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Comportamientos funerarios en la Asturias medieval: una revisión


arqueológica

Chapter · November 2018

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Alejandro García Álvarez-Busto


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Arqueología de época histórica en Asturias

Alejandro García Álvarez-Busto


José Avelino Gutiérrez González
Iván Muñiz López
Otilia Requejo Pagés

Edición a cargo de M. Á. de Blas Cortina

REAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS

OVIEDO, 2018
© REAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS
Pza. de Porlier, 9, 1.ª planta.
33003 Oviedo
Tfno.: 984 182 801
e-mail: ridea@asturias.org / www.ridea.org
Cubierta: diseño de M. Ángel de Blas Cortina sobre grabado de J. Cuevas, 1880
© De los textos, sus autores
© De esta edición, Real Instituto de Estudios Asturianos
I.S.B.N.: 978-84-948166-2-8
Depósito Legal: AS 04127-2018
Imprime: Imprenta Mercantil Asturias, S. A.
Índice
Prefacio .................................................................................................................................................................. 9
Miguel Ángel de Blas Cortina
Arqueología de la temprana Edad Media en Asturias:
sobre los orígenes antiguos de Oviedo ........................................................................................................ 13
José Avelino Gutiérrez González
El castillo de Gauzón: una fortificación del Reino de Asturias .......................................................... 47
Iván Muñiz López y Alejandro García Álvarez-Busto
La expresión arqueológica del mundo funerario en Asturias en la romanidad tardía:
cementerios, difuntos y ritos .......................................................................................................................... 69
Otilia Requejo Pagés
Comportamientos funerarios en la Asturias medieval: una revisión arqueológica ...................... 105
Alejandro García Álvarez-Busto e Iván Muñiz López
Prefacio
El ciclo de conferencias que se sustancia monástica, en una loma entre dos riachuelos, en
en este libro, celebrado en el Real Instituto de el «locum quod dicunt Oveto», debida a Fromista
Estudios Asturianos durante cuatro semanas de o Fromestano en 761. La historia ulterior es bien
marzo de 2015, cumplía el propósito de ofrecer conocida, pero la revisión del registro arqueoló-
la exposición actualizada de las investigaciones gico, el conocido de siempre y el aportado por
arqueológicas en Asturias relativas a los tiem- los trabajos más recientes, tolera el intento de
pos plenamente históricos. Al igual que en tantas una reconstrucción bien diferente de los hechos,
regiones europeas, la arqueología como método empeño en el que se embarca Avelino Gutiérrez
de aproximación al pasado fue inaugurada en para proponer la existencia de un lugar conocido
buena medida en contextos medievales, expec- y frecuentado siglos antes de que los monjes de
tativas que en nuestra región, en una suerte de San Vicente, con el señalado Fromestano a la
lo que podríamos denominar como «arqueología cabeza, desbrozaran y aplanaran el supuesta-
ilustrativa», llevarían a mediados del XIX a la mente deshabitado otero.
indagación confirmatoria de las tumbas de Pelayo Ante la parquedad de los vestigios de época
y Favila, en tierras de Cangas de Onís, o a las antigua, fuere urbana o rural su naturaleza, reco-
rebuscas hacia 1899 en la cripta de Santa Leo- nocidos en lo que constituye el espacio originario
cadia, en la catedral de Oviedo, mientras que el de la ciudad ovetense, —atentamente reunidos
prehistoriador Conde de la Vega del Sella exca- en el estudio y debidamente criticado su con-
varía en 1891 por vez primera una necrópolis texto—, no sería improbable que algún elemento
medieval: la situada en el entorno de la antiquí- monumental del notable catálogo prerrománico
sima iglesia de Santa Cruz, en Cangas de Onís. local pudiera aún contener un capital informativo
El ámbito temporal atendido en los capí- inadvertido o apenas considerado.
tulos que siguen, entre la baja romanidad y los Serían de tal clase las posibilidades apor-
largos siglos medievales, permitía perspectivas tadas por la fuente monumental de Foncalada,
contrastadas en la aproximación a distintos epi- agobiada hoy por la densa edificación del Oviedo
sodios de la historia regional y, en todo caso, moderno, pero ubicada extramuros de la ciudad
a reparar en cuestiones poco conocidas o en medieval, captando la surgencia de unas aguas
otras para las que tanto la información histórica —pocas dudas deberíamos de tener al respecto—,
como los datos arqueológicos disponibles venían cuyo alto aprecio hubo de determinar la excep-
reclamando una síntesis integradora no exenta cional moldura arquitectónica que la envuelve.
de lógicos problemas de ajuste y conciliación. Lo que ahora se nos propone no es la cer-
Es precisamente esa circunstancia la con- tificación del enaltecimiento del manantial en
currente en el capítulo relativo a la génesis de la tiempos de Alfonso III, ajustándonos al mensaje
ciudad altomedieval de Oviedo, episodio asen- epigráfico en el vértice de su frontón, sino la
tado historiográficamente a partir de la fundación consideración de la realidad de un viejo edículo

9
rejuvenecido, siendo difícil de soslayar el hecho no sin deplorables percances aún perdura en su
de que la morfología del edificio recuerda mucho materialidad y también como atributo nuclear
a la de algunas fuentes monumentales de segura del escudo y bandera del Principado de Asturias
filiación romana como la notable de Luelmo, cumplida la propuesta que en 1794 hiciera Jove-
en la comarca zamorana de Sayago, por señalar llanos al marqués de Camposagrado.
algún ejemplo en nuestro noroeste peninsular. No caben ya dudas sobre la identificación
En todo caso, no sería extravagante inferir la de los restos del castillo, tanto espacio histórico
virtud de las aguas allí nacientes de la propia ins- como pieza distinguida del universos mitológico
cripción altomedieval que, finalizando con el ruego regional, con los vestigios fortificados del peñón
de «no permitas la entrada del ángel exterminador», de Raíces en la margen izquierda de la boca de
debería de actuar como filtro purificador, pensamos, la ría de Avilés, la rasgadura continental hacia el
en el caso de que el «ángel del abismo» del Libro océano a solamente una jornada de marcha de la
del Apocalipsis, —o tal vez el símbolo de la muerte capital de Asturias. Finalmente, la arqueología da
personificado del Libro de Job, miembro destacado firmeza a los argumentos defendidos hace medio
del imperio de las tinieblas—, pretendiera pudrir el siglo por Juan Uría Ríu, —finalmente fijados en
imprescindible fluido vital. sendos números de 1966 y 1967 de la revista
El descubrimiento, esta vez en el corazón Valdediós—, en la animada polémica perio-
de Ovetao, de los vestigios de otra fuente, abier- dística sobre la localización de la por entonces
tas las zanjas de cimentación de la misma en la enigmática fortaleza real. La posición decidida
caliza pardo amarillenta del Cretácico constitu- y bien documentada de Uría —viendo analogías
tiva del zócalo rocoso del solar que hoy ocupa con las Torres del Oeste, fortificación edificada
el Museo de Bellas Artes, aportaría la novedad también por Alfonso III en la bocana de la ría
de un edificio que, aunque desaparecido, tendría gallega del Ulla ante la reiterada amenaza de las
probables analogías formales con Foncalada lo correría normandas— nos recordaba además que
que vendría entonces a recuperar un caso parejo la coincidencia del castillo de Gauzón y el lugar
de surtidor especial. avilesino de Raíces había sido señalada ya a fines
Sumados los testimonios, su valoración del XVI o principios del XVII por Marañón de
conjunta conduce al autor a la propuesta, inelu- Espinosa, Arcediano de Tineo y primer rector de
diblemente arriesgada, de un locum sacrum como la Universidad de Oviedo.
germen del enclave ovetense, siendo el paraje de Las excavaciones que desde hace años lle-
convergencia de itinerarios esenciales de la más van a cabo Alejandro García e Iván Muñíz en
antigua red viaria con el aprecio de la calidad salu- Raíces van haciendo visible la realidad super-
tífera, al cabo sagrada, de sus fuentes. Así, bajo viviente de lo que fue un enclave esencial en la
la potencia remanente del pasado tendría lugar defensa genérica de una parte fundamental de la
a partir del siglo VIII la reactivación del arcano comarca de Cabopeñas y, en instancia no menos
dominio sacralizado con la erección de conventos trascendente, del acceso desde la franqueable, y
y edificaciones eclesiales que a la postre justi- por ello peligrosa, orilla marítima a la capital del
ficarían la subsiguiente mudanza del enclave en Reino de Asturias.
ámbito de alianza de los poderes terrenales y espi- Aunque la multifocal documentación de la
rituales; en capitalidad política y ciudad episcopal. Edad Media vincula la edificación militar, califi-
Si el origen de la ciudad de Oviedo abre un cada de «sólida fábrica», con los tiempos finales
refrescante debate al que la arqueología deberá de la monarquía asturiana, la indagación arqueo-
aportar sus argumentos más sólidos, no es menor lógica descubre la existencia de un primer recinto
su función en la recreación de la realidad del cas- murado anterior, obra de los siglos VII y VIII, al
tillo de Gauzón, uno de los enclaves fortificados que se sumarían ya en el IX dos grandes torreo-
más notables de la Alta Edad Media en la España nes que adosados a la muralla rebajarían la vul-
cristiana toda vez que, más allá de cualquier nerabilidad de la puerta de entrada y muestra a
otra consideración, fue allí (in castello Gauzón) la vez de capacidad y poder como integrantes no
donde un hábil orfebre creó la Cruz de la Victoria exclusivos del complejo mensaje emitido por toda
por encargo de Alfonso III el Magno, joya que fortificación poderosa. La reforma en el siglo XI

