Está en la página 1de 24

Código icónico: semiosis e interpretación

Marcela Lonchuk

Este trabajo se propone reflexionar, desde una perspectiva semiótica, sobre uno de los
aspectos específicamente constitutivos de la comunicación visual, el signo icónico, y
también sobre el complejo problema de su interpretación. Los parámetros para el análisis
se moverán en un continuum desde la concepción de semiosis de Peirce a las
especulaciones teóricas de Eco sobre código icónico. Pensamos en un continuum entre
ambos autores, porque las reflexiones de Eco tienen un declarado y fuerte arraigo en la
concepción peirciana.

Empezar a pensar en el signo icónico presupone la consideración de un conjunto de


saberes previos vinculados a la concepción de semiosis de Peirce.

Peirce: semiosis e ícono

La base1 proto-semiótica de la teoría de Peirce

Peirce se propuso construir una semiótica y lo hizo a través de distintas etapas en las que
fue reelaborando y modificando su concepción de signo, pero esas modificaciones nunca
renunciaron a pensarlo como un proceso triádico y recursivo. En la base de lo que será su
teoría se halla el intento de definir al signo como algo que podía conocerse a partir de la
experiencia, a la que describió por medio de los conceptos de primeridad, segundidad y
terceridad.
“Primeridad es el modo de ser de lo que es así, como es, positivamente y sin referencia a
alguna otra cosa”. “Segundidad es el modo de ser de lo que es así, como es, en referencia a
un segundo, pero sin consideración a un tercero”. “Terceridad es el modo de ser de lo que
es así, como es, en tanto que un segundo y un tercero están en referencia uno con otro.”
(Carta a Lady Welby, Correo de Milford, Pennsylvania, 12 de Octubre de 1904).
1
La denominación “base de la teoría” y algunas de las ideas tratadas en este apartado fueron tomadas de
Elisabeth Walther, (1979).
A la primeridad pertenece la percepción de la cualidad sensible, que existe según el
modo de la posibilidad, independientemente de dónde y cuándo aparece. Por ejemplo, un
marino experimenta “la calma” durante una navegación nocturna, no piensa nada con
respecto a esa sensación, se limita tan sólo a percibirla.
A la segundidad pertenece la experiencia del esfuerzo y el esfuerzo sólo es tal ante un
objeto que se le opone, por ejemplo, el navegante experimenta “la calma” ( “la calma” es
la percepción de una cualidad, es decir, una primeridad ), irrumpe entonces otra cualidad
“el estruendo”. Esa experiencia impondrá el esfuerzo de conectar el sonido con algo, pero
todavía el navegante no logra pensar en lo que está sucediendo, sólo percibe la cualidad y
se sobresalta, es la segundidad. La segundidad es la acción en bruto, recién en la
terceridad aparecerá un aspecto mental.
A la terceridad pertenece todo lo que es determinado desde el pensamiento, el
conocimiento o la legalidad. Su modo es entonces el de la necesidad. Se proyecta hacia el
futuro. El pensamiento aparece siempre como un sistema de reglas o convenciones que
permite relacionar la cualidad con el objeto, que permite predecir lo que sucederá para
poder tomar la mejor decisión, por ejemplo, el navegante asocia necesariamente lo
percibido y concluye que se trata de un impacto contra las rocas.

Este esquema triádico, este proceso proto-semiótico, es el que hallaremos luego en la


base de la concepción peirciana de semiosis, en la que se arraigan las especulaciones sobre
ícono.
El proceso proto-semiótico constituye, de alguna manera, las preliminares del proceso de
semiosis. El proceso proto-semiótico tiene que ver con la primeridad, la segundidad y la
terceridad. Tiene que ver con la configuración del llamado iconismo primario (Eco, 1999:
123-124), que es una relación de adecuación entre un estímulo y una configuración o una
sensación, que ocurre en el sistema nervioso humano como respuesta a ese estímulo. Esa
configuración que corresponde a ese estímulo y no a otro, que le corresponde
adecuadamente, es su ícono, pero un ícono primario. Es que la primeridad es el momento
en que algo aparece y nada más, no hay aquí un signo que está en lugar de algo, sólo existe
algo, un estímulo, un precepto (“el estruendo”), que está en lugar de sí mismo. En la
terceridad, aparece el juicio perceptivo (“esto es un impacto contra las rocas ”) y pasamos
entonces de la sensación individual a la clase de sensaciones, esto es, la sensación del
impacto tiene su correlato en el sistema nervioso, correlato que es semejante a otros
correlatos de otros impactos contra las rocas. Además, el juicio perceptivo se convierte en
el antecedente de una inferencia semiósica (“si es un impacto contra las rocas, entonces se
astilló el casco de la embarcación, que no tardará en hundirse”). En la semiosis, una cosa
está en lugar de otra, el estruendo está en lugar del impacto contra las rocas (Eco, 1999:
132-134 y 146-147).

