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“Hijas de la mala vida”

(Les Demoiselles d’Avignon)

Comedia en un acto escrita por Humberto Robles

Montajes en CDMX, Monterrey (dos puestas), Chihuahua; Montevideo


(Uruguay), Redwood City, (California), y Montreal, (Canadá)

Reynier Cepero dirigió el cortometraje "Las señoritas de Aviñón", basado en


esta obra (Cuba)

Nota: esta obra no puede ser interpretada por hombres, solo mujeres.
“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Personajes:
Margot
Penélope

Ambas mujeres son veteranas de la misma edad más o menos. Penélope viste
sumamente elegante y sofisticada, con sombrero, bolso y guantes, de luto
riguroso (o también, podría ir totalmente de rojo), estilo Coco Chanel. Margot
viste con evidente mal gusto, colores chillones, telas baratas, mal combinada,
sombrero, lentes oscuros; parece una turista gringa.

La acción transcurre en una sala del Museo de Arte Moderno de Nueva York, a
finales de la década de los 50, Siglo XX.

En el escenario vemos una reproducción del cuadro “Las señoritas de Avignon”


de Picasso (óleo, 245 × 235 cm.) y frente a éste una banca de museo.

Los poemas de Rafael Alberti pertenecen al libro “Lo que canté y dije de
Picasso”.

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

ACTO ÚNICO

Oscuro. Escuchamos un fragmento de “Bucovina” de Shantel (del disco


Putumayo Presents: Gipsy Groove). El escenario se va iluminando lentamente
hasta descubrir el cuadro “Las señoritas de Avignon” de Picasso. Hay una
banca de museo frente al cuadro. Tras unos instantes, por un lado entra
Margot, mascando chicle, sigilosa, cerciorándose de no ser vista; observa el
cuadro; le escupe y sale. Tras unos momentos, por el otro lado, entra
Penélope, con una vela encendida, como en un ritual místico. Al ver el cuadro
adopta pose y lanza una exclamación teatral, grave, llena de histrionismo y
admiración:

Penélope: ¡Ah…!
Aquí está el toro de cuya cola arrastra
La sal y la aspereza, y en su ruedo
Tiembla el collar de España con un sonido seco,
Como un saco de huesos que la luna derrama1.

Penélope hace una reverencia y pone la vela frente al cuadro. Se sienta en la


banca a contemplarlo con una devoción casi religiosa. Margot entra por su
lado, trae un hacha; no se percata de la presencia de Penélope. Margot se
acerca, trata de darle al cuadro con el hacha pero el peso de ésta la vence
hacia atrás. Penélope la observa y carraspea para hacerse notar. Margot no la
escucha y hace otro intento, pero el peso del hacha la vence de nuevo, ahora
hacia adelante, y la hace trastabillar. Resopla. Vuelve a empuñar el hacha y la
levanta con dificultad.

Penélope: Querida... ¿se puede saber qué pretende?

Margot: ¡Ay, madame...! (Baja el hacha) ¡Qué susto me pegó!

Penélope: No era mi intención... le ofrezco mis disculpas.

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Pablo Neruda

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot: Aceptadas.

Ambas se miran unos instantes. Penélope vuelve a posar su vista en el cuadro.


Margot la mira de soslayo.

Margot (tras pausa): Yo también digo que “lo malo de la pintura abstracta es
que hay que molestarse en leer el título de los cuadros2”… (Margot ríe de su
“chiste”. Penélope apenas la mira) Era una broma... (Tras pausa, carraspea)
Una preguntita.

Penélope: Sólo una... Sea breve... Adelante.

Margot: ¿Piensa quedarse mucho rato en esta sala?

Penélope: ¡Una eternidad… la vida entera si pudiera!

Margot: ¡¿Tanto tiempo?! ¡Qué barbaridad! Yo tengo tantas cosas qué hacer
todavía.

Penélope: Respondida su pregunta y aprovechando que aún no viene la


multitud de turistas con sus desagradables camaritas, ¿me podría dejar unos
minutos con ella?

Margot (mira alrededor): ¿Con quién?

Penélope: Con ella… (Señala) Con la pintura. (Mira el cuadro) ¡Ojos me faltan
para verla y corazón me sobra para venerarla!

Margot: ¿Se refiere a este cuadro horripilante que jamás debió haber existido?

Penélope: ¡Por favor! ¡Si es usted una iletrada, al menos tenga un mínimo de
respeto al referirse a esta obra maestra!

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Óscar Pin

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot: ¡“Obra maestra…”! ¡Obras maestras la Mona Lisa… o la Gioconda!

Penélope: Querida, querida... no demuestre su galopante incultura de esta


forma tan penosa... La Mona Lisa y la Gioconda son la misma pintura.

Margot: ¡No me diga! Fíjese que siempre tuve esa duda. Gracias por
despejármela.

Penélope (se levanta; docta): “Las señoritas de Avignon”... ¿Sabe que antes de
ser llamado así se le conoció como “El burdel filosófico”...? Esta pintura
revolucionaria, obra germinal del cubismo, es uno de los más grandes
paradigmas de la pintura... Una obra que quebró la concepción del arte hasta
ese momento... Fue una pintura muy criticada e incomprendida incluso entre
los artistas, coleccionistas y críticos de arte más vanguardistas de la época,
que no comprendieron el nuevo rumbo tomado por el artista… Con “Les
demoiselles d’Avignon” Picasso mandó a Venus al cementerio3.

Margot: Ah…

Penélope: Dios creó el mundo –dicen-


Y en el séptimo día,
Cuando estaba tranquilo descansando,
Se sobresaltó y dijo:
“He olvidado una cosa:
Los ojos y la mano de Picasso”4…

Margot (para sí): ¿Eso viene en la Biblia?

Penélope: Obviamente no… es poesía, señora… (Prosigue; contempla la


pintura) Bien dicen que “un cuadro debe ser pintado con el mismo sentimiento
con que un criminal comete un crimen5”...

3
Lo que Picasso ama, según sus propias mujeres, de Rafael Alberti
4
Rafael Alberti

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot: En eso estoy totalmente de acuerdo con usted... Esta obra es un


crimen, un atentado a la mirada, y ya que no puedo castigar al culpable…
(Empuña de nuevo el hacha y la levanta con dificultad) ¡Permítame acabar con
el producto de esta infamia!

Penélope: ¡¿Qué le pasa, insensata?! ¡Deténgase!

Margot (empuñando el hacha): ¡Debo destruir este cuadro!

Penélope: ¡¿Está usted perturbada?!

Margot intenta ir hacia el cuadro para golpearlo con el hacha. Penélope intenta
quitársela. Ambas forcejan.

Margot: ¡Apártese, no quiero hacerle daño a usted!

Penélope: ¡Baje esa hacha de inmediato!

Margot: ¡Madame, usted no entiende!

Penélope: ¡No me obligue a llamar a los agentes de seguridad!

Margot: ¡Quítese o no respondo de mí!

Penélope: ¡Basta, desquiciada!

Terminan de forcejear y quedan exhaustas. Margot deja el hacha por ahí. Se


sientan en el banco, resoplando.

Penélope: Óigame bien: en cuanto me reponga de semejante sofocón, voy a


llamar a la policía.

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Edgar Degas

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot (sobándose un brazo): Creo que me dislocó un brazo, señora… y a mi


edad los huesos ya no sueldan tan fácilmente.

Penélope: ¡Loca! ¡Está usted rematadamente loca!

Margot: No me levante falsos, que la puedo llevar ante un tribunal.

Penélope: ¡Ah, lo que me faltaba! Una lunática amenazándome… (Mira


alrededor) ¡Y yo sin testigos…! ¡Maldita suerte la mía!

Margot (sobándose el brazo): Me parece que voy a tener que ir a un hospital.

Penélope: Sí… ¡pero psiquiátrico!

Margot: Más respeto, señora, más respeto... Que conste que la puedo
demandar por abusar de una pobre anciana frágil e indefensa.

Penélope: ¡Pobre y anciana, sí... pero nada de frágil e indefensa!

Margot: Por la zarandeada que me dio, la puedo meter presa.

Penélope: En todo caso, aquí la que va a acabar tras las rejas es usted: una
facinerosa maniaco-compulsiva atentando contra el legado del artista más
grande que haya dado la humanidad: ¡Picasso...! (Se levanta, lanza una
exclamación teatral y habla llena de histrionismo) ¡Ah, Pablo Ruiz Picasso…!
Siempre es todo ojos.
No te quita ojos.
Se come las palabras con los ojos.
Es el siete ojos.
Es el cien mil ojos en dos ojos.
El gran mirón
como un botón marrón
y otro botón.

