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Los grandes cambios que se ocurren en las sociedades actuales pueden ser
caracterizados como un conjunto de mutaciones en el proceso civilizatorio. (1) El análisis
de las macro-tendencias revela la aceleración, la generalización y radicalidad de estos
procesos. La informatización de las sociedades es una de las manifestaciones de este proceso.
La aceleración de las innovaciones y sus impactos polivalentes vienen siendo observadas
desde el siglo XIX, pero nada se compara con el vértigo de las últimas décadas.
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Los cambio sociales, la explosión de conocimientos y el ritmo de las innovaciones
provocan una gran incertidumbre intelectual. Las categorías del pasado no resultan adecuadas
para interpretar el significado de los nuevos procesos. La historia se hace sin saberse, como
diría Sartre en la “Crítica de la razón dialéctica”. Estamos experimentando el equivalente a
un big-ban histórico desde el cual surgen como en una nebulosa cósmica nuevas estructuras,
actores, identidades, culturas y realidades.
Para aludir a los cambios distintos autores apelan a conceptos e imágenes tales como:
“sociedad postindustrial”, “era tecnotrónica”, “sociedad del conocimiento”, “biotecnópolis”,
“globalización”, “era del vacío”, “cuarto mundo”, “ homo mediatico”, “postmodernidad”,
“homo informatico”, “conciencia planetaria”, “fin de la era patriarcal”, “nuevo orden
internacional”, etc. (3)
En la escala planetaria los hechos sociales asemejan una galaxia que vista en el
cosmos se desplaza lentamente con sus actores, sus acontecimientos , sus procesos, sus
creencias, sus estructuras. Parece un orden sereno. Al interior de la galaxia social
encontramos otro ritmo y otra imagen: la de un magma cuyas transformaciones y conflictos
se suceden a una frecuencia impresionante. En la escala de 24 hs., 30.000 niños mueren por
día a causa del hambre y la pobreza , otros 30.000 adultos siguen la misma suerte, se
destruyen miles de hectáreas de bosques, las embotelladoras de gaseosas venden cerca de mil
millones de envases, los hechos policiales cotidianos suman más de 100.000 , el narcotráfico
moviliza millones de personas, cerca de 20.000 personas engrosan el desempleo por día, unos
10.000 menores de edad cometen delitos o hechos de violencia todos los días, los agentes
bursátiles acumulan millones de dólares por minuto. Las estadísticas cotidianas del planeta
muestran un mundo en explosión e implosión que ya no resulta comprensible con las
categorías del pasado. Estamos buscando, pues, nuevos conceptos y nuevos paradigmas. (4)
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En el campo de la bioquímica podemos encontrar una ilustración de cómo se
combinan la continuidad y el salto (ruptura) en las innovaciones. La teoría genética había
trabajado durante más de medio siglo en los límites de las experiencias de Mendel, Morgan y
otros, cuando Watson y Crick en los años 50 descubren la estructura de la doble hélice
ADN/ARN que permitió adentrarse más profundamente en los códigos de la programación
celular y hereditaria. Para estos autores el salto consistió en pasar de lo morfológico a la
bioquímica, con lo cual, además se rompieron las barreras entre la química y la biología. De la
biología molecular se pasó rápidamente a la ingeniería genética y con ésta entramos en otra
dimensión que ahora culmina con la posibilidad de clonación animal y humana.
Un salto espectacular, para la opinión pública y para los especialistas, fue la clonación
de la ovejita Dolly (enenro de 1997). Se convirtió en un hecho demarcatorio porque anuncia
la posibilidad de efectuar réplicas humanas y porque no se requerirá la fecundación para
lograrlo. Con lo cual estamos saltando varias barreras naturales al mismo tiempo. Marchamos
hacia la transnaturalización de la vida. La producción y la reproducción de la vida han
dejado de ser hechos naturales para convertirse en hechos culturales.
