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DEPARTAMENTO DE HISTORIA
CERTAMEN N°2
Mundo Mediterráneo: Grecia y Roma
Pedagogía en Historia y Geografía
Diciembre de 2021
Entender la forma en que los Romanos veían el mundo, es fundamental para comprender su
obra. Cesar no tenía por qué esconder sus fundamentos económicos, ni mucho menos los
políticos al momento de conquistar Galia. Sin embargo, públicamente se asumió dicha
campaña desde una óptica diametralmente opuesta a lo que hoy concebimos como las
verdaderas causas del hecho. Cesar, con Roma a sus espaldas, asumía la conquista de Galia
como una guerra preventiva ante la barbarie. Situación que no es nueva en el desarrollo de
los imperios, donde podemos encontrar esta división entre agente civilizado e incivilizado
como una justificación incluso moral del actuar imperial. Cristianismo versus herejía,
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progreso europeo contra el atraso indígena, pureza del imperio versus decadencia
occidental, etc. Empero, pensar que el imperialismo romano se desarrolla únicamente en
base a una categorización de los sujetos sería un error, por lo menos apresurado. Es cierto
que Roma veía como barbaros a ciertos pueblos, y como tal debía defenderse
preventivamente de ellos. Esto se da a entender como la Guerra Preventiva. Empero, su
división no los deshumanizaba, no en el sentido clásico, donde uno lo podría asociar a las
ideas racistas europeas del siglo XIX. Por el contrario, Roma reconocía la amplitud de
pueblos que integraban el imperio. A su vez, en la conquista de otros, sabía destacar los
logros militares de la resistencia, la personalidad de sus caudillos y la capacidad
administrativa de quienes gobernaban. Un ejemplo claro de ello es la conquista de Grecia.
Pueblo del cual los romanos desconfiaban, pero que a la vez admiraban. Otro ejemplo es
Galia en el norte, donde los aristócratas pasaban a servir a roma, y roma respondía
positivamente otorgándoles la ciudadanía, puestos y otros beneficios. A pesar de su origen
bárbaro. Esto se debe exclusivamente a la visión de mundo Romana. Roma veía al mundo
no como enemigos a aniquilar o conquistar, sino como pueblos a integrar dentro del
proyecto Romano. Esa es la gran diferencia, lo que devino en la romanización y la
posibilidad de mantener un imperio con tantos pueblos por tantos años. Los romanos sí bien
buscaban saldar cuentas con sus enemigos, ya sea por honor o por agendas políticas, su idea
iba siempre encaminada en expandir aquello que consideraban la forma correcta de vivir.
Esto conllevaba a la integración de una diversidad de culturas, creencias y tradiciones
propias de los pueblos sometidos, sin dejar de mantener la esencia de Roma. El cual
podemos sintetizar como el orden. El imperio, como pudimos ver desde sus inicios, no es
producto de un deseo arbitrario. El imperio es un producto de los nuevos recursos
ostentados, de los poderes conquistados y de los pueblos dominados. Es, en pocas palabras,
lo que viene a administrar lo conseguido.
En línea con lo dicho, es coherente que cuando un imperio se ve a sí mismo como un ente
que da sentido a la realidad caótica del mundo, su política exterior siempre se decline por
una dominación absoluta en sus relaciones con otros pueblos. Esto no quiere decir que
Roma veía al resto como sujetos sin posibilidades de establecer con roma tratados, ya que
simplemente debían ser asimilados por esta. Sino que, roma, siempre desde una posición de
superioridad, daba por sentado que su tarea era la de la dominación. No tanto por gusto,
sino por una consecuencia lógica. En el mismo aspecto, la forma en que Roma se relaciona
con quienes la rodean siempre esta predeterminada. Existe una concepción ya natural de
cómo deben comportarse los romanos ante el extranjero, incluso antes de tomar contacto
con él. Esto, en el ámbito de la concepción del extranjero, es donde ve su mayor reflejo.
