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Posproductuvismo en Los Espacios Rurales
Posproductuvismo en Los Espacios Rurales
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“El modernismo siempre hablaba del futuro como la llave que ordenaría las cosas,
que purificaría lo malo y dejaría lo bueno. Se trataba de romper con el pasado y
su historia, de conquistar el futuro. Ahora hemos visto que el futuro no resuelve
nada y se vuelve la mirada hacia el pasado; hay que aprovechar todo lo que hemos
dejado atrás, recuperar elementos, ideas, …
El pensamiento postmoderno se presenta así como un intento de vislumbrar el
futuro desde un mundo en el que ya ha ocurrido todo y ninguna utopía o razón
queda por venir. La fuerza y plenitud de las cosas está en el presente, que se
convierte en fugaz experiencia para el individuo y eterna representación para la
humanidad en la que lo siempre nuevo se convierte indefinidamente en siempre lo
mismo”
(PICO, 1992: Modernidad y postmodernidad)
Se llega a afirmar que el mundo rural actual, en cuanto que estructura con fisonomía
y funcionamiento propios, poco tiene que ver con el de hace pocos años, y hacia el futuro
cada vez lo tendrá menos, sencillamente por todo el conjunto de cambios que vienen
afectándole: territoriales, ambientales, sociales, demográficos, económicos, culturales, …
Dichos cambios están perturbando algunos de sus cimientos tradicionales, con especial
referencia a las actividades agrarias, auténtica esencia de lo rural, cuya evolución, a
medio y largo plazo, pasa por desaparecer como actividad productiva en amplias porciones
de territorio de nuestro país. De ocurrir eso es posible que lo que hoy conocemos como
territorio rural debe empezar a ser denominado de otra manera.
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Informes Técnicos del Departamento de Agricultura y Pesca del País Vasco, nº 82: "Postproductivismo y Medio Ambiente" Ed. Servicio
Central de Publicaciones del Gobierno Vasco. Vitoria-Gasteiz. pp.17-77.
con la emergencia de nuevas demandas urbanas sobre lo rural y con la corriente del
"desarrollo sostenible" que, aunque conceptualmente atractiva y cada vez más de moda,
en la práctica resulta difícil de implementar por la dificultad para diseñar estrategias
concretas que puedan hacerlo una realidad sin por ello incidir negativamente en los
capítulos de renta y calidad de vida actual de los rurales, y sin incrementar los ya hoy en día
elevados volúmenes de ayudas y subvenciones públicas recibidas por el sector agrario. Y
también relacionadas con la superación del estadio de sociedad industrial propio de las
postrimerías de este siglo a expensas del auge experimentado por el empleo en el sector
terciario, así como con el auge de las filosofías verdes y el interés por el medio ambiente,
los avances de las telecomunicaciones, la universalización de los medios de transporte
individual, el gusto por el hábitat residencial con escasa carga urbanística por unidad de
superficie, la nueva división internacional del trabajo, la globalización de muchos
elementos claves de la economía rural, lo que genera un incremento de la competencia y la
reestructuración añadida de empresas, etc.
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Informes Técnicos del Departamento de Agricultura y Pesca del País Vasco, nº 82: "Postproductivismo y Medio Ambiente" Ed. Servicio
Central de Publicaciones del Gobierno Vasco. Vitoria-Gasteiz. pp.17-77.
básicamente dos las fuerzas que vienen facilitando la penetración del "postproductivismo"
en los espacios rurales: las políticas agrarias y de desarrollo rural imperantes durante los
dos últimos decenios y los cambios rurales acaecidos durante el mismo periodo como
consecuencia directa de la "crisis" que afecta a "lo rural". Ambos factores se encuentran
intensamente interrelacionados, y aunque su análisis por separado no siempre es posible
nosotros vamos a plantearlo así buscando con ello el máximo de clarificación conceptual.
Puede haber también otros factores cuando la referencia pasa de lo rural a lo agrario.
Así, desde un planteamiento agrario, según WARD, hay tres aspectos a tener en cuenta para
entender la llegada del régimen postproductivista a la agricultura:
Resulta paradójico que ahora, cuando menor es la presión humana sobre el labrantío
(la población activa agraria comunitaria representa menos de un 6 % sobre la total y la
española menos del 10), cuando mayor es la cifra de explotaciones agrarias que han entrado
en la caracterización de marginalidad, y otro tanto ocurre con amplias porciones del espacio
rural europeo, cuando mayor es el grado de despoblamiento en muchas regiones rurales,
cuando mayor es la desestructuración de su sistema productivo, cuando más intenso es el
grado de "desruralización" de numerosos pobladores rurales, esté tan en el candelero el
problema de la presión que el hombre, a través de las actividades agrarias, está ejerciendo
sobre el medio que le sirve de soporte. Y es que, si bien es cierto que las densidades
demográficas rurales están adquiriendo en numerosas zonas matices casi de desertificación,
hasta el extremo de que el mantenimiento de un tejido social mínimo se ha convertido en
uno de los pilares básicos de las políticas agrarias y de desarrollo rural, paralelamente, el
grado de intensidad alcanzado en otras por las actividades agrarias hace necesaria la
revisión de numerosos sistemas de producción agrícola, tanto de aquellos más intensivos
o dañinos para el medio ambiente como de aquellos otros con mayores costes para la
sociedad, sociales, económicos y territoriales.
Es por lo anterior, a lo que se añaden otros factores como los excedentes que afectan
a algunas producciones agrarias (cereales, leche, carne de vacuno, azúcar, …), con difícil
salida hacia los mercados internacionales, y por las presiones internacionales en aras a una
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creciente liberalización del comercio mundial de productos agrarios, que pensamos que la
agricultura europea, y en consecuencia las unidades técnicas de producción, las
explotaciones, y por extensión el sistema rural en general, se encuentran inmersos en
un proceso de redefinición.
Dicho proceso en parte viene siendo impulsado desde la Dirección General para la
Agricultura de la Comisión Europea (DG VI) en el marco de la reforma que la Política
Agrícola Común va a experimentar para el año 2000, aunque ya estaba parcialmente
presente como filosofía de fondo en la reforma de 1992, y a él tampoco son ajenas las
últimas reformas de los Fondos Estructurales, en especial la de 1988, con el diseño de
los objetivos 1 y 5, lo que además de introducir una nueva componente de intervención
pública sobre el territorio rural, que de ser competencia exclusiva del FEOGA pasa a serlo
también del FEDER y FSE, supone también una excelente muestra del creciente interés de
las autoridades por lo rural. A este respecto deben tenerse en cuenta tres consideraciones
básicas:
# En primer lugar, hay que seguir produciendo alimentos y materias primas para
consumidores e industrias, eso sí, productos seguros y de calidad, respetando al máximo
el soporte ambiental y el bienestar de los animales, y orientando las culturas agrarias
hacia la obtención de productos con demanda real como camino para controlar los
excedentes.
Es probable que los tiempos del “verlas venir” puedan estar acabando, y más cuando desde
la DG VI algunas de las propuestas de futuro pasan precisamente por reducir la aportación
de fondos públicos para el mantenimiento artificial de un nivel elevado de precios en
productos agrarios excedentarios.
Desde este supuesto, el objetivo básico a medio plazo sigue siendo mejorar la
competitividad de las explotaciones, aspecto omnipresente en todas las políticas agrarias,
nacionales y comunitarias, como camino intermedio para seguir abundando en otro gran
objetivo, como es el asegurar ingresos estables y un adecuado nivel de vida a las
comunidades agrícolas, en ambos casos objetivos básicos por ser el agrario un sector con
importancia estratégica para la sociedad.
