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DIABETES Y SALUD MENTAL:

CÓMO SOBRELLEVAR EL ESTRÉS


Y LAS ADVERSIDADES DE LA DIABETES
ÍNDICE DE CONTENIDOS
INTRODUCCIÓN 3

IMPACTO PSICOLÓGICO DEL DIAGNÓSTICO EN EL ADULTO 4

IMPACTO PSICOLÓGICO DEL DIAGNÓSTICO EN EL NIÑO 6

EMOCIONES MÁS FRECUENTES EN LA DIABETES 10

ESTRÉS, ANSIEDAD Y DIABETES 16

DEPRESIÓN Y DIABETES 19

COMUNICACIÓN: IMPORTANCIA DE LA RELACIÓN


MÉDICO-PACIENTE 21

GUÍA DE TIPS Y PAUTAS DE MANEJO 24

CONCLUSIÓN 27

RESEÑA 28

REFERENCIAS 29
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INTRODUCCIÓN
La diabetes es una enfermedad que conlleva un cuidado preciso, por ese motivo es importante aprender los

aspectos relacionados con dicho cuidado. Estos incluyen medicación (insulina o antidiabéticos orales), dieta y

ejercicio físico y cada vez se otorga mayor importancia a los aspectos emocionales con relación a la enfermedad.

Lo que pensamos, sentimos y hacemos interfiere en todos los ámbitos de nuestra vida y de la misma manera afecta

a la diabetes.

Tener sintomatología ansiosa, depresiva o estrés puede hacer que nuestra adherencia al tratamiento empeore y,

por consiguiente, nuestra salud. Existen medidas para hacer frente a estos problemas; el primer paso es reconocer

estos síntomas, identificarlos, tomar conciencia de ellos y ponerles solución. Conocer los aspectos psicológicos

relacionados con la diabetes es fundamental para valorar las herramientas que se tienen, y favorecer que la persona

con diabetes consiga un buen control diabetológico proporcionando ayuda en aspectos tales como el impacto del

diagnóstico, la gestión emocional, cambios de hábitos por los cuidados, ansiedad, estrés, depresión, adherencia al

tratamiento…
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IMPACTO PSICOLÓGICO
DEL DIAGNÓSTICO
EN EL ADULTO
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IMPACTO PSICOLÓGICO DEL DIAGNÓSTICO


EN EL ADULTO
Es frecuente que ante el diagnóstico aparezcan preocupaciones acerca de la enfermedad del tipo: ¿voy a morir?, ¿me

voy a curar? ¿lo tendré de por vida?, ¿voy a poder trabajar?, ¿qué voy a comer a partir de ahora? ¿qué complicaciones

puedo padecer? y un largo etcétera. Se produce una situación de crisis en donde el diagnóstico y la nueva situación

generan un cambio en las rutinas y en la organización de la vida en general. Esta crisis inicial desencadena momentos

de incertidumbre, ansiedad, preocupaciones, miedos ante el futuro y miedo a los cuidados. Estos pensamientos

aparecen en el adulto en ese primer momento y son considerados como una reacción normal después de una

situación de pérdida. Para la persona con diabetes aparece la necesidad de establecer nuevos cuidados, debiendo

evaluar y modificar la realidad, convivir con la incertidumbre, redefinir su propio rol (“estar enfermo”), aprender

sobre la enfermedad y el tratamiento y el manejo de otras emociones relacionadas. Las áreas de intervención

para adultos con diabetes son, además del impacto en el diagnóstico, los miedos y fobias relacionadas con el

tratamiento, adherencia al mismo, las técnicas de control de la ansiedad y manejo del estrés, estrategias para

aumentar la motivación hacia los cuidados y fomentar y reforzar sus habilidades de afrontamiento en el manejo de

su enfermedad en situaciones sociales.


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IMPACTO PSICOLÓGICO
DEL DIAGNÓSTICO
EN EL NIÑO
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IMPACTO PSICOLÓGICO DEL DIAGNÓSTICO


EN EL NIÑO
En el momento de debut de un menor, los padres expresan diversas preocupaciones: nos encontramos ante el

diagnóstico de una enfermedad crónica, es decir, su hijo pasa de ser un niño sano a no serlo, a requerir una atención

médica especializada y tratamiento farmacológico, con unos cuidados específicos que requieren de un aprendizaje

por parte de todo su entorno y un cambio de hábitos en la mayoría de las familias (modificación de horarios,

realización de ejercicio físico, cambios en la alimentación…etc.). Las demandas que aparecen son el manejo de la

carga emocional, compartir la responsabilidad de los cuidados, continuar con los compromisos diarios y en algunos

casos tener en cuenta los aspectos económicos por la necesidad de financiación de los tratamientos de su hijo/a.

