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Perfil criminológico de Luis Alfredo Garavito Cubillos, alias “La Bestia”

Technical Report · November 2018


DOI: 10.13140/RG.2.2.21423.38562/1

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Jesús Herranz-Bellido
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Perfil criminológico de Luis Alfredo Garavito Cubillos

alias “La Bestia”


Autor

Jesús Herranz-Bellido. Departamento de Psicologia de la Salud.

Universidad de Alicante (España)

Email de contacto: jesus.herranz@ua.es

Introducción

El perfil criminológico es una técnica que posibilita una estimación acerca de las características
biográficas y el estilo de vida del responsable de la comisión de un delito o una serie de delitos,
que aún no ha sido identificado. Al realizar un perfil se buscan patrones más o menos fijos de
actuación de un criminal basándose: en el análisis de las huellas físicas y psicológicas que deja
el autor del delito en la escena de crimen; en los resultados criminoestadísticos recopilados de
otros casos similares ya resueltos; y en un conjunto de conocimientos teóricos aportados por la
psicología y la criminología sobre como actúan los delincuentes cuando delinquen. Según afirma
Ressler (2005), en la perfilación criminal se debe usar el razonamiento analítico y lógico, por el
cual el “qué” más el “por qué” suele ser igual a “quién”.

En el caso de un asesino como Luis Alfredo Garavito Cubillo, alias “La Bestia” “El Monje” “El
Monstruo” “Tribilín” “Conflicto” “El Cura” o “El Loco”, ya sabemos el “quién”, por lo que
vamos a intentar conocer detalladamente el “qué” para profundizar en el “por qué” este criminal
actuaba de manera tan reiterativa y tan extremadamente violenta durante un periodo de tiempo
tan prolongado.

Garavito fue detenido en Colombia en 1999 y juzgado por 172 asesinatos de menores. Es la
primera vez que un asesino en serie sudamericano acumula tantos cargos de asesinato. Por todos
ellos, Garavito recibió 138 fallos condenatorios; 32 casos quedaron pendientes de ser
demostrados, uno estaba pendiente de recurso apelación y otro esperando sentencia. La suma de
las condenas impuestas a este criminal fue de 1.853 años por los delitos de asesinato, secuestro,
tortura, violación y abusos sexuales. La privación de libertad de casi 2000 años de condena
establecida por el tribunal en su sentencia quedó legalmente reducida al cumplimiento de un
máximo 40 años de prisión, debido a que ésta es la máxima condena de privación de libertad que
establece el ordenamiento penal colombiano.
En el análisis del caso se ha tenido en cuenta lo que establece el modelo del triple riesgo delictivo
elaborado por Redondo (2008), que determina que la delincuencia puede ser analizada y
explicada desde tres dimensiones; una social (apoyo prosocial percibido), otra individual (déficits
o excesos individuales) y una tercera ambiental (las oportunidades delictivas) que interactúan
entre sí y determinan la motivación criminal y el riesgo de conducta antisocial de una persona en
particular. Este es el enfoque teórico que vamos a utilizar en el análisis y elaboración del perfil
criminológico del caso.

La sociedad colombiana como factor contextual (el escenario social)

En un escenario general de violencia en Colombia (guerrilla, narcotráfico, bandas


organizadas…), hace 18 años, más concretamente en 1999 es capturado por la policía colombiana
Luís Alfredo Garavito Cubillos, quien focalizó su criminalidad sexual y asesina especialmente
en el Valle del Cauca y en el Eje Cafetero del país, sin dejar de lado otros ocho departamentos
colombianos. Fue con su captura, cuando se logró establecer la relación entre un elevado número
de casos de asesinato de autoría desconocida ocurridos en varias localidades del país desde 1992
y la actividad criminal de este asesino en serie. Esta tardanza en la captura facilitó que durante
esos años fueran asesinados más de 140 niños, que aparecieron enterrados en zonas de difícil
acceso, muchos de ellos completamente esqueletizados, hecho que dificultó en gran medida el
proceso de identificación forense de las víctimas (Oficina de Divulgación y Prensa Fiscalía
General de la Nación Colombia, s.f; Aranguren, 2002; Ponce, 2011, citados por Mejía, 2006)

Objetivo del estudio

Dado que el caso es el de un delincuente conocido, ya capturado, procesado, penado y


cumpliendo condena, el perfil criminológico que se va a realizar no tiene la finalidad más habitual
de esta técnica, que es ayudar a la captura de un delincuente desconocido, determinar la
posibilidad de que vuelva a actuar, estimar los lugares donde podría hacerlo de nuevo o conocer
los posibles lugares de su residencia, sino que como esto ya no es necesario, la finalidad del perfil
criminológico realizado en este estudio a Luis Alfredo Garavito Cubillos (LAGC) es conocer sus
rasgos criminológicos más relevantes tales como: motivaciones criminales, tipo de violencia
ejercida (expresiva o instrumental) modus operandi (si se trata de un criminal organizado o
desorganizado), firma de los delitos, si existiera, análisis victimológico, estilo de interacciones
con las víctimas (Valoración del cumplimiento del principio de consistencia interpersonal),
análisis de los escenarios donde se produjeron los asesinatos (Valoración del cumplimiento del
principio de consistencia espacial), determinación si en sus actos delictivos existía conciencia
forense, es decir, si LAGC hacía todo lo posible por evitar ser descubierto y finalmente, analizar

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todo aquello que desde el punto de vista criminológico nos pueda ayudar a comprender de manera
más científica la actividad criminal de Garavito con el fin de mejorar las estrategias policiales
para descubrimiento de otros delincuentes con un perfil similar que puedan aparecer en el futuro.

Metodología utilizada

Se ha partido del análisis de un caso único (N=1) recopilando la mayor cantidad de información
posible sobre características bio-demográficas, familiares, ocupacionales, actividad criminal y
estado mental de Luis Alfredo Garavito a través del análisis de las entrevistas que se le han
realizado tanto en prensa con en televisión, informes forenses oficiales, artículos periodísticos,
artículos de revistas científicas, tesis doctorales, trabajos de fin de grado y cualquier
documentación con un mínimo de calidad y rigor científico que haya descrito o explicado su
actividad delictiva. Se han excluido informaciones o datos sensacionalistas, macabros o que
carezcan de un mínimo de rigor científico.

Fuentes de recopilación de datos

Los datos recopilados que han servido para realizar el perfil criminológico se han obtenido a
partir de las entrevistas realizadas al propio Garavito y artículos de revistas científicas o fuentes
documentales (tesis doctorales o trabajos de fin de grado) con suficiente rigor científico. Los
datos biográficos o criminológicos que aparecen en internet que se han “arrastrado” o copiado
unos de otros se han descartado. En suma, se han seleccionado aquellas fuentes bibliográficas
que provienen de fuentes oficiales o aquellas considerados de mayor exactitud y veracidad.

Criterios de búsqueda de los datos

Se han introducido los siguientes descriptores: “Garavito + asesinatos” “Luis Alfredo Garavito +
perfil psicológico”

• Google: Han aparecido 4530 resultados al incluir los referidos descriptores, pero se han
seleccionado sólo 10 referencias entre artículos, informes y blogs con calidad científica
suficiente para documentar en caso.

• Google académico. Han aparecido 85 resultados. Se han seleccionado 6 artículos queson


los que se han considerado con suficiente calidad científica para el análisis del caso.

• YouTube: Han aparecido 42 resultados. Se han seleccionado 5 videos en los que se


entrevista a Garavito y de los que obtiene información útil sobre su carrera criminal,
relaciones familiares, trayectoria vital, personalidad y motivos criminales.

