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Gratitud, un tesoro

en tus manos

Carlos Seoane
Gratitud, un tesoro en tus manos 2

Indice

Capítulo 1: La gratitud es la llave 03

Capítulo 2: Abriendo nuestro corazón a la gratitud 10

Capítulo 3: Abriendo nuestros labios con gratitud 18

Capítulo 4: Cerrando nuestros labios a la queja y a las críticas 24

Capítulo 5: Escuchando con empatía y gratitud 30

Capítulo 6: Abriendo nuestros ojos con gratitud 36

Capítulo 7: Abriendo nuestras manos con gratitud solidaria 42

Capítulo 8: Anunciando el evangelio con gratitud 48

Capítulo 9: ¿Estar agradecido o ser agradecido? 54

Capítulo 10: Derramando nuestra vida con gratitud al Señor 59


Capítulo 1: La gratitud es la llave 3

Capítulo 1
La gratitud es la llave

Cuenta esta historia que hace mucho tiempo, en un pueblo pequeño, vivía un
sabio anciano muy feliz que cada mañana con mucho esfuerzo subía a un alto
cerro... Unas horas después regresaba radiante y con una enorme sonrisa en
el rostro, sonrisa que no perdía a lo largo de todo el día.

Un día un joven del pueblo, que siempre lo veía subir y bajar, comenzó a
preguntarse: “¿De dónde saca este anciano esa vitalidad y tanta alegría? ¿Qué
hace cada mañana allá arriba? Debe ser un mago y allá arriba realiza los
hechizos que lo mantienen tan contento… tengo que descubrir su secreto”

...Y una mañana siguió a escondidas al anciano...

Llegó hasta lo más alto del cerro y allí, detrás de un árbol, observó lo que
hacía. El sabio se sentó en una piedra, contempló el valle con mucha calma y,
juntando sus manos, dijo:

“Gracias, Señor, por este lugar, gracias por este momento, gracias por el
cielo, por la tierra, por el viento y los ríos... gracias por todo lo que he vivido y
gracias por todo lo que aún tienes preparado para mí... gracias por mi vida y
gracias por la vida del muchacho que hoy me ha acompañado.”

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Capítulo 1: La gratitud es la llave 4

El joven, al notar que había sido descubierto, salió de su escondite y preguntó:


“¿Qué magia secreta es esa? ¡Dime tu secreto!” “¿Magia?”, respondió el
sabio, riendo a carcajadas... “Es la magia más poderosa de todas. Se llama
gratitud; dar gracias cada día; salir de la queja, de la amargura y el lamento.
Agradecer siempre, agradecer todo; esa es la única magia que tengo”,
respondió el sabio anciano.

La gratitud es una virtud pero también es un hábito que podemos desarrollar.


A través de la gratitud, reconocemos las cosas buenas que hay en nuestras
vidas, y actuamos en consecuencia. Pero, además, también podemos
incorporarla de manera tal que se transforme en un rasgo de nuestro carácter.
¿Te gustaría ser más agradecido, más agradecida, en el día a día? Pues bien,
como todo hábito, lo podemos desarrollar y por lo tanto convertirnos en
personas agradecidas, lo que se va a reflejar inevitablemente en que nos
sentiremos más satisfechos con nuestra vida.

Muchos estudios recientes demuestran que expresar gratitud modifica


las conexiones neuronales en nuestro cerebro y provoca en nosotros
sentimientos de felicidad. Y como si esto fuera poco, además, disminuye
la presión arterial, fortalece nuestro sistema inmunológico, genera mayor
optimismo y resiliencia, mejora nuestra calidad de sueño, permite que
experimentemos emociones más positivas y también genera en nosotros una
mayor capacidad para ser generosos y compasivos. Es decir, que la gratitud es
la práctica más efectiva para estimular en nosotros la salud y el bienestar.

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Capítulo 1: La gratitud es la llave 5

Estas razones deberían ser más que suficientes para que nos animemos a
expresar gratitud con más regularidad. Pero, todos sabemos que es más fácil
decirlo (¡y escribirlo!) que practicarlo, ¿verdad?

Habrás notado que, aunque seguramente hay muchas cosas en nuestra


vida por las que sentir gratitud, nuestra atención no suele estar enfocada en
ellas. Más bien tendemos a pasar por alto todos los buenos momentos, las
buenas personas y otras cosas positivas en nuestras vidas, como dando por
sentado que deben estar allí.

Es que el cerebro humano tiene un «sesgo de negatividad» natural, que


permite que los eventos negativos (experiencias, pensamientos, emociones,
etc.) tengan un mayor impacto psicológico que lo positivo.

Alguien dijo que la mente «es como velcro para las experiencias negativas y
teflón para las positivas». Es decir, lo negativo se queda adherido mientras
que lo positivo resbala rápido.

La pregunta que podemos hacernos es si esa tendencia natural que todos


tenemos se podrá revertir de algún modo... ¿Podremos al menos tener una
visión más equilibrada de la realidad? La respuesta es SÍ. Y la manera es,
precisamente, cultivando la gratitud, porque es un hábito que se puede
entrenar y entrenarlo depende de cada uno de nosotros. Esa es la gran
noticia. No se trata de negar la realidad, o mirarla de manera positiva porque
sí. Lo que podemos hacer, en primer lugar, es preguntarnos si la manera en
que vemos la realidad es de verdad la realidad, o sólo nuestra manera de
verla. Sobre todo, en esos días en que nuestra mente pone el foco en todo lo
negativo y aleja cualquier otra interpretación posible de las cosas.

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Capítulo 1: La gratitud es la llave 6

Por eso, la gratitud es una elección. Pero si no elegimos practicarla


conscientemente, por defecto, elegimos la ingratitud. Y no ser personas
agradecidas —a diario y deliberadamente— nos sale más caro de lo que
pensamos. En cambio, cuando elegimos un estilo de vida de profunda
gratitud, tomamos conciencia de los beneficios recibidos de nuestro Señor,
y también de lo que hemos recibido de aquellas personas que Él ha puesto
en nuestro camino. Al ser agradecidos a Dios y a los demás, la amargura y la
tristeza son reemplazadas por la paz y la alegría.

Dice San Pablo en 1 Tesalonicenses 5,18: “En todo dad gracias, pues esto
es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros.” Como diría Luis Miguel,
“no sé tú, pero yo...”, muchas veces me he preguntado, ¿qué querrá Dios
de mí?... Te lo preguntaste alguna vez? En este versículo, tenemos una
respuesta muy clara... Dar gracias a Dios en todo, esto es lo que Dios quiere
de nosotros...La mayoría de las personas están muy dispuestas a agradecer
a Dios sus bendiciones, su amor, su consuelo...incluso algunos van más lejos
y son capaces de ver cómo el Señor los sostiene en los momentos difíciles
y agradecen en esos momentos duros por su compañía y fortaleza... Pero
dar gracias por los momentos difíciles no es algo que solemos hacer cuando
estamos en medio de los problemas...Es que no es fácil experimentar
gratitud en medio de un gran dolor o cuando buscamos razones que
expliquen un desengaño o una enfermedad que llegó sin avisar... En esos
momentos, la gratitud no nos va a fluir naturalmente... a menos que ya la
hayamos incorporado a nuestra vida con la práctica diaria, porque todos
nosotros somos lo que hacemos en forma repetida.

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Capítulo 1: La gratitud es la llave 7

Es por eso que tenemos que ir construyendo el hábito de vivir


agradecidos, porque es un hábito que se construye despacio, cada día, con
intencionalidad de parte nuestra. Es una decisión que tenemos que tomar
y que va a requerir que renovemos nuestra mente constantemente con la
verdad de la palabra de Dios. Vamos a tener que determinar que nuestro
corazón se deleite en el Señor y también empezar a prestar atención a
nuestro lenguaje para decir palabras que reflejen su ternura y su gracia,
hasta que la gratitud nos brote por los poros.

Cultivar un corazón agradecido es el mejor antídoto contra la amargura y el


desaliento. Tal vez podrás decirme que lo que provoca tu estado de ánimo
son las circunstancias difíciles que estás atravesando, pero créeme que está
en tus manos hacer crecer tu corazón agradecido aún en medio de esas
circunstancias y, de ese modo, atravesar las mismas tormentas, pero con un
cántico de gratitud en los labios.

En medio de las crisis, de la enfermedad, de la escasez, es urgente que


cultivemos la gratitud para mantenernos firmes en la fe. En la palabra de
Dios encontramos muchas veces exhortaciones para agradecer, cantar y
alabar al Señor...y la mayoría de esos pasajes fueron escritos por alguien
que estaba, no en un crucero disfrutando unas hermosas vacaciones, sino
en situaciones muy difíciles. Como San Pablo cuando nos exhorta a estar
siempre alegres mientras él mismo está preso y encadenado... ¡pero, aun
así, alegre!

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Capítulo 1: La gratitud es la llave 8

Por eso, quiero invitarte a que, a través de estas páginas, recorramos


juntos este camino de gratitud, y así puedas experimentar el gozo y la paz
que brotan inevitablemente de un corazón agradecido. Y para eso, vas a
necesitar estar muy atento a no dejarte llevar por la corriente quejosa que
muy probablemente te rodea ya que la falta de gratitud se manifiesta de ese
modo: con quejas, con resentimiento y nerviosismo. Tenemos que aceptar
que, ante cualquier circunstancia de nuestra vida, podemos quejarnos
o agradecer y los que elegimos cómo responder somos nosotros, no las
circunstancias, ni los que nos rodean. Tenemos que hacernos cargo de esa
decisión. Nuestra sociedad está hace mucho tiempo bajo los efectos de la
epidemia de la ingratitud, pero está en tus manos, en tus pensamientos y en
tus palabras convertirte en un instrumento de sanación para este mundo
contaminado por la amargura y la queja. Y sé también que más de uno estará
pensando: “Sí, es muy bonito lo que decís, pero no conoces mi situación, no
tienes la menor idea de lo que estoy pasando...” Y es muy cierto; no tengo
idea... Pero permíteme decirte que la verdadera gratitud puede aplicarse
en cualquier momento de nuestra vida, aún en los más difíciles... Cuando
las facturas para pagar se acumulan, cuando el informe del médico no es el
que esperabas... Y puedes seguir poniendo los ejemplos que quieras... La
gratitud siempre te dará esperanza en cualquier circunstancia. Pero hasta
que nosotros no entremos en la frecuencia de la gratitud como estilo de
vida, nuestro “ancho de banda espiritual” no puede sintonizar con el amor
eterno, infinito, de nuestro Buen Dios; que constantemente está enviando a
nosotros, alegría, paz y libertad. O estorbamos la comunicación al escuchar
más a nuestras ansiedades o a nuestros miedos que al Señor. Así que te
propongo que a través de estas páginas actualicemos el ancho de banda de
nuestra gratitud.

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Capítulo 1: La gratitud es la llave 9

Empieza por reconocer todo lo bueno que ya hay en tu vida, ese es el único
secreto. No necesitas ser lo suficientemente bueno, ni estudiar mucho, ni
aplicar una fórmula enigmática y confidencial... Simplemente el desafío
será empezar a buscar cada día motivos y razones para agradecer, y si te
comprometes a hacerlo diariamente, vas a comprobar que el amor le ganará
al miedo, la risa superará a las lágrimas y la esperanza vencerá al desánimo. Y
todo empieza por reconocer la belleza que nos rodea. Como decía San Pablo,
“en Dios vivimos, nos movemos y existimos”. Todo empieza conectándonos
con la frecuencia de la gratitud.

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Capítulo 2: Abriendo nuestro corazón a la gratitud 10

Capítulo 2
Abriendo nuestro corazón
a la gratitud

Quiero comenzar este capítulo con un cuento que siempre me ha cautivado, y


encontré en el libro Ligero de equipaje del jesuita Carlos Vallés. Dice así:

“Una historia china habla de un anciano labrador, viudo y muy pobre, que
vivía en una aldea, también muy necesitada.

Un cálido día de verano, un precioso caballo salvaje, joven y fuerte, descendió


de los prados de las montañas a buscar comida y bebida en la aldea. Ese
verano, de intenso sol y escaso de lluvias, había quemado los pastos y apenas
quedaba gota en los arroyos. De modo que el caballo buscaba desesperado
la comida y bebida con las que sobrevivir.