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

El ojo de la cerradura
por el que se ve la pintura.
El que te abre bien los ojos
cuando te muerde con los ojos.
El ojo de la aguja
que sólo ensarta cuando dibuja.
El que te clava con los ojos
en un abrir y cerrar de ojos.
[…] Todo el amor para esos ojos.
El cielo entero para esos ojos.
El mar entero para esos ojos.
La tierra entera para esos ojos.
La eternidad para esos ojos.6

Margot (tras pausa, aplaude): ¡Bravo, bravo…! Hermosas palabras, madame,


muy bellas realmente.

Penélope: No son mías. Se las tomé prestadas a Rafael Alberti.

Margot: ¿Algún amigo suyo?

Penélope: Un celebérrimo poeta español, querida.

Margot: ¿No me diga? No he tenido el gusto… Fíjese, una vez conocí a un


poeta, muy simpático el muchacho… Ah, pero cómo le entraba la bebida… ¡y a
las mujeres…! Era un pillo redomado… y estaba de un dotado que, si yo le
contara…/

Penélope (interrumpe): ¡No me interesa su historia!

Margot: Es que no le miento, el tamaño era descomunal. (Va a ilustrar con las
manos)

6
Fragmentos de Los ojos de Picasso, de Rafael Alberti

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Penélope: Le suplico que no sea prosaica... (Pausa) Después de este incidente


por demás bochornoso, le ruego que se vaya para que pueda quedarme a
solas con la pintura… Vine aquí sólo para estar con ella... Si lo hace, le doy mi
palabra de que no llamaré al personal de seguridad... (Mira la pintura, dando
por terminada la conversación) Buen día.

Margot: Lo siento, pero yo no tengo todo el tiempo del mundo como para
esperar a que usted contemple esta basura y se vaya de aquí cuando le pegue
su regalada gana… Soy una mujer de negocios, a business woman, y mi lema
es: time is money.

Penélope: Entonces, ¿quiere que llame a la policía en este instante?

Margot: ¿Sabe qué, madame? Por mí haga lo que le plazca; con que me deje
terminar con lo que debí haber hecho hace muchos años, me doy por bien
servida.

Penélope: ¡Loca, absolutamente loca...! ¡Esto es demasiado!

Discretamente, Penélope se aparta, saca una anforita de su bolso y bebe


tratando de no ser vista. Por su lado, Margot aprovecha, va a tomar el hacha
pero descubre la vela y la toma.

Margot: ¿Y esto?

Penélope (sobresaltada, sintiéndose descubierta): ¿Qué? (oculta la anforita y la


guarda en su bolso) Ah, eso... ¿Sabe? Soy una mujer muy mística... Una luz es
mi manera de rendirle tributo a este icono… y a su creador... (Adopta pose,
histriónica y teatral) ¡A él…! ¡Ah, Pablo Ruiz Picasso…! ¡Mátanme los ojos de
aquel andaluz7…!
Venus podrida. La sublime

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Góngora

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Belleza eterna al panteón.


Un salvaje asesino surge.
Les demoiselles d’Avignon.

Pasmo. Al burdel nuevos clientes.


El siglo entero en conmoción.
Irrumpen ángulos en furia.
Les demoiselles d’Avignon.

Hieren codos, nalgas, narices,


Pezones, ímproba agresión.
Castigo en formas que se aplastan.
Les demoiselles d’Avignon.

Grito el espacio sin espacio.


Libertad. Descomposición.
Rayan las tripas, no soportan.
Les demoiselles d’Avignon.

Cementerio de lo agradable,
El buen gusto, la picazón
De fornicar con lo pintado.
Les demoiselles d’Avignon.

Día y noche el portón abierto.


Hoy visitas sin restricción.
Cuidado. Muerden todavía.
Les demoiselles d’Avignon8.

Margot (con la vela en la mano): A lo mejor esto sirva para prenderle fuego.

8
Balada de Les demoiselles d’Avignon, Rafael Alberti

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot saca un pedazo de papel o de periódico de su bolso, lo enciende con la


vela. Va hacia la pintura y hace ademán de que va a arrojar el fuego hacia ella.
Penélope la ha estado observando sin dar crédito y finalmente va hacia Margot
y la detiene con la mano.

Penélope: ¡Encima de desequilibrada: piromaniaca! ¡Habráse visto, traiga acá!

Ambas forcejean por el papel con fuego.

Margot: ¡Con un chispazo, la tela arderá!

Penélope: ¡Eso es justamente lo que quiero impedir, incendiaria! (forcejean;


inalmente el papel cae al piso y el fuego se extingue) De mi cuenta corre que
usted vaya a terminar en un manicomio con una camisa de fuerza... ¡Es usted
una psicótica peligrosa!

Margot: Señora, usted está agotando la poca paciencia que me queda.

Penélope: Y usted con la sobrada educación que me caracteriza… ¡Lárguese


de aquí de una vez por todas!

Margot: ¡No me grite que me pongo mal y cuando me pongo mal, me pongo
muy violenta!

Penélope: ¡Ah, ¿se pone peor?!

Margot (asiente): ¡Tanto que yo misma me desconozco!

Penélope (al cielo): Dios mío, ¿por qué me envías pruebas tan difíciles? ¿Qué
te hice para que me castigues de esta manera? ¡Primero mi marido… y luego
esta vieja chiflada!

Margot: ¡Viejas las pirámides, y siguen en pie! (La observa) Además usted
tampoco se cuece al primer hervor.

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Penélope: ¡¿Qué insinúa?!

Margot: Que en un descuido, usted debe ser una prófuga de una sala de arte
egipcio... ¡Momia!

Penélope: ¡Atrevida...! Soy una mujer mayor, pero ya quisiera usted estar así
de bien conservada... Mire, abuelita, siga su camino y aquí no ha pasado
nada... (Aparte) ¡Virgen santísima, si a algo le temo es a la demencia senil!

Margot: A mí no me engaña, usted y yo debemos ser de la misma generación.

Penélope: Ya fue más que suficiente, señora…/

Margot (interrumpe): Margarita Doria… aunque mis allegados me llaman


Margot… (Le tiende la mano) Mejor conocida en ciertos barrios y suburbios
como Mimí.

Penélope (mira la mano de Margot): Los buenos modales ante todo. (Se quita
un guante y le tiende la mano) Penélope Maris viuda del barón del Trocadero.

Margot (le estrecha la mano, efusiva): ¡U lá lá, enchanté, madame!

Penélope: ¿Puede devolverme mi mano…? (se sueltan) Merci… Querida,


basta de convencionalismos… Por última vez, le imploro, ¿sería tan amable de
dejarme a solas...? Comprenda que salir de un funeral para venir a…/

Margot (interrumpe): ¡Una baronesa, qué honor…! ¡Enchanté, enchanté…!


Jamás me imaginé estar hablando tête a tête con una dama de la nobleza.

Penélope: Pues ya lo hizo.../

Margot (prosigue): Mi estimada amiga.../

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Penélope (interrumpe y la frena): ¡Mida su distancia…! Usted y yo jamás de los


jamases podríamos ser amigas... Entre mis allegados se encuentran la reina de
Inglaterra, el Sha de Irán y el Negus de Etiopía... A usted y a mí nos separa un
abismo inmenso... Casta en los toros, sangre en los caballos y clase en los
seres humanos9.

Margot: No sé por qué presiento que me acaba de insultar.

Penélope: Señora, pongo punto final a esta conversación. Ahora, por enésima
vez, ¿me haría el grandísimo favor de abandonar la sala…? O me voy a tener
que ver en la penosa, penosísima necesidad de dar la señal de alarma para
que la saquen a rastras del museo. Yo que usted me ahorraba semejante
humillación.

Margot: ¡Ja…! ¡Bonitas ínfulas las suyas! ¡Cuánta arrogancia! ¡Claro!, a una
plebeya como yo se le mira de arriba abajo, por encima el hombro. ¡Clasista!

Penélope: Querida, querida, si existe la lucha de clases es porque existen…


afortunadamente.

Margot: ¡Qué soberbia! Pero hay un Dios que todo lo ve y que le debe estar
llevando la cuenta de sus desplantes de ricachona emperifollada.

Penélope: ¡¿Pero qué se cree, igualada?!

Margot: Camina con la cabeza erguida, alzando la nariz por el olor a mierda.