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Datos obtenidos para la elaboración del perfil

Contexto socio-demográfico en el que nace y vive Luis Alfredo Garavito

Luís Alfredo Garavito nació el 25 de enero de 1957, por lo que está a punto de cumplir 60 años,
en un ambiente rural del municipio de Génova (Departamento de Quindío) en Colombia, una
región que desde principios de siglo XX ha estado afectada por diversas guerras civiles y todo
tipo de violencia; la guerra de los 1000 días, la de los años 30 y la guerra bipartidista de los años
50, y más tarde desde 1964 la confrontación entre el grupo guerrillero de las FARC (Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia, de ideología Marxista leninista, y el Estado
Colombiano), para seguir con desde los años 80 con la inestabilidad política y social provocada
por la actividad criminal de diversos cárteles de la droga (Cártel de Medellín liderado por Pablo
Emilio Escobar o el cartel de Cali), conflictos que causaron severas marcas en la memoria
colectiva de sus habitantes y de sus descendientes. La sociedad en la que nació y creció Garavito
era producto de la colonización antioqueña que en el siglo XVIII repobló un territorio que estaba
prácticamente deshabitado y que durante mucho tiempo, después de colonización, se mantuvo
relativamente aislado de los avatares político-sociales que asolaban el resto del país, con una
economía agrícola de montaña basada en el cultivo del café y del plátano, y que transpiraba una
educación católica y machista, y en la que existía una alta prevalencia de violencia de género e
intrafamiliar. Las diferentes masacres hacia los campesinos de la zona, auspiciadas o toleradas
por diferentes partidos políticos un país con elevados niveles de corrupción, provocaron que la
familia de Garavito se desplazara a otra zona del estado colombiano buscando mayor seguridad
y mejores condiciones de vida. Según Mejía (2006), “durante más de treinta años, la educación
especialmente en esta región, se caracterizaba por castigos físicos, tanto los maestros como las
familias usaban reglas, palos y correas para corregir a los pequeños”

Algunos datos biográficos de interés

Infancia

Luis Alfredo fue el primero y por tanto el mayor de los siete hijos que tuvo la familia Garavito
Cubillos. Existen datos que apuntan a que Garavito pudiera ser tímido e introvertido desde muy
niño y algunas veces incluso violento. Al parecer, a medida que se iba haciendo más mayor
empezó a evidenciar algunos “problemas mentales y complejos y presentaba doble personalidad”
(Mejía, 2006). Puede que la referida inestabilidad afectiva y conductual y el supuesto estado
disociativo pudieran estar relacionada con una posible victimización infantil que analizaremos
más detenidamente.

Su formación académica fue incompleta ya que apenas estudió hasta el quinto de primaria,
podríamos considerar que fracasó en la escuela. No obstante, según otras fuentes llego a cursar

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bachillerato. Según otras incluso llegó a cursar estudios de marketing, Nada concluyente Todo
apunta a que Garavito tuvo una formación académica básica

Como muchos colombianos de la época, la familia Garavito tuvo que cambiar de domicilio
debido al azote de un conflicto interno entre la guerrilla y el ejército colombiano y los
paramilitares. Llegó así, junto a su familia, al pueblo de Ceilán en el norte del Departamento del
Valle del Cauca. (Luis Alfredo Garavito: La Bestia, 2012)

Allí, en Ceilán, Garavito ingresó a la escuela Simón Bolívar. Al comienzo de su vida escolar
parece que todo iba bien, era niño tímido e introvertido, frecuentemente acosado por sus
compañeros que le llamaban “Garabato” (por el apellido). Puede que Garavito fuera un niño
inseguro, al que otros compañeros hostigaban por llevar gafas, sin un buen rendimiento
académico y poco competente desde el punto de vista emocional en asuntos de la vida escolar,
esto probablemente le hacía sentir frustrado en este escenario tan importante de socialización
infantil. A esa frustración escolar, se le suma, con mucha probabilidad, un mal entorno familiar,
ya que según declaró, años después, el propio Garavito:” Tenía la desgracia de estar dentro de
una familia que se la pasaba discutiendo, peleando y lanzándose palabras de grueso calibre”. Fue
en esa familia donde Garavito afirma que sufría viendo como su “muy rígido” padre golpeaba a
su madre “y la arrastraba” mientras ella lanzaba gritos “desesperadamente”. Sin embargo, hubo
una escena que, según refiere, le marcó particularmente: “Yo vi cuando él la cortó; esa imagen
quedó grabada dentro de mi cerebro de por vida, no la he podido olvidar…. Yo fui el único que
la defendí…. le metió una pela (paliza) que la dejó coja estando embarazada de mi hermano
Ricardo. Fueron casi cuarenta años que le aguantó mi mamá a ese señor, humillaciones,
desprecios; recuerdo que le decía: “yo la recogí del fango, mujerzuela”. Parce que el padre de
Garavito era un individuo que, además de tratarlo de “jueputa”, “bastardo” e “imbécil”, solo le
tomaba en cuenta para que cumpliese sus órdenes y las diversas tareas que le encomendaba, a lo
que sumaba su negativa a permitirle tener amigos y novia. Sexualmente tampoco ejerció sobre él
una buena influencia pues, como el mismo Garavito contó: “Mi papá no dormía con mi mamá,
dormía conmigo, él me bañaba…, tengo un recuerdo vago, era de noche, él como que me acarició
me tocó las partes íntimas…a ese señor nunca lo quise, lo veía como un verdugo”. Garavito
manifiesta, que fue abusado sexualmente en su pre-adolescencia, “entró un amigo de mi padre,
un tipo que era vecino, dueño de una droguería del pueblo y abusivo consumado. Ese hombre me
torturó y me violó cuando apenas tenía doce años” parece ser, según afirmaciones del propio
Garavito, que además le golpeó y le mordió el pene y las nalgas, quemándole con una vela,
amarrándole a una cama y obligándolo a hacer cosas tan infames que ni el mismo Garavito quiso
confesar años después los detalles del supuesto abuso. Según manifiesta, fue por culpa de aquel
monstruo que no se “entusiasmara” como corresponde a un hombre heterosexual cuando “el
hermano de una señora” le mostró revistas pornográficas (Mejía, 2006).

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Parece incluso que el amigo del padre de Garavito iba a visitarle cuando dormía con su hermano
Rafael, sacándole de la habitación y llevándoselo a algún lugar del campo para violarlo. Durante
aproximadamente dos años, según el propio Garavito, esa fue la infernal rutina sexual que sufrió
en silencio, hasta que se mudaron a Trujillo, donde las cosas, al parecer, tampoco se mejoraron,
ya que allí, según parece, cuando su padre lo mandó a comprar unas inyecciones en una farmacia,
otro conocido de su padre le violó, cosa que, al parecer repitió algunas veces, sin ser jamás
delatado puesto que el pobre chico temblaba de miedo ante la posibilidad de que su padre no le
creyera a él sino a sus amigo. El daño era ya definitivo según se ve en las palabras de Garavito:
“Después yo empecé a sentir una atracción hacia las personas de mí mismo sexo. Mis hermanos
y hermanas eran muy pequeños, y yo sentía algo dentro de mí que no sabía explicar, y todos nos
fuimos hacia una cama, donde yo insinué que se quitaran la ropa y comencé a acariciarlos, allí
no pasó nada, ni mis padres se dieron cuenta, ni tal vez mis hermanos se acuerden. Estando
durmiendo, cogía a mis hermanos menores y les quitaba la ropa y sin que ellos se enteraran los
acariciaba”. Esto es lo que cuenta, LAG, no sería inimaginable que su versión estuviera
“dulcificada” como suelen hacer una parte importante de los pederastas.

Adolescencia

Ya adolescente, más o menos cuando Garavito cuando contaba con unos 15 años, fue un poco
más lejos e intentó acorralar a un niño cerca de la estación del tren. Violarlo no era su intención,
según refiere, “sólo quería abusar ligeramente del inocente niño”, por lo que empezó a tocarlo en
sus partes íntimas, pero éste gritó y afortunadamente vinieron unos guardias de la Defensa Civil
que se llevaron a Garavito. Posteriormente, parece fue liberado y su padre, que le prohibía tener
novia, actuó de una manera incoherente e incomprensible, pues, como contó Garavito: “Después
de eso me soltaron y resultó que mi padre me reprendió, me dijo que si acaso no había mujeres…
pero mi papá no me dejaba tener novia y a mí tocaba ocultar todas esas cosas que me pasaban.
Me soltaron y de ahí en adelante no volví a vivir en la casa, mi papá me echó y me dijo de que
no volviera más”

Juventud

En esta nueva etapa en su vida ya emancipado a la fuerza, Garavito, según su versión, tuvo
“muchas amigas” y, particularmente, en Trujillo conoció, en la iglesia, a una muchacha de la
cual, afirma que se enamoró, y de la cual decía “que había tenido un hijo con ella” aunque parecen
que nunca tuvo ni un hijo ni tan siquiera una “relación con ella en aspecto íntimo”.

Luego Garavito se marchó a la ciudad de Armenia (Capital del Departamento de Quindío), donde
consiguió empleo en una panadería, alquiló una habitación y dice que acudía a terapia con

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Alcohólicos Anónimos. En esa época su rutina después del trabajo solía ser la de asistir con
aparente fervor a la iglesia, ir después a Alcohólicos Anónimos y, tras salir, tomarse unas cuantas
cervezas para ir al parque Valencia en la noche y comprar los favores sexuales de algún pobre
niño que a esas horas se prostituía en los alrededores del parque…Esa fue la doble vida que llevó
por más de un año en los inicios de su juventud, más o menos entre los 18 a los 20 años, una vida
que por un lado satisfacía sus necesidades sexuales con menores y puede que por el otro le
envenenara por el remordimiento y la culpa (solía golpearse fuertemente el pecho en la iglesia)
por la forma en que era socialmente vista su pederastia.

