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COMENTARIOS REALES SEGUNDA PARTE

La Segunda parte de los Comentarios Reales, más conocida como Historia General del Perú, es un libro
histórico-literario escrito por el Inca Garcilaso de la Vega, el primer mestizo peruano e hispanoamericano de
renombre intelectual. Fue publicada en 1617, en Córdoba, España, un año después de la muerte de su autor
y estaba dedicada a la Virgen María. Es la continuación de los Comentarios Reales de los Incas y abarca un
crucial período de la historia del Perú, que empieza con la llegada de los españoles y termina con la ejecución
del último inca de Vilcabamba, Túpac Amaru I, en 1572. Al margen de su intención histórica, el autor se
propuso en esta obra enaltecer su herencia hispánica (su padre era un conquistador español), como ya la
había hecho con su ascendencia indígena en la primera parte (su madre era una princesa inca).

Argumento
En esta obra Garcilaso desarrolla con estilo vibrante la conquista del Perú, las guerras civiles entre los
conquistadores y la instauración del Virreinato del Perú, así como la resistencia de los incas de Vilcabamba,
que culmina con la ejecución del último de estos, Túpac Amaru I, en la plaza del Cusco en 1572. Incluye en
sus páginas una rehabilitación de su padre, el capitán Sebastián Garcilaso de la Vega, desprestigiado ante la
Corona por haber militado en el bando del rebelde Gonzalo Pizarro.

Propósito
Si la primera parte de los Comentarios Reales está dedicada a idealizar a los incas (los antepasados maternos
del autor), la segunda parte o Historia general del Perú contiene la justificación de la conquista española, uno
de cuyos ejecutantes es precisamente el padre del escritor, el capitán español Sebastián Garcilaso de la Vega.
De paso, el autor defiende la actuación de su padre en las guerras civiles de los conquistadores, refutando al
cronista El Palentino, quien en una de sus obras sostuvo que el capitán Garcilaso influyó decisivamente en el
resultado de la batalla de Huarina, donde los rebeldes Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal derrotaron a
las fuerzas leales al rey que estaban bajo el mando de Diego Centeno. Según dicho cronista, el padre del Inca
cedió su caballo, llamado Salinillas, a un herido y fugitivo Gonzalo Pizarro, por lo que éste pudo ordenar sus
fuerzas y cambiar el curso de la batalla. El Inca Garcilaso desmonta esta aseveración, y afirma además que su
padre fue incorporado contra su voluntad al bando rebelde, para luego sumarse a la primera ocasión a las
fuerzas del pacificador Pedro de la Gasca.
Ambos textos [la primera y la segunda parte de los Comentarios Reales] exponen marcadas huellas
autobiográficas y son el reflejo de la compleja identidad del Inca Garcilaso, ya que el elogioso tratamiento del
pueblo sometido, en el primero, se presenta como una apología de su linaje materno, mientras que la
exaltación de los valores españoles y explícita defensa del padre a propósito del episodio de Huarina rinde
tributo a su herencia paterna. La obra y el mismo autor, como lo ha sugerido Miró Quesada, son “ejemplo
vivo de fusión y de síntesis”.1
Ambas posiciones que asume el Inca Garcilaso no son contradictorias, sino conciliatorias:
… el propósito de Garcilaso consiste en armonizar su orgullo personal por los antepasados maternos con la
apología de la pragmática civilizadora de la conquista: el “buen salvaje” (el inca) viene a ser rescatado y
elevado a un superior estado de dignidad por la gracia de la evangelización y el don de la cultura y la lengua
de los españoles.2
El propósito explícito del autor de “justificar” la conquista española ha servido para que algunos califiquen al
Inca Garcilaso de conformista y anti-indígena; sin embargo, si bien expresó su lealtad a la Corona española y
su fe en el cristianismo, manejó hábilmente su trabajo para señalar virtudes y excelencias incaicas y
debilidades y crueldades hispánicas.

