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Sotelo, gracias K.

Cross
SAVED FOR ME

Sotelo, gracias K. Cross


ABBY KNOX

Sotelo, gracias K. Cross


Este libro está dedicado a Alexa Riley, que me entregaron estos personajes
y me dijeron: “toma, haz este libro”. No estoy en la luna, estoy en Marte que
llegué a escribir la historia de Wendy y Lars, y estoy constantemente
abrumada por todo el amor y el apoyo que existe en toda la comunidad de
escritores románticos.
¡Felices fiestas!

Sotelo, gracias K. Cross


Lars Anderson es un policía encubierto que investiga las sucias
acciones de un poderoso señor del crimen. Para complicar las
cosas, la nueva e inocente vecina de Lars tiene un objetivo en la
espalda en este sórdido barrio. Lo quiera o no, ahora está bajo su
protección.
Wendy Wilson es una pobre estudiante universitaria que lleva un
tiempo sola. Cuando publica un anuncio en Internet buscando
trabajo de niñera, se encuentra en una situación peligrosa. Pero
la única persona que aparece para ayudarla podría ser incluso
más peligrosa para su virtud que ser cautiva de un malvado capo.

Advertencia: Esta descarnada historia navideña tiene todo y


más de lo que los lectores esperarían de unos personajes sacados
directamente de Alexa Riley: un alfa posesivo y caliente, insta-
love tórrido, un felices para siempre con temática navideña, cero
condones, al menos una virgen y tacos. Espera, los tacos... esa
soy yo, Abby. En cualquier caso, prepárate porque Lars y Wendy
van a llenar tu calcetín con todos los desmayos.

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Capítulo 1
LARS

Ese tipo de chica no pertenece aquí.


Al principio, lo único que hace falta para captar mi atención es
nada más que un mechón de rubio y un movimiento de cadera. La
miro dos veces.
Ha interrumpido mi hilo de pensamiento mientras me animo a
hacer mi trabajo de policía encubierto. Me doy la vuelta y la miro
fijamente mientras salgo de mi apartamento; parece que acaba de
llegar a casa.
La rubia camarón pasa sin pensar y casi choca contra mí. Esta
mujer diminuta, dulce y de aspecto inocente, con la mochila
destartalada, los leggings de color verde azulado y los pantalones
cortos de mezclilla destrozados, está mirando su teléfono. Parece que
apenas tiene veinte años. Todo en ella grita que es universitaria.
Mi mente no puede evitar preguntarse por qué no se dirige a casa
para pasar la Navidad.
Tiene que salir de este complejo de apartamentos de mierda y no
volver jamás. También puede tener un objetivo en la parte de atrás de
su pequeño cárdigan peludo. Y en ese diminuto pero tentadoramente
redondo culo.
La veo pasar junto a mí y abrir una puerta que supongo que es
la suya. Y está justo al lado de la mía.
El casi roce con su ropa ha dejado un rastro de un aroma floral
y cítrico que me evoca algo de mi infancia que no consigo ubicar.
Algo me sucede, y no sé qué. Esa cosa se agarra a mi garganta y
me dice que necesita mi protección. Me dirijo al trabajo y ella va a
estar sola en el edificio toda la noche, y tengo que hacer algo al
respecto.
No puedo dejar que cierre la puerta todavía.

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—Oye, ¿puedo pedirte un favor? Creo que me han robado el
teléfono.
Mira hacia atrás, con la puerta entreabierta. — ¿Quién, yo?—
Sus ojos viajan hacia arriba y su boca se abre.
Me pasa mucho. Soy un tipo grande. Más alto que la mayoría.
Hago bastante ejercicio para mantenerme en forma, por si tengo que
luchar contra un malvado. Podría pasar fácilmente por un gorila o un
matón contratado por alguien. Las cicatrices que tengo en las manos
y en la cara no hacen más que corroborar las suposiciones de la gente
sobre mí.
Se lame los labios. Mi boca se tuerce en una sonrisa. Sus feroces
cejas se levantan y sus malvados ojos azules me observan. Nadie dice
nada durante un segundo, pero el clic entre nosotros es tan obvio que
casi puedo oírlo.
La chica se repone y cierra lo que sea que haya aparecido en su
cara hace un segundo. Finalmente se encoge de hombros. —Oh, eh...
claro, ¿quieres usar mi teléfono para encontrar el tuyo?
— ¿Te importa?
Niega y lo entrega, con un ligero temblor en la mano. Así de fácil.
Mierda, chica, creo. Realmente no deberías haber hecho eso.
Es totalmente antiético lo que estoy haciendo. Algunos podrían
incluso decir que es espeluznante. Pero soy lo suficientemente alto
como para que ella no pueda verme introduciendo códigos de
seguimiento en su teléfono. Y ese es todo el permiso que necesito para
ser lo que soy. Hace unos segundos era un policía encubierto.
Ahora, también soy su vigilante.
Lleva unos cinco minutos. La veo esperar por el rabillo del ojo,
tiene los brazos cruzados y empieza a dar golpecitos con el pie. Le robo
algunas miradas mientras tecleo los códigos y espero a que todo
empiece a funcionar. Es entonces cuando me doy cuenta de que sus
leggings tienen pequeñas estrellas. Lleva unas Chuck Taylor verdes en
los pies. Tiene una mata de pelo rubio desordenado que le cae en los
ojos. Lleva unas gafas de lectura colgadas de una cadena de cuentas
alrededor del cuello que lleva con un viejo cárdigan que me recuerda

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a la bisabuela de alguien. Parece una mezcla de estudiosa y listilla. Ya
me doy cuenta de que va a ser un problema. Suspira un poco.
— ¿Cómo va todo por ahí arriba? ¿Ya lo has encontrado?
— ¿Eh?— Me olvido por medio segundo de lo que le he dicho que
estoy haciendo en su teléfono y luego me acuerdo. —Ah, sí. Está
subiendo. Siento que esté tardando, sigo olvidando mi inicio de sesión.
— Mientras hablo con ella, me acerco más.
Curiosamente, no retrocede como hace la mayoría de la gente
cuando me elevo sobre ellos. Llevo botas de motociclista, una chaqueta
de cuero desteñida, unos vaqueros sucios y una carga de tres días de
trabajo: es más o menos mi uniforme de trabajo estos días. He estado
intentando desarticular una importante red de tráfico de drogas en
este barrio. Mi atuendo contrasta con el de esta criatura de la luz. Esa
es la única palabra que puedo usar para describirla. Es una
preciosidad de otra dimensión en este húmedo pasillo, con sus
alfombras manchadas y su pintura desconchada.
Me acerco con descaro cuando le devuelvo el teléfono. Estoy
prácticamente encima de ella cuando digo: —Gracias.
Estoy de pie sobre su felpudo, igual que ella. Me inclino y aspiro
una bocanada de su pelo. Ahí está otra vez. ¿Qué es eso? Cierro los
ojos. El olor me hace pensar en árboles de... algún lugar. Lo sé, es
raro. No puedo evitarlo. Sea lo que sea, me hace querer estar cerca de
ella.
Coge su teléfono y vuelve a entrar en su apartamento. Me doy
cuenta de que me mira nerviosa. —Amigo, ¿acabas de oler mi cabeza?
—Sí.
Ladea la cabeza. —Qué raro.
Pero puedo ver en sus ojos que en realidad no piensa que sea
raro en absoluto. Ella también lo siente. No estoy diciendo que quiera
olerme ni nada parecido, ¿he mencionado los tres días de olor? Pero
hay un indicio de que le agrado.
Tal vez el indicio viene del hecho de que acabo de tomar prestado
su teléfono y de olfatear su cuero cabelludo y no está cerrando la
puerta con llave.

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— ¿Qué estás haciendo aquí, de todos modos?— le pregunto.
Frunce esas cejas arqueadas. — ¿Vivo aquí?
Lo que digo a continuación es un gruñido, aunque no pretendo
asustarla. —Deberías irte. Busca otro lugar para vivir. Aquí no estás
segura.
Sus ojos se abren de par en par ante mí por un segundo, y luego
vuelve la máscara de sarcasmo. —Bueno, gracias por el consejo...
—Lars. — digo, dándole mi verdadero nombre antes de poder
detenerme.
Veo un rastro de sonrisa en la comisura de sus labios y estrecha
los ojos hacia mí. —Lars. Soy Wendy.
Esta vez, soy yo quien sonríe. —De ninguna manera eres una
Wendy. — digo, mirando su pequeño cuerpo de arriba abajo. Debe de
medir apenas un metro y medio y la fiereza de sus ojos me dice que
tiene el chasquido de un chihuahua cabreado. —Eres más bien una
Tinkerbell.
Pone los ojos en blanco. —Chistes de gente bajita. Fabuloso.
BIEN. Buenas noches, 'Lars'. — Dice mi nombre entre comillas, como
si no creyera que ese es mi verdadero nombre, antes de cerrar la
puerta y echar el cerrojo tras ella.
Me alejo y trato de poner mi cara de juego.
¿Qué se supone que estoy haciendo ahora? Ah, sí. Hay un tipo
en la Avenida Lenox que me está esperando para que le dé un par de
cientos de dólares a una bolsa de droga a cambio de algo de
información.
Morty. Cree que soy un matón a sueldo que explora la zona
tratando de invadir el territorio de Slate en nombre de algún otro
cerebro criminal, y le pago mucho dinero para que me mantenga
informado.
Sin embargo, últimamente su fuente de información está
empezando a agotarse. Tengo que subir en la cadena de mando,
porque presiento que algo más grande está sucediendo aquí.

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Las chicas que trabajan en las esquinas no han estado por aquí
últimamente. Y no creo que sea porque se hayan liberado de sus
contratos y hayan decidido establecerse en los suburbios.
La idea de que las trabajadoras del sexo desaparezcan me pone
de los nervios, y la idea de que la pequeña Wendy se encuentre con el
personaje equivocado a la hora equivocada del día realmente dispara
mis sentidos arácnidos.
Ya he puesto un rastreador en su teléfono, pero siento que no es
suficiente. Fuera, en el estacionamiento, adivino cuál es su coche.
Conozco todos los demás coches; el suyo es el único que no reconozco.
Y cuando toco el capó de su viejo y destartalado Toyota, el motor aún
está caliente. Así que hago lo que hago. Busco bajo el hueco de la
rueda y pongo un rastreador ahí.
Luego le envío un mensaje a mi hombre, Fletcher. Él me consigue
lo que necesito. Y ahora mismo, necesito cámaras ocultas para el
pasillo y fuera de la ventana de Wendy. Nadie ni nada entra o sale de
su casa sin que yo lo sepa.
Si las trabajadoras del sexo están empezando a desaparecer, no
se sabe lo que Slate podría hacer con una universitaria descarada y
sexy merodeando por su territorio como si no fuera gran cosa. Voy a
hacer todo lo posible para vigilar a Wendy.
Corrección. Para vigilar a mi Tinkerbell.
Si soy sincero, hay cosas mucho peores que vigilar.

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Capítulo 2
WENDY

He cometido un gran error.


Nunca debería haber publicado ese anuncio de Craigslist en
busca de trabajo nocturno como niñera entre semestres.
Definitivamente, nunca debí haber accedido a encontrarme con
quien respondía por la noche en una biblioteca pública casi vacía.
Mirando el panorama, tal vez nunca debí haberme mudado a ese
apartamento de mierda en primer lugar para ahorrar dinero durante
las vacaciones. Pero, ¿a dónde iba a ir? Mi escuela cobra demasiado
dinero para que me quede en los dormitorios mientras el campus está
básicamente cerrado.
La retrospectiva es 20/20, y también es una mierda.
Y ahora estoy atrapada en esta horrible habitación de bloques
de cemento verde detrás de una puerta que se cierra desde el exterior.
Esto no se ve bien para mí.
Pensé que estaba haciendo lo correcto al tratar de ganar dinero
extra durante las vacaciones. Puede que mis gastos extra estén
cubiertos por mi beca mientras la escuela está en sesión, pero todavía
necesito un ingreso entre semestres.
Trabajo en la biblioteca de la ciudad en mis días libres de la
escuela, y pensé que el trabajo nocturno para alguna madre soltera de
tercer turno me sacaría de ese edificio de apartamentos de mierda
unas cuantas noches a la semana. Es un lugar bastante duro. Muchas
peleas. Muchos personajes sospechosos que entran y salen a todas
horas.
La ventaja añadida de ese segundo trabajo sería alejarse del
gigantesco y temible vecino de al lado.