Sobre los 23 años, parece que Garavito solicitó atención psiquiátrica en el Seguro Social, tras
pelear con sus compañeros de trabajo y perder su empleo. Allí le contó al psiquiatra que había
pensado en suicidarse porque su vida “no valía nada”, pero no le habló sobre sus problemas
sexuales, ni de su tendencia sexual hacia los menores y tampoco de la importancia que para él
tenía el formar una familia. Así, el tratamiento que recibió fue el que se correspondía con un
cuadro de “depresión reactiva”.

Después. la vida de Garavito pareció mejorar cuando consiguió empleo en un supermercado


donde conoció a Claudia, una mujer que tenía dos hijos (un chico de 14 y una niña) a los cuales,
sorprendentemente, parece que Garavito siempre respetó. Pero todo indica que no pudo ser más
que pareja sentimental de Claudia (y no sexual debido a su impotencia sexual selectiva con las
mujeres), él mismo lo dijo en alguna de sus entrevistas: “…mis compañeros me molestaban con
Claudia, yo con ella no tuve relaciones sexuales, era para que la gente me viera con ella…”.

Junto a esa impotencia sexual para las relaciones heterosexuales, empezó a latir en Garavito con
más fuerza, esa “pulsión”, recordemos que la misma ya apareció de muy joven cuando dormía
con sus hermanos, mientras seguía trabajando en el supermercado. El mismo se refiere a la
presencia de un “impulso” que quería adueñarse de él. En sus propias palabras: “Muchas veces
me ocurrió que llegaban menores de edad al supermercado a comprar algo, a mí me iba dando un
deseo como lo que yo siempre he denominado una fuerza o un impulso de estar con ese menor,
acariciarlo o violarlo. En las horas de almuerzo aprovechaba, dos horas, y me iba para la vecina
población de Quimbaya (unos 22 kilómetros) Donde cuenta que: “Allí accedí a varios menores…
[…]…únicamente los acariciaba, los amarraba, les quitaba la ropa y los violaba. Pero finalizando
el 80 y a comienzos del 81, me voy para la ciudad de Sevilla (Valle del Cauca), a una distancia
de unos 66 km de Pereira, me llevo a un menor, y de pronto no sentía placer solamente con
acariciarle y violarle, sino que llevaba cuchillas de afeitar, velas y encendedores. En algunas
oportunidades les hacía tomar el semen obligados y me quitaba un diente para poder morder a
los niños, es el incisivo lateral derecho, ese diente me lo hice colocar porque mi papá me lo tumbó
cuando yo tenía quince años. Yo sentía como un descanso, me sentía bien haciéndoles esto a los
menores, les mordía las tetillas, les tasajeaba los brazos y, por los lados de las nalgas los
quemaba”

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En la trastornada mente de Garavito, se había establecido la asociación entre el dolor ajeno y el
placer propio, esto es el sadismo, nexo que en psicópatas sexuales como ellos puede desembocar
en la asociación entre sexo y violencia. Puede que Garavito descubriera que la intensidad su
satisfacción sexual aumentaba cuando aumentaba la violencia que ejercía sobre sus víctimas, esta
es una posible hipótesis de porqué empezó a torturar a sus pequeñas víctimas sexuales además
de violarlas. Sin embargo, esta asociación entre crueldad y placer no pareció haber hecho
desaparecer completamente su conciencia moral; la cual, si bien no servía para frenarle en su
espiral de violencia, sí que servía para atormentarlo. Fue entonces cuando intentó dar una
explicación bíblica a sus actos sádicos y su religiosidad se volvió compulsiva, haciéndole buscar
no solo perdón y redención sino castigo para sus pecados. Tan grandes parece que fueron sus
aparentes y momentáneos remordimientos que a veces, según refiere Garavito, sacudido por la
angustia, se levantaba en medio de la madrugada recordando cada violación cometida, reviviendo
las terribles escenas vividas por sus inocentes víctimas, que le miraban con ojos desorbitados por
el dolor y el terror, y parece que sentía algo parecido a un fugaz sentimiento de culpa que luego,
era seguido por sarcásticas risas suscitadas por la evocación del sádico gozo criminal sin freno
que parecía dominarle. En Garavito parecían convivir dos personalidades, una dominada por una
aparente culpa que le hacía acercaba con fervor a la Biblia, buscando en ella algún salmo que le
proporcionase algo de paz a su alma atormentada, alejándolo así del peso de la culpa y abriéndole
las puertas a la esperanza de no ser castigado por sus graves pecados. Y así, cada vez que
encontraba algún versículo aplicable a la crisis que estaba atravesando, lo escribía en su adorada
libreta azul con la letra torcida. Y cada noche, Garavito recitaba en voz alta los versículos de su
libreta azul mientras deambulaba, desnudo, de un lado a otro de su habitación. Finalmente,
cuando la fe le había repuesto las fuerzas, el monstruo se vestía y salía a la calle; pero para seguir
violando y asesinando a sus víctimas, después de sus crímenes, tomaba el siniestro diario donde
apuntaba el nombre de cada niño violado. (Asesinos en serie, 2012)

Etapa adulta

En un momento de lucidez, y puede que, acuciado por la culpa, Garavito, con 27 años, ingresó
en una clínica psiquiátrica en enero de 1984. Allí estuvo 33 días, hasta que los doctores creyeron
que se había recuperado y le autorizaron a seguir asistiendo a sus reuniones en Alcohólicos
Anónimos focalizando sus problemas en el abuso de alcohol. Fue un gran error: Garavito nunca
se recuperó y estaba ávido por tener “carne tierna” entre sus manos. Él mismo lo contó: “Cuando
me dieron un permiso, llegué a Pereira […]. Allí ubiqué dos menores de edad que vivían por el
sector de Getsemaní, un centro espiritual campestre. Sobre esa misma vía, algo retirado de ese
seminario, los metí por un cafetal y los amarré, los despojé de sus ropas y yo también me despojé
de mis ropas. Los violé […]. A estos niños me parece que los quemé, los mordí y allí los dejé”
Los niños no murieron. No había llegado el momento de pasar a esta etapa del asesinato

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Todo parece indicar que Garavito siguió agrediendo sexualmente de manera regular a decenas o
es posible que incluso a centenares de víctimas infantiles (unos 200 entre 1980 y 1992, según
Serrano y Saldaña, 2012), infligiéndoles todo tipo de vejaciones y torturas del más puro estilo
sádico. Los expertos calculan que llegó a violar un niño por mes entre 1980 y 1992, habiendo
sido, a lo largo de ese transcurso, incapacitado por el ISS (Instituto de Seguridad Social) en 1980,
1981, 1983, 1985 y 1989. ¿Cómo logró violar tantos niños sin ser capturado? La respuesta está,
por una parte, en la habilidad (encanto superficial) que tenía Garavito para convencer a los
psiquíatras y médicos mientras estuvo ingresado en centros psiquiátricos u hospitalarios, de lo
útil que le era realizar visitas a Alcohólicos Anónimos (aprovechaba las salidas para violar); y,
por otra parte, en la destreza con que engañaba a sus víctimas y en el cuidado (conciencia forense
de un criminal organizado) que ponía en no ser visto a la hora de violar, tal y como él mismo dejó
entrever cuando dijo: ‹‹Para poder llevar a los niños les repetía el cuento: “tengo unos terneritos
pequeños y necesito que me ayuden, yo les pago mil o quinientos pesos”. Los niños me creían y
se iban conmigo. […] Yo buscaba sitios apartados de difícil acceso y boscosos, también
matorrales que estuvieran alejados de las casas. Utilizaba cafetales y cañadas donde hubiera pasto
alto, pero siempre lejos de la gente. ››