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señalaría un momento de vitalidad para el castillo genérico en el que individuos y comunidades
cuya demolición y saqueo tendrán lugar en el siglo elaboran su propio mundo, definido en gran
XIV. Quedaban atrás siete siglos de presencia de medida por la necesidad de comprender e incor-
un enclave fortificado que sustanciaba la acción porar a su existencia la realidad de la extinción.
jurisdiccional y el control del pulso económico de La potencialidad polisémica del recinto fúnebre,
la comarca, acaso en algún momento estimulado tantas veces polo radical de los grupos sociales
por los altos rendimientos de la sal. necesitados del recuerdo creador de identidades,
Pero superando las aproximaciones de queda asimismo de manifiesto cuando se impide
carácter genérico, la vocación totalizadora de la su existencia. El caso del destino del cuerpo de
reconstrucción arqueológica da lugar a matices Bin Laden es tan patente, —como el del lanza-
e interrogantes como el porqué durante el alto miento al río Isar de las cenizas de los jerifaltes
medioevo la alfarería muestra en el área habita- nazis ahorcados tras el proceso de Nüremberg—,
cional del castillo una casi absoluta procedencia de la negación de la tumba en el afán por des-
local. Choca ese tono de autosuficiencia, —o de truir la memoria. Una versión más que singular
desconexión con la red de intercambios propicia- de la ocultación del difunto y el desprecio a sus
dos por los caminos de la mar—, con actitudes despojos, la damnatio corporis, es la del final
bien diferentes como que Alfonso III se planteara del Negus Negesti (rey de reyes) etíope Haile
la adquisición en Burdeos de reliquias de San Selassie I, enterrado en 1975 bajo los aseos de
Martín de Tours, gesto para el que estarían dis- unas oficinas. Son las apuntadas algunas de tantas
ponibles las naves que viajaran hasta la capital pruebas indiscutibles del poder y miedo perma-
de Aquitania. La hipótesis de la circulación en nente que pueden irradiar los restos mortales.
paralelo con las ansiadas reliquias de santos de En su minucioso trabajo nos ofrece Otilia
otros bienes suntuarios como libros o tejidos, Requejo Pagés la presentación sistemática de las
o también de monedas musulmanas, matizaría manifestaciones sepulcrales de la tardía romani-
según los autores el señalado ambiente autár- dad en la región y de la epigónica sucesión de
quico al que tampoco debería de contribuir la las mismas hasta el brumoso siglo VIII. Tum-
edificación en el castillo la después arrasada y bas reseñables, por fin, tras su ausencia durante
originalmente magnífica iglesia de San Salvador, siglos, acaso por inexistentes: ¿dónde detectar
confluyendo así en aquel enclave distinguido los las de los creadores de los poblados fortificados,
poderes terrenales y espirituales. los castros con siglos de biografía colectiva?, ¿o
Las dos aportaciones restantes explican el fueron inhumados o transmutados en ceniza los
estado actual de conocimiento sobre las prácticas aludidos en nuestra primera epigrafía, tómense
funerarias en el tránsito de los tiempos tardo- como referencia las estelas funerarias de Corao
rromanos a los albores de la Edad Media en un cuya concentración espacial sólo puede deberse
caso, medievales en el otro. Alguna vez, por la a una necrópolis de la gente vadiniense?
frecuentación de este ámbito temático, se nos El desmenuzado del inventario reunido pro-
señaló con humor nuestra obsesión, la de tantos porciona una valiosa y completa perspectiva de
arqueólogos, un tanto necrófila. Pero no es nin- cómo los vestigios sepulcrales responden a con-
guna novedad el que los restos funerarios sean a textos de una diversidad considerable, desde el
veces la fuente más segura, si no exclusiva, para polivalente en términos espaciales, psicológicos
la detección de fragmentos esenciales del pasado, y mentales, transmilenario ámbito cavernario a
dándose paradojas extremas como nuestra parca la nitidez formal y ritual de la necrópolis tardo-
información, aquí, sobre el universo de los vivos rromana de Paredes como referente capital de
durante el Neolítico frente a la contundencia de la irrupción de un modo de honrar a los difun-
sus tumbas bajo abultados túmulos. tos. Por vez primera, en este lugar los cuerpos
Lo cierto es que las sepulturas son, desde cuidadosamente enterrados, incluso en su ataúd,
la musteriense de La Chapelle aux Saints hasta testimonian en Asturias la realidad de la gene-
el Taj Majal, lugares de mensajes múltiples. La ralización de las inhumaciones que a lo largo
humanidad fue moldeada por su diálogo milena- del siglo IV d. C. delatará la imposición en el
rio con la muerte, careo determinante del marco universo romanizado de una forma de tratar a los

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muertos instruida, a través de la cristianización, el rango de las inhumaciones dentro de castillos,
por la tradición oriental, en este caso judía. circunstancia documentada en el de Raíces y de
La mudanza en recinto sepulcral de previos manera destacada en el de San Martín, en Soto
espacios residenciales, —área termal de Gijón del Barco, aunque en este último caso a expensas
y su necesaria villa, la de Veranes, Valduno o de la información todavía inédita de las excava-
la residencia señorial del Chao de Samartín—, ciones realizadas allí hace años.
concreta un fenómeno de rica potencialidad inter- Lo conocido nos descubre los siglos VIII y
pretativa: en primera instancia que el cementerio IX como el tiempo de las tumbas sin ajuar y, en
cristiano no surge arbitrariamente, sino decan- una coherente sobriedad, de los contados y suma-
tado en núcleo de emotividad, de recuerdo y de rios epitafios (Hic requiesquit), acaso síntomas de
comunicación con los antepasados y por ello la interpretación cristiana de la muerte. Será en
convertido en centro rector del espacio usado el pleno medievo, el los siglos XI y XII, cuando
por los vivos. En fin, «el santo dormitorio de con la potenciación de los cementerios parro-
los muertos», en palabras de Honorius de Autún quiales y la conformación de una más detallada
a principios del siglo XII, constituía un domi- cartografía del poblamiento, de cuyo aumento
nio sagrado objeto de veneración. La innegable dará pistas la edificación de nuevas iglesias bajo
coincidencia espacial, entre ámbitos previamente las pautas románicas al final del período, adquiri-
profanos y la radicación del camposanto viene rán las necrópolis una estructura ordenada y una
de este modo a declarar la búsqueda del amparo dimensión valorativa, —los beneficios derivados
de una legitimidad transtemporal a través de la de los derechos de enterramiento—, que enfren-
recuperación de la memoria secular y con ella la taría a monasterios e iglesias parroquiales.
absorción del prestigio arcano del paraje. La arqueología sepulcral conjuga pues fac-
Este ámbito del medievo y de nuevo bajo la tores diversos y si la ritualidad descubre rasgos
misma pespectiva, la de las modalidades de la ges- de paganismo como las hogueras relacionadas
tión de muerte, es el atendido en la densa aportación con las tumbas o piezas óseas de cabras y ciervos
de Alejandro García e Iván Muñiz, sintetizando dentro de las mismas (¿cómo no recordar los
las diversas facetas de un corpus arqueológico, el ciervos apotropaicos de las estelas vadinienses?),
sepulcral, al que la arqueología de intervención al mismo tiempo perfila el entramado social y sus
había contribuido en los últimos lustros, en par- cambios. Frente al anonimato, la firme intención
ticular al socaire de los obras de restauración de de lo individual, apoyada por la epigrafía en los
tantas viejas iglesias, un material heteróclito que sepulcros obispales y nobiliarios, va haciéndose
venía reclamando el pertinente tamizado para su efectiva en los siglos XIII a XV con el «triunfo de
conversión en sustancia histórica. la segregación funeraria» cuya máxima expresión
Un previo recorrido de las manifestaciones serían los sarcófagos con figura yacente y los
sepulcrales de la Antigüedad Tardía, comple- blasones y distintivos heráldicos bien presentes;
mentario de la exposición de O. Requejo, nos la exhibición, en definitiva, de poder y riqueza;
adentra en los siglos altomedievales para dibujar también la competencia por ocupar los lugares
los contrastes sufridos por el fenómeno funerario dentro de las iglesias más cercanos a la divini-
en la época del Reino de Asturias, tiempo de la dad. Esa búsqueda del contacto o proximidad
construcción entre los siglos VIII y X de iglesias con lo sagrado, —la depositio ad sanctos había
que con sus cementerios adjuntos implicaría una sido ya una tendencia creciente a partir del siglo
visible «territorialización de la muerte» o, si se V—, tiene su reverso en el último paradero de los
prefiere, de «centralización funeraria». En esa menos favorecidos con la acumulación de tumbas
primera topografía funeraria se registra además apuntada entre otros cementerios parroquiales
una apreciable variedad formal de las tumbas en San Tirso de Oviedo, los mismos anhelos y
que, yendo de las escuetas fosas a los sarcófa- segregaciones que llenaron el subsuelo interno
gos y entierros sellados con laudas, no dejan de de las iglesias de tumbas que a la postre conver-
constituir el verosímil reflejo de una sociedad en tirían a los templos en un implacable memento
la que ya regía un decantado sesgo diferencial. mori alimentado por el hedor de la putrefacción
Bajo tal enfoque no cabe aún encajar claramente de los cuerpos escuetamente soterraños.
Miguel Ángel de Blas Cortina

12
Comportamientos funerarios en la Asturias medieval:
una revisión arqueológica
Alejandro García Álvarez-Busto e Iván Muñiz López

1. Presupuestos metodológicos de comprender los ritos funerarios y los compor-


y retrospectiva historiográfica tamientos sociales que tenían lugar al morir en
Aunque pueda resultar paradójico la investi- la Asturias medieval.
gación del mundo funerario medieval es uno de Desde nuestro planteamiento metodológico
los ámbitos de estudio de la arqueología asturiana para esta arqueología funeraria plantearemos
que menos ha progresado en los últimos años, una serie de interrogantes para cada periodo
y ello pese a contar con un cuantioso elenco de histórico, tratando de responder a cuestiones
yacimientos excavados con metodología cientí- tales como dónde y cómo se enterraban en cada
fica desde la década de los ochenta del siglo XX época mediante el análisis de los espacios de
—en un número mucho mayor que el de castillos, enterramiento y de las topografías funerarias
por ejemplo—. A esta situación ha contribuido existentes en cada uno de ellos; y de quiénes
el hecho de que el notable incremento de exca- se enterraban en cada sitio y por qué existían
vaciones efectuadas en iglesias y en monasterios diferentes formas funerarias, mediante el estu-
con motivo de sus rehabilitaciones no se ha visto dio de las tipologías funerarias empleadas y de
correspondido de un crecimiento correlativo de los ritos asociados. En definitiva, trataremos de
los estudios de síntesis sobre el conjunto de ente- estudiar los comportamientos funerarios como
rramientos y cementerios documentados en ellos. medio para historia la sociedad medieval en el
Partiendo de esta premisa, el presente tra- territorio astur, y lo haremos desde una pers-
bajo pretende realizar una aproximación, a modo pectiva diacrónica, empleando los diferentes
de estado de la cuestión, de este complejo fenó- periodos —Tardoantigüedad, Alta, Plena y
meno que caracteriza las sociedades medievales. Baja Edad Media— no como compartimentos
Para ello realizaremos una revisión de las evi- estancos, sino como contextos sociales que nos
dencias materiales que nos proporcionan al res- permitan identificar patrones y tendencias a lo
pecto los yacimientos arqueológicos; abarcando largo del periodo que abarca del siglo V al XV.
en nuestro recorrido desde los primeros templos Si realizamos un breve repaso historiográ-
del Reino de Asturias —aunque arrancaremos de fico por lo que ha sido la arqueología funera-
los precedentes tardoantiguos— hasta alcanzar ria en Asturias hay que recordar que el interés
en los siglos bajomedievales los cementerios de por los enterramientos medievales se remonta
las iglesias parroquiales y de los conjuntos cate- ya a mediados del siglo XIX, cuando tendrán
dralicios o monásticos; tratando así, en definitiva, lugar unos primeros intentos de búsqueda de

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Figura 1. La tumba de Pelayo según Castor de Caunedo en 1849.

las tumbas de los reyes asturianos dentro de un Ya en 1899, y mediante provisión de la


contexto general de interés por la recuperación Comisión Provincial de Monumentos, se había
histórica del pasado regional. En este marco realizado una excavación en la cripta de Santa
encontramos las primeras publicaciones, como Leocadia de la catedral de Oviedo por parte del
las de Nicolás Cástor de Caunedo dedicadas a Sr. Redondo, quien localiza restos humanos bajo
«La tumba de Pelayo» (1849) y «El Panteón las dos laudas. Antonio Martínez, profesor de la
Real de Oviedo» (1859) en el Seminario Pin- Facultad de Ciencias, determina la edad y toma
toresco Español (fig. 1); así como las primeras las medidas craneales, en un primer atisbo de
tentativas «arqueológicas», como la llevada a los futuros equipos interdisciplinares de trabajo
cabo por Antonio Cortés en la iglesia de Santa formados por arqueólogos y antropólogos.
Cruz de Cangas de Onís en 1851 en busca de En 1916 Aurelio de Llano localizaría
los restos del rey Favila; o las exploraciones que un grupo de tumbas y enterramientos en su
realizaron el propio Cortés y Roberto Frasinelli excavación en el exterior de la iglesia de San
en la tumba de Pelayo en Covadonga (García y Miguel de Lillo; y entre los años 1938 y 1942
Díaz, 2014). Los enterramientos de los reyes en J. M.ª Fernández Buelta y V. Hevia realizan
la corte de Oviedo resultaban también especial- excavaciones en la catedral de San Salvador de
mente atractivos para aquellos eruditos, como Oviedo, localizando también diversos espacios
demuestra la publicación por parte de Fortunato funerarios. Durante el franquismo se producen
de Selgas en 1890 de «La primitiva basílica de algunos hallazgos casuales, fruto de las obras
Santa María del rey Casto de Oviedo y su real en las ciudades, y de las que apenas nos han
panteón» en el Boletín de la Real Academia de llegado algunas informaciones testimoniales. Es
la Historia, aunque habrá que esperar hasta 1926 el caso del conjunto de tumbas de lajas —una
para que tenga lugar una excavación arqueoló- de ellas con orejeras— aparecido en El Bibio de
gica por parte de Aurelio de Llano en el lugar Gijón en 1948 (Blas Cortina, 1991). En los años
que habían ocupado los sepulcros regios ove- sesenta, J. Manzanares excava parcialmente la
tenses (Llano, 1928). iglesia de Veranes, dando cuenta de la existencia