En este contexto, y desde una posición más rural que agraria, otro de los objetivos
básicos para la PAC futura, que va a integrar en su cuerpo normativo las políticas agraria
(de estructuras, precios y mercados) y de desarrollo rural propiamente dicho, pasa por
intentar crear ingresos y oportunidades de empleo alternativos para los agricultores y
sus familias.
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Informes Técnicos del Departamento de Agricultura y Pesca del País Vasco, nº 82: "Postproductivismo y Medio Ambiente" Ed. Servicio
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mantenimiento del soporte natural. De ello, la Directiva sobre los Nitratos puede que
constituya uno de los mejores ejemplos a este respecto.
En definitiva, esa redefinición se enmarca en una tendencia, hoy por hoy muy
generalizada, según la cual se debe producir pensando en las demandas reales de la
sociedad a la que sirve el sector. Y es que, si tradicionalmente la demanda fundamental
ha exigido una producción suficiente de alimentos y materias primas para consumidores e
industrias, otro de los objetivos tradicionales de la PAC, hoy en día a esa se están sumando
más, y entre ellas el concepto de producciones de calidad, el mantenimiento del ambiente
cultural y natural, la creación de cultura y paisaje, …, vienen cobrando importancia
creciente. Ciertamente, desde determinadas "esferas" parece que a los agricultores se les
están pidiendo cambios en su “rol” tradicional, y aunque deben continuar produciendo
alimentos, entre otras razones porque ese es el objetivo básico de su profesión, la sociedad
espera de ellos mucho más.
Algo está variando, incluso en los discursos oficiales, y términos tales como
agricultura de conservación, agricultura ecológica, agricultura sustentable, agricultura
compatible con el medio ambiente, diversificación de la actividad agraria,
desintensificación, extensificación, etc, aparecen con una frecuencia creciente en la
literatura científica relacionada con las tendencias actuales y futuras del sector agrario
europeo, aludiendo todos ellos a una misma realidad: el cambio que, en algunas partes y en
lo referido a algunas culturas agrarias concretas, está experimentando el sector desde las
orientaciones productivistas pasadas hacia un nuevo modelo de corte
"postproductivista" que se vislumbran en un horizonte temporal próximo de la mano de
las directrices que van a definir, cuando menos en parte, la futura PAC ya citada.
Según algunos autores la nueva orientación de esa política común será más rural
y territorial que sectorial y funcional como ha ocurrido hasta ahora, lo que va a permitir
integrar apropiadamente las preocupaciones medioambientales en el marco general de la
actividad, de modo que la producción agraria sea sostenible, no sólo en lo económico sino
también en lo medioambiental (MEYER, 1996).
Desde esa óptica, la medioambiental, las preocupaciones son lógicas, sobre todo
porque la producción de alimentos se ha hecho, y hace nos atrevemos a decir todavía,
con escaso respeto hacia el soporte natural1. De acuerdo, eso es así, pero tampoco cabe
olvidar que, por definición, la actividad agraria siempre va a generar un impacto, no en
vano el mismo significado de la palabra implica la modificación de la naturaleza mediante
el cultivo de la tierra y el cuidado de los animales, con el objetivo de producir alimentos y
materiales en bruto. Aún más, no siempre los planteamientos extensivos, en especial si se
fundamentan en la máxima mecanización posible de las diversas labores de cultivo, hoy por
hoy de manera errónea asimilados al arquetipo de escaso impacto ambiental, son los más
deseables, porque también desde ellos puede existir deterioro. Y todavía más, ciertamente
1
Globalmente al sector agrario se le responsabiliza de la emisión de un 15 % de los gases que producen el efecto invernadero. De la
misma manera, la agricultura es también responsable de la degradación experimentada por el suelo (disminución del contenido de materia
orgánica, contaminación de acuíferos y cauces fluviales por el vertido de residuos de origen animal, salinización, contaminación por
residuos de pesticidas, compactación por uso de maquinaria pesada, …) dada la existencia de malas prácticas agrícolas. Incluso, el
desarrollo de los modernos sistemas de riego tiene también un impacto sobre el régimen natural de las aguas.
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Informes Técnicos del Departamento de Agricultura y Pesca del País Vasco, nº 82: "Postproductivismo y Medio Ambiente" Ed. Servicio
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la agraria es la que mayor impacto genera sobre el medio rural, porque desde un punto de
vista espacial es la que afecta a una mayor proporción del territorio, sin embargo, tampoco
cabe obviar que en ese medio rural se desarrollan otras actividades secundarias y terciarias
con una cuota de impacto, actual o potencial, no siempre tenido en cuenta, y el ejemplo del
río Guadiamar y el entorno del Parque Natural de Doñana en nuestro país puede ser uno de
los más representativos y no único.
Desde esos planteamientos la modernización del sector ha sido una realidad, sin
embargo se afirma también que el desarrollo del sector se ha verificado parcialmente al
margen de las exigencias del mercado al que sirve, atendiendo más a objetivos sectoriales,
políticos y de tipo cuantitativo, con costes no siempre asumibles tanto en lo social como
en lo ambiental e incluso territorial y lo puramente económico. Los ejemplos posibles
son múltiples y una muestra de ellos es la que sigue:
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Informes Técnicos del Departamento de Agricultura y Pesca del País Vasco, nº 82: "Postproductivismo y Medio Ambiente" Ed. Servicio
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- Pérdida de biodiversidad y agresiones al soporte natural. Destaca el caso del agua, de entre
todos los recursos naturales el más gravemente dañado, pero también la extinción de
numerosas especies vegetales y otras que están en grave riesgo de padecerla.
- Rigidez del mercado de tierra, hasta el extremo de que el precio actual de este factor de
producción responde más a fines especulativos que a su conexión con la capacidad
productiva del suelo y con la demanda que pueda existir desde los agricultores
profesionales.
- Génesis de excedentes en la mayor parte de producciones agrarias, hoy por hoy con una
salida hacia los mercados internacionales cada vez más complicada por los acuerdos
alcanzados en la Ronda Uruguay del GATT.
-…
Y sin embargo, no todo ha sido y es negativo en sí mismo, pues también es cierto que
desde finales de la segunda gran guerra hasta principios de la década de los noventa el
campo europeo ha experimentado uno de los cambios más radicales de su historia,
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En modo alguno se puede hablar de un medio rural uniforme, por existir marcadas
diferencias, territoriales y sociales, entre aquellas "zonas rurales más diversificadas", con
cierta industrialización, desarrollo de los servicios de consumo, y con frecuencia de
ubicación rururbana, en las que es posible detectar síntomas de desarrollo, y las "zonas
rurales de montaña y desfavorecidas", en las que el estancamiento demográfico, cuando
no regresión, el abandono del territorio, el frecuente deterioro de su medio natural, su
tendencia al aislamiento y la desarticulación económica, social y empresarial, son las notas
dominantes, siendo por ello las que han experimentado con mayor virulencia la crisis. Y
entre esas "alfa y omega" toda una amplísima gama intermedia de espacios con
características más o menos afines a alguno de los extremos, al modo, casi, de una infinita
gama de grises que van del blanco al negro. Es eso lo que permite hablar a algunos autores
de un continuum rural-urbano (CEÑA, F., 1992), sin límites precisos entre las diferentes
categorías de ruralidad o urbanidad, hasta el extremo de ser posible encontrar núcleos
rurales por su población permanente (menos de 2.000 habitantes, o de 10.000 si se incluye
también el rural intermedio), pero urbanos por la flotante y el contenido social
(MOLINERO y ALARIOS, 1994).