Penélope: ¡Llegó al límite de mi tolerancia, bataclana en decadencia!

Margot: ¡Frígida!

Penélope: ¡Ninfómana!

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Ludmila I. Shliómina

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot: ¡Menopáusica!

Penélope: ¡Gárgola!

Margot: ¡Tarántula!

Penélope: ¡Cachalote, yegua…! ¡Verdulera!

Margot: ¡Óigame, eso sí que no! ¡No sea grosera!

Penélope: ¡Fuera de aquí! (empuja a Margot hacia fuera)

Margot (resistiéndose): ¡Qué tosca!

Penélope (empujándola): ¡Usted me obliga, bruja trasnochada!

Margot: ¡Ay, no sea brusca! (se frena) ¡Espérese!

Penélope: ¡¿Qué diablos quiere?!

Margot: Mi hacha... que mi dinero me costó... No me la regalaron.

Penélope: Tómela y desaparezca de mi vista. No quiero volver a verla nunca.

Margot: Pero tengo que…/

Penélope (interrumpe y truena los dedos): ¡Fuera de mi vista, largo!

Margot toma el hacha a regañadientes y sale bajo la mirada vigilante de


Penélope. Cuando está sola, saca su anforita, bebe, la guarda en su bolso y va
hacia el cuadro. Se toma su tiempo, adopta pose, teatral e histriónica.

Penélope: A ti, lino en el campo. A ti, extendida

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Superficie, a los ojos, en espera.


A ti, imaginación, helor u hoguera,
Diseño fiel o llama desceñida.
A ti, línea impensada o concebida.
A ti pincel heroico, roca o cera,
Obediente al estilo o la manera,
Dócil a la medida o desmedida.
A ti, firma, color, sonoro empeño
Porque la vida ya volumen hable,
Sombra entre luz, luz entre sol, oscura.
A ti, fingida realidad del sueño.
A ti, materia plástica palpable.
A ti, mano, pintor de la pintura10.
A ti, Pablo Ruiz Picasso, toro español, todo ojos, todo manos…/

Es interrumpida por Margot que entra precipitadamente empuñando el hacha.


Al tratar de dar el golpe al cuadro, el peso del hacha la vence hacia delante y
casi pierde el equilibrio. Resopla. Penélope la observa impertérrita.

Penélope (tras pausa): Querida, querida, querida… es usted francamente


patética... ¡Qué espectáculo tan lamentable! (Mira alrededor) Para fortuna suya
esta vez tampoco hubo testigos del ridículo que acaba de hacer.

Margot (jadea): El peso del hacha me venció… es que a mi edad… Es cierto,


soy una vieja llena de achaques… Ah, pero 15 años atrás, lo hubiera logrado…
¡lo hubiera logrado! (se soba una mano)

Penélope (la mira de soslayo. Tras pausa): ¿Se lastimó?

Margot: No, no... Creo que estoy bien.

Penélope: ¿Segurísima?

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Rafael Alberti

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot: Segura.

Penélope (le hace espacio en la banca): Siéntese.

Margot (sentándose): Gracias... (Olfatea) Debe ser defecto profesional, pero


soy de olfato refinado... ¿Es mi imaginación o huele a coñac?

Penélope (mira alrededor): No piense que soy dipsómana... es sólo para olvidar
el caudal de penas que llevo encima... (Saca la anforita y se la ofrece) ¿Gusta
un sorbo?

Margot: ¿Quién soy yo para decir que no? Nunca he sabido resistirme a los
placeres. A ninguno. (Va a beber)

Penélope: ¡Pero antes sáquese el chicle!

Margot: Está bien. (Se saca el chicle de la boca y lo pega bajo la banca)

Penélope: ¡Por los clavos de Cristo, no lo deje pegado bajo la banca!

Margot: Es por si al rato quiero volver a masticarlo... Todavía le queda


saborcito… (Bebe de la anforita) Oiga, se nota que es del fino... (Bebe) Divino,
exquisito, sublime... (Va a beber)

Penélope (le quita la anforita): Suficiente, querida, dije un sorbo. (Bebe y se


guarda la anforita, discretamente)

Margot: Ah... ya no me duele nada... (Hipa) Usted disculpe, es lo malo de no


estar acostumbrada a las cosas finas... (Hipa)

Penélope: Reconozco que me tiene intrigada… ¿Se puede saber porqué ese
afán desmedido por destruir esta joya del arte, el máximo exponente de la
modernidad, el parteaguas de la pintura?

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot: Tengo mis motivos.

Penélope: ¿Puedo saber cuáles son?

Margot: Usted no está para saberlo ni yo para contarlo, pero ya que me


pregunta, y porque usted me simpatiza a pesar de ser tan ruda, se lo diré.

Penélope: La escucho.

Margot: Uno, y no podrá negármelo: este cuadro es espeluznante, de un mal


gusto que da pánico.

Penélope: ¿Usted hablando de mal gusto…? Pero si usted es la quintaesencia


del.../

Margot (interrumpe): Déjeme terminar y después, si quiere, comienza con su


retahíla de insultos… (Prosigue) Dos: a partir de esta pintura, y perdone la
expresión, el arte se fue al traste.

Penélope: ¡Lo que tiene una que oír! ¡Qué ordinaria!

Margot: ¿Me permite continuar?

Penélope asiente.

Margot: Tres: es una venganza contra ese pérfido malagueño.

Penélope: ¡¿Contra Picasso?!

Margot: ¡Maldito perro sarnoso… animal rastrero, ponzoñoso escorpión!

Penélope: ¡Contrólese! Frente a mí no le permito que se exprese así de él.

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot (prosigue): Y finalmente, cuatro... destruir esta pintura será en


desagravio de una jovencita a la que conocí hace muchos años atrás y a la que
nunca volví a ver.

Penélope: ¿En desagravio?

Margot: Sea franca... pero lo que se dice franca.

Penélope: Ah, yo como franca, franquísima.

Margot: ¡¿Encima de todo es franquista?!

Penélope (armándose de paciencia): Fije fran-quí-si-ma… de franqueza,


sinónimo de sinceridad.

Margot: Ah, es que yo soy republicana… y los sinónimos nunca han sido mi
fuerte… (Prosigue) Bueno, continuando: ya que estamos en confianza usted y
yo... (Va hacia el cuadro y lo señala) Mire usted qué formas más
desagradables, qué trazos más burdos… (Señala las dos figuras a la derecha
del cuadro) Estas caras provocan pesadillas de sólo mirarlas... Cada línea va
en contra de la naturaleza.

Penélope: “El color de una simple línea pintada con el pincel puede llevar a la
libertad y a la felicidad”11... ¡Pero usted qué va a entender de belleza!

Margot: Este hombre debió haberse dedicado a la caricatura... Su obra es un


delito contra la estética.

Penélope: Guárdese sus comentarios, querida, que si de estética hablamos


usted sale perdiendo de todas, todas.

Margot: ¿Por qué lo dice?

11
Joan Miró

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Penélope: Usted me pidió que fuera honesta y yo como honesta, honestísima...


Querida, querida, lo suyo no tiene remedio: su indumentaria deja mucho qué
desear... Telas baratas, colores chillones, maquillaje de carnaval, joyería de
fantasía, la cara ajada, y para colmo... ¡esa peluca de payaso!

Margot: ¡Óigame, no es peluca, es mi pelo!

Penélope: Peor aún... desteñido y crespo... Acepte un consejo: cómprese una


peluca.

Margot: Ah, perdón, ¡perdón...! ¡Claro!, como estoy ante la elegancia


personificada... el vivo retrato del garbo y la perfección.

Penélope: Me sorprende que a pesar de su ceguera espiritual, lo haya notado.

Margot: Aunque no lo crea, y así como me ve, sé reconocer las cosas buenas.

Penélope (Se levanta y modela): Chanel. Diseño exclusivo de mi amiga Cocó.


Nada más apropiado para un funeral... De precios mejor ni hablamos, querida,
porque ni en sueños podría adquirir un conjunto así.

Margot: ¡Presumida! Sépase que en otras épocas, con dos o tres de mis
favores, más de un caballero me habría regalado un modelito así... (Va a tocar
el vestido)

Penélope (la frena): ¡Sin tocar, sin tocar...! Me enervan las arrugas y las
manchas... Todo debe ser pulcro, correcto, perfecto.

Margot: ¡Entonces usted se contradice o miente!

Penélope: ¡Nunca me contradigo...! Bueno, a veces... No, nunca... (Pausa) Y


mentido, eso sí jamás. Yo no he roto ni un mandamiento en mi vida.