106
de varias sepulturas en su exterior que ya había 2. Los precedentes: un territorio
localizado en 1918 el párroco M. Valdés (Man- de necrópolis sin iglesias durante
zanares, 1968). Y en la década de los setenta la Antigüedad Tardía (siglos V-VII)
tendrán lugar las excavaciones de V. J. González El conocimiento del fenómeno funerario
García y de E. Olávarri en diferentes puntos del de época romana en Asturias era especialmente
conjunto catedralicio ovetense. parco hasta 1997, limitándose a un conjunto
Pero es en los años 80 cuando la arqueo- de estelas descontextualizadas entre las que se
logía funeraria conocerá un renovado impulso intuían ciertas jerarquías sociales y se mani-
de la mano del grupo de Arqueología Medie- fiestan los diversos cultos paganos, solapán-
val dirigido por el catedrático de la Universidad dose divinidades prerromanas y romanas. En
de Oviedo Francisco Javier Fernández Conde, ese año se excava en Paredes (Siero) la única
con excavaciones en conjuntos eclesiásticos tan necrópolis bajoimperial documentada hasta la
importantes como Valdediós, Tina, Arrojo o San- fecha en Asturias, la cual presenta un total de
tianes de Pravia (Fernández Conde, 1989a). 36 enterramientos datados entre los siglos III y
A partir de los años 90 irrumpe con fuerza IV d. C. En concreto se trata de inhumaciones en
la denominada «arqueología de gestión», lo que ataúdes de madera con diferentes tipologías de
se traduce en un aumento de las intervenciones tumbas y en cuyo interior se documentan ajuares
en los templos, y por lo tanto en un aumento y ofrendas funerarias. La necrópolis se localiza
de las excavaciones y de la documentación en las proximidades de un núcleo de población
arqueológica generada, con un volumen de de época romana y se corresponde con la exis-
trabajo que se ha mantenido hasta hace unos tencia de pequeños grupos de propietarios libres
años, cuando la crisis económica supuso un de agricultores, artesanos y ganaderos (Requejo
duro mazazo para el sector. En todo caso, el Pagés, 1999 y 2001), englobados dentro de la
incremento del número de cementerios excava- plebe rural y antesala, en cierta manera, de las
dos no se ha visto reflejado en un implemento comunidades campesinas medievales.
de nuestro conocimiento sobre estos fenómenos Los siglos de la Antigüedad Tardía (V-VII
funerarios medievales, ya que buena parte de d. C.) viven la irrupción pausada de la nueva
las excavaciones presentan unas superficies de mentalidad funeraria en Asturias, ligadas a
intervención muy reducidas, a la par que no un cristianismo incipiente que se aprecia con
todas ellas son publicadas y claramente hacen dificultad desde el repertorio arqueológico.
falta estudios de síntesis, pese a que se hayan Podemos decir que el nacimiento de los fenó-
realizado algunas primeras aportaciones al menos funerarios medievales se nutre de dos
respecto (Herrera, 1992; Alonso et alii, 1993; corrientes. De una parte, la pervivencia de una
García de Castro, 1995; García y Muñiz, 2010). mentalidad mortuoria de larga duración, pal-
Sin duda alguna será necesaria la realización pable en algunos espacios funerarios, como las
de congresos y de investigaciones monográficas cuevas, en rituales ligados al empleo del fuego
sobre esta temática que permitan revitalizar un o en la soterrada pervivencia de un culto al Sol
debate en la investigación que muy reciente- que definirá, por ejemplo, la orientación de las
mente empieza a conocer ya algunos avances. En iglesias y de los enterramientos. La postura de
este sentido, en 2015, Sonsoles García González las autoridades cristianas ante este tipo de fenó-
defendió su tesis doctoral en el Departamento de menos será drástica, tratando de erradicarlos o,
Historia del Arte de la Universidad de Oviedo: a tenor de su profunda fijación en la mentalidad
Espacios funerarios y liturgia de difuntos en el popular, adaptarlos a las nuevas coordenadas
Antiguo Reino de Asturias y León (siglos VIII- de pensamiento.
XIII); y en la actualidad está matriculada en el De otra, el poderoso influjo de la cultura
Departamento de Historia de esta misma Uni- romana es la piedra angular de las necrópolis
versidad la tesis en curso Morir en la Asturias medievales, que retoman los caracteres funera-
medieval. Necrópolis, ajuares y rituales funera- rios antiguos, como la inhumación en fosas, la
rios en clave de género, por parte de Covadonga ordenación en hileras, el uso de estelas como
Ibáñez Calzada. señalizadores de la muerte y la persistencia de

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los viejos espacios sagrados o de prestigio como mente, la necrópolis de San Llorente en la
terrenos para el último descanso. playa de Rodiles se suma a este conjunto,
En estos siglos se carece todavía de un y donde en una excavación antigua apare-
ordenamiento eclesiástico de tipo parroquial cieron al menos 14 tumbas de lajas y tegu-
bien definido, y por ello, los nuevos espacios lae, y en algunas de ellas diversos ajuares
funerarios se solapan con los lugares sagrados y armamento relacionados con las élites
paganos y suponen en muchos casos la readap- locales y que se fechan entre los siglos VI
tación de viejos centros dotados de influencia y VII (González y Fernández-Vallés, 1959;
sobre el territorio circundante, que focalizan las Gutiérrez González, 2010). En ciertas loca-
áreas cementeriales. No hay una territorialidad lizaciones funerarias parece inequívoco su
funeraria como la que definirá poco después el nexo con las antiguas vías de comunicación,
amojonamiento del atrio alrededor de los tem- como en el caso de las estelas funerarias de
plos, y la heterogeneidad de puntos mortuorios es Norenus y Magnentia, datadas en los siglos
tan conspicua como la que se aprecia también en IV-V d. C. y localizadas en el ramal de la
los espacios de poder que rigen la vida social y vía Legio VII-Portus Blendius entre los
política astur del momento. De esta manera, son asentamientos de Corao y Cangas de Onís,
varias las modalidades apreciables con respecto aunque por otro lado resulta muy dudosa la
a los espacios de enterramiento elegidos: adscripción cristiana que tradicionalmente
a) Necrópolis ¿aisladas?: se trata de se ha mantenido para ambas inscripciones
conjuntos de enterramientos, de mayor o (García de Castro y Ríos, 2013).
menor extensión, que suelen localizarse b) Mausoleos: en Argandenes (Piloña)
en espacios llanos, pero con una topogra- se ha excavado recientemente una construc-
fía destacada, siguiendo una modalidad ción de planta rectangular de 3,22 x 2,63 m
ampliamente difundida en época romana con 19 inhumaciones en el interior más tres
y que parece presentar ciertas concomi- sepulturas en el exterior. Su uso se fecha
tancias con las necrópolis en plein champ entre los siglos VI y VII (Estrada, 2013).
tardoantiguas, aunque con dimensiones El proyecto arqueológico aún se encuentra
más reducidas. En Asturias contamos con en marcha por lo que todavía no se puede
pocos ejemplos por el momento, a la par que asegurar el contexto espacial de este edículo
desconocemos su relación con los núcleos funerario, que podría estar identificando un
de poblamiento coetáneos. En el caso de lugar de enterramiento diferenciado vincu-
Riomiera (Aller) se documenta una primera lado con una necrópolis más amplia o con un
fase de necrópolis entre los siglos V y VIII, hábitat tardorromano, como se ha constatado
sobre la cual se va a construir en época del en otras áreas de la Península.
Reino de Asturias una modesta iglesia que c) Necrópolis o enterramientos sobre
generará un cementerio anejo superpuesto villas romanas: el mejor ejemplo lo repre-
a los enterramientos anteriores (Requejo senta la villa de Veranes. En un primer
et alii, 2007). En Plecín pudo ocurrir algo momento, datado entre los siglos VI y VII,
similar, manteniendo todas las reservas, si comienzan a practicarse diversos enterra-
tenemos en cuenta los ajuares tardoantiguos mientos en los pavimentos de las estancias
que aparecieron en uno de los enterramien- de una villa cuyos muros aún se mantiene en
tos excavados en la iglesia de San Salvador pie (Fernández Ochoa et alii, 1997 y 2013).
(Adán Álvarez, 2000). Así como en Vigaña, En otros casos nos encontramos con ente-
donde la fase más antigua de inhumacio- rramientos aislados, por lo que no se puede
nes se corresponde con dos enterramientos, hablar de la configuración de una necró-
uno de ellos con ajuar —espada, hebilla— polis como tal. Así, en la cercana Murias
fechado en el siglo VII, y sobre los que pos- de Beloño se documentó un único enterra-
teriormente se desarrollará un cementerio miento que rompe el pavimento de una de las
de tumbas de lajas vinculado a la iglesia de habitaciones entre los siglos V y VI (Jordá,
San Pedro (Fernández Mier, 2015). Final- 1957; Carrocera y Requejo, 1989; Usca-

108
Figura 2. Cementerio medieval de tumbas de lajas de la iglesia de Santa Eulalia de Valduno. Se dispone sobre
los balnea romanos y sobre una fase anterior de enterramientos tardoantiguos (Estrada, 2014b).

tescu et alii, 1994). Y más lejos, sobre las regatón de hierro, un aplique de bronce con
ruinas del asentamiento romano de Priañes, un colmillo de jabalí incrustado, así como
se pudieron identificar dos inhumaciones un posible fragmento de vaina de bronce
fechadas entre los siglos VI y VII (Requejo de un cuchillo tipo «Simancas» (Adán et
y Álvarez, 2008). A esta misma casuística alii, 2004).
parece responder la primera fase de enterra- En otras grutas asturianas también han apa-
mientos registrada sobre los balnea romanos recido restos materiales que nos informan acerca
de Valduno, y sobre la que posteriormente se de su utilización como lugares de enterramiento
dispondrá un cementerio de tumbas de lajas durante el mismo periodo. En la cueva de Valde-
vinculado a la iglesia parroquial de Santa diós se encontraron restos humanos asociados a
Eulalia (Estrada, 2014b) (fig. 2). una fíbula anular similar a la de Entrellusa (Uría
d) Enterramientos en cuevas: El pri- Ríu, 1958). En Cueva Güerta (Teverga) durante
mero excavado en Asturias con metodolo- unas obras cerca de la entrada apareció «una
gía científica, y hasta la fecha el único, es sepultura de piedras hincadas en el suelo con
el de la playa de Entrellusa (Carreño). Se otras horizontales haciendo de cubierta; al levan-
trata de una angosta cavidad abierta entre tar estas había un esqueleto humano completo y
los acantilados y que queda aislada durante junto a él un jarro de bronce... Alrededor de la
las pleamares. Su suelo fue utilizado entre sepultura había muchos huesos humanos. Tam-
los siglos V y VI para depositar los cuerpos bién se dice que fue hallada una espada corta»
de tres adultos jóvenes, dos de ellos con una (Gutiérrez, 1982; Avello, 1985-86). En Cueva
edad mínima de 19 y 21 años. Junto a los Pequeña (Cabrales) se encontró un esqueleto
restos óseos humanos se recuperó un con- inhumado con una jarrita de asa apuntillada que
junto de materiales correspondientes al ajuar guardaba en su interior un cuchillo de bronce con
funerario y a objetos personales de los difun- hoja decorada mediante troquelados de círculos
tos. Entre ellos contamos con una vasija de concéntricos (Maya, 1989).
Terra Sigillata hispánica tardía, un vasito Las interpretaciones del empleo funerario de
de vidrio, una hebilla anular en omega de cuevas en la Alta Edad Media deben ser conve-
bronce, un aplique de hueso decorado, un nientemente matizadas. Nos referimos a hipótesis

