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¿Quién es ese tal "Julio Cortázar"?

Leonardo Meza Jara

De los escritores latinoamericanos, nadie más que Julio Cortázar ha padecido esta
extraña patología de convertirse en intérprete de su propia escritura. Si ya de por sí, las
actividades de la lectura y la escritura nos resultan patológicas a quienes solemos leer y
escribir, pero más a quienes no hacen esto, el hecho de convertirse en alguien que
explica a la propia obra, desdobla esta patología.

Cortázar escribe de manera cuantiosa y sustanciosa sobre su misma obra. A esto


obedece el libro “Correcciones de pruebas en Alta Provenza”, que analiza la escritura de
la novela “Libro de Manuel”. En esa misma vía caminan algunos de los ensayos de
“Último round” (“Estado de baterías”, “La muñeca rota” y “Cristal con una rosa dentro”)
que reflexionan sobre la novela “62 modelo para armar”. También en el libro misceláneo
“Último Round”, el argentino anota el breve texto “Poesía permutante”, en el que explica
cómo nació y se desarrolló la idea de escribir los poemas con ese mismo título. Varias de
las entrevistas que concede, entre las que destaca la de González Bermejo
(“Revelaciones de un cronopio. Conversaciones con Julio Cortázar”), transitan ese plano.
Bajo esa misma lógica habría que leer el libro “Clases de literatura. Berkeley, 1980”,
recientemente publicado. Probablemente, Cortázar no concibió que los cursos que dio en
esta universidad de los Estados Unidos, se convertirían décadas después en un libro.
Pero no podemos dejar de sospechar, que el narrador Argentino sabía que estas clases
estaban siendo grabadas, que históricamente hay una tradición en occidente en la que los
editores y críticos persiguen hasta la más mínima nota o habla registrados de los autores
consagrados, para publicarlos o interpretar la obra a partir de ellos. No podemos dejar de
sospechar, que ya siendo un autor consagrado, Cortázar sabía que las clases de
Berkeley, podrían convertirse en un libro publicado. Este último libro es el registro hablado
y escrito, en el que el argentino analiza con mayor detenimiento y profundidad su propia
obra.

Entre los críticos literarios y los integrantes de la academia, suele decirse que al estudiar
una obra, es mejor evitar la lectura de textos o entrevistas en los que el propio autor
explica su escritura. Esto estaría dando lugar a sesgos y contaminaciones de la
interpretación que se realiza. Pero Cortázar no es precisamente un autor que se mira al
espejo con una transparencia de por medio. Sino un autor que se escribe sobre el espejo,
que acumula sobre su primera escritura, la de su narrativa y poesía, una segunda
escritura, la de su auto-interpretación. ¿Qué sucede cuando una escritura se empalma
sobre otra de esta forma?

En el apartado 154 de “Rayuela”, mientras Horacio y Etienne se encuentran con Morelli en


un hospital, este último personaje, un escritor que resulta ser un alter ego de Cortázar
afirma: “Decíamos que hay que pensar en Hermes, dejarlo que juegue” (P. 702). La
referencia sobre el Dios griego, del que se desprende la idea de la “hermeneútica” como
actividad de interpretación de textos, es obvia. Cortázar interpreta su propia obra
intentando ponerla en claro, pero al hacer esto nos hunde más en sus laberintos hechos
de sustancia literaria y filosófica. La “interpretación” es un “juego”, una serie de jugadas en
las que la escritura se desdobla con toda la seriedad posible, un juego de trazos y
borronamientos, de intertextualidad y de expansiones de la escritura, de obturaciones que
se vuelven desgarramientos y formas de escarbar que en el arrojo suelen encontrar
abismos, pozos sin fondo. Ninguna obra se basta así misma. De la misma manera,
ninguna interpretación de un texto narrativo o de un poema es autosuficiente. Si algo
resulta evidente con los desarrollos de la literatura y la crítica literaria a lo largo del siglo
XX, es la expansión de la intertextualidad, de los mecanismos de escritura y de lectura
que van de un libro a otro, de un autor a otro, de un contenido a otro.

La presunta transparencia e inocencia de Cortázar al interpretarse a sí mismo, es una


trampa. El argentino intenta poner en claro la forma mediante la cual le dio orden a los
capítulos de “Rayuela”:

Debo decir que muchos críticos han pasado muchas horas analizando cuál
pudo haber sido mi técnica para mezclar los capítulos y presentarlos en el
orden irregular. Mi técnica no es la que los críticos se imaginan: mi técnica es
que fui a casa de un amigo (Eduardo Jonquières) que tenía una especie de
taller grande como esta aula, puse todos los capítulos en el suelo (…) y
empecé a pasearme por entre los capítulos dejando pequeñas calles y
dejándome llevar por las líneas de fuerza: allí donde el final de un capítulo
enlazaba bien con un fragmento que era por ejemplo un poema de Octavio
Paz (…) inmediatamente le ponía un par de números y los iba enlazando,
armando un paquete que prácticamente no modifiqué. Me pareció que ahí el
azar –lo que llaman el azar- me estaba ayudando y tenía que dejar jugar un
poco la casualidad (…) [“Clases de literatura. Berkeley, 1980”, P. 208 y 209]

El azar que territorializa los encuentros entre los personajes de Horacio Oliveira y la Maga
en las calles de París, es la misma sustancia que parece estar mediando en el
mecanismo que Cortázar puso en marcha para darle forma al acomodo de los capítulos
de “Rayuela”. La pregunta que se hace Oliveira en la primera línea de la novela:
“¿Encontraría a la Maga?”, estaría persiguiendo paradójicamente al jugador de “Rayuela”:
¿En sus auto-interpretaciones, encontraría Cortázar a “Cortázar”? Probablemente el
jugador de “Rayuela” haya muerto creyendo con certeza que se había descifrado a sí
mismo. En los textos en los que el argentino reflexiona su propia obra, es notoria una
convicción de estar siendo certero. Pero, ¿qué se esconde bajo estos procesos, qué
territorios claroscuros abre Cortázar a partir de los desdoblamientos sobre sí mismo?