Libro Primero
Empieza con el triunvirato que formaron tres españoles para ganar el imperio de los incas, a quienes la
historia los conoce como los tres socios de la conquista: Francisco Pizarro, Diego de Almagro y Hernando de
Luque. Se relatan las duras faenas que sufrieron durante los viajes de exploración por las costas tropicales, el
episodio célebre de los Trece de la Fama en la isla del Gallo, la llegada a la ciudad de Tumbes del artillero
Pedro de Candía, donde protagonizó el milagro de amansar a un león (puma) que los indios le arrojaron.
Luego se produce el viaje de Francisco Pizarro a España para entrevistarse con el emperador Carlos V, donde
acuerda la capitulación de Toledo, retornando a América para emprender su tercer viaje hacia el Perú. Se
despliegan enseguida todos los episodios importantes de los inicios de la conquista: el combate contra los
naturales de la isla de la Puná, el desembarco en Tumbes, la fundación de San Miguel de Piura y la marcha
hacia Cajamarca, en cuyo trayecto se encuentran con una embajada del inca Atahualpa. Luego Hernando
Pizarro y Hernando de Soto se entrevistan con el mismo inca en los baños cercanos a Cajamarca. Siguiendo lo
acordado allí, el inca y su séquito entran a la plaza de Cajamarca, donde le sale el encuentro el cura Vicente
de Valverde y el intérprete Felipillo. Citando la obra (perdida) del padre Blas Valera, Garcilaso intenta
desmentir las versiones tradicionales de este episodio. El Inca nunca arrojó la Biblia al suelo durante el
requerimiento ni vociferó contra los españoles, sino que insistió en que le dieran razones para someterse al
emperador Carlos V y convertirse a la fe cristiana, pero por no lograrse una cabal traducción surgió el
malentendido. Los españoles atacan desatando una masacre de indios. Atahualpa es capturado y tomado
prisionero; en tal situación ofrece un crecido rescate para lograr su libertad. Hernando Pizarro viaja a
Pachacámac a fin de apresurar el envío del oro. El inca Huáscar, cautivo en manos de los atahualpistas, se
encuentra en un camino andino con dos exploradores españoles, a quienes pide infructuosamente que lo
liberen; poco después los españoles se enteran de su muerte, presumiblemente realizada por orden de
Atahualpa, a fin de que no se entendiera con ellos. Almagro llega a Cajamarca y apoya la eliminación del inca
Atahualpa. Los españoles apresuran el reparto del rescate, a pesar de no haberse reunido la cantidad
prometida. Se inicia un inicuo proceso contra Atahualpa, a quien se le acusa, entre otros cargos, de
polígamo, idólatra, incestuoso y asesino de su hermano, así como de tramar un ataque de indios contra los
españoles. Se le condena a muerte, siendo estrangulado en la plaza de Cajamarca. Finaliza el libro
destacándose la lealtad inquebrantable que algunos indios tuvieron hacia los españoles, en agradecimiento
de favores recibidos.

Libro Segundo
Empieza con el arribo al Perú del adelantado Pedro de Alvarado, quien desde Quito pretende participar en la
conquista del imperio inca. Con él viene el capitán Sebastián Garcilaso de la Vega que luego se unirá a una
princesa inca, Isabel Chimpu Ocllo, de cuya unión nacerá el Inca Garcilaso. Se mencionan las crueldades del
general quiteño Rumiñahui, antiguo lugarteniente de Atahualpa, y la resistencia del maese de campo
Quízquiz, otro lugarteniente del mismo, quien atacó a la retaguardia española que iba camino al Cuzco, y
apresó a un grupo de soldados españoles, entre los que estaban Francisco de Chaves y el escribano Sancho
de Cuellar; este último fue estrangulado en Cajamarca, en una parodia que hicieron los indios de la muerte
de Atahualpa. Chaves hizo un tratado o pacto de amistad con Tito Atauchi, hermano de Manco Inca, pero
