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DOCENTE:

LIC. IGNACIO COLORADO SALVADOR

MATERIA:
ANATOMÍA FORENSE

UNIVERSIDAD MÁS EDUCACIÓN Y


TRABAJO:

ENSEÑANZA
INVESTIGACIÓN SOBRE “EL ABORTO”

NOMBRE:
MARÍA FERNANDA VELÁZQUEZ MAGAÑA

GRADO:
5º CUATRIMESTRE

LICENCIATURA EN:
CIENCIAS CRIMINOLÓGICAS ADVERSARIALES

VILLAHERMOSA, TABASCO. MARZO DEL 2021.


INTRODUCCIÓN.

El presente informe se recopila información sobre el tema de aborto, se investigó


de manera académica tres autores que explican acerca de su perspectiva
criminológica que tiene acerca de este problema que afecta o beneficia de manera
social.

Porque es un tema muy debatido en la sociedad, y para que la gente se le cuenta


de que el aborto es un crimen. Las fuentes de este trabajo han sido páginas de
Internet, también libro que se encuentra en la red.

Ha sido un tema tradicionalmente discutido el de la posibilidad de que ciertos


supuestos de aborto, por las especiales circunstancias en que se desarrollan,
estén permitidos, esto es, amparados por una causa de justificación. La
justificación podría obtenerse, en principio, por tres caminos: por aplicación de una
causa específicamente consagrada al regular el delito de aborto, por aplicación de
alguna de las causas generales de justificación que contempla el ordenamiento o,
eventualmente, por aplicación de una causa supralegal de justificación.

En otras legislaciones, la primera es la opción que se habría adoptado, en la


medida en que el sistema de indicaciones que ellas contemplan es
mayoritariamente interpretado como un sistema de causas de justificación por
estado de necesidad, consagrado en forma particular para el delito de aborto
cuando éste se realiza por razones terapéuticas, eugenésicas, éticas, económicas,
etc.

El aborto es un tema controvertido: convergen factores que forman parte de lo


más profundo de la persona; en términos jurídicos, se ponen en juego distintas
situaciones que, por su fundamental trascendencia para la vida humana, han sido
denominados derechos humanos. Este es, justamente, el nivel de análisis que se
pretende: un estudio que parta y concluya en el Código Penal devendría restrictivo
y restringido, opacando un amplio abanico de posibilidades fácticas (y, por ende,
jurídicas) que quedan fuera de todo tipo de comprensión; por otro lado, un estudio
meramente dogmático nunca será suficiente para solucionar conflictos sociales.

Todos los derechos humanos son igualmente necesarios: la Constitución Nacional


y el sistema de protección de derechos humanos no son células aisladas, sino que
representan, justamente, un sistema que debe analizarse de forma conjunta. Al
abordar la temática del aborto suele hacerse mención del derecho a la vida, pero
no es la única manera de entender el aborto: se encuentran en controversia,
también, el derecho a la salud, el derecho a la autonomía personal, el derecho a la
educación.
LA CRIMINOLOGÍA Y EL ABORTO.

Desde una perspectiva criminológica, el aborto es un problema que en la


actualidad da mucho de qué hablar, tanto por sus causas como por sus
consecuencias, por la repercusión que tiene en la sociedad, y, además, por el
hecho de saber si la regulación que respecta a esta figura en nuestro país es
correcta o, si, por el contrario, no se condice con el pensamiento de la población,
de la mayoría de la población. Hay que considerar que nos encontramos en un
estado laico donde existe concurrencia de variedad de religiones y pensamientos
de ese tipo que condicionan la ideología de las personas y las limitan al campo de
la moralidad, de modo que no lograremos encontrar una postura común a todos
por más que nos esforcemos, y justamente por eso me remito a hablar de
mayorías, porque en un estado social y democrático de derecho como el nuestro,
constitucionalmente debería admitirse lo que la mayoría acepte o diga (más allá de
que hayan grupos que piensen distinto), y digo debería porque justamente son
esos los presupuestos constitucionales que no se cumplen pero que sin embargo
deberían cumplirse y de manera inmediata, necesitamos tener la certeza, la
seguridad jurídica de que como parte del estado tenemos voz y voto y por ende
poder reconocido por la constitución para orientar la adecuación de las normas de
acuerdo a nuestras realidades (como las normas respectivas al aborto por
ejemplo), claro que sin alterar sustancialmente el orden constitucional, referido a
los derechos y principios emanados de nuestra constitución y que encuentran su
base en el derecho subjetivo, en el iusnaturalismo.