Llegados a este extremo y por haber salido ya el término crisis, se hace necesario
explicitar que una parte del espacio rural, español y europeo, tiene problemas, y serios, que
2
Entre 1973 y 1988 el volumen de producción agrícola en la CEE aumentó a un ritmo de un 2 % anual, y ello partiendo de una situación
en la cual el aumento de la superficie agraria no es significativo, por lo que debieron ser los rendimientos por unidad de superficie el
auténtico factor de variación, mientras que la tasa correspondiente al consumo interno creció tan solo un 0,5 % cada año.
3
Caracterizadas por una ubicación generalmente próxima a alguna ciudad grande, con tendencias demográficas progresivas, con una
participación de los empleos secundarios y terciarios dominante, con un PIB per capita elevado, pero en las que el agrario sigue siendo un
uso clave del espacio.
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En las que, a su vez, lo esencial viene definido por bajas tasas de densidad demográfica, ingresos también bajos, una población casi
siempre muy envejecida y una participación máxima del empleo agrario.
5
Ciertamente la PAC siempre ha sido tachada de poco social, por las disimetrías sociales y territoriales con las que se ha implementado.
La regla del 20/80 cabe aplicarla tanto a las explotaciones como a las regiones: un 20 de las explotaciones perciben el 80 % de las
transferencias públicas al sector agrario, de la misma manera que un 80 % de esas transferencias tienden a concentrarse también en un 20
% del territorio de la UE.
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van más allá de los que puedan afectar a lo agrario6, materializados en la precaria situación
de numerosas explotaciones, por lo que se hace necesaria la revisión del modelo de
crecimiento mantenido hasta ahora. Con todo, otras han resultado beneficiadas y por ello la
revisión deberá contemplar la multiplicidad de situaciones diferentes existentes. En parte,
dicha revisión podría ubicarse en la línea del postproductivismo, y en cualquier caso
pensamos que la crisis actúa como segundo gran factor de avance hacia lo "post" al
hacer necesaria la readaptación del sistema rural a la nueva coyuntura, y en este marco la
reestructura productiva de las explotaciones constituye una auténtica necesidad como
medio para garantizar su supervivencia y con ello la de la "parcela" más sensible y
definitoria del sistema rural.
En definitiva, una crisis que empezó siendo agraria ha acabado por ser también rural,
estando según nuestra opinión la primera en la base y origen parcial de la segunda, y
aunque negativa en sí misma, por estar poniendo en peligro la pervivencia de lo rural
como sistema, un sistema que conforma un "patrimonio único", sin embargo, también está
actuando como un potente factor de evolución territorial, social y económica. Esa crisis
presenta numerosas manifestaciones, si bien las principales son:
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A juicio de algunos autores (GARCIA, 1997), sin negar la fuerte relación existente entre trabajo agrario y sociedad rural, no siempre es
posible establecer una relación causa efecto entre crisis agraria y crisis rural, y viceversa, identificar las crisis de la sociedad rural como
un exponente de las crisis de la agricultura. De hecho, apunta que hoy se asiste a una cierta recuperación de la sociedad rural, sin que ello
se materialice en un detenimiento de la crisis de la agricultura, y así sucede con el sector de las industrias agroalimentarias y con las
agriculturas intensivas de algunas regiones, sin por ello ser posible encontrar una recuperación de las sociedad rural.
El error radica en que hasta hace menos de treinta años lo rural y lo agrícola eran realidades prácticamente intercambiables. La
agricultura estaba asentada, casi en su totalidad, en núcleos rurales, siendo actividad minoritaria en los intermedios y urbanos. La
sociedad rural era, con escasas excepciones, eminentemente agrícola, hasta el extremo de que al resto de los sectores correspondía un
papel de complemento marginal, aunque necesario para el mantenimiento del sistema rural. Y de la misma manera los agricultores
controlaban el poder local.
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Sobre todo el sector agrario, que ha pasado de aportar un 7,4 % del VABpm total del país en 1980 a tan solo un 3,7 en 1993.
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numerosos sistemas rurales; a este respecto existen también ejemplos variados, aunque el
referido a la degradación experimentada por algunas áreas de pasto natural y de bosque, lo
que indirectamente puede facilitar la proliferación de incendios forestales, posiblemente sea
uno de los más significativos.
# Por la reducción de la presión sobre la tierra, dada la disminución de activos agrarios con
el consecuente incremento del tamaño de las explotaciones.
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brecha que separa a aquellos espacios rurales con ventajas comparativas (ambientales,
de ubicación, por importancia del regadío, por la orientación hacia productos de calidad,
por presentar una cierta diversificación de su sistema productivo, …) y casi siempre con
explotaciones agrarias más capitalizadas, de aquellos otros caracterizados por la
ruralidad más profunda (alrededor de 1/5 del territorio del país), en los que, partiendo de
condiciones naturales, o de ubicación, comparativamente peores, la emigración ha sido la
respuesta inmediata de sus pobladores. Son los segundos, en general, los que hoy
conforman las zonas más desfavorecidas, marginales y atrasadas del territorio europeo.
En definitiva, el valor añadido neto al coste de los factores (en teoría la renta que debiera
remunerar los costes de mano de obra y capital) generado por el sector es escaso y en
cualquier caso inferior a las transferencias totales, subvenciones y ayudas, recibidas a través
de la PAC y políticas nacionales y regionales10. Hay que recordar que son numerosas las
referencias al sector en clave de “agricultura subsidiada”.
En este marco, salvo que la sociedad siga dispuesta a aceptar las cuantiosas transferencias al
sector hoy por hoy existentes, el modelo carece del mínimo sentido económico.
10
Según estimaciones realizadas por la OCDE referidas al valor añadido de la agricultura en la UE-12 y las transferencias a este sector en
1991, todo ello en miles de millones de ECUs, el valor de la producción agraria final se evaluó en 223, el valor añadido bruto a precios de
mercado en 127, el valor añadido bruto al coste de los factores en 138, el valor añadido neto al coste de los factores en 110, y las
transferencias públicas totales a la agricultura de la UE-12 en 118.
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# Tercera, la propia política agraria que había auspiciado este desarrollo productivista,
fuertemente sesgada en favor de la regulación de los mercados y los precios, también entró
en crisis, una crisis motivada por los fuertes excedentes estructurales de productos
alimenticios que dieron lugar a presiones presupuestarias (la PAC consume más del 50 %
del presupuesto comunitario) y a graves tensiones en el comercio internacional
(materializadas en la última ronda del GATT, y ya previstas en la preparación de la
siguiente ronda de conversaciones de la Organización Mundial de Comercio a partir del
2000).
Son muchos los productos con niveles de autoabastecimiento superiores al 100 % en la UE,
surgiendo por ello excedentes que resultan muy caros, pues al coste de su almacenamiento
se añade el de su colocación en los mercados internacionales, frecuentemente a precios
inferiores al del coste de producción.
11
De los gastos ejecutados por el FEOGA-G clasificados por su objetivo y naturaleza económica, en 1989 aquellos orientados a
garantizar la estabilidad de los mercados (primas de orientación de la producción, intervenciones con almacenamiento privado,
intervenciones con almacenamiento público y retiradas de la producción) supusieron un 23,1 % de los recursos totales (24.403 millones
de ECUs) y el fomento a la exportación (restituciones y ayuda alimentaria) otro 37,5, mientras que las garantías directas a la renta
(ayudas compensatorias a la producción y ayudas compensatorias a la transformación y consumo) representaron tan sólo un 43,9 %.
