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Hacia un enfoque psicosocial crítico

de la violencia escolar. Aportes desde


un estudio con estudiantes de la
ciudad de Córdoba, Argentina*
A psychosocial critical approach of violence in schools Contributions
of a study with students from the city of Córdoba, Argentina
Recibido: 5 de noviembre de 2014 | Aceptado: 31 de junio de 2015

Horacio Luis Paulín **


Universidad Nacional de Córdoba, Argentina

Resumen
En esta comunicación se replantea el problema de la violencia escolar, rea-
lizando una lectura crítica del enfoque del maltrato escolar (bullying). Se
propone un enfoque psicosocial crítico interaccionista desde una línea de
investigación cualitativa centrada en la reconstrucción y comprensión de
la perspectiva de los jóvenes y educadores sobre los conflictos en la convi-
vencia en escuelas secundarias de Argentina. A modo de recorte empírico
se analizan los enfrentamientos físicos (peleas) entre estudiantes, mostran-
do que los mismos emergen en situaciones definidas por sus participantes
como afrentas profundas a su identidad y que pueden comprenderse como
conflictos por el reconocimiento. Por último, se plantean consideraciones
sobre la intervención psicosocial mediante estrategias participativas con
jóvenes y educadores que favorezcan la deconstrucción de los argumentos
doi : 10.11144/Javeriana.upsy14-5.aepc justificatorios de la violencia.
Palabras clave
Para citar este artículo: Paulín, H. L. (2015). Hacia psicología crítica; violencias; conflictos; jóvenes; educación
un enfoque psicosocial crítico de la violencia esco-
lar. Aportes desde un estudio con estudiantes de la Abstract
ciudad de Córdoba, Argentina. Universitas Psycho- This paper presents the problem of school violence through a critical reading
logica, 14(5), 1751-1762. http//: dx.doi.org/10.11144/ that allows rethinking the approach to school bullying. It proposes a critical
Javeriana.upsy14-5.aepc psychosocial interactionist approach from a qualitative perspective focused
on the reconstruction and understanding of the conflicts in coexistence
*
Este trabajo contó con el apoyo financiero a Proyec- in secondary schools in Argentina from the perspective of young people
tos I+D de la Secretaría de Ciencia y Técnica de la and educators. It focus the analysis on physical confrontations (“fights”)
Universidad Nacional de Córdoba. Proyecto “So- between students, which emerge in defined situations by the participants,
ciabilidades juveniles y lógicas de reconocimiento
and are defined as deep affronts to their identity and can be understood as
en la escuela 2012-2013”.
recognition conflicts. Finally, it presents considerations around psychosocial
**
Profesor Adjunto, Psicología Social. Director
intervention through participatory strategies with young people and educa-
de Proyecto de Investigación. Núcleo de Estu-
dios Psicosociales y Comunitarios. Facultad de tors to promote the deconstruction of the arguments that justify violence.
Psicología. Correo electrónico: hlpaulin@gmail. Keywords
com critical psychology; violence; conflict; youth; education

Univ. Psychol. Bogotá, Colombia V. 14 No. 5 PP. 1751-1762 ed. especial 2015 ISSN 1657-9267 1751
H oracio L uis P aulín

Un enfoque psicosocial crítico de quema de dominio-sumisión que reemplaza o evita


las violencias en las escuelas el desarrollo de relaciones de amistad o fraterni-
dad más igualitarias entre niños, niñas y jóvenes.
El problema social de la violencia escolar, asociado a Este modelo de relación de dominación –producto
las categorías de maltrato escolar y bullying (Olweus, del aprendizaje en experiencias de socialización
1998; Ortega 1998), expresiones de incivilidad e familiar y entre pares– puede surgir como patrón
indisciplina (Debarbieux, 1996) ya lleva más de de interacción de tipo lúdico que luego se flexi-
40 años de investigación en ciencias sociales. En la biliza a través de las prácticas de negociación y
década de los años 70 del siglo XX, se inicia en los construcción de reglas de participación social
países nórdicos la investigación sobre el maltrato mediadas por el lenguaje (Ortega, 1998). En esta
entre alumnos. El término bullying, a veces tradu- forma de explicación, se observa una atención
cido como matonaje, acoso, intimidación, hostiga- específica a modos de emergencia de la agresión
miento o patoterismo, que refiere a la existencia de entre niños/as y adolescentes desde una supuesta
un desequilibrio de fuerzas, a modo de una relación evolución “natural” que devendría en reglas y
de poder asimétrico donde uno o varios alumnos convenciones morales apropiadas a la negociación
están expuestos a acciones negativas por parte de y al diálogo que se desvía en algún momento por
otros y se encuentran con dificultades para defen- efecto de la agresión injustificada.
derse, siendo configurada una situación duradera En esta última presunción, se observa una mira-
de acoso y humillación con presencia de violencia da normativa y homogeneizante de las relaciones so-
verbal y física (Olweus, 1998). A finales de la década ciales. En cambio, si asumimos que la diversidad de
de los 80 y principios de los 90 del siglo pasado, el posiciones sociales y referencias culturales indican
fenómeno denominado violencia escolar empezó a diferentes valoraciones al diálogo, a las emociones y
tener una mayor atención en las investigaciones en el ejercicio de la fuerza, podemos comprender como
varios países, tanto en aquellos que primero insti- la agresión adquiere significados y usos situados en
tucionalizaron líneas y programas de investigación, las relaciones de diferentes infancias y juventudes
de corte nacional y con un perfil epidemiológico (García & Madriaza, 2005). En contextos de diver-
del problema como Francia, Alemania, Inglaterra, sidad social, las capacidades de negociación y de
Estados Unidos y España (Debarbieux, 1996) y en diálogo para resolver conflictos no pueden suponer-
países como Brasil (Abramovay, 2003) y Argentina se normativamente como punto de partida en niños
(Míguez, 2008). Este enfoque de investigación ha y adolescentes en sus relaciones escolares, sino que
permitido llamar la atención sobre el problema de es más productivo preguntarse cómo es posible que
la victimización y el maltrato escolar entre pares y arriben a internalizar dichas capacidades y cuándo
la acumulación de informes sobre la prevalencia e las ponen en juego.
incidencia de esta forma de violencia ha conducido Además, el esquema dominio-sumisión centra-
a la generación de políticas y programas de preven- do en el conocido triángulo agresor/víctima/espec-
ción según los distintos países. tador –desde el cual se entiende la agresión como
producto de características personales de los impli-
Una lectura crítica de la violencia cados en una situación– resulta reductivo al pensar
escolar en tanto bullying el fenómeno solo desde un esquema interpersonal,
ya que queda invisibilizado que las relaciones de po-
La teoría del maltrato escolar se ha centrado en der, dominación y violencia se insertan en prácticas
algunos aspectos psicológicos que explican la culturales y dispositivos institucionales y relaciones
utilización de la violencia para la imposición de intergrupales que las sostienen (García & Madriaza,
un orden jerárquico en las relaciones de iguales o 2005; Revilla Castro, 2003). Incluso, se ha observa-
pares. La hipótesis central del enfoque de bullying do que las llamadas “víctimas” pueden, bajo ciertas
es que el maltrato escolar se relaciona con un es- circunstancias, apelar a violencias diversas de modo

