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EL DERECHO A LA CIUDAD
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El Futuro de las Ciudades

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INDICE

Introducción

I. Las ciudades y la gobernabilidad

1. La tarea de gobernar
2. Federalismo
3. Mejorar la capacidad de gobernar
4. Participación ciudadana
5. Democracia y eficiencia

5.1 El pacto social


5.2 Estructura de gobierno municipal viable
5.3 El proyecto social

II. El pacto social y la sociedad del mañana

III. Estructura de gobierno municipal viable.

IV. Programa con posible aceptación social

V. El derecho a la ciudad

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INTRODUCCIÓN

LA CIUDAD COMO OPORTUNIDAD. En pocos años la humanidad traspasará un umbral


decisivo, por primera vez en la historia, la gran mayoría de los más de 7 mil millones de
seres humanos que pueblan la Tierra vivirá en grandes ciudades. Y los próximos 25 años se
duplicará en todo el mundo el número de los habitantes de las ciudades a 5 mil millones
de personas. En el año 2025, tres de cada cinco de ellos vivirán en megalópolis
(Conferencia Urban 21, Berlín).

Desde el año 2008, la mitad de la población mundial vive en las ciudades, que representan
solo el 2% aproximadamente, del terreno del planeta y, sin embargo, generamos
alrededor del 80% de los residuos y consumismos en torno al 75% de la energía.

Las cuatro cifras importantes que hay que recomendar sobre las ciudades son las
siguientes 2, 50, 75, y 80. Las ciudades solo suponen el 2% de la corteza terrestre, pero
concentran al 50% de la población, representan el 75% del consumo energético y el 80%
de las emisiones de CO2.

Por tanto, si logramos hacer algo para cambiar nuestras ciudades, para volverlas más
eficientes la repercusión a escala mundial será muy grande.

¿Deberíamos reforzar las ciudades, o bien intentar que las personas vivan de un modo
distinto?

Lo que ocurre con las ciudades no es que consuman más que el resto porque si, ¡sino
porque en ellas se realizan muchísima actividad! Eliminándolas no se logrará usar menos
energía.

De hecho, hay algo muy interesante: las ciudades son economías de escala. A menudo, la
concentración logra reducir la cantidad de energía. Y todo apunta a que existe tanta
concentración ahora mismo que, si logramos mejorar las cosas, la repercusión a escala
global pude ser enorme.

Bueno, otra cosa es si nuestro estilo de vida es sostenible o no, pero estar en una ciudad
nos permite utilizar y aprovechar la economía de escala de las ciudades, lo cual sin duda
es más sostenible que si tuviéramos, por ejemplo, una dispersión urbana gigante, en tipo
ciudad sin fin muy dispersa y extensa.

Hoy en día se habla de ciudades inteligentes, aunque, la palabra no termina de gustar


porque los especialistas del tema creen que es un poco fría, que solo refleja la parte

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tecnológica, prefieren hablar de senseable city (un juego de palabras en inglés) porque
piensan que este tipo de ciudad tiene más que ver con las personas, con la capacidad de
la ciudad de sentir, de interactuar y crear una interfaz con los ciudadanos.

En cierto modo, las ciudades están cobrando vida, porque son capaces de captar y
distribuir la información: tomar decisiones a tiempo real es lo que vemos en las ciudades
de hoy: es casi como si nuestras ciudades se estuvieran convirtiendo en entidades
inteligentes, decir, como si tuvieran una mejor capacidad de respuesta.

24 horas al día, 365 días al año, nuestro cuerpo no para, no baja la guardia para que todo
funcione a la perfección, si nos quemamos el dolor nos avisa que debemos estar alerta, si
nos falla la energía se nos abre el apetito, incluso dormidos no dejamos de respirar ni de
hacer la digestión, ni de tiritar si hace frio o de sudar si calor, quien coordina que se hagan
todas esas tareas y vela por el equilibrio de nuestro cuerpo es el sistema nervioso. A
través de las neuronas sensoriales recibimos estimulo del entorno, que nuestro cerebro
procesa para mandar una respuesta, evitar la quemadura, comer, tiritar.

Las ciudades son como un gran cuerpo, cuentan con sus órganos sus células un sistema
circulatorio, un inmunitario, otro encargado de proveer alimento y digerirlo, pero ¿dónde
está el sistema nervioso? Seguramente el ayuntamiento actué como el cerebro al
coordinar el correcto funcionamiento de la metrópolis.

Pero, muchas veces la información de un problema como una embotellamiento de tráfico,


o un apagón llega a ese cerebro demasiado tarde, cuando los agentes hacen acto de
presencia puede que el caos ya este sembrado, dotar a las ciudades de un sistema
sensorial que mande la señal a tiempo, o real de lo que sucede permitiría prevenir
problemas y actuar antes, en realidad esto ya se está poniendo en práctica la revolución
digital hace posible el despliegue masivo de sensores que actúen como verdaderos
órganos de los sentidos que midan el pulso de la urbe.

El objetivo es el de añadir a las ciudades una capa digital para prevenir problemas de
movilidad, contaminación, derroché de recursos y mejorar la calidad de vida de sus
habitantes, y aquí los ciudadanos juegan un papel crucial y no solo como beneficiarios de
todas estas mejoras, sino también por ser un gran potencial de generación de
información sobre aspectos de la ciudad y compartirla con el resto de los habitantes y
además poder hacerlo de manera casi inmediata gracias a los sensores que llevamos
incorporados: los teléfonos móviles y tabletas.

Hay otra consecuencia importante. En la primera misión Apolo, la potencia


computacional que sumaban la NASA y el MIT para dirigir la misión era, en total, más o
menos la misma que ahora llevamos en el bolsillo, en cualquier Smartphone.

Pero hay una diferencia fundamental. Por aquel entonces, si querías aprender a
controlarla, teníamos que estudia años y años. Teníamos que trabajar con tarjetas

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perforadas, aprender el lenguaje oportuno para interactuar con las maquinas. Era muy
difícil de utilizar. Esa misma potencia computacional la tenemos hoy en un teléfono
inteligente, pero cualquiera, desde los 5 a los 95 años, pueden aprender a usarla a menos
de una hora.

Cuando hablamos de tecnología, siempre debemos plantearnos la cuestión de la brecha


digital, de las personas que tienen acceso a la tecnología y a las que no, y me parece que
lo que acabo de decir es una señal de que la tecnología nos puede unir y tener un efecto
más democratizador.

El aspecto visual de la ciudad no será demasiado distinto, del mismo modo que se va al
centro histórico de nuestras ciudades muchas cosas de conservan igual que entonces, Sin
embargo, lo que podemos hacer en la ciudad será diariamente distinto: nuestra manera
de organizarnos, de vivir, de relacionarnos, de conocer gente, de encontrar pareja, de
trabajar. Todo eso será increíblemente distinto.

Nuestra huella ecológica la cantidad de recursos que lo siete mil millones de habitantes
necesitan para abastecer sus necesidades, crece imparable junto al aumento de la
población, y de su desarrollo económico, tanto es así que se estima que en 2030 harán
falta dos planetas para obtener los recursos para abastecer y cubrir las necesidades de la
población mundial.

En la actualidad más de la mitad de los habitantes viven en grandes ciudades, por eso el
futuro de planeta depende más de la actividad de los ciudadanos y el cambio de sus
hábitos del consumo.

¿La tecnología acabara sustituyendo a la naturaleza con el tiempo? ¿Cambiaremos hasta


ese punto como consecuencia de la tecnología?

Autoridades y especialistas sobre el futuro no creen que la tecnología sustituya jamás a la


naturaleza, sino que más bien puede ayudar a mejorarla. Y puede hacer que el entorno
sea más natural en las ciudades, ¡que al final es lo que queremos! Vaya, en último término
dependería de nosotros, pero sin duda el potencial de hacer de las ciudades un lugar
menor para vivir está ahí.

En el Londres del siglo XIX era común pensar que los caballos motores del transporte de la
época con sus deposiciones, y el humo de las chimeneas ahogarían las ciudades. Existía
una dificultad real de sanear el ambiente urbano, pero hoy son lugar a dudas, en las
ciudades se vive mejor gracias al desarrollo científico y tecnológico, quedan aún cosas por
resolver, el ruido, a contaminación, los atascos o el uso irracional de recursos, son cuentas
que tenemos pendientes
El siguiente salto lo estamos iniciando ahora con la irrupción de las tecnologías digitales
en el entorno urbano, existen ejemplos en la dirección en la que avanza los municipios
para hacer en el futuro próximo lugares más amables donde vivir, y lo mejor de todo es

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que además este salto tecnológico permitirá a los habitantes estar más conectados, nos
volverá más sociables y por lo tanto más inteligentes.