Ahora bien, la criminología tiene como uno de sus ámbitos de estudio el porqué de
la comisión de delitos, además de considerar estudios como el por qué dichas
conductas son consideradas delictivas, lo cual corresponde ya a otro ámbito y
dimensión del estudio de la criminología, entre otros. Esa es la vital importancia
que tiene la criminología en el campo penal, y es justamente lo que se pretende
hacer en este trabajo, realizar un estudio de esta figura a la luz del pensamiento
social, de manera que podamos determinar un resultado que devenga en la
confirmación o rechazo de la regulación actual de esta figura, aborto, en nuestra
legislación.

Además de lo mencionado, habrá que dar una noción de la importancia de tratar


este tema, de la importancia que tiene el estudiar si la regulación respectiva al
aborto se condice o no con las realidades actuales y con las preferencias
mayoritarias, lo cual obviamente podrá ser determinado únicamente por estudios
criminológicos, de tal manera que se condiga con la importancia de la criminología
mencionada líneas arriba.

De este modo, empezaremos diciendo que el derecho como sabemos es siempre


discutible, no existe nada absoluto dentro de él, y el derecho peruano, no puede
verse excluido de este carácter propio del derecho. Es por ende que existen
dentro de él tantos temas discutibles, controversiales, ambiguos y susceptibles de
admitir diversas posturas u opiniones que a su vez pueden considerarse de alguna
manera, correctas. Y es ese justamente el panorama que encontramos entorno al
aborto, una figura que nos conlleva al estudio de variedad de posturas, teorías,
argumentos y opiniones, y no solo por parte del sector especializado como es la
doctrina o la jurisprudencia, sino también del sector ciudadano, el académico
universitario, por ejemplo. Como dijimos, dentro de la figura del aborto
encontramos variedad de opiniones y argumentos sobre la regulación actual,
correcta o no del aborto, sobre la penalización o no del aborto. Sin embargo, el
punto álgido de esta investigación no se centra en el hecho de adoptar o defender
una de las posturas propuestas sobre el tema, sino que más bien lo que interesa a
esta investigación, es determinar la problemática que gira en torno al aborto a la
luz de los problemas generados por la regulación actual de esta figura, además de
determinar una aproximación sobre cuál es la postura u opinión que tiene la
población respecto a la regulación del aborto en nuestra legislación, si está o no
conforme con ella, determinar qué es lo que piensan los ciudadanos respecto al
aborto y su forma de represión, si están o no de acuerdo con lo admitido por
nuestra jurisprudencia, es decir la penalización del aborto desde el periodo de la
anidación, que quiere decir desde el momento en que el ovulo fecundado se
almacena en la cavidad más profunda del útero, el endometrio, proceso que se da
en el decimocuarto día después de la concepción. Y esto considerando que esta
es solo una postura doctrinal, que a pesar de ser la que la jurisprudencia nacional
reconoce como válida para la imputación del delito de aborto, no necesariamente
significa que sea correcta o incorrecta, sino que simplemente el derecho penal ha
creído conveniente proteger la vida desde ese momento. No olvidemos que todo
esto nos es de utilidad para determinar si desde el punto de vista criminológico es
adecuada la regulación actual del aborto, considerando el estado en el que nos
encontramos y la ideología respecto al aborto que como ciudadanos manejamos,
no olvidemos tampoco que la voluntad general o mayoritaria del pueblo (de la
ciudadanía), constituye poder reconocido constitucionalmente y que sirve de
fuente para la emisión adecuada de determinadas normas.