109
como su naturaleza de enterramientos eremíticos, la segunda mitad del siglo VI y sobre todo a lo
de emigrantes arrastrados por la invasión musul- largo del siglo VII (inscripción de San Martín
mana en el siglo VIII o desde un punto de vista de Argüelles, crismón de Veranes, epígrafes de
social, de su relación con familias campesinas. Santa Cristina de Lena, junto con las menciones
De hecho, el repertorio material de los ajuares a iglesias y a la parroquia de Pésicos en la Divi-
encontrados sugiere una naturaleza muy distinta sio Teodomiri), caracterizando un primer paisaje
y orientan a pensar en el posible carácter de pres- cristiano todavía demasiado embrionario (García
tigio de las cuevas, consideradas como criptas y Muñiz, 2010).
naturales dirigidas especialmente a las jerarquías
sociales de la Antigüedad tardía astur. 3. La reordenación de los comportamientos
funerarios durante la monarquía asturiana
Como vemos, el universo funerario durante
la Tardoantigüedad en Asturias se caracteriza (siglos VIII-X)
fundamentalmente por su heterogeneidad, como Si por algo se caracterizaron los reyes de
corresponde a un espacio fragmentado territorial- Asturias fue por ser reyes constructores de casti-
mente. Esta diversidad en los comportamientos llos y de iglesias, los cuales estuvieron al servicio
funerarios se advierte también en las propias de una reordenación política, religiosa y territo-
tipologías empleadas para el enterramiento, rial de largo alcance. De esta manera el universo
constatándose la utilización de tumbas mixtas fragmentado que caracterizaba la Tardoantigüe-
de tegulae y lajas en Rodiles, de tumbas de lajas dad va a vivir un proceso de reorganización a
en Riomiera, de fosas simples en Veranes, o de partir de los siglos VIII y IX, y la construcción
fosas forradas con pequeñas lajas en Vigaña; de una malla de iglesias por parte de los reyes,
mientras que el ritual funerario se caracteriza de los magnates y de las jerarquías de las aldeas
por la inhumación en decúbito supino, con los estará destinada en buena parte a una «territo-
brazos extendidos en el costado o plegados sobre rialización de la muerte» similar a la cumplida
el pubis o la cadera y la mirada del muerto, la en el plano político por las fortificaciones a la
cabeza, orientada hacia el este, el nacimiento del hora de encuadrar y fijar a las poblaciones. La
Sol. En mausoleos como el de Argandenes se muerte y la vida aparecían así fuertemente con-
documenta el uso de ataúdes de madera (Estrada, troladas por la aristocracia en tanto los presbíte-
2013), y una característica común en estos luga- ros o las comunidades monásticas asentadas en
res de enterramiento es la aparición de ajuares, los primitivos cenobios, de quienes dependía la
aunque no en todas las tumbas, lo que parece celebración de la liturgia funeraria, se identifica-
estar relacionado con una jerarquía social dentro ban con los propios fundadores de los templos o
de estas comunidades y la existencia de élites con personajes adscritos a sus círculos de poder.
locales que se sirven de los comportamientos Estos nuevos tiempos tendrán su plasmación en
funerarios para afianzar su estatus. los usos mortuorios, y a partir de ahora, y como
Junto a ello, uno de los rasgos comunes que norma general, los enterramientos tendrán que
caracterizan a las necrópolis y enterramientos realizarse siempre en los cementerios de las
tardoantiguos documentados en Asturias es que iglesias, lo que supondrá una primera fase de
ninguno de ellos se encuentra asociado a una centralización funeraria.
iglesia. Quizás en Veranes pudiese haber exis- Durante la época del Reino de Asturias se
tido un primitivo templo en los siglos VI y VII, documentan espacios de enterramiento tanto
pero no es segura la cronología de la reconver- en el ámbito urbano como en el rural. Entre los
sión religiosa del antiguo triclinium romano. En primeros hay que destacar de partida que esta
el resto de necrópolis no existen evidencias de nueva etapa supone la superación de la antigua
la existencia de un primer templo durante este separación física de época romana entre el hábi-
periodo, y habrá que esperar a la época del Reino tat urbano y las necrópolis extramuros, ya que
de Asturias para constatar su edificación. Eso no durante el Altomedievo se empieza a documentar
quiere decir que no existiesen anteriormente tem- la formación de cementerios intramuros tanto en
plos cristianos a lo largo del territorio astur, pero Oviedo como en Gijón. Para la sede regia ove-
sus huellas son muy difusas y se intuyen solo en tense contamos con las evidencias recuperadas

110
Figura 3. Tumbas antropomorfas altomedievales del
cementerio de San Tirso de Oviedo (Estrada, 2014).

en torno a la iglesia de San Tirso, donde se ha


localizado un primer nivel de tumbas, con dis-
posición antropomorfa, que presentan datacio-
nes absolutas encuadradas en la décima centuria
(Estrada, 2014) (fig. 3). Y en Gijón sabemos que
sobre las antiguas termas surgirá una necrópolis
tardoantigua y posteriormente un cementerio en
torno a la iglesia de San Pedro (Fernández Ochoa
et alii, 2013). En todo caso, si algo caracteriza el
comportamiento funerario de los reyes asturianos
fue su preocupación por la creación de espacios
funerarios segregados para sus linajes, imágenes
medievales de los mausoleos que los grandes Figura 4. Planta de la basílica funeraria de Santa María
nobles romanos erigían en sus villas privadas. El del Rey Casto con el panteón de los reyes a los pies,
según Aurelio de Llano (1928).
más representativo es, sin duda, el panteón real
de Santa María del rey Casto, edificado según
todos los supuestos por Alfonso II para cobijar en cambio, un deseo parejo de emplear la cripta
los restos de los soberanos astures, siguiendo una como lugar de reposo real, como sí habían hecho,
tendencia apreciada igualmente entre la realeza por ejemplo, los soberanos merovingios en San
merovingia, lombarda y anglosajona (García de Medardo de Soissons.
Castro, 1995) (fig. 4). Este intento de centralizar los sepulcros
Aún hay ocasión de hablar de otro modelo de regios, constituyendo un lugar de culto a la
espacio funerario segregado, la cripta. En Astu- memoria de la estirpe, contrasta con la supuesta
rias, el único e importante referente es la de Santa existencia de otras tumbas de príncipes astures en
Leocadia, construida en las últimas décadas del cenobios y templos como Santa Eulalia de Aba-
siglo IX para acoger los restos de los mártires mia (Pelayo), Santa María de Covadonga (Favila,
Eulogio y Leocricia trasladados desde Córdoba Alfonso I y Pelayo tras su traslado desde Abamia)
por orden de Alfonso III en el año 884. Esta natu- o Santianes de Pravia (Silo y Adosinda). Todas
raleza de recinto para los patrones celestes de la estas noticias aparecen en fuentes de dudosa cre-
sede regia, que el monarca asturiano heredaba dibilidad y fuertes intereses ideológicos, como
de la Antigüedad Tardía, no llevará implícito, los escritos del obispo Pelayo, que recogían tra-

111
diciones populares difíciles de fundamentar; o los
informes de enviados regios de los siglos XVI y
XVII, como Ambrosio de Morales y Chiriboga,
que trataban de justificar, a través de los vestigios
arqueológicos existentes, el antiguo derecho de
los reyes al patronazgo sobre las iglesias y, por
lo tanto, deben ponerse en cuarentena. Lo que sí
es incuestionable es que los aristócratas asturia-
nos, haciendo uso del derecho de libre elección
de enterramiento y siguiendo el procedimiento
de los magnates romanos, seleccionaron como
lugar de descanso los templos que ellos mismos
habían edificado en sus propiedades agrarias,
escogiendo en un origen los pórticos y habi-
taciones laterales en escrupuloso respeto de la
prohibición de enterramiento en el interior, algo
que pronto empezará a devaluarse.
Pero es en el ámbito rural donde mejor se
detecta este proceso de centralización de los ente-
rramientos en los cementerios exteriores de las
iglesias al que nos referíamos anteriormente. De Figura 5. Iglesia de San Juan de Riomiera (Aller),
esta manera se documentan enterramientos en los construida entre los siglos IX y X sobre una necrópolis
atrios de los principales centros cultuales de la tardoantigua (Requejo et alii, 2007).
monarquía asturiana, tanto del siglo VIII como
del IX. Así, en Santa Cruz de Cangas de Onís las
documentación escrita, y en los últimos años se
excavaciones han identificado una fase inicial de
han empezado a reconocer arqueológicamente.
enterramientos diferenciada del resto (Martínez
El mejor ejemplo es San Juan de Riomiera, en
Villa, 1992); en Santianes de Pravia se han docu-
Aller, y que ya introdujimos anteriormente. La
mentado tumbas en bañera cubiertas por tumbas
iglesia se construye entre los siglos IX y X, sobre
de lajas (Fernández Conde et alii, 1992); en San
una necrópolis previa de los siglos V al VIII, y el
Pedro de Nora tumbas de lajas paralelas al templo
templo mantendrá función cementerial hasta el
(Martínez y Adán, 1995); en Valdediós tumbas
siglo XIV (Requejo et alii, 2007) (fig. 5). Santa
en bañera, de lajas y mixtas (Fernández Conde
María de Arbazal constituye la mejor muestra
y Alonso, 1992; Requejo et alii, 1992); en Santo
conservada en pie de estas iglesias rurales meno-
Adriano de Tuñón tumbas de lajas (Adán y Cabo,
res (García de Castro, 2008), aunque en este caso
1992); y en San Salvador de Priesca tumbas en
se desconoce su uso funerario. Un proceso simi-
bañera alineadas con la planta del templo (Adán,
lar al de Riomiera podría haberse dado en Plecín,
1999). Estos ejemplos invitan a pensar que desde
donde algunos de los enterramientos ofrecieron
un primer momento el entorno inmediato de estas
ajuares tardoantiguos (Adán, 1995 y 2000), en
iglesias sirvió como espacio funerario, pero en
Vigaña donde se han documentado dos enterra-
todo caso es una hipótesis que solo podrá veri-
mientos tardoantiguos previos al cementerio alto-
ficar la futura investigación cuando disponga de
medieval (Fernández Mier, 2015), o en Abamia,
dataciones absolutas.
donde se ha podido datar una fase cementerial
En paralelo a estas fundaciones regias una
de los siglos IX-X superpuesta a enterramientos
marea de iglesias menores rurales se levantan
anteriores (Ríos, 2009b). En el caso de Serrapio
en el territorio asturiano y algunas de ellas se
(Aller) la epigrafía y la arqueología certifican la
construyen en el lugar de las primeras necró-
polis1. Muchas de ellas las conocemos por la
ción de nuevas iglesias en sustitución de otras no documentadas
levantadas en materiales menos duraderos, en un proceso general
1
Tampoco se puede descartar que lo que esté ocurriendo de petrificación de los templos altomedievales. En todo caso, no
es una renovación de iglesias ya existentes, mediante la construc- existen evidencias materiales al respecto.