En los capítulos prescindibles de “Rayuela”, el personaje de Morelli es una alteridad de


Cortázar como autor, una conciencia de su escritura. En los indicios que deja Morelli
esparcidos a lo largo de los apartados prescindibles de la novela, pueden rastrearse una
serie de contenidos literarios y filosóficos que merodean a la poética del texto. Junto a las
dos forma de lectura sugeridas por el narrador argentino, los rastros que deja Morelli en
los capítulos prescindibles de “Rayuela”, constituyen una posible tercer forma de lectura.

II

Es necesario interpretar a los desdoblamientos de Cortázar sobre su propia obra, en


términos sociológicos, políticos e históricos. El Julio Cortázar que toma una clara
conciencia política e ideológica desde la izquierda, en la etapa final de su trayectoria,
admite que el boom latinoamericano no es un fenómeno editorial capitalista de corte
mercadotécnico. En el coloquio de Royamount, que se llevó a cabo en París en 1972,
Cortázar sostiene:

(…) eso que tan mal han dado en llamar el boom de la literatura
latinoamericana, me parece un formidable apoyo a la causa presente y futura
del socialismo, es decir, a la marcha del socialismo y a su triunfo que yo
considero inevitable y en un plazo no demasiado largo. Finalmente, ¿qué es el
boom sino la más extraordinaria toma de conciencia por parte del pueblo
latinoamericano de una parte de su propia identidad? (…) olvidan que el
boom, no lo hicieron los editores sino los lectores y, ¿quiénes son los lectores
sino el pueblo de América Latina? (Cortázar citado por Rama, en: “El boom en
perspectiva”, revista “Signos Literarios”, enero-junio de 2005, P. 169).

El “lector macho” es idealizado, concebido colectivamente como motor de transformación


social e histórica de los pueblos latinoamericanos. Pero ese lector ideal colectivizado, no
ha existido hasta hoy tal como lo concibió el escritor argentino en términos utópicos.

Si los lectores de Cortázar, requieren un acompañamiento para facilitar la interpretación


de su obra, una especie de guía interpretativo. Es el mismo Cortázar quien se ocupa de
esta labor, con el cuidado de un patriarca que no abandona a su rebaño. Aún desde su
muerte, Cortázar nos habla interpretando su obra. Pero, ¿quién lo hace hablar y de qué
formas?

Si los e-lectores o los revolucionarios latinoamericanos, requieren de un guía para


descubrir el camino que deben seguir en pos de la transformación de los pueblos, se
corre el riesgo de la perversión mesiánica.

Paradójicamente, el que resulta hasta hoy ser el texto en el que Cortázar se interpreta con
más vehemencia a sí mismo, está condicionado en su contextualización y en el proceso
de su publicación, por los tentáculos del capitalismo. Los derechos de la obra del
argentino le pertenecen a su primera esposa, la traductora Aurora Bernárdez. Bajo la
tutela de Bernárdez, en los últimos años la editorial Alfaguara, ha editado varios textos
inéditos: los tomos de las “Cartas”, el libro misceláneo de “Papeles inesperados” y
recientemente el texto de las clases en Berkeley. Tal parece que pretende publicarse
hasta la última línea escrita por el autor. Desde luego que resulta pertinente la pregunta:
¿Era necesario publicar el libro “Clases de literatura. Berkeley, 1980”? ¿Qué criterios
literarios, éticos, políticos, ideológicos, etc., habrían de considerarse para responder este
cuestionamiento?

La grabación de las clases que Cortázar imparte en Berkeley, sucede en el propio


territorio de los Estados Unidos, matriz del capitalismo neoliberal. Este país se ha
encargado de “globalizar a Hispanoamérica, recogiendo materiales de distintas
procedencias” (Rama, Ibidem.). Los más férreos impulsores del neoliberalismo, son
quienes se han dedicado a compilar las más variadas producciones culturales
latinoamericanas, para apropiarse de ellas, estudiarlas y aprovecharlas. La publicación del
libro de las clases de Berkeley, está auspiciada por el grupo español Prisa. Las editoriales
españolas y europeas se han apropiado del mercado latinoamericano, y siguen
explotando los restos de lo que queda del boom, configurando una industria editorial
regida por premisas capitalistas.

El habla de Cortázar ya no le pertenece únicamente a él, a sus concepciones literarias,


políticas e ideológicas. Es un habla de la que se han apropiado otros que piensan y
hablan distinto que él. Es un habla de la que el mismo Cortázar ha tratado de apropiarse
problemática y paradójicamente, estando vivo y aun estando muerto. Es un habla de la
que nosotros nos apropiamos en este momento. Un habla que seguirá dando mucho que
decir…

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