A todo eso le sumamos la angustia que supone la adaptación a todos estos nuevos escenarios y el miedo de los

padres ante el futuro. Cabe decir que las preocupaciones varían en función de la edad del menor con diabetes y en

general, encontramos que en niños pequeños las preocupaciones están relacionadas con el control diabetológico

y la adaptación del niño/a en el ámbito escolar; con los adolescentes y/o jóvenes las demandas van encaminadas a

problemas de comportamiento y adherencia al tratamiento, también por la propia etapa vital que atraviesan.
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La familia debe constituir un agente activo en el cuidado de su hijo sirviendo de apoyo, ofreciendo cariño y cuidados,

educando y otorgando pequeñas responsabilidades en función de la edad del menor con el objetivo de normalizar la

enfermedad y promover la autonomía de su hijo. Es importantísimo que tanto padres como hijos se den un tiempo

para adaptarse a la nueva situación. Su papel es fundamental para el desarrollo óptimo de la autoestima del niño

y de su autonomía, de ahí la importancia que los objetivos entre ambos progenitores sean acordados, evaluados y

trabajados en conjunto. La diabetes no debe de ser nunca un impedimento para el desarrollo de la persona y más

aún cuando se trata de niños.

La mayor dificultad que se encuentran los padres ante el diagnóstico es el cuidado del menor. Es habitual

encontrarnos con madres o padres que han tenido que abandonar su puesto de trabajo a favor del cuidado de su

hijo. En el momento del diagnóstico hay mucho miedo unido al desconocimiento, a qué hacer sobre situaciones

como una hipoglucemia o una hiperglucemia… A medida que van adquiriendo conocimientos sobre la enfermedad

y aprenden cómo resolverlas el miedo disminuye considerablemente.

En el momento del debut existe una gran demanda de atención psicológica, ya que aparecen las manifestaciones

emocionales más habituales: miedo, la incertidumbre, tristeza, ira o enfado. Los pacientes consideran que la ayuda

de un profesional en psicología les es de gran utilidad para afrontar esta situación. No obstante, cabe señalar que

no todas las personas diagnosticadas requieren tratamiento psicológico por defecto. El disponer de una valoración

inicial en donde puedan identificarse de manera precoz las dificultades percibidas como amenaza por el paciente o

por su familia, evaluar el estrés de la situación en el diagnóstico y acentuar los recursos personales resulta de gran

importancia.
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Tanto en niños como en adultos es importante tratar el impacto emocional por la interferencia que provoca en

la capacidad para conectar con el presente. El impacto emocional amplifica el malestar y otros síntomas físicos,

erosiona la calidad de vida, es causa de angustia para la persona diagnosticada como para su familia, es fuente de

preocupación en los familiares y altera las capacidades de la persona, constituyendo la presencia de alteraciones

psicológicas como un factor de riesgo.

El impacto emocional depende del tipo de afrontamiento de la persona y de la adaptación de la misma a la reacción

adversa. Otros factores abarcarían la cohesión familiar, el inicio y tratamiento, nivel socio-económico, sistema de

creencias y significados, red de apoyo, etc. En relación a los tipos de afrontamiento (o lo que es lo mismo, la forma

en la que cada uno responde a los desafíos) hablamos de: la preocupación ansiosa en donde la enfermedad se vive

como una gran amenaza; la desesperanza, la evitación, y por último el espíritu de lucha o afrontamiento activo, en

donde la persona moviliza recursos para hacer frente a los desafíos que le presenta la enfermedad.
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EMOCIONES
MÁS FRECUENTES
EN LA DIABETES
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EMOCIONES MÁS FRECUENTES EN LA DIABETES

INCREDULIDAD
Emoción de recelo y desconfianza ante el debut. Aparece en mayor o menor medida ante cualquier diagnóstico

médico. Esta emoción se caracteriza por pensamientos del tipo: “se han equivocado”, “esto no me puede estar

pasando” y desencadena una reacción de negación (duelo).