este acuerdo no fue respetado por Pizarro. Los españoles continúan su marcha al Cuzco, a la que someten al
saqueo. Almagro y Alvarado se entrevistan en Quito y llegan a un acuerdo, por el cual el segundo, a cambio
de una crecida suma, cede su ejército al primero. Es fundada la Ciudad de los Reyes o Lima, situada en la
costa central del Perú y designada para ser la capital de la gobernación de Pizarro. Se funda también Trujillo,
en la costa norte del Perú. Se relata la muerte de Alvarado en México, así como la de Quízquiz, a manos de
sus propios subordinados. Almagro emprende la expedición a Chile pero tras una penosa marcha a través del
desierto retorna al Perú. Simultáneamente se produce el levantamiento de Manco Inca y el cerco del Cuzco,
donde unos 200 españoles auxiliados por miles de indios cañaris y chachapoyas resisten animosamente. Se
mencionan los milagros que supuestamente Dios obró en favor de los cristianos. El autor cita a testigos que
vieron aparecer a Santiago Apóstol y a la Virgen María, alentando a los hispánicos y desmoralizando a los
indios. Se relata también el duelo singular entre un guerrero inca y un indio cañari: este último logra el
triunfo y corta la cabeza a su rival, que convierte en trofeo. La Ciudad de los Reyes es también sitiada por las
tropas incaicas, pero logra resistir. Finaliza también el cerco del Cuzco y Manco Inca se retira
voluntariamente hacia Vilcabamba. Se relata el origen de las guerras civiles entre los conquistadores,
explicada por la disputa entre almagristas y pizarristas por la posesión del Cuzco. Pizarro envía refuerzos al
Cuzco al mando de Alonso de Alvarado, quien es derrotado por Almagro en la batalla del río de Abancay. Se
producen nuevos acuerdos y desacuerdos entre Pizarro y Almagro. Se reanuda la guerra que culmina con la
derrota de los almagristas en la sangrienta batalla de las Salinas. Almagro es tomado prisionero y ejecutado.
El almagrista Diego de Alvarado parte hacia España, donde denuncia a los Pizarro por la muerte de Almagro.
Hernando Pizarro arriba también a España y sufre allí una larga prisión, en el castillo de La Mota, a
consecuencia de la denuncia de Alvarado.

Libro Tercero
Empieza con la conquista de los Charcas, en la actual Bolivia. Luego, se narra la partida de Gonzalo Pizarro a
la conquista del país de la Canela y las grandes penalidades que pasó, así como la traición de su lugarteniente
Francisco de Orellana quien abandona a Gonzalo y descubre el río Amazonas. Los almagristas se conjuran
contra el marqués Francisco Pizarro, a quien asesinan en su palacio de Lima. Diego de Almagro el Mozo es
proclamado gobernador del Perú. Llega al Perú el licenciado Cristóbal Vaca de Castro, representante del rey,
con el encargo de asumir la gobernación y apaciguar al país. Se desata la segunda guerra civil entre los
conquistadores. Se hacen largas descripciones de los movimientos de ambos ejércitos. Los capitanes García
de Alvarado y Cristóbal de Sotelo se disputan el mando del ejército almagrista; finalmente Almagro se hace
del mando total. Se libra la batalla de Chupas, cerca de Huamanga, donde Vaca de Castro vence a Almagro.
Allí muere el artillero Pedro de Candía, a manos del mismo Almagro, quien lo acusa de traidor. Gonzalo
Pizarro vuelve a Quito. Almagro el Mozo es capturado y ejecutado. En la corte de España se dan las Leyes
Nuevas para los dos imperios hispanoamericanos, México y Perú, las mismas que disponen la derogación de
las encomiendas, lo que naturalmente causa rechazo entre los conquistadores. Pero mientras que en México
por la prudencia y buen juicio de su visitador se suspende el cumplimiento de dichas leyes, en el Perú la
intransigencia del virrey Blasco Núñez Vela desatará la rebelión de los encomenderos.

