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GENINI La Relación de Diego Ronquillo
GENINI La Relación de Diego Ronquillo
Introducción
Generalmente el éxito de una obra histórica depende tanto del valor intrínseco de la
misma como de la influencia ejercida en otros historiadores. Así, una obra puede ser
considerada clásica por sus aportes y ampliar en el tiempo su autoridad. Sin embargo,
también es necesario ejercer razonablemente la crítica sobre esas obras, en búsqueda
del avance del conocimiento histórico, especialmente en el ámbito historiográfico local.
Es por ello que pretendemos situar el origen de esta Relación, realizar su análisis
crítico en comparación con otras fuentes y verificar la validez de su aporte. Con esto
pretendemos contribuir al avance de un conocimiento histórico sólido y fundamentado.
La labor del historiador sin duda incluye la revisión como uno de sus más importantes
instrumentos de avance en el conocimiento, al igual que la rigurosidad y la crítica. Los
aportes de historiadores anteriores deben ser sometidos a una natural y periódica
revisión y crítica como parte básica de la labor del historiador como han señalado
muchos y conocidos teóricos como Federico Suárez, Oscar Handlin y Julio Aróstegui,
entre otros.
En el caso de las obras y autores considerados como autoridades esta labor adquiere
una significación especial pues, mas allá de la necesidad de debatir una afirmación
determinada, se pone en duda una cadena de aseveraciones que se asientan en un
criterio aceptado por los historiadores posteriores. Esta es la virtud y también la
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Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo “Prof. Mariano Gambier” (FFHA, UNSJ).
Publicado originalmente en: MICHIELI, Teresa (Comp.), Huarpes, españoles y jesuitas en Cuyo
(siglos XVI a XVIII) Publicaciones 29 (Nueva Serie). IIAyM-UNSJ, San Juan, 2012.
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GENINI, Guillermo F., La Relación de Diego Ronquillo y su vínculo con la historia de la fundación de San
Juan de la Frontera, en Publicaciones 29 (Nueva Serie). IIAyM-UNSJ, San Juan, 2012.
Una de las características más importantes del conocimiento científico en general y del
histórico en particular, remite a su condición de transitorio puesto que supone la
práctica de la crítica y la revisión periódica por parte de la comunidad de los
historiadores contemporáneos y posteriores. Al compartir su aporte en forma escrita,
con un determinado estilo y metodología, cada historiador queda expuesto a que los
demás critiquen y valoren su obra en una práctica propia de toda disciplina que aspire a
ser considerada científica. Así, cada contribución general o específica será considerada
de valor o no por los demás historiadores, quienes analizarán y evaluarán el conjunto
de elementos aportados por la investigación.
Sin embargo, la base sobre la cual ha de asentarse todo trabajo de crítica histórica
refiere a evitar el abuso en los procedimientos y metodologías que permite la correcta
evaluación de un trabajo, en especial sobre los datos y fuentes seleccionados. La
correcta utilización y citado de las fuentes y los documentos son un instrumento
indispensable para juzgar la validez de las afirmaciones que sobre ellos se asientan.
Ningún historiador está exceptuado de errores, pero como sostiene Marcelo Montserrat
cuando convoca a la revisión crítica de la historiografía argentina, no es lo mismo error
que abuso, ausencia que invención, olvido que falacia, cuando no una abierta
preeminencia del discurso ideológico sobre el propiamente histórico (MONTSERRAT, Uso
de la memoria, pág. 23-37).
Handlin considera que en gran medida una crítica suficiente que asegure el valor de un
libro es “la exactitud de los detalles”, para lo cual se debería rastrear el origen, por
ejemplo, de una cita mas allá de las fuentes de segundo o tercer orden hasta alcanzar
el lugar donde se extrajo la cita y comprobar su exactitud. De esta manera se podrá
relacionar el valor de una afirmación con la selección y ordenación de los datos
2
históricos que constituyen la comprobación de la misma , lo cual no significa la
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ARÓSTEGUI, La investigación histórica, pág. 42-46. Este autor destaca que la Historia, en su
relación con las Ciencias Sociales, busca generar conocimiento mediante la construcción de
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GENINI, Guillermo F., La Relación de Diego Ronquillo y su vínculo con la historia de la fundación de San
Juan de la Frontera, en Publicaciones 29 (Nueva Serie). IIAyM-UNSJ, San Juan, 2012.
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afirmación de una verdad absoluta, sino “vigorosas insinuaciones de la verdad” . La
validez de una conclusión está basada, pues, en el examen cuidadoso de las pruebas
que permiten reconstruir algún hecho o proceso del pasado.
El historiador debe asumir la crítica como parte de su labor específica y para ello es
necesario que pondere no sólo el valor de una obra sino reconstruya la forma en que
fue realizada. Además de seguir los pasos del autor de la obra se tiene que tener en
cuenta la escuela y la época a la que pertenece pero sin duda la acción más compleja
es “la incomodidad de la crítica de los hechos”. Según Handlin toda crítica a las
afirmaciones, interpretaciones, mitos o paradigmas debe apoyarse en la crítica de los
hechos pues ninguna idea o afirmación histórica puede “sostenerse sobre pies de
barro” (HANDLIN, pág. 120).
El hecho de que la verdad haya sido descartada como un logro necesario que guíe la
acción de los historiadores no impide, como sostiene Matthew Restall, que “la
imposibilidad de alcanzar una objetividad absoluta no tiene que resultar tan
desalentadora”, pues advertir el papel que juega la subjetividad en la investigación
puede ayudarnos a comprender las explicaciones que sobre un hecho histórico se ha
construido (RESTALL, Los siete mitos de la conquista española, pág. 20).
