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Centro de Publicaciones / Universidad Nacional del Litoral

El ángel inclinado
1937
Esta edición electrónica reproduce por escaneo la parte correspondiente a este poemario,
de la monumental edición de las Obras Completas, realizada por el Departamento de
Publicaciones de la Universidad Nacional del Litoral, hoy lamentablemente muy difícil,
sino imposible, de hallar. Se ha dejado el número de página original para referencia
en citas.

Puesto que la sección de notas está al final de la poesía editada y antes de la inédita
y la prosa, no sigue la secuencia de números de página.

Los poemas de Juanele exigen una cuidadosa disposición en la página, tipografía,


interlineados, a veces sangrados, cuestiones en la que el autor era minucioso y
exigente; vaya por tanto todo el mérito que corresponde a esa gran obra que fue
la edición de la UNL.
Índice
(se indica el número de página del papel,
seguido del número de página en el pdf)

Fui al río... 229 5)


En el dorado milagro... 230 6)
El rio tiene esta mañana... 232 8)
El pueblo bajo las nubes... 233 9)
Ah, esta tarde encendida... 234 10)
El río todo dorado... 235 11)
No podéis, no, prestar atención... 236 12)
Invierno, tarde tibia... 239 15)
García Lorca... 240 16)
Todas las gracias... 241 17)
¿Dónde estaba...? 243 19)
Y déjanos pasar... 244 20)
La ribera 245 21)
Luciérnagas... 246 22)
En este momento... 247 23)
Ligero el día... 248 24)
Miro por la ventana... 249 25)
Un palacio de cristal... 250 26)
Luna y rocío... 252 28)

Luego de las poesías se encuentran las notas de la edición


En el aura del sauce El ángel inclinado 229

Fui al río...

Fui al río, y lo sentía

cerca de mí, enfrente de mí.

Las ramas tenían voces

que no llegaban hasta mí.

La corriente decía

cosas que no entendía.

Me angustiaba casi.

Quería comprenderlo,

sentir qué decía el cielo vago y pálido en él

con sus primeras sílabas alargadas, 10

pero no podía.

Regresaba

—¿Era yo el que regresaba?—

en la angustia vaga

de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.

De pronto sentí el río en mí,

corría en mí

con sus orillas trémulas de señas,

con sus hondos reflejos apenas estrellados.

Corría el río en mí con sus ramajes. 20

Era yo un río en el anochecer,

y suspiraban en mí los árboles,

y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.

Me atravesaba un río, me atravesaba un río!


Juan L. Ortiz Obra Completa 230

En el dorado milagro...

En el dorado milagro

de la tarde,

en el último momento

transparente de la tarde,

pronto a florecer del cielo

jardines que caen, caen,

oh, cómo juegan los niños,

en la calle verde, verde,

con espejos encantados.

Los niños, oh, cómo juegan. 10

Cómo la risa remonta

sobre el hambre, sobre el hambre.

Ah, cómo juegan los niños

al borde de los vacíos

de oro pálido, con nubes

de blancor último, nubes.

Ah, cómo juegan los niños,

olvido que canta en torno

de los espejos, y danza

como tallos en la brisa. 20

Oh, la pureza profunda

de la alegría de ellos,

de ellos que ya algo saben,

no, que saben demasiado.

Demasiado saben, pero

aún ignoran
En el aura del sauce El ángel inclinado 231

la pesadilla cortada

de metralla y muerte súbita

—sorpresa terrible de ángeles

despertados en el fuego 30

y la sangre—,

de sus hermanos lejanos

de las ciudades de España.

Aún ignoran, aún ignoran.

Danzad, corred, oh alegría

efímera sobre el hambre,

sobre la angustia nocturna,

sobre la fatiga diaria,

sobre el pertinaz asombro,

en el dorado relámpago 40

de la tarde con espejos.

Gracias por la fuerza pura,

qué fuerza, oh hombres, qué fuerza

del íntimo surtidor

que abre rosas de alegría

en torno de los espejos,

de los espejos con nubes,

bajo el cielo pronto a abrir

jardines que caen, caen...


Juan L. Ortiz Obra Completa 232

El río tiene esta mañana...