Semiosis y signo

Peirce define a la semiosis como: “Una acción o influencia, que es o implica una
cooperación entre tres entidades, como por ejemplo, un signo, su objeto y su interpretante”
(CP: 5.484). Y esta definición tiene su complementaria en la que sigue: “Un signo o
representamen es algo que para alguien está en lugar de algo en algún aspecto o capacidad.
Se dirige a alguien, es decir, crea en la mente de esa persona un signo equivalente, o quizás
un signo más desarrollado. Ese signo que crea es, para mí, el interpretante del primer signo.
El signo está por algo, su objeto. Está por ese objeto no en todos los aspectos, sino por
referencia a un tipo de idea a la que he llamado algunas veces el ground del representamen”
(CP: 2.228).
Estas pocas líneas, pero no por pocas poco inquietantes para el lector, describen el
funcionamiento de un complejo mecanismo sígnico y requieren de algunas explicaciones.
La semiosis es un proceso, que ocurre en la mente de una persona, que afecta el plano
cognitivo de un intérprete, en el que intervienen tres entidades: el representamen, el objeto
y el interpretante.
El representamen es un signo que está en lugar de algo, el objeto. Dicho de otra manera,
el representamen representa al objeto, pero lo hace sólo desde determinados puntos de
vista, es decir, en algunos de sus aspectos.
Con respecto al objeto, Peirce refiere: “ Pero es necesario distinguir el Objeto Inmediato,
o el Objeto tal como el Signo lo representa, del Objeto Dinámico, o el Objeto realmente
eficiente pero no inmediatamente presente. Es el mismo requisito que se necesita para
distinguir al Interpretante Inmediato, es decir, al Interpretante representado o significado
por el Signo, del Interpretante Dinámico, o el efecto actualmente producido en la mente por
el Signo; y ambos del Interpretante Normal, o el efecto producido en la mente por el Signo
después de un desarrollo suficiente del pensamiento” ( CP: 8.343).
Esto significa que el objeto es pensado por Peirce de dos maneras: por un lado, como
objeto dinámico y por otro, como objeto inmediato. El objeto inmediato es el objeto tal
como es representado por el signo. Es una configuración de partes o de segmentos o de
puntos de vista sobre el objeto dinámico. “El objeto inmediato es la manera en que el objeto
dinámico es dado por el signo” (Eco, 1998: 130). Esto implica dos cosas, la primera, que el
objeto inmediato es un objeto interno al proceso de semiosis, y la segunda, que es a partir
del objeto inmediato como puede llegar a conocerse el objeto dinámico, que, por lo tanto,
sólo puede ser pensado o conocido parcialmente y nunca como totalidad.
Pero Peirce enfatiza que: “El signo está por algo, su objeto. Está por ese objeto no en
todos los aspectos, sino por referencia a un tipo de idea a la que he llamado algunas veces
el ground del representamen” (CP: 2.228). Esto significa que el objeto inmediato va a
configurarse a partir del ground o fundamento, que es la base a partir de la cual se establece
la relación entre el representamen y el objeto dinámico. Esa base puede ser icónica y
entonces la relación es de semejanza, indéxica y entonces la relación es de coexistencia, o
simbólica, en la que la relación es convencional. La noción de ground merece todavía
alguna especificación: Peirce no concibe al ground como una cualidad existente en el
objeto en forma independiente de la mente, sino como un objeto de la conciencia inmediata,
que determina la constitución del signo.
El objeto dinámico, es un “objeto realmente eficiente pero no inmediatamente presente”
(CP: 8.343) en el signo, es decir, es un objeto que produce en una mente un efecto, es
decir, un signo, semejante al que estamos describiendo, que implica una acción tri-relativa
entre un representamen, un objeto dinámico y un interpretante.
La función del interpretante es la de explicar el significado, o lo que es lo mismo, la de
establecer el objeto inmediato del representamen: “... para establecer el significado de un
signo, es decir, para representarse de alguna manera su Objeto Inmediato, es preciso
traducirlo mediante un Interpretante,...” (Eco, 1998: 130). El interpretante es un signo
equivalente o más amplio que el representamen, ya que puede ser una paráfrasis, una
inferencia, un signo equivalente perteneciente a un sistema de signos diferente o todo un
discurso.
Peirce distingue tres tipos de interpretante: inmediato, dinámico y final, al que llama
también normal. El interpretante inmediato es la capacidad que tiene todo signo de ser
interpretado, es decir, la interpretabilidad del signo. El interpretante dinámico es el efecto
que efectivamente provoca el signo en la mente que interpreta. Y el interpretante final o
normal es un producto desarrollado por el pensamiento a partir de la incidencia del signo. A
este último volveremos a referirnos al tratar el tema de semiosis ilimitada. Si analizamos el
siguiente ejemplo, la señal de tránsito que indica bajar la velocidad ante la proximidad de
una curva peligrosa en una autopista, en tanto pueda ser interpretada como tal, sería un
interpretante inmediato. En la medida en que provoque algún efecto en una mente
interpretante, sería un interpretante dinámico. Y si esa mente interpretante decide realizar
la acción de disminuir la velocidad, estamos ante un interpretante final.
Del análisis de ese ejemplo surge también la siguiente observación: si bien el
interpretante de un signo puede ser una paráfrasis explicativa, también puede ser un
esquema de acción como la referida decisión de disminuir la velocidad.

Creemos imprescindible enfatizar que la concepción de signo de Peirce sólo puede


entenderse desde una perspectiva procesual. Es esta una concepción en la que el signo es
pensado, no como algo estático, sino como algo dinámico, como un movimiento, en el que
cada vez se relacionan tres signos, que se van situando en tres estaciones, si es que se nos
permite la metáfora, denominadas representamen, objeto e interpretante. Este signo,
concebido como proceso, no es otra cosa que el proceso de semiosis. Pero este signo,
concebido como proceso, se halla en el continuo del pensamiento, entre otros signos, que
son semejantes a él, que se vinculan a él durante el desarrollo del pensamiento.

Representamen
Objeto Inmediato Interpretante

Gráfico del signo

R
O I
I
OI I
R
OI

Gráfico parcial del proceso de semiosis: el signo representado en color es precedido por el signo ubicado más arriba, que es
anterior a él en el continuo del proceso del pensamiento. A su vez su interpretante se convierte en el representamen de un nuevo
signo (ubicado en la parte inferior del gráfico) y genera un nuevo interpretante.

Intentaremos presentar el proceso de semiosis y la concepción de signo implicada en el


mismo, por medio del análisis de un ejemplo.
El ejemplo parte de la siguiente situación: supongamos que alguien distingue sobre una
página una mancha oscura con un par de puntos luminosos. A partir de esto la persona
juzga que lo que está viendo es un gato. La mancha negra con forma de animal y un par de
puntos luminosos y brillantes constituye el representamen, que representa a su objeto
inmediato con los rasgos de cuerpo oscuro, ojos brillantes y forma de animal. Ese objeto
inmediato es determinado por las relaciones icónicas de semejanza que el ground permite
establecer entre el representamen y las cualidades de gato presentes desde hace tiempo
como objetos en la mente del intérprete. Entonces se genera el interpretante, que es un
nuevo signo que explica al representamen: “esto es un gato”, y contribuye así a determinar
o precisar el objeto inmediato o significado del signo.