Un paso más en la espiral de violencia. El primer asesinato de Garavito

En 1992, Garavito cometió en Jamundí (Departamento del Valle del Cauca) el primero de sus
casi 200 asesinatos. Se trataba del pequeño Juan Carlos, quien se divertía tranquilamente en un
parque, hasta que pasó enfrente de una caseta en la que Garavito estaba bebiendo. En ese
momento se encendió en el Garavito depredador y el deseo de violar a Juan Carlos. Era, según
dice el criminal, ese impulso que parece tomar el control del comportamiento de Garavito, que le
hace pagar la cuenta al instante y comenzar a perseguir al niño desde una distancia prudente y
calculada. Cuando el niño se detuvo, Garavito aprovechó y compró un cuchillo, cuerda y licor.
Entonces y justo antes de que Juan Carlos se levantase para ir a buscar a su madre, Garavito lo
engañó ofreciéndole dinero y se lo llevó hasta un establo cercano, caminando después cerca de
los raíles del ferrocarril hasta llegar a un lugar despoblado. Fue allí, en medio del bosque y
rodeado de charca donde Garavito dice que tuvo la revelación que le impulsó a complacer su
deseo de venganza: ‹‹Me transporté a mi infancia, sentí mucho odio, más los niños que yo llevaba
nunca antes los mataba, y es allí donde cojo a este menor, empiezo a tasajearlo con una cuchilla
y se apodera de mí algo extraño que me decía “mate, que con matar ya venga muchas cosas”. Fue
así como yo procedí a matarlo, así fue mi primera muerte››

Después de su primer asesinato, Garavito quiso ir a Trujillo (Valle del Cauca), a unos 140 Km
de Jamundí, para visitar a su hermana Esther (poniendo tierra de por medio convenientemente,
para evitar ser descubierto), quien era la única, de entre todos sus hermanos y hermanas, con
quien tenía cierto vínculo. Sin embargo, hizo una pausa en Tulúa, (Valle del Cauca), a unos 115

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km de Jamundí y a 25 km de Trujillo, donde, parece según cuenta, abandonó al alcohol. Otra vez
sucedería lo mismo que pasó con el pequeño Juan Carlos, su primera víctima mortal. Era pues ya
de tarde cuando Garavito, que estaba bebiendo desde las diez de la mañana, vio a Jhon Alexander
Peñaranda. De aquel instante el monstruo recuerda: “Yo estaba bien, tomando, solo con el deseo
de escuchar música, no tenía planificado buscar un menor, de pronto de un momento a otro veo
pasar a un niño y me pone mal, se me apodera esa fuerza […], entonces yo la reprimo, tomo más
licor y empiezo a quebrar envases”. Luego vino la aplicación del nuevo método, la escala de
violencia) con la violación y posterior muerte de su segunda víctima mortal.

Destripando y amputando: Garavito aumenta, todavía más, su crueldad

En 1993, el modus operandi de Garavito se hace aún más cruel, más sádico, si ello es posible, ya
según refiere comenzó a abrir el abdomen a los niños mientras estaban vivos. Era un corte
extenso, lo suficientemente profundo como para destrozarles el aparato digestivo, pero no como
para quitarles la vida de inmediato. Estas y otras crueldades las lleva a cabo en Bogotá. En esta
etapa le arrancó los pulgares a ocho niños (no lo repitió con más por temor a ser descubierto),
planeaba cada crimen con minuciosidad, tras el cristal de una ventana de una humilde casa de los
empobrecidos barrios del sur oriente de Bogotá. Al respecto, Garavito cínicamente expresa: ‹‹Eso
lo hice yo. Sentía placer al hacerle esto a los niños, que aparecían con los intestinos afuera… y
así yo parece que me quedaba tranquilo. Claro que pensaba, “ese placer fue a costa del dolor de
todos estos angelitos”, como digo yo. Yo lo titularía “El Silencio de los Inocentes” que en España
se titulaba “El Silencio de los Corderos”. Estando matando niños me vi esa película como cinco
veces. ››

Sin embargo, no todas las víctimas de Garavito fueron tan fáciles como hasta la fecha parecían
haber sido. Así, a finales de 1993, Garavito se marcha de Bogotá y vuelve a la localidad de Tulúa
(Valle del Cauca). Garavito, refiere que estando allí, un día estaba bebiendo una botella de
“Aperitivo de la Corte” (su licor favorito, lo adoraba) cuando de pronto vio a un niño que
deambulaba por la terminal de autobuses, y se fue detrás de él. El niño tenía doce años y se había
quedado dormido en el bus, por lo que no se bajó cuando debía y estaba perdido en una zona no
conocida por él. Garavito vio que tenía una oportunidad y, con engaños, aparentó que quería
ayudarle, compró más botellas de “Aperitivo de la Corte”, le ofreció al niño una buena cantidad
y luego lo llevó por la carretera lejos, se desvió, cruzo una zanja y allí, en el campo, amarró al
niño y le quitó la ropa. Iba a seguir cuando un mal olor lo detuvo. Era un olor nauseabundo,
propio de algo podrido, un olor que no lo dejaba seguir con su plan hasta que no averiguase de
qué se trataba. En realidad, eran restos de algo muy familiar, solo que Garavito, para fortuna del
niño, no recordaba que los había dejado exactamente allí, tal y como cuenta: ‹‹Busco a ver qué
era, sin que el niño se diera cuenta, y sí, allí observo un cráneo, unos restos de otros menores que
días antes había llevado, estaba esa calavera, y yo en estado de “enlagunamiento” (confusión o

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embotamiento producida por el consumo de alcohol). Después de tener al menor amarrado me
pide que lo suelte. Lo suelto, el niño también toma conmigo y lo acaricio. No sé en qué momento
él se armó con el cuchillo y se me abalanzó. Yo se lo fui a quitar y resulté tasajeándome el dedo
pulgar de mi mano izquierda. Perdí la movilidad porque me cogió unos tendones y allí fue donde
decidí matarlo››. Fue a causa de aquel acto temerario que el niño acabó perdiendo la vida
inmediatamente, aunque es prácticamente seguro que, de no haberlo hecho, solo habría
conseguido retardar su muerte.

Otro asesinato de particular importancia en esa época, fue el de Jaime Andrés de 13 años, de
humildes orígenes; era un chico amable y trabajador, que estudiaba por la tarde en colegio
Policarpa Salavarrieta en Quimbaya (Departamento de Quindío), a unos 20 km de Armenia y a
unos 115 Km de Tuluá, y vendía café preparado por su madre para ayudarle a cubrir los gastos
de la pequeña casa que ocupaban en el barrio la Independencia. Jaime Andrés era bastante popular
y querido entre conductores de taxis, clientes de bares del centro de la ciudad y noctámbulos de
parques; todos guardaban simpatía por el llamado “niño de los tintos”, hasta que la noche del 4
de febrero de 1994 “La Bestia” apareció. Todo empezó cuando echaron a Garavito,
probablemente ya bastante bebido, del bar Los Vallunos tras discutir con un cliente. Al frente, en
la otra acera, Jaime Andrés contemplaba toda la escena. El sujeto se le hacía conocido: era el
“doctor de los ambientadores” que había ido el año pasado a vender ambientadores a su colegio.
A su vez Garavito también había visto al pequeño y se había acordado de él, pero de momento
no hizo nada más que marcharse amargado al hotel en que estaba. No obstante, a las 9 de la noche
“esa fuerza extraña” que lo “domina” empieza a hacer de las suyas para que Garavito se
aproveche del “niño de los tintos”, quien aún a esas horas seguía vendiendo café. Como siempre,
“cedo a ese impulso”, tras lo cual se guarda un cuchillo, compra cuerdas y licor y convence al
niño para que lo acompañe. Garavito lo cuenta: ‹‹ […] él estaba vendiendo tintos, le hablo, lo
convenzo para que me acompañe, deja su termo y se va conmigo. Lo introduzco al cañadulzal,
lo amarro […]. El niño grita, lo acaricio, el niño sigue gritando y posteriormente lo mato, me
acuerdo tanto de este niño por una situación, en ese sitio hay una cruz, regreso […] y de un
momento a otro siento una voz que me dice: “eres un miserable, no vales nada”. Regresé y miré
lo que había hecho. En ese momento me arrodillé, me arrepentí, y enterré el cuchillo››

Real o no, el impacto de esa experiencia parece que fue tal, que, al llegar al hotel, Garavito cuenta
que se pasó toda la noche y la madrugada recitando versículos de la Biblia en voz alta, sin poder
dormir, presa de una angustia y un remordimiento que lo tuvieron con los ojos abiertos
repitiéndose una y otra vez la frase que había oído repetidamente desde la niñez “eres un
miserable, no vales nada”. El remordimiento de esta ocasión, parece que le dio la fuerza necesaria
para dedicarse a trabajar y dejar la bebida, la sangre y los asesinatos durante un tiempo (periodo
de enfriamiento). Pero la conversión duró solo un tiempo, tras el cual volvió a su rutina de
alcohol, muerte y violaciones. Por otra parte, Garavito también probó suertes con el lado oscuro
de la espiritualidad, metiéndose con la guija (de la cual salió defraudado al no experimentar nada

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excepcional) y hasta con el satanismo: “Practiqué ritos satánicos con los menores que asesiné, lo
hice a mi manera, pero no quiero explicar cómo lo hice; yo hice pacto con el Diablo para no
contarlo.”