112
Figura 6. Uso funerario en Veranes entre la Tardoantigüedad y la Edad Media (Fernández Ochoa y Gil Sendino, 2007).

construcción de un templo en el siglo X sobre un de tumbas de lajas con losas clavadas vertical-
espacio ocupado por una necrópolis precedente mente que indican su localización a modo de
(Requejo, 1995). estela. La necrópolis se ocupa densamente, con
En otras ocasiones los cementerios se desa- individuos de todas las edades y una especial
rrollan sobre las estructuras habitacionales de abundancia de niños de corta edad y neonatos.
asentamientos de época romana que han sido Las dataciones radiométricas señalan su utili-
transformados o abandonados. Así, en la antigua zación entre los siglos VIII y X d.C., mientras
villa romana de Veranes entre mediados del siglo que una facies más reciente está formada por
VIII y el IX, tiene lugar una reconversión gene- varios enterramientos en fosa simple fechados
ral del asentamiento en un sentido litúrgico y entre los siglos XIV y XV (Villa et alii, 2008).
cementerial. Se derriban estructuras, se explana Es probable que en relación con este espacio
la superficie y se delimita el área empleada como de enterramiento existiese una sencilla iglesia
cementerio, construyéndose un muro ante el dedicada a San Martín, tal y como parece indicar
aula absidial, que es empleada como iglesia, el hagiotopónimo del lugar, pero de la que no se
para ordenar la circulación y el uso religioso de han documentado vestigios materiales. También
este espacio. La trayectoria del asentamiento se ofrece algunas dudas la ubicación de la iglesia en
cerraría con una última fase, hasta el siglo XIV, Priañes, donde sobre los enterramientos tardoan-
en la que se advierte un reaprovechamiento de tiguos se desarrolló un cementerio altomedieval
tumbas y enterramientos en fosa, con un uso (Requejo y Álvarez, 2008).
residual del cementerio, aunque el término con- De cualquier manera, y más allá de los
tinuaría poblado (Fernández Ochoa et alii, 1997; problemas para documentar arqueológicamente
Fernández Ochoa y Gil Sendino, 2007) (fig. 6). Y algunas de estas primitivas iglesias, lo que sí
en el castro del Chao Samartín, sobre las ruinas parece claro es que a lo largo de este periodo
de la domus romana, aprovechando en ocasiones se producen dos fenómenos que nos informan
sus propias paredes, se dispusieron una treintena claramente de la consecución de un paso adelante

113
en el proceso de cristianización de la población. miento en el interior de la iglesia estará prohibido
Por un lado, el progresivo abandono de algunas en principio, reservándose como área sepulcral
prácticas funerarias antiguas, como los enterra- para mártires y santos, dispuestos generalmente
mientos en cuevas o aislados en el campo; y por en el altar o en las criptas martiriales.
otro la construcción de templos en piedra sobre Si, como vemos, la época del reino de
los lugares que habían ocupado las necrópolis Asturias, supuso una fijación del cementerio
tardoantiguas, sobre todo en un momento avan- eclesiástico como único lugar regularizado de
zado del Reino de Asturias (siglos IX-X). enterramiento, en lo que se refiere a las tipologías
También sabemos que en algunos de los prin- funerarias empleadas se detecta una considera-
cipales castillos los reyes astures construyeron ble diversidad de formas de inhumación, con un
iglesias. Es el caso de San Salvador en Gauzón, registro arqueológico que abarca las tumbas de
cuya consagración data del reinado de Alfonso III, lajas en sus múltiples variantes; las fosas simples
o de San Martín en el castillo homónimo de Soto excavadas en la tierra o en la roca, conocidas como
del Barco, y donde la fundación religiosa presenta bañeras; las tumbas antropomorfas; junto con las
más dudas cronológicas. En torno a estas iglesias laudas y los sarcófagos, algunos de ellos reaprove-
castrales surgirán cementerios en el interior de chados de épocas anteriores. Esta variedad de tipos
las fortificaciones, aunque por el momento no mortuorios parece estar indicando una compleja
podemos asegurar con rotundidad la existencia estructura social que tiene su reflejo en los medios
de una primera fase de enterramientos durante que cada escalafón de la población disponía a la
la época de la monarquía asturiana. En Gauzón, hora de enterrar a sus difuntos.
en los años 70, se descubrió una tumba de lajas Durante el Altomedievo se introducen en
cubierta por una lauda (González, 1978), y en las Asturias las tumbas de contorno antropomorfo
excavaciones recientes hemos podido documen- excavadas en roca que aparecen con profusión
tar dos enterramientos en fosa, fechándose uno en edificaciones cultuales ligadas a los centros
de ellos por carbono 14 en el siglo XIII. Por su religiosos más potentes del Reino, como San Sal-
parte en el castillo de San Martín las excavaciones vador de Oviedo, San Salvador de Valdediós,
realizadas en los años 90 del pasado siglo permi- Santianes de Pravia, el edificio cultual ligado
tieron documentar un intenso uso funerario del
al palacio de Alfonso III en Oviedo (García de
lugar, con una superposición de diferentes fases de
Castro, 2001), San Tirso (Estrada, 2014), y en
enterramiento, y el empleo de diversas tipologías
edificaciones más modestas, como Santa Eulalia
—fosas excavadas en la roca, tumbas de lajas y
de Qués (Flórez de la Sierra, 2007). Sus crono-
sarcófagos, aunque no se cuenta con dataciones
logías, sincrónicas al área catalana y al noroeste
absolutas (Carrocera, 1990)2—.
peninsular, demuestran que este fenómeno estuvo
En lo que se refiere a la ordenación topográ- rodeado de un carácter general y respondió a
fica de los enterramientos en torno a los templos unas coordenadas históricas, sociales y litúrgicas
durante este periodo se constatan las primeras dis- muy precisas.
posiciones para la fijación del atrium, un circuito
La jerarquía social se puede observar tam-
delimitado en torno a la iglesia, en cuyo interior se
bién a través de otros indicios. Primero, a partir
ubicaban las sepulturas, y que servía de protección
de los señalizadores mortuorios. Aquí, se toma
física y simbólica de las mismas. Su existencia en
el modelo de estela funeraria romana y se sincre-
Asturias en el siglo IX se constata tanto en ámbitos
tiza o adapta al pensamiento cristiano. En estos
urbanos como rurales, como demuestra la cita al
primeros momentos, los epígrafes funerarios son
atrio de San Salvador de Oviedo en el diploma de
Alfonso II del año 812; o a los enterramientos en muy sencillos e inciden en formulismos breves
los dextros de la iglesia de Santa Eulalia de Ujo que apenas contienen el nombre del yacente y
del año 860 (Sáez, 1987; Calleja, 2000). Frente a una invocación a la muerte como hecho irre-
la disposición externa del camposanto el enterra- vocable (obiit), como descanso en espera de la
resurrección de los muertos (Hic requiesquit) o
según la visión cristiana de la vida como trán-
2
Agradecemos al profesor Elías Carrocera Fernández su amabili-
dad al habernos proporcionado esta información inédita sobre el sito hacia el otro mundo (transivit). La mención
uso funerario del castillo de San Martín. al lugar funerario se resuelve en muchos de los

114
Figura 7. Lápida funeraria de Santa Ana de Maza (Piloña). Museo Arqueológico de Asturias. Reproducción.
Fotografía de los autores.

casos con un sencillo locativo (hic), pero en otros


presenta reminiscencias profanas y nos informa
de la apariencia física de la tumba como un
«túmulo» de tierra sobresaliendo de la superficie
(In hoc tumulo). En último lugar, la adopción de
la fecha del receso no siempre se emplea y parece
relacionarse con áreas cementeriales ligadas a
comunidades presbiterales y cenobíticas de cierto
porte, pues son ellas quienes introducen las nue-
vas formas de medición del tiempo mediante la
Era (García de Castro, 1995) (fig. 7).
No es necesario hallar ricas decoraciones
para suponer que la mayor parte de estelas con-
servadas con textos funerarios pudieron desti-
narse a las tumbas de las jerarquías locales y a los
campesinos más acomodados de las poblaciones.
En un mundo profundamente analfabeto, en el
que el único foco de letras de la aldea se concen-
tra en el presbítero del templo o los monjes del
cenobio, no todos pueden sufragar el servicio de
estos lapicidas. La mayor o menor tosquedad del
soporte de piedra y la mayor o menor gracilidad Figura 8. Estela anepígrafa señalizando una tumba
y refinamiento del estilo caligráfico estarían mar- de lajas en el cementerio de Veranes (Gil y Valor, 2014).
cando precisamente las diferencias en el rango
social de los muertos o bien, el nivel de los bienes más asidua en cualquier cementerio asturiano del
invertidos para garantizar la preservación de su Altomedievo (fig. 8). Sorprendentemente, apenas
memoria en el cementerio. cuenta Asturias con ejemplos de estelas discoideas,
El hallazgo en algunos cementerios de estelas tan habituales en Cantabria, País Vasco o Casti-
anepígrafas hincadas en la cabecera de la tumba lla y León, si exceptuamos la de Santa María de
definiría, en contraste, los enterramientos de la Bullaso, con un epitafio que indica el fallecimiento
comunidad campesina más modesta y segura- de dos personajes, Martines y Ella, en el año 1063
mente, la modalidad de indicadores funerarios (García de Castro, 2000a). La recuperación de esta

115
tipología, tan habitual en el mundo prerromano y
romano, se percibe a partir de los siglos IX y X
como medida de sincretismo religioso de las auto-
ridades eclesiásticas para aglutinar las prácticas de
culto al sol, por lo que el ejemplar de Bullaso es
relativamente tardío (fig. 9).
No conviene perder de vista, por otro lado,
la coexistencia de tipologías de tumbas distintas
en un mismo espacio y en un período de tiempo
similar. El que unos miembros del colectivo
enterrado dispongan de tumbas simples, otros
de cistas de lajas y otros, por ejemplo, de tum-
bas antropomorfas en roca, ha de obedecer a una
causalidad que debe ser explicada: ¿estamos ante
rasgos de carácter social, funcional o religioso
distintivos? Lo cierto es que la fuerza de trabajo
necesaria para vaciar en la tierra una fosa, para
delimitar sus paredes con lajas planas y primero
para recoger las piedras adecuadas y desbastar-
las o, con mayor sentido, para labrar en la roca
la forma antropomorfa, es distinta, quizá tanto
como los individuos allí inhumados. La propia Figura 9. Estela discoidea de Santa María de Bullaso
introducción de las tumbas antropomorfas en (García de Castro, 2000a).
roca en este momento de consolidación política
y señorial resulta elocuente y su asociación a los Con respecto al ritual en el tratamiento del
principales templos de la época, frecuentemente difunto en primer lugar hay que destacar que
dotados de comunidad cenobítica o presbiteral, durante los siglos VIII y IX desaparece la tra-
podría indicar su empleo preferente por parte de dición de la inhumation habillée, y que había
estos colectivos religiosos o de las elites sociales sido característica de las centurias precedentes.
con quienes se relacionan. De esta manera los finados dejan de ser enterra-
Por encima de este nivel meridiano de la dos junto con sus armas y objetos de adorno o
sociedad, se registra la aparición de repertorios representación social, y se produce una drástica
de dignidad de mayor calibre, destinados a esta- reducción o una total desaparición de los ajua-
mentos superiores. Los principales indicadores res y las ofrendas. Si se han visto detrás de este
de estas prácticas son las laudas o tapas pétreas viraje en los comportamientos funerarios razo-
labradas en el bloque monolítico, que en esta nes de humildad y caridad cristiana, también hay
primera etapa presentan de manera preferente que tener en cuenta los propios cambios habidos
un contorno rectangular o trapecial, sección en los ritos mortuorios, al ir imponiéndose el
plana y combada y variados elementos estilísti- lavado y amortajado de los difuntos, así como
cos que pivotan entre la inexistencia de decora- la paulatina implantación de nuevas formas —
ción, la inscripción funeraria sin marcar apenas donaciones, evergetismo arquitectónico— de
el campo epigráfico, o en la escala más digna, la ostentación social de la aristocracia auspiciadas
presencia de una rica y abigarrada decoración por las instituciones eclesiásticas.
ligada a la tradición litúrgica hispanovisigoda,
con motivos vegetales de especies perennes o 4. El Plenomedievo (siglos XI-XII):
asociados a la liturgia sacramental (la vid como la consolidación del cementerio parroquial

sangre de Cristo), símbolos de la esperanza en Los siglos feudales por excelencia supusieron
la resurrección de los muertos. Las laudas en el afianzamiento de la red de iglesias parroquia-
la cripta de Santa Leocadia son buen ejemplo les, lo que desde un punto de vista funerario se
de esta última variedad. tradujo en una segunda fase de consolidación del