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No me malinterpretes, el vecino es bastante agradable a la vista
-espectacularmente alto, construido como una casa de mierda de
ladrillos (una casa de mierda de ladrillos muy sexy, ¿es eso una cosa?),
barba, pelo largo, ojos penetrantes como un husky de Alaska que
podría ver en mi alma si le dejara mirar lo suficiente. Y todas esas
cicatrices en las manos y la cara lo hacen mucho más misterioso e
intrigante.
Es que tengo miedo de mi propio juicio cuando se trata de
hombres.
La otra noche nos cruzamos en el pasillo por primera vez, cuando
él estaba, supongo, de camino a causar algún caos, y yo iba de camino
a casa. A primera vista, parecía un traficante de drogas. O un matón.
O tal vez ambas cosas.
Y ahora que estoy atrapada en este aterrador escenario que me
va a dejar arruinada o muerta, empiezo a preguntarme si ese temible
vecino —Lars— está detrás de todo el asunto.
Me estoy pateando por haberme enamorado un poco de él.
Me estoy pateando doblemente por entregarle mi teléfono. Estoy
bastante segura de que ahora lo estaba usando para algo más que la
aplicación “Find my Phone”.
Soy una idiota; soy demasiado confiada para este mundo. Y
como resultado, tal vez este sea el final del camino para mí.
Es muy posible que lo sea, porque no voy a dejar que me violen,
o cualquier otra cosa que hayan planeado.
No voy a caer sin luchar. Y si me matan en el proceso, bueno...
que así sea. Tuve una buena carrera.
Y no es que nadie se quede atrás para echarme de menos.
Y no es que esté llena de espíritu navideño y optimismo.
Pero tal vez haya una posibilidad.
De cualquier manera, voy a salir de aquí, o morir en el intento.

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Capítulo 3
LARS

He estado trabajando demasiado. Además de mi propia


investigación, también he estado indagando un poco más en los
antecedentes de este tipo Slate para mi viejo amigo Brian. Estoy feliz
de hacerlo; Brian y yo nos remontamos a la escuela preparatoria.
Resulta que Slate no solo está involucrado en las drogas y la
prostitución, sino que también está detrás de algunos contratos de
construcción bastante turbios. Es mucho más grande de lo que
pensaba.
Además, estoy profundamente perturbado por lo que Morty me
dice en esta visita en particular.
No dice mucho, pero por lo que puedo entender, su jefe, Slate,
cree que las chicas que trabajan valen más para él en una subasta
que mantenerlas trabajando para él en las esquinas.
Sin embargo, Morty no puede decirme dónde tiene Slate a las
chicas. Afortunadamente, las subastas aún no han comenzado. Slate
está tratando de hacer conexiones con ese mercado en particular y no
sabe realmente lo que está haciendo.
Es otro nivel de clientela. Slate puede ser grande en esta ciudad,
pero ese mercado es una mierda que podría ponerle el pelo blanco a
Slate.
Cuando me hago el interesado, Morty insinúa que la primera
subasta comenzará en unos días. Ahora mismo, las chicas se están
“preparando”, sea lo que sea que eso signifique. Dice que me enviará
un mensaje en unos días si sigo interesado.
No quiero ni saber qué significa eso.
Qué puto monstruo más increíble.
Me paso las siguientes 18 horas recorriendo las calles,
conduciendo por la ciudad, tratando de recoger pistas en cualquier

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lugar que pueda. Estoy tan perturbado por esta revelación que sé que
no voy a poder dormir de todos modos.
Este es un crimen mucho más serio. No solo prostitución, sino
secuestro. Tráfico de personas. Quiero atravesarle la cara con mi
puño.
Si puedo atrapar a Slate en esto, el fiscal podría encerrar a Slate
por mucho, mucho tiempo.
Finalmente, han pasado más de 24 horas desde que me fui al
trabajo, y mi cuerpo ha tenido suficiente.
Tengo que dormir. Sé que no debería trabajar tanto tiempo, pero
siempre he sido así. Siempre fui uno de esos niños de la infancia que
rara vez dormía. Todo lo que quería hacer era jugar. Mi pobre madre,
mi padre y mi niñera me vigilaban durante toda la noche por turnos.
Así era yo.
Y me encantaba el peligro. Mi niñera solía amontonar almohadas
y animales de peluche hasta el techo, solo porque podía entretenerme
durante horas corriendo, saltando y chocando contra ellos. De alguna
manera, ese anhelo nunca me abandonó, lo que explica cómo un niño
privilegiado acabó trabajando de incógnito.
Me meto en mi apartamento. Son cerca de las siete de la tarde,
así que sé que mi vecina, Wendy, ya debe estar en casa.
Aun así, me siento obligado a comprobar la grabación de mi
cámara que Fletcher había instalado mientras yo estaba en la calle.
Es mejor que me asegure de que funciona.
Cuando reviso las imágenes en el monitor, se me ponen los pelos
de punta. Rebobino y avanzo una y otra vez, pero no veo a mi Tink por
ninguna parte. Salió de su apartamento esta mañana, pero aún no ha
llegado a casa esta noche.
Eso me da muy mala espina.
Puede ser que haya seguido mi consejo y se haya largado. Puede
ser que se haya ido a casa para estar con su familia en Navidad.
Pero lo dudo.
No sé por qué, pero siento que ya la conozco profundamente.

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Mi agotamiento da paso a la adrenalina pura y dura. Tink ha
desaparecido.
Una vocecita en mi cabeza me dice que quizá tenga un nuevo
novio o algo así.
Pero sé que eso no puede ser cierto. Es simplemente inaceptable,
por eso lo sé.
Me subo a mi coche y rastreo su teléfono hasta la biblioteca
pública.
Encuentro su teléfono metido entre dos libros en las estanterías,
pero Tink no está cerca.
Saco el software de rastreo que está conectado a su coche, y
tengo mi primera pista.
Lenox Avenue.
Mierda.
Salgo volando de la biblioteca como un murciélago del infierno.
Será mejor que Slate empiece a rezar a su señor y salvador el
niño Jesús.
Porque Lars está llegando.

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Capítulo 4
WENDY

No estoy segura de cuánto tiempo he estado aquí; me parecen


horas. No puedo saber qué hora es porque no hay ventanas.
Tampoco hay muebles. Solo yo, cuatro paredes y un suelo de
linóleo sucio. Me da miedo sentarme por los excrementos de los
ratones.
Me apoyo en la pared, cierro los ojos y pienso en los tacos.
Tengo mucha hambre.
Mi plan había sido quedar con esta señora para la entrevista de
trabajo de canguro en la biblioteca, y luego parar a comer tacos en la
Hacienda de camino a casa. Es el más barato de la ciudad, pero tan,
tan bueno. No puedo guardar comida en el apartamento para hacerme
una comida casera debido a los problemas de plagas en ese vertedero.
Tenía muchas ganas de comer esos tacos. Visualizo salsa verde,
pimientos jalapeños, carne asada picante, un chorro de lima. Se me
hace agua la boca.
Suspiro y abro los ojos. —Por qué me estoy haciendo esto, no
está ayudando en absoluto.
De repente se abre la puerta y me pongo en posición de lucha.
Me abalanzo sobre la puerta, pero un tipo feo vestido con un
traje excesivamente caro abre de golpe la puerta metálica y me impide
salir. Con él está Amber, la supuesta madre soltera que me atrajo de
la biblioteca con una historia lacrimógena sobre su bebé dormido en
el coche. Cuando me reuní con ella abajo, un matón salió de su coche
y me agarró. Amber me arrebató el teléfono en el forcejeo, y el tipo me
obligó a subir a mi coche y me hizo conducir hasta este agujero
infernal.
Ahora mismo, Amber está sosteniendo una aguja hipodérmica.

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— ¿Qué demonios?— Digo cuando veo la gigantesca aguja en su
mano.
El hombre que bloquea la puerta me mira con desprecio. —Solo
una pequeña medicina para ayudarte a bajar más fácilmente.
— ¡De ninguna manera!— grito mientras Amber se acerca.
Levanto los puños y empiezo a agitarlos. De ninguna manera viene
hacia mí con una aguja llena de Dios sabe qué.
Slate se ríe maníacamente.
—Me gusta esta chica. Es luchadora. Tendremos que
asegurarnos de que nuestro comprador está preparado para un poco
de juego duro.
Amber deja caer la droga cuando se la quito de la mano de una
patada.
Me abalanzo de nuevo sobre Slate y reboto contra él. Su sonrisa
malvada se desvanece y grita llamando a alguien llamado Morty.
En cuestión de segundos, un hombre calvo y fornido con
chaqueta de bombardero aparece en la puerta y se acerca rápidamente
a mí como si ya supiera lo que tiene que hacer.
Está claro que ya han hecho esto antes.
Morty me agarra los brazos por la espalda. Invoco un gran
escupitajo y lo lanzo a la cara de Slate.
Amber jadea porque debe saber lo que pasa después. Slate
limpia mi saliva y levanta el dorso de su mano. Luego se detiene. —
No, mejor no dañar la mercancía.
No es una pelea justa.
Morty me sujeta los brazos. Slate me agarra las piernas. Lucho
como puedo, pero son hombres grandes. Aun así, no dejo de
retorcerme, escupir y aullar. Amber me clava la aguja en el brazo y
casi al instante noto que el tranquilizante hace efecto.
Antes de que se apaguen las luces, noto que el agarre de Slate
en mi pierna se relaja un poco. Utilizo mis últimas fuerzas para liberar
una pierna. Sorprendo al gran imbécil feo con una rápida patada en
la cabeza, que lo pilla desprevenido y se tambalea hacia atrás.

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Mientras veo las estrellas y las cosas se oscurecen, consigo
balbucear las palabras: —No olvides nunca que han hecho falta tres
de ustedes para derribarme, imbéciles.

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Capítulo 5
LARS

Veo su coche estacionado detrás del edificio. Algún imbécil lo ha


cubierto con una lona, pero sin duda es el suyo.
Me quedo mirando la puerta trasera y considero mis opciones.
Podría ser elegante y hacerme pasar por un comprador. O podría
derribar la puerta y entrar y darle una paliza a todas las caras feas
que vea.
Brian me llama de nuevo e interrumpe mi proceso de
pensamiento.
Su chica, Claudia, ha desaparecido. El pánico sube a mi
garganta. Mierda. Ella también no. Esto es muy, muy malo.
—Bueno. — digo, mirando fijamente la puerta de la destartalada
caja beige de un edificio. —Tengo una idea de dónde puede estar. En
el mismo lugar donde se llevaron a mí... vecina.
Le doy a Brian la ubicación y sigo hablando para tratar de
mantener la calma. Puedo oír que ya está en camino. Así que le cuento
todo lo que he aprendido hasta ahora, y mis sospechas sobre lo que
han hecho con mi Tink.
— ¿Tu vecina, dices?— pregunta Brian.
—Sí, y voy a entrar a recuperarla.
Brian responde: —Muy bien, amigo. ¿Tienes un plan? No entres
ahí con las armas en ristre. Al menos no hasta que llegue para
respaldarte.
Gruño y cuelgo el teléfono.
Debería pedir refuerzos oficiales de la policía.
Hay procedimientos. Órdenes que conseguir. Maneras de hacer
esto sin causar ningún derramamiento de sangre.

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Podría usar mis habilidades de encubierto para arreglar esto.
Podría vestirme como un gran apostador y mostrar un clip de dinero.
Déjenme obsesionarme con una mujer que no sabe hacer caso a
una advertencia para su seguridad. Obsesionado con una hembra que
parece disfrutar de la vida al límite tanto como yo, con un bonito
perchero y un contoneo de caderas que me pone la polla dura cada
vez que lo pienso.
Pienso en mi dulce Tink siendo maltratada por los matones de
Slate, o incluso por el propio Slate.
Y en lo que podrían hacerle. Lo que le harían a ese cuerpecito
apretado que me pertenece.
Y, maldita sea, hace tiempo que Brian y yo no nos metemos en
líos.
Podría hacer esto según el libro.
Al diablo con ese libro. Voy a entrar ahí y coger a mi chica. Me
estoy volviendo completamente nuclear.

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Capítulo 6
WENDY

Cuando vuelvo en mí, me duele la cabeza.


Además del dolor de cabeza, noto que tengo mucho frío.
Parpadeo contra el zumbido de la luz fluorescente y veo que me han
trasladado a otra habitación. Estoy tumbada en un sofá barato en una
especie de despacho vacío. A juzgar por las paredes de bloques de
cemento verdes institucionales, estoy en el mismo edificio que antes.
Miro hacia abajo y veo que la ropa que llevaba antes ha
desaparecido. En lugar de una camiseta de Wonder Woman, unos
vaqueros desteñidos y unos Chucks verdes, estoy descalza. Llevo un
sujetador blanco de encaje y unas escasas bragas blancas que no me
pertenecen. Tengo ganas de vomitar. ¿Qué me han hecho mientras
estaba drogada y desmayada?
Temblorosamente, me llevo la mano a la entrepierna. No siento
nada que me duela o que sea diferente. Gracias a Dios.
Me viene a la cabeza un pensamiento extraño y aleatorio:
agradezco que nadie me haya tocado ahí todavía. Por culpa de Lars.
¿Lars? ¿De verdad? Por lo que sé, podría ser el jefe del tipo del
traje.
Siento la cara un poco extraña. Me toco las mejillas y noto el
maquillaje de panqueque y las pestañas postizas. ¿Qué demonios
están planeando hacer conmigo?
Bueno, no voy a estar aquí el tiempo suficiente para averiguarlo.
Voy a encontrar la manera de salir de este agujero del infierno.
Y entonces otro pensamiento entra en escena: A Lars
probablemente no le guste el maquillaje.
Cielos, Wendy. Contrólate.