Las ciudades que ostentarán el crecimiento más veloz serán sobre todo las de los países
en desarrollo las que crecerán en forma explosiva. El problema es que allí fluyen grandes
corrientes migratorias, no porque en ellas tengan mayores posibilidades de conseguir
trabajo, sino porque en el campo ya no pueden sobrevivir.

A menudo, la gente emigra a las ciudades impulsadas por la desesperación; no obstante,


allí también sobreviven apenas. Anteriormente, en nuestro país los expertos en
desarrollo estaban preocupados, sobre todo, de la pobreza en el campo. Sin embargo,
en los últimos veinte años ha crecido mucho más rápido la pobreza en las ciudades . A
pesar de ello, no se ve ningún motivo para resignarse. Por el contrario, hay signos
alentadores.

Primero: el avance tecnológico puede cambiar fundamentalmente las estructuras de


vida y trabajo. Aunque sean pobres, muchos habitantes de las ciudades tienen un mejor
acceso a la información.

Segundo: las ciudades seguirán impulsando la democratización de las decisiones


políticas. Las administraciones comunales se abrirán a la ciudadanía.

Tercero: existe la esperanza de que pronto el crecimiento demográfico se vuelva


más lento. Los habitantes de las ciudades tienen menos niños que los habitantes de las
zonas rurales.

Cuarto: únicamente las ciudades grandes pueden desencadenar la productividad y


la fuerza innovadora necesaria para liberar a la gente de la pobreza. Sin embargo, no
todas las ciudades llevan este potencial a la práctica: la tarea es ayudarles a encontrar la
clave para resolver este desafío.

Quinto: ¿dónde está esa clave? Por más paradójico que parezca, en el sector
informal, en la “economía en las sombras”. Actualmente, ese sector se relaciona por
doquier con la pobreza. Sin embargo, en este sector, la gente que no tiene capital puede
desarrollar sus energías, su entusiasmo y su fuerza innovadora. A continuación, la
economía informal debe ser integrada paulatinamente a la economía regular, puesto
que, si se abandona ese sector a su propia suerte, la gente no podrá liberarse de la
pobreza.

Concebido como una vía para elevar el ingreso familiar y una forma de compensar el
desempleo, el sector informal de la economía mexicana genera una riqueza equivalente

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al 12.2 % del Producto Interno Bruto (PIB) cifra que triplica el valor generado por la
agricultura y la ganadería, reveló el Instituto Nacional de Geografía e Informática (INEGI).

En los resultados de la “Cuenta satélite del subsector informal de los hogares”, el INEGI
indicó que la economía informal en México emplea 28 % de la Población Económicamente
Activa (PEA), no agropecuaria. Esta porción de la PEA es, incluso, superior al número de
trabajadores registrados actualmente en el IMSS. Perciben ingresos equivalentes al 16 %
de las ganancias totales de la economía formal, indicó el INEGI.

Pero, ¿cómo pueden nuestras ciudades provocar estos cambios?

Probablemente no es posible sólo con las propias fuerzas: pero las palancas decisivas se
encuentran en el ámbito local, en el Municipio, sólo allí se sabe cómo se pueden aplicar.

No existía duda en el Constituyente de 1917 acerca de la necesidad de establecer como


precepto Constitucional al municipio. El problema sobre el que gravitaron enconadas
discusiones fue el del régimen de la hacienda municipal.

En las bases del proyecto original se establecía, la fracción II, que “Los municipios
administrarán libremente su hacienda, recaudarán todos los impuestos y contribuirán a
los gastos públicos del Estado en la proporción y término que señales la Legislatura local”.

La fracción citada presentó interesantes deliberaciones, toda vez que en forma visionaria
los legisladores consideraron que la libertad política del municipio se veía
peligrosamente reprimida ya que se supeditaba económicamente a la decisión de las
legislaturas locales.

Es decir, el proyecto original, y así lo vieron los constituyentes, dejaba la libertad


municipal en manos de los congresos locales, cosa que en la práctica ataría al municipio a
la voluntad estatal.

En su defensa el Diputado Jara (el más apasionado defensor de “EL Municipio Libre”) en
su intervención, manifestó, entre otros conceptos…” No se concibe la libertad política
cuando la libertad económica no está asegurada” …

“En una palabra: al municipio se le ha dejado una libertad muy reducida, casi
insignificante; una libertad que no puede tenerse como tal porque sólo se ha concretado
al cuidado de la población, al cuidado de la policía, y podemos decir que no ha habido un
libre funcionamiento de una entidad en pequeño que esté constituida por sus tres
poderes”.

“…los municipios, las autoridades municipales, deben ser las que estén siempre
pendientes de los distintos problemas que se presenten en su jurisdicción, puesto que son
los que están mejor capacitados para resolver acerca de la forma más eficaz de tratar esos

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problemas y están, por consiguiente, en mejores condiciones para distribuir sus dineros,
las contribuciones que paguen los hijos del municipio y son los interesados en fomentar el
desarrollo del municipio en las obras de más importancia”.

“…seamos consecuentes con nuestras ideas, no demos libertad por una parte y la
restrinjamos por otra; no demos libertad política y restrinjamos hasta lo último la liberta
económica, porque entonces la primera no podrá ser efectiva”.

Básicamente el problema que planteaban los constituyentes en relación con la hacienda


municipal era su posible sujeción al arbitrio estatal. Presagio que se cumplió cabalmente.

No obstante, las múltiples discusiones motivadas por la fracción II del artículo 115 de la
Constitución de 1917, el problema quedó en pie. El constituyente consagró la libertad
municipal pero no reglamentó su ejercicio. El tiempo, a pesar de los avances de todas las
modificaciones, ha venido a decidir el camino en la expedición de los ordenamientos
reglamentarios del Municipio Libre:

Unidad espacial político administrativa, en la que le corresponde, a todo sujeto como


gobernado, por ser titular de garantías individuales y sociales, vivir un estilo de vida*
determinado por un proceso organizado a partir de un modelo de interacción entre el
Hombre y el medio. **

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* Urbanismo
** Urbanización

I. LAS CIUDADES Y LA GOBERNABILIDAD

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La gobernabilidad, la capacidad de gobernar, es uno de los componentes centrales en el
análisis de los distintos niveles de gobierno y, en consecuencia, lo es para la comprensión
del gobierno de las ciudades.

El gobierno de las ciudades, el gobierno local, está hoy en la mira. Es el nivel de gobierno
donde se gestionan todo lo relacionado con el uso y la apropiación del espacio urbano,
el suministro de los servicios públicos y en donde se instalan las relaciones más
próximas entre el gobierno y los gobernados.

En la relación entre gobernantes, como representantes del Estado, y los gobernados, el


gobierno local debe:

1.-cumplir con las funciones y competencias que legalmente le corresponden.

2. -representar a la ciudadanía ante los otros niveles de gobierno.

3. -administrar los recursos públicos.

4. -alentar la participación ciudadana.

5. -ejercer el gobierno democráticamente.

1. LA TAREA DE GOBERNAR

En las ciudades, la burocracia que cumple funciones de gestión del territorio utiliza
instrumentos técnicos, infraestructura y equipamiento, recursos económicos
directamente asignados para promover bienes y servicios urbanos básicos. En este
sentido, las preocupaciones en relación con el buen gobierno local suelen ubicarse más
en el campo del desempeño administrativo que en el ejercicio del poder. Pero junto con
la eficiencia, existen criterios sociales y políticos que otorgan legitimidad y consenso a la
actuación gubernamental.

La ciudadanía no se reduce a los confines de lo político (el voto), sino que se define en el
campo de las relaciones sociales. Por ello es de fundamental importancia la existencia de
un sistema legal que establezca la dimensión pública de las relaciones privadas entre los
ciudadanos y las formas que rigen el acceso a los bienes básicos, tales como la salud, la
educación, la vivienda.

En las relaciones entre gobernantes y gobernados, se suceden múltiples actos, imputables


a los primeros, que tienden a afectar la esfera de los segundos. Dentro de un régimen
jurídico, esa afectación de diferente índole y de múltiples y variadas consecuencias que
opera en el status de cada gobernado, debe obedecer a determinados principios previos,

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llenar ciertos requisitos, en síntesis, debe estar sometida a un conjunto de modalidades
jurídicas, sin cuya observancia no sería válida desde el punto de vista del derecho.