Quiso el destino que el animal fuera a parar al establo del anciano labrador,
donde encontró la comida y la bebida deseadas. El hijo del anciano, al oír el
ruido de los cascos del caballo en el establo, y al constatar que un magnífico
ejemplar había entrado en su propiedad, decidió poner la madera en la
puerta de la cuadra para impedir su salida.

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Capítulo 2: Abriendo nuestro corazón a la gratitud 11

La noticia corrió a toda velocidad por la aldea y los vecinos fueron a felicitar
al anciano labrador y a su hijo. Era una gran suerte que ese bello y joven
corcel salvaje fuera a parar a su establo. Era en verdad un animal que
costaría mucho dinero si tuviera que ser comprado. Pero ahí estaba, en el
establo, saciando tranquilamente su hambre y su sed.

Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaron para felicitarlo por tal
regalo inesperado de la vida, el labrador les replicó: «¿Buena suerte? ¿Mala
suerte? ¡Quién sabe!» Y no entendieron…

Pero sucedió que, al día siguiente, el caballo ya saciado, al ser ágil y fuerte
como pocos, logró saltar la valla de un brinco y regresó a las montañas.
Cuando los vecinos del anciano labrador se acercaron para condolerse con
él y lamentar su desgracia, éste les replicó: «¿Mala suerte? ¿Buena suerte?
¡Quién sabe!» Y volvieron a no entender…

Una semana después, el joven y fuerte caballo regresó de las montañas


trayendo consigo una caballada inmensa y llevándoles, uno a uno, a ese
establo donde sabía que encontraría alimento y agua para todos los suyos.
Hembras jóvenes en edad de procrear, potros de todos los colores, más de
cuarenta ejemplares seguían al corcel que una semana antes había saciado
su sed y apetito en el establo del anciano labrador. ¡Los vecinos no lo podían
creer! De repente, el anciano labrador se volvía rico de la manera más
inesperada. Su patrimonio crecía por fruto de un azar generoso con él y
su familia. Entonces los vecinos felicitaron al labrador por su extraordinaria
buena suerte. Pero éste, de nuevo les respondió: «¿Buena suerte? ¿Mala
suerte? ¡Quién sabe!» Y los vecinos, ahora sí, pensaron que el anciano no

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Capítulo 2: Abriendo nuestro corazón a la gratitud 12

estaba bien de la cabeza. Era indudable que tener, de repente y por azar,
más de cuarenta caballos en el establo de casa sin pagar un céntimo por
ellos solo podía ser buena suerte.

Pero al día siguiente, el hijo del labrador intentó domar precisamente al


guía de todos los caballos salvajes, aquel que había llegado la primera vez,
huido al día siguiente, y llevado de nuevo a toda su parada hacia el establo.
Si le domaba, ninguna yegua ni potro escaparían del establo. Teniendo al
jefe de la manada bajo control, no había riesgo de pérdida. Pero ese corcel
no se andaba con chiquitas, y cuando el joven lo montó para dominarlo,
el animal se encabritó y lo pateó, haciendo que cayera al suelo y recibiera
tantas patadas que el resultado fue la rotura de huesos de brazos, manos,
pies y piernas del muchacho. Naturalmente, todo el mundo consideró
aquello como una verdadera desgracia. No así el labrador, quien se limitó a
decir: «¿Mala suerte? ¿Buena suerte? ¡Quién sabe!» A lo que los vecinos ya no
supieron qué responder.

Y es que, unas semanas más tarde, el ejército entró en el poblado y fueron


reclutados todos los jóvenes que se encontraban en buenas condiciones.
Pero cuando vieron al hijo del labrador en tan mal estado, le dejaron
tranquilo, y siguieron su camino. Los vecinos que quedaron en la aldea,
padres y abuelos de decenas de jóvenes que partieron ese mismo día a la
guerra, fueron a ver al anciano labrador y a su hijo, y a expresarles la enorme
buena suerte que había tenido el joven al no tener que partir hacia una
guerra que, con mucha probabilidad, acabaría con la vida de muchos de sus
amigos. A lo que el longevo sabio respondió: «¿Buena suerte? ¿Mala suerte?
¡Quién sabe!»”

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Capítulo 2: Abriendo nuestro corazón a la gratitud 13

Y es cierto que, en muchas ocasiones, lo que nos parece una bendición


acaba convirtiéndose en una pesadilla, mientras que, en tantas otras, lo
que parece un revés, quizás nos abre la puerta a una situación que, con el
paso del tiempo, agradeceremos.

A la mayoría de nosotros no nos cuesta ningún trabajo dar gracias a Dios


al recibir una buena noticia, un aumento de sueldo, o un informe positivo
del chequeo médico, porque ese tipo de agradecimiento está centrado
en nosotros y es casi como un reflejo automático. El desafío que quiero
proponerte en estas páginas tiene que ver con empezar a reconocer
la cantidad de bendiciones que vienen de Dios, aunque aparezcan
disfrazadas de problemas y dificultades.

Leemos en el Antiguo Testamento al profeta Ezequiel en Eze 36,26: “Y os


daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de
vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne.”

Quiero invitarte a recibir cada día, con estas palabras del profeta Ezequiel,
abriendo tu nuevo corazón a la gratitud.

Porque es gratitud lo que necesitamos practicar para que nuestros días


sean más plenos, más felices y podamos disfrutar de la vida en abundancia
que Jesús vino a traernos (ver Jn 10,10).

El poder invisible de la gratitud puede permitirnos pasar de la


preocupación al bienestar, de la tristeza a la alegría, del desánimo al
entusiasmo.

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Capítulo 2: Abriendo nuestro corazón a la gratitud 14

Por eso, hoy la gratitud será nuestra única arma y nuestro único escudo y
será tan poderosa que nadie podrá defenderse de ella.

Podrán hoy llegar malas noticias; podremos tener dificultades laborales y


económicas, tal vez surja un malentendido con una persona muy querida
y sin embargo la gratitud mantendrá nuestro corazón en paz.

Por eso, recibiremos cada día abriendo nuestro corazón a la gratitud.

Y para hacerlo, desde el mismo momento en que abramos nuestros


ojos, miraremos todo lo que nos rodea con gratitud y daremos gracias
a Dios por el sol de la mañana y también daremos gracias por la
lluvia de la tarde. Daremos gracias por los momentos de felicidad que
llenarán nuestra alma; pero también aprenderemos a agradecer por las
dificultades que nos harán crecer y madurar. Por eso, recibiremos cada
día abriendo nuestro corazón a la gratitud.

Desde que despertemos, buscaremos motivos y razones para agradecer;


y no caeremos en la fácil tentación del desánimo y del pesimismo.
Cuando sintamos la tentación de quejarnos cerraremos nuestros labios;
cuando tengamos motivos para agradecer, lo gritaremos con todas
nuestras fuerzas.

Y así, nos uniremos a la creación entera que alaba todos los días con
gratitud a nuestro Buen Dios. Nosotros también sumaremos nuestras
voces a esta sinfonía invisible que mantiene la vida del planeta en
equilibrio...y este simple secreto cambiará nuestra vida.

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Capítulo 2: Abriendo nuestro corazón a la gratitud 15

Por eso, recibiremos este día abriendo nuestro corazón a la gratitud.

Agradeceremos también por todas las personas que hoy se crucen en nuestro
camino. Agradeceremos y admiraremos sus dones, sus talentos, sus virtudes.
Derribaremos las murallas de indiferencia que durante muchos años hemos
construido alrededor de nuestros corazones, y edificaremos puentes de
gratitud para llegar hasta el alma de nuestros hermanos.

Y ante las palabras y el modo de comportarse de los demás, también


elegiremos como única respuesta la gratitud. Porque sabemos que con
gratitud llegaremos al corazón de todos y con gratitud podremos resistir la
adversidad y el desánimo.

En silencio daremos gracias a Dios por la vida de cada persona que se cruce
en nuestra vida a partir de hoy y esa gratitud se reflejará en nuestra mirada y
hará que una sonrisa se asome en nuestros labios. ¿Quién va a negarse a ser
bendecido cuando en su corazón sienta nuestra gratitud?

Por eso, recibiremos este día abriendo nuestro corazón a la gratitud.

Y también daremos gracias a Dios por nuestras vidas, seremos agradecidos


por lo que somos y por lo que tenemos. Cada uno de nosotros somos un
maravilloso milagro. Y ese milagro no terminó cuando naciste... ¡allí recién
comenzó! ...No sé si lo sabías, pero nunca ha existido nadie como tú, con tus
ojos, con tu corazón, con tu boca... ¿Sabías que tu cuerpo produce y destruye
quince millones de células sanguíneas por segundo? Tus vasos sanguíneos,
alineados uno tras otro, alcanzarían una longitud suficiente como para dar

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Capítulo 2: Abriendo nuestro corazón a la gratitud 16

la vuelta al mundo; y, sin embargo, a tu corazón le basta un minuto para


bombear sangre a través de todos esos vasos, y lo ha estado haciendo
minuto a minuto, durante todos los días de tu vida, a razón de cien mil latidos
por día. No tenemos idea de cómo funciona, pero evidentemente funciona
muy bien...

No sabríamos cómo darles instrucciones a las treinta y cinco millones de


células digestivas de nuestro estómago para que digieran una sola fruta;
afortunadamente ellas saben hacer su trabajo sin nuestras instrucciones,
¿verdad? Si comenzamos prestando atención a las pequeñas maravillas de
cada día, la práctica de la gratitud nos puede llevar a ser más felices.

Por eso, recibiremos cada día abriendo nuestro corazón a la gratitud y


cuidaremos el milagro de nuestro cuerpo, que es el templo del Espíritu Santo.
Cuidaremos nuestra mente y no dejaremos que nuestros pensamientos se
dejen extraviar por la desesperanza, sino que, siguiendo las palabras de San
Pablo a los filipenses, nos esforzaremos por pensar en todo lo bueno, en
todo lo puro, en todo lo que sea digno de elogio... (Flp 4,8): “Por lo demás,
hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de
amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso
tenedlo en cuenta.”

Además, alimentaremos nuestro espíritu con la oración y no permitiremos


que nuestro corazón se amargue; por el contrario, lo llenaremos de gratitud
para compartir con todos.

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Capítulo 2: Abriendo nuestro corazón a la gratitud 17

De hoy en adelante seremos agradecidos con todos y por todo. Estamos


empezando a comprender que estamos de paso en esta tierra y ya no
tenemos más tiempo para perder. Sólo nos queda tiempo para amar y
para agradecer.

Por eso, recibiremos este día abriendo nuestro corazón a la gratitud y


comenzaremos a construir el hábito de agradecer a cada momento. Y, a
medida que los días pasen y la gratitud se haga cotidiana en nosotros,
comenzaremos a despertarnos cada día llenos de entusiasmo. Nuestro
deseo de agradecer y bendecir será más fuerte que los temores y las
dudas que antes aparecían al comenzar cada día y nos sentiremos
plenos y felices, aún en medio de las luchas y el dolor.

Por eso, hoy comenzamos una nueva vida abriendo nuestro corazón a
la gratitud... Ya hemos descubierto que nuestra calidad de vida no está
determinada por lo que nos pasa sino por cómo respondemos a cada
una de las situaciones que se nos presentan.

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Capítulo 3: Abriendo nuestros labios con gratitud 18

Capítulo 3
Abriendo nuestros labios
con gratitud

“Un rey soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar,
mandó llamar a un sabio para que interpretase su sueño.

«¡Qué desgracia mi señor!», exclamó el sabio. «Cada diente caído representa


la pérdida de un pariente de vuestra majestad». «¡Qué insolencia!», gritó el
rey enfurecido. «¡Fuera de aquí!»

Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos.

Más tarde envió a por otro sabio y le contó lo que había soñado.

Este le dijo: «¡Gran felicidad os ha sido reservada! El sueño significa que


sobrevivirás a todos vuestros parientes».