Mientras, en 1994, una vez consolidada pues la nueva PAC reformada, sobre un total de 34.282 millones de ECUs, las cuotas de
participación se han alterado considerablemente: a la estabilidad de mercados ha pasado a corresponderle un 13,6 % (con una diferencia
respecto a 1989 de un -9,5 %, especialmente intensa en lo referido al almacenamiento público con una reducción de un -12,3), al fomento
de la exportación un 25,0 % (-12,5 %) y a la garantía de la renta un 59,4 % (+15,5 % en general, si bien, en lo referido a las ayudas
compensatorias a la producción resulta de un +18,6 y en el capítulo de ayudas compensatorias a la transformación y el consumo de un -
3,1).
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agricultores por la pérdida de renta derivada de los recortes en los precios de intervención.
La retirada obligatoria de tierras de la producción agraria (set aside), con el objeto,
nuevamente, de reducir los excedentes. Y la implementación de un sistema de cuotas de
producción que garantizan la percepción de los precios mínimos establecidos de no
superarse un volumen máximo preestablecido12.
oooooooooooooooo
Llegados a este extremo es posible afirmar que desde 1992 algunas cosas han entrado
progresivamente en clave de cambio, aunque sólo sea sobre el papel de los documentos
oficiales. En efecto, creemos que aparece implícito el esbozo de una nueva filosofía de
desarrollo agrario y rural para la que las consideraciones ambientales y territoriales
son básicas, dando la impresión de que existe una creciente convergencia entre las
políticas agrícola y ambiental.
12
El complejo sistema de cuotas existente (de producción, de producción garantizada o ayuda, y de excedentes, en su vertiente estatal o
comunitaria) se erige en un estricto sistema para el control cuantitativo de la oferta.
Por sectores, las cuotas estatales de producción afectan a los lácteos, azúcar/isoglucosa y viñedo (prohibición de nuevas plantaciones).
Las cuotas estatales de producción garantizada a los herbáceos, forrajes, plátanos, ovinos, bovinos, vacas nodrizas, algodón, tabaco,
fécula de patata, tomate transformado y arroz. Las cuotas comunitarias de producción garantizada al aceite de oliva y algunas frutas y
hortalizas transformadas. Las cuotas comunitarias de excedentes a algunas frutas y hortalizas frescas y transformadas y a los productos
del vino (volúmenes de destilación obligatoria). Y las cuotas de excedentes a la producción de vino y las frutas y verduras frescas.
13
La necesidad de controlar el gasto agrario ante la previsible integración de algunos países de la Europa Oriental y Central en los que el
sector agrario tiene un peso proporcionalmente superior al que le corresponde en la UE-15 es un factor importante, de la misma manera
que también lo son las presiones sociales en aras de un mayor cuidado de la calidad del medio natural.
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Nos encontramos ante un concepto novedoso para los ruralistas españoles. Hasta tal
extremo lo es, como afirma BOWLER, que incluso la naturaleza exacta del
postproductivismo está por definir, probablemente por la ambigüedad que introduce el
prefijo "post", que puede significar desde lo que viene después de (siendo por ello útil
para entender la etapa productivista en su justa dimensión), hasta el movimiento hacia un
nuevo estado de las cosas, y dependiendo de cual de las dos acepciones se emplee la
interpretación puede cambiar. Aún más, dicho prefijo presenta un uso social tan
generalizado, por preceder a casi cualquier cosa, que ha perdido una parte de su contenido.
A la postre, es un concepto tan ambiguo como en su momento lo fueron los de
postmodernismo, postfordismo, sociedad postindustrial,…, con los que existen, además,
ciertas concomitancias.
De emplear la acepción "LO QUE VIENE DESPUÉS DE" puede pensarse, tal y
como apuntan KUMAR y BAUMAN, que su significado alude a postproductivismo como
reacción a la etapa productivista y se emplea más para aclarar, analizar y reevaluar la
lógica de acumulación productivista que para definir algo nuevo. En definitiva, esa
lógica de acumulación que gira alrededor de un uso intensivo de la tierra, de los hallazgos
de la ciencia y del uso de la tecnología, buscando como fin último la intensificación de los
rendimientos productivos sin tener en cuenta la enorme gama de riesgos ambientales
posibles. Una lógica, por lo demás, sancionada desde la diversas instancias político-
técnicas, entre otras razones porque las autoridades competentes lo han legitimado
vinculando en un todo ideas tales como alto aporte de inputs con gran carga tecnológica,
con altos rendimientos, con innovación y modernidad, con habilidad entre los
agricultores, con empresariedad y con ganancias.
Difícilmente cabe entender alusión alguna a un orden económico nuevo que vaya
a imponerse de forma generalizada en el espacio rural, entre otras razones porque los
avances de la ciencia son permanentes, y no sólo en términos de seguir incrementando los
rendimientos productivos por unidad de superficie y de trabajo, sino también en la línea de
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minimizar los impactos ambientales mediante sistemas de protección tanto activos como
pasivos a poco voluntad que haya en este sentido. En otras palabras, mientras el
postproductivismo parece afectar a algunas regiones, en otras la agricultura productivista
está reforzándose. Al final, probablemente todo se reduzca a que la productivista es una
orientación más bien propia del productor, mientras que la demanda social
postproductivista lo es de la ubicación del consumidor. Tan legítima es una como la
otra, todo es cuestión de conciliar intereses respetando el uso que se hace de los recursos y
del valor que se les concede.
Desde una perspectiva más teórica el "postproductivismo", como otros tantos "post",
tiene su origen conceptual en el "postmodernismo", corriente filosófica que arropa
conceptualmente a la transición postproductivista y presenta claras concomitancias con el
"postfordismo".
Por supuesto dicha teoría tiene sus críticos. Las principales dudas se plantean al
pensar si es o no correcto hablar de postfordismo en términos de nuevo orden industrial, ya
que la especialización flexible cabe entenderla más como un neofordismo continuación
de la revolución fordista impuesta por los imperativos del mercado, para desarrollar
nuevos mercados y mantener y expandir las cuotas de mercado mediante la reinvención del
arte de producir "desde planteamientos de variedad" alejados de producciones masivas.
Mientras, la teoría postmoderna resulta, como sugieren algunos autores, antes que
nada una condición intelectual crítica con el modernismo y en especial con sus fallos,
precisamente por haber polarizado sus esfuerzos en la búsqueda de un futuro centrado en
torno al avance científico y la modernización económica y social, que se pensaba podía
solucionar cualquier problema, olvidando la historia y el pasado, en otras palabras las
estrategias adaptativas tradicionales implementadas por los rurales para sobrevivir y
medrar.
Expresa también una reflexión que toma como ejes centrales de su discurso la enorme
gama de problemas y amenazas ambientales derivados de la modernización sin
controles que caracteriza a la sociedad moderna, industrializada y economicista. Y como
ocurría antes, de nuevo, la duda surge al poder considerar el postmodernismo como otra
forma nueva de modernismo avanzado por afectar más a los principios de la sociedad
industrial clásica que a la sociedad industrial en sí misma, que no puede ser anulada porque
en el marco de las sociedades desarrolladas los avances nunca podrán obviarse, so pena de
que una parte de la calidad y nivel de vida alcanzados queden irremediablemente alterados.