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defensivo y volverse “victimarios”, con lo cual el se oculta la dimensión política de la misma; es decir,
esquema de roles original debe ser revisado (Crick se opera un efecto de despolitización del fenómeno
& Grotpeter, 1996; Zimmer-Gembeck, Geiger, & al sustraerlo de las relaciones de poder. Pero tam-
Crick, 2005). bién, la agresión concebida en términos de conducta
Por otra parte, desde este enfoque, se han desa- socialmente desviada1 se la atribuye a grupos sociales
rrollado numerosos estudios sobre la incidencia del considerados disfuncionales, sin plantear las ac-
fenómeno con el propósito de medir rigurosamente ciones violentas del poder institucionalizado sobre
la frecuencia de aparición del maltrato escolar en dichos grupos (Domènech & Íñiguez 2002). En el
distintas edades de acuerdo al sexo y otras variables mismo sentido, coincido con Fernández Villanueva
consideradas, algunas autoras han insistido en la (2007) en que el enfoque teórico hegemónico de la
necesidad de “acercarse al fenómeno desde la propia violencia en la psicología social restringe la misma
mentalidad y experiencia infantil y juvenil” (Ortega al concepto de agresión, primando una lectura in-
Ruiz, Del Rey, & Mora-Merchán, 2001, p. 101). La dividualista del fenómeno al reducir los procesos de
búsqueda de conexiones entre aspectos simbólicos interacción al mero estar con otros. Además, no se
y prácticas situadas en contextos culturales para reconoce que tanto la agresión como la violencia
comprender la emergencia de acciones significadas son conceptos sociomorales y evaluativos porque
intersubjetivamente como violentas o solidarias aluden a diferentes realidades según quien realice
es parte de cierta revisión de la teoría del bullying. su definición.
Como expresa Ortega:
[La agresión y la violencia] se nutren de contenidos
“es el mecanismo de elaboración de significado el dependientes de criterios morales y valores sociales.
que crea el sesgo cognitivo-moral que justifica el Los significados de lo que es violencia emergen en
comportamiento injustificable de someter a domi- momentos concretos, puntuales, en función de lo
nio y sumisión a los que, por ser iguales en libertad que los individuos sufren o de la captación social de
y dignidad, deberían ser tratados con respeto y tole- su sufrimiento. (Fernández Villanueva, 2007, p. 164)
rancia”. (2002, pp. 108-109)
Hacia un enfoque psicosocial relacional
Sin embargo, la teoría no aborda los procesos de y dinámico de la violencia en la escuela
elaboración del significado social del maltrato. Esto
sucede porque subyace como supuesto normativo En primer lugar cabe replantear, desde perspecti-
un desarrollo psicológico y sociogrupal progresivo vas críticas e interaccionistas en psicología social
de las relaciones entre los sujetos que debería arri- (Domènech & Íñiguez, 2002; Fernández Villanue-
bar a relaciones de reciprocidad y aceptación de va, 2007) el papel de la violencia en los conflictos
diferencias. En la perspectiva del bullying, aún en humanos, la cual es considerada, antes que una
las formulaciones más recientes, consideramos que mera conducta, toda una construcción social. Por
persiste un análisis psicológico que no esclarece por ello entendemos por violencia “una relación social
qué el maltrato es justificado y ejercido, aunque en que individuos, grupos o instituciones –por se-
pueda reconocer la influencia de la cultura en las parado o simultáneamente– actúan contra seres
redes de iguales (Ortega, 2002; Ortega, del Rey, &
Paz, 2012).
El tercer aspecto cuestionable de la teoría del 1 Todas estas proposiciones son parte de lo que Domènech e Íñiguez
acoso escolar es la consideración de la naturaleza (2002) llaman la mirada de la psicología social convencional sobre
la agresión integrada por las teorías instintivistas, ambientales, de
de la agresión. Desde la psicología social crítica, se la frustración-agresión y del aprendizaje social. La crítica central
asume que en la visión clásica de las teorías psico- es que desvinculan al comportamiento agresivo del manten-
sociales, la atención se centra en la agresión como imiento del orden social y que operan como dispositivo ideológico,
preservando el statu quo, al ocultar las violencias ejercidas sobre
problema individual desde una personalidad agresiva y los grupos y los sujetos por el poder institucional y político.

