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que espera, desespera” dice un refrán popular.

Esperar algo no es satisfactorio para nadie y


en ocasiones las salas de espera en oficinas y consultorios se convierten en salas de tortura
para muchos que, como yo, son impacientes y perciben el tiempo de espera como un
tiempo perdido. Esta creencia común puede percibir a la esperanza como algo negativo y
algo no muy deseado.

Sin embargo, la esperanza, desde el punto de vista bíblico, es una virtud esencial y tiene
una connotación positiva. De hecho, la esperanza de los creyentes siempre está basada en
Dios y sus promesas. Nuestro Dios no solamente es una fuente de nuestra esperanza sino
que El es el Dios de esperanza: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el
creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo (Rom. 1:13). La
esperanza de los cristianos está personificada en Jesús: “Pablo, apóstol de Jesucristo por
mandato de Dios nuestro Salvador, y del Señor Jesucristo nuestra esperanza”(1 Tim.1:1). El
carácter de Dios, quien siempre es bueno, fidedigno y verdadero nos motiva a confiar y
esperar en El y en sus promesas. Así que, el teólogo Jurgen Moltmann en su famoso libro
La teología de la esperanza nos dice que “la esperanza no es otra cosa que la expectativa
de aquellas cosas que por la fe creemos han sido claramente prometidas por Dios”.

Con frecuencia también la escatología, la doctrina de las cosas futuras, es percibida por
muchos como algo controversial y, por lo tanto, como algo que es mejor hacer a un lado.
Algunos cristianos dicen con esta actitud que “lo que será, será” y es mejor dejar que Dios
haga lo que tenga que hacer cuando lo crea necesario. Desgraciadamente esta manera de
pensar es totalmente equivocada al propósito bíblico de las promesas futuras de Dios. De
hecho, Brian Dailey ha definido acertadamente a la escatología como “la esperanza de los
creyentes de que el estado incompleto de su experiencia presente con Dios será resuelta,
su sed presente será saciada, su necesidad presente de liberación y salvación será
satisfecha”. La esperanza es una virtud esencial de la vida cristiana porque hace que
nuestra vista y confianza esten fundamentadas en un Dios bueno que cumple sus promesas
y que un día redimirá completamente nuestra vida y circunstancias. La escatología es la
doctrina de las buenas noticias para quellos que han confiado en Cristo y que viven bajo las
promesas de Dios.

Además, la esperanza no es solamente la expectativa de algo que Dios cumplirá en el


futuro sino que tiene repercusiones presentes. La perspectiva de nuestra vida y nuestro
comportamiento cambian cuando nuestra esperanza en Dios y en sus promesas forman
parte de nuestra vida como seguidores de Jesucristo.

De hecho, nuestra esperanza como cristianos debería originar por lo menos cinco
respuestas presentes en nuestras vidas:

1. Debemos mantener nuestra fe firme y sin vacilaciones: “Mantengamos firme, sin fluctuar,
la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió” (Heb. 10:23).

2. Debemos vivir vidas puras como hijos de Dios: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre,
para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le
conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos
de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le
veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo,
así como él es puro”(1 Juan 3:1-3).

3. Debemos renunciar a la impiedad y vivir de una manera sobria, justa y piadosa: “Porque
la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos
que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria,
justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa
de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para
redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras:
(Tito 2:11-14).

4. Debemos actuar con inteligencia vivir de una manera santa: “Bendito el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una
esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos…Por tanto, ceñid los
lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os
traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los
deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es
santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está:
Sed santos, porque yo soy santo”(1 Pedro 1:3,13-16)

5. Debemos mantenernos firmes, constantes y creciendo en el servicio a Dios ya que Jesús


ha conquistado a la la muerte: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes,
creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en
vano” (1 Cor. 15:58).

Para los cristianos la esperanza no produce desesperanza o es infructuosa sino que nos
motiva y guía para vivir confiados en Dios y en sus promesas. La narrativa bíblica termina
con la promesa del regreso de Jesús quien es nuestra esperanza y nos asegura
“Ciertamente vengo en breve” y como cristianos podemos responder confiados “amén; sí,
ven, Señor Jesús”(Ap.22:20).

que espera, desespera” dice un refrán popular. Esperar algo no es satisfactorio para nadie y
en ocasiones las salas de espera en oficinas y consultorios se convierten en salas de tortura
para muchos que, como yo, son impacientes y perciben el tiempo de espera como un
tiempo perdido. Esta creencia común puede percibir a la esperanza como algo negativo y
algo no muy deseado.

