espíritu
sobre ella, sobre Juan el discípulo amado y las otras mujeres.

María recibe el Espíritu del amor crucificado de su Hijo y asume el de nosotros los cristianos. Por lo
tanto, ella sigue defendiendo, con su oración y ejemplo la vida, como Madre de Cristo y de la Iglesia, familia de
Dios. Así cada núcleo familiar que la invoca, en el derecho a la vida desde el embarazo, en la eutanasia, en la
defensa de los derechos humanos, experimenta su protección maternal e intercesión incesante desde el cielo.

La B.V. María Divina Pastora, con el Niño en sus brazos, nos guía en la defensa de la vida por nacer, y de
la vida de los que arriesgan sus vidas para servir a Cristo en las familias en el mundo. La Encarnación del Verbo
hace de María su mayor promotora espiritual, litúrgico y pastoral, a la espera de la llegada del Señor.

¡Divina Pastora, Reina y Madre de la familia ruega por nosotros!

6. Día de la Novena de Navidad


Martes 21 de diciembre

Lecturas:
Ct 2, 8. Levántate amada mía, hermosa mía y ven.
Salmo 32. Demos gracias a Dios, al son del arpa.
Lc 1, 39-45. Bendita tú entre las mujeres.

Oh, Divina Pastora, reina y madre de la familia emigrante y dividida,


¡Reúnenos a todos!

El Cantar de los Cantares nos presenta la amada en búsqueda del amado, que se embellece en el amor
dado y recibido. La Iglesia se adorna del camino de la búsqueda del amor como la manera mas esplendorosa y
fuerte que experimenta en su ser esposa, así como Israel lo hizo a la espera del Mesías: «Aleluya, Llegó la boda
del Cordero, su esposa se ha embellecido. Aleluya.», (cf. Ap 19, 7), como pueblo de Dios cantando con alegría y
«dando gracias a Dios al son del arpa, …, porque en el Señor esta nuestra esperanza», nos dice hoy el salmo
treinta y dos. La búsqueda del amor en la esperanza es propia de la celebración de adviento y de la novena de
Navidad. El que canta ora dos veces, es una espera en oración contemplando el misterio que se acerca a su
advenimiento.

María se desplaza presurosa para visitar a su prima Santa Isabel embarazada. Es la premura del deseo de
compartir la alegría mesiánica con su prima a la espera también. El camino de María hacia la casa de Isabel es
expresión espiritual de la pastoral de atención a los familiares lejanos en sus necesidades espirituales y
materiales, camino migratorio que luego ella misma con José y el Nino, vivió huyendo a Egipto emigrando por
temor a Herodes. Frente a esta realidad María experimenta el consuelo de Dios por quien somos consolados
para poder consolar. Su consuelo llega al corazón de quien la invoca en la estrechez, en la experiencia del dolor
de dejar su propio hogar, forzadamente o por necesidad, el desarraigo, las divisiones, el abandono.

María ha experimentado en su vida el desplazamiento entre Jerusalén, Belén, Nazaret, Egipto, luego
siguiendo a su Hijo en Galilea hasta llegar al culmen de su camino peregrinación en el mundo subiendo a
Jerusalén para el encuentro final. Es el camino hacia la cruz redentora que reúne los hijos dispersos de Israel.

El vacío del destierro acompañado por un sentimiento de frustración personal, familiar y social sólo
puede encontrar sentido en la interioridad del ser que se llena de la luz espiritual del consuelo divino más allá
de las promesas de un mejor futuro. Esto nos da las fuerzas para no dejarse vencer por las dificultades y, aun no
del todo conscientes de que estamos cercanos a Cristo en esos momentos, podemos recibir la experiencia
maternal del amor filial y fraternal que resplandece desde la oscuridad del tiempo y de la memoria de los
recuerdos y afectos que todos tenemos por dentro, así como lo vivió la sagrada familia de Nazaret.