Se iluminó el semblante del rey y ordenó que le dieran cien monedas de oro.
Cuando el sabio salía del palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:
«La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el
primer sabio. No entiendo por qué él le pagó con cien latigazos y a ti con cien
monedas de oro.»

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Capítulo 3: Abriendo nuestros labios con gratitud 19

Y el segundo sabio respondió: «Es que todo depende de la forma en que


decimos las cosas.»”

Hoy quiero invitarte a recibir este día abriendo nuestros labios con gratitud.

Dice San Pablo en Col 4, 6: “Que vuestra conversación sea siempre amena,
sazonada con sal, sabiendo responder a cada cual como conviene.”

Y hay muchas referencias en la Biblia sobre la importancia de elegir las


palabras que pronunciamos. Dice el libro de Proverbios que en la lengua hay
poder de vida y de muerte.

Si te dijera que, si cambiaras tu manera de hablar, cambiaría tu vida entera,


probablemente pensarías que estoy delirando, pero te aseguro que no
exagero ni un poquito. De todas las cosas que podemos cambiar para
sentirnos mejor, seguramente una de las más sencillas, y a la vez más
efectivas, es el lenguaje.

Por eso, la propuesta de hoy es que, en primer lugar, te animes a poner bajo
la lupa y a cuestionar la manera en que hablas de manera automática todos
los días, porque las palabras que usamos definen nuestra interpretación de
la realidad. No podemos controlar aquello que nos sucede, pero sí podemos
controlar las palabras que utilizamos para definir lo que nos sucede.

Por eso, te propongo que hoy recibamos este día abriendo nuestros labios
con gratitud, porque sabemos que lo que decimos influye muchísimo en
cómo nos sentimos… Vivimos en un mundo que está despoblado de lenguaje

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Capítulo 3: Abriendo nuestros labios con gratitud 20

agradecido. Pero nosotros hemos decidido hoy asomarnos a la vida con


palabras de gratitud, y eso hará que podamos desarrollar nuestro máximo
potencial en el presente y en el futuro. Y la buena noticia es que ya poseemos
la tecnología necesaria para lograr que las palabras que hoy digamos sean
las mejores para nuestra vida. No necesitamos dispositivos extraños, ni
maquinarias costosas; solo cambiando nuestras palabras, cambiaremos
nuestras vidas.

Porque no hemos nacido con un discurso de derrota en los labios, ni la queja


corre por nuestras venas. Por el contrario, nacimos para saborear la plenitud,
estamos llamados a eso, y, por lo tanto, no nos sumaremos a aquellos que
pasan sus días criticando y quejándose porque ese comportamiento es
muy contagioso y ya no lo queremos para nuestra vida. Y además ya hemos
comprobado que pensar y decir cosas positivas es algo maravilloso. Ahora
sabemos que reconocer, admirar, agradecer es un ejercicio que llena de
alegría al que lo da y al que lo recibe. Y por eso, ya no escatimaremos las
palabras de elogio, de ánimo y de motivación. Ya hemos comprobado que, si
tratamos a alguien por cómo es, lo más probable es que siga siendo igual; en
cambio, si lo tratamos como la persona que puede llegar a ser, se convertirá
en esa persona...

Por eso, te propongo que hoy recibamos este día abriendo nuestros labios
con gratitud y las palabras agradecidas que brotarán desde nuestros labios,
servirán para impulsarnos a construir acciones que cambien el mundo, o al
menos, que lo dejen un poco mejor que como lo encontramos, acciones que
nos ayuden a crear una sociedad más justa.

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Capítulo 3: Abriendo nuestros labios con gratitud 21

Las palabras agradecidas nos ayudan a saber quiénes somos y quiénes


queremos ser en el dolor y en la alegría, en el sufrimiento y en la esperanza.
Ahora sabemos que nuestras palabras pueden ser nuestro mejor aliado
o nuestro peor enemigo. Y sabemos también que hay que tener mucho
cuidado con ellas, porque, así como hay comida chatarra, también hay
palabras “chatarra”, palabras que matan nuestros sueños, palabras que
nos hacen rozar el abismo de la desesperanza. La buena noticia es que
también hay palabras nutritivas, agradecidas, que tienen el poder de
contagiar amor, gratitud y generosidad y nos permiten experimentar estados
emocionales maravillosos.

Por eso, hoy vamos a recibir este día abriendo nuestros labios con gratitud y
ya no hablaremos acerca de lo que no queremos que pase en nuestra vida.
Somos conscientes de que ya perdimos demasiado tiempo hablando de
todo lo que va mal, poniendo nuestra atención en los problemas en lugar de
enfocarnos en las soluciones... ¿Para qué expresar con nuestras palabras lo
que ya sabemos que no queremos que pase en nuestra vida? ¿Por qué no
hablar, en cambio, de lo que nos gusta, de lo que nos motiva, de lo que sí
queremos que llene nuestros días? De aquí en adelante, pondremos nuestras
palabras al servicio de lo que nos impulsa, de lo que nos anima, de lo que
construye... y sólo con eso nuestro corazón se llenará de confianza y gratitud.

Por eso, hoy vamos a recibir este día abriendo nuestros labios con gratitud
y ya no hablaremos mal de nadie... ni siquiera de nosotros mismos...
porque ya nos hemos hecho mucho daño con nuestras palabras cuando
nos culpamos, cuando nos menospreciamos y nos tratamos mal... Por eso,
desde hoy trataremos a todos y también a nosotros mismos con suavidad,

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Capítulo 3: Abriendo nuestros labios con gratitud 22

con amabilidad. Y, en definitiva, también lo haremos porque no hablar mal de


nadie, sin duda, hablará bien de nosotros

Cada día nuestras nuevas palabras de gratitud, serán como el golpe de un


hacha sobre el enorme árbol del lenguaje de la queja y el desánimo que hemos
regado y cultivado durante años. El primer impacto no moverá ese inmenso
árbol, ni el segundo, ni el tercero... Pero, como resultado de la transformación
diaria de nuestra manera de hablar, golpe a golpe, palabra a palabra, ese
enorme árbol de ingratitud finalmente caerá... Ahora sabemos que los
pequeños cambios que logremos en nuestro lenguaje cada día consumarán
poco a poco la victoria final...

Borraremos de nuestro vocabulario palabras o frases como “no puedo”,


“imposible”, “fracaso”, “sin esperanza”, porque son expresiones que sólo nos
limitan y son propias de los que despiertan cada día sin saber que un milagro
los está esperando. No perderemos ni un momento en lamentarnos por los
sufrimientos del pasado, ni tampoco temeremos por los acontecimientos
que aún no llegaron... Viviremos este día con gratitud en nuestros labios;
pronunciaremos con ternura y afecto cada palabra, porque sabemos que una
vez que las digamos llegarán al corazón de quien las escuche y será imposible
volver atrás.

Ahora conocemos un secreto maravilloso y es que por fin hemos descubierto


que las palabras viven en nosotros, nos habitan, y el secreto está en tratar
de sentir el latido que contienen cada una de ellas, que es único e irrepetible.

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Capítulo 3: Abriendo nuestros labios con gratitud 23

Latido a latido, todos los días hasta que esas palabras que ahora habitan
nuestra vida, construyan los puentes que llegarán al corazón de otras
personas. De esta manera, ellos también se llenarán de alegría.

Y cuando termine la jornada, aunque hayamos tenido dificultades y


problemas, también daremos gracias... Cuando nuestro cuerpo, cansado por
las tareas del día, pida su merecido descanso, no nos iremos a dormir sin
agradecer. No dejaremos que ningún día termine sin pronunciar una oración
de gratitud...y así plantaremos la semilla del agradecimiento en nuestro
corazón, en nuestra alma y en nuestra mente.

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Capítulo 4: Cerrando nuestros labios a la queja y a las críticas 24

Capítulo 4
Cerrando nuestros labios a la
queja y a las críticas

Hace muchos años, en un lugar muy lejano, un hombre compró un


ruiseñor que cantaba de manera maravillosa. Lo colocó en una jaula,
donde al pájaro nada le faltaba y así cantaba durante todo el día para
admiración de los vecinos. Un día en que la jaula había sido colocada en
el balcón, se acercó otro pájaro que le habló al ruiseñor al oído y luego se
marchó rápidamente. Lo curioso fue que, desde aquel instante, el ruiseñor
permaneció en silencio y no cantó más. El dueño, desesperado, llevó el
pájaro a muchos profesionales, pero ninguno pudo curarlo, hasta que lo
llevó hasta la casa de un hombre muy sabio, que vivía solo en el bosque y
conocía el lenguaje de las aves.

El dueño del ruiseñor le pidió desesperadamente al hombre que le


preguntara por qué razón ya no cantaba más. Y el ruiseñor le contó al
sabio: “Es que yo vivía muy feliz con mi familia en el bosque, hasta que
un cazador de pájaros me atrapó y me vendió en el mercado. Así quedé
lejos de los míos y muy triste. De pronto, me encontré en la jaula de este
hombre que cree ser mi dueño y empecé a lamentarme día y noche...
Pero estos lamentos este hombre los interpretaba como cantos de alegría.

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Capítulo 4: Cerrando nuestros labios a la queja y a las críticas 25

Hasta que un día, otro pájaro se acercó a la jaula y me abrió los ojos... Me
dijo: «Deja de lamentarte y llorar, porque son tus lamentos y gemidos los
que te tienen encerrado en esa jaula». Y, por eso, partir de ese día, decidí
callarme y no canté más”. El sabio le tradujo estas frases al dueño del pájaro
y el hombre conmovido pensó: “Para qué seguir teniendo encerrado a este
ruiseñor, si ya no canta…” Y lo dejó en libertad. Y una vez en libertad, el
pájaro volvió a cantar.

A nosotros nos pasa algo parecido cuando nos quedamos atrapados en


el lenguaje de las quejas y las críticas: terminamos estancándonos en los
problemas, sin darnos cuenta de que, de este modo, cada vez nos alejamos
más de la solución. Siempre será más fácil sentir lástima por uno mismo
y lamentarse, o encontrar fallas y defectos en los demás y criticarlos, que
tomarnos el trabajo de resolver nuestras dificultades, porque, en el fondo,
la queja y la crítica no son más que justificaciones que nos seguimos
contando para continuar lamentándonos ante hechos que ya no podemos
o no sabemos cómo modificar. Y como le pasaba al ruiseñor del cuento,
la queja y el lamento nos mantienen en la penosa situación de la cual nos
quejamos y lamentamos.

Por eso, hoy quiero proponerte cerrar nuestros labios a la queja y a la


crítica...

La ciencia hoy nos demuestra que el simple acto de agradecer pone en


marcha una serie de mecanismos fisiológicos que nos transforman. Cuando
agradecemos, el cerebro comienza a liberar en nuestra sangre hormonas
que provocan que nos sintamos mejor, como la dopamina y la serotonina...Y
tal vez te preguntes: ¿cómo es posible que algo tan sencillo como dar gracias

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Capítulo 4: Cerrando nuestros labios a la queja y a las críticas 26

nos transforme tanto?... Es que la gratitud es el antídoto más poderoso


contra el virus más contagioso que existe... la negatividad.

Nuestros pensamientos pueden ser nuestros más grandes aliados o


nuestros peores enemigos... Por eso, desde hoy, hemos decidido que ya
no queremos vivir preocupados por cosas que no suceden, o que tienen
un porcentaje muy pequeño de posibilidades de ocurrir... Y tampoco
queremos caer más en esa trampa que consiste en que, si no encontramos
peligros por los que preocuparnos afuera, comenzamos a rastrear dentro
nuestro, buscando algo negativo, utilizando la memoria y la imaginación...
¿Cuántas veces hemos viajado al pasado buscando recuerdos dolorosos
o nos fuimos al futuro a imaginar desastres, y así, nos olvidamos de
habitar el presente que es el único momento que tenemos para vivir? Y
toda esa negatividad lo único que ha logrado es reforzar esa cadena de
pensamientos nocivos y que nos enfoquemos en los aspectos negativos de
nuestra vida...