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Todavía aturdida, me dirijo a la ventana. Es demasiado alta para
saltar, por supuesto. Agarro la fea silla de oficina marrón, la deslizo
bajo la ventana y empiezo a trabajar para abrirla. Por algún milagro,
no está pintada para cerrarla, como cabría esperar de un lugar como
éste. Estoy empezando a juguetear con las rejillas de la ventana
cuando se abre la puerta del despacho.
—Bueno, ¿qué tenemos aquí, cariño?
La voz detrás de mí es la misma de antes. No tengo que girarme
para saber que es el tipo del traje caro. Lo ignoro y sigo trasteando con
la pantalla. Me rindo con los pestillos e intento salir a puñetazos.
Se ríe y vuelve a llamar a su amigo Morty.
—Si crees que voy a ser una de tus bailarines, tienes otra idea.
— le digo cuando me hace bajar de la silla.
—No, eres demasiado especial para eso. Tenemos planes más
grandes para ti. — dice el tipo del traje, con sus brazos alrededor de
mi cintura, inmovilizando mis brazos, manteniendo mi espalda contra
su pecho.
—No voy a ir a trabajar para ustedes en la esquina si eso es lo
que piensas. — escupo.
—Gracias por hacer girar la rueda, cariño, pero te equivocas de
nuevo. Verás, me estoy saliendo del negocio de las chicas
trabajadoras. Es una gran molestia, ¿sabes? Tener que mantener a
una mujer alojada, alimentada y vestida, cobrarle cada semana,
además de todo el drama de mantenerla a raya. Es un montón de
maldito trabajo. Además de sacarlas de la cárcel cuando se vuelven
estúpidas. Los abogados y la mierda son caros. Mira, es mucho más
limpio para mí tomar una suma global por cada una de mis chicas.
Obtengo una cantidad ridícula de dinero por adelantado, y ningún
problema o compromiso a largo plazo.
Me quedo con la boca abierta en cuanto se me ocurre lo que
significa todo esto. Lucho contra su agarre, pero es fuerte.
—Me vas a vender en el mercado negro. Y te has llevado mi ropa,
mis zapatos, para que no pueda huir, ¿es eso?

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—Oh, ella también es inteligente. Solo que no puedo decidir si
eso me hará subir o bajar tu oferta inicial. — dice.
—Eres un asqueroso pedazo de mierda.
Me respira al oído y puedo oírlo sonreír. —Oh, cariño. No sabes
ni la mitad. — Me huele el cuello.
No se sintió asqueroso cuando Lars me olió. Pero esto se siente
más que vil.
Retrocedo, pero sus manos, que me agarran, empiezan a bajar
por mi caja torácica. —Dime, pequeña Wendy. ¿Eres virgen? Porque
seguro que hueles como tal. Verás, necesito saberlo porque eso me
hará ganar otros 20 grandes, por lo menos.
Si tuviera algo en el estómago, estaría a punto de vomitar ahora
mismo.
—Eso no es de tu maldita incumbencia, maldito sórdido.
Se ríe maníacamente en mi oído. — ¡Morty! ¿Has oído eso? Dice
que su virginidad no es de mi incumbencia.
Pero esta vez Morty no responde a nada. Suspira. —El puto
Morty ha vuelto a desaparecer de mí. Supongo que tendré que
ensuciarme las manos. Ahora, si no quieres hablar con tu tío Slate
sobre tu experiencia en la cama, tengo formas de averiguarlo.
El miedo y el temor se agudizan en mi garganta, y mi estómago
y mi corazón se intercambian en mi pecho. Abro la boca para gritar,
pero no sale ningún sonido. Esto es una pesadilla. Pero cuando siento
su mano en la cintura de mis bragas, por alguna razón pienso en Lars
y encuentro mi voz. Esta mierda no está ocurriendo. Hoy no, Satanás.
Respiro profundamente y grito más fuerte de lo que he gritado
en mi vida.
Cuando hago una pausa para respirar, Slate maldice y grita
tanto a Morty como a Amber. —Dile que vamos a necesitar algo para
ayudar a esta chica a relajarse.
Por el rabillo del ojo, veo una presencia corpulenta en la puerta,
vestida toda de negro.

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Lo siguiente que oigo es un ruido sordo y el agarre de Slate se
suelta de mi cintura.
Grito y empiezo a caer, pero no caigo al suelo porque un enorme
brazo vestido de cuero me sujeta.
Lucho como una loca, pero el hombre de negro me hace girar
para que me enfrente a él. Estoy cara a cara con Lars.
— ¡Déjame ir!
—No.
—Ugh. — gruño mientras me aprieto contra su pecho de granito.
—Deja de forcejear.
Empiezo a golpear sus pectorales con mis puños.
— ¿Qué estás haciendo, personita?— me pregunta,
genuinamente curioso.
—Luchando por mi vida, ¿qué crees que estoy haciendo?
Lars se ríe, pero es un sonido muy diferente a la forma en que
Slate se ha estado riendo de mí. Es suave, y llega a sus ojos. Esos ojos
gruñones rastrean los míos, y está tranquilo.
— ¿Tu vida? Ya está resuelta, Tink. — dice.
Me calmo y tomo aire. — ¿Qué eres?
—Te lo cuento luego. Wendy, este es mi amigo Brian.
Me giro y veo a un caballero apuesto y acomodado, pero que va
vestido de forma menos llamativa que Slate. Enseguida me doy cuenta
de que no es un delincuente. Parece de lo más recto.
No sé cómo es posible que sea amigo de Lars.
—Encantada de conocerte, Brian. Lars, puedes bajarme ahora.
—En realidad no puedo. Brian, tenemos que cerrar esa puerta.
Claudia y su hermano de pacotilla están a punto de llegar.
—Cuidado. — digo. —Morty está por ahí y es tan malo como feo.
Lars vuelve a reírse y, de alguna manera se siente confortante, y
la sensación flota hacia abajo en el aire y se posa como una pluma, en

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algún lugar dentro de mis bragas. Provoca una agitación, una
vibración en lo más profundo de mi ser que no puedo negar. Quiero
que me bese. Sí, por lo que sé, Lars podría ser un delincuente mayor
que Slate, y sin embargo mi cuerpo no puede negar esta sensación de
cosquilleo en todo el cuerpo.
Tal vez sea el hecho de que no llevo más que ropa interior sexy
en diciembre y que me aferro a una enorme y ardiente bestia de
hombre.
Lars me mira —me está levantando del suelo sin dejar de
mirarme— y hay tanta ternura en sus ojos que mi armadura invisible
empieza a desmoronarse. Maldita sea, tengo una pequeña lágrima en
el rabillo del ojo y la ha visto.
Sin decir nada más, y sin que parezca importarle que su amigo
lo esté mirando, Lars me sube a ambos brazos para que me vea
obligada a sentarme a horcajadas sobre él como si fuera un árbol
gigante. Baja la cabeza. No puedo creer que le esté dejando hacer esto,
pero todo mi cuerpo me grita que esto es exactamente lo que necesita.
Sus labios caen sobre los míos en un beso corto pero muy dulce.
Sus labios son suaves y carnosos. Mi cerebro me dice que solo es mi
salvador dejándose llevar por el momento. Mi corazón, al igual que mi
sexo, palpita con una señal totalmente diferente.
La cara de Lars cambia entonces a dura y fría cuando responde
a mi advertencia sobre los malos. —Morty tuvo la amabilidad de
abandonar el local en cuanto me vio. A diferencia de ti, sabe seguir
órdenes.
Se esfuerza mucho por parecer enojado, y hay algo más
emocionante en ello.

Efectivamente, aparecen una mujer muy guapa y con curvas


llamada Claudia y un tipo delgado que supongo que es su hermano,
tal y como habían dicho.
Vemos cómo se desarrolla toda la escena y empiezo a pensar que
Brian va a matar al hermano de esa chica tan guapa. Mientras

Sotelo, gracias K. Cross


miramos, Lars se acerca y se lleva un trozo de mi pelo a la nariz y lo
huele. Le miro, y por fin empiezo a aceptar el hecho de que no me va
a dejar.
También me permito disfrutar de esto.
También me doy cuenta de que él no tuvo nada que ver con mi
captura. Y de hecho, vino aquí específicamente para salvarme.
Miro a Claudia y al hombre que acaba de golpear a su hermano,
y veo el verdadero amor.
Hace que me duela el corazón. No hay forma de que yo tenga un
amor así. No existe para todo el mundo, pero ver a esos dos juntos me
da algo de esperanza. Los veo intercambiar “te amos”, y es más de lo
que puedo soportar. Las lágrimas empiezan a salir de nuevo.
—Aw. — le digo a ella. —Mi mamá siempre decía que un amor
así no existe.
Siento que la mano de Lars me aprieta la cadera, como si
intentara comunicarme algo.
Tras unos cuantos intercambios más, Lars le dice a su amigo
Brian que puede irse y que él se quedará para “ocuparse de esto”.
No sé qué es “esto”, y realmente espero salir de aquí cuanto
antes. Con algo de ropa puesta.
En el momento en que Brian se va con su chica, todo lo que me
ha pasado en los últimos días “o casi” empieza a calar. Empiezo a
temblar involuntariamente. Sin ropa ni mantas que ponerme en las
inmediaciones, Lars se ve obligado a calmar mi cuerpo tembloroso con
sus brazos. Acerca mi torso contra su amplio y cálido pecho y frota
todas mis extremidades desnudas de arriba abajo con sus ásperas
manos. Al cabo de un rato, no sé si estoy temblando por la conmoción
o si ahora tiemblo porque mis partes femeninas están emocionadas
con estas caricias de cuerpo entero.
Cuando aparece la policía, Lars ordena a su equipo que registre
el edificio de arriba a abajo. Quiere esposar a Slate él mismo, pero
quiere que esté consciente cuando lo haga.
De repente, las lágrimas caen por mi cara de alivio y miedo.

Sotelo, gracias K. Cross


La expresión dura de Lars se disipa. Una suavidad me invade
como la mantequilla. Sus cejas se levantan y sus ojos se dedican a
estudiarme.
—Tink. — dice, secando una lágrima con el pulgar mientras me
acaricia la cara. —No llores, mi pequeña Tink. Todo ha terminado.
Realmente no sé nada de los hombres. Por un momento pensé
que él era el responsable de mi secuestro y ahora veo que, de hecho,
es mi salvador.
No entiendo ni el cómo, ni el cuándo, ni el dónde de todo esto.
Lo único que sé es que estoy a salvo, y todo gracias a él.
—Estoy aliviada. — digo, y un sollozo se me escapa de la
garganta porque no puedo evitarlo.
Su voz retumba contra mi piel, estamos tan unidos. —Bueno, no
tendrás que preocuparte por ninguna de estas personas nunca más.
Ahora estás conmigo.
No podría escapar de su agarre aunque quisiera. Me sujeta como
si estuviéramos soldados.
Él es la única bondad, la única ternura que he sentido desde que
me mudé a esta ciudad.
Lars es la única persona aquí que ha demostrado ser un
verdadero amigo.
Su cuerpo se pone rígido cuando Slate empieza a incorporarse
con un gemido.
Sin soltarme, Lars pone una gran bota en el cuello de Slate. —
Quédate en el suelo, imbécil.
De repente, me vienen a la mente todas las series de policías que
he visto en mi vida, y paso de estar temblando y traumatizada a estar
excitado.
— ¿Puedo decir 'manos arriba, saco de mierda'? ¿Por favor?
Siempre he querido hacerlo. — suplico entre lágrimas.
Lars sostiene con dulzura su arma y me enseña a manejarla con
seguridad. —Ve por ello. — me dice.