TRISTEZA
Es la primera reacción que experimentamos en el momento del diagnóstico y a veces a lo largo del proceso de

enfermedad. Cuando nos dicen que tenemos diabetes nos sentimos abatidos, como si algo que pesa muchísimo

cayese encima de nosotros…en esos momentos aparece el llanto, la melancolía, la apatía o falta de interés por las

cosas, la necesidad de estar solo/a, siendo todas ellas expresiones de la tristeza. Este estado anímico es pasajero,

dando lugar a la aparición de otras emociones, aunque a veces, convive con muchas de ellas.

MIEDO

El miedo es una de las emociones más descritas en el campo de la enfermedad. Es inevitable sentir miedo a lo largo

de todo el proceso de enfermedad. En el debut, el miedo a lo desconocido nos invade y experimentamos pérdida

de control.

Es una emoción básica que cumple con un papel fundamental, el de la supervivencia. Sin la presencia del miedo,

nuestra conducta iría encaminada a situaciones de riesgo y básicamente, moriríamos por lo que su utilidad es in-

discutible.

En la diabetes las preocupaciones o miedos más comunes son a las agujas, a la insulina, miedo a las complicaciones,

a las hipoglucemias, al rechazo social, a no volver a ser el de antes…. Sabiendo que estos miedos son habituales, el

problema surge cuando nos condiciona nuestra vida y se convierten en miedos disfuncionales. Cuando esto ocurre

hablaríamos de fobias entendiéndolas como la máxima expresión del miedo. Algunas de ellas serían la fobia a la

sangre, a las agujas…


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INCERTIDUMBRE, DESESPERANZA

Relacionada íntimamente con el miedo, la incertidumbre aparece ante la espera de lo que puede pasar. Empeza-

mos a pensar en si tendremos complicaciones de la diabetes en un futuro, los problemas con la medicación o las

situaciones de estrés. Ante este escenario nos inunda la sensación de desasosiego y desesperanza que implica, a su

vez, la pérdida de la ilusión. A veces se acompaña de pensamientos de inutilidad.

IRA, RABIA, HOSTILIDAD

La esencia de la ira radica en la creencia de que la situación que vivo no es la que debería ser. ¿Por qué a mí? es la

pregunta (sin repuesta) que nos hemos hecho todos alguna vez y que se repite constantemente en nuestra mente.

La reacción es que no encuentro una explicación al hecho de que, a partir de ahora tenga una enfermedad crónica.

Estallo en ira, en el rechazo de la enfermedad y en negación de la situación…

Algunos autores han establecido un continuo entre la ira y la hostilidad, definiendo la ira como un estado emocional

que consta de sensaciones que van desde un enfado a otra reacción más intenta como la rabia o la furia. Las per-

sonas con altos niveles de ira u hostilidad tienen peores hábitos de salud (menor cuidado personal, falta de ejercicio

físico, consumo de tóxicos, etc.).


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FRUSTRACIÓN

En el momento del diagnóstico la frustración se traduce como una interrupción en mi proyecto vital, una pérdida

de control y de autonomía. En ese periodo, la frustración aparece en el momento en el que, a pesar de seguir las

pautas del tratamiento, los resultados no son los deseados. En casos, por ejemplo, como realizar la medición de la

glucemia y tener un resultado de glucosa elevado, nos irrita profundamente. Porque a pesar de mantener una vida

saludable, con mi dieta balanceada con las raciones de hidratos de carbono indicadas y realización de ejercicio físico

regular, tengo mayor número de hipoglucemias de las que me gustaría (o de las que son objetivamente esperable

tener). Y es que la diabetes es así, una enfermedad con múltiples parámetros que podemos controlar y otros que

no. Los cambios hormonales, variaciones ambientales y los aspectos tratados aquí como el estrés, hacen que se es-

tablezcan unas relaciones con muchas variables difíciles de manejar y, por ende, tener sentimientos de impotencia.

Muchas de las emociones aquí definidas se utilizan como mecanismos de defensa para poder afrontar la realidad del

diagnóstico, y poner en marcha los recursos adecuados para un funcionamiento óptimo.