Una vez planteado el concepto de signo o, lo que es lo mismo, el concepto de semiosis,


intentaremos abordar la topología de los signos planteada por Peirce. Esta tipología puede
ser entendida como el planteo de una serie de puntos de vista desde los cuales es posible
observar al signo, observaciones que nos serán de gran utilidad cuando intentemos analizar
las teorizaciones de Eco sobre el código icónico.
.

Tipología de los signos según Peirce

Peirce establece una tipología de los signos y la concibe a partir de la consideración de


tres parámetros a los que denomina primera, segunda y tercera tricotomía, cada una de los
cuales involucra a un conjunto de tres signos.

Tricotomía Parámetro Signos

Cualisigno Cualidad posible que


requiere de un objeto
Signo según para materializarse.
Primera su propia
naturaleza
sígnica Sinsigno Cualidad que existe en
un objeto.

Legisigno Sinsigno aceptado


convencionalmente.

Ícono semejanza
Relación
entre signo y
Segunda Índice coexistencia
objeto

Símbolo convención

Rhema Cualidad que se re-


Relación fiere a un objeto po-
entre el signo sible.
Tercera y el Inter- Decisigno Signo que se actualiza
pretante en un contexto.

Argumento Signo de un sistema


que se actualiza cada
vez en un contexto
particular.

Los signos de la primera tricotomía


Los signos de la primera tricotomía son considerados en sí mismos, según su propia
naturaleza sígnica.
Peirce considera dentro de este parámetro tres tipos de signos denominados cualisigno,
sinsigno y legisigno.
 El cualisigno, dice Perice, “es una cualidad que es un signo” (CP: 2.244). Esto
quiere decir, que el cualisigno es una cualidad o una forma, en el sentido de
apariencia, de aspecto formal; pero es una cualidad posible, que para
“materializarse” requiere de un objeto o de un existente. Por ejemplo, son
cualisignos, aspectos como cualquier color, cualquier textura, cualquier forma,
que tengan la posibilidad de materializarse en un objeto.
 El sinsigno surge en el momento en que se advierte que la cualidad existe en una
cosa u objeto que ocurren en un aquí y en un ahora, o para decirlo con mayor
claridad, el sinsigno es una ocurrencia, un existente singular, simple, único,
conformado a partir de determinados cualisignos. Charles S. Peirce lo define así:
“...es una cosa o acontecimiento de existencia actual, la cual es un signo. Sólo
mediante sus cualidades puede ser signo...” (CP: 2.245). Por ejemplo, una forma
que se materializa en un diagrama, es un sinsigno. Y aunque tengamos varios de
esos diagramas en los que se materializa esa misma forma, estamos frente a varios
sinsignos, pues hay que tener en claro que el sinsigno es un signo de ocurrencia
singular. Es decir, el cualisigno es el mismo, pero el sinsigno es distinto cada vez.
 El legisigno surge en el momento en que el sinsigno puede ser aceptado
generalmente, convencionalmente o legalmente. Con respecto al legisigno señala
Charles S. Peirce: “Es una ley que es un Signo. Esta ley es una creación de la
humanidad. Todo signo convencional es un legisigno, pero no a la inversa. No es
un objeto singular, sino un tipo general que, por convención, será significante”
(CP: 2.246).
Cada uno de los diagramas a los que referimos en el punto anterior,
independientemente de sus individualidades factuales, propias del sinsigno, puede
ingresar en la categoría de legisigno, si traduce el acuerdo de una comunidad
científica acerca de la configuración de un determinado fenómeno, acontecimiento
u objeto, es decir, si posee la cualidad atribuida por la comunidad científica a ese
fenómeno, acontecimiento u objeto. El fundamento de este acuerdo o de esta ley
consiste en la institucionalización de esa cualidad gráfica, que siempre estará
presente en todos los diagramas de ese determinado fenómeno, acontecimiento u
objeto, y que se postulará, en tanto que es una ley, como una regularidad para un
futuro indefinido (Marty: 1997).