El río tiene esta mañana, amigos,

una fisonomía cambiante, móvil,

en su amor con el cielo melodioso de otoño.

Como una fisonomía dichosa cambia,

como una fisonomía sensible, sensitiva.

Orillas. Isla de enfrente.

Cómo danzaría la alegría allí,

cómo danzaría,

ebria de ritmo ante las formas de las nubes,

de las ramas, de la gracia de los follajes 10

penetrados de cielo pálido y dichoso!

¡Cómo danzaría la alegría allí!

Orillas.

Una mujer que va hacia una canoa.

Hombres del lado opuesto que cargan la suya.

Los gestos de los hombres y el paso de la mujer

y el canto de los pájaros se acuerdan

con el agua y el cielo en un secreto ritmo.

Un momento de olvido musical, un momento.

Un momento de olvido para nosotros, claro. 20


En el aura del sauce El ángel inclinado 233

El pueblo bajo las nubes...

Duerme el pueblo. ¿Es ello cierto bajo esta luz

casi nevada de un jardín algodonoso

que flota, se abre, y ciérrase sobre las calles solas

en una fantasía toda infantil de pura?

Yo sé, oh, que las cosas, sólo las cosas, sólo,

se iluminan en esta irradiación alada

y candida— Grandes cisnes efímeros

sobre un sueño de cal y de follajes?


Juan L. Ortiz Obra Completa 234

Ah, esta tarde encendida...

Ah, esta tarde encendida, amigos, esta tarde,

de un oro vegetal iluminada toda

y toda penetrada de la gracia celeste

qué dulce, ah, qué dulce! entre el follaje frágil:

lluvia pálida o fluido casi primaveral

con una muy secreta y fragante nostalgia

de alma. Luz celeste y sensible mirando

entre la irradiación de la muerte suntuosa.

...Fue en Abril, sí, en Abril, en los primeros días

en que empieza a reinar un orden aún tierno 10

en las cosas. Venía distraído. De pronto

al volver de una esquina suburbana aquel árbol

me sorprendió con una presencia tan perfecta,

tan acabada, que, en un milagro hube

de creer. Parecía destacado con un

equilibrio, un ritmo, del todo musical,

en la plenitud grave y frágil de sus formas.

Y todo al punto se ordenó en torno de él

en una paz que hubiera madurado el sensible

pensamiento latente ya del mediodía. 20


En el aura del sauce El ángel inclinado 235

El río todo dorado...

El río todo dorado de Mayo,

ahondando Mayo en una ligera paz efímera,

u ondulándolo en gestos ricos bajo la tarde.

El río todo dorado de Mayo.

Un chico pálido me ofrece su juguete vivo.

Horror. Su dicha por treinta centavos.

Su dicha: la perrita a él identificada

que le mira gritando, y salta, húmedos los ojos

de una mirada, oh, de qué mirada!

Su juguete. Pero su estómago ardía. 10

Un chico que ofrece su dicha por treinta centavos.

Hombres míos! El Otoño. No nombréis al Otoño!


Juan L. Ortiz Obra Completa 236

No podéis, no, prestar atención...

No podéis, no, prestar atención

a las bellezas, a las gracias que os rodean.

¿Las gracias?

Bajo la lluvia y el frío habréis de marchar, fuertes.

La lluvia sobre los jardines,

será una ironía, acaso, para vuestra hambre,

para vuestra impotencia actual de la gran dignidad

humana?

Las gasas móviles —¿quién danza?— serán agujas finas

sobre la dura piel, aún sensible, 10

o una humedad toda vencedora

de lo más íntimo vuestro?

Una inundación gris sobre vuestras mujeres y vuestros hijos?

¿La tierra cruel sin lámpara y sin techo?

Y el sol, el sol, y la mañana

pura de rocío y de rosas,

y el mediodía perfecto y alto como un canto?

Y la tarde, la tarde,

meditación madura destacada

del pensamiento activo del día, 20

o gracia descendiente como un vuelo que ordena

las frases locas de los pájaros

y las encendidas danzas de las horas,

hasta la paz final con la brisa oscura:

poder, dulce poder que armoniza todos los gestos!

