Está en la página 1de 6

Resumen: Minding the Child

● Capítulo 1: ¿Qué es la mentalización?


¿Qué es la mentalización?
Mentalizar → Forma preconciente de actividad mental imaginativa que nos permite percibir e interpretar al comportamiento
humano en términos de estados mentales intencionales (deseos, necesidades, sentimientos, creencias, metas, propósitos y
razones).
- También usamos mentalización para entender nuestras propias emociones, para autoorganizarnos y regular nuestros
afectos.
Perspectiva evolutiva → Esta habilidad parece haber evolucionado para permitir a los seres humanos la predicción e
interpretación de las acciones de otros, de forma rápida y eficiente en una variedad de situaciones, tanto competitivas como
cooperativas. Sin embargo, la capacidad para dominarla parece estar influenciada por nuestras experiencias tempranas y
nuestra herencia genética.
Ventajas evolutivas de la mentalización
1. Desarrollo de inteligencia social en infantes
2. Capacidad de regulación afectiva
3. Capacidad de control atencional

Orígenes del concepto de mentalización


1. El concepto surge de un estudio en el que se encontró que el apego seguro del niño con sus padres depende en gran
medida de la capacidad de los padres de pensar sobre sus relaciones infantiles con sus propios padres, y entenderlas
en términos de estados mentales. En base a esto se propone que hay una sinergia vital entre los procesos de apego y
el desarrollo de la capacidad que un niño tiene para entender el comportamiento interpersonal en términos de
estados mentales.
2. El desarrollo del concepto de mentalización también surge del trabajo psicoanalítico de pacientes limítrofes, en que
se encontró que un aspecto clave del trastorno es un repudio por la preocupación por los estados mentales.
3. El concepto fue utilizado por primera vez en 1989, operacionalizado por investigadores del desarrollo que estudiaban
la teoría de la mente, en el que se concluyó que no es un hito del desarrollo biológico, sino que se basa en la calidad
de las relaciones tempranas.
4. Un proyecto para construir un manual para análisis de niños ayudó a comprender que en el desarrollo de la capacidad
de mentalización, los niños recurren a modos de pensamiento más primitivos que le preceden son similares a aquellos
utilizados por sujetos con personalidad limítrofe.
Nuestra teoría del desarrollo de la emergencia de la capacidad de mentalizar desafía la suposición Cartesiana de que la
mente es transparente a sí misma y de que nuestra habilidad para reflexionar sobre nuestras propias mentes es innata.
Esto nos lleva a concebir la mentalización como un constructo multidimensional, que involucra:
- Componente de autoreflexión y componente interpersonal.
- Se basa en la observación de otros y en la reflexión respecto de sus estados mentales.
- Es implícita y explícita al mismo tiempo y concierne tanto a los sentimientos como a las cogniciones.
En condiciones óptimas, los sistemas neurales que subyacen a estos componentes permiten al niño:
- Representar estados mentales causales
- Distinguir la realidad interna de la externa
- Inferir los estados mentales de otros en base a señales conductuales y contextuales sutiles.
- Moderar su comportamiento y experiencia emocional.
- Construir representaciones de sus propios estados mentales en base a señales perceptibles.

Mentalización y apego
Bowlby postuló en la teoría del apego que su principal función era la protección de los infantes ante depredadores. Teniendo en
cuenta que los comportamientos de apego se activan cuando algo en su ambiente hace que el infante se sienta inseguro, y su
finalidad es hacer que vuelva la sensación de seguridad, se puede plantear que el sistema de apego es ante nada un regulador
de la experiencia emocional, que se desarrolla en un proceso diádico en que a medida que el cuidador entiende las señales
del infante y responde ante ellas, el infante puede reestablecer el equilibrio. Así, la teoría del apego se entiende como
organizadora de la regulación fisiológica y cerebral.
En este proceso, el infante desarrolla expectativas específicas, que Bowlby denomina “modelos internos de trabajo”, que
proveerán los prototipos para todas sus relaciones posteriores. Estos son resistentes al cambio porque no son conscientes.
Los estilos de apego también juegan un rol clave en la transmisión transgeneracional del apego seguro: los adultos con
apego seguro tienen 3 a 4 veces más probabilidades de tener hijos con apego seguro. Los estilos de apego parentales predicen
medidas de temperamento, eventos de vida, apoyo social y psicopatología. Por otro lado, el apego inseguro y el apego
desorganizado son factores de riesgo para un desarrollo emocional y social subóptimo. Sin embargo, se debe tener en cuenta
que esto sucede en una serie compleja de pasos, que involucran distintos factores de riesgo y resiliencia, interactuando con las
fases del desarrollo pasadas y futuras.