La captura

El 22 de abril de 1999, y tras haber violado a unos 200 niños y asesinado a más de 100, Garavito
fue capturado en la ciudad de Villavicencio (Departamento del Meta), a más de 200 Km de
Quimbaya y casi a 300 Km del Valle del Cauca. Lo que muestra de manera consistente que
estamos ante un asesino serial viajero (Commuter). ¿Cómo se llevó a cabo la captura? Como
siempre Garavito, el depredador, siempre al acecho, había localizado una de sus víctimas
propiciatorias. Se trataba de John Iván Sabogal, niño pobre que vendía lotería en las calles de la
ciudad de Villavicencio. Después de su habitual método de aproximación basado en el engaño,
la complacencia, el dinero y una aparente amabilidad, y habiendo llevado al niño a un lugar
apartado, el menor desnudo y atado de pies y manos a un matorral ubicado en las solitarias afueras
de la ciudad estaba a punto de ser la víctima de la ira de su victimario. John hasta ese momento,
parecía que no había hecho nada demasiado contundente para escapar del agresor, se puede
imaginar que se dio cuenta de la gravedad de la situación y que muy probablemente la vida, y
que, en ese momento, parece que empezó a gritar con todas sus fuerzas a ver si alguien le ayudaba.
Entonces y contra todo lo esperado, un chatarrero que andaba fumando marihuana por el lugar
escuchó los gritos y, al ver cuál era la causa de éstos, no dudó en apedrear al monstruo tras
increparle un “¡oiga, hijueputa, ¡qué le está haciendo a ese niño!”. Al verse defendido, John corrió
hacia el chatarrero y luego ambos huyeron de Garavito, quien enfurecido los perseguía con el
puñal en la mano. Finalmente, el niño y su salvador lograron llegar a un punto en el que el asesino
dejó de perseguirlos ante la posibilidad de ser visto. Tras eso la víctima y su liberador siguieron
escapando hasta llegar a la casa Rosa Blanca, desde donde el chatarrero llamó a la estación de
policía La Esperanza, ubicada en Villavicencio. Tras la llamada, la Policía acudió al lugar y se
dio inicio a la persecución. La búsqueda de Garavito estuvo al mando del cabo Pedro Babatita,
que narró la detención de la siguiente manera:

‹‹ […] ya eran como las nueve de la noche, y nosotros “dele pa’riba” y “dele pa’bajo” por la
carretera de circunvalación. De pronto un taxista reportó: “Alguien está saliendo del monte,
alguien está saliendo del monte”. Aparte de los taxistas con los que íbamos Tinjaca (patrullero)
y yo, otros nos ayudaban con la red de apoyo y sus radioteléfonos.

En cinco minutos llegamos al sitio que nos decía el taxista y el niño Jhon Iván apenas lo vio dijo:
“¡Es ese, es ese! Ese era el que me iba a violar… el que me estaba cogiendo…”

En el taxi iban también el papá y la mamá del niño, entonces les tuve que ordenar: “¡de aquí no

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se baja nadie!”. Una niña que había visto la persecución inicial de Garavito a su víctima y al
indigente, venía con el patrullero Tinjaca en el taxi que nos seguía. Entonces le dije por
radioteléfono: “¡Tinjaca, pregúntele a la niña si ese era el tipo que estaba persiguiendo al
indigente y al niño con un cuchillo!” De inmediato contesto: “Sí, sí, sí, ese fue”. Esto sucedió en
cuestión de segundos. El taxi que nos había dado el dato clave venía delante, mientras Garavito
caminaba por la orilla de la carretera. Cuando apenas el hombre se sorprendió al ver tanto taxi,
ya estaba cogido, yo me había bajado y estaba encima de él.

De manera muy calmada, le pregunté: “¿Hacia dónde va el señor?” A los cual contestó: “Vengo
de Acacias y voy para allá”, señalando cualquier lado.

“Bueno, mano, ¿y usted qué hace caminando por acá si la llegada a Acacias es para el otro lado
de la ciudad?”. Mientras le hablaba y él contestaba, saqué las esposas y se las puse. Desde el taxi
los niños confirmaron que era él. Ya Tinjaca se acercaba al haberse bajado del carro. Era la
palabra de los niños contra la de él, recuerdo que no dejé que Garavito viera a los niños para
protegerlos por si lo dejaban libre… Tinjaca me saludó y después le metió un puñetazo con el
que casi lo acuesta. Yo me quedé aterrado de la reacción de mi compañero, que es un patrullero
muy sereno.

En ese momento preferí meterlo al taxi y empezó a salir gente de la nada… luego en la estación
comencé a interrogarlo: ¿Déjeme ver su cedula? – la perdí. ¿Otro documento que lo identifique?
–no tengo ninguno. ¿Nombre y apellidos? –Bonifacio Morera Lizcano…›› Investigaciones
posteriores confirmaron que Bonifacio Morera Lizcano era Garavito. Se trataba así de una falsa
identidad usada por el asesino para confundir. Nada sorprendente pues, como informó el Diario
Hoy en una nota periodística de octubre de 1999: ‹‹Garavito usaba nombres falsos, cambiaba su
cabello, su bigote y barba y empleaba lentes. Pasaba por vendedor ambulante, monje,
discapacitado, indigente y hasta representante de fundaciones humanitarias para ingresar a las
escuelas, donde hallaba a sus víctimas, que oscilaban entre los 8 y 16 años de edad›› Por fin “la
Bestia” había sido capturada.

Situación penitenciaria actual de Garavito

En la actualidad Garavito está recluido en el Penal de Máxima Seguridad de Valledupar


(Departamento del César), en el norte de Colombia, una de las cárceles más seguras del país.
Dado que es un infanticida y agresor sexual, aunque él niegue esto último, se encuentra aislado
de la población carcelaria y goza de “atenciones especiales”, entre ellas el derecho a utilizar el
teléfono hasta cuatro horas, mientras que los demás reos sólo pueden hacerlo veinte minutos.
Esto lo ha logrado manipulando a la administración del penal con sus repetidos intentos
(manipulativos) de suicidio, propios de una personalidad psicopática.

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Perfil criminológico de Garavito

Motivaciones criminales

Es evidente que el placer sexual pudo haber sido una motivación en la carrera criminal Garavito,
pero no parece que el placer sexual fuera lo que le directamente le impulsara a matar, había
también un comportamiento dominado por la ira (expresado en las mutilaciones,
desmembramiento, descuartizamiento, e intenso sufrimiento infligido a los menores incluso
estando vivos) y un deseo de venganza generalizado, verbalizado por el propio Garavito,
(desplazada a los menores) que probablemente contrarrestara sus sentimientos de humillación
(recordemos la probable victimización infantil sufrida por su padre, las violaciones a las que fue
sometido en la infancia y el acoso escolar del que parece que fue víctima) dichos sentimientos de
humillación y frustración podrían provocarle las referidas reacciones de ira. Es posible incluso,
que estos estados emocionales alterados solo fueran compensados por el sentimiento de poder
que experimentaba ante la indefensión que provocaba en sus víctimas. Los motivos sexuales
iniciales fuero evolucionando hacia un sadismo placentero, al comienzo solo agredía sexualmente
a sus víctimas, posteriormente las agredía sexualmente y las torturaba, y finalmente “sólo” las
torturaba y las asesinaba. Además, se observa en Garavito una necesidad de reconocimiento (muy
propia de los psicópatas) que vemos en la forma con que Garavito expresa admiración hacia
Hitler: “Yo admiraba mucho a Hitler, quería llegar a ser como él, conseguir poder para hacerme
respetar. Siempre anhelé ser importante, estar en la televisión, en la prensa y que todo el mundo
hablara de mí. Me gustaba él porque fue una persona humillada y de un momento a otro alcanzó
un poder. Admiraba de él esa situación, yo me quería vengar de muchas personas. Yo pensaba
que una persona que me mirara mal había que fusilarla. Me gustaban los campos de
concentración…”