Ese conjunto de modalidades jurídicas a que tiene que sujetarse un acto de cualquier
autoridad para producir válidamente, desde un punto de vista jurídico, la afectación en la
esfera del gobernado a los diversos derechos de éste, es lo que constituye la garantía de
seguridad jurídica artículo 14 Constitucional y la garantía de legalidad, protección que
condiciona todo acto de molestia fundamentado y motivado en los términos del artículo
16 Constitucional.

Es precisamente en el nivel local, en el ámbito cotidiano, donde se ejercen los derechos


ciudadanos, donde la gestión de bienes y servicios urbanos implica una relación directa
entre la burocracia y los usuarios, donde se pone a prueba la democracia, donde la
participación social puede incidir en el diseño e implementación de las políticas públicas.

La noción de gobernabilidad utilizada en este análisis de los niveles de gobierno


DEMOCRACIA y EFICIENCIA considera ambas dimensiones: la eficiencia administrativa y
la capacidad de generar legitimidad y consenso.

Si bien el Ayuntamiento cumple funciones de administración de su territorio y funciones


de gobierno político no puede decirse que entre ambas exista una línea divisoria; por el
contrario, en el ejercicio de las funciones de administración de una ciudad, encontramos
siempre elementos de la política local, regional y nacional.

En contrapartida, en el ejercicio del poder político suele validarse o no la actuación


administrativa: el voto que refrenda o castiga.

Por un lado, el gobierno local es un intermediario entre la ciudadanía y otros niveles de


gobierno. Por otro lado, el reclamo de autonomía municipal. Por ello éste debe resolver
difíciles, complejas y contradictorias relaciones dentro de los aparatos gubernamentales.

Las relaciones intergubernamentales son de diferente tipo, pero tal vez las centrales son
las que el gobierno local entabla para obtener recursos e inversiones controladas por el
gobierno estatal y federal, particularmente, el monto y la forma de gestión de las
participaciones federales encierran varios problemas. Cuando el municipio está
controlado por un partido de oposición, las dificultades para obtener los recursos de las
participaciones federales suelen incrementarse.

Pero la falta de autonomía y las difíciles relaciones intergubernamentales no son


solamente problemas que surgen de la inequitativa distribución de los recursos sino
también de la disponibilidad y control que sobre los mismos pueda ejercer el gobierno
local.

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Otra forma por medio de la cual el municipio recibe recursos de la federación es la
realización de obras, donde participan diferentes dependencias del gobierno federal.
Estas obras pueden beneficiar a la comunidad, pero muchas veces generan conflictos que
debilitan al ayuntamiento, sin que éste haya, necesariamente, participado en el proceso
decisorio. Sin duda, lo que el gobierno local reclama son reglas del juego claras entre los
diferentes niveles e instancias de gobierno.

2. FEDERALISMO

Grandes son los retos a los que se enfrenta el país, en parte por una combinación perversa
de una rápida transformación tecnológica y el cambio acelerado de viejos marcos de
decisión gubernamental, que acarrea la vulnerabilidad de muchas regiones. Los efectos de
la apertura económica y la globalización han producido diversos grados de inestabilidad
locales porque mientras algunos estados resienten y absorben costos elevados, otros,
muy pocos, se benefician.

Estos cambios representan una amenaza y una oportunidad, porque exacerban las
desigualdades aumentando las tensiones, aunque también con frecuencia precipitan las
condiciones en las cuales el manejo de la crisis puede facilitar un cambio estructural
profundo, que, de ser bien utilizado, permitirá una reformulación de relaciones que lance
hacia adelante. El perder la oportunidad puede provocar un retroceso doloroso.

En lo político, después de cada jornada electoral, la sociedad espera que los resultados se
traduzcan en un movimiento cuya consecuencia sea el mejoramiento, casi inmediato, de
la calidad de vida. Muchas veces las expectativas sobre los resultados que se pueden
producir son muy elevadas.

Este choque entre promesas y realidad muchas veces produce resultados


decepcionantes, en especial por lo que a la participación se refiere, porque conforme pasa
el tiempo y las promesas no se cumplen los ciudadanos se vuelven más escépticos, el
gobierno pierde consenso, con lo cual se estimulan tendencias autoritarias, y en la
sociedad se refuerza la apatía, la resistencia social pacífica y violenta.

El ciclo promesas–disculpas–promesas que se cumple tras cada elección está llevando al


sistema político a un nivel de deterioro que parece estar desgastando las instituciones.
Es indudable que urge una reflexión profunda y una reformulación sobre la estructura de
representación política social y de conducción que incluya, tal vez como prioridad,
repensar al gobierno, para que funcione como catalizador de los cambios requeridos.

Existe en la actualidad, un serio problema de gobernación, derivado no solamente del


hecho de que los políticos se guían por paradigmas obsoletos, sino también debido a la
carencia de habilidades gubernamentales para enfrentar las transformaciones que los

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gobernantes han precipitado y para las que no están lo suficientemente bien
preparados.

La falta de habilidad para lidiar con los retos que los políticos han disparado sin haber
medido cuáles eran las consecuencias posibles, factibles o deseables, ésta provocando
que muchas localidades se enfrenten con mayor frecuencia a resultados indeseables y
hasta a procesos sorpresivos que generan tensiones y turbulencias inesperadas y para las
que no hay ni la estructura, ni los recursos, ni el conocimiento de contención y solución.
Hemos llegado a la paradoja donde las soluciones gubernamentales están creando
problemas peores que los problemas originales.

Una de las principales preocupaciones en estos tiempos debe ser la de estudiar el proceso
para construir el futuro que incluya la planeación estratégica, el manejo de los valores, las
capacidades de negociación y la necesidad de mejorar las habilidades de liderazgo de los
gobernantes. Los políticos deben modificar sus enfoques y desarrollar una razón de
humanidad que reemplace la razón de Estado.

La razón de humanidad reclama la formulación de una agenda pública que ponga antes
que nada y como suprema prioridad, el elevar la calidad de vida, El DERECHO A UNA
VIDA DIGNA: el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo,
postulado en el artículo tercero de nuestra constitución federal.

El logro de esta metamorfosis no es sencillo, porque no siempre el establecimiento de


metas macro se traduce en el mejoramiento correspondiente de los indicadores de
bienestar, de ahí que pueda haber una discrepancia entre los objetivos del gobierno y las
necesidades de la sociedad.

La administración municipal parece estar atrapada en esta situación paradójica, porque


las decisiones globales con mucha frecuencia se sustentan en sufrimientos crecientes para
la población y un incremento de las asimetrías económicas, sociales y políticas, a cambio
de una expectativa a muy largo plazo de mejoramiento de la comunidad.

La concentración gubernamental en la toma de decisiones a corto plazo, el abordaje


convencional de los problemas cotidianos, el enfrentamiento de las dificultades políticas y
los retos del inmediatismo, hacen que se pierda la VISIÓN UNIFICADA DE LARGO PLAZO.
Con frecuencia, estas transformaciones agudizan las desigualdades y producen tensiones
que ponen en entredicho los efectos que la decisión debió haber producido.
No se resolverá las carencias o enfrentarán los retos actuales y futuros sumando o
restándole a las acciones que se desarrollaban en el pasado. No se trata solamente de
definir nuevas medidas de acción e intervención gubernamental, sino de redefinir
prioridades, y reformar a la sociedad, a su representación social y política, mejorando
sustancialmente la capacidad de gobernar.

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Es necesario reflexionar en algo elemental, no olvidar que estamos constitucionalmente
organizados en un régimen federal y que éste entraña, precisamente, que el sistema de
unión vincula directamente en el pacto federal a la población con el órgano de gobierno
federal, éste se enlaza en directo con su población, que es la misma que la del municipio
y la del estado, de tal suerte que la población federal es la estatal y la municipal, así como
el mismo territorio nacional es municipal, estatal y federal.

No hay clientelas distintas, el estado federal no tiene su población, a la que sirve, el


estado estatal – valga la redundancia – no tiene su población ni su territorio, y a ellos
sirve, y así sucesivamente.

Más allá de compromisos e identidades ideológicas y partidistas, el gobierno (federal,


estatal y municipal) debe mejorar su calidad y, antes que nada, reformular sus
prioridades teniendo en el centro de atención el mejoramiento de la calidad de vida de
la gente.