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De las citadas, que no afectarán a lo agrario en particular sino más bien a todo el
espacio rural en general, sin particularizar en ningún sector concreto, las más fácilmente
abordables serán la primera y la segunda, por estar ya a fecha de hoy contenidas en las
principales políticas agrarias y de desarrollo rural vigentes y constituir dinámicas más o
menos aceptadas por los rurales, mientras, la viabilidad de la tercera es más que dudosa.
# Ese puede ser un excelente camino para reducir los excedentes de algunos productos
agrarios en la UE, hoy por hoy una de las principales inquietudes de las autoridades
comunitarias competentes en materia agraria y de comercio exterior.
# Puede ser también una vía para resolver el problema de la retirada obligatoria de
tierras, aspecto muy pocas veces entendido por los agricultores, sencillamente porque se
separa de las orientaciones vigentes hasta hace pocos años.
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- Las condiciones del medio natural. Ello sin caer en claves de un determinismo geográfico
hoy por hoy cada vez más trasnochado, lo que no implica que a escala inferior a la regional
algunos espacios concretos puedan poseer ventajas comparativas capaces de influir sobre el
factor competitividad, casi siempre ligadas a unas condiciones climáticas particulares
alejadas de las propias del entorno.
- La proximidad a determinados centros de consumo, con preferencia urbanos.
- La ubicación geográfica concreta en términos de proximidad o lejanía a los espacios
centrales europeos y regionales.
- El carácter insular o continental de la región.
- El volumen y calidad biológica de la mano de obra agraria regional.
- El nivel de organización del sector, etc.
Dichos grupos, de alguna manera, no dejan de ser sino producto del desglose de los
dos grandes modelos de explotación ya existentes, que van a evolucionar en un marco
general de reestructuración, territorial, productiva, social y de tamaño, y de búsqueda de la
competitividad:
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# Las del primer grupo, reducido por número pero importante por superficie de
cultivo, continuarán o incluso intensificarán las formas productivistas de
producción, siendo capaces de producir grandes cantidades con costes
relativamente controlados, con rendimientos normalizados y en intervalos regulares
de tiempo; en definitiva, en él deben incluirse todas aquellas explotaciones ya
viables o que pueden serlo en razón a su tamaño y competitividad. En general,
ocuparán un escalón más dentro de una cadena alimentaria ya a fecha de hoy
controlada por los grandes grupos de transformación y distribución. En este
contexto, no se debe olvidar el poder y capacidad de presión inherente al complejo
agroalimentario, un auténtico “looby” a escala comunitaria.
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Se trata de una consideración relacionada con la filosofía que anima a la Ley de Modernización de Explotaciones Agrarias, claramente
orientada hacia un modelo de agricultura profesional basado en explotaciones capaces de remunerar el factor trabajo de forma aceptable,
propiciando para ello una reestructuración del tejido productivo agrario a expensas de la desaparición progresiva de aquellas más
pequeñas, por debajo de 4 UDEs, y, ocasionalmente, aquellas con una dimensión entre 4 y 16 UDEs. La desaparición puede afectar,
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Por supuesto, serán los grupos segundo y tercero aquellos a los que más
"afectarán" las tendencias postproductivistas, unas tendencias que no son sólo, tal y
como parece desprenderse de la revisión de la mayor parte de los trabajos integrados en la
referencia “post”, una cuestión de pluriactividad, o de diversificación de actividad
productiva en cualquiera de las dos posibles dimensiones del término: la estructural (en
esencia la combinación en las empresas agrarias de lo puramente agrícola con la obtención
de rentas procedentes de otros sectores o de actividades no agrarias) y la basada en
producciones nuevas y alternativas a las tradicionales. Y de ello son una buena muestra las
comunicaciones presentadas a esta ponencia. Eso sería una forma reduccionista de
entender el postproductivismo, más bien conectada con una nueva estrategia
neoproductivista de acumulación, por ser la resultante de la necesidad imperiosa que
afecta a numerosas explotaciones que para pervivir como tales deben adaptarse
diversificando al máximo sus fuentes de rentas, o también antiproductivista, cuando de lo
que se trata es de cargar tintas únicamente sobre los daños ambientales ligados a la
actividad agraria. Su viabilidad en cuanto que empresas empieza a dejar de ser un
tema relacionado unívocamente con lo agrícola por haber adquirido una dimensión
más global, rural cabe afirmar.
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según SUMPSI, a 1,5 millones de explotaciones, quedando al final un grupo de entre 400 y 450 mil explotaciones, todas ellas de más de
6 UDEs.
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del documento Agenda 2000, una readaptación según la cual es básica la mudanza desde lo
exclusivamente agrícola hacia una preferencia más rural.
Tanto por una vía como por la otra al final se ha conseguido, en primer lugar, la
pervivencia de la explotación, cuando menos en primera generación, y, en segundo
término, la integración más intensa de las unidades familiares rurales en los
circuitos de la economía y empleo local hasta una escala comarcal.
Son ya numerosos los trabajos que empiezan a insistir en que durante los últimos
decenios algunas sociedades rurales vienen mostrando una cierta imagen de vitalidad
que da al traste con una parte de la idea de inmovilismo que las caracterizó en otros
momentos y que está en la base de su crisis posterior, sencillamente, porque fueron
incapaces de adaptarse para competir con un hecho urbano que ha actuado como
dominante, salvo mediante los flujos migratorios, de personas y capitales, como primer y
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casi único medio para manteniendo o, en el mejor de los casos, incrementando los recursos
per capita generar ratios de productividad más próximos a los urbanos. Craso error, porque
el medio rural ha acabado yendo a remolque “de”, con escasa capacidad de participación en
un proceso de toma de decisiones más bien urbano; incluso hoy una parte importante de las
inversiones en el medio rural se siguen buscando en los excedentes urbanos de capital, que
únicamente tienden a llegar al campo cuando las perspectivas de rentabilidad son mayores
o con planteamientos especulativos e incluso ligados al blanqueo de dinero, siendo el
elevado precio alcanzado por el factor tierra una de las mejores muestras posibles de lo
apuntado, y otro tanto está empezando a ocurrir con el precio de los inmuebles y en general
del suelo urbano edificable.
Por supuesto, las diferencias regionales y locales son importantes, hasta el extremo de
que es posible identificar tres modelos comportamentales:
# finalmente, aquellos que han tenido cerca una gran ciudad o un centro urbano
importante, caso madrileño, se han mantenido también mejor que los más alejados.
Da pues toda la impresión que sobre las tendencias demográficas rurales influyen
variables tales como la mayor o menor agrarización, el tipo de agricultura dominante, los
sistemas de tenencia de la tierra, las comunicaciones, la proximidad a los centros urbanos y
el atractivo paisajístico.
Pueda que sea precisamente hoy, cuando más desvitalizado se encuentra el medio
rural, tanto en lo demográfico (por envejecimiento y densidades de población)15 como en lo
funcional, cuando se empiezan a identificar ciertos síntomas de cambio, a los que no son
ajenos ni los poderes públicos ni las instituciones públicas y privadas que trabajan en
materia de desarrollo rural, que reivindican lo rural como un hecho diferencial frente a
un urbano mucho más homogeneizador, que lo reinventan. Con todo, también es cierto
que algunas de las diferencias entre lo rural y lo urbano han venido reduciéndose (en
lo cultural, en las formas de organización social, en el nivel de vida, en la estructura
socioprofesional, en las rentas, …), como no podía ser menos y sin que ello implique
homogeneidad radical, pues las interferencias mutuas son importantes, incluso en lo
referido a los espacios rurales más aislados. Al final, la sociedad rural, aunque
cuantitativamente poco importante, menos del 25 % de la población española total, acaba
desempeñando un papel territorial fundamental, y es que controla directamente la mayor
parte del espacio, más del 85 %.