Modus operandi

El modus operandi de “La Bestia” solía ser siempre el mismo, primero recorría su zona de caza
e identificaba su objetivo, escogiendo a sus víctimas como un depredador. Los localizaba en
parques, canchas de futbol, mercados, terminales de autobuses o barrios de nivel socioeconómico
bajo. Después abordaba a los menores con simpatía, interesándose por ellos o entablando
conversación y con ofrecimientos económicos por alguna labor que realizara el niño (arriar
ganado, llevar cajas, acompañarle para ayudarle cuando simulaba cojera o alguna que otra
minusvalía, etc,,), se ganaba su confianza. Posteriormente, les guiaba hasta las afueras de la
ciudad, Los llevaba a sitios alejados, pero cerca del casco urbano, para evadir retenes policiales
o militares y peajes. Solían ser campos de caña de azúcar, cafetales, establos, matorrales y

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cañadas bien conocidos por él, donde se podían perpetrar sus crímenes sin ser visto y después
ocultar los cadáveres. Mientras tanto iba bebiendo alcohol, generalmente una botella de brandy.
En ocasiones ofrecía alcohol a los menores, Después los amarraba, posteriormente les golpeaba;
pateándoles el estómago, pecho, cara, y espalda. Seguidamente les rompía las manos. les daba
puñetazos en los riñones y costillas hasta rompérselas. Después de realizar este ritual, sacaba un
arma blanca (cuchillo) o un destornillador, con el fin de desmembrarles los dedos, las manos,
ojos y orejas. Finalmente abusaba sexualmente y como acto de consumación de su sadismo les
degollaba con un cuchillo, todos sus actos los realizaban en el día, ya que Luis Alfredo, decía
temerle a la oscuridad. Después sacaba su libreta de anotaciones, y hacía una marca por cada niño
asesinado y anotaba alguna referencia con el fin de recordar el lugar y la fecha del asesinato
consumado, representándolo con una raya, al igual que en su almanaque señalaba la fecha de sus
asesinatos. Además de esto, recortaba noticias de periódico en las que se mencionaban los casos
de asesinato guardándolos como un trofeo (Aranguren; 2002; Ponce, 2011).

En el modus operandi de Garavito se pueden distinguir tres etapas:

En un principio, abordaba a los niños con el objetivo de violarlos, en esta etapa parece que no se
registran homicidios. Posteriormente, las violaciones eran seguidas de torturas, y finalmente,
además de las agresiones sexuales y de las torturas, las víctimas terminaban siendo asesinadas
brutalmente de manera sádica (muchas veces decapitadas). En esta última fase, se ha señalado
que es probable que Garavito encontrara más placer en el asesinato mismo que en la violación,
por lo que algunos niños empiezan a aparecer sin rastros de violación, pero sí con señales muy
marcadas de tortura y muerte cruel y sádica. Los amarraba con las cuerdas que previamente había
comprado, les gritaba, golpeaba e insultaba y posteriormente les agredía sexualmente de forma
muy violenta. En sus etapas iniciales como asesino realizaba un corte en el abdomen extenso
destrozando el aparato digestivo. A los niños de Bogotá́ en 1992, les cortó el pulgar del pie
derecho, después de escuchar en un bar de mala muerte de esta ciudad, que, al asesinar a una
persona, era de buen agüero cortarlos (Aranguren, 2002). Manipulaba los cadáveres (necrofilia)
y se quedaba con ellos durante horas. Incluía en su ritual asesino cortes, descuartizamiento,
puñaladas, golpes y quemaduras. Acostumbraba a guardar la ropa de los niños dentro del rastrojo,
lanzaba las botellas de licor lejos o se las llevaba, muchas veces se llevaba la ropa interior de los
niños. Comenzó́ también a coleccionar fotos de los niños, le gustaba la de los carnets del colegio.
Y sin darse cuenta empezó́ a dejar evidencias. Era normal que regresara a la escena de los
crímenes, les hacia un tipo de seguimiento a los cadáveres, se quedaba por algunas horas en el
sitio y luego se marchaba. Se dedicó́ también a coleccionar almanaques y señalaba con un círculo
los días en los que mataba, trazaba líneas y marcaba la ciudad. Por otro lado, escribía en un diario
muchas de sus “hazañas” y guardaba en una gran maleta negra periódicos, tiques de bus y
hospedajes junto con un diario de sus viajes (Mejía, 2006)

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El modus operandi puede evolucionar a lo largo de la carrera criminal de un delincuente; de
hecho éste puede mejorar su competencia a la hora de cometer delitos, perfeccionando su técnica,
sus actos de precaución o desarrollando una más eficiente conciencia forense y así hacerse más
organizado y por lo tanto más difícil de descubrir, o por el contrario, puede sufrir algún deterioro
por surgimiento o empeoramiento de un trastorno mental o por el abuso de drogas, lo que puede
influir en una progresiva desorganización de sus conductas, lo que incrementa el riesgo de ser
descubierto. En el caso de Garavito se observa que durante las primeras etapas de su carrera
criminal sus asesinatos y agresiones sexuales van perfeccionándose a base de repetirse, no parece
existir un deterioro en su estado mental, ni siquiera parece que el abuso de alcohol interfiera
negativamente en su capacidad de infligir daño a sus víctimas, más bien se observa un
escalamiento de su violencia que es cada vez más cruel y sádica. Puede que ya en la fase criminal
más próxima a su captura en abril de 1999, se muestre algo más descuidado que al inicio o en la
fase intermedia, pero no parece deteriorado y excesivamente desorganizado, se trata más un
descuido producido por la rutina, que una pérdida de competencia en su letalidad causada por el
deterioro, de hecho los gritos de su última víctima fueron escuchados por causalidad por un
vagabundo que pasaba accidentalmente por la zona de confort donde habitualmente cometía sus
fechorías.

Las víctimas de Garavito

Eran niños varones, nunca niñas, campesinos, escolares, con escasos recursos, trabajadores
ambulantes, mayoritariamente de entre los 6 y 13 años de edad (excepcionalmente se han
documentado 6 víctimas de 14 a 16 años) y físicamente agraciados. Se estima que asesinó y violó
a más de 200 niños (Benecke y Rodriguez, 2002), y en la última fase de su carrera criminal,
cuando asesinaba además de agredir sexualmente, sólo 2 de sus víctimas lograron escapar con
vida (Aranguren, 2012)

El periódico El País (El País, 1998ª, citado por Tapias, 2006), muestra algunas características
sociodemográficas de las víctimas de asesino en serie:

§ Todos los niños eran de un estrato social humilde

§ Los niños habrían sido objeto de seguimiento por parte de su victimario

§ La mayoría de los niños andaban por las calles para hacer recados domésticos o
desempeñaban actividades laborales, lo cual facilitaba su seguimiento

§ La mayoría de los contactos iniciales con los menores ocurrieron en zonas céntricas
o de galerías de los municipios

§ La mayoría desapareció al medio día (Nunca de noche)

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§ Promedio de edad de 10 años y todos ellos eran niños varones de entre 8 y 4 años
(sólo 12 tenían 16 años)
§ Todos los cadáveres fueron arrojados en lugares de cultivo agrícola

§ De los cuerpos hallados en campos de caña de azúcar solo se hallaron restos óseos

§ Los cadáveres fueron arrojados en el momento de la siembra de caña y solo


descubiertos en el momento de la quema previa al corte

§ La mayor parte de cadáveres mostraban señales de lesiones y cortes causados por


elementos corto-contundentes y arma blanca, así́ como desmembramientos

§ En las necropsias se determinó́ que una parte importante de los menores habían sido
víctimas de agresiones sexuales muy violentas.

La(s) escena(s) de los crímenes

La escena del delito es el lugar que el criminal ha elegido para comete el crimen. Permite
reconstruir, o al menos intentarlo, los hechos ocurridos e identificar conductas del victimario y
de sus víctimas que pueden ser útiles en la investigación policial. En el análisis de la escena del
crimen hay que tener en cuenta el Principio de Transferencia de Locard (1928, citado por Garrido,
2006), que establece que cuando un criminal interactúa con la víctima, algo de él se transfiere a
ésta y a la escena, así como de manera inversa, algo de la víctima y el escenario se transfieren al
criminal. En el caso de la perfilación criminológica, la escena del crimen permite analizar las
evidencias físicas y las psicológicas con el propósito de conocer el comportamiento que tuvo el
criminal en el momento de cometer el delito.

En el caso de Garavito, los primeros de cadáveres aparecieron en varios municipios del Valle del
Cauca. Se trataba bien de cadáveres con restos de tejido blando, lo que permitía una mejor
identificación, bien de restos óseos muy deteriorados dispersos en zonas de cultivo, establos,
cañaduzales (campos de caña de azúcar), cañadas, etc., lo que dificultó en gran medida el proceso
de identificación de las víctimas.