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(ambientalistas o integristas ecológicos) remiten casi siempre a un paradigma anti-moderno
de recuperación de la naturaleza original. Y aunque el conservacionismo naturalista tiene sus
razones y sus valores, se corre el riesgo de ignorar que ecosistema depende cada vez más de
las configuraciones de la tecnoestructura, es decir, de la cultura creada por la ciencia y las
tecnologías.
En ninguna época como ahora se planteó tan radical y tan universalmente la necesidad
de redefinir el sentido de la vida. Ideas y creencias sobre la vida no faltan. Comenzaron a
formarse desde el surgimiento del homo sapiens. La cuestión es saber ahora ¿cómo se
entenderán las filosofías, religiones e ideologías para establecer un nuevo consenso
universal.? ¿Continuaremos navegando a la deriva dejando librado a la voluntad o la
imaginación de cada uno las características de los seres vivientes del futuro?. ¿Adoptaremos
biopolíticas para impedir experimentaciones aberrantes o el desarrollo de distintas formas de
guerra biológica? ¿Trataremos de salvaguardar las ideas sobre la identidad y la dignidad
humana que elaboramos en el curso de nuestro historización o aceptaremos la posibilidad de
fabricar seres vivientes conforme a las demandas del mercado?. ¿Buscaremos un acuerdo
entre naciones , como se ha hecho hasta ahora con otros temas en Naciones Unidas, o
buscaremos un acuerdo moral entre los representantes de las distintas ideologías y creencias?
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sea inferior a la computadora, como muchos parecieron entender. En un juego de guerra
concreto seguramente cualquier estratega podría haber tenido mejores respuestas que la
computadora. Pero tratándose de posibilidades y alternativas programables las performances
de la inteligencia artificial tienden a superar a la inteligencia humana.
Lo que ahora sorprende es que las computadoras puedan realizar operaciones lógicas
más coherentes y consistentes que las que nosotros podemos operar con nuestro cerebro
durante un tiempo indefinido. (Como se vió en la partida con Kasparov, la computadora no se
cansa, no se pone nerviosa, no para de trabajar). Muy pronto los ensayos linguísticos de
muchos filosófos analíticos quedarán reducidos a juegos infantiles pre-tecnológicos con el
desarrollo de los programas inteligentes avanzados.
¿Qué nos sugieren estos avances?. En las universidades a veces he podido escuchar
anticipaciones dramáticas o fantasistas sobre el reemplazo de la comunicación humana en el
mundo de la educación. En verdad, ya en 1809 el filósofo Fichte recomendaba para la
Academia de Berlin que se pidiera a los profesores no repetir lo que estaba en los libros y
privilegiaba el enseñar a pensar. Entre las conclusiones del Strategic Planning Committee de
la Universidad de Princeton (1992) se recomienda fortalecer en la enseñanza universitaria la
capacidad para pensar, hablar y escribir, la capacidad para pensar críticamente, para entender
distintos lenguajes, para conceptualizar y resolver problemas, la capacidad para pensar
independientemente, etc. El acceso generalizado a las computadoras, en lugar de suprimir la
comunicación pedagógica obliga a reforzar las competencias básicas de los estudiantes y la
capacidades formativas de los docentes.
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ante la posibilidad real de constituir una super-inteligencia artificial o lo que algunos
denominan un “sistema neuro-electrónico universal”. Y como ya está viendo en los debates
sobre el futuro de Internet carecemos de políticas de información para saber adonde
queremos ir con todos estos recursos.
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La afirmación de la invidualidad femenina puede ser vista como la culminación del
proceso de individuación surgido al final de la Edad Media europea. Pero la “feminización de
la sociedad” a la que asistimos en Occidente constituye un paso más allá: no solo por el fin
del predominio masculino sino por la transformación de valores e identidades a partir de la
influencia femenina. La mujer ha ganado espacios en la vida política, en las estructuras del
poder, en las iglesias, en la revisión de la literatura y de la filosofía. El cambio de roles
sociales , a su vez, modifica los comportamientos de los hombres y la educación de los niños.