15
Los diferenciales en la tasa de envejecimiento según el tamaño de los municipios son enormes: la media del país es de un 13,84 %, de
un 13,43 para los mayores de 10.000 habitantes, de un 18,00 para los menores de 10.000 y de un 22,65 para los menores de 2.000 (por
encima del 25 en Aragón, Asturias, Castilla y León y Galicia).
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Es éste uno de los capítulos probablemente menos tratados en los estudios del “hecho
rural”, incluso entre los sociólogos rurales, perfectos colegas y aliados para los geógrafos, y
que por ello podría constituir una auténtica cantera de futuros trabajos de investigación.
Las dimensiones concretas de cambio social las identificamos desde una triple
perspectiva: dinámica demográfica, estructura sociodemográfica y renta
Desde el punto de vista de la dinámica demográfica, hay núcleos en los que esa
tendencia secular a funcionar como "emisores" esta cambiando, hasta el extremo de que no
sólo las entradas compensan a las salidas, sino que incluso se constituyen en centros
receptores de población. Por supuesto es una tendencia minoritaria, por afectar únicamente
a algunos núcleos en los que los recursos son envidiables (paisajísticos, de ubicación,
mineros, agrícolas, …), y sin embargo constituye una muestra de lo que puede ser el futuro
si los recursos disponibles son convenientemente valorizados. Un reto y una necesidad.16
16
A una escala regional el hecho de los retornos es relevante en toda la zona del Mediterráneo (Cataluña, Comunidad Valenciana y
Murcia), y lo empieza a ser también en Andalucía y parcialmente en el Interior (Madrid sobre todo), mientras que la crisis perdura en
otras como Aragón.
17
Como media, en nuestro país la ocupación agraria afecta a un 34,5 de la población activa en los municipios menores de 2.000
habitantes (más en Andalucía, Aragón, Asturias, Cantabria, Extremadura, Galicia y Murcia), a un 27,3 en los menores de 10.000 y a un
5,5 en los mayores de esa cifra. Por el contrario, los porcentajes correspondientes a los sectores secundario, construcción y terciario
quedan como sigue: 20,0, 22,8 y 25,4 en el primer grupo; 13,5, 14,3 y 10,8 en el segundo; y 32,0, 35,6 y 58,3 en el tercero. De estas
cifras se deriva que la terciarización es casi una constante, con un desarrollo en ocasiones relacionado con la oferta de servicios, como en
el rural periurbano o en las zonas turísticas, y en otras con un incremento de la demanda surgida para atender los nuevos servicios que
requieren los habitantes rurales y los visitantes. Analizando las diferentes variaciones regionales, se detecta como Andalucía,
Extremadura, Galicia y Asturias presentan una caracterización más claramente agraria, y en el extremo opuesto, con caracteres más
plurales, se ubican Madrid, Baleares, País Vasco, Navarra, Cataluña y Canarias. Al resto corresponde una posición intermedia, en
ocasiones próxima al modelo agrario, como Cantabria, Castilla y León, Aragón y Murcia, en otras más próxima al menos agrario, las
restantes.
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Pero también hay que citar la tendencia observada en la reducción del diferencial existente
entre las rentas familiares urbanas y las rurales, si bien los rurales hoy por hoy ganan y gastan
menos que los urbanos, sobre todo en esparcimiento y cultura. Pese a todo, los ingresos en los
núcleos rurales son en torno a un 25 % menores a los del hábitat urbano18, aun con, nuevamente,
importantes contrastes entre unas regiones y otras19. Y otro tanto ocurre en relación a los gastos.
Se dice, casi con independencia del foro del que proceda la referencia, que el futuro
del medio rural, por definición pluriactivo, multidimensional (TOVEY, 1997) y formado
diferentes subsistemas interrelacionados y solapados (agrícola, forestal, ganadero,
industrial, de ocio, ambiental, …), pasa por una dinamización previa conducente a que
las actividades productivas dominantes hasta ahora se modernicen y combinen con
otras, pero donde agricultura, ganadería y explotación forestal, actividades todas ellas
tradicionales, deben seguir siendo las básicas. En definitiva, desde un conocimiento
preciso del hecho rural, al que hay que aproximarse desde múltiples variantes (ambiental,
social, laboral, económica, cultural, …), se trata, partiendo del objetivo de asegurar la
viabilidad y sostenibilidad futura de los sistemas rurales regionales, de no seguir confiando
de forma prioritaria en la producción agrícola a la vez que buscar nuevas formas de
explotar lo rural.
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de cambio (la calidad medioambiental por ejemplo), y con otros ocurre lo contrario, están
perdiendo una parte de ese valor (quizás podríamos apuntar el substrato edáfico en aquellas
regiones menos competitivas y orientadas hacia producciones excedentarias),
probablemente por estar en regresión la demanda inicial que los valorizaba o saturado el
mercado al que accedían, finalmente también hay otros que por haber variado la
demanda que los sustentaba han cambiado el uso y aprovechamientos que soportan
(probablemente el bosque sea uno de los mejores ejemplos, ya que, si bien potencialmente
puede seguir soportando un uso forestal tradicional, en realidad su valor actual como
recurso depende más de las funciones ambiental y paisajística que se le adjudican). Aún
más, se viene observando la redefinición del valor y potencialidades de uso inherentes a los
recursos tradicionalmente utilizados por los agricultores (tierra, agua, pastos naturales,
masas forestales, …), que de entenderlos única y exclusivamente como recursos para la
producción pasan a ser, además, recursos para consumo directo, lo que puede incidir
en positivo sobre el volumen de excedentes de algunos productos.
Es así que, salvo el rural poseedor de ventajas comparativas, sean del tipo que sean
(climáticas, edáficas, hidrológicas, paisajísticas, de ubicación, …), la mayor parte del
espacio rural europeo y español precisa la aplicación de políticas de desarrollo o
continuarlas si ya se están implementando.
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Hoy por hoy, al hablar de desarrollo rural, concepto e idea que afortunadamente va a
ser integrada en el cuerpo de la PAC por entender que desarrollo rural y desarrollo agrario
no son independientes entre sí, todo lo contrario, tiende a aceptarse que para hacerlo
posible, con independencia del adjetivo que acompaña a la región (de montaña,
desfavorecida, rural periurbana, rural profunda, …), debe ser de carácter integral,
concebido e implementado a escala local y basado en la utilización diversificada de los
recursos endógenos.
¿Hacia dónde avanza lo expuesto hasta este momento? Creemos que es este sentido
hay tres ideas esenciales a retener. Primera, en el pasado los Estados intentaron
fomentar la instalación de unidades industriales como medio para diversificar las
economías rurales, a la vez que aprovechar la fuerza de trabajo disponible y espacios para
edificar más baratos que en el medio urbano. Se trataba de actividades, en general, con
base en un fuerte aporte de trabajo manual y de baja especialización, tales como textiles,
cuero y calzado, etc, precisamente uno de los grupos que han experimentado de una manera
más virulenta la crisis industrial de los ochenta.
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un agricultura que, pese a todo, tarde o temprano va a estar obligada a adaptarse a las
condiciones de competitividad impuestas por los mercados agrarios y alimentarios
internacionales, competitividad paliable con un apoyo público que debe orientarse al
mantenimiento de los paisajes agrarios tradicionales. Antes bien, deberá buscarse la
modernización de las actividades agrarias y su combinación con otras orientaciones
económicas.