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot: ¡Qué aburrida! ¡Yo los rompo todos, de lunes a domingo!

Penélope: ¡Tanta vulgaridad me produce escalofríos!

Margot: Si tanto aprecia la perfección, (señala el cuadro) ¿cómo puede admirar


esta bazofia?

Penélope: Mire... (Muestra su brazo) Pero mire bien: su falta de cultura me


pone la piel de gallina. Literal. ¡Me eriza!

Margot: Sinceramente, madame, ¿alguna vez ha visto una cara así... o así?
(señala en el cuadro las dos caras del lado derecho)

Penélope: ¡Ignorante, es una interpretación de la realidad....! Son máscaras...


¡Influencia del arte africano...!

Margot: ¡Ah, lo que nos faltaba: además de clasista, racista!

Penélope: ¡Usted no entiende nada! Es inútil discutir con usted... ¡Me rindo!

Margot: Dígame con sinceridad.

Penélope: Ah, yo como sincera, sincerísima.

Margot (Le da la espalda y luego gira con la cara desfigurada por sus manos):
¿Me ve a mí con semejante cara? ¡¿Eh?!

Penélope: ¡Ay, no sea grotesca! (evita verla) ¡Por favor, un poco de pudor
nunca está de más!

Margot (sin dejar de desfigurarse la cara): ¿Me reconoce a mí con este rostro?

Penélope (la mira): ¿A usted por qué? ¿Qué tiene que ver con este cuadro?

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot (deja de desfigurarse la cara): Yo no estoy para contarlo ni usted para


saberlo, pero esta figura que está aquí, mi estimada y distinguida dama...
(Señala la figura que está sentada) soy yo.

Penélope: ¡¿Cómo?! ¡¿Usted posó para esta pintura?!

Margot: Ni más ni menos... Margot Doria, mejor conocida en ciertos barrios y


arrabales como Mimí.

Penélope: ¡Mimí!

Margot: ¿Qué?

Penélope: Mi... mi... ¡mi anforita! (la saca, bebe discreta y luego la guarda)

Margot (evoca): Verano de 1907, lo recuerdo perfectamente... No tenía ni 20


años cuando fui la modelo de ese minotauro goloso y perverso.

Penélope: ¡Pero si este cuadro es el retrato de un prostíbulo!

Margot: Ya lo sé, yo estaba ahí.

Penélope: ¿Margot Doria?

Margot: La misma... (La observa) ¿Acaso nos conocemos?

Penélope: ¡Por supuesto que no! ¡¿Una dama como yo qué tendría que ver con
una practicante del oficio más viejo del mundo?!

Margot: No sé si el más viejo, pero sí uno de los más redituables.

Penélope: ¡Cínica! ¡Una meretriz!

Margot: ¡Y a mucha honra!

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Penélope: ¡Qué desfachatez!

Margot (prosigue): Pero permítame corregirla: ¡ex meretriz...! Lo fui en mis


buenos tiempos... Tenía una figura muy agradable, la piel tersa y curvas
apetecibles... Una sonrisa pizpireta y ojitos llenos de picardía... Ya no ejerzo
porque el tiempo no pasa en balde.

Penélope: Menos mal... ¡no quiero ni imaginarme...! ¡Qué horror!

Margot: Aunque no por falta de ganas, sino porque la piel se hace flácida, las
carnes se cuelgan, (mostrando sus senos) la ley de gravedad no perdona a
nadie.

Penélope (interrumpe): ¡Sin descripciones, por favor!

Margot (mirándola): A nadie... (Prosigue) Gracias a mi profesión, crié a mis


cinco hijos, todos ellos universitarios, cada uno de distinto padre... Casada
nunca estuve porque, aunque los hombres sean un mal necesario, no necesité
de ninguno para sobrevivir... ¡Porque una cosa sí le digo: proxenetas no
mantengo, faltaba más...! Hoy en día, gracias a mis ganancias, soy la dueña de
una alegre y popular casa de citas.../

Penélope: ¡No me venga con eufemismos, querrá decir un burdel!

Margot: Si prefiere llamarlo de esa manera, por mí está bien… Para las buenas
conciencias, “casa de citas” suena menos escandaloso que burdel, lupanar o
prostíbulo… Hay otros que prefieren llamarlo con todas sus letras: pu-te-ro…/

Penélope: ¡No siga, por el amor de Dios! ¡Me enferman las malas palabras!

Margot: Como guste, madame... Ah, si supiera la clientela que se deleita con
mis complacientes pupilas... Hay de todo: políticos, aristas, estudiantes,

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

proletarios... En mi casa, créame, no existe la lucha de clases... ¡se dan cita


todas y conviven felizmente!

Penélope: ¡Dirá lujuriosamente! ¡Explotadora de inocentes criaturitas!

Margot: ¡Para nada! Yo sólo les cobro una pequeña comisión. No soy una
lenona ni una tratante de blancas. Todo lo que hago está dentro de la legalidad.

Penélope: ¿Sabe qué? No me interesan los pormenores de su “trabajo”,


señora.

Margot: Tiene razón, en mi oficio, como en el de los curas, la discreción es


indispensable. Secreto de confesión. Así que por eso... (Hace ademán de
cerrarse la boca con la mano) Chitón.

Penélope (observa el cuadro y luego a Margot): Ha pasado más de medio siglo


desde que él... de su puño de artista soberbio y con esos ojos que todo lo
saben expresar, realizó esta magnífica pintura…

Margot: ¿Y eso qué?

Penélope: Que... que... ¡Que viéndola, no hay nada que nos confirme que ésta
que está aquí (Señalando la figura en le cuadro) sea usted!

Margot: ¿Verdad que estoy irreconocible? ¡Gracias por darme la razón! ¡Hasta
que nos ponemos de acuerdo en algo! ¿Ahora entiende mi furia? Porque yo
era, si no un derroche de belleza, por lo menos bonitilla… Y me esmeraba con
el cuerpo y mis talentos que provocaba alaridos.

Penélope: ¡No quiero saberlo!

Margot: Sépase que lo que tenemos las poco agraciadas es que somos una
caja de sorpresas en la cama.

22
“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Penélope: Si usted lo dice...

Margot: ¡Yo los hacía ver fuegos artificiales! (prosigue) Y todo eso para acabar
plasmada así: fea, fea y en una posición anatómicamente imposible... ¡no hay
que ser… qué majadería!

Penélope: Margot, Margot, ¡Margot...!

Margot (imitándola): ¿Qué, qué, ¡qué!?

Penélope: Nada. (Pausa) Entonces, como usted posó para el pintor y no le


agradó el resultado, ahora quiere acabar con él... ¡Ya entiendo, es usted una
María Magdalena, que encima de todo peca de vanidosa! ¿Es eso? ¡¿Eh?!

Margot: Madame, es una larga, larga historia... De cualquier forma, no me


negará que el cuadro es feo... Feo, feo... lo que se dice feo... feo con ganas.

Penélope: No voy a discutir sobre criterios artísticos con una prostituta semi
analfabeta.

Margot: ¡Óigame... prostituta sí… analfabeta no!

Penélope: ¡Pero si apenas puede hilar dos frases juntas...! Dígame una cosa,
¿cree que sólo porque a usted no le gusta el cuadro, tiene derecho a
destruirlo?

Margot: Si mi cara aparece así... (Se desfigura de nuevo la cara) ¡Sí!

Penélope: ¡Ay, por Dios misericordioso, no vuelva a hacer eso...! Me da


taquicardia, se me sube la presión arterial, me va a dar un vahído...

Margot: No se exalte, que le puede dar el patatús.

23
“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Penélope: Para acabar pronto, señora, nadie en este mundo sabe (señala el
cuadro) que ésta de aquí es usted... Ni quiénes son el resto de mujerzuelas...
¿Qué más le da que la humanidad siga apreciando esta obra maestra?

Margot: Usted quería saber mis motivos y ya se los expuse... ¿estamos?

Penélope: En todo caso, no me ha dado una razón convincente... Sólo veo en


usted una tirria irracional hacia el artista más grande de todos los tiempos... el
pintor del siglo XX... (Adopta pose, teatral) ¡Ah...! ¡Pablo Ruiz Pica...!/

Margot (interrumpe): ¡Ya, ya! Ya estuvo bueno... Cada vez que menciona el
nombre de ese canalla se transforma y comienza con “Ah, Pablo Ruiz...”/

Penélope (interrumpe): ¿”Canalla”? ¿Dijo “canalla”?