Entendiendo la relación entre apego y mentalización


Si el apego sostiene la emergencia de la mentalización, se esperaría que los niños con apego seguro superen a aquellos con
apego inseguro en este dominio. Parece ser que ambas variables están sujetas a las mismas influencias sociales:
1. Mentalización y crianza → La calidad de la mentalización de los padres respecto de sus hijos es un predictor
significativo del apego seguro.
2. Discurso familiar → La exposición a conversaciones familiares normales parece ser una condición previa para la
capacidad de mentalizar. En circunstancias normales, en estas conversaciones se discuten las intenciones implícitas en
los comentarios de cada persona. Esta sería la forma en que los niños aprenden a mentalizar.
3. Juego → El juego es otra característica de un ambiente de apego seguro y podría tener un rol importante en la
mentalización.
4. Maltrato → El maltrato desorganiza el sistema de apego del infante y causa problemas en la comprensión de
emociones, déficits en la cognición social y retrasa el desarrollo de la teoría de la mente. El déficit en mentalización
asociado al maltrato infantil puede derivar de una falta de comunicación abierta entre el niño y sus padres,
debilitando los beneficios derivados de la comprensión de la asociación entre los estados internos y las relaciones de
apego (por ejemplo, si los padres le dicen que merece el abuso).
- Internalización de la figura de apego → Cuando el niño es incapaz de “encontrarse” a si mismo como ser
intencional en la postura reflexiva de su cuidador, no tiene más opción que internalizar una representación
de su cuidador en su autorepresentación. Esto desorganiza inevitablemente la estructura de su yo,
creando una escisión. Como consecuencia, el niño será manipulativo y oposicionista, debido a que va a
preferir externalizar la parte extraña de sí mismo al hacer que el cuidador experimente los estados
mentales de rabia o ansiedad que ha internalizado. El niño experimenta sus estados mentales no deseados
como si le pertenecieran a un otro, permitiéndole cierta medida de auto-coherencia.
- Identificación con el agresor → El niño usa partes escindidas de su yo para ganar un control ilusorio sobre
su abusador, internalizando el estado mental del agresor en la parte extraña de su yo, experimentando
una parte de su propia mente como torturadora, que estaría empeñada en la destrucción de su yo. Esto lleva
a un estado emocional insoportablemente doloroso en que el yo es experimentado como malvado y odioso.
La persona puede entonces externalizar el ataque llevándolo a su propio cuerpo mediante conductas
autolesivas, o utilizar el mecanismo defensivo de identificación proyectiva, en una secuencia de más
relaciones abusivas.
Nota → No es que sólo las experiencias positivas o de apego seguro faciliten la mentalización, las experiencias negativas (e.g.
conflictos cargados emocionalmente) también pueden facilitarlo.

