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Del Odio Al Amor Rebecca Baker
Del Odio Al Amor Rebecca Baker
Deseos prohibidos
Rebecca Baker
Copyright 2021
Todos los derechos reservados
Índice
Capítulo 1 – Annie
Capítulo 2 – Dillan
Capítulo 3 – Annie
Capítulo 4 – Dillan
Capítulo 5 – Annie
Capítulo 6 – Annie
Capítulo 7 – Dillan
Capítulo 8 – Annie
Capítulo 9 – Dillan
Capítulo 10 – Annie
Capítulo 11 – Dillan
Capítulo 12 – Annie
Capítulo 13 – Dillan
Capítulo 14 – Annie
Capítulo 15 – Annie
Capítulo 16 – Dillan
Capítulo 17 – Annie
Capítulo 18 – Annie
Capítulo 19 – Dillan
Capítulo 20 – Annie
Capítulo 21 – Dillan
Capítulo 22 – Annie
Capítulo 23 – Annie
Capítulo 24 – Dillan
Capítulo 25 – Annie
Capítulo 26-Dillan
Capítulo 27-Annie
Capítulo 28-Annie
Capítulo 29 – Dillan
Capítulo 30 – Annie
Capítulo 31 – Dillan
Capítulo 32 – Annie
Capítulo 33 – Dillan
Capítulo 34 – Annie
Capítulo 35 – Dillan
Capítulo 36 – Annie
Capítulo 37 – Annie
Capítulo 38 – Dillan
Capítulo 39 – Annie
Capítulo 40 – Dillan
Capítulo 41 – Dillan
Capítulo 42 – Dillan
Capítulo 43 – Annie
Capítulo 44 – Annie
Ultílogo
Capítulo 1 – Annie
Estoy con Joe de pie en medio del enorme salón donde se lleva a cabo la
fiesta de disfraces de superhéroes. Nos encontramos cerca de mi oficina, tan
solo a unas cuantas manzanas en el último piso de un gran rascacielos en
Nueva York, justo en el centro de Manhattan. La cercanía con mi bufete de
abogados me resultó beneficiosa hoy.
Hoy fue un día lleno de citas, negociaciones y reuniones. A veces se
vuelve un tanto aburrido. El viaje a Macy’s y la hermosa desconocida en el
taxi son lo único que puedo destacar de mi jornada.
El arquitecto de este edificio reservó el último piso para ocasiones
sumamente especiales. En lugar de construir otro típico penthouse
neoyorquino, demasiado costoso incluso para convertirlo en oficinas,
eliminó todas las paredes y lo convirtió en un enorme salón para eventos de
todo tipo.
Las vistas de la ciudad a través de los enormes ventanales que rodean el
lugar es realmente impactante. Aquí es donde se puede apreciar la enorme
ventaja que tienen los rascacielos. El edificio se eleva por encima de todos
aquellos que lo rodean, por lo que es posible disfrutar de unas vistas hacia
el centro de Manhattan, sin obstáculo alguno.
A pesar de que el salón es lo suficientemente grande para ello, el
organizador decidió no tener una sección VIP esta noche. Después de todo,
todos se sienten importantes y, a fin de cuentas, están disfrazados como
superhéroes. En lugar de ello, hay brazaletes VIP. Una de esas cintas
doradas cuelga de mi muñeca, lo cual me da el derecho de tener comida y
bebida gratis. Ni Joe ni yo le damos demasiada importancia a esto, pero me
percato de que no todos los invitados utilizan un brazalete de este tipo, lo
cual hace evidente que pertenecemos a un grupo especial de invitados.
«¡En guardia! ¡Peleemos, Zorro!», me dice Joe con voz falsa de
superhéroe mientras sujeta su mano de metal con luz frente a mi cara. Joe
ha optado por un disfraz moderno y se pasea por la fiesta vestido de Iron
Man. De hecho, también tenía el casco del traje, pero se lo quitaron en la
entrada porque el uso de máscaras no era deseable dentro del evento.
Ahora Joe es parte de los siete Iron Man que asisten a la fiesta. O al
menos esos son los que he llegado a ver hasta ahora. Parece ser uno de los
disfraces más populares esta noche.
Yo me alegro de haber elegido un disfraz más clásico. Un simple
sombrero negro con una Z bordada, un antifaz negro alrededor de los ojos y
pantalón y capa negra. En realidad, una camisa negra también sería parte
del atuendo. Pero el trato de la última apuesta con Joe era que él podía
elegir la fiesta de la semana, al igual que pensar en un castigo para mí. Justo
cuando llegamos y estábamos en el guardarropa, Joe decidió que podía
pasearme por la fiesta sin camisa. Y, bueno, las deudas de apuestas son
deudas de honor. Al menos estoy en forma. Así que hoy todos pueden
admirar mi tonificado abdomen.
Al menos permanezco de incógnito gracias al antifaz negro alrededor de
mis ojos. De hecho, hace unos minutos unos abogados colegas pasaron a mi
lado y siquiera me reconocieron.
«Deja eso, Joe. El hecho de que seas Iron Man no quiere decir que
debes comportarte como él. Vamos a tomar algo». Intento retener a Joe y
aparto su mano de mi cara. Justo esa es la razón por la que odio este tipo de
eventos. Tan pronto como le pones un disfraz encima a alguien, piensa que
puede actuar como un loco.
«Tienes razón, hermano. Buscaré un par de Martinis. No huyas», me
sonríe con picardía, vuelve a iluminarme el rostro con la lámpara de su
mano de Iron Man, se da la vuelta y camina hacia el bar con la cabeza en
alto, envuelto en su disfraz metálico.
La mesa alta que apartamos se encuentra en medio de otras tantas junto
a una de las tres barras, casi en el centro del salón. Todas las mesas a mi
alrededor también están ocupadas o resguardadas por algún personaje
disfrazado. Al igual que yo hago con nuestra mesa ahora mismo. Habíamos
encontrado la mesa por casualidad, cuando una pareja en disfraces de
Avatar se puso de pie para ir a la barra.
Dejé que mi mirada vagara por los invitados en el salón. Además de
otros dos disfraces de Iron man, veo algunos hombres con pelucas de largo
cabello rubio, una capa roja y un martillo en la mano. Obviamente se
supone que están disfrazados de Thor. En general, me percato de que son
muy populares los disfraces de la serie Los Vengadores. Ya he visto varias
veces a Thor, Hulk y Ojo de Halcón, al igual que a Iron man y Capitán
América. También veo una serie de disfraces indescifrables en los que no
me es posible distinguir a ningún superhéroe.
Mi mirada vaga hacia el ascensor, que frecuentemente se abre
descargando un nuevo lote de invitados. La recepción y el guardarropa
están en la planta baja, por lo que después de coger el ascensor te
encuentras justo en medio de toda la acción. La puerta se abre y salen dos
mujeres. Una de ellas llama mi atención de inmediato. Lleva puesto un
entallado traje de Mujer Maravilla color azul. La tela se ajusta
maravillosamente a su cuerpo bien formado. Todo está justo donde debe
estar. Indudablemente puedo notar eso desde los cinco metros que me
separan del ascensor. Su cabello rubio que le cae sobre los hombros hace el
contraste perfecto con la capa roja y el lápiz labial rojo que lleva puesto.
Inmediatamente se me endurece la polla dentro de los pantalones. Hacía
mucho tiempo que una mujer no me ponía así tan solo con su apariencia. Y
especialmente en una fiesta de disfraces. Siento un deseo codicioso en la
región lumbar. Un deseo demasiado fuerte. Un deseo que no ha sido
satisfecho desde hace demasiado tiempo.
«Tierra a Dillan, ¿estás ahí?», Joe agita los Martinis frente a mi cara.
«¿Qué pasa?», me molesta un poco, así que aparto la mirada de la
hermosa desconocida y miro a Joe frunciendo el ceño.
«Calma, noble héroe de la espada. Solo quería dejarle su copa aquí e
informarle que puede programar la transferencia bancaria para mañana».
Joe me mira esgrimiendo una amplia sonrisa y levanta la copa de Martini
para brindar conmigo.
«¿De qué hablas, por Dios?», en esta ocasión tampoco puedo ocultar el
enfado en mi voz. Por encima del hombro del Iron Man Joe, puedo ver a la
hermosa rubia de pie junto a una de las mesas cercanas, la cual acaba de
desocuparse. Eso me tranquiliza y me proporciona algo de tiempo.
«De nuestra apuesta. ¿Ya te has olvidado? En el bar he conocido a una
chica guapísima disfrazada de Pandora. Y me está esperando.
Definitivamente hoy pasará algo», me susurra Joe al oído para que los
invitados de la mesa cercana no puedan escucharnos.
Miro a la barra y veo a una mujer de traje azul marcharse con su
acompañante masculino. Ambos nos miran con una gran sonrisa.
«Creo que te tomaron el pelo, Joe. Mira. Ambos vienen juntos y están
vestidos igual. Seguro fue su venganza porque nos apoderamos de su
mesa», señalo a Joe la pareja con vestuarios de Pandora que camina codo a
codo hacia la terraza. La expresión en su rostro cambia rápidamente de una
sonrisa confiada a un gesto hosco.
«Qué cerca está la victoria de la derrota». Sonriendo y con poco
entusiasmo, le doy unas palmaditas de consuelo en el hombro. «Iré por algo
del bufé, ¿vienes?». Joe señala el otro extremo de la sala, donde hay un
atractivo bufé para todos los invitados VIP.
«No, gracias. Mejor me ocuparé de que seas un millón de dólares más
pobre y de que veas más de cerca a esa fenomenal Mujer Maravilla de allí».