Margot (asiente): Ajá...

Penélope: Le pido... No, no, no, más bien, le exijo que en mi presencia, al
referirse a él, lo haga con la propiedad y con el respeto que un genio de su talla
se merece.

Margot: Bien se ve que no conoce a ese hombre... a esa bestia humana… Si el


marqués de Sade no hubiera existido, Picasso habría inventado el sadismo... Y
hoy en lugar de decir sadismo, diríamos “picassismo”... (Ríe. Pausa) Que
conste que se lo digo yo, que fui experta en las artes del sadomasoquismo, con
el látigo y los correctivos.

Penélope: ¿Por qué? ¡¿Por qué tengo que enterarme de sus intimidades?!

Margot: Si usted supiera de la que se salvó por no haber caído en las garras de
esa toro en brama.

Penélope: ¡Yo daría lo que me resta de vida por estar un instante con él!

24
“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot: No tiene ni la más pálida idea de lo que dice... Con su crueldad, ese
tipo le arruinó la vida a todas sus mujeres... Comenzó amándolas y acabó
destruyéndolas... Empezó pintándolas y terminó matándolas con el pincel.

Penélope: Hubiera preferido eso, a la vida que yo llevé.

Margot (evoca): Me acuerdo de Fernande, a la que tenía encerrada en su


estudio y le escondía los zapatos para que no pudiera salir... Eva, que murió de
tristeza una navidad en la Gran Guerra... O aquella bailarina rusa que le dijo...
(Adopta pose y actúa) “Yo soy Olga Koklóva, la sobrina del Zar Nicolás II”, y se
abrió el escote... (Hace ademán de que va a abrirse el escote)

Penélope (evadiéndola): ¡Sin demostraciones...!

Margot (prosigue): Y se casó con ella... Bien dicen que “jalan más dos tetas,
que un par de carretas... “

Penélope: Querida, modere su lenguaje, no sea soez.

Margot (prosigue): También una mulata de la Martinica... Y otra mujer


fascinante, que jugueteaba sobre la mesa de un café con una navaja. Se
cortaba y la sangre comenzaba a brotar a través de sus guantes negros con
rosas bordadas... Él le dijo que ella le recordaba a los toros en la plaza...

Penélope: Qué tendría Dora Maar,


que Pablo Ruiz Picasso
la inmortalizó con su gato.
Ni las amantes, ni los felinos
suelen ser fiel,
quizás por ello,
la dejó en la piel,
del inmortal lienzo.

Margot: La belleza a veces tiene nombre...

25
“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Penélope: Dora Maar, bendito París


que ya te conoce
pequeña sucursal de tus ojos
no dejes que el sueño te ahogue
las jaulas nacieron para volar con tu libertad
vuela, sólo vuela
en el color de la noche
tú, de alas rojas, divinas.
Qué fiesta tu cuerpo.
Dora Maar, si París no te nombra
es porque no existe.

Margot (prosigue): Gaby, Irene, María Thérèse que le dio una hija, Françoise
que le dio dos, y tantas mujeres que sucumbieron en el vértigo del remolino...
Usted solamente habría sido una víctima más, porque él devora a las mujeres
para liberar su creatividad.

Penélope: ¡Devórame, Picasso!

Margot: Sepa que ese hombre muda de aires como de amante, estilo, casa,
musa, tertulia y perro al mismo tiempo. Es una serpiente venenosa que cambia
de piel y de vida constantemente.

Penélope: ¡Clávame tus dientes, Picasso, inyéctame tu veneno!

Margot: ¡Qué explícita!

Penélope: Era una metáfora, querida.

Margot: No es mi intención ofenderla, nada más lejos, pero actualmente el


sátiro degenerado anda con una jovencita de 30 años... él está rozando los
80... Usted es muy bella y atractiva... es evidente que fue muy buena moza en

26
“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

su juventud... pero él no le haría el menor caso... El vejete erotómano sólo se


alimenta de carne fresca.

Penélope: ¡De veras que usted lo aborrece!

Margot: ¡Con toda mi alma!

Penélope: Ah... creo que entiendo... Me parece que estoy frente a una mujer
despechada... ¡Ja…! Sólo así se entiende tanta animadversión.

Margot: Se equivoca, madame. A lo sumo, y para mi desgracia, ex amante...


Una más en la larga lista de ese hijo de la gran pu.../

Penélope (interrumpe): ¡Cállese! ¡Improperios no! Educación ante todo...


(Pausa) A ver, a ver… ¿Dijo usted... “ex amante”?

Margot: Miento... no fui la amante de Picasso... él fue mi amo.

Penélope: Entonces, ¿me va a decir que esos labios llenos de carmín barato
besaron la boca de él?

Margot: ¡Uy, tantas veces! (Escupe al piso y se limpia la comisura de los labios)
Y muchas cosas más, que dudo usted quiera saber.

Penélope: ¡No escupa en el piso, estamos en un recinto cultural!

Margot: Disculpe, pero se me revuelve el estómago pensando en la saliva de


esa rata de alcantarilla.

Penélope: Así que esos labios... esa boca... esa lengua... (Se le acerca intensa
a Margot) ¡Margot...!

Margot: ¿Qué le pasa, madame?

27
“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Penélope: Margot...

Margot: ¿Por qué me mira así? Me asusta el brillo de sus ojos… la intensidad
de su mirada.

Penélope (se le acerca más): Béseme.

Margot (huidiza): ¡¿Qué dice?!

Penélope (acercándosele): ¡Que me bese!

Margot (apartándose): ¡Momentito…! Gratis no lo hago... tendría que pagarme


muy bien para realizar ese tipo de actos que, aquí entre nos, yo no
acostumbro... Lo hice algunas veces porque: cliente que paga, cliente que
manda... ¡pero los actos lésbicos nunca fueron mi fuerte!

Penélope (acosándola): ¡Cállese! ¡Cállese y béseme!

Margot (huyendo): ¡Madame! No crea que es por prejuicio, pero el vicio y el


fornicio sólo por dinero si es preciso.

Penélope: Esos labios tocaron los labios de él... Esa boca probó la dulzura y la
miel de su boca... ¡Béseme, Margot, béseme con la misma fuerza con la que él
la besaba!

Margot (huyendo): ¡No, no, no...! Ya veo por dónde va, vieja cochina,
cochambrosa... No sea sucia... Comienza pidiéndome un beso y luego querrá
llegar más lejos.

Penélope: ¡Sólo le estoy pidiendo un ósculo!

Margot: ¡Ah, no...! ¡Ve que sí quiere llegar más lejos, depravada!

Penélope: ¡Un ósculo es un beso!

28
“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot: ¡Que no, no insista, vieja mañosa! ¡Además estamos en un lugar


público! ¡Reprima sus instintos, madame la baronesa! ¡Acuérdese del “qué
dirán”! (pausa, para sí) Jamás creí que a mi edad aún despertara pasiones
desenfrenadas... ¡y mucho menos en una mujer!

Penélope: No me malinterprete, las mujeres no me atraen... Lo más cerca que


puedo estar del hombre al que siempre he amado es usted... A través de su
boca llegaré a la de él... Quiero besar los labios que besaron los de... ¡Ah,
Pablo Ruiz Picasso...!

Margot (apartándose): ¡Apláquese, estése quieta y hágase para allá, libidinosa!

Penélope (Adopta pose, histriónica y teatral, arrebatada, in crescendo): Picasso


ofende y cuanto más ofende crecen más los que te aman12… (in crescendo)
¡Ah, Pablo Ruiz Picasso, perfora con tu falo mi carne...! ¡Picasso, hazme un
hijo...! ¡Picasso, tómame, poséeme, ultrájame…! ¡Picasso, sodomízame...! (se
corta)

Margot (tras pausa tensa): Mire que yo no soy de ésas ancianas bobas que se
asustan por cualquier insignificancia... ¿Quién soy yo?, si he visto y hecho de
todo un poco... mi repertorio va del fetichismo a las orgías... pero francamente
después de lo que he presenciado no sé qué pensar.

Penélope: Disculpe el exabrupto.

Margot: Haga de cuenta que no pasó nada.

Penélope: Se lo agradezco.

Margot: Asunto olvidado.

12
LXIV, Rafael Alberti

29
“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Ambas se sientan incómodas, se miran unos instantes, evaden sus miradas,


sonríen esquivamente. Penélope saca su anforita, se cerciora de no ser vista,
bebe y después se la tiende a Margot.