Por eso, hoy quiero proponerte cerrar nuestros labios a la queja


y a la crítica y practicar la gratitud. Porque sólo la gratitud logrará
mover el foco de nuestra atención hacia eventos que ya forman parte
de nuestra vida y que son agradables y esto es algo que tenemos
que hacer intencionalmente al principio, porque no va a ocurrir
espontáneamente. Hasta que la gratitud no sea para nosotros un hábito,
nuestros pensamientos seguirán yendo a buscar amenazas, peligros,
preocupaciones, resentimientos... Nosotros somos los que tenemos que
obligar a nuestro cerebro a salir de esa historia de victimismo que nos
contamos y llevar nuestra atención a lo positivo, a lo edificante, que ya
forma parte de nuestras vidas, pero que estamos pasando por alto.

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Capítulo 4: Cerrando nuestros labios a la queja y a las críticas 27

En una primera etapa, la gratitud requiere esfuerzo, hay que esforzarse,


y no se trata de negar el dolor que forma parte de nuestras vidas, no se
trata de repetirse que todo está bien. Es simplemente decir: “Reconozco
que hay dolor en mi vida, pero no es lo único que hay en mi vida…Hay
otros aspectos de mi vida que son buenos y quiero empezar a enfocarme
en ellos; no quiero pasarlos más por alto; quiero darme cuenta de las
bendiciones que ya tengo en mi vida y que son motivos para agradecer...”

Y la emoción que genera practicar la gratitud es lo que mucha gente está


buscando sin saberlo.

Muchas veces escuchamos amigos, familiares, que nos dicen: “Me siento
frustrado, desanimado/a, quiero sentir alegría, paz, quiero ser feliz”...
Pero no saben bien qué pueden hacer. Al practicar la gratitud, nos
damos cuenta de que era esa emoción lo que habíamos buscado tanto
tiempo. Antes, no sabíamos cómo alcanzarla en nuestra vida. Pero hoy ya
conocemos ese maravilloso secreto que consiste en agradecer por todo
aquello que tenemos.

Por eso, hoy quiero proponerte cerrar nuestros labios a la queja y a la


crítica y abrirlos a la gratitud y la alabanza. La alabanza es mucho más que
una manera de orar; es un idioma en sí mismo; es el idioma de los que
creen. Así como el castellano es el idioma en España y América latina y el
inglés es el idioma en Gran Bretaña y Estados Unidos, los ciudadanos del
reino de Dios hablamos el idioma de la alabanza. Y así como se distingue
a un argentino o a un mexicano por su acento, a nosotros también se nos
reconocerá por nuestro acento.... y nuestra inconfundible entonación.
Será un idioma que habla palabras de fe, de confianza, de amor, de

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Capítulo 4: Cerrando nuestros labios a la queja y a las críticas 28

consuelo... La alabanza reconoce las virtudes; la queja critica todo...


incluso las virtudes. Y tampoco cederemos a la tentación de utilizar otro
híbrido tipo de lenguaje, muy de moda en estos tiempos, que podríamos
denominar “quejabanza” (mitad queja, mitad alabanza) ... Ya hemos
vivido muchos años cantando bonitas melodías en la iglesia y al salir de
la celebración, quejarnos porque llovía ... Por eso, hacer de la alabanza
nuestro idioma es mucho más que repetir algunas palabras como “Gloria
a Dios”, “Aleluya” o “Santo” ... Hacer de la alabanza nuestro idioma es
cultivar, fundamentalmente el hábito de la gratitud, tener la mirada puesta
en lo que está bien; la gratitud es esa llave que nos permite volvernos
conscientes de todas las bondades que ya hay en nuestra vida.

Por eso, hoy quiero proponerte cerrar nuestros labios a la queja y a la


crítica y practicar la gratitud, porque ya hemos descubierto el gran poder
que está oculto en nuestras palabras. Porque nuestra manera de hablar
refleja nuestro compromiso con la realidad. Y ya hemos vivido muchos años
quejándonos, justificándonos y describiendo la realidad. Hoy ya sabemos
que, cuando utilizamos este tipo de lenguaje, que se llama descriptivo,
las palabras no tienen ningún efecto sobre los hechos. Y nosotros ya no
queremos seguir utilizando este tipo de lenguaje que describe la realidad
pero no la cambia... Queremos hablar con lenguaje agradecido y generativo,
un lenguaje que nos comprometa a cambiar nuestra vida.

La buena noticia es que el lenguaje descriptivo se puede cambiar a


generativo haciéndonos dos preguntas. El primer paso será preguntarnos:
¿qué quiero que pase? ...Ante cualquier situación por la que estemos
atravesando, lo primero que tenemos que hacer es preguntarnos lo que

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Capítulo 4: Cerrando nuestros labios a la queja y a las críticas 29

queremos que suceda. Y cuando tengamos esa respuesta, la segunda


pregunta será: ¿Qué puedo hacer para que eso que quiero pase? Cuando
hablamos en forma descriptiva, el foco de atención está puesto siempre en
el pasado o en el presente. Para cambiar la realidad, nuestro foco tiene que
estar puesto en el futuro, en lo que queremos que pase. Y esto funciona
tanto para las conversaciones que tenemos con los demás como para las
conversaciones que tenemos con nosotros mismos. Si se fijan bien, esa
era la manera en que preguntaba Jesús: “¿Qué quieres que haga por ti?”
“¡Señor, que vea!”, dijo Bartimeo. Eso era lo que él quería que pasara... ¿Y
que podía hacer? “Abre los ojos”, le dijo Jesús. “Levanta tu camilla”, le dijo
al paralítico. “Extiende tu mano”, al tullido... Y hoy te pregunta a ti: ¿Qué
quieres que pase? Una vez que tengas esa respuesta, la segunda pregunta
será: ¿Qué puedes hacer para que eso que deseas ocurra?

Por eso, hoy quiero proponerte cerrar nuestros labios a la queja y a la


crítica y practicar la gratitud. Y cuando quieras cambiar una conversación
descriptiva en una generativa, hazte preguntas que empiecen con qué o
con cómo. Por ejemplo: ¿Qué puedo hacer para lograr...?, ¿Cómo puedo
hacer para alcanzar...? Y trata de evitar preguntarte por qué... ¿Por qué
me dijo eso? ¿Por qué hizo esto? La respuesta al por qué inevitablemente
te va a conducir hacia el pasado. En cambio el qué, el cómo y el para qué,
invariablemente te proyectarán hacia adelante y te ayudarán a cambiar
el presente.

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Capítulo 5: Escuchando con empatía y gratitud 30

Capítulo 5
Escuchando con empatía
y gratitud

“El herrero del pueblo contrató a un aprendiz dispuesto a trabajar duro por
poco dinero. El muchacho era joven, alto y muy fuerte, aunque un poco
despistado. Era obediente y hacía las tareas que le encomendaban, pero
se equivocaba a menudo y tenía que repetirlas porque prestaba muy poca
atención a las instrucciones que el herrero le daba.

Al herrero esto le molestaba un poco, pero pensaba: “Lo que yo quiero no es


que me escuche cuando le doy una explicación sino que acabe haciendo el
trabajo y que me cueste muy poco dinero”.

Un día, el herrero dijo al muchacho: “Cuando yo saque la pieza del fuego, la


pondré sobre el yunque; y cuando te haga una señal con la cabeza, golpéala
con todas tus fuerzas con el martillo”.

El muchacho se limitó a hacer exactamente lo que había entendido, lo que


creía que el herrero le había dicho. Y ese día el pueblo se quedó sin herrero,
fallecido por accidente a causa de un espectacular martillazo en la cabeza…”.

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Capítulo 5: Escuchando con empatía y gratitud 31

Esto es lo que suele ocurrir cuando oímos pero no escuchamos...Porque


oír es un hecho fisiológico; percibimos un sonido o unas palabras. Pero
escuchar es la suma de dos procesos, un proceso fisiológico, que es oír,
percibir, más un proceso lingüístico, que es interpretar. Escuchar es percibir
más interpretar, lo que explica por qué cada uno de nosotros escuchamos
distinto; ni bien ni mal, simplemente distinto. Y para que nadie alrededor
nuestro pierda la cabeza, como el herrero del cuento, hoy quiero invitarte a
abrir nuestros oídos con gratitud; en primer lugar, a la sinfonía maravillosa
de la creación. Hoy escucharemos con suma gratitud los maravillosos
sonidos que hay en el mundo: el sonido de los pájaros, el del viento, el
murmullo de las aguas tranquilas y el estruendoso ruido de las olas del mar.
Y entre tanta maravilla, también distinguiremos la voz del Señor, que se
pasea por el jardín de su creación. Pero sabemos que no sólo la naturaleza
se presenta ante nuestros oídos; también es una experiencia maravillosa
y un enorme privilegio poder escuchar a los hermanos que quieran
comunicarse con nosotros, porque solo escuchando con empatía, podremos
hacer milagros.

Dice el dicho popular que tenemos dos orejas y una boca para que podamos
escuchar el doble de lo que hablamos... ¡aunque habitualmente lo hagamos
al revés! Los que estudian los fenómenos de la lingüística distinguen varios
tipos de escucha, pero hoy yo quiero que nos detengamos en dos tipos:
La escucha previa o prejuiciosa y la escucha empática. Es en la escucha
previa donde escuchamos desde nuestros juicios y prejuicios y, por lo tanto,
filtramos la información de lo que nos dicen escuchando solamente lo que
concuerda con lo que nosotros pensamos y prejuzgamos. Y en ese tipo
de escucha estamos el 95% de nuestro tiempo en automático. Pero estoy
seguro de que algunas veces en la vida también te pasó de escuchar a otra

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Capítulo 5: Escuchando con empatía y gratitud 32

persona desde la emoción... Seguramente has acompañado a alguien en


un momento difícil y, con solo tomarlo de la mano, has sentido lo que
le pasaba sin necesidad de decirle nada; solo escuchando claramente lo
que había en su corazón... ¿Te pasó, verdad? A ese tipo de escucha se la
llama escucha emocional o empática y es el tipo de escucha que quiero
proponerte que comencemos a utilizar más a menudo para conectarnos
con los demás.

La escucha empática sólo busca comprender, no responder. Y este detalle


es fundamental. La escucha empática se esfuerza sólo por entender la
visión del otro, lo que siente el otro. No es la escucha de las palabras, sino
la escucha de los sentimientos. Aunque no tengamos soluciones para dar,
lo que mucha gente necesita en estos tiempos difíciles es ser simplemente
escuchada. Y esa capacidad ya la tienes, ya la has utilizado, y hoy quiero
proponerte que empieces a utilizarla, intencional y conscientemente.
Tienes dentro tuyo una capacidad maravillosa para ayudar a los demás tan
sólo escuchando...

Por eso, hoy quiero invitarte a escuchar con empatía y gratitud a quienes
hoy se crucen en nuestro camino... porque ahora sabemos que ese es
el antídoto contra la indiferencia: escuchar con empatía es el remedio
contra la soledad, la garantía del respeto por los demás... ¿Hay acaso
alguna melodía más maravillosa que la que ejecutan dos personas
que se escuchan con empatía y se conectan con profundidad aún en
el silencio? Así queremos escuchar. A partir de hoy comenzaremos a
escuchar a nuestros hermanos sin prejuicios, poniéndonos en su lugar,
apoyándolos y aprendiendo de su experiencia. Los escucharemos con la

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Capítulo 5: Escuchando con empatía y gratitud 33

intención de comprender sus sentimientos. Mediante la escucha empática,


interpretaremos sus palabras desde su mundo.

La palabra “empatía” deriva del griego empátheia (sentir dentro) y se


refiere a la capacidad de ver el mundo a través de los ojos de otra persona.
Quien es empático puede entender el mundo interior del otro (sus afectos,
pensamientos, emociones, etc.).

Por eso, hoy quiero invitarte a escuchar con empatía y gratitud todo lo que
nos rodea y fundamentalmente a quienes nos rodean… porque, a partir
de hoy, nos resistiremos a juzgar a la persona que estemos escuchando;
ya tenemos muy claro que no queremos seguir ejerciendo el cargo de juez
sabelotodo... Queremos abandonar definitivamente ese hábito de juzgarlo
todo que se nos había hecho tan común pero nos impedía escuchar de
verdad las necesidades de nuestros hermanos.