Siendo el ius fetiale el complejo reglamentario que fundamentaba, tanto religiosa como
jurídicamente, el actuar de cara a lo internacional para los romanos. Dando coherencia a
otras formas de ver al ajeno a la patria propia, a aquel sujeto que no necesariamente era
enemigo solamente por ser extranjero, y a aquel pueblo que no estaba en guerra de forma
natural con Roma. Esto permite comprender porqué Roma subyuga de otras foras a
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múltiples pueblos, sin necesariamente pasar por la vía de las armas. Pero que, de la misma
forma, daba razones “lógicas” y naturales del dominio romano sobre los otros.
Por otro lado, existe una multiplicidad de motivaciones para que el imperialismo romano se
haya desarrollado. Ya hemos visto la concepción que permitía a los romanos dar
justificación lógica a sus conquistas, pero también existen aquellas de carácter
específicamente ideológico. Todo imperio busca su preservación, si hablamos del imperio
que da coherencia al mundo, que brinda orden a este y se sitúa como el único ente
civilizador, entenderemos que aquella búsqueda de permanencia pasa a ser más que
prioritaria. En línea con esto, los conceptos de guerra preventiva e intervencionismo nos
son útiles. La forma en que roma se inmiscuye en los asuntos exteriores es por lo menos
conocida. Siempre buscando la manera de evitar que enemigos se tornen más poderosos y
que pueblos lleguen a formar bolas de nieves políticas, Roma no solo interviene en pos de
una conquista tacita de tierra o pueblos. Sino que, también ejerce el control político sobre
situaciones que ponen en peligro el estatus quo de la dominación política de Roma. Esto
significa romper con los ya difusos entramados jurídicos de la guerra, y pasar a la acción
con justificaciones banales y cínicas, pero que buscan dar fin a expresiones políticas
adversas a las propias. O que mínimamente representen un peligro a mediano plazo. Esto se
tradujo en consecuencias claras para el desarrollo político de los pueblos en el
mediterráneo, donde gracias al intervencionismo Romano primaban las políticas
conservadoras, los sistemas de administración jerárquicos y dinastías estables. Obviamente,
lo anterior iba a ir siempre en búsqueda de favorecer los intereses de Roma en el exterior.
Un pueblo sin poder en sí, sino con el poder en una minoría, era una víctima sencilla de
control para Roma. Pues esta, no requería someter a la totalidad de la población, sino
derrotar a su expresión bélica y subyugar hasta el colaboracionismo a sus clases
dominantes. La Romanización, para ese entonces, era un proceso natural, y muchas veces
voluntario, de las clases dominantes subyugadas a Roma.
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a erróneamente interpretar a estos sujetos. Siendo que, la realidad es que son hijos de un
proyecto, productos de una forma de ver la realidad, y como tal, fieles reflejos de lo que
simbolizo el Imperio para el mundo. Cada uno de estos personajes también representa las
consecuencias de la forma de actuar del imperio, de sus luces y sombras, de las
consecuencias de distintas maneras de ejercer el control del imperio, y, por último, de lo
que lo llevo a su propia extinción.
Es común asociar el concepto de principado, a las monarquías del primer mileno después
de cristo, o las modernas. Donde el príncipe es el heredero del rey, y está destinado a
ostentar sus poderes políticos sobre la sociedad. De cierta forma el principado romano
podría ser asociado a esta, de cara a lo que se concibe como la capacidad de heredar
poderes. Sin embargo, el origen del principado es más bien distinto. Si bien, la divinidad, la
herencia y el poder personificado, son aspectos transversales a las monarquías clásicas, en
particular el principado romano tuvo como característica el ser aceptado sin muchas de
estas características. Hablamos de un Principado originado en la Alta Roma Imperial,
donde el cuestionamiento a la republica era prácticamente inconcebible. Por ello, cuando
nos referimos al origen del principado, no hablamos de una monarquía impuesta, de una
familia dando un golpe de estado o de una sociedad sometida a la fuerza. Por el contrario,
el principado tuvo sus orígenes en los poderes ostentados, por merito propio, de Augusto.