Desarrollo de un yo agente: la adquisición social de la cognición social


Nuestro modelo se basa en la capacidad innata del niño para detectar aspectos del mundo que reaccionan
contingentemente a sus propias acciones. Durante sus primeros meses de vida, el infante comienza a entender que es un
agente físico cuyas acciones pueden causar cambios en los cuerpos con los que tiene contacto físico inmediato.
Simultáneamente empieza a entender que es un agente social, al descubrir que su comportamiento afecta el comportamiento y
las emociones de su cuidador. Ambas formas de autoconciencia probablemente evolucionaron a través de un mecanismo
innato de detección de contingencias que permite al infante analizar la probabilidad de una relación causal entre sus acciones
y eventos de estímulo.
En primera instancia, el infante logra diferenciarse de su entorno gracias a un interés predominante por estímulos cuyas
respuestas son perfectamente contingentes (que reflejan claramente las señales que hemos enviado). A los 3 o 4 meses, la
preferencia cambia a estímulos cuya contingencia es alta pero no perfecta (como las respuestas empáticas del cuidador). Una
relación de apego segura y agradable contribuye a la emergencia de capacidades de mentalización tempranas al permitir al
infante que descubra su yo psicológico en el mundo social.
Al principio los infantes no son introspectivamente conscientes de sus diferentes estados mentales, sino que sus
representaciones de estas emociones se basan en la observación de las expresiones faciales y reflejos vocales de sus
cuidadores. El bebé asociará su control sobre la conducta reflejo de los padres con la mejora resultante en su estado
emocional, lo que sienta la base para el eventual desarrollo de su capacidad de autorregulación emocional. Esto porque
se aprende que los afectos pueden ser manipulados y descargados tanto internamente como a través de la acción, y que además
pueden ser experimentados como algo reconocible y comunicable.
La capacidad para entender y regular las emociones depende de dos condiciones:
a. Congruencia razonable del reflejo → Que el cuidador iguale el estado mental del bebé. Si el reflejo es incongruente,
la representación resultante del estado interno del bebé no corresponderá con su estado real, lo que podría
predisponerlo a desarrollar una estructura de la personalidad narcisista, análoga a la noción de Winnicott de “falso
self”.
b. Que se note que es un reflejo → Que el cuidador sea capaz de expresar un afecto, indicando que no está
demostrando sus propios sentimientos. Si la expresión parece externalizar la experiencia del infante en vez de
reflejarla, puede abrumarlo al hacer parecer que la experiencia es contagiosa y que se va intensificando en lugar de
ayudar a regular su estado. Esto puede establecer una tendencia a experimentar las emociones a través de otros, como
sucede con las personas con estructura de personalidad limítrofe.

Regulación de los afectos y mentalización


Se cree que el niño internaliza sus experiencias de afecto bien regulado en la pareja bebé-cuidadores para formar la base de un
vínculo de apego seguro y un modelo de trabajo interno. Desde esta perspectiva, la regulación de los afectos es un preludio
de la mentalización. Sin embargo, una vez que la mentalización ocurre, la naturaleza de la regulación afectiva se transforma
siguiendo una línea con ciertos puntos de fijación:
a. Durante la segunda mitad del primer año de vida → El bebé comienza a comprender las relaciones causales entre
acciones, sus agentes y el entorno. A los nueve meses, empieza a entender las acciones en términos de las
intenciones subyacentes del actor y a verse a si mismo como agente teleológico que puede elegir la forma más
eficiente entre una serie de alternativas para llegar a una meta. Sin embargo, en esta etapa la agencia es comprendida
sólo en términos de las acciones y restricciones físicas. Aún no sabe que los agentes tienen estados mentales, sino
que espera que los actores se comporten de manera racional.
b. Durante el segundo año de vida → El infante comienza a entender que él y otros son agentes intencionales, cuyas
acciones son causadas por estados mentales previos, y que estas pueden producir cambios en sus mentes y sus
cuerpos. En esta etapa, la capacidad de regulación emocional refleja la relación previa y actual con los cuidadores
primarios. Surgen un lenguaje de estado interno y la habilidad para razonar de forma no egocéntrica respecto de
sentimientos y deseos de los otros. Sin embargo, el niño no es aún capaz de representar estados mentales
independientes de la realidad física y por lo tanto, no comprende la diferencia entre interno y externo, entre
apariencia y realidad. Esto quiere decir que la realidad interna algunas veces es experimentada como algo muy
convincente y otras veces parece intrascendente en relación con la conciencia del niño del mundo físico.
c. Alrededor de los 4 años → El niño empieza a comprender que las acciones de las personas son causadas por sus
creencias (prueba de la falsa creencia → capacidad de atribuir una creencia falsa a un tercero). El niño se percibe a sí
mismo y a otros como agentes representacionales. Este hito conlleva una transformación en las interacciones
sociales.
- Su comprensión de las emociones se asocia al comportamiento empático y a una relación más positiva con
sus pares.
- Su comprensión de que el comportamiento humano puede estar influenciado tanto por estados mentales
transitorios como por características estables. Esto sienta la base para de una estructura para apuntalar un
autoconcepto emergente.
- El niño ahora puede emplear bromas, chistes y engaños.
- Comienza a preferir jugar con pares en lugar de con adultos. Este cambio marca el cierre de una etapa en la
que la mentalización se adquiere a través de la agencia de la mente de un adulto y abre la siguiente fase de la
vida en que se trabaja en la capacidad de comprenderse a uno mismo y a los otros en términos de estados
mentales a través de lazos con individuos que comparten los mismos intereses.
d. A los 6 años → Hay avances en la habilidad del niño para relacionar recuerdos de sus actividades intencionales y
sus experiencias en una organización causal-temporal coherente, lo que lleva al establecimiento de un yo
extendido temporalmente. La agencia en la interacción social se puede experimentar en su totalidad sólo cuando se
entiende que las acciones propias y de otros son iniciadas y guiadas por supuestos concernientes a las emociones,
deseos y creencias de ambos. Surge comprensión de la teoría de la mente de segundo orden (la capacidad de
entender que hay creencias equivocadas sobre creencias), de las emociones contradictorias, de la existencia de sesgos
de expectativa que pueden influir en la interpretación de eventos ambiguos, y la capacidad de formas de engaño
sutiles. Estas habilidades reducen la necesidad de la violencia física, y la violencia relacional aumenta.