Penélope: ¿Quiere?

Margot: Gracias, baronesa, le acepto un trago, creo que lo necesito. (Bebe) De


veras que este coñaquito está muy bueno.

Penélope: ¿Verdad que sí…? XO… Napoleón.

Margot (Alza la anforita): ¿Otro?

Penélope: Por favor.

Margot (bebe): Ah... qué delicia... (Bebe más) Debe ser muy caro.

Margot va a volver a beber. Penélope le quita la anforita.

Penélope: Como caro, carísimo, querida. (Bebe y guarda la anforita) Mi marido,


que en paz descanse, era muy afecto al coñac, y estando a su lado me aficioné
a él... Al coñac, no a mi marido... Pero no vaya a pensar que soy una viuda
alcohólica, decadente y perdida.../

Margot (interrumpe): Ay, no, no, no, de ninguna manera, ¿por qué habría de
pensar eso, madame…? Usted tan fina, tan culta, tan mística... tan lésbica...
¡quiero decir: tan lúbrica! ¡Digo: tan lánguida…! Usted disculpe, con las
esdrújulas no me llevo.

Penélope: No se confunda, señora.../

Margot: La que me confunde es usted, pero no tiene que darme explicaciones...


De todas formas, ¿qué tendría de malo...? Cada quién sus gustos... Yo soy
muy liberal, muy moderna... No comparto, pero respeto: el amor no tiene sexo.

30
“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Penélope: Le juro que las féminas nunca me atrajeron... Fui mujer de un solo
hombre: de mi esposo. Pero sólo tuve un gran amor.

Margot: Su marido.

Penélope: No... Querida, raramente el amor de la vida de una esposa es el


hombre con el que se casa.

Margot: Muy cierto.

Penélope (Mira el cuadro): El único amor que he tenido y tendré es él... El


hombre que estaba detrás de ese lienzo y que con su puño cambió la faz del
mundo, de la pintura, de la vida... El padre de un lenguaje maravilloso que
ninguna literatura puede expresar… Pablo Ruiz Picasso…
Es un demonio. Se metió en el siglo
Por la puerta menos pensada.
Escondía colores nunca vistos,
Carretes y bobinas y bobinas de líneas
Para tender por todos los espacios.
Se veía en sus ojos que era hijo de las llamas.
Llegaba del infierno
Para implantar la libertad, ese enemigo.
Lo que al fin desató
Nunca ha habido hasta hoy fuerza capaz de detenerlo13.

Margot (tras pausa): ¿Lo conoció?

Penélope: Muy poco... y hace mucho, muchísimo tiempo... ¡Pero no me haga


recordar aquellas épocas...! Yo vivía en la miseria, el hambre, las carencias...
Sólo tenía una cualidad: era muy linda... lindísima… Así que, cuando se me
presentó la oportunidad, no lo dudé y me casé con un barón.

13
Es un demonio, de Rafael Alberti

31
“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot: Se entiende, no podría casarse con una mujer... aunque yo respeto, yo


respeto.

Penélope: Barón con be larga, querida, no varón con ve corta.

Margot (tras pausa): ¡Ah, barón de título nobiliario, yo creí que…! (ríe nerviosa)
Nunca fui muy ducha para la ortografía, ni la geometría, ni la zoofilia...

Penélope: ¿Zoofilia?

Margot: Prácticas sexuales con animales... pero olvídelo, a usted no le gusta


ahondar en detalles.

Penélope: No, no, no, dejémoslo así.

Margot: Mejor.

Penélope (prosigue): Mi esposo era un hombre bueno, extremadamente


bueno... Viví con él hasta hace unos días, que falleció.

Margot: Lo siento mucho.

Penélope: Yo no… ¡Estoy liberada…! ¡Al fin!

Margot: ¿No lo quería?

Penélope: Nunca pude.

Margot: ¿No me dice que era un buen hombre?

Penélope: ¡Por lo mismo, querida…! Usted me entenderá… ¿Qué mujer cuerda


y apasionada puede amar a un hombre bueno?

32
“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot: Es verdad, somos hijas de la mala vida... Nos gusta el rigor y nos
rendimos al castigo... ¿Le pegaba?

Penélope: ¡Jamás! Era un caballero. Y yo no estaba manca como para


dejarme.

Margot: Sí, se nota... ¿La celaba?

Penélope: Era un Otelo.

Margot: ¿No que era barón?

Penélope: Es una metáfora shakesperiana, querida... Otro día le explico.

Margot: Y el santo varón... ¿con be larga o con ve corta...?

Penélope: Da igual, para lo que va a decir, se entiende como lo diga.

Margot (prosigue): Bueno, su esposo, ¿se dio cuenta de su amor por el pintor?

Penélope: Siempre supo que yo estaba enamorada de otro... Eso es evidente,


no se puede ocultar... se siente en la piel... Cuando ya no pudo más con el
peso de la duda, fue una noche hasta mi habitación y me dijo... “Penélope, tú
amas a un hombre que no soy yo... Dime quién es… y te dejaré libre”.

Margot: ¡Qué barbaridad, madame... qué oportunidad! ¿Y usted qué le


respondió?

Penélope: Me armé de valor y le dije mirándolo fijamente a los ojos con toda la
seriedad que ameritaba el momento... “Perdóname por no haber podido amarte
nunca... mi corazón le pertenece a Pablo Picasso”.

Margot: ¡Qué osada! Continúe, que me tiene en ascuas, ¿qué le contestó su


marido?

33
“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Penélope: Después de unos segundos, soltó una carcajada y me dijo mientras


se iba: “Despreocúpate, a mí me pasa lo mismo... ¡mi corazón le pertenece a
María Callas!“

Margot: ¡¿No me diga que no le creyó?!

Penélope: Ni media palabra.

Margot: ¡De veras que los hombres tienen poco seso…! Verá, todo es
proporcional, y se lo digo por mi vasta experiencia... Si la materia gris escasea,
seguro que aquello es (hace una seña con las manos) ¡tremendo animalón!

Penélope: ¡Por lo que más quiera!, sin muestras gráficas, querida.

Margot: Perdone, madame... Así que le soltó la verdad a su esposo en plena


cara... y el pobre creyó que se trataba de una broma.

Penélope (asiente): Los hombres creen lo que quieren creer... ven lo que
quieren ver... y aman a quien no los ama.

Margot: No sólo ellos, madame, también nosotras.

Penélope: Es verdad... Soy el vivo ejemplo... Vengo de enterrar a mi marido


para encontrarme con el hombre que siempre amé... Lo más cerca que podía
estar de él era esta obra... y ahora lo más cercano a él es usted.

Margot: Y durante todos estos años, ¿nunca tuvo la oportunidad de


encontrarse con Picasso? No sé, en una recepción, una fiesta, una
exposición...

Penélope: Jamás... Mi marido, el barón del Trocadero, decía que a los artistas
había que venerarlos por sus obras... pero jamás conocerlos personalmente
para no decepcionarnos.

34
“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot: Sabias palabras, nada más cierto.

Penélope: Así que sólo me queda el recuerdo de Picasso en mi juventud.

Margot: Perdone que le pregunte, pero es que me carcome la curiosidad... No


piense que soy una morbosa de lo peor, pero ¿alguna vez estuvo con el pintor
en la cama...? Quiero decir… ¿Tuvieron relaciones?

Penélope: No. Nunca.

Margot: No puedo creerlo, ¡tanta devoción, ¿y ni siquiera se acostó con él?!

Penélope: ¡Por favor...!/

Margot (interrumpe): Sí, sí, ya sé, el lenguaje, los modales... Pero es que no
concibo a una mujer enamorada tanto tiempo de un hombre al que apenas
conoció y con el que no tuvo sexo.

Penélope: Hay cosas más fuertes que el sexo. Más perdurables. El amor, por
ejemplo.

Margot: ¿Al menos se besaron alguna vez?

Penélope: Ni una.

Margot: Oiga, lo suyo es grave... Fíjese, yo soy al revés, debe ser desviación
profesional: yo primero los conozco bajo las sábanas, se enciende la llamarada
de pasión... y ya luego veo si me enamoro... Antes que nada: besos, caricias,
abrazos, sudores... porque yo tendré malos gustos, ¡pero tengo unos ratos que
uy...! (Se corta) Perdón, no le doy más detalles.

Penélope: A propósito... (Carraspea) ¿Le puedo hacer una pregunta un tanto...


indiscreta?