Que, a comparación de Cesar, no fue acusado de querer ser Rey de roma, específicamente
por esa razón. Hablamos de una monarquía, de cierta forma, gradualmente incorporada a la
sociedad Romana. Es posible comprenderla como un fruto de la república, y no un
elemento antagónico a ella. Para ello, debemos entender que la república, tanto en su orden
como en su propósito, no la podemos ver desde la mirada de las repúblicas democráticas
modernas. Es por ello, que cuando vemos a la figura del cónsul, a un ente que ostenta
poderes prácticamente incuestionables, no vemos contradicción con la del senado. Cada
cual cumple una función en particular dentro de aquella república. Donde, a pesar de su
capacidad de dominación, el cónsul responde a Roma, al senado. De esta forma, vamos
bosquejando poco a poco las razones para el desarrollo de una república tutelada. De una de
tipo autoritaria. Que, encarnada en el periodo de Augusto, da forma a lo que comprendemos
como el principado. Esta forma de gobierno viene a tutelar a la república, a mantener
ciertos aspectos fundamentales de su funcionamiento, pero a cambiar radicalmente la
balanza de poder dentro de este esquema. En este caso, Augusto, al tener poderes
entregados tanto por el senado, como por la acción bélica y administrativa, pasa a ser una
figura ejemplar dentro de Roma. A su vez, sus actos fomentando su figura en un sentido
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divino, asociada fuertemente al patronazgo de la sociedad, permiten comprender al
principado como el guardián de roma en un sentido especialmente particular.
Una vez entendido el principado como un producto de la república, y como una monarquía
similar a lo que podemos entender como una de tipo constitucionalista, pero mucho más
autoritaria, podemos pasar a describir su funcionamiento. En primer lugar, Augusto es
Imperator, ósea, comandante en jefe vitalicio del ejercito Romano. Por otra parte, es
Princeps, ósea, el primer ciudadano de la sociedad, ejemplar y digno a seguir, además
consensuado por el senado. Y, por último, Augusto, ósea, divino en el sentido clásico,
traído y respaldado por los dioses. Vemos aquí la clave del principado. Donde antes debía
existir la balanza de poder entre quien dominaba el senado, controlaba el ejército y quien
era legitimado por la sociedad, ahora no había conflicto. Augusto pasa a sostener el control
de aquellas tres áreas de poder, siendo patrono de la sociedad, figura Divina de ella, y jefe
indiscutible del ejército. Por ello, Augusto pasa a desarrollar una forma de gobierno acorde
a sus poderes, utilizando esquemas preconcebidos de la república, pero adaptados a la
nueva balanza de poder dentro de Roma.
Para comenzar, debemos decir que el sistema de gobierno busca acabar con las facciones
preexistentes al periodo de Augusto, y, por tanto, a los vicios políticos que ello conllevaba
para Roma. Es por ello, que la relación de fuerzas gira entorno a tres ejes básicos, el
primero, el clásico esquema administrativo de la república, donde el senado es protagonista.
Por otra parte, está el eje monárquico del gobierno, donde Augusto es quien define dicho
aspecto. Y, por último, el pueblo como tal.
Augusto, quien al ostentar el poder total del estado y de la sociedad en su conjunto, define
la mayoría de las relaciones a describir. El senado, de seiscientos sujetos, ostenta autoridad
por la sola admisión de Augusto. El senado representa, como ya mencionamos, los aspectos
constitutivos de la república, que, junto a los magistrados, cónsules, pretores y questores,
eran electos por el pueblo de Roma e Italia. Pero, como ya mencionamos anteriormente, la
legitimidad de su autoridad dependía de Augusto a través de los Censores. Por la parte de
Augusto, este era acompañado de un consejo, que, no requiere de ser legitimado o escogido
por el pueblo o el senado. Augusto, definía a través de su autoridad proconsular, a los
Équites, que ejercían el poder en representación del emperador, controlando distintos
aspectos de la sociedad romana. Además, la guardia pretoriana era escogida por el
emperador, quien, por otra parte, controlaba sus provincias a través de legados escogidos
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por él. A comparación de las provincias senatoriales, que eran administradas por
procónsules.
En esta etapa Roma pasa a dividirse en regiones, provincias, que, en línea con lo dicho
anteriormente, respondían a la administración senatorial o imperial según correspondiera el
caso. Por otra parte, la ciudadanía romana pasa a ser un aspecto fundamental del
principado, deviniendo en la romanización de gran parte de las sociedades conquistadas.