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Capítulo 7
WENDY

Después de que los policías tengan a todos los malos detenidos,


Lars me mete en su coche y nos dirigimos a la interestatal.
— ¿A dónde vamos?— Pregunto.
—A mi casa de seguridad. Eres testigo. Slate tiene unos
abogados de pacotilla y probablemente saldrá de la cárcel en unas
horas. Después no se sabe qué harán para deshacerse de ti.
Me estremezco en mi asiento y vuela por la autopista. Estoy
envuelta en una manta que me dieron los paramédicos después de
que la policía, los bomberos y todo tipo de socorristas se presentaran
para arrestar a Slate y su equipo, y también para examinar a todas
las chicas encontradas en el local que habían sido dopadas hasta la
saciedad.
Me aprieta la mano con la suya y me doy cuenta de que no ha
dejado de tocarme desde que me encontró. Y quiero decir que ni un
segundo. Cuando me metió en el coche, me metió por el lado del
conductor y me dejó en el asiento del copiloto como un paquete de
valor incalculable.
Debería apartarme, pero no quiero. Quiero que me coja la mano.
Mi mano quiere ser sostenida por su mano, específicamente.
Y el viaje es agradable. Veo las luces de Navidad y los carteles
navideños en los jardines de las casas a los que nunca había echado
un vistazo.
—Cariño, sé que tienes miedo. Ahora estás bien. Tendrán que
pasar por mí para llegar a ti. Y no pueden llegar a través de mí.
Sus palabras se sienten como un largo chorro de agua caliente
por mi cuerpo. Del tipo que hace que mi columna vertebral pierda toda
la tensión, desde el cuello hasta el coxis. Y más profundo. Cada vez
que habla, cada vez que aprieta, puedo sentir cómo empapo estas

Sotelo, gracias K. Cross


braguitas que llevo puestas, y puedo sentir cómo mis pezones se
tensan contra la tela de este sujetador demasiado apretado.
La dirección a la que nos dirigimos no está cerca de nuestro
complejo de apartamentos. De hecho, nos dirigimos a la parte más
bonita de la ciudad. Estas casas tienen amplios jardines, árboles altos
y piscinas. Es el tipo de barrio de clase media con el que soñaba mi
madre cuando estaba viva.
Lamentablemente, nunca llegamos ahí.
Pero entonces Lars sigue pasando por delante de estas
propiedades, y las casas son cada vez más grandes y están más
separadas. Finalmente, pasamos por una comunidad cerrada tras
otra, y pronto parece que nos adentramos en el bosque y subimos por
una sinuosa carretera de montaña. La línea de árboles está ahora más
cerca de la carretera, y los propios pinos son más altos. Puede que
esté loca, pero el aire huele mejor cuanto más subimos.
— ¿Vives aquí arriba? ¿En la cima de la montaña?
—No exactamente. Tengo una casa aquí arriba, pero casi nunca
me quedo aquí.
Pasamos a toda velocidad por un mirador y la vista de la ciudad
de abajo es impresionante. No tenía ni idea de que alguien viviera tan
arriba en la montaña.
Finalmente llegamos a una enorme puerta de hierro, que se abre
en cuanto se acerca nuestro coche.
Al pasar la verja, me quedo con la boca abierta. Nos encontramos
en un largo camino empedrado bordeado de setos y sauces, muy
crecidos pero bonitos. Hay un amplio claro con un estanque y una
pequeña isla en el centro, con una ruina románica cubierta de musgo.
Si esa isla me parece sacada de Jane Austen, la visión de la propia
casa me hace pensar que Lars podría ser un Sr. Darcy americano
disfrazado. Es una gigantesca estructura de piedra caliza, más grande
que cualquier edificio de mi campus universitario. — ¿Dónde...
estamos?
—En tu nueva casa.

Sotelo, gracias K. Cross


Me quedo totalmente atónita mientras estaciona el coche debajo
de la casa, en un amplio garaje que alberga casi todos los autos
impresionantes conocidos por la humanidad.
— ¿Puedo hacer una pregunta?
No responde, solo sale del coche sin soltarme la mano y me
desliza hasta sus brazos.
—Puedo caminar, Lars. No estoy rota.
—Me gusta cargarte. — dice, y suena como un cavernícola. Como
si fuera física y mentalmente incapaz de comprender el hecho de que
tal vez me gustaría volver a caminar por mi cuenta en algún momento.
Me sostiene en sus dos brazos como un novio que sostiene a una
novia. Empuja las puertas con los pies y sube las escaleras de dos en
dos. Me siento como un gato mimado cuyos pies nunca tocan el suelo.
Sin embargo, a una parte de mí le gusta. Podría ser peligroso,
que se niegue a romper el contacto físico conmigo. Pero es el tipo de
peligro que no me asusta. Lo único que me asusta es lo que podría
pasar si nos volvemos a besar. Las cosas podrían calentarse muy
rápido, y yo tendría que explicarle que soy virgen.
Finalmente, vamos a su habitación, que no es tanto un
dormitorio como una suite. Lars me hace pasar por una exuberante
cama con dosel y por un baño de última generación.
En el lavabo, me deja finalmente en el suelo, pero mantiene una
mano en mi espalda a través de la manta.
—Lávate la cara. — dice, señalando un exfoliante facial de alta
gama.
— ¿Eh?
—Quiero que tengas la cara desnuda cuando te vuelva a besar.
Mi excitación se dispara. Así que no fue solo “en el momento”
cuando me besó la última vez.
—Escúchame, amigo. Voy a quitarme este maquillaje por tres
razones. Uno: estos tonos son de primavera y soy obviamente una
chica de verano. Dos: esta mierda es muy ordinaria. Y tres: Me muero

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de hambre, y no puedo tener los labios pintados cuando me meto
comida en la cara con súper fuerza.
Lars sonríe. —No sé por qué, pero pensar en ti metiéndote
comida en la cara es lo más sexy que he oído nunca.
Sonrío y me vuelvo hacia el fregadero para que no me vea
sonrojarme.
Sus dedos recorren con mucho cuidado la parte baja de mi
espalda mientras me lavo la cara. Me siento bien al quitarme todo esto;
solo puedo imaginar cómo me sentiré cuando me quite todo este
encaje blanco que me constriñe.
Me vuelvo hacia Lars y veo que aprieta la mandíbula. Está
conteniendo las ganas de hacer algo.
¿Arrancar la manta? ¿Tomarme en el suelo del baño?
Le despejo el camino dejando caer la manta yo misma,
obligándolo a soltarme la espalda durante una fracción de segundo.
Oigo un leve gruñido mientras su otra mano me agarra por la cintura.
— ¿Tienes un perro?
—No, no tengo. He sido yo. No me gusta que me obliguen a
soltarte.
Sonrío. —Estoy aquí. No me voy a ninguna parte.
Gruñe: —Irrelevante.
— ¿Perdón?
—Por supuesto que no vas a ninguna parte. Eso no es ni siquiera
una pregunta. El hecho es que mi cuerpo, mi cerebro, algo me dice
que mantenga mis manos sobre ti en todo momento. Me siento...
normal cuando te toco.
Sonrío. — ¿Crees que podrías ganar una camioneta si puedes
mantener tu mano sobre mí durante 24 horas?
Lars ladea la cabeza y parece confundido al principio. — ¿Es una
broma sobre esos concursos de concesionarios de coches?
—Um... ¿sí? Vaya, realmente necesito trabajar en mi material.

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Asiente. —Me cuesta mucho hacer chistes. Lo entiendo. Es
gracioso. Aprecio las bromas, solo soy un poco raro, supongo.
Coloco una mano encima de su enorme mano que me agarra la
cadera y deslizo la otra por las ondulaciones y los tendones de su
enorme y musculoso brazo. Mis ojos estudian sus brazos, su pecho y
sus abdominales mientras hablo. —No eres raro. Eres mi salvador.
—Dijiste que era raro la primera vez que nos conocimos.
Me sonrojo al recordar cómo me hizo sentir cuando se alzaba
sobre mí en mi puerta.
—Ya me gustabas entonces. — le digo.
—Lo sé. — dice, antes de que sus labios se estrellen contra los
míos con una fuerza contenida.
Mi mano se dirige a su pecho y oigo un estruendo que sale de él,
como un animal salvaje que se prepara para saltar. Sus labios están
haciendo cosas mágicas en mi cuerpo. Siento que estas bragas están
arruinadas para siempre.
Su agarre en mis caderas se intensifica y siento sus pulgares
jugueteando con mi cintura.
Por un momento pienso que estoy a punto de perder mi
virginidad, cuando mi cuerpo me traiciona.
Mi estómago suelta un enorme gruñido.
Lars se aparta.
—Tienes hambre.
Niego, pero todo su comportamiento ha cambiado.
—Espera. — dice, sacando su teléfono. —Ordenando comida.
— ¿Sabes lo que realmente quiero? Quiero salir de estas...
cosas... que me puso Slate.
—Perfecto. — dice con una mirada de soslayo. —Porque yo
también.

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Capítulo 8
LARS

Fletcher me asegura que en cinco minutos nos tendrá preparada


una extensión en la cocina.
El plan había sido explorar primero el diminuto cuerpo de mi
Wendy de arriba a abajo, pero no puedo vivir conmigo mismo si se deja
llevar por mi calentura mientras se muere de hambre.
Después de todo, ¿cuánto tiempo estuvo cautiva sin comer? ¿En
qué estaba pensando?
Mientras tanto, la acompaño a mi espacioso vestidor, que está
justo al lado del cuarto de baño, y la ayudo a encontrar algo con lo
que cambiarse.
—Me temo que no tengo nada aquí que te sirva. Fletcher va a
hacer que te lleven unas cuantas cosas femeninas a tu suite más
tarde.
—Mi suite.
—Sí. ¿Algún problema?
—No.
—Bien. También le he pedido que consiga algunos árboles de
Navidad y adornos para hacer el lugar más hogareño. — digo.
Se encoge de hombros mientras hojea mi armario. —No es
necesario. No me gusta mucho la Navidad.
Se me aprieta el pecho cuando me pregunto qué le ha pasado
para que no le guste la Navidad. Puede que sea un tipo que da miedo,
pero no puedo evitar imaginarme a esta mujer quedándose conmigo
para siempre. Celebrando las fiestas. Con unos 16 niños correteando,
adornando el árbol, horneando galletas, llenando esta vieja mansión
de diversión y calor. Montones de osos de peluche en cada esquina

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para el niño al que le gusta chocar con las cosas; porque seguro que
hay uno o dos en la camada con mis mismas manías.
De acuerdo, 16 niños es mucho pedir. Pero así es como me siento
con ella. Quiero hacer lo que hace la gente normal, pero a un ritmo
vertiginoso. Me comprometo en silencio a que mi Tink tenga nuevos y
felices recuerdos asociados a las fiestas a partir de ahora.
—Aquí hay mucho negro, pero me quedo con esto. — dice Wendy,
sacando un jersey vintage de Walter Payton que mi padre compró el
día que nací, la misma semana que los Bears ganaron la Super Bowl.
—Muy bien, date la vuelta. — dice.
— ¿Estás bromeando otra vez? Porque no tiene gracia.
Wendy sacude la cabeza. —Tengo que quitarme este sujetador y
estas bragas. No quiero ningún rastro de ese asqueroso lugar en mi
cuerpo. Y nunca he estado desnuda cerca de un hombre, así que tu
elección es darte la vuelta o quitarme la mano de encima mientras me
cambio. Tú eliges.
Gruño y luego muerdo: —Bien, pero no me gusta que me digan
cuáles son mis opciones.
Refunfuño y giro, manteniendo mi mano fija en su cadera.
Oigo un crujido y luego es como si todo su cuerpo suspirara de
alivio. Veo que el sujetador cae a mis pies. Mi polla, que ya está
bastante dura, se sacude en respuesta. Estoy dispuesto a decir “a la
mierda”, darme la vuelta, agarrarla y tomarla ahí mismo. No
necesitaría una cama; es tan pequeña que no sería nada sostenerla
con un brazo mientras cabalga mi polla hasta el final.
Entonces me doy cuenta de que nunca ha estado desnuda
delante de un hombre, y me muerdo el interior de la mejilla.
—Voy a necesitar que muevas la mano para poder quitarme esta
ropa interior. — dice.
Murmuro algo más sobre que no me gustan las instrucciones,
pero deslizo lentamente mi mano hasta su caja torácica.
Noto cómo se inclina para quitarse la ropa interior, y es mucho
más baja que yo y uno de sus pechos me roza el brazo.

Sotelo, gracias K. Cross


Sé que es culpa mía. Si no fuera un cachorro perdido por
permanecer fundido con ella cada segundo, no tendría las pelotas
azules y la polla martilleando por salir de estos vaqueros.
Pero no puedo arrepentirme de esta sensación de tocar
accidentalmente, el roce de una teta redonda y aterciopelada, el
barrido de un pequeño pezón duro contra mi antebrazo. Dulce y
redondo, joven, virgen.
Veo que las bragas caen al suelo.
Estoy tan cerca de estallar que apenas puedo contener lo que
sucede a continuación. A la mierda. No quiero contenerme. Mientras
se pone el jersey por encima de la cabeza, me agacho y cojo las bragas.
Soy un maldito animal, ni siquiera me molesto en ser sutil para
olerlas. Me las llevo a la nariz e inhalo. Y que me jodan si ese aroma
amaderado, floral y cítrico no triplica su intensidad. Las bragas están
empapadas de su crema.
La oigo jadear cuando se da cuenta de lo que estoy haciendo.
—Lars.
Me doy la vuelta y la miro con los ojos muy abiertos. Aprieto las
bragas en mi puño. —Lo sé. Tienes hambre.
Parpadea, mirando mi puño, con los labios entreabiertos.
Cada vez que me mira, cada vez que hago algo extraño y ella no
huye, me hace sentir que está esparciendo polvo de hadas por todo mi
cuerpo.
Una sonrisa se dibuja en su labio. —Eres como un gran perro
labrador, ¿lo sabías?
—Lo tomaré como un cumplido.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 9
LARS

No entiendo nada de lo que me hace sentir esta mujer.