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DUELO

En el momento del diagnóstico en el que experimentamos la pérdida de la salud, hablamos de duelo. El duelo se vive

de manera diferente por la persona, siendo un proceso más o menos largo y doloroso que supone la adaptación a la

nueva situación. En el proceso de elaboración del duelo la persona contacta con sus miedos y con sufrimiento por

la pérdida de la salud, siendo consciente del mismo y de los factores que le acompañan. La intensidad y duración

del duelo depende de muchos factores: el tipo de pérdida y/o noticia (esperada o repentina, apacible o violenta),

edad, factores de personalidad… Su duración dependerá de la propia experiencia de pérdida. Las reacciones que se

manifiestan en el proceso de duelo las experimentamos a nivel físico, conductual, psicológico y espiritual, dado que

el dolor producido es total. Como dice J. Montoya “en la pérdida duele el pasado, el presente y especialmente el

futuro. Toda la vida, en su conjunto, duele.” La primera etapa del duelo hace referencia a la negación del diagnós-

tico en sí, lo cual ayuda a amortiguar y aplazar el impacto psicológico ante la noticia (“se han equivocado”). Otras

veces intentamos rebelarnos contra esta realidad, lo que constituye la fase de ira en donde aparecen emociones

como rabia y rebeldía. A veces sentimos que nuestra vida no será la de antes y hablamos de la culpa: nos culpamos

ante la dificultad de afrontar la noticia de una enfermedad, surge la necesidad de buscar un acuerdo para intentar

superarlo, lo que se conoce como fase de negociación. Esta fase va unida con sentimientos de angustia y pensa-

mientos circulares sobre la nueva situación. Conforme se piensa en el futuro, a la persona le abruma la cantidad

de cosas que hay que aprender y hacer. Es frecuente escuchar en estos momentos comentarios del tipo: “nunca

volveré a ser el de antes”. Cuando somos conscientes de que se puede seguir viviendo en la nueva realidad es

cuando podemos afirmar que el doliente ha sido capaz de elaborar el proceso de pérdida. Es lo que conocemos

con el nombre de aceptación. Se restablece la normalidad, miramos hacia el futuro sin dolor (la pena disminuye)

y somos capaces de tener interés por nuevos proyectos y establecer metas. En el momento en que aceptamos la

realidad del diagnóstico, sabemos que la persona tendrá un papel más activo en el control de su enfermedad y su

tratamiento. Es importante resaltar que estas etapas no son lineales y que no todas las personas pasan por todas

ellas. Además, el tiempo y la vivencia en cada una irá marcado en función de las necesidades individuales, es decir,

de lo que yo necesito en ese momento de sufrimiento. Para poder elaborar el duelo por la pérdida de nuestra salud

es necesario reconocer nuestro dolor ante la pérdida y resulta esencial expresarlo, transmitir cómo nos sentimos.

No a todos nos apetece compartir aspectos personales por lo que es fundamental respetar el momento de sufri-

miento de cada uno.


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En el caso de los menores el núcleo familiar tiene tiempos diferentes en el afrontamiento del duelo, pero un fac-

tor clave es la actitud de los padres en la aceptación de la enfermedad. El estado emocional se transmite, por lo

que es fundamental permitirse expresar sentimientos y emociones: ¡claro que estamos preocupados por nuestro

hijo! Compartir el sufrimiento adaptando la información de la situación al menor es un recurso muy adaptativo.

Se establece una relación de apoyo seguro y de confianza entre el menor y sus padres. Además, hay que tener en

cuenta que el niño debe sentirse valorado independientemente de su enfermedad, es importante buscar apoyo

social (recursos asociativos) y favorecer la expresión de sentimientos del niño, búsqueda de soluciones, fomentar

autonomía…

Tras el shock inicial del diagnóstico los padres viven el proceso como la pérdida de la salud de su hijo, un duelo que

deben atravesar hasta poder ser conscientes de que se puede vivir con la enfermedad y tener una buena calidad de

vida. El momento del debut lo viven con mucho miedo, rabia, tristeza…emociones que a medida que va pasando el

tiempo y los padres van ganando en confianza, van elaborando el duelo y conocen diferentes aspectos de la enfer-

medad, aprenden a aceptar la nueva situación.

Para que una persona se adapte a la nueva situación por la pérdida no podemos establecer un tiempo concreto

dado que la adaptación varía en función de las capacidades y recursos de cada persona y de cada familia.

En función de la edad del niño los padres deben conocer qué pueden esperar según la edad y qué pueden hacer

para el cuidado de su hijo. Por ejemplo, en pacientes jóvenes o adolescentes, la problemática adquiere relevancia

en relación al periodo vital que atraviesa su hijo, caracterizado en ese momento por el continuo reto y la necesidad

de experimentar diferentes situaciones de la vida que supone esta etapa.


