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Peter Lindbergh, el poeta de la

imperfección
El fotógrafo, fallecido en 2019, protagoniza una
retrospectiva en A Coruña que recoge sus mejores
imágenes de moda. La iniciativa es fruto del empeño
personal de Marta Ortega. “Puso por delante a una
mujer fuerte, con el control de su vida”, asegura la
heredera de Inditex, que rompe con su legendaria
discreción para hablar de la amistad que la unió a
Lindbergh.

Peter Lindbergh, junto a un retrato suyo de Marta Ortega, en París en 2019.PETER


LINDBERGH (FUNDACIÓN PETER LINDBERG PARÍS)

ÁLEX VICENTE
19 NOV 2021 - 05:40 CET
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Fue uno de los grandes fotógrafos de moda de su tiempo, aunque la moda le trajera
sin cuidado. En cualquier caso, la ropa siempre contaba menos que la persona que
tenía delante. Peter Lindbergh prefería fijarse en lo que cada una de sus modelos
ocultaba bajo la fachada. Murió en septiembre de 2019, a los 74 años. Antes tuvo
tiempo de cambiar la fotografía de moda para siempre (y, seguramente, también la
moda a secas). Opuesto a la dictadura del retoque, Lindbergh tildaba de
escandaloso el canon de belleza imperante. Su blanco y negro rugoso, con textura
casi documental e indiscutible inspiración expresionista, aportó un ápice de
subversión a un mundo gobernado por el lujo ostentoso y la sonrisa histérica. Los
cuerpos que fotografió no dejaban de ser normativos, pero Lindbergh los exhibió
sin maquillaje ni artificio, envueltos en una simple camisa blanca. En una época
que busca modelos de belleza más sanos e inclusivos, su legado brilla más que
nunca. Esa fue su particular disidencia.

La obra de Lindbergh es reivindicada ahora por una gran retrospectiva en A


Coruña, la única etapa española de su proyecto póstumo Untold Stories, que se ha
podido ver en los últimos meses en distintas ciudades alemanas e italianas. La
muestra recorrerá, del 4 de diciembre al 28 de febrero de 2022, un conjunto de
150 imágenes seleccionadas por el propio Lindbergh, que pasó dos años hurgando
en sus archivos, a propuesta del Kunstpalast de Düsseldorf, hasta dar con el
equilibrio perfecto entre imágenes icónicas —las que protagonizaron las
supermodelos de los noventa— y otras desconocidas e incluso inéditas. La
exposición, que ocupará un antiguo hangar industrial del muelle de Batería, en el
puerto de A Coruña, es fruto del empeño personal de Marta Ortega, la heredera de
Inditex, que mantuvo con Lindbergh una relación de amistad durante sus últimos
años de vida. En las imágenes del fotógrafo, la hija de Amancio Ortega, que
supervisa las colecciones de mujer y el desarrollo de Zara como marca global, entre
otras cosas, descubrió algo que le resultaba cercano, una estética natural y un tanto
bruta que se ajustaba a su forma de entender la moda. Tras coincidir durante un
verano abrasador en la ciudad francesa de Arlés, donde Lindbergh pasaba parte
del año bebiendo pastís bajo el asedio de los mosquitos, Marta Ortega le propuso
realizar las fotos de su boda en 2018, fascinada por “el aura eterna” con la que
Lindbergh dotaba a quienes se sometían a su mirada.
Negativos de una de las fotografías míticas de Peter Lindbergh de las
supermodelos de los noventa.ED ALCOCK