El proceso de cambio no puede ser el resultado de la reflexión de una sola cabeza o en el


mejor de los casos de un grupo de intelectuales o políticos. El cambio social, demanda
PERFECIONAR el FEDERALISMO:

 reclama primero, hacia abajo, la concurrencia de la sociedad en todas sus formas,


considera

 en segundo término, hacia arriba, la competencia administrativa, que entraña


funciones, la eficiencia para cumplirlas y la suficiencia para desempeñarlas mejor.

3. MEJORAR LA CAPACIDAD DE GOBERNAR

Es innegable que, a pesar de los mecanismos de prevención y combate puestos en marcha


últimamente, no existen aún recetas generales contra la corrupción. Ninguno de los tres
niveles de gobierno es suficiente en el esfuerzo para prevenir y combatir a ésta en la
administración pública.

La corrupción, si bien en el discurso ha sido denunciada, no ha sido con la misma


vehemencia atacada y, en algunos casos, ni siquiera vista como algo decididamente
pernicioso. Para muchos, la honestidad es sinónima de ingenuidad, para decirlo del
modo amable.

La corrupción impune es, tal vez, la más nociva. No sólo corroe las estructuras, mina la
confianza y perjudica la economía, sino que, es peor aún, sé retroalimenta de manera

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viciosa con la crisis de valores. A pesar de que se ha dotado a las autoridades fiscalizadoras
y disciplinarias federales, estatales y municipales de mejores instrumentos jurídicos, los
resultados alcanzados no han sido ni apropiados ni eficaces.

El panorama en el gobierno municipal no es muy alentador, ya que no existen los


elementos que permitan establecer una normatividad técnico-jurídica relativa a las
causales de responsabilidad, la sistematicidad del procedimiento administrativo y
disciplinario y los tipos de sanción.

Cabe preguntarnos: ¿Cuál es la diferencia entre una amonestación y un apercibimiento o,


en su caso, entre una inhabilitación y una suspensión? En lo que se refiere a la
cuantificación de las sanciones, fuera de las económicas, llama la atención la amplia
discrecionalidad con que cuenta la autoridad para fijarlas.

La experiencia indica que la normatividad en materia de responsabilidades


administrativas municipales debe ser objeto de una profunda reforma que permita que
el proceso disciplinario se convierta en un elemento que contribuya a los cambios
culturales que se requieren en la prevención y combate a la corrupción. Sin los
instrumentos jurídicos idóneos, para procurar e impartir la disciplina administrativa, las
conductas ilícitas irán engrosando las filas de la impunidad y, en esa proporción, el
demérito de la credibilidad en la administración pública municipal.

Mejorar la capacidad de gobernar en el municipio, permitirá recuperar la confianza


ciudadana, en la democracia, y también facilitará lograr un gobierno municipal más
eficiente y más eficaz.

Este mejoramiento debe correr por dos vertientes: en la del liderazgo de los Regidores y
en la de la administración municipal.

4. PARTICIPACIÓN CIUDADANA

La realidad social y política del Municipio es densa y rígida. A esta rigidez la agrava el
conflicto que existe entre las oligarquías que luchan por mantener sus privilegios y los
grupos sociales que demandan un cambio; entre ambos contribuyen a debilitar al poder
central.
Sin una concentración centralizada del poder se pierde la esperanza de producir un
cambio social. Esta concentración previene levantamientos sociales que conllevan costos
muy elevados, pero también, necesariamente, afecta muchos intereses presentes. Por lo
tanto, es esencial la reconstitución de la concentración del poder democrático como
parte del mejoramiento de las capacidades para gobernar.

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Sin importar qué tan esencial sea la concentración del poder central para involucrarse en
la arquitectura social democrática, el pluralismo debe ser preservado y reforzado con un
movimiento dirigido hacia la descentralización. Esto es muy importante, porque tanto el
tamaño como la estructura de la sociedad requieren que el gobierno municipal, así como
las organizaciones no gubernamentales, la sociedad civil se involucren ya sean guiados
por el Ejecutivo Municipal o porque lo hagan de manera autónoma.

Un paso necesario para un CAMBIO SOCIAL, puede y debe ser, una reforma del gobierno
municipal con el fin de buscar más participación ciudadana en lugar de estructuras
oligárquicas de poder.

Las alteraciones económicas de los últimos años han afectado profundamente las
relaciones sociales fundamentales y el pacto social implícito que rigió por décadas. Hoy es
urgente delinear acuerdos y otro pacto social que amarre las voluntades y
responsabilidades de todos en torno a una visión unificada llena de denominadores
comunes.

El pacto social vigente, en tanto “finalidad-espacio” de negociación entre las fuerzas


sociales y de aplicación de leyes y disposiciones, se fue negociando desde antes de la
constitución del Estado de Yucatán de 1918.

La constitución estatal de 1918 recogió numerosos proyectos y aspiraciones, muchos


imposibles de realizar por entonces. Es el caso de la apertura a la participación de los
ciudadanos, siendo que éstos eran una curiosidad política de la época, la acción social
individual se encauzó en gran medida a través de corrientes y grupos de interés, que
fueron plasmando partes básicas del pacto social, en los años siguientes, por medio de sus
luchas para estructurar el nuevo régimen social.

La fortaleza de nuestro pacto social provino de qué respondió a profundas exigencias


populares. Su forma esencial se concretó, en parte, en estrechas relaciones “bilaterales”
entre el gobierno y cada grupo y movimiento afín a los objetivos revolucionarios, y aisló
a críticos y opositores.

El resultado no fue muy diferente a las experiencias en otros estados de la república: una
estructura social y política dicotómica de rasgos totalitarios y corporativos, inclusive por
convicción y compulsión. El estrato dirigente, a través del gobierno, se benefició de una
formidable centralización y concentración del poder para la administración del Estado de
acuerdo con sus intereses.
Todo compromiso o transacción importante se hacía con el poder público o pasaba por su
mediación. El Estatismo fue consecuencia y necesidad funcional de ese sistema. La
deformación de la política económica fue producto de la corrupción que eliminaba
límites y reglas. Fracasó, en poco o mucho, cada intento de poner orden ante el tejido de
intereses amparados por el clientelismo autoritario.

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La privatización de empresas públicas a partir de mediados de los ochenta, del ejido en los
noventa y la crisis financiera nacional del 94 fue el inicio de alteraciones profundas a
nivel nacional en las relaciones de propiedad y en la distribución del ingreso. Las
relaciones de producción se modificaron por cambios profundos en el capital, en el
trabajo y en la relación entre ambos. Las consecuencias inevitables fueron ajustes en las
relaciones sociales y del gobierno y los gobernados.

Tal vez la alternancia política en los municipios de Yucatán podría transcurrir dentro del
marco institucional si éste fuese flexible y amplio para dar cobertura al gran acomodo
que conlleva. Pero sigue siendo, un Estado de poderes personales y no de instituciones,
que obliga a recurrir a “palancas” o presiones para que operen las reglas.

De hecho, se necesita una refundación de la división territorial, forma de organización


política y administrativa básica del Estado: El Municipio.

5. DEMOCRACIA Y EFICIENCIA

Es a través de tres acuerdos fundamentales, que indican el sentido común, como se


puede lograr una alternancia política democrática basada en el “municipio libre”:

A. Un pacto social que tenga como objetivo transitar de la democracia política a la


democracia social y acceder a la cultura.

B. Una estructura de gobierno municipal flexible.

C. Un programa con posible aceptación social.

Es obvio y evidente que el diseño y aprobación de esos tres acuerdos deben ser gracias
al consenso y por medio de formas democráticas.

5.1 El pacto social

El pacto revolucionario fue roto y despojado de contenido por las políticas neoliberales de
mediados de los ochenta, al cancelar el gobierno compromisos y formas de solución de
agravios que regularon la convivencia social por décadas, sin crear nada que lo
sustituyese, ni darle vida plena al Estado de Derecho.
En la actualidad, persisten rasgos negativos del pacto anterior, como la concentración del
poder, los abusos impunes, el arreglo personal y no institucional, la intermediación
ideológica y la manipulación social. Es claro que la crisis y la transición política son parte
del cambio como es la alternancia -tres presidentes de tres partidos en los primeros 20
años siglo XXI- y la creación de contrapesos eficaces a la concentración excesiva del
poder.

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La transición exige un orden de seguridades y eficacia razonable para hacer vigente la
maraña de leyes y normas. No se puede dejar el tránsito a la espontaneidad, en manos
de un gobierno, un partido, o un grupo de iluminados.