Subjetividad antes de la mentalización


Los niños que aún no mentalizan asumen que lo que ellos saben es sabido por el resto y viceversa. Esta es una de las razones
por las que son propensos a rabietas, ya que esperan que otros sepan lo que están pensando o sintiendo, y que vean las
situaciones de la misma forma que ellos.
Otras veces, los niños son capaces de usar la noción de estados mentales, pero sólo de forma en qué están claramente separados
de la realidad física (por ejemplo, en el juego). Llamamos a esto “modo de simulación”, en el que los pensamientos y
sentimientos pueden ser visualizados y discutidos pero sin ninguna correspondencia con lo real, sin implicancias para el mundo
exterior.

Mentalización en familias
Es en la familia donde las relaciones tienden a ser más tensas, más amables y más emocionalmente intensas. En otras palabras,
la familia es el ambiente con el mayor potencial para estimular una pérdida de la mentalización. Los padres pueden
experimentar una disminución en la capacidad de mentalizar debido al estrés asociado a conflictos familiares o laborales. Los
niños pueden esconder sus estados mentales por múltiples razones. Los problemas en salud mental también pueden ser un
antecedente que incremente la frecuencia de las interacciones no-mentalizantes en la familia.
Otra modalidad de fallo en la mentalización en la familia se da cuando la experiencia de un individuo se encuentra con mentes
“no-responsivas”. Cuando la mente curiosa del niño se encuentra con miembros que no pueden responder a sus preguntas,
puede acabar por rendirse, reforzando un ciclo de desesperanza.
Por otro lado, las familias aglutinadas pueden incurrir en mentalizaciones intrusivas, lo cual tiene como consecuencia que los
miembros no se sientan comprendidos ni respetados. Aquí habría una pseudo-mentalización, las narrativas del los miembros
no se conectan unas con las otras. Como consecuencia, hay un ciclo de suposiciones injustificadas respecto de los estados
mentales de otros miembros de la familia. Asi, la mentalización se experimenta como intrusiva y confusa, pudiendo llevar a
algunos miembros a evitar subsiguientes esfuerzos para mentalizar.
Si un miembro de la familia decide dejar de mentalizar, estar en “modo no-disponible” para el resto del sistema familiar, otros
miembros pueden reaccionar haciendo lo mismo, tomando una postura que ataca directamente la mentalización (Ej: estás
tratando de volverme loco). En el extremo del espectro de conductas no-neutralizantes tenemos el abuso de la mentalización,
en el que esta habilidad se utiliza para promover los intereses de un individuo a las expensas del bienestar del grupo familiar a
de algún miembro.