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humanos, otros seres vivos y/o contra la Naturaleza • El sentido o función social que tiene la violen-
impidiendo su despliegue en plenitud” (Duarte, cia se indica, de algún modo, en las justificaciones
2005, p. 5). Lo característico es la reducción del que pueden dar aquellos que la ejercen2. La vio-
sujeto a objeto a modo de proceso rectificador que lencia es intencional porque busca conseguir algo
niega su condición subjetiva, volviéndolo depen- a través de la acción agresiva, que puede conside-
diente y privado de autonomía. rarse estratégica para alcanzar ciertos objetivos. El
Además, como concepto evaluativo y socio- objetivo más básico es poder sostener la identidad
moral, la violencia alude a una definición diferente social del sujeto, es decir sus versiones de respuesta
según quien la ejerza, sufra, o presencie desde sus a la pregunta ¿quién soy yo? Que se ven amenazadas
referencias culturales y sociales. ante la presencia del otro. Lo que se obtiene es “la
sensación de dominio, la apropiación de valor per-
La violencia no es un acto impulsivo, mecánico, se sonal del agresor por el hecho de ejercer el dominio
ejerce siempre contra un otro y el efecto recae en el que conllevan los actos de agresión contra el otro
propio sujeto (…). Necesita un destinatario, un ser –la víctima–” (Fernández Villanueva, 2007, p. 166).
humano o humanizado, un ser que se sabe sufrien- • Los aspectos justificatorios constituyen los
te, con capacidad de sentir daño físico o social. Es sentidos de la violencia que tienen una subdimen-
el proceso interactivo por excelencia. La violencia, sión simbólica y otra imaginaria. La violencia necesi-
materializada en actos concretos de agresión, es ta de una cobertura simbólica que a nivel subjetivo
siempre una cuestión interpersonal, relacional, que se expresa en las justificaciones o argumentos como
se enmarca en una interacción previa ente los ac- sentido fundante proporcionado por la identidad
tores y determina su interacción futura. Los actos social. Las redes simbólicas más complejas como
de violencia son estrategias para la construcción de las ideologías, a veces cristalizadas en representa-
presencia social de los agresores y de reducción de ciones sociales, colaboran en la justificación de los
importancia de las víctimas. (Fernández Villanueva, actos de agresión. La evaluación de los otros como
2007, p. 165) merecedores de la violencia se concreta desde un
conjunto de valores ideológicos como el autorita-
Este enfoque relacional y dinámico de la violen- rismo, el nacionalismo o el racismo. La subdimen-
cia opera desde las siguientes dimensiones: sión imaginaria de la violencia revela el aspecto de
• El carácter procesual definido como progre- las significaciones como modo de conocimiento
so de la violencia que va desde hechos más leves encarnado en vínculos e identificaciones cargadas
a más graves, hasta constituir climas de violencia de afectividad y motivación para la acción social
más complejos. Además de la noción de escalada (Fernández Villanueva, 2007).
violenta, desde episodios leves a de mayor gravedad, • La consideración de diferentes violencias con
pueden darse secuencias recursivas que se consumen respecto a los malos tratos y la discriminación en
en violencias naturalizadas y que no suponen un sus diferentes formas nos lleva a reconsiderar en
crecimiento de la violencia. este enfoque ambos conceptos desde la óptica del
• Los antecedentes y las consecuencias, desde reconocimiento.
una mirada histórica, permiten analizar que las
agresiones son actos constitutivos de amenazas de Desde una perspectiva interaccionista la dis-
nuevas agresiones y como tal generan efectos en criminación constituye un modo de intercambio
la interacción social de los grupos o personas con desigual entre personas y grupos (Giménez, 2007).
otros grupos o personas en el futuro. Entonces, se
producen daños sociales al constituirse en amena-
zas explícitas a la vida de las personas victimizadas 2 Este aspecto es capital porque en este enfoque se renuncia a la
y a sus cercanos, sobre todo, si son actos impunes o tesis de las personalidades agresivas ya que se asume que ciertos
rasgos psicológicos no son desencadenantes de la agresión por sí
naturalizados por otros actores sociales. solos.