Hoy, se trata de delinear un acuerdo de convivencia, nuevas reglas del juego social y
normas para su cumplimiento, una “finalidad-espacio” para evitar que se rompa la
comunidad en el intento de transitar a una etapa superior de su existencia.

El objetivo es deliberar para acordar límites y obligaciones para cada sujeto social,
previsiones para compensar injusticias e imponer las disciplinas de una vida mejor. El
poder legítimo, generado por la vía comunicativa, puede influir sobre el sistema político
asumiendo el control sobre el conjunto de razones a partir de las cuales deben
racionalizarse las decisiones administrativas relacionadas con la planeación.

5.2 Estructura de gobierno municipal flexible

Los tres acuerdos para la refundación del municipio están estrechamente vinculados,
pero la reforma de la estructura de gobierno municipal es de particular importancia por
ser el marco normativo que tendría que ser suficiente, junto con los reglamentos
respectivos, para la armonía en la vida diaria, en el que hacer cotidiano.

Es competencia de la administración la tarea de edificar una vida mejor y crear un


gobierno eficaz, a partir de nuestra personalidad cultural, un camino administrativo que
sea democrático y eficiente. La Construcción del estilo de vida debe ser resultado de un
proceso de convergencia de los proyectos sociales que deben formularse y aprobarse en
cada estrato social, un proyecto de convivencia total para enmarcar las necesidades de la
vida actual y futura.

5.3 Programa con posible aceptación social.

El proyecto social debe asegurar una inserción eficiente del municipio en el sistema
económico internacional actual, y responder a las necesidades de Yucatán y de México y
a sus opciones estratégicas de desarrollo, en tanto no exista un proyecto de régimen
social viable y superior al que se practica a partir del derrumbe del muro de Berlín en
1989.
El proyecto de vida debe responder a objetivos de igualdad, justicia social y preservación
de pautas culturales, sobre la base de un crecimiento económico sustentable, regulado,
compartido en cuanto a las cargas sociales, que permita aliviar los problemas de
ocupación e ingreso, sin comprometer la eficiencia global del sistema. Se requiere un
amarre de voluntades y compromisos de fuerzas sociales y de ciudadanos, en torno a
objetivos de largo alcance, viables e inclusivos.

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En consecuencia, el discurso público para los acuerdos fundamentales, debe darse de
manera que permita combinar una formación de opinión orientada hacia la realidad con
una formación de voluntad democrática unificada.

Una decisión mayoritaria constituida de manera tal, que su contenido pueda


considerarse como el resultado racionalmente motivado, pero falible, de una discusión
sobre lo correcto que se da terminada provisionalmente, ante la necesidad de tener que
llegar a una decisión.

De esta manera, de ningún modo se le pide a la minoría que, al renunciar a su voluntad,


declare como errónea su opinión, es más, ni siquiera se le exige que deponga su
objetivo, sino que desista de la aplicación práctica de su convicción hasta tanto logre
hacer valer mejor sus razones y obtenga un número suficiente de votos aprobatorios,
esto es: DIÁLOGO PERMANENTE.

II. EL PACTO SOCIAL Y LA SOCIEDAD DEL MAÑANA

El contrato social es un mito de la capacidad del hombre para transformar la sociedad


mediante en convenio entre los poderosos y los débiles. ¿Qué reglas norman estos
contratos y cómo cambiarán esos convenios sociales mediante las nuevas tecnologías y las
condiciones demográficas del futuro?

En los albores del siglo XXI, tanto la derecha como la izquierda utilizan una retórica
apocalíptica:

 Los neo liberales afirman que los “contratos sociales” que el Estado de
bienestar convino en la primera mitad del siglo XX deben ser revocados.

 Los social demócratas -centro izquierda- son de la opinión que las


obligaciones centrales contenidas en esos contratos son compromisos
sobre determinadas obligaciones con las clases y que deben ser cumplidos,
aunque para ello haya que buscar nuevos medios y caminos.

 Los verdes (ecologistas) dicen que el contrato social entre las clases, sobre
el que descansa la sociedad industrial, es lisa y llanamente un complot
contra la naturaleza.

Todos ellos recurren, repetimos, a la retórica del contrato social, lo que en principio nos
debiera sorprender. Cabe señalar que no siempre los hombres creyeron que las
sociedades se basaban en contratos colectivos. El núcleo de esta idea tiene un poco más
de 600 años que se convirtió en la idea predominante sobre la estructura básica de las
sociedades europeas, y recién en los 250 años pasados se difundió por América.

18
La idea del contrato social es, sin lugar a dudas, un concepto muy particular. Si se
entiende esa idea como una afirmación empírica sobre el modo de cómo hacemos
política, desemboca en la idea extravagante de que los hombres firman contratos
formales que vinculan a las generaciones futuras.

Pero no hay que tomar literalmente los mitos fundacionales como el del contrato social.
Su función consiste en narrar un determinado tipo de historia sobre los esfuerzos de una
sociedad, y sobre quién debe rendir cuentas ante quién de cuáles riesgos.

El contrato social es un mito prometeico de la capacidad del hombre para transformar la


sociedad mediante un convenio entre los poderosos y los débiles.

Una función del mito consiste en fundamentar la siguiente reivindicación: la


responsabilidad por los acuerdos sociales también debe ir en desmedro de aquellos que
obtienen el menor beneficio de ellos; otra función es fundamentar la reivindicación de
que los acuerdos sociales deben ser claros, inequívocos, estables e implementables.
Ninguna de estas reivindicaciones puede ser realizada totalmente, con excepción quizá en
el país de Utopía. Sin embargo, su ininterrumpida validez explica por qué se mantiene
tan tenazmente la idea del contrato social.

Pero dejemos de lado la retórica y en su lugar formulemos interrogantes relacionados


con los “acuerdos sociales” que reparten las obligaciones y los derechos entre los
hombres: ¿Se están disolviendo realmente los acuerdos sociales? En la mayoría de los
casos, se trata de la búsqueda de un nuevo equilibrio de intereses y reivindicaciones :
redistribuir las cargas de los distintos tipos de solidaridad social teniendo en consideración
que la inclinación a favor de una forma de ellas provoca una reacción de las otras.

En los veinte años pasados, la relación entre los vivos y los que todavía no han nacido se
ha desplazado de una manera imprevista al centro del debate político: para la izquierda,
en este contexto los asuntos ambientales han desempeñado el papel decisivo; para la
derecha, el creciente endeudamiento público. Ante estos asuntos, se reacciona en forma
jerárquica, regulando las contaminaciones del medio ambiente y, lo que ha sido lo más
sorprendente, limitando el poder de los gobiernos de aumentar a su gusto el
endeudamiento estatal.
En los años pasados los intereses del igualitarismo han experimentado un enorme
fortalecimiento, en el campo de las leyes contra la discriminación por ejemplo, en cuanto
la igualdad de oportunidades para mujeres o minusválidos. ¿Cuáles nuevos
desplazamientos traerá el presente siglo en ese modelo básico de las relaciones sociales
que osadamente, llamamos “contrato social”?

Aunque no podemos predecir los futuros desplazamientos, es posible identificar algunas


de las fuerzas que probablemente estarán presentes en ellos. Algunos desplazamientos en
las relaciones básicas estarán determinados por las nuevas tecnologías. A menudo se

19
afirma que estaríamos entrando a una nueva época de la información. Sin embargo, ya
desde la invención de la escritura -mucho antes de la conquista- nuestra sociedad es una
sociedad de la información. Lo nuevo es que hoy producimos, recolectamos y
manipulamos informaciones personales en dimensiones industriales.

 El siglo XXI no estará caracterizado por conflictos agudos, sino por conflictos
crónicos relacionados con la esfera íntima y los derechos de la personalidad. Los
hombres siguen preocupados por su esfera privada.

 A la zaga de la recopilación -cada vez más rutinaria- de información, la posibilidad


de que las instituciones públicas y privadas saquen de ellas conclusiones
injustificadas va ocupando cada vez más el centro de la atención.

 Oros desplazamientos reaccionan ante la presión demográfica. Mientras mayor sea


el porcentaje de ancianos en la población total, más crece su poderío como
potencial electoral. Se puede predecir sobre el siguiente asunto: ¿en qué medida
se puede exigir a los contribuyentes, a los niños y a los empleados que asuman los
costos de la jubilación? A pesar de la creciente probabilidad de vida de la población
-76 años- no está muy difundida la disposición a aceptar una prolongación de la
vida laboral.