Estamos asistiendo a la feminización de la sociedad.
Esto ocurre al mismo tiempo en que por diversos factores se están redefiniendo las
identidades individuales y colectivas. Si sumamos los efectos combinados de las
biotecnologías, la informatización, la feminización, la globalización económica, la
desestructuración cultural, la robotización, la marginalización creciente, etc. descubriremos
que todas nuestras categorías antropológicas han sido trastocadas. ¿En qué categorías
tradicionales ubicaríamos a los clonados, a los transexuales, a los injertos biónicos, a los
robots inteligentes?. Cada vez más individuos modifican sus estructurales naturales a partir de
intervenciones tecnológicas. Cada vez más individuos intentan mutar también sus
personalidades mediante toda clase de medios. Estamos abriendo el camino hacia una
antropología trasnatural donde coexistirán humanos y humanoides, individuos de orígen
natural y de orígen artificial, individuos creados bisexualmente o clonados a partir de
una sola célula, individuos de identidad original e individuos que cambiaron su
identidad y su memoria, individuos que envejecen naturalmente e individuos
rejuvenecidos artificialmente,etc.
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Las mutaciones son inteligibles, pueden conceptualizarse. No son fatalidades ni
procesos incomprensibles. Tienen un sentido. El lado oscuro de las mutaciones se encuentra
en nuestra propia capacidad de interpretación: cuanto menos teorías tengamos sobre los
cambios que se están produciendo más sentiremos la incertidumbre y la angustia.
Cuanto menos seamos capaces de apropiarnos de nuestras propias realizaciones más nos
sentiremos alienados en ella, más nos sentiremos víctimas de los cambios que hemos
provocado. Al fin y al cabo las nuevas realidades que nos obligan a repensar el mundo son
productos de la acción humana. Pero la recuperación de la praxis demanda una nueva
conciencia histórica.
Apelando a las imágenes surrealistas de Magritte podríamos decir que lo que estamos
viendo no es lo que efectivamente sucede, sencillamente porque nuestros mecanismos de
percepción se encuentran configurados por categorías que nos vienen del pasado. Nuestra
cosmovisión no nos ayuda a comprender el nuevo el mundo. En parte porque carecemos de
los conceptos adecuados para interpretar los cambios y en parte porque resulta muy
problemático elaborar una visión global y sistemática del mundo actual.
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Entretanto, la clase dirigente está preocupada por la coyuntura financiera, por las
variables macro-económicas, por las luchas de poder. Convertidos en administradores de
crisis buscan mantener el equilibrio , paliar las demandas sociales inmediatas o conservar
simplemente el poder. Thierry Gaudin ha criticado el “analfabetismo tecnológico” que limita
la percepción de las clases dirigentes en cuanto al impacto de las innovaciones
tecnológicas.(5) ¿Qué podríamos decir del “analfabetismo filosófico” que impide comprender
el alcance global de las transformaciones actuales? ¿Qué decir de la incapacidad para
gobernar con justicia que en todas partes suscita reacciones cada vez más amplias de los
ciudadanos?
¿Cómo elaborar una cosmovisión que nos permita designar los cambios del mundo
con categorías de actualidad?. Parece de entrada una tentativa de realización imposible puesto
que siempre pensamos la realidad actual con las ideas del pasado. Sin embargo, ya desde el
siglo XIX los filósofos de la Historia, como Hegel, los ideólogos, como Marx, los escritores
como Julio Verne intentaron situarnos frente a los escenarios que se avecinaban. Futurólogos
como de Jouvenel o Alvin Toffler, autores de ciencia ficción o divulgadores científicos como
Ray Bradbury, Asimov o Carl Sagan intentaron contemporáneamente anticipar o interpretar el
futuro.