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ESTRÉS, ANSIEDAD
Y DIABETES
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ESTRÉS, ANSIEDAD Y DIABETES

Cuando asumimos la nueva realidad y basamos nuestros cuidados en los tres pilares del tratamiento, los estudios

científicos apuntan hacia el reconocimiento de factores psicológicos asociados al debut y a su evolución. Estos

estudios indican estrategias de intervención integral dirigidas a las personas con diabetes porque sabemos que la

ansiedad y el estrés provocan fluctuaciones no solo en nuestro control diabetológico (valores de glucosa) sino en

nuestra vida. El estrés es algo que nos acompaña en el día a día, llevamos una vida acelerada y lo hemos asumido

como habitual cuando no debería serlo, por lo que a nuestra rutina le sumamos una enfermedad crónica con mu-

chos parámetros a controlar. Entonces ¿por qué no le damos más valor a nuestro estado emocional? Por definición,

el estrés se produce como consecuencia de un desequilibrio entre las demandas del ambiente y los recursos dis-

ponibles del sujeto. Es decir, cuando tenemos que dar respuesta a multitud de demandas del entorno ponemos en

marcha nuestros recursos de afrontamiento, y si la demanda externa es excesiva frente a los recursos que tengo

se va a desarrollar un abanico de respuestas que implican activación fisiológica. Esta reacción de estrés incluye

una serie de reacciones emocionales desagradables (ira, ansiedad…). La valoración que hago de la situación que

se me presenta es fundamental para desencadenar una respuesta de estrés o no. Si interpreto la situación como

peligrosa y creo que mis recursos son escasos, surgirá una reacción de estrés y se pondrán en marcha los recursos

de afrontamiento para intentar eliminarla. Partimos de la base en que el estrés es una respuesta natural y necesaria

para la supervivencia, el problema surge cuando tenemos una sobrecarga de tensión que impide el funcionamiento

normal, por lo que no todo el estrés tiene consecuencias negativas. Únicamente cuando la situación desborda mi

capacidad de control se producen consecuencias negativas.


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La diabetes puede ser también un factor estresante en sí misma por los cuidados que requiere con el objetivo de

tener una buena calidad de vida. Muchas veces confundimos los conceptos de estrés y de ansiedad. El estrés es

algo que se centra en un determinado momento (tengo una hipoglucemia, debo tomar azúcar y ración de hidratos

de manera inmediata) y la ansiedad es una respuesta emocional a situaciones que se perciben como una amenaza

en el futuro (¿y si salgo a caminar y tengo una hipoglucemia?). Confundir estos términos es algo habitual, pero

la diferencia radica en que el estrés es la forma en la que tiene el individuo de adaptarse al medio mientras que la

ansiedad es una reacción emocional de alerta ante una posible amenaza en el futuro.

Si tengo una hipoglucemia (cambio en el entorno) ----me adapto con mis recursos----resuelvo hipoglucemia.

Estoy nerviosa/o porque tengo miedo de, que, si salgo a caminar, sufra una hipoglucemia. (emoción ---miedo----

ante amenaza ---posible hipoglucemia).

Los síntomas del estrés son: emocionales (irritabilidad, sentimiento de soledad, aislamiento, cambios de humor,

incapacidad para estar relajado), cognitivos (pérdida de memoria, ver solo los aspectos negativos de la situación,

preocupación constante, pensamientos ansiosos), conductuales (insomnio, menor apetito, aislamiento, consumo

de medicamentos, drogas o alcohol) y los síntomas físicos (dolores de cabeza, náuseas, mareos, diarrea o estre-

ñimiento, dolor en el pecho, palpitaciones, pérdida o disminución del deseo sexual). A nivel físico, la secreción de

diferentes hormonas durante una situación de estrés induce al hígado a liberar más glucosa en sangre para obtener

energía, enviarla a los músculos y estar listos para la acción. Este mecanismo es necesario para poder reaccionar

de manera óptima ante una situación de urgencia. En una situación de emergencia el cuerpo se asegura de tener

suficiente energía (azúcar) disponible para reaccionar. Los niveles de insulina disminuyen y el glucagón y adrenalina

suben y se libera más glucosa. Al mismo tiempo, se elevan los niveles de la hormona de crecimiento y cortisol, lo

que hace que los músculos y grasa sean menos sensibles a la insulina. Como consecuencia hay más glucosa dis-

ponible en el torrente sanguíneo, es decir nuestros niveles de azúcar en sangre son más elevados. El estrés puede

afectar al control de la diabetes cuando la liberación de cortisol es continua por estar en una situación de estrés casi

permanente lo que elevaría los niveles de azúcar en sangre con mayor frecuencia y nuestro control diabetológico

empeoraría. Cuando se tiene diabetes, el control de la glucosa es causa común de estrés, a mayor estrés los niveles

de glucosa en sangre son más elevados y se necesitaría más cantidad de medicación (si así lo ha pautado tu profe-

sional sanitario). Esto desencadena una situación más difícil de controlar por las variaciones en la glucosa.
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DEPRESIÓN
Y DIABETES
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DEPRESIÓN Y DIABETES