Es por ello que distingue dos formas de relatar lo que ocurrió. Una es considerar como
se relató el hecho como fruto de la época contemporánea a su acontecer. Otra es fruto
del trabajo del historiador en los archivos y bibliotecas cuando construye sus propias
interpretaciones con afán de objetividad. En esta segunda forma el tratamiento de las
fuentes es fundamental, pues si bien la pretensión de verdad absoluta es imposible, los
estudios históricos basados en abundante documentación y bien argumentados
permiten afirmar algo del pasado, logrando una mejor comprensión de la conquista
aunque las conclusiones históricas no son infalibles (RESTALL, pág. 22).
datos fácticos y no sobre valores, por lo que necesita establecer mediante una demostración
verificable el camino y el resultado de sus afirmaciones.
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HANDLIN, ver el Capítulo V, La crítica histórica.
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Juan de la Frontera, en Publicaciones 29 (Nueva Serie). IIAyM-UNSJ, San Juan, 2012.
Ya en la segunda mitad del siglo XIX el historiador chileno Diego Barros Arana llamó la
atención sobre la contradictoria conducta de los conquistadores españoles en América
con respecto a su apego a las fórmulas legales y sus acciones, muchas veces violentas
e ilegales, que respondían a distintos intereses. Así aparecieron con frecuencia una
serie de documentos legales que se preservaron en distintos archivos y que tenían por
finalidad la denuncia de actos, la justificación de los mismos o su defensa mediante
escritos, la mayoría de las veces aportando datos muy detallados. Entre estos
documentos puede citarse los procesamientos, las probanzas, los informes, además de
las cartas y las relaciones que si bien no tenían valor jurídico sirven para ilustrar el
contexto de las acciones de los conquistadores.
Por su parte las crónicas y relaciones, algunas tan famosas como las cartas de relación
de Hernán Cortés o Pedro de Valdivia, tuvieron un origen similar o fueron inspiradas en
la cultura letrada de la época para dejar constancia justificatoria de los protagonistas de
los hechos a la posteridad y estuvieron destinadas a informar al Rey o algún
funcionario de alto rango. Ambos tipos de documentos, cuyas características no
llegaron a diferenciarse del todo, especialmente su objetivo justificatorio, sirvieron de
base para la construcción de las historias posteriores (RESTALL, pág. 38-41). Así, es
posible considerar en general a las relaciones pero cada una tuvo un contexto
específico de nacimiento y utilización que es necesario reconstruir.
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Esta vinculación es muy importante porque el historiador sanjuanino Horacio Videla cita
a la Relación de Diego Ronquillo basándose en la obra Historia General de Chile de
Barros Arana quien a su vez cita a Gayangos.
Pero fue en el tomo I de su Historia de San Juan publicada en 1962 donde el valor
fundacional de la “crónica” de Ronquillo hizo su aparición. Cuando trató la fundación de
Ciudad de la Resurrección (segunda fundación de Mendoza) en marzo de 1562
sostuvo que sus fuentes para esta interpretación fueron el acta de la fundación de la
Ciudad de la Resurrección o Mendoza, la obra de José Aníbal Verdaguer, Lecciones de
historia de Mendoza, lección III y la “crónica” de Diego Ronquillo, De las cosas que los
indios hicieron.
Esta última obra citada a pie de página es de suma trascendencia puesto que aparece
como una descripción realizada por un testigo letrado, oficial y directo de los hechos de
la expedición pobladora. Por ello consideramos de gran importancia transcribir el
momento en que Videla citó por primera vez a la obra de Ronquillo en el texto, aunque
el texto entre comillas citado carece de referencia. Esta circunstancia produce un efecto
que desde el punto de vista de la prueba historiográfica es considerable, pues, pese a
que no puede identificarse, el origen de la frase parece que efectivamente fue extraída
textualmente de la obra de Ronquillo:
La cita documental a pie de página completa los datos fundamentales sobre la “crónica”
de Ronquillo de la cual supuestamente se extrajo el fragmento citado entre comillas en
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GENINI, Guillermo F., La Relación de Diego Ronquillo y su vínculo con la historia de la fundación de San
Juan de la Frontera, en Publicaciones 29 (Nueva Serie). IIAyM-UNSJ, San Juan, 2012.
“29 Diego Ronquillo, De las cosas que los indios hicieron, crónica
publicada por Pascual Gayangos en Memorial Histórico Español, e
inserta en el Apéndice de la Historia de Chile, de Alonso de Góngora
Marmolejo”.
El vínculo entre Barros Arana y Gayangos puede arrojar luz al respecto. Tras una
precoz formación en Santiago, el joven Barros Arana consideraba que los documentos
existentes en Chile no eran suficientes para escribir la historia nacional y que era
necesario acceder a los grandes reservorios documentales de Europa y en especial de
España que contenían gran parte de los escritos sobre el Chile colonial. Como sostiene
su biógrafo Sergio Villalobos:
La oportunidad referida fue el forzoso exilio de Chile que vivió por ser opositor al
gobierno de Manuel Montt entre 1858 y 1861. Durante este período revisó archivos en
Buenos Aires, Inglaterra y Francia. Finalmente su labor más fructífera la realizó en
España entre 1859 y 1860 junto a Benjamín Vicuña Mackenna. Villalobos afirma
citando a Barros Arana:
4
Es probable que haya sido el mismo Barros Arana quien impulsó la inclusión de la Relación de
Ronquillo en el tomo II de la Colección de historiadores de Chile y documentos relativos a la
historia nacional a su regreso a Chile en 1861. Este es el mismo tomo donde aparece la Historia
de Chile de Pedro Córdoba y Figueroa.