Con la cabeza asiento en su dirección, lo más discretamente posible. Esta
vez soy yo quien sonríe con picardía. Joe me mira sin comprender en un
inicio. Entonces su mirada apunta a la mesa donde está la Mujer Maravilla
con su amiga.
«Haz lo que quieras. Me da igual. Ahora tengo hambre», Joe se encoge
de hombros con indiferencia, se da la vuelta y camina hacia el bufé.
Conozco a Joe lo suficientemente bien como para percatarme de cuán
preocupado está realmente por mi posible «captura». Esa aparente
indiferencia es fingida. De camino al bufé seguramente intentará hablar con
dos o tres mujeres para intentar ganar la apuesta. Si hay algo que no le gusta
a Joe, es perder. Pero tampoco puedo engañarme a mí mismo. Yo no soy
nada diferente.
Miro a la Mujer Maravilla de nuevo. Por primera vez también miro a su
amiga. ¿Qué tipo de disfraz de superhéroe se supone que es ese? ¿Un ninja?
¿Una cosa con pintura verde en la cara? En cualquier caso, es un atuendo
totalmente espantoso. Quizás sería adecuado en una fiesta de mal gusto.
¿Pero, aquí? La última vez que vi tanta pintura en el rostro de una persona
fue cuando estaba en la marina. La forma en que esas dos mujeres están
sentadas la una con la otra… el contraste no podría ser mayor. Casi me
parece como si estuviera viendo a la Bella y la bestia ahí.
Sin embargo, las dos hablan animadamente entre sí. Aunque pienso que
la que lleva el disfraz de Mujer Maravilla me mira sigilosamente de vez en
cuando. Eso sería un éxito absoluto. Siento como la codicia se apodera de
mí lentamente, a la vez que mi polla se pone dura.
Entonces sucede: la Mujer Maravilla se ríe de algo que dijo la mujer
verde junto a ella. Echa hacia atrás su largo cabello rubio y sus pechos bien
formados se balancean junto con el movimiento de su cuerpo. Es una mujer
absolutamente asombrosa. Con ella no solo ganaría la apuesta, sino que
también me divertiría enormemente.
Con mucha confianza en mí mismo, decido tomar el riesgo. Siempre
voy por lo que quiero. Descuidadamente abandono mi Martini en la mesa y
camino con calma y determinación hacia la belleza rubia y su compañera.
Cuando me detengo un tanto demasiado cerca de ella, me mira a través de
su antifaz con unos ojos atigrados llenos de misterio. Qué extraño. Sus ojos
me recuerdan a la dulce chica del taxi con la que me encontré esta mañana.
Pero eso sería demasiada coincidencia.
Capítulo 8 – Annie
Joddddeeeeeeeeeeerrrrrrr
Con un fuerte empujón, abro la puerta del almacén que descubrí detrás
del bar donde guardan algunas plantas decorativas y macetas. Con la otra
mano, arrastro a la belleza rubia disfrazada de Mujer Maravilla hacia la
habitación frente a mí y rápidamente cierro la puerta detrás de nosotros.
Busco el interruptor de la luz junto a la puerta.
Mientras lo busco, recuerdo los últimos momentos en la barra del bar.
La vida puede ser muy descabellada en ocasiones. La energía de esta mujer
me atrae enormemente. Mi polla estaba dura y firme desde que estábamos
en el bar. Estoy increíblemente excitado y tengo tantas ganas de penetrar a
esta misteriosa mujer; profundamente y con fuerza. Me encantaría que fuera
aquí y ahora. Y no parece ser diferente para ella.
En el bar tuvimos una conversación agradable y animada en la que la
mayor parte del tiempo bromeamos y nos burlamos un poco de nuestros
personajes de superhéroes. Pero, aun así, había cierto encanto dentro de la
charla. Todo el tiempo hubo en el aire una tensión crepitante entre nosotros.
Entre más vacíos estaban nuestros vasos de cóctel, más nos acercábamos el
uno al otro, mirándonos fija y profundamente a los ojos casi todo el tiempo.
Sus misteriosos ojos color marrón detrás del antifaz rojo y su cuerpo
perfilado por ese disfraz que le envuelve el cuerpo me estaban haciendo
enloquecer.
Después de haber vaciado nuestros vasos perfectamente, una cosa nos
llevó a la otra. Ni siquiera recuerdo qué dije exactamente. En cualquier
caso, fui yo quien comenzó a besarla después de un largo e intenso contacto
visual. Ella me devolvió el beso de inmediato y coloqué mi mano alrededor
de su cintura. El beso fue tan increíblemente apasionado. Nuestras lenguas
jugaban entre sí. Un gemido escapó de su boca. Definitivamente ella
también estaba muy excitada. Mi polla se endureció aún más,
presionándose contra el interior de mis pantalones. La quería ahora mismo.
Ya no podía esperar más. La quería aquí y ahora. Así que le pregunté si
vendría conmigo. Con la mirada llena de deseo, asintió brevemente y la
tomé de la mano. Después de mirar un poco alrededor del salón, descubrí
esta puerta.
Finalmente encendí el interruptor de la luz. Está colocado a una altura
inusual, por lo que encontrarlo me tomó algo más de tiempo.
Afortunadamente, tan solo se trata de una pequeña lámpara en la pared que
ilumina débilmente la habitación. Una blanca luz brillante, como es común
en este tipo de lugares, hubiese sido terriblemente desagradable en estos
momentos. Pero esta lámpara parece emitir solamente iluminación de
emergencia, por lo que es bastante tenue.
La habitación es inesperadamente grande. Yo no esperaba nada especial.
Más bien algo así como un armario. Aquí es donde guardan los insumos y
productos de limpieza. Miro una mesa. Encima hay algunas latas vacías y
empaques que quizás alguien se olvidó de tirar.
«¡Ven!». Me acerco a la mesa y arrastro a la Mujer Maravilla de la
mano. Con mi mano libre, tiro los objetos a un lado. Ahora mismo no
tenemos tiempo para ordenar las cosas. Ya puedo sentir cómo se me acelera
la respiración. Con ambas manos la cojo por las caderas y la siento frente a
mí sobre la mesa. Entonces me pongo de pie entre sus piernas. Sostengo su
cabeza entre mis manos y nos besamos llenos de deseo. Esta vez el beso es
más salvaje y desenfrenado que afuera en el bar, nuestras lenguas parecen
querer penetrar la boca del otro con codicia y lujuria. Codicia de más. Mi
mano palpa detrás de su disfraz, esperando encontrar la cremallera. Pero no
hay nada. Tan solo hay tela detrás de la capa roja.
«Te deseo. El disfraz tiene que irse», le sonrío con deleite.
«Pero solo si te quitas los pantalones también, Zorro», me responde,
palpando con la mano mi polla dura y rígida por encima de mis pantalones.
«Eso es seguro». Me abro los pantalones y los dejo caer junto con mis
calzoncillos hasta mis rodillas. No tenemos tiempo para desvestirnos por
completo, además de que sería algo complicado. Ya no quiero esperar más.
La Mujer Maravilla parece tener una prisa similar. Deja caer su bolso a un
lado de ella, se quita la capa y se deja caer sobre la mesa. Se recarga un
poco sobre los codos, de modo que la unión entre sus pantalones azules y el
traje queda expuesta, y entonces tira de ellos hasta sus rodillas. No espero a
que haya terminado de desvestirse y le ayudo a quitarse las medias por
completo. Ella vuelve a sentarse en la mesa. Pongo mis manos sobre sus
rodillas y abro sus piernas para encontrar espacio entre ellas. Nos besamos
exigentes y nuestras lenguas juguetean entre ellas llenas de placer. Mi mano
derecha se abre camino hacia sus pechos todavía envueltos y
maravillosamente bien formados. Los sujeto con firmeza.
La Mujer Maravilla echa la cabeza hacia atrás y gime. Aprovecho ese
momento para echar su torso hacia atrás, de forma que esté acostada sobre
la mesa, y la observo. Su coño está limpio y depilado. Tal como me gusta.
Satisfecho, me percato del brillo húmedo bajo el clítoris. Con la mano
izquierda sostengo mi polla y me guío lento y profundamente dentro de ella.
La miro fijamente a los ojos. Su cuerpo se estremece mientras la penetro
lentamente. Siento una calidez maravillosa. Empiezo a moverme al ritmo de
la música amortiguada que nos llega desde afuera a través de la puerta
cerrada. Apenas puedo frenar mi lujuria. Al poco tiempo, las lentas y
controladas embestidas se vuelven más firmes y bruscas. La penetro más y
más profundo.
La Mujer Maravilla se mueve debajo de mí y se adapta a mi ritmo.
«¡Te quiero de espaldas!», la dejo ir y con cuidado la levanto de la
mesa. La Mujer Maravilla se queda de pie frente a mí. Nos besamos
salvajemente y sin freno. Con las manos toco sus tetas por encima del
disfraz. Entonces siento su pezón por encima de la tela, lo cojo entre el
pulgar y el índice y lo giro ligeramente a la izquierda. Ella grita un poco
asustada. Y entonces el grito se convierte en un gemido de excitación.
Con determinación, coloco mis manos sobre sus caderas y le doy la
vuelta para poder ver su redondo y desnudo trasero. Con la palma de la
mano la empujo hacia delante, sobre la mesa. Me pongo de pie justo detrás
de ella y vuelvo a meter mi polla dura y húmeda dentro de su perfecto coño.
Ambos gemimos. Marco el ritmo y con las manos cojo su perfecto trasero.
¡Pero qué fenomenal!
La embisto cada vez con más fuerza. Afuera, el volumen de la música
es mayor, lo que significa que podemos dejar escapar nuestros gemidos sin
miedo a que nos escuchen.