En 2013 se realizó un estudio internacional en el que participó España. Su objetivo era conocer las actitudes, de-

seos y necesidades que tenían los profesionales de la salud, las personas diagnosticadas y sus familiares en relación

con la diabetes.

El 17% de las personas con Diabetes Tipo 2 parecían estar deprimidas, frente al 9% de las personas con Diabetes

Tipo 1. Además, constataron que las personas con Diabetes Tipo 2 cuyo tratamiento consistía en dieta y ejercicio

referían tener peor calidad de vida que aquellos que cuya diabetes era tratada con medicamentos. Existen mu-

chos factores que pueden estar involucrados en la sintomatología depresiva que relatan los pacientes que están

en tratamiento psicológico tales como: que la diabetes es una enfermedad crónica sin cura, miedo a la aparición a

complicaciones, la sensación de poco control de la situación, escaso o nulo apoyo social, dificultad en ámbito labo-

ral, cambios en la rutina y en los hábitos por los cuidados que requiere la enfermedad. Todos estos factores pueden

desencadenar en síntomas como la tristeza, irritabilidad, desesperanza ante el futuro, nulo interés en actividades

que antes me gustaban... en la literatura se confirma que existe, al igual que ocurre con el estrés, una asociación

entre depresión y diabetes. Una explicación de esta asociación son los cambios fisiológicos, individuales, familiares

y sociales que se presentan en la persona con diabetes. Los cambios de hábitos que la persona tiene que hacer a

diferencia de la población general influyen en la aparición de la sintomatología depresiva (“prohibición de comer,

beber”).
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COMUNICACIÓN:
IMPORTANCIA DE LA
RELACIÓN MÉDICO-PACIENTE
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COMUNICACIÓN: IMPORTANCIA DE LA RELACIÓN


MÉDICO-PACIENTE
Uno de los aspectos clave para reducir el estrés es tener una buena formación de la enfermedad. Conocer los

aspectos relacionados con los pilares del tratamiento ayudará a tener un papel activo en sus cuidados y en la

toma de decisiones. El proceso formativo requiere varios actores: por un lado, a la propia persona con diabetes,

su proactividad y motivación; y por el otro, al equipo sanitario. La relación con el equipo debe estar basada en la

confianza y en la empatía. Éste, tiene un papel fundamental en el cuidado emocional de la persona e incluye la

responsabilidad de transmitir la información médica en función de las características del paciente (nivel educacional,

capacidad de expresión, etc.) y del estado emocional del mismo en relación a su proceso.

Imaginemos que en una consulta rutinaria el profesional sanitario me indica “hoy vamos a hablar de las posibles

complicaciones de la diabetes” VS. “vas a quedarte ciega” (ejemplo real). ¿En qué opción crees que me sentiré

mejor? resulta evidente que en la segunda opción el médico/enfermero utiliza el miedo como recurso para que

mejore mis cuidados y viviré la situación como un ataque. Se ha demostrado que esta actuación no es eficaz puesto

que el castigo hace que disminuya la probabilidad de que la conducta cambie. Sin embargo, en la primera opción se

abre una puerta a la comunicación facilitando la expresión emocional y normalizando la vivencia emocional.

El modelo de comunicación en la atención sanitaria describe los aspectos que el profesional sanitario debe

desarrollar. Estos son: actitudes (comunicación asertiva, autorregulación y soporte emocional); conocimientos

(desarrollar conocimientos específicos del puesto a desempeñar y actualización de dichos conocimientos) y

habilidades (observación, escucha activa, evitar juicios, evitar imposiciones…). ¿qué te parece tener un especialista

que sabe muchísimo en diabetes y sentir que no te escucha? Si además de su gran formación no tiene las demás

características propias del proceso comunicativo, éste se verá afectado ya que el proceso comunicativo es creativo

y nunca basado en la imposición.