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El hecho de que el propio Barros Arana refiera a su estudio de las obras publicadas por
la Real Academia de Historia de Madrid hace patente su conocimiento del Memorial
Histórico Español que desde 1850 era su publicación oficial regular, incluso afirmando
que se encontraba archivada en la Biblioteca Nacional de Madrid. Fue precisamente en
1852 en el tomo IV del Memorial donde apareció publicada por primera vez la Relación
de Diego Ronquillo atribuida a la labor erudita de Pascual de Gayangos, quien a su vez
aprovechó en parte el trabajo de compilación de Juan Bautista Muñoz como se verá
más adelante.
5
Palmira Vélez en una reciente obra sobre los historiadores españoles americanistas sostiene
que la Real Academia de Historia, especialmente bajo la dirección de Luis López Ballesteros
desde 1849, “deseaba publicar fuentes, pero no cualquier fuente” priorizando aquellas poco
conocidas y que no contradijeran el espíritu nacional español. Este era uno de los principales
objetivos del Memorial Histórico Español que comenzó a publicarse en 1851. Por ello, la Real
Academia emprendió la enorme tarea de publicar una gran cantidad de fuentes que estaban
dispersas en una multitud de archivos públicos y privados. Pascual de Gayangos fue un experto
en buscar y editar manuscritos originales, tanto árabes como españoles, de acuerdo con el
concepto de erudición académica de la época, con más tendencia a acumular fuentes que
estudiarlas. A mediados del siglo XIX Gayangos formaba parte de la Comisión de Indias, grupo
de eruditos encargados por la Real Academia de buscar y publicar manuscritos originales y
desconocidos sobre la acción de los españoles en América. VÉLEZ, La historiografía americanista
en España, 1755-1936, pág. 29-41.
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La relación de Diego Ronquillo fue escrita hacia el año 1570 según se desprende de la
afirmación del propio autor.
6
Diego Ronquillo, según informes referidos al movimiento de migrantes marinos , muy
probablemente llegó al Perú en 1555. No se conocen más datos de su origen o su
actuación en el Perú pero si se puede afirmar que formó parte de la hueste que
acompaño desde Lima a García Hurtado de Mendoza cuando su padre, Virrey del Perú
y Marqués de Cañete, le nombró Gobernador de Chile en 1556. Este hecho puede ser
confirmado por su propia pluma y su rastro permanece en Chile hasta 1569
aproximadamente cuando concluye su Relación.
6
En el Catálogo de Pasajeros a Indias, Volumen III (1539-1559), se registra a Diego Callejo
Ronquillo, vecino de Arévalo, en viaje con destino al Perú en 1554.
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Poco es lo que pueden aportar los historiadores chilenos sobre este personaje. Según
lo afirmado por José Toribio Medina en su Diccionario biográfico colonial, Diego
Ronquillo:
Este mismo autor en una obra posterior reafirma los datos transcriptos y agrega la
trascripción facsimilar de su firma que reproducimos a continuación (MEDINA, La
Araucana: ilustraciones.- II, pág. 286).
Las primeras referencias a la obra de Ronquillo las realizó el propio Barros Arana. En el
tomo II de su Historia General de Chile utilizó en numerosas ocasiones la “Relación de
lo ocurrido en Chile durante el tiempo que asistió en dicho reino” tal como aparece
citada en el texto. Sobre su origen y publicación sostuvo lo siguiente
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suerte de los otros prisioneros, puesto que sólo se habla del castigo
de uno solo.
“La Relación de Ronquillo conservada en la Biblioteca Nacional de
Madrid, fue publicada por don Pascual de Gayangos como apéndice
de la historia de Góngora Marmolejo, y ha sido reproducida en el tomo
II de la Colección de historiadores de Chile.”(BARROS ARANA, Historia
General de Chile, tomo II, pág. 109.)
7
REAL ACADEMIA DE HISTORIA, Memorial histórico español, tomo III, 1851.
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Relación de las cosas de Chile, dada Relación que envía el señor García de
por el licenciado Juan de Herrera Mendoza, gobernador de Chile el 24 de enero
de 1658, desde la ciudad de Cañete de la
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Frontera, que nuevamente se ha poblado en
Arauco
Segunda relación de las cosas de Relación de las cosas de Chile, dada por el
Chile, dada por el licenciado Juan de licenciado Juan de Herrera
8
Herrera
Relación dada por el licenciado Segunda relación de las cosas de Chile, dada
Diego Ronquillo de lo ocurrido en por el licenciado Juan de Herrera
9 Chile durante el tiempo que asistió
en dicho reino
Relación enviada al Virrey del Perú Relación dada por el licenciado Diego
por Juan de Matienzo, vecino de Ronquillo de lo ocurrido en Chile durante el
10 Valdivia, del alzamiento y rebelión de tiempo que asistió en dicho reino
los indios araucanos
Información y relación de los sucesos Relación enviada al Virrey del Perú por Juan
de la guerra de Chile, hasta el año de de Matienzo, vecino de Valdivia, del
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1598, y el aviamiento que se dio aquel alzamiento y rebelión de los indios araucanos
año al general D. Gabriel de Castilla
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Esta posibilidad, que la Relación de Diego Ronquillo perteneció a los papeles de ese
Gobernador de Chile, se asienta en el origen descrito de la documentación, la relación
de Ronquillo y García Hurtado de Mendoza y su favoritismo hacia ese gobernador, y en
la circunstancia que se trata de un documento que, si bien no es oficial, refiere a la
actuación pública del propio personaje así como de otros notorios conquistadores y
gobernantes, tal como lo confirma la referencia en su publicación “Varios tocantes al
8
gobierno de las Indias, Bibl. Nac. J.53 folio 247” .