 El nuevo proceso de búsqueda de equilibrio que se producirá afectará


probablemente la relación entre el capitalismo y aquellas voces que se levantan
para defender los intereses de las generaciones futuras, en particular en cuanto a
la calidad del medio ambiente.

 Por una parte, los defensores del principio de la regulación por medio de las
prohibiciones, que no es compatible con una economía capitalista. Al otro lado se
encontrarán los que creen que la esencia de la libertad es traspasar a otros los
costos de su actuación. Se espera que ambas partes moderen sus posiciones.

 Es improbable que se restablezca el nivel de confianza de los políticos, por esta


razón, debemos ampliar las medidas innovadoras destinadas a crearla.
Iniciativas que desemboquen en “ACUERDOS ENTRE CIUDADANOS” para regular los
aspectos del quehacer político: fijar el plazo que tienen los políticos para reaccionar ante
las consultas, su presencia en el Congreso y acordar la implementación de recursos
apropiados para demandarlos públicamente en caso de que no cumplan una promesa
formulada.

Las relaciones sociales fundamentales, que llamamos contratos sociales, tienen la tarea
de manejar la producción y distribución de riesgos, cabe señalar que todas las sociedades
son y han sido “sociedades de riesgo”. En los hechos, nuestro acuerdo básico sobre una
democracia constitucional, ha podido manejar muchos riesgos.

20
Dentro de este marco, nuestra sociedad desplaza el equilibrio entre individualismo,
Jerarquía, igualitarismo y el camino que postula entregarse a la esperanza de que todo
salga bien. Sin embargo, cuando la sociedad desplaza algo en una dirección
determinada, pronto se ve obligada a compensarlo mediante un desplazamiento en
otras direcciones.

A pesar de acontecimientos negativos, podemos estar optimistas de que estaremos en


condiciones de equilibrar nuevamente nuestras relaciones sociales -que la persona goce
de los derechos públicos subjetivos instituidos en nuestra Ley Fundamental por tener el
carácter de “soberano”- de una manera que esté asegurada en sus pilares fundamentales:

-El primero, que todos deben tener una canasta igual de Derechos y Libertades. Todos
deben tener el derecho a la educación, salud, familia, cultura, trabajo, vivienda, de
expresarse, moverse, votar o asociarse.

-El segundo, es un imperativo de Igualdad. Sólo son aceptables las desigualdades, si las
ventajas de los sobresalientes están abiertas a todos y si benefician a los menos
aventajados.

-El tercero, Libertad e Igualdad quedan trenzadas en la exigencia de Justicia, y la Justicia


Social se convierte en el valor cardinal de las instituciones: Derechos Sociales Exigibles.

V. EL DERECHO A LA CIUDAD

El establecimiento permanente de una colectividad humana densa, heterogénea,


asegura la aparición de un nuevo tipo de cultura, caracterizada por el paso de las
relaciones primarias a las secundarias, el anonimato, el aislamiento, las relaciones
instrumentales, la ausencia de control social directo, el relajamiento de los lazos familiares
y la concurrencia individualista. Este contexto socio cultural es el que, en definitiva, explica
la aparición de nuevas formas del comportamiento humano: la ciudad como unidad
social.
La ciudad, traducida sociológicamente en términos de cultura urbana es la variable
explicativa que utilizaremos para vincular, hacer coincidir, los conceptos civitas-ciudad y
civis-ciudadano empleando dos vocabularios: urbanismo en tanto que estilo de vida,
“cultura urbana”; urbanización como proceso organizado a partir de un modelo de
interacción entre el hombre y el medio.

Ahora bien, el punto esencial es el siguiente: lo que es cultura urbana, es, en realidad, el
proceso de aculturación en la sociedad moderna (la emergencia de la economía de
mercado y del proceso de racionalidad de la sociedad) de un “concreto urbano” que debe
ser descompuesto y recompuesto en función de la integración social.

21
A pesar de todo, cuando existe coincidencia de una unidad social y de una unidad
espacial, estamos en presencia de un modelo específico de sociabilidad.

Estas últimas precisiones nos muestran hasta qué punto resultaría erróneo negar toda
influencia de las condiciones espaciales sobre las conductas.

Parece evidente la necesidad de concebir la ciudad como producto de la acción de un


complejo ecológico (sistema interdependiente del vecindario la población, la tecnología y
la organización social) y analizarla en tanto producto de la dinámica social de una
formación histórico geográfica particular.

La ciudad posee una organización moral igual que tiene una física, estas dos
organizaciones se hallan incluidas en un proceso de interacción que las va formando (y
transformando) una respecto a otra.

La estructura de la ciudad es lo que, en primer lugar, atrae nuestra atención, a causa de su


dimensión y de su complejidad. Pero esta estructura tiene su fundamento en la naturaleza
humana, siendo una de las formas de expresión de ésta.

Por otra parte, esa vasta organización ha surgido como respuesta a las necesidades de sus
habitantes, pero, una vez formada, se impone a éstos como un hecho bruto exterior, y los
conforma, a su vez, en función de la intención y de los intereses que le son propios, y que,
en diversas formas manifiesta.

Estructura y tradición no son, pues, sino aspectos diferentes de un complejo cultural


único, determinación de lo que es característico y específico de la ciudad:

-En primer lugar, no es posible hablar de comportamientos urbanos o de actitudes


urbanas. Esto es un truco, o, en el mejor de los casos una vaguedad. Semejante
terminología presupone una cultura urbana específica en tanto que urbana y que, por
consiguiente, se opone necesariamente a una cultura rural. Ahora bien, se trata, de una
denominación equívoca aplicada a la cultura de la civilización industrial.

-Sería absurdo negar las diferencias entre la ciudad y el campo. Lo que sostenemos es
que los rasgos fundamentales de esta cultura urbana son consecuencia directa del
proceso de industrialización y, para algunos de esos rasgos, de la industrialización
capitalista que considera al trabajo como mercancía, lo que provoca una ruptura de las
adscripciones sociales y una individualización de la fuerza de trabajo.

-Las clases sociales se constituyen en actores durante el proceso de industrialización.


Pero ellas se organizan a partir de la existencia de grupos sociales reales, sociedad civil,
pertenecientes a una comunidad: una unidad ecológica que coincide con una unidad de
vida social.

22
-De tal forma que ya no se trata del paso de lo rural a lo urbano, sino del proceso de
destrucción de la subcultura comunitaria por la cultura de masas, es decir por la cultura
socialmente dominante. Hablando en términos de evolución social, puede hacerse
alusión a una separación entre unidad espacial y unidad social.

Partiendo de los puntos de vista expresados, pero situándonos en otro nivel de análisis,
podríamos hablar de CIUDAD cada vez que coincidan un conjunto ecológico y un sistema
autónomo de acción. Por esto último entendemos un sistema en el cual el proceso de
producción, fundamento de todo sistema institucional, es reintegrado en un proceso
complementario de organización.

En consecuencia, es la autosuficiencia político administrativa la que define la ciudad,


una vez conseguidas la aglomeración espacial y la base económica.

Ahora bien, el sistema político administrativo es la expresión institucionalizada de un


sistema de acción: Un sistema específico de normas o valores o por lo que concierne a los
actores de comportamientos, actitudes y opiniones.

Lo rural y lo urbano son los polos opuestos de un “continuum” en cuyo seno pueden
constatarse, empíricamente, situaciones relativamente diferentes y matizadas pero que,
en definitiva, poseen en común dos rasgos esenciales: todas se sitúan en ese
“continuum”, y todas evolucionan de lo rural hacia lo urbano.

La cultura urbana no es un concepto, es, hablando con propiedad, un mito, puesto que
cuenta, ideológicamente, la historia de la especie humana.

El problema reside en que historia no es lo mismo que secuencia cronológica, puesto que
en el primer caso se trata de análisis de totalidades concretas estructuradas y de los
procesos en ellas suscitadas, mientras que, en el segundo, el inventario temporal de
ciertos fenómenos nada nos dice acerca de su causación.

Para que la cultura urbana se constituya en objeto de superación “el constante


mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”, dejando así de ser más que la
cultura propia de la sociedad capitalista liberal, es preciso asimilarla a la modernidad, y
suponer que todas las comunidades tienden a asimilarse a ella a medida que van
desarrollándose, sin tener en cuenta ciertas diferencias secundarias como la
concernientes al sistema económico (como toda la sociedad es entendida de forma
dominante desde la economía, falta una comprensión suficiente de la dinámica propia de
ésta con sus repercusiones sobre otros ámbitos funcionales).