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En la discriminación social, étnica y sexogenérica masini, 2008), hemos subrayado la importancia


operan reconocimientos evaluativos entre acto- de comprender las relaciones intersubjetivas de
res sociales que ocupan posiciones dominantes y los adolescentes y jóvenes en la escuela como un
dominadas en el espacio social. Los que ocupan mundo juvenil que refleja una subjetividad no
posiciones de dominación imponen definiciones escolar (Dubet & Martuccelli, 1998). El poner en
sobrevaluadas de sí mismos según la dimensión interrogación cómo se procesan estas relaciones de
identitaria puesta en disputa (social, étnica, se- encuentro y desencuentro en las escuelas, ha sido
xual, de género), y atribuyen desde un diferencial el punto de partida de indagaciones cualitativas en
de poder identidades devaluadas que estigmatizan diferentes estudios de caso único y en diseños de
a los dominados. En la tradición de los estudios del casos múltiples en distintas escuelas secundarias de
interaccionismo simbólico sobre el prejuicio racial la ciudad de Córdoba (Argentina). Como objetivos
y en las proposiciones de Goffman (2006), sobre generales nos propusimos conocer cuáles son los
la construcción de las diversas formas del estigma incidentes críticos para los actores en las relaciones
social que nacen y se expresan en un lenguaje de de sociabilidad juvenil, así como los sentidos coti-
sentido común que lo justifican, están las bases de dianos de interpretación y acción en los conflictos
una visión psicosocial promisoria para analizar un por parte de los jóvenes y educadores de contextos
“tipo particular de conflictos llamados conflictos socioeducativos diversos.
de reconocimiento, analíticamente distintos de los Desde un enfoque psicosocial, abordamos este
conflictos de interés y de los ideológicos” (Giménez, problema de investigación como un proceso social
2007, p.38). complejo, en el que si bien participan distintos ni-
En un sentido convergente, la reconceptua- veles de análisis nos centramos en las relaciones de
lización que realiza Honneth (2010) de la teoría sociabilidad entre los estudiantes que se despliegan
hegeliana del reconocimiento, nos proporciona un como conjunto de prácticas y significaciones para
esquema de análisis integral que destaca las formas convivir, constituidas por relaciones dotadas de
de maltrato y menosprecio social. La humillación y conflictividades diversas (Weiss, 2009). Las inves-
el maltrato físico como contracaras del amor co- tigaciones sobre la violencia en la escuela muchas
mo primer nivel de reconocimiento. La privación veces han descuidado la indagación de vínculos
de derechos y la exclusión social como opuestas al de encuentro solidarios entre los estudiantes en
reconocimiento recíproco (respeto) que permite el sentido de prácticas relacionales orientadas a
considerar al otro titular de derechos. El tercer atravesar la adolescencia como recorridos vitales
tipo de menosprecio es la devaluación valorativa en compañía de otros significativos. Al conside-
de formas de estilos de vida o formas del vivir. La rar a los sujetos jóvenes desplegando sus sociabi-
discriminación involucra estereotipos superiores lidades con ciertas capacidades de reflexividad y
del vivir frente a otros considerados inferiores. Su regulación de sus conflictos –y no solo como vic-
contracara es el reconocimiento recíproco como timarios y/o víctimas de diferentes violencias–, se
solidaridad y aceptación de formas de vida desarro- modifica substancialmente el foco de atención de
lladas individualmente (Honneth, 2010). esta problemática. Asimismo, como parte de un
posicionamiento ético-político orientado hacia la
Estrategia teórico-metodológica transformación de las relaciones de dominación y
violencia, concebimos la labor investigativa como
En la línea de investigación “Sociabilidades ju- articulada con acciones de intervención psicoso-
veniles y conflictos en la escuela”3 (Paulín & To-

principalmente en los desarrollos de mi tesis doctoral “Conflictos


3 Si bien hago referencia a los proyectos de investigación “Escuela en la sociabilidad entre jóvenes. Un estudio psicosocial de las
media, sujetos y conflictos” y “Sociabilidades juveniles y lógicas perspectivas de estudiantes y educadores de escuelas secundarias”
de reconocimiento en la escuela” en esta comunicación me baso (Paulín, 2013).

