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YLDEFONSO FINOL OCANDO
© Copyright 2021
Fondo Editorial Cacique Nigale
Maracaibo
Teléfono: (0412) 0700153
e-mail: caciquenigale@yahoo.es
Imagen portada:
Enrique Colina e Yldefonso Finol
Imagen contraportada:
Yldefonso Finol
YLDEFONSO FINOL OCANDO
Introito
E
l 2 de octubre de 1821 el Congreso de la República
de Colombia (la original) reunido en Cúcuta decide
organizar el territorio en Departamentos dirigidos
por una autoridad denominada Intendente que sería “agente di-
recto y natural” del Presidente. Por primera vez surge el nom-
bre “Zulia” como nomenclatura formal en la nueva división
político-territorial, correspondiendo a un extenso Departamen-
to que integraba las Provincias de Coro, Trujillo, Mérida (más
gobernación de la Grita) y Maracaibo, cuya ciudad homónima
sería la capital, y por tanto, sede del gobierno.
En las Actas del Congreso que hemos revisado no encon-
tramos los argumentos esgrimidos para adoptar tales denomi-
naciones; llama la atención de este cronista, que al territorio
del Virreinato de la Nueva Granada le correspondieron cua-
tro Departamentos que conservaron nombres representativos
como lo fueron Boyacá, Cundinamarca, Cauca y Magdalena.
En cambio a la anterior Capitanía General de Venezuela, le
dejaron ese nombre a Caracas y Barinas, mientras que todo el
Oriente (incluida la isla Margarita) y Sur (Guayana) lo unifi-
caron en el Departamento Orinoco, y el Occidente venezolano
quedó agrupado en el Departamento Zulia, nombre que en ese
tiempo histórico, se usaba para designar al río que transcu-
rre de la Serranía de Santurbán al Catatumbo, o a éste mismo
hasta caer al Lago; y aún a otro río sureño que hoy llamamos
“Escalante”.
Los diputados al Congreso tenían la noción generalizada
por entonces que todo el río desde Pamplona a la “laguna de
Maracaibo” se llamaba Zulia, y por la importancia económica
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I
Salvedades: premisas principistas
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s un error garrafal acogerse mecánicamente a las
clasificaciones y denominaciones que sobre los
pueblos originarios hicieron los invasores, sus his-
toriadores, cronistas y clérigos. Éstas deben ser revisadas críti-
camente en el proceso histórico y contrastadas con la realidad
de los pueblos que sobrevivieron ocupando al menos reductos
de sus antiguos territorios, o mantuvieron cualquier rasgo que
su presencia en la contemporaneidad nos arroje luces sobre su
verdadera identidad cultural y su gentilicio.
Los toponímicos ancestrales fueron conservados por los in-
vasores europeos a conveniencia, ya que los necesitaban como
referencias para no extraviarse en las exploraciones comarcales
en busca de oro u otros recursos que les dieran beneficios. Así
por ejemplo, los invasores que bautizaron “Ciudad Rodrigo”
en 1569 o “Nueva Zamora” en 1574, cuando marchaban por
la vía a Perijá saqueando pueblos o por el Moján hacia Río de
Hacha a recaudar perlas, para orientarse en el regreso ningún
“nativo” les iba a entender su perorata castiza, y obligatoria-
mente tenían que hacer mención de Maracaibo; lo mismo vale
para “Santa Ana de Coro”, “Santiago de León de Caracas”, y la
larguísima lista del catastro católico impuesto por la conquista,
que algunos nostálgicos de la Colonia se empeñan en restaurar,
lo que nos retrotraería a suplantar República Bolivariana por
“Provincia de Venezuela” o “Capitanía General”.
Por cierto, un dato al margen: en el Congreso de Cúcuta el
Obispo Rafael Lazo de la Vega, realista furibundo que aprove-
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II
Zulia: hidrografía y autoctonía en la
raíz del gentilicio
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asta hoy el significado de la palabra Zulia sigue
siendo una incógnita por resolver. No tengo duda
de su ubicación en el espacio geo-histórico del
pueblo barí, pero en su idioma actual no he encontrado el tér-
mino exacto, ni similares que por deformación castellana se
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III
Bolívar del Zulia
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n algunos documentos de la Guerra de Indepen-
dencia la palabra Zulia se usó indistintamente para
nombrar tres ríos: el Catatumbo y su tributario que
aún conserva ese nombre, más el que pasa por San Carlos (del
Zulia). Bolívar no fue indiferente a ese paisaje y a sus origi-
narios habitantes. Su primer Decreto en materia indígena, el
denominado “de Cundinamarca”, del 20 de mayo de 1820, lo
dicta entrando a la ciudad de Cúcuta (luego vinieron los de
Trujillo en Perú del 8 de abril de 1824, el del Cusco un 4 de
julio de 1825, y de Chuquisaca el 14 de diciembre de 1825).
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Mapa recopilado por Nectario María (1973) Museo Naval de Madrid. Marcado
en rojo detalle de interés.
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IV
Lo legendario indiano: ¿nació en
Maracaibo la “princesa” Zulia?
A
quí la concibieron como ficción, para llenar un va-
cío que la historia verosímil de los significados no
había sido capaz de ofrecer. “Princesas” no tenían
–ni tienen- nuestras naciones originarias. Monarquías tenían
los invasores, y esas sus nombradías las impusieron como si-
nónimos de lo “noble”, “candoroso”, “bello”, “civilizado”. Es
decir, todo lo contrario de lo que realmente representaban.