Es un movimiento del Espíritu que nos impulsa, nos fortalece en la experiencia de la migración, del
desplazamiento desde una certeza de presencia interior que guía nuestros pasos hacia lo desconocido. En estas
circunstancias difíciles tenemos la oportunidad de poder valorar el bien y el mal en nuestras vidas y decisiones
acerca de nuestro futuro y de cómo alcanzar la felicidad verdadera en Cristo con María. Y la devoción mariana
cristiana nos acerca a este proceso de consuelo interior.

La migración, así como lo vivieron María José y el Nino en Egipto, es por lo tanto una realidad social,
cultural, económica y espiritual, que puede producir ilusiones y desengaños, éxitos y frustraciones, riqueza,
pobreza, pero lo que sufre siempre es el núcleo familiar que queda dividido en la comunión de sus miembros,
en especial cuando son papás que dejan la casa para ser sostén de hogar o las madres se alejan buscando
mejores recursos para sus hijos.
Por esto la atención espiritual y pastoral de la Iglesia se solidariza con esta realidad humana que toca,
conmociona, hiere y duele en muchos hogares. Dios no se queda insensible, su propio Hijo fue migrante con
María y José. La Iglesia de Cristo es peregrinante en el mundo y por eso no deja de compartir, cooperar con los
migrantes del mundo entero, con el consuelo del Espíritu Santo y con María Divina Pastora, madre de toda
consolación espiritual de las ovejas dispersas que andan por el mundo. Invóquenosla con confianza.

¡Divina Pastora, Reina y Madre de la familia ruega por nosotros!

7. Día de la Novena de Navidad


Miércoles 22 de diciembre
Lecturas:
1 Sam 1, 24-28. Y adoraron al Señor.
Salmo 1 Sam 2. Mi corazón se alegra en Dios, mi salvador.
Lc 1, 46-56. Mi alma glorifica al Señor.

Oh, Divina Pastora, reina y madre de las familias que sufren y de sus enfermos,
¡Sé tú nuestro consuelo!

Ana presenta al pequeño Samuel su hijo, a pesar de una ancianidad estéril y lo ofrece al Señor, para que
este a su servicio. No le pertenece, es un regalo de Dios y al se le devuelve. Por eso anticipando el cantico del
Magníficat, Ana proclama la obra del Señor en su vida con esa misma alegría mesiánica que toca el corazón de
María. También el pueblo de Israel comparte esos sentimientos espirituales de gozo maternal a la espera de los
acontecimientos que Dios tenía preparado y que iban marcando el camino de la historia de salvación en la
medida que se iban dando.

El sufrimiento de Ana se transforma en gozo, la humillación de María se llena de alegría al ver el obrar
de Dios en sus vidas. Esto nos ensena a vivir el día a día de los acontecimientos de nuestro caminar a la luz d ela
experiencia orante, alabando, glorificando al Señor porque se ha fijado en la humildad de su esclava.

María heredera de las promesas que se cumplen delante de sus propios ojos, experimenta la
transformación del dolor, del sufrimiento humano personal y de todo su pueblo, en la alegría de la celebración
de la acción poderosa de la misericordia justa y verdadera de Dios, que compensa a los humildes y los elevas
mientras que a los soberbios de corazón los humillas en sus propias intrigas y derrotas a causa de su maldad y
egoísmo.

Es el triunfo del amor eucarístico de comunión y reconciliación que Dios nos ha regalado en Cristo
Jesús y María mujer eucarística celebra con toda la Iglesia. El cantico de María es signo de liberación y de
restauración plena del amor divino a del hombre víctima del mal y de los malos.

La presencia de María a lo largo de la vida de nuestro Señor Jesucristo, en la comunidad naciente y


luego desde el cielo, glorificada, no sólo es fuente de consuelo, sino ejemplo e intercesión. Ella vivió en su
carne maternal los sufrimientos de Cristo, quedando totalmente asociada al misterio de la cruz (cf. Jn 19,25-
27). Y por el espíritu exhalado en el momento de su muerte (cf. Jn 19,30), queda definitivamente unida en la
obra de la salvación: «Y a ti misma una espada te atravesará el alma, a fin de que queden al descubierto las
intenciones de muchos corazones», (cf. Lc 2,35). El dolor cuando se une al acto de fe tiene un efecto sanador y
liberador en Cristo, con Cristo y por Cristo.