“Recuerdo su conexión natural e inmediata con el entorno, con Galicia y con A


Coruña. Peter era un genio como fotógrafo, pero como persona era un ser humano
estratosférico, cariñoso, paciente. La cercanía a la hora de trabajar se refleja en el
resultado. Hay que sentirse cómodo en un momento tan íntimo y especial para uno
mismo y para tu familia”, explica Ortega en un correo electrónico, rompiendo con
su legendaria discreción y ayuno mediático. “La mirada de Peter Lindbergh es muy
profunda y pone por delante a las personas. Particularmente, a una mujer fuerte,
que tiene el control de su vida. Como él mismo decía, trató de liberar a la mujer de
la tiranía de la perfección. Ese es su elemento diferenciador y lo que hace su obra
tan relevante y duradera”, añade. Si su fotografía perdura, también es porque no
está ligada a una tendencia efímera, sino a la belleza atemporal. “Para mí, no hay
nada más moderno que su manera de tratar la moda. Peter estaba por encima de
cualquier frivolidad o floritura, porque sabía ver lo que de verdad importa”, apunta
Ortega, que lo sitúa en una superliga de grandes nombres de la disciplina, al mismo
nivel que Cartier-Bresson, Richard Avedon, Helmut Newton o Irving Penn. Su
imagen favorita también estará en la muestra: un encuadre que Lindbergh realizó
en 1990 para Vogue Italia en el que la modelo Helena Christensen camina junto a
un niño extraterrestre por el desierto californiano.

Revelado original de una de las fotos de Lindbergh de los noventa. ED ALCOCK

El pasado verano, Zara ya lanzó una colección de camisetas y sudaderas con


inmortales instantáneas del fotógrafo con los rostros de Linda Evangelista o Amber
Valletta. Detrás de la operación estaban Ortega y Benjamin Lindbergh, el mayor de
los cuatro hijos del fotógrafo, que dirige desde 2016 su estudio en París, una planta
baja situada en un callejón de Saint-Michel pegado al Sena. Dos años después de su
muerte, este hombre de 40 años sigue hablando de su padre en presente, como si
siguiera entre los vivos. “Todavía está un poco borroso en mi cabeza”, dice con una
sonrisa dentuda y bondadosa, casi idéntica a la de su padre. Empezó a trabajar con
Lindbergh como asistente al final de su adolescencia. “Le dije que iba a tomarme
un año sabático para viajar por el mundo. Me contestó que le parecía una idea
excelente. ‘¿Y cómo te lo piensas pagar?’. Ni se me había pasado por la cabeza que
no me sufragara el capricho…”, recuerda. “Peter nació en una familia pobre. Iba en
contra de sus ideales que viviéramos como niños mimados. Nos transmitió el gusto
por el esfuerzo y se lo agradezco, porque fue una gran lección vital”, asegura
Benjamin, al frente de la fundación que difunde y protege el legado de su padre.
Cajas con negativos.ED ALCOCK

En realidad, a Lindbergh no siempre le gustó ser asociado a sus colegas de oficio.


“La mayoría de los fotógrafos de moda son auténticos idiotas, con tres o cuatro
excepciones. Es por eso por lo que a veces no me gusta que me cuelguen esa
etiqueta, porque no quiero tener nada que ver con ellos”, nos confesó, solo medio
en broma, durante una entrevista en un hotel parisiense en 2013. “No tenía ningún
problema con la moda, que es lo que le dio de comer, pero sí con algunos
estereotipos ligados a ella. En sus sesiones fotográficas se trabajaba de manera
relajada y armoniosa, sin jerarquías absurdas. En un mundo como el de la moda,
tan dominado por el ego, era muy sorprendente”, aclara su hijo. Si Lindbergh se
convirtió en el favorito de las supermodelos puede que fuera porque las trató con
un respeto inhabitual, como si fueran coproductoras de la obra resultante y no
como mero ganado.

Benjamin Lindbergh, hijo del fotógrafo y responsable de su estudio desde 2016, en