Lo que es económico sólo puede brotar de la economía. Si la política se quiere informar


al respecto, tiene que dejar que ésta haga de administradora, porque de otro modo sólo

23
verá como en un espejo si sus planes económicos se han cumplido o no, y en todo caso
podrá buscar causas y culpables.

La sociedad moderna del tipo que nos es familiar debe su dinámica propia a la forma de
sus valores. Todo lo que establece como identidad sirve para aportar posibilidades
limitadas de intercambio y sustitución, espera de oportunidades.

Esto incluye que en las descripciones de la sociedad se puedan intercambiar fundamentos,


siempre que se le puedan identificar. Porque del futuro ahora sólo se pueden saber que
será distinto del pasado. De ahí que toda deducción sea no concluyente, que todas las
formas vayan equipadas de un índice temporal.

Así pues, cuando la moderna sociedad se auto titula “moderna” se identifica con ayuda
de una relación de diferencia con respecto al pasado.

En principio esto no es nada especial. Todo sistema social sólo puede constituir identidad
propia, mediante continuos retornos a su propio pasado. Sin embargo, este retorno no se
produce hoy a través de la identificación, sino de la desidentificación, de la diferencia:

Ya no somos lo que éramos, y ya no volveremos a ser lo que somos, no seremos mejores


o peores, simplemente seremos distintos.

Los móviles y las metas de un individuo, así como sus inhibiciones y sus controles, son el
producto de sus interacciones con otros. Lo que una persona ve, cree, experimente, hace
y desea depende en gran parte de la posición que ocupa en la sociedad.

La personalidad social codetermina con disposiciones biológicas nuestras actitudes,


costumbres, valores y expectativas. En el proceso de pertenecer a grupos aprendemos a
actuar en las formas que la sociedad demanda de nosotros. El que el niño y después joven
se comporten en formas socialmente aceptables o inaceptables depende en parte del
concepto que se han formado acerca de sí mismos y este concepto está a su vez
determinado por la perspectiva de la cual es visto por otras personas significativas.

Además de las influencias que pueden trazarse a la sociedad en general, el proceso de


socialización tiene variaciones que dependen de la estructura de la familia, la personalidad
de los padres, la autoridad que ejercen, los valores y metas presentados en la casa y en la
escuela.

En un primer momento todo individuo se encuentra sujeto al sistema social, recordando


las concepciones de corte estructuralista tan de boga en los años setenta del siglo pasado,
en virtud de que para estas corrientes era prácticamente imposible sacudirse las amarras
que nos ataban, la revolución, el cambio y los propios movimientos sociales surgían de las
contradicciones de la propia estructura social.

24
En el siglo XXI no podemos negar al sistema social, el cual nos produce y hasta cierto
punto nos sujeta. Sin embargo, la mayoría de las instituciones no sofocan en su totalidad
a sus integrantes, pues les permite ciertos ámbitos de libertad para aprender su lugar y su
posición al interior de la estructura social, brindándoles al mismo tiempo suficiente
libertad y motivación para la crítica y la transformación de estas mismas estructuras: toda
estructura social es producto de los conflictos entre distintas fuerzas que se enfrentan y
oponen para controlar la “Historia”.

Los grandes actores del sistema social son las clases sociales que se enfrentan mediante
conductas colectivas, luchas y movimientos sociales, en los cuales se originan procesos de
acomodamiento mutuos, así como negociaciones que permiten transformaciones y
cambios al interior del sistema, estructuras e instituciones, que al incorporar nuevas
modalidades de funcionamiento, dan lugar a nuevos roles, colocan a ciertos actores en
status que antes no existían y modifican la forma y el rumbo de las instituciones, lo cual
determina la aparición de nuevas contradicciones.

Sólo las negociaciones entre los distintos movimientos sociales entre sí y con el Estado
pueden posibilitar que el movimiento social adquiera una racionalidad trascendental: la
unificación de la lucha de los distintos grupos sociales bajo la égida del concepto de
SOCIEDAD CIVIL, el cual sería el último baluarte en donde la multiplicidad de luchas y
movimientos sociales podrían encontrar un asidero y desde su complementariedad lograr
acciones conjuntas que les posibiliten una transformación y la posibilidad de asir la
historicidad.

Un movimiento social sólo surge cuando alguno de los grupos en lucha es capaz de
imponer su proyecto al conjunto de la sociedad, así como modificar la faz de la
historicidad.

Aun cuando estas ideas puedan parecer hasta cierto punto anticuadas en el marco de la
conceptualización actual del “fin de la historia”, la modernidad ha avanzado lo suficiente
para plantear que después de la democracia liberal capitalista no existe proyecto posible.

Sin embargo, las luchas por la reivindicación de la sociedad civil contra el proyecto neo
liberal atestiguan la posibilidad de construir algún tipo de alternativa, la cual únicamente
será factible con la articulación de distintos tipos de movimientos sociales, luchas y
conductas colectivas que, generen posibilidades para el enlace de distintos grupos en un
mismo proyecto, Mirar con Esperanza Hacia el Porvenir: “El Derecho A la Ciudad”.

Si la práctica y la interacción social están informadas por la estructuración previa de la


comprensión, arraigada en una forma de vida particular, históricamente situada, estas
estructuras son a su vez afectadas por la experiencia acumulada que se encarna en la
concepción del mundo.

25
Esa interacción entre las estructuras del mundo de la vida que operan como condición de
posibilidad y punto de partida del actuar, y las formas de intervención sobre la realidad
que se apoyan en la experiencia histórica acumulada, estos procesos de aprendizaje social
suponen una idea del cambio histórico que implica la noción de modernidad.

El país sinónimo de progreso, primera potencia económica y nuestro socio comercial, no


tiene un pasado. No tiene un “territorio ancestral” y no hablo de tierra sino de terreno
simbólico, en el que hayan acumulado siglos de significado y principios de verdad
cultivados. En resumen, no tienen raíces, excepto en el futuro, y, por tanto, no es más
que lo que imagina. Es una simulación perfecta.

El los USA la cultura existe en un estado salvaje en el que la estética se sacrifica en el


proceso de trascripción literal de los sueños en realidad. Al hacerlo así la “utopía
lograda” se ha transformado en la anti-utopía de la sin razón, la ingravidez, el neutralismo
de los valores y la indiferencia, la imprecisión del lenguaje, y la muerte de la cultura.

La moraleja del relato anterior nos debe estimular para acrecentar la esperanza de
descubrir en nuestros orígenes culturales no solo una nueva orientación de los valores
que nos pueda beneficiar conforme forjamos los valores bajo los cuales podrán regirse
nuestros hijos en el siglo XXI, sino también una aportación para la sociedad en general
en la forma de una nueva orientación de valores que se adapte a la modernidad.

Es ésta la primera oportunidad con un nuevo fundamento, con nuevas tecnologías, de


crear, dar a luz, una civilización sin precedente en cuanto a apertura y pluralismo. Una
civilización que deje atrás para siempre la mentalidad tribal etnocéntrica, la mentalidad de
la destrucción.

Es oportuno precisar, si especialmente ponemos la esperanza en una transformación de


los movimientos sociales para crear una civilización, que la democracia, como método,
está abierta a todos los posibles contenidos, pero a la vez es muy exigente en el pedir
respeto para las instituciones, porque precisamente en esto reposan todas las ventajas
del método.

Un funcionamiento correcto de un régimen democrático solamente es posible en el


ámbito del modo de gobernar que, de acuerdo con una tradición que se remonta a los
antiguos se llama “gobierno de las leyes”: para que sea dable y posible el desarrollo de la
vida en común, para que pueda establecerse las relaciones sociales, para que, en una
palabra, pueda existir la sociedad humana, es menester que la actividad de cada quien
este limitada en tal forma, que su ejercicio no ocasione el caos y el desorden, cuya
presencia destruyen la convivencia.

Hoy, cuando hablamos de gobierno de las leyes pensamos en primer lugar en las leyes
fundamentales, que establecen no tanto lo que los gobernados deben hacer, sino la forma

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en que las leyes deben ser planteadas, y éstas obligan a los mismos gobernantes –
garantías de seguridad jurídica y legalidad- más que a los ciudadanos.

El Hombre, como ente social, se encuentra colocado simultáneamente en dos posiciones


diversas. Como miembro de la sociedad y con independencia de la clase social o
económica a que pertenezca, asume el carácter de gobernado frente a cualquier
autoridad del Estado. Dentro de esta situación, los órganos estatales realizan frente a él
múltiples actos de autoridad, los cuales, deben estar sometidos a normas jurídicas.