Me invade una oleada de lujuria y siento que estoy a punto de correrme.
Reduzco el ritmo para poder disfrutar plenamente de este momento.
«Por favor, sigue», gime Mujer Maravilla.
Su solicitud me despierta inmediatamente y hace que se me olvide mi
preocupación. Desenfrenado, la embisto con fuerza y firmeza. El placer me
abruma totalmente en cuanto me corro dentro de ella, con un gemido. Al
mismo tiempo, ella se estremece y gime debajo de mí más fuerte que antes.
Ambos llegamos a nuestros clímax juntos.
Dejo que mi polla se deslice fuera de su coño y me levanto los
pantalones. Mientras tanto, la Mujer Maravilla se da la vuelta y se recarga
en el borde de la mesa, frente a mí.
Nos besamos de nuevo. Esta vez no tan salvajemente, sino que de
manera íntima y dulce. ¡Pero qué mujer! Qué espectáculo tan caliente. ¿De
dónde vendrá ella?
¿Y ahora? El sexo estuvo fenomenal, por supuesto, pero, ¿cómo me
deshago de ella? O, ¿me gustaría volver a verla? De ser así, todo se volvería
tan complicado. Y en estos momentos no estoy buscando una relación.
Especialmente después de la discusión que tuve con mi cliente esta tarde.
Entonces recuerdo mi apuesta con Joe y una sonrisa se dibuja en mis
labios. Pero qué gran noche. Buen sexo y un millón más rico. No podría ser
mejor.
Pero, por otro lado, está la hermosa desconocida del taxi de mediodía.
No quiero que me pase eso por segunda vez en el día. Al menos podría
mantenerla pendiente hasta que todo el asunto con mi cliente termine.
Podríamos intercambiar números sin ningún compromiso para poder repetir
este magnífico encuentro.
Aunque intercambiar contactos no es lo mío. Por eso la mujer del taxi
tampoco consiguió mi número de teléfono. Pero, esta mujer es diferente. Lo
presiento. ¿A qué mujer le gustaría tener una aventura de una noche en una
fiesta como esta? En un pequeño almacén. Hasta ahora, ella ha mostrado ser
sencilla y que no me asfixiará con mensajes de «Te amo».
«Podríamos repetir esto en algún momento», se me escapa cuando
terminamos nuestro beso y le sonrío.
Ella parece sentirse de la misma manera que yo. Me devuelve la sonrisa.
«Dame tu móvil. Te guardaré mi número de teléfono. No tengo el mío
conmigo hoy. No había espacio en el bolsillo de mi chaqueta». Señalo mi
torso desnudo y ligeramente sudoroso.
«Claro que sí», la Mujer Maravilla coge el móvil de su bolso y me lo
entrega.
Ya que no nos presentamos con nuestros nombres, creo un nuevo
contacto con el nombre de «Zorro» y escribo mi contacto.
Presiono guardar y se me cruza por la cabeza que podríamos cerrar la
velada con un final elegante. Quiero volver con Joe lo antes posible para
ver la expresión de derrota en su rostro. Entonces el teléfono de la Mujer
Maravilla comienza a vibrar en mi mano.
Miro la pantalla. «PAPÁ» le está llamando.
Mujer Maravilla también mira la pantalla. En menos de un segundo, la
expresión en su rostro cambia de la emoción y la lujuria al miedo y la
preocupación.
De prisa y sin decirme una palabra, me arrebata el móvil de las manos y
presiona el botón «contestar llamada».
Capítulo 10 – Annie
Miro el reloj, son casi las diez de la noche cuando entro a mi penthouse
en Manhattan. Normalmente a esta hora sigo en la oficina y trabajo durante
dos horas con los temas que no pude tratar durante la jornada.
En realidad, eso también sería necesario hoy, ya que pasé todo el día en
la reunión mensual del bufete y estoy bastante seguro de que me quedaron
varios pendientes. No obstante, ahora estoy en casa a la espera de Cathrin,
mi nueva clienta.
Joder, cómo odié esa reunión. Tan solo fue una serie interminable de
autoelogios entre todos los nuevos y jóvenes abogados, una presentación de
los casos que hemos ganado y, por último, pero no menos importante, una
detallada lista de todos los miembros del bufete de abogados. Siempre que
asisto a esta reunión debo luchar contra mi creciente cansancio para
mantenerme sentado en la silla, completamente aburrido. Afortunadamente
tengo el estatus más alto del bufete, el estatus de socio, por lo que me dejan
tranquilo la mayor parte del tiempo y puedo perderme plácidamente en mis
pensamientos o utilizar el móvil.
Me acerco a la pequeña mesa al final del pasillo, en la que se encuentra
una exquisita selección de bebidas y me sirvo un trago de brandi en el vaso
adecuado.
Por lo que se siente como la vigésima vez, miro el mensaje de la Mujer
Maravilla que recibí esta mañana, el cual vi por primera vez durante la
reunión. En repetidas ocasiones una sonrisa lujuriosa me cruzó el rostro
mientras veía la foto de su escote y leía su pequeño y sexi mensaje.
Pero qué mujer. Definitivamente disfrutó de nuestro pequeño encuentro
en la fiesta y no parece haberse arrepentido de nuestra visita al almacén,
como normalmente hacen tantas mujeres al día siguiente, o bien, se
entregan a las demostraciones de amor de todo tipo.
Ahora finalmente es la oportunidad adecuada para tomar la captura de
pantalla con nuestros mensajes y enviársela a Joe. Debajo de la captura de
pantalla, agrego un emoji de carita sonriente y el siguiente mensaje:
Desafortunadamente, perdiste la apuesta.
Me dirijo al chat con la Mujer Maravilla y le escribo de nuevo. Con
mucha consciencia, opto por enviarle un mensaje breve. Debo mantener el
aire de misterio en nuestra conversación; definitivamente quiero volver a
verla, sin embargo, no de inmediato. No quiero que parezca que la necesito
y que confío en tenerla a mi disposición. Nuestro juego caliente de
WhatsApp puede durar un tiempo. Eso la mantendrá cerca de mí, pero, al
mismo tiempo, a la distancia.
Satisfecho, me guardo el móvil en el bolsillo. Luego abro la cremallera
de mi portafolio de la oficina, saco mi tableta electrónica y abro el archivo
digital de mi caso actual.
Echo un vistazo a los documentos y actas de la carpeta por un momento.
Estoy satisfecho de que mi nueva asistente haya hecho un muy buen
trabajo. Todo está en su sitio. Los documentos están completos y bien
ordenados.
Mis dedos se congelan, inmóviles, sobre la superficie de la pantalla
táctil y mis pensamientos comienzan a dar vueltas en torno nuestro primer
encuentro esta mañana. Una vez más, maldigo la reunión mensual, pues me
hubiera encantado pasar más tiempo en la oficina hoy. Realmente es
atractiva. Sus ojos atigrados brillaron con entusiasmo en cuanto atravesó la
puerta de mi oficina, aunque, por cierto, volvió a abrirse por sí sola en un
momento completamente inoportuno. Casi me pilla sin camisa detrás de mi
escritorio. Pero ¿y qué? ¿Es que eso realmente me habría molestado?
Pensativo, bebo un trago. Entonces se me cruza por la cabeza la
pregunta que me ha perseguido toda la mañana. ¿Tiene un enorme parecido
con la desconocida del taxi, o realmente se trata de ella? No estoy seguro de
si mis sentidos me están jugando una mala pasada. Pude mirarla muy
brevemente, pues debía marcharme a la reunión y, aun así, llegué algunos
minutos tarde.
Pero las curvas bajo su falda y la blusa blanca lucían absolutamente
prometedoras. Estoy casi seguro de que es la misma mujer. No, mejor
dicho, desearía que lo fuera. La analizaré más de cerca durante los
próximos días para asegurarme.
El timbre me retumba en la cabeza. Me dirijo al intercomunicador
integrado a la pared cerca del minibar y toco la pantalla. No es un
intercomunicador cualquiera, sino que es parte de mi casa inteligente y con
él puedo controlar casi todo dentro de mi apartamento.
Miro el video de alta resolución que se muestra en pantalla. Cathrin está
de pie frente al ascensor. Ella presionó el botón de mi piso, lo cual activa el
timbre inmediatamente. Así que ahora puedo decidir cuándo y qué ascensor
enviarle. Esto es solo un pequeño truco que en varias ocasiones me ha
permitido que alguna visita, normalmente femenina, desaparezca con
anticipación por las escaleras. Pulso la combinación de botones adecuada y
camino hacia la puerta para encontrarme con Cathrin de inmediato.
Después de unos momentos, se abre la puerta del ascensor, justo frente a
la puerta de mi apartamento. En realidad, esta puerta no habría sido
necesaria, ya que mi penthouse es el único apartamento del piso. Sin
embargo, insistí en que fuera así, pues odio los ascensores que
inmediatamente escupen a los invitados dentro de la sala de estar.
«Hola, Cathrin», le extiendo la mano a modo de saludo. Entonces mis
ojos se deslizan por su atuendo. Lleva puesta una minifalda
extremadamente corta y un top de seda blanco con tela transparente, bajo el
cual puedo reconocer su sujetador negro con facilidad.
«Hola, Dillan», susurra Cathrin de manera seductora y sujeta mi mano
por más tiempo del estrictamente necesario. Veo que mis sospechas son
ciertas, y Cathrin espera algo de acción esta noche. Ignoro la falsa
expresión en su rostro y la invito a pasar.
«Por favor, toma asiento». Con una mano señalo la sala de estar. El
costoso sofá de cuero y la mesa de cristal de diseñador ocupan al menos la
mitad del espacio, y se posan sobre una carísima alfombra de diseño persa.