No podéis, no, prestar atención,

ni menos comulgar con las bellezas


En el aura del sauce El ángel inclinado 237

que os acompañan, sin embargo.

Apenas si el presentimiento

de un resplandor efímero 30

cuando la belleza os hiere.

Menos ahora, hermanos míos,

menos ahora.

La llamarada trágica de España

os llega

con un calor de angustia y de esperanza.

Duros estáis vosotros y es bueno que así sea ahora

en que el enemigo está activo por todo,

en que la lejana metralla despedaza

a las mujeres y los niños de vuestros compañeros. 40

Es tiempo de marchar todos unidos, fuertemente unidos,

al ritmo de las canciones de vuestros poetas.

Fuertemente unidos, la mirada alerta,

aunque la mañana sea la primer mañana

y la tarde la estampa más vieja, más misteriosa del recuerdo

repentinamente surgida de las nieblas de la sangre.

Es tiempo de marchar fuertemente unidos

aunque seáis sensibles a los poderes desconocidos y encantadores.

"Dura la pupila que ve lejos", sí.

"Sujetar, no cortar, las alas del alma,

aunque éstas sean finas y sensibles,

para que los vuelos futuros sean más altos".

Es ésta, hermanos míos, "una prueba de alas".

"Las fuertes sólo serán capaces

de las travesías inauditas que exigirán los días".

Y os iba, sin embargo, a invitar a mirar este cielo.

¡Qué cielo, hermanos míos, de anochecer de Abril!


Juan L. Ortiz Obra Completa 238

El mundo vuelto todo hacia el puro resplandor

extraño, espiritual, místico, casi.

—¡Qué torpes las palabras para las presencias misteriosas y ardidas!- 60

E1 mundo vuelto todo hacia el milagro amarillo

en una tensión toda religiosa.

Os iba a invitar por un minuto solo.

Pero recordé que vais acerados y ágiles hacia el porvenir

donde duermen bellezas nuevas y frescas que ya nos hacen signos

en la gravedad sonriente y flexible de vuestro sacrificio

de todos los minutos del día y de la noche,

en la fuerza creadora de vuestro anhelo disciplinado

que configurará la tierra y los cielos.

Pero recordé que vuestros pasos deben aplastar las violetas,

si ellos conducen a la comunión final,

desde la cual las tardes serán las fiestas máximas,

el delicado, silencioso espectáculo, la numerosa comunión callada

que ennoblecerá las noches de todos,

el pensamiento íntimo de todos,

los sueños más secretos, más secretos, de todos.


En el aura del sauce El ángel inclinado 239

Invierno, tarde tibia...

Invierno. Tarde tibia.

Como en una dicha diamantina todo.

Aéreos, casi, la hierba y el agua.

¿Será en la noche inquieta, aterida,

un recuerdo translúcido, esta tarde?

Un aroma infinito, tibio, debiera ser,

penetrando los sueños llenos de formas quietas

y como eternizadas.

Debiera ser. Como un vuelo se pierde, sin embargo.

—¿Pero se pierde un vuelo?— 10

Visita alada sin la mínima atención humana

a que tenía derecho.

Pienso. Oh, no sueño.

Entre la sangre y el fuego, quizás,

entre el dolor paciente,

se ganarán los estados necesarios a la cortesía con los ángeles.

La cortesía de todos para que la gracia no sea un privilegio,

y puedan las noches futuras delicadamente defendidas

para todos y para algo que será más que la dicha

—oh exquisitos a quienes la dicha sola os hiere— 20

estremecerse, secretas, con el recuerdo aún vivo

de alas entrevistas y de nimbos extraños.


Juan L. Ortiz Obra Completa 240

García Lorca...

Iba con un énfasis todo infantil con el hallazgo

de las canciones del pueblo.

Oh gracia fresca del pueblo para decir su alegría, su dolor,

la pesadilla terrible de su vida

donde veía las sombras de la fatalidad, por veces:

un niño en los infiernos con las alas del ángel de la melodía!

Qué soplo en los cantos! Aveces, oh, qué viento! en las canciones.