Ya hemos visto como la Relación de Diego Ronquillo apareció varias veces citada en la
obra de Videla y como este influyente historiador le atribuye una trascendental
importancia historiográfica al considerarlo como un testigo letrado y directo de acto de
la fundación de las ciudades de La Resurrección y San Juan de la Frontera en 1562.
9
Según Videla, Diego Ronquillo fue un licenciado entendido en cuestiones de letras que
acompaño a Jufré en su marcha de los años 1561 y 1562 participando como miembro
de su expedición e incluso siendo beneficiado de algunos de los repartimientos de
solares que el fundador realizó como en el caso de San Juan. Como resultado de esta
participación y de su condición de letrado habría producido una descripción de los
hechos que tuvieron lugar en la expedición, incluyendo un relato del proceso de
fundación. Tal es la importancia de la obra que el autor afirmó que este documento
“sirvió de base a toda la historia escrita con posterioridad” como se resaltó
anteriormente y que en su sumaria relación sobre su estadía en Chile dejara “las
primeras noticias de la campaña cuyana de Jufré” (VIDELA, Historia de San Juan, pág.
239).
8
BARROS ARANA, Historia General de Chile, tomo II, pág. 422. Medina afirma por su parte que el
original bajo el título erróneo de “Las cosas que los naturales de aquel reino han hecho en
deservicio de Dios y de Su Majestad y que yo he visto” se encuentra archivado en “Biblioteca
Nacional de Madrid (j. 53, fol. 247, signatura antigua)”. MEDINA, La Araucana: ilustraciones II, pág.
286.
9
Medina afirma que la condición de licenciado implicaba “su profesión de letrado” que ejerció
conjuntamente con el de las armas. MEDINA, La Araucana: ilustraciones II, cita 964.
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Esta “crónica”, citada en la obra de Videla como “De las cosas que los indios hicieron”,
fue utilizada y citada por el historiador chileno Diego Barros Arana del cual extrae
Videla la caracterización de “crónica o sumaria relación”. Videla cita en reiteradas
ocasiones a Ronquillo y su “crónica” (Historia de San Juan, tomo I, páginas 220, 235,
237, 239, 287, 289). Sin embargo en ninguna aparece alguna referencia a su contenido
o sus aportes, lo que lleva a pensar que al parecer el autor sanjuanino no tuvo acceso
directo al texto mismo del documento aunque en la cita de Historia de San Juan de la
página 220 haga referencia a que fuera publicada por Pascual Gayangos en el
Memorial Histórico Español y que fuera insertada en el apéndice de la Historia de Chile
de Alonso de Góngora Marmolejo, obra bastante conocida en el ámbito histórico
chileno y argentino desde la segunda mitad del siglo XIX.
En este sentido podemos afirmar que los editores tanto españoles como chilenos
juzgaron como un aporte menor y complementario la obra de Ronquillo, al igual que
otras relaciones como las de Juan de Herrera y Juan de Matienzo, dado que la obra
mayor, es decir la crónica o historia, está representada por el escrito de Alonso de
Góngora Marmolejo, Historia de Chile desde su descubrimiento hasta el año 1575. Por
10
REAL ACADEMIA DE HISTORIA, Memorial histórico español, tomo IV, pág. 422 y COLECCIÓN DE
HISTORIADORES DE CHILE Y DOCUMENTOS RELATIVOS A LA HISTORIA NACIONAL, tomo II, pág. 254.
11
BARCIA, Diccionario general etimológico de la lengua española, tomo II, pág. 514 y tomo V,
pág. 118.
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“En el tiempo que yo Diego Ronquillo [he] estado en Chile, las cosas que los
naturales de aquel reino han hecho en deservicio de Dios nuestro Señor y de
Su Majestad, y que yo he visto, son las siguientes:
“Don García de Mendoza entró en aquel reino por gobernador hace doce
(1)
años y medio [la cita 1 dice textualmente: “Por el de 1557, y por
consiguiente es del año 1570”]; llegado que fue a la ciudad de la Serena, e
informado del trabajo que los indios y españoles recibirían, especial los
naturales que hay en el camino desde Mapocho a la ciudad de la
Concepción, si desembarcaba toda la gente que llevaba, acordó con parecer
de los religiosos que llevaba consigo, que eran frailes de la orden del
bienaventurado Santo Domingo y San Francisco, y clérigos doctos de buena
vida y fama, de irse por la mar a la Concepción con la mas gente que llevaba,
y llegado al puerto de la Concepción, desembarcó con la gente que llevaba
en una isla que llaman de Talcaguano, donde había algunos indios, los
cuales se alborotaron y huyeron, porque había días que no veían por allí
gente española, que en este tiempo estaba despoblada la Concepción y no
se había poblado Tucapel ni Arauco, y estaba todo alzado desde que
mataron a Valdivia; y luego, como Don García vio que se habían pasado los
naturales a tierra firme y dejado sus casas, mandó poner españoles que las
guardasen y que no los tomasen sus comidas. Tomáronse algunos indios, y
con ellos envió a llamar a los demás, hablándoles así mismo los religiosos
que consigo tenía, diciéndoles que no se alborotasen, que no venía a
hacerles mal ninguno y que lo verían así, antes castigaría a quien les había
hecho mal tratamiento y no le servirían mas; que se viniesen a sus casas; y a
los mensajeros que enviaba les vi dar de vestir a todos el dicho Don García.