Libro Cuarto
Comienza con la llegada del virrey Blasco Núñez Vela, quien desde Panamá se embarca al Perú, demostrando
desde un comienzo su propósito inquebrantable de hacer cumplir de manera estricta las Leyes Nuevas. Es
recibido en Lima, donde instala la primera Real Audiencia de Lima, presidida por el mismo e integrada por
cuatro oidores. Se inician las disputas entre el virrey y los oidores. Por esa misma época muere el príncipe
Manco Inca en las ásperas montañas de Vilcabamba, a manos de unos almagristas a los que había dado
refugio. Gonzalo Pizarro es elegido por los encomenderos procurador general y desde el Cuzco marcha hacia
Lima. Por su parte, el virrey reúne gente de guerra, elige capitanes y prende a Vaca de Castro, su antecesor
en el gobierno. El descrédito del virrey llega a su cumbre cuando asesina con sus propias manos al factor Illán
Suárez de Carbajal, a quien acusó sin pruebas de traición. Los oidores se complotan a favor de Gonzalo y
apresan al virrey, a quien embarcan de regreso a España. Pizarro ingresa a Lima y es proclamado gobernador
del Perú. El oidor Diego Vásquez de Cepeda se convierte en su más fanático partidario. En su comitiva figura
el capitán Sebastián Garcilaso de la Vega, padre del inca historiador, a decir de éste obligado a la fuerza a
sumarse a la rebelión luego de permanecer escondido de la furia de Francisco de Carvajal. En alta mar, el
virrey se libra de sus custodios y desembarca en Tumbes, marchando a Quito para levantar fuerzas. Estalla la
guerra entre los partidarios del virrey (realistas) y los de Gonzalo (rebeldes, gonzalistas o pizarristas). Se
relatan las marchas y contramarchas de la campaña de Quito. El lugarteniente de Gonzalo, Francisco de
Carvajal, es enviado al sur para combatir al capitán realista Diego Centeno a quien pone en fuga y lo obliga a
esconderse en una cueva en las serranías. Las historias crueles y los dichos sarcásticos de Carvajal, conocido
como el “Demonio de los Andes”, conforman nutridas páginas a lo largo de este libro y del siguiente. Por su
parte Gonzalo derrota al virrey en la batalla de Quito. El virrey queda malherido en el campo de batalla, y es
decapitado por un esclavo negro a órdenes del licenciado Benito Suárez de Carbajal, quien venga así la
muerte de su hermano Illán.
Libro Quinto
Empieza con la elección del licenciado Pedro de la Gasca para que se encargase de la pacificación del Perú,
quien parte de España sin llevar ejércitos, sino solo poderes extensos que le dio el mismo emperador para
castigar y perdonar. Las leyes nuevas fueron derogadas y se ofreció el perdón a los rebeldes a cambio de
volver a la fidelidad hacia la Corona. Gasca llega a Tierra Firme, y luego de pasar por Santa Marta y Nombre
de Dios, llega a Panamá sin mayor contratiempo. Es conocido con el título de Presidente. Su primer éxito es
lograr la deserción de la armada de Gonzalo Pizarro al mando del almirante Pedro de Hinojosa. Luego se
embarca al Perú. Diego Centeno sale de su refugio y toma la ciudad del Cuzco. Gasca envía a Lorenzo de
Aldana con cuatro navíos a la Ciudad de los Reyes a Lima. Muchos hombres de Gonzalo desertan de su causa
y se suman a Gasca, quien instala su campamento en Jauja. Gonzalo se retira a Arequipa y junto con Carvajal
abre campaña contra Centeno en el altiplano, cerca del lago Titicaca. Diego Centeno le sale al encuentro y se
libra la batalla de Huarina. Gracias a la arcabucería hábilmente dirigida por Carvajal, Gonzalo logra un triunfo
espléndido e inesperado. En esa batalla el capitán Sebastián Garcilaso de la Vega cedió su caballo Salinillas a
un herido y fugitivo Gonzalo, que hasta ese momento se consideraba en derrota, ayuda que aparentemente
trastocó el resultado de la batalla, pero el inca Garcilaso se encarga de refutar esa aseveración. Pese a este
triunfo, las fuerzas de Gonzalo continúan mermando y finalmente se encuentran con Gasca y su ejército en la
batalla de Sacsahuana, librada cerca del Cuzco. No hubo allí en realidad batalla sino un desbande de las
fuerzas de Gonzalo que se pasaron a las de Gasca; a la cabeza de los desertores iba el padre de Garcilaso,
quien se rehabilita de esa manera, aunque se le apodará desde entonces como “el leal de tres horas”.