Los rayos de luz que entran por las ventanas del rascacielos se reflejan
directamente sobre el cristal de la mesa.
«Permíteme resumir brevemente lo que entiendo hasta ahora basado en
sus documentos», comienzo a decir con tono profesional. «Su esposo se
marchó de un día para otro, ahora mismo está en México, cerca de la
frontera, divirtiéndose con alguna joven mexicana que lo ha hecho
enloquecer…», empiezo a decir.
«…y solo quiere su dinero. Y él es extremadamente celoso. Siempre lo
fue. Así que decidí usar este atuendo esta noche y espero que podamos
enviarle algunas fotografías», me interrumpe Cathrin, completando mi
oración.
«Eso es absolutamente correcto. Sin embargo, definitivamente no habrá
ningún tipo de intimidad entre nosotros, tan solo para dejar eso claro desde
el principio», me escucho decir. Me percato de la seriedad en mi voz y, al
mismo tiempo, me pregunto por qué me escucho así, como si no fuera yo
mismo. Realmente nunca me había perdido de ninguna oportunidad para
tener sexo con una mujer. Pero ahora mis pensamientos están en otro lado,
bastante confusos, porque sé que hay alguien que me gusta mucho más: la
charla caliente con la Mujer Maravilla, o mi nueva asistente.
Cathrin me mira algo decepcionada y se abraza la parte superior del
cuerpo. Casi como si, de pronto, se sintiera incómoda por la transparencia
de su blusa.
«¿Y en qué has pensado en lugar de ello?», me pregunta secamente.
Entonces saco un fajo de billetes de 100 dólares del bolsillo interior de
mi chaqueta y lo agito.
«Si estos amiguitos vuelan por el aire y ambos sonreímos amablemente
a la cámara, será mejor que unas cuantas fotos sexuales. No tiene que ver
con el sexo, tu marido lo averiguará el mismo. Así son los hombres.
Créeme».
Cathrin me mira por unos segundos sin comprender del todo y después
parece sopesar lo que piensa respecto al plan. Luego, una sonrisa le
atraviesa el rostro. Se me acerca, me da un beso en la mejilla, me mira
profundamente a los ojos y dice:
«Eres un abogado genial. Gracias por la ayuda».
Personalmente creo que ese cumplido me queda demasiado grande, y no
estoy seguro si ella ha comprendido que no necesita adularme de más.
Capítulo 14 – Annie
Qué locura. Pero con qué sorpresa tan inesperada comienza mi día. ¡Mi
asistente es la Mujer Maravilla! Incluso sin saberlo, sinceramente ya
encontraba a Annie increíblemente atractiva. Tiene un estilo de vestir
bastante pulcro, se familiariza rápidamente con las nuevas tareas y casi no
me hace preguntas.
Aunque probablemente eso se deba a la manera en que reaccioné a sus
primeras preguntas. Todavía recuerdo perfectamente lo que me decía mi
padre, quien ayudó a fundar este bufete de abogados: Mantén la distancia
con los empleados. ¡Siempre debe estar claro quién está a cargo!
Siempre intenté seguir este principio, ya que, en mi experiencia, ha
demostrado que puede ahorrarme bastante tiempo y problemas. Sin
embargo, con Annie es diferente. Fue jodidamente difícil apegarme a esta
norma autoimpuesta. Después de varios días fue evidente que se trataba de
la misma mágica mujer que conocí unas semanas atrás en el taxi. Sus
movimientos y sus ojos atigrados me hechizaron inmediatamente.
Por ello intenté reducir el contacto con ella al mínimo, siendo lo más
distante y breve posible. Incluso puede ser que haya llegado a exagerar y, en
ocasiones, haya sido demasiado duro con ella. Sin embargo, ella no puede
ni debe saber que esto sucedió a manera de protegerme a mí mismo.
Trasladé la mayor cantidad posible de citas a una de las salas de reunión
cercanas dentro del edificio o a casa para así no pasar demasiado tiempo en
la oficina. Además, el caliente y divertido intercambio de mensajes con la
Mujer Maravilla por WhatsApp siempre lograba distraerme.
Una y otra vez fantaseé con la idea de volver a encontrarme con ella
para hacerlo salvajemente, tal como en el almacén durante la fiesta. Pero
¿estaba bien salir con quien solo tuve una aventura de una noche? Si lo
hacía, ¿convertiría nuestros encuentros en algo más?
Estaba enloqueciendo. De pronto, tenía dos mujeres en mi vida con las
cuáles no sabía cómo comportarme o proceder. Hasta hace poco, me
conformaba y sentía feliz con tener una mujer diferente cada noche, pero de
pronto algo había cambiado. Mi linda asistente y la misteriosa Mujer
Maravilla me pusieron de cabeza, totalmente. Y simplemente no podía
decidirme.
Y luego estaba el asunto con Cathrin. Había planeado no encontrarme
con ninguna otra mujer hasta que se cerrara su caso, a manera de prevenir
un follón en caso de que su marido me pusiera un espía para comprobar la
credibilidad de todo aquel asunto con las fotografías.
Pero, de un segundo a otro, todo era diferente. Ahora estoy en la
recepción de mi oficina, de pie frente a mi asistente. Frente a la Mujer
Maravilla. Frente a la hermosa mujer del taxi. Las tres son una y la misma
persona.
Annie no parece pensar diferente. Cuando su móvil comenzó a sonar
después de que envié mi mensaje, la conmoción y el desconcierto se
dibujaron en su rostro. Su vaso con café no sobrevivió al impacto de darse
cuenta de eso y ahora esta derramado en el suelo, junto a nosotros. Pero no
deberíamos preocuparnos por eso. Alguien se encargará cuando vengan a
limpiar.
Nos miramos directamente a los ojos. Me enloquecen esos ojos
atigrados, en los que podría perderme durante horas, y su largo cabello
rubio que cae maravillosamente sobre sus hombros.
Sé exactamente lo que quiero. ¡Y lo quiero ahora! A la mierda las
reglas. Seguramente las reglas de mi padre surgieron después de un
incidente precoz del que nunca me habló antes de morir.
Mantenemos el contacto visual mientras me acerco lentamente y me
detengo justo frente a ella.
«¿Qué haces, Dillan?», me pregunta suavemente.
«Algo que he querido repetir desde hace mucho tiempo», le susurro al
oído. Entonces huelo el dulce y fresco aroma a verano que emana de su
ligero perfume.
Me acerco un poco más y le doy un suave beso en el cuello. Annie
suspira hondo. No es un gemido, pero disfruta del beso.
Cierta ligereza se extiende dentro de mí. Yo mismo sé lo absurda que es
la situación, sin embargo, difícilmente puedo frenar mi deseo. A pesar de
eso, no quiero hacer nada con lo que Annie no se sienta cómoda. La última
vez todo sucedió demasiado rápido. Esta vez descubriremos lentamente
nuestros deseos, juntos.
Entonces con dulzura sujeto su rostro entre mis manos. La piel de su
cara es increíblemente cálida y suave. Por un momento, nos miramos
profundamente a los ojos. Y aquel momento parece durar una eternidad; no
quiero que termine nunca. Hay una tensión palpable entre nosotros.
Poco a poco acerco mi rostro más a ella e inclino la cabeza ligeramente.
Justo antes de que nuestros labios se toquen, miro a Annie cerrar los ojos.
Definitivamente está preparada para lo que está a punto de suceder.
Nuestros labios se encuentran. Ya nos hemos besado antes, pero este
beso, sin antifaces, es mucho más emocionante y electrificante. Con
cuidado, nuestras lenguas comienzan a palparse mutuamente y a jugar entre
sí. Annie coloca sus manos sobre mi pecho desnudo y se pone de pie sobre
las puntas de los pies para acercarse más a mí, mientras yo inclino la cabeza
sobre ella.
No estoy seguro de cuánto tiempo permanecemos ahí, besándonos.
Simplemente disfruto del momento al máximo. Nuestro beso se siente
ligero y sensual. De vez en cuando detengo el juego entre nuestras lenguas
para volver a besar su cuello o sus hombros. Parece que Annie disfruta
mucho de ese tipo de caricias. Debe ser alguna de sus áreas erógenas. Tan
solo un beso suave en el sitio apropiado y puedo ver cómo escapan de su
garganta lujuriosos gemidos. Annie acaricia mis pectorales y abdomen con
sus delicadas manos.
Este pequeño juego me gusta demasiado. Puedo sentir mi polla contra
mis pantalones, pues ya se ha vuelto dura y firme. Sin embargo, aún quiero
controlarme un poco.
Sostengo su nuca con la mano y deslizo los dedos por su maravilloso
cabello rubio. Mi mano libre se abre camino debajo de su blusa. Yo también
quiero sentir más de ella, no solo sus labios.
Suavemente, acaricio su espalda. En esta área su piel también es
increíblemente suave y de una calidez muy agradable. Me gustaría explorar
cada milímetro de su cuerpo con las manos. Annie suspira profundamente
mientras nos besamos. Sus gemidos son sofocados por nuestro beso, que
poco a poco se vuelve más salvaje. Siento su excitación y eso aumenta aún
más mi deseo de ella.
«Annie… ¡vamos!». No quiero esperar más, así que interrumpo nuestro
beso. Mi voz suena firme y decidida. Miro fijamente a sus hermosos ojos y
cojo su mano.
«Pero Dillan, yo… Necesitamos», balbucea Annie nerviosamente.
«No», la interrumpo y coloco mi mano sobre su boca. Annie me mira
sorprendida, sin embargo, no hace ningún esfuerzo por apartarse.