Los signos de la segunda tricotomía


Los signos de la segunda tricotomía son considerados según el tipo de relación que tienen
con su objeto. Se consideran tres tipos de signo: ícono, si se trata de una relación de
analogía con respecto al objeto, índice, si se trata de una relación de coexistencia con el
objeto, y símbolo, si la relación entre el signo y su objeto depende de una convención.
 El ícono es “... un signo que se refiere al objeto que denota sólo en virtud de los
caracteres que le son propios, y que éste posee por igual con independencia de que
exista o no tal objeto” (CP: 2.247). Esto significa que es la cualidad que posee el
ícono lo que hace de él un representamen, sin que importe si el objeto que
representa exista o no. Un ícono puede ser signo aunque el objeto no exista (CP
4.447), ya que el ícono determina al interpretante en virtud de alguna de sus
propiedades intrínsecas y no de la presencia del objeto. Existen así íconos de seres
legendarios o mitológicos como el unicornio o el centauro, de personajes de
historietas como Batman o Superman, de personajes literarios como Hamlet y
existen también íconos de objetos, fantasmas, monstruos y lugares de mundos de
ficción.
Hay tres tipos de ícono: el ícono imagen, que comparte cualidades simples con su
objeto, por ejemplo, una fotografía o un dibujo de un objeto, lugar o persona; el
ícono diagrama, que representa las relaciones diádicas, es decir, las relaciones
entre las partes de su objeto, generando relaciones análogas entre sus propias
partes, por ejemplo, un mapa de un barrio, que representa el territorio dividido en
manzanas (partes) intercomunicadas por medio de las calles (relaciones entre las
partes), o una fórmula química como H2O, que representa la existencia de partes:
dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, y las relaciones entre esas partes: cada
átomo de hidrógeno tiene valencia dos y por ello admite dos átomos de oxígeno; y
el ícono metáfora, que representa un paralelismo entre dos representamena para
enfatizar el carácter representativo de uno de ellos, por ejemplo, la multiplicidad de
ojos en el traje de Pelléas en el afiche para la ópera Pelléas et Mélisandre para el
Nuevo Teatro Alemán de Praga en el año 1908 (sobre el que volveremos más
adelante), constituyen íconos metáfora porque a través de esos representamena,
ojos humanos, se representan objetos difíciles de convertir en signos icónicos,
como son la incapacidad y la capacidad de ver, el ocultar y el develar, el engañar y
el descubrir, la ceguera de la pasión y el discernimiento de la lucidez.
 El índice es “... un signo que se refiere al objeto que denota en virtud de estar
realmente afectado por dicho objeto” (CP: 2.248). Para entender qué es un índice
quizás hay que pensar un par de cosas a partir de un ejemplo. En primer lugar, si
consideramos el giro de una veleta de esas que hay en los techos de algunas casas
para indicar la dirección del viento, la dirección del giro de la veleta será
determinada por la dirección en que sople el viento. De esto resulta una relación
diádica y de coexistencia entre dos elementos, el viento y el giro de la veleta.
Todavía no interviene el pensamiento. Para que el giro de la veleta devenga índice
o representamen, debe ser advertido por una mente que le atribuya un
interpretante, es decir, que conozca cómo funciona la veleta y de qué modo señala
la dirección del viento. Esa mente debe llegar a la conclusión de que, por ejemplo,
sopla viento del sudeste. En segundo lugar, el índice es un signo que para existir
necesita de la coexistencia y conexión real con su objeto. El objeto es necesario,
debe existir, para que el representamen pueda determinar su interpretante. El
signo que se origina en el giro de una veleta es índice de que hay viento del
sudeste, pero ni bien cesa de soplar el viento, la veleta se detiene y desaparece el
índice. Otro ejemplo, las señales que indican el lugar en que se hallan los
teléfonos públicos en un shopping funcionarán como índice si, efectivamente,
encontramos en el lugar indicado los buscados teléfonos, pero si ese sector está en
construcción y no hay teléfonos a la vista, las señales dejan de funcionar como
índice. Un índice es un signo que perdería al instante su carácter de signo si su
objeto fuera suprimido, “pero que no perdería tal carácter si no hubiera
interpretante”. Los índices dirigen la atención hacia sus objetos por una ciega
compulsión y lo hacen en base a asociaciones por contigüidad y no por parecido o
por medio de operaciones intelectuales.
 El símbolo es “... un representamen cuyo carácter representativo consiste en ser
una norma que determinará su interpretante” (CP: 2.292).
El símbolo es un signo que para ser representativo necesita de una ley,
convención o hábito que le permita ser interpretado, es decir, un símbolo funciona
como una ley o una regularidad hacia el futuro, por lo tanto, su interpretante debe
ser susceptible de la misma descripción y lo mismo su objeto inmediato o
significado. La “corona” significa “poder real” y la “balanza”, “justicia”, en la
medida en que existen convenciones culturales que les atribuyen esos
interpretantes. Cualquier palabra de la lengua que fuere es símbolo, porque sólo
será comprendido su significado en la medida en que exista una ley o convención
que se lo atribuya. El símbolo perdería su carácter de signo si no tuviese
interpretante. Pero el símbolo no puede significar una cosa en particular, sino que
significa una clase de cosas.

Los signos de la tercera tricotomía


Los signos de la tercera tricotomía son considerados según el tipo de relación que tienen
con su interpretante, pero esta relación concierne al interpretante final. Dentro de esta
tercera tricotomía también hay tres tipos de signos: rhema, decisigno y argumento. Ahora
bien, para determinar esos tipos de signo, es imprescindible determinar hasta dónde pueden
extenderse los límites del interpretante en cada uno de esos signos.
 El rhema es un signo que no incluye ninguna referencia a un objeto, no obstante
es un signo que tiene la posibilidad de ser interpretado y que representa a un tipo
posible de objeto, es decir, su interpretante puede referirse a algo a lo que el
signo puede referir. En términos de Peirce, “Es un signo que para su interpretante
es signo de posibilidad cualitativa, es decir que se lo entiende como la
representación de tal o cual tipo de objeto posible” (CP, 2.250). El rhema es lo
que en lógica clásica se denominó “concepto”, no puede ser juzgado ni valorado
como verdadero o falso, por ejemplo, la predicación “es rojo”, no puede ser
juzgada ni valorada en su verdad o falsedad porque sólo se refiere a un objeto
posible.
 El decisigno es un signo que debe limitar la referencia a su interpretante
incluyendo en sí mismo una identificación de su objeto, pero todavía existe un
amplio rango de alternativas para ese objeto que aún no se puede especificar.
Esto quiere decir, que el decisigno es un signo que enuncia algo sobre el objeto
que es representado en él. Es un signo que funciona en un contexto, puesto que
éste es el único mecanismo por medio del cual este signo puede actualizarse, es
decir, sólo puede acceder a la existencia identificando un objeto en el contexto
existencial al que pertenece. Un ejemplo de decisigno es “La rosa es roja”, si es
que este es un enunciado con un contexto bien definido, es decir, si nos referimos
a la rosa roja, que está en el puesto del vendedor de flores en la pintura que, en
este momento, tenemos ante nosotros. Peirce señala que: “Es un signo que, para
su interpretante, es signo de existencia actual” (CP: 2.251).
 El argumento es un signo que determina específicamente cuál es su interpretante.
Su interpretante se halla dentro de un sistema determinado y entonces puede ser
actualizado en un determinado contexto. Esto significa que “sobre cada objeto
incide una pluralidad de argumentos, de los cuales se actualizan tan sólo uno por
vez, al utilizarlo como signo proveniente de un determinado sistema e incluirlo en
un contexto particular” (Magariños de Morentín, 1983: 104). “Rosa roja” puede
ser un argumento con interpretante dentro del sistema político y entonces es un
signo del comunismo, con interpretante erótico y entonces es pasión. Cada uno de
estos interpretantes sólo puede actualizarse en el contexto adecuado. Referimos la
definición de argumento de Peirce: “Es un signo que para su interpretante es un
signo de ley. O también podemos decir que, en tanto un rhema es un signo
entendido como la mera representación de su objeto por los caracteres propios de
éste y que un decisigno es un signo entendido como representación de su objeto
en función de su existencia actual, un argumento es un signo entendido como
representación de su objeto en su carácter de signo” (CP: 2.252).

Este análisis de las concepciones de Peirce sobre semiosis y su tipología de los signos
resultan indispensable para comprender las formulaciones de Eco en torno al signo icónico
y su reformulación en términos de código icónico.