35
“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot: Depende... De mi clientela nada, (hace ademán con la mano de


cerrarse la boca) secreto de confesión... De mí lo que quiera.

Penélope: Picasso.... ¿cómo besaba?

Margot: Era un deleite... Qué manera de besar... Con un beso, ese hombre la
hacía ver a una... todas las constelaciones.

Penélope: Y a solas... íntimamente quiero decir... ¿cómo la trataba?

Margot: A veces suavemente... Otras con una fiereza salvaje.

Penélope: ¿Y...? (se corta)

Margot: Dígame.

Penélope: Y de lo demás... ¿cómo estaba?

Margot: ¡Era un portento…! Adán, Casanova, Romeo, don Juan, Adonis, todos
en uno.

Penélope: ¿Y... y... y...? Usted me entiende... De aquello…

Margot: A usted que le gustan las metáforas, verá: era la personificación del
unicornio... Y no le hago muestras gráficas porqué sé que le molestan.

Penélope (mira alrededor): Hágalas, querida, hágalas.

Margot: ¿Está segura?

Penélope: Estamos en confianza... (Mira alrededor) Y sin testigo alguno.

36
“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot: Debe ser la sangre andaluza que hervía en sus venas y lo convertía en
un torero adentrándose en la plaza... ¡Ole, matador...! Desnudo, hermosamente
desnudo, con esos ojos terribles, clavaba la espada con tal destreza, que una
llegaba al cielo y bajaba al infierno en un suspiro... era como morir un poco en
cada orgasmo... y volver a nacer en un espasmo.

Penélope: ¡No se detenga!

Margot: Al terminar, con sus dedos dibujaba ríos de saliva en mi espalda... y


después, nuevamente, con su lengua, trazaba un camino húmedo que subía y
bajaba por todo mi cuerpo... ¡Era imposible no amar a ese hombre!

Penélope: ¿Puedo saber... cómo la conquistó?

Escuchamos in crescendo “Bucovina” de Shantel.

Margot: Ay, madame... Como se nos conquista a todas las mujeres: con flores,
champaña y música... ¡Ay, maldito español, bendito malagueño...! Una noche,
al salir de una taberna de mala-muerte, me encontré con una banda de gitanos
que tocaba sus hechizantes melodías... (Tararea y sigue la música,
meciéndose) Y yo, con tan pocas primaveras... borracha y bullanguera como
siempre he sido, me puse a bailar sola en la acera... ¿Qué se puede esperar de
una mujer-de-la-vida-alegre joven, soñadora y llena de deseos...? De pronto,
sin darme cuenta, estaba rodeada de gente que me animaba y me aplaudía... y
al abrir los ojos, apareció entre mis brazos, como de la nada: él... (Comienza a
bailar)

Penélope: Pablo Ruiz Picasso...

Margot (prosigue): Con una botella de cava en la mano y un gran ramo de


rosas rojas en medio de los dos... Y yo estaba en pleno carrer d’Avinyó, en la
embrujante Barcelona, bailando con el mismísimo Satanás... ¡Ay, bendito
español... maldito malagueño... irresistible andaluz!

37
“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot se entrega a la música y baila. Luego invita a Penélope. Ambas bailan


hasta el final de la canción. Al finalizar, se sientan en la banca.

Margot: ¿Qué dice, madame la baronesa...?

Penélope: Llámeme Penélope.

Margot: Muy bien, Penélope... ¿Qué? ¿Le damos gusto al cuerpo con otro
coñaquito?

Penélope (saca la anforita, bebe y se la tiende a Margot): Beba con gusto.

Margot: Sólo un traguito.

Penélope: Ya conozco sus traguitos... No se preocupe, querida, tengo más en


mi bolso... Pero no vaya a pensar que yo.../

Margot: Yo no pienso nada.... yo respeto... (Bebe y le pasa la anforita)

Penélope (alza la anforita): ¡Ahoguemos las penas y la nostalgia con alcohol!


(Bebe)

Margot (tras pausa): Verá, yo vengo del populacho, de la barriada... Nunca


pasé de los tugurios, del vino corriente y del tabaco oscuro, pero sé reconocer
cuando algo es bueno... (Muestra la anforita) y esto es calidad... (Mira a
Penélope) Así como usted, que se le nota a leguas su aire aristocrático.

Penélope: Gracias por el cumplido, Margot... ¿puedo llamarle así?

Margot (toma la anforita): Margot o Mimí, como más le guste... (Bebe y luego la
observa) Ahora que la veo bien... realmente debió haber sido muy hermosa.

Penélope: Modestia aparte, así es... Nací solamente con esa virtud... Las
demás las fui adquiriendo poco a poco hasta convertirme en lo que soy.

38
“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot (después de beber): ¿Sabes, Penélope...?

Penélope: Ah, ¿ya pasamos tan rápido al tuteo?

Margot (prosigue): Me recuerdas a alguien... a una muchacha que conocí hace


años.

Penélope (se aparta): ¡No puedo recordarle a nadie! La gente como yo no se


mezcla con la gente como usted. Y deje de tutearme que no somos iguales.

Margot: No se ofenda, madame... sólo digo que ahora que la veo con
detenimiento, me hizo recordar a.../

Penélope: Es mejor que ya no beba... (Le arrebata la anforita) De las


alucinaciones al delirium tremens sólo hay un paso, querida.

Margot: Tenía unos ojos de mar, de verde mar... Toda ojos, toda mar... ¡Era
preciosa...! Eso sí, muy tímida... Y sufría mucho... pero era un terrón de
azúcar.

Penélope: No siga.

Margot: Estaba fuera de lugar... La vida de un burdel no era para un ser tan
inocente como ella... Era un capullo que apenas se abría.

Penélope: Créame… también en los pantanos crecen flores.

Margot: Ella no pertenecía a ese ambiente... De haber seguido ahí, hubiera


estado destinada a marchitarse rápidamente.

Penélope: De cualquier forma, ahora está marchita.

39
“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot: Si me la recuerda es porque, al igual que usted, amaba locamente a


Picasso... con desesperación, obsesivamente.

Penélope: En la juventud la gente se enamora tontamente.

Margot: En la juventud y en la madurez... Si el amor no tiene sexo, ¡menos


tiene edad!

Penélope: Debe ser muy tarde, tardísimo... Ha sido agradable la charla...


Ahora, si me lo permite, quiero quedarme a solas con la pintura... (Mira el
cuadro) Sólo vine a verla... A saciarme los ojos con ella... Adiu. Au revoir.

Margot (Mira el cuadro): Perdone que insista, pero mire... (Va hacia el cuadro)
La joven de la que le hablo era ésta... (Señala en el cuadro la figura que parece
que está entrando, en el extremo superior derecho) Tierna, sonrosada, con una
sonrisa siempre triste y con sus ojos de gato... ¡¿No le parece el colmo de la
ingratitud y la maldad que el pintor la haya retratado así de siniestra?!

Penélope: Ya habíamos acordado usted y yo no discutir sobre cuestiones


artísticas ni estéticas... No tiene caso.

Margot: ¿Se acuerda que le dije que uno de mis motivos para destrozar esta
pintura era resarcir el daño que el desnaturalizado ése le hizo a una jovencita?

Penélope: ¡¿Cómo?! ¡¿Se refería a ella?!

Margot: ¡Perro maldito! La ferocidad magnética de su mirada, su vigor, su


inteligencia y su talento provocaban fascinación entre hombres y mujeres... Y
ella tan inexperta, tan llena de ilusiones, sucumbió a la tentación.

Penélope: Y él... ¿le correspondía?

40
“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot: Las dos grandes pasiones de Picasso han sido el arte y las mujeres. El
arte lo domina, pero las mujeres no. Ejerce todo su poder y todo su desprecio
con sus esposas, novias, amantes, pretendientes.

Penélope: ¿Dijo “desprecio”?

Margot: Al principio él se interesó por ella... Lo tenía seducido... Quería ser


tragado por el océano de sus ojos.

Penélope: ¿Entonces?

Margot: Que le duró muy poco la fascinación... Cuando él se dio cuenta de que
ella lo amaba enloquecidamente, comenzó a repudiarla... Él puede pasar del
amor pasional al desprecio más absoluto en un dos por tres... Una vez me dijo:
“Las mujeres que no amo, se me pegan. Y las que amo, desaparecen...”

Penélope: Picasso ama intensamente y mata lo que ama… Lo que Picasso


ama verdaderamente es lo ya matado o destruido por él mismo…Picasso nos
posee cuando ya no nos deja ni huella del ser real que fuimos14…

Margot: ¡Exactamente! ¡Lo que es más que la verdad: no existen mejores


palabras para describirlo!