Pero él no quería poner ritmo al viento

porque escuchaba a la secreta sangre, a la profunda sangre,

y era en la luz antigua, y viva, y eterna, de la tierra y el cielo: 10

resplandor: el más puro; aroma: el más etéreo, del gran niño doliente que hoy madura entre las balas,

o música de las músicas que venían como un río viejo de los primeros sufrimientos y de las primeras

[ nostalgias,

de las primeras rebeliones y también de las primeras fiestas!

—oh, qué surtidores de gracia él curvaba como un mago—

Azucena aparecida

o caballo alado que viene de los olivares

tocando alarmas en su galope de sueño

porque la tierra está toda sonora:

increíblemente tronchada,

o cazado a tiros, oh poetas, en la noche estúpida y cobarde! 20


En el aura del sauce El ángel inclinado 241

Todas las gracias...

Todas las gracias de la felicidad.

Un arroyo, un arroyito,

ondulando, medio escondido,

con árboles, un poco vanidosos, pero bellos.

Un arroyo, un arroyito,

en el mediodía de otoño.

Flores, flores, mirándose.

Islas, pequeñas islas, con arbustos.

El mediodía tibio, el mediodía:

profundidad sensible. 10

Todas las gracias de la felicidad

agreste en el paisaje casi femenino

de nuestra tierra abierta a la pureza del cielo ubicuo.

Todas las gracias tiernas.

Y aquí cerca, ah, un rancho.

La miseria, aquí cerca, con sus huéspedes horribles.

Sería hermoso, oh, hermoso,

ver la tarde, la tarde, tímidamente alargar

sus sombras sobre el éxtasis

verde de las orillas ondulando entre los bosquecillos. 20

Las sombras alargarse, a pesar, ay! a pesar

del mirarse en sí mismo de este encanto.


Juan L. Ortiz Obra Completa 242

Sería hermoso

ir hasta el fondo de esta dicha detenida

—¿detenida?—

y entrever la faz sonriente y mágica de los campos

como fueron dados a todos

en los días y los tiempos de su inocencia celosa.

Pero hay pálidas caras, y hay harapos, al lado.

¿Iremos hacia vosotros como con una brazada 30


de flores?

Oh, no, entraréis a lo vuestro como al propio jardín

sagrado, rescatado de sacrilegas manos,

después que hayáis desalojado a los horribles huéspedes,

y sean de vuestras casas al fin como los íntimos

los reflejos de los árboles y del cielo, cambiantes.


En el aura del sauce El ángel inclinado 243

¿Dónde estaba...?

¿Dónde estaba la primavera, dónde estaba?

Una fisonomía tenuemente tierna

apareció en la luz de Agosto

y se inclinó —¿se inclinó?—

sobre el disperso caserío campesino.

¿O surgió de la tierra, de las cosas,

este casi secreto anhelo puro?

El cielo sonrió,

y la lejanía

con dichoso brillo nuevo

tembló en la tarde como un presentimiento.


Juan L. Ortiz Obra Completa 244

Y déjanos pasar...

Y déjanos pasar

antes de que vengan todas de la mano las flores

estos silencios tensos y ya casi rítmicos.

El canto viene, hermanos, y no sabemos esperarlo.

Sería necesario un oído

no ya sólo sutil, sino sereno.

¿Y hay un oído sereno

ahora?

Un oído que se abriese a la caída de la tarde


y se inclinase sobre las hierbas y atendiera a los grillos 10

y se volviese al resplandor inmediato de la luna

en su diálogo con los húmedos tallos.

Pero este oído sutil si lo fuera de veras

percibiría también

entre el secreto, casi íntimo, bisbiseo

de las criaturas prontas a subir para el canto

la resonancia profunda de la muerte brutal y ajena, oh Rilke,

abatida en la noche sobre las mujeres y los niños...


En el aura del sauce El ángel inclinado 245

La ribera

En qué sueños la vi, la vi en qué realidad?

Era ella de flores y con árboles altos

por entre cuyas ramas gráciles el verano

era un vapor azul que lejano temblaba.