El jersey le cae hasta las rodillas pero no me ayuda a olvidar que
no lleva nada más debajo.
—Yo... eh... podemos ir a comprarte ropa interior nueva, seguro
que Fletcher ha encontrado una gama de tallas. No se me da bien
adivinar.
Wendy mira hacia abajo y me ve ajustando mi polla.
Se muerde su jugoso labio inferior. —De todos modos, nunca me
acuerdo. Ya sabes, me gustaría que midieran la ropa interior como las
tallas de los vestidos, pero no lo hacen. Yo uso una talla 2, que ya es
bastante difícil de comprar, pero ¿la ropa interior? Ni siquiera lo sé.
Mi sujetador es una copa C, pero esos animales me empujaron a una
B mientras estaba inconsciente.
Me pellizco el puente de la nariz mientras habla. Es todo lo que
puedo hacer para no tapar su boca con la mía.
— ¡Hora de comer!— Vuelvo a cogerla en brazos y bajamos a la
cocina.
Fletcher nos ha preparado una gran mesa en la barra de mármol.
— ¡Tacos! ¿Cómo sabías que eso era exactamente lo que quería?
No le digo que, desde que nos conocimos, he estado husmeando
en sus redes sociales. Publica muchos memes sobre tacos.
—No sabía qué tipo de tacos querías, así que le pedí a Fletcher
que trajera carne, pollo, cerdo y camarones.
—Oh, Dios mío, te amo. — chilla.
—Es bueno saberlo.

Sotelo, gracias K. Cross


Se sonroja profundamente cuando la dejo en un taburete. —Yo...
no quería decir...
—Lo sé. — digo. —Puedo esperar a los “te amo” no relacionados
con los tacos.
Sonríe y sacude la cabeza mientras me planto en el taburete
junto a ella, manteniendo mi mano firmemente entre sus rodillas.
La veo devorar unos seis tacos, y no sé dónde mete toda esa
comida en ese pequeño cuerpo.
—Yo solía comer así y mi abuela me preguntaba si tenía una
pierna hueca. Obviamente, era un niño que crecía. — le digo.
Me sonríe y, por alguna razón, eso me calienta más que nada en
mi vida.
No sé si es porque estamos comiendo juntos en mi cocina como
una pareja de casados, o si me alegra que me deje cuidarla.
Pero me hace pensar en el futuro.
La imagino sentada en esta barra de desayuno, con este jersey
que le cae hasta las rodillas, sin ropa interior debajo porque la he
despertado con mi lengua entre sus muslos.
Nos imagino discutiendo en la cama, una y otra vez, y luego
yendo a desayunar con mi semilla goteando fuera de ella, mis
mordiscos de amor por toda ella, sus arañazos por mi espalda, y
sonriendo conspiradoramente el uno al otro mientras nuestros hijos
locos corren por ahí, atormentándose el uno al otro con sus pistolas
Nerf.
Estoy tan excitado por esta imagen que quiero acercarme y
agarrarla. Arrastrar su culito a su nueva habitación y abrirla de par
en par, y empezar a hacer un montón de bebés inmediatamente.
Nunca en mis 33 años he pensado en hacer bebés con nadie. No
es que no me gusten los niños, siempre he sido más o menos neutral
en el tema.
En este momento, no hay nada en mi cerebro que esté en punto
muerto.

Sotelo, gracias K. Cross


Todo se ha puesto en blanco y negro. De día o de noche. Todo
está claro. Por fin tengo un camino a seguir.
El camino hacia adelante está iluminado por esta mujer. Mi
pequeña Tink.
Sonríe aún más y dice a través de una boca llena de tacos: —
Entonces, ¿cuál es tu historia, Short Stack? ¿Por qué tienes esta casa
gigantesca si eres policía? Más aún: ¿por qué eres policía si tienes
dinero?
Me encojo de hombros. —No suelo hablar de mí mismo. No es
tan interesante.
Me mira fijamente. —Te cuento lo mío si tú me cuentas lo tuyo.
Así que le cuento todo. ¿Cómo voy a negárselo?
Le cuento que mis padres provienen de una familia con mucho
dinero.
Como mi amigo Brian, tengo mucho dinero a mi disposición. Lo
que la gente no puede decir al vernos juntos, es que tengo bastante
más.
Él y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo.
Fuimos a la escuela preparatoria juntos. Siempre fui
extrañamente alto. Siempre se esperó que jugara al baloncesto por mi
altura. O al fútbol por mi tamaño. En cambio, sorprendí a todos al
convertirme en un campeón de lucha libre.
Ayudó el hecho de que prácticamente estaba en mi propia
categoría de peso exclusiva.
Mi volumen y mi altura también engañaron a mis oponentes
haciéndoles creer que era lento y poco flexible, lo cual es cierto.
Me esforcé mucho en ello porque me encantaba luchar y me
gustaba inmovilizar a esos idiotas en el suelo. Me daba un subidón,
como cuando chocaba contra montones de juguetes cuando era niño.
Se suponía que iba a ir a una escuela de la Ivy League, tal vez
incluso a luchar en Harvard.
Pero eso no me interesaba.

Sotelo, gracias K. Cross


En cambio, me alisté en el Cuerpo de Marines. —Hice dos
misiones en Afganistán. — le digo, y aquí es donde ella deja los tacos
y escucha de verdad. —Estuve destinado en un pueblecito en el que
teníamos información sobre cierta actividad de los talibanes en esa
zona. Los niños estaban fuera, jugando al fútbol en el pequeño patio
de la escuela. Estaba recorriendo el perímetro y, de repente, vi a un
tipo con un lanzagranadas en la colina. Les grito a todos que se metan
dentro. La mayoría logró entrar. Salté encima de los rezagados y me
alcanzó la metralla.
Wendy se limpia las manos y coge mi gran mano que descansa
entre sus rodillas. Lo examina mientras yo contengo la respiración.
— ¿Así es como te hiciste estas cicatrices?— Toca cada una
tiernamente con la punta de los dedos. Mierda, podría casarme con
ella ahora mismo.
—Sí.
Me toca la cara y pasa un dedo por la cicatriz de mi mejilla. —
¿Y esto?
Asiento.
—Maldita sea. Cuando te conocí pensé que eras un asesino o un
traficante... pero eres un Corazón Púrpura, que literalmente salva el
culo de la gente en todo el mundo.
Me encojo de hombros y miro hacia otro lado. —Puede que haya
salvado a unos cuantos en mi época, pero no ha sido una heroicidad.
Es simplemente humano. Es lo que se supone que debemos hacer,
¿no? ¿Ayudarnos unos a otros?
Afortunadamente, me deja cambiar de tema. Una vez marine,
siempre marine. Pero tenemos toda la vida para deshacer todos los
horrores que vi ahí. Y, además, no me pasó nada que no le ocurriera
también a miles de personas, algunas de las cuales murieron o
volvieron sin algún miembro, o afectadas por el trastorno de estrés
postraumático. No hay nada tan especial en mí.
—Cuando terminé con el ejército, me pasé a las fuerzas del
orden. Afortunadamente, mi familia apoyó mi decisión. Se volcaron
mucho en mí cuando era niño, tratando de entender mis manías, así

Sotelo, gracias K. Cross


que siempre han comprendido mi ansia de peligro, aunque les ponga
de los nervios.
—Además, tengo muchos más hermanos que se encargarán de
los negocios y participaciones de la familia y de las causas
filantrópicas.
Cuando se me presentó la oportunidad de trabajar de incógnito,
el peligro y la emoción añadidos me atrajeron mucho más que el
papeleo que supone ser policía de ronda.
—Con mis cicatrices y mi tamaño, confían en mí para manejar
el trabajo sucio de la infiltración sin quejarse demasiado.
Wendy sigue tocando mi cara. La electricidad chispea en la
superficie de mi piel, y su calor y su luz se filtran por debajo, en mis
venas. Se siente tan bien tener a una chica como ella tocándome, que
va más allá de la simple lujuria cavernícola.
Eso también está ahí. Es decir, podría envolver sus piernas a mí
alrededor y hacer lo que quiera con ella como un marine de permiso
ahora mismo si me dejara, si mi tamaño no la diezmara por completo,
pero hay mucho más allá de todo eso.
No solo la quiero. Quiero que sea una parte permanente de mi
vida. La quiero pegada a mí en todo momento.
—Tu turno, Tink.
Sonríe ante el apodo que le he puesto, pero luego su sonrisa se
vuelve triste.
—Me crió mi madre soltera. Mi padre nunca estuvo presente.
Ella enfermó cuando yo tenía 15 años. No teníamos seguro, así que no
había dinero para luchar contra los tumores. Ella dijo que no quería
la quimioterapia de todos modos, pero siento que solo lo decía para
parecer fuerte por mí. Después de su muerte, cuando tenía 16 años,
empecé a moverme, a dormir en los sofás de mis amigos, a
adelantarme a los Servicios de Protección de Menores.
—Me las arreglé para terminar la escuela y ganar dinero
trabajando por las tardes en la biblioteca pública de mi ciudad. A los
18 años, los bibliotecarios me convencieron para que me presentara a
la universidad, y me ayudaron a solicitar ayuda financiera.

Sotelo, gracias K. Cross


—Acabé con un paquete de becas para la universidad de aquí,
así que cogí y me mudé al otro lado del país yo sola. Conseguí un
trabajo a tiempo parcial en la biblioteca pública, gracias a las buenas
referencias de mi ciudad. El dinero de la beca cubre la matrícula y el
alojamiento y la comida.
—Pero ahora mismo estoy entre semestres y no puedo
permitirme quedarme en el campus durante las vacaciones. No tengo
ningún otro sitio al que ir durante las vacaciones. Nadie en el campus
contrataba durante las vacaciones de invierno, así que publiqué en
Internet que buscaba trabajo de niñera.
—Esa zorra de Amber me atrajo hasta el estacionamiento de la
biblioteca, donde Morty me obligó a subir a mi coche y me hizo
conducir a punta de pistola hasta el club de striptease, el Wham Bam.
También se llevó mi teléfono, lo que me cabreó mucho. De alguna
manera, Slate había visto mi anuncio y le tendió una trampa a Amber
para que se hiciera pasar por una madre soltera que iba a
entrevistarme.
—Y supongo que ya sabes el resto de la historia.
—Deberías haber venido a pedirme dinero. — digo.
— ¿Por qué iba a pensar que tenías dinero mientras vivías en la
misma casa de mierda que yo? Y además, ¡nos acabamos de conocer
literalmente!
Sonrío. —Buen punto.
Terminamos de comer y de hablar. Parece feliz y llena y aliviada
de tener a alguien con quien hablar.
Habla de haber crecido como hija única de una madre soltera.
Habla de que algún día querrá tener sus propios hijos, en una casa
grande y ruidosa. No sabe que son cosas que ya estoy planeando darle.
Después de un rato, empieza a bostezar.
—Oh, mierda. Estás cansada. Tengo que aprender a anticiparme
a tus necesidades. — le digo.
Wendy se ríe. —No, realmente tienes que calmarte.
—Vamos entonces. — digo.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 10
WENDY

Me coge en brazos y me lleva a mi nueva suite. El misterioso


Fletcher ya ha colocado todo en su sitio. Hay mantas frescas y
mullidas en la cama con dosel y una docena de almohadas nuevas.
— ¿Cómo sabías que me gustaban los cojines?
—Una suposición educada. ¿Tienes una vagina?
Le doy un golpe en el hombro y hace una mueca de dolor. —
¿Muy sexista?
—Lo siento. — dice.
Pero fue una buena suposición. Por supuesto. Me encantan los
cojines. ¿A quién no?
—Puedo caminar, sabes.
—Gracias por la información. — gruñe.
Me lleva al cuarto de baño, que está repleto de productos para el
cuidado de la piel y las toallas más lujosas que he visto nunca. —Vaya.
— digo cuando veo mi nuevo cepillo de dientes eléctrico, los cepillos
para el pelo y un surtido de productos para el cabello y brochas de
maquillaje.
—A Fletcher le pagan bien por ayudarme a cuidar de mis
huéspedes. — Me deja en la encimera y me aplica la pasta de dientes
en el cepillo.
Mantiene una mano en mi rodilla mientras me cepillo los dientes.
Cuando termino, cojo el cepillo para cabello y me lo quita. —Aquí,
déjame.
Me sonrojo. —No voy a decir que no a que un hombre me cepille
el pelo. Me encanta que jueguen con mi pelo.

Sotelo, gracias K. Cross


—Es bueno saberlo. — dice, mientras alisa las cerdas a lo largo
de mi cuero cabelludo. Cierro los ojos mientras un poco más de
tensión abandona mi cuerpo. Siento un cosquilleo en el cuero
cabelludo. Me siento como si fuera una bola de nieve que él ha
sacudido y vuelto a poner del revés, y el brillo se extiende por todo mi
cuerpo, bajando hasta mi sangre, asentándose entre mis muslos.
Un pequeño gemido se escapa de mis labios, y en respuesta creo
detectar un gruñido muy bajo y muy silencioso en su garganta.
Se inclina hacia mí mientras me quita suavemente los enredos,
tan cerca que puedo sentir su aliento en mi frente. Es tan alto que
sigue mirándome mientras me siento en la encimera.
Podría aplastarme con un puño carnoso, pero esta ternura lo
está revelando como un oso de peluche gigante. Un oso de peluche
gigante y extremadamente literal que ahora está inhalando
descaradamente mi pelo.
Es entonces cuando me doy cuenta de que sus piernas están
entre mis rodillas.
Y entonces, una mano me tapa la cara.
Siento su aliento en mi mejilla y luego sus labios están ahí. Son
suaves como antes, pero ahora están calientes y me recuerdan a los
bollos frescos de la panadería. Así es como huele su piel de cerca,
cálida, tostada y tentadora.
Sigue cepillándome el pelo mientras me acaricia la cara con
pequeños besos. El corazón me late en el pecho. Giro la cara hacia
arriba, dejando al descubierto mi cuello.
El cepillo para el pelo cae al suelo.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 11
LARS

—Lars. — dice, apenas más alto que un susurro.