María con el discípulo amado y las mujeres nos indica el valor asociativo de la comunidad de fe que
acompaña el sufrimiento de Cristo en la cruz y su muerte, y la importancia de la Iglesia fiel que es acompañada
por Cristo en sus dolores y sufrimientos y aprende a orar en el sufrimiento a causa del pecado y del mal. El
demonio, el pecado, el sufrimiento, la muerte quedan expulsados de la humanidad herida y traspasadas en las
heridas de Cristo.

La Iglesia familia de Dios es entonces el crisol de todas las familias humanas que sufren y participan
con sus enfermedades al misterio de redención de Cristo, y cuando los ofrecen en sacrificio espiritual cooperan
con la voluntad divina, (cf. Col 1, 24; 1 Cor 3, 9; 1 Ts 3, 2).
Es importante para los cristianos, imitando a María, madre del Buen Pastor, que da su vida por sus ovejas, ver y
valorar la situación de precariedad de muchas familias sumergidas en la miseria, las enfermedades, y la
importancia de que en nombre de Cristo tengamos una conducta fraternal para que a todos le podamos brindar
con la alegría de Cristo un momento de la caridad, de la esperanza y de la fe que Cristo nos regala. María así lo
experimentó en su ser familia con José en presencia de Jesús y lo sigue impulsando en nuestros corazones
ávidos de amor.
Es un movimiento del Espíritu Santo consolador, de corazón a corazón, movimiento interior que promueve el
sangramiento compasivo del amor gratuito, generoso y abundante a favor del hermano que sufre y que sana las
heridas. La experiencia de la pandemia es una purificación de las intenciones de muchos corazones. Así
podremos descubrir que todo enfermo es hijo y hermano en Cristo y abrirnos al otro, aunque sea un
desconocido.
La Divina Pastora con su callado pastoril nos cuida entre sus brazos maternales y nos amamanta con su leche
espiritual de madre misericordiosa y llena de gratitud por las cosas maravillosas que el Señor ha realizado y
continúa realizando entre nosotros.

¡Divina Pastora, Reina y Madre de la familia ruega por nosotros!


8. Día de la Novena de Navidad
Jueves 23 de diciembre
Lecturas:
Ml 3, 1-4.23-24. He aquí que envío mi mensajero.
Salmo 24. Descúbrenos, Señor, al Salvador.
Lc 1, 57-66. Juan es su nombre.

Oh, Divina Pastora, reina y madre de la familia excluida y marginada,


¡Intercede por nosotros!

Malaquías anuncia el envío del profeta Elías antes de que llegue el día del Señor y reconciliar los padres
con los hijos como signo de restauración de la alianza de Dios con su pueblo. El salmista pide y suplica:
«Descúbrenos, Señor, al Salvador» para poder conocer los caminos que conducen a la salvación, para ser guiar
por la senda recta a los humildes y descubrir los pobres por donde andar y no tropezar.

La plenitud de los tiempos es el signo que acompaña la llegada del Mesías nacido de mujer..., bajo la
ley... (cf. Gal 4,4). El nacimiento de Juan el Bautista es el signo del precursor que abre el camino allanad los
caminos dice la Palabra (cf. Is 57,14). Si la esterilidad de Isabel y la frustración senil de Zacarias no se hubiesen
superado con el evento de la concepción en ancianidad, signo de la historia de salvación en pleno
acontecimiento, hubiera sido imposible descifrar y comprender qué era lo que Dios estaba realizando en esa
familia judía de Isabel y Zacarías, en sintonía con el misterio de la Encarnación que se estaba dando en Nazaret
con María y José.