Fueron perdiendo el temor, y vinieron los más de los indios de la dicha isla a
sus casas, y se holgaron mucho de ver que no los faltaba cosa alguna de
ellas: con estos indios vi enviar por mensajeros a llamar a los demás, y
requerir con la paz, y ninguno iba que no fuese vestido, que se lo daba Don
García, y los religiosos se lo decían así para que los demás viesen el buen
tratamiento que les hacía. Venían algunos indios de parte de sus caciques
siempre con mentiras, diciendo que querían venir a servir; estuvo en la isla
aguardándoles mas de dos meses; pasó a tierra firme y hizo el fuerte de San
Luis, y desde a siete días que estaba en tierra firme, vino toda la tierra a
pelear con él, y cercáronle; y como vieron que no podían entrar en el fuerte,
porque tenía mucha gente, alzaron el cerco; hirieron algunos españoles, y
murió uno de las heridas: estuvo allá más de mes y medio, que no tenía
caballos, hasta que llegó la gente que iba por tierra. En este tiempo, con
algunos indios de la isla, enviaba llamar y requerir con la paz a los demás
comarcanos, y vino un cacique a dar la paz, y vi que le recibió con mucho
amor y le dio de vestir, y con indios de este cacique envió a hablar a los
demás, y a todos los mensajeros daba de vestir, y los regalaba mucho, y los
frailes así mismo les hablaban, y decían el bien que les venía de dar la paz,
así para sus ánimas como para su sosiego; no vieron mas caciques a dar la
paz de los comarcanos.
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“Como Don García vio que los pocos indios que serian se habían alzado, y
tuvo noticia que estaban haciendo fuertes en todos los caminos que había
para entrar en Arauco, envió al capitán Don Pedro de Avendaño con cantidad
de soldados a correr la tierra y a saber si era verdad lo que decían; el cual fue
y vio en los caminos hechos fuertes, y en algunos indios que se tomaron se
informó como estaban toda la gente de guerra junta, y que querían pelear con
los españoles. Con los indios que tomaba, vi que enviaba a rogar por la paz a
los indios y caciques que estaban aguardando para pelear. Venido y dada
esta relación a Don García, con indios que se tomaban enviaba sin hacerles
mal ninguno a requerirles con la paz. Viendo que no aprovechaba ni querían
venir, partióse para Arauco, y en el levo de Quiapeo halló un fuerte, y en él
estaban todos los indios de guerra aguardándole para pelear con él. Como
vio Don García que estaban allí, asentó su real un cuarto de legua de donde
los indios estaban, y estuvo allí cinco días: cada día iba y hablaba con los
indios requiriéndoles con la paz, enviándoles a hablar con naturales que
servían a los españoles, para que les informasen cuán bien los trataban a
ellos, y se lo dijesen:
“Decíanles que ellos eran gallinas, y que por eso servían, que si fueran
hombres como ellos que no sirvieran a los españoles. Viendo Don García que
ni hablarles él, ni el sochantre ni sus amigos de ellos que no aprovechaba, y
que no tenía otro camino desde allí para entrar en Arauco, parecióle, con
acuerdo de sus capitanes, de desbaratar el fuerte, y así lo hizo en el cual
desbarate se tomaron muchos indios e indias y las soltaron, hablándoles bien
y diciéndoles el sochantre muchas cosas tocantes a nuestra santa fe católica.
Tomaron algún miedo, porque otro día llegó Don García [a] Arauco, y vinieron
los caciques de aquel valle y algunos comarcanos a dar la paz, y él les
recibía con mucho amor, y así mismo envió caudillos por toda la tierra, y salió
la mas parte de paz, y a la Concepción vinieron a servir dentro de quince días
la mayor parte de la tierra: hízoles tan buen tratamiento que venían muchos
indios a servir. Pobló la casa de Arauco; tenía allí doctrina. Tuvo la necesidad
de venir a la Concepción, y estuvo allí algunos días; a la entrada del verano
tuvo noticia los naturales andaban alborotados. Volvióse a la casa de Arauco,
y vile hacer muy buenos tratamientos a los naturales, de manera que se
asentaron e hicieron sus casas, que las habían ellos mismo quemado para
hacer la guerra. Estuvo allí mas de ocho meses personalmente, en el cual
tiempo se averiguó que le querían matar de esta manera [e les convidaba a
comer a los caciques muchas veces], que estando comiendo arremetiesen
con él y le matasen, que ellos eran contentos de morir por matarle. Informóse
Don García como era verdad, y ellos se lo confesaron; no les hizo por esto
mal tratamiento, sino regalarles siempre y darles de lo que tenía, y dándoles
siempre buena doctrina con el padre sochantre, que siempre tenía allí.
“Estando ya más asentados, y sirviendo casi toda la tierra, envió a poblar [a]
Angol al general Don Miguel de Velasco, y con los buenos tratamientos que
recibían vinieron a servir casi todos los naturales. Al cabo de este tiempo tuvo
nueva como iba por gobernador de aquel reino Francisco de Villagra, y
vínose a Santiago, dejando por general a Rodrigo de Quiroga, y en todos los
pueblos que había poblados, religiosos de buena vida, y desde algunos días
que llegó se embarcó y salió de aquel reino.
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gobernador tomaba parecer en lo que debía hacer con los naturales, y se que
los trataba muy bien, y que así mandaba a sus capitanes lo hiciesen; y no fue
parte todos estos buenos tratamientos para que no se alzasen y matasen
muchos españoles, y un hijo del mismo gobernador. Sucedió luego, por la
falta que había de gente y de armas, despoblarse Cañete, porque no se
podía sustentar por la falta de lo que digo.