Eco: la estructura perceptiva de los objetos fundada en códigos

A partir de la definición de ícono de Peirce, quien considera al ícono como “...un signo
que se refiere al objeto que denota sólo en virtud de los caracteres que le son propios,...”
(CP: 2.247), Eco cuestiona la relación de semejanza, que esa definición establece entre
algunos de los aspectos del signo y algunos de los aspectos del objeto representado por ese
signo. Para Eco (1975: 222), los signos icónicos (así los denomina él) reproducen algunas
condiciones de percepción del objeto, es decir, reproducen una estructura perceptiva del
objeto, pero de ninguna manera poseen las propiedades del objeto representado (un signo
icónico de un león no es tridimensional ni posee el pelaje ni el olor del león). ¿Qué es la
estructura perceptiva de un objeto? Sucede que cuando percibimos un objeto,
seleccionamos algunos rasgos del mismo y a partir de esos rasgos es que podemos
distinguirlo de otros objetos, por ejemplo, reconocemos a un león macho adulto por su
melena, reconocemos a una cebra por sus rayas, es decir, seleccionamos algún rasgo del
león o de la cebra que resultan definitivos para distinguirlos de otros animales que
comparten con ellos otros rasgos similares. La silueta de una cebra puede ser bastante
similar a la de un caballo o a la de una mula, pero las rayas son su rasgo distintivo.
Entonces, la estructura perceptiva del objeto es una selección de rasgos distintivos del
objeto, pero aún hay que considerar que esta estructura es común a muchas personas, y esto
se debe a que la estructura perceptiva de los objetos reproduce condiciones de percepción
común y deviene finalmente en una estructura fundada en códigos. Si pensamos en las
representaciones acerca de la forma de la tierra en la época de Colón, muchos de esos
signos icónicos coincidían en representar a la tierra con una configuración plana y algunas,
más ingeniosas, la presentaban sostenida por elefantes, y de hecho esas representaciones
ejercían su influencia en las acciones de los marinos de la época, que no se aventuraban a
navegar lejos de las costas por temor a llegar al borde, donde terminaba el océano, y caer en
precipicios plagados de llamas o monstruos. Obviamente, los mapas de la época eran signos
icónicos codificados, porque si algo es seguro, es que ninguno llegó a ese borde inexistente,
vio el precipicio y luego logró regresar. Si vamos a otro ejemplo, este es referido por Eco
(1977: 344), trata acerca de cómo el arquitecto y dibujante del siglo XIII, Villard de
Honnecourt, afirma copiar un león de la realidad, cuando en verdad lo que está haciendo es
reproducirlo según las convenciones de la heráldica de su época. Y es casi seguro que
Villard de Honnecourt estaba tan habituado a esos códigos, que creyó estar transcribiendo
sus percepciones de la forma más acertada y realista.
Nos hemos referido a signos icónicos, a estructuras perceptivas de los objetos, a
convenciones y a códigos. Ahora tendremos que aludir a la forma en que estos conceptos se
articulan en las teorizaciones sobre comunicación visual de Eco para configurar los códigos
icónicos y, al mismo tiempo, vamos a analizar de qué modo la clasificación de los signos de
Peirce está implicada en los códigos icónicos.

Los códigos icónicos

Eco en La Estructura Ausente dice: “ ... los signos icónicos reproducen algunas
condiciones de la percepción del objeto una vez seleccionadas por medio de códigos de
reconocimiento y anotadas por medio de convenciones gráficas ...” ( pág. 225). Esto
significa que reconocemos un objeto porque, cuando lo percibimos, seleccionamos algunos
elementos o aspectos que nos permiten su inmediato reconocimiento, tal como sucede con
las rayas de la cebra. Cuando representamos un objeto, nos ocupamos de que se reconozcan
esos elementos distintivos, es que nos interesa comunicar por medio de esas
representaciones. Surge así el código icónico que establece la equivalencia entre cada
unidad pertinente del código de reconocimiento y su correspondiente signo gráfico
convencionalizado para garantizar la efectividad de las comunicaciones visuales.

Ya habíamos adelantado que en el sustrato de las formulaciones de Eco sobre el código


icónico se halla la clasificación de los signos de Peirce, de modo que nos ocuparemos de
mostrar cómo es que ocurre esto.