Hay que considerar que existen varias teorías respecto al comienzo de la vida
humana, entre ellas la teoría de la fecundación (que afirma que desde el momento
en que el espermatozoide ingresa al óvulo existe un nuevo ser humano, con todos
los atributos de la persona, resultando indiferente que el mismo se encuentre en el
seno de una mujer o en una placa de laboratorio. Los sostenedores de esta teoría
afirman que desde el momento de la fecundación cuando los dos gametos se
unen se encuentra reunida toda la información genética necesaria para expresar
todas las cualidades innatas del individuo), la teoría de la anidación (que señala
que el comienzo de la vida humana se origina con la implantación en el útero del
óvulo fecundado, lo cual se produce recién a los 14 días de la concepción. El
fundamento de esta teoría radica en la posibilidad de que un grupo de células se
escinda y continúe un desarrollo independiente dando lugar a un nuevo embrión
que transcurrido el lapso de 14 días ya no existe dicha posibilidad afirmando a
partir de éste momento la individualidad, sin individualización no hay
personalización), la teoría de formación del genotipo (la cual indica que una vez
concluida la fusión entre los pronúcleos de los gametos, proceso que tiene lugar
alrededor de veinticuatro horas de haber sido penetrado el óvulo por el
espermatozoide, surge una nueva vida. Para quienes sostienen esta postura, el
embrión de más de veinticuatro horas es una persona en potencia y tal
potencialidad deriva su inviolabilidad), y la teoría del inicio de la actividad cerebral
a la cual ya hicimos referencia (cabe destacar que en nuestro ordenamiento
jurídico está estipulado que la vida termina y por ende la persona deja de ser tal,
cuando cesa la actividad cerebral, y por ende para ser coherentes con el sistema
resulta atractivo para esta teoría decir que si con el cesamiento de la actividad
cerebral se pone fin a la vida humana, entonces con el inicio de esta apenas
podremos hablar de vida humana y no antes).

Hay que mencionar también que podemos condecir estas teorías con los sistemas
a los que hace referencia Peña Cabrera, es decir, el sistema de plazos y el de
indicaciones. El primero hace referencia a que la interrupción del embarazo no
resulta criminalizada cuando es realizado dentro de un tiempo determinado,
habiéndose fijado que dicho plazo se ciñe a las doce semanas de embarazo (lo
cual se condice con la teoría del inicio de la formación de la actividad cerebral),
entendiéndose como riesgoso para la vida y salud de la gestante un aborto con
posterioridad a las doce semanas. Se da mayor relevancia a la autonomía de la
voluntad y al libre desarrollo de la personalidad de la gestante, además de al
derecho a la dignidad humana, como sucedería en el caso de aborto por motivos
de concepción producto de una violación. Y el segundo, el sistema de
indicaciones, que hace referencia a que el aborto será despenalizado para casos
concretos en los cuales exista un verdadero conflicto de bienes jurídicos. La
distinción con el sistema de plazos radica en que en este sistema preponderan los
intereses correspondientes a la vida en formación más que los de la gestante, y es
justamente por eso que se limita la exoneración de pena a casos concretos en los
cuales concurra una razón determinante para poder considerar la tutela de los
derechos de la gestante como la dignidad humana y el libre desarrollo de la
personalidad, por encima de los bienes jurídicos que tutelan al feto. Tal como
menciona Peña Cabrera, las indicaciones en concreto serian: cuando la
continuidad del embarazo coloca en grave riesgo la vida o salud de la gestante,
cuando el embarazo es producto de una violación (desde un plano ético,
sentimental, llevado a la dignidad humana), o cuando se advierte que el niño
nacerá con graves taras físicas y/o psíquicas, que supondrían una vida no plena ni
digna, humanitaria y constitucionalmente hablando, tanto para él como para su
familia. Dicho sea de paso, este es el sistema al que más se apega nuestra
legislación.

