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Uno de los nuestros, por Antonio García Martínez

Muy pocos incluirían a la arquitectura como libro de cabecera a no ser que su autor
tenga el talento necesario para convertir la aridez de los números, las medidas y los planos
en sutiles formas narrativas. Esa destreza didáctica para formar al lector en una materia que
le es ajena, es una de las virtudes que ejerce con solvencia Javier Moro en su última novela,
A prueba de fuego. Experimentado novelador de historias transculturales como la de la
española Anita Delgado en Pasión india o la del rey portugués Pedro IV convertido en
emperador de Brasil de El imperio eres tú –Premio Planeta 2011–, Javier Moro regresa ahora
con la sorprendente biografía de los Guastavino: Rafael, arquitecto español que patentó un
sistema de construcción de edificios ignífugos que combinaba la arquitectura de la época con
la varios siglos atrás y su hijo Rafael Jr., compañero de viaje y fiel continuador de su legado.
Narrado en primera persona por este último, el relato se inicia cuando ambos llegan a Nueva
York en 1881 junto a una parte de la familia que no tardará en regresar a España. A partir de
ahí, Rafael Guastavino, siempre acompañado de Rafael Jr., intenta vivir su experiencia del
sueño americano, un objetivo que, al menos, en dos ocasiones ve derrumbarse. La confianza
en su proyecto, su perseverancia y una capacidad de trabajo fuera de lo común le llevaron a
superar todos los impedimentos y a implantar su sistema de bóvedas tabicadas como el mejor
medio de evitar la cadena de incendios que asolaban, por entonces, las ciudades
norteamericanas.

Si decimos que A prueba de fuego narra la vida, un tanto excesiva, de Rafael


Guastavino pensamos en una novela biográfica. Si decimos que relata el nacimiento de
Nueva York como metrópoli arquetípica de la modernidad, la presentamos como una novela
histórica. Novela biográfica o novela histórica, todo lo que relata Javier Moro en A prueba
de fuego es real: la Nueva York decimonónica que describe como una ciudad horizontal de
calles de tierra, de carretas y carruajes de caballos y de casas con cocinas de leña; la vida de
éxitos de Rafael Guastavino en Barcelona, su exilio a Nueva York y el enigma de su no
retorno; el contraste entre su desordenada vida personal y la genialidad como constructor; la
montaña rusa de aciertos y errores, las decenas de patentes que acumuló o todos y cada uno
de los edificios que llevan su firma. Todo está acreditado por manuales de arquitectura,
biografías de contemporáneos y periódicos de la época. Hasta las cartas que aparecen son
reales. Las compró Javier Moro a un descendiente de los Guastavino que vive en Estados
Unidos. Todo rigurosamente documentado e investigado hasta el último detalle, una virtud
que ya había dejado patente en libros como Era medianoche en Bhopal, escrito en
colaboración con Dominique Lapierre.

A prueba de fuego, podemos decir, es una novela histórica dentro de una novela
biográfica y en ello reside la atracción que despierta en el lector, junto a una prosa
transparente e instructiva que parece estarse escribiendo al tiempo que uno la lee y que hace
de sus más de cuatrocientas páginas un viaje fascinante a través de dos continentes para
instalarse en la época en que las ciudades comenzaban a expandirse verticalmente. Ahora,
cuando importa mucho más el arquitecto que la arquitectura, la firma más que la obra,
sorprende enterarse por esta novela que edificios tan emblemáticos como la Catedral de San
Juan El Divino o Grand Central Station en Nueva York, la Biblioteca de la Universidad de
Boston o el Edificio de la Corte Suprema de EE. UU en Washington llevan la rúbrica de uno
de nuestros compatriotas, un valenciano cuya existencia muy pocos conocían, y que Javier
Moro ha devuelto al lugar que debería ocupar en nuestra historia.

A prueba de fuego. Javier Moro. Editorial Espasa, 2020.


424 páginas.

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