Lo que observamos en el contexto actual es que a menudo son las agencias de las
multinacionales y los medios de comunicación social los que presentan las tendencias del
cambio de mundo y lo hacen omitiendo la conciencia histórica. Por otro lado, los
movimientos sociales emergentes (ecologistas, religiosos, étnicos, fundamentalistas,
feministas, derechos humanos) disuelven la historicidad en luchas paradigmáticas singulares,
las que , por otro lado, aparecían encubiertas por los grandes discursos ideológicos
precedentes. El arte y el pensamiento postmodernos reflejan y legitiman esta disolución de la
conciencia histórica universal. Y mientras no aparezca un nuevo consenso intersubjetivo el
campo cultural seguirá presentando la imagen de un mercado abierto a todas las
contradicciones: todo vale y nade vale.
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Las utopías, los discursos liberadores y progresistas fueron descalificados por las
experiencias políticas, las innovaciones tecnológicas o la crítica ideológica. Algunos autores
sitúan el ciclo de los grandes discursos liberadores entre 1789 (Revolución Francesa) y 1989
(Caída del Muro de Berlin). Como si la búsqueda de un mundo mejor o la realización de los
grandes principios de los derechos humanos pudieran quedar circunscriptos a un momento
histórico determinado.
Si no hubiera más que una salida, si el presente hubiera sido el destino de las culturas
humanas no hubiéramos llegado adonde estamos. La evolución histórica humana se funda en
la capacidad de cambio y en la pluralidad de opciones. Desde hace varios milenios, y en
particular desde los últimos siglos, la capacidad para trascender el presente a través de
proyectos que distintos actores elaboran para resolver las contradicciones del momento,
constituye la esencia de la historización humana. Por lo tanto, podemos anunciar con
suficiente verosilimitud: las revoluciones continúan.
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Las inhibiciones que pesan sobre aquellos que desean abordar estos problemas son
significativas. Todo intento de establecer una interpretación totalizadora se encontrará
fácilmente bajo el fuego cruzado de los cientificistas, positivistas y postmodernistas. Las
concepciones holísticas han tratado sin embargo de abrirse paso a través de la teoría de
sistemas, del ecologismo o del pensamiento complejo (9). Sin duda, las refutaciones
epistemológicas y filosóficas de los discursos totalizadores del pasado reciente deben
asumirse para evitar la reproducción de generalizaciones inconsistentes. Pero la filosofía no
ha de renunciar por ello a la búsqueda de verdades universales que se encuentran en el
corazón mismo de su proyecto histórico.
¿Podemos vivir sin sentido?. A nivel social la pérdida del sentido conduce a la anomia
(Durkheim , Merton) que podríamos definir como la ausencia de reglas para la integración
social. En muchos países los fenómenos de exclusión o marginación denuncian claramente la
desintegración social. Y aún en los países ricos la desocupación y la marginación producen
efectos de anomia. Por un lado esto se asocia con los mecanismos de inequidad dominantes.
Pero por otro lado debemos reconocer que los agentes tradicionales de de socialización como
la familia, el Estado, la escuela, los partidos o los sindicatos, van dejando lugar al mercado, a
los medios de comunicación, a las multinacionales, a la publicidad consumista, a los nuevos
movimientos sociales.(10) La búsqueda de un nuevo contrato social a escala planetaria
se anuncia como una de las dinámicas más importantes de los próximos años.
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Desde un punto de vista filosófico podemos hablar de alienación como la disociación
entre la experiencia y la conciencia humana. En el siglo XIX , Hegel la caracteizaba como la
incapacidad para reconocer el mundo como producto del pensamiento humano. Marx como la
desposesión (o enajenación) del trabajo humano. ¿Qué podríamos decir nosotros hacia fines
del siglo XX que no nos reconocemos en las condiciones de vida que otros nos imponen, que
no tenemos siquiera la capacidad para construir un sentido de nuestra civilización?. Los
postmodernos han encontrado una justificación para esta carencia dramática : ya no es
posible encontrar un sentido de la Historia, los grandes relatos han muerto. Vattimo ve en esto
un correlato lógico de la “muerte de Dios” anunciada por Nietzche. (11) Pero los dioses,
como la historia, parecen no tener fin.