Los estudios criminológicos en nuestro país escasean, mucho se ha hablado de la


despenalización del aborto, especialmente en los casos del aborto eugenésico y
sentimental, sin embargo, no se han adoptado las medidas adecuadas por la
carga moral religiosa existente en nuestro país, se ha olvidado que el derecho
penal en cierto grado debe desprenderse de estas cuestiones para poder abordar
los conflictos de manera más objetiva y justa.

Se están haciendo mal las cosas, por ende tal como mencionamos líneas arriba,
producto de la adopción de las medidas actuales, es que se han generado serios
problemas como son la concurrencia a prácticas abortivas clandestinas (lo cual es
cada vez más frecuente en nuestro país, estamos dando pie a la comisión del
delito), mortalidad femenina por la concurrencia a dichas prácticas (se han
registrado datos que muestran que las muertes por abortos mal practicados son
comparables a las muertes por feminicidio, es allí que podemos ver la magnitud de
este problema, y la necesidad de adoptar nuevas decisiones por parte de la
política criminal), trastornos y graves daños psicológicos en mujeres que paren a
niños producto de violaciones, o con graves taras físicas, lo cual es ocasionado
por la no despenalización del aborto denominado sentimental, y en el otro caso, el
aborto eugenésico (casos en los cuales es evidente que la dignidad humana tanto
de la madre, en el caso de un embarazo por violación, como la de la criatura que
está por nacer y la madre en conjunto, en el caso de un embarazo que suponga el
nacimiento de un bebe con graves taras físicas, deberá primar sobre otros bienes
jurídicos, y de igual manera el derecho al libre desarrollo de la personalidad, el
derecho a la salud y a la vida digna. Todos estos derechos constitucionalmente
validos son aplicables a estas cuestiones, sin embargo, habrá que despojarnos un
poco de las reglas morales y religiosas para ver el problema desde un ángulo más
objetivo, jurídico y justo). Y por último el problema más común que es el de traer al
mundo a niños no deseados, los cuales evidentemente son producto de
embarazos no deseados, que si bien dichas criaturas no tienen la culpa de nada,
siempre existen motivos por los cuales una mujer no desea traer un niño al
mundo, por tal motivo la autonomía de la voluntad se considera en las teorías que
propugnan un plazo para abortar, el cual no será reprimible penalmente, primero
porque la vida o salud de la gestante no correrá riesgo dentro de este periodo de
tiempo, y segundo, porque el feto no se considera aun como vida humana
dependiente, capaz de ser titular de protección penal, y esto porque su desarrollo
es muy prematuro aun, no existe actividad cerebral, no hay rasgos humanos,
algunos científicos señalan que el feto aun no siente nada, todo esto hasta los tres
primeros meses de gestación.

ABORTO Y DERECHOS HUMANOS.

Una primera aproximación a la noción de "derechos humanos" requiere analizar


las dos unidades semánticas que la componen. Por una parte, la palabra
"derecho" –que admite al menos tres sentidos– se utiliza en este caso para aludir
a alguna forma de facultad o potestad que le asiste a una persona; y, por otro
lado, la palabra "humanos" se refiere a la única propiedad relevante para ser titular
de estos derechos. Esta formulación, aparentemente simple, ya tiene dos grandes
dificultades asociadas a cada una de las palabras escindidas: una, qué hace que
una persona humana sea tal y, dos, qué significa tener un derecho.

Usualmente se defiende que los derechos humanos presentan las siguientes


características analíticas, en el sentido de que se presuponen en el concepto:
a) Son intrínsecos. Esto quiere decir que su posesión no depende de ninguna otra
característica que el hecho de ser persona humana;

b) Son universales, pues se trata de derechos de los cuales son titulares todos
quienes sean personas humanas, sin excepción;

c) Son igualitarios, lo que quiere decir que todos los seres humanos poseen un
título igual a tales derechos, puesto que todos tienen, en idéntica medida, el
único requisito que es necesario para tenerlos: ser persona humana.

d) Son prioritarios o absolutos. Esto quiere decir que los derechos humanos son
exigencias morales fuertes y esa fuerza descansa en que son la concreción de
bienes de particular relevancia para los seres humanos. Más específicamente,
cuando se sostiene que los derechos humanos son derechos absolutos lo que
queremos decir es, precisamente, que se trata de requerimientos morales que,
al entrar en conflicto con otros requerimientos morales, los desplazan y anulan,
quedando ellos como la exigencia moral que hay que satisfacer en todo caso".