Gonzalo, Carvajal y otros capitanes rebeldes son capturados, procesados y ejecutados. Las cabezas de
Gonzalo y Carvajal son expuestas en la plaza de armas de Lima, mientras que los miembros descuartizados
de Carvajal se colocan a lo largo de los caminos del Cuzco, los cuales los ve Garcilaso, entonces niño de 10
años, quien cuenta que uno de sus compañeros de escuela tocó una de las piernas de Carvajal, hasta hundir
en ella todo el dedo, a raíz de lo cual este se le infectó. El niño enfermó gravemente, ennegreciéndosele todo
el brazo, pero logró sanar al cabo de unos meses.

Libro Sexto
Empieza con los castigos aplicados a los partidarios de Gonzalo Pizarro; unos fueron azotados y arrastrados
por el campo tirados por llamas, ante el escándalo de los indios que no imaginaban que entre españoles se
dieran esas humillaciones; otros fueron desterrados y enviados a galeras. El presidente Gasca hizo un reparto
general de encomiendas de los indios, pero no contentó a nadie pues unos reclamaron por recibir poco,
mientras que otros no recibieron nada. Se relata la muerte desgraciada de Diego Centeno y la paciencia de
Gasca con los soldados insolentes, uno de los cuales se burla de su bonete de eclesiástico; así como una
risueña historia de unos galeotes que fueron llevados a España bajo custodia de Rodrigo Niño, pero que se
escaparon todos en el camino, a excepción de uno, que no se quiso desprender de su custodio. A España es
enviado también el oidor Cepeda, para responder ante la justicia por su apoyo a Gonzalo, pero resulta
envenenado en prisión por sus propios familiares para evitar que manchara el apellido con la deshonrosa
sentencia de traidor. Gasca emprende el retorno a España y llega a Panamá custodiando un fabuloso
cargamento de más de un millón y medio de oro y plata para la Corona. Se produce por entonces la rebelión
de los hermanos Contreras en Centroamérica, los cuales se apoderan de aquel tesoro, el mismo que es
felizmente recuperado. Gasca continúa su viaje a España, donde es premiado con un obispado. En el Perú,
donde la Real Audiencia asume el gobierno, se produce la primera rebelión de Francisco Hernández Girón en
el Cuzco, que es debelada rápidamente. Poco después llega el nuevo virrey, Antonio de Mendoza, ya anciano
y que muere al poco tiempo. El descontento de los encomenderos, esta vez por la noticia de que se aboliría
el servicio personal de los indios, se manifiesta violentamente en alzamientos sucedidos en el Cuzco y en
Charcas, esta última zona donde ya se explotan los ricos yacimientos argentíferos de Potosí. Se produce la
rebelión de Sebastián de Castilla en la villa de La Plata, cuyo corregidor, el general Pedro de Hinojosa, es
asesinado por lo alzados. Desde el Cuzco, Alonso de Alvarado marcha a debelar esta sublevación; poco
después el mismo Sebastián muere a manos de los suyos. Alvarado logra pacificar finalmente toda la región.