Sin embargo, la esperanza, desde el punto de vista bíblico, es una virtud esencial y tiene
una connotación positiva. De hecho, la esperanza de los creyentes siempre está basada en
Dios y sus promesas. Nuestro Dios no solamente es una fuente de nuestra esperanza sino
que El es el Dios de esperanza: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el
creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo (Rom. 1:13). La
esperanza de los cristianos está personificada en Jesús: “Pablo, apóstol de Jesucristo por
mandato de Dios nuestro Salvador, y del Señor Jesucristo nuestra esperanza”(1 Tim.1:1). El
carácter de Dios, quien siempre es bueno, fidedigno y verdadero nos motiva a confiar y
esperar en El y en sus promesas. Así que, el teólogo Jurgen Moltmann en su famoso libro
La teología de la esperanza nos dice que “la esperanza no es otra cosa que la expectativa
de aquellas cosas que por la fe creemos han sido claramente prometidas por Dios”.
Con frecuencia también la escatología, la doctrina de las cosas futuras, es percibida por
muchos como algo controversial y, por lo tanto, como algo que es mejor hacer a un lado.
Algunos cristianos dicen con esta actitud que “lo que será, será” y es mejor dejar que Dios
haga lo que tenga que hacer cuando lo crea necesario. Desgraciadamente esta manera de
pensar es totalmente equivocada al propósito bíblico de las promesas futuras de Dios. De
hecho, Brian Dailey ha definido acertadamente a la escatología como “la esperanza de los
creyentes de que el estado incompleto de su experiencia presente con Dios será resuelta,
su sed presente será saciada, su necesidad presente de liberación y salvación será
satisfecha”. La esperanza es una virtud esencial de la vida cristiana porque hace que
nuestra vista y confianza esten fundamentadas en un Dios bueno que cumple sus promesas
y que un día redimirá completamente nuestra vida y circunstancias. La escatología es la
doctrina de las buenas noticias para quellos que han confiado en Cristo y que viven bajo las
promesas de Dios.

Además, la esperanza no es solamente la expectativa de algo que Dios cumplirá en el


futuro sino que tiene repercusiones presentes. La perspectiva de nuestra vida y nuestro
comportamiento cambian cuando nuestra esperanza en Dios y en sus promesas forman
parte de nuestra vida como seguidores de Jesucristo.

De hecho, nuestra esperanza como cristianos debería originar por lo menos cinco
respuestas presentes en nuestras vidas:

1. Debemos mantener nuestra fe firme y sin vacilaciones: “Mantengamos firme, sin fluctuar,
la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió” (Heb. 10:23).

2. Debemos vivir vidas puras como hijos de Dios: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre,
para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le
conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos
de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le
veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo,
así como él es puro”(1 Juan 3:1-3).

3. Debemos renunciar a la impiedad y vivir de una manera sobria, justa y piadosa: “Porque
la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos
que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria,
justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa
de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para
redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras:
(Tito 2:11-14).

4. Debemos actuar con inteligencia vivir de una manera santa: “Bendito el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una
esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos…Por tanto, ceñid los
lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os
traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los
deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es
santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está:
Sed santos, porque yo soy santo”(1 Pedro 1:3,13-16)

5. Debemos mantenernos firmes, constantes y creciendo en el servicio a Dios ya que Jesús


ha conquistado a la la muerte: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes,
creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en
vano” (1 Cor. 15:58).

Para los cristianos la esperanza no produce desesperanza o es infructuosa sino que nos
motiva y guía para vivir confiados en Dios y en sus promesas. La narrativa bíblica termina
con la promesa del regreso de Jesús quien es nuestra esperanza y nos asegura
“Ciertamente vengo en breve” y como cristianos podemos responder confiados “amén; sí,
ven, Señor Jesús”(Ap.22:20).

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