su archivo.ED ALCOCK

“Pues aquí estoy yo, en Deauville. 17 años. Desnuda. Una ristra de brazaletes en
cada brazo. Hace un frío que pela. No para de llover. Pero estoy disfrutando de
cada minuto. Porque es Peter y sé que estoy a salvo”, recuerda Naomi Campbell en
el libro Raw Beauty, que se publica coincidiendo con la exposición y que recoge los
testimonios de Kate Moss —”era un oso enorme, sonriente y adorable”, sostiene—,
de su amigo y compañero Paolo Roversi, de su galerista Larry Gagosian o de alguna
de las muchas estrellas a las que retrató, como Penélope Cruz. “Peter sabía de
verdad cómo fotografiar a una mujer. Conseguía capturar siempre el carácter de la
persona que tenía enfrente de la cámara. No hay nada impostado, y eso era lo que
buscaba en sus fotos”, apunta la actriz en el libro. Rosalía, una de las últimas que
posaron para él, recuerda que le hizo quitarse la manicura. “Yo tenía mis dudas.
Hasta que vi las fotos. Ahí lo comprendí. Tienen un aura eterna, mítica, y al mismo
tiempo desprenden una frescura tremenda”, afirma en el libro. “El poeta de lo
imperfecto”, la secunda el artista Michael Benson, en la que tal vez sea la definición
más acertada.

Olya Ivanisevic y Romina Lanaro, en una imagen tomada por Lindbergh en Los
Ángeles en 2006.PETER LINDBERGH (FUNDACIÓN PETER LINDBERG
PARÍS)

En realidad, Lindbergh venía de otro lugar. Sus modelos eran Brassaï, August
Sander, André Kertész, Diane Arbus o el matrimonio Becher, que se pasó media
vida fotografiando edificios industriales con el rigor de un entomólogo. Le gustaba
la naturaleza agreste y rocosa. Las películas de Fritz Lang. Hacer fotos en playas
barridas por el viento del norte y los desiertos sin oasis a la vista, las vías de tren
oxidadas y las fábricas en desuso. Su imaginario era el de la Alemania de la
posguerra, habiendo nacido en la Polonia anexionada en 1944, antes de marcharse
a vivir a Duisburgo, la capital alemana de la siderurgia, cuando era todavía un
bebé. “La imagen que le parecía más bella en el mundo era un árbol desnudo”,
recuerda el diseñador y fotógrafo argentino Juan Gatti, uno de sus amigos más
íntimos. Se conocieron en 1986, cuando él era director de arte de Loewe y contrató
a Lindbergh para una campaña, cuatro años antes de su salto al estrellato de la
mano de Anna Wintour, que le ofreció su primera portada en
el Vogue estadounidense, verdadero punto de inflexión hacia el minimalismo que
se impondría en los primeros noventa. “Nos entendimos de inmediato. Hasta que el
pobre se murió, lo hicimos todo juntos: ocho libros, tres exposiciones, dos
calendarios Pirelli, vacaciones y unos cuantos divorcios. Siento un gran vacío,
porque fue mi relación más larga e íntima”, relata Gatti, que se autodefine, con
sarcasmo, como “la viuda de Lindbergh”.

Una hoja de contactos de imágenes de Lindbergh.ED ALCOCK

El fotógrafo fue un hombre sobrio y sofisticado. “Era como un campesino, pero


también un hombre muy refinado. En sus imágenes hay tanta austeridad como
elegancia”, dice Gatti. En 2002, realizaron juntos el cartel de Hable con ella, de
Pedro Almodóvar. Gatti trabajaba con ambos y creyó que se entenderían a la
perfección, pese a sus aparentes discrepancias estéticas. Fue la única ocasión en
que permitió que colorearan sus fotos. Gatti sospecha que la fuente de su lenguaje
artístico era su juventud. “En el fondo, las mujeres de sus retratos se parecen a las
de su pubertad. Marlene Dietrich está por todas partes. Diría que Peter logró
revivir, a través de la fotografía, muchas de sus fantasías sexuales de su juventud”,
opina. En Untold Stories, el libro que se publica junto a la exposición, Wim Wenders
se despide de su amigo con un poema que declamó en su funeral, en la iglesia
parisiense de Saint-Sulpice. Sus versos elogiaron la dignidad que Lindbergh
confirió a todos y cada uno de sus modelos. Decía así: “En la felicidad de tu mirada
y ante tu cámara, / las personas no solo eran bellas, / no solo supermodelos, no
solo iconos, / sino mujeres. Y, a veces, hombres”.
Milla Jovovich, fotografiada por Peter Lindbergh en París en 1998.PETER
LINDBERGH (FUNDACIÓN PETER LINDBERG PARÍS)
SOBRE LA FIRMA
Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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