“Al cabo de dos años sucedió por gobernador Rodrigo de Quiroga y fue de
Santiago con mucha gente: pobló a Tucapel y la casa de Arauco, y se que
llevaba consigo un fraile de buena vida y fama, de la orden de nuestra Señora
de la Merced, para que hablase a los naturales, así mismo lo encargaba a
sus capitanes y a mí me lo encomendó muchas veces por sus cartas.
“Desde ha dos años fueron asentar el audiencia real los señores oidores
Egas Venegas y Torres de Vera, los cuales se que tuvieron gran cuidado en
el tratamiento de los naturales, y no consentían se les hiciesen agravio
ninguno; y así se que mandaron al general Don Miguel de Velasco no matase
ninguno, ni consintiese se les hiciese agravio ninguno, el cual se tenía
cuidado de ello.
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Para tratar de resolver esta incógnita, vincularemos los hechos narrados por Ronquillo
en su Relación con el desarrollo histórico entre 1557 y 1570 tomando como principal
referencia la obra de Barros Arana, pues es en su Historia General de Chile donde
aparece citada la Relación de Ronquillo, y porque hace un pormenorizado relato de los
mismos acontecimientos mencionados por Ronquillo manteniendo, por ejemplo, los
mismos nombres citados por el primero. Además es la obra que toma como referencia
Horacio Videla.
Todo ello describe Barros Arana en un proceso muy dinámico, siendo sumamente claro
en resaltar la actitud inflexible del nuevo gobernador con los residentes chilenos y en
especial con los antiguos compañeros de Valdivia. Estando en La Serena mandó a su
capitán de confianza, Luis Toledo, junto a Julián de Bastidas a Santiago exigiendo que
los encomenderos y los vecinos se aprestasen para la guerra en el sur. Ante esta
situación cabe preguntarse que hizo Juan Jufré, uno de los mayores encomenderos de
Chile y miembro destacado del grupo de Valdivia. Según el autor todos los hombres
importantes de la ciudad respondieron y formaron un cuerpo de 300 hombres para
marchar, aunque muchos y notorios comportamientos posteriores parecen indicar que
12
participaron forzadamente . Dice Barros Arana:
12
Pedro Mariño de Lobera sostuvo de manera equívoca que “Entre los soldados que salieron de
la ciudad de Santiago para la Concepción, fueron el capitán Rodrigo de Quiroga, el capitán
Alonso de Escobar, Francisco de Riberos, Diego García de Cáceres, Pedro de Miranda y el
capitán Juan Gudinés; los cuales eran vecinos encomenderos de aquella ciudad, y no
compelidos de algunos a ir a esta empresa del servicio de su majestad y del nuevo gobernador,
cuya autoridad, y buen trato les obligaba a ofrecérsele voluntariamente”. En esta enumeración no
menciona a Jufré. MARIÑO DE LOBERA, pág. 199.
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GENINI, Guillermo F., La Relación de Diego Ronquillo y su vínculo con la historia de la fundación de San
Juan de la Frontera, en Publicaciones 29 (Nueva Serie). IIAyM-UNSJ, San Juan, 2012.
De los hombres que trajo consigo Hurtado de Mendoza cien quedaron en La Serena al
mando de Juan Pérez de Zurita para ocupar el Tucumán que tantas dificultades
trajeron al gobierno de Chile.
Con más de 600 hombres con municiones y caballos penetró el Arauco a comienzos de
octubre de 1557. Ronquillo, quien no relata el dificultoso traspaso del río Bío Bío,
13
BARROS ARANA, Historia General de Chile, tomo II, pág. 91. La cita es de SUÁREZ DE FIGUEROA,
Hechos de Don García Hurtado de Mendoza, pág. 26.
14
Mariño de Lobera detalla que entre los oficiales designados por Hurtado de Mendoza se
encontraban Pedro del Castillo como alférez de una compañía de arcabuceros y a Vasco Suarez,
vecino de la ciudad de Guamanga del Perú, como capitán de infantería. No menciona ni a
Ronquillo ni a Jufré. MARIÑO DE LOBERA, Crónica del Reino de Chile, pág. 205.
29
GENINI, Guillermo F., La Relación de Diego Ronquillo y su vínculo con la historia de la fundación de San
Juan de la Frontera, en Publicaciones 29 (Nueva Serie). IIAyM-UNSJ, San Juan, 2012.
detalla que Hurtado de Mendoza envió a Antonio de Reinoso como avanzada y que fue
atacado por los indios. El refuerzo de Juan Remón no fue suficiente para contener el
ataque y retrocedieron hasta el campamento principal. Esta descripción corresponde al
combate de Las Lagunillas o Bío Bío, producido a comienzos de noviembre de 1557,
en donde comandaron sendos escuadrones Rodrigo de Quiroga y Pedro del Castillo.
La relación de Ronquillo apenas da referencia del resto del año 1558, salvo que
Hurtado de Mendoza invernó en La Imperial y que en el verano estaba nuevamente en
Tucapel. Llama la atención la ausencia de cualquier referencia al juramento de Felipe II
como nuevo Rey de España ocurrido en las ciudades del sur de Chile en abril de 1558
y la no mención de la captura y posterior tortura y ejecución por Pedro Velasco y
Avendaño del caudillo araucano Caupolicán en la ciudad de Cañete, lugar supuesto de
su residencia por entonces (BARROS ARANA, Historia General de Chile, tomo II, pág.
132-140). Este hecho puede ser confirmado al relatar una de las tantas salidas que los
españoles de Cañete realizaron a combatir a los indios comarcanos que al mando de
Rodrigo Palos fue atacado en Cayucupil. Esto obligó a pedir refuerzos por lo que
Hurtado de Mendoza regresó de La Imperial a fines de 1558.