Sus ojos se cierran mientras sucumbe a mis labios que exploran
con más urgencia su cara, su frente, la tierna piel de sus párpados.
—Dime cómo me has encontrado, Lars.
—Tranquila. — murmuro entre besos. —Soy policía. Es lo que
hago.
Gira su cara hacia mí y mis labios encuentran los suyos.
Su dulzura hace que el deseo arda en mi interior, y quiero
besarla más fuerte.
Pero, maldita sea, tengo que ir despacio. Su tamaño y su
inexperiencia me obligan a hacerlo. No quiero hacerle daño.
Me pone una mano en el pecho, y este simple gesto me arranca
un gemido bajo.
Mis dos manos agarran su pelo antes de que pueda detenerme.
La siento jadear, pero no me aparta.
Su beso se hace más profundo y le abro la boca. Gruño cuando
recibe mi lengua. El placer aumenta cuando nos saboreamos
mutuamente.
Me agarra la parte delantera de la camisa, abre más la boca y
gime para mí.
Rompo el beso, lo que la sorprende, y ambos abrimos los ojos.
—Mi pequeña Tink. ¿Tienes idea de lo que me hacen tus
ruiditos?

Sotelo, gracias K. Cross


Me examina la cara y la veo tragar saliva. — ¿Qué estoy
haciendo?
Gruño y le agarro el pelo con más fuerza. Le digo al oído: —Me
estás poniendo la polla tan dura que voy a hacer un agujero en estos
vaqueros en cualquier momento.
Sus ojos brillan y me dedica una sonrisa malvada. — ¿Y qué hay
de lo que me estás haciendo? Puedo sentirme chorreando a través de
este jersey tuyo.
Aprieta sus muslos alrededor de mis caderas. Reclamo su boca
con la mía, con más fuerza que antes. Introduzco mi lengua
profundamente, llegando hasta el fondo de su garganta.
Sus manos se dirigen a la parte delantera de mis vaqueros. Mi
polla se estremece y gruño en su boca.
Me toca la polla y separa los dedos para medir su longitud y su
grosor.
No veo cómo es posible que su cuerpo sea lo suficientemente
resbaladizo como para meterme.
—Cariño, te deseo tanto, pero tengo miedo de hacerte daño, eres
tan condenadamente delicada.
Me agarra la polla con más fuerza y tengo que hacer uso de toda
mi capacidad de contención para no darle la vuelta y meterme en su
coño.
—Puede que sea pequeña, pero no me voy a romper. Bueno, en
cierto modo supongo que sí, ya que técnicamente aún soy virgen...
Aprieto los dientes y me recuerdo a mí mismo que no solo es
virgen, sino que también ha pasado por un trauma y, como yo,
necesita desesperadamente dormir.
—Bebé, los dos necesitamos dormir para recuperar la cabeza
antes de que eso ocurra. ¿Confías en mí?
Asiente, pero me doy cuenta de que no está convencida.
La levanto de la encimera y la llevo a la cama. Cuando la dejo en
ella, desvía la mirada y traga saliva. Me mata esa expresión de lástima
en su cara, como si la hubiera abandonado.

Sotelo, gracias K. Cross


—Podemos ir despacio. — dice.
Levanto las mantas y le hago un gesto para que deslice su cuerpo
bajo las mantas. Obedece, y sonrío al ver que ha caído en mi patrón
de querer mantener la conexión física en todo momento; mientras me
quito la ropa, ella me acaricia el cuerpo con un pie.
Me deslizo junto a ella. —Bebé, cuando se trata de ti, mi polla no
tiene una velocidad lenta.
Me acerco a mi chica. Vuelvo a oler su pelo y, maldita sea, no
consigo ubicar ese aroma. ¿Es madreselva? No. Pero es tan bueno.
—Pero…— empieza.
—No hay peros. — respondo.
Me deslizo detrás de ella y le pido que se tumbe de lado para
poder hacer la cucharita. —No podré dormir si no tengo tu máxima
superficie presionada contra mí en todo momento. Esta es tu vida
ahora. ¿Entiendes?
—Sí. — dice ella, mansamente. —Pero...
— ¿Pero qué, cariño?
Suspira. —Estoy avergonzada.
— ¿De qué?
—Bueno, me has puesto tan nerviosa que no creo que pueda
dormir.
Me río y aspiro profundamente su pelo.
—Estar demasiado excitada para dormir no es algo de lo que
haya que avergonzarse.
Deslizo mi mano por la pequeña curva de su cadera, recordando
que está desnuda bajo ese jersey.
—Nunca nadie me había hecho sentir así.
— ¿Me estás diciendo que nunca has tenido un orgasmo? ¿Ni
siquiera por ti misma?
Niega pero no dice nada. —He mirado cosas en internet, pero
nunca me he molestado en intentar hacer cosas... por mi cuenta.

Sotelo, gracias K. Cross


El nivel de ingravidez de esta mujer me tiene asombrado y
excitado; estoy más duro que la madera de la mañana ahora mismo.
Joder.
Deslizo la mano por debajo del jersey y siento la suave piel de su
culo. Suspira e intenta girar sobre su espalda para mirarme, pero le
digo que se quede exactamente donde está.
—Voy a hacerte flotar en una nube para que te duermas, bebé,
y no tendrás que hacer nada. — murmuro en su cuello.
Mi mano se desliza hasta su pecho y su respiración se entrecorta
cuando lo aprieto suavemente. La hago gemir un poco haciendo rodar
su pezón entre el pulgar y el índice, convirtiéndolo en un pequeño
brote apretado.
Alarga la mano detrás de ella y toca la bragueta de mis
calzoncillos. —Reduce el ritmo, bebé. Deja que me ocupe de ti.
—Hmmm. — suspira, retirando la mano a regañadientes.
Entrelazo los dedos de mi otra mano con sus cabellos dorados.
Mi otra mano abandona su pecho y desciende, memorizando su caja
torácica, la curva de reloj de arena de su pequeña cintura, su dulce
ombligo y, finalmente, ahuecando su dulce y suave montecito.
— ¿Alguna vez te ha tocado un hombre aquí?
Gime: —No, solo tú, Lars.
Se oye un pequeño grito de sorpresa cuando mis dedos exploran
su suave y corto vello. Se abre hacia mí, su pierna sube para
engancharse a mi cintura. Dios, me va a costar mucho no tomarla y
envolverme en su calor por completo.
Deslizo mis dedos en su lugar más suave y tierno. Suspira y dice
mi nombre. —Lars, eso se siente tan bien.
Gruño en su pelo: —Tu coño es mío, pequeña Tink. — Gime
cuando mis dedos exploran sus pliegues. Gime cuando deslizo
suavemente un dedo dentro de ella. Sus paredes se aprietan contra mi
dedo, y siento su dulzura goteando. Sus caderas se arquean contra
mí, presionando su culo contra mi polla.

Sotelo, gracias K. Cross


—Tu coño es tan jodidamente estrecho, Wendy. Deja que te
estire un poco.
Grita de aprobación y le meto otro dedo. No pasa mucho tiempo
antes de que los dos dedos estén empapados de sus jugos. Mis dedos
masajean y estiran sus paredes. Sus gemidos son cada vez más
fuertes. Aprieta tanto las caderas hacia atrás que mi polla se
encuentra ahora entre sus nalgas.
Estoy acabado.
—Tu culo está jugando con fuego, Tink. — le digo.
—No te tengo miedo, policía. — dice roncamente.
Joder.
Mis dedos salen de ella y encuentran su clítoris, y aspira y grita:
— ¡Santa mierda!
Empiezo a frotar mi polla hacia arriba y hacia abajo contra su
culo porque... no puedo dejar de hacerlo. Jadea y tiembla mientras yo
hago lentos círculos alrededor de su apretado botón.
—Tink...— Mordí mientras le rozaba el trasero. —Dime otra vez
que soy el primero en tocarte así.
—Eres el primero. Me has salvado y yo me he guardado solo para
ti.
—Sí, bebé.
—Di mi nombre. — respira.
Presiono su clítoris y digo: —Eres mía. Te salvé para mí, y nadie
más tendrá este coño después de mí, ¿entiendes? He dicho que si lo
entiendes, Wendy.
Cuando oye su nombre, grita su clímax. Me uno a ella lanzando
chorros de semen caliente dentro de mis calzoncillos, agarrando su
cuerpo con fuerza.
Gimo en su pelo. — ¡Joder!— Aunque me arrepiento de haber
derramado mi semilla en cualquier otro lugar que no sea dentro de
esta increíble mujer, el alivio es tan bienvenido. El mero hecho de

Sotelo, gracias K. Cross


sostenerla entre mis brazos mientras ella cabalga sobre las olas de su
orgasmo me hace sentir abrumado por la gratitud.
Entonces me doy cuenta. El olor que me llega de su pelo.
De repente es muy vívido.
Cuando termina, y su respiración vuelve a la normalidad, chupo
sus jugos de mis dedos. Se confirma.
Cuando el cansancio se apodera por fin de mí, suelto el suspiro
de un canino grande y somnoliento y solo consigo decir una frase: —
Azahar.
Esa noche, sueño que corro por los huertos de naranjos de mi
abuela, un lugar que visitábamos cada primavera cuando era niño.
Aquel lugar albergaba mis mejores recuerdos de la infancia. Me subía
a los árboles cuando no debía hacerlo, y me caía y me hacía daño al
menos una vez al día. Pero no me importaba. No podía alejarme de ese
olor.
Y ahora se ha cerrado el círculo. Nunca he sabido dónde encajo
en este mundo. Y ahora que he encontrado a mi Wendy, por fin he
caído del todo, he aterrizado a salvo y he vuelto a casa. Por fin puedo
dormir.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 12
WENDY

— ¿Qué demonios es esto?


He estado a horcajadas sobre el pecho de Lars durante la última
hora, esperando a que se despierte y se enfrente a la música. Es
bastante cómico lo profundamente que puede dormir.
Estoy sosteniendo su teléfono en alto cuando finalmente abre los
ojos.
— ¿Un coño virgen en mi pecho?
—Cállate. Esto. — le digo, empujando la pantalla del teléfono en
su cara.
Los ojos de Lars se enfocan y luego se limpia las manos en la
cara.
—Supongo que se acabó la fiesta es lo que es. — dice, dándome
una malvada sonrisa de chico malo.
— ¿Hablas en serio? Me he despertado con algunas alertas y he
recordado que no tenía mi teléfono, así que he pensado que debía ser
el tuyo. Así que saqué tu teléfono de tus vaqueros y vi que tenías una
alerta de actividad en mi apartamento. ¡Oh, y entonces! ¡Encontré mi
teléfono en tu otro bolsillo! Amber cogió mi teléfono en la biblioteca
una vez que Morty me apuntó con una pistola en el coche. ¿Puedes
explicar, por favor, cómo lo has encontrado?
De repente se sienta en la cama, deslizándome sobre el colchón.
—Espera, ¿qué?— pregunta.
—Sí, eso es. He descubierto que me has estado siguiendo.
Siguiendo, esa es la palabra, ¿no? ¿O tal vez acechando?
—Tink.

Sotelo, gracias K. Cross


Me pongo de rodillas y le señalo a la cara. —No puedes llamarme
apodos hasta que me digas toda la verdad. ¿Me has estado acosando?
Gime, y está tan enojado que me caigo hacia atrás y ahora se
cierne sobre mí. —Bueno, si no te hubiera estado vigilando, ¿dónde
demonios crees que estarías ahora mismo?
Resoplo. — ¿Así que el fin justifica los medios?
Me lanza una mirada de depredador, y se pone literalmente a
cuatro patas sobre la cama, mirándome como si estuviese a punto de
ser comida viva.
—Escucha, señora Cosita. No tenías por qué estar en ese
complejo de apartamentos. Me encargué de protegerte. ¿Quieres la
verdad? Puse un rastreador en tu teléfono. ¿Por qué? Porque me lo
entregaste en bandeja de plata. Eso me dijo que eras demasiado
confiada para dejarte sola. E hice instalar cámaras fuera de tu ventana
y en el pasillo. Y... puse un rastreador en tu coche. Así es como te
encontré al final.
Le siseo: —Increíble.
Me sujeta las muñecas al colchón y baja la cabeza para que su
voz vibra contra mi cuello, justo debajo de mi oreja. Habla con calma
pero de forma letal. —Hey, podría haber instalado una cámara a través
de nuestra pared compartida, pero eso habría sido una invasión de tu
intimidad.
Trago saliva. Que se joda por acosarme. Y que se joda por
hacerme enojar y seguir sintiéndolo en mis huesos.
Esa voz profunda tiene una vibración que llega hasta mis lugares
más secretos, llamando a mi cuerpo a empaparse.
—Lars, tienes problemas. — le digo.
—Tengo noticias para ti, querida, estamos en el mismo puto club
de los problemas. Te gusta el riesgo tanto como a mí. ¿Por qué si no
estarías viviendo en ese agujero de mierda? Y no me vengas con el
cuento de la pobrecita.
Lucho contra él, pero es inútil.
— ¿Por qué te importa lo que hago?— Escupo.