Queremos comprender la diferente visión del mundo y de las cosas que


tenga cada uno e intentar sumergirnos en esa mirada distinta para poder
comprender... Alguien dijo que comprender es aliviar y nosotros ya hemos
tomado la decisión de querer aliviar el dolor de muchos...

Tal vez durante muchos años aceptamos escuchar pasivamente palabras


vacías, violentas, innecesarias o inútiles. Pero a partir de hoy ya no
queremos prestarles atención; nos apartamos de ese lenguaje porque
ya estamos listos para abrazar la sabiduría que está escondida en saber
escuchar con gratitud y así internarnos en la maravillosa luz que nos dará
escuchar más allá de las palabras.

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Capítulo 5: Escuchando con empatía y gratitud 34

Por eso, hoy quiero invitarte a escuchar con empatía y gratitud a nuestros
hermanos; queremos preparar nuevos surcos en nuestro corazón para
sembrar la buena semilla de la escucha con gratitud y empatía. Y si
perseveramos en esta práctica, llegará un momento en que ya no nos será
posible volver a escuchar a nadie de una manera superficial. Y así nacerá en
nosotros un hábito tierno y nuevo, que, además, al realizarlo con frecuencia,
se convertirá en una rutina maravillosa que nos permitirá escuchar no sólo
las palabras, sino los sentimientos de los demás. Y también aprenderemos a
sentirnos cómodos con los silencios de nuestros hermanos, porque a veces
es necesario dar a las personas tiempo para pensar y encontrar las palabras
más precisas para transmitir lo que quieran decirnos. Dejaremos ese espacio
sin querer llenarlo con nuestras palabras.

Hoy comenzamos una nueva vida y nada demorará el cambio que haremos
en nuestra manera de escuchar. No dejaremos que pase un solo día sin
practicar con alguien esta escucha con empatía y gratitud, porque el día que
no lo hagamos, no podremos recuperarlo...

Definitivamente hoy apartaremos las suposiciones, los prejuicios y las


preocupaciones cuando estemos escuchando a alguien y escucharemos
desde el corazón con atención plena en lo que nos están diciendo… También
prestaremos atención al lenguaje corporal, porque sabemos bien que nos
pueden mentir con las palabras pero no con el cuerpo...

Por eso, hoy quiero invitarte a escuchar con gratitud y empatía y así
ya no expresaremos juicios acerca de las opiniones de los demás, no
interrumpiremos a nadie cuando está hablando, esperaremos a que cada

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Capítulo 5: Escuchando con empatía y gratitud 35

uno termine de hablar y, aunque tengamos una opinión distinta, lo


escucharemos con respeto. A partir de hoy decidimos escuchar con
“nuestros oídos espirituales” y no con los que normalmente transitamos
por este mundo.

Y así, seremos la escucha y la contención para tantos que piensan que


nadie los comprende, ni a ellos ni a la situación en que se encuentran.
Pareciera que todo el mundo está demasiado ocupado y nadie parece
tener la capacidad para escucharlos, pero nosotros ya hemos tomado la
decisión de acompañarlos con oídos compasivos, y ya podemos hacerles
saber que cuentan con nosotros.

Y también hemos aprendido que no podremos ser efectivos en nuestra


escucha si antes no escuchamos al Señor a través de la oración y la
contemplación; porque el secreto de escuchar está en la disposición
a escuchar. Cuando nuestra mente hace silencio nos encontramos
inevitablemente con su paz y su alegría y sabemos bien que, cuando
necesitemos la guía de lo alto, la respuesta siempre llegará.

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Capítulo 6: Abriendo nuestros ojos con gratitud 36

Capítulo 6
Abriendo nuestros ojos
con gratitud

Hace un tiempo escuché la historia de una psicóloga chilena, Pilar Sordo,


y su paciente Jaime. En esa historia, Pilar contaba que, como parte de
la terapia, Jaime debía anotar aquellas cosas por las que sentía gratitud
en su día a día. Cuando volvió a la consulta una semana después, Jaime
llevaba un maletín con cuatro cuadernillos llenos de anotaciones. Pilar,
sorprendida, pensó que quizá había entendido mal las instrucciones.

Pero no, Jaime las había entendido perfectamente. Y su lista-libro eran


páginas y páginas de detalles cotidianos a los que la mayoría de nosotros
prestamos poca o ninguna atención. Él expresaba gratitud por cosas
sencillas como la calidez de un rayo de sol, las burbujas en la nariz al
beber una gaseosa, el olor de la ropa limpia o la temperatura del agua de
la ducha. El detalle que aún no mencioné es que Jaime es ciego. Al revisar
la tarea de Jaime, Pilar llegó a la conclusión de que la mayoría de nosotros
estamos más ciegos que Jaime.

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Capítulo 6: Abriendo nuestros ojos con gratitud 37

Es que Jaime podía haber convertido su ceguera en un motivo para la


desesperanza y el dolor. Sin embargo, a pesar de su limitación física, o, a lo
mejor, gracias a ella, era capaz de ver con todo su ser y agradecer aquello
que la vida le brindaba.

Generalmente, estamos más enfocados en lo que nos falta que en lo que


tenemos. Y la historia de Jaime nos recuerda que la gratitud tiene que ver
con donde elegimos poner nuestra mirada.

Por eso, hoy quiero invitarte a recibir este día abriendo nuestros ojos con
gratitud por la vida que nos ha sido dada...Quiero invitarte a abrir los ojos y
mirar con agradecimiento lo que ves el día de hoy. Generalmente, el apuro,
el estrés y la costumbre de pensar siempre en el pasado o en el futuro nos
impiden observar y disfrutar nuestro momento presente, obligándonos a
mirar siempre más allá de donde estamos. Y así, nos habituamos a fijar la
mirada dónde vamos a pisar, en lugar de mirar adónde estamos pisando.
Siempre vamos intentando ver más lejos cuando lo más recomendable es
mirar cómo y dónde estamos caminando ahora.

Dice San Pablo en Flp 4,8: “Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de
verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo
cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta.” Es
decir, pongan su mirada y su atención en todo lo que es bueno...

Por eso, hoy quiero invitarte a recibir este día abriendo nuestros ojos con
gratitud, en primer lugar, por la vida que tenemos frente a nosotros... hoy
contemplaremos el mundo despojándonos de esos lentes conceptuales

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Capítulo 6: Abriendo nuestros ojos con gratitud 38

que llamamos prejuicios y que solemos aceptar tan naturalmente, como si


fueran ciertos. Pero no lo son. Vamos a ejercitar este arte extraordinario de
observar y contemplar a todos y a todo como si fuera la primera vez o, de
otro modo, siempre estaremos mirando la realidad a través de una parte
muy pequeña de nuestra capacidad de visión, cargada con preconceptos y
tradiciones que nos impiden mirar con profundidad.

Hoy abriremos los ojos y miraremos el cielo... Los que vivimos en grandes
ciudades apenas nos acordamos que el cielo está detrás de los edificios...y
muy pocas veces notamos cómo cambia a cada momento con nubes que
van y vienen, con distintos colores y formas... Hoy miraremos al cielo y nos
sentiremos más serenos, más cerca de Dios.

Hoy cambiaremos nuestra manera de observar la realidad, pues, si así lo


decidimos, hoy podemos nacer de nuevo y a partir de ahora nuestra mirada
comunicará a todos aliento y ánimo aún sin que digamos una sola palabra...
Sembraremos paz y alegría tan sólo al mirar la realidad con nuevos ojos y así
cosecharemos bendiciones a cada paso, o, mejor dicho, a cada mirada.

Porque ahora ya conocemos el tremendo impacto que puede tener una


mirada de amor en los demás... ya en el pasado aceptamos mucho tiempo
mirar sin ver, juzgar con nuestros ojos y muchas veces cerrarlos ante las
manifestaciones evidentes de belleza y bondad... Pero ahora que hemos
experimentado el enorme poder que nos brindan unos ojos agradecidos,
queremos abrazarnos a esa sabiduría y no soltarla más...

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Capítulo 6: Abriendo nuestros ojos con gratitud 39

Por eso, hoy vamos a recibir este día abriendo nuestros ojos con gratitud
por la vida.

Se nos han dado ojos para que veamos y podamos entender que
todos nuestros problemas y sufrimientos son grandes oportunidades
escondidas. No nos dejaremos engañar entonces por el disfraz que lleven
esos problemas, porque nuestros ojos ya se han abierto y pueden ver
más lejos. Ahora podemos ver más allá de la máscara de los problemas y
las circunstancias.

Y miraremos cada día con ojos nuevos; no perderemos un solo minuto


en lamentarnos por los fracasos y las heridas del ayer, miraremos todas
las cosas y todas las personas como si fuera el primero y el último día de
nuestra vida...

Mantendremos los ojos fijos en las promesas del Señor para nosotros,
porque ya sabemos que, donde termina el desierto, crecen las flores de
la fe y la esperanza. Miraremos cada obstáculo que se nos presente como
una gran oportunidad para crecer, o, a lo sumo, lo consideraremos como
un pequeño desvío en el camino que, al retomarlo, nos acercará a la meta.

Por eso, hoy vamos a recibir este día abriendo nuestros ojos con gratitud
por la vida.

Hoy miraremos con atención y reverencia todo lo que ocurre a nuestro


alrededor. Bajaremos el ritmo acelerado que llevamos a diario para
observar mejor la realidad, para poder apreciarla, y estar más conscientes

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Capítulo 6: Abriendo nuestros ojos con gratitud 40

de lo que está ocurriendo cerca nuestro. Para mirar con gratitud


tendremos que detenernos y dedicar unos minutos a contemplar y valorar
lo que nos rodea, las personas y los paisajes.

Y al observar cada día la vida con ojos nuevos, mirar la vida con gratitud
se convertirá en un hábito y cada mañana, con sólo abrir los ojos,
descubriremos más de mil razones por las cuales estar agradecidos.

Y con el paso de los días, nuestra mirada será cada vez más aguda, al punto
de poder ver en cada obstáculo o dificultad una nueva oportunidad para
agradecer. Mirar con gratitud hará que aprendamos de cada experiencia
y consideremos cada acontecimiento como algo positivo en lugar de verlo
como algo común o trivial.

Por eso, hoy vamos a recibir este día abriendo nuestros ojos con gratitud
por la vida.

Y también elegiremos ver las virtudes de los demás sobre sus errores o
faltas. Ya hemos vivido muchos años reclamando, exigiendo, mirando
siempre lo que falta... y ahora comprendemos que eso es lo opuesto
a agradecer. Por eso, a partir de hoy elegiremos que nuestros ojos se
enfoquen en ver y apreciar aquello que sí está bien. Ahora sabemos
que cuando miramos la vida con gratitud, nos convertimos en personas
más amables y a la vez inspiramos esto mismo en los que nos rodean. Al
llenar nuestros ojos con gratitud, saboreamos la vida y el aire se purifica a
nuestro alrededor.

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Capítulo 6: Abriendo nuestros ojos con gratitud 41

Por eso, hoy vamos a recibir este día abriendo nuestros ojos con gratitud
por la vida y miraremos con gratitud también quiénes somos. Lo sepas
o no, lo creas o no, tú ocupas un lugar especial en el corazón de Dios. Tal
vez, a ti no te guste algo sobre tu apariencia o sobre uno de los rasgos de
tu personalidad. Pero nadie puede realizar una buena acción como tú lo
haces... ¿Quién puede compartir palabras de ánimo y de aliento como tú?
¿Quién puede llenar las necesidades que tal vez solo tú y Dios puedan ver?
Estás “hecho a medida” para las buenas obras que Dios ha preparado para
ti; por eso hoy también vas a mirarte a ti mismo, a ti misma, con mucho
agradecimiento. Y pediremos a Dios que podamos ver el valor que tiene el
hecho de vivir para Él, y así comenzarás a ver también tu verdadero valor y
el valor de los que están a tu alrededor. Hoy vamos a mirarnos a nosotros
mismos y a los demás a través de los ojos de Dios. ¡Entonces la vida se
volverá más brillante y llena de esperanza!

Por eso, hoy vamos a recibir este día abriendo nuestros ojos con gratitud por
la vida. Porque ya sabemos que, cuando cambiamos la forma en que vemos
las cosas, las cosas que vemos cambian.