Cerca de los restos, en ocasiones se encontraron botellas de licor, cabuyas, restos de ropa y otros
elementos que indicaban señales de tortura, violación, estrangulamiento y maltrato. Algunos de
los esqueletos presentaban vestigios de piel, retazos de ropa y cabuyas (cuerdas hechas de pita)
atadas al cuello al igual que cortes en el cuerpo, en piernas, glúteos, brazos y espalda, la mayoría
desnudos y amarrados con nylon. También aparecieron algunos cadáveres decapitados con sus
restos dispersos por el terreno. Del estudio de las diferentes escenas del crimen se deduce que
Garavito actuaba según un patrón migratorio.

En Pereira, escogió́ para sus crímenes terrenos ubicados en zona semiurbana, posiblemente con
el objetivo de evadir retenes de la policía situados entre una ciudad y otra, con espesa vegetación

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y cercanía de una carretera con gran flujo de vehículos, pero no de peatones. Se identificaron
claramente tres cementerios clandestinos en esta ciudad: La Villa, Nacederos y la vía a Marsella.
Lugares frondosos, con arbustos altos, inhóspitos y poco transitados pero cercanos a la ciudad.
Allí dejó un total de 34 niños. “Nacederos” es un terreno ubicado a solo 50 metros de la Avenida
30 de agosto, la principal de la ciudad diagonal al batallón. La vía a Marsella es una depresión
ubicada a 5 metros de una carretera muy transitada y la Villa Olímpica es un lugar abandonado
cerca a varios escenarios deportivos. Los investigadores del CTI de Pereira (Cuerpo Técnico de
Investigación) Adscrito a la Fiscalía General de Colombia, encontraron patrones de conducta en
el análisis óseo de las víctimas: lesiones en la quinta vértebra cervical, causadas por arma corto-
punzante, que lesionó las estructuras anatómicas del cuello causando la muerte, las lesiones
fueron causadas por un sujeto diestro de mayor estatura que la víctima, la causa de muerte fue
shock hipovolémico, y hemorragia masiva. Se recuperaron pruebas para asegurar que todos los
crímenes estaban relacionados y podían ser realizados por la misma persona.

El escenario criminal más sorprendente por sus características es “El Basurero”, en la salida a
Marsella. Con cerca de un kilómetro y medio de extensión y dominada por un tupido bosque
nativo, esta zona presenta grandes dificultades de acceso. El área donde se hallaron los restos no
supera los 150 metros a partir de una planicie que gravita entre la parte alta del bosque al lado de
la carretera y la parte más baja a orillas del río Otún. En esta extensión también se encontraron
ropa, zapatos, periódicos, ataduras, que señalan que algunas víctimas estuvieron maniatadas. El
asesino eligió la ruta más fácil para acceder y salir del bosque, si se tienen en cuenta el número
de víctimas encontradas (8 víctimas) y las pendientes, ondulaciones y zonas inundadas de esta
zona. El terreno, las dificultades de acceso, la cercanía a zonas pobladas, que presentaban los
escenarios elegidos por Garavito para su propósito y las bondades de una zona cubierta por un
bosque se convirtieron en unos de sus mejores aliados, y un patrón que se encontraría en la
mayoría de hallazgos de restos cadavéricos de víctimas en otras regiones del país. De hecho, se
puede identificar que los casos del 92 al 94 (El País, 1998b; citado por Tapias, 2006) presentan
coincidencias: La mayoría de los cuerpos habían sufrido el cercenamiento del pene, se
encontraron huellas de mordeduras en sus rostros y degollamientos. La edad de los niños
encontrados estaba entre los 9 y 12 años. Todos eran de sexo masculino. Los sitios que servían
para arrojar los cuerpos eran diferentes. No había relación entre uno y otro; rastrojos, riberas de
ríos, inmediaciones de instalaciones públicas, etc., en estos casos los cadáveres eran reconocibles.
De otro lado, estaban los hallazgos de cadáveres en campos de caña de azúcar donde la acción
de animales y las condiciones de humedad del cultivo contribuyeron a descomponer rápidamente
los cuerpos (Mejía, 2006).

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Tipos de escenas criminales

A partir de los datos aportados y considerando el escenario en el que se han llevado a cabo los
delitos descubiertos en el caso, se puede afirmar que Garavito tenia preferencia por escenas
exteriores. Si tenemos en cuenta la dinámica de las interacciones con sus víctimas, observamos
que solía contactar con sus víctimas en lugares públicos (la escena primaria); posteriormente los
conducía a lugares apartados donde les agredía sexualmente o los asesinaba (una escena
secundaria o intermedia); y finalmente, en bastantes de sus crímenes, trasladaba los cuerpos a
otro lugar no demasiado alejado del anterior para ocultar los cadáveres (escena final). Finalmente,
si utilizamos el criterio de escena tipo organizada/desorganizada (Holmes y Holmes, 2009, citado
por Jiménez; 2012) originalmente elaborado por el FBI Garavito era un criminal del tipo
mayoritariamente organizado, ya que sus crímenes eran planeados y no espontáneos; las víctimas
eran extrañas, pero respondían a un patrón concreto (parece que no agredió a nadie conocido ni
a familiares). Controlaba la conversación en sus interacciones con sus víctimas y la escena del
crimen. Primero sometía a sus víctimas y en muchas ocasiones las martirizaba antes de matarlas,
usaba métodos de control (ataduras, mordazas o amenazas de muerte); llevaba a cabo diversos
actos violentos sobre una misma víctima, usaba armas que llevaba consigo antes de perpetrar los
asesinatos y no dejaba demasiados indicios en la escena del crimen (al menos en una primera
etapa de su carrera criminal). Por todo ello podemos considerar que las escenas del crimen en el
Caso Garavito son de tipología mayoritariamente organizadas y que es poco probable que
estemos ante un asesino serial psicótico sino más bien son propias de un criminal organizado y
nada impulsivo que no ha perdido contacto con la realidad.

El método de aproximación a las víctimas

Es el método de acercamiento a las víctimas, por el que se establece el primer contacto con ellas.
Garavito, inicialmente no era violento con sus víctimas. Contaba con una gran capacidad para
generar confianza en los menores. Les engañaba, les hacía promesas, intentaba darles pena o les
ofrecía dinero. Después de llevarlos al sitio donde los iba a matar los hacia desvestir y caminar,
y los iba trasladando a otro lugar diferente. No utilizaba la sorpresa, ni asaltaba inicialmente a
los menores cuando estaban distraídos o durmiendo. Según el modelo de Turvey podemos
considerar que Garavito utilizaba el engaño como método de aproximación a sus víctimas
(Jiménez, 2012)

Los métodos de ataque y de control sobre las víctimas

Es el procedimiento que usa el criminal, una vez ha contactado con la víctima, para dominarla.
Según Turvey, (2008; Citado por Jiménez, 2012) puede ser de distinto tipo: Amenazas; Uso de

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fuerza con o sin armas; y Amenazas verbales y usos de armas. Garavito utilizaba en distintos
momentos de sus crímenes alguno de ellos o todos estos métodos para dominar a sus víctimas.

Actos de precaución

Son los que lleva a cabo el criminal en la escena del crimen o en la fase preparatoria, o incluso
durante su carrera criminal para intentar salvaguardar su identidad. Garavito, era el hombre de
las mil caras, cambió su aspecto físico en múltiples ocasiones, se cambió de nombre, pasaba por
ser miembro de fundaciones de ayuda a la infancia, se camufló como panadero, vendedor
ambulante, empleado de supermercado, tuvo heladería, fue falso monje misionero, enfermo
lisiado, administrador de restaurantes y bares, adivinador y limosnero (Aranguren, 2012). Y en
la escena del crimen intentaba, al menos en la primera etapa de su carrera criminal, elegir víctimas
desconocidas, agredir en lugares de difícil acceso y ocultos a la vista de la gente, amordazaba a
sus víctimas, las intimidaba o amenazaba hasta aterrorizarlas, hacía desaparecer los restos de
botellas de alcohol que consumía, las ropas de su víctimas, los elementos con los que las
maniataba, incluso en una primera etapa parece que hay indicios de que ocultaba a sus víctimas
después de asesinarlas. Posteriormente, parece sus actos precautorios eran más descuidados y
negligentes, se emborrachaba hasta casi perder la conciencia, no amordazaba a los menores con
lo que estos podían gritar y ser escuchados, dejaba restos de ropa de sus víctimas junto a los
cadáveres, que casi no ocultaba…