Sería una simplificación afirmar que todos los efectos perversos de las sociedades
actuales se explican por el auge reciente del neo-liberalismo. La anomia y la alienación la
podíamos encontrar en los países comunistas de Europa del Este, la encontramos en países
como Francia , Alemania, Bélgica o Suecia, donde el Estado Benefactor sigue vigente, la
podemos reconocer en Cuba, en China , en la India o en los países árabes. O sea, bajo
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condiciones diferentes los mecanismos de integración y socialización entraron en crisis. El
Estado ya no puede suscitar o imponer una cultura de integración. (Y por esto en los países
árabes a los movimientos populistas estatistas le sucede el surgimiento de los movimientos
integristas religiosos.)
Los movimientos ideológicos y los partidos también se han debilitado. Se han vuelto
incapaces de movilizar e integrar a los jóvenes. La misma escuela pública ha perdido la fuerza
ética y cultural que animó su desarrollo hasta mediados de 1970. Por eso, pese a las críticas al
reproduccionismo escolar efectuadas por Pierre Bourdieu (13) y otros, lo que tenemos que
lamentar actualmente es la pérdida del poder de inculcación simbólica de la escuela. En su
lugar han quedado la televisión o Internet.
El futuro, como ha sido siempre, supone un proyecto de sociedad. Más allá de las
contingencias dramáticas de nuestra historia sabemos por experiencia y por conocimiento que
el ser humano ha reconstruído la socialidad de múltiples maneras y en situaciones muy
difíciles. Afirmar la creencia de que tenemos una única salida es machacar sobre la ignorancia
y el fatalismo. Confundir la crítica cultural y del conocimiento con las posibilidades sociales
es convertir el escepticismo propio de la actividad intelectual en una píldora autodestructiva.
Como diría Gramsci, hay que conservar el pesimismo del intelecto y el optimismo de la
voluntad.
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III. Paradigmas para un nuevo mundo
Ideas para la acción y la acción para el ideal reclamaba en otros tiempos el poeta
Holderlin. No se puede decir que la humanidad actual actual carezca de propuestas para
construir un mundo más equilibrado y más justo. Basta recorrer las lista de las declaraciones y
convenios de las Naciones Unidas o de la Unesco, las propuestas de las organizaciones no
gubernamentales, o las reflexiones de miles de personalidades preocupadas por el destino de
la humanidad para darse cuenta de ello. Millones de personas se movilizan cada día en
función de una u otra utopía, de una u otra esperanza. ¿Qué es lo que nos impide llevar a la
práctica esas ideas?
Por un lado, las relaciones de dominación y las estructuras del sistema mundial
que tienden a reproducirlas. Por otro lado, una falta de consenso práctico , es decir, la
ausencia de voluntad política de los actores dominantes para transformar el mundo. Lo cual
evidentemente forma parte de la realidad histórica: los que detentan un poder, a la escala que
sea, se resisten a cambiar de posición apoyados por el uso de ese poder o por la fuerza inerte
de las estructuras económicas, sociales o culturales.
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Debemos reconocer que la humanidad contemporánea se ha visto confrontada
permanentemente entre el dilema de cambiar por la autoevaluación de las experiencias
pasadas o por imperio de las circunstancias. Lo que H.G. Wells y el Club de Roma
denominaron la opción entre el aprendizaje o la catástrofe. Los límites dentro de los cuales
hoy se plantean los dilemas de la humanidad son de tal escala (la pobreza, el desempleo, los
desequilibrios ecológicos, el impacto de las innovaciones tecnológicas, el narcotráfico, las
guerras étnicas, etc.) que nos queda poco márgen para seguir ensayando con el método de las
catástrofes. Necesitamos encontrar un modo consensual y práctico de resolución de
nuestras contradicciones, es decir, una nueva praxis histórica que reconozca por un lado
la naturaleza de los problemas y que por otro lado nos permita arrivar a un consenso
compatible con los valores universales.