Conclusión
En este capítulo se ha sugerido que la mentalización podría mediar la relación entre el desarrollo anormal de la cognición
social durante la niñez y la psicopatología en adultos. Esto implicaría que un foco en el proceso de mentalización podría
mejorar la práctica clínica. Los tratamientos basados en la mentalización tienen un marco de referencia teórico que incluye un
modelo del desarrollo, una teoría de la psicopatología y una hipótesis sobre el mecanismo de la acción terapéutica. Desde esta
perspectiva, los cambios cognitivos y conductuales de los pacientes se dan en la medida en que reconocen significados
subyacentes o identifican razones por las que son como son. Es decir que son consecuencias del cambio en la mentalización.
Esta perspectiva abre también la posibilidad del trabajo preventivo en la niñez. Dado que la mentalización es un proceso
psicológico fundamental que se relaciona con todos los trastornos mentales, las aproximaciones enfocadas en la mentalización
tienen el potencial de mejorar el bienestar a través de un amplio espectro de trastornos. Además, para todos los psicólogos
clínicos hay un valor intrínseco en la mantención de un foco en los procesos mentales internos del paciente, ya que demuestra
un compromiso en su subjetividad.
● Capítulo 2: Problemas de mentalización en niños y adolescentes
Taxonomía de las fallas de mentalización en niños y adolescentes
Objetivos de este capítulo
a. Establecer que la mentalización es un endofenotipo que debe ser abordado en el tratamiento de la psicopatología.
b. Establecer cómo diferentes aspectos de la mentalización se reflejan en la heterogeneidad de los diferentes trastornos
de la infancia.

Las fallas en mentalización


1. No mentalizar → Algunos niños TEA no tienen la capacidad para construir teorías respecto de los contenidos de
las mentes de otros (no pasan la prueba de la falsa creencia), un déficit al que se le conoce como “ceguera mental”.
2. Infra-mentalizar → Si bien hay niños TEA que no mentalizan, un número significativo de ellos si puede hacerlo,
y esto es lo que llevó a clasificar el trastorno como un espectro. La teoría de la mente sería uno de los módulos de un
continuo de capacidades empáticas. Hay módulos que le preceden en que los niños TEA también fallan. Por ejemplo,
los bebés TEA demuestran una falta de interés en lo social, niveles reducidos de interacción social e intercambios
de comunicación social, contacto visual limitado y menor atención visual a estímulos sociales. Los niños TEA de
dos años son más limitados en cuanto a la imitación, juegos de “fingir” y en la representación simbólica de
objetos compartidos. Todo esto sugiere que los niños y adolescentes TEA poseen capacidades reducidas de
mentalización a través de todos los estadios del desarrollo.
- Esquizofrenia → Los individuos con esquizofrenia tienen una habilidad disminuida para el
reconocimiento de estados mentales propios y ajenos (infra-mentalizan) y subsecuentemente proyectan sus
sospechas y sesgos en otros, cayendo en la hiper-mentalización.
3. Hiper-mentalizar → Tendencia a hacer inferencias demasiado complejas en base a señales sociales, resultando en
errores de sobreinterpretación de los estados mentales. Las personas con trastorno de personalidad borderline
(TPB) tienen dificultades para integrar y diferenciar los estados mentales, especialmente en condiciones de exaltación
emocional. La paradoja del TPB plantea que estas personas tienen un funcionamiento interpersonal alterado
(disminuido) y una sensibilidad emocional aumentada. La tendencia a hiper-mentalizar se atribuye a diversos factores:
a. Trauma → Se ha demostrado que sujetos con TPB generan una respuesta anormal ante el estrés, que a su
vez podría afectar la capacidad de mentalizar.
b. Apego inseguro → También es posible que la tendencia a hiper-mentalizar se desarrolle en personas que no
tuvieron un apego seguro. Linehan planteó que un ambiente invalidante precede al TPB.
c. Heredabilidad → El hecho de que la mentalización tenga correlatos neurales permite plantear que la
hiper-mentalización corresponde a un endofenotipo neurocognitivo asociado a una predisposición genética
hacia el fenotipo de relaciones interpersonales perturbadas.
4. Mentalización distorsionada → “Leer mal” o de forma sesgada la mente de otra persona.
a. Conductas externalizantes → Refieren a un amplio rango de comportamientos antisociales disruptivos
encapsulados por los diagnósticos de trastornos de la conducta. Estos se caracterizan por dificultades en las
relaciones interpersonales con pares y padres. Las teorías socio-cognitivas han construido un marco que
permite comprender y abordar dichas dificultades. La investigación de Dodge y sus colegas ha mostrado que
los niños con problemas conductuales tienden a tener dificultades en todos los aspectos de procesamiento
de información social. La tendencia de los niños con conducta externalizante de atribuir intenciones
hostiles a los demás en situaciones ambiguas es de un particular interés desde la perspectiva de la
mentalización. Las respuestas agresivas se producirían porque hay una expectativa de agresión por
parte de los demás, incluso en ausencia de evidencia.
- Un estudio encontró en niños de entre 7 y 11 años con problemas conductuales que estos interpretan
de forma excesivamente positiva los estilos de mentalización de otros en relación con los de ellos
mismos. Esto era más aparente en niños con madres con baja mentalización en sus interacciones, lo
que además predice la aparición de problemas conductuales en el futuro.
- Los niños pueden mostrar déficits en la comprensión de emociones que no se encuentra en adultos,
lo que sugiere que quienes muestran conductas externalizantes aprenden a compensar por estos
déficits cuando son adultos. Por lo tanto, es importante tener en cuenta que esta habilidad puede no
estar presente en niños y pre-adolescentes con conductas externalizantes.
- Limitaciones de estos estudios → Miden la mentalización “off-line”, es decir, que son situaciones
hipotéticas y no en tiempo real. Un estudio que abordó este problema utilizó una tarea de confianza,
que requiere la capacidad de detectar o predecir las intenciones de un otro y la capacidad de ver el
juego desde la perspectiva de este otro. Dado que la mentalización es la intencionalidad humana
ejercida en escenarios sociales, se puede plantear que es la base del comportamiento de
confianza. No fue sorprendente encontrar en este estudio que los niños con conductas
externalizantes mostraron anomalías en su comportamiento de confianza, reportando intenciones
malévolas en los otros.
5. Pseudo-mentalización → Parecido a la mentalización, pero con la ausencia de alguna de las características
esenciales de esta. Se ha encontrado que en los grupos con los tipos más severos de conductas externalizantes no
hay una correlación entre la mentalización y dichas conductas externalizantes. Este grupo de niños se vuelven
expertos mentalizadores como consecuencia de desarrollarse en ambientes hostiles y con disciplina inconsistente. En
estos casos, la mentalización se utiliza para manipular o controlar el comportamiento de otros, mientras que la
mentalización “genuina” refleja una curiosidad y respeto general por las mentes de los otros y un interés por
optimizar el funcionamiento social.
a. Niños relacionalmente hostiles → Tienden a victimizar a sus amigos al provocar situaciones de intimidad y
alentar la divulgación de sus secretos con la finalidad de adquirir control sobre ellos y manipular la relación.
b. Psicopatía → Los psicópatas mentalizan utilizando la región prefrontal del cerebro, asociada a pensar,
mientras que lo usual es usar la amígdala, asociada a sentir. Es decir, recurren a una toma de perspectiva en
lugar de a la empatía, ya que tienen dificultades con esta última.