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cial que buscan favorecer la subjetivación de los Dinámica de los conflictos y violencias
actores que habitan las escuelas. Por ello, desde la situacionales en la escuela
extensión universitaria, hemos contribuido en la
promoción de la convivencia y el abordaje de las En cuanto a las dinámicas de los conflictos afron-
violencias con distintos actores educativos (Paulín, tados mediante ciertas agresiones físicas, hemos
2014; Paulín, Tomasini, D’Aloisio, López, Rodigou, sintetizado en la Figura 1 el carácter procesual de
& García, 2011). estas violencias atendiendo a antecedentes, conse-
La estrategia metodológica consiste en inser- cuencias y ciertos sentidos justificativos que los jó-
tarse en la observación participante de la vida venes les dan a sus intenciones. De hecho, más que
cotidiana escolar para conocer y compartir pro- episodios aislados que impactan en la observación
cesos, significados y emociones implicados en las de agresiones físicas y verbales, las violencias están
relaciones de convivencia. Además, cultivamos entramadas en relaciones de cierta historia previa
una disposición a la escucha en la estadía con los para los estudiantes. Pueden derivar de las relacio-
participantes a través de espacios conversaciona- nes de sociabilidad amistosa o amorosas producto
les como el grupo de discusión y la entrevista. En de infidencias, traiciones, sentimientos de celos y
términos del análisis de datos, optamos por una envidias, según señalan los jóvenes entrevistados.
alternancia dialéctica entre el trabajo analítico También refieren que un conjunto de situaciones
conceptual y el trabajo de campo para construir de “discriminación” sufridas y ejercidas4 y las ofen-
comprensiones e interpretaciones relativas a los sas al honor familiar o a las madres (sospechando
escenarios involucrados (Vasilachis, 2007), desde de su moral sexual) operan como antecedentes
la estrategia de la teoría fundamentada (Strauss & potenciales de los conflictos a resolverse por la vía
Corbin, 1992). de la violencia.
El trabajo de campo realizado en distintas es- Estos episodios cotidianos se construyen en
cuelas de la ciudad de Córdoba entre los años 2009 un contexto naturalizado de nominaciones de
y 2012, nos permitió aproximarnos a la presencia los jóvenes como sujetos desvalorizados en algún
de conflictividades cotidianas, centrados en torno sentido: social, sexual y de género. En una lectura
a la disputa por la respetabilidad de sujetos jóvenes de proceso, operan a modo de desencadenantes los
de clases populares y medias altas en sus identida- juegos de lenguaje, miradas y posturas intimidantes
des sociales, culturales y de género (Paulín, 2014; para que estas conflictividades se resuelvan me-
Paulín & Tomasini, 2008). En estos estudios, he- diante las violencias físicas (ya sea en las peleas o
mos podido observar situaciones lúdicas que osci- en las agresiones unilaterales). Podemos reconocer
lan en límites borrosos con esquemas asimétricos el papel que desempeñan aquí ciertos modos de
de dominio-sumisión cristalizados, al estilo de las comunicación, miradas, gestos y posturas asumidas
descripciones de las teorías del hostigamiento y del por los y las jóvenes frente a los otros construidos
bullying (Ortega, 2002). Sin dejar de advertir que como posibles adversarios. Hemos incluido las po-
hay configuraciones de carácter más continuado sibles vías de afrontar estos conflictos por parte de
de la violencia de unos sobre otros, hemos intenta-
do ampliar el campo de comprensión hacia otras
formas recurrentes de violencia que emergen en 4 Entre las categorías usadas para clasificarse entre sí
el trabajo de campo. Nos referimos a los juegos de sobresalen prejuicios racializados: la “gente negra”,
miradas, las posturas intimidantes y las peleas, en “negro de piel”, “negro de alma”, “negro de mierda”
tanto enfrentamientos menos asimétricos que los y prejuicios homofóbicos: los “maricones”. Estas
del bullying y donde se disputa el reconocimiento categorías ubican a la mismidad y a la alteridad en
una red simbólica que asume un esquema bipolar de
entre los estudiantes desde componentes ima-
confrontación con los contrarios: los “normales”, los
ginarios y simbólicos para justificar el uso de la “machos”, los “gringos” y la “gente cheta” (con acceso
violencia (Paulín, 2010). económico).

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los estudiantes que muestran que la dinámica no con aquel o aquellos que generen incertidumbre,
se reduce a víctimas y victimarios. En ese sentido, se procura controlar la situación “haciéndose” (y
evitar los enfrentamientos, dialogar, encarar (que mostrándose) de determinada manera, como “cho-
refiere a confrontar verbalmente a alguien de for- ros” o “malos”.
ma de que cese en su ofensa aunque sin llegar a la Podemos comprender estas posturas como tra-
agresión) e “invitar” a pelear, son acciones posibles bajos de rostro, destinados a la definición de las
que no siempre concluyen en agresiones. situaciones sociales, preservando un lugar seguro
Con respecto a las posturas asumidas, los jóve- para el actor que procura cierta afirmación de sí
nes relatan que “hacerse el choro”5, es alguien que mismo ante los demás (Goffman, 1970). Pero nada
“se hace ver mucho, se hace el malo”, mostrando está asegurado de antemano y en cada encuentro
su capacidad de fuerza al caminar y hablar. El tér- se pueden reactualizar estos desafíos.
mino “hacerse” da cuenta de un intento subjetivo
de construcción de una posición frente a otros, “Coordinador. ¿Hacerse el choro qué sería? Venir
una “presentación personal” que busca obtener un a buscar problemas. Que vengan y te molesten. Sa-
modo de ser tratado con respeto. En el encuentro biendo que te va a molestar. Venir a buscarte pelea...”
(Grupo de discusión, varones, escuela privada).

5 Expresión coloquial en Córdoba, Argentina. El término choro


tiene dos etimologías, por un lado proviene del caló, lengua La interpretación de las intenciones de “hacer-
gitana, “choró” que quiere decir ‘ratero’, ‘ladrón’ y por otro, del se el choro” dependerá de cómo se posicione cada
quechua “churú” que quiere decir ‘persona audaz y atrevida’,
con lo que podemos suponer que su uso oscila entre una y otra
actor en las situaciones concretas. Si alguien “se
acepción (Diccionario de la Real Academia Española, 2001). hace el choro” con uno, es justificable “encararlo”

Figura 1. Dinámica de los conflictos y violencias situacionales.


Fuente: elaboración propia.