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GENINI, Guillermo F., La Relación de Diego Ronquillo y su vínculo con la historia de la fundación de San
Juan de la Frontera, en Publicaciones 29 (Nueva Serie). IIAyM-UNSJ, San Juan, 2012.
Sin embargo, Barros Arana sostiene que pasó el invierno de 1559 en Concepción,
aunque en agosto escribió una carta situada en Arauco. Dentro de la Relación de
Ronquillo dos hechos se mencionan en el transcurso de este año: un intento de
asesinato por parte de jefes indios supuestamente amigos y la repoblación de Angol a
cargo de general Miguel de Velasco, aunque sin mencionar con precisión referencia
temporal. La fecha de la repoblación de Angol puede ser establecida a comienzos de
1559 y era reclamada por los antiguos encomenderos de la zona. Este hecho es el
último que Ronquillo atribuye a Hurtado de Mendoza pues inmediatamente, “al cabo de
este tiempo”, sostiene que se tuvieron noticias del nombramiento de Francisco de
Villagra por lo que abandonó el sur y se dirigió a Santiago dejando el mando a Rodrigo
de Quiroga. Por lo que se desprende del escrito, Ronquillo acompañó a Hurtado de
Mendoza en su entrada en la capital. La última mención de Hurtado de Mendoza refiere
una corta estadía en Santiago y su salida en barco de Chile. No existe otra referencia
más precisa sobre esta etapa que puede situarse entre fines de 1559 y comienzos de
1561.
15
Barros Arana afirma que García logró el apoyo de algunos jefes antiguos de Chile y les
recompensó con generosidad. Figuraban entre éstos: Rodrigo de Quiroga, Francisco de Ulloa,
Alonso de Reinoso, Vicencio del Monte, don Pedro y don Miguel A. Velasco y Avendaño.
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GENINI, Guillermo F., La Relación de Diego Ronquillo y su vínculo con la historia de la fundación de San
Juan de la Frontera, en Publicaciones 29 (Nueva Serie). IIAyM-UNSJ, San Juan, 2012.
1561 y coincidió con una gran epidemia de viruela que provocó una enorme mortandad
16
entre los indios, especialmente los lavadores de oro .
El hecho de que al regreso de su expedición a Cuyo Jufré haya sido nombrado por
Villagra como Teniente Gobernador de Santiago resalta la importancia de la relación
entre ambos, pues el Gobernador necesitaba de sus partidarios más fieles en la capital
en momentos que iniciaba su expedición al sur de Chile. Jufré era Teniente
Gobernador de Santiago en marzo de 1563 cuando debió actuar contra el vicario
Cristóbal de Molina en su litigio con Fray Gil González Dávila y por el cual fue
excomulgado. Ronquillo no menciona este suceso lo que reforzaría la impresión que no
se encontraba en Santiago en ese año (BARROS ARANA, Historia General de Chile, tomo
II, pág. 246).
16
Según Barros Arana las consecuencias de esta epidemia fueron de tal magnitud que se
debieron suspender trabajos vitales para los españoles tales como los lavados de oro y los
“trabajos industriales”, por la gran mortandad entre los indios. Esta mortandad aumentó la
necesidad de mano de obra indígena en Chile y coincide con la formación de la expedición a
Cuyo que organizó Juan Jufré a fines de 1561. BARROS ARANA, Historia General de Chile, tomo II,
pág. 231-232).
Ya Michieli había llamado la atención que el principal objetivo de la mencionada expedición era
fundar ciudades en Cuyo como pretexto para obtener nuevas encomiendas de indios para ser
trasladados a Chile. Según esta historiadora, el mecanismo ideado por Jufré fue redefinir y
disminuir los límites de la jurisdicción de la ciudad de la Resurrección (segunda fundación de
Mendoza) para permitir la fundación de otras ciudades, como la muy cercana San Juan de la
Frontera al norte. De esta manera se pudieron realizar nuevos repartimientos de indios huarpes
tan necesarios durante este período (MICHIELI, La fundación de las ciudades de Cuyo, pág. 9-14).
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GENINI, Guillermo F., La Relación de Diego Ronquillo y su vínculo con la historia de la fundación de San
Juan de la Frontera, en Publicaciones 29 (Nueva Serie). IIAyM-UNSJ, San Juan, 2012.
Sin embargo, el hecho de haber formado parte de su gobierno podría situarlo dentro del
grupo afín a los Villagra donde sin duda puede ser ubicado Juan Jufré como uno de sus
principales defensores, lo que supone un cambio dentro de la dinámica política chilena
pues originalmente permaneció cercano al grupo de Hurtado de Mendoza, aunque
ocupando un lugar inferior o secundario. Este hecho puede ser la explicación que ante
la injustificada arremetida contra el Gobernador Pedro de Villagra y su reemplazo por
Rodrigo de Quiroga en junio de 1565, Ronquillo se limite a afirmar “Al cabo de dos años
sucedió por gobernador Rodrigo de Quiroga”.
El nuevo gobernador para afirmar su mando hizo una rápida campaña para “imponer
silencio y robustecer su autoridad” contra los partidarios de los Villagra. Como
consecuencia de ello fue arrestado Juan Jufré, que era por entonces alcalde de
Santiago, y otros partidarios fueron amenazados y silenciados para que no presentasen
acusaciones en la Audiencia de Lima. En esta situación Ronquillo logró mantener sus
posiciones y continuar al servicio del Gobernador Quiroga como capitán, con el cual
mantenía correspondencia. Del Gobierno de Quiroga la Relación menciona la salida del
Gobernador al sur con “mucha gente” y la repoblación de Tucapel y Arauco. La salida
con 300 españoles y más de 800 indios auxiliares se produjo en noviembre de 1565 y
la repoblación de las ciudades a comienzos de 1566. Sin embargo la afirmación de
Ronquillo del buen trato dado a los indios contrasta con la ferocidad de la guerra
reseñada por Barros Arana.