Los códigos icónicos, considerados desde el punto de vista de la relación entre signo y
objeto, pueden ser observados en parangón con los signos de la segunda tricotomía. Los
códigos icónicos recuperan las características del ícono en la medida en que reproducen
algunas de las características que hacen a la estructura perceptiva del objeto. Pueden ser
considerados como índices desde el momento en que coexisten con el objeto sobre el cual
dirigen compulsivamente la atención, por ejemplo, un afiche con fondo oscuro en el que se
distinguen la oscura silueta de un animal y un par de puntos luminosos, será interpretado
como una representación de un felino en la oscuridad, porque ese enunciado icónico y los
signos gráficos que lo conforman respetan la equivalencia con la estructura perceptual del
objeto representado, pues es cierto que los ojos de los gatos brillan en la oscuridad. Pero
avancemos aún más. Si el afiche corresponde al anuncio de la proyección de la película
titulada “La mujer pantera”, entonces vamos a saber que se trata de una pantera y no de un
gato doméstico y vamos a ser aún más precisos en nuestra interpretación, puesto que
conocemos la historia de la mujer que se transforma en pantera asesina y la silueta ya no
nos parece la de un animal, sino que hasta podría ser la de un ser humano o la de un ser
proteico. Cuando llegamos a este punto, tenemos que admitir que hemos recurrido a saberes
provenientes de nuestra cultura para poder atribuir un interpretante tan complejo como el de
una mujer que deviene en pantera y además asesina. Los códigos icónicos se han cruzado
así con el símbolo, pasan a connotar interpretantes más complejos y culturalizados (de
hecho el interpretante mujer pantera es más complejo que el interpretante pantera o el
interpretante felino) y generan entonces lo que Eco denomina códigos iconográficos.
Ahora vamos a analizar las relaciones de los códigos icónicos con los signos de la tercera
de las tricotomías planteadas por Peirce, que es la que focaliza la relación entre el signo y el
interpretante. Los tipos de signos que la constituyen son el rhema, el decisigno y el
argumento. El argumento es un tipo de signo que para actualizar su interpretante debe
articular dos parámetros: contexto y sistema. Esto significa que si consideramos los signos
“rosa roja” o “gato negro” como argumentos, para hallar sus interpretantes es necesario
atender a sus contextos y a los sistemas a los que pertenecen. Si el contexto de “rosa roja”
es político, el sistema dentro del cual debe buscarse su interpretante también deberá ser
político y entonces es un signo de comunismo; pero si su contexto es lo erótico, el sistema
que contendrá su interpretante también deberá serlo y “rosa roja” será signo de pasión. En
el caso de “gato negro”, si su contexto y su sistema se vinculan con creencias y
supersticiones, “gato negro” será signo de mala suerte; en cambio, si su contexto y su
sistema se relacionan con creencias que asociándolos a la oscuridad y a la noche los
transforman en animales cercanos a la muerte, el signo “gato negro” no podrá ser
interpretado de otra manera que como signo de la muerte. La lectura detenida de estos
ejemplos permite advertir cierto vínculo entre los conceptos de símbolo y de argumento,
creemos que el punto de encuentro es fácilmente reconocible: es la convención la que
actúa, en el caso del símbolo, para permitir hallar un interpretante que permita la relación
entre el signo y su objeto y, en el caso del argumento, para poder relacionar el signo con un
interpretante adecuado según el contexto. Lo que es interesante es el abordaje de la
diferencia entre símbolo y argumento. Es que mientras el símbolo opera a partir de un único
sistema, puesto que se trata de asociar al signo con su objeto sin plantearse el problema del
contexto, el argumento introduce el elemento contextual y por ello opera la selección del
interpretante manipulando muchos sistemas posibles, en los que buscar ese interpretante,
para hallar el adecuado al contexto. Como veremos, Eco volverá una y otra vez sobre el
hecho de que el contexto intervenga en el proceso de interpretación para fijarle algún tipo
de límite. ¿Y qué sucede con el decisigno y con el rhema? El decisigno es un signo que
permite fijar algún tipo de interpretante vinculándose a un objeto, permite asociar “rojo” a
“rosa” o “negro” a “gato”, esto significa que es el signo de la tercera tricotomía responsable
de atribuir contexto. Ya va quedando claro que es factible establecer una gradación entre
los signos de la tercera tricotomía en lo que respecta al intento de fijar un interpretante para
el código icónico y para el código iconográfico. Mientras que el rhema es un signo con un
posible interpretante, que no puede fijarse, porque en la idea de rhema no hay ni contexto ni
sistema, el decisigno hace aparecer el contexto y trae a la existencia un interpretante simple
(código icónico), “el gato es negro”, y es el argumento el que en el cruce entre el contexto y
el sistema permite la atribución de un interpretante más complejo (código iconográfico)
como, por ejemplo, “la rosa roja es signo de comunismo”.

Estas últimas reflexiones sobre el código icónico de Eco y la complejidad de la


atribución de sus interpretantes en el cruce del contexto y del sistema, planteada por Peirce,
nos lleva a especular sobre la interpretación, sobre sus límites y sus dificultades e
ineludiblemente sobre el proceso de semiosis.

Semiosis ilimitada e interpretante final

El proceso de semiosis, desde el punto de vista de Peirce, es en sí mismo un proceso


ilimitado, ya que todo interpretante tiene la capacidad de convertirse en el representamen
de un nuevo interpretante y así infinitamente.

R I
R I
R I 
Semiosis ilimitada.

El representamen “gato negro” puede tener diversos interpretantes: animales domésticos,


seres vinculados a la productividad y a la sabiduría, servidores de la noche y de la muerte y
finalmente, en el ámbito de las creencias populares, portadores de mala suerte. Lo
interesante es que los interpretantes se multiplican indefinidamente en diferentes contextos:
la vida doméstica, la religión egipcia, el saber popular.
Pero aún hay algo más, todo interpretante, al intentar explicar un signo, produce
desplazamientos en el significado de ese signo, es decir, desplaza los límites del signo,
aunque sea mínimamente. Estos desplazamientos son factibles de ser constatados si se
consideran los múltiples interpretantes referidos a “gato negro”.
En esos desplazamientos, en esas diferencias, radica el secreto de la riqueza del proceso
de semiosis, que permite comprender la afirmación de Peirce: “Un signo es algo que, al
conocerlo, nos hace conocer algo más” (CP: 8.332). El proceso de semiosis posibilita el
conocimiento y es un proceso de conocimiento que nos permite avanzar indefinidamente
incorporando cada vez nuevos saberes.
Pero si bien es cierto que el proceso de semiosis es virtualmente ilimitado, que los
interpretantes se multiplican indefinidamente en el marco de diferentes contextos, sucede
que en el interior de un contexto determinado, el de la cultura egipcia, por ejemplo,
podemos partir de la consideración de los gatos en sus conocidos y tranquilizadores rasgos
domésticos para continuar nuestras incursiones en el misterio de los animales nocturnos y
tenebrosos y para terminar aceptando la acepción de animales fecundos. Se despliega así,
en el contexto de la cultura egipcia, un juego semiótico, un proceso de semiosis que no es
ilimitada, porque existe un interpretante final en el que se detiene: animales fecundos
relacionados con los misterios de la muerte.

R I
R I
R I Final
Interpretante Final. Opera dentro de un contexto determinado.

¿Cómo se explica que un proceso en sí mismo ilimitado se detenga en un interpretante


final? Sucede, que al pasar de un interpretante a otro, se va incrementando el conocimiento
y atendiendo a finalidades cognitivas, necesitamos fragmentar el proceso de conocimiento.
“La semiosis es virtualmente ilimitada, pero nuestras finalidades cognitivas organizan,
encuadran y reducen esta serie indeterminada e infinita de posibilidades. En el curso de un
proceso semiósico, nos interesa saber sólo lo que es relevante en función de un determinado
universo de discurso...” (Eco, 1996: 359). Esto significa que por sus propias limitaciones
cognitivas, la mente humana necesita encuadrar, reducir y organizar la información.