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Lo anterior constituye un peligro real al que no son ajenas esas nuevas demandas
urbanas ávidas por consumir lo rural (ambiente limpio, culturas interesantes, paisajes
atractivos, fauna silvestre, espacio abierto, tranquilidad, alimentos naturales, etc.),
especialmente en aquellos puntos con ecosistemas de mayor valor ambiental, por ello
mismo muy frágiles cuando la concentración humana supera la capacidad máxima portante
del sistema.
Pero es curioso, paralelamente, en todos aquellos otros territorios rurales en los que la
participación del sector agrario en la actividad exportadora es importante, o el volumen de
empleo generado es básico para el mantenimiento de grupos humanos numerosos, no puede
afirmarse que el Estado haya perdido su interés por mantener el modelo productivista. Son
por ello muy impermeables a las tendencias que propician la combinación plurifuncional de
orientaciones productivas. Cuando más, la agraria puede llegar a convivir, no sin
conflictos, con la orientación turística allá donde los recursos propician también ese uso del
espacio. En ellos, a fecha de hoy la regulación ambiental es excesivamente laxa e
inoperante. Por poner un ejemplo, es significativo que en un país como el nuestro, donde
las regiones de agricultura más intensiva tienden a presentar un déficit importante del
recurso agua, por lo demás básico por tratarse casi siempre de agricultura de regadío, el
precio de dicho recurso sea tan bajo que difícilmente resulta ser motivo para inducir
estrategias y medidas tendentes a un mayor ahorro de agua ¿? Es todo un reto.
Cabe discutir, incluso, si no existe una cierta predisposición de los poderes públicos,
obligados siempre a guardar equilibrios difíciles, en el sentido de alcanzar un consenso
social en torno a qué debe entenderse por impacto ambiental y, sobre todo, impacto
ambiental admisible, envenenamiento social normalizado dice TOVEY. Parece, y es
nuestra impresión, que la idea última va por la línea de garantizar la legitimación de un
estado más ecológico de modernización, conciliándolo con un desarrollo industrial o
del sector terciario en buena medida a costa de la agricultura. La tendencia de futuro
va por aquí, y la inflexión parece que ya se ha producido, su mantenimiento, en cualquier
caso, dependerá de los recursos naturales de cada zona, del aprovechamiento endógeno que
se haga de ellos, de la iniciativa de los pobladores rurales y su capacidad para asumir
riesgos, de la evolución económica del país y, por último, de las orientaciones que a largo
plazo adopten las políticas generales y de desarrollo rural.
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Llegados a este extremo y para terminar nuestra reflexión no resta sino analizar hasta
que punto el medio rural español puede ser caracterizado de postproductivista, en otras
palabras hasta que punto se cumplen o no las premisas que avalan la existencia de la
transición "post": mudanza desde lo agrícola hacia una preferencia más rural, mayor
inquietud ambiental, diversificación y plurifuncionalidad de las explotaciones, nuevas
modalidades de empleo rural, etc.
Pues bien, es cierto que la actual transición hacia un modelo postproductivista es más
evidente en algunos otros países europeos que en el nuestro, caso de Francia, Bélgica,
Holanda, Luxemburgo, Alemania, Reino Unido, Dinamarca, Austria y parcialmente Italia,
sencillamente porque su experiencia previa en materia de desarrollo rural, y en esto
incluimos los apoyos públicos, es superior y más antigua, sus sistemas productivos son
también distintos, sus desequilibrios regionales diferentes, sus módulos de riqueza per
cápita superiores y, en último extremo, la crisis rural no ha llegado a materializarse hasta
los extremos españoles, en especial en todo el interior peninsular y parte de la cornisa
cantábrica. Sin embargo, al hablar del caso español no cabe la posibilidad de generalizar
por pensar que la perceptibilidad de la transición, en su doble dimensión de diversificación
productiva, a escalas tanto de explotación agraria como de sistema productivo rural en
general, y de valorización del medio rural, en las vertientes cultural, ambiental y natural,
depende casi siempre de la escala de trabajo considerada.
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La duda nos envarga al pensar que todas las producciones rurales puedan entrar en
esta dinámica, ni tan siquiera a largo plazo, como si todos los consumidores pudieran
asumir el pagar por los productos rurales el sobreprecio que, estamos convencidos, supone
producir según las premisas del “post”.
Y todavía más, porque ese complejo siempre podrá presionar jugando la baza de la
deslocalización, en este caso agraria y copiando las prácticas desarrolladas por algunas
empresas industriales durante los últimos veinte años, con su salida a otras regiones donde
los controles ambientales y sociales no son tan severos, volvemos a tener otra razón que
apoya nuestras matizaciones.
Los ejemplos están ahí: los urbanos, y también muchos rurales, comemos manzanas
chilenas, y lo mismo ocurre con la ternera argentina, o con el azafrán iraní, o con las patatas
polacas, o con el cordero neozelandés, y así un largo etcétera de productos más o menos
habituales en nuestra dieta y todos ellos excedentarios en el marco de la UE. Lo hacemos
de una forma natural, sencillamente porque son más baratos que sus homónimos europeos y
sin preguntarnos por qué lo son; de hacerlo pudiera ser, e insistimos en ello pudiera ser, que
debieran relativizarse algunas de nuestras inquietudes sociales, territoriales y
medioambientales, que no por legítimas deben conducir al “cierre” de un sector, el
primario, con importancia estratégica. A la postre, aunque durante la Cumbre de Río en
1992 la comunidad internacional aceptó el concepto de “desarrollo sostenible” como un
objetivo futuro deseable ante las tendencias productivistas, no está nada claro que dicho
concepto, después de casi seis años, haya sido asumido en todas las regiones del planeta,
siendo además evidente que en la mayor parte de las políticas agrarias vigentes las
orientaciones produccionistas, no siempre productivistas, siguen siendo dominantes,
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Desde la premisa precedente, de nuevo una serie de interrogantes nos hacen dudar
acerca de la viabilidad a corto plazo de las tendencias "post":
# ¿Hasta qué punto el segmento de consumidores con mayor poder adquisitivo puede ser
suficiente para inducir un cambio generalizado en los sistemas de producción intensiva
hoy por hoy vigentes?
# Si bien es cierto que aquellos agricultores ubicados en regiones desarrolladas que se han
reconvertido hacia prácticas de agricultura biológica, por ello mucho más respetuosa con
las condiciones del entorno ambiental, están teniendo éxito, entre otras razones porque la
oferta de productos ecológicos, aunque creciente, es todavía limitada y también porque
su precio de mercado es superior al de los procedentes de la agricultura convencional,
¿cómo podría influir sobre el precio de los productos ecológicos, y en último extremo
sobre la rentabilidad de las empresas agrarias, un crecimiento de su volumen por encima
de la capacidad de absorción de los mercados?
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productos industriales y terciarios pensados para elevar su calidad de vida, ¿es posible
pensar que el sistema de valores puede invertirse, pasando a ser el consumo de productos
agrarios naturales y de calidad el exponente de la calidad de vida?
# En un marco de población estable, con un crecimiento natural cada vez más reducido,
¿cómo puede entenderse que va a evolucionar la demanda de productos alimentarios y
qué influencia puede tener ésto sobre las producciones agrarias y los excedentes que
actualmente afectan a algunas de ellas?