A partir del gobierno de Quiroga el relato se torna sumario y no existen más referencias
continuas. Ronquillo describe que, al cabo de dos años, la Audiencia se instaló como
nuevo gobierno, hecho ocurrido en Concepción en agosto de 1567, y fue percibido por
Quiroga como una afrenta a sus méritos y sacrificios. Del nuevo gobierno integrado por
los “señores oidores Egas Venegas y Torres de Vera”, se detalla poco, salvo que
dieron instrucciones de buen trato para con los indios y el nombramiento de Miguel de
Velasco como su general en la guerra del Arauco.
Efectivamente, Barros Arana refiere que Saravia pese a su edad, tras recibir la mayor
cantidad posible de informes, se aprestó a dirigir en persona la guerra en el Arauco. A
Concepción llegó en noviembre de 1568 e inmediatamente se inició la campaña que
concluyó con la derrota de Mareguano donde “fueron desbaratados los españoles” y
cuyas consecuencias fueron el retiro del Arauco, el despoblamiento de Cañete y el
desprestigio de Saravia. En esta batalla que se dio en enero de 1569 participó
Francisco Jufré, hijo natural de Juan Jufré, que comandaba una columna de indios
auxiliares por saber hablar lengua indígena (BARROS ARANA, Historia General de Chile,
tomo II, pág. 293).
Ronquillo hace una aclaración de importancia para sostener su credibilidad pues afirma
que no estuvo presente en este combate donde murieron numerosos españoles y
muchas más “piezas de servicio” al afirmar que lo incluye en el relato “por la memoria
que yo vi, que no me hallé allí”. La despoblación de Arauco se produjo en abril de 1569
y la de Cañete en mayo de ese año y se ocasionó a causa que “no se podía sustentar
en ninguna manera” pese a los esfuerzos del gobernador a continuar la guerra.
Sobre el retiro de Ronquillo de Chile entre 1569 y 1570 no se tienen mayores noticias
salvo lo que informa el propio autor que sostiene que dejó el territorio en barco con
destino seguramente al Perú. Muy posiblemente se embarcó hacia el Callao a fines de
mayo de 1569 junto con Miguel de Velazco, quien tenía como misión llevar la
correspondencia justificatoria del gobernador Bravo de Saravia a España sobre el mal
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GENINI, Guillermo F., La Relación de Diego Ronquillo y su vínculo con la historia de la fundación de San
Juan de la Frontera, en Publicaciones 29 (Nueva Serie). IIAyM-UNSJ, San Juan, 2012.
camino que tomaba la guerra y solicitar en Perú nuevos refuerzos para continuar la
guerra en Arauco.
Ronquillo tampoco informa para quién o a quiénes iba dirigida su relación, que él
mismo califica de “sumaria, prolija y verdadera”, aunque es posible que su calidad de
licenciado haya influido en la necesidad de dejar registrada su actuación en Chile, tal
como era costumbre entre los funcionarios y letrados para justificar su conducta,
recordar sus servicios y ayudar a darse a conocer. Cabe la posibilidad que Ronquillo no
haya permanecido en Lima mucho tiempo pues, pese a que tenía instrucciones de
continuar hacia España, Miguel de Velazco retornó a Chile a comienzos de 1570 y
remitió la correspondencia de Bravo de Saravia a España, por lo que es posible
suponer que haya sido Ronquillo el enviado, aunque hasta el momento no se han
encontrado prueba de ello (BARROS ARANA, Historia General de Chile, tomo II, pág.
309-311).
Sin embargo, esta afirmación se sostiene en fuertes indicios, tal como el que menciona
Toribio Medina cuando describe que Diego Ronquillo se hallaba ya en Madrid a fines
de 1570 donde se encontró con su antiguo compañero en la expedición al sur de Chile,
17
el poeta Alonso de Ercilla, quien lo incluyó en su relato la Araucana (MEDINA, La
Araucana: ilustraciones II, pág 286).
Conclusión
La afirmación que Videla realizó sobre Ronquillo, esto es que su “crónica” es la base de
toda la historia sobre la expedición de Juan Jufré a Cuyo, es de una importancia tal que
sorprende que haya pasado desapercibida por la historiografía local. Se ha rastreado y
reconstruido los pasos seguidos por el autor y no se han encontrado las evidencias que
comprueben tal afirmación.
La obra de Ronquillo estuvo publicada desde mediados del siglo XIX en España y Chile
y era conocida y utilizada por los historiadores de la importancia de Barros Arana. No
es una crónica sino una relación, es decir una obra menor. Esta relación varía de
precisa a sumaria en varias partes y demuestra una tendencia favorable a la figura de
García Hurtado de Mendoza.
17
MEDINA, La Araucana: ilustraciones II, página 286.
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GENINI, Guillermo F., La Relación de Diego Ronquillo y su vínculo con la historia de la fundación de San
Juan de la Frontera, en Publicaciones 29 (Nueva Serie). IIAyM-UNSJ, San Juan, 2012.
Hay circunstancias que posibilitan la afirmación que la Relación fue escrita al concluir
su actuación en Chile, en su paso por Perú o a su regreso a España en donde se
encontró el manuscrito original. No se han encontrado referencias a que Ronquillo
escribiera otra relación en esta época con otro nombre sobre la misma temática.
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