Penélope: No son mías, son de Alberti, el poeta que le comenté… (Pausa) Así
que él rechazaba a esa jovencita.

Margot: Decía que le daba náuseas... Aunque él busca a quien esclavizar, ¡no
soporta que se le entreguen fácilmente…! Al terminar el cuadro, nunca quiso
saber más de ella... Simplemente no pudo con la idolatría y el fervor que ella le
profesaba.

Penélope: Qué ironía... (Pausa) ¿Sabe qué fue de la muchacha?

14
Lo que Picasso ama, según sus propias mujeres, de Rafael Alberti

41
“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot: No... Una noche la vi desaparecer por un callejón oscuro rumbo a La


Rambla y no volví a verla... Él la citó ahí, pero la enagñó y la dejó plantada...
Sólo quería deshacerse de ella... No fuimos amigas... pero yo le tenía un
aprecio especial.

Penélope: ¿Por qué?

Margot: Porque veía en ella lo que yo nunca tuve.

Penélope: ¿Qué cosa?

Margot: Inocencia... ingenuidad... pureza... Una enorme necesidad de afecto…


Estaba llena de amor para entregar.

Penélope (tras pausa): Ya veo... ¿Recuerda cómo se llamaba?

Margot: Ahora que lo dice, nunca supe su verdadero nombre... En este oficio
usamos alias, como los ladrones... nombres de batalla... pero la llamábamos.../

Penélope (interrumpe): Nina...

Margot: ¡Nina, exactamente...! ¿Cómo lo sabe?

Penélope: Esa muchachita nunca volvió a ver al pintor que la dejó


inmortalizada en este lienzo... Ella, después de esperar a Picasso hasta el
amanecer, se fue de La Rambla limpiándose las lágrimas, con su desolación a
cuestas, buscando una vida mejor... Tenía una meta muy clara: salir de ese
mundo a como diera lugar... Y acostumbrada a venderse a los hombres, se
vendió a uno solo... A un barón... -barón con be larga, querida-… Un hombre
que no dejó de amarla hasta el último día de su existencia... La rodeó de lujos,
le compró todo lo que fuera parecido a la felicidad... alhajas, pieles, viajes,
perfumes, ropa, yates, chalets... pero nunca fueron felices.

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot: ¡¿Usted, madame?!

Penélope: La joven se convirtió en mujer... Enterró su pasado y no hubo nada


que se lo recordara... (Mira el cuadro) Sólo ese cuadro... Se convirtió en una
mujer sofisticada, refinada y excéntrica... Fue aceptada en el jet-set y en un
cerradísimo círculo social de abolengo y frivolidad… Vivió hasta hace poco al
lado de su esposo, pero siempre enamorada de otro... No tuvo hijos, así que
está sola, sola, sola... Después de Picasso... sólo le queda esperar a la muerte.

Margot (la observa): ¡La misma mirada... esa chispa encendida... el mar en sus
ojos...! ¡Eres tú, Nina!

Penélope: Nina despareció por ese callejón oscuro de Barcelona y se la tragó


la noche... Déla por muerta, Margot.

Margot: ¡Válgame…! Esto ameritaría otro trago... ¿no cree?

Penélope saca la anforita, se la pasa y queda mirando la pintura.

Margot (Bebe y se la tiende a Penélope): Tome.

Penélope (mirando el cuadro): Quédesela... se la regalo.

Margot: ¡Gracias, madame... qué detalle!

Penélope: Nada de detalle, querida... vale una fortuna... Obsequio del gran
duque Dimitri.

Margot: Con mayor razón, qué amable.

Penélope (mirando el cuadro): ¡Un amor de medio siglo...! ¡Un sueño roto en un
instante!

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot: Discúlpeme por todo lo que dije... Qué imprudencia la mía... Si hubiera
sabido que usted era Nina... que Nina era usted... me habría callado...
Dispense, Penélope.

Penélope: No tiene importancia... ¿Sabe? Mi verdadero nombre es Nina...


Cuando me casé con el barón me lo cambié... No quería que nada me
recordara lo que fui... Irónico, ¿no le parece?

Margot: Espero no haberla lastimado.

Penélope: Usted no... ¡Él sí...! (In Crescendo) Cretino, infeliz... ¡Desgraciado...!
¡Hijo de puta!

Margot: ¡Madame, el lenguaje!

Penélope: Margot, ¿para qué seguir fingiendo? Las dos provenimos del mismo
lugar, las mismas palabrotas, el mismo oficio.

Margot: ¡Mire lo que son las cosas, es verdad... somos colegas!

Penélope: Una prostituta arrepentida... y una prostituta feliz.

Margot (La observa y nota que Penélope tiene una lágrima): Una lágrima...

Margot se atreve y con cautela le quita la lágrima del rostro a Penélope.

Penélope: No vaya a creer que lloro de tristeza... es de rabia... ¡50 años


sintiéndome culpable por amar a un hombre que en realidad me odiaba! (ríe)
¡Mi esposo está vengado! (ríe) Se debe estar riendo de mí donde quiera que
esté... (Ríe) ¡Este fue mi peor castigo!

Margot (le ofrece la anforita): Ande, beba un poco... le va a calmar los nervios.

Penélope (toma la anforita): Más bien me va a dar fuerza. (Bebe bastante)

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot: ¡Madame la baronesa, quién la viera, bebe que da miedo!

Penélope (le pasa la anforita) ¿Qué esperaba de una alcohólica consumada? Y


lo que se hereda, no se hurta: soy hija de una turca y de un cosaco. (Se alista,
se quita los guantes y el sombrero) ¡Estoy lista!

Margot: ¿Cómo para qué… o qué?

Penélope (escupe en sus manos y se las frota): Páseme el hacha.

Margot: ¿Para qué la quiere?

Penélope: ¡Pásemela!

Margot: Madame, ¿se siente bien?

Penélope: Nunca me he sentido mejor. ¡El hacha, Margot, el hacha!

Margot: ¿Qué va a hacer?

Penélope (mira a la pintura): ¡Destruir a “Las Señoritas de Avignon” y matar de


un síncope cardiaco al minotauro! Cuando el octogenario se entere de lo que
hicimos, se va a morir... ¡Se va a morir!

Margot: Pero... ¡si es una obra de arte!

Penélope: ¡Que no quede nada de este lienzo horrendo! ¡Hay que destrozarlo!

Margot: ¡Cálmese! (le tiende la anforita) Mejor échese un buche.../

Penélope: Querida, querida... (La aparta, va hacia el hacha) ¡Hágase a un lado!


(Toma el hacha)

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Margot: ¡No sea impulsiva, madame! (la detiene) ¡Quedemos para la posteridad
usted y yo juntas en ese cuadro...! Nina y Mimí en “El burdel filosófico”...

Penélope (se aparta y empuña el hacha): ¡¿Desea pasar a la historia con el


cuerpo deformado y la cara desfigurada por culpa de Pablo Picasso... que no
supo plasmar nuestra belleza... que se burló de nuestros cuerpos... que
despreció mi amor?!

Margot: Serénese, madame... se le va a derramar la bilis.

Penélope: Aprovechemos que no hay nadie en esta sala, no habrá testigos...


(Alza el hacha con ambas manos) ¡Apártese! ¡No quiero errar el golpe!

Margot: ¡Nina, por favor!

Penélope: ¡A un lado! ¡Llegó la hora de acabar con esta infamia!

Penélope se lanza hacia el cuadro empuñando el hacha. Margot la detiene.


Ambas forcejean por el hacha. Comenzamos a escuchar “Bucovina” de Shantel
y empieza a descender lentamente la intensidad de la luz al tiempo que
escuchamos:

Margot: ¡Acuérdese que es la primera pintura cubista!

Penélope: ¡Eso me importa un comino!

Margot: ¡Es una pintura revolucionaria!

Penélope: ¡Que no quede vestigio alguno de “Les demoiselles d’Avignon”!

Margot: ¡Por el amor de Dios, suelte eso!

Forcejean. Margot logra quitarle el hacha y sale corriendo del escenario.


Penélope va tras ella:

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“Hijas de la mala vida” Humberto Robles

Penélope: ¡El hacha, Margot, el hacha!

Penélope sale corriendo tras Margot. Oscuro lento. Seguimos escuchando


“Bucovina” de Shantel).
- Fin -
Humberto Robles
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