En este sentido se afirma que los derechos humanos tienen un carácter 'prima
facie', en principio no pueden ser vulnerados y sólo pueden verse limitados por
los derechos de otras personas. "Lo importante, para una teoría ética basada
en los derechos humanos es determinar las razones por las que podríamos, en
esos supuestos, sacrificar los derechos; especificar las circunstancias que nos
permitan acabar con los bienes más importantes de la persona".

e) Son individualizados y no agregativos. Esto es, ningún ente que no sea un ser
humano individualmente considerado detenta tales derechos, por lo tanto, ni la
mayoría, ni el Estado, ni el bien común o cualquier otra denominación similar,
tienen derechos concurrentes que puedan justificar moralmente su violación o
excepción y podemos incluir aquí, ni valores de tipo religioso o metafísico como
el "sagrado valor de la vida humana".

Si bien hay autores que sostienen que, además, los derechos humanos son
inalienables o irrenunciables, la mayoría de los teóricos políticos rechaza este
concepto por su carácter paternalista y, en cierto modo, autoritario, pues
sostener la irrenunciabilidad de un derecho lo transformaría, por definición, en
un 'derecho-deber', lo que es un contrasentido que no se justifica moralmente.
Por lo mismo, esta tesis –que cae en la contradicción derivada de suponer que
los derechos humanos son irrenunciables hasta por sus propios titulares–
puede superarse siguiendo a Laporta, quien distingue entre la 'titularidad' de
los derechos y su 'ejercicio'. En general, la titularidad de los derechos humanos
sería inalienable, pero su ejercicio puede ser voluntariamente limitado por el
propio titular.

f) Son contra mayoritarios o derechos fuertes, pues se comportan como límite o


umbral, una "carta de triunfo" en contra de medidas fundadas en la
consecución de objetivos sociales colectivos. Si un derecho cediera cada vez
que se demostrase que su ignorancia conduce a una situación socialmente
valiosa, no sería un genuino derecho sino una concesión precaria que sólo se
hace en vista del interés colectivo. Entonces, los derechos humanos son
derechos fuertes en el sentido que no admiten restricciones justificadas en la
consecución de objetivos sociales o colectivos, aunque sean deseables de
alcanzar.

En conclusión, considerar "en serio" los derechos humanos de las mujeres exigen
aceptar que se trata de derechos que sólo pueden ser limitados con el fin de
proteger otros derechos humanos individualmente detentados por otra persona, de
modo que resulta forzoso descartar como ilegítimos los fundamentos que distintas
legislaciones y tribunales han esgrimido para justificar la penalización del aborto:
la protección del "valor abstracto de la vida humana". En cambio, la única manera
legítima –acorde con el concepto y características de los derechos humanos que
se ha apuntado– de limitar los derechos de las mujeres requiere partir de los
siguientes supuestos: primero, se precisa analizar si el feto posee las
características que usualmente atribuimos a las personas, únicas titulares de
derechos. Segundo, de no ser posible lo anterior, debemos analizar si es factible
que, a partir de cierto momento de su desarrollo, el feto desarrolle particularidades
que ameriten que le atribuyamos derechos.

POLÍTICAS PÚBLICAS EN MATERIA CRIMINOLÓGICA SOBRE EL ABORTO.

El análisis precedente parece ser, jurídicamente, sumamente sólido y consistente.


Aun así, creo que aquellos fundamentos que considero irrefutables por los cuales
me inclino sobre la despenalización del aborto, provienen de la criminología.

El tema en cuestión, más que un choque normativo, se trata de un conflicto social,


sobre el cual el Estado debe intervenir.