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primero y luego pelear con él, dicen los estudiantes. En la práctica de “hacerse el choro” se alude a
Pero el mismo sujeto puede querer “hacerse el un doble sentido de amenaza intimidante y como
choro” para imponer respeto ante los demás que forma de “hacerse respetar” ante alguien que mo-
supone más débiles (que son “menos”, que “están lesta insistentemente o que busca imponerse.
donados”6) porque se revela un placer en la po-
sibilidad de ejercer el dominio sobre el otro y un Él en otro colegio era chiquitito y ahora es gigante
enaltecimiento personal al ser adulado por el grupo en comparación nuestra, por eso se hace el choro
de amigos7. ahora. Viene y te amenaza, y qué le vas a decir si te
caga a bifes.
- Ese chico no sé qué se quiere hacer... ta bien es ver- Coordinador. ¿Hacerse el choro y hacerse respetar
dad, ta bien sos grande, pero se quiere hacer el más tiene que ver con lo mismo o hay una diferencia?
entre todos... me parece que se quiere hacer el choro. Para hacerte respetar tenés que hacerte el choro.
- Coordinador. Cuando decís que se quiere hacer el No es lo mismo, pero para hacerte respetar tenés
choro ¿qué querés decir?, ¿qué se quiere qué? que hacerte el choro.
- El dueño. (Grupo de discusión, varones, escuela estatal)
- El malo. Se hace el malo. Le decís “ah” y hace todo
para pelear. Se quiere hacer ver enfrente de todos, En este grupo de jóvenes “hacerse el choro” es
que él es... Sí, es así él... porque no sé…se hace ver. también una construcción de fachada que busca
No me gusta como es. amedrentar al otro para que retroceda en sus burlas
(Grupo de discusión, varones, escuela estatal) o acepte su superioridad como hombre. Asimismo,
reconocen que muchas veces no se necesita pasar
El comportamiento del otro no conocido es in- al enfrentamiento físico para “quedar respetado” de-
terpretado como una señal de peligro en torno a lo bido al efecto de amedrentamiento que se consigue
que pueda realizar: “―…porque no sé…se hace ver. con la fachada de “malo” y “choro” que construyen.
No me gusta como es”. Incertidumbre que debe ser Por otro lado, las estudiantes de sectores popu-
resuelta ya que el que adopta la pose de “hacerse el lares dicen que también reaccionan ante las que “se
choro” marca una amenaza potencial en un contex- hacen las choras”. En la siguiente conversación se
alude a sentidos del respeto que traducen relacio-
to de violencias ejercidas y sufridas: “que te quiera
nes de fuerza y poder, connotando jerarquías en los
tomar de perro” o “que te quiera tomar de siervo”.
grupos. Cuando dichos sentidos de respeto aparecen
Es decir, que unos se vean sometidos al poder y
asociados a la imposición del mismo (“llevarte por
superioridad de otros en un contexto de miedos
delante”) habilitan la opción de la pelea.
sociales que favorecen significaciones imaginarias
de las alteridades como peligrosas. Pero a su vez,
Camila. Cada uno se hace respetar, y hay gente que
los jóvenes tienen claro que son ensayos de coraje
sabe cómo son los otros y saben en lo que andan los
en relación con otros, fachadas (Goffman, 1970)
otros, entonces saben que de una forma u otra lo van
construidas en el marco de un escenario donde las
a tener que respetar.
relaciones intersubjetivas son claves para confirmar
Coordinador. ¿Y por qué esto de querer hacerse
si es cierta o no la capacidad de ejercer un supuesto
respetar?
dominio sobre los demás.
Camila. Y porque si no, te quieren llevar por delante.
Marcos. Y vos no te vas a dejar llevar por delante.
6 Alguien que está indefenso, sin protección. También se dice que Coordinador. Es lo que estábamos hablando, a ver...
“está regalado”, “está donado”.
7 Algunos estudiantes explican que estos actúan así porque “les ¿cuándo se logra el respeto entre ustedes?
gusta hacer daño” o “hacer maldades”. En estas expresiones la Marcos. Cuando te conoces bien.
búsqueda de motivos o razones para comprender la violencia se
centra en una atribución de la maldad naturalizada en la persona
Fernando. Y si no como decía ella, cuando se largan
que hace daño por placer. a pelear...