116
cementerio parroquial como lugar prioritario de los núcleos de hábitat y de la territorialidad, y que
enterramiento, tanto en las iglesias parroquiales supondrían el desplazamiento o la concentración
urbanas como en las rurales. Junto a estas los de la población campesina en unos lugares deter-
monasterios se convertirán en otro lugar ansiado minados durante los siglos XI y XII.
para el descanso terrenal, sobre todo por las clases En lo que se refiere a la topografía funera-
más pudientes, lo que supondrá además no pocos ria esta nueva etapa supondrá la consolidación
conflictos entre las feligresías sujetas a los obispos del atrio como espacio funerario en torno a las
o a los abades por el control de los derechos de iglesias parroquiales. Consolidación que llevará
enterramiento, como veremos más adelante. aparejada en muchos casos una ampliación de su
En las ciudades, los cementerios presentan superficie, como se legisla en los concilios de
ya una ordenación regularizada y un uso nor- Coyanza y Compostela, pasándose de 12 (siglo
malizado, como vemos en San Tirso de Oviedo, IX) a 30 pasos (siglo XI). Esta reafirmación del
donde se combinan tumbas en bañera excavadas atrium se verá también reforzada mediante su
en la roca con otras de lajas, fechándose ambas delimitación física con la construcción de muros
en los siglos XI y XII (Estrada, 2014). Las prác- de cierre, y que han podido ser documenta-
ticas de asistencia cristiana vinculadas a la pere- dos materialmente en algunos casos, como en
grinación jacobea y al desarrollo de un incipiente San Andrés de Veigas en Somiedo (Sánchez
tejido sanitario proporcionarán un nuevo ámbito y Menéndez, 2013). En estos cementerios se
funerario. Se trata de los cementerios ligados a advierte también una mayor concentración de
los hospitales, muchos de ellos con iglesias y los enterramientos cuanto más cerca del tem-
pequeñas capillas anexas, destinadas al sepulcro plo se dispongan, con superposiciones en 2, 3
de los enfermos y posiblemente de los patronos o 4 niveles, junto con el reaprovechamiento de
nobles que concedían ofrendas o dotaban a estos las tumbas y la formación de osarios. De hecho,
edificios hospitalarios. En el hospital de San Juan en Llanera se han podido documentar algunas
de Oviedo, fundado por Alfonso VI en el solar tumbas con huesos de 9 o 5 individuos (Fer-
del palacio de Alfonso III, las excavaciones de nández Ochoa et alii, 2001). No están claros los
García de Castro (2001) documentaron una fase motivos de este hacinamiento mortuorio, que
plenomedieval de enterramientos en la que con- puede deberse a diferentes factores, como el
vivían tumbas de fosa simple y algunas tumbas crecimiento demográfico durante los siglos XI
de lauda, lo que denotaría la presencia de miem- y XII, pero también a los procesos de concen-
bros de las jerarquías. Por su parte, en Cangas de tración de la población en determinadas aldeas a
Onís, la ermita de San Pelayo, anexa al hospital los que nos hemos referido, o la primacía de una
de peregrinos, proporcionó en 1882 el hallazgo iglesia parroquial central frente a la diseminada
de una treintena de tumbas de lajas. red de pequeños templos altomedievales. Asi-
En el ámbito rural las iglesias románicas mismo se constata también la ordenación de las
conocerán también ahora el desarrollo de amplios tumbas en hileras, que facilitaría los recorridos
cementerios parroquiales en su contorno inme- por el interior del cementerio y la realización de
diato, dentro de los cuales la tumba de lajas, aun rituales sobre los propios enterramientos; a la
conviviendo con otras tipologías funerarias, se vez que algunas agrupaciones de tumbas pueden
erige como el modelo más difundido de enterra- responder a motivos familiares (Requejo et alii,
miento. Buena parte de estos edificios románicos 1992), o a la concentración de las inhumaciones
suponen la reconversión de templos altomedie- infantiles al oeste del templo, más cercanas así a
vales precedentes, pero en otros casos la iglesia la pila bautismal, como sucede en el monasterio
románica surge ex novo, y con ella su cementerio de Corias durante los siglos XI y XII (García
de feligreses, que no se superpone a un lugar de Álvarez-Busto, 2012). En otros casos, como en
enterramiento previo, como ocurre en Narzana Santa María de Lugo de Llanera, se apreciaron
por ejemplo (Ríos y Menéndez, 2009). Detrás de distinciones por género, al documentarse la pre-
estos fenómenos se esconden procesos de expan- sencia de un conjunto de 9 tumbas en torno a una
sión del poblamiento y de roturación de nuevas hoguera pertenecientes sólo a mujeres y de otras
tierras, pero también una reordenación feudal de 10, también pivotando alrededor de otro hogar

117
funerario, correspondientes a varones (Fernán- ingresos económicos considerable por los dere-
dez Ochoa et alii, 2001). Además, la arqueología chos de sepultura. En el interior del monasterio y
permite intuir que dentro del recinto del atrio las en su ámbito externo inmediato se reproducirá un
sepulturas tienden a concentrarse en el costado microcosmos mortuorio que era la viva imagen
sur del templo, aunque se localizan también en de la jerarquización social en la vida, tipificán-
torno a la cabecera —donde primaba el interés dose espacios cementeriales de contenido lauda-
por ser enterrado cerca de los altares—, el flanco torio y sagrado creciente. Los lugares de prestigio
norte y, con menor profusión, delante del ima- destinados a la aristocracia se establecerán en las
fronte, que en ocasiones aparece reservado como inmediaciones de los pórticos o en el claustro y
espacio funerario privilegiado. En todo caso la en última instancia, en el seno del mismo templo.
exigüidad habitual de la superficie excavada en Al temprano referente de Corias en el siglo XI se
torno a las iglesias impide por el momento obte- le suman otros testimonios, sobre todo en el siglo
ner datos concluyentes al respecto. XII, que ponen de manifiesto la consolidación de
En paralelo, a partir del siglo XI y durante una progresiva segregación funeraria mediante la
toda la centuria siguiente, la documentación creación de los panteones condales y la paulatina
escrita y la arqueológica nos informan de la conquista del interior del templo como espacio de
existencia de enterramientos privilegiados, rela- enterramiento. Así, sabemos que el conde Pedro
cionados con algunas familias de la aristocracia. Alfonso pedirá ser enterrado en el monasterio de
Es el caso de los enterramientos registrados en Lapedo tras efectuar una generosa donación en
San Vicente de Oviedo, con antecedentes en el 1157 (García, 1982). Y en el de San Pedro de Villa-
siglo X, y que resultarán más frecuentes a lo nueva de Cangas de Onís se conserva un conjunto
largo de los dos siglos subsecuentes, cuando de laudas románicas que originalmente estuvieron
se intuye un incipiente uso funerario de la sala ubicadas en la sala capitular (Herrera, 1992). Por
capitular por parte de la nobleza laica relacio- su parte los condes Suero Bermúdez y Enderquina
nada con la familia monástica. En el también Gutiérrez ubican sus sarcófagos en el monasterio
ovetense San Pelayo, sabemos que, entre otras, de Cornellana, y doña Gontrodo Petri dispone en
fue enterrada Teresa, hija del rey Bermudo II, en 1186 su sarcófago y epitafio en un arcosolio de la
el año 1039 en una sepultura con lauda. Y ya en iglesia del monasterio de Santa María de la Vega
el occidente asturiano, en San Miguel de Bár- de Oviedo, que ella misma había fundado.
cena se conserva la lauda funeraria de la condesa El valor prestigioso de estos cenobios atraerá
Aragonta, fallecida en el año 1003. El propio a la baja nobleza que formaba parte de los círculos
estamento eclesiástico y sus máximos dirigentes, sociales de estos poderosos nobles y que los elige
los obispos ovetenses, establecerán sus espacios asimismo como lugar de sepelio. Lo prueba para
de enterramiento en lugares dotados de enorme el siglo XI la lápida de Félix Sarraciniz del monas-
significación sagrada, como pudo serlo el entorno terio de Corias (García Álvarez-Busto, 2012), y
de la Cámara Santa de Oviedo y en ocasiones, para el XII el enterramiento de Menendo Enalso,
en recintos funerarios inusitadamente selectos, un caballero adscrito a la clientela de Suero Ber-
caso del enterramiento del obispo Froilán en el múdez, que se entierra en Cornellana (Muñiz
pórtico norte de la misma Cámara Santa. López, 2007). En orden decreciente, el suelo de
Como vemos, buena parte de estos espacios la sala capitular o del claustro estará destinado a
funerarios aristocráticos estarán ligados a los la comunidad monástica, en principio de manera
monasterios, tanto a los privados de raigambre exclusiva, aunque también acogerán enterramien-
hispana como a los de vida regular benedictina tos privilegiados de carácter laico. En último lugar,
que desfloran a partir de los siglos XI y XII y que el espacio cementerial exterior concentrará los
serán dotados por la propia aristocracia asturiana. enterramientos de carácter campesino.
Estos monasterios se arrogarán, además, las com- En cuanto a las tipologías de enterramiento
petencias funerarias sobre las comunidades cam- empleadas durante este periodo se acentúa la
pesinas del entorno, provocando agrios pleitos y distinción social ante la muerte como prueba de
disputas con las autoridades eclesiásticas episco- la creciente desigualdad entre los vivos, abrién-
pales, dado que estaba en juego un volumen de dose una considerable brecha entre los enterra-

118
Figura 11. Olla con restos de comida localizada
en una tumba infantil (siglos XI-XII) del monasterio
de Corias (García Álvarez-Busto, 2012).

han de considerarse una adaptación de las cabece-


ras antropomorfas altomedievales. Este tipo de ore-
jeras, que van a mantenerse hasta los últimos siglos
bajomedievales, han podido ser documentadas en
cementerios como San Salvador de Cornellana,
San Pedro de la Ribera y San Vicente de Serrapio.
En Cornellana, también se detecta el empleo de
ladrillos enmarcando los pies del difunto, lo que
amplificaba los rasgos antropomorfos de la sepul-
tura (fig. 10). Esta simplificación afecta también a
Figura 10. Cementerio de tumbas de lajas localizado los señalizadores de la muerte, predominando las
en el costado exterior meridional de la iglesia monástica
de San Salvador de Cornellana (Adán Álvarez estelas anepígrafas, más allá del ejemplo aislado
y García Álvarez-Busto, 2001). de la estela discoidea con epigrafía de Bullaso que
hemos comentado anteriormente.
mientos populares y los aristocráticos. Entre los En lo que se refiere al ritual funerario en
primeros, aunque se aprecia cierta continuidad Asturias está menos documentado que en otras
con el Altomedievo, los siglos XI-XIII repre- regiones del norte el hallazgo de cerámicas o hue-
sentan, como ya hemos señalado, el triunfo de sos de animales sobre los sepulcros, que se aso-
las tumbas de lajas y una simplificación de los cia a la celebración de banquetes fúnebres y de
prototipos, quizá por una remarcada tendencia a libaciones rituales por las que los vivos trataban
normalizar y homogeneizar las formas funerarias de conectar con los antepasados muertos, estable-
acorde con la mayor organización eclesiástica de ciendo un nexo con la fertilidad y el ciclo agrario
estos siglos. En todo caso la tipología de tumba existente en numerosas comunidades primitivas.
de lajas no es uniforme, y el registro arqueoló- Esta práctica, que será perseguida por la Iglesia
gico proporciona un repertorio de subtipos, que a lo largo del Medievo, sólo podrá superarse tar-
en algunos cementerios conviven también con díamente a partir de su asimilación como el «pan
los enterramientos en fosas simples. de ánimas», la obligación de cocer y llevar una
Durante esta nueva etapa desaparecen las hogaza a la iglesia el día de las Ánimas que era
tumbas antropomorfas en roca y en su lugar se bendecida y repartida por el cura entre los feli-
detecta la introducción de orejeras laterales en la greses o entre los pobres. De hecho, en contextos
cabecera de los enterramientos de lajas, piedras como el del monasterio benedictino de Corias
o ladrillos que flanqueaban la cabeza del difunto de los siglos XI y XII se ha podido documentar
y que representaban una solución tanto funcional una tumba de lajas infantil en cuyo interior se
como tipológica: permitían sujetar la cabeza del identificó una ofrenda funeraria consistente en
yacente tras el rigor post-mortem, garantizando que una ollita con restos de comida (García Álvarez-
mantuviera su mirada hacia el este y por otro lado, Busto, 2012) (fig. 11).