El Estado lleva adelante sendas políticas, a través de sus instituciones, que de


forma específica legitiman y dan cuerpo a las relaciones sociales e intervienen en
la resolución de los conflictos sociales. ¿Pero, cuál es, en el caso bajo estudio, el
conflicto social en cuestión? El conflicto social, para el Estado, en este momento,
son los abortos. El Estado tacha tales conductas como delictivas, a los efectos de
evitar que se sigan cometiendo. Cabe señalar, por un lado, que los delitos no son
actos que ontológicamente deban ser reprimidos. No existen acciones
naturalmente dañinas, sino que es el Estado el que las considera como tales. Se
trata de un proceso que “establece las identidades de aquellos que violan la
legislación criminal como delincuentes, independientemente de otras
características que pudieran poseer.

Es que el aborto no será considerado delito hasta tanto así no se legisle. Será el
derecho quien otorgue tal cualidad a la conducta en análisis.
La pregunta que deben hacerse quienes se encuentren a cargo de delinear las
políticas públicas criminales es, ¿es el aborto una conducta que deba ser
considerada delito? Por las consideraciones brindadas en la primera parte del
presente, entiendo que NO.

¿Qué logros se consigue con la criminalización de la conducta? Al señalizar el


aborto como una conducta delictiva, estamos delimitando el conflicto social a la
realización de cualquier aborto. Dada la existencia de tales prácticas a lo largo y a
lo ancho del país, producto de la valoración de (muchos grupos de) mujeres que
privilegian la disposición sobre su propio cuerpo que la vida unicelular de aquello
concebido, la problemática debería estar dada por el aborto clandestino. Este
debe ser el conflicto social por resolver, dado que la prohibición de abortar no
consigue evitar los abortos, sino que lo que consigue es su realización de forma
clandestina. No faltará quien sostenga que los abortos clandestinos pueden
evitarse con el incremento de la seguridad e investigación: tal afirmación presenta
dos falencias.

En primer lugar, porque entiende que, en algún momento, las fuerzas de


seguridad detectarán todos los abortos clandestinos y éstos dejarán de tener
lugar, cuando se ha comprobado que, más allá de las medidas adoptadas,
siempre se llevarán a cabo tales prácticas, en mayor o en menor medida a
escondidas, en una clínica clandestina o en el living de la casa. ¿Es la falencia en
las medidas de seguridad, lo que hace que existan abortos clandestinos? Por otro
lado, la afirmación bajo análisis comete el grave error de ignorar y ocultar las
circunstancias que rodean el conflicto social, y legislar sobre una realidad ideal,
teniendo presente el deber ser (“las mujeres no deberían abortar”) pero dejando
de lado las muertes consecuentes de la disidencia con el deber ser impuesto.

Es que la prohibición acarrearía solamente consecuencias negativas, a saber.

En primer término, a una conducta para nada deseada, aun momento traumático,
se le corresponde una durísima sanción penal. Más allá de la discusión acerca del
fin de la pena, lo cierto es que, en el caso en concreto, la víctima de un aborto no
es una persona por nacer, o para aquellos que así lo consideren, no es solamente
una persona por nacer: la ex futura madre también es víctima. Cualquiera que
pueda entender el sufrimiento, tras la ponderación de derechos fundamentales de
ella, de su cuerpo, y del (ya nunca) posible futuro bebé, sabrá que así es, y su
represión es una interpretación endogámicamente dogmática de la normativa
vigente, mas no la comprensión de los principios emanados de las Normas
Fundamentales, cuales son la Constitución Nacional y los Tratados
Internacionales de Derechos Humanos.

La criminalización del aborto, por otro lado, es un eufemismo: lo que se


criminaliza, lo que se delimita como un(a) delincuente, es a la mujer que aborta.
Sin entender la situación personal narrada, la penalización de la conducta hace
que se mire a la mujer como causante de los peores males que pudiera sufrir la
sociedad: retornando a aquellas interpretaciones de la biblia por las cuales la
mujer es la causante de todas las plagas mundiales, se la estigmatiza brindándole
un trato humillante.