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Capítulo 7: Abriendo nuestras manos con gratitud solidaria 42

Capítulo 7
Abriendo nuestras manos
con gratitud solidaria

Un muchacho pobre vendía mercancías casa por casa para pagar sus
estudios universitarios. Un día vio que solo le quedaba una simple moneda
de diez centavos y tenía hambre. Decidió que pediría comida en la próxima
casa. Sin embargo, sus nervios lo traicionaron cuando una encantadora
mujer le abrió la puerta. Y, en lugar de comida, pidió un vaso de agua. Ella
percibió que el joven tenía hambre, así que le trajo un gran vaso de leche.
Él lo bebió, y entonces preguntó: “¿Cuánto le debo?”

“No me debes nada”, contestó ella. “Mi madre siempre nos enseñó que
nunca debemos aceptar dinero por amar y ayudar al prójimo.” Él le dijo
entonces: “¡Le agradezco de todo corazón...!”

Cuando Howard Kelly se fue de esa casa, no solo se sintió más fuerte, sino
que también su fe en Dios y en los hombres era más sólida. Había estado
a punto de rendirse y dejarlo todo, pero la actitud de esa mujer lo animó a
seguir adelante.

Años después esa mujer enfermó gravemente. Los médicos locales no


pudieron darle una solución y finalmente la enviaron a la gran ciudad y

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Capítulo 7: Abriendo nuestras manos con gratitud solidaria 43

llamaron al Dr. Howard Kelly para consultarle. Cuando este oyó el nombre
del pueblo de donde venía la paciente, se le iluminaron los ojos.

El Dr. Kelly subió de inmediato para ver a la paciente, la reconoció enseguida


y empezó a ver los estudios y análisis para determinar cuál era la mejor
forma de salvarle la vida. Desde ese día él prestó la máxima dedicación a
este caso. Después de una larga lucha, ¡la mujer ganó la batalla! ¡Estaba
totalmente recuperada!

Con preocupación y timidez, la mujer pidió que le trajeran la cuenta, y como


el hospital era de categoría, pensó que tal vez tendría que trabajar toda su
vida para pagar el tratamiento.

Al cabo de unos minutos, recibió un sobre de la administración del hospital.


Con nerviosismo, lo abrió, y, para su sorpresa, pudo leer lo siguiente: Esta
factura fue pagada hace muchos años con un vaso de leche. (Firmado) Dr.
Howard Kelly.

Dice Jesús en el evangelio de Mateo, 7,12: “Por tanto, todo cuanto queráis
que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque
ésta es la Ley y los Profetas.” Esta enseñanza del Señor es impresionante,
porque habla con mucha claridad de cuál debiera ser nuestra norma
principal para vivir. No se trata de no hacer algo malo para que no te
lo hagan. Es común escuchar personas que dicen: “yo no le hago mal a
nadie”... No se trata solamente de no hacer mal; se trata de hacer lo bueno
que quisieras que hagan contigo... Dice San Pablo en Col 3,17: “y todo
cuanto hagáis, de palabra y de boca, hacedlo todo en el nombre del Señor
Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre.”

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Capítulo 7: Abriendo nuestras manos con gratitud solidaria 44

Por eso, hoy quiero invitarte a recibir este día abriendo nuestras manos
con gratitud solidaria hacia todos aquellos que se crucen hoy en nuestro
camino, porque, si vivimos agradecidos por lo que somos y tenemos...
¿cómo podríamos ser indiferentes ante las necesidades de los demás? ...

Jesús, que conocía como nadie el corazón del hombre, decía que hay más
felicidad en dar que en recibir y todos buscamos la felicidad, ¿no? Por
eso, a partir de hoy, a todas las actividades que tenemos previstas para
el día, vamos a agregar una más y esa actividad se convertirá en nuestra
preferida, porque a partir de hoy, cada día, decidiremos intencionalmente
ayudar a alguien, porque el mundo cambia desde cada uno de nosotros,
tal vez con acciones pequeñas, sin muchas pretensiones… simplemente
ayudando a quien veas con alguna necesidad. Seguramente ya lo
sabes, pero por las dudas te lo recuerdo: tienes en tu interior un poder
maravilloso para ayudar a los demás, una enorme capacidad para dar una
mano a quien lo necesite…

En un pasaje de la película Todopoderoso, Morgan Freeman, en el papel de


Dios, le pregunta a Jim Carrey: “¿Quieres un milagro?” Y ante la respuesta
afirmativa, “Dios” responde: “Entonces, ¡sé tú el milagro!” ¡No falla!

Y por eso hoy hemos decidido convertirnos en un milagro para los demás.
Ya hemos descubierto ese simple y maravilloso secreto que es el siguiente:
hacer el bien hace bien.

Seguro cerca tuyo hoy hay alguien a quien puedes ayudar para que no baje
los brazos, para que levante la mirada, para que vuelva a sonreír. En tu

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Capítulo 7: Abriendo nuestras manos con gratitud solidaria 45

manera de escuchar hay milagros, en tu boca hay milagros, en tus manos


hay milagros y puedes hacer que ocurran. Seguramente conoces el típico
ejemplo de ver el vaso medio lleno o medio vacío cuando, en realidad,
el vaso está por la mitad. Se dice que el optimista lo ve medio lleno y el
pesimista lo ve medio vacío. Y la verdad es que ambas interpretaciones
son correctas. Depende de nuestra forma de ver el vaso… Somos nosotros
los que hacemos que lo que vemos nos parezca lleno o vacío. Pero, a mi
parecer, hay una gran diferencia entre un optimista y un agradecido. Me
gusta pensar que el agradecido no ve solo el vaso medio lleno, sino que,
además, busca una jarra, la llena de agua y llena el vaso. El agradecido
no sólo ve la realidad de manera positiva sino que además actúa para
modificarla, para mejorarla aún más.

Por eso, hoy recibiremos este día abriendo nuestras manos con gratitud
solidaria y elevaremos nuestros brazos agradecidos al cielo por esta
misión maravillosa que se nos ha encomendado: que seamos solidarios y
ayudemos a nuestros hermanos. Hoy hemos decidido vivir con gratitud y
solidaridad cada momento del día porque sabemos que el día de hoy no
retornará jamás... no lo podremos conservar para vivirlo mañana. Por lo
tanto, lo viviremos con suma gratitud hoy porque su valor es incalculable.
Y la felicidad que experimentaremos al ayudar a alguien será mayor a la
que hayamos soñado jamás, porque ahora hemos comprobado que hay
más felicidad en dar que en recibir y obrando con solidaridad y gratitud
podremos dar nueva vida a tantos que la necesitan... Esa gran felicidad
será nuestra celestial recompensa.

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Capítulo 7: Abriendo nuestras manos con gratitud solidaria 46

Cada día buscaremos ayudar a alguna persona. Puede ser dándole a alguien
un poquito de nuestro tiempo, prestándole nuestra escucha, diciéndole algo
positivo, haciendo algo que lo ayude...y así, casi sin darnos cuenta podremos
darle algo que jamás se olvide y que marque una diferencia en su vida.
Hoy hemos decidido recorrer definitivamente el camino de la fraternidad,
caminando por esta tierra con toda la solidaridad de la que seamos capaces,
y mañana ayudaremos a más gente que hoy, y el día siguiente socorreremos
a más todavía, porque ya hemos descubierto el secreto, ya sabemos que
siempre, las personas que dan reciben. Por eso, ayudar nos convierte en
personas más felices. Ya sabemos que hay una parte de nuestro cerebro
a la que le encanta ayudar a los demás. Por eso, desde hoy, dedicaremos
tiempo a vivir agradecidos y a ayudar todos los días a cuantos podamos. Y
naturalmente, sólo por eso, seremos más felices...

Por eso, hoy recibiremos este día con las manos abiertas a la solidaridad y a
la gratitud, y definitivamente, dejaremos de pensar que las otras personas
están obligadas a hacer cosas por nosotros o que nos deben algo... hoy
decidimos aceptar la gran verdad que es que nadie nos debe nada, y por fin,
tomaremos responsabilidad sobre nuestras vidas y nos haremos cargo de
nuestra felicidad hoy, dejando de ponerla en las manos de los demás.

Hoy también acariciaremos a nuestros hijos y a quienes amamos con


ternura... Mañana ya no estarán y probablemente, nosotros tampoco...
Hoy ayudaremos a quien nos necesite... Mañana, ya no nos pedirán ayuda.
Viviremos cada día aprovechando cada minuto para ser solidarios y
agradecidos, porque ya hemos aprendido que realizando acciones positivas
y solidarias no sólo ayudamos a otra persona, sino que, además, nuestro
estado de ánimo mejorará mucho.

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Capítulo 7: Abriendo nuestras manos con gratitud solidaria 47

Ahora sabemos que la gratitud es el mejor antídoto para todas las


emociones negativas, porque es imposible sentir preocupación, enojo o
depresión mientras practicamos la gratitud. Sencillamente, no se puede
estar agradecido e infeliz al mismo tiempo. Por eso, a partir de hoy, no nos
quedaremos más atrapados en el círculo vicioso de “voy a estar agradecido
cuando consiga un nuevo trabajo” o “voy a agradecer cuando me sane” o
“estaré agradecido cuando me digan que me quieren”. Mientras esperamos
que suceda algo por lo que, según nosotros, podamos estar agradecidos, se
nos olvida ver todos los motivos que ya tenemos para estar agradecidos.

Po eso, hoy viviremos como si fuera el último día de nuestra vida...y si no lo


es, levantaremos nuestros brazos al cielo y daremos gracias al Creador por
regalarnos un día más.

Estamos viendo con claridad que toda virtud que valga la pena conquistar
requiere esfuerzo de nuestra parte. Y la gratitud solidaria no es la
excepción. Para que se transforme en un rasgo de nuestro carácter, no
tenemos que ser especiales; solo tenemos que estar dispuestos a no dejar
de buscar motivos para practicarla.

Y, por último, te pido que pienses en todas las personas que han sido de
bendición para tu vida... ¿Cuándo fue la última vez que agradeciste por
ellas? ¿Cuándo fue la última vez que les dijiste gracias?¿ Qué tal si decides
llamar a esa persona, enviarle un mensaje de WhatsApp, o incluso, si es
alguien que ha fallecido, recordarlo con memoria agradecida en el corazón?

Hazlo; te aseguro que te sentirás muy bien.

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Capítulo 8: Anunciando el evangelio con gratitud 48

Capítulo 8
Anunciando el evangelio
con gratitud

A mi amigo Juan Carlos Pisano, siempre le gustaba contar este cuento...

Ese día el Paraíso estaba de fiesta. Por fin, luego de 33 largos años, el
Hijo del buen Dios iba a retornar para siempre con ellos. Allá abajo,
en la tierra, Jesucristo daba sus últimas instrucciones a los apóstoles
y se despedía de ellos. Mientras tanto, en el Cielo reinaba una gran
conmoción. Todos los angelitos se habían reunido en la puerta del Paraíso
para dar la bienvenida a aquel niñito que había bajado a la tierra hace 33
años y que ahora retornaba hecho un hombre. Todos se arremolinaban
alrededor de Jesucristo para abrazarlo y preguntarle cómo le había
ido. No podían faltar, por supuesto, las cámaras de los noticiosos más
importantes del Paraíso, que venían a cubrir el gran evento.

De pronto, una vocecita proveniente de la muchedumbre se hizo oír por


sobre las demás: “Maestro, tengo una observación que hacerte”. Era un
pequeño angelito quien había hablado. Todos se quedaron en silencio
ante su desfachatez. ¡Hacerle una observación al Hijo de Dios! ¿A quién
se le ocurría?

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Capítulo 8: Anunciando el evangelio con gratitud 49

“Me parece”, prosiguió el angelito, “que todo lo que hiciste allá en la tierra fue
muy lindo. Eso de enseñarles acerca del Reino de los Cielos, de enseñarles
a amarse y a amar a tu Padre estuvo muy bien. Y ese broche de oro de
salvar a la humanidad resucitando después de morir en la cruz estuvo de
diez. Pero creo que te olvidaste de algo”. Jesús, un tanto sorprendido, pero
siempre sonriente, preguntó: “¿De qué me olvidé, angelito?”.