¿Era la dicha pura, era la imagen de

la dicha delicada y común que esperaba

aquí cerca como una presencia misteriosa,

o era la esperanza emergiendo del agua

y llamando al confín entre las ramas quietas

cuando se miran niñas y amarillas las flores, 10

eternas, frente a los secretos pasos fluidos

del tiempo, de qué tiempo, del sueño o de la vida?


Juan L. Ortiz Obra Completa 246

Luciérnagas...

Por entre las luciérnagas hacia el rio flotamos,

pues la sombra está toda de pupilas viajeras.

Y en el río, oh amiga, llamas hondas y móviles.

¿Qué puerto aparecido?

La alta fiesta celeste sumergida

bajo el encantamiento de las chispas aladas:

luciérnagas, luciérnagas, todavía en el río!


En el aura del sauce El ángel inclinado 247

En este momento...

En este momento casi perfecto de la tarde,

qué es lo que me hace un poco triste?

¿Es su eternidad o su fugacidad?

¿Es este sentimiento de estar solo en su oro translúcido, espiritual,

o esta calidad pensativa, casi elegiaca, de pura?

Pero si estoy en él no estoy solo.

Estoy en las varias formas en que él se realiza:

pájaros, aguas, flores casi volatizadas.

Es un sentimiento acaso de pecado

por este éxtasis solitario, esta plenitud paradisíaca 10

que no es de todos, pero que está cerca de todos,

¿cerca? ofrecida como una etérea música

que no puede saber de la indignidad y del horror humanos?

Canto sereno, sí, casi celeste,

sobre un fondo de inseguridad y de angustia.

¿Es esta sombra la que me hace triste?

Pero en la noche es dable escuchar melodías perfectas,

y está además, hermanos, la estrella de la síntesis,

el círculo mágico del fuego

que agrandará hasta el límite de la tierra 20

sus cordiales, seguros anillos de amistad y alegría...


Juan L. Ortiz Obra Completa 248

Ligero el día...

Ligero el día con nubes.

Sonrisa celeste del río, fugitiva.

Sonrisa

cambiante, amigos, qué cambiante!

¿Es una sonrisa que se va o que mira?

Ligero el día, con nubes.

Mañana de verano como con alas tímidas.

Alas de la mañana sobre la faz del río.

Claridad casi de alma entre el esmalte tierno de los campos.

Alas de la mañana con la lluvia de anoche. 10

Alas sobre la fluida felicidad celeste.

Oh claridad de agua que con las nubes juega;

¿danza de niña o joven?


En el aura del sauce El ángel inclinado 249

Miro por la ventana...

Miro por la ventana la luz última

de lámparas bajo algas profundas, y quisiera

a la orilla del río estar y de los campos:

qué olas vendrán del este, tímidas y fosfóricas

con esquilas perdidas sobre vagas espumas?


Juan L. Ortiz Obra Completa 250

Un palacio de cristal...

Un palacio de cristal

rodeado de sombras

azotado por las olas de las sombras.

¿Era esto la vida?

¿Pero es la muerte la sombra invasora?

Venimos de la vida, de la gran vida,

y hacia la vida, la gran vida, vamos,

a través de una forma efímera

hermana de la piedra y del arco-iris, sí, Marie Colmont.

Es el retorno, entonces, la muerte, 10

amiga de la voz segura y luminosa

que nos muestra los hilos infinitos, todavía trémulos,

que nos ligan a todas las criaturas del universo, en espera.

Sí, desde el abrazo humano, como tú dices,

nos elevaremos a la gran hermandad.

Desde la casa segura y limpia de la tierra,

desde la casa hermosa y noble,

en medio de las triunfantes aventuras,

por entre las fuerzas misteriosas que ceden,

la criatura humana entablará las más puras relaciones 20


En el aura del sauce El ángel inclinado 251

con todas las cosas que tiemblan en su halo sensible

esperando nuestras miradas amorosas y nuestras caricias inteligentes.

Y con los animales, sí, con todos,

vidas todavía tan misteriosas y turbadoras.

¡Con todo!

Hay tantas cosas, tantas vidas,

que nos miran y nos esperan!

Tantas vidas que se consumen de espera!