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2º. La mundialización de los problemas del desarrollo y la universalización de las
relaciones sociales implica sobre todo pensar a escala planetaria los procesos de acumulación
y de distribución de recursos. Desde este punto de vista los ecologistas han formulado
numerosas propuestas en los últimos veinte años junto con los expertos de Naciones Unidas y
de muchos otros organismos. (Cumbres de la Tierra: Río de Janeiro 1993, Kyoto 1997). En
términos políticos sería una proeza que el conjunto de las naciones acordara una estrategia
mundial de desarrollo social y ecológicamente sustentable. Si esto viera la luz se plantearía
inmediatamente la necesidad de diseñar modelos alternativos y de prever su implementación
en un sistema de alta complejidad. No estamos preparados para la gestión compleja del
planeta. Tampoco estamos preparados para pensar la complejidad global. Lo que refuerza las
tesis neo-liberales sobre la conveniencia de lograr un equilibrio espontáneo entre las fuerzas
“naturales” del mercado y de la competitividad.
3º. Las innovaciones tecnológicas, desde la robótica hasta las biotecnologías, desde la
informática a las técnicas de gestión, se han convertido en factores decisivos en el diseño del
futuro del mundo. El bienestar, la cultura del trabajo, el modo de acumulación, el uso del
tiempo libre, el modo de prender y de enseñar y muchas otras cosas estarán cada vez más
determinadas por las innovaciones científico-tecnológicas. Esto quiere decir que en gran
medida un nuevo modelo de desarrollo mundial deberá apelar a la movilización
solidaria de los recursos de la actividad científica y tecnológica. Lo que podríamos
resumir en la idea de un modelo de desarrollo inteligente y solidario. Esto quiere decir
que el nuevo contrato social depende del reparto solidario de los recursos inteligentes.
Algo que no siempre asumen los movimientos progresistas y que los detentores del poder
científico-tecnológico no están dispuestos a compartir.
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La bioética , no puede limitarse a la reflexión académica o a la resolución
casuística de problemas. Las innovaciones biotecnológicas no involucran simplemente
situaciones puntuales sino todo el proceso evolutivo de la humanidad. Por lo tanto,
debemos necesitamos elaborar bio-políticas. Por otro lado, llevar la bioética al plano de
las biopolíticas significa admitir que las amenazas más graves a la calidad de vida en la
actualidad se encuentra en los procesos de pauperización, de exclusión social y de
subalimentación que padecen más de mil millones de personas.
5º. En los procesos que estamos viviendo se han redefinido las relaciones entre el
Estado, la economía y la sociedad. Una de las consecuencias es la redefinición de los espacios
privados y de los espacios públicos. La sociedad civil ha conquistado mayor autonomía, los
individuos también. Los agentes económicos han pugnado por eliminar las regulaciones del
Estado y a menudo han ocupado los espacios que a este le resultaba difícil gerenciar. Las
privatizaciones han avanzado en todas partes y en todos sentidos. En consecuencia se ha
tendido a confundir la privatización de las empresas y servicios con la eliminación de los
espacios públicos.
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Los límites de las tentativas regionalistas señalan la necesidad de pensar el concepto
de democracia transnacional. Para articular la globalización económica, tecnológica y
comunicacional con la universalización de las relaciones sociales debemos pensar en un
sistema mundial solidario no dominado ni por países y bloques regionales, ni por las
transnacionales ni por los organismos financieros. A la transnacionalización económica
debe corresponder la transnacionalización de la democracia, o sea, el establecimiento de
un gobierno mundial.