El conjunto de estas normas jurídicas fundamentales, consignadas en el orden


Constitucional, implica las garantías individuales o del gobernado y de las que goza todo
sujeto moral o físico cuyo ámbito particular sea materia de un acto de autoridad.

Un ordenamiento de este tipo solamente es posible si aquellos que ejercen los poderes
en todos los niveles, (autoridades) pueden ser controlados en última instancia por los
detentadores originales del poder último, de la soberanía, el “CIVIS”, el CIUDADANO.

Es indispensable que aquellos Ciudadanos que están llamados a participar para decidir,
sobre la planeación y programación de las actividades de la administración pública para la
satisfacción de sus necesidades, se planteen alternativas reales y estén en condiciones de
seleccionar entre una u otra.

Con el objeto de que se realice esta condición es necesario que a quienes deciden les sean
garantizados los derechos de la doctrina del Estado de Derecho en sentido fuerte, es decir,
del Estado que no sólo ejerce el poder sometido a la ley, sino que lo ejerce dentro de los
límites derivados del reconocimiento constitucional de los llamados derechos
“inviolables” del individuo.

Sin perjuicio de su condición de gobernado, la persona humana puede pertenecer a


cualquier clase socio económica que no sea poseedora de los medios de producción (no se
debe clasificar a los ciudadanos según su fortuna).

Tomando en cuenta que el obrero, el pescador o el campesino por lo general sólo


disponen de su energía laboral como fuente económica de subsistencia, en las relaciones
que entablan con los sujetos que integran la clase social minoritaria de los poseedores de
los medios de producción, representan la clase débil, siempre en riesgo de ser explotada.

Ahora bien, para impedir la posibilidad de explotación y sancionarla, el orden jurídico


establece un conjunto de normas que tienen como exigencia fijar las bases conforme a las
cuales los órganos del Estado puedan realizar una actividad tendiente a elevar el nivel de
vida de los sectores humanos mayoritarios de la población a efecto de conseguir una
existencia decorosa para sus miembros integrantes en todos sus aspectos: el DERECHO A

27
UNA VIDA DIGNA es, sin duda, el derecho humano fundamental, que se puede concebir
como la síntesis de los derechos políticos, económicos y sociales.

El conjunto normativo estatuido bajo esos objetivos es lo que se denomina GARANTÍAS


SOCIALES, cuyo establecimiento, protección y ampliación es obra de las finalidades de la
justicia social: las dimensiones del derecho a una vida digna que dependen del acceso a
recursos podríamos llamarlas el DERECHO A NO SER POBRE.

Las normas constitucionales que atribuyen estas garantías, individuales y sociales, no son
propiamente reglas del juego, son reglas preliminares que permiten el desarrollo del
juego:
“las necesidades” no constituyen un hecho natural y no son tratadas socialmente más
que en la medida en que son socialmente expresadas por medio de un juego político.

Solo “entenderemos las necesidades” si partimos del conocimiento de la realidad del


Hombre, de sus propiedades psíquicas y fisiológicas, y si estudiamos la interacción entre
la naturaleza del Hombre, y la naturaleza de las condiciones externas en que vive:

-La estructura social y económica de la sociedad moldea el carácter del Hombre. Al


individuo y a la sociedad les interesa sobrevivir, producir, conseguir el mínimo de
alimentos y abrigo y las herramientas para producir.

-El método de producción, a su vez, determina las relaciones sociales, el modo y las
prácticas de la vida y las ideas políticas, como están enraizadas en el carácter social,
ellas a su vez, determinan, sistematizan y estabilizan el carácter social.

Este paso de la “evidencia de las necesidades” para asegurar la solidaridad de los


elementos asociados y garantizar a éstos una equitativa participación en el bienestar
que nace de la convivencia misma es el punto de partida para establecer:

 Un estilo de vida, URBANISMO (el respeto a la personalidad humana del


gobernado),

 y, el proceso organizado a partir de un modelo de interacción entre el Hombre y el


medio URBANIZACIÓN (la protección y mejoramiento de los sectores
mayoritarios), la coincidencia de una unidad social y una espacial, la “CIVITAS”, la
CIUDAD.

La vida del Hombre está determinada por la alternativa inevitable entre retroceso y
progreso. Todo intento de retroceder es doloroso, cada paso adelante también es
doloroso y temible, hasta que se llega a cierto punto en que el miedo y la duda tienen
proporciones menores.

28
El Hombre no puede vivir estáticamente porque sus contradicciones internas lo
impulsan a buscar un equilibrio, una armonía nueva que sustituya a la perdida armonía
animal con la naturaleza. Después de haber satisfecho sus necesidades animales, es
impulsado por sus necesidades humanas. Pero el hambre y el apetito sexual son
funciones del cuerpo con las que el Hombre nace, y la conciencia, aunque potencialmente
presente, requiere la guía del Hombre y principios que aparecen únicamente durante el
desarrollo de la cultura.

Todas las culturas proporcionan un sistema modelado en el que predominan ciertas


soluciones, y, en consecuencia, ciertos impulsos y satisfacciones. Todas ellas son intentos
para encontrar solución al problema existencial del Hombre. Las culturas más refinadas,
lo mismo que las más bárbaras, tienen la misma misión, y la única diferencia está en que
la respuesta sea mejor o peor.

El decidir cuál es la buena y cuál la mala tiene que hacerse a base de responder a las
preguntas ¿Qué clase de Hombres necesita, pues, nuestra sociedad? ¿Cuál es la sociedad
que queremos?

El Hombre es lanzado a este mundo sin su conocimiento, consentimiento ni voluntad, y


es alejado de él también sin su consentimiento ni voluntad. Pero estando dotado de
razón e imaginación, no puede contentarse con el papel pasivo de la criatura.

Se siente impulsado por el apremio de trascender el papel de criatura y la accidentalidad


y pasividad de su existencia, haciéndose “creador”.

En el acto de la creación el Hombre se trasciende a sí mismo como criatura, se eleva por


encima de la pasividad y la accidentalidad de su existencia hasta la esfera de la iniciativa
y la libertad, y olvidando su condición económica y preferencias negocia un estatuto de
justicia.

La imaginación y la creatividad de cada individuo, junto con una creciente responsabilidad


social, pueden cambiar mentalidades y con ello valores, para poder enfrentar mejor los
conflictos y las crisis y esbozar las perspectivas del OTRO CAMINO.
Es necesario desarrollar una cultura de la paz y la tolerancia. Cada vez menos nos
podemos dar el lujo de generar conflictos, puesto que éstos destruyen un valioso capital
natural, económico y humano. La salud, la educación y el saber deberán convertirse en un
bien general, para, a largo plazo, implementar una verdadera igualdad de oportunidades y
un catálogo de seguridades para reducir las peligrosas desigualdades sociales y los efectos
de escala del desarrollo urbano, EL DERECHO A LA CIUDAD, fomentando así, el
surgimiento de una Sociedad Cívica que persiga cuatro metas:

1. Preservar la continuidad de la vida y la Comunidad


2. Economía Social

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3. Estado de Derecho
4. Integración social

A menudo, estos objetivos son contradictorios entre sí, pero, desde una perspectiva
estratégica, son interdependientes. La renuncia parcial o incluso total a uno solo de ellos
pondría en peligro la consecución de todos los otros.

La sociedad cívica presupone que, además del reconocimiento y del respeto de los
DERECHOS DEL CIUDADANO se formule una declaración vinculante y efectiva (una carta)
sobre los OBLIGACIONES DEL CIUDADANO:

-La tendencia a elevar constantemente el nivel de vida de la sociedad, en mejorar las


condiciones de existencia de los grupos humanos.

-El hombre como ente social, sólo es susceptible de ser preservado por el orden
jurídico en la medida en que su conducta no dañe a otro, no perjudique a los intereses de
la sociedad o no se oponga al mejoramiento colectivo.

Para configurar e impulsar positivamente este proceso, de respeto a la personalidad


humana del gobernado y la protección y mejoramiento de los sectores mayoritarios de la
población, debemos desarrollar una visión, MIRAR CON ESPERANZA HACIA EL PORVENIR,
una alternativa que tienda a radicalizarse, esto es, a ir a la raíz de los problemas y a
construir la fuerza para luchar por un CAMBIO SOCIAL, por una esperanza objetiva que le
de a la MORAL, como poder, el papel central de una potencia necesaria y útil que se
materialice, se vuelva la moral de los muchos, con los muchos y para los muchos.

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