119
Figura 12. Repertorio de laudas plenomedievales
documentadas en Asturias (Herrera Menéndez, 1992).

Otros rituales de tradición pagana, bien estu- El ajuar, pese a su escasez, será otro mundo
diados en geografías como la vasca (Azkárate y en el que se reflejen estas creencias atávicas.
García Camino, 1992), cuentan con referentes en El depósito de dientes de animales (ciervos y
Asturias. La ceremonia principal está ligada al cabras) en las inhumaciones de San Pedro de la
fuego, considerado una forma de purificación de Ribera remite a la facultad que se les otorgaba
los pecados y de regeneración de la vida. Uno de de conservar las fuerzas vitales del yacente. A
los ritos mejor atestiguados en los cementerios nuestro entender, la adaptación de estos rituales
asturianos (Lugo de Llanera, Cornellana, etc.) al repertorio aristocrático de las laudas estará
se refiere a la presencia de hogueras junto a las marcado por las representaciones animalísticas.
tumbas o encima de estas, presentes en cronolo- Por su parte, las cuentas de azabache aprove-
gías que nos llevan desde el Alto al Bajomedievo. chaban el valor protector de estas tallas para
Por su parte, la deposición de carbones en los alejar los malos espíritus. El hallazgo de una
enterramientos fue apreciada en Santa Cruz de concha en una tumba de Santa Cruz de Can-
Cangas de Onís. gas de Onís remite a la simbología de estos

120
moluscos, ligados al bautismo y, por lo tanto, a camente desaparecen, entre la alta aristocracia
la remisión de los pecados, como expresan las la epigrafía funeraria adquiere en la segunda
pilas bautismales gallonadas. mitad del siglo XII una notable complejidad,
Si dirigimos nuestra mirada hacia el mundo empleando la letra carolina propia de la renova-
aristocrático, el esplendor de la sociedad feu- ción gregoriana con algunas variantes unciales,
dal y los recursos ideológicos aportados por progresivamente sustituida por la gótica desde
la reforma Gregoriana en la celebración de las el XIII y diseñando verdaderas obras poéticas
honras fúnebres conducen al arte funerario a en verso en las que adquiere más importancia
un momento de apogeo. Particularmente desde la evocación del individuo, de sus atributos de
la segunda mitad del siglo XI, en consonancia dignidad y de sus acciones piadosas y cristianas
con el despegue nobiliario consiguiente a la lle- como garantía para obtener la salvación. Bellos
gada de la dinastía navarra y la nueva liturgia, epitafios como los que acompañan a los sepulcros
se difunde un nuevo modelo de lauda, de con- de Gontrodo Petri, de doña Sancha o del obispo
torno trapecial y sección plana o combada, que Pelayo lo confirman.
cuenta como mayor rasgo distintivo con la exis-
tencia de bandas labradas en la superficie, bien 5. La Baja Edad Media (siglos XIII-XV):
el triunfo de la segregación funeraria
en el centro de la lauda o bien en los laterales,
cuando no combinando ambas variantes (Herrera Las características históricas del período
Menéndez, 1992) (fig. 12). Desde modelos de procuran algunas mutaciones significativas en los
transición, con decoración tenue y empleo de la hábitos funerarios consignados. Por lo general,
letra visigótica en el epígrafe fúnebre, o decidi- con la crisis de mortandad del siglo XIV entre-
damente retardatarios, como la lauda de tradi- medias, la tendencia al agotamiento del suelo
ción visigótica de Gontrodo Petri, fallecida en sagrado al exterior de la iglesia se mantiene y
1186. Sobre todo, a partir de la segunda mitad no sólo en el mundo agrario. El esplendor de
del siglo XII estos repertorios se hacen más ricos las ciudades y los movimientos migratorios
y se destinan a sarcófagos exentos. Los epitafios campo-ciudad a partir del siglo XIII hacen que
evocan los atributos de dignidad del difunto, así los cementerios de las parroquias urbanas gocen
como sus acciones piadosas y cristianas, garantía de una densísima secuencia de utilización. Las
para obtener la salvación. excavaciones arqueológicas realizadas en la igle-
La temática decorativa mantiene algunos sia parroquial de Santa María de la Oliva (Villa-
temas anteriores, como los motivos vegetales viciosa) así lo demuestran, resultando habitual la
asociados a la resurrección, pero introduce nue- destrucción parcial o total de las viejas inhuma-
vos temas propios de la mentalidad religiosa del ciones en fosa por las nuevas, y la acumulación
momento. Siendo el sogueado lateral, muy propio de osarios entre las sepulturas. Se trata este de un
de la arquitectura románica, el más prolífico, otros magnífico ejemplo de cementerio parroquial que
tratan de garantizar la salvación al representar el surge ex novo —no se documenta una fase ante-
viaje de peregrinación mediante la decoración de rior de tumbas de lajas—, asociado a la fundación
conchas de peregrino. En algunas ocasiones, tam- de la nueva puebla en 1270, y con un uso bien
bién se reproducen atributos sociales, como bácu- acotado por el numerario y el carbono 14 durante
los y castillos. En los últimos momentos del siglo los siglos XIV y XV (García Fernández, 2007;
XII y el XIII, se le añadirán nuevas temáticas, Ríos, 2013). A su vez, la imperiosa necesidad
algunas, formas estilizadas de tradiciones cultua- de ampliar la superficie útil de los camposantos
les de larga duración, como el Sol que preside la urbanos se encuentra bien constatada en el caso
lauda de Agnes Fernández y temáticas figurativas de San Tirso en Oviedo, donde a mediados del
en altorrelieve de notable delicadeza, caso de la siglo XIV tendrá lugar la demolición de una casa
adoración de los Magos en el lateral del sarcófago para ampliar el cementerio parroquial, estando
de doña Sancha, aludiendo al nacimiento de Cristo este rodeado de viviendas en uso (Estrada, 2014).
en tanto alegoría de la resurrección. El repunte demográfico de la segunda mitad
Igualmente, si entre las tumbas más comunes del siglo XV, jalonado por nuevos procesos de
de los cementerios los textos epigráficos prácti- puesta en cultivo de tierras y el creciente atrac-

121
tivo de la ciudad subrayará el problema y deter- la cabecera del arciprestazgo de mismo nombre.
minará, de una manera definitiva, el empleo También pudo suceder algo similar en Veranes,
del interior de la iglesia como lugar de ente- con su ámbito funerario trasladado a la abadía de
rramiento, reservándose el subsuelo para las Cenero; y en el cementerio de Riomiera, despla-
capas más modestas de la sociedad. Con todo, zado a la iglesia parroquial de San Juan de San-
la documentación de época Moderna demuestra tibáñez en el siglo XIII. En todo caso en ambos
la existencia de unos criterios distintivos en el templos se documentan enterramientos residuales
enterramiento, dividiéndose el templo en tramos durante la decimocuarta centuria, dando a enten-
conforme a su cercanía al presbiterio, el lugar der que el proceso de abandono de los primeros
más sagrado y selecto y cobrándose derechos de cementerios y su definitiva sustitución por los de
enterramiento de distinta cuantía según la inhu- las parroquiales requirieron de ritmos pausados.
mación se dispusiera, de menor a mayor valor, Las funciones funerarias son asumidas
en los pies, en el tramo central, bajo el arco de por el cura párroco y codificadas en una serie
triunfo, o en la capilla mayor. de pasos, algunos retomados de las prácticas
El hacinamiento de los enterramientos de altomedievales y otros añadidos ahora, con
las iglesias había llegado a tal grado al finalizar sus jugosas contraprestaciones económicas a
la Edad Media que provocaba graves problemas través de pagos por los derechos de enterra-
de salud y de circulación para los fieles. Un miento y las ceremonias de conmemoración,
informe sobre Oviedo realizado en 1505 des- algunas muy cuantiosas: el viático o asistencia
cribía un caótico panorama de tumbas situadas al enfermo (penitencia, eucaristía extremaun-
por encima del nivel del suelo que desprendían ción), legislado por el mismo concilio de Letrán,
malos olores y dificultaban el paso de los feli- el pésame, el velatorio, el cortejo fúnebre, el
greses, al estar cuajadas de ofrendas y otros funeral, el entierro y los distintos aniversarios
elementos rituales (López, 1989). anuales (misa de los tres días, de los cuarenta
Con respecto a los cementerios de las parro- días, novenario, treintanario, cabo de año).
quias rurales durante el Bajomedievo se mantiene A partir del siglo XIII se constata el triunfo
el atrio exterior como lugar preferente de ente- de los espacios funerarios aristocráticos segre-
rramiento para las poblaciones campesinas. El gados del resto de los enterrados, tal y como
fortalecimiento de la autoridad episcopal llevará recogen las Partidas de Alfonso X, reservando el
a un progresivo control de los templos priva- interior de los templos para la realeza, aristocra-
dos altomedievales y, en la esfera funeraria, a cia y eclesiásticos. Ahora vive su momento de
la definitiva centralización de los enterramien- mayor brillo el uso de enterramientos privilegia-
tos en torno a la iglesia parroquial. Esta política dos por parte de las clases sociales dominantes,
parece cobrar vigor en Asturias a partir del siglo testimonio de las más altas cotas de desigualdad
XIII, probablemente como consecuencia de la social habidas desde la Alta Edad Media. Los
aplicación de la reforma propugnada por el Con- obispos y los miembros del cabildo ovetense
cilio de Letrán (1215) que incidía en el control sitúan sus sepulcros en la catedral y en su claus-
de los tributos diezmales y parroquiales y en la tro y construyen ricas capillas funerarias como
necesidad de regular rígidamente el ministerio la del obispo don Gutierre. Los abades de Corias
pastoral. Esta puede ser la razón que explique utilizan las iglesias de Santa María y de San
el abandono del cementerio de Santa Cruz de Juan Bautista como espacios de enterramiento
Cangas de Onís a partir del siglo XIII (Martínez (fig. 13). Los abades y canónigos de Covadonga
Villa, 1992), ya que la iglesia fundada por Favila emplearán la colegiata y la mismísima cueva
en el año 737 nunca formará parte de las estruc- de Santa María, donde sus sepulcros, andado
turas parroquiales de San Salvador de Oviedo y el siglo XVI, serán reinterpretados en algunos
en ese siglo XIII, su término aparece dividido casos como enterramientos de los primeros
entre propietarios laicos y el monasterio de San monarcas asturianos.
Pedro de Villanueva. El nuevo cementerio que- Por su parte, la nobleza laica se hace con
dará constituido en torno a la nueva iglesia de el patronazgo de espacios funerarios privados
Santa María de Cangas, que pasará a desempeñar en los monasterios y en las iglesias. En este