Y aquí es cuando se debe abrir un paréntesis mayor: cuando se habla de aborto,


suele introducirse la temática como una cuestión “de género”. Es cierto, lo es: pero
parece ser que para aquellos que debaten la temática, “género” equivale
solamente a “género femenino”. La criminalización de las mujeres y su
persecución propician el terreno para que no haya lugar a reproche alguno hacia
la conducta de los hombres, sin tener presente que la decisión previa y la
posibilidad de llevar adelante una sexualidad segura y responsable corresponde a
las dos personas. La posibilidad (o el riesgo, como algunos quieren llamarlo) es
tanto para la mujer como para el hombre, y el hecho de tomar una decisión tan
importante debe ser encarada por los dos. Esto no quiere decir que sea el hombre
quien pueda decidir sobre la mujer, o en igualdad de condiciones que la mujer, ya
que se trata del cuerpo y la salud de la mujer; empero, a lo que se hace referencia
es a la estigmatización de un sector de la población -claramente un sector no
hegemónico de la población- que debe llevar a cuestas, de forma aislada, la difícil
decisión de realizar una conducta tipificada como delito por el Estado, y promovida
como delito por el mismo Estado.

Las políticas públicas en materia de reproducción suelen estar pensadas y


dirigidas por y hacia mujeres, lo que deja de lado la mitad de la población; a su
vez, el Código Penal también las reprime, recogiendo el aborto como un delito de
quien pudiera ser madre. No se trata, claro está, de incluir a los hombres como
autores del delito de aborto, sino de reflexionar acerca de por qué ha sido tan fácil
recoger esta figura como ilícita, cómo repercute en el imaginario social, y la
magnitud de la responsabilidad, o, mejor dicho, el tamaño del acto heroico que se
les exige, solamente, a las mujeres.

Como toda planificación política, los resultados deseados por las iniciativas serán
aquellos que darán veredicto acerca del acierto o del error en cuanto a su mérito o
conveniencia. Y si la conveniencia es la minimización de la cantidad de abortos,
claramente la prohibición no es el camino adecuado.

Si aun de forma clandestina hay mujeres que se animan a llevar a cabo un aborto,
ello nos hace saber que la existencia de una norma legal y la posibilidad de ser
detenidas no resultará el menor obstáculo para que lleven adelante las prácticas.

La prohibición no podrá nunca cumplir con el fin deseado.

Por el contrario: la prohibición acarreará la necesidad de ocultar los centros de


atención y les otorgará el carácter de clandestinos, acentuando las dificultades
propias de la intervención. Estos centros, dado el riesgo que corren en caso de
que el Estado tuviera noticias de sus reales prestaciones, y sobre todo
aprovechando la situación de clandestinidad que detentan, suelen exigir sumas
dinerarias por la realización de las prácticas que ascienden sideralmente. Ello
ocasiona que sean las mujeres de altos recursos económicos quienes puedan
acceder a tales prácticas, y que las más pobres vean vetado su acceso a un
aborto seguro. De esta manera, y continuando con la misma estructura de
razonamiento, la prohibición del aborto trae como consecuencia la realización de
prácticas seguras que atienden los casos de mujeres con ingresos económicos y
el destierro de aquellas que no cuentan con suficientes ingresos hacia prácticas
muy poco seguras. Más aun, el grupo más desfavorable económicamente suele
no contar con acceso a la información en materia de salud sexual, profilaxis y
reproducción, razón por la cual el número de mujeres con embarazos no deseados
aumenta en proporción, y más que razonablemente.

La penalización del aborto no es más que la criminalización y estigmatización de


las mujeres, y la relegación de las mujeres pobres hacia un aborto muy poco
seguro, en el cual correrá peligro su vida. De hecho, los abortos clandestinos y sus
prácticas poco seguras llevan a la muerte a las mujeres, y con ella, a los fetos
engendrados, generando una discriminación mortal de facto entre aquellas
mujeres con escasos recursos económicos, y aquellas con mayor nivel adquisitivo
(es decir, entre pobres y más adineradas).