Sotelo, gracias K. Cross


—Es mi trabajo. — gruñe.
—Pero no lo es realmente, ¿verdad? Más bien tu trabajo tiene
ventajas que has utilizado contra mí, ¿no? Si me acechas tanto, ¿cómo
es que no sabías lo del anuncio de Craigslist?
—Ya he tenido suficiente de tu descaro, pequeña. — dice. Y con
eso choca sus labios contra los míos.
Me devora con la boca y tira del jersey que aún tengo puesto.
—Fuera, quítatelo. — me ordena.
—No. — digo desafiando.
Da un tirón y el jersey queda al otro lado de la habitación. Me
coge la cara con un poco de brusquedad en la mano. —Las pequeñas
descaradas no pueden llevar la Dulzura. — dice.
No ha respondido a mi pregunta, pero es difícil que me importe
cuando me encuentro disfrutando de cada pequeña dosis de rudeza
que me da este hombre.
Es como si mi pequeño, duro y gris mundo se hubiera abierto y
revelado algo enorme, suave y vibrante en su interior.
En mis días de juventud, había compartido un beso seco o dos
bajo las gradas de mi instituto. También hubo algún manoseo torpe,
pero nada que hiciera arder mi mundo. Y entonces mamá cayó
enferma. Después de eso, los chicos y las citas pasaron a un segundo
plano.
Lars no se parece en nada a ese chico bajo las gradas, ese chico
cuyo nombre ni siquiera puedo recordar ahora.
Sus manos bajan, separan mis muslos y me tocan el coño.
Respiro porque todavía no puedo creer que algo pueda sentirse
tan bien.
Lars estaba tan tierno anoche, pero ahora he despertado a la
bestia.
Estoy abierta de par en par, y su pulgar está estirando mis
paredes, y mi jugo está cubriendo sus dedos.

Sotelo, gracias K. Cross


Retumba contra mi pecho: —Estás aún más mojada cuando te
enojas conmigo.
Lars se lleva un pezón a la boca y se burla con la lengua hasta
que el duro capullo arde de placer. Pasa al otro. Me agacho, deseando
desesperadamente agarrar su polla, pero es tan alto que no puedo
alcanzarla en esta posición.
Su pulgar en mi sexo está a punto de llevarme al límite.
—Lars, rómpeme.
Se ríe. —Oh, te voy a romper muy bien. Aún no he terminado de
hacer lo que quiero.
Lo siguiente que sé es que su pulgar está en mi clítoris y su cara
está entre mis muslos.
Gimo por anticipado porque sé lo que viene a continuación. Pero
no estoy preparada para lo que se siente.
—Oh, Dios. Oh Lars. ¡Santa mierda!

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 13
LARS

Quería hacerlo despacio, pero ella me llevó al límite.


Devoro sus dulces y delicados pliegues con besos y oigo cómo se
le corta la respiración a mi Wendy. Recuerdo, de nuevo, que ningún
hombre ha estado aquí antes y me hace sentir como un rey. Su rey.
Hundo mi lengua en su profundidad y gime.
Mis dientes recorren su pequeño y duro clítoris y mi niña se
retuerce debajo de mí.
Estoy encantando a mi mujer y tiene un sabor extraordinario.
Es una dulce miel en mi boca y la quiero toda. Cuanto más lamo, más
se derrama para mí.
He olvidado todo lo que hubo antes de esta mujer. Es como si el
tiempo se hubiera detenido, rebobinado, y me hubiera dado un repaso.
Y mi objetivo es hacerlo una y otra vez... y otra vez.
Soy un chico grande y malo y mi lengua traviesa encuentra su
punto dulce dentro de su pared. Al mismo tiempo, trabajo sobre su
clítoris con mi pulgar. Grita: — ¡Sí, Lars!— cuando le llega el orgasmo.
Cuando se corre, la miel fluye aún más de ella y la absorbo toda.
Hasta la última gota.
Wendy aún se estremece cuando le beso la boca, compartiendo
su sabor con ella.
Toda la insolencia y la lucha han desaparecido de ella y vuelve a
parecer mi dulce Tink.
—Oh no, aún no hemos terminado. Lars viene por ti, bebé.
Me cierro sobre mi mujer y espero a que ella envuelva sus
piernas alrededor de mis caderas.
— ¿Condón?— pregunta débilmente.

Sotelo, gracias K. Cross


—No, señora.
—Lars.
— ¿Qué? Estoy limpio.
—No es eso, yo... no tomo la píldora.
—Bien. — digo.
—No quieres un bebé. — dice.
—Bueno, ahí es donde te equivocas.
—Estoy en la universidad. — dice.
Sonrío y deslizo la punta justo dentro de su entrada.
No protesta.
— ¿Y?— Le pregunto. — ¿Cuál es tu especialidad?
—Relaciones internacionales. — responde.
Sonrío. —Eso está muy bien. — digo, y le meto otro centímetro
más.
Cierra los ojos. —Lars, Dios mío, estás tan duro...
—Chica…— digo. —llevo días sufriendo por ti. Mis bolas azules
están más que azules... están moradas.
—Hmmm. — murmura.
— ¿Cuál es tu curso favorito?
Sonríe. —Pashto.
— ¿Pashto? Mujer, puedo enseñarte eso. ¿Sabes cuánto tiempo
pasé en Afganistán?
Se burla, pero también me aprieta más entre sus muslos y me
mete un poco más adentro. Puedo sentir cómo se estira para adaptarse
a mí y está tan bien y tensa que necesito todas mis fuerzas para no
empujar hasta el fondo.
—No puedo tirar por la borda mi educación. Quiero esto, Lars. Y
te quiero. Y... no puedo creer que esté diciendo esto, pero quiero tener
tus bebés. Puedo hacer ambas cosas, ¿verdad? ¿Me ayudarás?

Sotelo, gracias K. Cross


Mi corazón está a punto de detonar ante sus palabras. Me deslizo
hasta que siento que su cereza cede. Me detengo cuando aprieta los
dientes brevemente, y luego una sonrisa se dibuja en su rostro.
—Por supuesto que puedes hacer las dos cosas. Mira a tu
alrededor, ¿crees que voy a reparar en gastos para asegurarme de que
tienes todo lo que necesitas para ser la mejor madre y la mejor...
persona de relaciones internacionales?
Se ríe, y es una risa tan dulce y entrañable que siento el pre-
semen deslizándome en la punta. —Intérprete. — aclara, agarrando
mis caderas con más fuerza, la parte trasera de sus talones
presionando contra mi culo para introducir mi pene hasta el fondo.
Me enfundo en ella hasta la empuñadura.
—Estás tan jodidamente apretada y caliente. Me encantas,
¿sabes?— le digo, apoyándome en los antebrazos para no aplastarla
con mi tamaño.
—Es bueno saberlo. — dice con una sonrisa malvada, moviendo
sus caderas para encontrarse conmigo mientras yo empujo, una y otra
vez.
Estallo dentro de ella, cubriendo sus paredes con mi dulce
liberación. Wendy se corre de nuevo cuando siente mis chorros
calientes de semen llenándola.
La lleno tanto que mi semilla se derrama dentro de ella.
Mientras se estremece por las réplicas de su clímax, la pongo
encima de mí y entierro mis manos en su pelo, inhalando esa dulce
flor de azahar que me pertenece ahora.
—Puede que tengas la mitad de mi tamaño, pero voy a seguir
llenándote hasta dejarte embarazada. Y luego voy a seguir haciéndolo
hasta que todas las habitaciones de esta casa estén llenas de niños.
Sonríe y recupera el aliento. —Será mejor que encontremos más
cosas sobre las que discutir, entonces. ¿De qué estábamos discutiendo
de todos modos?
—De que te acosaba.

Sotelo, gracias K. Cross


De repente, se sienta. —Oh, Dios mío. Tu teléfono. Las cámaras
de vigilancia, dieron con algo, ¿recuerdas?
Me siento y cojo mi teléfono del colchón donde ella lo había
tirado.
Lo abro y veo las notificaciones. Se ha detectado movimiento en
su apartamento. Y en el mío.
Esto no es bueno.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 14
WENDY

Nos saltamos todos los semáforos en rojo de camino a nuestro


complejo de apartamentos.
Una parte de mí se pregunta por qué nos molestamos. Ahora
parece una parte lejana de mi vida. No es que haya nada de mi antigua
vida que quiera rescatar, excepto quizá mis apuntes de la universidad
y algunos libros.
Pero en serio. Esos libros de la universidad son jodidamente
caros.
Cuando llegamos, esperamos encontrar nuestros dos
apartamentos saqueados. Es aún más espeluznante, de alguna
manera, que nada parece fuera de lo normal.
Su espartano estudio está ordenado.
—Parece que no te han robado. — digo, pero Lars frunce el ceño
con preocupación.
—Han aspirado el suelo. — murmura, acercándose a su
escritorio. Ilumina su ordenador con una linterna. —Todo está muy
limpio. Alguien ha estado entre mis cosas y luego ha limpiado todo el
lugar. No me gusta esto.
Me encojo de hombros. — ¿Pero por qué iban a estar aquí? No
es que guardes pruebas en tu apartamento.
Me mira. —A menos que esté buscando algo que me incrimine.
Algo que pueda hacerme parecer poco ético en el juicio.
Asiento. —Oh, ¿te refieres a registrar el Wham Bam sin orden
judicial, basándote en plantar vigilancia sobre mí sin mi
consentimiento?
Me hace un gesto para que no lo haga. —Pueden intentarlo, pero
todo en este caso está lleno de causas probables.

Sotelo, gracias K. Cross


Llama a alguien del departamento.
Mientras continúan su conversación, decido ir a comprobar mi
casa.
—Espérame. — me advierte, interrumpiendo su llamada
telefónica. Pero tengo ganas de ver qué han hecho en mi casa los
matones de Slate.
Mi llave entra en la cerradura y oigo a Lars acercarse a mí.
En cuanto abro la puerta, una mano me empuja hacia dentro
por la muñeca.
El estómago se me sube a la garganta. Otra vez no.
Pero no tengo ni la mitad de miedo que la última vez que Slate
me inmovilizó por detrás.
Sigo creyendo en lo que dijo Lars ayer. Si quieren llegar a mí,
tendrán que pasar por Lars.
—Eres un idiota. ¿Sabes lo que te va a hacer?
Y es entonces cuando siento el frío acero contra el lado de mi
cráneo.
Lars irrumpe por la puerta y se detiene en seco al ver la pistola
que me apunta.
—Da un paso más, policía, y le vuelo los sesos hasta la próxima
Navidad.
Lars pone la mano en su arma.
Slate amartilla la pistola y siento que me aprieta en la sien.
No puedo evitar soltar un gemido.
Con mis ojos le digo a Lars que lo amo.
Mi amante tiene una mano en el aire y habla con calma, tratando
de calmar la situación.
—Tu gente te ha sacado de la fianza con bastante rapidez, Slate.
Estoy impresionado. ¿Te quedaste siquiera una noche en el
condado?— pregunta Lars.

Sotelo, gracias K. Cross


Slate gruñe junto a mi cráneo y su brazo se estrecha alrededor
de mí. —Solo el dinero que gano traficando con droga podría hacerte
cuestionar toda tu noble elección de carrera, hombre. No es demasiado
tarde. Me vendría bien un gran camión como tú en mi equipo si
consigues que el fiscal retire los cargos. Consigue descongelar mis
activos. O bien, puedes despedirte de tu linda putita.
Apenas registro lo que Lars y Slate se dicen mientras se
desarrolla esta escena. Todo lo que sé es que los ojos de mi amante
nunca me abandonan y eso es suficiente para mantenerme tranquila.
Espero que sepa que lo amo, y me arrepiento de no habérselo
dicho directamente. Espero que sepa que quiero tener hijos y envejecer
con él. Espero que sepa...
Suena un disparo. Jadeo y cierro los ojos, esperando ver cómo
es el más allá.
Pero cuando abro los ojos, Lars me tiene en sus brazos. Miro
hacia abajo y Slate está en el suelo en un charco de su propia sangre.
Grito.
Lars me calla la boca con la suya.
—Bebé. Wendy. Tink. No pasa nada. Se acabó. Bebé, quiero que
conozcas a alguien.
Me controlo y miro a Lars con desconcierto. — ¿Qué? ¿A quién?
Estudio su cara y asiente hacia mi ventana exterior. Suelto otro
pequeño grito cuando veo que otro hombre de negro entra en mi
espacio desde la escalera de incendios, llevando un rifle.
—Tink, te presento a Fletcher.
Miro la basura humana que hay en el suelo y luego vuelvo a
mirar al hombre enjuto pero sólido que cruza la habitación hacia
nosotros.
Me quedo con la boca abierta. — ¿Eres tú?
Asiente y me dedica una sonrisa cortante. —A su servicio.
Me vuelvo hacia Lars. — ¡Creía que era tu mayordomo!