9º. La crisis de la organización del trabajo tal como la conocimos hasta ahora , nos
lleva a repensar solidariamente y a escala mundial tanto la socialización del trabajo como la
redefinición del modelo de desarrollo mundial. En otro contexto esta idea ya estaba planteada
en el siglo XIX por los economistas liberales y por los pensadores sociales tales como Saint-
Simón, Marx, Augusto Comte y otros. Hay que salir de la paradoja perversa que nos plantea
el neo-liberalismo: globalización económica por un lado, inhibición para establecer políticas
mundiales de desarrollo por el otro lado. Las situaciones límites en que se presentan las
cuestiones del desempleo, de la pobreza y del medio ambiente, nos obligan a repensar las
posibilidades de las sociedades contemporáneas. La redistribución del tiempo de trabajo a
escala mundial, así como la redefinición de las funciones del tiempo libre en la sociedad,
aparecen como alternativas inevitables, de acuerdo a la experiencia europea y a los estudios
de la OIT y otros organismos.
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10º. Muchos de los problemas contemporáneos exigen soluciones prácticas y
consensos políticos. Pero, el desenlace de muchas situaciones que estamos viviendo
actualmente depende de los cambios en nuestra manera de ver el mundo, o sea, del
surgimiento de una nueva cosmovisión. Necesitamos elaborar nuevos conceptos y nuevos
paradigmas para enfrentar el cambio de mundo. Tal el sentido de esta reflexión en la que
destacamos la importancia de repensar los paradigmas dominantes, de elaborar políticas
de conocimiento, de crear modelos de desarrollo inteligentes y solidarios , de formular
bio-políticas y eco-políticas. Como en toda época de transición los cambios dramáticos de la
realidad social se encuentran profundamente ligados a la reformulación de las ideas y
creencias.
NOTAS
(1) Ver: A. Pérez Lindo: Mutaciones. Escenarios y filosofías del cambio de mundo, Bs.As.,
Biblos, 1998
(2) Ver: A. Toffler: El cambio de poder, Barcelona, Plaza y Janés, 1992; A. Minc: La
mondialisation heureuse, Paris, Plon, 1997; F. Mires: La revolución que nadie soñó o
la otra postmodernidad, Caracas, Nueva Sociedad, 1996; F. Popcorn: Lo que vendrá,
Barcelona, Granica, 1993; P. Drucker: La sociedad poscapitalista, Bs.As.,
Sudamericana, 1993; J.Naisbitt; P. Aburdene: Megatendencias, Bogotá, Norma, 1990
(3) Ver: A. Pérez Lindo (comp.) : Nuevos paradigmas y filosofía, Bs.As., Eudeba, 1998
(4) Ver: E. Morin: Introducción al pensamiento complejo, Barcelona, Gedisa, 1994
(5) Ver: Th. Gaudin: 2100: récit du prochain siècle, Paris, Payot, 1990
(6) Ver: P. Virilio: El arte del motor, Bs.As., Manatial, 1996
(7) Ver: F. Fukuyama: El fin de la historia y el último hombre, Bs.As., Planeta, 1992
(8) Ver: J. Baudrillard: El crimen perfecto, Barcelona, Anagrama, 1996; G. Lipovetzky: La
era del vacío, Barcelona, Anagrama, 1990
(9) Ver: F.Capra: El punto crucial, Barcelona, Integral, 1985; E. Morin: Tierra Patria,
Bs.As., Nueva Visión, 1993
(10) Ver: A. Pérez Lindo: “Productores y formadores de verdades”, en: A. Pérez Lindo: El
devenir de la verdad, Bs.As., Biblos, 1993
(11) Ver: G.Vattimo: La secularización de la filosofía, Barcelona, Gedisa, 1992
(12) Ver: J.F.Lyotard: La condición posmoderna, Bs.As., Rei, 1995
(13) Ver: P. Bourdieu: La reproducción, Barcelona, Laia, 1970
(14) Ver: Grupo de Lisboa: Los límites a la competitividad, Bs.As., Sudamericana, 1996
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