Según el plan Estratégico de Humanización de la Asistencia Sanitaria 2016-2019 existen unas reglas básicas del

trato hacia pacientes, entre ellas mirar a la persona y llamarle por su nombre, tener en cuenta sus necesidades y las

de sus familiares, informarles de su proceso y no juzgar. En resumen, cuidar la dignidad como persona.
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Como profesional de la salud debemos escuchar de manera activa, es decir, sin dar consejos o intentar “levantar

el ánimo”. Desarrollar la habilidad de la escucha activa es clave para una relación optima. Esto lo hacemos a través

de la empatía que consiste en la disposición para comprender y transmitir comprensión al otro. En la empatía nos

ponemos en el lugar de la otra persona desde su realidad, poniendo nuestras preocupaciones momentáneamente

entre paréntesis. En el proceso de comunicación la empatía se hace realidad cuando somos capaces de identificar

lo que sentimos cuando nos están hablando (miedo, dolor, rabia, tristeza, culpa, ansiedad, etc.) no juzgando ni

interpretando; le doy valor a lo que siente la otra persona aún y cuando sea diferente a lo que sentiría yo, aceptando

al otro desde una actitud sincera. El que los profesionales que nos atienden dispongan de recursos comunicativos

eficaces es muy importarte, y saber que el profesional que está detrás te escuche y no te juzgue, favorecerá sin

duda la motivación a tus cuidados y a la adherencia al tratamiento.

En el proceso comunicativo es importante valorar la comunicación verbal pero también la no verbal. La comunicación

no verbal es el 80% de la comunicación entre las personas. De nada sirve que una persona nos responda “te

comprendo” cuando lo que está haciendo es mirar y escribir al ordenador. ¿es posible que en el discurso de la

persona que consulta necesite ser escuchada? Los canales de comunicación se abren cuando la otra persona se

siente entendida y es muy importante la congruencia entre lo que digo y el cómo lo digo.

Entre los beneficios que se obtienen cuando la comunicación verbal y no verbal es congruente se encuentran: una

mayor satisfacción, mayor coordinación y cooperación, mayor compromiso, motivación personal y adherencia al

tratamiento entre otros.


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GUÍA DE TIPS
Y PAUTAS DE MANEJO
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GUÍA DE TIPS Y PAUTAS DE MANEJO

El duelo es un proceso natural que antes o después todos atravesamos en algún momento de nuestra vida.

La forma en que vivas y sientas el diagnóstico va a influir directamente en el transcurso de su desarrollo y acep-

tación.

Comparte tus emociones, no tienes que lidiar con tu dolor solo/a.

Las técnicas de control de la ansiedad como la relajación y respiración son eficaces para manejar las crisis de

angustia. Es recomendable practicarlas hasta convertirlas en un hábito.

Se honesto/a con tus sentimientos. No debemos empeñarnos en animarnos o en tranquilizar a las personas que

sufren. Vive tu emoción en el momento presente.

Te encontrarás con personas que compartan contigo estos momentos de angustia y pena. Pide cómo quieres

que te ayuden. Es útil decir cosas del tipo “¿me puedes ir a comprar algo de fruta?” y evitarás recibir frases tales

como “bueno, no es tan grave, no te vas a morir, tranquilo/a hay cosas peores, etc.“

Organiza tu tiempo y prioriza tus necesidades.


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Permítete ser feliz realizando actividades que te hagan vivir nuevas experiencias.

Si te resulta difícil llevar a cabo tus actividades del día a día, te asaltan pensamientos de culpa y/o estas triste la

mayor parte del día, consulta con un profesional que te proporcione ayuda en este difícil momento.

El apoyo de las personas que te quieren compartiendo tiempo juntos ayuda a mejorar el estado de ánimo. Ro-

déate de aquellos que te proporcionan seguridad y amor.

Los absolutismos como “todo” o “nunca” y los “y si…” entorpecen tus pensamientos y desencadenan síntomas

físicos desagradables. Pon tu atención en aquellas cosas que sí puedes cambiar.

La culpa solo genera más culpa e impide avanzar. Con nuestra diabetes estamos en un permanente acier-

to-error y debemos aprender a tolerar la frustración. Por lo que tus errores son una oportunidad de aprendizaje.

Cuando hacemos un juicio nuestra visión es parcial y no es objetiva.