«No más juegos. Te deseo y tú a mí, y ambos lo sabemos con certeza»,
lentamente aparto mi mano de su boca y espero a que responda, pero ella se
queda en silencio. En cambio, me mira expectante y sus ojos se iluminan.
Su mirada me confirma que ella me desea con tanta intensidad como yo a
ella.
Sin decir más, caminamos de la mano hacia mi oficina. Después de
mirarnos brevemente a los ojos, la cojo por las caderas y la siento sobre mi
escritorio. Sin apartar la mirada de ella, me desabrocho los pantalones y los
dejo caer junto con mis calzoncillos. Annie hace lo mismo. Se baja la falda
junto con sus bragas.
Rápidamente saco los brazos de las mangas de la camisa y la dejo caer
descuidadamente al suelo. Entonces sé que ya no puedo detenerme. Annie
está sentada sobre mi escritorio frente a mí, con las piernas abiertas. La
beso salvajemente y sin inhibirme. Le desabrocho la blusa
apresuradamente. Annie me ayuda, deja caer la cabeza hacia atrás y me
ofrece sus pechos. Inmediatamente me pongo a desabrochar el cierre de su
sujetador y la prenda cae al suelo.
Por primera vez puedo ver sus grandes y dulces pechos desnudos frente
a mí. Con su traje de Mujer Maravilla y dentro del almacén, no tuvimos
suficiente tiempo para desvestirnos completamente. Mi mano masajea sus
pechos apasionadamente. Después, lentamente, jugueteo con mi lengua
alrededor de uno de sus pezones. A Annie parece gustarle eso. Inhala y
exhala más profundamente y sus gemidos se intensifican. Muerdo el pezón
suavemente, libero un poco la presión y continúo con la lengua.
Mi polla está lista y ya ha alcanzado su tamaño completo, sin que Annie
la haya tocado ni una sola vez. Con la palma de mi mano, empujo a Annie
hacia atrás. Ambos ya conocemos como es el juego. Es la primera vez que
tenemos sexo sin utilizar un antifaz, pero nuevamente estamos sobre una
mesa. El calor es increíblemente intenso cuando Annie se acuesta frente a
mí y se entrega completamente.
Entonces escuchamos pasos. ¿Hay alguien ahí? ¿Acaso alguien nos ha
estado observando todo el tiempo? Sincronizados, ambos miramos
apresuradamente hacia la recepción.
Ahí no hay nadie. Quizás solo fue alguien que pasó caminando frente a
la puerta de la recepción. Por un momento, miro profundamente los ojos de
Annie. Hacemos una pausa, en silencio. Y creo que en ese momento ambos
nos percatamos de que es muy probable que nos pillen aquí, justo en medio
del acto.
Sin decir más, asiento ligeramente a Annie a manera de indicarle que
podemos proseguir. Sus labios enrojecidos se tuercen en una pequeña
sonrisita. Ella también está lista y apenas puede contenerse.
Cojo sus tobillos con las manos y los subo lentamente. Annie recarga
sus piernas sobre mis hombros. Mis ojos se deslizan hacia abajo y mi mano
recorre cuidadosamente su limpio y depilado coño. Ella intenta reprimir sus
gemidos de lujuria. Puedo sentir lo húmedos que están sus labios. Me
acerco lo más que puedo e introduzco mi polla en su coño.
Ella me hace penetrar mucho más profundo. Ambos explotamos de
lujuria y gemimos al mismo tiempo, completamente excitados.
Continuamos mirándonos a los ojos.
Comienzo a moverme lentamente dentro de ella. A medida que
avanzamos, acelero el ritmo y mis testículos chocan contra su perineo.
Annie mantiene el contacto visual y se mueve rítmicamente de un lado a
otro sobe mi escritorio. Sus mejillas están tan rojas como la sangre a causa
de la excitación. Tiene la boca entreabierta y respira aceleradamente.
Siento que este pequeño rapidito en mi oficina terminará pronto. Estaba
demasiado excitado antes de finalmente introducir mi polla dentro de su
coño. Su cuerpo me vuelve loco.
Disminuyo la velocidad para que nuestro pequeño juego no termine
demasiado rápido. Sin embargo, las embestidas más lentas hacen que Annie
se excite aún más.
«¡Por favor, córrete dentro de mí!», me susurra.
¿Cómo puedo negarme? Me olvido de mi disciplina y acelero el ritmo.
La embisto con tanta fuerza que Annie debe sujetarse al borde del escritorio
para no resbalar.
Nuestros gemidos se vuelven cada vez más fuertes y después de unos
segundos parece que ambos llegamos a nuestro clímax, juntos. Un
escalofrío me recorre el cuerpo de la cabeza a los pies, penetro a Annie
lentamente un par de veces más hasta que aquel relámpago de placer me
abandona el cuerpo.
Lentamente Annie baja las piernas de mis hombros y vuelve a sentarse.
Nos quedamos así por un momento, nos besamos intensamente y nos
miramos profundamente a los ojos.
Por supuesto, ambos nos percatamos de lo que hemos hecho aquí y nos
sonreímos como si fuésemos un par de adolescentes traviesos. Suelto a
Annie y me vuelvo a subir los pantalones. Por el rabillo del ojo, miro el
reloj en la pared. Mi primera reunión está a punto de comenzar.
De repente, se me ocurre una idea. No lo pienso una segunda vez y voy
directo al grano.
«¡Annie! Tengo una cita hora mismo. ¡Pero tengo una idea…!»,
entonces comienzo a explicarle mi plan.
Capítulo 17 – Annie
«Nos vemos por la noche. Ponte algo bonito», me despido de Annie con
un beso en la boca que me devuelve apasionadamente. Estamos en mi
oficina y Annie está de pie sobre las puntas de los pies.
Tal parece como si anoche hubiéramos hecho un acuerdo tácito y de
ahora en adelante nos saludaremos con un beso. Sorprendentemente, debo
admitir que esto en realidad se siente bien.
Anoche fue fenomenal. Tuvimos sexo apasionado y yo estaba extasiado
por cuánta energía tenía Annie y la manera en que me permitió guiarla.
Después del sexo queríamos refrescarnos en la ducha y enjuagarnos el
sudor del cuerpo para después terminar la velada con la cena y música
relajante de fondo.
Sin embargo, eso no sucedió. En la ducha, volvimos a abalanzarnos el
uno sobre el otro. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que tuve sexo con una
mujer dos veces seguidas? Esta segunda ocasión fue mucho más intensa y
apasionada que la primera.
La cena de sushi que le prosiguió fue bastante divertida y entretenida.
Annie no solo era genial en la cama. Descubrí que también se podía tener
una conversación con ella. No estaba muy seguro de cómo proseguiría la
velada. Así que, a propósito, me predispuse ante cualquier posibilidad, pues
nuestros encuentros hasta ahora se habían caracterizado por el sexo
seguidos de una partida agitada y prematura.
Nos despedimos cerca de la media noche. Annie no había traído nada
para pasar la noche conmigo ni tampoco tenía un cambio de ropa limpia
para el día siguiente. Con el corazón apesadumbrado, la dejé marchar.
«Hasta la noche». Annie me sonríe y se detiene frente a mí, como si
estuviera esperando a descubrir si habrá otro beso de despedida. Después de
todo, apenas han pasado dos días desde que tuvimos sexo en el escritorio
que está detrás de mí. Y, ¿a qué viene eso? ¿Realmente Annie estará
pensando en eso ahora? Mi intuición me dice que más bien estos son
meramente mis propios pensamientos. Finalmente, es más probable que los
hombres pensemos con la polla que las mujeres. Bueno, ¡especialmente
porque ellas no tienen una!
Me parece que Annie me mira con enamoramiento a través de sus ojos
castaños, perdiéndose en mi mirada. Al mismo tiempo, me pregunto qué
hay de malo en ello. Por primera vez en mucho tiempo, no me asusta la idea
de que alguien se enamore de mí. Annie es realmente especial.
«Ahora, ve. Debo continuar con el trabajo aquí», le digo con un tono un
tanto serio y un tanto sonriente, señalando los documentos sobre mi
escritorio.
«Vale. Pero eso te costará muy caro», susurra Annie con picardía
mientras agita la tarjeta de plástico que está en su mano, la cual me permitió
entregarle tras un poco de persuasión. Entonces se da la vuelta, coge su
bolso de mano de su escritorio y desaparece por la puerta del pasillo.
Tras saludarnos esta mañana, nuestra conversación rápidamente se
dirigió a la fiesta de hoy por la noche y el estricto código de vestimenta.
Después de unos minutos le ofrecí a Annie elegir un vestido nuevo de
alguna elegante boutique en las cercanías, a expensas de mi tarjeta de
crédito, por supuesto. Después de todo, ella es mi invitada esta noche, mi
acompañante.
Me tomó cerca de quince minutos y mucho trabajo de persuasión para
que Annie aceptara mi ofrecimiento. ¿Por qué se empeñaba en rechazar mi
oferta? Aunque, bueno, ayer por la noche ya me había expresado su
preocupación de que yo estuviera «comprándola» con nuestro acuerdo.
Quizás su reacción era un vestigio de ello y temía estar en deuda conmigo.
De hecho, yo no estaba libre de interés en mi ofrecimiento. Después de
todo, quería sobresalir con mi nueva acompañante. Estaba seguro de que
Annie llamaría la atención por su cuerpo y su personalidad. Sin embargo,
un vestido apropiado resaltaría todo eso.
Finalmente, Annie aceptó y ahora mismo se dirigía a alguna boutique de
los alrededores. Debo admitir que tengo curiosidad por ver lo que elegirá y,
secretamente, espero que mi confianza en ella y su buen gusto no me
defrauden.