La criminalización del aborto, entonces, acarrea consigo la misma cantidad de


abortos, pues lejos de evitar la acción que considera disvaliosa, lo único que
consigue es acentuar todos los factores de riesgo e incrementar las condiciones
de precariedad en dichas prácticas. Entonces, debemos singularizar el conflicto
social al que la ley debe buscar una solución: el conflicto social no es el aborto,
sino los abortos clandestinos.

LEGALIZAR.

En lo que respecta al examen normativo y a su estructura, es necesario recalcar la


necesidad de dislocar el foco de la cuestión en la vida del feto, para centralizarlo
en los derechos humanos de la mujer embarazada. La negación de los derechos
de la mujer no es un átomo aislado, sino que se trata de una histórica segregación
y de un ocultamiento constante que dejan de lado a la persona; hoy, la violencia
ejercida por motivos de género se hace presente al invisibilizar sus derechos
frente a los de un feto que ella misma está engendrando, y que, para colmo de
males, sus características de humanidad son puestas en duda. Tampoco los
casos de abortos permitidos legalmente son, hoy, una solución válida.

En primer lugar, la justificación que nos merece su incorporación en el texto


normativo es vaga: permitir un aborto porque se trate de la violación de una mujer
idiota o demente, es afirmar que ese feto tiene menos derecho a la vida que un
feto de una mujer que no padece tales problemas.

No basta con la despenalización del aborto: lo que se requiere es su legalización.


¿Y cuál es la diferencia? Que no basta con no penar una conducta, sino que la
misma tiene que ser considerada lícita; no debe ser criminalizada. ¿Para qué
castigar, cuáles son los objetivos que tal política recoge? La estigmatización y la
muerte de las mujeres, que abortan clandestinamente. Se reitera constantemente
que los gobernadores deben gobernar para la felicidad de sus gobernados;
empero, vemos que la ley ha traído consecuencias aún peores que lo que ha
considerado, en un momento, el conflicto social a resolver. La legalización del
aborto acarrearía consigo la facultad de llevar adelante una regulación más acorde
a una práctica tan delicada; haría posible la educación y la prevención.

Claramente, el objetivo del presente ha sido presentar un alegato a favor de la


legalización del aborto. Si no he logrado convencer a una sola persona con mis
argumentos, espero, aunque sea, haber aportado elementos para la reivindicación
de quienes hoy siguen sufriendo por la negación de sus derechos.
OPINIÓN ACERCA DEL TEMA:

En conclusión, de manera personal, opino que el aborto se da mas en las mujeres


jóvenes y los factores son ya sea por falta de educación sexual, falta de recursos
económicos y porque la persona no está preparada física, psicológica y
emocionalmente para sobrellevar el embarazo.

Una de las ventajas que puede traer la legalización del aborto en nuestro país, es
reducir la sobrepoblación, que muchas jóvenes y mujeres adultas ya no asistan a
lugares clandestinos donde no corra peligro su vida y también se eleve el nivel de
educación en México ya que este será uno de los obstáculos que ya no permiten
que culminen sus estudios y lo dejen a medias.

Sus desventajas es que nuestro país (México), hablando de manera jurídica ya no será pacifista,
porque se recuerda que tiene tratados internacionales y un pacto que es el de San José de Costa
Rica en la que su principal derecho humano es la vida, en donde se menciona que todo ser
humano tiene ese derecho y que se protege desde que esta en el vientre de la madre, cambiaría
muchas cosas de manera política y siento que sería algo muy controversial.

Para mi en lo personal estoy a favor, siempre y cuando la mujer haya sido violada
porque es algo que no se esperaba y no está en sus planes. En cambio, en una
mujer que ya tiene conocimiento de las consecuencias que puede traer al tener
relaciones sexuales estoy en contra, porque puede afrontar la situación como una
persona responsable de sus actos y que tal vez si se legalice que no sea de
manera gratuita porque esto ya sería darle todo a la mano, por lo menos que
tenga un costo al realizarse esta práctica.
BIBLIOGRAFÍA

Fajuri, A. Z. (Diciembre de 2011). Scielo. Recuperado el 12 de Marzo de 2021, de


Scielo: https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-
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