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Coordinador. O sea que habría dos formas de lograr vesada por la asunción de ciertos roles de género
el respeto… hegemónicos tanto en mujeres como a varones.
Camila. Y sí… si vos buscas el respeto, o sea vos En estas justificaciones, el “hacerse respetar” es
cuando querés caerle bien a una persona, pero si ya un sentido central expresado en una construcción
la persona de un momento no te traga, vos de una de subjetividad. Mediante el ejercicio de la fuerza y
forma u otra tenés que hacerte respetar… Si te quiere la corporalidad agresiva, se busca prevenir la domi-
llevar por delante, la última opción es la pelea, y nación y el posible abuso que los otros encarnarían,
hacerte respetar de esa forma. negando el valor de su existencia o los “ataques”
(Grupo de discusión, mixto escuela estatal) a su identidad social a partir de la diferencia so-
cioeconómica y la distinción cultural, que otros
‘Hacerse respetar’ también está justificado pa- hacen sentir con el despliegue de su ostentación.
ra algunas chicas cuando sienten muy ofensivo Aquí puede estar operando un temor a la otredad,
que otra compañera les provoque envidia. Las construido en una historia previa de vulneración y
“humientas”8 y “las que se hacen las lindas” provo- maltratos padecidos en las esferas vinculares más
can celos y envidia por una ostentación de superio- íntimas y en la estigmatización social que sobre
ridad, lo que es sancionado por otras mujeres con ciertos jóvenes se operan en la circulación urbana
“encaradas” o mediante la violencia física (Bláz- fuera de sus barrios9.
quez, 2010) interpreta que algunas adolescentes El sentido de “hacerse respetar”, como hombre
privadas de los medios materiales para acceder a o como mujer, también tiene que ver, a veces, con
bienes que otorgan normalidad, y al mismo tiempo, construirse como tal a través de la violencia. La
instaladas como sujetos deseantes de esos bienes, perspectiva de género, en cuanto al papel de las
acabarían actuando la tensión en forma de agresión construcciones hegemónicas de masculinidades y
física sobre otras. Por ello, la presencia de las “hu- femineidades, es otra clave de interpretación que no
mientas” o “las que se hacen las lindas” es insopor- es excluyente a las anteriores, sino complementaria.
table ya que instala una superioridad de otras que Si el género no es pensado como un rasgo y no se
pone en peligro cierta igualdad pretendida entre las agota en un rol social, sino como una actuación
estudiantes en el grupo escolar (Blázquez, 2010). –perfomativity (Butler, 1993), condicionada por
esquemas normativos culturales en los procesos
Sentidos de la violencia cotidianos de construcción de género (doing gen-
der, según West & Zimmerman, 1999)– se legiti-
Cuando analizamos ciertas justificaciones y argu- man y se resisten formas de ser varón y mujer. En
mentos de las violencias vimos que se enlazan a tres el caso de los estudiantes varones, respondiendo/
cuestiones que ponen en tensión ese interrogante y resistiendo a los imperativos de masculinidad he-
que sostenemos que no son excluyentes a la hora de gemónica (ejercer fuerza física, control emocional
la comprensión de estos procesos: a) cuando se da la y expresar actitudes homofóbicas). En las mujeres
interpretación de intenciones de dominación y daño jóvenes asumiendo/desplazando roles sumisos y de
de otros estudiantes; b) cuando los sentimientos obediencia hacia otras subjetivaciones capaces de
de envidia y celos por bienes y recursos materiales, ejercer distintas violencias para afirmarse frente a
relaciones y estilos culturales diferentes que otros otras chicas y otros varones.
que “que quieren ser más” ostentan se vuelven in-
soportables y c) cuando se dan presiones del grupo 9 Me refiero a las violencias institucionales operadas por las fuer-
a mostrar capacidad de fuerza y agresividad atra- zas de seguridad en Córdoba cuando se detiene arbitrariamente
a jóvenes de sectores pobres por la figura jurídica del merodeo
presente en el Código de Faltas de la Provincia de Córdoba. La
expresión “portación de rostro” alude al proceso selectivo de
policiamiento y control de la vida de ciertos jóvenes que lleva a
8 Expresión coloquial que quiere decir que una persona “se da la privación de la libertad por horas o días, al maltrato, la tortura
humos” porque es engreída. y en otros casos, a la muerte (Crisafulli & Barreto, 2011).

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Como expresa Fernández Villanueva (2007), comprender la conflictividad en los procesos de


hay intencionalidad en la violencia porque el sujeto interacción entre estudiantes, es clave la perspec-
busca el logro de algo y “lo más básico es sostener tiva de los sujetos involucrados y la observación
su identidad social ¿quién soy?” (p. 166). Podemos de las acciones en los incidentes cotidianos de la
decir que en estos procesos operan violencias si- convivencia escolar. Nuestra apuesta pasa por una
tuacionales como materializaciones cotidianas de revisión crítica de lecturas hegemónicas de la vio-
violencias estructurales e institucionales, a partir lencia en las escuelas, para promover intervencio-
de las cuales las subjetividades juveniles responden nes psicosociales con voluntad transformadora de
a la pregunta de quiénes son. Subjetividades que al las situaciones de violencia y discriminación entre
estar atravesadas por el temor a la otredad –como estudiantes.
experiencia social contemporánea– se hace pre- Coincidimos con Fernández Villanueva, Revilla
sente “un sentido del respeto como resguardo de Castro, Domínguez Bilbao, Ferreira Salles y Silva
su honor” (Duarte, 2005, p. 5). (2013) en que para el sujeto la pérdida de aprecio
El sentido de “hacerse respetar”, entonces, con- y la vergüenza por ser desvalorizado, verificada en
densa una noción del respeto restringida por el mie- la interacción cotidiana, puede desencadenar la
do, que opera como salvaguarda de sí mismo y de violencia entre jóvenes. Pero eso no amerita con-
los cercanos. Pero como contracara, la construcción siderar que siempre estén de acuerdo con ella, sino
del respeto se presenta también como intención de que, en contextos de incertidumbre y peligrosidad
“imponer el respeto” a los demás. Aquí, mediante social, cuando el otro se comporta ambiguamente,
la violencia, se obtiene un reconocimiento elusivo. es donde la violencia es un recurso disponible: “los
Se trata del enaltecimiento personal y social pro- mismos sujetos que la usan desconfían de su efi-
porcionado por la acción discriminatoria, mediante cacia, la asumen como un peligro en el que se ven
la estigmatización o la exclusión de los otros. Pero envueltos y del que se deriva una gran probabilidad
este modo de reconocimiento es frágil, porque de- de ser castigados” (p. 11). En ese sentido, la violencia
berá ser reactualizado con operaciones recursivas de es asumida como responsiva-defensiva a las condicio-
violencia simbólica y/o física, toda vez que los otros nes del contexto y no como un rasgo personal del
se resistan a ser desestimados en público. sujeto que la traslada a todo conflicto relacional.
La imposición del respeto puede ser una de las En el caso de las relaciones entre estudiantes de
formas de procurarse reconocimiento y se ejerce los distintos casos en estudio, la emergencia de vio-
a través de la fuerza o la amenaza. Esto no quiere lencias puede entenderse en el marco de la noción
decir que los que puedan ejercer amenazas y vio- de violencias de exclusión (Fernández Villanueva
lencia contra algunos no sean capaces de realizar et al., 2013), es decir, manifestaciones subjetivas
todo lo contrario con aquellos que se consideran producto del complejo interjuego de violencias
amigos o amigas y con los cuales el respeto no está previas provenientes de niveles estructurales e ins-
en cuestión porque la confianza está establecida titucionales que adquieren expresión a modo de
en sus relaciones de sociabilidad más consolidadas. acciones y discursos desvalorizantes convertidos
en cotidianos.
Conclusiones De acuerdo con distintos análisis previos (García
& Madriaza, 2005; Fernández Villanueva, 2007),
En este artículo, hemos tratado de ofrecer una podemos concluir que en algunos conflictos de la
lectura dinámica y situada de los problemas de sociabilidad en la escuela, la resolución adoptada
violencia en la escuela a modo de contrapunto con por los jóvenes pasa por la preservación de cierta
los estudios descriptivos enrolados en el enfoque seguridad personal, aún a costa del maltrato que
de la violencia escolar desde la teoría del bullying. se infringe al otro. Por ello, procurarse el respeto
Aunque reconocemos los aportes de la teoría del a sí mismo sobre el miedo de los demás construye
acoso escolar, hemos intentado mostrar que para formas frágiles de reconocimiento que deberán sos-