Además, la mudez de Zacarias a causa de su falta de fe cuando se le apareció el Ángel para anunciarle lo
de su hijo, desemboca en el signo de la recuperación del habla que el mismo recibe luego del nacimiento de su
hijo y de la imposición del nombre en su circuncisión. Se cumple la ley, pero Dios manifiesta su presencia en lo
extraordinario de los acontecimientos que marcan la vida de Juan el Bautista desde el comienzo y es causa de
asombro y alegría. Es la preparación de la plenitud de ellos tiempos. Por un lado, el don de la fecundidad fuera
del tiempo natural y por el otro lado la maternidad virginal de María con la paternidad en castidad de José.
Ambas situaciones de expectación y realización venían a alegrar el corazón de dos familias creyentes a la
espera de encontrar una respuesta segura a su fe en las promesas. Si fueron por un tiempo dos familias que
vivieron al margen de la realización de sus proyectos personales; y pudieron experimentar un sentimiento de
exclusión y limitación; luego se llenan de la presencia del Espíritu y glorifican al Señor por ello y es motivo de
maravilla para todos (cf. Lc 1,66). La familia de José y de María tuvo que superar muchas dificultades que le
hicieron vivir situaciones de exclusión como por ejemplo en Belén en la búsqueda de una posada y en Egipto
cuando huyeron allá para salvar al niño. María luego sola enfrentó el escándalo de la cruz.

El evangelio nos invita a vivir la fe, la esperanza y el amor como camino de la realización de las
promesas de Cristo, a pesar de la circunstancias hostiles que afectan la realidad de la familia cristiana en el
mundo. El mal sigue acechando la familia. La situación de muchos hogares está frustrada y empobrecida,
inclusive en su valor moral y social constitutivo, que en este tiempo busca redefinir el concepto y la realidad
misma de la familia, así como Dios lo ha determinado. Se pudiera decir que la familia corre el riesgo de quedar
excluida y marginada de su misma originalidad creativa y procreadora, además de quedar excluida de todos los
beneficios económicos, sociales, educativos, culturales y espirituales que le corresponden.

También las familias en situaciones especiales como el divorcio, la separación, la paternidad


irresponsable, las madres solteras, entre otros, pueden estar viviendo en condición de marginalidad de la
atención familiar pastoral. La exclusión y la marginación de muchas familias en la historia de salvación
siempre han sido frutos de una falta de comunión, participación y misión cuya ausencia produce esterilidad
espiritual y perdida de testimonio. la Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios y por eso María,
Divina Pastora, es reina y madre de misericordia, y ella nos educa en ese amor misericordioso con su mirada y
dulzura, así como la realizaba con Jesús su Hijo, ahora lo vive con nosotros que le seguimos a él. Es el tiempo
de la misericordia.

¡Divina Pastora, Reina y Madre de la familia ruega por nosotros!

9. Día de la Novena de Navidad


Viernes 24 de diciembre
Lecturas:
2 Sam 7, 1-5. 8b-12. 14ª. 16.
El reino de David permanecerá para siempre.
Sal 88. Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Lc 1, 67-79. Bendito sea el Señor, Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo.

Oh, Divina Pastora, reina y madre de la familia en la atención pastoral,


¡Acógenos entre tus brazos!

La promesa se ha cumplido: el reino de David permanecerá para siempre y llega a su cumplimiento de


generación en generación y su realización en la plenitud de los tiempos. Por esto se proclama sin cesar la
misericordia del Señor porque su fidelidad es eterna. Solo Dios pudo inspirar estas palabras que siempre nos
fortalecen en la espera del nacimiento del Niño Dios y a la espera de la segunda venida del Señor. Es por esto
por lo que podemos contemplar al autor principal que se hace presente y que actúa en la historia de la salvación:
es el Espíritu Santo enviado por el Padre y el Hijo.