Por otra parte, la nueva forma de concebir el imperio fuera de roma permite ejercer una
administración mucho más complejizada, pero que responde a una centralidad necesaria.
Independiente de sus vicios y consecuencias, esta forma de administrar el imperio permitió
ser Romano, en un sentido de gobierno y forma de vivir, fuera de roma, en roma y en los
confines del imperio.
Explique el capítulo “Roma fuera de Roma” del libro de M. Beard, "SPQR. Una historia de
la antigua Roma".
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Por último, el capítulo nos muestra la cara externa de lo que significa para los pueblos la
dominación romana. Lo que para nosotros puede pasar como un mero revanchismo, o
rencor en la derrota, para aquellos pueblos representaba una forma de comprender el actuar
de una parte mayoritaria del mundo conocida. Y que, para empeorar la situación, era hostil,
o mínimamente se proyectaba sobre aquellos pueblos. Ello tenia dos consecuencias, tanto
negativas como positivas, pues permitía, tal como el sueño de la libertad económica en EE.
UU., que personas de todos los rincones fueran a parar al imperio, a alguna parte de sus
provincias, esperando cumplir sus aspiraciones de progreso. Lo que, de cara a la realidad,
muchas veces no terminaba como se esperaba. Y en otro aspecto, estaba aquella visión de
dominador insaciable, de pueblo en base a la dominación de otros pueblos. Esto es crucial,
pues responde no solo a un aspecto, como ya mencionamos, revanchista. Sino a una forma
de comprender la dominación como algo que escapa de una etapa corta en el tiempo.
Hablamos de décadas y cientos de años de ver a roma como aquel ente que devora todo a su
paso, y que, sin embargo, se vestía de civilizadora, de poseedora del orden y la coherencia
social necesaria para sus conquistas. Este rasgo es interesante, pues presenta lo que en gran
parte Roma creía de si misma, no tanto como un balance negativo de autoflagelación, sino
como un diagnostico de todo lo erróneo de aquella sociedad, que parecía no tener limites ni
potenciales enemigos capaces de derrotar lo que ya había escapado de un mero reino, de un
ensayo de imperio, y había saltado a la historia para transformar la vida de las personas por
miles de años.
El primero es, obviamente, el origen de los fundadores de Roma. Romulo aquí, junto a
otras interpretaciones de su papel, es protagónico. De origen variado, según el interés del
historiador, forma parte de aquel grupo de héroes clásicos que, de nuevo, dan muchos
dolores de cabeza al historiador moderno. Especialmente al momento de querer estudiar en
profundidad el origen de estos personajes, que como Romulo, comparten rasgos originarios
prácticamente idénticos. Pero que, a su vez, cuando se distancian los unos de los otros,
responde la mayoría del tiempo a intereses políticos e ideológicos de un tipo de facción o
periodo político determinado. El ejemplo que más refleja esto, como ya mencionamos, es el
mito del origen griego de los romanos, y por otro lado, el origen de Romulo como un héroe
clásico. Que, para diluir más el estudio, comparte las características de hijo abandonado,
pero bendecido por los dioses, de infancia complicada, pero agraciado por un liderazgo
innato, y por último, por su capacidad prácticamente inigualable de guiar y fundar una
ciudad apresurada a entrar en conflicto con sus vecinos.
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Este aspecto es fundamental, pues es aquel que en mayor frecuencia no permite distinguir
entre lo mitológico, lo que, cargado de leyenda, de lo que en realidad ocurrió como tal.
Aquí el historiador deberá enfrentarse también al descubrimiento de las tradiciones
religiosas de los pueblos de Italia, donde las distintas concepciones de héroes, reyes y actos
de los gobernantes pasan a confundirse con la realidad misma de los primeros
administradores de la ciudad de Roma. Desde Romulo hasta los Reyes Tarquinos, poca
seguridad tenemos de su existencia, a excepción de estos dos últimos, la mayoría de los
reyes, especialmente los primeros tres, representan aspectos religiosos o tradicionales de lo
que debía regir los aspectos fundamentales de una sociedad en desarrollo. El aspecto bélico,
el administrativo y el religioso.