El timbre de mi móvil me trae de vuelta al presente. ¿Acaso será Annie?
Me sorprendo pensando que quizás me llama porque los vestidos superan
sus expectativas de precio, pues he enfatizado puntualmente que debe hacer
la compra en alguna de las boutiques más caras y elegantes, además de no
elegir nada que esté en exhibición en los escaparates.
Sin embargo, la pantalla de mi móvil me indica que es Cathrin quien me
llama.
«Bueno, ¿cómo han sido recibidas las fotografías?», saludo a Cathrin.
«Dillan, estoy tan emocionada. Creo que funcionará», la voz de Cathrin
llega a mis oídos con claridad y fuerza; suena francamente eufórica.
«¿Qué ha pasado entonces?», pregunto nuevamente. Estas situaciones
me han demostrado que la euforia de otras personas no me parece
contagiosa. Como abogado, esto definitivamente es una ventaja, pues las
emociones rebotan en mí como si yo fuese una pared inmóvil.
«Quiere hablar conmigo esta noche. Me escribió diciendo que su vuelo
aterrizará por la noche. Estoy tan emocionada, Dillan. ¿Quizás me quiere de
regreso? Ni siquiera sé qué…», las palabras brotan a borbotones de Cathrin.
«¿Estás pensando en volver a vivir con él?», levanto las cejas con
asombro mientras mi mirada vaga sobre los antiguos reconocimientos de mi
pared. Cathrin suena realmente feliz ante esa posibilidad. Pero qué clase de
relación existe entre esos dos. Estoy seguro de que a más tardar dentro de
dos meses Cathrin volverá a estar en mi puerta, pero ¿qué le vamos a hacer?
«No lo sé. Pero ¿qué tendría de malo? ¿Quizás puedas venir?
Definitivamente no quiero hacer nada inapropiado», me pregunta Cathrin.
«Lo siento mucho, pero esta noche debo asistir a un evento. No puedo
cancelar», me excuso. A pesar de que es dinero fácil, no tengo
absolutamente ninguna intención de que Cathrin me contrate como su
asesor romántico ni nada por el estilo. Además, no quiero volver a dejar a
Annie plantada por culpa de Cathrin, ni mucho menos hacerla esperar.
Tampoco quiero que vuelva a suceder nada similar a lo que hizo Cathrin en
la última ocasión que la visité. Si algo he aprendido hasta ahora, es que
cuando se trata de ella debo estar preparado para todo.
«Agh, ¿esta fiesta del Verano eterno?», pregunta Cathrin.
«Esa misma. Pero ¿qué te parece si haces esto sola esta noche y te veo
mañana por la mañana en mi oficina? Entonces resolveremos tus finanzas y
todo lo demás». Con aquel ofrecimiento quiero recordarle a Cathrin, una
vez más, que fue ella quien se acercó a mí para llevar a su esposo a la corte.
Si decido aceptar un caso, siempre deseo continuar con él. Quizás aún
exista la posibilidad de solucionar las cosas y cobrar el gran pago de
bonificación.
«¿Y no podríamos hablar durante la fiesta? ¿Quizás solo un poco?», me
ruega Cathrin.
«Dios mío, Cathrin. Esto puede esperar hasta mañana, ¿no?», respondo
evidentemente molesto.
«Vale, me comunicaré mañana, a menos que nos encontremos esta
noche. Adiós», responde Cathrin y finaliza la llamada.
¿En qué está pensando esta mujer? ¿Acaso mis palabras no fueron
suficientemente claras la última vez? ¿Realmente planea ir a la fiesta?
Posiblemente asista con su esposo, quien vio todas las fotografías de su
esposa conmigo…
Capítulo 25 – Annie
Esta es la tercera boutique de este estilo que visito. Las dos tiendas
anteriores tenían prendas verdaderamente encantadoras. En la segunda
tienda incluso me dejé llevar y me probé dos vestidos. Especialmente aquel
atuendo rojo me quedaba fenomenal. Un corte ceñido al cuerpo, pero
elegante y no demasiado corto. Además, la delicada tela de seda hacía que
mi piel brillara como nunca había visto antes.
«Ese vestido le queda realmente bien», me dijo la vendedora mientras
me examinaba un par de veces frente al enorme espejo de la elegante
boutique.
Aunque sabía que la veracidad de su cumplido era dudosa, me sentí
halagada. Sabía que la chica deseaba vender el vestido, pero también sabía
lo mucho que me gustaba la prenda.
Sin embargo, lo que tenían en común esas dos boutiques eran los
exorbitantes precios. El vestido rojo era una de las piezas más baratas que
había encontrado mientras miraba los modelos. Aun así, el precio alcanzaba
los 999 dólares.
«Ponte algo bonito», las palabras de Dillan resuenan en mi cabeza. Pero
¿algo de mil dólares? Antes de decir aquello Dillan también enfatizó en que
el precio no importaba y me insistió, en repetidas ocasiones, en que utilizara
su tarjeta de crédito. Sin embargo, ¿realmente se refería a que debía gastar
mil dólares tan solo en un vestido? ¿Así, sin más? ¿Tan solo para asistir a
una fiesta?
Fue aquella incertidumbre la que me llevó a la tercera boutique. Solo
que esta es mucho más elegante y significativamente más pequeña. Los
precios son mucho más elevados y no me parece que haya ningún vestido
por menos de dos mil quinientos dólares. Al menos hasta ahora no he
encontrado ninguno.
De alguna manera, las paredes de esta pequeña boutique parecen estar
cada vez más cerca de mí. Mi corazón comienza a latir con fuerza y siento
que se me acelera la respiración.
Cuelgo de vuelta en el perchero el vestido azul que estaba mirando y
salgo a toda prisa de la tienda.
De pie frente a la boutique, finalmente puedo respirar correcta y
libremente otra vez. Mi visión de normaliza. Al menos las paredes del
edificio ya no parecen abalanzarse sobre mí. Un conocido efecto secundario
de mi claustrofobia, la cual ha vuelto a arruinarme el día.
Hasta ahora esto tan solo me ocurría en habitaciones sumamente
pequeñas, sin embargo, no fue así en el almacén con Dillan. Tal parece que
mi pánico no está realmente relacionado al tamaño del lugar, sino a mi
estado mental.
Me maldigo internamente por ello y, con furia, pateo una lata vacía de
cerveza que está en el suelo, la cual rueda estrepitosamente hasta la calle y
es aplastada por el siguiente coche que pasa. De repente, toda la tensión en
mi ceño fruncido se libera al percatarme de que quizás mi problema con la
claustrofobia pronto sea cosa del pasado.
Si Dillan está tan seguro de pagarme por ser su acompañante e insiste en
que compre un atuendo con su tarjeta de crédito, entonces estoy segura de
que no le importará pagar mil dólares por un vestido.
Me doy la vuelta y camino de regreso a la segunda boutique para
comprar el vestido que me enamoró desde el primero momento que me vi
en el espejo.
Camino a la tienda, saco mi móvil de mi bolso de mano y le escribo a
Susan un mensaje de WhatsApp disculpándome por no poder verla esta
noche, ya que me ha surgido un imprevisto.
En repetidas ocasiones la culpabilidad me persigue, pero, al mismo
tiempo, no puedo aguardar por usar ese vestido en la fiesta de hoy por la
noche. Mañana por la mañana definitivamente seré transparente y le contaré
a Susan todo lo que ha sucedido en el transcurso de las últimas semanas.
Realmente solo puedo esperar que, de alguna manera, se tome todo este
asunto con calma y reconozca lo preocupada que me encuentro. En
principio, incluso tuve miedo de confesarle que trabajaba para el mismo
abogado que se encargó de su terrible resolución de divorcio con Steven.
Pero… después tuve relaciones sexuales con ese mismo hombre en dos
ocasiones y hay mucho más desarrollándose entre nosotros.
Ahora, especialmente después de las dos últimas noches, soy consciente
de que mis sentimientos por Dillan van mucho más allá del sexo.
Probablemente fue así desde el principio, porque su apariencia me fascinó y
hechizó desde el principio, así como sus modales y caballerosidad que
muestra en privado, incluso cuando está enmascarado como el Zorro.
No puedo decir qué será de nosotros y cómo transcurrirá la noche, pero
una cosa es segura: mi amiga Susan tiene derecho a saberlo todo. Todos
estos secretos deben llegar a su fin.
Abro la puerta y la campanita que está encima del marco anuncia que he
vuelto a la pequeña boutique donde me espera un maravilloso vestido rojo.
Capítulo 26-Dillan
«Buena suerte, Annie», con el motor del coche aún encendido, Melissa
se despide de mí a través de la ventana de su camioneta negra, de la que
acabo de bajarme hace apenas unos segundos.
Mientras conducíamos camino a casa de Susan, le agradecí a Melissa
por toda su ayuda, sin embargo, prefería hablar con Susan a solas. De cierta
forma, tenía la sensación de que Susan no se sentiría cómoda si aparecía
repentinamente en su apartamento, sin avisar y con Melissa como respaldo.
Por supuesto, prefería tener el apoyo de Melissa. Durante todo mi embrollo
con Dillan, Melissa ha demostrado ser una amiga cariñosa y dispuesta a
escucharme.
Pero ella entendía mi decisión completamente y no se molestó, por lo
que tan solo me llevó hasta la casa de Susan para permitirme bajar ahí antes
de continuar su camino hasta su apartamento compartido con su prometido
Darren.
Me despido de ella y me percato de que no le pedí detalles respecto a su
compromiso o sobre su fecha para la boda. Una vez más, el remordimiento
de consciencia me provoca una sensación de embotamiento en el estómago
y me pregunto qué clase de amiga soy. Dejo ese pensamiento a un lado e
intento concentrarme en la inminente conversación con Susan.