Vidas las más increíbles, sí: una agua azulada,

una nube, un tallo de hierba, un árbol en la tarde, 30

el color de una tarde; más, si queréis,

una tarde sin color que sólo algunas flores señalan.

Tantas vidas: los animales y las cosas.

Pero desde el abrazo humano sí,

se organizará la ronda cósmica con cantos

o con miradas atentas.

La muerte no existirá con su fisonomía egoísta

en que el hombre, ciertos hombres, han esculpido los rasgos de su miedo,

o de sus "valores" ah, tan dependientes de muy "pequeñas" cosas.

La muerte, la gran sombra, la zona oscura de las fuerzas bullentes, 40

de donde surgió nuestra "forma", el equilibrio, ¿el equilibrio?

de nuestro momento tendido,

ah, secretamente tendido,

hacia todas las llamadas anhelantes de la creación.


Juan L. Ortiz Obra Completa 252

Luna y rocío...

Luna y rocío.

Soledad.

La belleza llorando,

la belleza afligida.

¿Por qué en esta calma que apenas titila

de una gracia que cae

de las estrellas?

La belleza llorando.

Mujer, te veo

los ojos agrandados 10

y absortos

con un brillo de lágrimas aún.

¿Lloras porque no hay un corazón apacible

en esta noche

en que sólo el rocío

tiembla,

en que tu armonía

es toda de ceniza iluminada

y de grillos latentes?

Ah, lloras, mujer mía, 20

porque los corazones están desgarrados

y estás sola.

Manos ajenas

de muerte

los han desgarrado.

La muerte ha instalado en ellos

su dinastía brutal.
En el aura del sauce El ángel inclinado 253

A través de tu faz

melancólica

los ojos del corazón, sí, los ojos, 30

ven el horror lívido

de la tormenta de hierro

que estalla sobre el sueño

y las risas más puros,

no lejos, oh belleza, no lejos.

Las distancias, tú sabes,

para el corazón no existen.

Aquí, en esta noche,

en la paz húmeda

y apenas rítmica 40

de esta noche,

en el olvido apenas cantado

de esta noche

que parece recién nacida

en el creciente de Abril,

se oyen llantos de niños,

se oyen llantos de mujeres

porque los niños han quedado bajo los escombros

o sólo son un brazo o una piernecita

ensangrentados.

Lloras belleza

porque no hay

corazones apacibles.

¿Cómo puede haberlos?

Lloras tu soledad.

¿Pero por qué te hicieron sola?

Tú sales de las entrañas de la vida

y si las entrañas ahora sangran,

de la vida tú has nacido,


Juan L. Ortiz Obra Completa 254

y bajo la muerte de ahora, 60

las fuerzas que te crearon

te modelarán con una fisonomía más fiel,

y no llorarás más como un ángei perdido,

porque los corazones, todos los corazones,

podrán mirarte de frente

y en todo momento.
En el aura del sauce Notas 887

El ángel inclinado

Por no hallarse ningún ejemplar del libro, no y ahora soy un ave que esta paz
se han podido cotejar las variantes con la edi- canta [...]
ción Vigil.
y en el poema "Rama de sauce" también del
Protosauce:

Fui al río... Rama de sauce soy

Es el único poema de En el aura del sauce Pero de estos poemas sólo sobrevivió, en el
donde se presenta una relación concreta de libro, el acápite al poema "Señor..." en la cita
empatia entre el poetay el paisaje. En el poema libre del conocido poema de Empédocles
"En el Parque" del Protosauce (ver nota) se (poeta, por otro lado, arquetípico como "hom-
dice: bre divino"):
Juan L. Ortiz Obra Completa 888