Libro Séptimo
Este libro trata íntegramente sobre la gran rebelión de Francisco Hernández Girón, que fue la segunda gran
rebelión de los encomenderos, que enfrentaron esta vez al gobierno de la Real Audiencia de Lima. El
alzamiento se produjo en el Cuzco, durante las bodas de Alfonso de Loayza (reunión que había congregado a
los vecinos importantes del Cuzco, entre ellos el padre de Garcilaso). Girón, a la cabeza de los suyos, entró en
la mansión, desatando el pánico. Garcilaso, entonces un adolescente, fue testigo de este episodio y ayudó a
su padre a huir por los tejados de la casa (13 de noviembre de 1553). Pronto los rebeldes controlaron la
ciudad y persiguieron a los principales vecinos que no quisieron apoyarlos. Girón se proclama Procurador
General y Capitán General del Perú, nombra a capitanes de guerra y baja a la costa, donde vence al ejército
de la Audiencia en Villacurí (cerca de Ica). El mariscal Alonso de Alvarado, leal a la Corona, parte con ejército
en busca de Girón. Ambos se enfrentan en la batalla de Chuquinca, que el mariscal perdió, por lo que entró
en una profunda melancolía que lo llevó a la muerte tiempo después. Girón envía a sus lugartenientes a
saquear a diversos lugares del Perú. Los oidores salen a perseguir a los rebeldes y dan el mando de su
ejército al general Pablo de Meneses. Girón se traslada hacia el altiplano andino y obliga a los indios a
trasladar las piezas de artillería en hombros. Llega a Pucará donde se atrinchera en una vieja fortaleza. Se
libra la batalla de Pucará. Girón es derrotado y huye, pero es capturado y llevado a Lima, donde lo ejecutan.
Su cabeza es puesta en una jaula en la picota de la plaza principal, junto a las calaveras de Gonzalo Pizarro y
Francisco de Carvajal. Tiempo después los tres cráneos serían robados.

Libro Octavo
Empieza con la descripción de una celebración de la fiesta del Santísimo Sacramento en la ciudad del Cuzco
donde participan indios y españoles. En ella se produce un incidente protagonizado por unos nobles
cuzqueños, quienes se abalanzan contra Francisco Chillchi Cañari, un antiguo guerrero cañari aliado de los
españoles, quien provocadoramente exhibía la cabeza reducida de un guerrero inca al que había vencido en
duelo singular durante el cerco de Cuzco de 1536. Las autoridades españolas intervienen y obligan al cañari a
guardar su trofeo. Luego se relata “un caso admirable” que ocurrió durante esas mismas festividades, acerca
de un toro que entró en una iglesia y que sin ocasionar ningún daño, empujó hacia la calle a un español, que
después se supo había sufrido la descomunión, y por lo tanto no podía entrar al recinto sagrado. Llega al
Perú como nuevo virrey el marqués de Cañete don Andrés Hurtado de Mendoza quien impone el respeto a la
autoridad: ajusticia a los españoles más revoltosos y manda de vuelta a España a 37 cabecillas descontentos.
El príncipe inca Sayri Túpac es convencido para salir de su refugio de Vilcabamba y viaja a Lima, donde se
entrevista con el virrey y el arzobispo. Luego pasa al Cuzco donde instala su corte, pero fallece poco después.
Los desterrados que llegan a España logran que el rey les restituya sus encomiendas de indios. Pedro de
Ursúa encabeza una expedición a la Amazonía, en la que se produce la rebelión de uno de sus subordinados,
el famoso Lope de Aguirre. El Conde de Nieva es elegido nuevo virrey del Perú, pero fallece unos años
después en un oscuro incidente que Garcilaso prefiere no detallar, para no comprometer honras. El
licenciado Lope de Castro es elegido Gobernador del Perú, y luego de una aceptable administración es
sucedido por el virrey Francisco de Toledo. Este gobernante se propuso capturar al joven príncipe Túpac
Amaru, último heredero de la realeza imperial inca que aun resistía en Vilcabamba. Un ejército español,
capitaneado por Martín García de Loyola marcha a Vilcabamba donde acaba con los últimos restos de la
resistencia inca y apresa a Túpac Amaru, quien es trasladado al Cuzco con su familia. El joven inca es
condenado a muerte y degollado en la plaza del Cuzco, ante el dolor de la multitud. Toledo también persigue
a los indios nobles y a los mestizos. Terminado su período virreinal, retorna a España, donde es fríamente
recibido por el rey Felipe II, quien le reprocha la muerte de Túpac Amaru, pues había sido enviado al Perú no
para matar reyes sino para servirlos. Desengañado por creer que no se le reconocían sus servicios, Toledo
fallece poco después. Por su parte, el capitán Martín García de Loyola, que se casó con una princesa inca, es
nombrado gobernador de Chile, donde muere a manos de los araucanos. Así termina la obra.

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