Los textos evangélicos lo mencionan en cada paso desde el anuncio del Ángel a María en la
Encarnación (cf. Lc 1, 25), y el anuncio a Zacarias de que su mujer dará a luz a un hijo, que estará lleno del
Espíritu Santo (cf. Lc 1, 15), y cuando ya María estando embarazada después de que visitó y acompañó a Isabel
su prima antes de nacer y en el nacimiento de su hijo, también la misma Isabel quedó llena del Espíritu Santo. Si
con la Visitacion celebramos María discípula y misionera de la Palabra encarnada, también podemos decir que
ella es la portadora del Espíritu que luego se hace presente en Pentecostés. Zacarias lleno del Espíritu Santo,
profetiza diciendo:» Bendito sea el Señor, Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo.».
Entonces el ambiente familiar envuelve la acción del Espíritu y es en ella que se hace presente y visiblemente
invisible. Es el misterio del amor familiar que Él inspira, para realizar las promesas dirigidas a toda persona de
buena voluntad. El himno de Zacarias celebra esta relación espiritual que se suscita en él (cf. Lc 1,67), que lo
impulsa a profetizar sobre el destino de su hijo Juan el Bautista, en relación con la misión que iba a desarrollar
al preparar el camino de salvación con la llegada del Mesías.

Es una acción profética cuyo ambiente de realización es la nueva familia mesiánica que se inaugura con
Jesús y su santa familia, modelo de toda la Iglesia Familia de Dios.

Jesús el Buen Pastor desde el vientre de María, su madre, se hace presente unido al Espíritu Santo con la
acción pastoral que es propia de la Iglesia misionera, inaugurando la pastoralidad de la familia, con el
profetismo conyugal matrimonial y familiar en comunión y participación. El matrimonio tiene unas
características fundamentales que son la fuente original del amor conyugal donde se procrean los hijos y donde
se genera al mismo tiempo el amor a Dios y el amor familiar.
San Pablo describe la realidad del amor en la convivencia conyugal y familiar: «El amor es paciente, es
servicial; el amor no tiene envidia, no hace alarde, no es arrogante, no obra con dureza, no busca su propio
interés, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo
disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta», (cf. 1 Co 13,4-7).

Sin estos elementos del actuar humano y cristiano promovidos por la acción del Espíritu y la respuesta
de la persona; la vitalidad de la pareja mengua, se debilita, y se va enfriando el propósito principal: «Olvidaste
el amor primero» (cf. Ap 2,4). Al igual, la comunión, participación y misión como esposos y núcleo familiar en
la iglesia, se reduce al mínimo o se va olvidando progresivamente y la familia entra en la crisis de fe, esperanza
y caridad, crisis que la empobrece y la limita.
Frente a la realidad compleja y honda que atraviesa la familia en el mundo presente, la Iglesia se ha
preocupado en buscar caminos de realización actualizada para ayudar a recuperar la vitalidad de la familia en
Cristo, núcleo evangelizador que anuncia y proclama la grandeza del Señor en nuestras vidas.
El año dedicado a la familia con el ejemplo de José, María y el Nino, Es necesario rescatar la situación
de las familias en el mundo actual, ampliar nuestra mirada y reavivar nuestra conciencia sobre la importancia
del matrimonio y la familia.
Que la Divina Pastora que nos ha acompañado en este recorrido celebrativo de la Novena de Navidad
con las Misas de aguinaldo, nos conceda redescubrir la espiritualidad de la Familia de Nazaret, fuente y
motivación de alegría en el servicio, prontitud en la respuesta y fortaleza en las dificultades de todas nuestras
familias.

¡Divina Pastora, Reina y Madre de la familia ruega por nosotros!

Oración Conclusiva a la Sagrada Familia


Jesús, María y José
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.

Santa Familia de Nazaret,


haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas iglesias domésticas.

Santa Familia de Nazaret,


que nunca más haya en las familias
episodios de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.

Santa Familia de Nazaret,


haz tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.

Jesús, María y José,


escuchad, acoged nuestra súplica.
Amén.

Papa Francisco de la Amoris Letitiae

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