122
aspecto, la principal novedad, acorde con la
preponderancia de la ciudad, va a recaer en el
notable ascendiente de la orden Franciscana
desde su llegada en el siglo XIII a las principa-
les urbes, de forma que sus conventos, situados
en el extrarradio, atraen a lo más granado de
la sociedad asturiana. Este atractivo se debía
tanto a su fama social como a su penetración
en el ritual funerario, dado que el hábito de San
Francisco pasa a ser la mortaja o vestimenta
mortuoria más practicada, situación que trascen-
derá a los siglos modernos. En San Francisco
de Avilés situarán su sepulcro los González de
Oviedo, uno de los linajes más destacados del
siglo XIV astur y grandes promotores de los
franciscanos en nuestra región. Por su parte,
los Quirós, quizá la estirpe más relevante del
Bajomedievo, pasarán a sepultarse en el con-
vento franciscano ovetense en el XV (Alonso
Álvarez, 1995; González Calle, 2007).
En lo que se refiere a la ordenación topográ-
fica y social de los cementerios parroquiales a
partir del siglo XIV se constata un fenómeno que
no había sido identificado con tanta claridad en
las centurias anteriores. Nos estamos refiriendo Figura 13. Enterramiento del abad Menen García
(c. 1328) en la capilla funeraria de Santa María de Corias
a la construcción de capillas funerarias anexas (García Álvarez-Busto, 2012).
a las iglesias, o totalmente exentas, y topográfi-
camente segregadas del conjunto de inhumacio- los siglos bajomedievales, y el surgimiento de
nes comunes. Seguramente el mejor ejemplo lo enterramientos aristocráticos en lugares privi-
constituya la capilla de las Alas, construida en legiados reservados, así como la proliferación
1346 junto al templo parroquial de San Nicolás de capillas funerarias privadas. En un rápido
de Bari, y empleado como panteón de este linaje, recuento destacan el sepulcro de Rodrigo
el más poderoso del Avilés bajomedieval, fiel Álvarez en San Vicente de Oviedo; los ente-
muestra del florecimiento de la nobleza urbana rramientos y las capillas de los Quirós, Miranda
ligada al comercio (Alonso, 1996). y Argüelles en el también ovetense convento
En algunas colegiatas también se constata la de San Francisco; las sepulturas del linaje de
existencia de estos espacios funerarios diferen- los Nava en San Bartolomé de Nava; las de los
ciados, como ocurre en San Pedro de Teverga, Aguilar en San Antolín de Bedón (González
donde la arqueología documentó la existencia Calle, 2007b); las de los Nava y los Busto en
de un antecuerpo con función funeraria ubicado Valdediós; o las de los García de Tineo en Santa
a los pies del templo. Dispone de un muro peri- María de Obona. En aquellos monasterios donde
metral, que lo separa del cementerio exterior se han podido realizar estudios más exhaustivos
de tumbas de lajas, y en su interior se localizó combinado la arqueología y las fuentes escritas
un pavimento empedrado —en cuya matriz se se advierte la creación de conjuntos funerarios
recuperó una moneda de Alfonso XI— y algunas articulados por panteones y capillas aristocráti-
inhumaciones en fosa (Muñiz López y García cas que funcionaban como centros memoriales
Álvarez-Busto, 2014). de los diferentes linajes nobiliarios. Es el caso
Pero será en los monasterios donde se de monasterios como Cornellana o Corias. En
advierta de una manera más clara la formación este último se aprecia una precisa ordenación
de conjuntos funerarios complejos durante topográfica de los diferentes espacios de ente-

123
Figura 14. Documentación arqueológica de espacios funerarios —capilla de Santa María, claustro, cementerio
exterior— en el monasterio de Corias entre los siglos XI y XV (García Álvarez-Busto, 2016).

Figura 15. Enterramientos en fosa de campesinos feligreses en el sector oriental del atrio cementerial de la iglesia
parroquial de Santiago de Gobiendes (García et alii, 2013).

rramientos sujeta a una nítida jerarquización y los monumentos fúnebres —con sus escudos
diferenciación social. De mayor a menor impor- y epitafios laudatorios— junto con los obitua-
tancia nos encontramos con la capilla funeraria rios y los Libros de Aniversarios, servirán como
de Santa María, la propia iglesia abacial, la sala mecanismos de perpetuación de la memoria de
capitular, las pandas del claustro y el cabildo. los linajes aristocráticos allí enterrados.
Por su parte, la población campesina depen- En lo que respecta a las tipologías funerarias
diente del cenobio, y que durante los siglos empleadas los siglos bajomedievales conocerán
XI y XII se había enterrado en el cementerio una progresiva sustitución de las tumbas de lajas
exterior de la iglesia, pasará a hacerlo fuera del por las inhumaciones en fosas simples excavadas
monasterio a partir del siglo XIII, en la iglesia en el terreno. Así se puede observar por ejemplo
parroquial de Regla (García Álvarez-Busto, en la parroquia de San Pedro de Vigaña, donde
2012) (fig. 14). En este sentido la propia cate- el cementerio de tumbas de lajas está fechado
dral de Oviedo responderá a comportamientos entre finales del XIII y principios del XV y sobre
funerarios similares (Carrero, 2007), mediante el que se desarrolla una fase tardomedieval de
los cuales el complejo arquitectónico funciona enterramientos en fosa simple (Fernández Mier,
como un panteón nobiliario colectivo, donde 2015). En Santiago de Gobiendes la excavación

124
Figura 16. Sepulcro de Gonzalo Bernaldo de Quirós el Bastardo (c. 1483). Museo Arqueológico de Asturias.
Fotografía de los autores.

al exterior de la cabecera de la iglesia ha permi- aún en la muerte, el prestigio de la estirpe y del


tido documentar parcialmente el cementerio de los yacente. Los sarcófagos exentos, depositados
campesinos feligreses de la parroquia, cuyas fosas sobre pies con forma de león, símbolo de la for-
simples contrastan con los enterramientos destaca- taleza ante la muerte, alcanzan preponderancia en
dos en el interior del edificio (tumba antropomorfa las mejores familias. En algún ejemplar temprano
y lauda). Uno de ellos presentaba una piedra plana del XIV, como la tumba de Rodrigo Álvarez en
bajo la cabeza, en lo que cabría interpretar como el monasterio de San Vicente, se introducía el
una emulación popular de las almohadas fune- sarcófago con lauda albardillada a dos aguas,
rarias empleadas en el XIII en el interior de los emulando las tumbas de la alta nobleza castellana
sepulcros regios (García et alii, 2013) (fig. 15). (Alonso Álvarez, 1992).
Las fosas suponían una mayor sencillez A lo largo del siglo XV una mayor sensibi-
de los enterramientos comunes, pero a la vez lidad hacia el individuo hace que se imponga la
también se puede documentar el uso de ataúdes representación escultórica y naturalista del falle-
de madera, como los identificados en la iglesia cido, que aparece de bulto redondo encima de la
de Santa María de la Oliva (García Fernández, tapa del sarcófago, con la cabeza recostada en la
2007), o los remaches y clavitos en San Juan almohada mortuoria y portando sus vestimentas
de Oviedo (García de Castro, 2001). Algunos fúnebres, emblema del estatus social. Encontra-
de estos ataúdes estarían revestidos de telas y mos modelos en los sepulcros de Gonzalo Ber-
decorados con tachones de plata, como los recu- naldo de Quirós el Bastardo, en San Francisco de
perados en la capilla funeraria de Santa María Oviedo (fig. 16), o en los de Martín de las Alas
de Corias en un contexto funerario netamente y Aldonza González de Oviedo y Juan Alonso,
aristocrático (García Álvarez-Busto, 2012). estos en San Francisco de Avilés.
En todo caso las familias de la nobleza Por otra parte, en los laterales del sarcó-
emplean nuevos elementos que reforzaban, fago se incluyen desde el XIV los blasones

125
Figura 17. Ajuares funerarios que acompañaban los enterramientos del subsuelo interior de la capilla
de Santa María de Corias (siglos XIII-XV) (García Álvarez-Busto, 2012).

nobiliarios de la familia, muchas veces repro- cadáveres en descomposición y tópicos literarios


ducidos mediante pintura polícroma sobre la y artísticos como el Ubi sunt?, «el triunfo de la
superficie alisada del escudo, lo que hace que Muerte», la «alegoría de los tres caballeros» o
hoy, al perderse la policromía, hayan desapare- las «transitumbas» que gozaron de mayor pre-
cido las armas del linaje y los blasones presen- dicamento en la geografía del norte y centro de
ten apariencia inacabada. Así los encontramos Europa. En cualquier caso, se trata de una visión
en la tumba de Rodrigo Álvarez o en las de de la muerte desarrollada en los círculos aristo-
Martín Peláez y Gonzalo Bernaldo de Quirós, cráticos y religiosos y que sólo fue filtrada a la
y así acompañan el sepulcro del arcediano religiosidad popular por cuanto esa visión exce-
siva suponía el engrosamiento de las ofrendas a
García González de Oviedo, originalmente
los templos y una mayor inversión en la memoria
enterrado en la capilla del obispo Gutierre de
funeraria, particularmente a través de las misas de
la catedral ovetense.
aniversario, para salvar las almas. Esto también
Si el Concilio de Letrán había supuesto supuso el desarrollo de organizaciones destinadas
un desarrollo del ceremonial funerario la crisis a procurar una asistencia social ante el deceso,
social, económica y demográfica del XIV será el dado que el fallecimiento en solitario constituye
detonante de una mayor conciencia en la preca- para el cristiano una mala muerte. Nos referimos
riedad de la vida, en el Memento mori, desarro- a las Cofradías, que contarán en Asturias con
llándose toda una corriente cultural y literaria de sus primeros ejemplos en la de Santa Catalina
carácter escatológico que exacerba los resultados de Mareantes de Gijón o la de la Balesquida de
físicos de la muerte, con descripciones de los Oviedo (López, 1989).

126
La intensificación del sentimiento mortuorio ciones. Pero sobre todo será en los contextos fune-
llevará pareja la institución del Purgatorio como rarios reservados a la aristocracia donde mejor se
etapa transitoria de expurgación de los pecados e pueda apreciar cómo se retoman hábitos desecha-
implicaba que el difunto fuera dotado con bienes dos durante siglos, cuando los nobles se hagan
para superar ese momento de espera. El resultado enterrar ostentosamente acompañados de objetos
arqueológico de esta creencia se plasma a partir de adorno y representación social, como se pudo
del siglo XIII en un relativo enriquecimiento de documentar en la capilla funeraria de Santa María
los ajuares que alcanzará ya hasta el final de la de Corias entre los siglos XIII y XV, y donde los
Edad Media. Se recupera también el empleo de finados aparecían dotados de espuelas de hierro
monedas, como ya se apreciaba en Valdediós en sobredoradas, puñales con conteras de plata o
el siglo XII con la moneda de Alfonso I el Bata- hebillas de cinturón de bronce decoradas (fig.
llador; en el hospital de San Juan, con numerario 17). Por el contrario, en los enterramientos cam-
de Alfonso IX y Fernando III del siglo XIII; o más pesinos coetáneos los ajuares son prácticamente
tardíamente en el monasterio de Santa María de desconocidos, y si aparecen se corresponden con
Raíces, con el ceitil de 1495-1521. En todo caso, objetos de escaso valor material, como se aprecia
y desde un punto de vista pragmático, la ausencia claramente en la iglesia parroquial de Gobiendes,
de numismática en los cementerios altomedievales en el cual, del conjunto de feligreses enterrados
y su presencia posterior estaría favorecida por la en su atrio exterior, tan solo uno presentaba unos
mayor circulación de numerario entre las pobla- modestos remaches de cinturón.

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Esti llibru acabó de facese
na Imprenta Mercantil de Xixón,
a 15 díes andaos del mes de payares de 2018
cumplíos 1.300 años del nacimientu del Reinu d’Asturies

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