La firma del criminal

En la firma se dejan ver las motivaciones psicológicas del criminal. Es evidente que no todos los
delitos tienen firma, pero en aquellos en los que aparece se pueden reconocer las necesidades
emocionales que pretende satisfacer el criminal cuando realiza sus crímenes y lleva a cabo
acciones que son aparentemente innecesarias para la completar un crimen sexual o un asesinato
con éxito. Por la extrema e innecesaria violencia con la que Garavito actuaba sobre sus víctimas,
ocasionándoles un innecesario sufrimiento antes de matarlas, por las mutilaciones,
desmembramientos y descuartizamientos de las mismas, parece evidente que estamos ante una
necesidad de expresar ira y venganza y posiblemente sadismo (una parafilia por la que el agresor
se excita sexualmente con el dolor de sus víctimas). Uno de los cuerpos de los 250 niños que
asesinó tenía sus genitales en la boca (El País, 2015) Por otra parte, la obsesión por recibir
reconocimiento lo llevó a convertir en fetiche cada artículo de prensa que sobre él o sus actos se
publicó en prensa. En una maleta que había dejado al cuidado de una mujer le encontraron
recortes de periódico con las noticias de sus asesinatos. También guardaba los tiquetes de los
buses intermunicipales que tomaba con sus víctimas, después de engañarlas con promesas de

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trabajo como ir a conseguir leña o vacas. (El País, 2015). Después de las muertes de sus víctimas
sacaba una libreta y anotaba: fecha, lugar y rayitas; una raya por cada niño muerto. En su casa,
que ya sólo utilizaba de guarida, escondía los recortes de periódicos que hablaban de los niños
que desaparecían, las pesquisas policiales que nunca lograban desvelar lo ocurrido y el drama de
las familias. También se encontró en su casa un calendario de pared o almanaque, donde iba
señalando las fechas de sus crímenes. Por todo ello, se podría considerar que además sus delitos
satisfacían sus necesidades de autoafirmación y reconocimiento.

Aplicación del perfil geográfico en el caso de Garavito

Con la elaboración de perfil geográfico se intenta analizar los desplazamientos del criminal, su
capacidad de movimiento y los lugares en los que actúa, con la finalidad de localizar la zona
desde donde inicia su actividad criminal (puede ser su residencia habitual, temporal, el lugar
donde trabaja o el domicilio de un familiar o conocido) para así poder capturarle.

Garavito, llegó a recorrer cinco veces toda Colombia, viajaba sin rumbo fijo. Parece que recorrió
unas cinco veces Colombia, pasando por 59 municipios del país y violando y asesinando al menos
en 11 de ellos (13 si tenemos en cuenta algunas víctimas no confirmadas) de los 32 departamentos
en los que está dividida Colombia. Llegó a inventar dos Fundaciones, una para ancianos y otra
para menores, lo que le permitían dar charlas en escuelas y en otros lugares donde podía estar
cerca de niños.

Garavito era un asesino móvil o itinerante que preparaba y planeaba sus actos con cierto detalle,
que viajaba buscando trabajos temporales que le permitieran obtener dinero suficiente para seguir
matando y que le proporcionaran un fácil acceso a los lugares donde se encontraban sus víctimas.

Una parte importante de su actividad criminal se llevó a cabo por los departamentos del Eje
Cafetero y norte del Valle del Cauca. En estas zonas, las poblaciones están situadas a una corta
distancia entre sí, lo que le facilitaba cambiar de escenario rápidamente después de haber
cometido sus crímenes, reduciendo así el riesgo de ser descubierto. Solía dejar su equipaje
guardado en las terminales de autobuses o en residencias baratas ubicadas en los alrededores,
visitaba cantinas, se emborrachaba con un licor-aperitivo llamado “De la Corte” y con cerveza,
que siempre tomaba sin enfriar, escogía la víctima casi siempre de unas características similares,
y con ofrecimientos económicos a cambio de que el menor alguna tarea (arriar ganado, llevar
cajas, ayudarle a caminar cuando simulaba una discapacidad, etc.), se ganaba su confianza.
Después los trasportaba en taxi y entablaba diálogo con ellos. Los llevaba a sitios alejados, pero
cerca del casco urbano para evadir retenes y peajes. Solían ser campos de caña de azúcar,
cafetales, establos o cuadras para el ganado, matorrales o cañadas. Los movilizaba por la zona,
que él conocía muy bien.

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La investigación policial

Durante las investigaciones se tuvieron en cuenta muchas hipótesis para explicar el homicidio de
tantos niños, la que finalmente tomó más fuerza tuvo que ver con la aparición de un asesino único
por lo que se intentó realizar un perfil. Después de reunirse algunas pruebas en su contra, confeso
sus crímenes y brindo información de algunos de los sitios donde se encontraban las fosas de más
niños. Se le practicaron pruebas psicológicas y psiquiátricas y fue declarado imputable. En la
indagatoria se acogió a sentencia anticipada por confesión.

El diagnóstico psiquiátrico emitido previo al juicio fue que Garavito sufría un trastorno antisocial
de la personalidad, es decir, y una alteración mental de entidad insuficiente para impedirle
comprender y prever las consecuencias de sus actos. Por ello se consideró imputable a los efectos
de determinar su responsabilidad penal. Es decir, Luis Alfredo Garavito padece un trastorno de
personalidad, pero no es un demente ya que conserva y conservaba durante su carrera criminal
unas facultades mentales suficientes como para darse cuenta del mal que hacía a sus víctimas y
por ello debe pagar por los hechos ilícitos cometidos. (Mejía, 2006)

Conclusiones

Desde el punto de vista criminológico nos encontramos ante un violador serial pederasta, sádico
y psicopático que evoluciona y se transforma, además, en un asesino serial de los más prolíficos
de la historia mundial reciente. Tal y como establece el modelo del triple riesgo delictivo
(Redondo, 2008) aplicado al caso de Garavito, es muy posible que en la formación de este asesino
en serie no solo hayan intervenido aspectos biológicos y psicológicos (personales), sino también
culturales (sociales) y específicos del contexto (ambientales o de oportunidad). En la
comprensión por la sociedad del fenómeno criminal de los asesinos múltiples de esta magnitud
intervienen aspectos relacionados con la construcción de valores sobre lo que está “permitido o
“prohibido” que distancian la influencia que tiene la misma sociedad en la gestación de estos
criminales. Finalmente, la violencia implícita en el caso Garavito, por muy excepcional que pueda
ser la actividad criminal de este asesino en serie y violador multi-reincidente, no puede estudiarse
como un defecto aislado o individual, por el contrario, deber ser contextualizada contando con
los aspectos sociales, políticos, geográficos, económicos, culturales y de oportunidad de
Colombia que intervinieron tanto en la formación del victimario como en la situación de
impunidad que durante años rodeó a las víctimas. El contexto sociocultural en el que se
desenvuelve Garavito tiene su origen en la extrema violencia que desde los años 50 del s. XX
hasta prácticamente la actualidad asola Colombia. En este ambiente, la violencia se ve favorecida
por la impunidad, los vacíos legales, la incompetencia de las instituciones que deben velar por la

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seguridad y la indiferencia social ante las desapariciones de los niños de la calle. Queda reflejado
que en la formación de un asesino en serie intervienen aspectos inherentes al individuo (su
historia personal, sus frustraciones, el trato recibido por un padre cruel y una madre indiferente
y ausente, la violencia sufrida por sus iguales, sus burlas y aislamiento al que fue sometido) pero
también, interviene la misma sociedad y los patrones culturales que toleran las diversas formas
de violencia (que van desde la violencia intrafamiliar hasta la violencia del Estado), así como las
condiciones de vulnerabilidad (de oportunidad) que la incompetencia de las instituciones hacen
que los más vulnerables (en este caso los niños de la calle: loteros, limpiabotas, vendedores de
fruta, abandonados sin más o los que se veían obligados a ejercer las prostitución) sigan siendo
las potenciales víctimas propiciatorias de otros futuros asesinos y violadores seriales parecidos a
Luis Alfredo Garavito. Tal y como afirma Oscar Díaz, el psiquiatra que participó como forense
en el juicio de Garavito al ser entrevistado (El País, 2015): “Mientras no seamos conscientes de
lo que estamos haciendo, y las autoridades no intercambien información para atrapar a los
delincuentes, y trabajen en equipo, estamos en nada. Como no hacemos investigación profunda,
no tenemos argumentos, no hay cómo acusar, luego hay impunidad. Y esa impunidad genera
violencia. Al no creer la gente en la justicia, la toma por su cuenta”.

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