Respiro profundamente, me doy la vuelta y miro hacia la puerta del
rascacielos en el que Susan ha vivido desde su divorcio, en el piso número
18.
Me sorprende descubrir que la puerta de entrada está abierta de par en
par. Hay una pequeña cuña bajo la puerta, así que entro y cuando comienzo
a subir las escaleras, siento un intenso aroma a pintura fresca.
Miro a mi alrededor y veo la cinta de prevención amarilla que me
bloquea el camino hacia los pisos superiores. Un trozo de papel cuelga de la
cinta, y se pueden leer las siguientes palabras impresas en letra grande:
Escalera en reparación. Por favor, utilice el elevador. En caso de
incendio, utilice las escaleras para incendios.
«Esto no puede estar pasando», no se puede bloquear la escalera
completa de un edificio tan alto, así, sin más. ¡Pero qué mierda tan grande!
Con gotas de sudor en la frente, doy la vuelta y camino los pocos pasos
que me separan del ascensor. Presiono el pequeño botón al lado izquierdo
de las puertas metálicas cerradas.
La cabina está en algún sitio del edificio, por lo que debo esperar un
momento. Entre más tiempo estoy de pie, más nerviosa me pongo. Mi pulso
se acelera, las yemas de mis dedos comienzan a humedecerse. Tan solo es
cuestión de tiempo para que comience aquella dificultad para respirar que
conozco tan bien. Tan solo pensar en ello me hace enloquecer.
En la primera ocasión que visité a Susan tuve la oportunidad de ver el
interior de la cabina del ascensor; aún recuerdo lo inconcebiblemente
pequeña que es.
Ni la fuerza de diez caballos serían capaces de llevarme a su interior, me
lo juré en aquella ocasión, así que desde entonces he subido las escaleras
hasta llegar al decimoctavo piso.
De repente pienso en el niño que llevo dentro y me pregunto cómo será
cuando tenga que ser madre. ¿Acaso el niño subirá conmigo por todas las
escaleras de la ciudad?
Pensar en mi hijo por nacer despierta un instinto protector en mí que
hasta ahora desconocía. Los latidos de mi corazón comienzan a
normalizarse, permitiéndome calmarme un poco.
Finalmente, la cabina del ascensor llega hasta mí y se abre con un
chirrido, el cual no me inspira demasiada confianza.
Doy un paso dentro, presiono el botón donde se lee el número «18» e
intento no pensar en la cantidad de mantenimiento técnico que recibe el
ascensor, a juzgar por la cantidad de grafiti en las paredes de la cabina.
La puerta se cierra con parsimonia y entonces siento como si una
armadura me envolviera los pulmones, dificultándome respirar cada vez
más. Cierro los ojos y vuelvo a concentrarme en la vida que se está
desarrollando dentro de mí en estos momentos.
Se me pasan visiones por la cabeza. Se trata de escenificaciones e ideas
bastante clichés, sin embargo, eso ayuda a que mi respiración se ralentice:
me veo radiante de energía en Central Park usando un vestidito blanco de
verano, sonriendo felizmente a mi bebé en brazos. A mi lado hay un
hombre, y puedo escuchar su risa. Es Dillan. Miro su rostro y sus brillantes
ojos verdes, que me hechizan aún incluso dentro de mi imaginación.
Entonces él abre la boca y…
Unas cuantas sacudidas me obligan a abrir los ojos. Por un breve
momento, siento como si hubiese perdido el equilibrio, pero consigo
sujetarme de la pared. ¿Ya hemos llegado al piso?
Me detengo y espero a que se abran las puertas, pero no sucede nada.
No, esto no puede ser. Lo único que…
Cuando me doy cuenta de que el ascensor verdaderamente se ha
atascado, la desesperación se apodera de mi mente y otra vez experimento
dificultades para respirar.
Cierro los ojos de nuevo y pienso, una vez más, en el niño que llevo en
el vientre. Y, una vez más, pensar en mi hijo tiene un efecto tranquilizador
en mí. La sensación de incomodidad no desaparece por completo, pero al
menos puedo pensar con mayor claridad a medida que mi respiración se
acompasa.
Ya que no sé durante cuánto tiempo tendré que permanecer en el
ascensor, cojo el móvil de mi bolso y, sin más preámbulos, digito el número
de Susan.
El timbre parece sonar durante mucho tiempo, pero después de lo que
me parece una eternidad, Susan coge mi llamada.
«¿Qué quieres?», me saluda con frialdad.
«Por favor, no cuelgues, Susan. Estaba camino a tu apartamento y me he
quedado atascada en el ascensor», me explico. Prefiero mantener los ojos
cerrados para no permitir que la tensión a mi alrededor se abalance sobre
mí.
«¿Atascada? ¿Tú? ¿Qué haces en el ascensor?», Susan parece
genuinamente sorprendida de que haya utilizado el ascensor en su edificio.
«La escalera está en reparación. Tengo muchas cosas que explicarte»,
intento encontrar las palabras adecuadas.
No sé con exactitud durante cuánto tiempo permanezco en el ascensor,
con los ojos cerrados, mientras le explico todo a Susan, comenzando desde
mi pequeña aventura en la fiesta de disfraces y continuando hasta los
misteriosos mensajes de WhatsApp. No dejo ningún detalle fuera y le
confieso el remordimiento de conciencia que comencé a experimentar en
cuanto descubrí qué tipo de abogado era Dillan en realidad.
«Oh, mierda», dice Susan en cuanto le explico que estaba a punto de
renunciar cuando descubrí que Dillan era el Zorro. Incluso menciono la
historia del repartidor que perdió la conciencia frente a la puerta del
apartamento de Dillan, y repito mil veces a Susan lo terrible que me siento
por jamás haber encontrado la manera de explicárselo en su momento.
«Y ahora estoy embarazada de él y él no sabe nada al respecto, pero
primero quería venir contigo porque…», una sacudida me hace detenerme a
media frase.
El ascensor se pone en marcha nuevamente y, después de unos
segundos, se abre la puerta. Salgo de la cabina, aliviada. Siento el aire
fresco a mi alrededor, la armadura que me envuelve los pulmones
desaparece paulatinamente y respiro con consciencia un par de veces,
liberándome.
Con el móvil aún en el oído, miro a la izquierda y reconozco a Susan.
Está de pie frente a mí en el umbral de su puerta, vestida con pijama y un
suéter descolorido y también sujeta el móvil junto a su oído.
Bajo la mano que sujeta mi móvil y, sin decir palabra, miro a Susan por
unos segundos. Puedo ver las lágrimas en sus ojos.
«Lo siento mucho», digo y me acerco a Susan para cogerla en mis
brazos. Las lágrimas corren por mis mejillas y me siento increíblemente
aliviada de que todo finalmente haya llegado a su fin.
Sin importar lo que Susan decida, al fin puedo dejar de cargar con este
secreto conmigo, y desde ahora no tengo intención de ocultarle nada.
«Gracias por estar aquí. E incluso coger el ascensor por mí», me susurra
Susan al oído. No es necesario que diga nada más. Nos conocemos desde
hace demasiado tiempo. El hecho de que realmente me haya perdonado, me
quita un enorme peso de encima. Entonces Susan se aparta de mi abrazo,
coge mis manos y me mira a los ojos.
«Y ahora, ¿cómo se lo piensas decir?», me pregunta mirando mi vientre.
Me siento conmovida, pues en su mirada no hay ni un pequeño atisbo de
rabia o resentimiento. Lo único que alcanzo a reconocer es amor y
honestidad. Realmente soy afortunada de tener una amiga como Susan.
Me encojo de hombros. Aún no lo sé. Entonces el WhatsApp que me ha
escrito Cathrin me vuelve a la mente, y también las razones por las que
Melissa me explicó que todo saldrá bien. Quizás ella tiene razón.
Me encantaría decírselo ahora mismo y dejar todas las cosas claras. No
obstante, aún pesa en mí lo difícil que fue el trayecto en el ascensor.
Además, he tenido demasiadas náuseas el día de hoy.
«Mañana en la oficina, es lo mejor. Aún no sé exactamente cómo
decírselo, y no tengo idea de cuál será su reacción», respondo finalmente,
sopesando la idea de volver a casa y descansar primero.
«¿De verdad crees que estarás bien hoy?», me pregunta Susan
levantando la ceja izquierda.
Susan tiene razón, lo sé. De hecho, yo también lo he sabido desde un
principio.
Capítulo 40 – Dillan
«Oh, sí, Annie. Eso se siente taaaaaan bien», gime Dillan. Está de pie
frente a mí con los pantalones abajo y yo, de rodillas, le chupo la polla
mientras masajeo sus bolas con la mano derecha.
Son cerca de las cuatro de la tarde. Realmente ha cumplido su palabra
desde que me mudé con él, hace unos tres meses. No he vuelto a la oficina
ni una sola vez. En cambio, ayudo a Susan en su pequeña boutique durante
las mañanas. Así es como se ha cumplido otro de mis sueños, el cual tan
solo fue posible gracias a la ayuda de Dillan. Por otro lado, él ya no pasa las
noches en la oficina. Llega a casa temprano todas las noches; a nuestro
hermoso penthouse compartido.
Por lo general, pasamos las tardes juntos de manera muy agradable y
con frecuencia salimos a caminar. La semana pasada hicimos un viaje a
Ellis Island. Me parecía inconcebible que yo jamás hubiese estado ahí antes,
a pesar de que la isla del río Hudson está justo en las afueras de la ciudad.
Con frecuencia Dillan trabaja desde casa en aquellas cosas que no puede
postergar, pero lo hace después de cenar en casa o en algún restaurante.