He sido, tal vez, una rama de árbol, Iniciamos con la presente la traducción de algu-
una sombra de pájaro, nas de dichas notas, deseosos de que ellas, ahora
el reflejo de un río en que la estación nos lleva más hacia la natura-
leza, puedan ayudar a sentir y observar a ésta con
Ahora, en el poema "Fui al río..." el tema de la
mayor delicadeza y atención.
empatia poeta-paisaje se retoma en su variante
"era yo un río" donde el pasado imperfecto (el Son artículos que tienen un marcado acento
tiempo del relato) produce una distancia entre autobiográfico y que tratan, precisamente, de
el hecho relatado y el poema. la "experiencia" en el "contacto íntimo con las
En un reportaje que se le hizo en 1976, a casi cosas". Dada la relación estrecha de Ortiz con
cuarenta años dei poema, ante la pregunta: estos textos de Marie Colmont durante los
"¿Se sentía usted mismo un río?", Ortiz con- años de la escritura de El álamo y el viento, se
testa: podría pensar que el mismo título de este libro
es un homenaje a la joven escritora que termi-
|Cómo no! Eso es lo que llegué a sentir. Es
na de esta manera el artículo que tiene por
absolutamente cierto. Los que me habrán obser-
título "Mi hermano, el árbol":
vado entonces me habrán creído loco. Me creía
un río y caminaba como un sonámbulo. En el Un árbol en el viento: la imagen del dolor huma-
poema "Fui al río" cuento eso. no.

En el poema "Un palacio de cristal", concreta-


Un palacio de cristal... mente, hay referencias al artículo "Partiendo
Hay una referencia, en el v.9, a Marie Colmont, de un árbol y un guijarro" fechado el 28 de
que marca con su estructura dialógica a todo enero de 1938:
el poema. En los años de la escritura de El
Se habla algunas veces de árboles muertos,
ángel inclinado Ortiz lee los artículos que esta
como si los árboles pudieran morir. Morir es una
escritora publica, en la revista francesa Ven-
palabra que han inventado las religiones, pero
dredi, entre 1936 y 1938, año de su muerte.
nuestros sueños y las ciencias, dicen: No. "Mo-
Cuando Ortiz se muda a Paraná, traduce para
rir" es simplemente "devenir", es "cambiar"; y
El Diario de esta ciudad una veintena de estos
cuando decís: "la Muerte", yo entiendo: "el Retor-
artículos que se publican, con una frecuencia
no". Retorno a la materia viviente de donde sali-
quincenal, entre enero y diciembre de 1945,
mos para una aparición terrestre que no es sino
firmados con el seudónimo de Alfredo Díaz en
un momento de una forma de nuestra existencia.
una sección que lleva el título: "En la naturale-
za" (respecto a la relación de Ortiz con El a lo que el poema contesta:
Diario, ver las notas a las Prosas). El primero
de estos artículos está precedido por la si- v.10 Es el retorno, entonces, la muerte
guiente nota de Ortiz: Este mismo artículo termina:
Con este título general, la fina y noble escritora Si es necesario una filosofía, es ésta la que yo
francesa, fallecida hace unos seis años, publicó, querría para ti. Ella puede llevarte lejos. El día en
en el semanario Vendredi, una serie de notas que que poses la mano sobre la madera, sobre la roca,
destacaban un altísimo y generoso pensamiento, sobre el metal, sobre el pelaje de la bestia, con la
una sensibilidad en extremo viva y alerta, de certidumbre de tocar allí una forma de la vida que
amplitud y efusión casi oriental, y un estilo de los fue, es o será tuya, donde te sentirás, sin más
más precisos y dúctiles que se hayan dado para —sin menos—, un trozo del universo, ese día te
poner en valor la experiencia recogida en el elevarás fuera de ti mismo y desbordarás hasta
contacto íntimo con las cosas y los aspectos más el sentido extremo de lo colectivo, aquél que
celosos de la tierra y de los cielos. excede al mismo hombre. Creo que entonces
En el aura del sauce Notas 889

estarás bien cerca de conocer la paz, pues perde- cional limitar a algunos seres su abrazo.
rás esta actitud de defensa y de orgullo que falsea
a lo que el poema contesta:
tus relaciones con el mundo.
¿Amar la tierra entera? ¿Por qué no? El corazón v. 14/5 Sí, desde el abrazo humano, como tú dices,
del hombre ha sido hecho generoso; es conven- nos elevaremos a la gran hermandad.
© Centro de Publicaciones, Universidad Nacional del Litoral,
Santa Fe, Argentina, 19%.

ISBN 950-9840-73-4
Reservados todos los derechos.
Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723.

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