Mentalización y problemas internalizantes desde la teoría de procesamiento de información


a. Ansiedad → La ansiedad estudiada desde la perspectiva del modelo de procesamiento de información se
caracterizaría por una hipervigilancia en relación a posibles amenazas y evaluaciones negativas en eventos
sociales y encuentros sociales pasados. La hipervigilancia sería una consecuencia de déficits en la teoría de la mente.
Más específicamente, habría una dificultad para entender y gestionar situaciones sociales que involucran estados
mentales múltiples, resultando en un déficit en las habilidades sociales y siendo esta la razón que subyace a la
hipervigilancia que estos niños exhiben en la ausencia de información sobre las mentes de otros.
b. Depresión → La información respecto a la asociación entre teoría de la mente y mentalización con la depresión es
altamente insuficiente. Las hipótesis actuales asocian la técnica de mindfulness con el procesamiento de información
social, sugiriendo que este método sería básicamente la aplicación clínica de la mentalización, y que por lo tanto,
su utilidad en el tratamiento de la depresión indica que la depresión se relaciona de alguna forma con un déficit en la
mentalización.

Conclusión
Este capítulo aclara cómo diferentes aspectos de la mentalización se reflejan en la heterogeneidad de las diferencias trastornos
de la infancia. De esta manera establece la mentalización como un endofenotipo importante que debe ser el objetivo del
tratamiento, en el que debe tomar en cuenta el estadio del desarrollo del niño, las características del trastorno y la facultad de
mentalización específica a estudiar.

También podría gustarte