Sotelo, gracias K. Cross


Lars se encoge de hombros como si todo esto no fuera gran cosa.
—Fletcher y yo servimos juntos en Afganistán. Me salvó el culo en
varias ocasiones. Así que le di un trabajo para que me cuidara.
Fletcher asiente: —Sí, a éste le gusta demasiado el peligro. Llevo
sus propiedades por todo el mundo, y a veces lo apoyo cuando se mete
en un desastre. Que es más a menudo de lo que crees.
Sacudo la cabeza. —No tengo problema en creer que mi vigilante
necesita un vigilante.

Sotelo, gracias K. Cross


Capítulo 15
LARS

Es el día de Navidad, y Fletcher ha hecho todo lo posible.


El gran vestíbulo está engalanado con guirnaldas luminosas que
suben y bajan por la doble escalera. Todos los jarrones están repletos
de adornos navideños. El árbol más grande jamás permitido en una
residencia privada se alza orgulloso en el centro de la casa, apilado
con docenas de regalos, envueltos en brillantes envoltorios. Todo para
mi niña.
Es Nochebuena y acabamos de terminar una deliciosa y festiva
cena con mi familia. Fletcher también está ahí, y no he podido evitar
fijarme en su aspecto acogedor con mi hermana. Wendy se dio cuenta
de lo mismo y me dio un apretón en la rodilla por debajo de la mesa.
Estaba nerviosa antes de conocer a toda mi familia. Son un
grupo ruidoso y alocado. Pero enseguida abrazaron a Wendy y, sobre
todo, se alegraron de que por fin me hubiera decidido a sentar cabeza.
Estaban tan contentos, de hecho, que ni siquiera protestaron por
tener tacos para la cena de Nochebuena.
Después de que todos se dieran las buenas noches y se retiraran
a sus suites familiares, Wendy me cogió de la mano y empezó a
llevarme escaleras arriba, charlando sobre si debíamos hacerlo en su
suite o en la mía esta noche.
Pero a mitad de las escaleras, la detengo.
Se gira y me mira. Está a dos pasos de mí, así que estamos a la
altura de los ojos.
—Espera un momento, cariño. Tengo que preguntarte algo.
Me mira con sus ojos interrogativos y eso me hace sentir caliente.
Y excitado. Y nervioso por lo que voy a decir.
—Tink... ¿sabes por qué te llamo Tink?

Sotelo, gracias K. Cross


Se ríe y pone los ojos en blanco. —Sí. Chistes cortos. Me los
hacen todos los días de mi vida.
Asiento y trago saliva. Ser elocuente no es mi fuerte.
—Hay más. Verás, todo lo relacionado con ser un policía
encubierto, y todo lo que hay en mi cabeza, es frío, duro y oscuro. He
visto mucha mierda. No te llamé así solo porque eres pequeña. Te
llamé así porque eres hermosa, feroz y mágica. Iluminas mi camino en
la oscuridad. Eres mágica para mí. Me das calor. Y por eso te llamo
así. ¿Lo entiendes?
Mi chica asiente y se muerde el labio. Sus ojos empiezan a
gotear. Será mejor que me ponga manos a la obra.
Saco una cajita azul del bolsillo y la abro hacia ella. —Tink, mi
pequeña luz en la oscuridad, ¿quieres casarte conmigo?
Ni siquiera mira la caja. Lo cual es extraño, teniendo en cuenta
que este diamante está a punto de cegarme incluso desde este ángulo.
En lugar de eso, sus ojos solo me miran a mí.
—Lars, ¿cuál es tu segundo nombre?
No era la respuesta que esperaba, pero es justo; quiere saber mi
segundo nombre si va a ser mi esposa. —Logan.
De repente, Wendy salta de la escalera y, sobresaltado, la atrapo.
Aterriza sobre mí, con sus piernas a horcajadas sobre mi caja torácica.
Mi Wendy me sujeta la cara y acentúa cada frase con un beso en la
frente, las cejas, los pómulos, la nariz y cada una de mis cicatrices.
—Lars Logan Anderson. Eso es. Lo más. Hermoso. Que nadie.
Me ha dicho. Por supuesto que me casaré contigo.
He oído que los corazones se rompen por la tristeza, pero ¿es
posible que el mío se rompa por la felicidad? Porque eso es lo que se
siente al tener a Wendy amándome tan completamente. Se siente
como si mi corazón se hubiera roto en dos pedazos dentro de mi pecho.
Mi corazón se ha desprendido de su vieja y dura cáscara y ha sido
reemplazado por algo totalmente nuevo.

Sotelo, gracias K. Cross


Epílogo Uno
LARS

Un año después…
El juicio por fin ha terminado. Los matones de Slate, incluido el
hermano de Claudia, son encarcelados durante mucho tiempo. Morty
llega a un acuerdo de culpabilidad a cambio de cantar como un pájaro.
Fletcher es absuelto de cualquier delito en el disparo a Slate,
porque era obvio que estaba defendiendo a Wendy.
Cuando todo está dicho y hecho, hago exactamente lo que le juré
a Brian que haría. Compro el club de striptease, y acepto cederlo al
departamento de bomberos local para hacer una quema de práctica.
Siempre y cuando me dejen iniciar el fuego.
Lo cual hacen. Porque ahora soy un bombero.
¿No he mencionado eso? Sí, esta es mi próxima aventura en mi
búsqueda de toda la vida de correr hacia el peligro.
Curiosamente, Wendy se siente mejor con que sea bombero que
policía.
Mi esposa está viendo cómo el hijo de puta arde hasta los
cimientos, desde una distancia segura, y tiene esa mirada salvaje en
los ojos.
Conocerla durante el último año ha sido una aventura increíble,
emocionante y erótica. Nos hemos acostumbrado a las señales del
otro. Y cuando veo que me mira con las mangueras, sé exactamente
lo que quiere.
Me giro para hablar con mi capitán.
Pone los ojos en blanco y me da una palmada en la espalda.
—Por supuesto, ve a cuidar de tu esposa. — dice.

Sotelo, gracias K. Cross


Momentos después, estamos en mi camioneta, besándonos como
adolescentes mientras el edificio en llamas ilumina la oscuridad a
nuestro alrededor.
Me dedica una sonrisa malvada y me baja la cremallera de la
parte delantera de mi uniforme de bombero. No tiene que hacer mucho
trabajo para encontrar lo que quiere, ya que Big Lars ya está en
posición de firmes cuando lo saca.
Su mano en mi polla, después de todo este tiempo, hace que
cada célula de mi cuerpo ruja de necesidad.
Froto mi mano en la pequeña barriga de ella. —Pronto no podrás
chupármela en el camión.
Me dedica una sonrisa malvada mientras sube para pasar su
dulce lengua por mis labios. —Mmmm. La vida... encuentra un
camino.
Me pasa la yema del pulgar por la punta, untando la pequeña
gota de pre-semen.
—Mierda, mujer. — exclamo. Tengo la sensación de que nunca
va a dejar de volverme loco con esa boca descarada que tiene.
Como ahora mismo, que me está haciendo ver cómo se chupa mi
pre-semen de su pulgar. —Joder. — digo, enterrando mis manos en
su salvaje melena.
Baja y se lleva mi polla hasta el fondo de su boca con alegría y
entusiasmo.
Exhalo con fuerza y me relajo en el momento, como el gran
canino que soy.
No puedo creer la suerte que tengo de haber encontrado y podido
mantener esta luz en mi vida.
Se da un festín con cada centímetro de mí y, cuando termina,
me traga entero. Hasta la última gota.
De una forma u otra, nunca habrá un momento en el que
nuestra conexión se rompa.
No hay otra persona en la que prefiera mantener mis ojos por el
resto de mi vida.

Sotelo, gracias K. Cross


Epílogo Dos
WENDY

Diez años después…


— ¡Nena, yo me encargo!
Lars me grita que suelte el pelo de Boris y guarde mi arma.
Mi marido sube a toda velocidad por el sendero de la montaña,
alcanzándonos a mí y a mi última captura, un matón de la mafia rusa
al que hemos estado siguiendo por toda la costa oriental de África.
Lars puede ser grande, fuerte y ágil, pero yo soy una corredora
más rápida.
Es lo que nos hace un buen equipo como espías para la CIA.
— ¡Pero yo lo atrapé primero!— Le grito mientras me siento
encima del tipo, que está boca abajo en el suelo.
Vuelvo mi atención hacia el mamarracho al que aprieto la
columna vertebral con la rodilla y le interrogo en su propio idioma. —
¿Dónde están las chicas?— Le digo en ruso.
El hombre me escupe que prefiere comer vidrio antes que admitir
algo con una hembra.
— ¿Qué está diciendo?— dice Lars, que por fin se pone al día.
—Bueno, si hubieras tomado esa clase de ruso como se
suponía...— Digo.
Lars gruñe. —Te está insultando en otro idioma, ¿no? Vamos,
deja que lo registre. Solo una vez.
Le chasqueo la lengua. —No, Lars. Hay procedimientos que
seguir. Y me voy a quedar aquí sentada hasta que llegue la Interpol.
No vas a darle una paliza.
— ¡Vamos!

Sotelo, gracias K. Cross


Le dirijo una mirada severa y entonces suena mi teléfono.
Miro la pantalla. — ¡Son los niños! Ven aquí, casi nos olvidamos
de nuestra cita de FaceTime.
Contesto mientras Lars se agacha a mi lado. Fletcher y su mujer,
LuLu, aparecen en la pantalla. Sus propios hijos aparecen en y entre
nuestros cuatro pequeños monstruos: Trace, nuestro hijo de casi diez
años, y Jet, de ocho, Brick, de seis y nuestra única niña, Blossom, de
cuatro. Hablan todos a la vez.
Les recuerdo que se turnen.
— ¿Qué han hecho todos? Espero que se hayan portado bien con
Fletcher y LuLu.
— ¡Escalé toda la ladera de la montaña sin equipo!— dice Trace.
—Me dio un ataque al corazón. — comenta LuLu.
Le doy un codazo a Lars. —Esto es culpa tuya.
Se encoge de hombros y acepta la responsabilidad.
— ¡Fletcher me ha enseñado a tirar con arco!— dice Jet. Sonrío,
pero me duele el corazón, deseando haber estado ahí para ver esto.
—Puedo contar hasta 100 en español y mandarín. — dice Brick.
Aplaudo. — ¡Ese es mi chico!
Entonces la pequeña Blossom habla. — ¿Hay nieve en las
Seychelles, mami? ¿Cuándo vuelves a casa?
Lars dice: —Lo siento, tenemos un trabajo más después de este
y llegaremos a casa a tiempo para Navidad. Este año van a tener que
encargase ustedes solos de la decoración.
Los niños se lamentan y tengo que interrumpir.
—En realidad, esta noche estaremos en un avión de vuelta a
casa. — digo. Miro a Lars. —Órdenes del médico, tengo que pedir una
excedencia en este trabajo durante los próximos ocho meses. Este
trabajo es demasiado peligroso en mi estado.
— ¡Mamá va a tener otro bebé!— Los niños aplauden.

Sotelo, gracias K. Cross


Lars sacude la cabeza. —Hombre, realmente esperaba llegar a
Jordania para seguir esa pista...
Me burlo. —Bueno, si no quieres que los bebés te estropeen la
diversión, podrías intentar no tocarme durante cinco minutos.
Gruñe y su brazo me aprieta contra él. —Nunca. — Me da un
suave y dulce beso en los labios y todos los niños chillan y gimen de
placer y disgusto al ver a papá y mamá besándose.
Continuamos nuestra pequeña sesión de besos mucho después
de colgar el teléfono.
—Perdona, sigo aquí abajo. — dice Boris en ruso, sobre el que
me doy cuenta de que sigo sentada.
—No maldigas a mi mujer en ruso. — dice Lars, golpeando a
Boris en la nuca con la palma de la mano abierta.
—No estaba maldiciendo. — digo.
Lars se encoge de hombros. —No quiero que te hable de
cualquier manera.
—Sabes, tal vez deberíamos empezar a tomar asignaciones
separadas si estos tipos malos van a ponerte nervioso cuando apenas
me miran.
—No puedo evitarlo, cariño, tengo que vigilarte.
Realmente lo hace. Mi marido, un gran labrador, tiene que
mantener sus patas y sus ojos sobre mí en todo momento.
Y sinceramente, me sigue gustando.

Fin…

Sotelo, gracias K. Cross


Sotelo, gracias K. Cross

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