Interpretación, enciclopedia y competencia cultural


La interpretación consiste, según Eco y en la línea teórica de Peirce, en el hecho de que
un representamen pueda ser explicado por medio de un interpretante. “Esta traducción de
un signo (expresión) en otra expresión es precisamente el proceso de interpretación.” (Eco,
1998: 130-131).
El problema es que la interpretación de cualquier tipo de texto es un proceso difícil. Es
que “...una vez separado de su emisor (así como de su intención) y de las circunstancias
concretas de su emisión (y por lo tanto del referente al que alude), un texto flota (digámoslo
así) en el vacío de un espacio potencialmente infinito de interpretaciones posibles.” (Eco,
1992: introducción). Sucede que los mensajes y los signos despliegan sentidos que rebasan
los límites de lo literal y allí está su dificultad y allí su potencial creatividad. En un afiche
acerca de la ópera Pelléas et Mélisande para el Nuevo Teatro Alemán de Praga en 1908
(ver figura) una mujer joven, Mélisande, envuelve hiperbólicamente con sus larguísimos
cabellos a Pelléas. Las figuras se recortan sobre un fondo negro noche y estrellado. Sobre el
traje de Pelléas se distinguen una multiplicidad de diseños de ojos humanos. Literalmente,
los cabellos envolventes, el negro de la noche y los ojos humanos son cabellos, la noche y
unos ojos, pero en otros niveles de análisis podemos atisbar los interpretantes buscados por
el texto: los cabellos connotan la sensualidad de la relación amorosa que une al hombre y a
la mujer; la noche connota la oscuridad del engaño y del ocultamiento y también es un
ícono metáfora que representa el frío y la oscuridad de la muerte; y los ojos condensan en
un ícono metáfora varios significados: la incapacidad y la capacidad de ver, el ocultar y el
develar, el engañar y el descubrir, la ceguera de la pasión y el discernimiento de la lucidez.

Afiche sobre la
ópera Pelléas te
Mélisandre, para
el Nuevo Teatro
Alemán de Praga.
(1908)
Obviamente, es lícito que los cabellos, la noche y los ojos se identifiquen con esos
interpretantes. Ahora bien, ¿ cómo puede explicarse la paradoja de que el texto “flota en el
vacío de un espacio potencialmente infinito de interpretaciones posibles” y sólo alguna de
esas interpretaciones parece válida? Es que de las varias hipótesis que se podrían aventurar
para interpretar un texto, existen algunas que son más adecuadas que otras, porque
responden a criterios contextuales y a cierto entorno cultural. Los interpretantes atribuidos a
los cabellos, la noche y los ojos sólo cobran sentido en función del desarrollo
argumentativo de la ópera, que narra una historia de amor, de adulterio, de pasión, de
enceguecedores celos y de muerte. “Esto significa que el texto interpretado impone
restricciones a sus intérpretes.” (Eco, 1992: introducción). ¿Cuáles son las restricciones? El
contexto, el entorno cultural, la enciclopedia. Y ¿cómo se interpreta un texto? El lector
debe proceder como un “detective” y tampoco se le perdona que no sea un “sabio”.

Contexto o Enciclopedia o
ámbito del ámbito del Sabio
Detective
Hay instrucciones que
orientan la interpretación
Condiciones para que el
indicio devenga pista:
Interpretación ya que el sabio tiene las
limitaciones de la
imposibilidad de conocer
la totalidad de la
No debe haber una
enciclopedia.
posibilidad de interpretación
más económica.

Debe haber una causa única.

Debe configurarse un
sistema de indicios.

Como “detective” opera sobre el contexto y lo devela por medio del mecanismo de la
sospecha. Ante algunos indicios que se le presentan como inocentes e irrelevantes,
sospecha que puedan ser la pista pertinente para resolver el caso. Pero el indicio sólo
deviene pista bajo tres condiciones: la primera, que no se lo pueda explicar de una manera
más económica, la segunda, que apunte hacia una sola causa y no a una pluralidad
indeterminada de causas, y la tercera, que pueda formar sistema con los otros indicios (Eco,
1992: 99). En el caso del afiche de Pelléas et Mélisandre, si los cabellos, la noche y los
múltiples ojos no pueden ser entendidos sólo literal o denotativamente, entonces son otra
cosa y se cumple el criterio de economía; si concluimos que representan la sensualidad, la
muerte, la ceguera y el engaño, entonces comienza a configurarse el sistema de un texto
sobre un amor trágico. Y si concluimos que este mensaje refiere y muestra las desdichas y
los peligros de quedar a merced de las pasiones y de los más enceguecidos celos, entonces
hay una sola causa, una sola razón determinante para la construcción de este mensaje.
Como “sabio” tiene que dominar cada vez las partes de la enciclopedia que respondan al
contexto del mensaje que está leyendo. Y ¿qué es la enciclopedia?
El concepto de enciclopedia es formulado por Eco: “La enciclopedia es un postulado
semiótico... es el conjunto registrado de todas las interpretaciones, concebible
objetivamente como la biblioteca, donde una biblioteca es también el archivo de toda la
información no verbal registrada, desde las pinturas rupestres hasta las cinematecas”
(1998: 133). Es decir, se trata de todos los interpretantes registrables en discursos verbales
o escritos, icónicos y musicales. El uso de metáforas como “biblioteca”, “archivo” o
“enciclopedia” quiere acentuar el sentido de acopio de información, de saberes, pero
“enciclopedia” es además un término con pretensiones de totalidad, ya que se supone que
todo se encuentra en una Enciclopedia. Pero las pretensiones sólo son eso, pretensiones,
porque esta enciclopedia, según Eco, no puede ser descrita en su totalidad. “ Las razones de
que no sea describible son las siguientes: la serie de las interpretaciones es indefinida y
materialmente inclasificable; la enciclopedia como totalidad de las interpretaciones incluye
también interpretaciones contradictorias; la actividad textual que se elabora sobre la base de
la enciclopedia, actuando sobre sus contradicciones ... transforma, con el tiempo, la
enciclopedia, de manera que una interpretación global e ideal de la misma, si acaso fuera
posible, resultaría infiel en el momento mismo de terminarla ...” (1998: 133). Está claro que
si la semiosis es un proceso ilimitado, la producción de interpretantes es incesante, no se
detiene. Es un proceso tan creativo como ilimitado, piénsese en la cantidad de
interpretantes que se podrían generar para “gatos” o para unos cabellos hiperbólicamente
largos, para el cielo nocturno y para una multiplicidad de ojos. Finalmente Eco nos alerta
sobre un aspecto importante: “... la enciclopedia, como sistema objetivo de sus
interpretaciones, es ‘poseída’ de diferentes maneras por sus distintos usuarios” (1998:
133). Los usuarios poseen la enciclopedia en distintos grados. Esta diferencia de
competencias culturales, de saberes, es la que muchas veces dificulta la interpretación, la
convierte en errónea o la impide. No hay usuario que posea la enciclopedia en altos grados
de actualización y en su casi totalidad, pero afortunadamente, todo texto nos da un conjunto
de instrucciones, que nos orientan en su interpretación, puesto que nos dicen qué tipo de
competencia enciclopédica necesitamos para abordarlo. Por esta razón, cuando leemos un
artículo que se refiere a virus, gusanos y troyanos que afectan nuestras computadoras,
estamos leyendo al mismo tiempo una instrucción que orienta nuestra interpretación hacia
entidades informáticas y no biológicas o mitológicas. En definitiva, “... la enciclopedia es
una hipótesis regulativa sobre cuya base –en la interpretación de un texto (ya se trate de
una conversación en una esquina o de la Biblia)- el destinatario decide construir un
fragmento de enciclopedia concreta que le permita asignar al texto o al emisor una serie de
competencias semánticas” (1998: 134).