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H acia un enfoque psicosocial crítico de la violencia escolar A portes desde
un estudio con estudiantes de la ciudad de C órdoba , A rgentina

tenerse en forma permanente en ciclos recursivos Butler, J. (1993). Cuerpos que importan. Sobre los límites
de violencia. materiales y discursivos del «sexo». Buenos Aires:
“Ganarse” el respeto de una u otra forma pare- Paidós.
ce ser, entonces, un imperativo internalizado por Crisafulli, L., & Barreto, I. (2011). ¿¡Cuánto falta!? Código
resolver, presente en las relaciones entre los jóvenes de faltas, control social y derechos humanos. Córdoba:
de distintos sectores sociales. Este respeto es una INECIP-Advocatus.
construcción social que se “repone en escena” en Crick, N. R., & Grotpeter, J. K. (1996). Children’s mal-
la escuela; institución de la modernidad con pre- treatment by peers: Victims of relational aggres-
tensión de respeto igualitario para todos sus miem- sion. Development and Psychopathology, 8, 367-380.
bros, pero que muchas veces no lo promueve. Esta Debarbieux, E. (1996). International survey of school
“reposición” del problema social del respeto en la climate: Secondary School Students Questionnaire.
escuela está atravesada por jerarquizaciones socia- Burdeos: Observatorio Europeo de la Violencia
les, raciales e imperativos de género y da cuenta de Escolar.
cómo las personas jóvenes se enfrentan a la prueba Domènech I Argemí, M., & Íñiguez Rueda, L. (2002).
social de vivir con otros. La construcción social de la violencia. Athenea
Finalmente, hemos dicho antes (Paulín, 2011, Digital, 2, 1-10. http://dx.doi.org/10.5565/rev/athe-
2014) que un eje clave de promoción de la convi- nead/v1n2.54
vencia en las escuelas debe orientarse a la inter- Duarte, K. (2005). Violencias en jóvenes, como expre-
vención educativa en las redes de sociabilidad y sión de las violencias sociales. Intuiciones para la
sus conflictos. La comprensión de las relaciones práctica política con investigación social. PASOS,
entre jóvenes permiten reconocer la generación de 120, 3-20.
solidaridades, ayudas, consejos, lealtades, a modo Dubet, F., & Martuccelli, D. (1998)). En la escuela.
de una plataforma de grupalidad, que acompañan Sociología de la experiencia escolar. Buenos Aires:
el proceso de crecimiento personal e indican la Losada.
importancia que adquiere la presencia de los pares Fernández Villanueva, C. (2007). Violencia y agresiones:
como referentes significativos. Por otra parte, debi- pinceladas para una nueva perspectiva psicosocial
do a la emergencia de violencias situacionales para interaccionista. En J. Romay (Coord.), Perspectivas
“hacerse respetar”, en las que se construyen con- y retrospectivas de la psicología social en los albores del
flictos por el reconocimiento de la diversidad social siglo XXI (pp. 163-171). Madrid: Biblioteca Nueva.
y de las formas de ser entre varones y mujeres, se Fernández Villanueva, C., Revilla Castro, J., Domínguez
hace necesario intervenir desde prácticas socioedu- Bilbao, R., Ferreira Salles, L. & Silva, J. (2013).
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