Ayer, por ejemplo, cenamos en el restaurante Koi, donde fue agradable ver
que estaba en turno el repartidor que hace unos meses se desmayó frente a
la puerta. Ahora trabajaba como camarero.
También nos divertíamos bastante juntos. Tal como hacíamos esta tarde.
Dillan llegó a casa hace menos de cinco minutos. Lo sorprendí en el pasillo
con una tanga y le pedí que se bajara los pantalones del traje.
Por el rabillo del ojo pude ver lo mucho que le agradaba este tipo de
bienvenida. Ya lo hemos hecho antes. Sin embargo, nos esforzamos por
conservar el hechizo que hemos experimentado desde el principio. A los
dos nos gustan nuestros pervertidos y fugaces rapiditos, sin embargo,
también nos fascinan las largas y cursis noches de pasión interminable. La
magia radica en tener variedad.
Cojo la polla de Dillan con firmeza y la hundo lo más que puedo en mi
boca, moviéndome rítmicamente hacia adelante y hacia atrás. Entonces con
mi lengua rodeo con placer su punta, y él acepta mis movimientos con un
fuerte y lujurioso grito mientras acerca mi cabeza más hacia él. Quiere
follarme la boca.
Siento lo increíblemente mojada que estoy. Me encanta cuando Dillan
se entrega completamente a mí y también grita de placer.
«Tómame», le susurro a Dillan después de sacarme su polla de la boca,
mientras continúo trabajándola con la mano. Su polla aún está húmeda y se
adapta perfectamente a mi mano.
Dillan retrocede un poco para que deje de satisfacerlo. Sin embargo, su
polla sigue erecta y firme.
«¿Segura? ¿No que tu vientre crece cada vez más?», me pregunta con
escepticismo mientras me mira.
Sin embargo, en su mirada puedo notar que él también quiere
exactamente lo mismo.
«Sí, estoy segura. Pronto lo conoceremos, no te preocupes. Tu polla no
molestará al bebé mientras duerme», acaricio el pequeño bulto que es mi
bebé, el cual ha comenzado a crecer gradualmente durante estas últimas
semanas, y sonrío a Dillan.
Durante unos segundos, Dillan parece considerar si realmente puede
permitirse este placer, a pesar de sus sentimientos y responsabilidades como
futuro padre. Entonces me tiende una mano para que mis rodillas ya no
estén sobre la alfombra de pelo largo que recubre el suelo de madera.
Desde la noticia de que va a ser padre, Dillan parece una persona
diferente y siento la forma en que me protege y cuida de mí.
Puedo decir que me siento importante y maravillosa al estar con Dillan.
Simplemente tenemos sexo fenomenal, anteayer trajo a un pintor y a un
trabajador de mantenimiento a casa para mostrarles la habitación que desea
transformar para el bebé. Dillan siempre pone su corazón y alma en todos
los pequeños detalles: el cochecito y los muebles para la habitación del
bebé. Y, por otro lado, incluso en las decisiones más importantes, como
elegir a mi partera o la clínica de maternidad adecuada, no me deja sola y
siempre me escucha con interés.
Y ahora estamos aquí, frente a frente. Miro de nuevo sus brillantes ojos
verdes, los cuales parecen haberme lanzado un hechizo desde nuestro
primer encuentro. Hasta el día de hoy, aquel brillo no ha perdido ni un poco
de su magia, y espero que así sea durante el resto de nuestras vidas.
Dillan me besa. Primero el cuello y los hombros, luego los pechos.
Muerde con cuidado mis pezones y yo grito, excitada. Me encanta este
sentimiento, cuando me encuentro entre el dolor y la lujuria. Dillan lo ha
descubierto hace algunos meses.
Sus manos se dirigen a mis bragas, y se detienen ahí brevemente. Dillan
parece percatarse de lo mojada que estoy.
Entonces mete las manos en mis bragas y desliza un dedo lentamente
por el hilito que me cubre el trasero. Me baja la tanga lentamente por los
muslos, acariciándome las rodillas hasta los tobillos y entonces yo levanto
ligeramente cada pie para quedar completamente desnuda frente a él.
«Sigues siendo igual de traviesa como el primer día», me dice Dillan
con una sonrisa, cogiendo mi trasero entre sus manos con fuerza, me
levanta y me lleva consigo hasta el dormitorio.
Una vez ahí, me deja caer sobre el suave y mullido cobertor. Me acuesto
con ligereza y me sube por la nariz el aroma de las nuevas mantas
aromáticas que nuestra ama de llaves colocó esta mañana.
Aún estoy recostada en el borde de la cama cuando siento cómo Dillan
me coge por los tobillos.
«Ay», me quejo mientras mi pierna derecha se contrae un poco bajo su
firme agarre.
«Lo siento», responde Dillan y cambia de posición para no sujetarme
justo en donde hace poco solía estar el pequeño tatuaje en forma de
corazón. En su lugar, ahora hay una discreta cicatriz color piel, la cual ya no
me trae ningún recuerdo de lo que solía decir ahí.
Entonces Dillan se acerca más a la cama. Me mira directamente a los
ojos. Su polla encuentra mi coño y se hunde en él. Dillan sujeta mis piernas
con firmeza.
Una oleada de excitación me invade y gimo a todo pulmón. Dillan me
penetra lenta y profundamente. Siempre me sorprende lo enorme que es su
polla. Nadie ha estado tan adentro de mí cómo él, y siempre lo disfruto
como si fuese la primera vez.
Dillan se mueve con lentitud hacia adelante y hacia atrás, mientras
ambos nos miramos profundamente a los ojos. Un gemido escapa de
nuestras bocas simultáneamente, lo cual parece incrementar aún más
nuestra lujuria.
«¡Te deseo tanto, Annie! Te deseo desde la primera vez», me susurra
Dillan al oído después de soltar mis piernas e inclinarse cuidadosamente
sobre mí. Luego me besa el pecho derecho mientras masajea el otro con su
mano libre. Al mismo tiempo, me embiste cada vez con más fuerza. No
tengo posibilidad de moverme, sin embargo, no quiero hacerlo.
Disfruto de la manera en que Dillan toma el control total de la situación.
Simplemente puedo entregarme completamente a él y entonces ambos nos
fundimos el uno en el otro.
Dillan vuelve a ponerse de pie al borde de la cama y coge mis piernas
mientras yo las abro en el aire.
Me penetra unas cuantas veces, con velocidad y fuerza. Su polla frota el
exterior de mi clítoris, lo cual me hace enloquecer. Dejo caer la cabeza
hacia atrás y clavo las manos en las suaves y frescas mantas que hay debajo
de mí. Grito llena de lujuria y tan fuerte como soy capaz.
Entonces Dillan saca su polla de mi interior. Confundida, abro los ojos y
lo miro. Con un gesto, me indica que me quede justo como estoy y yo sigo
sus indicaciones sin decir palabra. Dillan suelta mis piernas, me empuja un
poco hacia arriba de la cama y se hinca frente a mí. No parece tener prisa,
así que besa mis piernas de abajo hacia arriba.
Cuando su boca se acerca a mi coño, comienzo a arder de placer y me
tiembla el cuerpo. Dillan también parece disfrutarlo enormemente, pues
continúa gimiendo. Con su lengua, juguetea hábilmente alrededor de mi
coño. Alternativamente desliza algunos dedos dentro de mí o acaricia mi
clítoris.
«Eso se siente increíble, Dillan», suspiro, pero entonces todo termina y
Dillan continúa subiendo. Se pasa sobre la pequeña protuberancia del bebé,
la cual también besa y luego desliza suavemente la punta de su nariz entre
mis pechos.
Ahora mismo me preparo para un posible mordisco en mis pezones,
pero entonces siento cómo vuelve a penetrarme profundamente con su polla
nuevamente. De alguna manera, no esperaba sentirlo dentro de mí tan
repentinamente.
Dillan se mueve lenta y cuidadosamente dentro de mí, lo cual
incrementa mi excitación aún más. Después de unos segundos, me sujeto
mejor de la cama y Dillan comienza a penetrarme más profundamente, con
embestidas fuertes y controladas. Con habilidad, muevo mi pelvis debajo de
él y cojo sus bolas con mi mano libre, masajeándolas hacia adelante y hacia
atrás. Eso lo hace perder la cabeza. Sus embestidas se vuelven cada vez más
fuertes y rápidas.
De pronto, el placer estalla en mi cabeza, extendiéndose a cada una de
las células de mi cuerpo y, con un gran gemido y un espasmo de lujuria, me
invade una oleada de felicidad incontrolable.
Tan solo unos segundos después, Dillan gime ruidosamente y llega a su
clímax, aún en lo más profundo de mí. Dillan se apoya con las manos
hundidas en la cama a cada lado de mi rostro y me besa con cariño.
«Haces que cada día sea algo especial», me susurra al oído y me muerde
el lóbulo con dulzura.
Entonces se acuesta a mi lado en la cama. «Y cuando el bebé esté aquí,
nuestra vida será verdaderamente una enorme aventura», Dillan me acaricia
el vientre y no puedo evitarlo… sonrío de oreja a oreja y apenas puedo
creer lo afortunada que soy.
FIN
Ultílogo
No encontrarás ningún método anticonceptivo en este libro. ¿Por qué?
La historia se desarrolla dentro de una fantasía, por lo que esta debería
brindarte tiempo para olvidarte de preocupaciones y disfrutar de tu placer
por la lectura.
En este mundo, todos los multimillonarios tienen un abdomen perfecto
y son increíblemente buenos en la cama. Tampoco hay enfermedades de
transmisión sexual, ni embarazos no deseados.
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