Nos parece importante abordar todavía el tema de la diferencia entre código y


enciclopedia, puesto que lo habitual, al leer textos de semiótica, es tropezar con el término
“código”. Eco, que hasta 1984 venía refiriéndose al conjunto de aspectos contenidos en el
término enciclopedia bajo una concepción ampliada de código, finalmente establece una
distinción entre ambos conceptos. Para pensar en la definición de código, Eco parte de una
idea, que en realidad es una simplificación excesiva, pero que nos parece útil para
diferenciar código de enciclopedia. Según esa idea, el código es un conjunto de reglas que
regulan la sustitución entre unidades expresivas de diversos sistemas semióticos en base a
un cuadro de equivalencias. Así, el signo “agua”, por ejemplo, puede sustituirse por el
signo H2O sobre la base de que son signos equivalentes. La noción de código parece ser una
más tranquilizadora que la de enciclopedia, ya que las reglas del código son unívocas. Y ya
vimos que, si bien es cierto que la enciclopedia consiste en un conjunto de interpretaciones,
registrables en diversos tipos de discursos y regidas por leyes impuestas desde esos
discursos, que constituyen el tesoro de la enciclopedia, hay no obstante un espacio de
creatividad en la enciclopedia, cuya existencia está garantizada por la semiosis ilimitada.
Este espacio de creatividad nos interesa. Es el espacio del vértigo, de lo inseguro, pero es
un fecundo espacio de génesis.

Bibliografía
Apel, Karl- Otto (1997). El camino del pensamiento de Charles S. Peirce. Madrid: Visor.
Original en alemán: Der Denkweg von Charles S. Peirce. Eine Einführung in den
amerikanischen Pragmatismus. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag, 1975.

Eco, Umberto (1975). La estructura ausente. Barcelona: Lumen. Original en italiano: La


struttura assente. Milano: Casa Editrice Valentino Bompiani & C.S.p.A., 1968.

Eco, Umberto (1977). Tratado de semiótica general. Barcelona: Lumen. Original en


italiano: A theory of semiotics. Milano: Valentino Bompiani & Co., 1976.

Eco, Umberto (1998). Semiótica y Filosofía del Lenguaje. Barcelona: Lumen. Original en
italiano: Semiotica e filosofia del linguaggio. Turín: Giulio Einaudi editore, 1984.

Eco, Umberto (1992). Los límites de la interpretación. Barcelona: Lumen. Original en


italiano: I limiti dell’interpretazione. Milano: Gruppo Editoriale Fabbri, Bompiani,
Sonzogno, 1990.

Eco, Umberto (1999). Kant y el ornitorrinco. Barcelona: Lumen. Original en italiano:


Kant e l’ornitorinco. Milano: R.C.S. Libri S.p.A., 1997.

Gomila Benejam, Antoni (1993). Peirce y la ciencia cognitiva. Publicación del


Departamento de Historia y Filosofía de la Ciencia, Universidad de La Laguna.

Harrowitz, Nancy (1989). El modelo policíaco: Charles S. Peirce y Edgar Allan Poe. En:
U. Eco y T. A. Sebeok (eds.), El signo de los tres. Dupin, Holmes, Peirce. Barcelona,
Lumen . Original en inglés: The police model: Charles S. Peirce y Edgar Allan Poe. En: U.
Eco y T. A. Sebeok (eds.), The Sign of the Three. Indiana: Indiana University Press, 1983.

Magariños de Morentín, Juan A. (1983). El Signo. Las fuentes teóricas de la semiología:


Saussure, Peirce, Morris. Buenos Aires: Hachette.

Marty, Robert. (1997, 6 de Diciembre). 76 Definitions of The Sign by C. S. Peirce. URL


http://www.univ-perp.fr/see/rch/lts/marty/preg46.htm

Peirce, Charles S. (1933-1948). Collected Papers (CP). Cambridge: Harvard University


Press.

Peirce, Charles S. (1974). La ciencia de la semiótica. Buenos Aires: Nueva Visión.

Ransdell, Joseph. (1998, 12 de octubre). Charles Sanders Peirce (1839-1914). URL


http://www.door.net/arisbe/homepage/ransdell.htm

Vallejos, Guido (1999). Peirce. Pragmatismo, Semiótica y Realismo. Cinta de Moebio, 5,


Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile.
Walther, Elisabeth (1979). Allgemeine Zeichenlehre Einführung in die Grundlagen der
Semiotik. Aufl. –Stuttgart: Deutsche Verlags – Anstalt.

También podría gustarte