Intenta caminar al menos 30 minutos. La respuesta hormonal cumple diversas funciones y cuando realizas una

actividad física y regular, se liberan endorfinas que es una sustancia (hormona) que aumentan el estado de bien-

estar y disminuye la sensación de dolor emocional. Ayuda al descanso y al sueño.

Aprende sobre diabetes todo lo que puedas, conocer te da sensación de control y disminuye la sensación de

miedo y de incertidumbre.

Confía en tu equipo sanitario. Resuelve tus dudas y mantén una actitud abierta.

Limita el consumo de alcohol y cafeína, intenta controlar la dieta, pilar fundamental en los cuidados.
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CONCLUSIÓN

Existen diversos estudios que sugieren el estrés como factor de agravamiento de la enfermedad puesto que es ca-

paz de alterar el metabolismo de la glucosa aumentando el nivel en la sangre a través de la acción de determinadas

hormonas. La presencia del estrés puede implicar un afrontamiento inadecuado caracterizado por la disminución

de la autoestima, apatía, pérdida de control, que junto con otros factores afectarían al control de la enfermedad.

La atención sanitaria hacia las personas con diabetes debe incluir la atención psicológica. En el momento del debut

existe una gran demanda de atención psicológica, ya que en este momento de desconocimiento e impacto ante la

noticia aparecen manifestaciones emocionales más habituales: miedo, la incertidumbre, tristeza, ira o enfado y, las

personas atendidas consideran que la ayuda de un profesional en psicología les es de gran utilidad. No obstante, a

lo largo de nuestra convivencia con la enfermedad podemos necesitar de un apoyo psicológico de cara a gestionar

la enfermedad en nuestro día a día.

La intervención psicológica en la diabetes se centra principalmente en conseguir un buen control diabético (me-

diante técnicas de modificación de conducta y programas psicoeducativos) y la aceptación de la enfermedad y la

adherencia al tratamiento. Esto incluye instaurar conductas que controlen el autocontrol glucémico y los episodios

de hipoglucemia. Las estrategias de afrontamiento, la adherencia al tratamiento, la información sobre la enferme-

dad y un apego seguro, un entorno familiar y social positivo constituyen aspectos clave en la intervención psico-

lógica en personas con diabetes.

La diabetes no es una enfermedad incapacitante, pero es una enfermedad en la que surgen necesidades especiales.

Si tras la revisión de esta información consideras que tus recursos son escasos, te sientes extremadamente triste o

abatido o hay situaciones en las que te desbordas, por favor pide ayuda.

Y recuerda que siempre habrá algo de estrés en la vida. pero si se tienen las herramientas adecuadas se puede vivir

bien sin diabetes, pero también con ella.


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RESEÑA

Gema José Moreno.

Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid en el año 2007. Desde hace más de 10 años

se dedica a la psicología de la salud en diferentes ámbitos (cáncer, diabetes). Amplia formación en el campo de

la psicología, es Máster en Psicología Clínica y de la Salud, Máster en Psicooncología y Cuidados paliativos por la

Universidad Complutense de Madrid y es Experta en Psicoterapia Infanto-Juvenil (Grupo Luria). Le diagnostica-

ron diabetes a los 18 años. Ha impartido cursos y talleres para padres y familiares de niños con diabetes, formación

en habilidades de comunicación a personal sanitario de la CAM. Actualmente trabaja en el Hospital Universitario

Rey Juan Carlos para la AECC y en su consulta privada en donde atiende tanto a adultos como a población infanto

juvenil.

www.gemajosemorenopsicologia.com
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REFERENCIAS

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2. Beléndez Vázquez, M., Lorente Armendáriz, I., & Maderuelo Labrador, M. (2016, 1 enero). Estrés emocional

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org/10.1016/j.gaceta.2015.02.005

3. Cano Vindel, A. (s. f.). La naturaleza del estrés. Sociedad Española para el estudio de la Ansiedad y el Estrés.

Recuperado 3 de mayo de 2021, de http://webs.ucm.es/info/seas/estres_lab/el_estres.htm

4. Consejería de Sanidad. (2016). Plan de Humanización de la Asistencia Sanitaria 2016–2019. Comunidad de

Madrid. Edita: Dirección General de Coordinación de la Atención al Ciudadano y Humanización de la Asis-

tencia Sanitaria. https://www.comunidad.madrid/publicacion/ref/17902

5. Crespo López, M. (1998). Técnicas de desactivación. En C. Larroy García (Ed.), Técnicas de modificación de

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