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Ventana al Conocimiento
Unos años antes, la crisis de los fundamentos había dividido a la comunidad científica en
varias facciones. Una de ellas, los llamados formalistas, estaba convencida de que todo era
alcanzable a través de la matemática dedicándole el tiempo suficiente. David Hilbert, un
matemático de tremenda reputación que abanderaba el movimiento, lo resumió con una
frase: “Debemos saber y sabremos”. Aspiraban a refundar las bases (o axiomas) de las
matemáticas para evitar las paradojas planteadas, derivadas, seguramente, de un error o
falta de precisión en los planteamientos.
La máquina universal
Uno de los encargados de seguir con el legado de Gödel fue el matemático inglés Alan
Turing (23 de junio de 1912 – 7 de junio de 1954). Aunque ahora se le reconoce
principalmente por su colaboración en la Segunda Guerra Mundial, descifrando los
mensajes nazis codificados con la máquina “Enigma”, años antes había publicado el artículo
que realmente cambiaría de forma profunda no sólo las matemáticas, sino toda sociedad.
Mostró que no solo hay problemas no resolubles, si que además no podemos saber de
antemano cuáles son. En concreto, utilizó un razonamiento con ciertas similitudes a
Gödel para resolver el llamado Entscheidungsproblem, o “problema de decisión”. Este
afirma que, en cualquier sistema, no siempre es posible determinar (con un número finito
de pasos) si un problema escogido al azar tiene o no tiene solución.
Esta idea abstracta parece ahora un poco trivial, pero es la esencia del funcionamiento del
aparato en el que estás leyendo este artículo ahora mismo. Efectivamente, cualquier
ordenador (y smartphone) no es más que un complejo sistema que sirve para
implementar en la realidad un grupo de máquinas de Turing puestas a
trabajar. Así, la aparente barrera que había descubierto Gödel, no solo no acotó el
potencial de las matemáticas, sino que ayudó a imaginar la máquina que más límites ha
hecho saltar a la humanidad.