Y el angelito continuó: “Durante el tiempo que estuviste allá abajo,


muchos te escucharon y recibieron tu mensaje, pero ahora que tú te
viniste ¿no crees que pronto se van a olvidar? Además, no lo tomes a mal,
pero fue una parte muy pequeñita del mundo la que oyó tus enseñanzas.
¿Y el resto?” Jesús, con gesto tranquilizador, contestó: “¡Por eso no te
preocupes! Preparé un plan muy bueno. ¿Viste los apóstoles de los que
me despedí hace un rato? Pues bien, ellos se encargarán de transmitirle
a todo el mundo lo que yo les he enseñado”. Todos los angelitos
aplaudieron la respuesta de Jesús, aliviados de que no se hubiese
molestado por la impertinencia del angelito.

Pero el angelito insistió: “Discúlpame que te contradiga, Señor. Pero puede


que tu plan no resulte. ¿Qué tal si pasa el tiempo y se desaniman? Todo
el plan se va al tacho”. Nuevamente Jesús tomó la palabra: “No tienen
por qué desanimarse. Estuvieron conmigo tres años compartiendo mi
vida, escuchando mis enseñanzas y ayudándome en todo, y lo hicieron
muy bien. Tengo confianza en ellos.” Por segunda vez los angelitos
prorrumpieron en vivas y aplausos. Algunos intentaron alejar al insistente
angelito, en medio de los aplausos, pero este no se dio por vencido.

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Capítulo 8: Anunciando el evangelio con gratitud 50

“No es que quiera ser negativo, Señor”, volvió a la carga el angelito. “Puede
que tu plan no resulte. No te olvides de que ellos son humanos y tú ya
sabes cómo son los humanos. Primero se entusiasman y te prometen
fidelidad hasta la muerte, pero al poco tiempo te dan la espalda. Mira si
no cuántas veces se lo hicieron a tu Padre a lo largo de la historia”. Jesús,
armado de paciencia, contestó dulcemente: “Esta vez va a ser distinto. Yo
personalmente les enseñé y yo personalmente los envié para que enseñen
todo lo que aprendieron a todo el mundo. Ellos son buenos chicos. Vas a
ver que mi plan resulta”. Otra vez aplausos y vivas, si bien esta vez ya eran
un poco nerviosos.

“Perdona si soy insistente”, prosiguió ¿adivinen quién? “Pero mira cómo


te respondieron tus buenos chicos. Para comenzar: Judas, que estaba
siempre contigo, te vendió. El mismo día, sin ir más lejos, Pedro, tu hombre
de confianza, te negó tres veces. ¿Y todavía confías en ellos?” Jesús, con una
paciencia digna del Hijo de Dios, contestó una vez más: “Serán débiles y
tendrán sus cosas, pero yo igual confío en ellos. ¡No seas pesimista! ¡Ellos
son mis amigos! ¿Por qué no habría de resultar mi plan?”

Y el angelito, que no se daba por vencido, remató: “Pero… ¿y si a pesar de


todo no resulta?” El ambiente ya se estaba poniendo tenso. La insistencia
del angelito rozaba la impertinencia… Jesús se tomó unos instantes antes
de contestar y, luego de pensarlo, respondió: “Bueno… mejor que resulte…
porque ¡no tengo otro plan!”

San Pablo dice que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros


corazones (Rom. 5,5). Por lo tanto, todo lo que necesitamos ya está ahí...y

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Capítulo 8: Anunciando el evangelio con gratitud 51

es tiempo de que empecemos a utilizar todos los recursos que ya tenemos


dentro...Muchas veces pedimos lo que ya tenemos… y le pedimos a Dios
que haga algo cuando él ya nos dio la capacidad de hacerlo a nosotros…
Imaginen ir manejando el automóvil y, al llegar a la esquina, decir:
“Omnipotente y altísimo Señor, te ruego que frenes este vehículo”...Es
poco probable que se detenga así, ¿verdad?

Tú tienes que decidir pisar el freno y el auto se detendrá... Y muchas


veces oramos pidiendo tener más amor o más paciencia con alguna
persona, y estamos pidiendo algo que ya tenemos pero que aún no
estamos utilizando.

Del mismo modo, muchas veces le pedimos al Señor que nos envíe, cuando
en realidad, ¡ya nos envió! Dice Mt.28, 19: “Id, pues, y haced discípulos
a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo”. El Señor dijo claramente: ¡vayan! ...Sin embargo, pasan
los años y seguimos diciéndole a la gente: “¡Vengan a la Iglesia”! Jesús dijo
“vayan”, pero nosotros decimos “vengan”... ¡exactamente al revés!

Por eso, hoy quiero proponerte que, a partir de hoy, decidamos anunciar
el Evangelio con gratitud. Y, tal como dice la canción “Alma misionera”,
“iremos cantando, por pueblos predicando, tu grandeza, Señor,” por
caminos y senderos. Y llegaremos al destino más alejado que hoy
podamos, ya que mañana, con nuestras fuerzas renovadas, llegaremos
más lejos aún, y el día siguiente más todavía. Y el mismo viento del Espíritu
nos impulsará en la travesía. No cometeremos el gran error de quedarnos
al costado del camino siendo comentaristas y jueces del recorrido de los

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Capítulo 8: Anunciando el evangelio con gratitud 52

demás. Ni tampoco permaneceremos quietos proyectando grandes planes,


porque nunca ha existido ningún plan pastoral que, por solo escribirlo
y proclamarlo, nos traslade a un centímetro de distancia. Sólo ponernos
en camino hará posible que las palabras que broten de nuestros labios
enciendan de amor los corazones de quienes nos escuchen y conviertan a
los extraños en amigos. Y cada tramo del camino será mejor que el anterior.
Siempre seguiremos un poco más allá de lo que den nuestras fuerzas.

Por eso, hoy anunciaremos el Evangelio con gratitud, y ya no nos


demoraremos en proclamar las maravillas de nuestro Dios.

Ya hemos perdido mucho tiempo buscando excusas para no hacerlo solo


por temor. Ahora sabemos que, para conquistar el miedo, debemos buscar
ocasiones para proclamar su Palabra sin acobardarnos. Y así, veremos cómo
la gigantesca bestia del temor reducirá su tamaño en forma considerable. Y
si nos equivocamos y tropezamos, nos levantaremos nuevamente; nuestras
caídas ya no nos dolerán tanto porque sabemos que solamente no caen los
que se arrastran... Por lo tanto, cada vez que tropecemos, nos levantaremos
fortalecidos y seguiremos proclamando el maravilloso amor de nuestro
Buen Dios. Y nos esforzaremos cada día para seguir incorporando en
nuestra vida el hábito de la gratitud; nos enfocaremos, consciente e
intencionalmente, en todo lo bueno que ya tenemos porque ya hemos
decidido, sin dejar de observar la realidad, no sumarnos a la multitud que
corre tras la preocupación, la ansiedad y el stress.

Y cada día, al despertar, nos recordaremos que hemos elegido caminar


este día anunciando el Evangelio con gratitud... Y por eso, no permitiremos

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Capítulo 8: Anunciando el evangelio con gratitud 53

que nada ni nadie nos quite hoy nuestro gozo; no permitiremos que
los desengaños y los reveses nos desalienten. No nos enfocaremos en
los problemas o en los errores, porque hemos tomado la decisión de
disfrutar de este día que el Señor nos ha regalado. Si no tuviéramos este
día, sencillamente, no tendríamos nada... Por eso, ya hemos decidido vivir
felices y con gratitud hoy. Y cuando nuestros pies ya no puedan soportar
las piedras del camino, seguiremos adelante con voluntad y perseverancia.
Aceptaremos las exigencias y las dificultades y no dejaremos que nuestra
alegría se debilite. Y cantaremos para todos aquellos que quieran
escucharnos hasta que, un día, el celestial director indique el final de la
obra. Y al finalizar este caminar, daremos muchas gracias porque, sin
dudas, en el camino, recibimos mucho más de lo que dimos.

Al encargado de un bar en el que se podía comer plácidamente y donde


reinaba un clima de confianza y amabilidad increíble, le preguntaron:
“¿Cómo hace usted para contratar camareros tan sonrientes, que atienden
con tanta amabilidad y servicio?”

La respuesta del encargado fue contundente: “Yo no contrato camareros...


contrato gente que sonría... y luego les enseño a atender las mesas.”

Quizás Dios piense lo mismo: “Yo no necesito expertos misioneros


sabelotodos... Necesito gente agradecida, que sonría... y luego los
capacitaré para predicar mi Palabra.”

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Capítulo 9: ¿Estar agradecido o ser agradecido? 54

Capítulo 9
¿Estar agradecido o ser
agradecido?

Un turista paseaba por el campo y encontró a un granjero. Como para


empezar una conversación con él, lo saludó y le preguntó: “¿Qué tiempo
crees que tendremos hoy, buen hombre?” Y el granjero le contestó: “El
tiempo que yo quiero.”

Al turista, le extrañó la respuesta y le dijo sonriente: “¿Y como estás tan


seguro de que hará el tiempo que tú quieres?”

Y entonces el granjero le explicó su teoría: “Lo que ocurre es que, cuando


me di cuenta de que no siempre puedo tener lo que quiero, aprendí un
gran secreto que no falla nunca... ¡Querer siempre lo que tengo!Por esto
estoy tan seguro de que hará el tiempo que yo quiera.”

Y así el humilde granjero le enseñó una gran lección al turista: aprender a


querer y a agradecer por lo que ya tenemos.

En una ocasión, Jesús sanó a diez leprosos y solo uno, extranjero, regresó
a darle gracias. Dice el evangelio de Lucas en Lc. 17,11-19: “Y sucedió que,

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Capítulo 9: ¿Estar agradecido o ser agradecido? 55

de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea,


y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos,
que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, maestro,
ten compasión de nosotros!» Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los
sacerdotes.» Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos,
viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose
rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un
samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez?
Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a
Dios sino este extranjero?» Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado.»”

En los tiempos del Nuevo Testamento la lepra era la enfermedad más


temida. Ciertos tipos de lepra matan las terminaciones nerviosas, y
eso produce la pérdida de dedos de las manos, de los pies, e incluso las
extremidades completas. En esos días, además, la lepra era vista como
un castigo; al leproso se lo obligaba a estar alejado. Y como si fuera poco,
tenían que advertir de su presencia gritando: “¡Inmundo! ¡Inmundo!”
aunque su aspecto provocaba que la gente se alejara de ellos, aunque
no lo gritaran. Sin embargo, Jesús escuchó su clamor, y les dijo: “Vayan y
preséntense a los sacerdotes”. Los leprosos entendieron el significado de
la orden. Solamente el sacerdote podía declararlos limpios.

Jesús los miró mientras se alejaban, pero solo uno de ellos, cuando vio
que estaba sanado, volvió donde estaba Jesús, glorificando a Dios y cayó
a sus pies dándole las gracias por lo que había hecho. Este hombre era un
samaritano. Hasta Jesús se sorprendió. ¿Dónde estaban los otros nueve?

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Capítulo 9: ¿Estar agradecido o ser agradecido? 56

¿Será que ese samaritano era el único que estaba agradecido de los diez?
Sinceramente, yo creo que los diez estaban agradecidos, pero no es lo
mismo estar agradecido que ser agradecido. Hay una diferencia enorme
entre estar y ser. Para decir que somos agradecidos, debemos expresar
agradecimiento o ese sentimiento se quedará escondido, sin cumplir
su función de exaltar y bendecir a Dios y a quienes nos hacen bien. ¡Por
eso yo creo que los diez estaban agradecidos y muy agradecidos! Pero
solamente uno era agradecido. Imagino a los nueve que no regresaron
corriendo a ver a sus familiares, buscando a sus amigos y contando lo que
pasó... recuperando una vida que ya creían que no tenían... volviendo con
su familia, abrazando nuevamente a sus hijos... Sinceramente, yo creo
que estaban muy agradecidos con Jesús... ¿Cuál es la diferencia, entonces,
con el que sí volvió? El que regresó era un hombre agradecido; los otros,
seguramente estaban agradecidos en ese momento, pero pronto lo
olvidarían. Muy probablemente pensaron en volver a agradecerle al Señor,
pero más tarde... Antes tenían que hacer otras cosas.