Esto, además, involucra la existencia de siete reyes, pero que en realidad poco o nada puede
comprobarse de la existencia de más o menos. Pues, como mencionamos anteriormente, las
tradiciones propias de la región, el interés inherente de resaltar y aprovecharse de estos por
parte de los Romanos, o de atacarlos, por parte de los griegos, deforma en gran parte la
posibilidad de establecer puntos comunes sobre el origen de Roma, sus fundadores e
instituciones.
Por lo demás, los historiadores que hoy usamos como fuentes para el estudio de esta época,
también responden fuertemente a intereses determinados de uno u otro escenario político,
donde muchas veces el resultado de la investigación estaba condicionado por un objetivo
preconcebido de esta. O sea, buscar en el pasado la justificación para el actuar en el
presente.
Lo que, para el historiador, dificulta más aun el trabajo de rastrear en los mitos la realidad
de los relatos, pues el propio relato acerca de los mitos obedece a intereses revisionistas de
la historia.
En primer lugar, me parece interesante la manera en que se presenta el espacio. Pienso que
es crucial que estas discusiones se puedan acercar a las personas, especialmente al
alumnado, a pesar de estar en el contexto de pandemia. La posibilidad de acercarnos desde
lugares tan lejanos, sin necesariamente estar físicamente en un mismo lugar, abre un sinfín
de espacios desde los cuales se puede debatir, exponer y fundamentalmente aprender. Por
otra parte, la temática en sí me resulta interesante. Pues la memoria, tal como la describe el
egiptólogo Jan Assman, produce ruido al momento de trasladarla a nuestra época actual.
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procesos políticos del siglo XX. Es curioso reflexionar de esto en un Ramo de Grecia y
Roma, pero a la vez, produce cierta satisfacción comprender que los contenidos, más allá
de su temática, buscan brindar herramientas para el análisis y el pensamiento crítico del
estudiante. Y puestos en esa línea, resulta interesante ejercitar, a través de la comparación,
la memoria de nuestra sociedad con la de aquella memoria oral.
Por tanto, cuando comparamos entendemos a la memoria y la historia, como aportes para el
quehacer cotidiano, a la posibilidad de no cometer los mismos errores y de comprender el
proceso desde el pasado al presente, es casi fantasioso el pensar que vivamos los vicios de
la memoria oral, en una sociedad donde la escritura se plasma en cada uno de los aspectos
de nuestra cotidianidad.
De esta forma, resulta imperioso el preguntarse como llegamos a esta situación, como,
nuestra sociedad, permitió -o alentó- a desmarcarse de lo que le ocurrió hace ya casi 50
años. Y en este sentido, los eufemismos sobran. La dictadura, y ya tan trillado al momento
de estudiársela, vuelve a flotar dentro de la conciencia de quienes estudiamos historia. Pues,
hace no menos de 2 semanas, vimos la cara política de aquello que representa los tiempos
más oscuros de nuestra historia reciente, y que, para más preocupación, acumulo un apoyo
político y social enorme.
En pocas palabras, pienso que no todo está superado en términos de memoria, la profesora
hace bien en querer anteponerse a los distintos prejuicios que reinan en la academia, pero
que también tienen su reflejo en la ideología que cubre la realidad de toda nuestra sociedad.
Y que, por obvia consecuencia, también se expresa en nuestra carrera, disciplina y forma de
comprender nuestros estudios. Tal como se redescubría, falsamente, la tumba de Romulo,
hoy parece, nuevamente, resurgir la vieja idea de una sociedad necesariamente dividida
entre dos modelos que innecesariamente tienen que ver el uno con el otro, en términos de la
realidad de los proyectos políticos de cada uno. Pero que, de cara al espectáculo político, a
la calculadora electoral, parecen ofrecer réditos de gran alcance a quienes buscan el éxito
en su nueva tumba romana. Hablamos específicamente de quienes forman políticamente a
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nuestra sociedad, especialmente a través del terror, la revisión de la historia, y como si no
fuera suficiente, a través de la creación de relatos ya arcaicos de la política y la manera en
que esta se traducirá en los próximos años.
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