No fue que a la “princesa” la parieron en la “Tierra del Sol
Amada”, no; fue que en Maracaibo nació el gusto por las le-
yendas con temas indígenas, y en dicha ciudad conoció Carlos
Jácome las fuentes literarias y los componentes étnicos que le
inspiraron su leyenda de la Princesa Zulia.
El autor original (tantas veces plagiado como a cuanto pira-
ta copia y pega se le haya ocurrido), el ilustre cucuteño Carlos
Luís Jácome Garbiras, había sido nombrado Cónsul en Mara-
caibo en 1919, mismo año que Udón Pérez fue electo presi-
dente de Centro Literario del Zulia, y Jesús Enrique Lossada
editaba la revista “Prosa y Verso”. El polifacético Cónsul se
contactó de inmediato con la influyente camada de poetas que
se reunían en aquél gremio de luces. Fue tan así, que en el mes
de septiembre de aquel año, Jácome tuvo la iniciativa de editar
una nueva publicación con el nombre de “Colombia”.
La afición por la temática “indiana” tenía fuertes raíces en
la ciudad de Udón, donde él mismo se había lucido a comien-
zos de siglo con La Venganza de Yaurepara, premiada a nivel
nacional en el certamen de versos de la revista El Cojo Ilus-
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por primera vez para el pueblo añú, los que llegaron con el
invasor alemán Ambrosio Alfinger en 1529:
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V
Epílogo
H
abiendo aclarado que los textos comentados no
son documentos de valor científico, ni en cuanto a
lo historiográfico ni mucho menos a lo etnológico,
sino que se trata de una creación literaria de temática “india-
na”, que combina algunos datos dispersos de la crónica históri-
ca con nociones muy vagas sobre los pueblos originarios y una
alta dosis de imaginación rayana en la inverosimilitud, quiero
terminar este breve ensayo conmemorativo del Bicentenario
del Zulia, reconociéndole a aquellos bardos de antaño que se
interesaron en ofrecer a los de su tiempo al menos una lectura
mitológica de la preexistencia de naciones y culturas raigales
en nuestros países. Nadie cuestiona la belleza, el esfuerzo in-
telectual, la sensibilidad y erudición de aquellos maestros de
las letras, cuyos legados merecen todo nuestro respeto y amor.
En honor a todos ellos, en especial al ilustre diplomático
Carlos Luís Jacome, hijo del repertorio del siglo XIX colom-
biano con José Asunción Silva a la vanguardia, y que durante
sus travesías acuáticas y su estancia en Maracaibo, compartió
musas en las tinajas asoleadas del longevo Ildefonso Vázquez,
del maduro Udón Perez, del contemporáneo Jesús Enrique
Lossada y su joven pariente Eduardo Mathyas Lossada, dejo
con ustedes, por su exquisita redacción y solemne intenciona-
lidad, la versión original de La Princesa Zulia, para que haga-
mos respetar su autoría ante tantos plagiarios que sin el menor
escrúpulo publican textos de otros como si los hubiesen sacado
del sombrero de un engañoso prestidigitador, o peor aún, fir-
mándolos como propios.
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Foto del Colectivo Añú de Maracaibo trabajada digitalmente por Yldefonso Finol
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a majestuosa cordillera de los Andes que atraviesa
a Colombia por la parte oriental, al llegar cerca de
Pamplona se divide en dos ramales de igual mag-
nificencia, si es posible, que la mole de donde se desprende:
el del noreste se interna en Venezuela, forma la sierra nevada
de Mérida y concluye en la costa del mar Caribe; y el del
noroeste se dirige resueltamente a Ocaña hasta terminar en
el Magdalena, separando las aguas que caen en el río de este
nombre de las que van al lago de Maracaibo. En el vértice de
la bifurcación y en las faldas de los estribos de aquellos pode-
rosos ramales está situada la provincia de Cúcuta.
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mensas montañas del sur del lago y los caudalosos ríos que
en él desembocan; y provisto de una piragua que hizo cons-
truir según sus órdenes, se lanzó al centro de las azules aguas,
ávido de libertad y aspirando con delicia el puro ambiente de
aquella hermosísima región.
Navegando sin brújula y a merced del viento, dio con el
delta del sereno Catatumbo, que remontó sin cuidado; y des-
pués de algunos días entró al brazo de aquel río, que hoy se
llama Zulia, luego que hubo devuelto la piragua y tomado una
canoa que le fue facilitada por la tribu salvaje que habitaba la
montaña. Esta tribu le dio informes acerca del indio Cúcuta,
de sus riquezas y de las bellezas de sus dominios; y sin tener
en cuenta las grandes penalidades del viaje, Guaimaral con-
tinuó el suyo hacia el sur acompañado de dos de los cuatro
esclavos que había traído consigo.
De este modo llegó a la presencia del cacique, quien lo re-
cibió con agasajo. Encantando con las bellas condiciones del
goagiro y satisfecho de su noble estirpe, le dio en matrimonio
a su hija única, que murió pocos meses después.
Guaimaral quiso regresar a los suyos; pero retenido viva-
mente por Cúcuta y querido y respetado de las tribus, recibió
de aquél el mando y dirección absoluta de sus dominios en
calidad de hijo adoptivo. Dos años más tarde ocurrió la gue-
rra y asalto a las fuerzas de Diego de Montes, que ya hemos
relatado.
Entretejidos Guaimaral y Zulia en gozar de las delicias de
su feliz unión y de la ferviente adhesión de las tribus, des-
cuidaron la vigilancia de los enemigos. Apenas terminada la
campaña, se retiraron gran parte de los Guanes y de los de-
más parciales que los habían acompañado, creyendo que el
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Este libro se publicó de manera digital
en el mes de septiembre de 2021