- Cuarta. En cambio, creemos que imaginar una transición postrural a largo plazo
es también una hipótesis plausible, por diversas razones:
# De una parte, porque cada vez son más numerosos los jóvenes rurales
dispuestos a permanecer en su medio. Incluso, un número importante ha
realizado estudios universitarios, y aunque la coyuntura actual desgraciadamente
conduce a que sean muchos los que una vez los acaban se mantienen en el medio
rural hasta encontrar en el urbano una ocupación acorde con su formación,
también existen experiencias en otras partes de Europa, sobre todo Francia y
Reino Unido, que muestran el deseo expresado por numerosos jóvenes de
instalarse en los pueblos rurales y montar allí sus negocios. Dicho proceso viene
siendo bautizado con el término de "neoruralización", al que no son ajenas las
nuevas tecnologías y redes de teletrabajo que con ímpetu creciente están llegando
al medio rural.
- Y quinta ¿Realmente las políticas agrarias y rurales que a fecha de hoy afectan al
espacio rural, e incluso lo harán en un futuro próximo, cabe caracterizarlas de
postproductivistas?, creemos que no, sencillamente porque lo ambiental cuesta mucho
dinero lo que no casa con administraciones públicas sometidas a tensiones presupuestarias,
y más cuando los objetivos de mejora estructural y de la competitividad siempre están
presentes en todas.
oooooooooooo
A la luz de los planteamientos expuestos hasta ahora, lo único cierto es que una
parte del "hecho rural" está adquiriendo una nueva dimensión de valoración para
muchos urbanos o rurales con formación urbana, y que algunas actividades no agrarias en
el medio rural están en expansión, partiendo incluso de una nueva relación hombre
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naturaleza, que si bien hoy es insuficiente para generalizar en todo el territorio las
tendencias “post”, no lo es para introducir nuevas variables de multifuncionalidad y
atracción, en definitiva, nuevos equilibrios económicos, sociales y culturales que darán
lugar a su vez a otros de índole territorial.
En referencia a ese segundo marco, en nuestro país empiezan a existir ejemplos con
dimensión regional que avalan esa transición en coordenadas de la estructura de la
ocupación de la población activa, desde el punto y hora que en algunas comarcas la agraria
empieza a ser minoritaria en términos porcentuales, caso del País Vasco, en donde la
industria ha salido fuera de los núcleos urbanos para instalarse en otros rurales (por tamaño
demográfico, cultura y hasta hace pocos años orientación agraria prioritaria para su
población activa), o en todo el eje mediterráneo, donde el sector terciario y las industrias
rurales de transformación de productos agrarios son básicas para el empleo. Por supuesto,
nos referimos a la actividad agraria a título principal, pues en esas mismas regiones, y en
general en todo el país, el peso de la agricultura a tiempo parcial es también muy
importante, hasta el extremo de que, como dice HERVEU (1995), al final, sumando las dos
dedicaciones, esa actividad continúa siendo el núcleo vital en torno al que gira el universo
rural.21
Al final, de la misma manera que se dice que existe una enorme diversidad de
espacios rurales, por su actividad y estructura, por sus recursos humanos y naturales, por la
perificidad de su ubicación, por sus condiciones sociales y demográficas, por su cultura, en
suma, por sus potencialidades y limitantes, lo que conduce a plantear la existencia de una
enorme variedad de agriculturas regionales, habrá que pensar también en la existencia de
una amplia gama de situaciones "post" posibles.
6. CONCLUSIONES.
21
Las siguientes cifras permiten contextualizar lo dicho en sus justas coordenadas: según los datos de la EPA, alrededor de 1,13 millones
de personas manifiestan trabajar en la agricultura a tiempo completo, lo que contrasta con los casi 2,25 millones de explotaciones agrarias
existentes (MAPA, 1994), y con los aproximadamente otros 3,0 millones de personas, en su mayor parte rurales, que tienen alguna
relación a tiempo parcial con la actividad agraria.
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Y sin embargo, es una realidad que en los espacios rurales están ocurriendo una serie
de cambios, económicos y culturales, que parecen estar minando sus cimientos
tradicionales, en especial en lo referido a la agricultura. Para algunos son claramente
ubicables en las coordenadas del postproductivismo. Para otros no son sino meras
adaptaciones a las nuevas coyunturas de extensificación-desintensificación impuestas por la
PAC (reducción del precio de los productos agrarios, reducción del aporte de consumos
intermedios, actividad más respetuosa con el medio, etc), también por las nuevas tendencias
del consumo (que busca productos naturales y de calidad) y por la necesidad de generar
fuentes de renta y empleo diferentes a la procedente de la agricultura, que desde una
situación de crisis agraria se muestra incapaz, por sí sola, para seguir manteniendo el
espacio rural como ámbito de poblamiento.
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De lo expuesto hasta ahora se desprenden una serie de ideas básicas que están en la
base de las tendencias postproductivistas, que como tantos otros "post" tienen su origen en
la "teoría postmoderna":
# INQUIETUD AMBIENTAL.
# Aprovechamiento de las ESTRATEGIAS ADAPTATIVAS TRADICIONALES
DE LOS RURALES A SU MEDIO, aunque desde planteamientos de
modernización económica y social y al modo casi de una reinvención del arte de
producir.
# Concepción de las explotaciones agrarias como UNIDADES FLEXIBLES DE
PRODUCCIÓN, en el tiempo y en el espacio.
# Insistencia en la CALIDAD Y DIVERSIFICACIÓN DE LAS PRODUCCIONES,
sean alimentarias o no y materiales o no, y ello sobre la cantidad, que no importa
tanto.
# CAMBIOS EN EL VALOR Y FUNCIONALIDAD tradicional de algunos
recursos.
# E INTEGRACIÓN DEFINITIVA DEL ESPACIO RURAL EN EL SISTEMA
TERRITORIAL a expensas de las nuevas demandas urbanas, que incluso parecen
estar acortando la distancia que tradicionalmente ha separado a productores de
consumidores.
Para finalizar, tras todo lo expuesto hasta ahora y haciendo casi de abogado del
diablo, hay algunas cuestiones que todavía quedan en el aire, y a ellas habrá que responder
en el futuro:
- ¿Puede pensarse que lo "post" es sólo un NUEVO ESTILO DE VIDA PARA LOS
RURALES?
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Informes Técnicos del Departamento de Agricultura y Pesca del País Vasco, nº 82: "Postproductivismo y Medio Ambiente" Ed. Servicio
Central de Publicaciones del Gobierno Vasco. Vitoria-Gasteiz. pp.17-77.
- Y finalmente, ¿es posible identificar de forma rigurosa las tendencias "post", o tan
solo nos encontramos ante una MERA ADAPTACIÓN COYUNTURAL tanto del
medio rural en general como de las explotaciones agrarias en particular?
Ahí están las interrogantes. Lo deseable sería que en un futuro a corto y medio plazo
pudiéramos empezar a conocer las respuestas. Eso vendría a significar que nuestro grado
de conocimiento sobre postproductivismo y espacios rurales se ha incrementado respecto al
actual.
En definitiva, da toda la impresión que a fecha de hoy es muy poco lo que sabemos
sobre la teoría postproductivista. Aún más, en algunos momentos da la sensación que su
uso responde ante todo a la necesidad de utilizar un marco conceptual distinto al imperante
hasta ahora, útil desde este punto de vista para explicar algunas de las transformaciones que
afectan al mundo rural en los países desarrollados y que no pueden ser interpretadas desde
las coordenadas conceptuales del productivismo.
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