Ser agradecido no solo se manifiesta con palabras sino también con


acciones, con hechos concretos. Y desde aquellos tiempos, las cosas no
han cambiado mucho: nueve de cada diez personas no son agradecidas.

Y aunque tal vez no nos demos cuenta, pagamos un costo muy alto por esto:
para quien no es agradecido, el cielo nunca está lo suficientemente celeste;
la comida no estará tan sabrosa y la temperatura del agua al ducharse nunca
será la correcta. Pero las personas agradecidas se concentran menos en las
cosas que le faltan y más en las bendiciones que ya tienen.

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Capítulo 9: ¿Estar agradecido o ser agradecido? 57

Dice San Pablo en 1 Cor, 11,23-24: “Porque yo recibí del Señor lo que os
he transmitido: Que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó
pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: «Este es mi cuerpo que se
da por vosotros; haced esto en recuerdo mío.»”

Las palabras “entregado” y “agradecido” no suelen estar referidas a la


misma persona, en la misma frase, ¿verdad? Jesús compartió la última
Cena con los discípulos. Entre ellos, uno lo traicionaría y otro lo negaría.
Jesús lo sabía, pero, aun así, la noche en que fue traicionado... ¡dio gracias!
Cualquiera puede dar gracias a Dios cuando todo está bien, pero Jesús
nos enseña a dar gracias también en medio del dolor, del desengaño,
del sufrimiento.

La palabra “gracias” es corta. Solo tiene siete letras. Pero tiene un enorme
poder en nuestra relación con Dios y con las demás personas. Es tan
poderosa la acción de dar gracias que el samaritano que expresó gratitud
recibió una doble bendición ya que, además de sanidad, recibió la
salvación. Esto nos enseña que, cuando somos agradecidos, duplicamos
las bendiciones que recibimos.

La Palabra de Dios no nos dice que estemos agradecidos sino que


seamos agradecidos, y que demos gracias al Padre en Cristo Jesús. Toda
nuestra mente, nuestras emociones y nuestro cuerpo se benefician
cuando somos agradecidos porque aprendemos a ver y a esperar lo
bueno. A mayor oración y agradecimiento, menos ansiedad y más paz. La
gratitud inevitablemente trae paz al corazón.

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Capítulo 9: ¿Estar agradecido o ser agradecido? 58

Notemos algunos detalles del leproso que volvió a agradecerle a


Jesús. Primero, volvió glorificando en alta voz. No podía contener su
gratitud. Semejante milagro merecía una manifestación pública de
agradecimiento. Segundo, se acercó. Los diez leprosos “se pararon
a distancia” de Jesús. En cambio, el leproso sano fue el único que se
acercó a Jesús. Porque la gratitud, siempre nos acerca al Señor, y así
disfrutamos de la bendición de su presencia y su compañía. En tercer
lugar, “vino de lejos”: era un samaritano. Había una brecha enorme,
religiosa y cultural entre él y Jesús y, sin embargo, el Señor le cambió
la vida. Por eso, hoy también nosotros queremos agradecer lo que el
Señor ha hecho en nuestra vida, en voz alta. Que nuestro testimonio de
sanidad y conversión se escuche bien fuerte.

La gratitud nos ayuda a superar los momentos difíciles. Reflexionar en


las bendiciones que Dios nos ha dado es recordar todas las veces que
ha intervenido en nuestra vida, a nuestro favor. La gratitud nos ayuda a
mirar a Dios y a cambiar la queja y la amargura por un canto de gratitud
y alabanza.

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Capítulo 10: Derramando nuestra vida con gratitud al Señor 59

Capítulo 10
Derramando nuestra vida
con gratitud al Señor

Un joven solicitó un puesto gerencial en una gran empresa. Pasó la


entrevista inicial y después tuvo una reunión con el director general.

El director descubrió en su currículum que los logros académicos del joven


eran excelentes. Le preguntó: “¿Lograste obtener becas en tu escuela?”, a lo
que el joven contestó, “no”. “¿Entonces tu papá las pagaba?”, lo interrogó.

“Mi papá falleció cuando yo tenía un año; fue mi madre la que pagó”,
respondió. “¿Dónde trabajaba tu madre?”, quiso saber el director. “Mi madre
era lavandera”.

El director pidió al joven que le mostrara sus manos. El joven mostró un par
de manos perfectamente suaves y lisas. “¿Alguna vez ayudaste a tu madre a
lavar la ropa?”, agregó. “Jamás; mi madre siempre prefirió que yo estudiara y
leyera. Además, ella lava la ropa más rápido que yo.”

Entonces, el director le dijo: “Te tengo un encargo: cuando vayas hoy a casa,
limpia las manos de tu madre y ven a verme mañana”.

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Capítulo 10: Derramando nuestra vida con gratitud al Señor 60

El joven sentía que tenía gran oportunidad de obtener el empleo. Cuando


volvió a casa, le pidió a su madre que le dejara limpiar sus manos. Su
madre se extrañó. Le dio gusto, pero con sentimientos encontrados mostró
sus manos a su hijo.

Lentamente, el joven limpió las manos de su madre. Las lágrimas bañaron


su rostro mientras lo hacía. Era la primera vez que notaba que las manos
de su madre estaban muy arrugadas y llenas de moretones. Algunos le
dolían tanto, que su madre hacía gestos de dolor cuando él los tocaba.

Esa fue la primera vez que el joven se dio cuenta de que esas manos
lavaron ropa diariamente para que él pudiera ir a la escuela. Las heridas
fueron el precio que ella pagó por la educación y el futuro de su hijo.

Al terminar de lavar las manos, el joven silenciosamente lavó el resto de la


ropa de su madre.

Esa noche, madre e hijo hablaron por un largo rato.

A la mañana siguiente, el joven se presentó en la oficina del director.

El director notó las lágrimas en los ojos del joven cuando le preguntó:
“¿Podrías decirme qué aprendiste ayer en tu casa?”

El joven contestó: “Limpié las manos de mi mamá y también terminé de


lavar la ropa por ella. Ahora ya sé lo que es la gratitud. Sin mi madre, no

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Capítulo 10: Derramando nuestra vida con gratitud al Señor 61

sería el hombre que ahora soy. Al ayudarla, aprendí lo difícil y duro que es
tener tus propios logros. Y ahora aprecio la importancia y valor de ayudar
a la familia.”

El director le dijo: “Esto es lo que busco en un gerente. Quiero reclutar a


una persona que valore la ayuda de otros, una persona que conozca el
sufrimiento de los demás para lograr las cosas y que el dinero no sea el
único valor en su vida. Quedas contratado.”

En este último capítulo, quiero que meditemos juntos una escena que se
describe en el evangelio de Jn. 12, 1-8.

Este relato también lo encontraremos en el evangelio de Mateo y en el de


Marcos: “Seis días antes de la Pascua, Jesús se fue a Betania, donde estaba
Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos. Le dieron
allí una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a
la mesa. Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro,
muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa
se llenó del olor del perfume. Dice Judas Iscariote, uno de los discípulos,
el que lo había de entregar: «¿Por qué no se ha vendido este perfume
por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?» Pero no decía esto
porque le preocuparan los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía la
bolsa, se llevaba lo que echaban en ella. Jesús dijo: «Déjala, que lo guarde
para el día de mi sepultura»”.

Quiero invitarlos a que, con la imaginación, nos traslademos a Betania,


donde a Jesús le gustaba mucho ir; allí tenía amigos y se sentía muy

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Capítulo 10: Derramando nuestra vida con gratitud al Señor 62

cómodo. Faltaban sólo 6 días para que fuese crucificado y sus amigos de
Betania, que obviamente no sabían este detalle, decidieron agasajarlo con
una cena en su honor.

Imaginen la escena... Marta servía, como de costumbre; Lázaro, el


resucitado, estaba en la mesa con Jesús. Simón, el que había sido leproso,
ofreció su casa; los discípulos acompañaban al maestro... Pero nos falta en
la escena María, la hermana de Lázaro... ¿Dónde estaba María?

..Ella estaba buscando un perfume muy costoso para expresar su gratitud


y derramarlo sobre el Señor a fin de preparar su cuerpo para la sepultura.
Este acto de adoración fue tan trascendente que Jesús mismo la alabó
y afirmó que en todo lugar donde se predicase el Evangelio en todo el
mundo se hablaría de lo que ella hizo.

En primer lugar, María dio algo de mucho valor: Ella tenía un perfume de
mucho precio. Era tan valioso que podría considerarse un tesoro en esa
sociedad: era el salario de un trabajador en todo un año...

Déjame preguntarte: ¿Cuál es tu perfume? Para algunos serán sus


posiciones materiales, para otros su personalidad, sus capacidades; para
otros quizás sus logros. En fin, podríamos decir que la vida misma de cada
uno es nuestro “perfume de gran precio”. Todo aquello que nos da valor
es nuestro perfume. Sin embargo, cuando María conoció al Señor se dio
cuenta de que había algo de mucho más valor que su propia vida. Ella vio
a Jesús, experimentó su amor, sus palabras de fe y de esperanza; vio sus
obras, su poder y se dio cuenta de que, si guardaba para sí su vida, se le

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Capítulo 10: Derramando nuestra vida con gratitud al Señor 63

iría de sus manos, y la terminaría perdiendo… Seguramente le había oído


decir al Señor: ... “porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y
todo el que pierda su vida por mí, la hallará”.

Así que ella fue y tomó su perfume –su vida– y la derramó sobre el Señor.

No reservó nada para sí misma; comprendió que sólo de esa forma su vida
tendría sentido y verdadero valor.

Tomó el perfume y lo derramó todo... No pensaba guardarlo para otro uso.

Al entregarnos al Señor, también tenemos que derramar todo lo que


somos y tenemos, para poder reconocerlo como el centro de nuestra vida...
Necesitamos darnos cuenta de que la mejor decisión es derramarnos sobre
quien tiene realmente valor.

Ungió los pies del Señor, y los secó con sus cabellos: En aquel tiempo,
la honra y el honor de una mujer estaba en su cabello. María se humilló
haciendo que lo más digno de ella se transforme en una toalla para los pies
del Señor. Lavó sus pies, algo muy necesario en esa época y que sólo los
siervos de más baja condición hacían. Si Jesús, siendo el Rey, se hizo siervo
por amor, ¡cómo no rendir nosotros nuestra vida a sus pies!

Se anticipó: Ella lo hizo antes que nadie. Cuando otras mujeres fueron a
ungir al Señor luego de su muerte, él ya había resucitado; era tarde.

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Capítulo 10: Derramando nuestra vida con gratitud al Señor 64

Del mismo modo, nos puede pasar que tengamos nuestra vida guardada,
esperando el momento oportuno para entregarla a Dios. A muchos les
pasa, que quieren esperar un tiempo más; sin embargo, actuando de este
modo, sólo estamos dejando claro que aún no hemos comprendido la
riqueza que hay en el Señor.

Y, por supuesto, recibió críticas: Mientras el olor a perfume llenaba toda


la casa y el amor y la gratitud se expresaban en María, comenzaron las
críticas. Empezó Judas, luego se contagiaron los discípulos. Lo consideraron
“un desperdicio”. Probablemente también, muchos consideren tu vida
como un desperdicio si la derramas ante el Señor. Dirán que, por seguir a
Jesús, dejas buenas oportunidades económicas, de desarrollo personal...
Te dirán que desperdicias tu tiempo en la Iglesia y en las cosas del Señor.
Pero... el Señor mismo saldrá en tu defensa, como defendió a María ...

La casa se llenó del olor del perfume: En pocos minutos todo olía al
perfume; era inevitable, ese aroma no podía pasar desapercibido.
Asimismo, los que seguimos al Señor llevamos su aroma a todo lugar. Dice
San Pablo que nosotros somos para Dios el buen aroma de Cristo.

Por eso, al llegar al final de este libro, déjame preguntarte: ¿Vas a derramar
tu vida con gratitud sobre el Señor o la guardarás para ti?

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